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Katharina von Steinhell
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Akuma no mi
Varios
En el momento en que vio la carreta creada gracias a las habilidades de su compañero, refrescó la mente e intentó ignorar el escándalo de su alrededor. Cerró los ojos para poder concentrarse y luego acumular magia, manifestada como una intensa luz brillante, en sus manos. Tras abrirlos, se dejaron ver dos pupilas rebosantes de magia, otorgándoles un brillo sobrenatural. Posó ambas palmas sobre la estatua de oro, para luego dejar que su dominio sobre la materia hiciese efecto. Mientras Katharina reducía lentamente el tamaño del trofeo, la aberración compuesta por decenas de cadáveres usaba su propio cuerpo para proteger a su creadora. Bastaron unos cuantos minutos para que la estatua se viera reducida en al menos la mitad de su tamaño original. No obstante, cansó a la bruja… Energías que recuperaba, energías que gastaba. Así iba la cosa de momento, aunque dejó algo guardado por si acaso.
Siguió las instrucciones de su compañero, ya no tenía ganas de discutir si el plan sería bueno o no, lo único que deseaba era salir de esa condenada isla. Se metió en muchos problemas solo para conseguir… ¿una estatua de oro? Al menos contaba con la ayuda de su anterior enemiga: Soi Fong.
—Bobby, tú distrae a los guardias mientras yo huyo —le ordenó con voz apagada—. Soi Fong, nos acompañarás… ¿verdad?
—En esta ciudad ya no queda nada para mí —le respondió sumamente tranquila—. Si nos vamos, es momento de hacerlo.
Soi Fong, pese a estar cansada y medio herida por las constantes batallas que tuvo, consiguió cargar la carreta y desplazarla algunas cuadras, pero el cansancio terminó ganándole. Katharina creyó que era demasiado arriesgado continuar con el robo, pero de pronto su vista fue iluminada por la repentina aparición de dos increíbles bestias. ¿Acaso el destino había decidido colaborar con ella? No tenía tiempo para responder preguntas sin sentido, pues lo único importante era conseguir que esos dos caballos llevaran la carreta. Y ahí fue donde entraron las fascinantes habilidades de la bruja. Hacía ya muchos años que llevaba trabajando con criaturas, algunas ordinarias y otras… excepcionales. Ganarse la simpatía de dos bestias sería demasiado fácil, pues no representaban ningún reto.
No solo se apoyó con sus habilidades de domadora, sino que también usó su Haoshoku Haki para calmar el corazón y la mente de los caballos. Mientras Katharina se encargaba de “conseguir” la ayuda de los animales, Soi Fong preparó rápidamente las cuerdas e hizo unos nudos que parecían resistir. El resto del viaje solo fue adrenalina pura y diversión… Las bestias de carga esprintaron lo más veloz que sus musculosas piernas les permitían, arrollando a algunas personas y destruyendo algunas tiendas, pero nada grave. Por otra parte, la bruja aprovechó el tiempo para reunir energía mágica y prepararse para lo peor. Quería confiar en Yuu, pero estaba la posibilidad de que todo saliese mal… Prepararse para el peor escenario era lo más sensato.
—Espero que aún tengas ganas de seguir luchando —le dijo a su compañera cuando llegó al muelle y vio un escuadrón de soldados—. ¡Vaya! Si nos hemos vuelto a encontrar, pececito.
Siguió las instrucciones de su compañero, ya no tenía ganas de discutir si el plan sería bueno o no, lo único que deseaba era salir de esa condenada isla. Se metió en muchos problemas solo para conseguir… ¿una estatua de oro? Al menos contaba con la ayuda de su anterior enemiga: Soi Fong.
—Bobby, tú distrae a los guardias mientras yo huyo —le ordenó con voz apagada—. Soi Fong, nos acompañarás… ¿verdad?
—En esta ciudad ya no queda nada para mí —le respondió sumamente tranquila—. Si nos vamos, es momento de hacerlo.
Soi Fong, pese a estar cansada y medio herida por las constantes batallas que tuvo, consiguió cargar la carreta y desplazarla algunas cuadras, pero el cansancio terminó ganándole. Katharina creyó que era demasiado arriesgado continuar con el robo, pero de pronto su vista fue iluminada por la repentina aparición de dos increíbles bestias. ¿Acaso el destino había decidido colaborar con ella? No tenía tiempo para responder preguntas sin sentido, pues lo único importante era conseguir que esos dos caballos llevaran la carreta. Y ahí fue donde entraron las fascinantes habilidades de la bruja. Hacía ya muchos años que llevaba trabajando con criaturas, algunas ordinarias y otras… excepcionales. Ganarse la simpatía de dos bestias sería demasiado fácil, pues no representaban ningún reto.
No solo se apoyó con sus habilidades de domadora, sino que también usó su Haoshoku Haki para calmar el corazón y la mente de los caballos. Mientras Katharina se encargaba de “conseguir” la ayuda de los animales, Soi Fong preparó rápidamente las cuerdas e hizo unos nudos que parecían resistir. El resto del viaje solo fue adrenalina pura y diversión… Las bestias de carga esprintaron lo más veloz que sus musculosas piernas les permitían, arrollando a algunas personas y destruyendo algunas tiendas, pero nada grave. Por otra parte, la bruja aprovechó el tiempo para reunir energía mágica y prepararse para lo peor. Quería confiar en Yuu, pero estaba la posibilidad de que todo saliese mal… Prepararse para el peor escenario era lo más sensato.
—Espero que aún tengas ganas de seguir luchando —le dijo a su compañera cuando llegó al muelle y vio un escuadrón de soldados—. ¡Vaya! Si nos hemos vuelto a encontrar, pececito.
Luka Rooney
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Saberes
Akuma no mi
Varios
Unos pequeños rayos de sol incidían en la piel del tiburón, que preparó su cuerpo para lo que estaba por venir. Los pocos soldados que había no supondrían ningún problema una vez acabase con su jefe, y seguramente la mitad saliesen corriendo si lo conseguía.
- Me pregunto por qué haréis esta clase de cosas… Pero supongo que ni siquiera merece la pena.
El mutado cuerpo del habitante del mar, de mayor dimensión y consistencia, estaba listo para un último golpe letal, ¿pero cómo darlo? ¿cuál sería el momento perfecto? Pronto se sabría.
El humano decidió pasar a la acción, probablemente inundado por los mismos pensamientos que el tiburón. Ya había sido un baile lo suficientemente largo como para darle una prórroga. Lo inteligente sería finalizarlo pronto, o al menos con la mayor rapidez posible. Y eso sólo pasaba por una opción; forzar el cuerpo al límite, tal y como lo estaba haciendo el tiburón.
Con una pose defensiva, esperó que el ataque el humano llegase, que a manos descubiertas, lanzó una serie de combos a alta velocidad, desplazando hacia atrás constantemente al habitante del mar, cuyo único objetivo era bloquear sus golpes.
