Anteriormente, en Alphonse y sus locuras...
Tus denuncias se han procesado, Alphonse. Has tenido suerte, y la justicia ha decidido adelantar el juicio doble una semana después de tu querella. Si te has ido de Goa o has permanecido en ella durante ese lapso de tiempo no es importante, pero debes estar puntual en los juzgados. ¿Qué papel desempeñarás tú en este juicio? ¿Te atreverás a ser tú mismo a ser la acusación dentro de la sala? ¿O quizás solo prestarás declaración? La decisión es tuya.
Tus denuncias se han procesado, Alphonse. Has tenido suerte, y la justicia ha decidido adelantar el juicio doble una semana después de tu querella. Si te has ido de Goa o has permanecido en ella durante ese lapso de tiempo no es importante, pero debes estar puntual en los juzgados. ¿Qué papel desempeñarás tú en este juicio? ¿Te atreverás a ser tú mismo a ser la acusación dentro de la sala? ¿O quizás solo prestarás declaración? La decisión es tuya.
10:30 de la mañana
Juzgados de Goa
La sala de espera está en completo silencio. Por suerte para ti, los acusados no están en la misma habitación que tú, así que no tienes mirada furtiva alguna clavada en ti. Independientemente del papel que hayas elegido para los juicios, tu turno llegará en cinco minutos. No hay nadie más en la sala, solo tú y un soldado de Goa guardando la entrada. Este no dirá absolutamente nada.
Prepárate, porque cuando te llamen empezará el espectáculo. Según la citación que recibiste hace unos días, el primer juicio será el del caso "El show de Cabriola", en el que el acusado es el director Espílverg, el cual fue retenido cuando lo llevaste a Goa. Por otro lado, el segundo juicio es por la denuncia que recibió la organización ilegal "Corporación Paraguas". El acusado principal fue también arrestado temporalmente hasta el día del juicio, al igual que todos sus compañeros. Poca información tienes de lo que ocurrió en las instalaciones, lo único que sabes es que fueron supuestamente desmanteladas y ahora están bajo jurisdicción del gobierno. Dicho todo esto, buena suerte y... nos vemos en el juicio, Alphonse.
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Habían pasado muchas cosas en los últimos dos años, pero por fin me había reunido con mi familia. Mi única familia. ¿Por qué entonces, nada más verle, no me sentí feliz? No tan feliz.
Creo que Maxymilian podía notar que algo no iba bien, que algo había cambiado en mi ausencia. Si él supiera todas las cosas que había vivido, quizás me sería capaz de entenderme. ¿Sería capaz? ¿Podría, por fin, hablar con alguien que de verdad me escuchara? Deseaba tanto contárselo todo que casi me planteé tirar todo el tema del juicio por la borda, pero eso no hubiera sido… justo.
Antes de dirigirme a los juzgados, mientras le dejaba en consigna gran parte de mis pertenencias, me habló de un hombre que, nada más escuchar de mí, había insistido hasta la saciedad en acompañarle. Con la descripción de su pintoresco rostro, sus hechuras y la malsana obsesión con los felinos, no tardé mucho en acordarme de su nombre: Tortollian Pompidour. Sonreí.
Aquel hombre había conseguido rehacer su vida gracias a mí… y, pensándolo bien, también Maxymilian había encontrado un hogar, aunque este fuese, durante mucho tiempo, igual de lóbrego y solitario que las alcantarillas de las que había salido.
Eso sí me hizo feliz.
-Te prometo que no tardaré… no tanto- bromeé, colocando mi mano sobre su hombro limoso sin sentir repulsión alguna.
-Le estaré esperando en el puerto, no porque dude de…- intentó explicarse, bajando ligeramente su rostro.
-Lo entiendo perfectamente. Gracias, Max, por todo.
Antes de marcharme me dejó sobre la mano el único objeto que había podido traer en su rápido viaje a nado, un reloj de bolsillo. También me acordaba de ese reloj, y de todo lo que significaba. Le sonreí una última vez antes de dejarle en mi nuevo barco y dirigirme al juicio. Él me sonrió de vuelta, o al menos eso me pareció por sus ojos; era bastante difícil desentrañar la expresión de su boca torcida.
Esperé pacientemente en la sala D, anexa al juzgado homónimo media hora antes de la acordada. No parecía que hubiese demasiados delincuentes en Goa, o al menos no de la clase que se presentaban a un juicio. Sin saber qué clase de público me aguardaba y qué clase de argucias escondería bajo la manga el abogado de la defensa, tan solo me quedaba una cosa en la que confiar. ¿En La justicia? No, esa dama ya me había decepcionado muchas veces. Tan sólo podía confiar en mí mismo.
Abrí mi maletín, contemplando los dos sobres en los que había guardado las dos únicas pruebas que quedaban totalmente en mi posesión: el arma de Cabriola y sus balas. Pronto daría comienzo el espectáculo.
Creo que Maxymilian podía notar que algo no iba bien, que algo había cambiado en mi ausencia. Si él supiera todas las cosas que había vivido, quizás me sería capaz de entenderme. ¿Sería capaz? ¿Podría, por fin, hablar con alguien que de verdad me escuchara? Deseaba tanto contárselo todo que casi me planteé tirar todo el tema del juicio por la borda, pero eso no hubiera sido… justo.
Antes de dirigirme a los juzgados, mientras le dejaba en consigna gran parte de mis pertenencias, me habló de un hombre que, nada más escuchar de mí, había insistido hasta la saciedad en acompañarle. Con la descripción de su pintoresco rostro, sus hechuras y la malsana obsesión con los felinos, no tardé mucho en acordarme de su nombre: Tortollian Pompidour. Sonreí.
Aquel hombre había conseguido rehacer su vida gracias a mí… y, pensándolo bien, también Maxymilian había encontrado un hogar, aunque este fuese, durante mucho tiempo, igual de lóbrego y solitario que las alcantarillas de las que había salido.
Eso sí me hizo feliz.
-Te prometo que no tardaré… no tanto- bromeé, colocando mi mano sobre su hombro limoso sin sentir repulsión alguna.
-Le estaré esperando en el puerto, no porque dude de…- intentó explicarse, bajando ligeramente su rostro.
-Lo entiendo perfectamente. Gracias, Max, por todo.
Antes de marcharme me dejó sobre la mano el único objeto que había podido traer en su rápido viaje a nado, un reloj de bolsillo. También me acordaba de ese reloj, y de todo lo que significaba. Le sonreí una última vez antes de dejarle en mi nuevo barco y dirigirme al juicio. Él me sonrió de vuelta, o al menos eso me pareció por sus ojos; era bastante difícil desentrañar la expresión de su boca torcida.
Esperé pacientemente en la sala D, anexa al juzgado homónimo media hora antes de la acordada. No parecía que hubiese demasiados delincuentes en Goa, o al menos no de la clase que se presentaban a un juicio. Sin saber qué clase de público me aguardaba y qué clase de argucias escondería bajo la manga el abogado de la defensa, tan solo me quedaba una cosa en la que confiar. ¿En La justicia? No, esa dama ya me había decepcionado muchas veces. Tan sólo podía confiar en mí mismo.
Abrí mi maletín, contemplando los dos sobres en los que había guardado las dos únicas pruebas que quedaban totalmente en mi posesión: el arma de Cabriola y sus balas. Pronto daría comienzo el espectáculo.
- Resumen:
- Alusiones a mi TS, mi familia de npcs, y que solo me quedo con mis objetos nó bélicos y el reloj del caballero (da siempre la hora adecuada).
10:35 de la mañana
Juzgados de Goa
El sonido de la puerta de la sala del juicio desfila dentro de tus oídos. Una mujer no muy alta de cabellos rubios asoma por ella, y te invita a entrar con una simple frase: "Ha llegado la hora". Si entras, podrás observar que aquello es muy, pero que muy espacioso. El suelo cuenta con unas baldosas blancas con formas de rombo dentro de ellas, e inundan toda la sala. Delante de ti, nada más entras, hallas un estrado de oro macizo, al igual que las barandas de las gradas y la superficie superior de las mesas de los defensores de la justicia. Al fondo de la sala se halla, en una altura más elevada, el lugar donde el juez reposará durante el juicio. Si eres lo suficientemente avispado, podrás notar la calidad de la madera que han utilizado para la construcción del lugar.
A tu alrededor compruebas que, efectivamente, el jurado va llegando y colocándose en sus respectivos asientos, en las gradas que hay a los lados de la sala. También observas que el primer acusado, en este caso el director, está sentado en un banco a tu izquierda. Si cruzáis miradas, es posible que sientas la rabia contenida en sus ojos, y una mueca de desprecio en sus labios. El abogado aún no ha llegado, pero no tardará. El juez, por otro lado, se halla sentado en su trono en lo alto. Lo poco que puedes apreciar de él desde tu posición es su densa barba negra y su cabello engominado y con unas pocas canas. Es tu hora de acomodarte en un sitio... elige bien. Una vez te coloques, esto empezará de verdad.
Juzgados de Goa
El sonido de la puerta de la sala del juicio desfila dentro de tus oídos. Una mujer no muy alta de cabellos rubios asoma por ella, y te invita a entrar con una simple frase: "Ha llegado la hora". Si entras, podrás observar que aquello es muy, pero que muy espacioso. El suelo cuenta con unas baldosas blancas con formas de rombo dentro de ellas, e inundan toda la sala. Delante de ti, nada más entras, hallas un estrado de oro macizo, al igual que las barandas de las gradas y la superficie superior de las mesas de los defensores de la justicia. Al fondo de la sala se halla, en una altura más elevada, el lugar donde el juez reposará durante el juicio. Si eres lo suficientemente avispado, podrás notar la calidad de la madera que han utilizado para la construcción del lugar.
A tu alrededor compruebas que, efectivamente, el jurado va llegando y colocándose en sus respectivos asientos, en las gradas que hay a los lados de la sala. También observas que el primer acusado, en este caso el director, está sentado en un banco a tu izquierda. Si cruzáis miradas, es posible que sientas la rabia contenida en sus ojos, y una mueca de desprecio en sus labios. El abogado aún no ha llegado, pero no tardará. El juez, por otro lado, se halla sentado en su trono en lo alto. Lo poco que puedes apreciar de él desde tu posición es su densa barba negra y su cabello engominado y con unas pocas canas. Es tu hora de acomodarte en un sitio... elige bien. Una vez te coloques, esto empezará de verdad.
- Sala:
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Varios
Tras media hora de aburrida espera en la que, más o menos, había establecido ciertas directrices para mi discurso, una pequeña cuarentona rubia me dio la señal de entrada. Me sorprendió bastante la manera que tuvo para introducirme en escena, mucho más siniestra de lo normal. ¿Quién sería? Y más importante, ¿con quién demonios se creía que estaba hablando?
Aquí mi nombre podía traerme problemas, pero sabía que podía convertir aquello en una baza a mi favor.
Respiré hondo y, con mi maletín en mano, me adentré a la guarida de la bestia con un andar confiado y animado. Al fin y al cabo era mi día de suerte, o al menos el del simplón alegre que quería dar la impresión de ser... por ahora. Giré sobre mi mismo en mi camino al estrado, maravillándome con el impecable estilo de techos altos y ligeramente abovedados que, de seguro, permitirían una magnífica acústica. Cuando dirigí mi vista hacia el centro de la escena, me quedó bien claro dónde estaría el puesto predilecto para la voz cantante: sobre un atril de oro macizo.
A la izquierda de este ansiado y a la vez temido lugar se encontraba Espilverg, sentado tras una mesa. Había perdido peso, pero desde luego parecía mucho más sano. Aquello no era decir mucho, la última vez que lo vi estaba desangrándose por el pie que le había destrozado de un balazo antiblindaje. Decidí aproximarme a él antes de que los abogados estropearan con su presencia nuestro reencuentro, aunque lo cierto es que no parecía nada contento de verme, y mucho menos estando yo sonriendo tan despreocupadamente.
-Me alegra ver que se ha recuperado- le dije sin sorna alguna, pero sabía bien que oiría lo que quería-. Antes de que todo esto dé comienzo, y nuestra relación se estropee más de lo que ya está, ¿podría darme su autógrafo? Sería un honor- solicité, sacando del bolsillo interno de mi impecable traje negro un bolígrafo y un pequeño bloc de notas a estrenar para la ocasión.
Si su ego sobrepasaba al odio que me tenía, le daría las gracias y me encaminaría al estrado para tener unas palabras con el juez antes de que todo diese comienzo.
-Buenos días, su señoría, soy Alphonse Capone, demandante. ¿Podría, si es tan amable, resolverme unas cuantas dudas sobre el procedimiento judicial? Tengo unas pruebas que necesitan ser evaluadas- dije levantando mi maletín un poco-, no sé si tengo que dárselas a alguien antes de que comience todo… Aparte, y menos importante: ¿Dónde debería sentarme? Entiendo que como acusación tendría que estar a su derecha, pero ahí está el señor Espilverg y esta norma cambia de tribunal en tribunal. Supongo que para no influenciar al demandado, y para poder ver bien sus reacciones, el jurado debe localizarse enfrentado a este… pero aquí la distribución difiere bastante de la observada en mis escasos estudios- La mayoría de ellos basados en literatura y televisión.
Habiendo hecho esto con toda la amabilidad y gracia de la que disponía, intentaría recoger el autógrafo –probablemente repleto de insultos a mi persona y a mi nombre- y seguiría las instrucciones del juez. Si no me proporcionaba ninguna, simplemente me sentaría a la mesa opuesta a Espilverg, colocando sobre esta mi maletín y sacando gruesos tacos de papel, así como los sobres.
Realmente estas hojas no contenían nada relativo al juicio, tan solo guardaban algunas de mis obras en diferentes formatos, pero no había mejor manera de dar miedo a alguien que con una absurda cantidad de documentos “incriminatorios” a la vista. Aunque no sabía muy bien qué hacía, al menos lo parecería.
Tras este farol, y como colofón final, saludaría al jurado con un amable "Buenos días" para así poder echarles un ojo antes de que todo comenzara. Si sabía quién era mi público podría ajustar mi espectáculo para ganarme su favor.
Aquí mi nombre podía traerme problemas, pero sabía que podía convertir aquello en una baza a mi favor.
Respiré hondo y, con mi maletín en mano, me adentré a la guarida de la bestia con un andar confiado y animado. Al fin y al cabo era mi día de suerte, o al menos el del simplón alegre que quería dar la impresión de ser... por ahora. Giré sobre mi mismo en mi camino al estrado, maravillándome con el impecable estilo de techos altos y ligeramente abovedados que, de seguro, permitirían una magnífica acústica. Cuando dirigí mi vista hacia el centro de la escena, me quedó bien claro dónde estaría el puesto predilecto para la voz cantante: sobre un atril de oro macizo.
A la izquierda de este ansiado y a la vez temido lugar se encontraba Espilverg, sentado tras una mesa. Había perdido peso, pero desde luego parecía mucho más sano. Aquello no era decir mucho, la última vez que lo vi estaba desangrándose por el pie que le había destrozado de un balazo antiblindaje. Decidí aproximarme a él antes de que los abogados estropearan con su presencia nuestro reencuentro, aunque lo cierto es que no parecía nada contento de verme, y mucho menos estando yo sonriendo tan despreocupadamente.
-Me alegra ver que se ha recuperado- le dije sin sorna alguna, pero sabía bien que oiría lo que quería-. Antes de que todo esto dé comienzo, y nuestra relación se estropee más de lo que ya está, ¿podría darme su autógrafo? Sería un honor- solicité, sacando del bolsillo interno de mi impecable traje negro un bolígrafo y un pequeño bloc de notas a estrenar para la ocasión.
Si su ego sobrepasaba al odio que me tenía, le daría las gracias y me encaminaría al estrado para tener unas palabras con el juez antes de que todo diese comienzo.
-Buenos días, su señoría, soy Alphonse Capone, demandante. ¿Podría, si es tan amable, resolverme unas cuantas dudas sobre el procedimiento judicial? Tengo unas pruebas que necesitan ser evaluadas- dije levantando mi maletín un poco-, no sé si tengo que dárselas a alguien antes de que comience todo… Aparte, y menos importante: ¿Dónde debería sentarme? Entiendo que como acusación tendría que estar a su derecha, pero ahí está el señor Espilverg y esta norma cambia de tribunal en tribunal. Supongo que para no influenciar al demandado, y para poder ver bien sus reacciones, el jurado debe localizarse enfrentado a este… pero aquí la distribución difiere bastante de la observada en mis escasos estudios- La mayoría de ellos basados en literatura y televisión.
Habiendo hecho esto con toda la amabilidad y gracia de la que disponía, intentaría recoger el autógrafo –probablemente repleto de insultos a mi persona y a mi nombre- y seguiría las instrucciones del juez. Si no me proporcionaba ninguna, simplemente me sentaría a la mesa opuesta a Espilverg, colocando sobre esta mi maletín y sacando gruesos tacos de papel, así como los sobres.
Realmente estas hojas no contenían nada relativo al juicio, tan solo guardaban algunas de mis obras en diferentes formatos, pero no había mejor manera de dar miedo a alguien que con una absurda cantidad de documentos “incriminatorios” a la vista. Aunque no sabía muy bien qué hacía, al menos lo parecería.
Tras este farol, y como colofón final, saludaría al jurado con un amable "Buenos días" para así poder echarles un ojo antes de que todo comenzara. Si sabía quién era mi público podría ajustar mi espectáculo para ganarme su favor.
- [Cosas Usadas]:
PU Humildad: Aparento tener 50 niveles menos de lo que tengo a simple vista ( Haki no sirve).
10:40 de la mañana
Juzgado Nº2
Puedes presenciar con tus propios glóbulos como los del acusado se expanden conforme te nota más cerca. Está asustado de ti. Su mirada de rabia cambia por una de miedo, que indirectamente te dice que te alejes. Pero... no lo harás, ¿verdad? Tembloroso, coge el bolígrafo que le has proporcionado y el bloc de notas. Sin mucha paciencia, hace un garabato de firma y lo acompaña con una oración, letras en la cual son complicadas de distinguir. Si tu visión es buena, podrás ver que pone "Déjame vivir, por favor". Parece que le has creado un trauma al pobre hombre.
Luego, cuando te encaminas al estrado a hablar con el juez, la sala está a punto de llenarse. Oyes como la gente habla entre sí, aunque no lo suficientemente alto como para interrumpir el pequeño diálogo que tienes con Su Señoría, el cual no tarda en darte una respuesta.
- ¿Usted será la acusación? Pensaba que el fiscal aún no había llegado. Bien, pues... sí, el lugar de la fiscalía reside en el lado izquierdo en este tribunal. Respecto a las pruebas, entrégeselas al policía de allá. - señaló al guardia que había bajando las escaleras del estrado del juez. Recto, mirando al frente, y con una lanza en su mano izquierda, allí esperaba un hombre que, por su rostro, podría alcanzar perfectamente los cuarenta. Tu deber es darle las pruebas a él, aunque también puedes quedártelas. - Y ahora, si es tan amable, tome asiento. Esto empezará pronto. - finaliza el juez, dándote una señal con la mano para que te sientes.
Poco después llega el abogado del acusado. A primer vista, ves que es alguien extravagante. Lleva un elegante traje rojo carmesí, con una corbata azul. Respecto al cabello, la cantidad de fijador colocada en él es bastante notable, utilizado básicamente para echarlo todo hacia atrás. Al parecer el sujeto tiene un problema en la vista, dado que también lleva gafas de pasta. Si tu visión llega a ello, podrás apreciar que las patas de la montura están hechas de oro, con su nombre grabado en una de ellas... "William Truffade".
