Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Water Seven es una ciudad de contrastes. Por un lado, está al final de una de las rutas más emblemáticas del Paraíso, el Camino del Rey que en su día Luffy D. Monkey cruzara. Eso hace que decenas de bandas piratas pasen por ella cada año. Sin embargo muchas de ellas nunca llegan a dejar la ciudad. Por su cercanía a Enies Lobby, Water Seven se ha convertido casi en la ciudad dormitorio del Cipher Pol. Muchos agentes tienen su vivienda en esta ciudad, y por su importancia estratégica la agencia mantiene un ojo en la ciudad. Luego están sus astilleros, de los mayores y más preparados del mundo. Por acuerdo tácito, estos mantienen un estatus de neutralidad y venden sus barcos a todo el que lo requiere y paga.
Cabe preguntarse cómo, pues, en medio de esta cosmopólita metrópolis tan vigilada por el Gobierno pudo crecer una flor de podredumbre, una enfermedad como Hebi no Kiba. Una organización que expulsó a las otras mafias de la ciudad, solo para sustituirlas en silencio. O eso pensó en su día Anders D. Thawne. Porque por debajo de la fábrica de sueños que son sus astilleros, e incluso más oculta que las antiguas mafias de la ciudad, corren los engranajes de una industria más siniestra. Un cáncer que extiende sus raíces desde la ciudad a todo el Grand Line y más allá. Es aquí, en algún lugar de esta ciudad, donde se encuentra el centro de poder (o al menos uno de ellos) de Viktor Elrik.
Sin embargo, nada puede ocultarse a la perfección. Hasta el mejor dispuesto camuflaje tiene fallos. No hay nada ni nadie intocable. Y es posible ver, para quien sabe mirar, que en Water Seven hay algo muy podrido. El Gobierno sospecha de esto desde hace años, pero los esquivos agentes del Rey han sabido esconderse dentro de la ley. Gracias a los archivos del Cipher Pol sobre Viktor Elrik sabes que al menos parte de sus negocios pasan por esta isla. También tienes unas fotos que vinculan a Salt D. Pork, uno de los hombres de Elrik, con el director de Galley-La Company, August Knutt. Y, por último, hay una llamada transcrita de un agente que estaba informando sobre un encuentro de diferentes figuras prominentes del Bajo Mundo en el club social Mandel&Sons. Nunca llegó informar de todos los asistentes o de la naturaleza de la reunión, pues la comunicación se interrumpió a medias y el agente en cuestión está MIA desde entonces. El CP6 condujo una investigación y registró el club sin éxito.
¿Esperas tú triunfar donde otros antes han caído? Elige bien tus pasos y sé cauto, joven Prince. Hasta ahora has tenido suerte en tus empresas, pero la fortuna es una doña caprichosa y en el juego de máscaras y sombras solo gana quien mantiene la suya hasta el último acto.
Yarmin Prince
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Había llegado el momento; por fin aparecía una fuerza de oposición a Viktor Elrik que le obligaba a dar un paso en falso, y lógicamente pensaba aprovecharla. Con los esfuerzos del autoproclamado Rey del Bajo Mundo -considerado infalible por todos los criminólogos con una mínima experiencia e incluso pieza clave en el equilibrio de poderes tal como se conocía- enfocados a destruir a un rival tanto si no más peligroso que él, los ojos que el Servicio Secreto sabía que él ponía encima empezaban a distraerse, entretenidos en una batalla de titanes mientras las hormigas jugaban en una partida a una escala mucho menor.
Yarmin era consciente que para Elrik probablemente no había pasado desapercibida la existencia del Servicio Secreto, una organización con miles de hombres y una influencia cada vez más palpable en el Paraíso que poco a poco se extendía barriendo o absorbiendo a los viejos aliados menores del viejo rey. Ni siquiera una molestia mientras sus propios negocios no se viesen afectados, pero suficiente amenaza potencial como para trazar una línea de mirada sobre ellos. Desde luego él nunca había percibido -y era muy bueno en ello- a nadie espiándolo, pero precisamente en eso se basaba el espionaje. Y si Elrik era al menos la mitad de precavido en su día a día de lo que Yarmin era en lo referente a su doble vida, lo habría hecho. Yarmin, en ese aspecto, prefería pecar de excesivamente cauto y no dar un paso en falso frente a un hombre que podía, si bien no destruir al Servicio Secreto, seguramente abocarlo a una guerra que terminaría por arruinarlo. Sin dinero, perdía su influencia; sin influencia, perdía el poder. Y sin poder, obviamente, la organización sobreviviente no sería ni la sombra de lo que en algún momento pudo haber sido. También perdería las expectativas de escalar, dado que estarían bajo la bota del rey... Y una hormiga nunca tenía permiso para mirar al cielo.
