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El tío de la guadaña salió disparado hacia un lado de la cubierta, cosa que hizo al rubio mirar bien si estaba en fuera de juego. Al ver que así era sonrió y le levantó el pulgar a su compañero. Seguía un poco molesto por lo del animal, pero había gente así en el mundo. Miró una vez más hacia el horizonte y sonrió de forma disimulada. De nuevo otros malos habían sido atrapados, aunque no le hacía gracia lo que les esperaba en la enorme prisión. Eso era algo peor que el infierno, aunque tampoco pensaba sentir pena de violadores y asesinos. Soltó un pequeño suspiro y después de unos momentos se giró mirando a su compañero con una calma asombrosa. Era una persona demasiado tranquila incluso en las peleas más peligrosas que había.
- Bueno, pues creo que por hoy hemos terminado. Tengo una reunión en una hora, así que supongo que iré a darme una ducha y aponerme algo más acorde.
El rubio continuaba sin la camiseta, por lo que era muy normal que hablase así. En el puerto ya se podían ver algunos agentes con una mirada preocupante, la cual fue cambiando cuando pudieron ver a los dos hombres que había en pie sobre la cubierta. Taiga los saludó con la mano y enseguida se calmaron del todo. El objetivo había sido cumplido como costumbre, pues el lobo no había fallado por el momento en ninguna misión. En cuanto el barco estuvo en el muelle, el rubio saltó hacia la madera y avanzó despacio hacia aquellos hombres que había reunidos esperándoles.
- La misión está completa. Tened mucho cuidado de los prisioneros, ya es la segunda vez este mes. El agente a mi espalda se ha ocupado del más fuerte, dadle unas palmadas o algo bonito. – Mencionó con una sonrisa y guiñándole el ojo a su compañero.
Lo siguiente que hizo fue cerrar los ojos unos segundos. Era el momento de largarse hacia sus cosas, pero antes esperaría para ver si aquella persona tenía algo más que decirle. Pasó así unos momentos y después abrió los ojos despacio. Observó al hombre que le había ayudado en la misión y acto seguido tendió la mano hacia él.
- ¿Algo más antes de que me vaya, compañero? – Mencionó ofreciéndole una sonrisa en todo momento y esperando a ver si faltaba algo más que hacer antes de empezar a prepararse para la reunión.
- Bueno, pues creo que por hoy hemos terminado. Tengo una reunión en una hora, así que supongo que iré a darme una ducha y aponerme algo más acorde.
El rubio continuaba sin la camiseta, por lo que era muy normal que hablase así. En el puerto ya se podían ver algunos agentes con una mirada preocupante, la cual fue cambiando cuando pudieron ver a los dos hombres que había en pie sobre la cubierta. Taiga los saludó con la mano y enseguida se calmaron del todo. El objetivo había sido cumplido como costumbre, pues el lobo no había fallado por el momento en ninguna misión. En cuanto el barco estuvo en el muelle, el rubio saltó hacia la madera y avanzó despacio hacia aquellos hombres que había reunidos esperándoles.
- La misión está completa. Tened mucho cuidado de los prisioneros, ya es la segunda vez este mes. El agente a mi espalda se ha ocupado del más fuerte, dadle unas palmadas o algo bonito. – Mencionó con una sonrisa y guiñándole el ojo a su compañero.
Lo siguiente que hizo fue cerrar los ojos unos segundos. Era el momento de largarse hacia sus cosas, pero antes esperaría para ver si aquella persona tenía algo más que decirle. Pasó así unos momentos y después abrió los ojos despacio. Observó al hombre que le había ayudado en la misión y acto seguido tendió la mano hacia él.
- ¿Algo más antes de que me vaya, compañero? – Mencionó ofreciéndole una sonrisa en todo momento y esperando a ver si faltaba algo más que hacer antes de empezar a prepararse para la reunión.
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Cuando llegamos de nuevo al puerto, había varios hombres esperándonos. Seguí a Taiga y bajé de un salto, para después acercarme a los demás. Les entregamos a los prisioneros para que volviesen a ponerlos bajo custodia y, en cuanto se hubieron ido, el rubio me tendió la mano y me preguntó si había algo más que quisiera decirle. Estreché su mano y, finalmente, decidí contarle algo importante. Se trataba de un secreto, pero había varios motivos para decírselo a Taiga. En primer lugar, era un agente de alto rango, por lo que seguramente sabría de la existencia del CP9. Además, desde ahora iba a ser mi superior directo, y estaba bastante seguro de que era una persona de fiar. Era extraño, pues nunca he sido muy dado a confiar en la gente, pero aquel hombre me transmitía que podía hacerlo.