Erguido, este se coloca al lado de Espílverg, justo en frente de ti. Te dedica una mirada altanera, seguida de una sonrisa falsa y una reverencia con la cabeza.
- Siento la espera, Su Señoría. Me temo que he tenido un... ligero contratiempo. - dice el abogado.
- No se preocupe, Sr. Truffade. Llega justo a tiempo. - dice el juez. Acto seguido, da diversos golpes con su mazo de oro, acallando a toda la sala. - Silencio en la sala, por favor. Va a dar comienzo el juicio contra el señor Stiv Espílverg. ¿Están ambas partes preparadas? - pregunta tanto a la acusación como a la abogacía.
- Si, Su Señoría. - responde William.
El juicio ha empezado. Si ya estás preparado, es tu turno entonces. El juez te indica que en tu deber está llamar al primer testigo. En tu mesa puedes comprobar que hay una lista de nombres, y su respectiva posición en el caso como testigos. Hay pocos, pero aún así tienen un orden. La primera que deberá dar su testimonio será la señorita Cindy Roberts, la actriz que hacía de mujer en la obra experimental de Espílverg. Si la llamas, aparecerá desde la izquierda del estrado del juez, y procederá a colocarse detrás del atril. Con el pelo suelto y rubio ondeando mientras camina, lleva unos pantalones vaqueros con unas botas blancas. En la parte de arriba no lleva más que una escotada camisa blanca. La felicidad en su rostro es contagiosa. El testimonio empezará pronto.
Juzgado Nº2
Puedes presenciar con tus propios glóbulos como los del acusado se expanden conforme te nota más cerca. Está asustado de ti. Su mirada de rabia cambia por una de miedo, que indirectamente te dice que te alejes. Pero... no lo harás, ¿verdad? Tembloroso, coge el bolígrafo que le has proporcionado y el bloc de notas. Sin mucha paciencia, hace un garabato de firma y lo acompaña con una oración, letras en la cual son complicadas de distinguir. Si tu visión es buena, podrás ver que pone "Déjame vivir, por favor". Parece que le has creado un trauma al pobre hombre.
Luego, cuando te encaminas al estrado a hablar con el juez, la sala está a punto de llenarse. Oyes como la gente habla entre sí, aunque no lo suficientemente alto como para interrumpir el pequeño diálogo que tienes con Su Señoría, el cual no tarda en darte una respuesta.
- ¿Usted será la acusación? Pensaba que el fiscal aún no había llegado. Bien, pues... sí, el lugar de la fiscalía reside en el lado izquierdo en este tribunal. Respecto a las pruebas, entrégeselas al policía de allá. - señaló al guardia que había bajando las escaleras del estrado del juez. Recto, mirando al frente, y con una lanza en su mano izquierda, allí esperaba un hombre que, por su rostro, podría alcanzar perfectamente los cuarenta. Tu deber es darle las pruebas a él, aunque también puedes quedártelas. - Y ahora, si es tan amable, tome asiento. Esto empezará pronto. - finaliza el juez, dándote una señal con la mano para que te sientes.
Poco después llega el abogado del acusado. A primer vista, ves que es alguien extravagante. Lleva un elegante traje rojo carmesí, con una corbata azul. Respecto al cabello, la cantidad de fijador colocada en él es bastante notable, utilizado básicamente para echarlo todo hacia atrás. Al parecer el sujeto tiene un problema en la vista, dado que también lleva gafas de pasta. Si tu visión llega a ello, podrás apreciar que las patas de la montura están hechas de oro, con su nombre grabado en una de ellas... "William Truffade".
Erguido, este se coloca al lado de Espílverg, justo en frente de ti. Te dedica una mirada altanera, seguida de una sonrisa falsa y una reverencia con la cabeza.
- Siento la espera, Su Señoría. Me temo que he tenido un... ligero contratiempo. - dice el abogado.
- No se preocupe, Sr. Truffade. Llega justo a tiempo. - dice el juez. Acto seguido, da diversos golpes con su mazo de oro, acallando a toda la sala. - Silencio en la sala, por favor. Va a dar comienzo el juicio contra el señor Stiv Espílverg. ¿Están ambas partes preparadas? - pregunta tanto a la acusación como a la abogacía.
- Si, Su Señoría. - responde William.
El juicio ha empezado. Si ya estás preparado, es tu turno entonces. El juez te indica que en tu deber está llamar al primer testigo. En tu mesa puedes comprobar que hay una lista de nombres, y su respectiva posición en el caso como testigos. Hay pocos, pero aún así tienen un orden. La primera que deberá dar su testimonio será la señorita Cindy Roberts, la actriz que hacía de mujer en la obra experimental de Espílverg. Si la llamas, aparecerá desde la izquierda del estrado del juez, y procederá a colocarse detrás del atril. Con el pelo suelto y rubio ondeando mientras camina, lleva unos pantalones vaqueros con unas botas blancas. En la parte de arriba no lleva más que una escotada camisa blanca. La felicidad en su rostro es contagiosa. El testimonio empezará pronto.
Krieg
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Espilverg estaba aterrorizado, y no le faltaban razones. El director había tenido la oportunidad de ver cómo podía llegar actuar y con cuanta frialdad podía despreciar el valor de una vida humana si se me daba la más mínima razón. Sabía bien que se enfrentaba a un hombre cruel, un hombre que no cejaría en su empeño de destruirle… porque era, y ambos lo sabíamos, un villano, y yo solo me permitía satisfacer mi sadismo con ellos.
Siguiendo las indicaciones del director, hice entrega de los sobres al cuarentón uniformado, y -en el último momento- me decidí a añadir también el autógrafo como prueba, pensando que en algún momento del juicio podría usarlo a mi favor. Eso sí, no pude evitar dudar de esta extraña corazonada poco después de sentarme en la que sería “mi” mesa. Al fin y al cabo, el aterrorizado garabato me señalaba como un monstruo.
Mis ojos pasearon por las gradas intentando buscar alguna similitud entre los miembros del jurado, pero no encontré nada que me sirviera de ayuda. En aquella sala parecía que se habían reunido miembros de todo estrato y profesión, de cada generación y familia. Solo había una única verdad en todos ellos: todos eran humanos. Esto era de esperar en los mares cardinales, pero esa “pureza racial” podría jugar en mi contra si iba de mano del racismo.
Me había decidido a tomarme las cosas con calma, esperando que mi adversario, un impecable caballero con aspecto de leído y adinerado, pudiese darme alguna pista extra sobre cómo llevar el caso. Estaba claro que el Sr. Truffade me daría más de un quebradero de cabeza, aunque era de agradecer que me obsequiara a mí, y a todos los que gozaban de una envidiable capacidad visual, con su nombre grabado en la patilla izquierda de sus gafas. Por desgracia para mí no solo se me instaba a empezar, sino que el abogado defensor parecía ser bien conocido por el juez – y precisamente no daba la impresión que fuese por su incompetencia-.
-Claro…-dije más para mí mismo que para la sala.
Tomé la única hoja sobre la mesa que yo no había traído, en la cual estaba escrito el listado de los testigos que se me habían asignado sin yo conocerlo. Tras un rápido y desesperado repaso en el que me di cuenta que no sabía ni la mitad de los nombres que allí aparecían, decidí sorprender a los presente con un testigo sorpresa.
- Con la venia del su señoría y de los miembros del jurado, me gustaría llamar al estrado al acusado, el director Espílverg- dije en voz alta, señalándole con un amplio movimiento de brazo para que todos centraran su mirada en él-. Sé que esto puede parecer una medida un tanto peculiar, pero me gustaría que tuviese la oportunidad de defenderse y dar su testimonio lo antes posible. Deben comprender que el acusado acaba de salir del hospital, y nada me gustaría menos que este perdiese la oportunidad de testificar por alguna repentina recaída- expuse con una preocupación que no era del todo fingida.
Esperando que mis palabras fuesen tenidas en cuenta, solicitaría la ayuda de alguno de los miembros de la guardia que vigilaban la sala para que acompañasen al director hasta el atril, pidiendo además alguna silla en la que pudiese sentarse para dar su testimonio dada su reciente operación de pie.
Si todo salía bien hasta ese punto no solo habría conseguido que no pudiera ajustar su testimonio a los que escuchara durante todo el juicio, sino que habría alterado los planes de quienquiera que fuese el que me hubiese dejado el listado de testigos. Ahora, como yo, se vería empujado a improvisar… y yo ya había dejado claro que me sobraba el talento para ello.
En cambio, si tanto el jurado como el juez dejaban la misericordia a un lado y se ceñían solo por las normas y los protocolos, no me quedaría otra que aceptar con resignación su decisión y llamar a la primera testigo, Cindy Roberts, fuese quien fuese.
Siguiendo las indicaciones del director, hice entrega de los sobres al cuarentón uniformado, y -en el último momento- me decidí a añadir también el autógrafo como prueba, pensando que en algún momento del juicio podría usarlo a mi favor. Eso sí, no pude evitar dudar de esta extraña corazonada poco después de sentarme en la que sería “mi” mesa. Al fin y al cabo, el aterrorizado garabato me señalaba como un monstruo.
Mis ojos pasearon por las gradas intentando buscar alguna similitud entre los miembros del jurado, pero no encontré nada que me sirviera de ayuda. En aquella sala parecía que se habían reunido miembros de todo estrato y profesión, de cada generación y familia. Solo había una única verdad en todos ellos: todos eran humanos. Esto era de esperar en los mares cardinales, pero esa “pureza racial” podría jugar en mi contra si iba de mano del racismo.
Me había decidido a tomarme las cosas con calma, esperando que mi adversario, un impecable caballero con aspecto de leído y adinerado, pudiese darme alguna pista extra sobre cómo llevar el caso. Estaba claro que el Sr. Truffade me daría más de un quebradero de cabeza, aunque era de agradecer que me obsequiara a mí, y a todos los que gozaban de una envidiable capacidad visual, con su nombre grabado en la patilla izquierda de sus gafas. Por desgracia para mí no solo se me instaba a empezar, sino que el abogado defensor parecía ser bien conocido por el juez – y precisamente no daba la impresión que fuese por su incompetencia-.
-Claro…-dije más para mí mismo que para la sala.
Tomé la única hoja sobre la mesa que yo no había traído, en la cual estaba escrito el listado de los testigos que se me habían asignado sin yo conocerlo. Tras un rápido y desesperado repaso en el que me di cuenta que no sabía ni la mitad de los nombres que allí aparecían, decidí sorprender a los presente con un testigo sorpresa.
- Con la venia del su señoría y de los miembros del jurado, me gustaría llamar al estrado al acusado, el director Espílverg- dije en voz alta, señalándole con un amplio movimiento de brazo para que todos centraran su mirada en él-. Sé que esto puede parecer una medida un tanto peculiar, pero me gustaría que tuviese la oportunidad de defenderse y dar su testimonio lo antes posible. Deben comprender que el acusado acaba de salir del hospital, y nada me gustaría menos que este perdiese la oportunidad de testificar por alguna repentina recaída- expuse con una preocupación que no era del todo fingida.
Esperando que mis palabras fuesen tenidas en cuenta, solicitaría la ayuda de alguno de los miembros de la guardia que vigilaban la sala para que acompañasen al director hasta el atril, pidiendo además alguna silla en la que pudiese sentarse para dar su testimonio dada su reciente operación de pie.
Si todo salía bien hasta ese punto no solo habría conseguido que no pudiera ajustar su testimonio a los que escuchara durante todo el juicio, sino que habría alterado los planes de quienquiera que fuese el que me hubiese dejado el listado de testigos. Ahora, como yo, se vería empujado a improvisar… y yo ya había dejado claro que me sobraba el talento para ello.
En cambio, si tanto el jurado como el juez dejaban la misericordia a un lado y se ceñían solo por las normas y los protocolos, no me quedaría otra que aceptar con resignación su decisión y llamar a la primera testigo, Cindy Roberts, fuese quien fuese.
Ante tu petición, el juez se muesta extrañado. Se toma unos segundos para pensárselo... mas no termina por decidirse. Ante esto, Truffade decide actuar.
- Su Señoría... mi cliente salió de urgencias hace días. Los médicos le han garantizado que todo irá bien, pues la herida está perfectamente cerrada gracias a la maravillosa atención que le dieron. Ahora bien, me temo que la fiscalía no está en posición de contradecir su palabra, ¿no cree usted? - dice sonriendo.
- Qué médicos tan estupendos tiene Goa. - dice, sorprendido, el juez. - Sr. Capone, las reglas están para cumplirse. No podemos permitirnos cambiarlas ahora ni hacer excepciones. Proceda con el llamamiento.
Tu petición ha sido denegada, así que la testigo hace acto de presencia y se coloca en su lugar. El juez la insta a decir lo que ocurrió aquel día en las instalaciones del Sr. Espílverg.
- La verdad es que no lo recuerdo muy bien... ha pasado hace una semana y aún no me recupero del trauma que supuso... - se encoge, fingiendo que está a punto de llorar. - Yo entré buscando trabajo en un cásting... y gracias a mis superiores dotes artísticas el director me cogió a la primera. Después me hallé en una casa... un tanto extraña. El Sr. Espílverg me dio una especie de pautas y... me dijo que actuase. Luego llegó... - te señala con el dedo. - él. Y a partir de ahí empezaron a suceder cosas raras. Yo me fui al sótano de la casa porque estaba actuando como si mi personaje estuviese asustado. Creo... creo que eso es todo por ahora.
El juez asiente.
- Bien, que empiece el interrogatorio pues. Sr. Capone, proceda.
- Su Señoría... mi cliente salió de urgencias hace días. Los médicos le han garantizado que todo irá bien, pues la herida está perfectamente cerrada gracias a la maravillosa atención que le dieron. Ahora bien, me temo que la fiscalía no está en posición de contradecir su palabra, ¿no cree usted? - dice sonriendo.
- Qué médicos tan estupendos tiene Goa. - dice, sorprendido, el juez. - Sr. Capone, las reglas están para cumplirse. No podemos permitirnos cambiarlas ahora ni hacer excepciones. Proceda con el llamamiento.
Tu petición ha sido denegada, así que la testigo hace acto de presencia y se coloca en su lugar. El juez la insta a decir lo que ocurrió aquel día en las instalaciones del Sr. Espílverg.
- La verdad es que no lo recuerdo muy bien... ha pasado hace una semana y aún no me recupero del trauma que supuso... - se encoge, fingiendo que está a punto de llorar. - Yo entré buscando trabajo en un cásting... y gracias a mis superiores dotes artísticas el director me cogió a la primera. Después me hallé en una casa... un tanto extraña. El Sr. Espílverg me dio una especie de pautas y... me dijo que actuase. Luego llegó... - te señala con el dedo. - él. Y a partir de ahí empezaron a suceder cosas raras. Yo me fui al sótano de la casa porque estaba actuando como si mi personaje estuviese asustado. Creo... creo que eso es todo por ahora.
El juez asiente.
- Bien, que empiece el interrogatorio pues. Sr. Capone, proceda.
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“Por las reglas, eh”, pensé ante mi plan frustrado. El abogado defensor había visto mis intenciones y había conseguido llevar al juez a su favor de una manera tan sutil que era digna del mejor manual. Me vi obligado a llamar a la testigo.
La muchacha entró por las puertas como si de un escenario se tratase, y más aún, como si fuese completamente suyo. Andaba pavoneándose ante todos de su juventud, belleza y salero, sonriéndole a la vida y a los bellos muchachos de las gradas que, sin duda, le sonreían a ella. Hasta yo mismo me encontré sonriendo los segundos previos de reconocerla. Cindy Roberts resultó ser Antonella, y eso bastó para arrancarle toda la beldad de cuajo.
Apremiada por el juez, dio una escueta versión que me veía obligado a diseccionar con precisión. Me quedé directamente a los ojos, durante un momento que esperaba que se le hiciese incómodo.
-Alphonse Capone, señorita Roberts, mi nombre es Alphonse Capone- dije, algo ofendido porque no pudiese recordarme cuando estaba bastante seguro de que lo había repetido varias veces a lo largo de la aventura. Me aclaré la garganta para empezar el interrogatorio-. Veamos, antes de comenzar a desentrañar la verdad de esta historia, me gustaría preguntarle una cosa- Me incliné sobre la mesa, irguiéndome a la vez que ladeaba el rostro con una pícara sonrisa-: ¿Está actuando ahora mismo?
Dejaría que aquella pregunta golpeara el fondo de su alma, para así asegurarme de que temiera más el peso de la justicia que las posibles extorsiones a las que pudiese verse sometida. Quzás así se dejaría de lloriqueos y falsos traumas cuando había entrado con una sonrisa de oreja a oreja. Si la respuesta era negativa continuaría con tranquilidad.
-Bien, ya sabe que mentir testificando en un juicio es delito… y no sabría decir si actuar se considera… delito- añadiría con tono tranquilizador y una sonrisa en los ojos-. Empecemos…
Con esto, probablemente me diera por satisfecho y cedería el turno a mi adversario. Aunque quizá introdujera alguna pregunta de última hora si veía que podía jugar con las respuestas que ya me habría proporcionado.
La muchacha entró por las puertas como si de un escenario se tratase, y más aún, como si fuese completamente suyo. Andaba pavoneándose ante todos de su juventud, belleza y salero, sonriéndole a la vida y a los bellos muchachos de las gradas que, sin duda, le sonreían a ella. Hasta yo mismo me encontré sonriendo los segundos previos de reconocerla. Cindy Roberts resultó ser Antonella, y eso bastó para arrancarle toda la beldad de cuajo.
Apremiada por el juez, dio una escueta versión que me veía obligado a diseccionar con precisión. Me quedé directamente a los ojos, durante un momento que esperaba que se le hiciese incómodo.
-Alphonse Capone, señorita Roberts, mi nombre es Alphonse Capone- dije, algo ofendido porque no pudiese recordarme cuando estaba bastante seguro de que lo había repetido varias veces a lo largo de la aventura. Me aclaré la garganta para empezar el interrogatorio-. Veamos, antes de comenzar a desentrañar la verdad de esta historia, me gustaría preguntarle una cosa- Me incliné sobre la mesa, irguiéndome a la vez que ladeaba el rostro con una pícara sonrisa-: ¿Está actuando ahora mismo?
Dejaría que aquella pregunta golpeara el fondo de su alma, para así asegurarme de que temiera más el peso de la justicia que las posibles extorsiones a las que pudiese verse sometida. Quzás así se dejaría de lloriqueos y falsos traumas cuando había entrado con una sonrisa de oreja a oreja. Si la respuesta era negativa continuaría con tranquilidad.
-Bien, ya sabe que mentir testificando en un juicio es delito… y no sabría decir si actuar se considera… delito- añadiría con tono tranquilizador y una sonrisa en los ojos-. Empecemos…
- P: ¿De entre los miembros de la sala, reconoce usted a alguien? Ya ha mencionado que me conoce, pero hay alguien más aquí... ¿Quizás algún familiar, un amigo…? ¿Y qué tal alguien que forme parte de la historia del día que ha empezado a narrar? Aparte de mí, claro.
- P2: ¿Firmó usted algún impreso o se la informó estipulando un contrato verbal del trabajo que realizaría como artista aquel día, o , por el contrario, se la puso directamente en escena sin informarle nada más de su papel a representar?
- P3: ¿Huyó usted al sótano de la casa embebida en el plató debido a un explosivo armado que formaba parte del “atrezzo”?- Ejecutaría unas comillas con los dedos para ilustrarlo-. Porque, el atrezzo, aunque pueda estar diseñado para explotar requiere de unas medidas de seguridad previamente establecidas.