Si bien estaba seguro de que Elrik no sabía de Oasis como tal, estaba convencido de que de alguna forma sabía que sus viajes se debían a que ocultaba algo en mitad del desierto. Tenía francotiradores día y noche, visores de calor e incluso guardias en los puntos de control que se necesitaban para la larga jornada de días por el desierto, pero ni siquiera con ello podía contar con que los controles fuesen infalibles, y un blanco abatido significaba, a fin de cuentas, que algo había para abatirlo. Si sus sospechas eran ciertas y al menos uno de los hombres cazados deambulando por el área de muerte había sido un chapuzas, el rey sabía de la ubicación aproximada de su base. Aunque, afortunadamente, si lo sabía no le había importado lo suficiente como para dejarle una carta formal en su mansión de Water Seven... O no había sido capaz. Aunque Yarmin, por supuesto, no iba a permitirse una esperanza tan vana.
Por eso no durmió en su casa aquella noche, ni se llevó el Poison. No había informado a nadie de que volvía a Water Seven, del Gobierno o del SS, y se había tomado la molestia de navegar él mismo haciéndose pasar por grumete en un barco mercante desde Casino Island hasta allí. Gracias al alboroto en la ciudad de las mafias había podido pasar desapercibido, y aunque el viaje había sido largo había podido repasar su plan cada noche antes de dormir, repitiendo para sí cada uno de los pasos que debía seguir, intentando pensar como el propio Elrik lo haría: Sabía que tenía clones, o más bien copias de sí mismo que compartían identidad y conciencia colectiva, al menos a simple vista. Sabía que sería estúpido exponerse poseyendo aquel poder, pero si sus clones podían conocer su ubicación él tampoco debía poder conocerla. En el fondo, o negaba esa información a sus copias para que nadie hurgase en su mente o se ocultaba en un lugar que nadie, ni siquiera él, conocería jamás. Aunque la segunda tenía una serie de contras tal como que una simple esquirla de kairoseki debería dejarlo solo y perdido, incapaz de contactar con el mundo, a no ser que tuviese una rama de su organización dedicada a mantener un salvoconducto encadenado para evitar que el rey supiese dónde había generado sus primeros clones.
Aunque todo aquello era pura especulación, su plan pasaba por el mismo primer punto procedimental: Hacer de sus enemigos poderosos aliados. Y ello se dividía en varios puntos, de los cuales el primero era vestirse adecuadamente a la situación.
Salió del barco mercante agradeciendo la oportunidad al capitán mientras un pequeño gato maullaba frente a toda la tripulación, recomendando encarecidamente que no hablasen de aquel muchacho rubio a nadie, y el joven que se había presentado como Michael Marcson abandonó, cuidadosamente, la escena.
Conocía Water Seven, se había criado allí. Por eso no le costó encontrar los ángulos muertos de los muelles y desaparecer en medio de un callejón que nadie transitaba nunca si no era imprescindible, más por los horribles olores de vísceras que dejaban atrás las lonjas que por los peligros que pudiesen traer, pero Yarmin quería la tranquilidad para cambiarse y, con mucho cuidado de no mojar el maletín en sangre ni en jugos apestosos, dejó los pescadores y la camiseta de sisa en pos de su tradicional traje, pero chaqueta abierta y sin corbata. Se puso el reloj de la CIA, enfundó sus armas y acopló a su cinturón, ocultos entre su dorso y la cintura del pantalón, los treinta y dos knock-up bomblet que cabían. Llevaba sesenta y ocho más en el maletín junto con su arpón, cuerda y demás cosas de espías -entre ellas, el jugo de belladona que Gellert preparaba semanalmente-. Enganchó un par de mistifús al bolsillo de su americana y guardó una baraja de cartas Temp en su bolsillo, así como un den den mushi carmesí en el otro. Llevaba balas suficientes para diez días, aunque no esperaba gastar más de las ochenta para el primero -o ninguna, si podía evitarlo-, y había preparado un salvoconducto que, aunque expondría su identidad real, le salvaría el culo temporalmente: Había hecho creer que un lingüista se ocultaba en Water Seven con informacción del Siglo Vacío, lo que seguramente tuviese a medio Cipher Pol 9 de incógnito buscando desesperadamente, aunque dado que él había accedido a los archivos, seguramente podría reconocerlos en caso de necesidad.
