(Moderado de nivel 7/ Yarmin) Welcome home

-¿Por qué tenemos que asistir?- masculló Yarmin, mirando por la ventana, sin prestar mucha atención a lo demás. La ruta elegida para hacer el camino hacia Isla Sandy había sido cuanto menos subóptimo, aunque era totalmente lógica la disposición de las estaciones. Al fin y al cabo, de cruzarse dos trenes marítimos sería difícil maniobrar y podrían chocar... Sin embargo, hacer transbordo en Water Seven era algo que lo incomodaba sumamente-. Habría enviado una cesta de frutas sin dudarlo, pero hay mucho trabajo atrasado. Y Derian...

-Es un honor que se nos invite a la coronación- respondió Bella, emocionada. A pesar de todo, Bella no dejaba de ser una mujer, y si bien no encontraba relevante su sexo a la hora de disfrutar fiestas, la tradición dictaba que ellas se volvían locas por una buena celebración. Y más aún cuando un miembro de la realeza las invitaba-. Sin Gellert, al fin y al cabo, ella no sería reina hoy.

A pesar de que estaba planeado, aquel comentario hirió en el orgullo a Yarmin. Sospechaba que estaban siendo vigilados, por lo que todo el viaje se había reducido a conversaciones de tono informal con, según el momento, alguna sutil indirecta. Sin embargo, que el mérito debiera ser otorgado protocolariamente al agente de más rango era algo que no terminaba de gustarle, a pesar de que en el grupo ninguno pensase eso y de que lo que menos le interesaba en aquel momento era llamar la atención de sus jefes, o de Issei.

-Dicen que Percy ha sido invitado también, aunque nadie asegura su presencia- comentó Gellert, que leía un libro sobre horticultura. Su nuevo hobby era plantar tomates, por una razón que a ninguno había explicado. Sin embargo, todos sospechaban que había descubierto algún tóxico en la fruta y pensaba aprovecharlo.

-Percy no querrá vernos- respondió Yarmin, apartando los ojos del mar para fijarlos en su adlátere, que desvió la mirada apenas unos instantes de su manual de cultivo, esperando que el discurso continuase-. Abandonó el Cipher Pol porque todo le recordaba a ella- en realidad quería permanecer cerca de Molly, y dado que ésta necesitaba un protector todos habían visto a bien que ocupase un puesto como médico en el Palacio de Alubarna. ¿Quién iba a negarle esa sencilla petición a uno de los Héroes de Arabasta?-, y con nosotros pasó todo un año junto a ella... Dudo que lo veamos en esta ocasión.

En realidad sabían que la verdad era bien distinta, pero fingieron no conocerla. Durante toda la semana Percy tenía que estar a cargo de Molly, pues era mucho más vulnerable a cualquier atentado, especialmente del viejo Consejo Real, una organización endógama que sólo el Rey podía nombrar o disolver, por lo que la futura reina aún no tenía autoridad para enfrentarse a ellos y habían tomado el control de facto. Sin embargo, en una semana la princesa sería reina y tomaría plenos poderes. Aunque bien sabía que, muchas veces, las exiguas atribuciones de Molly habían salvado el contrabando que desde Oasis se repartía por todo Grand Line.

Un pequeño aviso sonoro lo sacó de sus pensamientos. Quedaban quince minutos para desembarcar, y miró a Bellatrix, cada vez más entusiasmada.

-Cualquiera diría que no has estado nunca en Arabasta- dijo Gellert, cerrando el libro-. Este sitio sólo tiene arena y palmeras, no es nada especial.

Yarmin sabía que el agente ya estaba pensando en escabullirse a su jardín.

-¡Pero son siete días de fiesta!- Bellatrix estaba eufórica. Casi siempre estaba trabajando, cuando no como agente del Cipher Pol lo hacía como ejecutiva del Servicio Secreto. Necesitaba unas vacaciones, aunque no las iba a tener... Probablemente.

-Eso me recuerda... Gellert, ¿Te acordaste de la documentación?

En principio el Gobierno Mundial les había dado diez días para vivir cómodamente la coronación y volver con calma, pero Yarmin aun así prefería constar como agente en activo. Nunca se sabía cuándo tendría que disparar, y hacerlo fuera de servicio conllevaba como mínimo mucho más papeleo. El Gobierno Mundial tendía a hacer oídos sordos con los abusos de autoridad (al menos mientras no fuesen exagerados), mientras que las muestras de violencia civil solían ser tomadas como una terrible afrenta. Y él sospechaba que tendrían que abrir fuego más de una vez durante el evento.

-Tramitado está, pero ya sabes cómo funciona esto- se encogió de hombros-. Me dijeron que a lo largo de hoy tendría una respuesta por den den mushi y se actualizaría nuestro estado en los registros.

