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Tras una guerra que ha durado más de dos décadas, el archipiélago de Síderos se abre por primera vez al mundo exterior. Y aunque la transición no haya sido pacífica, por decirlo de algún modo, ahora que pertenece al Gobierno Mundial este ha dejado claro su interés por todo lo que tan misterioso lugar tiene que ofrecer. Entre otras cosas, han puesto el ojo sobre la increíble tecnología que se desarrolla en Zilda.
Tus superiores creen que la facción que la dirige se ha guardado información sobre ciertos adelantos tecnológicos que podrían serles de gran interés. Y ahora que la mayoría de la población se ha desplazado a Encuentro para reconstruir su país tras el fin de la guerra, la isla de Zilda debería estar menos protegida. Una estupenda oportunidad para hacerse con la información que tanto ansían. No obstante, no pueden permitir que los pretores ni el actual gobernante del archipiélago descubran sus planes, dado que ello podría arruinar su reciente unión al Gobierno Mundial, por lo que te han enviado sola para esta misión y, de ser descubierta, negarán cualquier relación con la misma.
Has conseguido colarte en un barco de provisiones que se dirigía a la isla, y desembarcas en uno de sus muchos puertos poco antes del anochecer. El panorama frente a ti es muy distinto de lo que acostumbras a ver: algunos habitantes del lugar y, lo que parecen ser androides, recorren un sin fin de calles que rodean un número aún mayor de edificios que se alzan entre las nubes. Si es que son nubes lo que cubre el cielo sobre tu cabeza. ¿Por dónde crees que deberías empezar?
Tus superiores creen que la facción que la dirige se ha guardado información sobre ciertos adelantos tecnológicos que podrían serles de gran interés. Y ahora que la mayoría de la población se ha desplazado a Encuentro para reconstruir su país tras el fin de la guerra, la isla de Zilda debería estar menos protegida. Una estupenda oportunidad para hacerse con la información que tanto ansían. No obstante, no pueden permitir que los pretores ni el actual gobernante del archipiélago descubran sus planes, dado que ello podría arruinar su reciente unión al Gobierno Mundial, por lo que te han enviado sola para esta misión y, de ser descubierta, negarán cualquier relación con la misma.
Has conseguido colarte en un barco de provisiones que se dirigía a la isla, y desembarcas en uno de sus muchos puertos poco antes del anochecer. El panorama frente a ti es muy distinto de lo que acostumbras a ver: algunos habitantes del lugar y, lo que parecen ser androides, recorren un sin fin de calles que rodean un número aún mayor de edificios que se alzan entre las nubes. Si es que son nubes lo que cubre el cielo sobre tu cabeza. ¿Por dónde crees que deberías empezar?
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Se hacía de noche cuando por fin había llegado a mi destino, la isla de Zilda. Varios días atrás, me había llegado una carta de parte de los altos mandos de la Cipher Pol. Me habían encomendado una misión de espionaje bastante importante y resultaba un poco extraño, puesto que recientemente me había unido al CP y ya me habían asignado una misión de gran importancia para el Gobierno Mundial. En parte lo agradecía, pues así podría mejorar mis habilidades en el arte de la infiltración. Había marchado a la isla vestida con una camisa negra de botones y unos pantalones marrones. Aparte de que ocultaba mi máscara favorita bajo mi ropa incluidas las dagas.
Me encontraba en un puerto de la isla y me quedé observando los grandes edificios que besaban el oscuro cielo. No estaba acostumbrada a ver semejantes maravillas arquitectónicas ya que había pasado la mayor parte de mi vida, al menos la que recordaba , en las tierras del desierto de Arabasta. Mayor fue mi sorpresa cuando mis ojos divisaron humanoides hechos de metal y cables, androides, paseando por las calles. Salí de mi ensoñación cuando del cielo comenzaron a caer gotas, estaba lloviendo.
Sin más demora, empecé a caminar por las calles de Zilda pensando en lo que iba a hacer a continuación. ¿A dónde debería ir primero para comenzar mi misión? Era una buena pregunta que no paraba de hacerme. Como no conocía la ciudad y después de ambular por la ciudad un rato en busca de un referente para guiarme , decidí hacerme pasar por una turista y le pregunté a la primera persona que se cruzó en mi camino.
