En busca de un reto (Pasado/Privado: Travis & Nailah)

- Vamos muchacho. Hay que empezar antes de que se vaya el sol.- Cada mañana el viejo hacía la misma broma y se dirigía a la cocina donde su mujer preparaba el café. Tras desperezarme me senté en la cama y me vestí. Después fui a la cocina y empecé a tomarme el café. Miré por la ventana tras el primer sorbo y por cuarta vez odie levantarme antes del amanecer, era de las grandes ventajas de vivir a mi parecer, pero esta semana no. Al desembarcar en esta isla me quedé en la ciudad de Índigo y tuve la suerte de encontrar al viejo Wayne. Junto a su esposa llevaba viviendo allí desde que nacieron, se dedicaba a pescar y cuando le encontré me dio trabajo a cambio de una cama y comida para Faustino. No pude rechazarlo. Pasar la mañana pescando aprendiendo cosillas sobre la pesca y de como manejar un pequeño barco con el que salíamos al mar; reparar un viejo bote que el viejo tenía, hacer la compra y a veces ayudaba en la cocina, o lo intentaba. Limpiar la casa y el material usado durante el día lo hacía a la tarde. Al anochecer, poco antes de cenar, solía tener un momento libre en el que aprovechaba para estar con el caballo o practicando con la katana. Después de cenar acababa tan cansado y como sabía que al día siguiente comenzaba la misma rutina me iba a la cama sin dudarlo.

Tras una semana trabajando para Wayne guardé algo de comida para subsistir unos días pues tenía pensado pasar un tiempo en el bosque, acampar y cazar. La esposa del viejo me hablaba durante las comidas sobre la isla, sus ciudades y el gran Bosque Plateado del cual quedé encantado y deseaba ir. por ello una noche durante la cena decidí revelar mis planes al matrimonio. Se sorprendieron un poco de mis planes e intentaron convencerme de que era una locura, el bosque era peligroso y había animales muy peligrosos. Yo les hablé de mi experiencia, los bosques eran mi hogar. Y aquella noche fue la ultima que pasé con ellos.

A la mañana siguiente me levante temprano, justo cunado el viejo se marchó. le vi por la ventana dirigirse a la embarcación mientras tomaba el café. una parte de mi se apenó pensando que hoy ese buen hombre trabajaría solo. Acabé de desayunar y me despedí de la vieja mujer. Me puse mi capa de piel de minotauro para abrigarme en aquella fría mañana, el saco al hombro con comida y algo de material que me dejó el viejo y a lomos de mi caballo comencé el camino.

Pasó el medio día cuando dejé atrás la ciudad Celeste. A esas horas la capa me sobraba y ya abordé el saco con reservas y las recargué en el mercado de la capital. Faustino aceleró el ritmo para que llegáramos antes del anochecer y establecer un campamento. Pronto la ciudad se convirtió en algo pequeño y el sendero empezó a adentrarse en el bosque. Cuando ya nos encontrábamos rodeados de árboles y estos impedían ver la ciudad y el sendero apenas era visible yo me encoraba en un paraíso: Me sorprendía aquella tonalidad grisácea que le daba el nombre al bosque, de lejos era como si estuvieran cubiertos por la nieve, pero de cerca, ni un copo.

Por inconveniencias económicas hacía demasiado en mi opinión que no pisaba un bosque y era algo que por mucho que me aleje de mi hogar a conocer mundo no podría dejar de lado. Alcé los brazos y respiré hondo, acaricié a Faustino y cogí las riendas para continuar el camino. Se acercaba la hora de comer, el camino que seguíamos era el instinto yo deseaba adentrarme más aun. Tenía previsto pasar unas noches allí y llegar hasta la costa al otro extremo.

Al rato pude divisar una silueta entre los árboles, al principio me puse en alerta pensando que era un animal, pero al fijarme en que tenia forma humana me tranquilicé. Al avanzar pude diferenciar que era de una mujer, puede que viniera por lo mismo, quien sabe. Llegué hasta ella, una hermosa chica morena armada y con un extraño atuendo.
-Esta noche pasaras frió.- le advertí  -¿Eres de aquí?- le pregunté pensando que su falta de equipo se debía al conocimiento del lugar.

La joven, muy sonriente, me explicó que no era de esta isla sino que procedía de Sabaody y confesó que se encontraba perdida. Su actitud sonriente y aparentemente despreocupada por haberse perdido llamó mi atención y me provocó una ligera sonrisa. Bajé del caballo para hablar con ella a una misma altura, resulto no ser mucho más baja que yo y y piel y cabello moreno resaltaban sobre el fondo blanco.

-Mi nombre es Travis del clan Iwazaru en la isla Saruterra y este que me acompaña- señalé a mi acompañante- se llama Faustino. He de confesar que nunca he estado en Sabaody y poco se del lugar.- Aunque de crió estudié geografía y dado el especial paradero de aquel archipiélago no me pasaba desapercibido, no lo conocía de primera mano debido a que mi viaje aun o me había llevado hasta él.

Eché un vistazo a mi alrededor incluso al suelo y al cielo, efectivamente yo tampoco sabía muy bien donde estábamos, por suerte para mí no era problema.
-Si te soy sincero, yo también estoy perdido, desconozco el camino directo para salir de aquí. Pero en mi caso es lo que buscaba, vengo a pasar unos días al bosque y llegar al otro extremo, donde el acantilado.- Gracias a la Sra. Wayne sabía que había un acantilado, me lo enseñó en los mapas que tenía en casa, ahora bien, lo de llegar no lo tenía tan claro.
En el vistazo que eché deduje que sería más o menos la hora de comer y si no, mi estomago me lo pedía. Me dirigí a Faustino y descargué el saco y le quite la montura para que descansara, el camino había sido largo. Mientras tanto hablaba con Nailah.
-Por supuesto no quiero pasar la noche aquí, no parece un lugar seguro, pero nos vendría bien descansar antes de seguir el viaje y comer algo. Puedes acompañarnos, no puedo ofrecerte volver a la ciudad pero si algo de comer.