-Si procede- apuntó Bellatrix.

-Si procede- respondió él.

Pasaron el resto del tiempo contando batallitas de Arabasta, haciendo un repaso de todos los hechos irrelevantes de aquel viaje. La cantidad de mujeres a las que Gellert había conquistado con su labia y porte, la de hombres poderosos que habían pasado por la cama de Bellatrix... El espionaje era una labor dura, pero había momentos en los que la obtención de información se volvía sumamente divertida, como era el caso.

-Pues yo pasé a pan y agua todo el año- terminó por decir Yarmin, y todos echaron a reír.

Durante el tiempo en Oasis Yarmin había inseminado personalmente a las cincuenta prostitutas más atractivas, había pasado cada noche con Claire, cada tarde con Bellatrix y en ratos libres siempre encontraba una limpiadora dispuesta a ganarse un sobresueldo. Del mismo modo, también había frecuentado otras compañías menos ortodoxas, especialmente mientras permaneció en Water Seven, aunque no mencionó la isla en ningún momento. Tampoco mencionó a Claire, aunque recordarla lo hizo sentir un extraño vacío. No dolía, pero tampoco era agradable. No era nada, como una sensación ajena... No sentía nada.

-¡Atención señores pasajeros!- gritó la voz de megafonía-. ¡Próxima parada Arabasta, final de trayecto. No olviden sus objetos personales. COMPA les agradece haber viajado con nosotros y esperamos tenerlos de nuevo a bordo!

-¿COMPA?- preguntó Gellert-. ¿Otra vez le han cambiado el nombre a la empresa de los trenes?

-Si, hijo, sí- respondió Bellatrix-. Ahora es Compañía Operadora Marítima del Paraíso.

-Creo que Anthony Lovegood intentará completar su tarea hoy- fue lo único que dijo Yarmin antes de abrir la puerta del vagón. Si alguien los estaba escuchando, probablemente los pusieran en estado de misión inmediatamente. Y si no, al menos sus compañeros estaban sobre aviso de que contarían con uno más para encargarse del Consejo Real.

Era hora de tomar por fin el control total.

Abrir la puerta del vagón significó un sinfín de sorpresas. Desde que la alfombra roja estuvo delante de él supo que algo no estaba yendo como sería de esperar. Lo normal en aquella situación habría sido enfrentarse a una comitiva de dos, tal vez tres dignatarios en nombre de su majestad, pero toparse con la serenísima princesa de Arabasta estaba fuera de sus planes. Aunque, sin duda, los hacía mucho más sencillos... ¿O no? Escoltada por una docena de personas, la pequeña Molly bajo el engaño de su akuma no mi sonreía afablemente a los recién llegados, hermosa con su cabello color melocotón y su cuerpo adolescente. Por un momento llegó a ruborizarse pensando en que, efectivamente, una vez Molly fuese coronada podría visitar la celda de la verdadera soberana para jugar un rato. Tendría que camelársela, no podía permitirse herirla en una parte visible del cuerpo, pero ni de lejos sería una tarea complicada. Al fin y al cabo, tras tanto tiempo martilleando su cabeza se creía una simple telefonista de Oasis. La mantenían vigilada, claro, pero mantener una peligrosa prisionera era más fácil a plena vista.

Salió de sus tribulaciones cuando vio, entre la recepción, en un puesto de cercanía respecto a la princesa, a Percy. Él no era tan buen actor como Molly, pero su actitud parecía estar engañando a la gente, y de no ser así los demás al menos tenían la cortesía de fingir que lo creían. Sin embargo, su semblante ligeramente tembloroso bien podía ser a causa de los nervios, o del miedo a perder a Molly a lo largo de la semana. Para todos sería un revés, pero para el médico sería un giro dramático y demoledor. En cualquier caso, volvían a estar los cinco reunidos, y Anthony ya estaría en algún punto de la ciudad esperando instrucciones. A pesar de que la falta de Claire y Arcturus se notaba en ocasiones, cinco personas eran más que suficiente para proteger de un magnicidio a Molly. De hecho, sólo con Gellert sería suficiente. Era el miembro más avezado de todo el Cipher Pol 7, uno de los luchadores más enérgicos de su historia y sin duda una de las mejores elecciones para un guardaespaldas.

-Sólo hicimos nuestro trabajo, alteza- intervino Gellert amablemente. Como miembro de más alto escalafón, ejercía las veces de líder en público, y cualquiera debía reconocer que el papel le sentaba como anillo al dedo-. No obstante nos sentimos sumamente obsequiados de que solicitaseis nuestro apoyo operativo para protegeros durante el tiempo que duren las celebraciones.