Cuando se hubo cambiado salió con la misma discreción del callejón, evitando las miradas y tratando de resultar lo más discreto posible mientras se dirigía al club de caballeros Mandel&Sons, donde otro compañero había fracasado estrepitosamente seguramente por puto payaso. Y, aunque no esperaba sacar nada demasiado provechoso, cabía la posibilidad de encontrar alguna cara fichada o a alguien relacionado con el escurridizo rey del Bajo mundo.
Durante el camino trató de hacerse confundir entre el vulgo, lo cual no terminaba de ser difícil pese a que era extraordinariamente más atractivo que el resto. Agachar la cabeza hasta que su mínima papada resaltaba, adelantar los hombros para parecer apocado, una ligera curvatura de su espalda en leve chepa y caminar arrastrando los pies... Un oficinista cualquiera, un tipo normal algo atractivo, casi invisible con su maletín de trabajo. Se mantuvo así hasta que se sentó, fingiendo únicamente estar agotado mientras prestaba atención a cualquier persona hablando de algo mínimamente interesante.
Yarmin era consciente que para Elrik probablemente no había pasado desapercibida la existencia del Servicio Secreto, una organización con miles de hombres y una influencia cada vez más palpable en el Paraíso que poco a poco se extendía barriendo o absorbiendo a los viejos aliados menores del viejo rey. Ni siquiera una molestia mientras sus propios negocios no se viesen afectados, pero suficiente amenaza potencial como para trazar una línea de mirada sobre ellos. Desde luego él nunca había percibido -y era muy bueno en ello- a nadie espiándolo, pero precisamente en eso se basaba el espionaje. Y si Elrik era al menos la mitad de precavido en su día a día de lo que Yarmin era en lo referente a su doble vida, lo habría hecho. Yarmin, en ese aspecto, prefería pecar de excesivamente cauto y no dar un paso en falso frente a un hombre que podía, si bien no destruir al Servicio Secreto, seguramente abocarlo a una guerra que terminaría por arruinarlo. Sin dinero, perdía su influencia; sin influencia, perdía el poder. Y sin poder, obviamente, la organización sobreviviente no sería ni la sombra de lo que en algún momento pudo haber sido. También perdería las expectativas de escalar, dado que estarían bajo la bota del rey... Y una hormiga nunca tenía permiso para mirar al cielo.
Si bien estaba seguro de que Elrik no sabía de Oasis como tal, estaba convencido de que de alguna forma sabía que sus viajes se debían a que ocultaba algo en mitad del desierto. Tenía francotiradores día y noche, visores de calor e incluso guardias en los puntos de control que se necesitaban para la larga jornada de días por el desierto, pero ni siquiera con ello podía contar con que los controles fuesen infalibles, y un blanco abatido significaba, a fin de cuentas, que algo había para abatirlo. Si sus sospechas eran ciertas y al menos uno de los hombres cazados deambulando por el área de muerte había sido un chapuzas, el rey sabía de la ubicación aproximada de su base. Aunque, afortunadamente, si lo sabía no le había importado lo suficiente como para dejarle una carta formal en su mansión de Water Seven... O no había sido capaz. Aunque Yarmin, por supuesto, no iba a permitirse una esperanza tan vana.
Por eso no durmió en su casa aquella noche, ni se llevó el Poison. No había informado a nadie de que volvía a Water Seven, del Gobierno o del SS, y se había tomado la molestia de navegar él mismo haciéndose pasar por grumete en un barco mercante desde Casino Island hasta allí. Gracias al alboroto en la ciudad de las mafias había podido pasar desapercibido, y aunque el viaje había sido largo había podido repasar su plan cada noche antes de dormir, repitiendo para sí cada uno de los pasos que debía seguir, intentando pensar como el propio Elrik lo haría: Sabía que tenía clones, o más bien copias de sí mismo que compartían identidad y conciencia colectiva, al menos a simple vista. Sabía que sería estúpido exponerse poseyendo aquel poder, pero si sus clones podían conocer su ubicación él tampoco debía poder conocerla. En el fondo, o negaba esa información a sus copias para que nadie hurgase en su mente o se ocultaba en un lugar que nadie, ni siquiera él, conocería jamás. Aunque la segunda tenía una serie de contras tal como que una simple esquirla de kairoseki debería dejarlo solo y perdido, incapaz de contactar con el mundo, a no ser que tuviese una rama de su organización dedicada a mantener un salvoconducto encadenado para evitar que el rey supiese dónde había generado sus primeros clones.
