Ivan Markov
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Estacas... ¡lo que le faltaba! Por suerte fueron pocas, y la mayoría pasaron lejos de él o fueron cortadas por su ataque. Cuando iba a prepararse para virar, la burbuja simplemente estalló, y el roble empezó a caer. El murciélago se detuvo y se preparó para seguirle, cuando de repente unas lianas verdes retorciéndose sobre sí mismas pasó entre él y su bandada. Gracias a su pequeño tamaño pasó entre ellas, aunque estas atraparon a algunos de los murciélagos, que se disiparon no sin antes cortar algunas partes de la planta. Eso no fue todo, sino que frente a él Kodama volvió a ascender, posado en otra burbuja. Percibiendo una amenaza adelante, retrocedió con un aleteo quedando por detrás de la bandada y volviendo a su forma humana. ¿Cómo describir el caos posterior desde el punto de vista de Ivan? Viento. Muy fuerte y ruidoso. Una serie de fuertes destellos seguidos de sonidos de impactos metálicos. Y para cuando tuvo el tornado frente a él y el último murciélago se disipó contra este, su rápida reacción fue más fruto de puros reflejos y habilidad que de una táctica pensada y medida. Alzando a Vanator con un gesto de ira, trazó un corte descendente mientras la oscura hoja comenzaba a destellar en azul.
- ¡Busou: Halbmond!
Una medialuna azul con tintes negros brotó de la espada, cortando a la mitad el tornado. El vampiro soltó una suave carcajada, con una mirada feroz. No había salido indemne: tenía un feo corte en la mejilla izquierda hasta debajo de la oreja, otro en el brazo derecho, un par más en el torso, otros dos en la cara interna de los muslos... sin embargo, el vampiro sonreía. Aquel dolor era simplemente, vida. Era aquella sensación de ver su vida en peligro, de notar en sus carnes los ataques del enemigo, la visión de su sangre derramada... eran aquellos momentos los que le hacían sentirse realmente vivo. Se lamió una gota de sangre de la mejilla con una mueca burlona, mientras sus heridas comenzaban a cerrarse a un ritmo cada vez mayor. Con una carcajada se apoyó a Vanator en el hombro y le dirigió una mirada desafiante.
- Veo que no va a ser sencillo... ¡bien! No esperaba menos - miró directamente a los ojos del marine - Ahora es cuando comienza el verdadero juego.
Mientras pronunciaba las últimas palabras su expresión cambió totalmente, volviéndose fría y cruel. Sus ojos se volvieron de un color rojo intenso, mientras toda la frustración, la ira y la rabia de Ivan se condensaban en estos. Se imaginó a sí mismo transformándose en un enorme dragón rojo que con un poderoso rugido, lanzaría una inmensa llamarada sobre el hombre árbol. Mientras intentaba implantar esa ilusión en la mente de su enemigo, metió la mano libre en el interior de la manga de su gabardina discretamente, aferrando la empuñadura de una de las dagas que ocultaba en esta. Acelerando de golpe, echó a volar hacia el hombre árbol lanzando la daga imbuida en haki hacia la burbuja, para luego pasar por la izquierda del árbol trazándole un tajo hacia el tronco, con fuego blanco brotando de nuevo de su espada y recurriendo a su endurecimiento. Iba lo bastante rápido como para que, si lograba reventar la burbuja, su ataque diese antes de que empezara a caer. Como guinda al pastel, haría que la daga trazara un arco hacia arriba (si es que no era detenida por nada tras pasar por la burbuja) para al continuar con su vuelo pasado ya Kodama agarrarla.
- No eres el único con trucos bajo la manga, capitán.
- ¡Busou: Halbmond!
Una medialuna azul con tintes negros brotó de la espada, cortando a la mitad el tornado. El vampiro soltó una suave carcajada, con una mirada feroz. No había salido indemne: tenía un feo corte en la mejilla izquierda hasta debajo de la oreja, otro en el brazo derecho, un par más en el torso, otros dos en la cara interna de los muslos... sin embargo, el vampiro sonreía. Aquel dolor era simplemente, vida. Era aquella sensación de ver su vida en peligro, de notar en sus carnes los ataques del enemigo, la visión de su sangre derramada... eran aquellos momentos los que le hacían sentirse realmente vivo. Se lamió una gota de sangre de la mejilla con una mueca burlona, mientras sus heridas comenzaban a cerrarse a un ritmo cada vez mayor. Con una carcajada se apoyó a Vanator en el hombro y le dirigió una mirada desafiante.
