Dretch
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- ¿Viajáis muy lejos? – inquirió el agente a sus dos compañeras de compartimento.
- Nos bajaremos en Water Seven, ahora están en pleno carnaval – respondió cordialmente una de ellas - ¿Tú hacia dónde te diriges?
- No es estoy del todo seguro – dijo mientras se sacaba una nota de uno de los bolsillos de la gabardina – ...aquí pone que debo bajarme en la Estación del Día, creo que es la última.
De pronto se hizo un incómodo silencio, peor aún fue cuando ambas chicas le lanzaron una mirada odio y casi de advertencia. Fue el único dialogo durante todo el trayecto. Miraba a través de la oscuridad, trataba de adivinar el porqué de aquella reacción al desvelar su destino, se sentía frustrado al no entender el silencio de sus dos acompañantes. El traqueteo uniforme del tren, el desfilar de las sombras siempre iguales, le adormecieron. El tren se detuvo una vez más y vio a las dos mujeres saltar al andén. Dretch las saludo con la mano. Ellas le devolvieron el saludo cortésmente, le miraron una última vez y desaparecieron cargando sus bultos en la claridad escasa de los faroles de la Estación Blue de Water Seven.
Hubo una nueva demora en la Estación Shift y comenzó a impacientarse porque sabía que tan solo le faltaba una estación, Aunque finalmente se relajó. De nada servía perder los nervios por un simple retraso así que trató de buscarle el lado positivo al asunto. La inmensa mayoría de pasajeros se habían apeado en aquella estación, por lo que tenía el vagón para él solo y finalmente pudo esbozar una sonrisa.
Apareció un tipo uniformado, se demoró en la puerta y paseó una lenta mirada por el vagón como si ahí dentro hubiese una multitud. Después avanzó con un paso lento y un poco teatral y caminó hacia el fondo del vagón, pasando a un par de metros del agente e ignorándolo. Frenó frente a un mapa enmarcado que colgaba de la pared y se colocó las manos en la espalda. La derecha abriéndose y cerrándose lentamente. La izquierda apretando la muñeca de la derecha. El uniformado giró sobre sí mismo sin desplazarse del sitio donde estaba parado. Se demoró todavía un poco y reanudo la marcha, hasta llegar junto a Dretch y saludar:
- Buenas noches.
Sonó como una orden.
- Buenas noches – contesto el agente, algo confuso.
El uniformado le escuchó sin pestañear. Esperó que hiciera una pausa y preguntó:
- ¿Tiene autorización? A partir de esta estación el transporte de civiles sin autorización está prohibido.
Dretch se quedó perplejo, sin saber que decir ¿Acaso había hecho algo fuera de la ley? Desconocía por completo la normativa que gobierno tenía en aquel tipo de vehículos especiales. Ante la ausencia de una respuesta, el uniformado comenzó a sacudir la cabeza de un lado al otro. Una, dos, tres veces. Se detenía y volvía a sacudirla. Hasta que finalmente el agente recordó el pequeño papel garabateado que tenía en su gabardina.
El uniformado lo leyó cuidadosamente y después comenzó a hablar sobre su deber, insistió en la importancia de la seguridad y continuó con un sermón que no acababa nunca. Dretch lo miró fijamente, asentía moviendo la cabeza y mientras tanto pensaba: “¿Por qué das tantas vueltas, grandísimo desgraciado”
Cuando se cansó de discursear hizo una pausa y tosió. Adivinó entonces que había cumplido su labor en aquel vagón y que se marcharía. Dretch le dio las gracias, cogió su petate negro y también se marchó, pero en dirección contraria a aquel tipo, hacia uno de los vagones delanteros. No tardarían demasiado en volver a ponerse en marcha.
- Nos bajaremos en Water Seven, ahora están en pleno carnaval – respondió cordialmente una de ellas - ¿Tú hacia dónde te diriges?
- No es estoy del todo seguro – dijo mientras se sacaba una nota de uno de los bolsillos de la gabardina – ...aquí pone que debo bajarme en la Estación del Día, creo que es la última.
De pronto se hizo un incómodo silencio, peor aún fue cuando ambas chicas le lanzaron una mirada odio y casi de advertencia. Fue el único dialogo durante todo el trayecto. Miraba a través de la oscuridad, trataba de adivinar el porqué de aquella reacción al desvelar su destino, se sentía frustrado al no entender el silencio de sus dos acompañantes. El traqueteo uniforme del tren, el desfilar de las sombras siempre iguales, le adormecieron. El tren se detuvo una vez más y vio a las dos mujeres saltar al andén. Dretch las saludo con la mano. Ellas le devolvieron el saludo cortésmente, le miraron una última vez y desaparecieron cargando sus bultos en la claridad escasa de los faroles de la Estación Blue de Water Seven.
Hubo una nueva demora en la Estación Shift y comenzó a impacientarse porque sabía que tan solo le faltaba una estación, Aunque finalmente se relajó. De nada servía perder los nervios por un simple retraso así que trató de buscarle el lado positivo al asunto. La inmensa mayoría de pasajeros se habían apeado en aquella estación, por lo que tenía el vagón para él solo y finalmente pudo esbozar una sonrisa.
Apareció un tipo uniformado, se demoró en la puerta y paseó una lenta mirada por el vagón como si ahí dentro hubiese una multitud. Después avanzó con un paso lento y un poco teatral y caminó hacia el fondo del vagón, pasando a un par de metros del agente e ignorándolo. Frenó frente a un mapa enmarcado que colgaba de la pared y se colocó las manos en la espalda. La derecha abriéndose y cerrándose lentamente. La izquierda apretando la muñeca de la derecha. El uniformado giró sobre sí mismo sin desplazarse del sitio donde estaba parado. Se demoró todavía un poco y reanudo la marcha, hasta llegar junto a Dretch y saludar:
- Buenas noches.
Sonó como una orden.
- Buenas noches – contesto el agente, algo confuso.
El uniformado le escuchó sin pestañear. Esperó que hiciera una pausa y preguntó:
- ¿Tiene autorización? A partir de esta estación el transporte de civiles sin autorización está prohibido.
Dretch se quedó perplejo, sin saber que decir ¿Acaso había hecho algo fuera de la ley? Desconocía por completo la normativa que gobierno tenía en aquel tipo de vehículos especiales. Ante la ausencia de una respuesta, el uniformado comenzó a sacudir la cabeza de un lado al otro. Una, dos, tres veces. Se detenía y volvía a sacudirla. Hasta que finalmente el agente recordó el pequeño papel garabateado que tenía en su gabardina.
El uniformado lo leyó cuidadosamente y después comenzó a hablar sobre su deber, insistió en la importancia de la seguridad y continuó con un sermón que no acababa nunca. Dretch lo miró fijamente, asentía moviendo la cabeza y mientras tanto pensaba: “¿Por qué das tantas vueltas, grandísimo desgraciado”
Cuando se cansó de discursear hizo una pausa y tosió. Adivinó entonces que había cumplido su labor en aquel vagón y que se marcharía. Dretch le dio las gracias, cogió su petate negro y también se marchó, pero en dirección contraria a aquel tipo, hacia uno de los vagones delanteros. No tardarían demasiado en volver a ponerse en marcha.
Kaori Nanami
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Ahí estaba ella, viajando rumbo a Ennies Lobby. ¿Por qué? Quería descansar un poco y lo mejor era la isla del Gobierno. Así podría hacer lo que quisiera durante, al menos, unos días… Hasta que algún superior idiota le encomendara otra misión. Soltó un ligero suspiro mientras iba viendo el paisaje, por suerte, no estaba tan lejos cuando tomó la decisión de ir a ese lugar. ¿Por qué no volaba? Simple, por mera y sencilla pereza. Además, tomar el tren daba lugar a ver cosas interesantes y, por qué no, divertirse un poco. Apoyó su brazo en el marco de la ventana y apoyó su cabeza en su mano. Por suerte, aunque así lo quiso, iba sola. Sin que nadie la molestara. ¿Para qué? No es que fuera alguien antisocial, solo que quería estar tranquila y… Ya. Tan simple y banal como eso.
– De todos modos, no niego que sería bueno tener un grupo de confianza dentro del Cipher Pol. Aunque… – susurró. – Mi objetivo, si sale mal, me va a poner contra el mundo entero… Quizás no pueda darme ese lujo. – Finalizó con un tono un poco desanimado. Quizás era lo que tenía ene mente lo que impedía poder armar un grupo de amigos y siempre andaba sola. ¿Por qué? ¿Acaso no quería actuar? O… Era, quizás, simplemente el hecho de que no quería herir a nadie. Se quedó viendo el vasto océano unos segundos y se fue calmando, no tenía por qué pensar en eso ahora y, la verdad, tampoco es que estaba muy desesperada en conseguir un grupo de amigos.
Se levantó de su asiento, era hora de estirar un poco sus piernas. Por suerte, en el primer vagón, donde ella estaba, no había mucha gente, por no decir que no había casi nadie. Muchos asientos estaban desocupados. Mientras ella caminaba, iba escuchando algunas de las conversaciones más triviales hasta una que otra interesante. Escuchaba algunos chismes, otros hablaban de sus misiones y otros, simplemente, se quejaban de todo solo por amor al arte de reclamar. Siguió caminando un rato, hasta que sintió como un tipo le agarraba la mano.
– Eh, tú, mocosa. ¿Qué crees que haces? – Le preguntó con un claro tono machista. Kaori hizo un poco de fuerza y se liberó del agarre.
– Solo estoy caminando. ¿Por qué? – Le respondió ella, aunque olía las intenciones de ese tipo desde el momento en que la agarró de la mano.
– Mi amigo y yo estamos aburridos, así que… Ya sabes. Tú serás nuestra diversión.
– ¡Ja! No. – Le dijo con una mirada desafiante. ”Y ahora…” – Ya sabía lo que, muy seguramente, iba a pasar. El castaño se iba a enfadar, la intentaría golpear y luego abusar de ella.
Un incómodo silencio se hizo presente en el lugar. Nadie se movía y nadie se interponía, como era lo usual. Finalmente, el tipo hizo lo que ella ya sabía que iba a pasar. No se iba a limitar y le daría una lección que no olvidaría fácilmente. Vio venir el golpe… Un puñetazo directo a su rostro. La joven agente, con un ágil y rápido movimiento, le agarró su brazo y le hizo una llave dónde lo elevó del suelo y lo terminó estrellando contra el suelo. El ruido fue bastante grande y el piso se hundió con el peso del agente.
– Idiota. – Dijo. Siguió caminando, pasando con gran determinación entre el grupo que se había formado ante ellos. ”Y ya llamé la atención de todos en este vagón, perfecto.” – pensó con una sonrisa.
– De todos modos, no niego que sería bueno tener un grupo de confianza dentro del Cipher Pol. Aunque… – susurró. – Mi objetivo, si sale mal, me va a poner contra el mundo entero… Quizás no pueda darme ese lujo. – Finalizó con un tono un poco desanimado. Quizás era lo que tenía ene mente lo que impedía poder armar un grupo de amigos y siempre andaba sola. ¿Por qué? ¿Acaso no quería actuar? O… Era, quizás, simplemente el hecho de que no quería herir a nadie. Se quedó viendo el vasto océano unos segundos y se fue calmando, no tenía por qué pensar en eso ahora y, la verdad, tampoco es que estaba muy desesperada en conseguir un grupo de amigos.
Se levantó de su asiento, era hora de estirar un poco sus piernas. Por suerte, en el primer vagón, donde ella estaba, no había mucha gente, por no decir que no había casi nadie. Muchos asientos estaban desocupados. Mientras ella caminaba, iba escuchando algunas de las conversaciones más triviales hasta una que otra interesante. Escuchaba algunos chismes, otros hablaban de sus misiones y otros, simplemente, se quejaban de todo solo por amor al arte de reclamar. Siguió caminando un rato, hasta que sintió como un tipo le agarraba la mano.