- Disculpe buen señor, soy nueva en la isla y desconozco los lugares emblemáticas de la misma. Me preguntaba si podría darme alguna indicación si no le es mucha molestia - dije educadamente. Me habían enseñado que la mejor forma de acercarse a la gente era a través de los buenos modales, era hora de ver si realmente servía.
Me encontraba en un puerto de la isla y me quedé observando los grandes edificios que besaban el oscuro cielo. No estaba acostumbrada a ver semejantes maravillas arquitectónicas ya que había pasado la mayor parte de mi vida, al menos la que recordaba , en las tierras del desierto de Arabasta. Mayor fue mi sorpresa cuando mis ojos divisaron humanoides hechos de metal y cables, androides, paseando por las calles. Salí de mi ensoñación cuando del cielo comenzaron a caer gotas, estaba lloviendo.
Sin más demora, empecé a caminar por las calles de Zilda pensando en lo que iba a hacer a continuación. ¿A dónde debería ir primero para comenzar mi misión? Era una buena pregunta que no paraba de hacerme. Como no conocía la ciudad y después de ambular por la ciudad un rato en busca de un referente para guiarme , decidí hacerme pasar por una turista y le pregunté a la primera persona que se cruzó en mi camino.
- Disculpe buen señor, soy nueva en la isla y desconozco los lugares emblemáticas de la misma. Me preguntaba si podría darme alguna indicación si no le es mucha molestia - dije educadamente. Me habían enseñado que la mejor forma de acercarse a la gente era a través de los buenos modales, era hora de ver si realmente servía.
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Detienes al primer transeúnte humano que encuentras, y muy amablemente le haces la pregunta. Se trate de un hombre de avanzada edad, viste un buen traje y un curioso sombrero abombado. Al oírte, se detiene y te mira con rostro afable. Se mantiene en silencio durante unos segundos, quizás demasiados, los suficientes para que comience a ser incómodo. Hasta que finalmente vuelve a dirigir la vista al frente y prosigue su camino, ignorándote por completo. Si intentas detenerle o llamar su atención se limitará a decir “malditos extranjeros”. Y continuará con su camino.
Aún no has salido de tu asombro, o enfado, cuando oyes a alguien riéndose no muy lejos de ti. El sonido proviene de un callejón cercano, situado a tu derecha. Este apenas está iluminado por lo que desde tu posición no puedes ver de quien se trata. Pero al cabo de unos segundos el mismo que se había reído decide hablar, y parece que se dirige a ti.
- La gente de por aquí no es muy amable con los que no conocen. De hecho, tampoco es muy amable con los que si conocen.
Puedes ir en busca del grosero anciano y enseñarle modales, o puedes hacer caso a quien sea que te esté hablando. Si decides adentrarte en el callejón, encontrarás a un vagabundo sentado en el suelo, junto a un montón de cajas de cartón. Probablemente ronde tu edad, aunque por su estado aparente algunos años más. En la mano derecha sostiene una botella, de alcohol a juzgar por el olor, envuelta en una bolsa de papel.
Aún no has salido de tu asombro, o enfado, cuando oyes a alguien riéndose no muy lejos de ti. El sonido proviene de un callejón cercano, situado a tu derecha. Este apenas está iluminado por lo que desde tu posición no puedes ver de quien se trata. Pero al cabo de unos segundos el mismo que se había reído decide hablar, y parece que se dirige a ti.
- La gente de por aquí no es muy amable con los que no conocen. De hecho, tampoco es muy amable con los que si conocen.
Puedes ir en busca del grosero anciano y enseñarle modales, o puedes hacer caso a quien sea que te esté hablando. Si decides adentrarte en el callejón, encontrarás a un vagabundo sentado en el suelo, junto a un montón de cajas de cartón. Probablemente ronde tu edad, aunque por su estado aparente algunos años más. En la mano derecha sostiene una botella, de alcohol a juzgar por el olor, envuelta en una bolsa de papel.
- Anotación:
- Siéntete libre de describir o añadir cualquier detalle que yo no especifique y te sea de ayuda en la narración.