- P4: ¿La salvé yo mismo del monstruo, así como al señor director, del monstruo en su propia guarida?
- P5: Con respecto a la pregunta anterior, ¿cómo apareció Espílverg en esa escena? Obviamente le pregunto qué es lo que vio, porque ni yo sé cómo accedió hasta aquella parte con tanta… rapidez- añadiría, instándola a que describiera la plataforma que bajó del techo y que el monstruo estrelló de un golpetazo.
- P6: Una vez el monstruo fue derrotado, vinieron un grupo de asalto para terminar de capturarlo. Estos individuos amenazaban nuestras vidas, pues no querían testigos. ¿Quién les convenció para que todos sobreviviésemos, a expensas de ser tratados un poco como…-¿Qué palabra sería la correcta?- ganado?
- P7: Tras llegar a las instalaciones secretas e ilegales del Dr Y., entregamos a la Bestia a esta autoridad. ¿Se referenció en algún momento durante nuestra estancia el nombre del monstruo como Dr. Kowalsky?
- P8: Antes de marcharnos de las instalaciones el Dr.Y, este mencionó la ilegalidad de sus actividades. Algo que le recordé pocos minutos después, ya fuera, antes de volver a Goa. ¿Es correcto?
- P9: ¿Pedí a los científicos de las instalaciones que se curara al señor Espílverg aunque esto se desoyó?
Estaba preparado para la objeción del señor Truffade en este instante, aunque si era listo aprovecharía para interrogarme después sobre ella cuando decidiera sacarme al estrado. - P10: ¿Me ocupé personalmente de realizarle un torniquete al director y asegurar, en medida de lo posible, su vida así como la de todos en el barco que nos llevó de vuelta? ¿Elegí la vía legal cuando esta, ni de lejos, era la más fácil?
- UP: Ahora que ya ha dado su testimonio, debo preguntarle sobre su terrible vivencia en las alcantarillas de Goa. ¿Cómo se libró de morir a manos del monstruo tan rápido?- preguntaría, dirigiéndola para que comentase que debía seguirle el juego-. Entonces, quería jugar…- fingiría apuntar sobre un papel-. ¿Fue el monstruo, o mejor dicho el paciente escapado Dr.Kowalsky… violento?- a lo que rápidamente añadiría, sin darle tiempo a contestar- ¿O era más bien torpe, como un niño descoordinado que no controla ni su fuerza ni sus emociones?
Con esto, probablemente me diera por satisfecho y cedería el turno a mi adversario. Aunque quizá introdujera alguna pregunta de última hora si veía que podía jugar con las respuestas que ya me habría proporcionado.
Ves como Cindy levanta una ceja al formular la pregunta. No dice nada al respecto, y la pregunta queda totalmente en el aire e ignorada. No obstante, si que respondería más tarde a tu interrogatorio.
- Veamos... - se pone a mirar a su alrededor - A parte de usted y del señor Espílverg... no conozco a nadie más. La verdad es que soy una total extranjera en Goa. - suelta una risita, y escucha tu siguiente pregunta. - Pues... lo segundo, vaya. No se me dio nada para que firmase. Absolutamente nada. ¡Ni tampoco me pagó! - alzó la voz, indignada. - Eh... si, un explosivo. Eso es a lo que me refería con "cosas raras". Gracias por dejarlo claro, señor... fiscal. Si es que siquiera tiene el título. - dice en voz muy baja, pero perceptible con un buen oído. Truffade lo tiene y lo oye. Con su mano, el abogado tapona su boca para no reírse.
Cuando hablas del monstruo, el juez decide intervenir.
- ¿Monstruo? ¿De qué habla usted, Sr. Capone? La señorita no ha dicho nada de un monstruo. - dice el juez, un tanto sorprendido.
- Oh, ya... el monstruo. Si, bueno... se me ha olvidado mencionarlo.
- Cuente toda la historia, Srta. Roberts. Y... Sr. Capone, no se adelante al testimonio, haga el favor o tendré que amonestarle.
- ¿Toda la historia? No... no recuerdo mucho a partir de ese punto, pero le contaré lo que sé. Recuerdo a duras penas el sótano... creo que había una especie de puerta que conducía a un sitio muy maloliente. No sé por qué, la verdad, pero decidí entrar a ver qué había allí. Una cosa me agarró y... perdí el conocimiento. A partir de ahí todos mis recuerdos son difusos.
- ¿No recuerda nada más? - dice el juez.
- No... supongo que al perder el conocimiento no puedo recordar lo que pasó. Siento no ser de mucha más ayuda.
- Muy bien... veamos. Al parecer la salida de las instalaciones pasaría a otro tema... con lo que lo dejaremos para más adelante. Lo que nos interesa es esa extraña casa que la Srta. Cindy menciona en su testimonio.
- Su Señoría. Solicito permiso para hablar en defensa de mi cliente. - dice Truffade.
- Tiene razón, no le he dado el turno de palabra. Perdóneme. Adelante.
- Bien... verá. Me he tomado las molestias de echar un vistazo a la escena... durante esta semana. Y... ¿sabe? He encontrado algunas cosas que podrían interesar a la cámara. Como esto. - saca una hoja de papel de debajo de la mesa y camina hasta dejarlo delante del juez. - Este papel demuestra claramente que la testigo está un poco confusa.
- Pero... pero esto es un contrato de trabajo. Están las firmas de... Espílverg y... Cindy Roberts. - dice el juez, a la par que mira a la testigo cuando dice su nombre.
- Eh... - se pone nerviosa la actriz. - ¿Qué hace eso ahí? ¿Y por qué lo tienes tú? ¿Eh? Digo... ¿de donde lo ha sacado? No recuerdo haber firmado nada.
- Las pruebas dicen lo contrario, señorita. Intente recordar mejor. Supongo que la pérdida del conocimiento le afectó... bastante, además. - hace una pequeña pausa el señor Truffade. - Sigamos con lo que ha dicho de la televisión. Resulta que cuando me pasé por allí hice unas fotos. Su Señoría, se las enseñaré. - se las pone delante. - Como verá, la mesa donde debería de estar la televisión está vacía, y sabrá que ahí había antes un aparato por el ligero color marrón que hay formando la silueta de dicho artilugio. Bien, parece ser que fue lanzada por la ventana que, como puede ver, se halla rota. Suposiciones mías, pero creo que el causante de ese estropicio fue la persona sentada en el lugar de la fiscalía, quien también se hallaba en la escena, al parecer. Ahora bien, cabe decir que la televisión causó daños mínimos. Fui a la calle siguiendo la supuesta trayectoria de lanzamiento y, en efecto, allí estaba. El artefacto roto y chamuscado, mas la explosión que se supone que había causado solo había dejado una pequeña marca negra en el suelo de, aproximadamente, medio metro de diámetro. Es decir, que no podría haber causado daño alguno a los actores. Lo puede comprobar en la última foto.
- Vaya, pues... parece que todo está bastante claro por ahora... en lo que respecta a la culpabilidad del acusado. Aún así, necesitamos más testimonios para confirmarla del todo. De todas formas, Sr. Capone... ¿tiene algo más que decir en respecto a lo que se ha hablado?
- Veamos... - se pone a mirar a su alrededor - A parte de usted y del señor Espílverg... no conozco a nadie más. La verdad es que soy una total extranjera en Goa. - suelta una risita, y escucha tu siguiente pregunta. - Pues... lo segundo, vaya. No se me dio nada para que firmase. Absolutamente nada. ¡Ni tampoco me pagó! - alzó la voz, indignada. - Eh... si, un explosivo. Eso es a lo que me refería con "cosas raras". Gracias por dejarlo claro, señor... fiscal. Si es que siquiera tiene el título. - dice en voz muy baja, pero perceptible con un buen oído. Truffade lo tiene y lo oye. Con su mano, el abogado tapona su boca para no reírse.
Cuando hablas del monstruo, el juez decide intervenir.
- ¿Monstruo? ¿De qué habla usted, Sr. Capone? La señorita no ha dicho nada de un monstruo. - dice el juez, un tanto sorprendido.
- Oh, ya... el monstruo. Si, bueno... se me ha olvidado mencionarlo.
- Cuente toda la historia, Srta. Roberts. Y... Sr. Capone, no se adelante al testimonio, haga el favor o tendré que amonestarle.
- ¿Toda la historia? No... no recuerdo mucho a partir de ese punto, pero le contaré lo que sé. Recuerdo a duras penas el sótano... creo que había una especie de puerta que conducía a un sitio muy maloliente. No sé por qué, la verdad, pero decidí entrar a ver qué había allí. Una cosa me agarró y... perdí el conocimiento. A partir de ahí todos mis recuerdos son difusos.
- ¿No recuerda nada más? - dice el juez.
- No... supongo que al perder el conocimiento no puedo recordar lo que pasó. Siento no ser de mucha más ayuda.
- Muy bien... veamos. Al parecer la salida de las instalaciones pasaría a otro tema... con lo que lo dejaremos para más adelante. Lo que nos interesa es esa extraña casa que la Srta. Cindy menciona en su testimonio.
- Su Señoría. Solicito permiso para hablar en defensa de mi cliente. - dice Truffade.
- Tiene razón, no le he dado el turno de palabra. Perdóneme. Adelante.
- Bien... verá. Me he tomado las molestias de echar un vistazo a la escena... durante esta semana. Y... ¿sabe? He encontrado algunas cosas que podrían interesar a la cámara. Como esto. - saca una hoja de papel de debajo de la mesa y camina hasta dejarlo delante del juez. - Este papel demuestra claramente que la testigo está un poco confusa.
- Pero... pero esto es un contrato de trabajo. Están las firmas de... Espílverg y... Cindy Roberts. - dice el juez, a la par que mira a la testigo cuando dice su nombre.
- Eh... - se pone nerviosa la actriz. - ¿Qué hace eso ahí? ¿Y por qué lo tienes tú? ¿Eh? Digo... ¿de donde lo ha sacado? No recuerdo haber firmado nada.
- Las pruebas dicen lo contrario, señorita. Intente recordar mejor. Supongo que la pérdida del conocimiento le afectó... bastante, además. - hace una pequeña pausa el señor Truffade. - Sigamos con lo que ha dicho de la televisión. Resulta que cuando me pasé por allí hice unas fotos. Su Señoría, se las enseñaré. - se las pone delante. - Como verá, la mesa donde debería de estar la televisión está vacía, y sabrá que ahí había antes un aparato por el ligero color marrón que hay formando la silueta de dicho artilugio. Bien, parece ser que fue lanzada por la ventana que, como puede ver, se halla rota. Suposiciones mías, pero creo que el causante de ese estropicio fue la persona sentada en el lugar de la fiscalía, quien también se hallaba en la escena, al parecer. Ahora bien, cabe decir que la televisión causó daños mínimos. Fui a la calle siguiendo la supuesta trayectoria de lanzamiento y, en efecto, allí estaba. El artefacto roto y chamuscado, mas la explosión que se supone que había causado solo había dejado una pequeña marca negra en el suelo de, aproximadamente, medio metro de diámetro. Es decir, que no podría haber causado daño alguno a los actores. Lo puede comprobar en la última foto.
- Vaya, pues... parece que todo está bastante claro por ahora... en lo que respecta a la culpabilidad del acusado. Aún así, necesitamos más testimonios para confirmarla del todo. De todas formas, Sr. Capone... ¿tiene algo más que decir en respecto a lo que se ha hablado?
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Interrumpido tras finalizar mi cuarta pregunta, me vi obligado a escuchar las sandeces del Sr. Truffade. ¿Cómo podía decir que el suelo chamuscado alrededor de la tele significaba que la explosión no había sido peligrosa? ¿Y cómo demonios se lo tragaba el imbécil del juez? Estaba claro que lo tenía comiendo de su mano, y probablemente habría sido así en muchos otros juicios.
Al menos el inoportuno paréntesis me había permitido estar muy atento a lo dicho y las nuevas pruebas, permitiéndome, o esso creía, encontrar verdades escondidas en el testimonio de la señorita Roberts. Me pareció muy interesante cómo se había sorprendido, y casi ultrajado, ante la revelación del documento. Si ella misma había firmado aquel contrato aquel día, no debería haberse asombrado tanto.... A no ser, que el documento fuese de un trabajo anterior, uno puede que vergonzoso.
-Su señoría, solicito permiso para inspeccionar las nuevas pruebas- dije en voz alta-. Adicionalmente me gustaría que, a partir de este punto, las pruebas del abogado defensor fueran puestas en posesión de los funcionarios competentes para sus análisis previos. No es que desconfíe de su veracidad, pero creo que todos debemos seguir el protocolo establecido- añadí, como el que no quiere la cosa, aunque por dentro me estaba relamiendo.
Aquí todos jugaríamos según las reglas, sin trampa ni cartón. Estaba bastante seguro de que eso le molestaría, pues suponía que debía tener varios conjuntos de pruebas que mostrar según quisiese señalar la verdad de turno que a él le interesaba. O mejor dicho, a su cliente.
No pude evitar preguntarme qué clase de relación tendrían esos dos, y si el secreto profesional que debía guardar el abogado defensor podía eximirle de decir toda la verdad. No me parecía justo, pero por eso estaba ahí, para hacer justicia.
A partir de ese momento iba a tomarme las cosas con calma, intentando parecer elegante y introspectivo más que lento, para así evitar en la medida de lo posible que volviesen a destrozar mi elaborado discurso. Si se me permitía, cogería las pruebas y les echaría un vistazo. Prestaría especial atención al contrato, procurando encontrar alguna fecha o referencia a la labor a la que se había comprometido la señorita Roberts, para así desestimar, o incluso poner de mi favor, la prueba de mi adversario. Para las imágenes me centraría en un rápido vistazo a todas, preveiando que la zona de la explosión estaría limpia de metralla.
Mientras terminaba mi análisis realizaría una pregunta crucial para mi siguiente movimiento:
-¿La defensa admite que el artificio de la explosión es el mismo que se encontraba en la casa referenciada por la señorita Roberts? ¿A cuanta distancia se separaba del sofá este televisor?- Y más importante-. ¿Está seguro de que la escena no ha sido alterada?- diría, atreviéndome a poner en duda su profesionalidad para que lo denegara lo más rápido posible-. Confío en la magnífica labor de las fuerzas locales, pero quizás tras su análisis quisieron recoger algunas pruebas para un estudio más exhaustivo. ¡Qué competentes son los policías de Goa!- añadiría para ganarme el favor del bobo juez-. Comprenderá que si esto es posterior a ese momento, las fotos no tendrían mucho valor.
Al menos el inoportuno paréntesis me había permitido estar muy atento a lo dicho y las nuevas pruebas, permitiéndome, o esso creía, encontrar verdades escondidas en el testimonio de la señorita Roberts. Me pareció muy interesante cómo se había sorprendido, y casi ultrajado, ante la revelación del documento. Si ella misma había firmado aquel contrato aquel día, no debería haberse asombrado tanto.... A no ser, que el documento fuese de un trabajo anterior, uno puede que vergonzoso.
-Su señoría, solicito permiso para inspeccionar las nuevas pruebas- dije en voz alta-. Adicionalmente me gustaría que, a partir de este punto, las pruebas del abogado defensor fueran puestas en posesión de los funcionarios competentes para sus análisis previos. No es que desconfíe de su veracidad, pero creo que todos debemos seguir el protocolo establecido- añadí, como el que no quiere la cosa, aunque por dentro me estaba relamiendo.
Aquí todos jugaríamos según las reglas, sin trampa ni cartón. Estaba bastante seguro de que eso le molestaría, pues suponía que debía tener varios conjuntos de pruebas que mostrar según quisiese señalar la verdad de turno que a él le interesaba. O mejor dicho, a su cliente.
No pude evitar preguntarme qué clase de relación tendrían esos dos, y si el secreto profesional que debía guardar el abogado defensor podía eximirle de decir toda la verdad. No me parecía justo, pero por eso estaba ahí, para hacer justicia.
A partir de ese momento iba a tomarme las cosas con calma, intentando parecer elegante y introspectivo más que lento, para así evitar en la medida de lo posible que volviesen a destrozar mi elaborado discurso. Si se me permitía, cogería las pruebas y les echaría un vistazo. Prestaría especial atención al contrato, procurando encontrar alguna fecha o referencia a la labor a la que se había comprometido la señorita Roberts, para así desestimar, o incluso poner de mi favor, la prueba de mi adversario. Para las imágenes me centraría en un rápido vistazo a todas, preveiando que la zona de la explosión estaría limpia de metralla.
Mientras terminaba mi análisis realizaría una pregunta crucial para mi siguiente movimiento:
-¿La defensa admite que el artificio de la explosión es el mismo que se encontraba en la casa referenciada por la señorita Roberts? ¿A cuanta distancia se separaba del sofá este televisor?- Y más importante-. ¿Está seguro de que la escena no ha sido alterada?- diría, atreviéndome a poner en duda su profesionalidad para que lo denegara lo más rápido posible-. Confío en la magnífica labor de las fuerzas locales, pero quizás tras su análisis quisieron recoger algunas pruebas para un estudio más exhaustivo. ¡Qué competentes son los policías de Goa!- añadiría para ganarme el favor del bobo juez-. Comprenderá que si esto es posterior a ese momento, las fotos no tendrían mucho valor.
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La sonrisa en la cara de Spílverg había crecido en los últimos momentos, con fe de que su abogado acabaría con la acusación y le liberaría de todo problema, esa sonrisa, se reforzaba con la de su abogado, que mostraba una sonrisa de falsa amabilidad. En el momento en que solicitas que las pruebas de la defensa se revisen por miembros de la autoridad conveniente la sonrisa de Truffade se tuerce ligeramente, al parecer no contaba con que su rival también empleara el juego de las normas para todos. Por otra parte Spílverg muestra una mueca entre terror y aturdimiento, algunos la tomarían por una gracia.
-Tiene razón Sr Capone... Sr Truffade, si dispone de alguna prueba más deberá entregarla al guardia. Y hágame el favor de entregarle al Sr Capone las pruebas que me acabas de presentar. - Dice el juez en un tono serio y sereno. Parece un hombre con mentalidad tranquila.
El abogado de la defensa pasa por tu lado dejando caer con muy mala gana los papeles que mostró como prueba y se dirige a entregarle un monto considerable de papeles al guardia.
Si observas el contrato verás nombres, cláusulas, firmas, todo lo que debe haber en un contrato. Todo parece normal, pero si afinas la vista verás que algo no está del todo correcto, pareciera que ha sido alterado. ¿Cómo se sabría eso? Simple, una sombra bajo el título de la obra y la fecha. Si logras hacerlo destacar más se podrá leer el auténtico título de la obra y una fecha bastante antigua, muy anterior a que conocieras la oferta que te trajo a este lugar. En cuanto a las fotos, apenas se puede apreciar algún detalle, las fotos están tomadas desde demasiado cerca como para mostrar la presencia de metralla o no.
A su regreso Truffade muestra una mueca de antipatía hacia tu persona para luego retomar su sonrisa habitual.
- ¿Y bien Sr Capone algo que decir sobre las pruebas? - Inquiere el juez con un tono sereno pero serio, si siguen así las cosas el juicio será bastante largo.
Antes tus preguntas el juez alza una ceja y dirige su mirada al abogado defensor, indicándole que responda a las preguntas para dejar claros todos los detalles de la escena del crimen.
