Página 1 de 2. • 1, 2
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tus ojos se abren lentamente ¿Qué diablos ha pasado la noche anterior? No lo sabes. Lo último que recuerdas es algo de una gaviota de color rojo que te dijo “Socio, pásame las pastillas del horno”. Todo tiene poco sentido, pero lo mejor de todo es que eres una persona inconsciente en una playa. La gente pasa de un lado a otro y nadie se ha dignado a ayudarte. Puedes ver a los mercaderes gritando y vendiendo sus productos.
- ¡Manzanas del Norte a un precio de escándalo!
Ese grito pertenece a una persona de voz grave, un hombre gordo y grande con bigote oscuro. El resto de ciudadanos va a los distintos sitios con calma y parecen felices. No hay pinta de haber marines por ahí. Tu mascota por suerte está a tu lado, pero adivina. En la cola tiene atado una especie de papel con letras rosas en las que pone “El tiempo es oro” ¿Qué está pasando? Tan solo tienes un pantalón y tus armas. En ese momento todo parece ponerse algo tétrico, pues el cielo se nubla y algunas personas te miran de forma seria.
- ¡Manzanas del Norte a un precio de escándalo!
Ese grito pertenece a una persona de voz grave, un hombre gordo y grande con bigote oscuro. El resto de ciudadanos va a los distintos sitios con calma y parecen felices. No hay pinta de haber marines por ahí. Tu mascota por suerte está a tu lado, pero adivina. En la cola tiene atado una especie de papel con letras rosas en las que pone “El tiempo es oro” ¿Qué está pasando? Tan solo tienes un pantalón y tus armas. En ese momento todo parece ponerse algo tétrico, pues el cielo se nubla y algunas personas te miran de forma seria.
El romper de las olas contra la orilla acompañó el despertar de Therax en una playa desconocida. A su alrededor, la gente caminaba sin prestarle la más mínima atención y un vendedor anunciaba a voz en grito las bondades de sus productos. Mientras sacudía la cabeza, se preguntaba si el mar o el hombre gordo habían sido la causa de que abriera los ojos. «¿Y eso qué más da?», se dijo, forzándose a salir del bucle de pensamientos estúpidos en el que se había metido.
Mientras se ponía en pie, tratando de recordar cómo demonios había acabado allí, un recuerdo sin ningún tipo de sentido acudió a su mente. ¿Acaso había tomado alguna sustancia alucinógena sin saberlo? No recordaba haber ingerido nada sospechoso el día anterior. Por cierto, ¿cuántos días llevaría allí? Esperaba que no más de uno o dos.
Tras dirigir una rápida mirada a sus pies, comprobó que Tib estaba junto a él. No sabía cómo se las apañaba pero, sucediese lo que sucediese, el pequeño Muryn siempre se las ingeniaba para estar junto a él. Para ser sinceros, pocas cosas en el mundo le transmitían tanta tranquilidad como ese hecho. Mientras contemplaba a su mascota, un papel rosa atado a su cola captó su atención.
-No estoy jugando, Tib -dijo mientras forcejeaba con el divertido cachorro por coger la nota. Cuando al fin lo consiguió, la abrió y leyó la inscripción que estaba escrita en ella: "El tiempo es oro". No tenía ni la más remota idea de qué podía significar aquello pero, sin darle apenas tiempo a preguntárselo, el cielo sobre él cambió radicalmente de aspecto, nublándose de forma evidente. Al mismo tiempo, varios transeúntes comenzaron a mirarlo de forma extraña.
La situación no le gustaba para nada, sobre todo porque era incapaz de entender qué estaba ocurriendo allí. Estaba claro que el papel estaba relacionado de algún modo con todo aquello, de modo que se lo guardó en uno los bolsillos de su pantalón, el de las cosas importantes.
No le agradaban en absoluto las miradas que le dirigían, así que, haciendo como que las ignoraba, activó su Haki de observación por lo que pudiera pasar. Acto seguido, se dirigió hacia el mercader. Si había sido el encargado de despertarle, también lo sería de informarle respecto a dónde estaba... Al menos ésa era su intención.
-Disculpe, ¿podría decirme dónde me encuentro? -preguntaría con educación. Vista la actitud de muchos de los viandantes, no parecía buena idea empezar tocándole las narices a nadie-. Qué feo se ha puesto el día de repente, ¿verdad? -diría tras la respuesta del vendedor para ver si sabía por qué había sucedido algo tan raro después de que leyese la nota.
Mientras se ponía en pie, tratando de recordar cómo demonios había acabado allí, un recuerdo sin ningún tipo de sentido acudió a su mente. ¿Acaso había tomado alguna sustancia alucinógena sin saberlo? No recordaba haber ingerido nada sospechoso el día anterior. Por cierto, ¿cuántos días llevaría allí? Esperaba que no más de uno o dos.
Tras dirigir una rápida mirada a sus pies, comprobó que Tib estaba junto a él. No sabía cómo se las apañaba pero, sucediese lo que sucediese, el pequeño Muryn siempre se las ingeniaba para estar junto a él. Para ser sinceros, pocas cosas en el mundo le transmitían tanta tranquilidad como ese hecho. Mientras contemplaba a su mascota, un papel rosa atado a su cola captó su atención.
-No estoy jugando, Tib -dijo mientras forcejeaba con el divertido cachorro por coger la nota. Cuando al fin lo consiguió, la abrió y leyó la inscripción que estaba escrita en ella: "El tiempo es oro". No tenía ni la más remota idea de qué podía significar aquello pero, sin darle apenas tiempo a preguntárselo, el cielo sobre él cambió radicalmente de aspecto, nublándose de forma evidente. Al mismo tiempo, varios transeúntes comenzaron a mirarlo de forma extraña.
La situación no le gustaba para nada, sobre todo porque era incapaz de entender qué estaba ocurriendo allí. Estaba claro que el papel estaba relacionado de algún modo con todo aquello, de modo que se lo guardó en uno los bolsillos de su pantalón, el de las cosas importantes.
No le agradaban en absoluto las miradas que le dirigían, así que, haciendo como que las ignoraba, activó su Haki de observación por lo que pudiera pasar. Acto seguido, se dirigió hacia el mercader. Si había sido el encargado de despertarle, también lo sería de informarle respecto a dónde estaba... Al menos ésa era su intención.
-Disculpe, ¿podría decirme dónde me encuentro? -preguntaría con educación. Vista la actitud de muchos de los viandantes, no parecía buena idea empezar tocándole las narices a nadie-. Qué feo se ha puesto el día de repente, ¿verdad? -diría tras la respuesta del vendedor para ver si sabía por qué había sucedido algo tan raro después de que leyese la nota.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
- Okyu Mazushi, una isla del Sur. Tienes toda la pinta de una persona que se ha perdido, colega ¿Quieres una manzana? Te las vendo baratas por ser tú.
Vaya, el cabrón está interesado en vender a toda costa. Sigues sintiendo miradas sobre ti y eso te incomoda un poco. Tu haki no indica nada raro por el momento. Tu mascota parece muy tranquila también. Respecto a tu pregunta del tiempo, el hombre del bigote te mira un poco confuso. Mira hacia el cielo de forma normal. Está nublado, entonces te observa y se ríe un poco.
- ¿Qué dices, amigo? Tío, si hace un Sol que flipas. Anda, comete una manzana, que te sentará bien.
Si te das cuentas, el puesto es de plátanos ¿Estás loco? ¿Qué diablos pasa? Ese hombre dice vencer manzanas y afirma que el tiempo es soleado. Tú estás viendo plátanos y todo nublado. Algo raro está pasando en la isla. Justo entonces el vendedor de al lado, el cual parece vender sandías, te mira con calma. Es un chico de tu edad más o menos, cabellos naranjas y ojos ambarinos.
- Perdona, colega. No le hagas mucho caso, está más para allá que para acá. Yo también veo que está nublado, no te preocupes.
En cuanto te dice eso sonríe de forma amigable. Se ve que no estabas loco, menos mal ¿No? Oh, espera. Puede que vosotros dos seáis los locos y no ese tipo. Eso ya se va a ver con el tiempo, pero por ahora todo está animado. La gente ríe y habla y tú desde tu posición puedes ver un barco de la marina acercarse.
- Oh, ahí vienen de nuevo los perros.
Eso lo ha dicho el chico de cabellos naranjas, el cual sonríe de forma arrogante y saca un pequeño tirachinas. Algo raro está planeando.
Vaya, el cabrón está interesado en vender a toda costa. Sigues sintiendo miradas sobre ti y eso te incomoda un poco. Tu haki no indica nada raro por el momento. Tu mascota parece muy tranquila también. Respecto a tu pregunta del tiempo, el hombre del bigote te mira un poco confuso. Mira hacia el cielo de forma normal. Está nublado, entonces te observa y se ríe un poco.
- ¿Qué dices, amigo? Tío, si hace un Sol que flipas. Anda, comete una manzana, que te sentará bien.
Si te das cuentas, el puesto es de plátanos ¿Estás loco? ¿Qué diablos pasa? Ese hombre dice vencer manzanas y afirma que el tiempo es soleado. Tú estás viendo plátanos y todo nublado. Algo raro está pasando en la isla. Justo entonces el vendedor de al lado, el cual parece vender sandías, te mira con calma. Es un chico de tu edad más o menos, cabellos naranjas y ojos ambarinos.
- Perdona, colega. No le hagas mucho caso, está más para allá que para acá. Yo también veo que está nublado, no te preocupes.
En cuanto te dice eso sonríe de forma amigable. Se ve que no estabas loco, menos mal ¿No? Oh, espera. Puede que vosotros dos seáis los locos y no ese tipo. Eso ya se va a ver con el tiempo, pero por ahora todo está animado. La gente ríe y habla y tú desde tu posición puedes ver un barco de la marina acercarse.
- Oh, ahí vienen de nuevo los perros.
Eso lo ha dicho el chico de cabellos naranjas, el cual sonríe de forma arrogante y saca un pequeño tirachinas. Algo raro está planeando.
La actitud del grueso hombre del bigote dejó a Therax aún más desconcertado si cabía. «¿Cómo que sol?», se preguntó el rubio mientras volvía a dirigir su mirada hacia el infinito cúmulo de nubes que había cubierto el cielo. ¿Habría consumido realmente alguna sustancia alucinógena y aún perduraban sus efectos? Por más que hacía el esfuerzo por recordar qué había sucedido exactamente antes de despertarse en aquella playa era incapaz de acordarse.
Al menos, a juzgar por lo que percibía y por la actitud de Tib, no parecía que las personas que lo miraban de una forma tan extraña tuviesen pensado hacer nada más que observarlo por el momento. «Algo es algo», se dijo mientras miraba con cara de asombro los plátanos que el tipo le ofrecía como si fueran manzanas. Uno de los dos debía estar viendo lo que no era, ¿pero cuál?
Al menos no había ido a parar a la otra del mundo y aún se encontraba en el South, lo que unido al comentario de otro mercader situado junto al primero hizo que el espadachín se relajada... al menos en parte. Aquella situación no dejaba de resultarle de lo más extraño y, pese a que por el momento parecía que no tendría problemas, decidió seguir concentrándose en percibir lo que ocurría a su alrededor mediante el Haki de observación.
No obstante, el muchacho cuyo comentario había conseguido que se relajase un poco pareció decidir que era un buen momento para volver a ponerle en tensión y, tras ver un barco de la Marina que se aproximaba, sacó un tirachinas. La supuesta arma se asemejaba más al juguete de un niño que a algo que realmente pudiera generar algún tipo de daño, pero lo que había visto a lo largo de sus todavía escasos viajes le había hecho aprender que las cosas no solían ser lo que parecían.
A sus ojos, la mirada del chico era entre pícara y maliciosa y nada bueno podía derivarse de mirar de esa manera a un barco de los del uniforme blanco. No sabía lo que tenía en mente, pero tampoco tenía demasiado interés en averiguarlo.
En caso de que el chico apuntase hacia el barco con el pequeño tirachinas, trataría de detenerlo yendo en su dirección y tratando de que no llegase a disparar el proyectil que cargase al grito de: ¡Pero qué haces! Lo consiguiese o no, le preguntaría el motivo por el cual sentía esa animadversión hacia la Marina y, en caso de que no la tuviera, simplemente la causa por la que querría disparar a uno de sus barcos.
Antes de eso, adquiriría una de las manzanas-plátano que el del bigote le ofrecía siempre y cuando su precio no fuera abusivo, ya que nunca se sabe qué puede hacer falta ni cuándo algo aparentemente inservible puede tornarse en útil. En el peor de los casos, podría comérsela cuando tuviera hambre.
Al menos, a juzgar por lo que percibía y por la actitud de Tib, no parecía que las personas que lo miraban de una forma tan extraña tuviesen pensado hacer nada más que observarlo por el momento. «Algo es algo», se dijo mientras miraba con cara de asombro los plátanos que el tipo le ofrecía como si fueran manzanas. Uno de los dos debía estar viendo lo que no era, ¿pero cuál?
Al menos no había ido a parar a la otra del mundo y aún se encontraba en el South, lo que unido al comentario de otro mercader situado junto al primero hizo que el espadachín se relajada... al menos en parte. Aquella situación no dejaba de resultarle de lo más extraño y, pese a que por el momento parecía que no tendría problemas, decidió seguir concentrándose en percibir lo que ocurría a su alrededor mediante el Haki de observación.