Estaba radiante. Su larga cabellera cayéndole sobre los hombros, un bastón de bambú atado con dos cintas de cuero a su torso y, por primera vez, llevaba traje. Junto al bo daba un aspecto algo extraño, pero hasta en esa situación el atractivo salvaje de Gellert ganaba la batalla.

-Si me permitís que os presente a mis acompañantes- dijo, dejándose de ceremonias-: son la señorita Bellatrix Riddle, agente especial encargada de abrirnos camino desde la retaguardia; y el señor Yarmin Prince, mi auxiliar. Fue él quien desalojó a Cornelius del Palacio Real.

Fingió ruborizarse. Para Bellatrix recibir halagos era lo normal, pero para un simple ayudante significaba que era algo más que un número. En la agencia había tantos auxiliares y apoyos que muchas veces ni siquiera se marcaban sus nombre en las hojas de misión, sino sólo el código de agente. Que una persona con un cargo tan relevante le cediera algo más que las migajas del éxito, para un agente del montón, significaba un mundo.

-Sólo aprendí del mejor- terminó diciendo, dándole finalmente la importancia que merecía y permitiendo que la atención recayese de nuevo en Gellert y Molly, los verdaderamente relevantes en aquel cara a cara.

Al parecer la princesa debía tener algo de lo que informar, ya que deseaba romper las formalidades y pasear a solas con los agentes, cosa a la que los miembros del consejo parecían negarse gentilmente. Sin embargo, tanto Molly como Percy atacaron con vehemencia a quien osó contradecirla, de modo que escondió el rabo entre las piernas y dejó que siguieran su camino a solas.

No tardaron en proveerlos de un vehículo propio, preparado para que la nueva comitiva hiciese un breve viaje por el desierto hacia la capital. Nunca había visto una limusina todoterreno, aunque en aquellos momentos le preocupaba más saber quién era el hombre al que la futura reina dedicaba una mirada tan feroz.

-¿Quién es?- terminó preguntando mientras señalaba el fondo del vehículo.

Todos eran espías, y mientras Gellert revisaba los fondos Percy, Bella y él se encargaban del chasis, motor e interiores. Revisaron el vehículo en busca de posibles artefactos explosivos, micrófonos o cámaras. Los chips de rastreo no le molestaban especialmente, por lo que los ignorarían. No retirarían ninguno, pero de no haberlos hablarían con algo más de calma.

Tras la revisión (suponiendo que no detectasen explosivos) subieron todos al coche, dejando que Molly pasara delante, y adoptaron una posición más distendida. Obviamente hablarían en clave, pero poder estar por fin juntos era una maravilla. Yarmin sacó las cartas del bolsillo.

-Majestad, elija una carta- le ofreció. Cogiese la que cogiese, vería una Jota de Corazones. La verdadera misión había comenzado.

Todos asintieron durante la inspección. De haber habido cámaras las habrían encontrado fácilmente, y de estar algún explosivo ligado al vehículo simplemente lo habrían gritado. Al fin y al cabo, si cualquiera decidía por cualquier motivo atentar contra la vida de la reina una semana antes de su coronación este acto se habría llevado a cabo en privado, lejos de miradas indiscretas y conjuras de palacio. Las camarillas eran algo muy típico en los grandes reinos: Concilios de aristócratas y nobles que se repartían el verdadero poder mientras los monarcas vivían en medio del lujo y el capricho. Molly, sin duda, era un dolor de cabeza para cualquiera que intentase usurpar el control del país, y el Consejo Real no lo habría pasado por alto, al igual que no debía haber desdeñado la opción de acabar con ella mientras estuviese custodiada por agentes del Cipher Pol. Si ellos morían junto a la reina, probablemente el Gobierno Mundial tomase cartas en el asunto, especialmente por Gellert, aclarando lo sucedido y restableciendo el orden seguramente coronando un rey a su elección y gusto. Y nadie quería un títere enviado desde Mariejoa.

Ya en el vehículo, todos conscientes de que alguien escucharía cualquier cosa que dijeran, Percy había preguntado a dónde se dirigirían, a lo que Gellert simplemente había respondido nombrando la capital. Realmente cualquier ruta que alejase a la troupe de Oasis sería bienvenida, pero Alubarna era una de las regiones más seguras de Sandy, y él lo sabía. Habían planeado durante más de un año el asalto a la capital, y su posición céntrica, protegida por riscos que la rodeaban y a casi un día de viaje en camello, era uno de los lugares más infranqueables a los que se habían enfrentado, y de no ser por los barcos fluviales que se habían afanado en obtener para trasladar los refuerzos del Cipher Pol y la Marina, habrían terminado por caer frente a la rebelión fraguada por Cornelius. Pero, por suerte, Arcturus siempre lo dejaba todo atado. Un pequeño error de cálculos justo al final, pero lo había hecho bien.