- Efectivamente, el artefacto de las fotografías es el mismo que se encontraba en la casa a modo de adrezzo, situado a setenta y cinco centímetros del sofá, que dista en veinticinco del rango de la explosión del artefacto. Y en cuanto a la alteración de la escena, no sabría asegurar al cien por cien que no lo estaba, pero según los informes que he solicitado no se alteró la escena más que en una recogida de muestras de huellas y pólvora resultante de la explosión. - Responde Truffade seguro de sí mismo pero con cierto nerviosismo oculto.
-Tiene razón Sr Capone... Sr Truffade, si dispone de alguna prueba más deberá entregarla al guardia. Y hágame el favor de entregarle al Sr Capone las pruebas que me acabas de presentar. - Dice el juez en un tono serio y sereno. Parece un hombre con mentalidad tranquila.
El abogado de la defensa pasa por tu lado dejando caer con muy mala gana los papeles que mostró como prueba y se dirige a entregarle un monto considerable de papeles al guardia.
Si observas el contrato verás nombres, cláusulas, firmas, todo lo que debe haber en un contrato. Todo parece normal, pero si afinas la vista verás que algo no está del todo correcto, pareciera que ha sido alterado. ¿Cómo se sabría eso? Simple, una sombra bajo el título de la obra y la fecha. Si logras hacerlo destacar más se podrá leer el auténtico título de la obra y una fecha bastante antigua, muy anterior a que conocieras la oferta que te trajo a este lugar. En cuanto a las fotos, apenas se puede apreciar algún detalle, las fotos están tomadas desde demasiado cerca como para mostrar la presencia de metralla o no.
A su regreso Truffade muestra una mueca de antipatía hacia tu persona para luego retomar su sonrisa habitual.
- ¿Y bien Sr Capone algo que decir sobre las pruebas? - Inquiere el juez con un tono sereno pero serio, si siguen así las cosas el juicio será bastante largo.
Antes tus preguntas el juez alza una ceja y dirige su mirada al abogado defensor, indicándole que responda a las preguntas para dejar claros todos los detalles de la escena del crimen.
- Efectivamente, el artefacto de las fotografías es el mismo que se encontraba en la casa a modo de adrezzo, situado a setenta y cinco centímetros del sofá, que dista en veinticinco del rango de la explosión del artefacto. Y en cuanto a la alteración de la escena, no sabría asegurar al cien por cien que no lo estaba, pero según los informes que he solicitado no se alteró la escena más que en una recogida de muestras de huellas y pólvora resultante de la explosión. - Responde Truffade seguro de sí mismo pero con cierto nerviosismo oculto.
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Mi plan seguía conforme a lo esperado, o incluso mejor, y aparte de tener que agacharme a recoger los folios desparramados que el desgraciado de Truffade había dejado caer “accidentalmente”, no tenía queja alguna.
Las fotografías, por desgracia, habían sido realizada a tan corta distancia que no había trazo alguno de la metralla incrustada en los muros de las casas de alrededor, pero a la suficiente como para que la comparativa con el ancho de la calzada permitiese estimar su radio a , más o menos, el medio metro. Era una prueba perfecta para él… y también lo era para mí. No necesité mucho para descartarlas y pasar al meollo principal: El contrato.
Deslicé mis dedos por su superficie con rapidez, intentando encontrar la fecha y el título de la obra antes de que el tiempo se me agotara. Lo bueno fue que, mientras buscaba, el abogado defensor hizo entrega con desgana de un inmenso taco de informes y otros papeluchos, otorgándome más tiempo en su melancólica ida y venida. De no ser por aquella pequeña franja de tiempo extra, no hubiera encontrado en el desorden la verdad que había sido escondida casi a la perfección de la vista, pero no del tacto.
-Su señoría- dije en voz alta poco después de que la defensa respondiera temerosamente mis preguntas-, me veo obligado a señalar que la prueba…- Señalé al frente, directo al listillo que creía que iba a colármela-¡Ha sido falsificada!
Tras unos segundos del que esperaba fuese un revuelo en la sala, giraría mi dedo hacia los documentos y señalaría los pequeños incisos sobre los que habían sido pegados magistralmente tiras de papel de la misma grafía que el documento original.
-Como podrán comprobar- dije haciendo entrega de las pruebas de nuevo al juez-, tanto el título como la fecha del documento corresponden a una obra anterior, protagonizada por la señorita Roberts bajo la dirección de Espílverg- Probablemente una tan mala o erótica que la chica no quiso ni mentarla-. Me atrevo a decir que esto no es un error, sino una falsifiación dado que se ha añadido la fecha y el título de la “nueva obra”, la cual no fue más una puesta en riesgo de las vidas de los participantes, así como una gran pérdida para Goa...- añadí santiguándome solemnemente por las almas de los fallecidos. Continué hablando tras una pequeña pausa-. Por desgracia, no nos encontramos en situación para señalar a un acusado de este terrible delito- Aunque lo haya “hecho” ya-, pero debió ser alguien con acceso a la documentación personal de Espílverg y que conociese el título de su experimental locura escénica.
Una vez hube entregado los documentos, pasearía por la sala con el brazo cómicamente alzado para señalar una verdad más.
-¡Además, la defensa ha admitido su propia culpabilidad!- Dejaría una fracción de segundos después de la sorpresa para hacer pensar a juez y jurado-. La defensa ha dicho- continuaría, andando por la estancia con aire marcial-, y puede ratificarse por las referencias del pequeño escalón de la calzada, que el radio de la explosión es de medio metro, poco menos que la distancia del sofá al televisor. Está claro que la marca en el suelo solo indica cuando las llamas se detuvieron porque el suelo impedía su avance. ¡Las llamas del artefacto, en el aire, habrían sido mucho mayores! Si no hubiera lanzado ese trasto explosivo del demonio, ¡me hubiera muerto! ¡O peor, me hubiera quedado ciego y sordo! ¡O peor! , ¡el mundo podría haber perdido todo esto! –exclamé con, señalando con la mano mi rostro y mi cuerpo, orgulloso de él en un cómico, pero yo diría que acertado, pavoneo-. Por no mencionar que no hay rastro alguno de los trozos del aparato mencionados por la defensa, que “oportunamente” no han sido fotografiados y los cuales supongo habrían sido lanzados como metralla de manera… mortal. De los que me atrevo a suponer que habrá informes de los buenos policías de Goa.
Volvería entonces a mi mesa, colocando mis manos sobre esta con la solemnidad de un obispo. Y con mi rostro girado hacia el juez como el cristo en la cruz, pediría con amabilidad y respeto:
-Creo que comprenderán que la señorita Roberts, al estar aún afectada, ha sido sugestionada por la defensa para hacerla creer que había firmado algo que no existe: un contrato de aquel aciago día. Con su permiso, y para que no haya más interrupciones que puedan desorientar aún más la frágil psique de mi testigo, me gustaría que las interrupciones del señor Truffade se hiciesen una vez acabe, por completo- apuntillé-, el testimonio. Y con su venia, si puedo continuar el interrogatorio… Siempre y cuando la testigo se encuentre mejor, por supuesto- terminaría cortésmente ante la aparente “pérdida” de memoria de la muchacha.
La había salvado del delito de mentir en un juicio y más importante, de la vergüenza de un error pasado. Me debía una. Una gorda.
Si se me permitía, por ambas partes, conduciría la narración de la dama como antes había intentado.
Las fotografías, por desgracia, habían sido realizada a tan corta distancia que no había trazo alguno de la metralla incrustada en los muros de las casas de alrededor, pero a la suficiente como para que la comparativa con el ancho de la calzada permitiese estimar su radio a , más o menos, el medio metro. Era una prueba perfecta para él… y también lo era para mí. No necesité mucho para descartarlas y pasar al meollo principal: El contrato.
Deslicé mis dedos por su superficie con rapidez, intentando encontrar la fecha y el título de la obra antes de que el tiempo se me agotara. Lo bueno fue que, mientras buscaba, el abogado defensor hizo entrega con desgana de un inmenso taco de informes y otros papeluchos, otorgándome más tiempo en su melancólica ida y venida. De no ser por aquella pequeña franja de tiempo extra, no hubiera encontrado en el desorden la verdad que había sido escondida casi a la perfección de la vista, pero no del tacto.
-Su señoría- dije en voz alta poco después de que la defensa respondiera temerosamente mis preguntas-, me veo obligado a señalar que la prueba…- Señalé al frente, directo al listillo que creía que iba a colármela-¡Ha sido falsificada!
Tras unos segundos del que esperaba fuese un revuelo en la sala, giraría mi dedo hacia los documentos y señalaría los pequeños incisos sobre los que habían sido pegados magistralmente tiras de papel de la misma grafía que el documento original.
-Como podrán comprobar- dije haciendo entrega de las pruebas de nuevo al juez-, tanto el título como la fecha del documento corresponden a una obra anterior, protagonizada por la señorita Roberts bajo la dirección de Espílverg- Probablemente una tan mala o erótica que la chica no quiso ni mentarla-. Me atrevo a decir que esto no es un error, sino una falsifiación dado que se ha añadido la fecha y el título de la “nueva obra”, la cual no fue más una puesta en riesgo de las vidas de los participantes, así como una gran pérdida para Goa...- añadí santiguándome solemnemente por las almas de los fallecidos. Continué hablando tras una pequeña pausa-. Por desgracia, no nos encontramos en situación para señalar a un acusado de este terrible delito- Aunque lo haya “hecho” ya-, pero debió ser alguien con acceso a la documentación personal de Espílverg y que conociese el título de su experimental locura escénica.
Una vez hube entregado los documentos, pasearía por la sala con el brazo cómicamente alzado para señalar una verdad más.
-¡Además, la defensa ha admitido su propia culpabilidad!- Dejaría una fracción de segundos después de la sorpresa para hacer pensar a juez y jurado-. La defensa ha dicho- continuaría, andando por la estancia con aire marcial-, y puede ratificarse por las referencias del pequeño escalón de la calzada, que el radio de la explosión es de medio metro, poco menos que la distancia del sofá al televisor. Está claro que la marca en el suelo solo indica cuando las llamas se detuvieron porque el suelo impedía su avance. ¡Las llamas del artefacto, en el aire, habrían sido mucho mayores! Si no hubiera lanzado ese trasto explosivo del demonio, ¡me hubiera muerto! ¡O peor, me hubiera quedado ciego y sordo! ¡O peor! , ¡el mundo podría haber perdido todo esto! –exclamé con, señalando con la mano mi rostro y mi cuerpo, orgulloso de él en un cómico, pero yo diría que acertado, pavoneo-. Por no mencionar que no hay rastro alguno de los trozos del aparato mencionados por la defensa, que “oportunamente” no han sido fotografiados y los cuales supongo habrían sido lanzados como metralla de manera… mortal. De los que me atrevo a suponer que habrá informes de los buenos policías de Goa.
Volvería entonces a mi mesa, colocando mis manos sobre esta con la solemnidad de un obispo. Y con mi rostro girado hacia el juez como el cristo en la cruz, pediría con amabilidad y respeto:
-Creo que comprenderán que la señorita Roberts, al estar aún afectada, ha sido sugestionada por la defensa para hacerla creer que había firmado algo que no existe: un contrato de aquel aciago día. Con su permiso, y para que no haya más interrupciones que puedan desorientar aún más la frágil psique de mi testigo, me gustaría que las interrupciones del señor Truffade se hiciesen una vez acabe, por completo- apuntillé-, el testimonio. Y con su venia, si puedo continuar el interrogatorio… Siempre y cuando la testigo se encuentre mejor, por supuesto- terminaría cortésmente ante la aparente “pérdida” de memoria de la muchacha.
La había salvado del delito de mentir en un juicio y más importante, de la vergüenza de un error pasado. Me debía una. Una gorda.
Si se me permitía, por ambas partes, conduciría la narración de la dama como antes había intentado.
- P1.1 Lo último que usted ha mencionado es el entrar a un sitio maloliente. ¿Coincidiría esa descripción con unas alcantarillas? Ya sabe, sitio techado, mucha humedad…
- P1.2 Ha dicho que perdió el conocimiento. Hemos de suponer que lo recuperó, ¿pero cuando y qué es lo que vió?
Pero, si no se había mencionado un monstruo en la escena: - P1.* ¿Había un monstruo en aquel lugar al que llamaremos “su guarida”?
Y una vez apareciera este personaje en el relato: - P1.3 Este monstruo, ¿qué le estaba haciendo? ¿Jugaba con usted como a las muñecas?
- P1.4 ¿Les salvé a usted y al director, aunque no a los pobres fallecidos actores de las cloacas, de este monstruo?
Y si decía que sí, ya tenía casi todo lo que necesitaba: - P1.5 Vaya, el director estaba en las alcantarillas… ¿Sabe cómo llegó hasta allí? ¿Quizá de una plataforma del techo que quedó destrozada y probablemente haya un informe sobre esta en la escena? Presupóngolo porque un cacharro así de grande es muy difícil de mover.
- P1.6 Después de esto llegaron unos mercenarios a por el monstruo. Haciendome pasar como que me uní a ellos, ¿volví a salvarles la vida? Digo esto porque probablemente no quisiesen testigos, ya me entiende.
- P1.7 A costa de salvarles me dispararon en la pierna. De lo que tengo informes médicos. ¿Es esto correcto?
Y como inciso, aunque no fuera una pregunta.
-Vaya, qué majo soy, ¿no? Tan majo que incluso nos llevamos al monstruo e intenté hacer todo lo posible por salvarlo. No me parecía un monstruo… En fin, sigamos. - P1.8 Una vez llegamos con el monstruo a las instalaciones ilegales, puede remitirse al otro juicio así como a los informes gubernamentales de la demantelación de estas instalaciones… ¿Se referenció a la criatura de las alcantarillas como Dr. Kowalsky?
- P1.9 Poco después de llegar, se nos llevó ante el jefe de las instalaciones, el Dr Y. ¿Interrogué tanto a usted como al señor Espílverg porque creía que había algo turbio en el desarrollo de los aconteciomientos?
Al fin y al cabo, esto saldría en algún momento, no tenía problemas de admitir este ataque... o al menos que ella creyese que esto fuese así. - P1.10 ¿Cree usted que disparé en el pie al director al mentirme sobre que no había actores en las cloacas? Recuerdo que dos muchachos perdieron la vida aquel día, disfrazados de mutantes que vivían allí.
- P1.11 ¿Mencionó el Dr Y., aunque de esto estoy seguro porque se lo recordé al poco de salir, la ilegalidad de esas instalaciones?
- P1.12 ¿Se me entregó dinero, casi a modo de pago-soborno? ¿Entregué ese dinero e hice lo correcto a los ojos de la justicia para desmantelar todo aquello?
Y así concluiría mi interrogatorio con un simple pero elegante:
-La acusación no tiene más preguntas que realizar a la testigo.-De momento.
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Un gran bullicio inunda la sala, las dos filas del jurado parecen cuchichear algo entre ellas, algo no va bien. O al menos no como deberían, uno de ellos el que parecer ser el portavoz se gira y parece asentir con la cabeza.
Tras ello hace una seña al guarda para que le pase un mensaje al juez. El guarda se aproxima a los testigos y luego al estrado, donde le pasa un papelito de papel con un tamaño no mayor a una servilleta.
Tras esto el juez, algo impactado por el venir de los acontecimientos lee el papel. Tras lo cual parece hacer un gesto de afirmación con la cabeza. Puede que lo de la prueba falsa te salvé el cuello.
-Bien, bien- dice a la vez que mece su martillo contra el estrado llamando al orden -En vistas de las numerosas irregularidades -Tales como pruebas falsificadas, fiscales que al parecer no están acreditados vamos a tomar un receso, para ver qué decisión tomamos junto con el jurado, ya que esto ha escalado demasiado deprisa, se levanta la sesión hasta las – dice mientras realiza una breve pausa mirando el reloj de la sala, hasta las 11:30, se levanta la sesión- dice para sorpresa de todos los presentes, ciertamente el juez tiene mala cara y los defensores parecen que se frotan las manos.
Tras unos instantes algunos marines uniformados entran en la sala a tropel, todos ellos empuñan rifles estándar. Tras unos instantes desojan la sala, a no ser que opongas resistencia, aunque si el resto lo hacen, negarte te dejaría en mal lugar, aunque tal vez seas un rebelde.
Suponiendo que abandones la sala pacíficamente, en caso contrario recibirás una amonestación por parte del juez, os dejarán a todos en el hall. Si te das cuenta, el hall dispone de cinco puertas, una la que da al juzgado número dos del que acabas de salir, dos baños respectivamente para cada género, una puerta que conduce al hall principal del edificio y otra que conduce a una sala adyacente, probablemente sea por la que entran y salgan el jurado popular y testigos protegidos, aunque ni idea, ya que no has estudiado derecho. Lo llamativo de esta puerta es que uno de los hombres del público, uno con un traje blanco y una llamativa flor roja en el bolsillo entra por la misma entre la creciente actividad de la sala, muchas personas en medio parecen rodearte preguntándote cosas banales, muchos de ellos parecen periodistas, los cuales parecen insistir mucho en la prueba falsa y que falta de formación como fiscal. Tu verás cómo te zafas de ellos, después de todo el proceso es una irregularidad completa.
Tras el receso, los marines os obligan a tomar vuestros asientos de nuevo, y el juez entona algo demoledor:
-En vistas de lo acontecido hoy aquí, algo vergonzoso para la justicia de nuestra gran cuidad, todo sea dicho, el proceso se declara nulo- dice a la vez que el público comienza a gritar alarmado -Orden, orden- menciona de nuevo el juez haciendo uso de su herramienta -El juicio se pospone hasta nueva orden, la marina se encargará de custodiar las pruebas y realizar un examen sobre las mismas, así mismo se retirará del cargo del fiscal al Sr. Capone por no disponer de la titulación adecuada, a no ser que la presente en un plazo máximo de un mes, en caso contrario se deberá presentar como testigo u otra fórmula previó aviso que el jurado consideré válida ¡Se suspende la sesión!- finaliza levantándose del estrado y dirigiéndose con el jurado popular a una sala adyacente detrás del propio estrado.
Bien, bien parece que tienes un arduo trabajo por delante, así que manos a la obra. ¿Por dónde empezar? Tal vez deberías buscar a un abogado para que te informará del tema y pudieras decidir, o ver alguna peli, tal vez así entiendas como funciona un juicio. Todo queda a tu libre albedrio.
Tras ello hace una seña al guarda para que le pase un mensaje al juez. El guarda se aproxima a los testigos y luego al estrado, donde le pasa un papelito de papel con un tamaño no mayor a una servilleta.
Tras esto el juez, algo impactado por el venir de los acontecimientos lee el papel. Tras lo cual parece hacer un gesto de afirmación con la cabeza. Puede que lo de la prueba falsa te salvé el cuello.
-Bien, bien- dice a la vez que mece su martillo contra el estrado llamando al orden -En vistas de las numerosas irregularidades -Tales como pruebas falsificadas, fiscales que al parecer no están acreditados vamos a tomar un receso, para ver qué decisión tomamos junto con el jurado, ya que esto ha escalado demasiado deprisa, se levanta la sesión hasta las – dice mientras realiza una breve pausa mirando el reloj de la sala, hasta las 11:30, se levanta la sesión- dice para sorpresa de todos los presentes, ciertamente el juez tiene mala cara y los defensores parecen que se frotan las manos.
Tras unos instantes algunos marines uniformados entran en la sala a tropel, todos ellos empuñan rifles estándar. Tras unos instantes desojan la sala, a no ser que opongas resistencia, aunque si el resto lo hacen, negarte te dejaría en mal lugar, aunque tal vez seas un rebelde.