No obstante, el muchacho cuyo comentario había conseguido que se relajase un poco pareció decidir que era un buen momento para volver a ponerle en tensión y, tras ver un barco de la Marina que se aproximaba, sacó un tirachinas. La supuesta arma se asemejaba más al juguete de un niño que a algo que realmente pudiera generar algún tipo de daño, pero lo que había visto a lo largo de sus todavía escasos viajes le había hecho aprender que las cosas no solían ser lo que parecían.
A sus ojos, la mirada del chico era entre pícara y maliciosa y nada bueno podía derivarse de mirar de esa manera a un barco de los del uniforme blanco. No sabía lo que tenía en mente, pero tampoco tenía demasiado interés en averiguarlo.
En caso de que el chico apuntase hacia el barco con el pequeño tirachinas, trataría de detenerlo yendo en su dirección y tratando de que no llegase a disparar el proyectil que cargase al grito de: ¡Pero qué haces! Lo consiguiese o no, le preguntaría el motivo por el cual sentía esa animadversión hacia la Marina y, en caso de que no la tuviera, simplemente la causa por la que querría disparar a uno de sus barcos.
Antes de eso, adquiriría una de las manzanas-plátano que el del bigote le ofrecía siempre y cuando su precio no fuera abusivo, ya que nunca se sabe qué puede hacer falta ni cuándo algo aparentemente inservible puede tornarse en útil. En el peor de los casos, podría comérsela cuando tuviera hambre.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
- 77.000.000. – Te dice el mercader cuando intentas comprarle una manzana plátano de esas. Lo que es un precio impresionante y que creo que no tiene. Maldito loco, así es normal que nunca venda nada.
Quitando eso de lado, cuando detienes al chico te mira con una cara que demuestra enfado. Se ve que no le ha sentado muy bien lo que has hecho. Aprieta los puños con algo de rabia y después te deja ver el tirachinas. No es más que un simple juguete para críos. Has quedado como una persona dramática y que ama a la marina. O al menos eso piensan algunas personas que te miran. Justo entonces el chico te mira a los ojos y suspira.
- No deberías preocuparte por ellos. Esto es solo un juguete, no haré nada malo. La marina fue la culpable de la muerte de una niña de nueve años hace dos días en el muelle. La joven se estaba ahogando y ellos desde el barco no tuvieron huevos a lanzarse por ella.
Se nota bastante enfadado con lo que dice. Justo entonces puedes ver a un grupo de siete marines avanzar hasta vuestra posición desde el muelle. Uno de ellos, el cual parece ser el cabecilla, tiene unas pintas raras. Su pelo es plateado y lo lleva cogido en una coleta. Sus ojos rojizos como la sangre y en su espalda puedes ver una capa en la que pone Oficial Técnico. Parece bastante sonriente y no tarda en ponerse a tu lado, mirando al chico de pelos naranjas.
- Buenos días, pequeño ¿Te importaría explicarnos la razón de que vendas droga en tus ratos libres? – Mencionó de forma pícara y algo siniestra.
- ¡Eso no es cierto! – Replica el joven echándose hacia atrás.
¿Quién dirá la verdad? La cosa es que no se han fijado en ti. Te toca mover ficha.
Quitando eso de lado, cuando detienes al chico te mira con una cara que demuestra enfado. Se ve que no le ha sentado muy bien lo que has hecho. Aprieta los puños con algo de rabia y después te deja ver el tirachinas. No es más que un simple juguete para críos. Has quedado como una persona dramática y que ama a la marina. O al menos eso piensan algunas personas que te miran. Justo entonces el chico te mira a los ojos y suspira.
- No deberías preocuparte por ellos. Esto es solo un juguete, no haré nada malo. La marina fue la culpable de la muerte de una niña de nueve años hace dos días en el muelle. La joven se estaba ahogando y ellos desde el barco no tuvieron huevos a lanzarse por ella.
Se nota bastante enfadado con lo que dice. Justo entonces puedes ver a un grupo de siete marines avanzar hasta vuestra posición desde el muelle. Uno de ellos, el cual parece ser el cabecilla, tiene unas pintas raras. Su pelo es plateado y lo lleva cogido en una coleta. Sus ojos rojizos como la sangre y en su espalda puedes ver una capa en la que pone Oficial Técnico. Parece bastante sonriente y no tarda en ponerse a tu lado, mirando al chico de pelos naranjas.
- Buenos días, pequeño ¿Te importaría explicarnos la razón de que vendas droga en tus ratos libres? – Mencionó de forma pícara y algo siniestra.
- ¡Eso no es cierto! – Replica el joven echándose hacia atrás.
¿Quién dirá la verdad? La cosa es que no se han fijado en ti. Te toca mover ficha.
-¿Sabe qué? Se me ha quitado el hambre, pero muchas gracias -respondió Therax cuando oyó el desorbitado precio al que el del bigote vendía sus frutas. Debían provenir del Árbol del Edén, porque no había otra justificación para que el vendedor pretendiese conseguir tanto por ellas.
Mientras el chico le enseñaba el tirachinas, dirigió un rápido vistazo a su alrededor. Probablemente se había puesto demasiado nervioso sin justificación, a fin de cuentas parecía un simple juguete. No obstante, la gente continuaba observándole, lo que seguía sin gustarle en absoluto, ya que era incapaz de discernir si era a causa del numerito que debía haber montado al tratar de que el del pelo anaranjado condenara a su propia isla o si, por el contrario, lo observaban sin un motivo aparente como hasta hacía unos instantes. Tampoco era algo que le importara demasiado, a fin de cuentas estaba acostumbrado a que la gente lo mirase de forma extraña por ir junto a Tib y, aunque en esa ocasión la causa no parecía ser ésa, no dejaba de ser una situación de lo más común para él.
-No me preocupo por ellos ni mucho menos, pero no sabía qué podías hacer con el tirachinas y no me parece buena idea lanzarle lo que sea a un barco de la Marina... A saber quién hay ahí dentro. Imagina que es un oficial de rango alto que decide que la isla es potencialmente hostil y pide permiso para atacarla. Os arrasarían -explicó ante el primer comentario del chico-. Vaya... ¿La conocías? -inquirió a continuación. La actitud del chico le hacía pensar que sentía algo más que la simple rabia que podía aparecer al ser consciente de un acto como aquél, pero bien podía equivocarse. De cualquier modo, era mejor asegurarse para saber en qué ambiente se estaban desarrollando los acontecimientos.
Entonces, una pequeña comitiva de uniformados se aproximó hasta su posición con un tipo de una apariencia de lo más extraña a la cabeza. Avanzaban sin vacilar hacia el lugar donde el rubio y el chico del pelo naranja se encontraban conversando. «Genial, lo que faltaba», pensó el domador al ver cómo el grupo se acercaba, temiéndose que nada bueno podría salir de allí al oír el delito que le atribuía al del tirachinas.
-Llevo aquí toda la mañana y no ha hecho nada extraño -diría Therax si el marine continuaba acusando al del tirachinas después de que éste lo negase. Realmente no sabía si era una sospecha justificada o no, pero el simple hecho de que fuera un marine y la actitud cercana a lo amenazante que le parecía haber visto por su parte hacían que el espadachín estuviese predispuesto a ponerse de parte del joven vendedor.
Mientras el chico le enseñaba el tirachinas, dirigió un rápido vistazo a su alrededor. Probablemente se había puesto demasiado nervioso sin justificación, a fin de cuentas parecía un simple juguete. No obstante, la gente continuaba observándole, lo que seguía sin gustarle en absoluto, ya que era incapaz de discernir si era a causa del numerito que debía haber montado al tratar de que el del pelo anaranjado condenara a su propia isla o si, por el contrario, lo observaban sin un motivo aparente como hasta hacía unos instantes. Tampoco era algo que le importara demasiado, a fin de cuentas estaba acostumbrado a que la gente lo mirase de forma extraña por ir junto a Tib y, aunque en esa ocasión la causa no parecía ser ésa, no dejaba de ser una situación de lo más común para él.
-No me preocupo por ellos ni mucho menos, pero no sabía qué podías hacer con el tirachinas y no me parece buena idea lanzarle lo que sea a un barco de la Marina... A saber quién hay ahí dentro. Imagina que es un oficial de rango alto que decide que la isla es potencialmente hostil y pide permiso para atacarla. Os arrasarían -explicó ante el primer comentario del chico-. Vaya... ¿La conocías? -inquirió a continuación. La actitud del chico le hacía pensar que sentía algo más que la simple rabia que podía aparecer al ser consciente de un acto como aquél, pero bien podía equivocarse. De cualquier modo, era mejor asegurarse para saber en qué ambiente se estaban desarrollando los acontecimientos.
Entonces, una pequeña comitiva de uniformados se aproximó hasta su posición con un tipo de una apariencia de lo más extraña a la cabeza. Avanzaban sin vacilar hacia el lugar donde el rubio y el chico del pelo naranja se encontraban conversando. «Genial, lo que faltaba», pensó el domador al ver cómo el grupo se acercaba, temiéndose que nada bueno podría salir de allí al oír el delito que le atribuía al del tirachinas.
-Llevo aquí toda la mañana y no ha hecho nada extraño -diría Therax si el marine continuaba acusando al del tirachinas después de que éste lo negase. Realmente no sabía si era una sospecha justificada o no, pero el simple hecho de que fuera un marine y la actitud cercana a lo amenazante que le parecía haber visto por su parte hacían que el espadachín estuviese predispuesto a ponerse de parte del joven vendedor.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
- No la conocía, pero me da rabia que sean así. – Te responde el joven frunciendo el ceño. Se ve que su sentido de la justicia es bastante grande. Pocas personas quedan así, de modo que podría ser un buen chico después de todo. Bueno, los acontecimientos continúan desarrollándose.
El hombre de cabellos plateados y ojos rojos continúa mirándolo de forma siniestra. Entonces escucha tu voz y no duda nada en girarse hacia ti. Puedes ver en su rostro una sonrisa bastante rara, como si fuese la mejor persona del mundo. De hecho, te hace una reverencia, muestra de cortesía y después te habla con un tono bastante amable.
- Muchas gracias por tu testimonio, pero…
Entonces es cuando a una velocidad de treinta metros por segundo (Superior al soru) alza la mano derecha para intentar darte un guantazo. De darte te lanzará volando contra el puesto del hombre de plátanos súper caros. Independientemente de si te da o no, el peliplateado coge por el cuello al chico de cabellos naranjas. Lo mira con una expresión amable ante todo y muestra dos colmillos afilados. Es imposible, los vampiros no… Vale, ves que son de acero. Parece que le gusta ese rollo. Roza el cuello del joven con ellos y después lo mira.
- Si yo digo que vendes droga, es que vendes droga.
Tras decir eso busca mirarte a ti.
El hombre de cabellos plateados y ojos rojos continúa mirándolo de forma siniestra. Entonces escucha tu voz y no duda nada en girarse hacia ti. Puedes ver en su rostro una sonrisa bastante rara, como si fuese la mejor persona del mundo. De hecho, te hace una reverencia, muestra de cortesía y después te habla con un tono bastante amable.
- Muchas gracias por tu testimonio, pero…
Entonces es cuando a una velocidad de treinta metros por segundo (Superior al soru) alza la mano derecha para intentar darte un guantazo. De darte te lanzará volando contra el puesto del hombre de plátanos súper caros. Independientemente de si te da o no, el peliplateado coge por el cuello al chico de cabellos naranjas. Lo mira con una expresión amable ante todo y muestra dos colmillos afilados. Es imposible, los vampiros no… Vale, ves que son de acero. Parece que le gusta ese rollo. Roza el cuello del joven con ellos y después lo mira.
- Si yo digo que vendes droga, es que vendes droga.
Tras decir eso busca mirarte a ti.
Todo quedaba un poco más claro después de la explicación del joven vendedor. Era perfectamente comprensible que un acto como aquél le hubiese indignado de esa manera, y no sería él quien le quitase la razón. Era curioso que la autoridad actuase de aquel modo, aunque dada la experiencia previa del domador con la Marina no debería extrañarle.
No obstante, el cabecilla del grupo de marines no aparentaba ser ese tipo de persona, ya que se dirigió al rubio de una manera muy educada... Demasiado quizás, llegando incluso a agradecerle su colaboración.
Muy a su pesar no pudo prever el golpe, o tal vez sí y la clave simplemente era que el enemigo se había movido a mucha velocidad, tanta que el espadachín era incapaz de distinguir si había habido una percepción previa al impacto o no. Realmente tampoco importaba mucho, lo verdaderamente relevante era que el del pelo plateado le había acertado de pleno con un soberano sopapo, lanzándolo hacia atrás.
Therax fue a chocar contra el puesto del tipo del bigote, esparciendo sus frutas por todo el lugar. Con trozos de madera procedentes de la especie de cajón donde el comerciante guardaba sus mercancías dispersos a su alrededor, el rubio alzó la mirada. Había terminado por caer sobre sus nalgas, de modo que su posición no era tan digna como le gustaría, pero eso no impidió que clavase una mirada llena de furia en los extraños ojos del marine. ¿Cómo podía haberse confiado ante un tipo de iris escarlatas? Mientras se incorporaba lentamente, se dijo una y otra vez que no volvería a cometer un error como aquél.