– Eh, tú, mocosa. ¿Qué crees que haces? – Le preguntó con un claro tono machista. Kaori hizo un poco de fuerza y se liberó del agarre.
– Solo estoy caminando. ¿Por qué? – Le respondió ella, aunque olía las intenciones de ese tipo desde el momento en que la agarró de la mano.
– Mi amigo y yo estamos aburridos, así que… Ya sabes. Tú serás nuestra diversión.
– ¡Ja! No. – Le dijo con una mirada desafiante. ”Y ahora…” – Ya sabía lo que, muy seguramente, iba a pasar. El castaño se iba a enfadar, la intentaría golpear y luego abusar de ella.
Un incómodo silencio se hizo presente en el lugar. Nadie se movía y nadie se interponía, como era lo usual. Finalmente, el tipo hizo lo que ella ya sabía que iba a pasar. No se iba a limitar y le daría una lección que no olvidaría fácilmente. Vio venir el golpe… Un puñetazo directo a su rostro. La joven agente, con un ágil y rápido movimiento, le agarró su brazo y le hizo una llave dónde lo elevó del suelo y lo terminó estrellando contra el suelo. El ruido fue bastante grande y el piso se hundió con el peso del agente.
– Idiota. – Dijo. Siguió caminando, pasando con gran determinación entre el grupo que se había formado ante ellos. ”Y ya llamé la atención de todos en este vagón, perfecto.” – pensó con una sonrisa.
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Dretch salió de su vagón, se sintió repentinamente abrumado; el aire era húmedo y sus fosas nasales se impregnaron de un intenso olor a salitre. Tras echar un vistazo a su alrededor comprobó que la Estación Shift se hallaba en mitad del océano, lejos de cualquier indicio de civilización. Tan solo se podía apreciar junto al andén una pequeña caseta, que el agente dedujo que debía de tratarse para uso exclusivo de empleados y probablemente del servicio de mantenimiento de las vías.
El tren arrancó suavemente y en unos minutos comenzó a dejar atrás la Estación Shift, ya no quedaba tanto para llegar a la isla judicial. Tan solo una parada lo separaba de su destino, se moría de ganas por contemplar la isla flotante y sus Puertas de la Justicia. Zuko le había recomendado usar la Corriente Tarai para llegar hasta allí desde Marineford, pero el viaje en Umi Resha también tenía su encanto.
Posó su mano sobre el picaporte del vagón que tenía enfrente y, durante unos instantes, se quedó mirando su rostro reflejado en el pequeño cristal de la puerta. Vio reflejado en el a un hombre de unos veintitantos, con unas ojeras muy marcadas y un pelo negro y espeso que había intentado ser peinado con gomina pero del que apenas se conservaba su forma original ¿Cuánto tiempo había pasado en aquel tren?
La única respuesta que obtuvo fue un tremendo golpazo contra la puerta. Casi por inercia alejó su mano del picaporte de la puerta, y acercó más su rostro hacia el pequeño cristal para ver que estaba sucediendo en aquel vagón. En el interior del compartimento había algún tipo de pelea. Él no era ningún tipo de justiciero, pero al contemplar que todos los pasajeros de aquel vagón vestían un uniforme gubernamental… Una pequeña chispa de duda apareció en su mente ¿Y si todo aquello era algún tipo de prueba? No sería él quien se quedará fuera del aquel combate.
Abrió la puerta de golpe y le lanzó el petate al primer agente con el que se cruzó, para acto seguido, dirigir su pie derecho hacia el cuello del mismo y obligarlo a sacar medio cuerpo por una de las ventanillas del vagón.
- ¡A quien hay que tumbar para ser el ganador! – preguntó por encima del barullo, mientras recuperaba su petate negro del tipo al que había reducido. De haber sabido de todo aquello, desde luego que no habría viajado en un vagón civil.
El tren arrancó suavemente y en unos minutos comenzó a dejar atrás la Estación Shift, ya no quedaba tanto para llegar a la isla judicial. Tan solo una parada lo separaba de su destino, se moría de ganas por contemplar la isla flotante y sus Puertas de la Justicia. Zuko le había recomendado usar la Corriente Tarai para llegar hasta allí desde Marineford, pero el viaje en Umi Resha también tenía su encanto.
Posó su mano sobre el picaporte del vagón que tenía enfrente y, durante unos instantes, se quedó mirando su rostro reflejado en el pequeño cristal de la puerta. Vio reflejado en el a un hombre de unos veintitantos, con unas ojeras muy marcadas y un pelo negro y espeso que había intentado ser peinado con gomina pero del que apenas se conservaba su forma original ¿Cuánto tiempo había pasado en aquel tren?
La única respuesta que obtuvo fue un tremendo golpazo contra la puerta. Casi por inercia alejó su mano del picaporte de la puerta, y acercó más su rostro hacia el pequeño cristal para ver que estaba sucediendo en aquel vagón. En el interior del compartimento había algún tipo de pelea. Él no era ningún tipo de justiciero, pero al contemplar que todos los pasajeros de aquel vagón vestían un uniforme gubernamental… Una pequeña chispa de duda apareció en su mente ¿Y si todo aquello era algún tipo de prueba? No sería él quien se quedará fuera del aquel combate.
Abrió la puerta de golpe y le lanzó el petate al primer agente con el que se cruzó, para acto seguido, dirigir su pie derecho hacia el cuello del mismo y obligarlo a sacar medio cuerpo por una de las ventanillas del vagón.
- ¡A quien hay que tumbar para ser el ganador! – preguntó por encima del barullo, mientras recuperaba su petate negro del tipo al que había reducido. De haber sabido de todo aquello, desde luego que no habría viajado en un vagón civil.
Giotto Leblanc
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La primera vez que cruzaba el grand line, aunque no por el método tradicional de los gallardos guerreros de mar que subía por la reverse mountain, sino atravesando el mar de la calma en un fabuloso barco que le llevaría a Water Seven, la isla del agua. Allí, sin apenas poder pasar más de un par de horas, el agente de cabellos dorados y traje de corte clásico, Giotto LeBlanc, se montó en el tren marítimo por orden de sus superiores. Se sentó en el quinto asiento del tercer vagón, pegado a la ventana. Era un día como otro cualquiera. Una pequeña brisa que chocaba contra la cabeza del vagón principal, reduciendo en muy poco la velocidad del transporte. Un cielo despejado de nubes y el todopoderoso sol que daba vida al mundo.
-¿El petirrojo canta en estos días? –preguntó un hombre, sentándose al lado del agente.
-¿Es el cielo azul y el mar cristalino? –preguntó Giotto a modo de respuesta.
Dicho aquello, el hombre dejó un maletín sobre el asiento y se fue de allí. Era un maletín de piel negro con bisagras y cerradura de plata. Sobre él, un sobre con una pequeña llave dentro, posiblemente la que abriera la maleta, y una carta.
El hombre de ojos de búho tiene la respuesta que buscas.
Eso decía la carta. ¿Qué significaba? No lo sabía, pero tenía que encontrar al hombre con ojos de ave estrigiforme. Introdujo la llave y la giró hacia la derecha dos veces. Con el primer giro se escuchó un clic muy fuerte, pero con el segundo se abrió automáticamente. Dentro había un par de guantes, pero no unos cualquieras, no, sino aquellos que la división científica del gobierno encargada del armamento estaban realizando para él.
«Me esperaba de todo menos esto» pensó, cogiéndolos y observándolos detenidamente. Bajo él también había una capa, doblada de tal forma que formaba un rectángulo perfecto. Era de un material ligero y muy estilosa, tal y como a él le gustaba. Al llegar a Ennies Lobby, se puso los guantes en las manos y posó la capa sobre sus hombros.
-Adelante… -susurró, poniendo el primer pie sobre la isla judicial.
-¿El petirrojo canta en estos días? –preguntó un hombre, sentándose al lado del agente.
-¿Es el cielo azul y el mar cristalino? –preguntó Giotto a modo de respuesta.
Dicho aquello, el hombre dejó un maletín sobre el asiento y se fue de allí. Era un maletín de piel negro con bisagras y cerradura de plata. Sobre él, un sobre con una pequeña llave dentro, posiblemente la que abriera la maleta, y una carta.
El hombre de ojos de búho tiene la respuesta que buscas.
Eso decía la carta. ¿Qué significaba? No lo sabía, pero tenía que encontrar al hombre con ojos de ave estrigiforme. Introdujo la llave y la giró hacia la derecha dos veces. Con el primer giro se escuchó un clic muy fuerte, pero con el segundo se abrió automáticamente. Dentro había un par de guantes, pero no unos cualquieras, no, sino aquellos que la división científica del gobierno encargada del armamento estaban realizando para él.
«Me esperaba de todo menos esto» pensó, cogiéndolos y observándolos detenidamente. Bajo él también había una capa, doblada de tal forma que formaba un rectángulo perfecto. Era de un material ligero y muy estilosa, tal y como a él le gustaba. Al llegar a Ennies Lobby, se puso los guantes en las manos y posó la capa sobre sus hombros.
-Adelante… -susurró, poniendo el primer pie sobre la isla judicial.
Dretch
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¡Dragones! ¡Malditos dragones en este siglo! Todo había sido coser y cantar, hasta que había dirigido sus botas hacia aquella mujer ¿Cómo demonios iba a saber él que aquello era un caso de acoso y no una competición entre agentes? No solo él, sino que la mayoría de agentes habían recibido quemaduras durante la pelea. Debía tener un aspecto lamentable, por lo que evito mirar su aspecto reflejado en las ventanas y realizó el tramo final del trayecto en completo silencio.
Aquella siniestra mujer fue la primera en bajarse del vagón de la Estación del Día. Después se apearon el resto de agentes del primer compartimento. Casi por instinto se alejó de los tipos con los que había compartido el vagón. Aquella era su primera vez en la isla judicial y, a diferencia de la inmensa cantidad de agentes y marines, no tenía ni la más remota idea de a quien presentarse. Por lo que se hizo el remolón paseando por la estación sin rumbo fijo, esperando que la masa de gente se disolviera.
Al cabo de unos minutos descubrió que no era el único idiota que no sabía dónde tenía que ir. Había dos personas en la misma situación que él. Una de ellas, se trataba de un joven alto y algo escuálido, que se aferraba a un maletín como si su vida dependiera de ello. La otra… Dretch sintió un escalofrío al reconocer la silueta perfilada de la mujer-dragón.
Por lo que, nuevamente guiado por su instinto, se acercó hacia el hombre del maletín.
- ¿Nuevo también? – inquirió levantando la ceja de su ojo sano – Yo soy Dretch, Dretch Buerganor del North Blue.
Abrió su petate en mitad de la estación y comenzó a buscar el papel que le había mostrado al revisor.
- ¿A qué división te han asignado? – inquirió mientras revolvía todo el contenido del petate bruscamente.
Aquella siniestra mujer fue la primera en bajarse del vagón de la Estación del Día. Después se apearon el resto de agentes del primer compartimento. Casi por instinto se alejó de los tipos con los que había compartido el vagón. Aquella era su primera vez en la isla judicial y, a diferencia de la inmensa cantidad de agentes y marines, no tenía ni la más remota idea de a quien presentarse. Por lo que se hizo el remolón paseando por la estación sin rumbo fijo, esperando que la masa de gente se disolviera.
Al cabo de unos minutos descubrió que no era el único idiota que no sabía dónde tenía que ir. Había dos personas en la misma situación que él. Una de ellas, se trataba de un joven alto y algo escuálido, que se aferraba a un maletín como si su vida dependiera de ello. La otra… Dretch sintió un escalofrío al reconocer la silueta perfilada de la mujer-dragón.