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El hombre al que pregunté se me quedó mirando un tendido rato. ¿Acaso no hablaba mi idioma? Según los informes que me habían proporcionado el CP 4 los habitantes de la isla deberían entenderme. Me crucé de brazos, expectante para que me dijera algo o señalara algún sitio. Pasado unos minutos de mirada fija me ignoró por completo y siguió caminando como si no hubiera pasado nada.
- ¡Será maleducado! Ya le ayudará alguien cuando esté en apuros, ya - dije ofendida conservando mi disfraz.
Fue entonces cuando el sonido de una risa llegó alta y clara a mis oídos. "-Como alguien se esté riendo de mí lo va a lamentar-" pensé a la vez que giraba sobre mis pasos para localizar al risueño emisor. Mis ojos no pudieron divisar al propietario de aquella risa la cual sonaba cansada más me dí cuenta de una luz que provenía de un callejón. ¿Realmente iba a entrar en lo que probablemente era una trampa de ladrones? La verdad era que no tenía más opciones que intentar preguntar a quien se escondía en aquel lugar. Si la cosa se volvía fea siempre podía correr o simplemente usar el veneno de mis dagas para ralentizar a mi adversario.
Suspiré y me adentré en el callejón, echando mano a mis dagas por si me atacaban. Finalmente descubrí al extraño sentado próximo a unas cajas de cartón, parecía ser un vagabundo. Era un hombre de pelo castaño oscuro, sucio parcialmente, y de ojos gris ceniza. Portaba una camisa blanca raída en la zona del brazo izquierdo y esta estaba mojada con lo que creía que provenía de su botella. También llevaba unos pantalones marrones que le quedaban grandes, debido a lo delgado que estaba, atados a su cintura con una cuerda y andaba descalzo. La peste a orines me estaba molestando y me estaba provocando náuseas pero hice un esfuerzo para lograr sacar un poco de información.
- Saludos señor, ya que el caballero de antes se ha negado a ayudarme esperaba que usted pueda hacerlo. Soy una turista que ha venido a ver los principales puntos de interés de esta isla pero, por desgracia, ando perdida. Le agradecería que me ayudase, si es tan amable. Por cierto, me llamo Cassandra, ¿y usted? ¿Cual es su nombre? - volví a intentar usar la cortesía esperando que funcionara con el vagabundo.
Sin embargo, no me fiaba de él. En cualquier momento podían salir sus amigos a jugar y me vería superada en número si eso sucediera. Me quedé cerca de la salida y vigilando por si alguien aparecía por detrás.
- ¡Será maleducado! Ya le ayudará alguien cuando esté en apuros, ya - dije ofendida conservando mi disfraz.
Fue entonces cuando el sonido de una risa llegó alta y clara a mis oídos. "-Como alguien se esté riendo de mí lo va a lamentar-" pensé a la vez que giraba sobre mis pasos para localizar al risueño emisor. Mis ojos no pudieron divisar al propietario de aquella risa la cual sonaba cansada más me dí cuenta de una luz que provenía de un callejón. ¿Realmente iba a entrar en lo que probablemente era una trampa de ladrones? La verdad era que no tenía más opciones que intentar preguntar a quien se escondía en aquel lugar. Si la cosa se volvía fea siempre podía correr o simplemente usar el veneno de mis dagas para ralentizar a mi adversario.
Suspiré y me adentré en el callejón, echando mano a mis dagas por si me atacaban. Finalmente descubrí al extraño sentado próximo a unas cajas de cartón, parecía ser un vagabundo. Era un hombre de pelo castaño oscuro, sucio parcialmente, y de ojos gris ceniza. Portaba una camisa blanca raída en la zona del brazo izquierdo y esta estaba mojada con lo que creía que provenía de su botella. También llevaba unos pantalones marrones que le quedaban grandes, debido a lo delgado que estaba, atados a su cintura con una cuerda y andaba descalzo. La peste a orines me estaba molestando y me estaba provocando náuseas pero hice un esfuerzo para lograr sacar un poco de información.