- Veo que no va a ser sencillo... ¡bien! No esperaba menos - miró directamente a los ojos del marine - Ahora es cuando comienza el verdadero juego.
Mientras pronunciaba las últimas palabras su expresión cambió totalmente, volviéndose fría y cruel. Sus ojos se volvieron de un color rojo intenso, mientras toda la frustración, la ira y la rabia de Ivan se condensaban en estos. Se imaginó a sí mismo transformándose en un enorme dragón rojo que con un poderoso rugido, lanzaría una inmensa llamarada sobre el hombre árbol. Mientras intentaba implantar esa ilusión en la mente de su enemigo, metió la mano libre en el interior de la manga de su gabardina discretamente, aferrando la empuñadura de una de las dagas que ocultaba en esta. Acelerando de golpe, echó a volar hacia el hombre árbol lanzando la daga imbuida en haki hacia la burbuja, para luego pasar por la izquierda del árbol trazándole un tajo hacia el tronco, con fuego blanco brotando de nuevo de su espada y recurriendo a su endurecimiento. Iba lo bastante rápido como para que, si lograba reventar la burbuja, su ataque diese antes de que empezara a caer. Como guinda al pastel, haría que la daga trazara un arco hacia arriba (si es que no era detenida por nada tras pasar por la burbuja) para al continuar con su vuelo pasado ya Kodama agarrarla.
- No eres el único con trucos bajo la manga, capitán.
- Técnicas:
- Jäger schauen: Cuando activa este poder, los ojos de Ivan se vuelven rojos. Todo el que le mire a los ojos sentirá miedo hacia él, este es un efecto escénico y a interpretar por el jugador, pero perdurará durante un rato después a que se corte el contacto visual. Además las personas que tengan al menos diez niveles menos que él sabrán al momento que están ante alguien más poderoso que ellos. De manera activa y no más de una vez cada dos posts por persona, puede hacer que alguien a quien esté mirando a los ojos sienta su sed de sangre en toda su intensidad, y tendrá una premonición como las del haki de observación en que verá a Ivan atacándole de acuerdo a la manera en que este esté pensando en dañarle.
Haki superior: turno 2/7 endurecimiento 2/15 de uso.
Halbmond [Excalibur]: Trazando un corte con la espada, crea una onda cortante azul con forma de media luna. Posee un arco creciente según la distancia, y se disipa a lo largo de diez metros, más un metro cada diez niveles. Esta onda abarcará, como mucho, un ángulo de 60 grados.
Killer Dolch [Manual Puppetmaster]: Ivan lanza una daga y controla de manera limitada su trayectoria, corrigiendo así el rumbo y mejorando su precisión.
Dritter Mond, Boreas: Con este poder Ivan canaliza el frío de la técnica base del "Estilo de las Doce Lunas" para generar una llama fría en torno a un arma, sus manos o munición de una pistola. Esta llama está a -20º, y congela en vez de quemar.
Mi velocidad máxima es de 320 kilómetros hora. No sé a qué velocidad acelero, pero supongo que iré a unos... ¿150 o así?. Como aclaración.
Roland von Klauswitz
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“¡Corre, corre, corre, corre!”, le gritaba su instinto. Cómo deseaba hacerle caso...
Durante un segundo, se quedó paralizado. La premonición había sido tan clara como aterradora, y realmente le había pillado por sorpresa. Tenía entendido que había gente con la capacidad de adoptar la forma de un dragón, pero que precisamente le tocase a él oponerse a él... Ya era mala suerte. Pero el mantra no mentía, así que le tocaría afrontarlo.
Tratando de controlar su ancestral miedo al fuego, hizo brotar diez afiladas ramas de su espalda y las cruzó frente a él. Disiparía la llamarada a base de fuerza, eso haría. No iba a dejarse vencer con sus temores.
“Aquí viene. Aquí viene. Aquí...”
¿Dónde diablos estaba el fuego? No le llevó mucho tiempo comprender que no habría llama alguna, aunque para entonces el haki ya le avisaba de otro ataque y la burbuja ya había estallado. Otra vez para abajo. No estaba costumbrado a caerse tanto en un solo día.