Por lo que, nuevamente guiado por su instinto, se acercó hacia el hombre del maletín.
- ¿Nuevo también? – inquirió levantando la ceja de su ojo sano – Yo soy Dretch, Dretch Buerganor del North Blue.
Abrió su petate en mitad de la estación y comenzó a buscar el papel que le había mostrado al revisor.
- ¿A qué división te han asignado? – inquirió mientras revolvía todo el contenido del petate bruscamente.
Giotto Leblanc
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No pudo evitar pararse de golpe y contemplar el arco más grande que había visto en sus diecinueve años de vida. Había visitado todos los rincones del mar del norte que había podido, desde el gran castillo del reino de Livneel, pasando por las gigantescas barricas de madera de Adam donde hacían el famosísimo vino de Micquenot, los puentes de piedra de Spider Miles, hasta la famosa ciudad blanca, pero ninguno de esos lugares podía compararse con aquello. Estar allí significaba mucho para él, no como agente, pues su sueño era ser músico, sino para demostrarse a su padrastro que podía llegar a donde se propusiera, incluso sin sentir verdadera pasión por ello.
Anduvo durante unos minutos sin rumbo fijo, perdido, cegado por la grandilocuencia del lugar. Intentó parar a algún agente o marine, pero no le hacían mucho caso. «Cuanto ajetreo» se dijo, poco antes de ser parado por un individuo de ojos saltones. Era una persona de cabello negruzco y complexión delgada, por su aspecto parecía estar enfermo. No era muy alto, siendo una cuarta más bajo que él.
-¿Del mar del norte? Qué casualidad, yo también –le dijo con tono alegre-. Yo soy Giotto, Giotto LeBlanc, encantado.
El rubio le dio un fuerte apretón de manos, para justo después soltarle y quedarse callado.
-Aún no lo sé, la verdad. Me dijeron que aquí me asignarían a algún lugar.
Pasados unos minutos, una mujer de largas piernas y cuerpo insinuante apareció en escena. Era, simplemente, perfecta, no había otro calificativo para ella. Labios carnosos, ojos verdes y un lunar al lado de una nariz coqueta y respingona. De cabellos dorados y rizados cogidos con una trenza apoyada en su hombro derecho, y un mechón que caía por su frente. Pequeña a su lado, pero no en comparación con su nuevo amiga. Apretada, pero todo en su sitio.
-¿Sois los nuevos, verdad? Dretch Buerganor –dijo mirando al moreno-. Y Giotto Leblanc –culminó, desviando su mirada hacia el rubio.
Giotto asintió.
-Yo soy Annette de Vouloir, aunque podéis llamarme Ann, un placer.
-Igualmente, señorita –agarró su mano y la apoyó en sus labios, casi al mismo tiempo que le hacía una pequeña referencia-. Si lo desea puede llamarme Gio.
Anduvo durante unos minutos sin rumbo fijo, perdido, cegado por la grandilocuencia del lugar. Intentó parar a algún agente o marine, pero no le hacían mucho caso. «Cuanto ajetreo» se dijo, poco antes de ser parado por un individuo de ojos saltones. Era una persona de cabello negruzco y complexión delgada, por su aspecto parecía estar enfermo. No era muy alto, siendo una cuarta más bajo que él.
-¿Del mar del norte? Qué casualidad, yo también –le dijo con tono alegre-. Yo soy Giotto, Giotto LeBlanc, encantado.
El rubio le dio un fuerte apretón de manos, para justo después soltarle y quedarse callado.
-Aún no lo sé, la verdad. Me dijeron que aquí me asignarían a algún lugar.
Pasados unos minutos, una mujer de largas piernas y cuerpo insinuante apareció en escena. Era, simplemente, perfecta, no había otro calificativo para ella. Labios carnosos, ojos verdes y un lunar al lado de una nariz coqueta y respingona. De cabellos dorados y rizados cogidos con una trenza apoyada en su hombro derecho, y un mechón que caía por su frente. Pequeña a su lado, pero no en comparación con su nuevo amiga. Apretada, pero todo en su sitio.
-¿Sois los nuevos, verdad? Dretch Buerganor –dijo mirando al moreno-. Y Giotto Leblanc –culminó, desviando su mirada hacia el rubio.
Giotto asintió.
-Yo soy Annette de Vouloir, aunque podéis llamarme Ann, un placer.
-Igualmente, señorita –agarró su mano y la apoyó en sus labios, casi al mismo tiempo que le hacía una pequeña referencia-. Si lo desea puede llamarme Gio.
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Dretch se me rascó la cabeza perezosamente ¿Quién le iba a decir a él que aquel rubito larguirucho también sería un agente del North Blue? Puede que también perteneciese al CP1 ¿Y si se había cruzado con él en el pasado? Rápidamente desechó aquella idea. Era demasiado egoísta pensar que en una organización tan grande como la Cipher Pol uno podía llegar a conocer a todos los agentes. Estrechó la mano del tal Giotto, aunque aquello no le hizo cambiar su primera impresión. De hecho, le reafirmo en su idea de que el pobre estaba mucho más perdido que él mismo.
- No te preocupes demasiado – atajó – Tengo entendido que este lugar es algo así como una ciudad militar, no les costará demasiado trabajo darnos algo que hacer.
Finalmente, dejó de revolver cosas en su petate y extrajo un pequeño papel que había sido doblado varias veces de forma apresurada. Aquel documento se constaba de una copia de su solicitud de traslado, así como varias recomendaciones que había recibido a lo largo de su corta estancia en Marineford. Y, aunque volvió a releerlas, para asegurarse de que no había ningún error, no hizo ningún comentario sobre ello.
Antes de que se percatara de que su nuevo conocido no tenía un petate ni una nota como la suya, fueron abordados por una monada rubia. Aunque, como siempre, las apariencias engañaban. Dretch ya tenía cierta experiencia tratando con agentes del genero opuesto y sabía demasiado bien de lo que eran capaces. Si hacia memoria, aun podía recordar su entrenamiento con Lerah Micra, su antigua compañera de división.
-Yo soy Annette de Vouloir, aunque podéis llamarme Ann, un placer – dijo la joven.
Dretch se limitó a inclinar la cabeza respetuosamente.
- ¿Significa esto que hemos sido asignados a la misma división? – inquirió.
- Así es – les confirmó – Ambos habéis sido transferidos a la Karasu – ante la cara de indiferencia de ambos agentes, no le quedó más remedio que dar más detalles – La Karasu-Tengu V, su nombre oficial, es conocida por ser la división maldita. Desde hace diez años no ha habido ningún agente en la Karasu. Dejamos de usar ese nombre porque pesaba demasiada superstición sobre ella. Ninguna escruadra de la Karasu llegó jamás a superar un tercio de sus misiones en la historia del CP7. Se convirtió en un chiste.
- ¿Entonces por qué la resucitáis ahora? – preguntó el joven búho, sin molestarse en ocultar su enojo.
¿Para qué le servían tantos esfuerzos y recomendaciones para ir a parar a una división de fracasados?
- El señor Zyanchy es quien se está encargando del reclutamiento, si estáis hoy aquí es porque ha visto algo en vosotros. Cada uno a vuestra manera no sois agentes convencionales. Estamos haciendo algo inusual con la Karasu. Espero que no os importe. Estamos rescatando a las jóvenes promesas que nunca llegaron a brillar, adelantando el equivalente a un curso completo de algunos iniciados y postergando los ascensos de algunos agentes auxiliares. Creo que estaréis contentos con la calidad de vuestros compañeros – dijo mientras les guiñaba un ojo – Ahora si tenéis la bondad de acompañarme.
Dretch miró a Giotto. El rubio parecía casi tan sorprendido como él. Sin perder más tiempo ambos siguieron los pasos de aquella misteriosa mujer hasta la enorme puerta de la Isla Judicial. Allí pudieron contemplar como dos enormes gigantes abrían las colosales puertas para ellos, dejando al descubierto una laberíntica ciudad que escapaba a la lógica.
- No te preocupes demasiado – atajó – Tengo entendido que este lugar es algo así como una ciudad militar, no les costará demasiado trabajo darnos algo que hacer.
Finalmente, dejó de revolver cosas en su petate y extrajo un pequeño papel que había sido doblado varias veces de forma apresurada. Aquel documento se constaba de una copia de su solicitud de traslado, así como varias recomendaciones que había recibido a lo largo de su corta estancia en Marineford. Y, aunque volvió a releerlas, para asegurarse de que no había ningún error, no hizo ningún comentario sobre ello.
Antes de que se percatara de que su nuevo conocido no tenía un petate ni una nota como la suya, fueron abordados por una monada rubia. Aunque, como siempre, las apariencias engañaban. Dretch ya tenía cierta experiencia tratando con agentes del genero opuesto y sabía demasiado bien de lo que eran capaces. Si hacia memoria, aun podía recordar su entrenamiento con Lerah Micra, su antigua compañera de división.
-Yo soy Annette de Vouloir, aunque podéis llamarme Ann, un placer – dijo la joven.
Dretch se limitó a inclinar la cabeza respetuosamente.
- ¿Significa esto que hemos sido asignados a la misma división? – inquirió.
- Así es – les confirmó – Ambos habéis sido transferidos a la Karasu – ante la cara de indiferencia de ambos agentes, no le quedó más remedio que dar más detalles – La Karasu-Tengu V, su nombre oficial, es conocida por ser la división maldita. Desde hace diez años no ha habido ningún agente en la Karasu. Dejamos de usar ese nombre porque pesaba demasiada superstición sobre ella. Ninguna escruadra de la Karasu llegó jamás a superar un tercio de sus misiones en la historia del CP7. Se convirtió en un chiste.
- ¿Entonces por qué la resucitáis ahora? – preguntó el joven búho, sin molestarse en ocultar su enojo.
¿Para qué le servían tantos esfuerzos y recomendaciones para ir a parar a una división de fracasados?
- El señor Zyanchy es quien se está encargando del reclutamiento, si estáis hoy aquí es porque ha visto algo en vosotros. Cada uno a vuestra manera no sois agentes convencionales. Estamos haciendo algo inusual con la Karasu. Espero que no os importe. Estamos rescatando a las jóvenes promesas que nunca llegaron a brillar, adelantando el equivalente a un curso completo de algunos iniciados y postergando los ascensos de algunos agentes auxiliares. Creo que estaréis contentos con la calidad de vuestros compañeros – dijo mientras les guiñaba un ojo – Ahora si tenéis la bondad de acompañarme.
Dretch miró a Giotto. El rubio parecía casi tan sorprendido como él. Sin perder más tiempo ambos siguieron los pasos de aquella misteriosa mujer hasta la enorme puerta de la Isla Judicial. Allí pudieron contemplar como dos enormes gigantes abrían las colosales puertas para ellos, dejando al descubierto una laberíntica ciudad que escapaba a la lógica.
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Giotto no daba crédito alguno a lo que estaba escuchando de boca de Ann, que a medida que hablaba se notaba que era su superior. ¿En serio estaban tratando de resucitar una división gubernamental “maldita” él? ¿Tantas esperanzas tenían en sus habilidades? Le parecía absurdo. Sin embargo, fuera como fuera, lo daría todo para llevar a aquel grupo a lo más alto; pensó con determinación. Cruzó una mirada con su nuevo compañero, el cual parecía estar en la misma circunstancia emocional que él: sin saber que le deparaba el futuro próximo. Tras eso, siguieron a Annette hasta llegar a una ciudad con una distribución espacial muy extraña. No seguía ninguno de los patrones arquitectónicos que había estudiado, lineal no podía ser por la forma de la isla, que era un trozo de tierra elevado sobre la nada. Radiocéntrico tampoco era, así que solo podía tratarse de construcciones aparentemente irregulares con forma pseudolaberíntica.
