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Giotto Leblanc
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«No pasará nada, Leblanc. Sólo será una toma de contacto para la próxima misión, Leblanc»
Eran palabras que no podía evitar repetir en mi cabeza, mientras estábamos siendo acorralados por un grupo de maleantes que no podían saber que éramos agentes del gobierno. Eran un total de seis hombres armados con sables, revólveres, cadenas y otro tipo de armas que desconocía. Lo primero que se me vino a la cabeza fue tosca idea de lanzar una llamarada al frente, quemándolos a todos e intentar huir. Sin embargo, eso iba en contra de mis principios, así que quedaba descartado. La otra idea era recurrir a Dretch, quien siempre solía sacarnos de este tipo de aprietos, además de ser el líder de los que estábamos ahí.
-¿Alguna idea, señor Mike Lítoris? –le dije a Drech, usando el nombre en cubierta que había decidido escoger. ¿Por qué ese? A saber, pero era ingenioso cuanto menos. Por no decir que resultaba hasta cómico.
Eran palabras que no podía evitar repetir en mi cabeza, mientras estábamos siendo acorralados por un grupo de maleantes que no podían saber que éramos agentes del gobierno. Eran un total de seis hombres armados con sables, revólveres, cadenas y otro tipo de armas que desconocía. Lo primero que se me vino a la cabeza fue tosca idea de lanzar una llamarada al frente, quemándolos a todos e intentar huir. Sin embargo, eso iba en contra de mis principios, así que quedaba descartado. La otra idea era recurrir a Dretch, quien siempre solía sacarnos de este tipo de aprietos, además de ser el líder de los que estábamos ahí.
-¿Alguna idea, señor Mike Lítoris? –le dije a Drech, usando el nombre en cubierta que había decidido escoger. ¿Por qué ese? A saber, pero era ingenioso cuanto menos. Por no decir que resultaba hasta cómico.
Kaori Nanami
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– ¿No sería mucho más fácil liquidarlos y ya? – Murmuró algo molesta. Bebió de su bebida y dio un largo y tendido suspiro. Esos dos a veces… Tardaban en hacer lo que era obvio que iba a pasar: Ellos contra los sujetos que estaban ahí enfrentándose.
Se acomodó en su silla y se quedó pendiente a lo que pasaba. Gracias a su gran oído no tenía dificultad ninguna en poder escuchar, tranquilamente, la conversación entre sus compañeros y los seis delincuentes que los rodeaban. Estaba convencida de que Dretch podía hacer que ellos se fueran sin causar muchos problemas y, de hecho, conseguirían que los aceptaran en su grupo y que la misión se iba a cumplir sin complicaciones. Después de todo, esta era la parte del Gobierno Mundial que no le agradaba para nada, tener que ser tan discretos para sus cosas, pero… Al menos, podía comer todo lo que quisiera y eso le agradaba. ”No te despistes, tampoco puedes dejar que descubran que los estás vigilando. Solo lo saben ellos” – se repitió un par de veces para volver a concentrarse en lo que estaba haciendo. Si algo salía mal, solo tenía que bajar de un salto e ir a apoyar a sus compañeros.
– ¿Quiere algo más? – Le preguntó el mesero que la estaba atendiendo.
– No. Esta bien así, no te preocupes, pronto pagaré. – Le respondió con una dulce sonrisa.
El joven se fue y la dejó sola. Volvió a concentrarse en lo que pasaba a solo unos metros de ella y se quedó pendiente en caso de que le dijeran que tenía que ayudarlos, aunque tampoco iba a ser necesario, con solo ver los golpes empezar, sería su señal. Por otro lado, también estaba arriba en caso de que hubiera más enemigos escondidos de los seis que los rodeaban.
Se acomodó en su silla y se quedó pendiente a lo que pasaba. Gracias a su gran oído no tenía dificultad ninguna en poder escuchar, tranquilamente, la conversación entre sus compañeros y los seis delincuentes que los rodeaban. Estaba convencida de que Dretch podía hacer que ellos se fueran sin causar muchos problemas y, de hecho, conseguirían que los aceptaran en su grupo y que la misión se iba a cumplir sin complicaciones. Después de todo, esta era la parte del Gobierno Mundial que no le agradaba para nada, tener que ser tan discretos para sus cosas, pero… Al menos, podía comer todo lo que quisiera y eso le agradaba. ”No te despistes, tampoco puedes dejar que descubran que los estás vigilando. Solo lo saben ellos” – se repitió un par de veces para volver a concentrarse en lo que estaba haciendo. Si algo salía mal, solo tenía que bajar de un salto e ir a apoyar a sus compañeros.
– ¿Quiere algo más? – Le preguntó el mesero que la estaba atendiendo.
– No. Esta bien así, no te preocupes, pronto pagaré. – Le respondió con una dulce sonrisa.
El joven se fue y la dejó sola. Volvió a concentrarse en lo que pasaba a solo unos metros de ella y se quedó pendiente en caso de que le dijeran que tenía que ayudarlos, aunque tampoco iba a ser necesario, con solo ver los golpes empezar, sería su señal. Por otro lado, también estaba arriba en caso de que hubiera más enemigos escondidos de los seis que los rodeaban.
Dretch
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Dretch se sorprendió cuando Lord Davis, el autoproclamado Rey de la Karasu, le desveló los pormenores de su misión. Era la primera vez abandonaba Enies Loby desde pasó la prueba de admisión en la Karasu y, estúpidamente, había imaginado que se su primera misión se trataría de un trabajo de guante blanco, en lugar de una simple toma de contacto con el enemigo. Durante unos instantes había estado tentado de enseñarle su dedo corazón al anciano. No llevaba de servicio tantos años como para tener que volver a empezar de cero, pero no lo hizo. Paso el momento y mantuvo la compostura, esos gestos o bien se hacían espontáneamente durante la conversación o era mejor guardárselos.
Y allí estaba él, el poco olvidadizo señor Mike Lítoris, un hombre de negocios a quien los lujos y los excesos le habían llevado a perder gradualmente su incalculable fortuna. Ahora, arruinado y hambriento de poder, se disponía a volver a construir su imperio comercial desde Jaya, uno de los puertos francos más desprotegidos y pestilentes del Paraíso. O al menos esa era la historia que les había contado a los marineros de aquella taberna. George Nitales, su cuñado y aval, supervisaba cada una de sus palabras. Parecía que Giotto se divertía interrumpiendo cada una de sus intervenciones para volver a decir lo mismo que él pero con distintas palabras.
No podía ser casualidad que los hubieran mandado allí. Dretch sabía perfectamente que en aquella isla hacia tan solo unas semanas se había producido una importante reunión de criminales. Con la esperanza de sacar algo de información útil, trató de meter las narices donde le llamaban y fue entonces cuando los lugareños comenzaron a sospechar.
- ¿Alguna idea, señor Mike Lítoris? – inquirió Giotto desde su espalda.
- No prejuzgues a nuestros amables camaradas, George – espetó mientras continuaba retrocediendo hacia una de las paredes del local – ¿No están acaso Jaya y sus gentes a favor del libre comercio? No veo que tiene de malo preguntar sobre los rumores. Es mi dinero el que pienso invertir aquí después de todo – atajó para ganar tiempo, mientras le dedicaba una mirada sutil a Kaori por si las cosas se les iban de las manos.
Y allí estaba él, el poco olvidadizo señor Mike Lítoris, un hombre de negocios a quien los lujos y los excesos le habían llevado a perder gradualmente su incalculable fortuna. Ahora, arruinado y hambriento de poder, se disponía a volver a construir su imperio comercial desde Jaya, uno de los puertos francos más desprotegidos y pestilentes del Paraíso. O al menos esa era la historia que les había contado a los marineros de aquella taberna. George Nitales, su cuñado y aval, supervisaba cada una de sus palabras. Parecía que Giotto se divertía interrumpiendo cada una de sus intervenciones para volver a decir lo mismo que él pero con distintas palabras.
No podía ser casualidad que los hubieran mandado allí. Dretch sabía perfectamente que en aquella isla hacia tan solo unas semanas se había producido una importante reunión de criminales. Con la esperanza de sacar algo de información útil, trató de meter las narices donde le llamaban y fue entonces cuando los lugareños comenzaron a sospechar.
- ¿Alguna idea, señor Mike Lítoris? – inquirió Giotto desde su espalda.
- No prejuzgues a nuestros amables camaradas, George – espetó mientras continuaba retrocediendo hacia una de las paredes del local – ¿No están acaso Jaya y sus gentes a favor del libre comercio? No veo que tiene de malo preguntar sobre los rumores. Es mi dinero el que pienso invertir aquí después de todo – atajó para ganar tiempo, mientras le dedicaba una mirada sutil a Kaori por si las cosas se les iban de las manos.
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-¿Así que negociar en nuestra isla? –preguntó el cabecilla de aquel grupo.
Se trataba de un sujeto que desde ese día aparecía en mis peores pesadillas. No por que hiciera algo reseñable que me diera pavor, sino por las pintas que tenía. Iba vestido con un pantalón de cuero muy apretado, tanto que podía notársele algunas partes de su tren inferior que no son muy cómodas a la vista, zonas que solo están reservadas para lo más íntimo, siendo grotesco a la par que antiestético. También llevaba un chaleco a juego, completamente abierto que dejaba ver un torso aceitoso y depilado. Sin embargo, lo que más me llamó la atención no fue su aspecto, ni tampoco su comportamiento de diva de quince años, sino todos los abalorios de oro que llevaba en su cuerpo, unas gafas de sol de pasta rosa y que iba maquillado como una ramera de barrio bajo. Todo eso sin contar que tenía una corona de oro con una inscripción que ponía Drama Queen.
Miré de reojo a Kaori, negando con la cabeza, y luego clavé mi mirada sobre Dretch, que parecía estar muy seguro de su improvisado plan. Le había dicho que aquel plan no era buena idea, que lo mejor era hacernos pasar por piratas y si el asunto se torcía dar un par de golpes e irnos, pero no lo quiso así. Suspiré y llevé mi mano hacia la copa de vino que había pedido. Era un vino peleón de sabor amargo, no tenía nada que ver con la ambrosía que solía degustar en Ennies Lobbie, pero debía aparentar que le daba igual la situación y que no estaba servioso.
-Bueno chicos –dije, dejándome caer sobre el respaldo de la silla de forma poco sutil-. Y si nos calmamos y hablamos del asunto que nos atañe. Estoy seguro de que mi socio, Mark, no quería ofenderos de aquella forma, ¿verdad? Nosotros invitamos a la siguiente ronda, ¿os parece?
Pero entonces algo cayó del techo, un ser de casi cinco metros de envergadura cayó sobre ellos, lanzando una especie de líquido a mis ojos que me hizo gritar de dolor. Me escocían mucho y lentamente fui perdiendo la visibilidad hasta no ver nada. Podía oír quejidos de dolor y alguien me agarró de la mano y me sacó volando de allí.
Se trataba de un sujeto que desde ese día aparecía en mis peores pesadillas. No por que hiciera algo reseñable que me diera pavor, sino por las pintas que tenía. Iba vestido con un pantalón de cuero muy apretado, tanto que podía notársele algunas partes de su tren inferior que no son muy cómodas a la vista, zonas que solo están reservadas para lo más íntimo, siendo grotesco a la par que antiestético. También llevaba un chaleco a juego, completamente abierto que dejaba ver un torso aceitoso y depilado. Sin embargo, lo que más me llamó la atención no fue su aspecto, ni tampoco su comportamiento de diva de quince años, sino todos los abalorios de oro que llevaba en su cuerpo, unas gafas de sol de pasta rosa y que iba maquillado como una ramera de barrio bajo. Todo eso sin contar que tenía una corona de oro con una inscripción que ponía Drama Queen.
Miré de reojo a Kaori, negando con la cabeza, y luego clavé mi mirada sobre Dretch, que parecía estar muy seguro de su improvisado plan. Le había dicho que aquel plan no era buena idea, que lo mejor era hacernos pasar por piratas y si el asunto se torcía dar un par de golpes e irnos, pero no lo quiso así. Suspiré y llevé mi mano hacia la copa de vino que había pedido. Era un vino peleón de sabor amargo, no tenía nada que ver con la ambrosía que solía degustar en Ennies Lobbie, pero debía aparentar que le daba igual la situación y que no estaba servioso.
-Bueno chicos –dije, dejándome caer sobre el respaldo de la silla de forma poco sutil-. Y si nos calmamos y hablamos del asunto que nos atañe. Estoy seguro de que mi socio, Mark, no quería ofenderos de aquella forma, ¿verdad? Nosotros invitamos a la siguiente ronda, ¿os parece?
Pero entonces algo cayó del techo, un ser de casi cinco metros de envergadura cayó sobre ellos, lanzando una especie de líquido a mis ojos que me hizo gritar de dolor. Me escocían mucho y lentamente fui perdiendo la visibilidad hasta no ver nada. Podía oír quejidos de dolor y alguien me agarró de la mano y me sacó volando de allí.
Kaori Nanami
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Había pasado un rato, pero, al fin, se estaban moviendo. Dejó un par de berries sobre la mesa y empezó a seguir a sus compañeros. No pensaba quitarles un ojo de encima y, aunque lo hiciera, podría olfatearlos para llegar a ellos. No era algo tan complicado y ahora agradecía tener su fruta del diablo. Era algo bastante útil en estos casos y estaba segura que, por mucho que ellos se alejaran, podría encontrarlos en la isla sin muchos problemas. Suspiró con calma mientras mantenía una distancia bastante prudencial sobre el grupo. Caminaba entre la gente, mezclándose entre el tumulto de piratas, reconoció a un par de algunos carteles de recompensa. Uno que otro tipo tirado en el suelo por la borrachera, uno que otro cantando en algún bar de mala muerte y, a fin de cuentas, pasaba desapercibida entre ellos. Nadie se iba a fijar en una joven como ella y, si lo hicieran, solo pensarían que estaba perdida o algo así… O eso creía.
—Bien, chicos… ¿Cómo planean seguir? — susurró.