Reaccionó extendiendo sus ramas casi por instinto. Notó que golpeaba algo metálico, y un intenso frío en el torso y en el brazo izquierdo, tremendamente desagradable. Mientras se precipitaba de nuevo desde las alturas, contempló horrorizado la marca de corte que tenía en el costado, rodeada por varios centímetros de corteza congelada. Un par de sus ramas y también el brazo habían sufrido lo peor del impacto, seguramente gracias a haber desviado un poco el arma. Decidió cortar su inútil brazo congelado y hacer que creciera otra rama que moldeó con la forma de su extremidad. Segregó resina por el corte del tronco y confió en que se le pasase la horrenda sensación de frío extremo que provenía de la herida. O al menos que no se extendiera.
Esta vez no creó una sola burbuja. Sabía que era vulnerable en un combate en el aire, y ya había tenido bastantes caídas por un día. Dos docenas de pompas tomaron forma a su alrededor. Kodama se erguía sobre una de ellas, y otras tres flotaban a su alrededor; el resto, aproximadamente del tamaño de una cabeza, se extendían por el cielo y ascendían al mismo ritmo que él.
-Lo del fuego ha estado mal. Se acabó lo de ser blando.
El Roble alzó su nueva mano izquierda y las pompas se oscurecieron. Una veintena de esferas negras comenzó a girar cada vez a mayor velocidad, estrechando el cerco alrededor del pirata, rodeándolo desde cada vez menos distancia. Ya había asumido que lo de capturarlo no sería fácil, por lo que estaba claro que tendría que darle un par de golpes antes de hacerlo. El frío que sentía -o que creía sentir, porque no tenía muy claro si su cerebro humano se lo imaginaba- le recordaba que no debía confiarse.
Cerró la mano. En respuesta a una orden mental, las burbujas volaron hacia su rival con la intención de aplastarlo entre ellas. Le golpearían desde todas partes antes de volver a unirse todas en una sola burbuja más grande, capaz de albergarlo en su interior. Kodama ignoraba si bastaría para retenerlo, incluso con el haki que imbuía el frágil jabón, o si conseguiría siquiera atraparlo así, por lo que aprovecharía el tiempo que estuviese encerrado en ella -si es que todo iba bien- para descargar una lluvia de estacas.
Durante un segundo, se quedó paralizado. La premonición había sido tan clara como aterradora, y realmente le había pillado por sorpresa. Tenía entendido que había gente con la capacidad de adoptar la forma de un dragón, pero que precisamente le tocase a él oponerse a él... Ya era mala suerte. Pero el mantra no mentía, así que le tocaría afrontarlo.
Tratando de controlar su ancestral miedo al fuego, hizo brotar diez afiladas ramas de su espalda y las cruzó frente a él. Disiparía la llamarada a base de fuerza, eso haría. No iba a dejarse vencer con sus temores.
“Aquí viene. Aquí viene. Aquí...”
¿Dónde diablos estaba el fuego? No le llevó mucho tiempo comprender que no habría llama alguna, aunque para entonces el haki ya le avisaba de otro ataque y la burbuja ya había estallado. Otra vez para abajo. No estaba costumbrado a caerse tanto en un solo día.
Reaccionó extendiendo sus ramas casi por instinto. Notó que golpeaba algo metálico, y un intenso frío en el torso y en el brazo izquierdo, tremendamente desagradable. Mientras se precipitaba de nuevo desde las alturas, contempló horrorizado la marca de corte que tenía en el costado, rodeada por varios centímetros de corteza congelada. Un par de sus ramas y también el brazo habían sufrido lo peor del impacto, seguramente gracias a haber desviado un poco el arma. Decidió cortar su inútil brazo congelado y hacer que creciera otra rama que moldeó con la forma de su extremidad. Segregó resina por el corte del tronco y confió en que se le pasase la horrenda sensación de frío extremo que provenía de la herida. O al menos que no se extendiera.
Esta vez no creó una sola burbuja. Sabía que era vulnerable en un combate en el aire, y ya había tenido bastantes caídas por un día. Dos docenas de pompas tomaron forma a su alrededor. Kodama se erguía sobre una de ellas, y otras tres flotaban a su alrededor; el resto, aproximadamente del tamaño de una cabeza, se extendían por el cielo y ascendían al mismo ritmo que él.
-Lo del fuego ha estado mal. Se acabó lo de ser blando.
El Roble alzó su nueva mano izquierda y las pompas se oscurecieron. Una veintena de esferas negras comenzó a girar cada vez a mayor velocidad, estrechando el cerco alrededor del pirata, rodeándolo desde cada vez menos distancia. Ya había asumido que lo de capturarlo no sería fácil, por lo que estaba claro que tendría que darle un par de golpes antes de hacerlo. El frío que sentía -o que creía sentir, porque no tenía muy claro si su cerebro humano se lo imaginaba- le recordaba que no debía confiarse.