- Hay algo que no te he contado Taiga, pero creo que debes saberlo. Antes has dicho que eres el usuario de la fruta mitológica de Fenrir. Pues bien, yo también poseo el poder de una Akuma no mi de este tipo. Concretamente, la de Rákshasa. Si no te lo había dicho hasta ahora es porque la forma en la que conseguí dicha fruta es algo que no debe ser de dominio público pero, dado que eres un agente de tan alto rango,
me imagino que a ti si puedo contártelo. Al poco de llegar a Ennies Lobby, Lex Blaze, un famoso agente al que supongo conocerás, me llevó a una habitación muy antigua en las mazmorras, y me encerró allí por orden de un superior. Me dijo que debía encontrar la salida de aquella habitación y descubriría un gran poder. La cosa es que logré encontrar una salida secreta, que estaba hecha especialmente para que solo un descendiente del antiguo dueño de esa habitación pudiese encontrarla. Además, el camino a ella contenía varias pruebas y trampas mortales. Allí encontré mi Akuma y, al salir, fui llamado por uno de los más altos cargos de nuestra organización, que reconoció haber ordenado todo aquello, esperando encontrar por fin al verdadero sucesor de mi antepasado, que era una gran leyenda del Cipher Pol.
En este momento, dejaría de hablar para permitir a Taiga asimilar lo que acababa de contarle. Si al escuchar esto me preguntaba qué alto cargo me había mandado llamar, y quién fue mi antepasado, le respondería.
- Quien me mandó llamar fue el líder del CP9, cuyo nombre no me está permitido revelar aunque, en teoría, tampoco debería haberte dicho nada de esto. En cuanto a mi antepasado, no es otro que el hombre que lideró el CP9 en los tiempos del último Rey de los Piratas,
Rob Lucci. Aún sé muy poco sobre él, pero cuando vuelva a la mansión familiar de la que te hablé pienso investigar para intentar encontrar algún dato más al respecto.
Una vez hubiese dicho todo esto, esperaría la respuesta del rubio. Esperaba conocer la impresión que le había causado aquella revelación.
- Hay algo que no te he contado Taiga, pero creo que debes saberlo. Antes has dicho que eres el usuario de la fruta mitológica de Fenrir. Pues bien, yo también poseo el poder de una Akuma no mi de este tipo. Concretamente, la de Rákshasa. Si no te lo había dicho hasta ahora es porque la forma en la que conseguí dicha fruta es algo que no debe ser de dominio público pero, dado que eres un agente de tan alto rango,
me imagino que a ti si puedo contártelo. Al poco de llegar a Ennies Lobby, Lex Blaze, un famoso agente al que supongo conocerás, me llevó a una habitación muy antigua en las mazmorras, y me encerró allí por orden de un superior. Me dijo que debía encontrar la salida de aquella habitación y descubriría un gran poder. La cosa es que logré encontrar una salida secreta, que estaba hecha especialmente para que solo un descendiente del antiguo dueño de esa habitación pudiese encontrarla. Además, el camino a ella contenía varias pruebas y trampas mortales. Allí encontré mi Akuma y, al salir, fui llamado por uno de los más altos cargos de nuestra organización, que reconoció haber ordenado todo aquello, esperando encontrar por fin al verdadero sucesor de mi antepasado, que era una gran leyenda del Cipher Pol.
En este momento, dejaría de hablar para permitir a Taiga asimilar lo que acababa de contarle. Si al escuchar esto me preguntaba qué alto cargo me había mandado llamar, y quién fue mi antepasado, le respondería.
- Quien me mandó llamar fue el líder del CP9, cuyo nombre no me está permitido revelar aunque, en teoría, tampoco debería haberte dicho nada de esto. En cuanto a mi antepasado, no es otro que el hombre que lideró el CP9 en los tiempos del último Rey de los Piratas,
Rob Lucci. Aún sé muy poco sobre él, pero cuando vuelva a la mansión familiar de la que te hablé pienso investigar para intentar encontrar algún dato más al respecto.
Una vez hubiese dicho todo esto, esperaría la respuesta del rubio. Esperaba conocer la impresión que le había causado aquella revelación.
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Curioso cuanto menos que fuera un mínimo mitológico y él un cánido. Justo dos razas rivales y ellos dos se llevaban bien, el destino era muy puto, pero eso le hizo gracia al rubio. Se mantuvo expectante y escuchando las palabras del agente. Los otros hombres ya se habían ido, por lo que aquello tan solo era entre ellos dos y nadie más metería las narices. Todo pintaba bien y la historia estaba siendo interesante, tanto que provocó que el hombre lobo se mantuviera atento en todo momento, mirándole a los ojos con una sonrisa calmada. No sabía que había pasado tanto, pero había escuchado hablar de aquel agente. Uno de los Gyojines de Atesaki eliminó a dos de sus mejores hombres en la isla de las mujeres. Si él hubiese estado la cosa podría haber terminado mucho mejor, cosa que le hizo suspirar.