- Saludos señor, ya que el caballero de antes se ha negado a ayudarme esperaba que usted pueda hacerlo. Soy una turista que ha venido a ver los principales puntos de interés de esta isla pero, por desgracia, ando perdida. Le agradecería que me ayudase, si es tan amable. Por cierto, me llamo Cassandra, ¿y usted? ¿Cual es su nombre? - volví a intentar usar la cortesía esperando que funcionara con el vagabundo.
Sin embargo, no me fiaba de él. En cualquier momento podían salir sus amigos a jugar y me vería superada en número si eso sucediera. Me quedé cerca de la salida y vigilando por si alguien aparecía por detrás.
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El desarrapado te mira fijamente mientras escucha tus palabras, sin borrar la sonrisa de su rostro. Luego da otro trago al contenido de la botella y, tras mirarte de arriba abajo, decide responder.
- Puedes llamarme Tommy - respondió a tu presentación. - Si buscabas un destino turístico mucho me temo que te has equivocado de isla - comentó con cierto tono sarcástico. - Los paisajes de Zal habrían sido un buen destino, incluso los volcanes de Sarka son más interesantes que este montón de... - se detuvo durante unos segundos - cajas de metal que no interesan a nadie.
Su rostro había cambiado ligeramente mientras hablaba, denotando un considerable desagrado al hablar sobre la ciudad en la que os encontráis. Una vez más dio un trago a la botella, más largo que los anteriores, y tras limpiarse la cara con la manga de la camisa que aún conservaba volvió a mirarte, esta vez con mayor seriedad.
- Cass, ¿puedo llamarte Cass? Me gusta cómo suena... Creo que, a estas alturas de nuestra relación, podemos ser sinceros el uno con el otro. ¿Qué te trae realmente a este lugar?
- Puedes llamarme Tommy - respondió a tu presentación. - Si buscabas un destino turístico mucho me temo que te has equivocado de isla - comentó con cierto tono sarcástico. - Los paisajes de Zal habrían sido un buen destino, incluso los volcanes de Sarka son más interesantes que este montón de... - se detuvo durante unos segundos - cajas de metal que no interesan a nadie.
Su rostro había cambiado ligeramente mientras hablaba, denotando un considerable desagrado al hablar sobre la ciudad en la que os encontráis. Una vez más dio un trago a la botella, más largo que los anteriores, y tras limpiarse la cara con la manga de la camisa que aún conservaba volvió a mirarte, esta vez con mayor seriedad.
- Cass, ¿puedo llamarte Cass? Me gusta cómo suena... Creo que, a estas alturas de nuestra relación, podemos ser sinceros el uno con el otro. ¿Qué te trae realmente a este lugar?
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Conseguí que el extraño me dijera su nombre. Pero, igual que yo, quizás me había dado un nombre falso para proteger su verdadera identidad y no buscarse problemas. Me había dado la impresión de que Tommy sabía que yo no me encontraba en la isla por mero turismo, pues noté cierto sarcasmo en su voz. O eso me dió a entender. Me puse a pensar por un momento sobre hacer un trato con el vagabundo. Yo necesitaba conseguir información y quizás él podría conseguir algo de valor como dinero o algo que quisiera. Los dos ganaríamos algo de provecho.
- Claro que puede llamarme Cass, Tommy. Si le soy sincera y respondiendo a su pregunta, estoy en esta isla por asuntos de negocios. Veo que usted no tiene un afecto muy grande por esta ciudad y sus gentes, así que, si me permite, podría sugerirle una alianza que podría beneficiarnos a ambos. Yo consigo lo que ando buscando y usted puede ponerme un precio. Unicamente necesito su palabra y alguien que me pueda guiar por la ciudad a la vez que infiltrar en algún lugar donde se puedan conseguir unos planos sobre la tecnología de Zilda - dije observando al hombre esperando que aceptara el trato.
Me acerqué un poco más al pobre desgraciado, pero manteniendo una distancia prudente por si se volvía violento o algo parecido.
- Tommy, si me ayuda... podría usted salir de la calle y comenzar a vivir una vida digna. ¿Que le parece? ¿Acepta el acuerdo? A cambio de su cooperación puedo tirar de mis contactos para proporcionarle cualquier cosa que usted pida. No deje escapar esta oportunidad, la gallina de oro no aparece todos los días -
Esperaba que el tal Tommy se dejase llevar por mis tentadoras palabras. Si aceptaba, realmente me vendría bien un poco de ayuda aunque tuviera que pagarle de algún modo. Siempre podía pedirle a mi maestro que me proporcionara algún bien, no sabía como lo hacía, pero cada vez que le pedía algo al poco tiempo llegaba a mis manos.