Los puños cubiertos de haki de Luka chocaban con los del humano, que a su vez también empleaban esa extraña fuerza misteriosa. Tras unos segundos, el tiburón vio la oportunidad de realizar un ataque contundente y, ladeando la cadera tras un puñetazo errado del humano, giró noventa grados hasta dar una potente patada en el tobillo de su rival, que se vió obligado a agacharse levemente tras el golpe, lo cual provocó que descuidara su defensa, entonces, el tiburón dio un salto para coger impulso y lanzó un puñetazo con todas sus fuerzas, imprimiendo bastante vibración en él, algo que causaría daños internos en su rival, en caso de darle.
Pese a que el humano intentó evadirlo, la contundencia del golpe y su agilidad fueron suficientes para dar de lleno en el rostro de éste, que cayó al suelo y se desplomó.
Agotado, el tiburón observó a su alrededor a la par que su agitada respiración iba calmándose de manera muy lenta. Los guardias, estupefactos, empezaron a huir, mientras que otros se quedaron plasmados en el lugar en el que llevaban varios minutos. Las energías de Luka no daban para más, por lo que se dispuso a ignorar al resto de guardias, manteniendo, eso sí, la atención en todos ellos por si por algún casual se llenaban de valentía -o temeridad- y le atacaban. Pero entonces se encontró de nuevo con aquella mujer del principio, con la cual no hizo muy buenas migas. Parecía incluso más cansada que él, por lo que la miró de arriba a abajo y se cuestionó si debía ayudarla.
- Parece que no he sido el único que se lo ha pasado bien aquí -comentó quizá demasiado sereno-. Nosotros nos vamos ya en este barco, supongo que por meter a alguien más no pasará nada… ¿Dónde está tu compañero?
Si aceptaban la propuesta del tiburón, todos partirían lo más pronto posible, en caso contrario, el tiburón se montaría igualmente en el barco para partir a un lugar mejor. ¿Qué lugar le tendría deparado el destino? ¿Dónde querrían descansar todos los ex-esclavos? La vida de aquella gente estaba apunto de cambiar hasta tal punto, que ni siquiera ellos eran conscientes de ello.
- Me pregunto por qué haréis esta clase de cosas… Pero supongo que ni siquiera merece la pena.
El mutado cuerpo del habitante del mar, de mayor dimensión y consistencia, estaba listo para un último golpe letal, ¿pero cómo darlo? ¿cuál sería el momento perfecto? Pronto se sabría.
El humano decidió pasar a la acción, probablemente inundado por los mismos pensamientos que el tiburón. Ya había sido un baile lo suficientemente largo como para darle una prórroga. Lo inteligente sería finalizarlo pronto, o al menos con la mayor rapidez posible. Y eso sólo pasaba por una opción; forzar el cuerpo al límite, tal y como lo estaba haciendo el tiburón.
Con una pose defensiva, esperó que el ataque el humano llegase, que a manos descubiertas, lanzó una serie de combos a alta velocidad, desplazando hacia atrás constantemente al habitante del mar, cuyo único objetivo era bloquear sus golpes.
Los puños cubiertos de haki de Luka chocaban con los del humano, que a su vez también empleaban esa extraña fuerza misteriosa. Tras unos segundos, el tiburón vio la oportunidad de realizar un ataque contundente y, ladeando la cadera tras un puñetazo errado del humano, giró noventa grados hasta dar una potente patada en el tobillo de su rival, que se vió obligado a agacharse levemente tras el golpe, lo cual provocó que descuidara su defensa, entonces, el tiburón dio un salto para coger impulso y lanzó un puñetazo con todas sus fuerzas, imprimiendo bastante vibración en él, algo que causaría daños internos en su rival, en caso de darle.
Pese a que el humano intentó evadirlo, la contundencia del golpe y su agilidad fueron suficientes para dar de lleno en el rostro de éste, que cayó al suelo y se desplomó.
Agotado, el tiburón observó a su alrededor a la par que su agitada respiración iba calmándose de manera muy lenta. Los guardias, estupefactos, empezaron a huir, mientras que otros se quedaron plasmados en el lugar en el que llevaban varios minutos. Las energías de Luka no daban para más, por lo que se dispuso a ignorar al resto de guardias, manteniendo, eso sí, la atención en todos ellos por si por algún casual se llenaban de valentía -o temeridad- y le atacaban. Pero entonces se encontró de nuevo con aquella mujer del principio, con la cual no hizo muy buenas migas. Parecía incluso más cansada que él, por lo que la miró de arriba a abajo y se cuestionó si debía ayudarla.
- Parece que no he sido el único que se lo ha pasado bien aquí -comentó quizá demasiado sereno-. Nosotros nos vamos ya en este barco, supongo que por meter a alguien más no pasará nada… ¿Dónde está tu compañero?
Si aceptaban la propuesta del tiburón, todos partirían lo más pronto posible, en caso contrario, el tiburón se montaría igualmente en el barco para partir a un lugar mejor. ¿Qué lugar le tendría deparado el destino? ¿Dónde querrían descansar todos los ex-esclavos? La vida de aquella gente estaba apunto de cambiar hasta tal punto, que ni siquiera ellos eran conscientes de ello.
Nada más llegar al suelo, rápidamente se impulsó hacia arriba para ponerse de pie en poco tiempo. El sujeto que le perseguía se hallaba bajando por una tubería de la fachada del edificio, para luego impulsarse desde la pared con el fin de placar al muchacho. Como el individuo parecía algo pesado, al joven no le resultó demasiado complicado apartarse a tiempo. Una vez pisó el suelo, el pirata pudo presenciar el rostro de este. Un samurái, al parecer un alto rango de Reddo Teikoku por sus distintivos, se hallaba ante él. No llevaba protección en la cabeza, por lo que su larga y despeinada melena negra era bastante visible. A pesar de que tenía un largo flequillo tapándole la frente, el ladrón llegó a observar que tenía el ojo tapado por un parche. Sus vestimentas eran las típicas de la guardia de la ciudad, mas eran de un color distinto de lo normal.
– ¿Y tú quién coño eres? – preguntó Yuu, sin siquiera sacar un arma.
– ¡Ríndete, Dark Blade! ¡Ante tí se halla uno de los más fuertes de la ciudad! ¡El inigualable, el imbatible… Kuro no Ryuu! Además de ese, tengo muchos nombres. ¡Algunos me conocen como el Samurái Negro! ¡Otros como…!
– Corta el puto rollo. ¿Quieres luchar? Venga, luchemos.
– No, no, no… – negó con la cabeza y cruzó los brazos. – No malgastaré mis poder contigo, escoria. ¡Ríndete ahora, si no quieres que te mate en un segundo!
– ¿Me estás vacilando? – levantó la ceja. – ¿Quieres que te rebane la yugular, pedazo de retrasado? – sacó inmediatamente una de sus espadas y dio dos pasos hacia delante.
– ¿Osas desafiarme, Dark Blade? ¡Has cometido el mayor error de tu vida!