Suponiendo que abandones la sala pacíficamente, en caso contrario recibirás una amonestación por parte del juez, os dejarán a todos en el hall. Si te das cuenta, el hall dispone de cinco puertas, una la que da al juzgado número dos del que acabas de salir, dos baños respectivamente para cada género, una puerta que conduce al hall principal del edificio y otra que conduce a una sala adyacente, probablemente sea por la que entran y salgan el jurado popular y testigos protegidos, aunque ni idea, ya que no has estudiado derecho. Lo llamativo de esta puerta es que uno de los hombres del público, uno con un traje blanco y una llamativa flor roja en el bolsillo entra por la misma entre la creciente actividad de la sala, muchas personas en medio parecen rodearte preguntándote cosas banales, muchos de ellos parecen periodistas, los cuales parecen insistir mucho en la prueba falsa y que falta de formación como fiscal. Tu verás cómo te zafas de ellos, después de todo el proceso es una irregularidad completa.
Tras el receso, los marines os obligan a tomar vuestros asientos de nuevo, y el juez entona algo demoledor:
-En vistas de lo acontecido hoy aquí, algo vergonzoso para la justicia de nuestra gran cuidad, todo sea dicho, el proceso se declara nulo- dice a la vez que el público comienza a gritar alarmado -Orden, orden- menciona de nuevo el juez haciendo uso de su herramienta -El juicio se pospone hasta nueva orden, la marina se encargará de custodiar las pruebas y realizar un examen sobre las mismas, así mismo se retirará del cargo del fiscal al Sr. Capone por no disponer de la titulación adecuada, a no ser que la presente en un plazo máximo de un mes, en caso contrario se deberá presentar como testigo u otra fórmula previó aviso que el jurado consideré válida ¡Se suspende la sesión!- finaliza levantándose del estrado y dirigiéndose con el jurado popular a una sala adyacente detrás del propio estrado.
Bien, bien parece que tienes un arduo trabajo por delante, así que manos a la obra. ¿Por dónde empezar? Tal vez deberías buscar a un abogado para que te informará del tema y pudieras decidir, o ver alguna peli, tal vez así entiendas como funciona un juicio. Todo queda a tu libre albedrio.
- aclaraciones:
- Vamos a intentar resetear un poco el moderado, ya que la forma de llevar un juicio anteriormente me parece un poco un desfase. No te voy a penalizar por lo anterior pero tampoco tendré en cuenta nada a tu favor, eso si, por mi ganas el autógrafo(aunque habría sido más idóneo hacerlo en el anterior moderado)
Agradeceré un resumen de cada post de no más de una linea de longitud, algo como resume el post en 7 palabras.
Así mismo no hagas hipotéticos, ya que satura mucho la moderación, por lo que en ahora en adelante no aceptaré ninguno salvo alguno excepción contada.
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¿Qué?
El tiempo se detuvo, o quizás fui yo quien se detuvo para el tiempo. Lo único que sabía es que no podía hacer nada para cambiar el curso de los acontecimientos y que me veía irremediablemente atrapado y arrastrado por la fuerte corriente de estos. ¿Qué podía hacer yo frente a una orden de arriba? Porque por supuesto todo esto, desde los marines a la oportuna interrupción de un juicio que ya estaba ganado, venía desde arriba. Desde muy arriba.
Alguien en las “copas” más altas de la arraigada sociedad de Goa no quería que las cosas se celebrasen así; aunque no sabía si era así de rápido, así de “mal” o así de “bien”. Paralizado ante el peso de una realidad asfixiante, solo pude eludir a contestar las preguntas de los periodistas que se me acercaban como bandadas de buitres dispuestos a picotear mi cadáver. Realmente me sentía como un muerto en vida. Pero quizás era porque me forzaba a sentirme así… para no permitirme sentir algo peor.
Contemplando sobre la marabunta de reporteros, una figura de punta en blanco y flor de sangre en solapa captó toda mi atención. Todo lo que quedaba de ella, al menos. Devoré cada resquicio de luz que me llegaba de su ser, ansiando más tras su desaparición por las recias puertas de roble que daban a la sala donde juez y jurado estaban reunidos. Continué alimentando mi ira y mi rencor con aquel pequeño recuerdo una y otra vez, sin importarme siquiera que no tuviera verdaderas razones para culparle.
Pero sabía que era él. Él y solo él era el origen de mi miseria. Me juré que pronto dejaría de ser un desconocido y que daría caza a su felicidad para vengar a la mía propia. Incluso cuando lo consiguiera sabía que no arreglaría nada, no a largo plazo… pero me haría sentir bien. Hacía mucho tiempo que no me sentía bien… ¿verdad? ¿Porque qué significaba ese breve momento de la mañana cuando ni yo mismo había sido juez del cambio de Tortollian? Nada. Menos que nada.
Para cuando quise darme cuenta ya volvíamos a estar dentro del juzgado. A medida que todos regresábamos a nuestro lugar a punta de fusil, intenté tranquilizar mi espíritu con una mortificada dignidad. Pero las palabras del juez fueron demasiado… dolorosas. Y yo ha había clavado mis puños en el mostrador de oro, hundiendo su superficie bajo el aberrante peso de mi frustración. El iracundo gong y el crujido de las losas de mármol silenciaron la sala durante un instante. Sentí todos aquellos ojos sobre mi espalda arqueada y cómo me juzgaban con una mezcla de pánico y comedia. Todo el mundo se reía de mí, siempre lo había hecho. Bill lo había hecho el primero para advertirme y prepararme.
Pero nunca quise darle la razón. Y no podía dársela ahora.
Después de aquel pequeño y ruidoso desliz, mantuve la compostura para no ganarme una amonestación o un encierro. Tenía un mes para preparar el caso, empezar mi nueva carrera, labrarme una imagen pública acorde y para tranquilizarme. Solo un mes. A pesar de dormir menos de una hora diaria y poder llevar dos procesos mentales paralelos, dudaba que nada de eso sirviese para traer contento a mi cansada alma.
Debía intentarlo, porque aunque asegurara el bien y la venganza de los ciudadanos de la ciudad y el mundo a base de mi esfuerzo, temía que los horribles sentimientos que me emponzoñaban acabasen por corroer toda mi esencia. La poca que quedaba ya.
Al fin y al cabo… ¿Por qué ser hay que bueno?
Lo primero en mi lista era conseguir entrevistas de alguno de los muchos periodistas que asistieron al evento, y de paso agenciarme alguna de las transcripciones y den-den grabadores con los hechos del mismo. Aunque aquel juicio había sido nulo y no pudiera usar las pruebas del mismo, la propia sesión en sí constituía un recurso a mi favor. Y técnicamente debía valer, ¿no?.
Lo siguiente sería mi preparación como fiscal, estudiando hora tras hora cada resquicio de la legalidad del WG y asistiendo a cuantos procesos judiciales cupieran en mi apretado horario para tener una versión práctica de la que tomar notas. Por suerte las horas de las administraciones públicas estaban bastante acotadas, lo que permitía que mi preparación académica se limitase a las horas en las que todos, menos yo y los amantes de la luna, dormían.
Paralelamente a esto comenzaría un horario de visitas a los distintos periódicos locales, así como a la casa de algún que otro particular, para hacer llegar a oídos de todo el mundo la situación que acababa de vivir. Una vez me ganara la opinión del público general en mi perpetua búsqueda de la justicia, tendría casi todo ganado. Además, una vez se corrieran los rumores, las familias afectadas por las desapariciones deberían de montar suficiente revuelo como para favorecer a mi propia cruzada. Y esta, claro está, atraería la atención de la Revolución lo suficiente como para que el gobierno se viese forzado a reforzar los cuarteles por miedo a un levantamiento.
¿Era suficiente causar el caos político y social en una ciudad descontenta? No. Debía redirigir su rabia a cosas más importantes que el fuego y la destrucción de las instituciones. Debía convertir todo aquello en algo... hermoso. ¿Y qué más hermoso que la creación?
Al igual que con New Loguetown, centré gran parte de mis esfuerzos en los más necesitados. Y en el Reino de Goa los había a patadas. La grey terminal, un reducto de "barrios" construidos a base de escombros y basura, era el lugar perfecto para ganarme la confianza de la gente. ¿Y qué mejor manera para hacerlo que reposicionar aquella escoria? Todo radicaba en el reciclaje y la construcción de pequeñas viviendas a partir de los restos para los más necesitados, así como la oferta de un futuro mejor sin tener que robar o matar. Sin tener que temer o pedir la caridad de otros.
Aquel era el plan. El plan para hacerme con el corazón y el alma de una ciudad para orquestar sus horcas y antorchas a lo que yo quisiese. A todo lo que merecía ser atravesado y quemado. El hombre de la rosa no sería más un desconocido, sino un enemigo público... Un enemigo que confiaba que fuese tan conocido como para que su nombre y puesto hubiese llegado a mis oídos hace mucho.
El tiempo se detuvo, o quizás fui yo quien se detuvo para el tiempo. Lo único que sabía es que no podía hacer nada para cambiar el curso de los acontecimientos y que me veía irremediablemente atrapado y arrastrado por la fuerte corriente de estos. ¿Qué podía hacer yo frente a una orden de arriba? Porque por supuesto todo esto, desde los marines a la oportuna interrupción de un juicio que ya estaba ganado, venía desde arriba. Desde muy arriba.
Alguien en las “copas” más altas de la arraigada sociedad de Goa no quería que las cosas se celebrasen así; aunque no sabía si era así de rápido, así de “mal” o así de “bien”. Paralizado ante el peso de una realidad asfixiante, solo pude eludir a contestar las preguntas de los periodistas que se me acercaban como bandadas de buitres dispuestos a picotear mi cadáver. Realmente me sentía como un muerto en vida. Pero quizás era porque me forzaba a sentirme así… para no permitirme sentir algo peor.
Contemplando sobre la marabunta de reporteros, una figura de punta en blanco y flor de sangre en solapa captó toda mi atención. Todo lo que quedaba de ella, al menos. Devoré cada resquicio de luz que me llegaba de su ser, ansiando más tras su desaparición por las recias puertas de roble que daban a la sala donde juez y jurado estaban reunidos. Continué alimentando mi ira y mi rencor con aquel pequeño recuerdo una y otra vez, sin importarme siquiera que no tuviera verdaderas razones para culparle.
Pero sabía que era él. Él y solo él era el origen de mi miseria. Me juré que pronto dejaría de ser un desconocido y que daría caza a su felicidad para vengar a la mía propia. Incluso cuando lo consiguiera sabía que no arreglaría nada, no a largo plazo… pero me haría sentir bien. Hacía mucho tiempo que no me sentía bien… ¿verdad? ¿Porque qué significaba ese breve momento de la mañana cuando ni yo mismo había sido juez del cambio de Tortollian? Nada. Menos que nada.
Para cuando quise darme cuenta ya volvíamos a estar dentro del juzgado. A medida que todos regresábamos a nuestro lugar a punta de fusil, intenté tranquilizar mi espíritu con una mortificada dignidad. Pero las palabras del juez fueron demasiado… dolorosas. Y yo ha había clavado mis puños en el mostrador de oro, hundiendo su superficie bajo el aberrante peso de mi frustración. El iracundo gong y el crujido de las losas de mármol silenciaron la sala durante un instante. Sentí todos aquellos ojos sobre mi espalda arqueada y cómo me juzgaban con una mezcla de pánico y comedia. Todo el mundo se reía de mí, siempre lo había hecho. Bill lo había hecho el primero para advertirme y prepararme.
Pero nunca quise darle la razón. Y no podía dársela ahora.
Después de aquel pequeño y ruidoso desliz, mantuve la compostura para no ganarme una amonestación o un encierro. Tenía un mes para preparar el caso, empezar mi nueva carrera, labrarme una imagen pública acorde y para tranquilizarme. Solo un mes. A pesar de dormir menos de una hora diaria y poder llevar dos procesos mentales paralelos, dudaba que nada de eso sirviese para traer contento a mi cansada alma.
Debía intentarlo, porque aunque asegurara el bien y la venganza de los ciudadanos de la ciudad y el mundo a base de mi esfuerzo, temía que los horribles sentimientos que me emponzoñaban acabasen por corroer toda mi esencia. La poca que quedaba ya.
Al fin y al cabo… ¿Por qué ser hay que bueno?
Lo primero en mi lista era conseguir entrevistas de alguno de los muchos periodistas que asistieron al evento, y de paso agenciarme alguna de las transcripciones y den-den grabadores con los hechos del mismo. Aunque aquel juicio había sido nulo y no pudiera usar las pruebas del mismo, la propia sesión en sí constituía un recurso a mi favor. Y técnicamente debía valer, ¿no?.
Lo siguiente sería mi preparación como fiscal, estudiando hora tras hora cada resquicio de la legalidad del WG y asistiendo a cuantos procesos judiciales cupieran en mi apretado horario para tener una versión práctica de la que tomar notas. Por suerte las horas de las administraciones públicas estaban bastante acotadas, lo que permitía que mi preparación académica se limitase a las horas en las que todos, menos yo y los amantes de la luna, dormían.
Paralelamente a esto comenzaría un horario de visitas a los distintos periódicos locales, así como a la casa de algún que otro particular, para hacer llegar a oídos de todo el mundo la situación que acababa de vivir. Una vez me ganara la opinión del público general en mi perpetua búsqueda de la justicia, tendría casi todo ganado. Además, una vez se corrieran los rumores, las familias afectadas por las desapariciones deberían de montar suficiente revuelo como para favorecer a mi propia cruzada. Y esta, claro está, atraería la atención de la Revolución lo suficiente como para que el gobierno se viese forzado a reforzar los cuarteles por miedo a un levantamiento.
¿Era suficiente causar el caos político y social en una ciudad descontenta? No. Debía redirigir su rabia a cosas más importantes que el fuego y la destrucción de las instituciones. Debía convertir todo aquello en algo... hermoso. ¿Y qué más hermoso que la creación?
Al igual que con New Loguetown, centré gran parte de mis esfuerzos en los más necesitados. Y en el Reino de Goa los había a patadas. La grey terminal, un reducto de "barrios" construidos a base de escombros y basura, era el lugar perfecto para ganarme la confianza de la gente. ¿Y qué mejor manera para hacerlo que reposicionar aquella escoria? Todo radicaba en el reciclaje y la construcción de pequeñas viviendas a partir de los restos para los más necesitados, así como la oferta de un futuro mejor sin tener que robar o matar. Sin tener que temer o pedir la caridad de otros.
Aquel era el plan. El plan para hacerme con el corazón y el alma de una ciudad para orquestar sus horcas y antorchas a lo que yo quisiese. A todo lo que merecía ser atravesado y quemado. El hombre de la rosa no sería más un desconocido, sino un enemigo público... Un enemigo que confiaba que fuese tan conocido como para que su nombre y puesto hubiese llegado a mis oídos hace mucho.
- Resumen:
- Pequeño desliz en el juicio de pegar un señor golpe en la mesa de frustración.
Como duermo una hora diaria y puedo llevar dos procesos mentales a la vez.
-Sacarme la carrera.
-Conseguir opinión pública a mi favor.
-Hacer de la Grey Terminal un mejor lugar con mi dinero para ir haciendo que la gente sea mejor y tal. Montar como pequeños edificios de trabajo de reciclaje y esas cosas.
-Intentar enterarme de quién es el hombre de la "rosa roja".
Opinión pública power.
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Muchas ideas en la cabeza te agolpan mi querido amigo, de no ser por tus capacidades mentales es muy probable que te hubieras hecho un tremendo lio, pero vaya, aun así, todo resulta algo vago y poco conciso y los planes poco concisos no cambian ciudades, ¿No crees? Así que mejor ir por partes, para empezar que tal si das algún titular a los periódicos locales, tal vez no te de una gran difusión a nivel mundial pero tampoco estamos tratando de llamar la atención.
-La gaceta de Goa, ¿Qué opina de la declaración del juicio nulo, señor fiscal? - te pregunta el primero, sabes que pertenece a un periódico viejo, tradicional y conservador, que llega a muchas masas obreras y a algunos intelectuales.
-¿Es cierto que no posee el título de fiscal? ¿Es todo esto un montaje en colaboración con el director Espílverg? ¿Realmente van a cancelar el show? - te pregunta el periodista de Perdidos en Terminal, un periódico de toque sensacionalista e irónico.
- ¿Trabaja usted en el bajo mundo? – te pregunta otro periodista, aunque este no tiene identificación del periódico al que pertenece, aunque si lo analizas con haki notarás que su aura es algo más poderosa que la de los marines que desalojan el hall.
Muchas preguntas y muy poco tiempo, deberías saber muy bien a que periódico contestas u el orden en que lo haces, tal vez eso te permita ganarte algunas amistades y por lo menos lograr que no se deje de hablar del tema en unos días, como con el tema ese tan de moda, sea como sea ten en cuenta que no tienes precisamente buena fama y quitarse ese lastre de “mafioso” va a ser duro, a no ser que vayas por la vía dura, el temor es poder también. Si realmente estas interesado en sacar ese título de fiscal tal vez deberías pasar por la universidad de Goa, un buen sitio para empezar, esta a unas tres manzanas de los juzgados ir a pata no debería llevarte más de treinta minutos, si pillas un carruaje unos cinco minutos, el tiempo es oro ¿No?. Respecto a tus planes de ayuda humanitaria es algo que deberás estudiar con mayor detenimiento, hacer un estudio y algo muy importante, conseguir mucho dinero y tal vez algún que otro voluntario a tu causa.
Off: Dependiendo de las acciones que tomen necesitaras o no dinero, el cual será on-rol, aviso para que no haya sorpresas.
-La gaceta de Goa, ¿Qué opina de la declaración del juicio nulo, señor fiscal? - te pregunta el primero, sabes que pertenece a un periódico viejo, tradicional y conservador, que llega a muchas masas obreras y a algunos intelectuales.
-¿Es cierto que no posee el título de fiscal? ¿Es todo esto un montaje en colaboración con el director Espílverg? ¿Realmente van a cancelar el show? - te pregunta el periodista de Perdidos en Terminal, un periódico de toque sensacionalista e irónico.
- ¿Trabaja usted en el bajo mundo? – te pregunta otro periodista, aunque este no tiene identificación del periódico al que pertenece, aunque si lo analizas con haki notarás que su aura es algo más poderosa que la de los marines que desalojan el hall.
Muchas preguntas y muy poco tiempo, deberías saber muy bien a que periódico contestas u el orden en que lo haces, tal vez eso te permita ganarte algunas amistades y por lo menos lograr que no se deje de hablar del tema en unos días, como con el tema ese tan de moda, sea como sea ten en cuenta que no tienes precisamente buena fama y quitarse ese lastre de “mafioso” va a ser duro, a no ser que vayas por la vía dura, el temor es poder también. Si realmente estas interesado en sacar ese título de fiscal tal vez deberías pasar por la universidad de Goa, un buen sitio para empezar, esta a unas tres manzanas de los juzgados ir a pata no debería llevarte más de treinta minutos, si pillas un carruaje unos cinco minutos, el tiempo es oro ¿No?. Respecto a tus planes de ayuda humanitaria es algo que deberás estudiar con mayor detenimiento, hacer un estudio y algo muy importante, conseguir mucho dinero y tal vez algún que otro voluntario a tu causa.
Off: Dependiendo de las acciones que tomen necesitaras o no dinero, el cual será on-rol, aviso para que no haya sorpresas.
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Pero antes de poder poner en marcha mi plan debía enfrentarme a un temible enemigo… el cuarto poder de la sociedad: la prensa. Además debía hacerlo no para derrotarle, sino para atraerlo a mi bando. “¿Pero cómo dar a cada público una respuesta de su agrado?”, me pregunté; por suerte se me daba muy bien improvisar.