No entendía bien el plan y estaba segura de que no había ninguno. Improvisar era el fuerte de Dretch, pero dudaba que lo fuera de Giotto. ¿El de ella? No era algo tan malo y podría adaptarse a las situaciones con bastante facilidad. Años fingiendo ser parte de una familia perfecta le habían dotado de buenos dotes teatrales. Negó con la cabeza para olvidar esos recuerdos y poder centrarse en lo importante. Una vez los vio entrar a un edificio, ella se mantuvo lejos. Subió al techo de uno colindante y se quedó ahí, observando y escuchando todo lo que estaba pasando. ”Ahora… ¿Qué harán?” – pensó con una suave sonrisa mientras jugaba con su cabello. Era una tarde noche bastante fresca y el lugar, pese a lo que era Jaya, estaba bastante tranquilo y casi en silencio. Era el lugar idílico para los piratas, un lugar donde todo era válido y el único límite era la imaginación.
—¿Qué carajos es eso?
Lo vio venir. Alguien volando rumbo al mismo edificio donde estaban sus compañeros. ¿Un idiota con ganas de lucirse? Podía interceptarlo y evitar cualquier tipo de inconvenientes para sus compañeros, pero eso delataría su posición y los pondría en riesgo. Dudó unos instantes, no sabía muy bien qué hacer. Bien podría ser solo un idiota con alguna habilidad con ganas de no caminar y solo hacer el vago. ¿Debía intervenir por si las moscas? No, negó con la cabeza. No aparentaba ser una amenaza para nadie, así que lo dejaría pasar e ignorar completamente su presencia en lugar. Lo vio tirar algo al edificio de sus compañeros, romper el techo con su cuerpo y llevarse a Giotto agarrado del cuello de su traje.
—Dretch—dijo por el auricular que tenía en su oreja. —, yo me encargo de Giotto. Tu quédate abajo por si acaso ese tipo no tiene que ver con ellos—su tono era serio y con un poco de preocupación. —. Tranquilo, lo rescataré y volveremos contigo.
Sabía que Giotto también portaba uno de esos auriculares y que podría escucharla. Así que eso lo pondría en guardia y hacerle entender que no era ninguno de los dos que lo había sacado de ese lugar. Se transformó en su forma híbrida y emprendió el vuelo siguiendo al desconocido que portaba su compañero. ¿Quién era? ¿Cuáles eran sus intenciones? ¿Qué planeaba? Eran preguntas que no iba a tardar en descubrir, pero primero, debía alcanzarlo.
—Bien, chicos… ¿Cómo planean seguir? — susurró.
No entendía bien el plan y estaba segura de que no había ninguno. Improvisar era el fuerte de Dretch, pero dudaba que lo fuera de Giotto. ¿El de ella? No era algo tan malo y podría adaptarse a las situaciones con bastante facilidad. Años fingiendo ser parte de una familia perfecta le habían dotado de buenos dotes teatrales. Negó con la cabeza para olvidar esos recuerdos y poder centrarse en lo importante. Una vez los vio entrar a un edificio, ella se mantuvo lejos. Subió al techo de uno colindante y se quedó ahí, observando y escuchando todo lo que estaba pasando. ”Ahora… ¿Qué harán?” – pensó con una suave sonrisa mientras jugaba con su cabello. Era una tarde noche bastante fresca y el lugar, pese a lo que era Jaya, estaba bastante tranquilo y casi en silencio. Era el lugar idílico para los piratas, un lugar donde todo era válido y el único límite era la imaginación.
—¿Qué carajos es eso?
Lo vio venir. Alguien volando rumbo al mismo edificio donde estaban sus compañeros. ¿Un idiota con ganas de lucirse? Podía interceptarlo y evitar cualquier tipo de inconvenientes para sus compañeros, pero eso delataría su posición y los pondría en riesgo. Dudó unos instantes, no sabía muy bien qué hacer. Bien podría ser solo un idiota con alguna habilidad con ganas de no caminar y solo hacer el vago. ¿Debía intervenir por si las moscas? No, negó con la cabeza. No aparentaba ser una amenaza para nadie, así que lo dejaría pasar e ignorar completamente su presencia en lugar. Lo vio tirar algo al edificio de sus compañeros, romper el techo con su cuerpo y llevarse a Giotto agarrado del cuello de su traje.
—Dretch—dijo por el auricular que tenía en su oreja. —, yo me encargo de Giotto. Tu quédate abajo por si acaso ese tipo no tiene que ver con ellos—su tono era serio y con un poco de preocupación. —. Tranquilo, lo rescataré y volveremos contigo.
Sabía que Giotto también portaba uno de esos auriculares y que podría escucharla. Así que eso lo pondría en guardia y hacerle entender que no era ninguno de los dos que lo había sacado de ese lugar. Se transformó en su forma híbrida y emprendió el vuelo siguiendo al desconocido que portaba su compañero. ¿Quién era? ¿Cuáles eran sus intenciones? ¿Qué planeaba? Eran preguntas que no iba a tardar en descubrir, pero primero, debía alcanzarlo.
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“¿Mark?” – pensó confuso Dretch mientras escuchaba la verborrea sin sentido que salía de la boca de Giotto para aplacar los ánimos de aquellos rufianes – “Manda narices que no recuerde ni el mote que el mismo me ha puesto” – pensó, mientras ponía la punta del pie sobre el suelo y comenzaba a agitarlo arriba y abajo con cierto nerviosismo. Había visto actores malos, pero la interpretación de Giotto se llevaba la palma ¿Por qué todos sus planes se sostenían únicamente sobre el papel? Sin embargo, las excusas baratas de su compañero cesaron misteriosamente cuando algo cayó de una de las vigas del techo de la taberna. Al principio el agente no le dio la menor importancia. Estaban armando demasiado barullo, si eso era alguna costumbre local de invitar a los clientes molestos a abandonar el establecimiento… Podía decir con total franqueza que había visto métodos peores.
No fue hasta que Kaori le habló a través de su auricular cuando se dio cuenta de la verdadera naturaleza de aquella acción ¿Un secuestro? ¿Por qué demonios Leblanc se había dejado atrapar? Cuando el joven búho escuchó que Kaori se encargaría de perseguir al secuestrador no pudo evitar salirse de su personaje, el agente torció el gesto y sonrió a los rufianes mostrando una dentadura perfecta y encantadora.
- ¡Al fin algo de tranquilidad! Así que tú eres el cabecilla de estos de estos impresentables ¿Me equivoco? – inquirió sosteniéndole la mirada con firmeza. Gracias a aquel gesto de desafío, consiguió quitarse el auricular de su oreja. Pasará lo que pasara con esos dos, no quería escucharles gritar como si estuviesen pastoreando cabras – Vaya, eres justo como te describió el Zorro Blasonado – dijo con una mueca.
- ¿Ah sí? ¿Cómo soy?
- Insolente, mordaz y arrogante. En realidad, dijo muchas cosas más, pero prefiero ahorrarme esa parte.
- Soy insolente con quien debo serlo – espetó levantando el mentón y mostrando un tono de voz firme y algo alto.
- ¿Por ejemplo?
- Contigo – suspiró Drama Queen, cansado ya de tanto tira y afloja por ver quien se salía con la suya – Chico, eres demasiado tonto si crees que puedes presentarte en Jaya y hablar de negocios sin más. Vengas de donde vengas aquí las cosas funcionan de otra manera – dijo mientras zarandeaba una cadena de eslabones más que considerables – Este es el territorio de Eike Dupree, nada ocurre en este lugar sin su permiso así que te lo preguntare una última vez ¿Quién coño eres y que has venido a hacer aquí?
- Bueno, digamos que soy un hombre ambicioso y mis intereses se resumen en Jaya – dijo mientras sacaba una bolsa de papel marrón que había visto tiempos mejores y la depositaba sobre la mesa – Eso es para el señor Dupree, como prueba de mi buena fe. Cuando oí hablar de esta tierra, creía que sería una ampliación de negocios convencional. Pero me equivoqué, y el hecho de tener que lidiar con los sabuesos del dueño me molesta mucho. Esto no tiene nada que ver contigo, solo quiero hablar con tu amo. Asi que deja de jugar con esa cadena como si pretendieses usarla si no quieres que cambie de opinión y te enseñe como usarla.
Drama Queen frunció el ceño. Aquella arrogancia le había ofendido, sin embargo, desde su posición podía ver como la bolsa de papel estaba a reventar de fajos de berris. Tenía unas ganas terribles de estampar la cadena contra la cara de aquel paliducho, pero se contuvo en pos de los negocios.
- Madre mía, chico, me estas provocando dolor de cabeza – concedió finalmente – Esta bien, tienes cinco minutos. Proponme tu plan y si me gusta vivirás.
- ¡Espera un momento! Creí que negociaría con Eike Dupree en persona ¿Qué clase de engaño es este?
- ¿Engaño? – sonrió el okama sin molestarse en ocultar la sonrisa – Cariño, Drama Queen es mi nombre artístico. Estas ante el auténtico y genuino Eike Dupree. Ahora habla, no te volveré a repetir.
No fue hasta que Kaori le habló a través de su auricular cuando se dio cuenta de la verdadera naturaleza de aquella acción ¿Un secuestro? ¿Por qué demonios Leblanc se había dejado atrapar? Cuando el joven búho escuchó que Kaori se encargaría de perseguir al secuestrador no pudo evitar salirse de su personaje, el agente torció el gesto y sonrió a los rufianes mostrando una dentadura perfecta y encantadora.
- ¡Al fin algo de tranquilidad! Así que tú eres el cabecilla de estos de estos impresentables ¿Me equivoco? – inquirió sosteniéndole la mirada con firmeza. Gracias a aquel gesto de desafío, consiguió quitarse el auricular de su oreja. Pasará lo que pasara con esos dos, no quería escucharles gritar como si estuviesen pastoreando cabras – Vaya, eres justo como te describió el Zorro Blasonado – dijo con una mueca.
- ¿Ah sí? ¿Cómo soy?
- Insolente, mordaz y arrogante. En realidad, dijo muchas cosas más, pero prefiero ahorrarme esa parte.
- Soy insolente con quien debo serlo – espetó levantando el mentón y mostrando un tono de voz firme y algo alto.
- ¿Por ejemplo?
- Contigo – suspiró Drama Queen, cansado ya de tanto tira y afloja por ver quien se salía con la suya – Chico, eres demasiado tonto si crees que puedes presentarte en Jaya y hablar de negocios sin más. Vengas de donde vengas aquí las cosas funcionan de otra manera – dijo mientras zarandeaba una cadena de eslabones más que considerables – Este es el territorio de Eike Dupree, nada ocurre en este lugar sin su permiso así que te lo preguntare una última vez ¿Quién coño eres y que has venido a hacer aquí?
- Bueno, digamos que soy un hombre ambicioso y mis intereses se resumen en Jaya – dijo mientras sacaba una bolsa de papel marrón que había visto tiempos mejores y la depositaba sobre la mesa – Eso es para el señor Dupree, como prueba de mi buena fe. Cuando oí hablar de esta tierra, creía que sería una ampliación de negocios convencional. Pero me equivoqué, y el hecho de tener que lidiar con los sabuesos del dueño me molesta mucho. Esto no tiene nada que ver contigo, solo quiero hablar con tu amo. Asi que deja de jugar con esa cadena como si pretendieses usarla si no quieres que cambie de opinión y te enseñe como usarla.
Drama Queen frunció el ceño. Aquella arrogancia le había ofendido, sin embargo, desde su posición podía ver como la bolsa de papel estaba a reventar de fajos de berris. Tenía unas ganas terribles de estampar la cadena contra la cara de aquel paliducho, pero se contuvo en pos de los negocios.
- Madre mía, chico, me estas provocando dolor de cabeza – concedió finalmente – Esta bien, tienes cinco minutos. Proponme tu plan y si me gusta vivirás.
- ¡Espera un momento! Creí que negociaría con Eike Dupree en persona ¿Qué clase de engaño es este?
- ¿Engaño? – sonrió el okama sin molestarse en ocultar la sonrisa – Cariño, Drama Queen es mi nombre artístico. Estas ante el auténtico y genuino Eike Dupree. Ahora habla, no te volveré a repetir.
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Aquella cosa que me había cogido con sus garras y me estaba llevando lejos de allí era extraña. Con los ojos cerrados podía notar su aura y era anima y humana al mismo tiempo. ¿Un usuario? Era probable, pero lo que me desquiciaba era que si le había atrapado tenía que dominar el haki de armadura, al menos que, como de costumbre, estuviera tan concentrado en mi tapadera que mi subconsciente se hubiera autoconvencido que no debo ser etéreo. Me intenté calmar, concentrándome para no notar esas garras clavándose en mi costado con fuerza, y poco a poco fueron atravesado mi cuerpo dejando un rastro de llamas. Envuelto en una nube de fuego, comencé a caer a gran velocidad hasta que el duro suelo del bosque me paró, casi al mismo tiempo que empezaba a incendiarse.
-Eso ha dolido -dije en voz alta, levantándome y sacudiéndome la ropa.
Aún continuaba sin poder ver nada, y era muy incómodo. Además de eso, los ojos me escocían, como si un chorreón de colonia me hubiera caído estando completamente abiertos. Sin embargo, pese a eso, el resto de mis sentidos se agudizaron. Un hedor a vómito y alcohol llego a mis fosas nasales, la vez de muchos seres llegaban a mi cabeza con cierta claridad, y era más fuerte en el este que en ningún otro lado. Es por eso puse rumbo a ese lugar, absorbiendo el fuego que había creado a mi paso, esperando que Dretch tuviera la ocurrencia de ir hacia donde había surgido el fuego.
-Eso ha dolido -dije en voz alta, levantándome y sacudiéndome la ropa.
Aún continuaba sin poder ver nada, y era muy incómodo. Además de eso, los ojos me escocían, como si un chorreón de colonia me hubiera caído estando completamente abiertos. Sin embargo, pese a eso, el resto de mis sentidos se agudizaron. Un hedor a vómito y alcohol llego a mis fosas nasales, la vez de muchos seres llegaban a mi cabeza con cierta claridad, y era más fuerte en el este que en ningún otro lado. Es por eso puse rumbo a ese lugar, absorbiendo el fuego que había creado a mi paso, esperando que Dretch tuviera la ocurrencia de ir hacia donde había surgido el fuego.