Una vez se hubo erguido del todo, desechó la marabunta de pensamientos de todo tipo que amenazaban con anegar su mente y procedió a observar la situación. El demente con uniforme había agarrado del cuello al vendedor y dejaba ver unos extraños colmillos. ¿Qué clase de desquiciados estaba contratando la Marina? No lo sabía y, siendo sincero, tampoco le importaba. Del mismo modo le tenía sin cuidado si el chico había hecho algo malo o no, aunque la actitud del de los ojos rojos orientaba más hacia lo segundo.
Únicamente podía pensar en el abuso que el tipo estaba llevando a cabo simplemente por llevar un uniforme, y no podía evitar ver cierta semejanza con el acto que había culminado con el exterminio de los habitantes de su isla natal. A su mente acudieron los recuerdos del fatídico día y, como si estuviese sucediendo ante sus ojos, vio cómo aquella tranquila y oxidada tripulación pirata plantaba cara a un contingente mucho más numeroso de marines.
La misma rabia se apoderó de él, pero no pensaba permitir que la impotencia inundara su alma del mismo modo en que lo había hecho aquel día. Tal vez lo más sensato hubiera sido escapar y abandonar al chico a su suerte, pero la sensatez había desaparecido por completo.
No había nada que decidir y muy poco que evaluar. Estaba en clara inferioridad numérica, pero contaba con Tib, el cual gruñía con fiereza a su lado. El animal se mostraba igual de dispuesto que él a despedazar a aquellos marines. ¿Podrían? Bueno, eso se vería en unos instantes.
El del pelo plateado dijo algo más y dirigió su mirada hacia él, pero Therax ya no escuchaba. Se encontraba inmerso en la batalla antes siquiera de desenvainar sus espadas. Una vez lo hizo, Tib dio un salto para colocarse en la retaguardia de su dueño y ponerse fuera del alcance de los otros marines.
El espadachín, por su parte, avanzó y lanzó un sablazo en dirección al del pelo plateado, intentando alcanzar el brazo que sostenía al del tirachinas. Lo soltase o no, continuaría encadenando una serie de cortes que buscarían inutilizar sus extremidades. En caso de que usase al muchacho como escudo, frenaría la trayectoria de las espadas en el aire y lanzaría un sablazo en dirección a los pies del marine con complejo de vampiro, tratando de desequilibrarlo y hacerlo caer.
En todo momento permanecería atento a su Haki de observación y a sus sentidos, alerta por si alguno de los otros marines reaccionaba rápido y se veía obligado a cambiar de planes. Tras él, su mascota permanecería atenta a todo por si tenía que intervenir.
No obstante, el cabecilla del grupo de marines no aparentaba ser ese tipo de persona, ya que se dirigió al rubio de una manera muy educada... Demasiado quizás, llegando incluso a agradecerle su colaboración.
Muy a su pesar no pudo prever el golpe, o tal vez sí y la clave simplemente era que el enemigo se había movido a mucha velocidad, tanta que el espadachín era incapaz de distinguir si había habido una percepción previa al impacto o no. Realmente tampoco importaba mucho, lo verdaderamente relevante era que el del pelo plateado le había acertado de pleno con un soberano sopapo, lanzándolo hacia atrás.
Therax fue a chocar contra el puesto del tipo del bigote, esparciendo sus frutas por todo el lugar. Con trozos de madera procedentes de la especie de cajón donde el comerciante guardaba sus mercancías dispersos a su alrededor, el rubio alzó la mirada. Había terminado por caer sobre sus nalgas, de modo que su posición no era tan digna como le gustaría, pero eso no impidió que clavase una mirada llena de furia en los extraños ojos del marine. ¿Cómo podía haberse confiado ante un tipo de iris escarlatas? Mientras se incorporaba lentamente, se dijo una y otra vez que no volvería a cometer un error como aquél.
Una vez se hubo erguido del todo, desechó la marabunta de pensamientos de todo tipo que amenazaban con anegar su mente y procedió a observar la situación. El demente con uniforme había agarrado del cuello al vendedor y dejaba ver unos extraños colmillos. ¿Qué clase de desquiciados estaba contratando la Marina? No lo sabía y, siendo sincero, tampoco le importaba. Del mismo modo le tenía sin cuidado si el chico había hecho algo malo o no, aunque la actitud del de los ojos rojos orientaba más hacia lo segundo.
Únicamente podía pensar en el abuso que el tipo estaba llevando a cabo simplemente por llevar un uniforme, y no podía evitar ver cierta semejanza con el acto que había culminado con el exterminio de los habitantes de su isla natal. A su mente acudieron los recuerdos del fatídico día y, como si estuviese sucediendo ante sus ojos, vio cómo aquella tranquila y oxidada tripulación pirata plantaba cara a un contingente mucho más numeroso de marines.
La misma rabia se apoderó de él, pero no pensaba permitir que la impotencia inundara su alma del mismo modo en que lo había hecho aquel día. Tal vez lo más sensato hubiera sido escapar y abandonar al chico a su suerte, pero la sensatez había desaparecido por completo.
No había nada que decidir y muy poco que evaluar. Estaba en clara inferioridad numérica, pero contaba con Tib, el cual gruñía con fiereza a su lado. El animal se mostraba igual de dispuesto que él a despedazar a aquellos marines. ¿Podrían? Bueno, eso se vería en unos instantes.
El del pelo plateado dijo algo más y dirigió su mirada hacia él, pero Therax ya no escuchaba. Se encontraba inmerso en la batalla antes siquiera de desenvainar sus espadas. Una vez lo hizo, Tib dio un salto para colocarse en la retaguardia de su dueño y ponerse fuera del alcance de los otros marines.
El espadachín, por su parte, avanzó y lanzó un sablazo en dirección al del pelo plateado, intentando alcanzar el brazo que sostenía al del tirachinas. Lo soltase o no, continuaría encadenando una serie de cortes que buscarían inutilizar sus extremidades. En caso de que usase al muchacho como escudo, frenaría la trayectoria de las espadas en el aire y lanzaría un sablazo en dirección a los pies del marine con complejo de vampiro, tratando de desequilibrarlo y hacerlo caer.
En todo momento permanecería atento a su Haki de observación y a sus sentidos, alerta por si alguno de los otros marines reaccionaba rápido y se veía obligado a cambiar de planes. Tras él, su mascota permanecería atenta a todo por si tenía que intervenir.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El marine mantiene al chico cogido por el cuello mientras te mira. Su sonrisa es demasiado fría y parece que se está burlando bastante de ti. Igualmente, para él solo eres un pobre ciudadano tonto. Entonces parece notar tus ansias asesinas y cuando vas a atacarle mete el cuerpo del chico en medio. Lo has hecho bien, pues tu corte a sus piernas ha hecho que clave la rodilla izquierda en el suelo. Está sangrando por ella y su ceño está fruncido. Algunas gotas carmesí caen al suelo. El gruñido de dolor que da te hace entender que no le ha hecho gracia. El joven del tirachinas entonces se esconde como puede tras su puesto. Los marines te apuntan, pero el peliplateado alza la mano.
- Atrás, es mío. – Dice con un tono siniestro al mismo tiempo que se coloca en pie.
El marine entonces alza las manos hacia el cielo y una especie de espada rosada surge del propio aire. Parece hecha de energía y medirá unos dos metros de largo y diez centímetros de ancho. Es como una katana enorme. El marine te dedica una siniestra sonrisa y después de unos momentos te lanza un corte directo al cuello. Te dé o no, gira sobre sí mismo y lanza otro tajo, pero este va directo a tu pecho, en el último momento deja ver que es un amago y baja el arma hacia tu pierna izquierda, tratando de cortarla. Lo logre o no, el marine da unos pasos hacia atrás y te mira con una sonrisa.
- El ganado debe obedecer a sus amos, la marina. Ahora póstrate ante mí o morirás junto a esa rata que se esconde tras de ti. – Se refiere al perro.
- Atrás, es mío. – Dice con un tono siniestro al mismo tiempo que se coloca en pie.
El marine entonces alza las manos hacia el cielo y una especie de espada rosada surge del propio aire. Parece hecha de energía y medirá unos dos metros de largo y diez centímetros de ancho. Es como una katana enorme. El marine te dedica una siniestra sonrisa y después de unos momentos te lanza un corte directo al cuello. Te dé o no, gira sobre sí mismo y lanza otro tajo, pero este va directo a tu pecho, en el último momento deja ver que es un amago y baja el arma hacia tu pierna izquierda, tratando de cortarla. Lo logre o no, el marine da unos pasos hacia atrás y te mira con una sonrisa.
- El ganado debe obedecer a sus amos, la marina. Ahora póstrate ante mí o morirás junto a esa rata que se esconde tras de ti. – Se refiere al perro.
Una breve sonrisa de satisfacción iluminó el rostro de Therax al ver que el de los colmillos plateados se veía obligado a soltar al muchacho, y se ensanchó un poco más cuando éste se alejó y unas gotas de sangre mancharon el suelo. El placer que había sentido al alcanzar sus piernas era indescriptible, pero no podía bajar la guardia. El tipo no se daría la vuelta y se marcharía tan tranquilamente, y dudaba mucho que sus subordinados se dedicasen a contemplar pasivamente el espectáculo.
Como si de una premonición se tratase, los marines alzaron sus armas en dirección a él. El rubio se puso en guardia, dispuesto a lanzarse contra ellos antes de que dispararan. A su lado, Tib se adelantó un poco en espera de que su compañero se moviese. No obstante, una inesperada orden del peliplateado provocó que Therax volviese a centrar toda su atención en él.
-No pierdas de vista a ésos -susurró el domador a su mascota-. No me extrañaría que aprovechase la más mínima oportunidad para ordenar que nos ataquen por la espalda.
El animal pareció acceder a regañadientes, de modo que volvió a ocupar su lugar a las espaldas de Therax, mirando a los marines fijamente y gruñendo sin parar en actitud amenazante.
Entonces el tipo hizo aparecer una gran espada rosa y lanzó un corte en dirección a su cuello. Therax previó el ataque y logró bloquearlo con sus propias armas, pero estuvo lento para esquivar el segundo. El cambio de dirección que realizó en el último momento provocó que el espadachín no acertase a retirar la pierna a tiempo, recibiendo un corte y soltando un ahogado gemido de dolor. La herida quemaba, ardía y escocía, pero el domador se esforzó por no doblar la pierna. Un estúpido e infantil orgullo le susurraba que, habiendo sufrido ambos unas lesiones similares, si él aguantaba de pie sería como una pequeña victoria.
<<Vaya, sí que se toma en serio eso de que el tamaño es lo más importante>>, pensó el rubio al observar más detenidamente la espada de su enemigo. Mientras evaluaba rápidamente cuál debía ser su próximo movimiento las palabras de Joy acudieron a su mente. Aquel caluroso día de verano el viejo amigo de su padre le había dado una soberana paliza con dos palillos chinos durante el entrenamiento. "Las armas largas pierden eficacia en las distancias cortas, nunca lo olvides", le había dicho al tiempo que hacía chocar los palillos entre sí.
-Pues parece que un lobo te ha quitado una de las ovejas -respondió sarcásticamente Therax para, acto seguido, volver a lanzarse contra su oponente luchando por ignorar el dolor de su pierna.
Tratando de permanecer en todo momento lo más cerca posible del peliplateado, se aproximaría a él todo lo rápido posible y lanzaría un corte horizontal a la altura de su barriga. Mientras tanto trataría de golpear el mentón del tipo con el extremo de la empuñadura de su otra espada, empleando en ello todas sus fuerzas. En caso de que intentase alejarse de él para evadir el primer tajo, no lanzaría el golpe ascendente con la guardia sino que, buscando no darle tiempo para reaccionar, volvería a correr hacia el lugar donde fuese a caer para tratar de realizar dos incisiones en su pecho en forma de cruz.
Ocurriese lo que ocurriese, procuraría mantenerse lo suficientemente cerca del marine como para poder reaccionar al próximo movimiento de su espada y otorgarle el menor espacio posible para maniobrar y blandirla.
Como si de una premonición se tratase, los marines alzaron sus armas en dirección a él. El rubio se puso en guardia, dispuesto a lanzarse contra ellos antes de que dispararan. A su lado, Tib se adelantó un poco en espera de que su compañero se moviese. No obstante, una inesperada orden del peliplateado provocó que Therax volviese a centrar toda su atención en él.
-No pierdas de vista a ésos -susurró el domador a su mascota-. No me extrañaría que aprovechase la más mínima oportunidad para ordenar que nos ataquen por la espalda.
El animal pareció acceder a regañadientes, de modo que volvió a ocupar su lugar a las espaldas de Therax, mirando a los marines fijamente y gruñendo sin parar en actitud amenazante.
Entonces el tipo hizo aparecer una gran espada rosa y lanzó un corte en dirección a su cuello. Therax previó el ataque y logró bloquearlo con sus propias armas, pero estuvo lento para esquivar el segundo. El cambio de dirección que realizó en el último momento provocó que el espadachín no acertase a retirar la pierna a tiempo, recibiendo un corte y soltando un ahogado gemido de dolor. La herida quemaba, ardía y escocía, pero el domador se esforzó por no doblar la pierna. Un estúpido e infantil orgullo le susurraba que, habiendo sufrido ambos unas lesiones similares, si él aguantaba de pie sería como una pequeña victoria.