- Claro que puede llamarme Cass, Tommy. Si le soy sincera y respondiendo a su pregunta, estoy en esta isla por asuntos de negocios. Veo que usted no tiene un afecto muy grande por esta ciudad y sus gentes, así que, si me permite, podría sugerirle una alianza que podría beneficiarnos a ambos. Yo consigo lo que ando buscando y usted puede ponerme un precio. Unicamente necesito su palabra y alguien que me pueda guiar por la ciudad a la vez que infiltrar en algún lugar donde se puedan conseguir unos planos sobre la tecnología de Zilda - dije observando al hombre esperando que aceptara el trato.
Me acerqué un poco más al pobre desgraciado, pero manteniendo una distancia prudente por si se volvía violento o algo parecido.
- Tommy, si me ayuda... podría usted salir de la calle y comenzar a vivir una vida digna. ¿Que le parece? ¿Acepta el acuerdo? A cambio de su cooperación puedo tirar de mis contactos para proporcionarle cualquier cosa que usted pida. No deje escapar esta oportunidad, la gallina de oro no aparece todos los días -
Esperaba que el tal Tommy se dejase llevar por mis tentadoras palabras. Si aceptaba, realmente me vendría bien un poco de ayuda aunque tuviera que pagarle de algún modo. Siempre podía pedirle a mi maestro que me proporcionara algún bien, no sabía como lo hacía, pero cada vez que le pedía algo al poco tiempo llegaba a mis manos.
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El joven vagabundo escuchó atentamente todo cuanto dijiste. Mirándote directamente a los ojos y asintiendo tras cada frase. Pero en cuanto terminaste de hablar, comenzó a reír a plena carcajada, incapaz de contenerse.
- Lo siento, lo siento... - se disculpó, limpiándose una lágrima que se le había escapado por la risa. - No te ofendas, por favor - insistió. - No pretendo ofenderte, es solo que tu oferta me ha hecho gracia. Aprecio tus intenciones - continuó, algo más calmado. - Pero estoy bien como estoy. Aunque estoy de acuerdo en que podríamos ayudarnos mutuamente.
Soltó la botella que aún sostenía, dejándola a un lado, y se estiró perezosamente. Luego se puso en pie y se situó frente a ti. Al verle te das cuenta que es bastante alto y delgado, pero no está en mala forma. Te mantienes alerta, aunque no parece que tenga intenciones hostiles. De hecho, te sorprende lo amable que se ha mostrado en todo momento, aunque todo apunta a que ha sido sincero.
Recoge un abrigo del suelo y se lo pone. Le queda algo grande, pero tampoco es que le importe mucho pues enseguida se lo ajusta para cubrirse bien del frío que empieza a hacer a medida que entra la noche.
- ¿Vienes? - te pregunta mientras abandona el callejón, dirigiéndose a la calle por la que tú misma llegaste. - Busquemos un sitio para comer algo, me muero de hambre.
- Lo siento, lo siento... - se disculpó, limpiándose una lágrima que se le había escapado por la risa. - No te ofendas, por favor - insistió. - No pretendo ofenderte, es solo que tu oferta me ha hecho gracia. Aprecio tus intenciones - continuó, algo más calmado. - Pero estoy bien como estoy. Aunque estoy de acuerdo en que podríamos ayudarnos mutuamente.
Soltó la botella que aún sostenía, dejándola a un lado, y se estiró perezosamente. Luego se puso en pie y se situó frente a ti. Al verle te das cuenta que es bastante alto y delgado, pero no está en mala forma. Te mantienes alerta, aunque no parece que tenga intenciones hostiles. De hecho, te sorprende lo amable que se ha mostrado en todo momento, aunque todo apunta a que ha sido sincero.
Recoge un abrigo del suelo y se lo pone. Le queda algo grande, pero tampoco es que le importe mucho pues enseguida se lo ajusta para cubrirse bien del frío que empieza a hacer a medida que entra la noche.