Dretch
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Dretch suspiró.
Estaba comenzando a odia aquel lugar, no solo la taberna si no a lo que aquella isla representaba. La jurisdicción de Jaya era relajada, excesivamente relajada. Eso significaba que era un puerto franco libre de impuestos y un bastión para los miles de piratas y filibusteros que navegaban por la región. Amada por los más grandes piratas de los siete mares, conocida como un lugar de perdición con comida y bebida exquisita. En resumidas cuentas, un estercolero repleto de violencia y cosas aún peores.
Con Giotto y Kaori desparecidos, no le quedaba más remedio que proseguir con el plan en solitario. Al final poco importaba cual fuera la misión, siempre acababa por convertirse en el pringado que se comía los marrones. Por fortuna, al menos aun podía contar con las directrices del viejo Lord Davis «Necesitamos saber en que andan metidos esos harapientos. Mock Town es un lugar decadente, lo sé, pero hasta las ratas tienen una jerarquía. Ve allí, encuentra a Eike Dupree y asegúrate de que entienda lo importante que es tener buenos amigos».
- Vamos chico, no tengo todo el día ¿Qué es eso tan importante que tenías que decirme? ¿No iras a decirme que ahora te da vergüenza hablar? – se mofó mientras miraba de soslayo a sus muchachos, buscando su aprobación.
Dretch escuchó aquella provocación, pero no consiguió que estas le afectaran lo más mínimo. Tendría que intentarlo con más insistencia si quería provocarle. Se llevó la mano lentamente hacía la gabardina y, aunque en primera instancia aquel gesto alarmó a los delincuentes, en seguida se aseguró de mostrar abiertamente y sin tapujos sus movimientos. Abrió la cremallera del bolsillo interior de su gabardina y sacó un pequeño paquete ligeramente abultado. Eike, desconfiado, dejó que uno de sus lacayos fuera el encargado de abrir aquel paquete y examinar su contenido. Cualquier precaución era poca. El rufián se sacó de la bota una pequeña navaja de su bota y cortó el cordel del envoltorio y, tras una señal de aprobación de su amo, procedió a abrir el paquete. Al hacerlo, quedaron al descubierto cerca de una docena de diamantes con un singular tono carmesí.
La expresión del okama cambió radicalmente, pasando de la mofa a la incredulidad más absoluta.
- Diamantes rojos – anunció el agente – A día de hoy, solo existen menos de treinta diamantes rojos en todo el mundo ¿Tienes idea del precio que pueden llegar a alcanzar en el mercado? Da miedo solo de pensarlo ¿verdad?
Como si el paquete fuese más una maldición que un regalo, Eike Dupree se abalanzó sobre los diamantes y en menos de lo que canta un gallo los volvió a cerrar.
- ¡Estás loco! ¿Acaso quieres que nos maten a todos? ¿A qué clase de idiota se le ocurre traer un regalo como este a Mock Town? Si alguno de esos grandes piratas llega tan siquiera a escuchar rumores sobre esto... – Eike no continuó hablando, pero hizo un gesto esclarecedor pasándose el dedo pulgar por el cuello – ... si las joyas se quedan aquí somos todos hombres muertos.
- En ese caso ya sabes lo que hacer, espera a la noche y lárgate de este antro. No encontrarás mejor excusa que esta. Doy por hecho entonces que mi cuñado y yo tenemos permiso para establecer nuestras operaciones comerciales en la isla.
Tras unos instantes de duda, el gánster tendió la mano al agente, llegando así a un entendimiento.
- En ese caso nada me retiene aquí, si me disculpan iré a buscar a el inútil de mi cuñado. Mi hermana me matará si descubre que no he fingido ayudarle por lo menos. Un placer hacer negocios, Señor Dupree.
Dretch abandonó el local sin que ninguno de aquellos matones se lo impidiera, después de todo, había sido bastante sencillo. Tal vez aquel no era el plan de lord Davis, pero era su plan. Una vez en la calle, caminó sin un rumbo fijo hasta ir a parar a uno de los callejones de mala muerte de la ciudad y tras una simple palabra, desapareció.
- Geppou.
Estaba comenzando a odia aquel lugar, no solo la taberna si no a lo que aquella isla representaba. La jurisdicción de Jaya era relajada, excesivamente relajada. Eso significaba que era un puerto franco libre de impuestos y un bastión para los miles de piratas y filibusteros que navegaban por la región. Amada por los más grandes piratas de los siete mares, conocida como un lugar de perdición con comida y bebida exquisita. En resumidas cuentas, un estercolero repleto de violencia y cosas aún peores.
Con Giotto y Kaori desparecidos, no le quedaba más remedio que proseguir con el plan en solitario. Al final poco importaba cual fuera la misión, siempre acababa por convertirse en el pringado que se comía los marrones. Por fortuna, al menos aun podía contar con las directrices del viejo Lord Davis «Necesitamos saber en que andan metidos esos harapientos. Mock Town es un lugar decadente, lo sé, pero hasta las ratas tienen una jerarquía. Ve allí, encuentra a Eike Dupree y asegúrate de que entienda lo importante que es tener buenos amigos».
- Vamos chico, no tengo todo el día ¿Qué es eso tan importante que tenías que decirme? ¿No iras a decirme que ahora te da vergüenza hablar? – se mofó mientras miraba de soslayo a sus muchachos, buscando su aprobación.
Dretch escuchó aquella provocación, pero no consiguió que estas le afectaran lo más mínimo. Tendría que intentarlo con más insistencia si quería provocarle. Se llevó la mano lentamente hacía la gabardina y, aunque en primera instancia aquel gesto alarmó a los delincuentes, en seguida se aseguró de mostrar abiertamente y sin tapujos sus movimientos. Abrió la cremallera del bolsillo interior de su gabardina y sacó un pequeño paquete ligeramente abultado. Eike, desconfiado, dejó que uno de sus lacayos fuera el encargado de abrir aquel paquete y examinar su contenido. Cualquier precaución era poca. El rufián se sacó de la bota una pequeña navaja de su bota y cortó el cordel del envoltorio y, tras una señal de aprobación de su amo, procedió a abrir el paquete. Al hacerlo, quedaron al descubierto cerca de una docena de diamantes con un singular tono carmesí.
La expresión del okama cambió radicalmente, pasando de la mofa a la incredulidad más absoluta.
- Diamantes rojos – anunció el agente – A día de hoy, solo existen menos de treinta diamantes rojos en todo el mundo ¿Tienes idea del precio que pueden llegar a alcanzar en el mercado? Da miedo solo de pensarlo ¿verdad?
Como si el paquete fuese más una maldición que un regalo, Eike Dupree se abalanzó sobre los diamantes y en menos de lo que canta un gallo los volvió a cerrar.
- ¡Estás loco! ¿Acaso quieres que nos maten a todos? ¿A qué clase de idiota se le ocurre traer un regalo como este a Mock Town? Si alguno de esos grandes piratas llega tan siquiera a escuchar rumores sobre esto... – Eike no continuó hablando, pero hizo un gesto esclarecedor pasándose el dedo pulgar por el cuello – ... si las joyas se quedan aquí somos todos hombres muertos.
- En ese caso ya sabes lo que hacer, espera a la noche y lárgate de este antro. No encontrarás mejor excusa que esta. Doy por hecho entonces que mi cuñado y yo tenemos permiso para establecer nuestras operaciones comerciales en la isla.
Tras unos instantes de duda, el gánster tendió la mano al agente, llegando así a un entendimiento.
- En ese caso nada me retiene aquí, si me disculpan iré a buscar a el inútil de mi cuñado. Mi hermana me matará si descubre que no he fingido ayudarle por lo menos. Un placer hacer negocios, Señor Dupree.
Dretch abandonó el local sin que ninguno de aquellos matones se lo impidiera, después de todo, había sido bastante sencillo. Tal vez aquel no era el plan de lord Davis, pero era su plan. Una vez en la calle, caminó sin un rumbo fijo hasta ir a parar a uno de los callejones de mala muerte de la ciudad y tras una simple palabra, desapareció.
- Geppou.
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No pude evitar quejarme en voz alta al tropezarme con una raíz y caer de cabeza contra una piedra.
-Maldita hija de mil meretrices engendradas por error -blasfemé, notando como un pequeño bulto comenzaba a surgir en mi frente. Al tocarlo pude notar como ya había crecido, y un gran malestar.
Me quedé sentado en el suelo, suspirando cada pocos segundos, como si de esa forma fuera a recuperar la visión. El escozor seguía siendo perpetuo, como cuando tu abuela de pequeño te frotaba las uñas en chile para que no te las comieras, y por error te rascases los ojos y notaras un quemazón que solo se iba con agua, aunque allí no tenía con que lavarme. Fue entones, cuando mis oídos parecieron agudizarse de sopetón, y pude escuchar el sonido de alguien que se aproximaba a gran velocidad desde el cielo. Seguí centrándome en mis sentidos, y no solo el oído me había aumentado, sino que mi olfato se había vuelto más agudo, pudiendo oler con total exactitud todo lo que había en ese bosque: la tierra mojada por un lado y la quemada por el otro. La orina de los animales, así como sus heces. El aroma a cítrico procedente de un arbusto situado a mis diez en punto. Todo, y cuando quise darme cuenta, aún sin poder ver con los ojos abiertos, durante un instante, en mi mente se dibujó la silueta de lo que tenía a mi alrededor, aunque solo durante unas milésimas de segundo.
«¿Será mi imaginación?» -me pregunté, levantándome y haciendo aflorar la llama de mi frente, con la esperanza de que alguno de mis compañeros me encontrara.
Entretanto, en la ciudad de Mock Town, un grupo conflictivo aparecía con ganas de jolgorio.
-Maldita hija de mil meretrices engendradas por error -blasfemé, notando como un pequeño bulto comenzaba a surgir en mi frente. Al tocarlo pude notar como ya había crecido, y un gran malestar.
Me quedé sentado en el suelo, suspirando cada pocos segundos, como si de esa forma fuera a recuperar la visión. El escozor seguía siendo perpetuo, como cuando tu abuela de pequeño te frotaba las uñas en chile para que no te las comieras, y por error te rascases los ojos y notaras un quemazón que solo se iba con agua, aunque allí no tenía con que lavarme. Fue entones, cuando mis oídos parecieron agudizarse de sopetón, y pude escuchar el sonido de alguien que se aproximaba a gran velocidad desde el cielo. Seguí centrándome en mis sentidos, y no solo el oído me había aumentado, sino que mi olfato se había vuelto más agudo, pudiendo oler con total exactitud todo lo que había en ese bosque: la tierra mojada por un lado y la quemada por el otro. La orina de los animales, así como sus heces. El aroma a cítrico procedente de un arbusto situado a mis diez en punto. Todo, y cuando quise darme cuenta, aún sin poder ver con los ojos abiertos, durante un instante, en mi mente se dibujó la silueta de lo que tenía a mi alrededor, aunque solo durante unas milésimas de segundo.
«¿Será mi imaginación?» -me pregunté, levantándome y haciendo aflorar la llama de mi frente, con la esperanza de que alguno de mis compañeros me encontrara.
Entretanto, en la ciudad de Mock Town, un grupo conflictivo aparecía con ganas de jolgorio.
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Ya desde una altura prudencial, el agente echó un vistazo a su alrededor. No había ningún rastro de los desaparecidos agentes Leblanc y Nanami. Dretch no dijo nada, sin embargo, sus labios se movieron formando una mueca de desaprobación. Se suponía que formaban parte de una división secreta a la que no todos los activos podían acceder ¿Por qué demonios él era el único profesional que se limitaba a cumplir con la misión? Fue entonces cuando, con el rabillo de su ojo sano, observó como una saeta de fuego se difuminaba por el oeste. El joven búho chasqueó la lengua y comenzó a abandonar el núcleo urbano de Mock Town. Suponiendo, claro está, que aquella cloaca de corrupción y vicios pudiera ser tratada como urbe. Taconeó por el aire, cortando el viento hacia el lugar de los estallidos ígneos.
Para cuando encontró al primero de sus compañeros, la situación no mejoró especialmente. Un irreconocible Giotto permanecía tirado sobre el suelo del bosque, restregándose los ojos y farfullando palabras sin sentido. Cuando el agente puso de nuevo sus pies en tierra firme, no pudo evitar dedicarle un primer vistazo al chichón que el rubio tenía sobre su cabeza.
- Oye, te he visto antes usar tus poderes ¿Me estás diciendo que algo o alguien te ha sacado a rastras de esa taberna y te ha dejado lloriqueando en medio del bosque? Déjalo, prefiero no tener nada que ver con eso – aunque se moría de ganas por saber lo que le había ocurrido, se contuvo - La misión va viento en popa. Dupree ha aceptado la gema robada y abandonará la isla en algún momento del día, tan solo tenemos que seguirle la pista y facilitar su… “entrevista” con la Marina.
El agente le tendió la mano para que se pusiera en pie.
Para cuando encontró al primero de sus compañeros, la situación no mejoró especialmente. Un irreconocible Giotto permanecía tirado sobre el suelo del bosque, restregándose los ojos y farfullando palabras sin sentido. Cuando el agente puso de nuevo sus pies en tierra firme, no pudo evitar dedicarle un primer vistazo al chichón que el rubio tenía sobre su cabeza.
- Oye, te he visto antes usar tus poderes ¿Me estás diciendo que algo o alguien te ha sacado a rastras de esa taberna y te ha dejado lloriqueando en medio del bosque? Déjalo, prefiero no tener nada que ver con eso – aunque se moría de ganas por saber lo que le había ocurrido, se contuvo - La misión va viento en popa. Dupree ha aceptado la gema robada y abandonará la isla en algún momento del día, tan solo tenemos que seguirle la pista y facilitar su… “entrevista” con la Marina.