Aunque todo aquello era pura especulación, su plan pasaba por el mismo primer punto procedimental: Hacer de sus enemigos poderosos aliados. Y ello se dividía en varios puntos, de los cuales el primero era vestirse adecuadamente a la situación.
Salió del barco mercante agradeciendo la oportunidad al capitán mientras un pequeño gato maullaba frente a toda la tripulación, recomendando encarecidamente que no hablasen de aquel muchacho rubio a nadie, y el joven que se había presentado como Michael Marcson abandonó, cuidadosamente, la escena.
Conocía Water Seven, se había criado allí. Por eso no le costó encontrar los ángulos muertos de los muelles y desaparecer en medio de un callejón que nadie transitaba nunca si no era imprescindible, más por los horribles olores de vísceras que dejaban atrás las lonjas que por los peligros que pudiesen traer, pero Yarmin quería la tranquilidad para cambiarse y, con mucho cuidado de no mojar el maletín en sangre ni en jugos apestosos, dejó los pescadores y la camiseta de sisa en pos de su tradicional traje, pero chaqueta abierta y sin corbata. Se puso el reloj de la CIA, enfundó sus armas y acopló a su cinturón, ocultos entre su dorso y la cintura del pantalón, los treinta y dos knock-up bomblet que cabían. Llevaba sesenta y ocho más en el maletín junto con su arpón, cuerda y demás cosas de espías -entre ellas, el jugo de belladona que Gellert preparaba semanalmente-. Enganchó un par de mistifús al bolsillo de su americana y guardó una baraja de cartas Temp en su bolsillo, así como un den den mushi carmesí en el otro. Llevaba balas suficientes para diez días, aunque no esperaba gastar más de las ochenta para el primero -o ninguna, si podía evitarlo-, y había preparado un salvoconducto que, aunque expondría su identidad real, le salvaría el culo temporalmente: Había hecho creer que un lingüista se ocultaba en Water Seven con informacción del Siglo Vacío, lo que seguramente tuviese a medio Cipher Pol 9 de incógnito buscando desesperadamente, aunque dado que él había accedido a los archivos, seguramente podría reconocerlos en caso de necesidad.
Cuando se hubo cambiado salió con la misma discreción del callejón, evitando las miradas y tratando de resultar lo más discreto posible mientras se dirigía al club de caballeros Mandel&Sons, donde otro compañero había fracasado estrepitosamente seguramente por puto payaso. Y, aunque no esperaba sacar nada demasiado provechoso, cabía la posibilidad de encontrar alguna cara fichada o a alguien relacionado con el escurridizo rey del Bajo mundo.
Durante el camino trató de hacerse confundir entre el vulgo, lo cual no terminaba de ser difícil pese a que era extraordinariamente más atractivo que el resto. Agachar la cabeza hasta que su mínima papada resaltaba, adelantar los hombros para parecer apocado, una ligera curvatura de su espalda en leve chepa y caminar arrastrando los pies... Un oficinista cualquiera, un tipo normal algo atractivo, casi invisible con su maletín de trabajo. Se mantuvo así hasta que se sentó, fingiendo únicamente estar agotado mientras prestaba atención a cualquier persona hablando de algo mínimamente interesante.
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Mandel&Sons se alza orgullosamente en uno de los canales principales de la ciudad. El edificio está aislado del resto de la calle por el agua y es solo accesible en barca o yagara bull, y no cualquiera puede hacerlo, pues el club promete absoluta privacidad y un ambiente exclusivo para caballeros de buena clase. El edificio es un palacete urbano de tres pisos de una hermosa piedra blanca, con soportales de columnas elegantes de mármol y varios balcones cerrados. Su arquitectura es señorial y magnífica, si bien proporcionada y sin rallar en un mal gusto recargado.
Para acceder al Mandel&Sons "legalmente" necesitas presentarte frente a alguno de los puestos de acceso en las calles cercanas, donde gente trajeada espera junto a un yagara bull dorado. Por lo general los socios se dirigen directamente al local en sus propios vehículos y presentan ante la seguridad exterior sus credenciales, pero algunos toman el bull dorado, bien porque viven cerca o porque son suplicantes que desean pertenecer al exclusivo club. En cualquier caso, muy poco logran dicho honor. Tal vez prefieras métodos algo más expeditivos para entrar, o simplemente pedirle amablemente que te dejen pasar. En cualquier caso, tal vez te interese sabes que hay cuatro fieros rabuka bulls rondando los canales que rodean el palacete, con equipos de tres guardias de seguridad sobre ellos.