Acompañaron a la joven hasta un edificio de ladrillo de tres plantas, el cual abarcaba una gran extensión –más o menos un campo de futbol sala-.
-Id entrando –dijo Ann, abriendo la puerta.
Giotto fue el último en entrar y la mujer tras él. No había nada, solo oscuridad. ¿Qué demonios ocurría? Entonces escuchó como un silbido muy característico, no había duda, era el soru.
-¿Ann? –preguntó el agente, sin recibir respuesta alguna.
Fue entonces cuando una bala le atravesó el cuerpo, atravesándole gracias a la capacidad etérea que le otorgaba el poder de su fruta del diablo. Sin esperar más, hizo surgir una llama en su cabeza, la cual brillaba con fuerza y emitía un calor muy intenso. A su lado estaba Dretch, que parecía estar tan nervioso y desconfiado como él. Y de pronto, un grupo de personas vestidas completamente de negro, portando armas de todo tipo surgieron a su alrededor.
Acompañaron a la joven hasta un edificio de ladrillo de tres plantas, el cual abarcaba una gran extensión –más o menos un campo de futbol sala-.
-Id entrando –dijo Ann, abriendo la puerta.
Giotto fue el último en entrar y la mujer tras él. No había nada, solo oscuridad. ¿Qué demonios ocurría? Entonces escuchó como un silbido muy característico, no había duda, era el soru.
-¿Ann? –preguntó el agente, sin recibir respuesta alguna.
Fue entonces cuando una bala le atravesó el cuerpo, atravesándole gracias a la capacidad etérea que le otorgaba el poder de su fruta del diablo. Sin esperar más, hizo surgir una llama en su cabeza, la cual brillaba con fuerza y emitía un calor muy intenso. A su lado estaba Dretch, que parecía estar tan nervioso y desconfiado como él. Y de pronto, un grupo de personas vestidas completamente de negro, portando armas de todo tipo surgieron a su alrededor.
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El joven agente estaba tan ensimismado con la idea de que, por fin valoraran sus esfuerzos por destacar, que apenas barajó la opción de que todo aquello fuese un ardid. En cuanto cruzó el umbral de aquel edificio, la venda que en aquel momento cubría sus ojos se deslizó y dio paso a la cruda realidad. Sin escapatoria y sin visión, aquello tan solo podía tratarse de una prueba ¿Significaba aquello que aún no era apto para ingresar en esa Karasu? Fuera como fuese, aquella había sido su primera oportunidad de promoción en años y, si en aquel momento estaba seguro de algo, era de que no la echaría a perder.
“Los Búhos somos aves nocturnas, esto no debería suponerme un problema” – se dijo a si mismo tratando de mantener la calma.
Ann volvió a hablar, esta vez a través de un micrófono. Su voz resonó contra las paredes del edificio.
- Que comience el ejercicio.
Aprovechándose de las extrañas llamas emitidas por Giotto pudo atisbar varias siluetas en la oscuridad: sombras contra las sombras, movimientos familiares.
- ¿Mas agentes? – susurró.
Dretch desenfundó su revólver, trató de seguir a las sombras con su ojo sano y ejecutó algunos disparos disuasorios para mantenerlas a raya. Estas se movieron con una rapidez casi sobrenatural. Ni tan siquiera con su excelente visión periférica era capaz de seguirles los movimientos. No tardarían demasiado en comenzar la lucha cuerpo a cuerpo y, agotado debido a su pelea en el Umi Ressha contra Kaori y el resto de agentes, no tenía ninguna intención de hacer el ridículo el primer día.
Casi por pura frustración elevó su mirada hasta el techo.
- ¡Eh, Leblanc! Intenta ganar todo el tiempo que puedas, tengo un plan – le gritó por encima de todo aquel estruendo de balas y acero.
El agente se llevó sus manos a la espalda, hacia los dedales de su Cross Tail y, con la perecía propia de aquel que ha pasado toda su vida entre alfileres y agujas, entrelazó los hilos de sus dedos formando una contundente lanza de color naranja. Seguro de sí mismo, avanzó hacia la primera de aquellas sombras y, aunque le arrojó su lanza de hilo con todas sus fuerzas, el lanzamiento erró por mucha distancia. La lanza salió prácticamente disparada hacia techo de la sala, por lo que aquello dejo a Dretch vulnerable.
- ¡Shigan! – exclamó la sombra.
Dretch, sin embargo, lejos de sentir dolor más bien se sentía liberado. Aunque no era una sensación tan extraña. Hacía tiempo que había comenzado a normalizar la reacción que el Kami-e producía en su cuerpo. Músculos, tendones y huesos parecían haber desaparecido de su cuerpo y, a pesar de ello, cayó al suelo de la sala como un saco de patatas. Antes de que aquel individuo le atacara había usado su Kami-e Yurei y ahora permanecía sobre el suelo de la sala como si se tratase de un cadáver. Cuando el joven búho sintió que la lanza había impactado sobre una de las vigas del techo, aguardo unos segundos para asegurarse de que nadie le prestaba atención y activó el mecanismo de recogida de hilo de su Cross Tail para elevarse sin ser visto.
“Los Búhos somos aves nocturnas, esto no debería suponerme un problema” – se dijo a si mismo tratando de mantener la calma.
Ann volvió a hablar, esta vez a través de un micrófono. Su voz resonó contra las paredes del edificio.
- Que comience el ejercicio.
Aprovechándose de las extrañas llamas emitidas por Giotto pudo atisbar varias siluetas en la oscuridad: sombras contra las sombras, movimientos familiares.
- ¿Mas agentes? – susurró.
Dretch desenfundó su revólver, trató de seguir a las sombras con su ojo sano y ejecutó algunos disparos disuasorios para mantenerlas a raya. Estas se movieron con una rapidez casi sobrenatural. Ni tan siquiera con su excelente visión periférica era capaz de seguirles los movimientos. No tardarían demasiado en comenzar la lucha cuerpo a cuerpo y, agotado debido a su pelea en el Umi Ressha contra Kaori y el resto de agentes, no tenía ninguna intención de hacer el ridículo el primer día.
Casi por pura frustración elevó su mirada hasta el techo.
- ¡Eh, Leblanc! Intenta ganar todo el tiempo que puedas, tengo un plan – le gritó por encima de todo aquel estruendo de balas y acero.
El agente se llevó sus manos a la espalda, hacia los dedales de su Cross Tail y, con la perecía propia de aquel que ha pasado toda su vida entre alfileres y agujas, entrelazó los hilos de sus dedos formando una contundente lanza de color naranja. Seguro de sí mismo, avanzó hacia la primera de aquellas sombras y, aunque le arrojó su lanza de hilo con todas sus fuerzas, el lanzamiento erró por mucha distancia. La lanza salió prácticamente disparada hacia techo de la sala, por lo que aquello dejo a Dretch vulnerable.
- ¡Shigan! – exclamó la sombra.
Dretch, sin embargo, lejos de sentir dolor más bien se sentía liberado. Aunque no era una sensación tan extraña. Hacía tiempo que había comenzado a normalizar la reacción que el Kami-e producía en su cuerpo. Músculos, tendones y huesos parecían haber desaparecido de su cuerpo y, a pesar de ello, cayó al suelo de la sala como un saco de patatas. Antes de que aquel individuo le atacara había usado su Kami-e Yurei y ahora permanecía sobre el suelo de la sala como si se tratase de un cadáver. Cuando el joven búho sintió que la lanza había impactado sobre una de las vigas del techo, aguardo unos segundos para asegurarse de que nadie le prestaba atención y activó el mecanismo de recogida de hilo de su Cross Tail para elevarse sin ser visto.
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«Qué comience el ejercicio»
Solo bastaron esas palabras para que todos los agentes desaparecieran de la vista del agente, produciéndose el inconfundible sonido que emitía un desplazamiento a gran velocidad, tan alta que resulta casi imposible saber dónde aparecerán. Sin embargo, no era una técnica perfecta, pues en espacios tan reducidos como aquel y siendo tantas personas sería muy difícil mantener el ritmo. Y así fue, dos de ellos se chocaron y cayeron al suelo. Giotto fue a atacarlos, pero una bala nuevamente le atravesó, esta vez la parte más superficial del tríceps derecho. La sangre brotaba lentamente por su chaqueta, goteando el suelo. El casquillo de bala estaba sobre el suelo y su punta era de un azul muy intenso. «Kairoseki» pensó, apretando los dientes.
-¡Eh, Leblanc! Intenta ganar todo el tiempo que puedas, tengo un plan –le dijo Dretch, por lo que se dio media vuelta y se encaró contra un grupo de tres individuos, convirtiendo su cuerpo en fuego y lanzando pequeñas bolas de fuego del tamaño de una naranja a cada uno de ellos. Un total de quince, en pocos segundos. El fuego fue degradando su ropa, haciendo que su carne pudiera verse. Y de nuevo, el sonido de armas de fuego accionándose. Aquella no era la primera vez que podía notar que todo iba a cámara lenta, ya le pasó antes en otra ocasión, tenía poco tiempo, así que solo podía hacer una cosa.
Varios meses antes…
-¿Adaptar el rokushiki a mi akuma?
-Efectivamente, Giotto –le dijo Arwen, mirándola por encima de un libro forrado de verde-. La idea es usar el rokushiki, pero aplicándole los poderes de tu logia para mejorarlo.
-Va a estar difícil, entonces.
Giotto pasó semanas enteras pensando todas las distintas formas en las que podría combinar el poder que le otorgaba el demonio de su interior y las técnicas especiales del rokushiki. Y decidió comenzar por el principio, por la primera técnica que se aprende una vez has aprendido la base para ello: el Kami-e.
Como fue su idea, le pidió ayuda a Arwen. La joven quedaba con el músico todos los días durante varias horas para ayudarlo a entrenar. El entrenamiento se dividió en tres fases: una primera en la que la joven le daría puñetazos con haki al cuerpo. La otra en la que le dispararía con un arma de fuego con proyectiles de kairoseki de bajo calibre, y una última que consistiría en que la joven le tendría que disparar con proyectiles de alto calibre durante un combate real. Y de esa forma comenzó el entrenamiento. Giotto cuando usaba su kami-e podía adaptar su cuerpo de muchas maneras, como hacerlo más delgado para esquivar, por ejemplo. Y su akuma le proporcionaba una cierta inmunidad a ataques físicos, pero si usaban haki o kairoseki estaba perdido, así que su única opción era que su cuerpo y su mente, cuando usara el kami-e actuaran al mismo tiempo.
Las primeras semanas con el entrenamiento con el entrenamiento a base de golpes, no fue muy eficaz. El rubio acabó con moratones y muchas lesiones, teniendo que parar durante algunos días a descansar. Sin embargo, durante la quinta semana, consiguió algunos progresos. Uno de cada tres golpes era capaz de esquivarlo haciendo un agujero en su cuerpo casi por instinto. Y pasados diez días más podía hacerlo perfectamente. Tras eso, era hora de ir a la fase dos. ¿Qué diferencia había? Pues es simple, en la primera solo tenía que esquivar un golpe directo cada vez, de frente, de gran tamaño, y ahora tenía que hacer eso con objetos más pequeños y en multitud. Como pensó el rubio, quizás fuera por desconfianza, tras el primer día de entrenamiento estuvo dos semanas en el hospital, con varias heridas graves.
-No pienso volver a ayudarte en esta locura –le dijo Arwen, pensando en que el rubio podía morir con ese absurdo entrenamiento.