– Creo que he acabado por odiar ese nombre. Me da ganas de cortarle la cabeza a quién me lo haya puesto. – suspiró. – Y tú, imbécil. ¿Sabes qué? Será mejor que te largues de aquí y me dejes tranquilo. Tengo prisa, y no me apetece quedarme a matar a gilipollas como tú. – finalizó, mientras se giraba para dirigirse al muelle. Todo era una estratagema para que aquel cometiese una imprudencia y poder acabar con él en poco tiempo.
– ¡Sanguinario! ¡Sádico! ¡Indecente! ¡Malhechor! ¡Dark Blade, voy a proceder a tu arresto! – empezó a correr tras sacar su katana de su vaina. Cuando alcanzó a Yuu, este dio un salto para asestar un golpe desde arriba en vertical.
El plan del pirata no salió muy bien. Cuando fue a girarse para defenderse, esperó un ataque por la derecha o izquierda, mas no por arriba. Colocó la espada de tal forma que bloqueó el ataque por los pelos. El samurái empezó a atacar con golpes a bocajarro, desde diferentes ángulos. Varios de ellos no pudo bloquearlos, por lo que le hirieron en diferentes sitios del cuerpo. Entre ellos, uno de los tajos cortó en dos su parche, dejando al descubierto su otro ojo, y propinándole un pequeño corte en la mejilla. Yuu le propinó una patada en el costado que le desequilibró durante unos segundos. En ese intervalo de tiempo, el ladrón se llevó su mano libre al ojo, puesto que no estaba acostumbrado a tenerlo al descubierto, y la luz le cegó.
– Hijo de perra… hijo de perra… ¡Hijo de perra! – fue cegado completamente por la ira, al pensar que un enemigo podía haber visto aquel defecto por el que se sentía más acomplejado. Se quitó la mano del ojo y desenfundó su otra espada, colocándosela en su siniestra. – ¡Voy a cerrarte la puta boca yo mismo! ¡Despídete de tu patética vida!
El ladrón colocó del revés sus espadas, poniendo el filo hacia atrás. A una gran velocidad, corrió hacia su contrincante. A escasos metros de él, realizó dos tajos en diagonal formando una X, con el objetivo de grabársela con sangre en el pecho. Aún así… no resultó. El individuo no lo consiguió bloquear, pues otro lo bloqueó por él. La mano del nuevo e indeseado contrincante agarró a Yuu por el cuello, y lo lanzó varios metros hacia delante, contra el suelo.
– ¿Te pensabas que sería fácil, Blade? – preguntó retóricamente el nuevo. – Parece que mi compañero no te ha hablado de mí… permíteme presentarme. Soy Shiro no Ryuu… pero algunos me conocen como el Samurái Blanco.
– ¿Y tú quién coño eres? – preguntó Yuu, sin siquiera sacar un arma.
– ¡Ríndete, Dark Blade! ¡Ante tí se halla uno de los más fuertes de la ciudad! ¡El inigualable, el imbatible… Kuro no Ryuu! Además de ese, tengo muchos nombres. ¡Algunos me conocen como el Samurái Negro! ¡Otros como…!
– Corta el puto rollo. ¿Quieres luchar? Venga, luchemos.
– No, no, no… – negó con la cabeza y cruzó los brazos. – No malgastaré mis poder contigo, escoria. ¡Ríndete ahora, si no quieres que te mate en un segundo!
– ¿Me estás vacilando? – levantó la ceja. – ¿Quieres que te rebane la yugular, pedazo de retrasado? – sacó inmediatamente una de sus espadas y dio dos pasos hacia delante.
– ¿Osas desafiarme, Dark Blade? ¡Has cometido el mayor error de tu vida!
– Creo que he acabado por odiar ese nombre. Me da ganas de cortarle la cabeza a quién me lo haya puesto. – suspiró. – Y tú, imbécil. ¿Sabes qué? Será mejor que te largues de aquí y me dejes tranquilo. Tengo prisa, y no me apetece quedarme a matar a gilipollas como tú. – finalizó, mientras se giraba para dirigirse al muelle. Todo era una estratagema para que aquel cometiese una imprudencia y poder acabar con él en poco tiempo.
– ¡Sanguinario! ¡Sádico! ¡Indecente! ¡Malhechor! ¡Dark Blade, voy a proceder a tu arresto! – empezó a correr tras sacar su katana de su vaina. Cuando alcanzó a Yuu, este dio un salto para asestar un golpe desde arriba en vertical.
El plan del pirata no salió muy bien. Cuando fue a girarse para defenderse, esperó un ataque por la derecha o izquierda, mas no por arriba. Colocó la espada de tal forma que bloqueó el ataque por los pelos. El samurái empezó a atacar con golpes a bocajarro, desde diferentes ángulos. Varios de ellos no pudo bloquearlos, por lo que le hirieron en diferentes sitios del cuerpo. Entre ellos, uno de los tajos cortó en dos su parche, dejando al descubierto su otro ojo, y propinándole un pequeño corte en la mejilla. Yuu le propinó una patada en el costado que le desequilibró durante unos segundos. En ese intervalo de tiempo, el ladrón se llevó su mano libre al ojo, puesto que no estaba acostumbrado a tenerlo al descubierto, y la luz le cegó.
– Hijo de perra… hijo de perra… ¡Hijo de perra! – fue cegado completamente por la ira, al pensar que un enemigo podía haber visto aquel defecto por el que se sentía más acomplejado. Se quitó la mano del ojo y desenfundó su otra espada, colocándosela en su siniestra. – ¡Voy a cerrarte la puta boca yo mismo! ¡Despídete de tu patética vida!
El ladrón colocó del revés sus espadas, poniendo el filo hacia atrás. A una gran velocidad, corrió hacia su contrincante. A escasos metros de él, realizó dos tajos en diagonal formando una X, con el objetivo de grabársela con sangre en el pecho. Aún así… no resultó. El individuo no lo consiguió bloquear, pues otro lo bloqueó por él. La mano del nuevo e indeseado contrincante agarró a Yuu por el cuello, y lo lanzó varios metros hacia delante, contra el suelo.
– ¿Te pensabas que sería fácil, Blade? – preguntó retóricamente el nuevo. – Parece que mi compañero no te ha hablado de mí… permíteme presentarme. Soy Shiro no Ryuu… pero algunos me conocen como el Samurái Blanco.
Katharina von Steinhell
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Los ojos de la mujer observaron varios cuerpos inconscientes repartidos por todos lados, incluso algunos estaban muertos. Contempló serenamente el encuentro entre el gyojin y el guardia, decidiendo no intervenir. Ya había luchado demasiado y estaba cansada, además ya cumplió con el propósito de llegar con la estatua al puerto, lugar donde Yuu debería recogerla. Pero, ¿cómo podía confiar en el pelinegro? Cierto era que no le había fallado una sola vez, pero tal vez no tenía las fuerzas suficientes para cumplir su palabra. ¿Y si fue arrestado? ¿O asesinado? No quería colocarse en esa situación, pero no le quedaba de otra. Decidió esperar a lo más media hora, de lo contrario, llegarían más soldados y todo se iría a la mierda.