Para acceder al Mandel&Sons "legalmente" necesitas presentarte frente a alguno de los puestos de acceso en las calles cercanas, donde gente trajeada espera junto a un yagara bull dorado. Por lo general los socios se dirigen directamente al local en sus propios vehículos y presentan ante la seguridad exterior sus credenciales, pero algunos toman el bull dorado, bien porque viven cerca o porque son suplicantes que desean pertenecer al exclusivo club. En cualquier caso, muy poco logran dicho honor. Tal vez prefieras métodos algo más expeditivos para entrar, o simplemente pedirle amablemente que te dejen pasar. En cualquier caso, tal vez te interese sabes que hay cuatro fieros rabuka bulls rondando los canales que rodean el palacete, con equipos de tres guardias de seguridad sobre ellos.
Yarmin Prince
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Mandel&Sons era un club de caballeros peculiar. Todo el mundo sabía que en ese lugar había algo que no terminaba de encajar, pero nadie nunca había logrado hacer una redada con éxito -al menos, hasta donde él sabía- ni detener a los muchas veces interesantes clientes y miembros del club. Era tal vez una suerte de terreno sagrado donde nadie, más allá de los socios de Elrik, tenía jurisdicción. Tal vez. Lo que estaba claro era que la seguridad era tomada muy en serio, puesto que poner rabukas en los canales circundantes del local era una forma de decir "mírame y no me toques", completando la palabra que emanaba del edificio: "Deséame". Teniendo en cuenta la enorme cantidad de gente que hacía cola en varios puntos alrededor para subirse a los yagara dorados, era obvio que se hacía desear.
Yarmin se aseguró de no alzar la vista ni por un momento, simplemente confiando en que su ángulo de visión y su capacidad de percepción le diesen alguna pista acerca de la seguridad que había alrededor ya que, era lógico, los pesados rabuka no estaban para cuidar el agua, solo para imponer. La verdadera protección tenía que estar en los edificios alrededor. Podría haber levantado la cabeza y escrutar escrupulosamente cada tejado, pero si había ojos viéndole -asumía que, probablemente, nadie estuviese mirándole específicamente a él- no quería dar la más mínima impresión de atender a nada que no fuese estrictamente asunto suyo. No obstante fue suficiente para detectar un brillo extraño en uno de los tejados. No pudo evitar sonreír al pensar que la seguridad era allí mucho menos profesional de lo que decía ser, pero tampoco quiso confiarse porque, aunque fuesen detectables, nada aseguraba que no fuesen letales.
Siguió de largo como si no se hubiese enterado de nada y caminó por la calle unos doscientos metros más allá, detectando a medio avance algo que, de ser arquitecto, seguramente habría podido asegurar que no era paranoia. Sin embargo, solo tenía la percepción visual de que esa chimenea era demasiado gorda, distorsionando la perspectiva que la ciudad pretendía transmitir a través de su arquitectura. Y no significaba nada, al fin y al cabo, que hubiese un constructor hortera que no tuviese el más mínimo sentido del gusto. Aun así, y sin dejar de caminar, activó su Haki de observación durante apenas un par de segundos. No le decía gran cosa si no detectaba nada -podía ser una máquina, cámara oculta, explosivos o quién sabe qué- pero, si detectaba algo, tendría una idea más precisa de qué se cocía exactamente allí. De todos modos, no pensaba detenerse hasta poder perder de vista el club, y entonces giraría a la derecha dos veces.
Puesto a recorrer la paralela debía tener en cuenta, ya con un poco menos de reparo, todo lo que hubiese que ver allí. Le interesaba saber si en segunda línea habría tiradores de cobertura, pero al mismo tiempo estaba buscando una cosa: Acceso. Si había alguien en un tejado tenía que haber subido por algún lado, lo cual llevaba sin duda a dos posibilidades: O había escalerillas -o un método de subida- en callejones discretos y estaban allí apostados desde la noche, o entraban tranquilamente por un edificio y subían a través de entradas secretas. No podía descartar tampoco que hubiese tiradores en ventanas, así que desde luego era una opción a tener en cuenta, pero si había tanto esfuerzo para proteger un simple club relacionado con los bajos fondos, por mucho que fuese crimen de alto copete, no podía pertenecer a cualquiera. Tal vez no fuese un local de Elrik, pero estaba convencido de que como mínimo este había extendido sus raíces tan hondo en el lugar que era una extensión de sí mismo. Y eso, al mismo tiempo, hacía que tal vez entrar en ese lugar pudiese ser la peor decisión de su vida.