-¿Eres una asesina, verdad? Pues no apuntes a zonas vitales, después de todo estaré quieto.
Después de una hora de discusión la joven aceptó, con la condición de que solo tres de cada doce balas serían de kairoseki hasta que las pudiera esquivar todas de aquella forma. Y así fue, al principio no era capaz de esquivar casi ninguna, quizás el veinte por cierto de ellas. Pero con el tiempo su mente y su fruta iban más al unísono y era capaz de esquivarlas todas. Y pasados tres meses, llego el momento de la tercera fase, un combate entre ambos. Arwen era una asesina experta, curtida en más de una veintena de misiones de infiltración con éxito, así que atacar a Giotto no debería ser un problema. La joven comenzó a atacar cuerpo a cuerpo a su amigo, con sus manos recubiertas de haki de armadura. Por su parte, Gio solo se dedicaba a crear orificios en su cuerpo usando el kami-e y la capacidad de ser etéreo que le daba su fruta para ello. Al final de combate, el joven podía esquivar el ochenta por ciento de los ataques, aunque esperaba que con el tiempo fuera más.
Las balas de aquellos agentes venían hacia él, y, tras aumentar la potencia de su llama para tener mejor visibilidad, creó varios agujeros en su cuerpo por el que pasaron las balas de sus contrincantes.
«Kami-e: l’intervallo»
Solo bastaron esas palabras para que todos los agentes desaparecieran de la vista del agente, produciéndose el inconfundible sonido que emitía un desplazamiento a gran velocidad, tan alta que resulta casi imposible saber dónde aparecerán. Sin embargo, no era una técnica perfecta, pues en espacios tan reducidos como aquel y siendo tantas personas sería muy difícil mantener el ritmo. Y así fue, dos de ellos se chocaron y cayeron al suelo. Giotto fue a atacarlos, pero una bala nuevamente le atravesó, esta vez la parte más superficial del tríceps derecho. La sangre brotaba lentamente por su chaqueta, goteando el suelo. El casquillo de bala estaba sobre el suelo y su punta era de un azul muy intenso. «Kairoseki» pensó, apretando los dientes.
-¡Eh, Leblanc! Intenta ganar todo el tiempo que puedas, tengo un plan –le dijo Dretch, por lo que se dio media vuelta y se encaró contra un grupo de tres individuos, convirtiendo su cuerpo en fuego y lanzando pequeñas bolas de fuego del tamaño de una naranja a cada uno de ellos. Un total de quince, en pocos segundos. El fuego fue degradando su ropa, haciendo que su carne pudiera verse. Y de nuevo, el sonido de armas de fuego accionándose. Aquella no era la primera vez que podía notar que todo iba a cámara lenta, ya le pasó antes en otra ocasión, tenía poco tiempo, así que solo podía hacer una cosa.
Varios meses antes…
-¿Adaptar el rokushiki a mi akuma?
-Efectivamente, Giotto –le dijo Arwen, mirándola por encima de un libro forrado de verde-. La idea es usar el rokushiki, pero aplicándole los poderes de tu logia para mejorarlo.
-Va a estar difícil, entonces.
Giotto pasó semanas enteras pensando todas las distintas formas en las que podría combinar el poder que le otorgaba el demonio de su interior y las técnicas especiales del rokushiki. Y decidió comenzar por el principio, por la primera técnica que se aprende una vez has aprendido la base para ello: el Kami-e.
Como fue su idea, le pidió ayuda a Arwen. La joven quedaba con el músico todos los días durante varias horas para ayudarlo a entrenar. El entrenamiento se dividió en tres fases: una primera en la que la joven le daría puñetazos con haki al cuerpo. La otra en la que le dispararía con un arma de fuego con proyectiles de kairoseki de bajo calibre, y una última que consistiría en que la joven le tendría que disparar con proyectiles de alto calibre durante un combate real. Y de esa forma comenzó el entrenamiento. Giotto cuando usaba su kami-e podía adaptar su cuerpo de muchas maneras, como hacerlo más delgado para esquivar, por ejemplo. Y su akuma le proporcionaba una cierta inmunidad a ataques físicos, pero si usaban haki o kairoseki estaba perdido, así que su única opción era que su cuerpo y su mente, cuando usara el kami-e actuaran al mismo tiempo.
Las primeras semanas con el entrenamiento con el entrenamiento a base de golpes, no fue muy eficaz. El rubio acabó con moratones y muchas lesiones, teniendo que parar durante algunos días a descansar. Sin embargo, durante la quinta semana, consiguió algunos progresos. Uno de cada tres golpes era capaz de esquivarlo haciendo un agujero en su cuerpo casi por instinto. Y pasados diez días más podía hacerlo perfectamente. Tras eso, era hora de ir a la fase dos. ¿Qué diferencia había? Pues es simple, en la primera solo tenía que esquivar un golpe directo cada vez, de frente, de gran tamaño, y ahora tenía que hacer eso con objetos más pequeños y en multitud. Como pensó el rubio, quizás fuera por desconfianza, tras el primer día de entrenamiento estuvo dos semanas en el hospital, con varias heridas graves.
-No pienso volver a ayudarte en esta locura –le dijo Arwen, pensando en que el rubio podía morir con ese absurdo entrenamiento.
-¿Eres una asesina, verdad? Pues no apuntes a zonas vitales, después de todo estaré quieto.
Después de una hora de discusión la joven aceptó, con la condición de que solo tres de cada doce balas serían de kairoseki hasta que las pudiera esquivar todas de aquella forma. Y así fue, al principio no era capaz de esquivar casi ninguna, quizás el veinte por cierto de ellas. Pero con el tiempo su mente y su fruta iban más al unísono y era capaz de esquivarlas todas. Y pasados tres meses, llego el momento de la tercera fase, un combate entre ambos. Arwen era una asesina experta, curtida en más de una veintena de misiones de infiltración con éxito, así que atacar a Giotto no debería ser un problema. La joven comenzó a atacar cuerpo a cuerpo a su amigo, con sus manos recubiertas de haki de armadura. Por su parte, Gio solo se dedicaba a crear orificios en su cuerpo usando el kami-e y la capacidad de ser etéreo que le daba su fruta para ello. Al final de combate, el joven podía esquivar el ochenta por ciento de los ataques, aunque esperaba que con el tiempo fuera más.
Las balas de aquellos agentes venían hacia él, y, tras aumentar la potencia de su llama para tener mejor visibilidad, creó varios agujeros en su cuerpo por el que pasaron las balas de sus contrincantes.
«Kami-e: l’intervallo»
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Desde lo alto del techo, el agente bajó en descenso libre usando uno de los hilos de su Cross tail. Dretch tocó suelo detrás de una de las sombras que el aquel instante estaban disparando a Giotto, sigiloso como un gato. Le dio un par de fuertes patadas en su espalda, para luego agacharse y golpear las piernas de su objetivo con barrido destinado a derribarlo. La sombra cayó al suelo.
El agente cosió sus hilos en el uniforme de aquella sombra. Un momento más tarde, el individuo salió disparado hacia lo alto, pataleando, y desapareció en la oscuridad.
“Uno menos” – sonrió confiado, al notar como su primera presa impactaba sobre el techo de la sala.
Otros dos individuos se volvieron hacia él para atacar. Pero el Búho rodó y se fundió con las sombras. Demostrando que él también sabia jugar a ese juego. Pasados unos instantes, ya eran tres los asaltantes que permanecían colgados del techo. Y, aunque Dretch no identificó a ninguno de ellos, sí que logró reconocer los uniformes de infiltración de CP7. Iban completamente vestidos de negro, salvo por las rendijas para los ojos.
Aprovechándose de la oscuridad y de los tenues fogonazos de luz que emitía Giotto intermitentemente, el agente era un borrón de bruscos movimientos. Casi por puro instinto, daba volteretas en el aire para esquivar los enjambres de balas aturdidoras. Finalmente se lanzó contra el cuarto de aquellos hombres, y ambos se deslizaron hacia las sombras. El arma de asaltante destelló una vez, y luego volvió a reinar la oscuridad.
El agente cosió sus hilos en el uniforme de aquella sombra. Un momento más tarde, el individuo salió disparado hacia lo alto, pataleando, y desapareció en la oscuridad.
“Uno menos” – sonrió confiado, al notar como su primera presa impactaba sobre el techo de la sala.
Otros dos individuos se volvieron hacia él para atacar. Pero el Búho rodó y se fundió con las sombras. Demostrando que él también sabia jugar a ese juego. Pasados unos instantes, ya eran tres los asaltantes que permanecían colgados del techo. Y, aunque Dretch no identificó a ninguno de ellos, sí que logró reconocer los uniformes de infiltración de CP7. Iban completamente vestidos de negro, salvo por las rendijas para los ojos.
Aprovechándose de la oscuridad y de los tenues fogonazos de luz que emitía Giotto intermitentemente, el agente era un borrón de bruscos movimientos. Casi por puro instinto, daba volteretas en el aire para esquivar los enjambres de balas aturdidoras. Finalmente se lanzó contra el cuarto de aquellos hombres, y ambos se deslizaron hacia las sombras. El arma de asaltante destelló una vez, y luego volvió a reinar la oscuridad.
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Había sido la acción defensiva perfecta, o eso pensó, pues una bala le dio en el muslo. No había sido capaz de crear todos los agujeros necesarios para esquivar las balas. Necesitaba más, mucho más. Tenía que saber de qué lugar venían y para ello debía intuir hacia donde iban las balas, es decir, predecirlas, y en palabras de un experto era despertar el haki de observación. Respiró hondo, intentando calmarse. Estaba rodeado de agentes del gobierno que buscaban derrotarle, no matarle, o eso creía. Nuevamente, se vio rodeado de agentes, un total de cuatro. Dos de ellos tenían varios cuchillos en la mano, mientras los otros tenían una pistola cada uno.
«Joder con las pistolitas, macho»
Aumentó la llama de su cabeza, mejorando la visibilidad y contempló a los tiradores. Se centró en su entorno, intentando recibir cualquier información de él. ¿Qué podía ayudarle en el combate? Nada, absolutamente nada. Era una sala prácticamente vacía, pero sentía presencias, o eso creía. Había más gente allí de la que creía. Sus opciones eran acabar con los tiradores e ir inmediatamente contra los navajeros, o bien lanzar una poderosa llamarada que acabara con todos. Sin embargo, lo notó, noto como uno de los navajeros lanzaba un cuchillo que esquivó a duras penas recibiendo un corte en la oreja. «¡Qué demonios!»
No eran navajeros, eran lanzadores de cuchillos y manejaban el haki de armadura, lo que le faltaba. Ahora más que nunca tenía que recordad toda la teoría para intentar controlar el poder de su interior que le permitía ver las cosas, algo que solo le había pasado dos veces, una hacía escasos segundos. Cerró los ojos y centró sus sentidos en lo que le rodeaba. Tenía cuatro personas rodeándole, aunque había muchas más, ¿cuántas exactamente? No sabría decirlo, pero eso ahora no importaba. Escuchó como el gatillo del arma se accionaba, y como el viento iba cortando los cuchillos. Casi de forma simultánea, guiado por su instinto, para bien o para mal, intentó crear agujeros en su cuerpo en los sitios exactos. Dos de ellos fueron un éxito, pudo preverlo: hizo pasar un cuchillo y una bala, pero los dos restantes le dieron de lleno; uno en el glúteo y una bala en el brazo. Gritó impotente y lanzó una fuerte llamarada en un radio de tres metros, obligando a huir a sus oponentes.