Escuchó atentamente las palabras del hombre-pez, provocando que la bruja soltara una sonrisa cínica. ¿En serio creería que aceptaría su ayuda? Katharina era una mujer orgullosa y solucionaría sus problemas por su cuenta, además no quería viajar en un barco repleto de esclavos. Prefería usar un navío más… sutil. Por otra parte, aún le parecía estúpido lo que el gyojin hizo y logró. ¿De qué servía liberar a esas personas si es que en otros lados del mundo más y más criaturas eran esclavizadas? No les daría una mejor vida, de hecho, muchos de ellos enfrentarían prontamente la muerte. ¿Cómo podrían saborear y disfrutar la libertad si es que jamás pensaron en tenerla? La única y verdadera forma de acabar de una vez por todas con la esclavitud, era arrinconando al Gobierno Mundial y hacerlo perecer… para siempre. Borrar la existencia de los Dragones Celestiales era el primero paso, luego habría que encargarse de hacerle entender a las autoridades de los países que la esclavitud sería perseguida y castigada con la muerte.
Descendió de la carreta y, antes de avanzar hacia donde estaba el gyojin, acarició el lomo del caballo marrón. Le hubiese gustado darle algo de comer o beber por el esfuerzo que hizo, pero no contaba con nada. Sus ojos se postraron en el luchador, observando las heridas que tenía y lo fatigado que se veía. Sí, ella también estaba cansada, pero tenía la certeza de que en un encuentro entre ellos dos, saldría victoriosa. Pero no había motivo alguno para luchar, de momento no.
—Quién sabe dónde anda ese —respondió sin mostrar preocupación—. Veo que conseguiste liberar una buena tanda de esclavos… Supongo que les darás trabajo y cuidarás de ellos, ¿no? Te encargarás de que tengan una vida digna y los protegerás, les enseñarás a vivir y a disfrutar la libertad —le comentó acercándose cada vez más—. Pero no creo que hayas pensado en todo eso… ¿Creíste que, una vez liberándolos, todo se solucionaría por arte y obra de magia? Te falta visión, libertador, pues las mismas personas que esperan a que subas al barco, siguen siendo esclavos del odio y el rencor, la furia y los tortuosos recuerdos que vivieron.
No tenía una postura clara acerca de si era mejor o no liberar a un grupo de esclavos, pues ¿qué diferencia habría si pronto serían esclavos de un nuevo amo? Y no necesariamente de uno vivo. Esclavos de sus deseos, ambiciones y frustraciones. Todos ellos pronto estarían envueltos en situaciones desastrosas, tal vez carcomidos por el hambre… Katharina pensó que el gyojin había sido demasiado imprudente y no se anticipó a las consecuencias de su actuar. Pero bueno, después de todos serían libres, ¿eh? Muertos de hambre y sin trabajo, en la completa deriva, pero libres.
—Es hora de que te vayas, gyojin, tus nuevos amigos te esperan —le dijo finalmente.
Escuchó atentamente las palabras del hombre-pez, provocando que la bruja soltara una sonrisa cínica. ¿En serio creería que aceptaría su ayuda? Katharina era una mujer orgullosa y solucionaría sus problemas por su cuenta, además no quería viajar en un barco repleto de esclavos. Prefería usar un navío más… sutil. Por otra parte, aún le parecía estúpido lo que el gyojin hizo y logró. ¿De qué servía liberar a esas personas si es que en otros lados del mundo más y más criaturas eran esclavizadas? No les daría una mejor vida, de hecho, muchos de ellos enfrentarían prontamente la muerte. ¿Cómo podrían saborear y disfrutar la libertad si es que jamás pensaron en tenerla? La única y verdadera forma de acabar de una vez por todas con la esclavitud, era arrinconando al Gobierno Mundial y hacerlo perecer… para siempre. Borrar la existencia de los Dragones Celestiales era el primero paso, luego habría que encargarse de hacerle entender a las autoridades de los países que la esclavitud sería perseguida y castigada con la muerte.
Descendió de la carreta y, antes de avanzar hacia donde estaba el gyojin, acarició el lomo del caballo marrón. Le hubiese gustado darle algo de comer o beber por el esfuerzo que hizo, pero no contaba con nada. Sus ojos se postraron en el luchador, observando las heridas que tenía y lo fatigado que se veía. Sí, ella también estaba cansada, pero tenía la certeza de que en un encuentro entre ellos dos, saldría victoriosa. Pero no había motivo alguno para luchar, de momento no.
—Quién sabe dónde anda ese —respondió sin mostrar preocupación—. Veo que conseguiste liberar una buena tanda de esclavos… Supongo que les darás trabajo y cuidarás de ellos, ¿no? Te encargarás de que tengan una vida digna y los protegerás, les enseñarás a vivir y a disfrutar la libertad —le comentó acercándose cada vez más—. Pero no creo que hayas pensado en todo eso… ¿Creíste que, una vez liberándolos, todo se solucionaría por arte y obra de magia? Te falta visión, libertador, pues las mismas personas que esperan a que subas al barco, siguen siendo esclavos del odio y el rencor, la furia y los tortuosos recuerdos que vivieron.
No tenía una postura clara acerca de si era mejor o no liberar a un grupo de esclavos, pues ¿qué diferencia habría si pronto serían esclavos de un nuevo amo? Y no necesariamente de uno vivo. Esclavos de sus deseos, ambiciones y frustraciones. Todos ellos pronto estarían envueltos en situaciones desastrosas, tal vez carcomidos por el hambre… Katharina pensó que el gyojin había sido demasiado imprudente y no se anticipó a las consecuencias de su actuar. Pero bueno, después de todos serían libres, ¿eh? Muertos de hambre y sin trabajo, en la completa deriva, pero libres.
—Es hora de que te vayas, gyojin, tus nuevos amigos te esperan —le dijo finalmente.
Luka Rooney
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El tiburón ya sabía que la mujer no aceptaría su oferta, pero aún así, se decidió a decirla. Durante unos instantes ojeó a la tipa, que acabó soltándole un sermón sobre lo mal que había actuado, pese a… ¿reconocer? quizá, puede que sí que reconociese que había logrado algo, aunque no sirviese de nada -según ella-. El habitante del mar tomó aire y suspiró, no le quedaban muchas fuerzas y malgastarlas hablando con alguien tan tozudo no era tarea de buen gusto.
- Estamos de acuerdo en algo, aunque parezca mentira -comentó con el semblante tranquilo-. Esto no es nada que llegue a abolir la esclavitud, ni mucho menos. Sé que se seguirá esclavizando a gente, pero al menos, he conseguido salvar a un puñado de ellos. Cuando tenga el suficiente poder, intentaré abolirlo yo mismo, pero mientras tanto… esto es lo máximo que puedo hacer.
El gyojin hizo una pausa para mirar fijamente a la mujer de nuevo, cuyas ideas no le terminaban de convencer.