Por eso quería cerciorarse, esa vez alzando ligeramente más la cabeza -para prestar mayor atención a los detalles- de que no había una segunda línea de apoyo. De haberla repetiría el proceso hasta encontrar la última puesto que de haber dos, bien podía haber tres, cinco o incluso diez. Buscaría también nuevos elementos perturbadores en la arquitectura, brillo de mirillas y escaleras a los tejados en los callejones que pudiese haber. Si no había segunda línea, era momento de actuar. Encontrar la subida y ascender, aunque en cualquier caso podía hacer uso del geppou, este no aseguraba ocultar sus pasos ni controlar el entorno de una forma tan medida como sus pasos requerían. Además, necesitaba saber dónde podía esconderse para poder cubrirse de miradas indiscretas.
Yarmin se aseguró de no alzar la vista ni por un momento, simplemente confiando en que su ángulo de visión y su capacidad de percepción le diesen alguna pista acerca de la seguridad que había alrededor ya que, era lógico, los pesados rabuka no estaban para cuidar el agua, solo para imponer. La verdadera protección tenía que estar en los edificios alrededor. Podría haber levantado la cabeza y escrutar escrupulosamente cada tejado, pero si había ojos viéndole -asumía que, probablemente, nadie estuviese mirándole específicamente a él- no quería dar la más mínima impresión de atender a nada que no fuese estrictamente asunto suyo. No obstante fue suficiente para detectar un brillo extraño en uno de los tejados. No pudo evitar sonreír al pensar que la seguridad era allí mucho menos profesional de lo que decía ser, pero tampoco quiso confiarse porque, aunque fuesen detectables, nada aseguraba que no fuesen letales.
Siguió de largo como si no se hubiese enterado de nada y caminó por la calle unos doscientos metros más allá, detectando a medio avance algo que, de ser arquitecto, seguramente habría podido asegurar que no era paranoia. Sin embargo, solo tenía la percepción visual de que esa chimenea era demasiado gorda, distorsionando la perspectiva que la ciudad pretendía transmitir a través de su arquitectura. Y no significaba nada, al fin y al cabo, que hubiese un constructor hortera que no tuviese el más mínimo sentido del gusto. Aun así, y sin dejar de caminar, activó su Haki de observación durante apenas un par de segundos. No le decía gran cosa si no detectaba nada -podía ser una máquina, cámara oculta, explosivos o quién sabe qué- pero, si detectaba algo, tendría una idea más precisa de qué se cocía exactamente allí. De todos modos, no pensaba detenerse hasta poder perder de vista el club, y entonces giraría a la derecha dos veces.
Puesto a recorrer la paralela debía tener en cuenta, ya con un poco menos de reparo, todo lo que hubiese que ver allí. Le interesaba saber si en segunda línea habría tiradores de cobertura, pero al mismo tiempo estaba buscando una cosa: Acceso. Si había alguien en un tejado tenía que haber subido por algún lado, lo cual llevaba sin duda a dos posibilidades: O había escalerillas -o un método de subida- en callejones discretos y estaban allí apostados desde la noche, o entraban tranquilamente por un edificio y subían a través de entradas secretas. No podía descartar tampoco que hubiese tiradores en ventanas, así que desde luego era una opción a tener en cuenta, pero si había tanto esfuerzo para proteger un simple club relacionado con los bajos fondos, por mucho que fuese crimen de alto copete, no podía pertenecer a cualquiera. Tal vez no fuese un local de Elrik, pero estaba convencido de que como mínimo este había extendido sus raíces tan hondo en el lugar que era una extensión de sí mismo. Y eso, al mismo tiempo, hacía que tal vez entrar en ese lugar pudiese ser la peor decisión de su vida.
Por eso quería cerciorarse, esa vez alzando ligeramente más la cabeza -para prestar mayor atención a los detalles- de que no había una segunda línea de apoyo. De haberla repetiría el proceso hasta encontrar la última puesto que de haber dos, bien podía haber tres, cinco o incluso diez. Buscaría también nuevos elementos perturbadores en la arquitectura, brillo de mirillas y escaleras a los tejados en los callejones que pudiese haber. Si no había segunda línea, era momento de actuar. Encontrar la subida y ascender, aunque en cualquier caso podía hacer uso del geppou, este no aseguraba ocultar sus pasos ni controlar el entorno de una forma tan medida como sus pasos requerían. Además, necesitaba saber dónde podía esconderse para poder cubrirse de miradas indiscretas.