-Curioso... -musitó Yarmin, despertando la atención de todos los presentes-. Según la superstición, los corazones son el palo de la familia y el amor -no esperó a que preguntasen-, un símbolo del verano y la felicidad. Y la sota representa la juventud.

Todos sabían qué había querido decir con eso. En baraja francesa, la sota de corazones representaba, entre otras cosas, los mensajes y la amistad.

-Pero no estoy conforme con esa carta, así que vamos a hacerla desaparecer. Pero para compensar, majestad, tomad esta otra.

Sacó de su manga, de manera imperceptible durante una floritura, una reina de corazones. Hasta hacía muy poco ése había sido el símbolo de Claire, aunque ahora estaba en total desuso. Escrita sin tinta, apenas legible y perceptible sólo en la hendidura que había dejado el cálamo contra el naipe, un sutil mensaje se escondía:


Sabría lo que significaba. El primer contexto que habían pensado, años atrás, era la farsa de una muerte, pero con el tiempo lo habían pulido hasta ser, simplemente, la simulación de un intento de asesinato.

Mientras esperaban, tanto Gellert como Yarmin sacaron discretamente sus Den Den mushis carmesí e iniciaron el contacto con dos muchachos del primer ordinal, un tal Bill Evergreen y otro llamado Owen Carlson. Owen tenía unas capacidades extraordinarias para moverse sin ser detectado, sabía calcular y tenía un intelecto superior al de cualquier suboficial del Servicio Secreto, aunque Bill era prometedor por su físico. Conocían lo que debían decir, y escuchar la pregunta que llegaría a continuación los haría ponerse manos a la obra. Sólo tenían que saber un detalle.

-Majestad, -terminó interviniendo Gellert. El sonido de su voz en aquel momento debía retumbar en la cabeza de ambos agentes, incapaces de contestar al mensaje del extraño artilugio pero dispuestos a escuchar, relativamente bien posicionados en Alubarna- ¿Creéis que ese tal Yazir es un peligro para vos? El Gobierno ha escuchado rumores acerca de atentados durante esta semana, para evitar que les quiten el poder. Entienda que nos sintamos inquietos.

Tenía que responder que no, o alguna clase de evasiva, pero ambos colgaron el Den Den Mushi. Las palabras de Gellert habían sido ensayadas y estaban programadas como una orden para los dos reclutas, que por la contra no sabrían quiénes eran ellos una vez los vieran. Tenían que atraparlos con vida e interrogarlos, si finalmente decidían lanzarse a la carga contra la reina. Ya más tarde se encargarían de que la sentencia fuese exilio y no la muerte.

-¿Estáis todos bien?- se apresuró a preguntar Gellert, priorizando comprobar el estado de Molly.

-Sí, descuida- respondió Yarmin, abriendo la puerta del vehículo. Junto a él salió Bellatrix, y el joven rubio no tardó en aparecer por el otro lado-. Pero tenemos problemas.

Así a ojo... Echaba unos quince metros de cangrejo, a lo alto. Cabía destacar lo largas que resultaban sus patas, como si de una araña se tratase, aunque poseía un cuerpo colosal y unas pinzas que despertaban no menos miedo que el aberrante tamaño de la criatura. Aunque ni de lejos le provocaba tanto miedo como la mañana en que despertó sobre Maki. Qué asco.

-¿Informe de situación, Bella?

-Por el tamaño podría parecer un cangrejo de las arenas común- comentó Bellatrix, armando su arma con desidia mientras analizaba concienzudamente al animal-. Sin embargo ambas pinzas son del mismo tamaño, su cabeza es extremadamente pequeña en relación al cuerpo, y el color amarillo limón me hacen pensar que se trate de alguna variedad. Probablemente quiera saludar a Su Majestad, o tenga hambre.

-Pues aquí no hay nada de comer- intervino Gellert de nuevo, sacando su bastón. No introdujo los dardos en su interior, pues habría sido estúpido intentar matar un cangrejo gigante con veneno en tan baja dosis. Sin embargo, tal vez ante una rotura de su cascarón el animal quedase indefenso.

-En fin... Siempre tengo que solucionar yo esto, ¿Verdad?

Desenfundó perezosamente su pistola, sin hacer el más mínimo ademán de acelerar el proceso, y se deleitó con los pocos detalles que el arma poseía. Entre ellos, una fina línea roja que dibujaba el nombre del arma: Creaviudas. No era lo más apropiado para utilizar con un cangrejo, pero del mismo modo era la mejor arma con la que contaba.

Apuntó lo mejor que pudo, cuidadosamente a su enorme cuerpo, y cuando se aseguró de tener bien centrado al animal, dejó que un rayo de luz azul saliese disparado según apretó el gatillo.

-Serv.