<<Vaya, sí que se toma en serio eso de que el tamaño es lo más importante>>, pensó el rubio al observar más detenidamente la espada de su enemigo. Mientras evaluaba rápidamente cuál debía ser su próximo movimiento las palabras de Joy acudieron a su mente. Aquel caluroso día de verano el viejo amigo de su padre le había dado una soberana paliza con dos palillos chinos durante el entrenamiento. "Las armas largas pierden eficacia en las distancias cortas, nunca lo olvides", le había dicho al tiempo que hacía chocar los palillos entre sí.
-Pues parece que un lobo te ha quitado una de las ovejas -respondió sarcásticamente Therax para, acto seguido, volver a lanzarse contra su oponente luchando por ignorar el dolor de su pierna.
Tratando de permanecer en todo momento lo más cerca posible del peliplateado, se aproximaría a él todo lo rápido posible y lanzaría un corte horizontal a la altura de su barriga. Mientras tanto trataría de golpear el mentón del tipo con el extremo de la empuñadura de su otra espada, empleando en ello todas sus fuerzas. En caso de que intentase alejarse de él para evadir el primer tajo, no lanzaría el golpe ascendente con la guardia sino que, buscando no darle tiempo para reaccionar, volvería a correr hacia el lugar donde fuese a caer para tratar de realizar dos incisiones en su pecho en forma de cruz.
Ocurriese lo que ocurriese, procuraría mantenerse lo suficientemente cerca del marine como para poder reaccionar al próximo movimiento de su espada y otorgarle el menor espacio posible para maniobrar y blandirla.
- Nota:
- Sólo recordar que Therax sostiene sus espadas al revés, con las hojas orientadas hacia el suelo, lo que le facilita lanzar con cierta comodidad algún que otro golpe con la guardia de su espada.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tu enemigo empieza a reír cuando ve que te ha herido. Ignora tus palabras y espera tu ataque con una calma brutal. Justo entonces se fija en el perro y apunta hacia él con la mano. Parece a punto de hacer algo que no le va a gustar a nadie, pero entonces atacas. Parece que bloquea tu corte con la zona ancha de su arma y después te mira a los ojos de forma siniestra.
- Me temo que eres un poco inú…
Antes de terminar la frase recibe tu golpe en el mentón con la empuñadura y cae al suelo. Se lleva la mano libre a la boca y se da cuenta de que está sangrando. Frunce el ceño ante eso y escupe a un lado. Parece que le has roto uno de sus colmillos y por ello ahora te mira muy enfurecido. Te has cargado su honor con eso. Se coloca en pie y te apunta con su espada rosada hecha de energía.
- Vas a pagar tu osadía, maldita cabra. Eres solo una basura más y voy a asegurarme de eliminarte de una vez por todas. – En cuanto dice eso sale corriendo hacia ti.
Cuando va a atacar recibe una pedrada en la cara que le hace retroceder. El culpable es el chico de cabellos naranjas y tirachinas. De repente se pone a tu espalda y te pide que derrotéis juntos a los marines. Lo malo de todo eso, es que os están apuntando. El peliplateado ordena que bajen las armas y se lanza de nuevo hacia ti. Tiene la mejilla enrojecida por el golpe anterior. Intenta entonces lanzarte un corte violento hacia tu pecho, después de eso trata de estamparte su pierna en tu rodilla, en la zona de la rótula. Se ve que busca lisiarte, pues ha ido a la que tienes herida. Te dé o no, se echa hacia atrás y vuelve a apuntarte con su arma.
- Voy a mataros a los tres. A ti, al nenaza de tu espalda y al perro salchicha.
- Me temo que eres un poco inú…
Antes de terminar la frase recibe tu golpe en el mentón con la empuñadura y cae al suelo. Se lleva la mano libre a la boca y se da cuenta de que está sangrando. Frunce el ceño ante eso y escupe a un lado. Parece que le has roto uno de sus colmillos y por ello ahora te mira muy enfurecido. Te has cargado su honor con eso. Se coloca en pie y te apunta con su espada rosada hecha de energía.
- Vas a pagar tu osadía, maldita cabra. Eres solo una basura más y voy a asegurarme de eliminarte de una vez por todas. – En cuanto dice eso sale corriendo hacia ti.
Cuando va a atacar recibe una pedrada en la cara que le hace retroceder. El culpable es el chico de cabellos naranjas y tirachinas. De repente se pone a tu espalda y te pide que derrotéis juntos a los marines. Lo malo de todo eso, es que os están apuntando. El peliplateado ordena que bajen las armas y se lanza de nuevo hacia ti. Tiene la mejilla enrojecida por el golpe anterior. Intenta entonces lanzarte un corte violento hacia tu pecho, después de eso trata de estamparte su pierna en tu rodilla, en la zona de la rótula. Se ve que busca lisiarte, pues ha ido a la que tienes herida. Te dé o no, se echa hacia atrás y vuelve a apuntarte con su arma.
- Voy a mataros a los tres. A ti, al nenaza de tu espalda y al perro salchicha.
-Tal vez deberías probar a callarte un poco -comentó con sorna el domador al ver cómo sangraba por la boca-. Uy, perdona por lo del colmillo... Si quieres te igualo el otro, que me sabe mal dejarte mellado.
Acto seguido, al escuchar las palabras del peliplateado, se puso en guardia para recibir el próximo ataque. Sin embargo, una furtiva piedra lanzada por el joven vendedor le acertó de pleno en la cara. ¿Qué hacía? Justo cuando parecía que el marine comenzaba a olvidarse de él, no se le ocurría otra cosa que hacer que llamar de nuevo su atención.
-Espero que ese tirachinas te valga para algo más que lo que acabas de hacer. Si no es así, hazte un favor y vuelve a meterte donde estabas -dijo Therax sin mirar al muchacho, ya que no sabía si sería capaz de luchar contra el tipo a la vez que defendía al improvisado tirador. No obstante, si el chico resultaba útil y era capaz de cubrirle las espaldas junto a Tib, podría ser de gran ayuda-. Pero si crees que puedes hacerlo bien, ten siempre un ojo puesto en esos de ahí -añadió al tiempo que señalaba con la cabeza hacia los marines que bajaban sus armas.
El ataque del de la espada rosa vino justo cuando terminaba de hablarle al chico. Empleando una de sus espadas, el rubio logró bloquear el corte que le lanzaba en dirección al pecho, pero el tipo era más rápido que él y no fue capaz de apartarse para no recibir la patada. En su lugar, levantó la pierna para que el golpe fuese a impactar contra la tibia en vez de contra la rodilla.
El precario equilibrio en que se encontraba provocó que cayera al suelo, pero al tocarlo rodó sobre sí mismo y volvió a erguirse. Había sido un golpe contundente. La pierna le dolía en el lugar del impacto y el corte continuaba ardiendo, pero no era momento para detenerse a ver sus heridas. Viendo que el tipo había vuelto a alejarse y se disponía a apuntarle con el arma, volvió a lanzarse contra él.
Durante el recorrido pasaría a empuñar una de sus espadas al contrario del modo en que solía hacerlo, con el filo orientado hacia arriba. En cuanto se encontrase lo suficientemente cerca, usaría la espada que asía con la hoja hacia abajo para lanzar un corte ascendente con todas sus fuerzas. Iría dirigido al hombro del brazo con el que el enemigo sujetaba su arma.
En caso de que lo bloquease, usaría su otra espada para intentar clavarla en dicho hombro y, si lo consiguiera, giraría la muñeca noventa grados y la volvería a extraer. En caso de que recibiese el primer corte, la incisión con el otro sable iría dirigida a la rodilla de la pierna sana.
Ocurriese lo que ocurriese, se separaría un poco de él. Sin embargo, trataría de no alejarse demasiado para que no pudiera sacar mucho provecho de la mayor longitud de su espada.
Acto seguido, al escuchar las palabras del peliplateado, se puso en guardia para recibir el próximo ataque. Sin embargo, una furtiva piedra lanzada por el joven vendedor le acertó de pleno en la cara. ¿Qué hacía? Justo cuando parecía que el marine comenzaba a olvidarse de él, no se le ocurría otra cosa que hacer que llamar de nuevo su atención.
-Espero que ese tirachinas te valga para algo más que lo que acabas de hacer. Si no es así, hazte un favor y vuelve a meterte donde estabas -dijo Therax sin mirar al muchacho, ya que no sabía si sería capaz de luchar contra el tipo a la vez que defendía al improvisado tirador. No obstante, si el chico resultaba útil y era capaz de cubrirle las espaldas junto a Tib, podría ser de gran ayuda-. Pero si crees que puedes hacerlo bien, ten siempre un ojo puesto en esos de ahí -añadió al tiempo que señalaba con la cabeza hacia los marines que bajaban sus armas.
El ataque del de la espada rosa vino justo cuando terminaba de hablarle al chico. Empleando una de sus espadas, el rubio logró bloquear el corte que le lanzaba en dirección al pecho, pero el tipo era más rápido que él y no fue capaz de apartarse para no recibir la patada. En su lugar, levantó la pierna para que el golpe fuese a impactar contra la tibia en vez de contra la rodilla.
El precario equilibrio en que se encontraba provocó que cayera al suelo, pero al tocarlo rodó sobre sí mismo y volvió a erguirse. Había sido un golpe contundente. La pierna le dolía en el lugar del impacto y el corte continuaba ardiendo, pero no era momento para detenerse a ver sus heridas. Viendo que el tipo había vuelto a alejarse y se disponía a apuntarle con el arma, volvió a lanzarse contra él.
Durante el recorrido pasaría a empuñar una de sus espadas al contrario del modo en que solía hacerlo, con el filo orientado hacia arriba. En cuanto se encontrase lo suficientemente cerca, usaría la espada que asía con la hoja hacia abajo para lanzar un corte ascendente con todas sus fuerzas. Iría dirigido al hombro del brazo con el que el enemigo sujetaba su arma.
En caso de que lo bloquease, usaría su otra espada para intentar clavarla en dicho hombro y, si lo consiguiera, giraría la muñeca noventa grados y la volvería a extraer. En caso de que recibiese el primer corte, la incisión con el otro sable iría dirigida a la rodilla de la pierna sana.
Ocurriese lo que ocurriese, se separaría un poco de él. Sin embargo, trataría de no alejarse demasiado para que no pudiera sacar mucho provecho de la mayor longitud de su espada.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Cuando lanzas el primer corte, el marine lo bloquea con facilidad. Su mirada se centra en ti y te sonríe de forma enfermiza, pero justo entonces tu otra arma atraviesa su hombro. Un grito de dolor sale de su boca y pega un violento tirón antes de tu giro. El pincho de tu arma le ha arrancado un enorme trozo de carne y ahora clava una rodilla en el suelo empezando a quejarse por el dolor. Su espada de energía desaparece y queda tirado mientras tiembla un poco. Justo entonces vuelve a gritar, pero esta vez forma una espada mucho más larga, unos cinco metros, y eso es grande con cojones. De ancha son unos veinte centímetros.
- ¡Maldito cabrón! ¡Se terminó tu suerte!
El sonido de un disparo te distrae. Si te giras veras que un marine ha disparado a traición al chico del tirachinas. Puedes ver un pequeño círculo rojo formarse en su frente. Después ves la bala incrustada y segundos después el chico cae al suelo con los ojos en blanco. Una carcajada sale de la boca del tío del cabello plateado, el cual hora baja su espada de arriba abajo tratando de partirte en dos de arriba abajo. Te dé o no girará sobre sí mismo lanzando otro corte descendente, pero esta vez busca matar a tu perro.
Es tu turno de mover ficha compañero. Tienes la suerte de ver que sus ataques son de arriba abajo y con su mano izquierda, ya que has inutilizado su brazo derecho. Tal vez eso te diga algo, de modo que mucha suerte.
- ¡Maldito cabrón! ¡Se terminó tu suerte!
El sonido de un disparo te distrae. Si te giras veras que un marine ha disparado a traición al chico del tirachinas. Puedes ver un pequeño círculo rojo formarse en su frente. Después ves la bala incrustada y segundos después el chico cae al suelo con los ojos en blanco. Una carcajada sale de la boca del tío del cabello plateado, el cual hora baja su espada de arriba abajo tratando de partirte en dos de arriba abajo. Te dé o no girará sobre sí mismo lanzando otro corte descendente, pero esta vez busca matar a tu perro.
Es tu turno de mover ficha compañero. Tienes la suerte de ver que sus ataques son de arriba abajo y con su mano izquierda, ya que has inutilizado su brazo derecho. Tal vez eso te diga algo, de modo que mucha suerte.
La sonrisa de satisfacción no duró mucho en el rostro del espadachín, ya que un disparo fuera de su campo de visión le anunció que algo no iba bien. Giró la cabeza justo para ver cómo la bala vomitada desde el rifle de uno de los marines atravesaba la frente del chico, que cayó inerte en el suelo. Su primer impulso fue acudir a socorrerlo, o al menos a comprobar si seguía vivo. No obstante, en seguida descartó esa idea, ya que no había ni la más remota posibilidad de que no hubiera muerto.