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
No has escalerillas de acceso a los edificios, por desgracia. Tampoco ves desde las estrechas calles posteriores nada que te llame la atención, y tu kenbunshoku no revela ninguna presencia en la chimenea. Mientras das una vuelta, sin embargo, te das cuenta por pequeños detalles que muchos pisos de los edificios están deshabitados. Para un observador casual hubiesen pasado desapercibidos, pero detalles en la suciedad de las ventanas te dicen que algunas de ellas no se han abierto en más de un año. No es el caso de todos los pisos, y de hecho los más bajos parecen poblados. No ves nada más interesante. No tienes claro si hay más tiradores dado que no puedes ver los tejados, aunque en los momentos en que sales de nuevo a los canales principales y tienes calles más amplias, puedes volver a verlos. Crees, y remarco el crees, que has visto detalles sospechosos en todos los tejados. Algún destello de mira pero que al mirar a ese lugar no había nada, algunas partes del tejado ligerísimamente menos sucias... cosas que te hacen sospechar. Si atiendes a tus instintos y sospechas, hay al menos seis tiradores, probablemente más, repartidos a lo largo de los tejados de los cuatro lados de la "plaza".
Yarmin Prince
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tantos detalles, tan poco útiles... Yarmin se fijaba discretamente en cada mínimo resquicio del tapiz que era Water Seven, buscando un simple hilo del que poder tirar. Callejones estrechos sin acceso a los tejados, áticos y desvanes abandonados y, cómo no, miras que aparecían y desaparecían. Había un par de cosas que, prestándoles la atención adecuada, podía desenvolver hasta dar con su esencia: Había, por lo menos, seis francotiradores. No había una segunda hilera. Aunque bien pensado y teniendo en cuenta la altura de los edificios tampoco habría resultado útil, era mucho mejor asegurarse de que los asesinos de Mandel no tuviesen una cobertura inusitadamente sólida. Sin embargo, podía estar frente a tiradores del Gobierno. Le extrañaría mucho, claro, que hubiese esa clase de vigilancia sobre un simple club -independientemente de su influencia, o incluso más le extrañaría debido a ella-, pero era una idea que no podía descartar de buenas a primeras.
¡Demasiadas ideas!
Se paró en la calle. Había sido relativamente de golpe, pero lo hizo parecer un simple despiste, cambiando de dirección para entrar en una callejuela adyacente, lejos de cuanta mirada indiscreta pudiese detectar, buscando un banco en el que sentarse. No porque estuviese cansado, sino porque necesitaba fijar su atención en algo abstracto, de lo que no pudiese captar más detalles tras una primera impresión. Con un lienzo en blanco podía analizar cada una de las vertientes de sus acciones y consecuencias, reflexionar acerca de lo que había visto y su significado, encontrar una puerta que aún no hubiese visto o, por el contrario, hacerse una él mismo.
Baremó posibilidades. Por una parte tenía el club, rodeado de al menos seis tiradores que iban y venían seguramente entre distintas posiciones a turnos asíncronos, controlando siempre cada ángulo desde distintas posiciones. Si eso era cierto implicaba que había alguna clase de ángulo muerto que resolvían como podían o, también, que tendían una trampa a quienes eran lo bastante observadores pero no sabían trabajar la información que recababan. Había una tercera opción, también, que sería la más conveniente: Había un número de guardias, seis o menos, que cubrían la totalidad de los ángulos. Había marcas abandonadas porque el cambio siempre era en posiciones marcadas, pero diferentes. Eso implicaría que donde veía un vacío no había nadie, también que nadie esperaría verle allí. Igualmente no podía contar con esa idea porque cabía la posibilidad de que se cubriesen posiciones a tiempos y vigilasen también los nichos de los demás francotiradores. O sea, en el mejor de los casos había tres a la vez y había llegado justo en el cambio de turno. En el peor podía haber hasta doce que pudiese detectar -turnándose de seis en seis, claro- más los que de alguna forma escapasen a su control. Había otra, casi apocalíptica, en la que una única persona controlaba todo: Drones. En Oasis poseían un par de grúas-rifle que manejaban a distancia, y estaban haciendo ensayos con inteligencia artificial para suplir en caso de emergencia, aunque estaba demostrando que no era demasiado eficaz por el momento. Sin embargo, nada decía que Elrik no pudiese poseer tecnologías iguales o mayores a las que él desarrollaba.