Cerró la mano. En respuesta a una orden mental, las burbujas volaron hacia su rival con la intención de aplastarlo entre ellas. Le golpearían desde todas partes antes de volver a unirse todas en una sola burbuja más grande, capaz de albergarlo en su interior. Kodama ignoraba si bastaría para retenerlo, incluso con el haki que imbuía el frágil jabón, o si conseguiría siquiera atraparlo así, por lo que aprovecharía el tiempo que estuviese encerrado en ella -si es que todo iba bien- para descargar una lluvia de estacas.
- Resumen:
- Acojonarse por la premonición del fuego - Extender varias ramas cuando la burbuja revienta - Crear un buen montón de pompas con haki - Hacerlas girar alrededor de Ivan y que vuelen hacia él para golpearle y después unirse en una burbuja más grande en la que encerrarlo - Lluvia de estacas
matavampiros
Ivan Markov
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Cogió la daga rápida pero cuidadosamente, evitando el filo, para luego volver a meterla en la funda oculta del interior de la manga. Buscó con la mirada al capitán, convencido de haber logrado impactarle. Había sentido el acero de Vanator atravesando la madera... era una sensación diferente a herir a un enemigo normal. Alzó el arma observando el filo, sin encontrar sangre. "Como temía, este combate va a ser especialmente difícil." Entrecerró los ojos observando cómo ramas crecían del muñón del marine, volviendo a reconstruir su brazo. Una sonrisa asomó al rostro del vampiro, que se apoyó la espada al hombro con una mirada que mezclaba admiración y una alegría salvaje. Había logrado encontrar un rival de su talla, alguien capaz de ser un auténtico desafío y hacerle sentir que estaba en auténtico peligro de muerte. Si lograba vencerle, se volvería incluso más poderoso de lo que ya era.
- ¿Blando dices? - soltó una carcajada - Ya era hora de que te pusieras en serio. Estos rascazos apenas sí escuecen.
El corte de su mejilla ya había desaparecido del todo, dejando como único testimonio de su existencia unas manchas de sangre. Los cortes del resto de su cuerpo se habían convertido ya en superficiales y estaban terminando de cerrarse en aquel momento. A pesar de la intensidad del combate, ambos eran extremadamente resilientes y sus capacidades de recuperación estaban fuera de lo normal. "Así que fuego... ¿eh? Era lógico pensarlo, pero no me imaginaba que le incomodase hasta ese punto. Bueno, no es muy diferente conmigo." Se preguntó si sería el momento de usar "eso." La mera idea le causaba escalofríos, y de ser posible le gustaría evitarla. Era algo que podía esperar... tenía otros medios para darle problemas e intentar ir tanteándolo y obligarlo a desgastarse. "Me pregunto si el veneno le afecta de la misma manera que a los humanos" pensó sonriendo torvamente, mientras pulsaba un botón oculto en el pomo de la espada.
- ¿Vas a seguir repitiendo trucos, capitán? - dijo burlonamente, al ver las burbujas alzándose hacia él - Está bien, lo haremos a tu manera.
En lugar de esquivar los ataques, volvió a concentrar su voluntad en el acero, trazando una lluvia de feroces cortes. Aún imbuidas en haki, si él hacía lo mismo aquellas pompas no eran nada más que eso, mientras que él empuñaba la espada legendaria de los Markov. Comenzó a volar hacia el marine haciéndolas estallar a diestro y siniestro con una sonrisa, cuando de repente notó un doloroso impacto en la espalda que le hizo perder el ritmo. Para cuando se dio cuenta, todas las bolas restantes se habían pegado a él y formado una burbuja grande a su alrededor. Arqueó una ceja, entre decepcionado y frustrado. ¿Acaso no era obvio que podía romper sin problemas aquellas cosas? Entonces fue cuando vio las puntas de madera formándose en el hombre árbol y comprendió su error.
- Oh, vaya...