Una carcajada al frente le advirtió de que el combate con el marine no había terminado. Volvió a mirarlo justo cuando el tipo alzaba una gigantesca espada y la dejaba caer sobre él. Era mucho más grande que la anterior y, para él, mucho más fácil de esquivar. Optó por dar un salto hacia un lado, sin preocuparse al ver que el peliplateado trataba de atacar a Tib. El Muryn era mucho más rápido que él mismo y, si él había sido capaz de evitar la espada, su mascota no tendría problema para apartarse y volver a situarse detrás de él. Había realizado dos ataque similares, algo que no había hecho hasta el momento. «O es diestro y no ha aprendido a combatir con la izquierda, o su arma pesa demasiado como para manipularla horizontalmente», pensó Therax, tratando de asegurarse de que no olvidaría cómo había atacado el tipo.
Desde la distancia volvió a mirar al chico del tirachinas. No sabía cómo se llamaba y, aunque él mismo se lo había buscado, no podía evitar sentirse culpable. Le había dicho que volviera a esconderse si creía que no sería capaz de estar a la altura, pero debería haberle obligado a que se apartase y le dejase a él enfrentarse a la Marina. La culpa y la rabia invadieron el alma de Therax a partes iguales y, a pesar de que cada una tenía una naturaleza tan diferente de la otra, ambas coincidieron en cuál debía ser el siguiente paso: acabar con aquellos tipos.
Entonces, al igual que sucedió en Murynos no mucho tiempo atrás, algo en lo más hondo de su ser comenzó a indicarle cuál era el siguiente paso. Obedeciendo al coro de voces que no era más que el reflejo de la voluntad de sus antepasados, dejó fluir su energía hacia el exterior. Si todo salía tal y como le indicaban desde su interior, un vaho azulado comenzaría a manar del cuerpo del domador y del suelo en torno a él. Dicho vaho comenzaría a acumularse hasta formar agujas de hielo de un centímetro de grosor y veinte de largo. Sería consciente de que buena parte de la energía se escapaba sin formar aquellas estructuras, lo que indicaría que aún tenía mucho que mejorar.
Aún así, alcanzaría a formar cincuenta de ellas y, tras volver a mirar a sus oponentes, lanzaría ocho a cada recluta. Éstas irían dirigidas a la cabeza, el cuello, dos al torso, una a cada codo y una a cada rodilla. Las demás irían destinadas al peliplateado en un intento de saciar su sed de venganza.
Una vez acabase, permanecería quieto, con todos sus sentidos alerta y atento a cualquier estímulo que pudiese captar mediante el Haki de observación. No pensaba dejar que ninguno saliese con vida de allí.
Una carcajada al frente le advirtió de que el combate con el marine no había terminado. Volvió a mirarlo justo cuando el tipo alzaba una gigantesca espada y la dejaba caer sobre él. Era mucho más grande que la anterior y, para él, mucho más fácil de esquivar. Optó por dar un salto hacia un lado, sin preocuparse al ver que el peliplateado trataba de atacar a Tib. El Muryn era mucho más rápido que él mismo y, si él había sido capaz de evitar la espada, su mascota no tendría problema para apartarse y volver a situarse detrás de él. Había realizado dos ataque similares, algo que no había hecho hasta el momento. «O es diestro y no ha aprendido a combatir con la izquierda, o su arma pesa demasiado como para manipularla horizontalmente», pensó Therax, tratando de asegurarse de que no olvidaría cómo había atacado el tipo.
Desde la distancia volvió a mirar al chico del tirachinas. No sabía cómo se llamaba y, aunque él mismo se lo había buscado, no podía evitar sentirse culpable. Le había dicho que volviera a esconderse si creía que no sería capaz de estar a la altura, pero debería haberle obligado a que se apartase y le dejase a él enfrentarse a la Marina. La culpa y la rabia invadieron el alma de Therax a partes iguales y, a pesar de que cada una tenía una naturaleza tan diferente de la otra, ambas coincidieron en cuál debía ser el siguiente paso: acabar con aquellos tipos.
Entonces, al igual que sucedió en Murynos no mucho tiempo atrás, algo en lo más hondo de su ser comenzó a indicarle cuál era el siguiente paso. Obedeciendo al coro de voces que no era más que el reflejo de la voluntad de sus antepasados, dejó fluir su energía hacia el exterior. Si todo salía tal y como le indicaban desde su interior, un vaho azulado comenzaría a manar del cuerpo del domador y del suelo en torno a él. Dicho vaho comenzaría a acumularse hasta formar agujas de hielo de un centímetro de grosor y veinte de largo. Sería consciente de que buena parte de la energía se escapaba sin formar aquellas estructuras, lo que indicaría que aún tenía mucho que mejorar.
Aún así, alcanzaría a formar cincuenta de ellas y, tras volver a mirar a sus oponentes, lanzaría ocho a cada recluta. Éstas irían dirigidas a la cabeza, el cuello, dos al torso, una a cada codo y una a cada rodilla. Las demás irían destinadas al peliplateado en un intento de saciar su sed de venganza.
Una vez acabase, permanecería quieto, con todos sus sentidos alerta y atento a cualquier estímulo que pudiese captar mediante el Haki de observación. No pensaba dejar que ninguno saliese con vida de allí.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Bonita técnica la de las agujas. Has matado a tres marines, otros dos están heridos y el peliplateado es el siguiente. Desactiva la enorme espada rosada y esta vez forma dos dagas afiladas. A una velocidad endiablada empezó a cortar agujas sin parar. Su velocidad es enorme con ese tipo de armas y parece sonreírte a medidas que las corta. Tras unos momentos y cuando tu ataque finaliza te das cuenta de que tiene tres en el torso, una en el hombro derecho y otra en la rodilla. Está dolorido y su ceño se frunce. Después de unos momentos te mira y escupe algo de sangre. Le has debido dar en una arteria importante. Tras un grito el aura rosa entra en calor y le recubre. Parece que ha dejado de sangrar y su cuerpo se ha sanado un poco.
- No puedo creer que me estés haciendo esforzarme tanto. – Se arranca las agujas y un poco de sangre mana de las zonas clavadas. Después de unos momentos abre la boca y ruge con fuerza. – ¡Gran Nigga!
De su boca surge una onda de choque con suficiente potencia como para lanzar una moto a volar y va hacia vosotros a veinte metros por segundo. Os de o no, el peliplateado clava una rodilla en el suelo y se lleva la mano al corazón. Se nota muy cansado y todas sus habilidades le están costando más energía de la que pensaba.
- Masaka… ¡Aaaaah! – Grita al mismo tiempo que sus manos se rodean de esa aura rosada tan molesta y de cada uno de sus dedos surge una cuchilla de veinte centímetros de largo.
El viento sopla con fuerza y la gente empieza a alejarse. El mar entonces se empieza a retirar unos cuantos metros ¿Un Tsunami? No jodas. Reza para que no sea así. De todas formas, el marine se pone en pie jadeando y te mira con rabia.
- ¡No hemos acabado! – Se nota muy mosqueado y está perdiendo el control.
- No puedo creer que me estés haciendo esforzarme tanto. – Se arranca las agujas y un poco de sangre mana de las zonas clavadas. Después de unos momentos abre la boca y ruge con fuerza. – ¡Gran Nigga!
De su boca surge una onda de choque con suficiente potencia como para lanzar una moto a volar y va hacia vosotros a veinte metros por segundo. Os de o no, el peliplateado clava una rodilla en el suelo y se lleva la mano al corazón. Se nota muy cansado y todas sus habilidades le están costando más energía de la que pensaba.
- Masaka… ¡Aaaaah! – Grita al mismo tiempo que sus manos se rodean de esa aura rosada tan molesta y de cada uno de sus dedos surge una cuchilla de veinte centímetros de largo.
El viento sopla con fuerza y la gente empieza a alejarse. El mar entonces se empieza a retirar unos cuantos metros ¿Un Tsunami? No jodas. Reza para que no sea así. De todas formas, el marine se pone en pie jadeando y te mira con rabia.
- ¡No hemos acabado! – Se nota muy mosqueado y está perdiendo el control.
-¿¡Pero te quieres morir ya, desgraciado!? -exclamó Therax cuando vio que el marine seguía en pie, harto de que aquel tipo se resistiese tanto a aceptar su derrota. No obstante, su frustración se mitigó un poco al ver que varios de los reclutas caían inertes y el resto quedaban malheridos. «Tres menos», se dijo el espadachín al tiempo que se aseguraba de que su Haki de observación seguía alerta a cualquier movimiento de los heridos.
Entonces pasó a centrarse una vez más en el peliplateado. Parecía completamente desquiciado y a punto de perder los papeles, lo que no desagradaba en absoluto al espadachín. Un enemigo que actuaba impulsivamente siempre era más fácil de sorprender. No obstante, no esperaba que el marine soltase semejante vozarrón en su dirección. Su primera reacción fue tratar de hacerse a un lado para evadir en lo posible la onda que se aproximaba hacia él, pero una punzada en el muslo herido le advirtió de que eso sólo serviría para recibir de pleno el impacto. «Mierda», pensó al tiempo que miraba cuál era la posición del Muryn.
-¡Detrás de mí, Tib! -gritó para que su mascota lo escuchase por encima del estruendo. No estaba seguro de que su mascota fuese capaz de asumir el impacto y continuar en el combate, así que decidió actuar como escudo humano. Acto seguido cruzó los brazos delante de su torso y activó su Haki de armadura para tratar de reducir en lo posible la potencia del impacto.
La onda de choque golpeó de pleno a Therax, que salió despedido hacia atrás y arrastró a Tib en su vuelo. No obstante, el cánido aterrizó varios metros por detrás de él y, tras dar unas vueltas sobre la arena, se levantó y se situó por delante de su dueño gruñendo en actitud amenazante.
El rubio aún tardó unos segundo en levantarse. Tenía los brazos doloridos y había caído de espaldas sobre la arena con un golpe seco, lo que provocaba que también notase molestias en esa zona, pero ni de lejos era suficiente para acabar con él.
-¿Y quién ha dicho que lo hayamos hecho? -replicó el domador desde la distancia. Al tiempo que lo decía, fue consciente de cómo el mar comenzaba a retraerse poco a poco. La orilla se alejaba cada vez más de él y, aunque no tenía ni el menor conocimiento acerca de aquel tipo de fenómenos, no había que ser un experto para darse cuenta de que no auguraba nada bueno. ¿Se encontraría por allí el bigotudo vendedor de frutas? En caso de que estuviera le preguntaría mediante un grito si veía lo mismo que él, dado que anteriormente había negado que el cielo se estuviese oscureciendo... Tal vez en esa ocasión ocurriese lo mismo, aunque sería bastante raro.
Estuviese cerca o no, volvería a enfocarse por completo en el combate. El tipo había hecho aparecer algo así como unas garras de aquella energía rosa. Eso hacía que fuese más peligroso cuanto más cercano fuera el combate, pero por otro lado se encontraba muy malherido. Con ese pensamiento en mente, Therax se precipitó en su dirección con su Haki de armadura aún activado. En primer lugar lanzaría un corte descendente con uno de sus sables en dirección a su cabeza, siendo consciente de la escasa utilizad que tendría su brazo dañado en el combate. Esperaba que una única mano no fuese suficiente para frenar el corte y que se viera obligado a emplear las dos, situación que aprovecharía para tratar de atravesar su estómago con la otra espada. Aún así, si el marine fuese capaz de detener ambos ataques, Tib saltaría a su cuello con la intención de acabar definitivamente con su vida.
Entonces pasó a centrarse una vez más en el peliplateado. Parecía completamente desquiciado y a punto de perder los papeles, lo que no desagradaba en absoluto al espadachín. Un enemigo que actuaba impulsivamente siempre era más fácil de sorprender. No obstante, no esperaba que el marine soltase semejante vozarrón en su dirección. Su primera reacción fue tratar de hacerse a un lado para evadir en lo posible la onda que se aproximaba hacia él, pero una punzada en el muslo herido le advirtió de que eso sólo serviría para recibir de pleno el impacto. «Mierda», pensó al tiempo que miraba cuál era la posición del Muryn.
-¡Detrás de mí, Tib! -gritó para que su mascota lo escuchase por encima del estruendo. No estaba seguro de que su mascota fuese capaz de asumir el impacto y continuar en el combate, así que decidió actuar como escudo humano. Acto seguido cruzó los brazos delante de su torso y activó su Haki de armadura para tratar de reducir en lo posible la potencia del impacto.
La onda de choque golpeó de pleno a Therax, que salió despedido hacia atrás y arrastró a Tib en su vuelo. No obstante, el cánido aterrizó varios metros por detrás de él y, tras dar unas vueltas sobre la arena, se levantó y se situó por delante de su dueño gruñendo en actitud amenazante.
El rubio aún tardó unos segundo en levantarse. Tenía los brazos doloridos y había caído de espaldas sobre la arena con un golpe seco, lo que provocaba que también notase molestias en esa zona, pero ni de lejos era suficiente para acabar con él.