«Joder con las pistolitas, macho»
Aumentó la llama de su cabeza, mejorando la visibilidad y contempló a los tiradores. Se centró en su entorno, intentando recibir cualquier información de él. ¿Qué podía ayudarle en el combate? Nada, absolutamente nada. Era una sala prácticamente vacía, pero sentía presencias, o eso creía. Había más gente allí de la que creía. Sus opciones eran acabar con los tiradores e ir inmediatamente contra los navajeros, o bien lanzar una poderosa llamarada que acabara con todos. Sin embargo, lo notó, noto como uno de los navajeros lanzaba un cuchillo que esquivó a duras penas recibiendo un corte en la oreja. «¡Qué demonios!»
No eran navajeros, eran lanzadores de cuchillos y manejaban el haki de armadura, lo que le faltaba. Ahora más que nunca tenía que recordad toda la teoría para intentar controlar el poder de su interior que le permitía ver las cosas, algo que solo le había pasado dos veces, una hacía escasos segundos. Cerró los ojos y centró sus sentidos en lo que le rodeaba. Tenía cuatro personas rodeándole, aunque había muchas más, ¿cuántas exactamente? No sabría decirlo, pero eso ahora no importaba. Escuchó como el gatillo del arma se accionaba, y como el viento iba cortando los cuchillos. Casi de forma simultánea, guiado por su instinto, para bien o para mal, intentó crear agujeros en su cuerpo en los sitios exactos. Dos de ellos fueron un éxito, pudo preverlo: hizo pasar un cuchillo y una bala, pero los dos restantes le dieron de lleno; uno en el glúteo y una bala en el brazo. Gritó impotente y lanzó una fuerte llamarada en un radio de tres metros, obligando a huir a sus oponentes.
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Dretch continuaba moviéndose de un lado para otro constantemente, escudándose en las sombras cuando le amenazaban y contratacando cada vez que la sala se iluminaba con uno de los destellos emitidos por Giotto. Tal y como suponía, aquellos agentes poseían la capacidad de alcanzar velocidades extremas en carreras cortas, eran capaces de levantar cerca de dos veces su peso corporal y su visión en la oscuridad era cuanto menos envidiable.
Sin embargo, sus capacidades físicas no se encontraban tan distantes de las de aquellos sujetos. Sus tiempos de reacción estaban resultando excelentes y podía sentir como estos mejoraban a cada instante, ya que su cuerpo se encontraba inundado de adrenalina. Improvisaba, improvisaba y se adaptaba. Tal y como había hecho en Marineford; cuanto más difícil era el desafío, con más ahínco luchaba.
“Hasta la última de todas las molestias que se tomaron en mi entrenamiento ha valido la pena”- se dijo así mismo al ser consciente finalmente de sus capacidades.
Poco importaba la precisión de los tiradores del CP7. Cuanto más empeño ponían en hacer blanco, más y más desviadas salían las balas de sus armas. Casi como una fuerza ajena al agente desviara todos y cada uno de los disparos dirigidos hacia él. Lo que algunos podrían interpretar como una clase magistral de Kami-e aquello no tenia nada que ver con ninguna capacidad física del joven Búho. Se trataba de una de las pocas habilidades que había logrado desarrollar con su Cliche Cliche no Mi. Como si un ejército de negligentes clones se tratara, siempre que un pelotón de tiradores abriera fuego contra él, las balas comenzarían a salir despedidas en todas direcciones salvo en dirección al agente.
Sus pasos finalmente le llevaron de nuevo junto a Giotto, tras el cual se cubrió de algunos de los disparos aprovechándose de su extraña habilidad.
- Sigues de una pieza, nada mal Leblanc – concedió – Con tanto trajín apenas he tenido tiempo de contar cuantos quedan. Creo que he dejado fuera de combate a unos cuatro, pero los disparos siguen llegando de todas partes ¿Alguna idea?
Sin embargo, sus capacidades físicas no se encontraban tan distantes de las de aquellos sujetos. Sus tiempos de reacción estaban resultando excelentes y podía sentir como estos mejoraban a cada instante, ya que su cuerpo se encontraba inundado de adrenalina. Improvisaba, improvisaba y se adaptaba. Tal y como había hecho en Marineford; cuanto más difícil era el desafío, con más ahínco luchaba.
“Hasta la última de todas las molestias que se tomaron en mi entrenamiento ha valido la pena”- se dijo así mismo al ser consciente finalmente de sus capacidades.
Poco importaba la precisión de los tiradores del CP7. Cuanto más empeño ponían en hacer blanco, más y más desviadas salían las balas de sus armas. Casi como una fuerza ajena al agente desviara todos y cada uno de los disparos dirigidos hacia él. Lo que algunos podrían interpretar como una clase magistral de Kami-e aquello no tenia nada que ver con ninguna capacidad física del joven Búho. Se trataba de una de las pocas habilidades que había logrado desarrollar con su Cliche Cliche no Mi. Como si un ejército de negligentes clones se tratara, siempre que un pelotón de tiradores abriera fuego contra él, las balas comenzarían a salir despedidas en todas direcciones salvo en dirección al agente.
Sus pasos finalmente le llevaron de nuevo junto a Giotto, tras el cual se cubrió de algunos de los disparos aprovechándose de su extraña habilidad.
- Sigues de una pieza, nada mal Leblanc – concedió – Con tanto trajín apenas he tenido tiempo de contar cuantos quedan. Creo que he dejado fuera de combate a unos cuatro, pero los disparos siguen llegando de todas partes ¿Alguna idea?
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Giotto continuaba envuelto en llamas que lanzaba a sus enemigos, evitando que estos se agruparan a su alrededor para atacarle físicamente. No podía impedir que usaran el rokushiki en su contra, pero si podía evitar que se acercaran a él e intentaran golpearle. Sin embargo, los tiradores continuaban acechándole desde las sombras disparándole con tesón, intentando que alguna de ellas surgiera efecto. Como era de esperar en Ennies Lobies, muchos de esos hombres sabían usar armamento de haki en sus balas, haciendo que algunas pocas rozaran el cuerpo de Giotto si no era capaz de esquivarlas. Estaba claro que no querían matarle, pero no le importaban herirle y enviarle al hospital una larga temporada. Sin embargo, todo era distinto. A medida que le atacaban podía vislumbrar de alguna forma un aura en las balas, logrando evadirlas haciendo movimientos sutiles y rápidos con su cuerpo, abriendo un agujero tras otro en su cuerpo gracias a su kami-e.
Mientras reculaba hacia atrás, abriendo agujeros en su cuerpo concentrado todo lo posible en las balas que sí podían hacerle daño chocó contra alguien, espalda contra espalda. Esa persona era Dretch, el joven agente que había emboscado en aquel lugar con él.
-Lo mismo puedo decir, señor Buerganor –le dijo, mostrando una sonrisa y bordeándolo para lanzar una llamarada a los que estaban frente al hombre de ojos saltones-. Yo he dejado inconsciente a otros pocos, pero parece que no acaban.
Y de nuevo lo notó, a su espalda, un aura que se postraba sobre el arma de su contrincante. Así que abrió dos agujeros en su cuerpo y miró a Drech.
-A tus once y tus una. ¡Dispara!
Mientras reculaba hacia atrás, abriendo agujeros en su cuerpo concentrado todo lo posible en las balas que sí podían hacerle daño chocó contra alguien, espalda contra espalda. Esa persona era Dretch, el joven agente que había emboscado en aquel lugar con él.
-Lo mismo puedo decir, señor Buerganor –le dijo, mostrando una sonrisa y bordeándolo para lanzar una llamarada a los que estaban frente al hombre de ojos saltones-. Yo he dejado inconsciente a otros pocos, pero parece que no acaban.
Y de nuevo lo notó, a su espalda, un aura que se postraba sobre el arma de su contrincante. Así que abrió dos agujeros en su cuerpo y miró a Drech.
-A tus once y tus una. ¡Dispara!
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Al no disparar contra él, sino que el resto de encapuchados abrían ahora fuego contra Giotto, las balas comenzaron a silbar peligrosamente a su alrededor. Parecía que la dichosa akuma tenía bastantes defectos, eso o puede que él fuera incapaz de ejercer algún tipo de control real sobre la misma.
Cerró su ojo sano y trató de hacer algo útil por los dos. Agudizo sus sentidos y trató de desglosar cada ráfaga de disparos. Al menos debía de quedar siete u ocho agentes en pie, seguían siendo demasiados. Pese a que se habían sobrepuesto a la sorpresa inicial y habían reaccionado lo mejor que habían sabido a aquella emboscada. Las fuerzas distaban aún bastante de estar igualadas.
Aprovechando la cobertura que le proporcionaba el cuerpo de Giotto, se detuvo unos segundos para trazar un plan. A fin de cuentas, aquello se trataba de una práctica ¿Qué sentido tenía emplear su revólver y tratar de derribar a uno de aquellos agentes? No, evidentemente no podía tratarse de una prueba de supervivencia. Debían de estar analizando su capacidad de adaptación e improvisación. Si usar munición letal era un problema, la solución estaba justo frente a sus ojos. No podía usar su arma, pero nadie había dicho nada de que no pudiera usar las de sus rivales.
- A tus once y tus una. ¡Dispara! – Aquello le saco sacó de su reflexión.
Dretch abrió su ojo sano y, con la vista completamente adaptada a la oscuridad, rodó hacia su derecha, hacia el lugar donde hacia escasos minutos había abatido a uno de los agentes. Recogió el arma del suelo, un subfusil corto y de tacto suave, e instintivamente abrió fuego hacia las direcciones que le había indicado Giotto. Los destellos emitidos por los cañones de las armas resplandecieron de nuevo en la estancia, sin embargo, como por arte de magia, las balas comenzaron desviarse nuevamente de su trayectoria conforme se aproximaban al joven Búho.
Un par de quejidos roncos resonaron en la sala.
“Dos menos...”
Cerró su ojo sano y trató de hacer algo útil por los dos. Agudizo sus sentidos y trató de desglosar cada ráfaga de disparos. Al menos debía de quedar siete u ocho agentes en pie, seguían siendo demasiados. Pese a que se habían sobrepuesto a la sorpresa inicial y habían reaccionado lo mejor que habían sabido a aquella emboscada. Las fuerzas distaban aún bastante de estar igualadas.
Aprovechando la cobertura que le proporcionaba el cuerpo de Giotto, se detuvo unos segundos para trazar un plan. A fin de cuentas, aquello se trataba de una práctica ¿Qué sentido tenía emplear su revólver y tratar de derribar a uno de aquellos agentes? No, evidentemente no podía tratarse de una prueba de supervivencia. Debían de estar analizando su capacidad de adaptación e improvisación. Si usar munición letal era un problema, la solución estaba justo frente a sus ojos. No podía usar su arma, pero nadie había dicho nada de que no pudiera usar las de sus rivales.
- A tus once y tus una. ¡Dispara! – Aquello le saco sacó de su reflexión.
Dretch abrió su ojo sano y, con la vista completamente adaptada a la oscuridad, rodó hacia su derecha, hacia el lugar donde hacia escasos minutos había abatido a uno de los agentes. Recogió el arma del suelo, un subfusil corto y de tacto suave, e instintivamente abrió fuego hacia las direcciones que le había indicado Giotto. Los destellos emitidos por los cañones de las armas resplandecieron de nuevo en la estancia, sin embargo, como por arte de magia, las balas comenzaron desviarse nuevamente de su trayectoria conforme se aproximaban al joven Búho.
Un par de quejidos roncos resonaron en la sala.
“Dos menos...”
Giotto Leblanc
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Ante todo pronóstico, el agente de cabellos negros no usó los agujeros que creó Giotto en su interior para que lo usara para disparar. Haciendo gala de una velocidad y agilidad increíbles, se echó a un lado y disparó.
-No está mal, Buerganor –alabó Giotto, convirtiendo sus brazos en fuego y aproximándose al que tenía frente a él, propinándole un fortísimo golpe en el pecho, derribándole en el acto.