Cortar la burbuja no fue el problema. Ni siquiera le impidió reaccionar a tiempo para desviar la primera estaca, gracias a su destreza con la espada. El problema fue el enorme número de las mismas, y aunque trazaba amplios y veloces arcos con el objetivo de detener las máximas posibles, simplemente eran demasiadas. Y tener que priorizar en bloquear cualquier ataque a su pecho complicaba todo lo demás. Y así fue cometiendo errores, y una le atravesó la pierna izquierda, otra el abdomen, una tercera le arrancó un cacho de carne en el brazo derecho... finalmente echó a volar haciendo zigzag, tratando de salir del área del ataque y recibiendo una cuarta bajo el costado. "Si al menos hubiese podido emplear mi busoushoku..." pero estaba abusando demasiado de él en los ataques, y mantenerlo tanto para ataque como defensa era complicado. Sobre todo si pretendía emplearlo el máximo tiempo posible. Se alejó unos metros, gruñendo, mientras se arrancaba la madera del abdomen.
- Te lo reconozco, eso no me lo esperaba - dijo, quitándose otra con una mueca - Definitivamente eres peligroso... no voy a poder contenerme lo más mínimo.
Una fina niebla comenzó a brotar del filo de Vanator, casi apenas una cortinilla, envolviendo al vampiro. Este terminó de arrancarse las estacas y dirigió una mirada fría al árbol, relamiéndose. Nuevamente volvió a agarrar el borde de su gabardina y hacer un movimiento ondeante con esta, saliendo una nueva lluvia de murciélagos que tapó a Ivan. Sin perder el tiempo, agarró la espada con la boca y se metió la mano en el interior de la gabardina, extrayendo una lanza del interior de esta. Aquel era el poder del Manto de Sombras: pese a parecer ropa normal, en su interior podía cargar un arsenal entero sin que se notara. "Billeno... me causaste muchos problemas en su día. Es hora de que saque provecho a tu trofeo." Se puso en posición, preparándose para arrojar la lanza mientras centraba su haki de observación en Kodama para tener clara su posición. La lanza se volvió de color negro metálico al imbuirse en su busoushoku, y tras dedicar un momento a apuntar, arrojó el arma con todas sus fuerzas, tan veloz que adelantó en un instante a los murciélagos, directa al hombre árbol.
- ¿Blando dices? - soltó una carcajada - Ya era hora de que te pusieras en serio. Estos rascazos apenas sí escuecen.
El corte de su mejilla ya había desaparecido del todo, dejando como único testimonio de su existencia unas manchas de sangre. Los cortes del resto de su cuerpo se habían convertido ya en superficiales y estaban terminando de cerrarse en aquel momento. A pesar de la intensidad del combate, ambos eran extremadamente resilientes y sus capacidades de recuperación estaban fuera de lo normal. "Así que fuego... ¿eh? Era lógico pensarlo, pero no me imaginaba que le incomodase hasta ese punto. Bueno, no es muy diferente conmigo." Se preguntó si sería el momento de usar "eso." La mera idea le causaba escalofríos, y de ser posible le gustaría evitarla. Era algo que podía esperar... tenía otros medios para darle problemas e intentar ir tanteándolo y obligarlo a desgastarse. "Me pregunto si el veneno le afecta de la misma manera que a los humanos" pensó sonriendo torvamente, mientras pulsaba un botón oculto en el pomo de la espada.
- ¿Vas a seguir repitiendo trucos, capitán? - dijo burlonamente, al ver las burbujas alzándose hacia él - Está bien, lo haremos a tu manera.
En lugar de esquivar los ataques, volvió a concentrar su voluntad en el acero, trazando una lluvia de feroces cortes. Aún imbuidas en haki, si él hacía lo mismo aquellas pompas no eran nada más que eso, mientras que él empuñaba la espada legendaria de los Markov. Comenzó a volar hacia el marine haciéndolas estallar a diestro y siniestro con una sonrisa, cuando de repente notó un doloroso impacto en la espalda que le hizo perder el ritmo. Para cuando se dio cuenta, todas las bolas restantes se habían pegado a él y formado una burbuja grande a su alrededor. Arqueó una ceja, entre decepcionado y frustrado. ¿Acaso no era obvio que podía romper sin problemas aquellas cosas? Entonces fue cuando vio las puntas de madera formándose en el hombre árbol y comprendió su error.
- Oh, vaya...
Cortar la burbuja no fue el problema. Ni siquiera le impidió reaccionar a tiempo para desviar la primera estaca, gracias a su destreza con la espada. El problema fue el enorme número de las mismas, y aunque trazaba amplios y veloces arcos con el objetivo de detener las máximas posibles, simplemente eran demasiadas. Y tener que priorizar en bloquear cualquier ataque a su pecho complicaba todo lo demás. Y así fue cometiendo errores, y una le atravesó la pierna izquierda, otra el abdomen, una tercera le arrancó un cacho de carne en el brazo derecho... finalmente echó a volar haciendo zigzag, tratando de salir del área del ataque y recibiendo una cuarta bajo el costado. "Si al menos hubiese podido emplear mi busoushoku..." pero estaba abusando demasiado de él en los ataques, y mantenerlo tanto para ataque como defensa era complicado. Sobre todo si pretendía emplearlo el máximo tiempo posible. Se alejó unos metros, gruñendo, mientras se arrancaba la madera del abdomen.