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Continué deambulando por el bosque, esquivando cada aura que podía sentir en mi interior y visualizándola en mi psique, y era algo muy extraño. Podía contemplar la silueta de los árboles, las piedras. Era capaz de sentir el río, los peces que estaban en él, los pájaros en el cielo revoloteando en grupo… Todo y nada al mismo tiempo; era una sensación inigualable. Y entonces, como un ángel caído del cielo me topé con Dretch.
—¿Lloriqueando? Más quisieras —le contesté—. Sea lo que sea que me ha sacado volando me ha pillado desprevenido por completo. Eso, o sabía que yo era un usuario de una logia y ha usado haki —hizo una pausa—. Algo que dudo. Y ahora no puedo ver con claridad.
Le explique todo sobre el escozor de ojos, y de cómo podía contemplar la silueta de todo lo que había a mi alrededor con más claridad cada vez. Caminé hasta la salida del bosque, y pusimos rumbo de nuevo a la ciudad. La taberna donde habíamos estado se encontraba en llamas, y había cadáveres por el suelo. ¿Qué había pasado?, me pregunté.
—Puedo notar que algunos siguen con vida —le dijo—. Pero el que ha hecho esto puede complicarnos nuestra misión.
Y fue entonces, cuando hubo una explosión en mitad de la ciudad, y la onda expansiva se hizo notar en cada rincón de mi cuerpo, agitándome.
—¿Qué hacemos, jefe?
—¿Lloriqueando? Más quisieras —le contesté—. Sea lo que sea que me ha sacado volando me ha pillado desprevenido por completo. Eso, o sabía que yo era un usuario de una logia y ha usado haki —hizo una pausa—. Algo que dudo. Y ahora no puedo ver con claridad.
Le explique todo sobre el escozor de ojos, y de cómo podía contemplar la silueta de todo lo que había a mi alrededor con más claridad cada vez. Caminé hasta la salida del bosque, y pusimos rumbo de nuevo a la ciudad. La taberna donde habíamos estado se encontraba en llamas, y había cadáveres por el suelo. ¿Qué había pasado?, me pregunté.
—Puedo notar que algunos siguen con vida —le dijo—. Pero el que ha hecho esto puede complicarnos nuestra misión.
Y fue entonces, cuando hubo una explosión en mitad de la ciudad, y la onda expansiva se hizo notar en cada rincón de mi cuerpo, agitándome.
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La cabeza de Dretch era un hervidero de conceptos que escapaban a su comprensión. No era la primera que escuchaba a Giotto hablar sobre su supuesta capacidad de “ver gente”. Ya había conseguido que se creyera su numerito de los poderes psiónicos una vez, el día que ambos fueron puestos a prueba para ingresar en la Karasu y se vieron obligados a combatir contra Ann. Sin embargo, aquella vez no estaba muy por la labor de creer en sus truquitos de magia barata. A pesar que el norteño le explicó con pelos y señales cada uno de los detalles sobre su huida, el gesto de Dretch apenas pareció relajarse. Aunque no dudaba de la vehemencia con la que Leblanc le contaba todo, simplemente no podía aceptar, así como así, su versión mágica de lo sucedido. A punto estuvo de pedirle le soltara su aliento para comprobar si había estado bebiendo algo a sus espaldas, sin embargo, algo en su interior hizo que se contuviera.
Haciendo como si todo aquello nunca hubiera sucedido, ambos emprendieron el camino de vuelta hacia la pequeña ciudad. Eike Dupree saldría en algún momento de la isla y tenían que asegurarse que llegase sano y salvo hasta uno de los buques de la Marina. Caminaron sin rumbo fijo hasta acabar finalmente en El Alimoche Sonriente, la taberna en la que habían tratado de tener el primer contacto con el delincuente. Sin embargo, no estaba tal y como ellos la recordaban. El hedor a humo y muerte colmaba las inmediciones del establecimiento.
Dretch volvió es escuchar como Giotto volvia a bromear con su visión. El agente no dijo nada pues, en el fondo, sabia que merecía la pena arriesgarse y comprobar si alguno de los maleantes seguía con vida. Sin embargo, antes de que pusiera manos a la obra, otro edificio estalló en un mar de llamas ¿Con que probabilidad estallaban las destilerías de esos analfabetos de banderas negras? No parecía casualidad. Giotto parecía casi tan sorprendido como él ¿Seria cosa de Kaori?
- Como si este infierno arde hasta los cimientos, nuestra prioridad es Dupree. Si ese okama muere o es secuestrado por alguno de sus enemigos somos nosotros quienes nos quedamos sin informante. Me temo que podemos esperar a que muerda el anzuelo por su propia cuenta, así que dejaremos de ser meros espectadores.
Se subió la bufanda para protegerse del humo y avanzó al interior de El Alimoche Sonriente en busca de algún superviviente. Durante unos segundos sintió cierta envidia al contemplar como Giotto apenas parecía estar molesto por todo aquel humo y calor ¿Quedaría alguien con vida en el interior? Si lo había, Dretch no era capaz de verlo entre tanto humo.
Haciendo como si todo aquello nunca hubiera sucedido, ambos emprendieron el camino de vuelta hacia la pequeña ciudad. Eike Dupree saldría en algún momento de la isla y tenían que asegurarse que llegase sano y salvo hasta uno de los buques de la Marina. Caminaron sin rumbo fijo hasta acabar finalmente en El Alimoche Sonriente, la taberna en la que habían tratado de tener el primer contacto con el delincuente. Sin embargo, no estaba tal y como ellos la recordaban. El hedor a humo y muerte colmaba las inmediciones del establecimiento.
Dretch volvió es escuchar como Giotto volvia a bromear con su visión. El agente no dijo nada pues, en el fondo, sabia que merecía la pena arriesgarse y comprobar si alguno de los maleantes seguía con vida. Sin embargo, antes de que pusiera manos a la obra, otro edificio estalló en un mar de llamas ¿Con que probabilidad estallaban las destilerías de esos analfabetos de banderas negras? No parecía casualidad. Giotto parecía casi tan sorprendido como él ¿Seria cosa de Kaori?
- Como si este infierno arde hasta los cimientos, nuestra prioridad es Dupree. Si ese okama muere o es secuestrado por alguno de sus enemigos somos nosotros quienes nos quedamos sin informante. Me temo que podemos esperar a que muerda el anzuelo por su propia cuenta, así que dejaremos de ser meros espectadores.
Se subió la bufanda para protegerse del humo y avanzó al interior de El Alimoche Sonriente en busca de algún superviviente. Durante unos segundos sintió cierta envidia al contemplar como Giotto apenas parecía estar molesto por todo aquel humo y calor ¿Quedaría alguien con vida en el interior? Si lo había, Dretch no era capaz de verlo entre tanto humo.
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La mirada escéptica de su compañero Drech le desquiciaba cada día más. ¿Tan difícil era de creer que podía visualizar el aura de los seres vivos que le rodeaban? ¿Qué clase de agente del gobierno no sabía las bases del haki? Tendría que explicárselo algún día, pero en ese momento no iba a ponerse a dar explicaciones. Caminó hacia la taberna a pasos lentos, pero seguros, sintiendo todo lo que había a su alrededor. Apenas había un alma en aquel lugar, al menos no en las cercanías.
El hedor a humo y fuego, era algo que le gustaba a Giotto; sobre todo desde que consiguió su fruta del diablo. ¿Estaría todo relacionado? Tal vez. Dretch empezó a recorrer lo que antes fue una preciosa taberna, y no veía nada. Sin embargo, Giotto podía sentir la pausada respiración de alguien.
—Jefe —le dijo—. A las once en punto hay alguien.
Rápidamente, se acercó y se puso a quitar trozos de madera y escombros. No cabía duda, esa aura le era conocida, se trataba de Dupree. Echándolo sobre sus hombres, como pudo, lo llevó hasta el tuerto y lo sacaron de allí.
—¿Estás bien? —le preguntó Giotto.
—Me han robado la joya —dijo entre tosidos.
No obstante, tras dejarlo sobre el suelo, Dretch se encargó de explorar su cuerpo y ver si eso era verdad. Tras eso, volvió a escucharse otra explosión.
—Aunque no nos guste vamos a tener que ir hacia allá —comentó el agente—. Así que cuando gustes.
El hedor a humo y fuego, era algo que le gustaba a Giotto; sobre todo desde que consiguió su fruta del diablo. ¿Estaría todo relacionado? Tal vez. Dretch empezó a recorrer lo que antes fue una preciosa taberna, y no veía nada. Sin embargo, Giotto podía sentir la pausada respiración de alguien.
—Jefe —le dijo—. A las once en punto hay alguien.
Rápidamente, se acercó y se puso a quitar trozos de madera y escombros. No cabía duda, esa aura le era conocida, se trataba de Dupree. Echándolo sobre sus hombres, como pudo, lo llevó hasta el tuerto y lo sacaron de allí.
—¿Estás bien? —le preguntó Giotto.
—Me han robado la joya —dijo entre tosidos.
No obstante, tras dejarlo sobre el suelo, Dretch se encargó de explorar su cuerpo y ver si eso era verdad. Tras eso, volvió a escucharse otra explosión.
—Aunque no nos guste vamos a tener que ir hacia allá —comentó el agente—. Así que cuando gustes.
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Pese a la insistencia del joven Búho de negar las supuestas habilidades de rastreo de Giotto, al agente no le quedó más remedio que concederlas algo de credibilidad. Cuando contempló como su compañero caminaba con parsimonia y elegancia entre los escombros, casi como supiera perfectamente el lugar en el que tenía que buscar, comprendió que aquello no podía ser simplemente un truco de magia barato. Dretch enarcó una ceja al comprobar como el rubio salía de entre el humo y las llamas cargando con el cuerpo del okama. Ambos salieron hacia al exterior del Alimoche Sonriente y el rubio dejó a Dupree en mitad de la calle. Dretch trató de sentarle, pero este se cayó de nuevo. Su respiración era frecuentísima, sus manos temblaban ligeramente. No paraba de balbucear algo sobre una joya. Dretch se llevó la mano a la frente al comprender que el diamante rojo había sido robado.
- ¡Idiota! Tan solo tenías que salir de la isla con el puñetero diamante – gritó mientras le propinaba un puntapié con todas sus fuerzas en el estómago – Por tu culpa ahora todo este asunto es una mierda – Dirigió entonces una mirada de complicidad a su compañero. No podían regresar a Enies Lobby sin Dupree, pero tampoco podían hacerlo sin la joya prestada.
Algo más sosegado, el agente se inclinó sobre el cuerpo del okama y comenzó a cachearle sin demasiados remilgos. De sus extravagantes vestimentas extrajo un sinfín de armas blancas de todo tipo: navajas automáticas, hojas de afeitar y alguna que otro clavo, aunque sin duda lo que más llamó la atención del agente fue una pistola-pintalabios de un solo uso. Como medida de precaución, también trató de confiscar la enorme cadena de oro que colgaba de su cuello. A Drama Queen aquello no le sentó demasiado bien y trató de revolverse, sin embargo, Giotto debió de hacer algo para que este cejara en su empeño de resistirse al cacheo.
- ¿Sabes? Nos llevamos a gente en mitad de la noche, hacemos desaparecer personas. Deberías dar gracias a que los de arriba crean que sabes cosas, porque de otra forma esta sería tu última conversación – el criminal sonrió entre orgulloso y aliviado – Yo no me alegraría tanto, la suerte siempre llega con una etiqueta con el precio.
Levantó entonces de un tirón a Dupree del suelo y, haciendo uso de sus Kurōsu Tēru, comenzó a tejer un capullo de lana naranja alrededor del okama. En apenas unos minutos, quedó atrapado entre centímetros y centímetros de gruesa lana norteña, quedando libre de su prisión tan solo su cabeza y sus pies. Lo cargó sobre sus hombros y, al igual que había hecho minutos antes en aquel mismo lugar, el agente saltó y desapareció de la vista de los viandantes. Tenía una corazonada, fuera quien fuera el causante de aquellas explosiones debía de estar enfrentándose a Kaori ¿Qué sino podría explicar tanto caos?
- ¡Idiota! Tan solo tenías que salir de la isla con el puñetero diamante – gritó mientras le propinaba un puntapié con todas sus fuerzas en el estómago – Por tu culpa ahora todo este asunto es una mierda – Dirigió entonces una mirada de complicidad a su compañero. No podían regresar a Enies Lobby sin Dupree, pero tampoco podían hacerlo sin la joya prestada.
Algo más sosegado, el agente se inclinó sobre el cuerpo del okama y comenzó a cachearle sin demasiados remilgos. De sus extravagantes vestimentas extrajo un sinfín de armas blancas de todo tipo: navajas automáticas, hojas de afeitar y alguna que otro clavo, aunque sin duda lo que más llamó la atención del agente fue una pistola-pintalabios de un solo uso. Como medida de precaución, también trató de confiscar la enorme cadena de oro que colgaba de su cuello. A Drama Queen aquello no le sentó demasiado bien y trató de revolverse, sin embargo, Giotto debió de hacer algo para que este cejara en su empeño de resistirse al cacheo.
- ¿Sabes? Nos llevamos a gente en mitad de la noche, hacemos desaparecer personas. Deberías dar gracias a que los de arriba crean que sabes cosas, porque de otra forma esta sería tu última conversación – el criminal sonrió entre orgulloso y aliviado – Yo no me alegraría tanto, la suerte siempre llega con una etiqueta con el precio.
Levantó entonces de un tirón a Dupree del suelo y, haciendo uso de sus Kurōsu Tēru, comenzó a tejer un capullo de lana naranja alrededor del okama. En apenas unos minutos, quedó atrapado entre centímetros y centímetros de gruesa lana norteña, quedando libre de su prisión tan solo su cabeza y sus pies. Lo cargó sobre sus hombros y, al igual que había hecho minutos antes en aquel mismo lugar, el agente saltó y desapareció de la vista de los viandantes. Tenía una corazonada, fuera quien fuera el causante de aquellas explosiones debía de estar enfrentándose a Kaori ¿Qué sino podría explicar tanto caos?