- No, no he pensado en todo, y seguro que hay muchas cosas que se me escapan… Pero esta gente irá a diferentes islas y buscarán trabajo e intentarán formar una nueva vida. Esa que tú dices que nunca han soñado… ¿Sabes? Yo creo que sí que la han soñado. Que cada segundo de esclavo pensaban en cómo sería su vida libres. Eso hasta el punto en el que empezasen a perder la fé por conseguirlo, incluso algunos la habrían perdido de lleno tras el paso de los años. Yo mismo, cuando… -frenó en seco ante lo que iba a decir, siendo consciente que su deber era no mencionar aquello- Cuando llegué a la isla, me percaté de ello. En fín, te deseo suerte a tí y a tu amigo, esté donde esté.
Y sin más dilación, el gyojin salió caminando hacia el barco, visiblemente cansado y con alguna contusión alrededor del cuerpo que le impediría, casi con total seguridad, dormir del tirón durante toda la noche. Un par de humanos le ayudaron a subir al barco y, una vez allí, el capitán de la embarcación le comentó que todo estaba preparado para salir cuando él lo estimase oportuno. Miró todos los rostros que le rodeaban y lanzó una pregunta al aire.
- Cuando la libertad llama a la puerta, sólo queda abrir. Y eso es lo que habéis hecho todos vosotros. Gracias por ello, y ahora marchémonos a escribir nuestro futuro, ya han escrito demasiado por nosotros. ¡Vayámonos de aquí!
Los rostros de aquellos tipos serían recordados por siempre por Luka. Gestos alegres tras partir, otros llenos de lágrimas por las emociones acumuladas, algunos incluso yacían en el suelo sin creerse aún lo que estaba apunto de ocurrir… Pero todos sentían el mismo deseo; vivir una vida libre. Un simple y gratuito deseo que la mayoría de la gente tiene la fortuna de disfrutar como algo “normal”, mientras que otros ansían con todas sus ganas obtenerlo.
Pero la historia en aquella isla tocaba su fin, y con ella, lo hacía el gobierno de aquella mafia de esclavistas. Al menos por el momento, ¿quién sabe lo que les depararía el futuro?
- Estamos de acuerdo en algo, aunque parezca mentira -comentó con el semblante tranquilo-. Esto no es nada que llegue a abolir la esclavitud, ni mucho menos. Sé que se seguirá esclavizando a gente, pero al menos, he conseguido salvar a un puñado de ellos. Cuando tenga el suficiente poder, intentaré abolirlo yo mismo, pero mientras tanto… esto es lo máximo que puedo hacer.
El gyojin hizo una pausa para mirar fijamente a la mujer de nuevo, cuyas ideas no le terminaban de convencer.
- No, no he pensado en todo, y seguro que hay muchas cosas que se me escapan… Pero esta gente irá a diferentes islas y buscarán trabajo e intentarán formar una nueva vida. Esa que tú dices que nunca han soñado… ¿Sabes? Yo creo que sí que la han soñado. Que cada segundo de esclavo pensaban en cómo sería su vida libres. Eso hasta el punto en el que empezasen a perder la fé por conseguirlo, incluso algunos la habrían perdido de lleno tras el paso de los años. Yo mismo, cuando… -frenó en seco ante lo que iba a decir, siendo consciente que su deber era no mencionar aquello- Cuando llegué a la isla, me percaté de ello. En fín, te deseo suerte a tí y a tu amigo, esté donde esté.
Y sin más dilación, el gyojin salió caminando hacia el barco, visiblemente cansado y con alguna contusión alrededor del cuerpo que le impediría, casi con total seguridad, dormir del tirón durante toda la noche. Un par de humanos le ayudaron a subir al barco y, una vez allí, el capitán de la embarcación le comentó que todo estaba preparado para salir cuando él lo estimase oportuno. Miró todos los rostros que le rodeaban y lanzó una pregunta al aire.
- Cuando la libertad llama a la puerta, sólo queda abrir. Y eso es lo que habéis hecho todos vosotros. Gracias por ello, y ahora marchémonos a escribir nuestro futuro, ya han escrito demasiado por nosotros. ¡Vayámonos de aquí!
Los rostros de aquellos tipos serían recordados por siempre por Luka. Gestos alegres tras partir, otros llenos de lágrimas por las emociones acumuladas, algunos incluso yacían en el suelo sin creerse aún lo que estaba apunto de ocurrir… Pero todos sentían el mismo deseo; vivir una vida libre. Un simple y gratuito deseo que la mayoría de la gente tiene la fortuna de disfrutar como algo “normal”, mientras que otros ansían con todas sus ganas obtenerlo.
Pero la historia en aquella isla tocaba su fin, y con ella, lo hacía el gobierno de aquella mafia de esclavistas. Al menos por el momento, ¿quién sabe lo que les depararía el futuro?
El pelinegro, tras el duro impacto contra el suelo, intentó levantarse apoyando las manos en este. Al ser agarrado, se había visto forzado a soltar una de sus espadas justo a los pies de sus enemigos. Por suerte, aún conservaba la otra. Con ella, pudo levantarse con más facilidad agarrándose al mango.
– Samuráis… Dragones… por mí como si sois putos meros. Nadie en este mundo que me haya ofendido de tal manera… nadie está vivo. – dijo, a la par que jadeaba de cansancio. – No… os habéis confiado. Os habéis confiado tanto que ahora no estáis atacándome. – se puso completamente en pie, una vez pudo recuperar parte de sus fuerzas. – Cuando me haga con vuestras cabezas pienso colgarlas a la vista de todos, para que vean la derrota tan brutal que váis a tener.
– ¿Has oído, Shiro? – soltó una carcajada. – Este piensa que puede con nosotros. ¿No es gracioso?
– No te lo tomes a la ligera. – le reprimendó el otro. – Este tipo no tiene mucha recompensa, aún así… noto algo en él que me inquieta.
– ¿El qué? ¡Míralo! ¡Si es un mindundi!
– No cometas ninguna imprudencia, aún así. Vamos.
Ambos pusieron sus armas en alto y se acercaron al pirata poco a poco, con la intención de continuar el combate. Shiro, con su lanza, ejecutó un barrido por abajo para tirar de nuevo al muchacho. Por otro lado, Kuro se puso rápidamente detrás de Yuu para ejecutar un tajo horizontal que iba directo hacia su espalda. El joven, que no sabía a quién de los dos fijar con su haki, tuvo que concentrarse en el dragón negro antes de perderle de vista. Al ver cómo el Samurái Blanco atacaba por delante, simplemente dio un salto y agarró su espada con las dos manos. Predijo los movimientos del Samurái Negro antes de que este pudiese cortarle, bloqueando así su ataque en el aire con una sola espada. Cuando tocó de nuevo el suelo, y al estar ahora justo de cara al Negro, ejecutó una patada hacia atrás para desequilibrar al otro. Para sorpresa de este, el Blanco le agarró de la pierna y lo volvió a lanzar por los aires, esta vez en dirección a donde estaba la espada que había soltado. Clavó su espada en el suelo de nuevo y evitó el golpe que se iba a dar. Acto seguido, cogió la espada que había en el suelo. Craso error.