- Te lo reconozco, eso no me lo esperaba - dijo, quitándose otra con una mueca - Definitivamente eres peligroso... no voy a poder contenerme lo más mínimo.
Una fina niebla comenzó a brotar del filo de Vanator, casi apenas una cortinilla, envolviendo al vampiro. Este terminó de arrancarse las estacas y dirigió una mirada fría al árbol, relamiéndose. Nuevamente volvió a agarrar el borde de su gabardina y hacer un movimiento ondeante con esta, saliendo una nueva lluvia de murciélagos que tapó a Ivan. Sin perder el tiempo, agarró la espada con la boca y se metió la mano en el interior de la gabardina, extrayendo una lanza del interior de esta. Aquel era el poder del Manto de Sombras: pese a parecer ropa normal, en su interior podía cargar un arsenal entero sin que se notara. "Billeno... me causaste muchos problemas en su día. Es hora de que saque provecho a tu trofeo." Se puso en posición, preparándose para arrojar la lanza mientras centraba su haki de observación en Kodama para tener clara su posición. La lanza se volvió de color negro metálico al imbuirse en su busoushoku, y tras dedicar un momento a apuntar, arrojó el arma con todas sus fuerzas, tan veloz que adelantó en un instante a los murciélagos, directa al hombre árbol.
- Técnicas:
- Blutflügel: Con esta técnica genera un área de 1x1x2 metros llena de pequeños murciélagos con las alas imbuidas en energía azul capaz de cortar hierro. Estos no pueden dispersarse, siempre avanzan en bandada.
Lanza de Billeno: Una lanza de kairoseki del 25% de pureza.
Haki superior: turno 3/7 endurecimiento 3/15 de uso.
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Para ser un humano, era un tipo inusualmente resistente. Era capaz de arrancarse de un tirón las gruesas estacas que le atravesaban como si no fuesen más que astillas en el pulgar. ¿Cómo iba a eliminar a un tipo así? Si ensartarle las tripas con un pedazo de madera no conseguía nada, difícilmente podría vencerlo sin matarlo. Eso, por supuesto, era un problema para ambos. Kodama tendría que esforzarse un poco más, y para Ivan significaba que se eliminaba la posibilidad de ser capturado vivo.
Además de eso, estaba claro que las burbujas habían cumplido su función. El hecho de necesitarlas para volar le suponía una importante desventaja, y que se enfrentase a alguien con un haki del mismo calibre que el suyo invalidaba su uso ofensivo. Era momento de cambiar de táctica. Renunciaría a la lucha a distancia y pasaría al cuerpo a cuerpo, donde sus ramas y su tamaño ayudarían a decantar la balanza de su lado. Eso si el pirata no le salía con más trucos extraños.
Cuando vio que convocaba de nuevo a los murciélagos, confió en haber visto ya todo el espectro de sus habilidades. Ya sabía lo que podía hacer, y eso le permitiría contrarrestarlo. Desde luego, tenía que aprender a dejar de confiarse.
Lanza y espada chocaron en el aire con un chirrido agudo y un estruendo atronador. De haber sido un arma normal, el filo de kairoseki que recubría sus armas habría bastado para hacerla pedazos, pero estaba claro que no era un arma normal. En cuanto los aceros se encontraron, dejó de ver por el ojo izquierdo, cosa que le pareció sumamente rara. Le recordaba a las veces en que una ardilla le mordisqueaba, cuando aún no podía moverse. Se llevó la mano a la cabeza y notó vacío donde antes tenía un buen trozo de cara. Una vez oyó hablar de un pirata al que le pasó algo similar mucho tiempo atrás, aunque nunca pensó que compartiría su suerte. Por fortuna, a diferencia de aquel hombre, el rostro de Kodama se curaría.
Al menos seguía teniendo el ojo, solo que cubierto de resina que le impedía ver igual que a un humano le ocurriría con su sangre. Era una suerte, porque no tenía ni idea de si podría regenerar algo que pertenecía a su parte humana. Era fácil para un árbol sustituir una rama por otra, pero no tenía referentes con quien compararse para saber qué pasaría con algo como un ojo. Esperaba no tener que comprobarlo.