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Los ojos del agente iban recobrando lentamente la visibilidad, aunque no lo rápido que él hubiera deseado. Lo que minutos atrás era absoluta oscuridad y extrañas auras luminosas se habían convertido en borrones, así que decidió optar por tener los ojos cerrados un poco más. Se había acostumbrado al escozor de ojos, aunque éste iba en descenso a cada minuto que pasaba.
“Unos minutos más” —se dijo, acercándose hacia su compañero.
Era costumbre para los agentes del gobierno mundial eliminar a cualquier testigo que supiera su identidad en ese tipo de misiones, e, incluso, el okama conocido por Dretch debía morir en algún momento, sin embargo, era un recurso valioso para su agencia. El travestido sabía eso, así que muchas veces intentaba salirse con la suya y conseguir incentivo por parte de los agentes. Podía oír con total claridad como ojos de búho le desvalijaba de todas sus pertenencias, pero hizo movimientos muy extraños cuando le quiso quitar una cadena que rodeaba su cuello.
—Será mejor que te estés quieto —dijo Giotto, con cordial, a la par que intimidante—. Mucha suerte tienes de que no te vuelva un montón de cenizas.
El agente chasqueó los dedos e hizo prender unas brasas que estaban cerca a modo de aviso. Luego, Dretch lo envolvió de lana y salieron pitando de allí usando su geppou.
—Será mejor tener cautela —avisó Giotto.
Converso con Dretch sobre el modus operandi que debían tomar, y ambos llegaron a una conclusión: con el okama no podían combatir, así que la mejor idea era noquearlo y dejarlo en un lugar seguro. El rubio fue el encargado de dejarlo inconsciente, mientras que su compañero se encargaría de dejarlo colgado en un árbol con su lana. Tras hacerlo, irían al epicentro de todas las explosiones.
Al llegar a allí, como era de esperar, se encontraba Kaori, pero en un estado muy lamentable. Estaba tumbada sobre el suelo, inconsciente. “Nunca hace nada a derechas”, pensó Giotto, adelantándose hasta un tejado cercano, mientras cargaba el artefacto de sus guantes.
—¿Quién coño eres tú? —le preguntó un individuo calvo con una mariposa tatuada en la cabeza.
—Eso es irrelevante llegados a este punto —respondió—. Habéis herido a una amiga mía, y eso no puedo consentirlo.
—Así que esa cretina es tu novieta, ¿eh? —añadió otro, riendo a carcajada limpia después, haciendo que un grupo de brazoslargos trogloditas le siguieran—. Vas a pagar tú el alcohol que ha derramado ella.
Aquel hombre soltó una ráfaga de balas que, por lo que pudo sentir, no iban imbuidas en haki. Todas ellas le traspasaron, dejando pequeños agujeros que inmediatamente fueron ocupado por sus llamas.
—No debiste hacer eso.
“Unos minutos más” —se dijo, acercándose hacia su compañero.
Era costumbre para los agentes del gobierno mundial eliminar a cualquier testigo que supiera su identidad en ese tipo de misiones, e, incluso, el okama conocido por Dretch debía morir en algún momento, sin embargo, era un recurso valioso para su agencia. El travestido sabía eso, así que muchas veces intentaba salirse con la suya y conseguir incentivo por parte de los agentes. Podía oír con total claridad como ojos de búho le desvalijaba de todas sus pertenencias, pero hizo movimientos muy extraños cuando le quiso quitar una cadena que rodeaba su cuello.
—Será mejor que te estés quieto —dijo Giotto, con cordial, a la par que intimidante—. Mucha suerte tienes de que no te vuelva un montón de cenizas.
El agente chasqueó los dedos e hizo prender unas brasas que estaban cerca a modo de aviso. Luego, Dretch lo envolvió de lana y salieron pitando de allí usando su geppou.
—Será mejor tener cautela —avisó Giotto.
Converso con Dretch sobre el modus operandi que debían tomar, y ambos llegaron a una conclusión: con el okama no podían combatir, así que la mejor idea era noquearlo y dejarlo en un lugar seguro. El rubio fue el encargado de dejarlo inconsciente, mientras que su compañero se encargaría de dejarlo colgado en un árbol con su lana. Tras hacerlo, irían al epicentro de todas las explosiones.
Al llegar a allí, como era de esperar, se encontraba Kaori, pero en un estado muy lamentable. Estaba tumbada sobre el suelo, inconsciente. “Nunca hace nada a derechas”, pensó Giotto, adelantándose hasta un tejado cercano, mientras cargaba el artefacto de sus guantes.
—¿Quién coño eres tú? —le preguntó un individuo calvo con una mariposa tatuada en la cabeza.
—Eso es irrelevante llegados a este punto —respondió—. Habéis herido a una amiga mía, y eso no puedo consentirlo.
—Así que esa cretina es tu novieta, ¿eh? —añadió otro, riendo a carcajada limpia después, haciendo que un grupo de brazoslargos trogloditas le siguieran—. Vas a pagar tú el alcohol que ha derramado ella.
Aquel hombre soltó una ráfaga de balas que, por lo que pudo sentir, no iban imbuidas en haki. Todas ellas le traspasaron, dejando pequeños agujeros que inmediatamente fueron ocupado por sus llamas.
—No debiste hacer eso.
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Con aquel incordio de hombre colgado de un árbol, ya no tenían de que preocuparse de cargar con él en caso de que tuvieran que sacar a Kaori de un apuro. No tardaron mucho en llegar hasta el lugar en el que se había escuchado la última explosión. En un extremo de la plaza reconoció a su compañera, estaba herida. Esta vez, no hubo frustración por la falta de profesionalidad de sus compañeros, sino que la rabia inundo sus pulmones y corrió hacia el lugar donde se encontraba.
- ¡¿Nanami, puedes oírme?! ¡Kaori! – gritó, mientras se agachaba a su lado y trataba de tomarle el pulso.
Aunque odiaba no tener ni la más remota idea sobre medicina, a duras penas logró encontrarle un débil pulso. Sin darse cuenta, alguna lagrima de impotencia comenzaron a caer por su mejilla, nublándole la visión. Sus dientes rechinaron y se secó las lágrimas con rabia. Cuando recuperó la compostura, el agente se quitó su gabardina y envolvió con ella a su subordinada; para luego cogerla entre sus brazos y levantarla de aquel barrizal. Era un blanco fácil, pero no era su seguridad la que le importaba en aquel momento. Su voz adquirió un tono altivo y soberbio
- Nos han visto Leblanc, ya sabes lo que eso significa – sentenció, mientras se ponía en pie.
Consciente por primera vez del alboroto que había a su alrededor y del olor a pólvora en el aire, Dretch se puso de puntillas, equilibrándose y preparándose ante lo que pudiera venir a continuación. No menos de una quincena de rufianes armados surgió a su alrededor, casi atraídos como moscas a la miel. Parecían una de las tantas tripulaciones piratas que hacían escala en la isla para continuar sus pillerías por el Paraíso, sin embargo, el agente no reconoció ningún distintivo que los encasillara en ninguna tripulación conocida. Un primer tipo se dirigió hacia el agente con su katana en ristre. Con un simple vistazo, Dretch dedujo que la hoja del arma tenía un filo perfecto. Parecía lo suficientemente fuerte y afilada como para separar el brazo del asesino de su torso.
Un destello metálico salió disparado de la hoja del arma en su dirección y, a pesar de que el agente se dio cuenta de que se trataba de una proyección, a duras penas fue capaz de dar un pequeño salto y estrellar su pierna derecha contra la onda cortante. Aunque en un principio su pierna cedía y parecía que resultaría cercenada, en seguida una segunda onda cortante salió disparada de la misma, desviando la del espadachín hacia uno de los edificios cercanos.
Ambos se miraron a los ojos durante una fracción de segundos, conscientes de que habían dado con la horma de su zapato. Sin embargo, no había honor entre los piratas y enseguida, animados por el envite del espadachín, el resto de corsarios pasaron a la ofensiva abalanzándose sobre el agente.
- ¡¿Nanami, puedes oírme?! ¡Kaori! – gritó, mientras se agachaba a su lado y trataba de tomarle el pulso.
Aunque odiaba no tener ni la más remota idea sobre medicina, a duras penas logró encontrarle un débil pulso. Sin darse cuenta, alguna lagrima de impotencia comenzaron a caer por su mejilla, nublándole la visión. Sus dientes rechinaron y se secó las lágrimas con rabia. Cuando recuperó la compostura, el agente se quitó su gabardina y envolvió con ella a su subordinada; para luego cogerla entre sus brazos y levantarla de aquel barrizal. Era un blanco fácil, pero no era su seguridad la que le importaba en aquel momento. Su voz adquirió un tono altivo y soberbio
- Nos han visto Leblanc, ya sabes lo que eso significa – sentenció, mientras se ponía en pie.
Consciente por primera vez del alboroto que había a su alrededor y del olor a pólvora en el aire, Dretch se puso de puntillas, equilibrándose y preparándose ante lo que pudiera venir a continuación. No menos de una quincena de rufianes armados surgió a su alrededor, casi atraídos como moscas a la miel. Parecían una de las tantas tripulaciones piratas que hacían escala en la isla para continuar sus pillerías por el Paraíso, sin embargo, el agente no reconoció ningún distintivo que los encasillara en ninguna tripulación conocida. Un primer tipo se dirigió hacia el agente con su katana en ristre. Con un simple vistazo, Dretch dedujo que la hoja del arma tenía un filo perfecto. Parecía lo suficientemente fuerte y afilada como para separar el brazo del asesino de su torso.
Un destello metálico salió disparado de la hoja del arma en su dirección y, a pesar de que el agente se dio cuenta de que se trataba de una proyección, a duras penas fue capaz de dar un pequeño salto y estrellar su pierna derecha contra la onda cortante. Aunque en un principio su pierna cedía y parecía que resultaría cercenada, en seguida una segunda onda cortante salió disparada de la misma, desviando la del espadachín hacia uno de los edificios cercanos.
Ambos se miraron a los ojos durante una fracción de segundos, conscientes de que habían dado con la horma de su zapato. Sin embargo, no había honor entre los piratas y enseguida, animados por el envite del espadachín, el resto de corsarios pasaron a la ofensiva abalanzándose sobre el agente.
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Con una formidable llama, el agente de cabellos dorados se deshizo de los maleantes que tenía frente así, pero el trozo grande del pastel lo tenía Dretch, que estaba rodeado de espadachines, tiradores de todo tipo y algunos individuos con cadenas. El tuerto se desenvolvía bien, y eso que solía evitar el combate cuerpo a cuerpo; al menos desde aquella vez en Ennies Lobby. Rápidamente, usando su Slancio di Fuoco, se desplazó alrededor de los individuos, creando un tornado de llamas en cuyo epicentro estaba su compañero, con algo de calor, pero a salvo de aquel infierno de fuego. Los piratas salieron corriendo en todas direcciones, quitándose de las llamas. Kaori estaba muy herida así que la mejor opción era retirarse.
—Tú, Romeo —le dijo, para llamar su atención—. Cuando expanda el fuego, ve hacia el norte. Nos vemos allí en dos minutos, ¿entendido?
Esperando que su compañero le hiciera caso, expandió las llamas y desapareció usando su Soru, dejando el caos en aquel lugar, no sin antes agarrar a un sujeto y llevárselo con él. La presencia de Kaori era débil, y se dirigía hacia el este, concretamente hacia el South Grave, por inusual que fuera el nombre. ¿Por qué se llamaba sur, si estaba al este? Era algo que no entendía, pero no iba a cuestionar la etimología de los nombres de los lugares de esa isla, después de todo se lo dieron piratas, que no destacaban por su inteligencia, al menos los que él había conocido. Ya fuera del alcance de los piratas esperó a encontrarse con Dretch, pero la dragona ya no estaba con él.
—Regla número uno, Buerganor: no dejarse llevar por los sentimientos, sólo por la lógica. Así que cuando te calmes, tengo un plan —esperó un instante, en el que tomó aire y recopiló toda la información que había captado—. Vamos a tener que usar nuestras habilidades como transformistas, pero creo que puede funcionar. Por lo que sabemos, alguno de ellos, quizás el líder, es fuerte, tanto como para derribar la defensa de Kaori. Sin embargo, sabemos por experiencias anteriores, que su personalidad ególatra le hace confiarse, así que quizás, simplemente, bajó la guardia y la derrotaron; que es una posibilidad más que probable. Mi idea es vestirnos como delincuentes usando la ropa de este caballero de la mala vida, seguirles el paso, y si nos descubren, decir que hemos huido de las llamas. ¿Qué opinas?
—Tú, Romeo —le dijo, para llamar su atención—. Cuando expanda el fuego, ve hacia el norte. Nos vemos allí en dos minutos, ¿entendido?
Esperando que su compañero le hiciera caso, expandió las llamas y desapareció usando su Soru, dejando el caos en aquel lugar, no sin antes agarrar a un sujeto y llevárselo con él. La presencia de Kaori era débil, y se dirigía hacia el este, concretamente hacia el South Grave, por inusual que fuera el nombre. ¿Por qué se llamaba sur, si estaba al este? Era algo que no entendía, pero no iba a cuestionar la etimología de los nombres de los lugares de esa isla, después de todo se lo dieron piratas, que no destacaban por su inteligencia, al menos los que él había conocido. Ya fuera del alcance de los piratas esperó a encontrarse con Dretch, pero la dragona ya no estaba con él.
—Regla número uno, Buerganor: no dejarse llevar por los sentimientos, sólo por la lógica. Así que cuando te calmes, tengo un plan —esperó un instante, en el que tomó aire y recopiló toda la información que había captado—. Vamos a tener que usar nuestras habilidades como transformistas, pero creo que puede funcionar. Por lo que sabemos, alguno de ellos, quizás el líder, es fuerte, tanto como para derribar la defensa de Kaori. Sin embargo, sabemos por experiencias anteriores, que su personalidad ególatra le hace confiarse, así que quizás, simplemente, bajó la guardia y la derrotaron; que es una posibilidad más que probable. Mi idea es vestirnos como delincuentes usando la ropa de este caballero de la mala vida, seguirles el paso, y si nos descubren, decir que hemos huido de las llamas. ¿Qué opinas?