Estaba bloqueado. Si entraba como Mihael dejaría una huella para Elrik, y si lo hacía como Yarmin no podría borrar sus pasos de cara al Cipher Pol. Tendría que buscar una buena excusa, pero tenía la cabeza demasiado centrada en descubrir los secretos del viejo rey como para pensar en ello. No podía usar un nombre falso porque se descubriría, y todo apuntaba a que no podría usar su fruta sobre el hombre de seguridad sin que un disparo los alcanzase a ambos. Eso, o que sabiendo que se colaba lo dejasen pasar. No podría saber eso y contar con que había tenido éxito errando totalmente lo dejaba desprotegido.
Sí, solo tenía una opción.
Se levantó del asiento y comenzó a caminar hacia el local, buscando cualquier boutique de lujo con vistas al local, desde el que pudiese captar a cualquier pobre desgraciado que saliese en uno de los yagaras dorados para... Bueno, iniciar un acercamiento. Si encontraba una aprovecharía para comprar un par de vestidos y joyas de la talla apropiada. De no haber buscaría una cafetería desde la que tener una vista privilegiada del mismo.
Suspiró. Dudaba que hubiese tanta vigilancia, ¿pero y si la había?
¡Demasiadas ideas!
Se paró en la calle. Había sido relativamente de golpe, pero lo hizo parecer un simple despiste, cambiando de dirección para entrar en una callejuela adyacente, lejos de cuanta mirada indiscreta pudiese detectar, buscando un banco en el que sentarse. No porque estuviese cansado, sino porque necesitaba fijar su atención en algo abstracto, de lo que no pudiese captar más detalles tras una primera impresión. Con un lienzo en blanco podía analizar cada una de las vertientes de sus acciones y consecuencias, reflexionar acerca de lo que había visto y su significado, encontrar una puerta que aún no hubiese visto o, por el contrario, hacerse una él mismo.
Baremó posibilidades. Por una parte tenía el club, rodeado de al menos seis tiradores que iban y venían seguramente entre distintas posiciones a turnos asíncronos, controlando siempre cada ángulo desde distintas posiciones. Si eso era cierto implicaba que había alguna clase de ángulo muerto que resolvían como podían o, también, que tendían una trampa a quienes eran lo bastante observadores pero no sabían trabajar la información que recababan. Había una tercera opción, también, que sería la más conveniente: Había un número de guardias, seis o menos, que cubrían la totalidad de los ángulos. Había marcas abandonadas porque el cambio siempre era en posiciones marcadas, pero diferentes. Eso implicaría que donde veía un vacío no había nadie, también que nadie esperaría verle allí. Igualmente no podía contar con esa idea porque cabía la posibilidad de que se cubriesen posiciones a tiempos y vigilasen también los nichos de los demás francotiradores. O sea, en el mejor de los casos había tres a la vez y había llegado justo en el cambio de turno. En el peor podía haber hasta doce que pudiese detectar -turnándose de seis en seis, claro- más los que de alguna forma escapasen a su control. Había otra, casi apocalíptica, en la que una única persona controlaba todo: Drones. En Oasis poseían un par de grúas-rifle que manejaban a distancia, y estaban haciendo ensayos con inteligencia artificial para suplir en caso de emergencia, aunque estaba demostrando que no era demasiado eficaz por el momento. Sin embargo, nada decía que Elrik no pudiese poseer tecnologías iguales o mayores a las que él desarrollaba.
Estaba bloqueado. Si entraba como Mihael dejaría una huella para Elrik, y si lo hacía como Yarmin no podría borrar sus pasos de cara al Cipher Pol. Tendría que buscar una buena excusa, pero tenía la cabeza demasiado centrada en descubrir los secretos del viejo rey como para pensar en ello. No podía usar un nombre falso porque se descubriría, y todo apuntaba a que no podría usar su fruta sobre el hombre de seguridad sin que un disparo los alcanzase a ambos. Eso, o que sabiendo que se colaba lo dejasen pasar. No podría saber eso y contar con que había tenido éxito errando totalmente lo dejaba desprotegido.
Sí, solo tenía una opción.
Se levantó del asiento y comenzó a caminar hacia el local, buscando cualquier boutique de lujo con vistas al local, desde el que pudiese captar a cualquier pobre desgraciado que saliese en uno de los yagaras dorados para... Bueno, iniciar un acercamiento. Si encontraba una aprovecharía para comprar un par de vestidos y joyas de la talla apropiada. De no haber buscaría una cafetería desde la que tener una vista privilegiada del mismo.
Suspiró. Dudaba que hubiese tanta vigilancia, ¿pero y si la había?
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.