La verdad es que la persona que le hubiese hecho llamar no era algo que Taiga necesitase saber, pues él mismo había entrado por su propio pie de hecho. Aunque era juzgado por su apellido, era un tema que el lobo ignoraba totalmente. El hombre que mencionó, Rob Lucci, le sonaba muy muy poco, tan solo de haber a lo mejor oído el apellido en alguna ocasión. Cuando él hubo terminado de hablar, el rubio sonrió y asintió con la cabeza.
- Pues si necesitas ayuda para investigar o cualquier cosa por el estilo, tan solo deber avisarme. Y tranquilo, tu secreto morirá conmigo si no lo desvelas tú. – Mencionó dedicándole una sonrisa y dándose la vuelta.
Taiga entonces tras alzar la mano en señal de despedida de su compañero empezó a avanzar lo más rápido posible. Tenía que llegar a tiempo de una vez a la reunión, ducharse antes, vestirse y antes incluso buscar la ropa, que eso iba a ser algo difícil. Seguramente el traje estaría arrugado como una pasa o en un estado mucho peor. Suspiró pensando en eso y no tardó mucho en llegar a su habitación.
- Bueno, hora de correr…
Empezó a buscar en su armario como un loco, pues tenía una chaqueta que buscar.
La verdad es que la persona que le hubiese hecho llamar no era algo que Taiga necesitase saber, pues él mismo había entrado por su propio pie de hecho. Aunque era juzgado por su apellido, era un tema que el lobo ignoraba totalmente. El hombre que mencionó, Rob Lucci, le sonaba muy muy poco, tan solo de haber a lo mejor oído el apellido en alguna ocasión. Cuando él hubo terminado de hablar, el rubio sonrió y asintió con la cabeza.
- Pues si necesitas ayuda para investigar o cualquier cosa por el estilo, tan solo deber avisarme. Y tranquilo, tu secreto morirá conmigo si no lo desvelas tú. – Mencionó dedicándole una sonrisa y dándose la vuelta.
Taiga entonces tras alzar la mano en señal de despedida de su compañero empezó a avanzar lo más rápido posible. Tenía que llegar a tiempo de una vez a la reunión, ducharse antes, vestirse y antes incluso buscar la ropa, que eso iba a ser algo difícil. Seguramente el traje estaría arrugado como una pasa o en un estado mucho peor. Suspiró pensando en eso y no tardó mucho en llegar a su habitación.
- Bueno, hora de correr…
Empezó a buscar en su armario como un loco, pues tenía una chaqueta que buscar.
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La reacción de Taiga ante lo que acababa de contarle me sorprendió, pues no pareció darle mucha importancia al conocimiento de datos en teoría considerados de alto secreto. Eso me gustó, pues daba la impresión de que cosas como el nombre de alguien o su estatus social no le importaban en demasía. Mejor así, la verdad era que no soportaba a la gente que juzgaba a los demás por su origen. Cada persona era un mundo y la valía estaba en el interior de uno mismo, no en su procedencia.
Me pareció captar una expresión divertida en su rostro al hablarle de mi fruta, tal vez se hubiera dado cuenta de que él era un perro y yo un gato, aunque ni mucho menos normales.
Pero, lo que más me agradó de todo, fue el hecho de que me asegurara que, mientras yo no lo revelara, mi secreto seguiría a salvo. La verdad era que, aunque acababa de conocerle, estaba empezando a confiar bastante en Taiga. Esto resultaba extraño, pues siempre he sido alguien desconfiado por naturaleza, pero había algo en la forma de actuar de mi nuevo superior que facilitaba fiarse de él. El rubio, con prisa por llegar a su reunión, se dio entonces la vuelta, por lo que me despedí de él:
- Gracias por guardarme el secreto. Hazme saber cuándo quieres que Sombras del Deber se reúna y acudiré. ¡Hasta entonces,
cuídate!
Una vez el lobo se hubo ido, me dirigí a mis aposentos con la intención de darme una ducha, meditar un rato y descansar.
Me pareció captar una expresión divertida en su rostro al hablarle de mi fruta, tal vez se hubiera dado cuenta de que él era un perro y yo un gato, aunque ni mucho menos normales.
Pero, lo que más me agradó de todo, fue el hecho de que me asegurara que, mientras yo no lo revelara, mi secreto seguiría a salvo. La verdad era que, aunque acababa de conocerle, estaba empezando a confiar bastante en Taiga. Esto resultaba extraño, pues siempre he sido alguien desconfiado por naturaleza, pero había algo en la forma de actuar de mi nuevo superior que facilitaba fiarse de él. El rubio, con prisa por llegar a su reunión, se dio entonces la vuelta, por lo que me despedí de él:
- Gracias por guardarme el secreto. Hazme saber cuándo quieres que Sombras del Deber se reúna y acudiré. ¡Hasta entonces,
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Una vez el lobo se hubo ido, me dirigí a mis aposentos con la intención de darme una ducha, meditar un rato y descansar.
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