- ¿Vienes? - te pregunta mientras abandona el callejón, dirigiéndose a la calle por la que tú misma llegaste. - Busquemos un sitio para comer algo, me muero de hambre.
- Anotación:
- Si decides acompañarle, puedes rolear como buscáis y escogéis un sitio. Y eres libre de describirlo a tu gusto.
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El hombre acabó aceptando mi oferta y comenzó a caminar por las calles esperando que yo le siguiera. A decir verdad, poco acostumbrada estaba a encontrarme con gente tan amable. A lo largo de los años, había sido presente del lado más oscuro de las personas. Odio, ira... las emociones más negativas de los seres humanos. Sin embargo, tenía que tener cuidado. Existían hombres con rostro de santo pero con intenciones malignas que las escondían muy hondo de sí mismos. El hombre no paraba de sonreírme, he de decir que llegó un punto en que me daba escalofríos.
Las calles de la ciudad estaban repletas de extrañas máquinas y autómatas, ahora entendía la razón por la cual el Gobierno quería esos planos ya que les vendría muy bien para crear artilugios mortales. Una mezcla de aromas flotaba por el ambiente. Olor a aceite, comida y especias de los puestos ambulantes, además de un extraño olor a azufre. El vagabundo y yo anduvimos largo rato buscando un lugar donde mi acompañante pudiera saciar su apetito y me dijera lo que quería saber. Pasados unos minutos, Tommy se paró enfrente de un bar con aspecto de haber visto días mejores. Un cartel de neón, que parecía que fuera a extinguirse en cualquier momento, mostraba un nombre un tanto peculiar. "El androide borracho".
Miré con cara de desaprobación a Tommy, no me gustaban este tipo de locales. Él, por su parte, me miró con cara de cachorro degollado hasta que finalmente cedí y accedí a entrar en aquel tugurio alejado de la mano de Dios. Si el aspecto del exterior era lamentable, el del interior lo igualaba. Un gran salón con las mesas y sillas manchadas de a saber qué y la barra cuya madera rozaba el punto de la putrefacción. Además, un olor a polvo y mugre no paraba de violar mi nariz. " Todo sea por un poco de información o ayuda" me dije a mí misma intentando sacar fuerzas.
Un señor de aspecto cansado limpiaba los vasos con un pañuelo mohoso. Portaba una camisa roja con unos pantalones negros llenos de polvo y unas gafas pequeñas que le daban un aspecto ridículo. Este miró hacia nosotros y sonrió débilmente, parecía que iba a quedarse dormido en cualquier momento. ¿A que clase de garito de mala muerte me habían arrastrado? Solo habían unos pocos hombres en las mesas, algunos jugando a las cartas y otros bebiendo cerveza mientras hablaban.
Las calles de la ciudad estaban repletas de extrañas máquinas y autómatas, ahora entendía la razón por la cual el Gobierno quería esos planos ya que les vendría muy bien para crear artilugios mortales. Una mezcla de aromas flotaba por el ambiente. Olor a aceite, comida y especias de los puestos ambulantes, además de un extraño olor a azufre. El vagabundo y yo anduvimos largo rato buscando un lugar donde mi acompañante pudiera saciar su apetito y me dijera lo que quería saber. Pasados unos minutos, Tommy se paró enfrente de un bar con aspecto de haber visto días mejores. Un cartel de neón, que parecía que fuera a extinguirse en cualquier momento, mostraba un nombre un tanto peculiar. "El androide borracho".
Miré con cara de desaprobación a Tommy, no me gustaban este tipo de locales. Él, por su parte, me miró con cara de cachorro degollado hasta que finalmente cedí y accedí a entrar en aquel tugurio alejado de la mano de Dios. Si el aspecto del exterior era lamentable, el del interior lo igualaba. Un gran salón con las mesas y sillas manchadas de a saber qué y la barra cuya madera rozaba el punto de la putrefacción. Además, un olor a polvo y mugre no paraba de violar mi nariz. " Todo sea por un poco de información o ayuda" me dije a mí misma intentando sacar fuerzas.