"Ya lo arreglaré luego", se dijo. No podía desperdiciar energías regenerando una parte de su cuerpo que no le ayudaría en combate, aunque sí que detuvo la resina y se la apartó para recuperar la visión. Necesitaría ver bien para lo que se avecinaba.
La burbuja transportó al Roble hacia su enemigo. "Ahora irá a recuperar la lanza", supuso, y pensaba interceptarlo de camino. Reduciría las distancias y no lo dejaría escapar. En los pocos segundos que tardó en llegar hasta él, separó de nuevo su arma en dos espadas independientes y lanzó una serie de ondas cortantes con una bonita forma de pájaros para dispersar a los murciélagos. Mientras, esbozaba mentalmente su ataque. Pensaba avasallarlo a base de técnica pura y dura, descargaría sus años de experiencia como espadachín en una sucesión de ataques sin tregua.
Por supuesto, había varios puntos flacos en eso de atacar de frente, pero intentaría solventarlos como mejor pudiera: ¿Cómo anularía su resistencia anormal? Seguro que si le cortaba lo suficiente, se agotaría, como le pasaba a él. ¿Y si rompía la burbuja? Intentaría agarrarse a Ivan con sus ramas para poder seguir atacando, y luego movería las otras tres pompas para mantenerse en el aire. ¿Podría evitar esa peligrosa espada congelante? Bueno, para evitar riesgos, lo primero que haría sería ir a por su mano y obligarlo a soltarla. ¿Estaba muy feo con un trozo de cara menos? Bah, solo lo sabría Ivan, y dudaba que le quedasen ganas de contarlo cuando acabasen.
Además de eso, estaba claro que las burbujas habían cumplido su función. El hecho de necesitarlas para volar le suponía una importante desventaja, y que se enfrentase a alguien con un haki del mismo calibre que el suyo invalidaba su uso ofensivo. Era momento de cambiar de táctica. Renunciaría a la lucha a distancia y pasaría al cuerpo a cuerpo, donde sus ramas y su tamaño ayudarían a decantar la balanza de su lado. Eso si el pirata no le salía con más trucos extraños.
Cuando vio que convocaba de nuevo a los murciélagos, confió en haber visto ya todo el espectro de sus habilidades. Ya sabía lo que podía hacer, y eso le permitiría contrarrestarlo. Desde luego, tenía que aprender a dejar de confiarse.
Lanza y espada chocaron en el aire con un chirrido agudo y un estruendo atronador. De haber sido un arma normal, el filo de kairoseki que recubría sus armas habría bastado para hacerla pedazos, pero estaba claro que no era un arma normal. En cuanto los aceros se encontraron, dejó de ver por el ojo izquierdo, cosa que le pareció sumamente rara. Le recordaba a las veces en que una ardilla le mordisqueaba, cuando aún no podía moverse. Se llevó la mano a la cabeza y notó vacío donde antes tenía un buen trozo de cara. Una vez oyó hablar de un pirata al que le pasó algo similar mucho tiempo atrás, aunque nunca pensó que compartiría su suerte. Por fortuna, a diferencia de aquel hombre, el rostro de Kodama se curaría.
Al menos seguía teniendo el ojo, solo que cubierto de resina que le impedía ver igual que a un humano le ocurriría con su sangre. Era una suerte, porque no tenía ni idea de si podría regenerar algo que pertenecía a su parte humana. Era fácil para un árbol sustituir una rama por otra, pero no tenía referentes con quien compararse para saber qué pasaría con algo como un ojo. Esperaba no tener que comprobarlo.
"Ya lo arreglaré luego", se dijo. No podía desperdiciar energías regenerando una parte de su cuerpo que no le ayudaría en combate, aunque sí que detuvo la resina y se la apartó para recuperar la visión. Necesitaría ver bien para lo que se avecinaba.
La burbuja transportó al Roble hacia su enemigo. "Ahora irá a recuperar la lanza", supuso, y pensaba interceptarlo de camino. Reduciría las distancias y no lo dejaría escapar. En los pocos segundos que tardó en llegar hasta él, separó de nuevo su arma en dos espadas independientes y lanzó una serie de ondas cortantes con una bonita forma de pájaros para dispersar a los murciélagos. Mientras, esbozaba mentalmente su ataque. Pensaba avasallarlo a base de técnica pura y dura, descargaría sus años de experiencia como espadachín en una sucesión de ataques sin tregua.