Todo parecía ir en favor de los dos agentes novicios en aquellas tierras gubernamentales, pero entonces una luz cegadora procedente de un neón que estaba en el techo iluminó el lugar. Todos los agentes que había en el suelo eran muñecos de madera, aunque los tiradores eran de carne y hueso. Entonces, mediante una plataforma que surgía del techo bajaba Ann, vestida con un traje de cuero negro apretado y se puso frente a los agentes
-Lo habéis hecho mejor de lo que esperaba, pero esto ha sido solo el entrenamiento. Si uno de vosotros consigue tocarme habréis pasado, sino habréis fracasado en vuestra primera misión en casa.
Entonces, la joven desapareció.
Giotto intento centrarse en su aura, que parecía estar dando vueltas a toda velocidad por la sala. «Eso es más que el soru» se dijo el agente, vislumbrado a duras penas el aura que desprendía la agente, haciendo que lo contemplara a ratos.
-No está mal, Buerganor –alabó Giotto, convirtiendo sus brazos en fuego y aproximándose al que tenía frente a él, propinándole un fortísimo golpe en el pecho, derribándole en el acto.
Todo parecía ir en favor de los dos agentes novicios en aquellas tierras gubernamentales, pero entonces una luz cegadora procedente de un neón que estaba en el techo iluminó el lugar. Todos los agentes que había en el suelo eran muñecos de madera, aunque los tiradores eran de carne y hueso. Entonces, mediante una plataforma que surgía del techo bajaba Ann, vestida con un traje de cuero negro apretado y se puso frente a los agentes
-Lo habéis hecho mejor de lo que esperaba, pero esto ha sido solo el entrenamiento. Si uno de vosotros consigue tocarme habréis pasado, sino habréis fracasado en vuestra primera misión en casa.
Entonces, la joven desapareció.
Giotto intento centrarse en su aura, que parecía estar dando vueltas a toda velocidad por la sala. «Eso es más que el soru» se dijo el agente, vislumbrado a duras penas el aura que desprendía la agente, haciendo que lo contemplara a ratos.
Dretch
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Satisfecho, comprobó como Giotto dejaba fuera de combate a otro de aquellos tipos. Poco la situación comenzaba a tornarse a su favor. Con la moral por las nubes, todo lo que intentaban les salía asquerosamente bien. A esas alturas, Dretch se preguntaba cuanto más tardarían sus compañeros en dar por terminado el ejercicio. Sin previo aviso, un molesto zumbido sonó sobre sus cabezas y una molesta luz blanquecina desveló todo lo que habia a su alrededor en aquel campo improvisado de entrenamientos.
Después de tanto tiempo forzando su vista para ver a través de aquella oscuridad que, cuando la luz del techo baño la estancia, no pudo evitar anteponer su mano entre su ojo y aquella fuente de luz. Al principio no veía nada salvo el suelo bajo sus pies, cuando sintió que una plataforma descendía hacia desde el primer piso sus sentidos volvieron agudizarse. Instintivamente comenzó a retroceder hacia una de las esquinas de la sala. Podían llamarle desconfiado si querían, pero aquella luz blanquecina le cegaba y le dañaba su retina. Si tenían intención de noquearlo, al menos tendrían que hacerlo en el ángulo de noventa grados que barría con su ojo derecho.
El eco de la voz de Annette resonó por la estancia, al parecer si conseguían tocarla todo acabaría. Parecía sencillo, tan sencillo que apestaba a trampa. Desconocía el entrenamiento que había recibido aquella mujer, pero si se trataba de su prueba final… Seria de todo menos sencillo.
Dirigió su mirada hacia su compañero. No tenía ni idea de cómo dar con aquella mujer ahora que había desaparecido de su maltrecho campo de visión con el soru. Se moría de ganas por preguntarle a Giotto que demonios debían hacer, pero al comprobar la cara de concentración de este, se percató de que el rubio tenía un plan. Se limitó entonces a controlar su respiración para estar preparado para emplear su soru en caso de ser necesario.
Después de tanto tiempo forzando su vista para ver a través de aquella oscuridad que, cuando la luz del techo baño la estancia, no pudo evitar anteponer su mano entre su ojo y aquella fuente de luz. Al principio no veía nada salvo el suelo bajo sus pies, cuando sintió que una plataforma descendía hacia desde el primer piso sus sentidos volvieron agudizarse. Instintivamente comenzó a retroceder hacia una de las esquinas de la sala. Podían llamarle desconfiado si querían, pero aquella luz blanquecina le cegaba y le dañaba su retina. Si tenían intención de noquearlo, al menos tendrían que hacerlo en el ángulo de noventa grados que barría con su ojo derecho.
El eco de la voz de Annette resonó por la estancia, al parecer si conseguían tocarla todo acabaría. Parecía sencillo, tan sencillo que apestaba a trampa. Desconocía el entrenamiento que había recibido aquella mujer, pero si se trataba de su prueba final… Seria de todo menos sencillo.
Dirigió su mirada hacia su compañero. No tenía ni idea de cómo dar con aquella mujer ahora que había desaparecido de su maltrecho campo de visión con el soru. Se moría de ganas por preguntarle a Giotto que demonios debían hacer, pero al comprobar la cara de concentración de este, se percató de que el rubio tenía un plan. Se limitó entonces a controlar su respiración para estar preparado para emplear su soru en caso de ser necesario.
Giotto Leblanc
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El aura de la mujer aparecía y desaparecía, era incapaz de percibir donde estaba. Se encontraba cansado y lo notaba en todo su cuerpo. Había sido un combate corto, pero al mismo tiempo intenso. Tenía heridas hechas por balas y por armas de filo y la sangre brotaba por ellas con brío, empapando su ropa y encharcando el suelo. Annette daba vueltas por la habitación, de eso no había duda, ¿cuántas habría dado ya? ¿Cuatro, cinco? El rubio frunció el ceño y la llama de su cabeza ardió con más intensidad.
-Ten cuidado, Buerganor –avisó a su compañero-. Esto va a caldearse más de lo que estás acostumbrado.
Las extremidades de Giotto se volvieron de fuego, aumentando la temperatura de aquella instalación, dificultando incluso la respiración. Cerró los ojos esperando notar de nuevo el aura de Ann y cada vez que lo hacía lanzaba una llamarada hacia esa dirección. La idea no era darle, sabía que no podría hacerlo porque era demasiado rápida, pero si podía hacer que ella viniera por él. Los muñecos de madera ardían con ganas, y el fuego se iba propagando rápidamente. Y entonces, la joven apareció ante él, alzando su puño cubierto de haki de armadura. La distancia que había entre ambos era de poco menos de dos metros, nuevamente usando su kami-e intervalo esperó al momento idóneo y se echó hacia atrás, justo donde estaba Dretch, abriendo un agujero en su cuerpo para que su mano la atravesara y en ese momento intentar agarrarla. Sin embargo, la joven reculó hacia atrás.
«Todo depende de ti, Buerganor»
-Ten cuidado, Buerganor –avisó a su compañero-. Esto va a caldearse más de lo que estás acostumbrado.
Las extremidades de Giotto se volvieron de fuego, aumentando la temperatura de aquella instalación, dificultando incluso la respiración. Cerró los ojos esperando notar de nuevo el aura de Ann y cada vez que lo hacía lanzaba una llamarada hacia esa dirección. La idea no era darle, sabía que no podría hacerlo porque era demasiado rápida, pero si podía hacer que ella viniera por él. Los muñecos de madera ardían con ganas, y el fuego se iba propagando rápidamente. Y entonces, la joven apareció ante él, alzando su puño cubierto de haki de armadura. La distancia que había entre ambos era de poco menos de dos metros, nuevamente usando su kami-e intervalo esperó al momento idóneo y se echó hacia atrás, justo donde estaba Dretch, abriendo un agujero en su cuerpo para que su mano la atravesara y en ese momento intentar agarrarla. Sin embargo, la joven reculó hacia atrás.
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Dretch
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Cuando el iniciado le advirtió de que aquello iba a caldearse, no había pensado que hablaba de forma literal. En medio de un calor asfixiante, que provenía de la extraña habilidad llameante de Leblanc, Dretch continuaba atento a cualquier señal que este pudiera hacerle. Al observar como las llamas crepitaban sobre su cabeza y como este lanzaba llamaradas a diestro y siniestro, lo primero que pensó es que su compañero había perdido la paciencia. Sin embargo, mediante la observación, comprobó como aquellas espontaneas combustiones no eran tan aleatorias como parecían. Parecía que con algún tipo de técnica de meditación estaba tratando de rastrear a Annette por toda la sala y aquellas llamas no hacían otra cosa que tratar marcar su posición.
“Tiene sentido” – pensó mientras comprobaba los erráticos movimientos de Giotto. No es que estuviera dando palos de ciego, estaba tratando de marcarla de algún tipo de forma con sus llamas. Sin embargo, la velocidad de aquella mujer le hacía imposible acertar en el blanco. Por desgracia no podía decirse lo mismo del resto de entidades que eran alcanzadas por sus llamas. Dretch incluso tuvo que taparse la boca y la nariz con su bufanda. Puede que Giotto fuese demasiado lento manipulando los poderes de su akuma, pero el milagro de que fuese alcanzado por una de sus llamas no era tan descabellado ¿Se arriesgaría Annette a dejarle emplear sus habilidades con impunidad?
Aquella era su oportunidad. Tarde o temprano, aquella mujer debería de neutralizar a Giotto ya que este era su única amenaza. Puede que fuera más rápida que ellos dos juntos, sin embargo, la velocidad no servía de nada cuando tu rival sabía perfectamente hacia donde te ibas a mover. Dretch no pudo evitar dirigirle una mirada llena de respeto hacia el iniciado, las nuevas generaciones de iniciados daban bastante miedo.
Cuando Annette surgió ante el rubio para dejarlo fuera de combate, el resorte de la trampa se activó. Giotto abrió un enorme agujero en su cuerpo y la agente no pudo herirlo. Ahora era su momento de actuar:
- Soru: Kutsu no Nai 1000-Mairu – susurró, mientras su cuerpo se convertía en un borrón negro y recorría a toda velocidad la distancia que lo separaba de su compañero. Con un zumbido apenas perceptible apareció frente a Giotto, extendió su brazo a travesando su cuerpo y tocó una de las mangas de la chaqueta de Ann - Creo que se acabó – dijo aún tenso, pues no se fiaba del mal perder de aquellos tipos.
“Tiene sentido” – pensó mientras comprobaba los erráticos movimientos de Giotto. No es que estuviera dando palos de ciego, estaba tratando de marcarla de algún tipo de forma con sus llamas. Sin embargo, la velocidad de aquella mujer le hacía imposible acertar en el blanco. Por desgracia no podía decirse lo mismo del resto de entidades que eran alcanzadas por sus llamas. Dretch incluso tuvo que taparse la boca y la nariz con su bufanda. Puede que Giotto fuese demasiado lento manipulando los poderes de su akuma, pero el milagro de que fuese alcanzado por una de sus llamas no era tan descabellado ¿Se arriesgaría Annette a dejarle emplear sus habilidades con impunidad?
Aquella era su oportunidad. Tarde o temprano, aquella mujer debería de neutralizar a Giotto ya que este era su única amenaza. Puede que fuera más rápida que ellos dos juntos, sin embargo, la velocidad no servía de nada cuando tu rival sabía perfectamente hacia donde te ibas a mover. Dretch no pudo evitar dirigirle una mirada llena de respeto hacia el iniciado, las nuevas generaciones de iniciados daban bastante miedo.