-¿Y quién ha dicho que lo hayamos hecho? -replicó el domador desde la distancia. Al tiempo que lo decía, fue consciente de cómo el mar comenzaba a retraerse poco a poco. La orilla se alejaba cada vez más de él y, aunque no tenía ni el menor conocimiento acerca de aquel tipo de fenómenos, no había que ser un experto para darse cuenta de que no auguraba nada bueno. ¿Se encontraría por allí el bigotudo vendedor de frutas? En caso de que estuviera le preguntaría mediante un grito si veía lo mismo que él, dado que anteriormente había negado que el cielo se estuviese oscureciendo... Tal vez en esa ocasión ocurriese lo mismo, aunque sería bastante raro.
Estuviese cerca o no, volvería a enfocarse por completo en el combate. El tipo había hecho aparecer algo así como unas garras de aquella energía rosa. Eso hacía que fuese más peligroso cuanto más cercano fuera el combate, pero por otro lado se encontraba muy malherido. Con ese pensamiento en mente, Therax se precipitó en su dirección con su Haki de armadura aún activado. En primer lugar lanzaría un corte descendente con uno de sus sables en dirección a su cabeza, siendo consciente de la escasa utilizad que tendría su brazo dañado en el combate. Esperaba que una única mano no fuese suficiente para frenar el corte y que se viera obligado a emplear las dos, situación que aprovecharía para tratar de atravesar su estómago con la otra espada. Aún así, si el marine fuese capaz de detener ambos ataques, Tib saltaría a su cuello con la intención de acabar definitivamente con su vida.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
- ¡No vas a tenerlo tan fácil! – Gritó el marine con el ceño bastante fruncido.
Con una sola mano para tu primer tajo usando sus garras y después te mira a los ojos. Se nota muy enfadado. Después de unos momentos se relame despacio y empieza a reírse mientras jadea. La sangre continúa manando de sus heridas. Ante tu segundo ataque mete su otra mano desviando tu hoja, lo justo para que cortes carne en su costado. Un grito de dolor sale de su boca, el cual incluso te ha incomodado a ti de lo sonoro que ha sido. Aprieta los dientes con rabia debido al dolor y a la impotencia.
- No es mi final…
Cuando tu mascota trata de morder su cuello, una columna de esa energía rosada surge de la arena hacia arriba. Las fauces de tu bestia han chocado contra dicha columna, la cual está a quinientos grados, por lo que es posible que se haya quemado la boca.
El marine entonces se coloca en pie jadeando y sangrando más por el costado. Esta vez abre la boca mucho más que antes y acumula mucha más energía. Sin pensarlo escupe una onda el triple de grande que la de antes, pero esta va también con fragmentos de energía cortante imbuida en haki armadura [Nivel entrenado] que van hacia ti y el perro. La velocidad es de treinta metros por segundo. Te dé o no, el peliplateado jadea de forma exagerada y lleva la mano derecha hacia su zona herida. Con la izquierda forma una especie de pistola rosada y apunta al tipo que vendía manzanas a precio absurdo. De hecho, ese tipo te está mirando sonriendo, pero sin responder a tu pregunta. Puedes ver que te guiña el ojo y de repente un leve tono dorado inunda sus ojos.
- Un paso más y el ciudadano morirá. Ya veo que la gente parece importarte un poco y de hecho, ahora eres mi rehén.
Dicho eso todos los marines te apuntan con sus fusiles, pero sin disparar. El peliplateado entonces escupe un poco más de sangre.
- Mi vida se está apagando… hehehehe… Es curioso…
Con una sola mano para tu primer tajo usando sus garras y después te mira a los ojos. Se nota muy enfadado. Después de unos momentos se relame despacio y empieza a reírse mientras jadea. La sangre continúa manando de sus heridas. Ante tu segundo ataque mete su otra mano desviando tu hoja, lo justo para que cortes carne en su costado. Un grito de dolor sale de su boca, el cual incluso te ha incomodado a ti de lo sonoro que ha sido. Aprieta los dientes con rabia debido al dolor y a la impotencia.
- No es mi final…
Cuando tu mascota trata de morder su cuello, una columna de esa energía rosada surge de la arena hacia arriba. Las fauces de tu bestia han chocado contra dicha columna, la cual está a quinientos grados, por lo que es posible que se haya quemado la boca.
El marine entonces se coloca en pie jadeando y sangrando más por el costado. Esta vez abre la boca mucho más que antes y acumula mucha más energía. Sin pensarlo escupe una onda el triple de grande que la de antes, pero esta va también con fragmentos de energía cortante imbuida en haki armadura [Nivel entrenado] que van hacia ti y el perro. La velocidad es de treinta metros por segundo. Te dé o no, el peliplateado jadea de forma exagerada y lleva la mano derecha hacia su zona herida. Con la izquierda forma una especie de pistola rosada y apunta al tipo que vendía manzanas a precio absurdo. De hecho, ese tipo te está mirando sonriendo, pero sin responder a tu pregunta. Puedes ver que te guiña el ojo y de repente un leve tono dorado inunda sus ojos.
- Un paso más y el ciudadano morirá. Ya veo que la gente parece importarte un poco y de hecho, ahora eres mi rehén.
Dicho eso todos los marines te apuntan con sus fusiles, pero sin disparar. El peliplateado entonces escupe un poco más de sangre.
- Mi vida se está apagando… hehehehe… Es curioso…
-¡Tib! -exclamó Therax al ver cómo chocaba con la columna que el peliplateado había hecho surgir del suelo. Un olor a quemado se propagó por la zona acompañando a los gemidos lastimeros del Muryn, que había rebotado y jadeaba intensamente mientras se revolcaba a los pies de su amo.
Entonces, su Haki de observación le indicó que el marine no había terminado con él. Vio cómo el tipo hacía un gesto similar al de antes, pero de una forma aún más exagerada. Tib yacía a sus pies, y no tendría tiempo de recogerlo y alejarse de allí antes de que el tipo con complejo de vampiro lanzase su ataque.
-¡Valhalla! -exclamó Therax al tiempo que hacía chocar los sables ante él. Alrededor del domador y su mascota apareció una cúpula de energía helada, la cual su creador se esforzó en imbuir en su Haki de armadura. El objetivo era amortiguar el impacto y alejarse lo menos posible de su oponente, ya que las heridas que tenía hacían pensar al espadachín que debía aprovechar el momento para acabar con él. Además, pretendía evitar cualquier daño al Muryn, que continuaba gimiendo.
A pesar de todo, domador y mascota se vieron desplazados un par de metros hacia atrás y algunos fragmentos de energía cortante lograron atravesar la técnica del rubio. La consecuencia fue la aparición de varios cortes en el costado izquierdo y el brazo y el hombro derechos. A sus pies Tib gemía con menor intensidad, pero continuaba tumbado y retorciéndose del dolor.
-¡Detrás de él, Tib! -gritó Therax al tiempo que, ignorando el comentario del tipo, intentaba cubrir el poco espacio que le separaba de él para lanzar un corte en dirección a su brazo izquierdo. Con ello pretendía, en caso de que no fuera capaz de herirle, impedir que matara al comerciante. El extraño brillo de sus ojos y su misteriosa sonrisa hacían que intuyese que tenía algo que ver con el fenómeno natural que estaba teniendo lugar.
Acto seguido, giraría sobre sí mismo tratando de usar su otra espada para provocar un tajo lo más profundo posible en el abdomen del peliplateado. Trataría de quedar entre el vendedor y el marine, con Tib a sus espaldas y usando a su enemigo como escudo humano entre los reclutas y él mismo. En todo momento habría mantenido activo su Haki de armadura, y ahora más que nunca tendría todos sus sentidos y su Haki de observación alerta frente a cualquier estímulo.
Entonces, su Haki de observación le indicó que el marine no había terminado con él. Vio cómo el tipo hacía un gesto similar al de antes, pero de una forma aún más exagerada. Tib yacía a sus pies, y no tendría tiempo de recogerlo y alejarse de allí antes de que el tipo con complejo de vampiro lanzase su ataque.
-¡Valhalla! -exclamó Therax al tiempo que hacía chocar los sables ante él. Alrededor del domador y su mascota apareció una cúpula de energía helada, la cual su creador se esforzó en imbuir en su Haki de armadura. El objetivo era amortiguar el impacto y alejarse lo menos posible de su oponente, ya que las heridas que tenía hacían pensar al espadachín que debía aprovechar el momento para acabar con él. Además, pretendía evitar cualquier daño al Muryn, que continuaba gimiendo.
A pesar de todo, domador y mascota se vieron desplazados un par de metros hacia atrás y algunos fragmentos de energía cortante lograron atravesar la técnica del rubio. La consecuencia fue la aparición de varios cortes en el costado izquierdo y el brazo y el hombro derechos. A sus pies Tib gemía con menor intensidad, pero continuaba tumbado y retorciéndose del dolor.
-¡Detrás de él, Tib! -gritó Therax al tiempo que, ignorando el comentario del tipo, intentaba cubrir el poco espacio que le separaba de él para lanzar un corte en dirección a su brazo izquierdo. Con ello pretendía, en caso de que no fuera capaz de herirle, impedir que matara al comerciante. El extraño brillo de sus ojos y su misteriosa sonrisa hacían que intuyese que tenía algo que ver con el fenómeno natural que estaba teniendo lugar.
Acto seguido, giraría sobre sí mismo tratando de usar su otra espada para provocar un tajo lo más profundo posible en el abdomen del peliplateado. Trataría de quedar entre el vendedor y el marine, con Tib a sus espaldas y usando a su enemigo como escudo humano entre los reclutas y él mismo. En todo momento habría mantenido activo su Haki de armadura, y ahora más que nunca tendría todos sus sentidos y su Haki de observación alerta frente a cualquier estímulo.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tu oponente te mira con el ceño fruncido, pero feliz de que su ataque te haya dado. Su sonrisa no para de ensancharse cada vez más, hasta que llega un punto en el que parece que se le va a partir la mandíbula. Ante tu ataque a su brazo lo único que hace es apartarlo rápidamente. Se ríe un poco, pero no se espera tu siguiente ataque. Su arma atraviesa su abdomen, lo que le hace abrir los ojos como platos y caer de espaldas al suelo. Sus ojos se abren más de la cuenta y la sangre surge de su boca. Justo en ese momento grita con fuerza.
- ¡No voy a morir sin llevarme a nadie conmigo!
Su cuerpo se rodea de una energía rosada y poco a poco su herida del estómago se va cerrando y curándose. Se coloca de nuevo en pie, pero esta vez su brazo derecho se deshace como ceniza. Parece tener alguna especie de akuma de sacrificio o alguna técnica fuerte. Su estómago está totalmente curado, pero ahora carece de brazo. Jadea un poco y después de unos momentos chasquea los dedos con la mano izquierda. Si miras a tu alrededor veras que hay cinco marines iguales a él. Todos tienen el pelo plateado, los ojos rojos y les falta un brazo. Tu mantra indica que son más débiles que el original.
- Me temo que no hemos terminado el baile, amigo. – El marine entonces estira la mano hacia ti y de sus dedos surgen dos rayos rosados que van hacia tu pecho.
Están a 780 grados y buscan quemarse. Avanzan a 15/ms. El vendedor entonces una vez pares o recibas ese ataque, se coloca a tu lado y empieza a reír un poco.
- Chico, terminemos con esto de una vez. Si en cinco minutos no lo hemos matado… Un Tsunami arrasará la isla. – Parece algo increíble de creer.
Si miras al mar veras una inmensa ola acercarse a lo lejos ¿Pero qué tiene que ver el tío de pelo plateado con ella? Los marines parecen muy calmados y ahora miran con el ceño fruncido. Es tu turno de mover ficha.
- ¡No voy a morir sin llevarme a nadie conmigo!
Su cuerpo se rodea de una energía rosada y poco a poco su herida del estómago se va cerrando y curándose. Se coloca de nuevo en pie, pero esta vez su brazo derecho se deshace como ceniza. Parece tener alguna especie de akuma de sacrificio o alguna técnica fuerte. Su estómago está totalmente curado, pero ahora carece de brazo. Jadea un poco y después de unos momentos chasquea los dedos con la mano izquierda. Si miras a tu alrededor veras que hay cinco marines iguales a él. Todos tienen el pelo plateado, los ojos rojos y les falta un brazo. Tu mantra indica que son más débiles que el original.
- Me temo que no hemos terminado el baile, amigo. – El marine entonces estira la mano hacia ti y de sus dedos surgen dos rayos rosados que van hacia tu pecho.
Están a 780 grados y buscan quemarse. Avanzan a 15/ms. El vendedor entonces una vez pares o recibas ese ataque, se coloca a tu lado y empieza a reír un poco.
- Chico, terminemos con esto de una vez. Si en cinco minutos no lo hemos matado… Un Tsunami arrasará la isla. – Parece algo increíble de creer.
Si miras al mar veras una inmensa ola acercarse a lo lejos ¿Pero qué tiene que ver el tío de pelo plateado con ella? Los marines parecen muy calmados y ahora miran con el ceño fruncido. Es tu turno de mover ficha.
Therax no pudo evitar mostrar una sonrisa de satisfacción al comprobar que su segundo ataque alcanzaba de pleno al peliplateado. Su gesto se iluminó aún un poco más al ver cómo el marine caía de espaldas al suelo, con los ojos exageradamente abiertos y una mueca de asombro en la cara.