Un señor de aspecto cansado limpiaba los vasos con un pañuelo mohoso. Portaba una camisa roja con unos pantalones negros llenos de polvo y unas gafas pequeñas que le daban un aspecto ridículo. Este miró hacia nosotros y sonrió débilmente, parecía que iba a quedarse dormido en cualquier momento. ¿A que clase de garito de mala muerte me habían arrastrado? Solo habían unos pocos hombres en las mesas, algunos jugando a las cartas y otros bebiendo cerveza mientras hablaban.
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Dentro del local, y pese a su lamentable estado, podéis refugiaros del intenso frío que hace fuera. Hecho que resulta considerablemente reconfortante para ambos. Tu acompañante se quita el abrigo mientras avanza y lo deja caer sin mucho cuidado sobre la barra, sentándose frente a esta y dándole un par de golpecitos con los nudillos.
El peculiar tabernero os mantiene la mirada durante unos instantes, alternando entre ambos, para a continuación volver a dirigir la vista al vaso y seguir a lo suyo. Casi al instante ves a aparecer a alguien por el fondo de la barra, saliendo de lo que supones será la cocina. Se trata de una señora de aspecto aún más llamativo. De estatura algo baja, con el cabello rojo y extremadamente rizado y alborotado. Viste ropas de colores chillones y lleva un delantal con manchas de todo tipo (aceite, sangre, especias, etc).
- ¡Tommy! - exclama con efusividad y alegría, cómo una abuela al ver a su nieto tras una larga temporada. - ¿Dónde has estado metido, muchachito? Pero mírate, ¡si estás en los huesos!
Cuando te quieres dar cuenta ya ha dado la vuelta a la barra y está junto a vosotros, revoloteando a vuestro alrededor mientras hace aspavientos con las manos y continúa hablando, cada vez más rápido.
- ¿Y quién es esta joven que te acompaña? - pregunta cuando al fin repara en tu presencia. Pero antes de daros tiempo a que alguno de los dos diga algo, ves cómo vuelve a desaparecer por la misma puerta por la que había llegado mientras continúa hablando. - No os mováis de ahí, voy a prepararos un par de platos del estofado especial de la casa.
Con la ausencia de la señora el silencio vuelve a adueñarse del local, y Tommy te mira con su peculiar sonrisa mientras se encoje de hombros. Luego da un trago a la bebida que el tabernero os ha servido en algún momento. No te diste cuenta de cuándo lo hizo, ni sabes de qué se trata, pero a tu acompañante no parece importarle pues casi vacía el vaso de un trago.
El peculiar tabernero os mantiene la mirada durante unos instantes, alternando entre ambos, para a continuación volver a dirigir la vista al vaso y seguir a lo suyo. Casi al instante ves a aparecer a alguien por el fondo de la barra, saliendo de lo que supones será la cocina. Se trata de una señora de aspecto aún más llamativo. De estatura algo baja, con el cabello rojo y extremadamente rizado y alborotado. Viste ropas de colores chillones y lleva un delantal con manchas de todo tipo (aceite, sangre, especias, etc).
- ¡Tommy! - exclama con efusividad y alegría, cómo una abuela al ver a su nieto tras una larga temporada. - ¿Dónde has estado metido, muchachito? Pero mírate, ¡si estás en los huesos!
Cuando te quieres dar cuenta ya ha dado la vuelta a la barra y está junto a vosotros, revoloteando a vuestro alrededor mientras hace aspavientos con las manos y continúa hablando, cada vez más rápido.
- ¿Y quién es esta joven que te acompaña? - pregunta cuando al fin repara en tu presencia. Pero antes de daros tiempo a que alguno de los dos diga algo, ves cómo vuelve a desaparecer por la misma puerta por la que había llegado mientras continúa hablando. - No os mováis de ahí, voy a prepararos un par de platos del estofado especial de la casa.
Con la ausencia de la señora el silencio vuelve a adueñarse del local, y Tommy te mira con su peculiar sonrisa mientras se encoje de hombros. Luego da un trago a la bebida que el tabernero os ha servido en algún momento. No te diste cuenta de cuándo lo hizo, ni sabes de qué se trata, pero a tu acompañante no parece importarle pues casi vacía el vaso de un trago.
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