La primera pregunta, de manos de un caballero cincuentón cuyo cuerpo empezaba a rendirse al sobrepeso fruto de la edad, necesitaba de una respuesta que apelara no solo al populacho general, sino también a los más sabios de la ciudad.
-Repitiendo las palabras del juez, esto es “algo vergonzoso para la justicia de nuestra gran ciudad”; e incluso me atrevería a decir que del mundo entero- Fue la respuesta destinada a los corazones henchidos de un nacionalismo apesadumbrado y algo descontento, el que creía mercado de la Gazeta de Goa.
La siguiente, de manos de una joven muy poco mujer con un más que peculiar sentido de la moda, si podía llamarse así a aquella amalgama de retales, cadenas y pinchos con los que vestía. Debía ser algo explosivo e incendiario para que los jóvenes enarbolaran mi causa como la suya propia. Casi tenía que rozar lo revolucionario… algo difícil de equilibrar para tres respuestas que aunque separadas debían ir de la mano.
-No, y nunca pensé que debía de tenerlo para defender la justicia y la verdad; creía que el propio estado se encargaría rápidamente de crear la denuncia para proteger a sus familias, o que al menos me pondrían un abogado de oficio- dije dando por satisfecha la primera pregunta. Para la segunda saqué el autógrafo de mi bolsillo y lo presenté al frente-. Como verá la relación con el señor Espílverg, especialmente desde que destrocé su rodilla, no es la mejor que digamos… Así que no, no es un montaje- Y volví a guardar el trozo de papel, no solo en mi bolsillo, sino lanzándolo a mi interior una vez dentro de este para tenerlo bien guardado en un marco de cristal en una sala segura. “Nunca se sabe cuán largas pueden ser las manos de los periodistas”-. Desconozco qué pasará con el programa, pero sin duda espero que no sea bajo la dirección del anterior director.- Ahí terminaba la primicia para el tabloide Perdidos en Terminal.
Eso debía saciar a los buscadores de noticias, pero uno, un hombre demasiado común para llamar la atención entre el gentío, hizo una pregunta que convirtió el ajetreo en un leve rumor. Sonreí sin saber muy bien por qué y me giré hacia él. Después de mirarle de arriba abajo no pude encontrar ninguna señal de que fuese un miembro de la prensa, por mucho que su pregunta fuese digna del mejor columnista.
-No…-dije con un tono áspero mientras me acercaba lentamente hacia él-…pero a veces desearía haber escogido ese camino. Mi vida hubiese sido mucho más fácil si hubiese perdido todo rastro de “humanidad”… A veces pienso que sería mucho más feliz si fuese “malo”; especialmente en días como este- Sería entonces frente a él, que intentaría colocar mi mano sobre su hombro como un viejo amigo-. Y créame cuando le digo que se me hubiera dado muy bien ese trabajo…- le revelaría con un matiz funesto y, por llamarlo de alguna manera, letal. Luego le sonreiría con toda la amabilidad del mundo y me pondría a su lado animando al resto de noticiarios a que nos sacaran unas fotos-. ¡¿No creerían que iba a ser Capo Cabriola si no se me diera tan bien interpretar, verdad?! ¡Por favor, unas fotos con esta joven promesa del periodismo, estoy seguro de que llegará lejos en la profesión!- Él me había querido poner en el centro de la atención pública, pero no le permitiría que aquello fuese para mal, y desde luego no iba a marcharse con su anonimato intacto.
Antes de dar por acabada esta necesaria parte de mi plan, recordé que debía solicitar copias de las grabaciones del juicio. Tras intentar hacerme con al menos una y antes de abandonar el juzgado, busqué a algún joven abogado que estuviese dispuesto a satisfacer mis dudas sobre cómo formalizar la carrera que estaba a punto de comenzar.
Tras aquello me encaminé hacia la puerta del juzgado con mi rumbo fijado a la universidad de Goa y con el deseo de comenzar cuanto antes. Para no perder más el tiempo, que ya suficiente había invertido en preguntar sobre aquel lugar y en responder a los periódicos, decidí tomar un carruaje hasta allí. Por el camino me dediqué a observar a través de la pequeña ventana una ciudad demasiado grande para no albergar una pizca de amor y compasión. Goa debía tener alguna luz entre tanta miseria… ¿Verdad? Y si no lo había, ¿podría crearlo un ser con tanta oscuridad como yo?
La primera pregunta, de manos de un caballero cincuentón cuyo cuerpo empezaba a rendirse al sobrepeso fruto de la edad, necesitaba de una respuesta que apelara no solo al populacho general, sino también a los más sabios de la ciudad.
-Repitiendo las palabras del juez, esto es “algo vergonzoso para la justicia de nuestra gran ciudad”; e incluso me atrevería a decir que del mundo entero- Fue la respuesta destinada a los corazones henchidos de un nacionalismo apesadumbrado y algo descontento, el que creía mercado de la Gazeta de Goa.
La siguiente, de manos de una joven muy poco mujer con un más que peculiar sentido de la moda, si podía llamarse así a aquella amalgama de retales, cadenas y pinchos con los que vestía. Debía ser algo explosivo e incendiario para que los jóvenes enarbolaran mi causa como la suya propia. Casi tenía que rozar lo revolucionario… algo difícil de equilibrar para tres respuestas que aunque separadas debían ir de la mano.
-No, y nunca pensé que debía de tenerlo para defender la justicia y la verdad; creía que el propio estado se encargaría rápidamente de crear la denuncia para proteger a sus familias, o que al menos me pondrían un abogado de oficio- dije dando por satisfecha la primera pregunta. Para la segunda saqué el autógrafo de mi bolsillo y lo presenté al frente-. Como verá la relación con el señor Espílverg, especialmente desde que destrocé su rodilla, no es la mejor que digamos… Así que no, no es un montaje- Y volví a guardar el trozo de papel, no solo en mi bolsillo, sino lanzándolo a mi interior una vez dentro de este para tenerlo bien guardado en un marco de cristal en una sala segura. “Nunca se sabe cuán largas pueden ser las manos de los periodistas”-. Desconozco qué pasará con el programa, pero sin duda espero que no sea bajo la dirección del anterior director.- Ahí terminaba la primicia para el tabloide Perdidos en Terminal.
Eso debía saciar a los buscadores de noticias, pero uno, un hombre demasiado común para llamar la atención entre el gentío, hizo una pregunta que convirtió el ajetreo en un leve rumor. Sonreí sin saber muy bien por qué y me giré hacia él. Después de mirarle de arriba abajo no pude encontrar ninguna señal de que fuese un miembro de la prensa, por mucho que su pregunta fuese digna del mejor columnista.
-No…-dije con un tono áspero mientras me acercaba lentamente hacia él-…pero a veces desearía haber escogido ese camino. Mi vida hubiese sido mucho más fácil si hubiese perdido todo rastro de “humanidad”… A veces pienso que sería mucho más feliz si fuese “malo”; especialmente en días como este- Sería entonces frente a él, que intentaría colocar mi mano sobre su hombro como un viejo amigo-. Y créame cuando le digo que se me hubiera dado muy bien ese trabajo…- le revelaría con un matiz funesto y, por llamarlo de alguna manera, letal. Luego le sonreiría con toda la amabilidad del mundo y me pondría a su lado animando al resto de noticiarios a que nos sacaran unas fotos-. ¡¿No creerían que iba a ser Capo Cabriola si no se me diera tan bien interpretar, verdad?! ¡Por favor, unas fotos con esta joven promesa del periodismo, estoy seguro de que llegará lejos en la profesión!- Él me había querido poner en el centro de la atención pública, pero no le permitiría que aquello fuese para mal, y desde luego no iba a marcharse con su anonimato intacto.
Antes de dar por acabada esta necesaria parte de mi plan, recordé que debía solicitar copias de las grabaciones del juicio. Tras intentar hacerme con al menos una y antes de abandonar el juzgado, busqué a algún joven abogado que estuviese dispuesto a satisfacer mis dudas sobre cómo formalizar la carrera que estaba a punto de comenzar.
Tras aquello me encaminé hacia la puerta del juzgado con mi rumbo fijado a la universidad de Goa y con el deseo de comenzar cuanto antes. Para no perder más el tiempo, que ya suficiente había invertido en preguntar sobre aquel lugar y en responder a los periódicos, decidí tomar un carruaje hasta allí. Por el camino me dediqué a observar a través de la pequeña ventana una ciudad demasiado grande para no albergar una pizca de amor y compasión. Goa debía tener alguna luz entre tanta miseria… ¿Verdad? Y si no lo había, ¿podría crearlo un ser con tanta oscuridad como yo?
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Los periodistas parecen bastante contentos por las respuestas que les has dado, aunque tendrás que esperar a ver las rotativas de mañana para ver si realmente tiene un efecto positivo ¿Nervioso? Realmente no importa, no tienes tiempo para ello. Sea como sea parece que has demostrado a la ciudad que eres un buen actor.
Finalmente logras salir del edificio y tras hablar con un abogado que lleva otro caso en el hall principal te informa más o menos de lo siguiente “Derecho es una carrera de entre tres o cuatro años y que por lo general hasta el final de la carrera no se te permite ejercer el oficio, practicas las llaman”, el caso es que al ver tus intenciones y creer que estás loco de remate finaliza con tono jocoso -No te va dar tiempo ni a falsificar el titulo- dice entre risas deseándote una buena vida estudiantil.
El caso es que tras ello marchas al exterior del edificio y subes a un carromato a tratar de inscribirte en la universidad, aunque con le curso ya iniciado no vas a encontrar otra cosa que dificultades. Cuando llegas al majestuoso edificio victoriano con jardines y ese aspecto tan elitista agradeces el llevar ese traje ¿Por qué lo llevas, no? Tras un par de preguntas y perderte por algún pasillo consigues llegar a recepción, tras discutir con una anciana tremendamente amargada la cual pone pegas hasta en la forma que coges la estilográfica consigues que te acepten en la universidad.
Felicidades señor universitario, ahora podrás disfrutar de la vida de juerguista de un universitario, por fin te invitaran a fiestas, tendrás vida social y conocerás al amor de tu vida porque eso la vida universitaria ¿No? Por cierto, te han dado un calendario, tienes examen mañana a las tres de la tarde y en esta semana otros cuatro más, ¡Ah, pero esos son los del primer curso! Si sumamos el resto de cursos tienes la friolera de doce exámenes, si juntamos los dos semestres llegamos a la friolera de veintitrés exámenes. ¡Qué dios te asista! Aun así al leerte por los pasillos la documentación te darás cuenta de que cada asignatura requiere de unas cincuenta horas de estudio aproximadamente por unas treinta y seis asignaturas equivalen a muchas horas, además si no te fallan los cálculos solo dispones de algo menos de dos mil horas para poder lidiar con toda la parafernalia, además deberás estudiar el caso de Goa. Pero antes de todo esto respira y piensa como vas a enfocar todo esto.
Derecho civil, Teoría del derecho del este, del sur, del norte y del oeste son las primeras asignaturas de las que tendrás que examinarte en los próximos cuatro días, son finales así que si suspendes tendrás finales dentro de dos meses, así que parece que no va a haber segundas oportunidades. A todo esto, nota un papel en tu bolsillo… ¿Qué será?
Finalmente logras salir del edificio y tras hablar con un abogado que lleva otro caso en el hall principal te informa más o menos de lo siguiente “Derecho es una carrera de entre tres o cuatro años y que por lo general hasta el final de la carrera no se te permite ejercer el oficio, practicas las llaman”, el caso es que al ver tus intenciones y creer que estás loco de remate finaliza con tono jocoso -No te va dar tiempo ni a falsificar el titulo- dice entre risas deseándote una buena vida estudiantil.
El caso es que tras ello marchas al exterior del edificio y subes a un carromato a tratar de inscribirte en la universidad, aunque con le curso ya iniciado no vas a encontrar otra cosa que dificultades. Cuando llegas al majestuoso edificio victoriano con jardines y ese aspecto tan elitista agradeces el llevar ese traje ¿Por qué lo llevas, no? Tras un par de preguntas y perderte por algún pasillo consigues llegar a recepción, tras discutir con una anciana tremendamente amargada la cual pone pegas hasta en la forma que coges la estilográfica consigues que te acepten en la universidad.
Felicidades señor universitario, ahora podrás disfrutar de la vida de juerguista de un universitario, por fin te invitaran a fiestas, tendrás vida social y conocerás al amor de tu vida porque eso la vida universitaria ¿No? Por cierto, te han dado un calendario, tienes examen mañana a las tres de la tarde y en esta semana otros cuatro más, ¡Ah, pero esos son los del primer curso! Si sumamos el resto de cursos tienes la friolera de doce exámenes, si juntamos los dos semestres llegamos a la friolera de veintitrés exámenes. ¡Qué dios te asista! Aun así al leerte por los pasillos la documentación te darás cuenta de que cada asignatura requiere de unas cincuenta horas de estudio aproximadamente por unas treinta y seis asignaturas equivalen a muchas horas, además si no te fallan los cálculos solo dispones de algo menos de dos mil horas para poder lidiar con toda la parafernalia, además deberás estudiar el caso de Goa. Pero antes de todo esto respira y piensa como vas a enfocar todo esto.
Derecho civil, Teoría del derecho del este, del sur, del norte y del oeste son las primeras asignaturas de las que tendrás que examinarte en los próximos cuatro días, son finales así que si suspendes tendrás finales dentro de dos meses, así que parece que no va a haber segundas oportunidades. A todo esto, nota un papel en tu bolsillo… ¿Qué será?
- Spoiler:
- Esta parte del rol va a ser un juego de administrar recursos:
Los dados que has sacado, elije cinco tiradas y asigna sus valores como notas como desees a esas asignaturas. Esas notas son el equivalente a lo que tendrías estudiando 82 horas, podrías volver a lanzar para reforzar alguna asignatura, pero te costaría 5 horas más y sacaras un menos -2 al dado, ya que asumiré que la asignatura se te da mal. Por fortuna, cada diez que saques en un dado significará que requieres de 5 horas menos de estudio para esa asignatura.
La única opción no pasa por estudiar y repetir tiradas, puedes intentar cualquier cosa para aprobar, cualquier cosa. Desde ir a la revisión hasta tratar de copiar en un examen, sea como sea no vas a ser capaz de estudiar dos materias a la vez por PU´s, aunque si podrías estudiar y hacer otra cosa como correr, ir a por un libro o comer (todo salvo dormir).
Tu siguiente post será la preparación para el examen, el siguiente serán los exámenes. Suerte.
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No estaba satisfecho. Muy a mi pesar, el placer que me trajo exponer a ese tipo frente a la prensa no era nada frente al temor de una mala crítica. “Y eso si no encuentro más metomentodos”, pensé sabiendo que donde había dos pájaros de mal agüero debía haber no solo un tercero, sino una bandada al completo. “Y una iglesia donde críen y un campanero y un abad malvado. Vaya, hasta una amable viejita que alimente a las ingratas criaturas sin temor a que le piquen”.
Intentando dejar el pesimismo a un lado, que suficientes desgracias me habían caído ya como para dejarme llevar por las indeseadas gracias de un picapleitos del tres al cuarto, entré a la UG con la esperanza de que, aunque ingresar a estas alturas fuese difícil, no llegara a ser imposible. Pero de ahí a la hercúlea tarea que me encontré había un trecho…
Lo primero a considerar era que a pesar de que la arquitectura del campus era elegante y digna de admirar, la distribución de sus clases y, más importante, la señalización de las distintas zonas, daban auténtica pena. Aquello era un hermoso laberinto repleto de monstruos de cuellos estirados y gárgolas burócratas que, dicho sea de paso, empezaban a quitarme las ganas de solucionar los problemas que me había buscado yo solo de una manera… pacífica. Siendo el único caballero, o al menos el único del que tenía consciencia en aquel infierno marmolado, mantuve la paciencia y cordialidad como única respuesta a las críticas, los tejemanejes y las continuas impertinencias de la vieja secretaria.
-Muchas gracias, señorita- añadiría, levantándome para irme de aquella ratonera de chupatintas. Pero antes de marcharme necesitaba un último gesto de galantería, uno que acompañado con una sincera sonrisa, una que había ensayado toda mi vida, se hiciese cargo de romper aquel búnker de anonimato y despersonificación propio del buen servicio -. ¿Le importaría decirme su nombre? Odiaría que alguien tan diligente y capaz no recibiese el trato que sin duda merece.
Y tras lo que fuese un momento de confusión, si llegaba a revelarme su nombre, le daría las gracias con un tono sereno, formal y sin duda alguna agradecido. Al fin y al cabo necesitaba a un burócrata mi parte, por mucho que su actitud se hubiese avinagrado con los años. Decidí que durante mi estancia dedicaría algún momento de la mañana en pasar a dar los buenos días y que regalaría al menos una caja de ricas pastas para premiar los “excelentes” servicios prestados a un humilde servidor.
Dejando futuros de repostería a un lado, me centré en evaluar el plan de estudios asignado con mi matrícula- cuyo pago fue registrado al momento por la avara urraca-, y vaya si había que echarle horas. Cuando calculé cuanto tiempo debía dedicar para sacarme la carrera, caí en la cuenta que tan solo podría aprobar la mitad del curso incluso si le dedicaba 23 horas al día. ¡Era imposible! ¡Totalmente imposible!
Movido por la rabia y la impotencia, recorrí los pasillos de la universidad en mi furiosa búsqueda de los departamentos que me vería obligado a sobornar para poder sacarme el título. Me mataba tener que recurrir a la lástima o a la codicia de otros para hacer la justicia que quería, pero no me quedaba otra opción. No vi otra opción hasta que terminé de memorizar donde estaba cada despacho y noté que un papel se arrugaba en mi bolsillo
“¿El autógrafo?”, me pregunté, pero negué con la cabeza cuando comprobé que seguía en mi interior. Sonreí y me sentí estúpido. Muy estúpido. Sin querer perder un segundo más, y sin pararme a ver qué era lo que tenía en el bolsillo, me dirigí hacia la biblioteca y librería del campus y usando la guía de estudios me centré en comprar copias de todos los libros que necesitaría a lo largo de una carrera que me sacaría en tiempo record. Aquel breve lapsus de imbecilidad ahora era una sensación reconfortante. “¡Hay que ver que no ocurrírseme el usar los libros desde mi interior en los exámenes si me hacía falta!.¡Seré tonto!”.
Tras comprar los gruesos textos de derecho y una cantidad abismal de cuadernos, estilográficas y tintas de varios colores, busqué un pequeño piso alquilado lo más inmediato posible a la universidad, y de paso unos cuantos metros de cuerda en el puerto. Con todas aquellas pertenencias y mi guarida disponible, podría, asegurandome antes mi completa soledad, atar las cajas con cuidado y lanzar el extremo suelto de los cabos a mi interior para así, mediante un preciso sistema de poleas, introducirlo con lentitud asegurándome la completa salvaguarda de mis nuevos bienes. Tenía muchos resúmenes que hacer para usar de guías en los inmediatos exámenes, y mucho que estudiar para no ser tan solo un cabezahueca titulado…
Pero antes siquiera de abrir un libro tenía que hacer dos cosas. Primero llamé a casa para avisar de mi larga ausencia, dejando a Maxymilian al cargo de Lithos – ya le había confiado mi único hogar durante dos años, y estaba seguro de que sabría manejar la ciudad tras un pequeño rechazo inicial-, y por último miré qué demonios era lo que tenía en mi bolsillo. Era una nota, o al menos lo sería para quien demonios hablara un idioma de extraños símbolos retorcidos y angulosos. Sin saber qué información contenía y quién la había dejado allí, solo podía lanzarla a mi interior para estudiarla más detenidamente cuando tuviese un rato libre, algo harto improbable.