Cuando levantó la mirada, uno de ellos ya no estaba. Veía al Negro acercarse a gran velocidad hacia él, mas no tenía contacto visual con el otro. Cuando estos chocaron espadas, sintió algo. Algo detrás de él. Experimentó una sensación en su cuerpo similar a la que había tenido meses atrás. No sabía cómo, pero era consciente de que iba a ser golpeado por detrás con un objeto condundente y… curiosamente, conocía la dirección a la que se dirigía dicho ataque: a su cabeza. Rápidamente, empujó a su contrincante con sus espadas y dobló su torso para notar cómo delante de sus ojos pasaba la parte inferior de la lanza del Blanco. Ahora que estaba desprotegido, pulsó el botón de su Kazan Oni, y atravesó al sujeto con esta, con el propósito de que sus órganos internos entrasen en contacto con la calor de esta. Propinó una patada a la espada para que esta se metiese más hondo, y observó la expresión de dolor de su enemigo. Volvió a centrarse en el otro, el cual ya estaba casi encima de él. Atacó con un tajo diagonal por arriba, directamente desde la derecha. El pirata paró el golpe fácilmente con su arma, y creó una espada en su otra mano, la cual clavó en la garganta de su oponente. El brazo donde su enemigo aún sostenía la espada cayó como un peso muerto. La sangre salía a borbotones de su cuello, provocando la sonrisa del ladrón.
– Tú… tú… – dijo su compañero, jadeando detrás de Yuu. – Pagarás por lo que has hecho…
– ¿Ah, sí? – cogió con una mano los cabellos de su fallecido enemigo, y con la siniestra le cortó la cabeza. Acto seguido, mientras el cuerpo sin vida caía cual tronco al suelo, le mostró la cabeza al otro sujeto, provocando su ira.
– ¿Dónde ha quedado tu honor? – no podía casi ni hablar de la impresión. – Desalmado… maldito pirata… eres despreciable…
– Sí, sí. Lo que tú digas. – soltó la cabeza y caminó hacia el otro. – Ven, te toca a tí.
– ¡Nunca! – intentó atacar con su lanza, mas el calor de su interior empezaba a mermar sus fuerzas.
Yuu clavó las dos espadas que tenía en su mano en el cuerpo del hombre. Creó otro par de espadas, y las volvió a introducir en sus entrañas. Hizo lo mismo tres veces más, hasta que su enemigo dejó de respirar. Una vez muerto, desmaterializó todas las armas que había creado y le cortó también la cabeza, habiendo cogido de nuevo las espadas que le pertenecían. Inmediatamente, las enfundó.
Cansado, prefirió dejar los cráneos donde estaban y dirigirse hacia donde estaba su compañera, la cual estaba entablando conversación con el pez. Al fin y al cabo, pensó que no serviría de nada colgarlas y sería un esfuerzo futil. Pero antes, se fijó en que uno de sus enemigos llevaba algo tapándole un ojo. Dándose cuenta de que su parche se había roto, se lo robó y se lo puso. Curiosamente, aún con este puesto, podía ver con normalidad a través de él, como si fuese un cristal. De todas formas... ¿cómo no se había dado cuenta de que aquel tipo llevaba uno? Decidió ignorarlo y alcanzar a su socia de una vez.
– ¿Has conseguido liberar a los esclavos, eh? – bromeó una vez estuvo cerca de ellos. – Todo listo, ¿no? – le dijo a su socia. – Mira, nuestro billete de salida llega por ahí. – señaló al cielo. La nave que había pedido estaba a punto de aterrizar en el muelle.
– Samuráis… Dragones… por mí como si sois putos meros. Nadie en este mundo que me haya ofendido de tal manera… nadie está vivo. – dijo, a la par que jadeaba de cansancio. – No… os habéis confiado. Os habéis confiado tanto que ahora no estáis atacándome. – se puso completamente en pie, una vez pudo recuperar parte de sus fuerzas. – Cuando me haga con vuestras cabezas pienso colgarlas a la vista de todos, para que vean la derrota tan brutal que váis a tener.
– ¿Has oído, Shiro? – soltó una carcajada. – Este piensa que puede con nosotros. ¿No es gracioso?
– No te lo tomes a la ligera. – le reprimendó el otro. – Este tipo no tiene mucha recompensa, aún así… noto algo en él que me inquieta.
– ¿El qué? ¡Míralo! ¡Si es un mindundi!
– No cometas ninguna imprudencia, aún así. Vamos.
Ambos pusieron sus armas en alto y se acercaron al pirata poco a poco, con la intención de continuar el combate. Shiro, con su lanza, ejecutó un barrido por abajo para tirar de nuevo al muchacho. Por otro lado, Kuro se puso rápidamente detrás de Yuu para ejecutar un tajo horizontal que iba directo hacia su espalda. El joven, que no sabía a quién de los dos fijar con su haki, tuvo que concentrarse en el dragón negro antes de perderle de vista. Al ver cómo el Samurái Blanco atacaba por delante, simplemente dio un salto y agarró su espada con las dos manos. Predijo los movimientos del Samurái Negro antes de que este pudiese cortarle, bloqueando así su ataque en el aire con una sola espada. Cuando tocó de nuevo el suelo, y al estar ahora justo de cara al Negro, ejecutó una patada hacia atrás para desequilibrar al otro. Para sorpresa de este, el Blanco le agarró de la pierna y lo volvió a lanzar por los aires, esta vez en dirección a donde estaba la espada que había soltado. Clavó su espada en el suelo de nuevo y evitó el golpe que se iba a dar. Acto seguido, cogió la espada que había en el suelo. Craso error.
Cuando levantó la mirada, uno de ellos ya no estaba. Veía al Negro acercarse a gran velocidad hacia él, mas no tenía contacto visual con el otro. Cuando estos chocaron espadas, sintió algo. Algo detrás de él. Experimentó una sensación en su cuerpo similar a la que había tenido meses atrás. No sabía cómo, pero era consciente de que iba a ser golpeado por detrás con un objeto condundente y… curiosamente, conocía la dirección a la que se dirigía dicho ataque: a su cabeza. Rápidamente, empujó a su contrincante con sus espadas y dobló su torso para notar cómo delante de sus ojos pasaba la parte inferior de la lanza del Blanco. Ahora que estaba desprotegido, pulsó el botón de su Kazan Oni, y atravesó al sujeto con esta, con el propósito de que sus órganos internos entrasen en contacto con la calor de esta. Propinó una patada a la espada para que esta se metiese más hondo, y observó la expresión de dolor de su enemigo. Volvió a centrarse en el otro, el cual ya estaba casi encima de él. Atacó con un tajo diagonal por arriba, directamente desde la derecha. El pirata paró el golpe fácilmente con su arma, y creó una espada en su otra mano, la cual clavó en la garganta de su oponente. El brazo donde su enemigo aún sostenía la espada cayó como un peso muerto. La sangre salía a borbotones de su cuello, provocando la sonrisa del ladrón.