Junto a su dueño, Tib continuaba gimiendo. A pesar de ello, había recuperado la compostura y se había vuelvo a erguir sobre sus cuatro patas. Estaba claro que no podría volver a usar la boca en un tiempo, pero el animal había sustituido buena parte de su dolor por rabia, y gruñía con fiereza entre quejido y quejido.
Un molesto sonido frente a él provocó que Therax cambiase radicalmente su expresión. Su satisfacción desapareció por completo, y en su lugar una mezcla de incomprensión y hastío ocupó su semblante. «¿Es que no piensa morirse nunca?», se quejó en su fuero interno. La caída del peliplateado había provocado que se alejase varios metros de él, pero el condenado había vuelto a levantarse. Tras hacer algo muy extraño que el rubio no alcanzaba a comprender del todo, había perdido un brazo y había sanado la última de sus heridas.
Por si fuera poco, el tipo hizo aparecer cinco réplicas de él mismo junto a él. Su Haki de observación le indicaba al domador que no tenían la fuerza del original, pero eso no impedía que resultasen un verdadero inconveniente para dar aquel asunto por zanjado de una buena vez.
Una vez más, una percepción extraña frente a él llamó su atención: el tipo comenzaba a levantar su mano.
-¡Quítalo, Tib! -exclamóo Therax al tiempo que comenzaba a agacharse. Dos rayos rosados salieron de la única mano del peliplateado en dirección al pecho del espadachín, pero éste ya estaba agachándose. A sus espaldas, Tib se había abalanzado sobre las piernas del hombre del bigote, desequilibrándolo y haciéndolo caer. No obstante, uno de los rayos pasó extremadamente cerca de la cara del domador. Pese a que no le acertó, pudo notar cómo un intenso calor abrasaba su pómulo izquierdo.
Tras precipitarse violentamente hacia el suelo, lo primero que hizo fue dar un rápido vistazo hacia atrás para comprobar cómo le había ido a su mascota. El animal había logrado cumplir con su cometido, y el extraño vendedor parecía ileso. Él no podía decir lo mismo. Rápidamente giró en el suelo y se puso en pie, llevándose una mano a la zona que le ardía. No cabía duda de que se había quemado, y al tacto parecía una herida bastante seria.
Entonces el mercader se situó al lado del espadachín, que no podía creer las palabras que salieron de su boca a continuación. Sintió el impulso de olvidarse por un momento del combate y de enfrentarse a aquel tipo. ¿Por qué demonios se había mantenido de brazos cruzados durante todo ese tiempo si era capaz de hacer algo? Y, lo más importante, ¿por qué no le explicaba de una bendita vez qué sucedía con el maldito peliplateado y la...?
Los pensamientos de Therax se vieron interrumpidos cuando dirigió su atención a la ola a la que se refería el hombre. La sospechosa retracción de la orilla del mar quedaba completamente justificada ante sus ojos. Con una enérgica sacudida de cabeza, volvió a lo que tenía entre manos. Ya tendría tiempo de poner al vendedor en su sitio más adelante... si salía vivo de allí.
-Vamos -dijo en voz baja el domador, que volvió a hacer que aquel vaho comenzase a emanar de su cuerpo. Poco a poco se fue concentrando hasta formar un número algo mayor de agujas. Eran de las mismas dimensiones que las anteriores, pero esta vez era consciente de que la energía que se había disipado inútilmente no era tanta como en la primera ocasión.
Creó setenta agujas, las cuales se esforzó en imbuir en Haki de armadura antes de lanzarlas hacia sus enemigos. Dirigió diez hacia cada uno de los clones que había creado el marine, buscando siempre puntos vitales, y otras diez al que su Haki de observación identificaba como el original. Se aseguró de imprimirles la suficiente potencia como para que, en caso de que alguno las esquivara y los reclutas se encontrasen detrás, estos últimos fueran ensartados por ellas. Además, optó por hacer que las diez últimas continuasen levitando junto a él, preparado para usarlas en una hipotética futura defensa.
Por último, dirigió una mirada inquisitiva al vendedor. ¿Qué planeaba hacer él?
Junto a su dueño, Tib continuaba gimiendo. A pesar de ello, había recuperado la compostura y se había vuelvo a erguir sobre sus cuatro patas. Estaba claro que no podría volver a usar la boca en un tiempo, pero el animal había sustituido buena parte de su dolor por rabia, y gruñía con fiereza entre quejido y quejido.
Un molesto sonido frente a él provocó que Therax cambiase radicalmente su expresión. Su satisfacción desapareció por completo, y en su lugar una mezcla de incomprensión y hastío ocupó su semblante. «¿Es que no piensa morirse nunca?», se quejó en su fuero interno. La caída del peliplateado había provocado que se alejase varios metros de él, pero el condenado había vuelto a levantarse. Tras hacer algo muy extraño que el rubio no alcanzaba a comprender del todo, había perdido un brazo y había sanado la última de sus heridas.
Por si fuera poco, el tipo hizo aparecer cinco réplicas de él mismo junto a él. Su Haki de observación le indicaba al domador que no tenían la fuerza del original, pero eso no impedía que resultasen un verdadero inconveniente para dar aquel asunto por zanjado de una buena vez.
Una vez más, una percepción extraña frente a él llamó su atención: el tipo comenzaba a levantar su mano.
-¡Quítalo, Tib! -exclamóo Therax al tiempo que comenzaba a agacharse. Dos rayos rosados salieron de la única mano del peliplateado en dirección al pecho del espadachín, pero éste ya estaba agachándose. A sus espaldas, Tib se había abalanzado sobre las piernas del hombre del bigote, desequilibrándolo y haciéndolo caer. No obstante, uno de los rayos pasó extremadamente cerca de la cara del domador. Pese a que no le acertó, pudo notar cómo un intenso calor abrasaba su pómulo izquierdo.
Tras precipitarse violentamente hacia el suelo, lo primero que hizo fue dar un rápido vistazo hacia atrás para comprobar cómo le había ido a su mascota. El animal había logrado cumplir con su cometido, y el extraño vendedor parecía ileso. Él no podía decir lo mismo. Rápidamente giró en el suelo y se puso en pie, llevándose una mano a la zona que le ardía. No cabía duda de que se había quemado, y al tacto parecía una herida bastante seria.
Entonces el mercader se situó al lado del espadachín, que no podía creer las palabras que salieron de su boca a continuación. Sintió el impulso de olvidarse por un momento del combate y de enfrentarse a aquel tipo. ¿Por qué demonios se había mantenido de brazos cruzados durante todo ese tiempo si era capaz de hacer algo? Y, lo más importante, ¿por qué no le explicaba de una bendita vez qué sucedía con el maldito peliplateado y la...?
Los pensamientos de Therax se vieron interrumpidos cuando dirigió su atención a la ola a la que se refería el hombre. La sospechosa retracción de la orilla del mar quedaba completamente justificada ante sus ojos. Con una enérgica sacudida de cabeza, volvió a lo que tenía entre manos. Ya tendría tiempo de poner al vendedor en su sitio más adelante... si salía vivo de allí.
-Vamos -dijo en voz baja el domador, que volvió a hacer que aquel vaho comenzase a emanar de su cuerpo. Poco a poco se fue concentrando hasta formar un número algo mayor de agujas. Eran de las mismas dimensiones que las anteriores, pero esta vez era consciente de que la energía que se había disipado inútilmente no era tanta como en la primera ocasión.
Creó setenta agujas, las cuales se esforzó en imbuir en Haki de armadura antes de lanzarlas hacia sus enemigos. Dirigió diez hacia cada uno de los clones que había creado el marine, buscando siempre puntos vitales, y otras diez al que su Haki de observación identificaba como el original. Se aseguró de imprimirles la suficiente potencia como para que, en caso de que alguno las esquivara y los reclutas se encontrasen detrás, estos últimos fueran ensartados por ellas. Además, optó por hacer que las diez últimas continuasen levitando junto a él, preparado para usarlas en una hipotética futura defensa.
Por último, dirigió una mirada inquisitiva al vendedor. ¿Qué planeaba hacer él?
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El vendedor ha apartado a tu perro con la pierna antes de que lo tirase, ha evadido los rayos por su cuenta y ahora observa de cerca. Este tipo es un misterio y parece bastante serio. Se nota que no le gusta que le intenten empujar o ayudar. Abre la boca entonces y suelta un bostezo. Se ve que el tsunami le da lo mismo. La gente empieza a correr de un lado a otro y algunos marines empiezan a sentirse nerviosos. El peliplateado te mira con el ceño fruncido. Esta vez parece que cabreado es poco y una tenue luz rosada invade totalmente su cuerpo.
- ¡Me tienes hasta los cojones! – Grita furioso.
Cuando tus agujas salen despedidas, los clones son ensartados y eliminados al momento, al igual que un par de marines. El resto huyen corriendo y ya solo quedáis tú, el bigotes y el peliplateado que estoy seguro que tanto amas. Ahora el marine tiene algunas clavadas en su otro brazo, el resto las ha repelido con sus movimientos rápidos. Lo ves formar una katana a partir de esa energía rosada. El peliplateado grita desesperado y se lanza a por ti. Una vez en frente trata de cortarte la cabeza de un tajo, la pierna derecha de otro y apuñalarte el pecho con una pinchada. El tercer ataque es el más rápido, ya que va a 30 M/S. Pero oye, no tiene brazo derecho, es buen momento de contraatacar. Su aura está debilitándose y él parece muy mal.
Hostias, el bigotes había dicho cinco minutos, pero ese puto tsunami está casi encima. Si miras a tu compañero frutero te gritará como un animal endiablado y con ambas manos en la cabeza, pero lejos de preocuparse, parece estar divirtiéndose.
- ¡Chico, termínalo!
- ¡Me tienes hasta los cojones! – Grita furioso.
Cuando tus agujas salen despedidas, los clones son ensartados y eliminados al momento, al igual que un par de marines. El resto huyen corriendo y ya solo quedáis tú, el bigotes y el peliplateado que estoy seguro que tanto amas. Ahora el marine tiene algunas clavadas en su otro brazo, el resto las ha repelido con sus movimientos rápidos. Lo ves formar una katana a partir de esa energía rosada. El peliplateado grita desesperado y se lanza a por ti. Una vez en frente trata de cortarte la cabeza de un tajo, la pierna derecha de otro y apuñalarte el pecho con una pinchada. El tercer ataque es el más rápido, ya que va a 30 M/S. Pero oye, no tiene brazo derecho, es buen momento de contraatacar. Su aura está debilitándose y él parece muy mal.
Hostias, el bigotes había dicho cinco minutos, pero ese puto tsunami está casi encima. Si miras a tu compañero frutero te gritará como un animal endiablado y con ambas manos en la cabeza, pero lejos de preocuparse, parece estar divirtiéndose.
- ¡Chico, termínalo!
«Habías dicho "terminemos", no termina», se quejó el espadachín en su fuero interno al ver que el del bigote no tenía intención de colaborar. Tal vez fuese mejor así, no le gustaría revivir la espantosa sensación que había experimentado tras la muerte del muchacho. No lo conocía de nada, ¿por qué le había afectado?
Therax pudo comprobar cómo su ofensiva había resultado bastante eficaz, aunque el condenado manco seguía moviéndose a una velocidad suficiente como para poder desviar la mayor parte de sus agujas. Sin embargo, los clones y algunos marines más habían caído, y los que quedaban en pie habían optado por dejar allí al peliplateado. Enfurecido como estaba, no parecía importarle lo más mínimo que sus subordinados se hubieran marchado.
Haciendo caso a la creciente ira que atesoraba, el marine volvió a lanzarse contra él. En esa ocasión empuñaba -si se podía usar ese término- una katana de la misma energía rosada. «¿Cuánto tiempo es capaz de mantenerla, por Dios?», se preguntó durante un breve instante el rubio.
No obstante, el enemigo se le echaba encima y no podía permitirse distraerse ni un instante. Therax usó una de sus katanas para frenar el tajo con el que pretendía decapitarle, pero llegó tarde para retirar la pierna cuando el marine decidió atacar esa zona. Una mancha escarlata comenzó a extenderse por sus pantalones. Notaba cómo la sangre recorría su pierna hasta llegar al suelo, recordándole que el corte -si bien no había sido tan profundo como el rival hubiera deseado- había alcanzado su muslo.
No tuvo tiempo para observar la herida, porque el peliplateado lanzó una estocada con la que pretendía atravesarle el pecho. No tenía tiempo de apartarse, así que empleó la hoja de su espada para desviar el sable rosado. La hoja de energía provocó un corte a la altura del hombro hacia el que la había desplazado, arrancando un gemido de dolor por parte del rubio.
Sin embargo, no era momento para lamentarse. El molesto marine se encontraba cerca y era su momento, así que se esforzó por imbuir en Haki de armadura sus espadas y se dispuso a intentar dar por finalizada la contienda. Empleó uno de su sables para trazar un corte oblicuo a la altura del torso del peliplateado. Trataría de abarcar desde la cintura hasta el hombro del lado contrario, y emplearía la otra espada para alcanzar el cuello de su enemigo.
Ocurriese lo que ocurriese, lanzaría entonces las diez agujas que no había empleado anteriormente -también imbuidas en Haki-, se alejaría del tipo y se situaría junto al del bigote.