Cuando Annette surgió ante el rubio para dejarlo fuera de combate, el resorte de la trampa se activó. Giotto abrió un enorme agujero en su cuerpo y la agente no pudo herirlo. Ahora era su momento de actuar:
- Soru: Kutsu no Nai 1000-Mairu – susurró, mientras su cuerpo se convertía en un borrón negro y recorría a toda velocidad la distancia que lo separaba de su compañero. Con un zumbido apenas perceptible apareció frente a Giotto, extendió su brazo a travesando su cuerpo y tocó una de las mangas de la chaqueta de Ann - Creo que se acabó – dijo aún tenso, pues no se fiaba del mal perder de aquellos tipos.
Giotto Leblanc
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Y Giotto cayó de rodillas sobre el suelo. Tenía un fuerte dolor de cabeza y estaba exhausto, no podía apenas sostenerse en pie. Respiró hondo y, usando fuerzas de flaqueza, se levantó y se puso frente a Annette, justo al lado de Dretch.
-Puedo estar así todo el día –le dijo, haciendo gala de esa chulería que apenas solía demostrar.
-Sí, claro, seguro –soltó Ann, cruzándose de brazos y observando a los dos agentes-. Lo prometo es deuda. Dije que si me tocabais habíais pasado la primera misión de la reabierta la división del Karasu Tengu V, del Cipher Pol 7.
-¿La qué? –preguntó Giotto.
-Os lo explicaré después. Ahora os llevarán a la enfermería.
Tres horas más tardes, con las heridas desinfectadas y curadas fueron llevamos hacia el edificio central de Ennies Lobbie. Era un lugar más colosal por fuera que por dentro, pues no dejaba de ser un cuartel militar propiamente dicho; a excepción de los despachos de los altos cargos, que solían ser más lujosos. En la puerta del despacho estaba Dretch, el cual había salido mucho antes de la enfermería.
-Me ha gustado tu estilo, Buerganor –le tendió la mano-. Espero que sea el principio de una gran amis…
Entonces fueron interrumpidos por una persona que atravesó la puerta con violencia, como si alguien le hubiera golpeado con ganas.
-¡Y NO VUELVAS! ¡NO QUEREMOS A LOS DE TU CALAÑA AQUÍ!
-Puedo estar así todo el día –le dijo, haciendo gala de esa chulería que apenas solía demostrar.
-Sí, claro, seguro –soltó Ann, cruzándose de brazos y observando a los dos agentes-. Lo prometo es deuda. Dije que si me tocabais habíais pasado la primera misión de la reabierta la división del Karasu Tengu V, del Cipher Pol 7.
-¿La qué? –preguntó Giotto.
-Os lo explicaré después. Ahora os llevarán a la enfermería.
* * * * *
Tres horas más tardes, con las heridas desinfectadas y curadas fueron llevamos hacia el edificio central de Ennies Lobbie. Era un lugar más colosal por fuera que por dentro, pues no dejaba de ser un cuartel militar propiamente dicho; a excepción de los despachos de los altos cargos, que solían ser más lujosos. En la puerta del despacho estaba Dretch, el cual había salido mucho antes de la enfermería.
-Me ha gustado tu estilo, Buerganor –le tendió la mano-. Espero que sea el principio de una gran amis…
Entonces fueron interrumpidos por una persona que atravesó la puerta con violencia, como si alguien le hubiera golpeado con ganas.
-¡Y NO VUELVAS! ¡NO QUEREMOS A LOS DE TU CALAÑA AQUÍ!
Dretch
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Otra vez de vuelta en una enfermería, irónicamente los centros médicos se habían convertido en un hábitat en el que Dretch se movía como un pez en el agua. Durante el torneo secreto de Marineford, casi había pasado más tiempo en aquellas instalaciones que en las propias arenas de combate. Ahora, con perspectiva, pensaba en su pasado y en como sus pasos le habían llevado desde la pequeña Skyros hasta la isla judicial. Le parecía tan increíble el hecho de haber superado la prueba de admisión de la Karasu, que aún no había sido capaz de asimilar todo lo que le estaba pasando.
Por fortuna, durante el entrenamiento no había sufrido ningún daño significativo. Por lo que, tras pasar un laxo examen médico, su doctor concluyó que estaba totalmente sano. Tan solo permanecía allí con el pretexto de que le cambiaran el vendaje de su brazo izquierdo. Habían pasado ya varios años desde que perdiera su ojo en Cliff Island, pero el veneno que las Viboras le habían inoculado con sus armas en aquel brazo habían dejado su sistema nervioso para el arrastre en aquella zona.
Podría haber aguardado su turno en una de las salas de espera y largarse en cuanto le atendieran o simplemente podría haber buscado al agente Thawne para que este le echara un mano y eludir así toda aquella burocracia médica. Sin embargo, decidió esperar a Giotto. El iniciado había jugado un papel fundamental durante la prueba de admisión, lo mínimo que podía hacer era aguardar frente al despacho en el que habían quedado.
Tras varias horas de eterna espera, Giotto apareció por uno de los pasillos laterales del edificio.
- Sí que se han tomado su tiempo para remendarte, me alegra ver que sigues de una pieza – concedió con una sonrisa.
El iniciado le correspondió con otro cumplido y le tendió la mano cordialmente. Pero cuando Dretch se disponía a estrecharla, la puerta del despacho se abrió estrepitosamente.
- ¡Y NO VUELVAS! ¡NO QUEREMOS A LOS DE TU CALAÑA AQUÍ! – gritó una estridente voz desde el interior del despacho.
- Son las personas de mi calaña las que hacen que el sistema funcione. Gracias por tramitar los despidos de Leblanc y Buerganor, siempre es un placer hablar contigo, Gothard. Estaremos en contacto – dijo un segundo hombre, sin molestarse en disimular el tono burlón.
De la puerta salió un hombre alto, casi de la altura de Leblanc, con rasgos aguileños. Su pelo era completamente blanco y su gesto denotaba cierto estatus de superioridad; casi como si negociar con el director del CP7 le supusiese más un juego de críos que un reto en sí mismo. El hombre vestía un traje negro a medida. De su chaqueta, sobrepuesta encima de sus hombros, descansaba un enorme fular de color granate. Sobre su mano izquierda descansaba un elegante bastón, cuyo asidero estaba lujosamente adornado con una pieza maciza de marfil.
Cuando el hombre posó su mirada sobre los dos agentes, una media sonrisa socarrona asomó en sus labios.
- ¡Vaya! ¡Pero si son mis nuevos dos no-agentes favoritos! ¿Qué hacéis por aquí? – inquirió como si su encuentro fuese algo fortuito y no algo previamente planeado – Lamento comunicaros que habéis sido cesados del servicio, me gustaría decir que ahora tan solo sois ciudadanos, pero… lo cierto es que sois apátridas ¡Bienvenidos oficialmente a la Karasu! Ahora moved el culo y seguidme, las paredes oyen – ordenó con gesto serio.
Por fortuna, durante el entrenamiento no había sufrido ningún daño significativo. Por lo que, tras pasar un laxo examen médico, su doctor concluyó que estaba totalmente sano. Tan solo permanecía allí con el pretexto de que le cambiaran el vendaje de su brazo izquierdo. Habían pasado ya varios años desde que perdiera su ojo en Cliff Island, pero el veneno que las Viboras le habían inoculado con sus armas en aquel brazo habían dejado su sistema nervioso para el arrastre en aquella zona.
Podría haber aguardado su turno en una de las salas de espera y largarse en cuanto le atendieran o simplemente podría haber buscado al agente Thawne para que este le echara un mano y eludir así toda aquella burocracia médica. Sin embargo, decidió esperar a Giotto. El iniciado había jugado un papel fundamental durante la prueba de admisión, lo mínimo que podía hacer era aguardar frente al despacho en el que habían quedado.
Tras varias horas de eterna espera, Giotto apareció por uno de los pasillos laterales del edificio.
- Sí que se han tomado su tiempo para remendarte, me alegra ver que sigues de una pieza – concedió con una sonrisa.
El iniciado le correspondió con otro cumplido y le tendió la mano cordialmente. Pero cuando Dretch se disponía a estrecharla, la puerta del despacho se abrió estrepitosamente.
- ¡Y NO VUELVAS! ¡NO QUEREMOS A LOS DE TU CALAÑA AQUÍ! – gritó una estridente voz desde el interior del despacho.
- Son las personas de mi calaña las que hacen que el sistema funcione. Gracias por tramitar los despidos de Leblanc y Buerganor, siempre es un placer hablar contigo, Gothard. Estaremos en contacto – dijo un segundo hombre, sin molestarse en disimular el tono burlón.
De la puerta salió un hombre alto, casi de la altura de Leblanc, con rasgos aguileños. Su pelo era completamente blanco y su gesto denotaba cierto estatus de superioridad; casi como si negociar con el director del CP7 le supusiese más un juego de críos que un reto en sí mismo. El hombre vestía un traje negro a medida. De su chaqueta, sobrepuesta encima de sus hombros, descansaba un enorme fular de color granate. Sobre su mano izquierda descansaba un elegante bastón, cuyo asidero estaba lujosamente adornado con una pieza maciza de marfil.
Cuando el hombre posó su mirada sobre los dos agentes, una media sonrisa socarrona asomó en sus labios.
- ¡Vaya! ¡Pero si son mis nuevos dos no-agentes favoritos! ¿Qué hacéis por aquí? – inquirió como si su encuentro fuese algo fortuito y no algo previamente planeado – Lamento comunicaros que habéis sido cesados del servicio, me gustaría decir que ahora tan solo sois ciudadanos, pero… lo cierto es que sois apátridas ¡Bienvenidos oficialmente a la Karasu! Ahora moved el culo y seguidme, las paredes oyen – ordenó con gesto serio.
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El hombre que salió de la estancia era un sujeto de estatus social elevado, se podía saber solo por como olía. Llevaba la misma colonia que usaba el padrastro de Giotto, Eau de Tontatta, una fragancia cuyo tarro más pequeño era equivalente al sueldo de un año de un agente iniciado. Pero no solo era la colonia, sino la forma de hablar tan altanera y los ademanes que hacía con su bastón. En todo.
El comentario que hizo aquell hombre lo dejó sobresaltado al rubio, haciendo que su corazón pareciera detenerse durante un tercio de segundo en el que un sudor frío le recorrió la frente.
-¿A qué se refiere con no agentes? –le preguntó.
-Síganme y lo sabrán.
-De acuerdo, señor.
-Lord William para usted, caballero. El título siempre por delante, ¿verdad?
Y que razón tenía. En el círculo donde se movía la gente como él, aquellos que tenían títulos nobiliarios otorgados a saber por qué, ya fuera por sanguinidad o por méritos propios, era algo de lo que siempre se debía hacer gala, pues te abría muchas más puertas de las que te cerraban. Anduvieron hasta llegar a un ascensor que bajó hasta el tercer sótano, aun cuando el panel marcaba que solo tenía dos.
-Bienvenidos al Karasu Tengu V, la división que no existe.
El comentario que hizo aquell hombre lo dejó sobresaltado al rubio, haciendo que su corazón pareciera detenerse durante un tercio de segundo en el que un sudor frío le recorrió la frente.
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-Síganme y lo sabrán.
-De acuerdo, señor.
-Lord William para usted, caballero. El título siempre por delante, ¿verdad?
Y que razón tenía. En el círculo donde se movía la gente como él, aquellos que tenían títulos nobiliarios otorgados a saber por qué, ya fuera por sanguinidad o por méritos propios, era algo de lo que siempre se debía hacer gala, pues te abría muchas más puertas de las que te cerraban. Anduvieron hasta llegar a un ascensor que bajó hasta el tercer sótano, aun cuando el panel marcaba que solo tenía dos.
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