Mientras parte de mi mente se ocupaba de hacerme aprobar estudiando con ahínco desde mi interior, mi verdadero cuerpo debía hacerse cargo de una actividad bastante menos académica. Si quería ganar el caso, debía realizar una importante labor de investigación y todo comenzaba por el lugar origen de todos mis problemas… Bueno, no, no del todo. Considerándolo mejor, debía empezar buscando pistas en el estudio de televisión, lugar cuyo completo acceso me sería restringido, pero donde podría encontrar a algún rastro de los fans del programa y por tanto de una buena cantidad de pruebas que colocar a mi favor. Ya habría tiempo de ir al cuartel de la Marina, fieles perros de caza de mi verdadero enemigo... "Y a lo mejor hasta me encuentro por el camino una pastelería para las galletitas".
Intentando dejar el pesimismo a un lado, que suficientes desgracias me habían caído ya como para dejarme llevar por las indeseadas gracias de un picapleitos del tres al cuarto, entré a la UG con la esperanza de que, aunque ingresar a estas alturas fuese difícil, no llegara a ser imposible. Pero de ahí a la hercúlea tarea que me encontré había un trecho…
Lo primero a considerar era que a pesar de que la arquitectura del campus era elegante y digna de admirar, la distribución de sus clases y, más importante, la señalización de las distintas zonas, daban auténtica pena. Aquello era un hermoso laberinto repleto de monstruos de cuellos estirados y gárgolas burócratas que, dicho sea de paso, empezaban a quitarme las ganas de solucionar los problemas que me había buscado yo solo de una manera… pacífica. Siendo el único caballero, o al menos el único del que tenía consciencia en aquel infierno marmolado, mantuve la paciencia y cordialidad como única respuesta a las críticas, los tejemanejes y las continuas impertinencias de la vieja secretaria.
-Muchas gracias, señorita- añadiría, levantándome para irme de aquella ratonera de chupatintas. Pero antes de marcharme necesitaba un último gesto de galantería, uno que acompañado con una sincera sonrisa, una que había ensayado toda mi vida, se hiciese cargo de romper aquel búnker de anonimato y despersonificación propio del buen servicio -. ¿Le importaría decirme su nombre? Odiaría que alguien tan diligente y capaz no recibiese el trato que sin duda merece.
Y tras lo que fuese un momento de confusión, si llegaba a revelarme su nombre, le daría las gracias con un tono sereno, formal y sin duda alguna agradecido. Al fin y al cabo necesitaba a un burócrata mi parte, por mucho que su actitud se hubiese avinagrado con los años. Decidí que durante mi estancia dedicaría algún momento de la mañana en pasar a dar los buenos días y que regalaría al menos una caja de ricas pastas para premiar los “excelentes” servicios prestados a un humilde servidor.
Dejando futuros de repostería a un lado, me centré en evaluar el plan de estudios asignado con mi matrícula- cuyo pago fue registrado al momento por la avara urraca-, y vaya si había que echarle horas. Cuando calculé cuanto tiempo debía dedicar para sacarme la carrera, caí en la cuenta que tan solo podría aprobar la mitad del curso incluso si le dedicaba 23 horas al día. ¡Era imposible! ¡Totalmente imposible!
Movido por la rabia y la impotencia, recorrí los pasillos de la universidad en mi furiosa búsqueda de los departamentos que me vería obligado a sobornar para poder sacarme el título. Me mataba tener que recurrir a la lástima o a la codicia de otros para hacer la justicia que quería, pero no me quedaba otra opción. No vi otra opción hasta que terminé de memorizar donde estaba cada despacho y noté que un papel se arrugaba en mi bolsillo
“¿El autógrafo?”, me pregunté, pero negué con la cabeza cuando comprobé que seguía en mi interior. Sonreí y me sentí estúpido. Muy estúpido. Sin querer perder un segundo más, y sin pararme a ver qué era lo que tenía en el bolsillo, me dirigí hacia la biblioteca y librería del campus y usando la guía de estudios me centré en comprar copias de todos los libros que necesitaría a lo largo de una carrera que me sacaría en tiempo record. Aquel breve lapsus de imbecilidad ahora era una sensación reconfortante. “¡Hay que ver que no ocurrírseme el usar los libros desde mi interior en los exámenes si me hacía falta!.¡Seré tonto!”.
Tras comprar los gruesos textos de derecho y una cantidad abismal de cuadernos, estilográficas y tintas de varios colores, busqué un pequeño piso alquilado lo más inmediato posible a la universidad, y de paso unos cuantos metros de cuerda en el puerto. Con todas aquellas pertenencias y mi guarida disponible, podría, asegurandome antes mi completa soledad, atar las cajas con cuidado y lanzar el extremo suelto de los cabos a mi interior para así, mediante un preciso sistema de poleas, introducirlo con lentitud asegurándome la completa salvaguarda de mis nuevos bienes. Tenía muchos resúmenes que hacer para usar de guías en los inmediatos exámenes, y mucho que estudiar para no ser tan solo un cabezahueca titulado…
Pero antes siquiera de abrir un libro tenía que hacer dos cosas. Primero llamé a casa para avisar de mi larga ausencia, dejando a Maxymilian al cargo de Lithos – ya le había confiado mi único hogar durante dos años, y estaba seguro de que sabría manejar la ciudad tras un pequeño rechazo inicial-, y por último miré qué demonios era lo que tenía en mi bolsillo. Era una nota, o al menos lo sería para quien demonios hablara un idioma de extraños símbolos retorcidos y angulosos. Sin saber qué información contenía y quién la había dejado allí, solo podía lanzarla a mi interior para estudiarla más detenidamente cuando tuviese un rato libre, algo harto improbable.
Mientras parte de mi mente se ocupaba de hacerme aprobar estudiando con ahínco desde mi interior, mi verdadero cuerpo debía hacerse cargo de una actividad bastante menos académica. Si quería ganar el caso, debía realizar una importante labor de investigación y todo comenzaba por el lugar origen de todos mis problemas… Bueno, no, no del todo. Considerándolo mejor, debía empezar buscando pistas en el estudio de televisión, lugar cuyo completo acceso me sería restringido, pero donde podría encontrar a algún rastro de los fans del programa y por tanto de una buena cantidad de pruebas que colocar a mi favor. Ya habría tiempo de ir al cuartel de la Marina, fieles perros de caza de mi verdadero enemigo... "Y a lo mejor hasta me encuentro por el camino una pastelería para las galletitas".
- RESUMEN:
Mierdas varias antes de estudiar (Decidir que voy a ganarme el favor de la vieja, Alojamiento, comprar material, llamar a casa para avisar...), ver la nota rara. Entre ellas el interesante dato de memorizar a mi paso las dependencias de la UG (Universidad de Goa) con mi PU:- Planos mentales:
- Planos mentales:
Según Alphonse va andando tiende a fijarse en los detalles de su entorno, esto le permite un mapa mental del mismo, pudiendo distinguir entre salas prácticamente idénticas a medida que se hace una idea de su diseño, manufacturacion, construcción etc. Esto le permite trazar planos precisos, como un cartógrafo (aunque para el mar y esas cosas no sirve).Solo edificios-construcciones.
Estudio (Dejo las Tiradas aquí abajo, pero probablemente en el examen sea cuando haga un análisis intensivo de cada asignatura y porqué le he asignado estas notas) y preparación de "Guías" para usar en el examen si me encuentro algo que no sé (Con lo que espero que ese feo 4 se transforme en 5 al menos).
Ir a buscar pruebas al estudio de televisión, a ver si encuentro algo de primera mano o si puedo localizar a algún grupo de fans que puedan darme alguna pista de utilidad.
10 --- Derecho del WB (Lugar de procedencia + Soy mafioso y creo que debo conocer estas cosas)
10 --- Derecho Civil (Sin inmediacion del estado creo que es propio de un mafioso. Vecindad, contratos entre civiles...)
8 --- Derecho del South Blue (Dada la situación del Grand Line y la peligrosidad de cruzar el Calm Belt, creo que las relacciones comerciales entre los mares separados por RL, atravesable por Mareijoia, es más fácil que las leyes sean más similares para permitir unas relacciones comerciales más amables).
5 --- Derecho del North Blue (Como arriba, pero aun así debe ser más similar WB y NB que WB y EB)
4 --- Derecho del East Blue ( Porque es el mar en el que estamos, que irán a pillar con cosas rebuscadas, y por lo antes expuesto).
Sé que va a ser algo contraproducente para el caso, porque me veo obligado a seguir las reglas del EB, pero considero que hay que darle un porqué a todo esto aunque me explote en la cara. Supongo que invertiré más tiempo en hacer las chuletas del EB, ya que no me hacen falta para WB ni Derecho civil.
Horas consumidas: 82 - 10 = 72 h ; 72 /20 = 3.6 días (Sería malo no hacer pausas auque duerma una hora diaria). Y me deja un periodo de descanso de 0.4 días final antes de los exámenes.
PD: Pls no quiero ganar el título de "Follaviejas" al final del módulo, suficiente tengo con el "Enfermo de las putas" XD.
Adam
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Tras un seco “Mi nombre es: Siguiente”la mujer te despacha igual de duro que a esos pales sobre los que pone el sello, ah y archiva lo que parece ser tu matricula, nada menos que dos millones de berries, ya que al parecer no cumples los requisitos de la beca, lastima.
Luego empiezas a hacer tus planos mentales, y la verdad es que aprendes a ubicarte bastante bien, de hecho, el complejo universitario es tan familiar como tu casa, aunque con bastante más gente. Pero tranquilo su buen señor, nadie le va a quitar su autógrafo, aunque tal vez deberías pasar por un banco a depositarlo, tal vez así te sientas más seguro. Tal vez en lo que si deberías preocuparte es estudiar, por lo como buen estudiante de primero de promoción vas a la biblioteca y consigues los libros de las asignaturas, lamentablemente no puedes llevarte más de diez por lo que coges los que más urgencia tienes, afortunadamente para tus bolsillos el uso de los libros es gratuito, siempre y cuando no los devuelvas tarde.
Luego encuentras un pequeño apartamento bohemio y acondicionas todo a tu gusto, austero pero eficaz, tal vez deberías darle alguna propinilla, después de todo gente como ellos suelen ser útiles, más para típicos encargos como el periódico o llevar notas de sitios para otros.
-Don Capone, ¿Podemos venir mañana por la mañana a solventar lo que usted mande? - pregunta uno de los jóvenes pecosos.
Hablando de notas, no entiendes un carajo de la nota esa, aunque más o menos sospecharas de a quién pertenece, tal vez un decodificador sepa lo que es por si deseas contactar con alguno, aunque dudo que salgan en las páginas amarillas, pero ya se te ocurra algo ¿No?.
Y si, ciertamente deberías estudiar el caso, aunque sea iniciar una línea de investigación, aunque como todo siempre puedes contratar a alguien que lo haga por ti. Como bien aprecias vas a ir muy justo a dos asignaturas, pero bueno supongo que tendrás un plan para esas dos. Tras llegar al cuartel te comunican que no te pueden dejar acceder a las pruebas ya que no eres el fiscal asignado al caso, pero dejan muy claro que si vienes con una autorización del juez no abra problemas en que veas las pruebas siempre y cuando avises con un día de antelación. Que mala suerte, parece que no vas a poder acceder a las pruebas de la marina por ahora, y si la robas esta perderá su validez, por lo que supongo que descartas cosas raras ¿No?
Finalmente pasan los días y llegan los exámenes, hasta ahora todos han sido un paseo y te queda por hacer esas dos asignaturas que te has atascado ¿Qué harás con ellas? A todo esto cuando acabes con eso llegan otras 5 asignaturas, las cuales son las continuaciones de las de este semestre, todas coinciden en nombres salvo por ese 2 que llevan al final, desde luego estos rectores no son muy originales. respecto a los periódicos el primero te ha puesto más o menos bien, al menos no te ha machacado como Perdidos en terminal los cuales han repetido mucho sobre tu falta de titulo, al menos han dejado claro que la relación con el director es mala y se han disculpado por su "sensacionalismo prematuro", en definitiva tus impresiones no han dejado indiferentes a nadie aunque mucha gente aún no te pone cara. Tal vez no sería mala idea llamar a alguno de los periódicos ofreciendo una entrevista hablando sobre tu vida universitaria. Por cierto, noi encuentras ningun articulo del tercer periodista ¿Un poco raro no crees?
Luego empiezas a hacer tus planos mentales, y la verdad es que aprendes a ubicarte bastante bien, de hecho, el complejo universitario es tan familiar como tu casa, aunque con bastante más gente. Pero tranquilo su buen señor, nadie le va a quitar su autógrafo, aunque tal vez deberías pasar por un banco a depositarlo, tal vez así te sientas más seguro. Tal vez en lo que si deberías preocuparte es estudiar, por lo como buen estudiante de primero de promoción vas a la biblioteca y consigues los libros de las asignaturas, lamentablemente no puedes llevarte más de diez por lo que coges los que más urgencia tienes, afortunadamente para tus bolsillos el uso de los libros es gratuito, siempre y cuando no los devuelvas tarde.
Luego encuentras un pequeño apartamento bohemio y acondicionas todo a tu gusto, austero pero eficaz, tal vez deberías darle alguna propinilla, después de todo gente como ellos suelen ser útiles, más para típicos encargos como el periódico o llevar notas de sitios para otros.
-Don Capone, ¿Podemos venir mañana por la mañana a solventar lo que usted mande? - pregunta uno de los jóvenes pecosos.
Hablando de notas, no entiendes un carajo de la nota esa, aunque más o menos sospecharas de a quién pertenece, tal vez un decodificador sepa lo que es por si deseas contactar con alguno, aunque dudo que salgan en las páginas amarillas, pero ya se te ocurra algo ¿No?.
Y si, ciertamente deberías estudiar el caso, aunque sea iniciar una línea de investigación, aunque como todo siempre puedes contratar a alguien que lo haga por ti. Como bien aprecias vas a ir muy justo a dos asignaturas, pero bueno supongo que tendrás un plan para esas dos. Tras llegar al cuartel te comunican que no te pueden dejar acceder a las pruebas ya que no eres el fiscal asignado al caso, pero dejan muy claro que si vienes con una autorización del juez no abra problemas en que veas las pruebas siempre y cuando avises con un día de antelación. Que mala suerte, parece que no vas a poder acceder a las pruebas de la marina por ahora, y si la robas esta perderá su validez, por lo que supongo que descartas cosas raras ¿No?
Finalmente pasan los días y llegan los exámenes, hasta ahora todos han sido un paseo y te queda por hacer esas dos asignaturas que te has atascado ¿Qué harás con ellas? A todo esto cuando acabes con eso llegan otras 5 asignaturas, las cuales son las continuaciones de las de este semestre, todas coinciden en nombres salvo por ese 2 que llevan al final, desde luego estos rectores no son muy originales. respecto a los periódicos el primero te ha puesto más o menos bien, al menos no te ha machacado como Perdidos en terminal los cuales han repetido mucho sobre tu falta de titulo, al menos han dejado claro que la relación con el director es mala y se han disculpado por su "sensacionalismo prematuro", en definitiva tus impresiones no han dejado indiferentes a nadie aunque mucha gente aún no te pone cara. Tal vez no sería mala idea llamar a alguno de los periódicos ofreciendo una entrevista hablando sobre tu vida universitaria. Por cierto, noi encuentras ningun articulo del tercer periodista ¿Un poco raro no crees?
- cositas:
- por cada día que tengas a los jovencuelos deberás pagarles una pequeña propina, a no ser que concuerdes algo con ellos, lo cual puede salirte económico a la larga sea lo que sea puedes proponerselo al día siguiente. Narra un poco los exámenes, en especial esos dos más flojos ya que de eso depende tu aprobado, respecto a las otras puedes intentar subir nota,
aunque me deberás dar un motivo para que te suba, si quieres corres riesgos claro. A todo esto vuelve a tirar 7 dados de 10 y pillas los 5 que más te molen, ya sabes como va esto. Te organizas en este post y en el siguiente tendrás esos exámenes, por fortuna parece que vas a tener cuatro días antes de estos, así que tal vez te interese aventurarte por alguno de los cabos sueltos la nota,
la investigación o ganarte el favor de la gente.
!Buena suerte¡
Krieg
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Estaba acostumbrado a que el destino me escupiera a la cara. En otro momento la actitud de aquella vieja se habría ganado mi odio, pero reservaba toda mi bilis para enemigos más importantes que un cadáver de la burocracia. Es más, le llevaría las galletas de todas formas.
Por otro lado, el hecho de no tener que comprar los libros era un hecho agridulce. Por una parte, los tenía sin pagar hasta el mismo día del examen –que ya los entregaría una vez los terminara-, pero por otra esto conllevaba cierto riesgo de no encontrar los tomos de mis futuras asignaturas. Lo único que podría hacer era entregar cada volumen justo tras finalizar su prueba, con la esperanza de encontrar alguno del siguiente curso, preferentemente el primero a evaluar, disponible.
Continuando con los preparativos de mi aventura académica, el encontrar la casa fue bastante fácil. Cerca de la universidad, en un barrio construido con el propósito de arrendar a los estudiantes, se habían erigido varios complejos de apartamentos . Mis caseros, dos muchachos que pretendían como otros tantos aumentar su estatus con la arducia económica, pero que no engañaban a nadie vistiendo caras ropas de desgastada segunda mano, fueron muy amables acogiéndome. Claro está, esto era por puro negocio; ellos disponían de un piso que no habían conseguido colocar en la época de matrículas y yo les venía como oro en paño.
Sin embargo, no podía dejar sin recompensa una actitud tan escasa con mi suerte. Esto, por supuesto, también sería un mero trámite para mis propósitos.
-Lo cierto es que sí. ¿Podrían enseñarme la ciudad? Aunque creo que no podré hasta que no termine mi primer examen de mañana… Podría invitarles a comer primero y luego aprovechando la tranquilidad de la media tarde dar un paseo para bajar la comida- sugeriría amablemente.
Esperaba que no se les ocurriera la desfachatez de cobrarme el tour después de invitarles a comer, aunque de considerar que la comida saliese barata les daría un pequeño incentivo por las molestias.
Esto me ayudaría a conocer un poco más los puntos de interés de la ciudad, permitiéndome ver así a qué contexto social debía explotar. Además, podría ser que encontrara algún indicio que me permitiese descodificar la carta, bien por mí mismo o contratando a una mente más ágil y menos ocupada.
Al final de la tarde, la desgracia volvió a acompañarme conjunto a la incompetencia de la marina. La situación olía a chamusquina, y sin disponer de más tiempo para invertir en los juzgados probablemente todo se acabaría quemando. Tan solo me quedaba esperar, y aferrarme a una esperanza moribunda de que mi continuo estudio, las visitas al juzgado y los paseos por las calles en búsqueda de pistas y recursos valiesen para algo.
Antes de que me diera cuenta, los exámenes habían llegado. Lo cierto es que no tuve problemas para las leyes de mi mar, ni mucho menos para afrontar Derecho civil, y tampoco demasiados para afrontar las leyes de mis vecinos del sur, pero el resto de las asignaturas eran horribles de estudiar.
Blandas y poco eficientes, las leyes del East eran sin duda alguna la razón por la que su debilidad era mundialmente conocida. El código del Norte en cambio, era la viva imagen del autoritarismo.