-¿Pero se puede saber qué es tan gracioso? -preguntaría al ver el gesto del comerciante. El desolador cuadro dibujado por la gigantesca ola, que cada vez se encontraba más cerca, provocó un estremecimiento en el domador. «Que lo termine... Es muy fácil decirlo», pensó mientras evaluaba la efectividad de sus acciones. Las heridas ardían, pero no era momento de preocuparse por eso.
Therax pudo comprobar cómo su ofensiva había resultado bastante eficaz, aunque el condenado manco seguía moviéndose a una velocidad suficiente como para poder desviar la mayor parte de sus agujas. Sin embargo, los clones y algunos marines más habían caído, y los que quedaban en pie habían optado por dejar allí al peliplateado. Enfurecido como estaba, no parecía importarle lo más mínimo que sus subordinados se hubieran marchado.
Haciendo caso a la creciente ira que atesoraba, el marine volvió a lanzarse contra él. En esa ocasión empuñaba -si se podía usar ese término- una katana de la misma energía rosada. «¿Cuánto tiempo es capaz de mantenerla, por Dios?», se preguntó durante un breve instante el rubio.
No obstante, el enemigo se le echaba encima y no podía permitirse distraerse ni un instante. Therax usó una de sus katanas para frenar el tajo con el que pretendía decapitarle, pero llegó tarde para retirar la pierna cuando el marine decidió atacar esa zona. Una mancha escarlata comenzó a extenderse por sus pantalones. Notaba cómo la sangre recorría su pierna hasta llegar al suelo, recordándole que el corte -si bien no había sido tan profundo como el rival hubiera deseado- había alcanzado su muslo.
No tuvo tiempo para observar la herida, porque el peliplateado lanzó una estocada con la que pretendía atravesarle el pecho. No tenía tiempo de apartarse, así que empleó la hoja de su espada para desviar el sable rosado. La hoja de energía provocó un corte a la altura del hombro hacia el que la había desplazado, arrancando un gemido de dolor por parte del rubio.
Sin embargo, no era momento para lamentarse. El molesto marine se encontraba cerca y era su momento, así que se esforzó por imbuir en Haki de armadura sus espadas y se dispuso a intentar dar por finalizada la contienda. Empleó uno de su sables para trazar un corte oblicuo a la altura del torso del peliplateado. Trataría de abarcar desde la cintura hasta el hombro del lado contrario, y emplearía la otra espada para alcanzar el cuello de su enemigo.
Ocurriese lo que ocurriese, lanzaría entonces las diez agujas que no había empleado anteriormente -también imbuidas en Haki-, se alejaría del tipo y se situaría junto al del bigote.
-¿Pero se puede saber qué es tan gracioso? -preguntaría al ver el gesto del comerciante. El desolador cuadro dibujado por la gigantesca ola, que cada vez se encontraba más cerca, provocó un estremecimiento en el domador. «Que lo termine... Es muy fácil decirlo», pensó mientras evaluaba la efectividad de sus acciones. Las heridas ardían, pero no era momento de preocuparse por eso.
- Empleado:
- Cosillas:
- Cólera de la manada: una inmensa furia invade a Therax, provocando que el poder de destrucción y la velocidad de sus armas principales aumenten un +100% durante 2 posts, con una recarga de uso de otros 2. Para desviar la estocada más rápida y atacar después.
- Las diez agujas no empleadas anteriormente.
- Haki de armadura: turno 4 si no me equivoco.
- Cólera de la manada: una inmensa furia invade a Therax, provocando que el poder de destrucción y la velocidad de sus armas principales aumenten un +100% durante 2 posts, con una recarga de uso de otros 2. Para desviar la estocada más rápida y atacar después.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
- ¡Aaaaaah!
Tu ataque finalmente hace que el peliplateado ceda a sus heridas. El cuello le es cortado y tus agujas terminan de rematarlo. El marine cae al suelo con los ojos cerrados y la sangre saliendo de su cuello sin parar. Justo cuando la enorme ola parece estar a nada de estamparse en la arena y mataros, desaparece como si nunca hubiese existido. Todo ha vuelto a la normalidad por lo que se ve y el marine ahora está muerto. Parece que por fin después de una ardua batalla lo has logrado todo. Puedes descansar tranquilo.
- Chico, deja que te cure las heridas. – Si le dejas, el tío del bigote empezará a sacar artefactos médicos como vendas, alcohol y demás y empezará a curarte. – Todo esto ha sido una prueba, muchacho. Yo he sido el que ha provocado en vuestras mentes la sombra del tsunami. Pero eso ha servido para que mostrases tu poder del todo.
Parece bastante calmado mientras te cuenta eso y tú debes de estar hecho polvo. Menos mal que el capullo de la marina por fin ha muerto después de tanto ataque. El tipo una vez termina suelta un enorme suspiro y se cruza de brazos.
- ¿Te cuento todo lo que deseas saber, o pasas del tema? – Pregunta sonriendo de forma siniestra. Este tipo parece saber todo lo que ha ocurrido, es decisión tuya pedirle que te lo cuente o largarte y que le den por culo a todo. Ahora toma el camino que desees, mi querido colega.
Tu ataque finalmente hace que el peliplateado ceda a sus heridas. El cuello le es cortado y tus agujas terminan de rematarlo. El marine cae al suelo con los ojos cerrados y la sangre saliendo de su cuello sin parar. Justo cuando la enorme ola parece estar a nada de estamparse en la arena y mataros, desaparece como si nunca hubiese existido. Todo ha vuelto a la normalidad por lo que se ve y el marine ahora está muerto. Parece que por fin después de una ardua batalla lo has logrado todo. Puedes descansar tranquilo.
- Chico, deja que te cure las heridas. – Si le dejas, el tío del bigote empezará a sacar artefactos médicos como vendas, alcohol y demás y empezará a curarte. – Todo esto ha sido una prueba, muchacho. Yo he sido el que ha provocado en vuestras mentes la sombra del tsunami. Pero eso ha servido para que mostrases tu poder del todo.
Parece bastante calmado mientras te cuenta eso y tú debes de estar hecho polvo. Menos mal que el capullo de la marina por fin ha muerto después de tanto ataque. El tipo una vez termina suelta un enorme suspiro y se cruza de brazos.
- ¿Te cuento todo lo que deseas saber, o pasas del tema? – Pregunta sonriendo de forma siniestra. Este tipo parece saber todo lo que ha ocurrido, es decisión tuya pedirle que te lo cuente o largarte y que le den por culo a todo. Ahora toma el camino que desees, mi querido colega.
Therax suspiró cuando notó cómo su ofensiva por fin daba los resultados que él buscaba, pero el suspiro en seguida dio paso a un jadeo. El peliplateado se desplomó ante sus ojos, pero el rubio no paró de respirar entrecortadamente hasta varios segundos después de que el cuerpo inerte del marine chocase contra la arena de la playa. Le faltaba el aliento, sus heridas sangraban y el odio le había hecho un hueco al respeto en el interior del espadachín. ¿Era respeto? No, ¿pero qué era?
No obstante, ambas emociones fueron rápidamente eclipsadas por el miedo que le inspiraba la gigantesca ola que amenazaba con chocar contra la orilla, arrastrando a su paso cualquier cosa que encontrase. «¿No dependía del marine?», se preguntó, incrédulo. En ningún momento había entendido cómo su enfrentamiento podría condicionar un fenómeno natural como aquél, pero se había aferrado a ello como última y -en realidad, única- esperanza.
Iba a pedirle explicaciones al tipo del bigote, pero entonces el gigante de agua se esfumó con más celeridad de la que había empleado para aparecer. ¿Qué demonios pasaba allí? No había ni rastro del escenario que le rodeaba hasta hacía unos momentos. Sí, era cierto que el cuerpo del peliplateado aún yacía ante él, y que la gente que había huido a toda prisa del lugar seguía desaparecida, pero más allá de eso todo era de lo más normal.
No opuso resistencia cuando el comerciante se ofreció a curarle, aunque cada vez dudaba más que el tipo fuera un mercader. ¿Pero quién era? Aquella pregunta se instauró en su mente, afianzándose de un modo que el chico conocía de sobra: no desaparecería de allí hasta que su curiosidad fuese saciada.
Escuchó en silencio al hombre. ¿Una prueba?, ¿mostrar el poder del todo? ¿De qué demonios hablaba? Estaba boquiabierto, no terminaba de creer que aquella ola no fuese más que una ilusión creada por el del bigote. Tuvo que tragar saliva varias veces antes de responder al ofrecimiento.
-Sí, cuéntamelo -dijo mientras observaba los vendajes. Desde luego no estaban nada mal-. Pero antes dime si lo del chico ha sido real o no, porque ya no sé qué pensar... ¿¡Quién o qué demonios eres!?
No obstante, ambas emociones fueron rápidamente eclipsadas por el miedo que le inspiraba la gigantesca ola que amenazaba con chocar contra la orilla, arrastrando a su paso cualquier cosa que encontrase. «¿No dependía del marine?», se preguntó, incrédulo. En ningún momento había entendido cómo su enfrentamiento podría condicionar un fenómeno natural como aquél, pero se había aferrado a ello como última y -en realidad, única- esperanza.
Iba a pedirle explicaciones al tipo del bigote, pero entonces el gigante de agua se esfumó con más celeridad de la que había empleado para aparecer. ¿Qué demonios pasaba allí? No había ni rastro del escenario que le rodeaba hasta hacía unos momentos. Sí, era cierto que el cuerpo del peliplateado aún yacía ante él, y que la gente que había huido a toda prisa del lugar seguía desaparecida, pero más allá de eso todo era de lo más normal.
No opuso resistencia cuando el comerciante se ofreció a curarle, aunque cada vez dudaba más que el tipo fuera un mercader. ¿Pero quién era? Aquella pregunta se instauró en su mente, afianzándose de un modo que el chico conocía de sobra: no desaparecería de allí hasta que su curiosidad fuese saciada.
Escuchó en silencio al hombre. ¿Una prueba?, ¿mostrar el poder del todo? ¿De qué demonios hablaba? Estaba boquiabierto, no terminaba de creer que aquella ola no fuese más que una ilusión creada por el del bigote. Tuvo que tragar saliva varias veces antes de responder al ofrecimiento.
-Sí, cuéntamelo -dijo mientras observaba los vendajes. Desde luego no estaban nada mal-. Pero antes dime si lo del chico ha sido real o no, porque ya no sé qué pensar... ¿¡Quién o qué demonios eres!?
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
- Dicen que en estos mares hay raros monstruos, chico. En este caso, tú anoche te topaste con uno que te hizo una apuesta, sorprenderte. Aceptaste y tras beber un poco terminaste un poco pedo. En fin, nada es lo que parece.
El hombre parpadea bastante rápido y todos los puestos de frutas y demás desaparecen. Las heridas de tu animal y las tuyas ya no existen y los marines se derriten ¿Qué coño ha pasado? El ambiente empieza a cambiar y en poco tiempo te das cuenta de que estáis en una cueva bastante grande y vieja. Todo lo que ha pasado ha sido una paranoia de tu cabeza provocada por este hombre, pero te ha logrado hacer más fuerte por lo que se ve.
- Bueno, nada de lo ocurrido ha sido real. Estamos en la misma isla, pero todo este tiempo dentro de la cueva. Un oficial así de la marina no ostentaría un cargo tan bajo, chico. Ahora que te he demostrado la cantidad de monstruos que puede haber en este mundo…
El hombre del bigote sonríe y su aspecto empieza a cambiar. Su cuerpo se vuelve el de una mujer y cambia totalmente. Es una joven de cabellos rubios como el oro, ojos rojizos como la sangre y mirada seductora. Tras guiñarte el ojo te da la espalda y desaparece en una estela de humo. Seguramente, anoche la conocerías, pero no te acuerdas. Parece que todo esto ha sido una lección, pero oye, has mejorado tus habilidades de una forma asombrosa. Ahora eres libre de irte hacia la playa o hacia donde te plazca, pues ha sido un hermoso viaje.
El hombre parpadea bastante rápido y todos los puestos de frutas y demás desaparecen. Las heridas de tu animal y las tuyas ya no existen y los marines se derriten ¿Qué coño ha pasado? El ambiente empieza a cambiar y en poco tiempo te das cuenta de que estáis en una cueva bastante grande y vieja. Todo lo que ha pasado ha sido una paranoia de tu cabeza provocada por este hombre, pero te ha logrado hacer más fuerte por lo que se ve.
- Bueno, nada de lo ocurrido ha sido real. Estamos en la misma isla, pero todo este tiempo dentro de la cueva. Un oficial así de la marina no ostentaría un cargo tan bajo, chico. Ahora que te he demostrado la cantidad de monstruos que puede haber en este mundo…
El hombre del bigote sonríe y su aspecto empieza a cambiar. Su cuerpo se vuelve el de una mujer y cambia totalmente. Es una joven de cabellos rubios como el oro, ojos rojizos como la sangre y mirada seductora. Tras guiñarte el ojo te da la espalda y desaparece en una estela de humo. Seguramente, anoche la conocerías, pero no te acuerdas. Parece que todo esto ha sido una lección, pero oye, has mejorado tus habilidades de una forma asombrosa. Ahora eres libre de irte hacia la playa o hacia donde te plazca, pues ha sido un hermoso viaje.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Página 1 de 2. • 1, 2
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.