– Tú… tú… – dijo su compañero, jadeando detrás de Yuu. – Pagarás por lo que has hecho…
– ¿Ah, sí? – cogió con una mano los cabellos de su fallecido enemigo, y con la siniestra le cortó la cabeza. Acto seguido, mientras el cuerpo sin vida caía cual tronco al suelo, le mostró la cabeza al otro sujeto, provocando su ira.
– ¿Dónde ha quedado tu honor? – no podía casi ni hablar de la impresión. – Desalmado… maldito pirata… eres despreciable…
– Sí, sí. Lo que tú digas. – soltó la cabeza y caminó hacia el otro. – Ven, te toca a tí.
– ¡Nunca! – intentó atacar con su lanza, mas el calor de su interior empezaba a mermar sus fuerzas.
Yuu clavó las dos espadas que tenía en su mano en el cuerpo del hombre. Creó otro par de espadas, y las volvió a introducir en sus entrañas. Hizo lo mismo tres veces más, hasta que su enemigo dejó de respirar. Una vez muerto, desmaterializó todas las armas que había creado y le cortó también la cabeza, habiendo cogido de nuevo las espadas que le pertenecían. Inmediatamente, las enfundó.
Cansado, prefirió dejar los cráneos donde estaban y dirigirse hacia donde estaba su compañera, la cual estaba entablando conversación con el pez. Al fin y al cabo, pensó que no serviría de nada colgarlas y sería un esfuerzo futil. Pero antes, se fijó en que uno de sus enemigos llevaba algo tapándole un ojo. Dándose cuenta de que su parche se había roto, se lo robó y se lo puso. Curiosamente, aún con este puesto, podía ver con normalidad a través de él, como si fuese un cristal. De todas formas... ¿cómo no se había dado cuenta de que aquel tipo llevaba uno? Decidió ignorarlo y alcanzar a su socia de una vez.
– ¿Has conseguido liberar a los esclavos, eh? – bromeó una vez estuvo cerca de ellos. – Todo listo, ¿no? – le dijo a su socia. – Mira, nuestro billete de salida llega por ahí. – señaló al cielo. La nave que había pedido estaba a punto de aterrizar en el muelle.
Katharina von Steinhell
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Tenía que reconocer que el gyojin había hecho un buen trabajo, pese a que la bruja pensara que el problema de fondo seguiría siendo el mismo. A ella le hubiera encantado que alguien llegar a las Minas de Argoria y destruyera la puerta, liberando a cada uno de los prisioneros de ese lugar. Nunca le comentó a nadie que la esperanza de vida de un esclavo de Argoria era de tres semanas, ¿verdad? A sangre y esfuerzo pudo sobrevivir más de seis meses en ese infierno, pero no es algo que le guste recordar. Dejó de ser tan arisca por un momento y dedicarle una sonrisa al hombre de piel azul, una que en realidad era solo una mueca. A los esclavos se les hacía creer que para ellos soñar estaba prohibido, pues el único motivo para que siguiesen respirando era servir a alguien superior. Servir una voluntad indiscutible.
—Tienes que soñar antes de que tus sueños se hagan realidad, ¿eh? —Susurró, procurando que nadie le escuchase.
Estuvo un rato en silencio, observando el mar de cuerpos que había. A esta altura de la aventura, Bobby ya no era más que un montón de sangre y huesos, una masa amorfa destruida por el esfuerzo de la guardia de la ciudad. Y hablando de soldados, ¿qué mejor que saquear los cuerpos de estos? Le pidió ayuda a Soi Fong, aunque esta se rehusó, argumentando que era un acto repudiable. Katharina se encogió de hombros y comenzó a explorar. Encontró algunas joyas, también dinero y un extraño objeto que, en principio, parecía una pipa de madera. La encontró… atractiva, así que la cogió y se la guardó en un bolsillo. Nunca tuvo el hábito de fumar, de hecho, jamás le llamó la atención… pero hacerlo con un objeto así sería algo más elegante.
El compañero de cabellos negros tardó en llegar, pero llegó. Katharina se sintió aliviada, más por el hecho de que ahora tenía cómo salir de la ciudad y llevarse la gigantesca estatua de oro, la cual, por cierto, volvió a su tamaño original. Se acercó al espadachín y le esbozó una sonrisa de orgullo.
—Parece que no te tocó fácil cuando te separaste de mí, ¿eh? Vaya, estás hecho un desastre —le comentó—. Me gustaría hacer algo contigo, pero sigo recuperando energía. Es hora de que nos marchemos, Yuu, seguro que ya descubrieron que Bobby solo era un señuelo. Vámonos.
Había sido una buena aventura, ¿verdad? Conoció a un gyojin libertador que, en principio, le cayó mal por su “heroica” forma de pensar. Por otra parte, también conoció a un ladrón con habilidades increíblemente útiles, quien terminó transformándose en su socio. Le caía bien. En ningún momento intentó ensartarle una puñalada para quedarse con el tesoro, pero aún era demasiado temprano para confiarse. La posibilidad de que pasara todavía existía. Katharina, por su parte, no tenía intención de traicionarlo, pues su ambición con el dinero no era tan grande como para perder la confianza de un “compañero”. Si tuviera que traicionarle, sería por anticiparse a lo inevitable, pero estaba demasiado cansada para pensar en esas cosas. Era hora de descansar, dejar de pensar y disfrutar el oro.
—Tienes que soñar antes de que tus sueños se hagan realidad, ¿eh? —Susurró, procurando que nadie le escuchase.
Estuvo un rato en silencio, observando el mar de cuerpos que había. A esta altura de la aventura, Bobby ya no era más que un montón de sangre y huesos, una masa amorfa destruida por el esfuerzo de la guardia de la ciudad. Y hablando de soldados, ¿qué mejor que saquear los cuerpos de estos? Le pidió ayuda a Soi Fong, aunque esta se rehusó, argumentando que era un acto repudiable. Katharina se encogió de hombros y comenzó a explorar. Encontró algunas joyas, también dinero y un extraño objeto que, en principio, parecía una pipa de madera. La encontró… atractiva, así que la cogió y se la guardó en un bolsillo. Nunca tuvo el hábito de fumar, de hecho, jamás le llamó la atención… pero hacerlo con un objeto así sería algo más elegante.
El compañero de cabellos negros tardó en llegar, pero llegó. Katharina se sintió aliviada, más por el hecho de que ahora tenía cómo salir de la ciudad y llevarse la gigantesca estatua de oro, la cual, por cierto, volvió a su tamaño original. Se acercó al espadachín y le esbozó una sonrisa de orgullo.
—Parece que no te tocó fácil cuando te separaste de mí, ¿eh? Vaya, estás hecho un desastre —le comentó—. Me gustaría hacer algo contigo, pero sigo recuperando energía. Es hora de que nos marchemos, Yuu, seguro que ya descubrieron que Bobby solo era un señuelo. Vámonos.