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El párpado del agente tembló con nerviosismo al contemplar, tan sorprendido como el espadachín, como la onda cortante se desviaba en el último instante. Había faltado muy poco. Echó un vistazo de reojo a Nanami para asegurarse de que no estuviera herida, pero, al levantarlo de nuevo hacia el frente, observó como cerca de una quincena de chusma corsaria trataba de abalanzarse sobre ellos. Para su desgracia y la de sus subordinados, Dretch ya había perdido a más de un compañero bajo sus órdenes. Pese a que se había jurado así mismo que nunca dejaría que una situación como esa volviese a suceder, la suerte no cejaba en su empeño por humillarlo. Por un lado, su mente le decía que se calmara, que no lograría nada con su nerviosismo e impulsividad. Que pensara en algo y que actuara con cabeza. Pero, por otra parte, a juzgar por su expresión corporal, el impulso que sentía dentro era demasiado fuerte. Adelantó su pie izquierdo para luego girar su pie retrasado en un ángulo de cuarenta y cinco grados. Rechinó los dientes, estaba preparado para lo que tuviera que suceder.
Sin embargo, antes del inminente choque, el tuerto sintió como la temperatura del aire aumentaba de forma dramática. En seguida escuchó la combustión de una gran llamarada y sintió una corriente de aire muy caliente que iba arrasando todo lo que encontraba por delante. Pese a que Kaori y él se encontraban en el epicentro de aquel remolino ígneo, el calor era lo suficientemente intenso como para que pequeñas gotas de sudor brillaran sobre sus rostros. Fue entonces cuando se fijó en que Giotto estaba hablándole y comprendió que aquella era su vía de escape, aunque no entendió muy bien a que se refería llamándole Romeo. Fuera como fuere, el agente taconeó el aire una vez aquel día para elevarse por los tejados de Mock Town y desaparecer. Mientras se alejaba, un nauseabundo olor a quemado comenzó a inundar sus fosas nasales, aunque no se atrevió a mirar atrás.
- ¿Qué crees que estás haciendo? – gruñó una voz conocida.
El agente bajo la mirada hacia la iniciada y en seguida se topó con dos grandes ojos violetas de mirada intensa que le juzgaban. La expresión de la iniciada era agresiva, lo que a Dretch le hacia sospechar que no tardaría en perder los estribos.
- Las cosas se han complicado un poco. Conseguimos a Dupreé, al menos durante unos minutos, y también perdimos el diamante. La misión se nos está yendo de las manos Nanami… – resumió el agente.
Aquellas palabras cayeron como un jarro de agua fría sobre la iniciada. Ella había tratado de recuperar el diamante de las manos de aquellos rufianes mientras que Leblanc y Buerganor estaban desaparecido. El mero hecho de que la misión se echara a perder por su culpa era algo que su orgullo no podía aceptar.
Dretch sintió como se le erizaba el pelo de la nuca y como, poco a poco al principio, comenzaba a sentir como su cuerpo se estremecía como una hoja mecida por el viento. Ya había tenido esa sensación antes. Durante su primer viaje en el Ummi Resha, el primer día que conoció a aquella muchacha durante una accidentada pelea en uno de los vagones de la locomotora. Tanto él, como cerca de una veintena de agentes, habían sido electrocutados por las habilidades de la dragona. Abrió la boca, trató de advertirle de que era una locura, que hallarían la forma de hacerse con Dupreé y con el diamante como un equipo. Pero era demasiado tarde. El cuerpo de la iniciada comenzó a cambiar, sus ojos se iluminaron por un breve instante y, en un par de segundos, un estruendo lo sacudió todo
Aunque en un principio, tras recuperarse de la descarga de Kaori, Dretch había pensado en ir en su busca, no fue eso lo que hizo. Finalmente se dejó guiar por la razón y, empleando su Geppo “Kiruma Kyökai”, en seguida comenzó a recorrer la distancia que lo separaba de los bosques del noreste. Asegurándose de que nadie estuviera mirando al cielo, sobrevoló la bahía y ganó algo de tiempo.
Para cuando llegó al punto de reunión, no había nadie. Aprovecho aquellos momentos de tranquilidad para sacar de la solapa de su gabardina su caja de cigarrillos Grey Tortoise y se encendió uno. Todo estaba saliendo condenadamente mal. Llegados a este punto, hasta se preguntaba si podrían degradarlo si no conseguían enmendar la misión. Y, si por algún milagro, conseguían darle la vuelta a la situación y recuperar a Dupreé, el diamante y Nanami… Tendrían que falsificar el informe de la misión. Por no mencionar al capitán de la Marina que aguardaba a su orden para que Dupreé resultara detenido de forma “fortuita”. Todo aquel día eran problemas. Sin embargo, sus divagaciones tendrían que esperar ya que a lo lejos comenzaron a escucharse las pisadas de unas botas gubernamentales. El agente suspiró, le dio una última calada a su cigarrillo y lo apago en la suela de su bota.
- Tenemos problemas – le advirtió a Giotto, mientras comenzaba a explicarle los por menores de desde su huida de Mock Town y este le ponía al día sobre su plan. Aunque más que un plan, parecía un esbozo de un plan. Sin embargo, pese a las rarezas de Giotto, el norteño no había tenido ningún motivo para desconfiar de sus capacidades, así que no le quedó más remedio que aceptar su idea – Bueno, no creo que sea muy difícil enrolarnos en una tripulación. No soy quien para juzgar pero, sospecho que después de ese torbellino de fuego deberían tener algunas vacantes. El problema son nuestras caras, no te ofendas pero… No tenemos rostros fáciles de olvidar. Hasta ahora los disturbios han encubierto nuestras acciones, pero si seguimos neutralizando a todo aquel que nos reconozca, esto se nos va ir de las manos…
Sin embargo, antes del inminente choque, el tuerto sintió como la temperatura del aire aumentaba de forma dramática. En seguida escuchó la combustión de una gran llamarada y sintió una corriente de aire muy caliente que iba arrasando todo lo que encontraba por delante. Pese a que Kaori y él se encontraban en el epicentro de aquel remolino ígneo, el calor era lo suficientemente intenso como para que pequeñas gotas de sudor brillaran sobre sus rostros. Fue entonces cuando se fijó en que Giotto estaba hablándole y comprendió que aquella era su vía de escape, aunque no entendió muy bien a que se refería llamándole Romeo. Fuera como fuere, el agente taconeó el aire una vez aquel día para elevarse por los tejados de Mock Town y desaparecer. Mientras se alejaba, un nauseabundo olor a quemado comenzó a inundar sus fosas nasales, aunque no se atrevió a mirar atrás.
- ¿Qué crees que estás haciendo? – gruñó una voz conocida.
El agente bajo la mirada hacia la iniciada y en seguida se topó con dos grandes ojos violetas de mirada intensa que le juzgaban. La expresión de la iniciada era agresiva, lo que a Dretch le hacia sospechar que no tardaría en perder los estribos.
- Las cosas se han complicado un poco. Conseguimos a Dupreé, al menos durante unos minutos, y también perdimos el diamante. La misión se nos está yendo de las manos Nanami… – resumió el agente.
Aquellas palabras cayeron como un jarro de agua fría sobre la iniciada. Ella había tratado de recuperar el diamante de las manos de aquellos rufianes mientras que Leblanc y Buerganor estaban desaparecido. El mero hecho de que la misión se echara a perder por su culpa era algo que su orgullo no podía aceptar.
Dretch sintió como se le erizaba el pelo de la nuca y como, poco a poco al principio, comenzaba a sentir como su cuerpo se estremecía como una hoja mecida por el viento. Ya había tenido esa sensación antes. Durante su primer viaje en el Ummi Resha, el primer día que conoció a aquella muchacha durante una accidentada pelea en uno de los vagones de la locomotora. Tanto él, como cerca de una veintena de agentes, habían sido electrocutados por las habilidades de la dragona. Abrió la boca, trató de advertirle de que era una locura, que hallarían la forma de hacerse con Dupreé y con el diamante como un equipo. Pero era demasiado tarde. El cuerpo de la iniciada comenzó a cambiar, sus ojos se iluminaron por un breve instante y, en un par de segundos, un estruendo lo sacudió todo
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Aunque en un principio, tras recuperarse de la descarga de Kaori, Dretch había pensado en ir en su busca, no fue eso lo que hizo. Finalmente se dejó guiar por la razón y, empleando su Geppo “Kiruma Kyökai”, en seguida comenzó a recorrer la distancia que lo separaba de los bosques del noreste. Asegurándose de que nadie estuviera mirando al cielo, sobrevoló la bahía y ganó algo de tiempo.
Para cuando llegó al punto de reunión, no había nadie. Aprovecho aquellos momentos de tranquilidad para sacar de la solapa de su gabardina su caja de cigarrillos Grey Tortoise y se encendió uno. Todo estaba saliendo condenadamente mal. Llegados a este punto, hasta se preguntaba si podrían degradarlo si no conseguían enmendar la misión. Y, si por algún milagro, conseguían darle la vuelta a la situación y recuperar a Dupreé, el diamante y Nanami… Tendrían que falsificar el informe de la misión. Por no mencionar al capitán de la Marina que aguardaba a su orden para que Dupreé resultara detenido de forma “fortuita”. Todo aquel día eran problemas. Sin embargo, sus divagaciones tendrían que esperar ya que a lo lejos comenzaron a escucharse las pisadas de unas botas gubernamentales. El agente suspiró, le dio una última calada a su cigarrillo y lo apago en la suela de su bota.
- Tenemos problemas – le advirtió a Giotto, mientras comenzaba a explicarle los por menores de desde su huida de Mock Town y este le ponía al día sobre su plan. Aunque más que un plan, parecía un esbozo de un plan. Sin embargo, pese a las rarezas de Giotto, el norteño no había tenido ningún motivo para desconfiar de sus capacidades, así que no le quedó más remedio que aceptar su idea – Bueno, no creo que sea muy difícil enrolarnos en una tripulación. No soy quien para juzgar pero, sospecho que después de ese torbellino de fuego deberían tener algunas vacantes. El problema son nuestras caras, no te ofendas pero… No tenemos rostros fáciles de olvidar. Hasta ahora los disturbios han encubierto nuestras acciones, pero si seguimos neutralizando a todo aquel que nos reconozca, esto se nos va ir de las manos…
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—De las caras no te preocupes —le dijo, sacando de su bolsillo un den den mushi—. Marie, ¿estás por ahí?
—Dime, Gio —contestó ella—. ¿Cómo va la misión?
—Va bien, no te preocupes —le mintió—. Nos vemos en la costa sur en veinte minutos, ¿de acuerdo? Trame el maletín que está bajo la cama de mi camarote.
Cuando dijo aquello, colgó y volvió a meter su den den mushi en su bolsillo. Pudo comprobar como su compañero le miraba extrañado, sin saber que tramaba, pero él lo tenía todo medido; al menos la primera parte del plan. Usando su geppou fue a la costa sur, esperando que Dretch le siguiera. Al llegar solo tuvo que esperar dos minutos a que Marie llegara.
—¿Seguro que va todo bien? —inquirió ella.
—¿Cuándo ha ido todo bien? —le contestó él.
—No tienes remedio. ¿Y la cretina de Kaori?
—Cubriéndonos en el norte. Si te volvemos a necesitar te daré un toque.
Dicho aquello, y una vez la muchacha se fue, Giotto abrió el maletín. Dentro había maquillaje de todo tipo, así como bigotes, pelucas y distintos tipos de objetos para disfrazarse.
Giotto se rasgó la ropa, cortó los pantalones y se deshizo de sus zapatos, quedándose descalzo. Tras ello, usó el espejo del interior de la tapa del maletín y comenzó a disfrazarse. Se puso una peluca de color castaño, que se adaptaba completamente a su cabeza. Se creó unas cicatrices falsas, y puso unas lentillas de color marrón.
—¿Qué te parece? —le preguntó a Dretch.
Después de aquello, si su amigo accedía, le maquillaría e irían hacia el lugar donde estaban los captores de Kaori.
—Dime, Gio —contestó ella—. ¿Cómo va la misión?
—Va bien, no te preocupes —le mintió—. Nos vemos en la costa sur en veinte minutos, ¿de acuerdo? Trame el maletín que está bajo la cama de mi camarote.
Cuando dijo aquello, colgó y volvió a meter su den den mushi en su bolsillo. Pudo comprobar como su compañero le miraba extrañado, sin saber que tramaba, pero él lo tenía todo medido; al menos la primera parte del plan. Usando su geppou fue a la costa sur, esperando que Dretch le siguiera. Al llegar solo tuvo que esperar dos minutos a que Marie llegara.
—¿Seguro que va todo bien? —inquirió ella.
—¿Cuándo ha ido todo bien? —le contestó él.
—No tienes remedio. ¿Y la cretina de Kaori?
—Cubriéndonos en el norte. Si te volvemos a necesitar te daré un toque.
Dicho aquello, y una vez la muchacha se fue, Giotto abrió el maletín. Dentro había maquillaje de todo tipo, así como bigotes, pelucas y distintos tipos de objetos para disfrazarse.
Giotto se rasgó la ropa, cortó los pantalones y se deshizo de sus zapatos, quedándose descalzo. Tras ello, usó el espejo del interior de la tapa del maletín y comenzó a disfrazarse. Se puso una peluca de color castaño, que se adaptaba completamente a su cabeza. Se creó unas cicatrices falsas, y puso unas lentillas de color marrón.
—¿Qué te parece? —le preguntó a Dretch.
Después de aquello, si su amigo accedía, le maquillaría e irían hacia el lugar donde estaban los captores de Kaori.
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Dretch guardó silencio y escuchó, entre perplejo y receloso, la conversación que Giotto mantuvo con Marie. Lo cierto era que el agente desconocía si aquella mujer también pertenecía a la agencia gubernamental, pero, a juzgar por la cotidianidad de sus palabras, enseguida dedujo que se trataba de una persona de confianza de Leblanc. Cuando la conversación cesó, el joven Búho se dejó guiar por su compañero hacia algún tipo de punto de reunión. A pesar de la confianza ciega que, desde hacía ya algunos minutos se había visto obligado a depositar en el norteño, algo en su mente le decía que todo aquello no tenía ningún sentido. Si Giotto disponía de efectivos extras ¿Por qué demonios no se sumaban a la misión? Aunque no abrió la boca. Ambos tenían motivos más que suficientes como para ocultar los detalles de su hasta ahora negligente actuación.