Por culpa de estos dos océanos, o mejor dicho de sus antítesis, casi suspendo. Mi propia mente intentaba corregir sus extremos, susurrándome al dudar penas menos disparatadas. De no ser por mi desconfianza hacia mi propia preparación, no habría llevado en mi interior los tomos de estas materias. Así, cuando no sabía bien qué responder, y a veces por simple temor a equivocarme, consultaba tanto mis apuntes como los textos originales para solventar las tremendas dificultades encontradas.
¿Era deshonroso hacer trampas? Claro, pero no aquí. No cuando la verdadera justicia estaba en juego y mis enemigos gozaban de todas las ventajas para ganar. Si para defender todo lo que era correcto debía superar un sistema corrupto, no me importaba romperlo. Y además… me aseguraría de repasar las leyes del East para ir sobre seguro en el futuro juicio, por lo que acabaría aprendiendo… ¿Verdad? Verdad.
Nada más terminar los exámenes fui preparando otras cinco asignaturas más. Y como la historia se repetía, la dificultad de las segundas partes de las asignaturas del primer curso volvió a repetirse. Esta vez, al menos, me aseguraría de aprovechar el tiempo libre de las asignaturas para preparar las más complicadas. O al menos, la más difícil de todo si seguía sin comprenderla. No quería recurrir a las “chuletas” a menos que fuese estrictamente necesario.
Por otro lado, el hecho de no tener que comprar los libros era un hecho agridulce. Por una parte, los tenía sin pagar hasta el mismo día del examen –que ya los entregaría una vez los terminara-, pero por otra esto conllevaba cierto riesgo de no encontrar los tomos de mis futuras asignaturas. Lo único que podría hacer era entregar cada volumen justo tras finalizar su prueba, con la esperanza de encontrar alguno del siguiente curso, preferentemente el primero a evaluar, disponible.
Continuando con los preparativos de mi aventura académica, el encontrar la casa fue bastante fácil. Cerca de la universidad, en un barrio construido con el propósito de arrendar a los estudiantes, se habían erigido varios complejos de apartamentos . Mis caseros, dos muchachos que pretendían como otros tantos aumentar su estatus con la arducia económica, pero que no engañaban a nadie vistiendo caras ropas de desgastada segunda mano, fueron muy amables acogiéndome. Claro está, esto era por puro negocio; ellos disponían de un piso que no habían conseguido colocar en la época de matrículas y yo les venía como oro en paño.
Sin embargo, no podía dejar sin recompensa una actitud tan escasa con mi suerte. Esto, por supuesto, también sería un mero trámite para mis propósitos.
-Lo cierto es que sí. ¿Podrían enseñarme la ciudad? Aunque creo que no podré hasta que no termine mi primer examen de mañana… Podría invitarles a comer primero y luego aprovechando la tranquilidad de la media tarde dar un paseo para bajar la comida- sugeriría amablemente.
Esperaba que no se les ocurriera la desfachatez de cobrarme el tour después de invitarles a comer, aunque de considerar que la comida saliese barata les daría un pequeño incentivo por las molestias.
Esto me ayudaría a conocer un poco más los puntos de interés de la ciudad, permitiéndome ver así a qué contexto social debía explotar. Además, podría ser que encontrara algún indicio que me permitiese descodificar la carta, bien por mí mismo o contratando a una mente más ágil y menos ocupada.
Al final de la tarde, la desgracia volvió a acompañarme conjunto a la incompetencia de la marina. La situación olía a chamusquina, y sin disponer de más tiempo para invertir en los juzgados probablemente todo se acabaría quemando. Tan solo me quedaba esperar, y aferrarme a una esperanza moribunda de que mi continuo estudio, las visitas al juzgado y los paseos por las calles en búsqueda de pistas y recursos valiesen para algo.
Antes de que me diera cuenta, los exámenes habían llegado. Lo cierto es que no tuve problemas para las leyes de mi mar, ni mucho menos para afrontar Derecho civil, y tampoco demasiados para afrontar las leyes de mis vecinos del sur, pero el resto de las asignaturas eran horribles de estudiar.
Blandas y poco eficientes, las leyes del East eran sin duda alguna la razón por la que su debilidad era mundialmente conocida. El código del Norte en cambio, era la viva imagen del autoritarismo.
Por culpa de estos dos océanos, o mejor dicho de sus antítesis, casi suspendo. Mi propia mente intentaba corregir sus extremos, susurrándome al dudar penas menos disparatadas. De no ser por mi desconfianza hacia mi propia preparación, no habría llevado en mi interior los tomos de estas materias. Así, cuando no sabía bien qué responder, y a veces por simple temor a equivocarme, consultaba tanto mis apuntes como los textos originales para solventar las tremendas dificultades encontradas.
¿Era deshonroso hacer trampas? Claro, pero no aquí. No cuando la verdadera justicia estaba en juego y mis enemigos gozaban de todas las ventajas para ganar. Si para defender todo lo que era correcto debía superar un sistema corrupto, no me importaba romperlo. Y además… me aseguraría de repasar las leyes del East para ir sobre seguro en el futuro juicio, por lo que acabaría aprendiendo… ¿Verdad? Verdad.
Nada más terminar los exámenes fui preparando otras cinco asignaturas más. Y como la historia se repetía, la dificultad de las segundas partes de las asignaturas del primer curso volvió a repetirse. Esta vez, al menos, me aseguraría de aprovechar el tiempo libre de las asignaturas para preparar las más complicadas. O al menos, la más difícil de todo si seguía sin comprenderla. No quería recurrir a las “chuletas” a menos que fuese estrictamente necesario.
- “Notas”:
Como tengo diez horas libres, que no he usado realmente porque hago trampas “trampucias”, dedico esas 10 horas a repasar y estudiar bien las leyes del East.
10 --- Derecho del WB II
10 --- Derecho Civil II
8 --- Derecho del South Blue II
6 --- Derecho del North Blue II
4 --- Derecho del East Blue II + (Primera repetición 5h) 1-2=-1 + Segunda repetición 5h 2-2 =0.
A hacer trampas. Qué mala suerte tengo.
Adam
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Que suerte tienes parece que durante tu examen del East tus compañeros realizan muchas preguntas ya que el enunciado está bastante mal redactado. Esto ocupa a los profesores demasiado como para que se percaten de lo que estás haciendo, bueno nadie puede ver lo que estás haciendo en tu interior por lo que no te pillan. Aun así, es un examen con el tiempo bastante justo como para escribir las definiciones y entre que buscas en el libro y trascribes el tiempo se te pasa volando. Pero finalmente salvas el examen con un seis algo raspado, bueno ni tan mal. Tal vez para la próxima deberías abreviar un poco más en vez de copiar tal cual, además, no sospecharán un poco de ti. Tal vez de no ser por tus otras menciones de honor tu coartada habría quedado coja, pero tenías todo eso en mente ¿No? ¿Realmente no serás un genio del mal?
Al salir están tus dos caseros, tal vez este sea el inicio de una buena amistad. Ambos te comentan que son de familias de baja nobleza, de esa que se mezcló con la burguesía para continuar manteniendo ese nivel adquisitivo. También durante el tour por la ciudad te comentan que terminaron su carrera de derecho y que ahora están tratando de hacer fortuna para montar su propio negocio hotelero, te enseñan los edificios más emblemáticos explicando un poco la historia detrás de los mismos y si así lo deseas te llevan por los barrios más bajos, una zona de tiendas de brujería e incluso un anticuario con el nombre de “Aquelarre”, una pena que parezca cerrado. Los hombres te mencionan que en esa tienda vivía un hombre muy muy viejo que era terriblemente adinerado, murió hace unas semanas en un incendio de forma extraña, el caso es que se ha dicho de todo, desde que era un criminal, que poseía material prohibido por las leyes de la nación o que simplemente fue un accidente y era un hombre terriblemente trabajador.
También te muestran desde la muralla lo que es el Grey terminal, aunque te dicen que mejor dejarlo para una mañana, ya que pronto cerrarán las murallas y no quieren quedarse fuera. También te prometen ir a visitar el pueblo de Fuscia, dicen que la comida esta terriblemente rica.
Por lo que percibes en la isla hay varias realidades, la nobleza se divide en dos o tres estatus y permanece toda ella en la ciudad. Cada una parece tener sus propios intereses. Pero otros lados más allá del muro se conforman con sobrevivir y más allá de ello es desconocido. A todo esto, para comer te llevan a un sitio de la alta ciudad, te mencionan que es el mejor sitio para codearte con gente de alta cuna, en ocasiones pasa la monarquía y algunos van a besarles el culo, después de todo la hija del rey no tiene prometido alguno. De hecho, a la hora de comer, tus amigos invitan a un tal Enrik a sentarse con vosotros, el hombre es agradable y al parecer es un importante empresario con negocios en alta mar, si lo escuchas el hombre te explica cosas interesantes como la situación económica y el problema que sufre la burguesía respecto a las altas tasas de entrada a puerto. “Es la única forma que tiene la alta nobleza de mantenerse” acaba diciendo el hombre en un tono bajo pero cabreado.
El hombre se marcha agradeciendo la invitación. La comida te ha salido un poco cara, pero 4000 berries bien invertidos. Tal vez si comienzas a comer más a menudo por aquí te enteres de los problemas de la “alta sociedad” o simplemente te sablen. Al menos tus caseros no te cobran por el tour y se dan por bien servidos, te preguntan también que para cuando quieres continuar el tour, ya que los exámenes aprietan.
Ah, y ya te han dicho las asignaturas que vienen esta vez son las del mismo nombre pero con III, ah si superas estas ya solo te quedarían 5 más para superar el ecuador de la carrera.
Al salir están tus dos caseros, tal vez este sea el inicio de una buena amistad. Ambos te comentan que son de familias de baja nobleza, de esa que se mezcló con la burguesía para continuar manteniendo ese nivel adquisitivo. También durante el tour por la ciudad te comentan que terminaron su carrera de derecho y que ahora están tratando de hacer fortuna para montar su propio negocio hotelero, te enseñan los edificios más emblemáticos explicando un poco la historia detrás de los mismos y si así lo deseas te llevan por los barrios más bajos, una zona de tiendas de brujería e incluso un anticuario con el nombre de “Aquelarre”, una pena que parezca cerrado. Los hombres te mencionan que en esa tienda vivía un hombre muy muy viejo que era terriblemente adinerado, murió hace unas semanas en un incendio de forma extraña, el caso es que se ha dicho de todo, desde que era un criminal, que poseía material prohibido por las leyes de la nación o que simplemente fue un accidente y era un hombre terriblemente trabajador.
También te muestran desde la muralla lo que es el Grey terminal, aunque te dicen que mejor dejarlo para una mañana, ya que pronto cerrarán las murallas y no quieren quedarse fuera. También te prometen ir a visitar el pueblo de Fuscia, dicen que la comida esta terriblemente rica.
Por lo que percibes en la isla hay varias realidades, la nobleza se divide en dos o tres estatus y permanece toda ella en la ciudad. Cada una parece tener sus propios intereses. Pero otros lados más allá del muro se conforman con sobrevivir y más allá de ello es desconocido. A todo esto, para comer te llevan a un sitio de la alta ciudad, te mencionan que es el mejor sitio para codearte con gente de alta cuna, en ocasiones pasa la monarquía y algunos van a besarles el culo, después de todo la hija del rey no tiene prometido alguno. De hecho, a la hora de comer, tus amigos invitan a un tal Enrik a sentarse con vosotros, el hombre es agradable y al parecer es un importante empresario con negocios en alta mar, si lo escuchas el hombre te explica cosas interesantes como la situación económica y el problema que sufre la burguesía respecto a las altas tasas de entrada a puerto. “Es la única forma que tiene la alta nobleza de mantenerse” acaba diciendo el hombre en un tono bajo pero cabreado.
El hombre se marcha agradeciendo la invitación. La comida te ha salido un poco cara, pero 4000 berries bien invertidos. Tal vez si comienzas a comer más a menudo por aquí te enteres de los problemas de la “alta sociedad” o simplemente te sablen. Al menos tus caseros no te cobran por el tour y se dan por bien servidos, te preguntan también que para cuando quieres continuar el tour, ya que los exámenes aprietan.
Ah, y ya te han dicho las asignaturas que vienen esta vez son las del mismo nombre pero con III, ah si superas estas ya solo te quedarían 5 más para superar el ecuador de la carrera.
- Anotaciones:
Primero perdona por la tardanza, he priorizado esto cuanto he podido pero me has pillado terminando finales. Mis disculpas.
Al lió esta vez tienes las 5 mismas asignaturas con un III, así que lo de siempre 7 dados y escoges los 5 que más te molen.
Por ahora el tour te ha servido para conocer las realidades de las gentes de Goa, ahora decidirás con que "facción" empatizas más, tal vez deberías contentar a todas o será más producente contentar a una. ¿Poder, revolución? Por ahora eres un desconocido, aunque tal vez si haces algo memorable te concedan una entrevista ¿Quién es Capone?
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Las cosas eran mucho más complicadas de lo que me había esperado. A pesar de haber copiado las respuestas de los libros, y más que nada por haber tardado demasiado en hacerlo, había sacado un seis en la asignatura más importante y que peor se me daba. Me daba asco a mí mismo, más que el que me tenía de costumbre, pues a pesar de mis esfuerzos solo era un pedazo de mierda que copiaba y sacaba un mísero “Bien”.
Puse mi mejor cara para afrontar la cita que tenía con los dos hermanos. No parecieron darse cuenta, e incluso por un momento yo mismo conseguí creerme aquella mentira. Al fin y al cabo la práctica hace al maestro, ¿no? A veces dudo qué parte de mí es real y cuál es tan solo una máscara. Lo único certero es que el odio que me profeso a mí mismo no puede compararse al que le tengo a la injusticia.
El paseo turístico por las calles de Goa me dejó algo más clara la profundidad de la corrupción en aquella tierra y la normalidad con la que trataban el hecho sus habitantes. En el almuerzo, el amigo de mis amigos, y por lo tanto amigo mío, terminó de dejarme las cosas claras. El odio se cocía en el corazón de los ciudadanos lentamente, demasiado para que las preocupaciones del día a día y los hechos del mundo no la ahogaran bajo el peso de la rutina. Era… ¿Cómo definir una situación de inopia y abandono tan evidente? Una mezcla de tristeza y rabia, un desasosiego tan grande al que, por desgracia o por temor a ello, se le presta poca atención. ¿Qué palabra…?
-¿El Tour?- repetí para darme un pie de entrada casual-. Podríamos dejarlo para el fin de semana si les parece bien. Así me enfoco todo lo que pueda en aprobar las asignaturas del tercer curso, y les doy tiempo para planificarse. Si les parece que esta vez tomemos una opción más… nocturna; aún no he tenido el placer de ver su ciudad de noche- les sugeriría amablemente.
Antes de separarnos, pues no volvería inmediatamente al hospicio, les preguntaría algo más, algo que se me había ocurrido en el almuerzo pero que no había tenido la oportunidad de mencionar.
-¿Por casualidad no conservarán sus apuntes o los tipos de exámenes de su promoción, verdad?- dejé aflorar la súplica en mi tono.
La otra pregunta, bastante más personal, la reservaría para cuando el peso de la cena y el alivio del alcohol les abrazara el alma aquel fin de semana. Desgraciadamente, temía conocer la respuesta.
Antes de volver a la rutina, y dándole vueltas a toda la situación de la ciudad, dediqué una mirada a la muralla que separaba física y socialmente los estratos de la ciudad.
-Terminal.-Esa era la palabra que andaba buscando.
El poco tiempo libre que tuviera, que no era mucho entre apuntes y preparar respuestas a posibles preguntas para no ir teniendo que copiar literalmente de los libros, lo invertiría en llevarle las galletas a aquella urraca malnacida y correr en un intento de hacer bajar la bilis que empapaba mi garganta. La rabia se estaba haciendo hueco en mi alma acartonada, y no podía dejar que esta nublara mi pensamiento; suficiente tenía ya con un pesimismo al que llamaba experiencia. Quién sabe, quizás si corría lo suficiente podría dejar mi pasado atrás, o bien chocarme contra un futuro menos aciago.
Puse mi mejor cara para afrontar la cita que tenía con los dos hermanos. No parecieron darse cuenta, e incluso por un momento yo mismo conseguí creerme aquella mentira. Al fin y al cabo la práctica hace al maestro, ¿no? A veces dudo qué parte de mí es real y cuál es tan solo una máscara. Lo único certero es que el odio que me profeso a mí mismo no puede compararse al que le tengo a la injusticia.
El paseo turístico por las calles de Goa me dejó algo más clara la profundidad de la corrupción en aquella tierra y la normalidad con la que trataban el hecho sus habitantes. En el almuerzo, el amigo de mis amigos, y por lo tanto amigo mío, terminó de dejarme las cosas claras. El odio se cocía en el corazón de los ciudadanos lentamente, demasiado para que las preocupaciones del día a día y los hechos del mundo no la ahogaran bajo el peso de la rutina. Era… ¿Cómo definir una situación de inopia y abandono tan evidente? Una mezcla de tristeza y rabia, un desasosiego tan grande al que, por desgracia o por temor a ello, se le presta poca atención. ¿Qué palabra…?
-¿El Tour?- repetí para darme un pie de entrada casual-. Podríamos dejarlo para el fin de semana si les parece bien. Así me enfoco todo lo que pueda en aprobar las asignaturas del tercer curso, y les doy tiempo para planificarse. Si les parece que esta vez tomemos una opción más… nocturna; aún no he tenido el placer de ver su ciudad de noche- les sugeriría amablemente.
Antes de separarnos, pues no volvería inmediatamente al hospicio, les preguntaría algo más, algo que se me había ocurrido en el almuerzo pero que no había tenido la oportunidad de mencionar.
-¿Por casualidad no conservarán sus apuntes o los tipos de exámenes de su promoción, verdad?- dejé aflorar la súplica en mi tono.
La otra pregunta, bastante más personal, la reservaría para cuando el peso de la cena y el alivio del alcohol les abrazara el alma aquel fin de semana. Desgraciadamente, temía conocer la respuesta.
Antes de volver a la rutina, y dándole vueltas a toda la situación de la ciudad, dediqué una mirada a la muralla que separaba física y socialmente los estratos de la ciudad.
-Terminal.-Esa era la palabra que andaba buscando.
El poco tiempo libre que tuviera, que no era mucho entre apuntes y preparar respuestas a posibles preguntas para no ir teniendo que copiar literalmente de los libros, lo invertiría en llevarle las galletas a aquella urraca malnacida y correr en un intento de hacer bajar la bilis que empapaba mi garganta. La rabia se estaba haciendo hueco en mi alma acartonada, y no podía dejar que esta nublara mi pensamiento; suficiente tenía ya con un pesimismo al que llamaba experiencia. Quién sabe, quizás si corría lo suficiente podría dejar mi pasado atrás, o bien chocarme contra un futuro menos aciago.
- “Notas”:
Como tengo diez horas libres, que no he usado realmente porque hago trampas “trampucias”, dedico esas 10 horas a repasar y estudiar bien las leyes del East.
10 --- Derecho del WB III
10 --- Derecho Civil III
9 --- Derecho del South Blue III
5 --- Derecho del North Blue III
3 --- Derecho del East Blue III + (Primera repetición 5h) 2-2=-0 + Segunda repetición 5h 6-2 =0
4.
Y voy respetando que se me atraganta esa asignatura cual hueso de pollo, viéndome obligado a hacer un poco de trampa. Esta vez procuraré que sea solo para aprobar, pues considero que Boss empieza a sentirse asqueado de su propia inutilidad.
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