Había sido una buena aventura, ¿verdad? Conoció a un gyojin libertador que, en principio, le cayó mal por su “heroica” forma de pensar. Por otra parte, también conoció a un ladrón con habilidades increíblemente útiles, quien terminó transformándose en su socio. Le caía bien. En ningún momento intentó ensartarle una puñalada para quedarse con el tesoro, pero aún era demasiado temprano para confiarse. La posibilidad de que pasara todavía existía. Katharina, por su parte, no tenía intención de traicionarlo, pues su ambición con el dinero no era tan grande como para perder la confianza de un “compañero”. Si tuviera que traicionarle, sería por anticiparse a lo inevitable, pero estaba demasiado cansada para pensar en esas cosas. Era hora de descansar, dejar de pensar y disfrutar el oro.
Luka Rooney
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El barco empezó a alejarse de la orilla, dando por finalizada la aventura en la isla. El tiburón ojeó lo que parecía ser una gigantesca nave, donde aparentemente, tanto el joven asesino de guardias como la mujer que rechazó el viaje con él se marcharían.
Normal, si a mi me diesen la oportunidad de volar en aquello, lo haría sin duda
Durante unos minutos se sentó en la cubierta del barco, ojeando sus heridas y tratándolas con las pocas provisiones que le quedaban en la mochila. Vendó sus brazos, deteriorados tras el incidente final de la costa, y después trató las múltiples heridas a lo largo de su torso, el cual lucía ensangrentado.
Durante el trayecto, la gente se acercó y se presentó al habitante del mar, que pronto se sintió un tanto agobiado. Le comentaron el lugar al que el barco se dirigía, pero pronto lo olvidó, puesto que no le sonaba lo más mínimo.
La tripulación de mercaderes que manejaba el barco le hizo un breve tour por éste, hasta llegar a la enfermería. Acordó pagar un plus a cambio de rellenar su particular botiquín móvil con medicinas y utensilios médicos de allí. Y tras ello se reunió con el capitán del barco. Tardarían algo más de una semana en llegar a su destino, por lo que sería un tiempo prudencial para curar sus heridas, aunque éstas no sanarían en su totalidad en tan poco tiempo. Afortunadamente, ninguna era grave.
- Eres Luka, ¿verdad? Miembro de los Arashi. He visto tu cara en un par de wanteds, y eres de los pocos gyojins famosos hoy en día.
- Mis hermanos intentan no llamar mucho la atención. Sí, soy Luka, encantado -comentó el tiburón a la par que mostraba su mano derecha con la firme intención de estrechar la del humano que lo había reconocido-. ¿Y usted es…?
- Se me conoce en estos lares por el nombre de Kebbs, pero en otros… -comentó esta vez susurrando- Me llaman X.
- Vaya… encantado.
- Verás, quería pedirte algo. No sé muy bien qué ha pasado, tampoco me importa, pero es bien sabido que tu banda ha decidido separarse. Y quizá tengas el suficiente tiempo como para hacer esto por mi… En esta isla -comentó mirando en todas direcciones y, tras cerciorarse de que no había ninguna presencia más que él y el tiburón, le mostró un papel-, hay un puerto con un gran astillero. Los carpinteros de allí son famosos por sus habilidades… Y allí hay un gyojin. Ve hasta allí, dile que has visto a X y que te ha mandado, él te dirá el resto. Tienes dos meses para llegar hasta allí, si lo consigues, estoy seguro que podremos hacer negocios. Ah, y por si acaso, nunca hemos tenido esta conversación.
El hombre salió por la puerta y desapareció. ¿Qué diablos? El habitante del mar ojeó el papel que le había dado, allí venía un nombre, que parecía ser el del gyojin, y la ubicación exacta de la isla. Además, estaba marcada una X en el margen inferior izqueirdo, tal y como había dicho que le llamaban. Junto a esa X, con un par de centímetros de margen, había un código sin, aparentemente, mucho sentido. ¿Qué diantres sería todo eso?
El tiburón reflexionaría aquellos días hasta ver la viabilidad de ir hasta aquella isla y, sobre todo, si merecía la pena acercarse a una isla sin saber muy bien a qué se exponía ni qué podría obtener como recompensa.
Normal, si a mi me diesen la oportunidad de volar en aquello, lo haría sin duda
Durante unos minutos se sentó en la cubierta del barco, ojeando sus heridas y tratándolas con las pocas provisiones que le quedaban en la mochila. Vendó sus brazos, deteriorados tras el incidente final de la costa, y después trató las múltiples heridas a lo largo de su torso, el cual lucía ensangrentado.
Durante el trayecto, la gente se acercó y se presentó al habitante del mar, que pronto se sintió un tanto agobiado. Le comentaron el lugar al que el barco se dirigía, pero pronto lo olvidó, puesto que no le sonaba lo más mínimo.
La tripulación de mercaderes que manejaba el barco le hizo un breve tour por éste, hasta llegar a la enfermería. Acordó pagar un plus a cambio de rellenar su particular botiquín móvil con medicinas y utensilios médicos de allí. Y tras ello se reunió con el capitán del barco. Tardarían algo más de una semana en llegar a su destino, por lo que sería un tiempo prudencial para curar sus heridas, aunque éstas no sanarían en su totalidad en tan poco tiempo. Afortunadamente, ninguna era grave.
- Eres Luka, ¿verdad? Miembro de los Arashi. He visto tu cara en un par de wanteds, y eres de los pocos gyojins famosos hoy en día.
- Mis hermanos intentan no llamar mucho la atención. Sí, soy Luka, encantado -comentó el tiburón a la par que mostraba su mano derecha con la firme intención de estrechar la del humano que lo había reconocido-. ¿Y usted es…?
- Se me conoce en estos lares por el nombre de Kebbs, pero en otros… -comentó esta vez susurrando- Me llaman X.
- Vaya… encantado.
- Verás, quería pedirte algo. No sé muy bien qué ha pasado, tampoco me importa, pero es bien sabido que tu banda ha decidido separarse. Y quizá tengas el suficiente tiempo como para hacer esto por mi… En esta isla -comentó mirando en todas direcciones y, tras cerciorarse de que no había ninguna presencia más que él y el tiburón, le mostró un papel-, hay un puerto con un gran astillero. Los carpinteros de allí son famosos por sus habilidades… Y allí hay un gyojin. Ve hasta allí, dile que has visto a X y que te ha mandado, él te dirá el resto. Tienes dos meses para llegar hasta allí, si lo consigues, estoy seguro que podremos hacer negocios. Ah, y por si acaso, nunca hemos tenido esta conversación.
El hombre salió por la puerta y desapareció. ¿Qué diablos? El habitante del mar ojeó el papel que le había dado, allí venía un nombre, que parecía ser el del gyojin, y la ubicación exacta de la isla. Además, estaba marcada una X en el margen inferior izqueirdo, tal y como había dicho que le llamaban. Junto a esa X, con un par de centímetros de margen, había un código sin, aparentemente, mucho sentido. ¿Qué diantres sería todo eso?
El tiburón reflexionaría aquellos días hasta ver la viabilidad de ir hasta aquella isla y, sobre todo, si merecía la pena acercarse a una isla sin saber muy bien a qué se exponía ni qué podría obtener como recompensa.
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