Antes de que se diera cuenta, tomó tierra junto a Leblanc cerca de una costa cercana. Aunque allí no había nadie. Tuvieron que esperar otros tantos minutos hasta que la tal Marie llegó hasta su posición. Aunque por su vos enlata había tenido ciertas dudas sobre su permanencia a la cipher Pool, en cuanto se percató de la presencia del joven, en seguida se disiparon las dudas. Esta, recelosa, deposito un maletín sobre la arena de la playa y aguardo. Por su expresión corporal, la mujer que ahora se encontraba frente a ellos era un instrumento de la justicia, aunque, al igual que ocurría con él mismo, Dretch no estaba muy seguro de la justicia de quien.
- Muy bien – dijo, mientras dejaba escapar un suspiro y se arrodillaba frente al maletín – Aunque debo decir que no me entusiasman los disfraces…
Se agachó y, tras revolver el contenido de la maleta de cabo a rabo, finalmente se decidió por tomar un único elemento, un extraño bigote sintético de estilo herradura de color gris. Tras colocárselo correctamente sobre su labio superior, se desanudó la bufanda de su cuello y se la anudo en torno a la cintura a modo de fajín, se quitó también la gabardina y, poniéndola del revés, se la puso sobre sus hombros. Sujetada por un par de diestras punzadas de sus agujas para que esta no se cayera. Ahora con el forro carmesí de su gabardina en el exterior, no podía decirse que no fuera una vestimenta llamativa. Por último, y no menos importante: se desabotonó la camisa, se revolvió el pelo y, por último, se quitó su ojo de cristal.
- Sabes que como nos descubran con estas pintas… va ser demasiado bochornoso ¿verdad? Ya me duele tener que aceptar el fracaso, pero como esto llegue a Enies looby… Vamos a ser el hazme reír – le susurró a leblanc, aprovechando que Marie parecía distraída.
Antes de que se diera cuenta, tomó tierra junto a Leblanc cerca de una costa cercana. Aunque allí no había nadie. Tuvieron que esperar otros tantos minutos hasta que la tal Marie llegó hasta su posición. Aunque por su vos enlata había tenido ciertas dudas sobre su permanencia a la cipher Pool, en cuanto se percató de la presencia del joven, en seguida se disiparon las dudas. Esta, recelosa, deposito un maletín sobre la arena de la playa y aguardo. Por su expresión corporal, la mujer que ahora se encontraba frente a ellos era un instrumento de la justicia, aunque, al igual que ocurría con él mismo, Dretch no estaba muy seguro de la justicia de quien.
- Muy bien – dijo, mientras dejaba escapar un suspiro y se arrodillaba frente al maletín – Aunque debo decir que no me entusiasman los disfraces…
Se agachó y, tras revolver el contenido de la maleta de cabo a rabo, finalmente se decidió por tomar un único elemento, un extraño bigote sintético de estilo herradura de color gris. Tras colocárselo correctamente sobre su labio superior, se desanudó la bufanda de su cuello y se la anudo en torno a la cintura a modo de fajín, se quitó también la gabardina y, poniéndola del revés, se la puso sobre sus hombros. Sujetada por un par de diestras punzadas de sus agujas para que esta no se cayera. Ahora con el forro carmesí de su gabardina en el exterior, no podía decirse que no fuera una vestimenta llamativa. Por último, y no menos importante: se desabotonó la camisa, se revolvió el pelo y, por último, se quitó su ojo de cristal.
- Sabes que como nos descubran con estas pintas… va ser demasiado bochornoso ¿verdad? Ya me duele tener que aceptar el fracaso, pero como esto llegue a Enies looby… Vamos a ser el hazme reír – le susurró a leblanc, aprovechando que Marie parecía distraída.
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—No te preocupes, jefe —le dijo Giotto, mostrando una ligera sonrisa en su rostro—. ¿Qué podría salir mal?
Guardó el maletín bien entre la maleza de aquella zona de la isla, sabiendo que si alguien lo descubría y se lo quedaba estaría perdiendo miles y miles de berries en maquillaje y complementos; y todo de primeras marcas. Dejando eso de lado, usando su geppou, avanzó hacia el norte de Mock Town, intentando no ser descubierto por los delincuentes que allí estaban.
Cuando puso de nuevo el pie sobre el suelo firme de aquella isla, en un callejón solitario donde no había ni un alma humana, miró a su compañero, cuyo aspecto con ese bigote en forma de herradura, que rara vez el rubio había usado, era demasiado gracioso.
—Ahora solo tenemos que fundirnos entre la multitud e ir hacia la bahía central siguiendo el camino de los sentenciados —comentó con los brazos cruzados—. Según los informes que nos entregó el jefe, allí es donde suelen desembarcar los barcos piratas. Solo tenemos que buscar a los piratas con el estandarte de la rosa negra, como tenía el que capturo a Kaori. Entramos, la cogemos y nos vamos —hizo una ligera pausa—. Y luego nos encargamos del diamante.
Caminó durante unos minutos, observando todo lo que había a su alrededor hasta encontrar a un hombre con una rosa negra tatuada en el brazo.
—¡Oye! —dijo el agente, modulando su voz a una más rota—. ¿Dónde se encuentra tu jefe? Mi compadre y yo queremos unirnos a su tripulación,
El pirata les miró de arriba abajo.
—¿Y vosotros sois?
Guardó el maletín bien entre la maleza de aquella zona de la isla, sabiendo que si alguien lo descubría y se lo quedaba estaría perdiendo miles y miles de berries en maquillaje y complementos; y todo de primeras marcas. Dejando eso de lado, usando su geppou, avanzó hacia el norte de Mock Town, intentando no ser descubierto por los delincuentes que allí estaban.
Cuando puso de nuevo el pie sobre el suelo firme de aquella isla, en un callejón solitario donde no había ni un alma humana, miró a su compañero, cuyo aspecto con ese bigote en forma de herradura, que rara vez el rubio había usado, era demasiado gracioso.
—Ahora solo tenemos que fundirnos entre la multitud e ir hacia la bahía central siguiendo el camino de los sentenciados —comentó con los brazos cruzados—. Según los informes que nos entregó el jefe, allí es donde suelen desembarcar los barcos piratas. Solo tenemos que buscar a los piratas con el estandarte de la rosa negra, como tenía el que capturo a Kaori. Entramos, la cogemos y nos vamos —hizo una ligera pausa—. Y luego nos encargamos del diamante.
Caminó durante unos minutos, observando todo lo que había a su alrededor hasta encontrar a un hombre con una rosa negra tatuada en el brazo.
—¡Oye! —dijo el agente, modulando su voz a una más rota—. ¿Dónde se encuentra tu jefe? Mi compadre y yo queremos unirnos a su tripulación,
El pirata les miró de arriba abajo.
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A pesar de las palabras de aliento de Giotto, el agente tenía experiencia para identificar cuando algo no podía salir bien. Sin embargo, al no disponer de un plan alternativo, no podía hacer otra cosa que atender a las sugerencias de su compañero. En cuanto ambos se hubieron caracterizado, emprendieron de nuevo la marcha hacia la ciudad. Aunque en primera instancia, Dretch no se sentía lo suficientemente distinto como para no ser reconocido, en seguida se dio cuenta de que nadie reparaba en su aspecto. Quizás, aquel jovencito de cabellos dorados no fuese tan incompetente después de todo. Pasados apenas unos segundos de caminata por las calles de la ciudad, Giotto llamó la atención de un voluminoso hombre, el cual debió de suponer que, por algún motivo, era un pirata. El hombre, al darse la vuelta y observar a los dos piltrafillas que le habían llamado la atención, quiso saber a qué nombre respondían las cabezas que, probablemente, estuviera a punto de fragmentar.
- Somos veteranos de la Guerra de la Estampilla, combatimos en las gélidas aguas norteñas bajo el pabellón del Capitán Griffin “Umbra” Depraysie durante el bloqueo de Kroxxus – Improvisó, recordando un viejo cuento del folclore skyrossi. Para dar énfasis a su historia, se señaló la cuenca vacía de su ojo – Creímos que después de aquello, nuestros días en la mar habían tocado a su fin. Qué nos habíamos ganado un más que merecido descanso, pero ya sabes… El olor a salitre en tus fosas nasales, la satisfacción de un botín arrebatado y la adrenalina del combate. Todos los vicios que nos ofrece esta ciudad palidecen en comparación con la eterna promesa de ese horizonte azul.
- Ese parece demasiado entero para haber participado en una guerra – inquirió ceñudo.
- Ja, nada más lejos de la realidad. Es el mejor cañonero que veras jamás, tanto es así que el muy orangután se negó a abandonar su puesto de combate cuando la batalla ya estaba perdida. A punto estuvo de explotarle la Santa Bárbara a escasos metros de su cara, saltó por la borda a tiempo para esquivar a la parca. Imagina un pitido tan ensordecedor que ni tan siquiera te permita pegar ojo por las noches y tendrás una idea de lo poco entero que esta este tipo – sonrió mientras se atusaba el bigote – No encontraras a ningún artillero con mejor ojo y puntería en estas aguas. Tan solo queremos volver a nuestra antigua vida, eso es todo.
El corsario meditó durante unos instantes sus palabras hasta que, finalmente, asintió.
- El capitán está a bordo del Manic Maiden, una fragata de tres palos y un jolly roger con una cabra en su diseño. Que él juzgue si realmente podéis sernos útiles o no.
- Somos veteranos de la Guerra de la Estampilla, combatimos en las gélidas aguas norteñas bajo el pabellón del Capitán Griffin “Umbra” Depraysie durante el bloqueo de Kroxxus – Improvisó, recordando un viejo cuento del folclore skyrossi. Para dar énfasis a su historia, se señaló la cuenca vacía de su ojo – Creímos que después de aquello, nuestros días en la mar habían tocado a su fin. Qué nos habíamos ganado un más que merecido descanso, pero ya sabes… El olor a salitre en tus fosas nasales, la satisfacción de un botín arrebatado y la adrenalina del combate. Todos los vicios que nos ofrece esta ciudad palidecen en comparación con la eterna promesa de ese horizonte azul.
- Ese parece demasiado entero para haber participado en una guerra – inquirió ceñudo.
- Ja, nada más lejos de la realidad. Es el mejor cañonero que veras jamás, tanto es así que el muy orangután se negó a abandonar su puesto de combate cuando la batalla ya estaba perdida. A punto estuvo de explotarle la Santa Bárbara a escasos metros de su cara, saltó por la borda a tiempo para esquivar a la parca. Imagina un pitido tan ensordecedor que ni tan siquiera te permita pegar ojo por las noches y tendrás una idea de lo poco entero que esta este tipo – sonrió mientras se atusaba el bigote – No encontraras a ningún artillero con mejor ojo y puntería en estas aguas. Tan solo queremos volver a nuestra antigua vida, eso es todo.
El corsario meditó durante unos instantes sus palabras hasta que, finalmente, asintió.
- El capitán está a bordo del Manic Maiden, una fragata de tres palos y un jolly roger con una cabra en su diseño. Que él juzgue si realmente podéis sernos útiles o no.
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Giotto se cuestionaba si su compañero ensayaba esas historias para parecer tan convincente. ¿Una guerra? ¿Artillero? Si aquello colaba, era que esas pandas de piratas iban a resultar más incompetentes que ellos. Y así fue, el pirata les dijo donde estaba su barco, el verdadero blanco. La rosa negra y la cabra de fuego eran su símbolo. ¿Por qué? Porque tenían mal gusto, claro estaba.
El camino era en línea recta, sin perdida alguna, y el hedor a alcohol era un indicativo de que iban por buen camino. Los estandartes con la rosa negra en la boca de una cabra llameante se izaban alrededor del grandioso barco, que descansaba sobre las calmadas aguas de uno de tantos puertos no señalados en los mapas que el gobierno tenía de la isla. Nada más llegar, un hombre se interpuso en su camino.
—¿A dónde creéis que vais?
—Apártate —le dijo Giotto, emulando un tic en el ojo y en la mano, moviendo la mandíbula de un lado al otro como un demente—. No…, no…, nosotros hemos venido a hablar con el rey de este barco, no con un peón como tú.
—¿Y cómo sé yo que estáis en el barco indicado?
—Este es el Manic Maiden, ¿no?
—Sí, lo es —afirmó el pirata.
—Entonces es el ba…, barco indicado.
Se escuchó un silbido, y el pirata se hizo a un lado. Giotto miró a Dretch, y como si fuera el cabecilla de ellos dos fue el primero en poner un pie sobre el barco. En la cubierta había más de una decena de hombres, aunque el grueso de aquella banda estaba fuera de él borracha como una cuba, canturreando y pasándolo bien. En el mástil central de aquel navío estaba atada Kaori, inconsciente y con multitud de heridas en el cuerpo. A su lado se encontraban dos hombres, uno encapuchado y otro con el emblema de aquella banda tatuado en el pecho, que estaba completamente descubierto.
—¿Quiénes sois vosotros? —dijo el descamisetado.
Giotto esperó a que su compañero hablara, mientras él se hacía el lunático mirando a un lado y hacia el otro. No obstante, el encapuchado, cuyo rostro no se veía, desapareció de la vista de todos y apareció tras él, intentando golpear al agente. Giotto pudo sentir como su mano estaba imbuida del aura de su atacante, por lo que usando su geppou se elevó y desde sus pies creó una fuerte llamarada que le dio de lleno al hombre, aunque eso fue lo que creyó, pues nuevamente había desaparecido y estaba sobre él, golpeándole en la espalda y estampándolo contra uno de los mástiles.
El camino era en línea recta, sin perdida alguna, y el hedor a alcohol era un indicativo de que iban por buen camino. Los estandartes con la rosa negra en la boca de una cabra llameante se izaban alrededor del grandioso barco, que descansaba sobre las calmadas aguas de uno de tantos puertos no señalados en los mapas que el gobierno tenía de la isla. Nada más llegar, un hombre se interpuso en su camino.
—¿A dónde creéis que vais?
—Apártate —le dijo Giotto, emulando un tic en el ojo y en la mano, moviendo la mandíbula de un lado al otro como un demente—. No…, no…, nosotros hemos venido a hablar con el rey de este barco, no con un peón como tú.
—¿Y cómo sé yo que estáis en el barco indicado?
—Este es el Manic Maiden, ¿no?
—Sí, lo es —afirmó el pirata.
—Entonces es el ba…, barco indicado.
Se escuchó un silbido, y el pirata se hizo a un lado. Giotto miró a Dretch, y como si fuera el cabecilla de ellos dos fue el primero en poner un pie sobre el barco. En la cubierta había más de una decena de hombres, aunque el grueso de aquella banda estaba fuera de él borracha como una cuba, canturreando y pasándolo bien. En el mástil central de aquel navío estaba atada Kaori, inconsciente y con multitud de heridas en el cuerpo. A su lado se encontraban dos hombres, uno encapuchado y otro con el emblema de aquella banda tatuado en el pecho, que estaba completamente descubierto.
—¿Quiénes sois vosotros? —dijo el descamisetado.
Giotto esperó a que su compañero hablara, mientras él se hacía el lunático mirando a un lado y hacia el otro. No obstante, el encapuchado, cuyo rostro no se veía, desapareció de la vista de todos y apareció tras él, intentando golpear al agente. Giotto pudo sentir como su mano estaba imbuida del aura de su atacante, por lo que usando su geppou se elevó y desde sus pies creó una fuerte llamarada que le dio de lleno al hombre, aunque eso fue lo que creyó, pues nuevamente había desaparecido y estaba sobre él, golpeándole en la espalda y estampándolo contra uno de los mástiles.
Dretch
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Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
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Justo cuando Dretch creía que las dotes interpretativas de Giotto no daban para mucho más, que ponerse una peluca y hacerse pasar por un artillero sordo era el cenit de su talento, este le sorprendió con un nuevo registro. Cuando ambos piratas se presentaron en el puerto y detectaron la fragata que se ajustaba a la descripción de la Manic Maiden, en seguida se aproximaron a la maltrecha pasarela de madera que daba acceso a la embarcación. Fue justo en el preciso instante en que un marino reparó en su presencia cuando comenzó a surgir la magia.
Dretch carraspeó y realizó el ademan de abrir la boca para convencer a aquel nuevo rufián. Sin embargo, este quedó eclipsado inesperadamente por Leblanc. Saliéndose de su papel de veterano de guerra norteño, este comenzó a realizar extraños tics, a temblar y, en definitiva, a comportarse como si tuviese algún tipo de hipo crónico. El agente no sabría decir si el marinero se estaba creyendo su actuación, pero, por su parte, había notado como un sudor frio le recorría la espalda. Mientras su compañero hablaba, a él le parecía que el tiempo se había detenido a su alrededor. Su semblante se había vuelto pálido y le costaba mantenerse en vertical. Podía sentir como, pequeñas gotas de sudor, se depositaban sobre su bigote postizo, amenazando con despegarlo. Sin duda había entrado en pánico. Para cuando retomó el control de su cuerpo descubrió que Giotto y el marinero le estaban mirando, que de alguna manera ambos esperaban que dijera algo elocuente.
Aunque se obligó a volver a actuar, en apenas un abrir y cerrar de ojos, Giotto fue atacado por un hombre encapuchado, arruinando la función. Por fortuna podía cerrar los ojos y confiar en las aptitudes de Leblanc para el combate. Se dio cuenta entonces de que su interlocutor permanecía frente a él, ceñudo. Esbozó una leve sonrisa y, al hacerlo, el bigote postizo se desprendió de su labio superior dejando al descubierto su verdadera identidad.
El tipo que tenía frente a él balanceó su cuello de izquierda a derecha haciendo crujir varias de sus articulaciones durante el proceso y cerró sus manos en puños apretados y temblorosos, por una descomunal rabia. Dretch por su parte, apenas reaccionó a la inminente amenaza. No trató de justificarse. No quería volver a entrar en el terreno pantanoso que suponía la interpretación. No temía que se descubriese la verdad sobre su operativo, que estuviesen al tanto que de que se trataban de hombres del gobierno. Finalmente, el pirata contrajo su brazo derecho y trató de noquear al joven buhó de un único puñetazo. Casi, como mecido por el viento, el agente pivotó sobre su pierna derecha haciéndose a un lado del rufián. Sin embargo, había interpuesto su mano izquierda entre él y su rival siguiendo la trayectoria del puño, pero sin dejar que este llegara a impactar en la palma de su mano. Con la falsa sensación haber acertado sobre su objetivo, el pirata no refrenó su embestida y cayó en el engaño. Al sentir un fuerte tirón en su hombro, se percató de que había errado. Con el brazo completamente estirado, sintió como la mano del espía se cerraba sobre su puño, impidiéndole replegar su brazo. Fue entonces cuando sintió como la pierna del agente impactaba sobre su axila desprotegida y como, al mismo instante, un fuerte tirón hacia que su húmero se separaba de hombro. El desconocido torsionó su brazo y, enseguida profirió un grito, el dolor que sentía era como si cientos de agujas se clavaban en su maltrecha extremidad. Fue por eso que no fue capaz de ver venir la segunda patada que lo arrojó directo al mar.
El Buhó se irguió orgulloso y, llevándose la mano a la gabardina, extrajo con su mano hábil, su viejo revolver gubernamental y apuntó con el hacia la gente que permanecía asomada al mamparo del Manic Maiden. Los gritos de su camarada habían hecho mella en la moral de los piratas. A media que la mira del hierro del arma se paseaba por la cubierta, los corsarios hacían todo cuando podían para mantenerse lejos del alcance de la misma. Se había ganado su momento de gloria, la oportunidad de soltar esa frase mordaz que les hiciese tener que estar más preocupados en luchar por no cargarse encima que por la propia perspectiva de un combate.
- Esto no es una sugerencia, es una orden ¡Largo de aquí! – rugió con una crudeza y seriedad impropias de alguien con su afable carácter. Acto seguido, apretó el gatillo de su arma y los ecos de un atronador disparo resonaron varios metros a la redonda.
Dretch carraspeó y realizó el ademan de abrir la boca para convencer a aquel nuevo rufián. Sin embargo, este quedó eclipsado inesperadamente por Leblanc. Saliéndose de su papel de veterano de guerra norteño, este comenzó a realizar extraños tics, a temblar y, en definitiva, a comportarse como si tuviese algún tipo de hipo crónico. El agente no sabría decir si el marinero se estaba creyendo su actuación, pero, por su parte, había notado como un sudor frio le recorría la espalda. Mientras su compañero hablaba, a él le parecía que el tiempo se había detenido a su alrededor. Su semblante se había vuelto pálido y le costaba mantenerse en vertical. Podía sentir como, pequeñas gotas de sudor, se depositaban sobre su bigote postizo, amenazando con despegarlo. Sin duda había entrado en pánico. Para cuando retomó el control de su cuerpo descubrió que Giotto y el marinero le estaban mirando, que de alguna manera ambos esperaban que dijera algo elocuente.
Aunque se obligó a volver a actuar, en apenas un abrir y cerrar de ojos, Giotto fue atacado por un hombre encapuchado, arruinando la función. Por fortuna podía cerrar los ojos y confiar en las aptitudes de Leblanc para el combate. Se dio cuenta entonces de que su interlocutor permanecía frente a él, ceñudo. Esbozó una leve sonrisa y, al hacerlo, el bigote postizo se desprendió de su labio superior dejando al descubierto su verdadera identidad.
El tipo que tenía frente a él balanceó su cuello de izquierda a derecha haciendo crujir varias de sus articulaciones durante el proceso y cerró sus manos en puños apretados y temblorosos, por una descomunal rabia. Dretch por su parte, apenas reaccionó a la inminente amenaza. No trató de justificarse. No quería volver a entrar en el terreno pantanoso que suponía la interpretación. No temía que se descubriese la verdad sobre su operativo, que estuviesen al tanto que de que se trataban de hombres del gobierno. Finalmente, el pirata contrajo su brazo derecho y trató de noquear al joven buhó de un único puñetazo. Casi, como mecido por el viento, el agente pivotó sobre su pierna derecha haciéndose a un lado del rufián. Sin embargo, había interpuesto su mano izquierda entre él y su rival siguiendo la trayectoria del puño, pero sin dejar que este llegara a impactar en la palma de su mano. Con la falsa sensación haber acertado sobre su objetivo, el pirata no refrenó su embestida y cayó en el engaño. Al sentir un fuerte tirón en su hombro, se percató de que había errado. Con el brazo completamente estirado, sintió como la mano del espía se cerraba sobre su puño, impidiéndole replegar su brazo. Fue entonces cuando sintió como la pierna del agente impactaba sobre su axila desprotegida y como, al mismo instante, un fuerte tirón hacia que su húmero se separaba de hombro. El desconocido torsionó su brazo y, enseguida profirió un grito, el dolor que sentía era como si cientos de agujas se clavaban en su maltrecha extremidad. Fue por eso que no fue capaz de ver venir la segunda patada que lo arrojó directo al mar.
El Buhó se irguió orgulloso y, llevándose la mano a la gabardina, extrajo con su mano hábil, su viejo revolver gubernamental y apuntó con el hacia la gente que permanecía asomada al mamparo del Manic Maiden. Los gritos de su camarada habían hecho mella en la moral de los piratas. A media que la mira del hierro del arma se paseaba por la cubierta, los corsarios hacían todo cuando podían para mantenerse lejos del alcance de la misma. Se había ganado su momento de gloria, la oportunidad de soltar esa frase mordaz que les hiciese tener que estar más preocupados en luchar por no cargarse encima que por la propia perspectiva de un combate.
- Esto no es una sugerencia, es una orden ¡Largo de aquí! – rugió con una crudeza y seriedad impropias de alguien con su afable carácter. Acto seguido, apretó el gatillo de su arma y los ecos de un atronador disparo resonaron varios metros a la redonda.
Giotto Leblanc
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
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El agente de cabellos dorados se incorporó tras el ataque del encapuchado, sintiendo un dolor que creía olvidado, pues pocos eran los seres que dominaban el haki fuera del nuevo mundo; o eso era lo que su experiencia le había dicho. El encapuchado estaba sobre el mástil central, observándolo todo con detenimiento bajo una capucha que le ocultaba el rostro. Sin embargo, por el corte de sus pantalones, el ancho de su espalda y la postura que tenía adoptada, Giotto intuyó que era un hombre, así que no tenía que ser cortés con su agresor.
—¡Jefe! —alzó la voz, con la firme intención de llamar la atención de su compañero Dretch—. Cuando tengas oportunidad coge a Kaori, que esto va a convertirse en un infierno en el que no vas a querer estar.
Dicho aquello, deshaciéndose del disfraz y volviendo a adoptar un aspecto más acorde a su categoría, el rubio se envolvió de destructoras llamas que iban quemando todo lo que tocaba a su paso. La madera color caoba de aquel mugriento navío iba tornándose de negra, y si alguien osaba mirar los pies del agente, la gruesa capa de mugre que había bajo ellos podía verse desaparecer en forma de ceniza. Rápidamente, usando su soru, y posteriormente su geppou para mantenerse en el aire, se abalanzó sobre el encapuchado lanzando una fuerte llamarada, la cual bloqueó con su capa, que permanecía intacta.
“Malditas prendas ignífugas” —se quejó hacia sus adentros, mientras aprovechaba para seguir atacando con su fuego al hombre. Sus ataques eran esquivados con gracia y maestría, y llegado el momento, aprovechando la guardia baja del rubio, le golpearon en la boca del estómago con los puños, creando una fuerte onda de energía que lo estrelló fuera del barco, concretamente sobre el suelo de la isla. El rubio se volvió a levantar, y entonces le pareció ver el rostro de su agresor.
—No puede ser… —susurró antes de caer inconsciente.
Horas más tarde, el rubio estaba en la sala médica de un barco que conocía bien, era el barco de su agencia, la Karasu Tengu. ¿Qué había pasado? ¿Cómo había llegado a allí? ¿Y por qué ese hombre les había atacado? Eran las incógnitas que le habían dejado su primera misión en equipo, fallida.
—¡Jefe! —alzó la voz, con la firme intención de llamar la atención de su compañero Dretch—. Cuando tengas oportunidad coge a Kaori, que esto va a convertirse en un infierno en el que no vas a querer estar.
Dicho aquello, deshaciéndose del disfraz y volviendo a adoptar un aspecto más acorde a su categoría, el rubio se envolvió de destructoras llamas que iban quemando todo lo que tocaba a su paso. La madera color caoba de aquel mugriento navío iba tornándose de negra, y si alguien osaba mirar los pies del agente, la gruesa capa de mugre que había bajo ellos podía verse desaparecer en forma de ceniza. Rápidamente, usando su soru, y posteriormente su geppou para mantenerse en el aire, se abalanzó sobre el encapuchado lanzando una fuerte llamarada, la cual bloqueó con su capa, que permanecía intacta.
“Malditas prendas ignífugas” —se quejó hacia sus adentros, mientras aprovechaba para seguir atacando con su fuego al hombre. Sus ataques eran esquivados con gracia y maestría, y llegado el momento, aprovechando la guardia baja del rubio, le golpearon en la boca del estómago con los puños, creando una fuerte onda de energía que lo estrelló fuera del barco, concretamente sobre el suelo de la isla. El rubio se volvió a levantar, y entonces le pareció ver el rostro de su agresor.
—No puede ser… —susurró antes de caer inconsciente.
Horas más tarde, el rubio estaba en la sala médica de un barco que conocía bien, era el barco de su agencia, la Karasu Tengu. ¿Qué había pasado? ¿Cómo había llegado a allí? ¿Y por qué ese hombre les había atacado? Eran las incógnitas que le habían dejado su primera misión en equipo, fallida.
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