Por supuesto, había varios puntos flacos en eso de atacar de frente, pero intentaría solventarlos como mejor pudiera: ¿Cómo anularía su resistencia anormal? Seguro que si le cortaba lo suficiente, se agotaría, como le pasaba a él. ¿Y si rompía la burbuja? Intentaría agarrarse a Ivan con sus ramas para poder seguir atacando, y luego movería las otras tres pompas para mantenerse en el aire. ¿Podría evitar esa peligrosa espada congelante? Bueno, para evitar riesgos, lo primero que haría sería ir a por su mano y obligarlo a soltarla. ¿Estaba muy feo con un trozo de cara menos? Bah, solo lo sabría Ivan, y dudaba que le quedasen ganas de contarlo cuando acabasen.
- Resumen:
- Desviar un poquito la lanza y hacerse un Barbablanca - Acercarse volando a Ivan para atacar desde cerca: cortes voladores para apartar del medio a los murciélagos y combo de cortes normales para ver si se le acaba la resistencia a Ivan
y se muere de una vez, priorizando darle un tajo en la mano para que suelte el espadón
Sendan Tori (pájaro cortante): Kodama hace girar sus espadas mientras extiende los brazos y lanza una serie de rápidas ondas de aire cortante con forma de pájaro.
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Pájaros contra murciélagos, naturaleza contra no muerte... aquel combate parecía una metáfora en sí mismo. Un enfrentamiento de opuestos, en el que sólo uno de los dos prevalecería sobre el otro. "Así que el viejo árbol ha decidido dejar los preliminares" esbozó una sonrisa mientras lo veía acercarse "bien... le estaré esperando." Tenía una fea herida en su... ¿rostro? le faltaba un cacho de madera cerca del ojo izquierdo, donde la lanza le había impactado. Vaya, no había logrado clavársela. ¿Había perdido la lanza de Billeno pues? Era una lástima, pues un arma de kairoseki no era algo que pudiera encontrarse todos los días. Sin embargo no podía permitirse el lujo de parar el combate para ir a por su arma, o Kodama acabaría con él. Mientras se aproximaba, el árbol dividió su doble espada en dos, preparándose para caer sobre él, mientras el vampiro se ponía en una pose de esgrima, centrando su mantra sobre él. Aunque los primeros cortes recibidos, no tan graves, ya habían terminado de cerrarse, las heridas de las estacas eran un problema. Tardarían más en regenerarse por ser más profundas y el dolor le impediría ser todo lo hábil que era normalmente. "Pero él debería estar empezando a desgastarse también." Arqueó una ceja al percibir sus intenciones y murmuró:
- Mano derecha...
En cuanto el árbol preparó el primer golpe, el vampiro trazó una veloz floritura haciendo que el tercio débil de la hoja de Kodama se deslizara hacia el fuerte de Vanator y la desvió hacia un lado. Sin embargo el árbol no estaba dispuesto a ceder, y descargó un segundo golpe, y un tercero. El sonido del choque de los aceros restalló en el aire, con el capitán en plena ofensiva. Su oponente era claramente un espadachín muy hábil, probablemente más experimentado que él, pero sus estilos eran demasiado diferentes... y el de Ivan parecía el perfecto para hacer frente a aquella clase de combate. El marine era de la clase de espadachines fuertes capaz de destrozar enemigos con poderoso tajos, con un estilo muy peligroso. Además tenía una letal combinación de habilidad y fuerza que le permitía manejar dos espadas a la vez, y era más fuerte incluso que él. Sin embargo el cazador era un duelista experto en esgrima, con un estilo mucho más ágil y veloz. Donde en el árbol primaba una fuerza salvaje, en el vampiro lo hacía una destreza felina. Sin embargo, pese a estar especializado en derrotar a espadachines como aquel, el marine era muy hábil y compensaba con experiencia y un excelente uso de las dos espadadas el desbalance en la destreza. Y finalmente cometió un error; durante un instante el dolor de su estómago le hizo vacilar un momento más de lo debido, colocó la espada en el ángulo indebido y no logró bloquear la espada de la manera correcta, imponiéndose la fuerza de su rival.
- ¡Mierda...!
Aunque desviado parcialmente de su objetivo inicial, su mano, el golpe de Kodama continuó y atravesó limpiamente su costado derecho de parte a parte. Al intenso dolor se le sumó una debilidad ya conocida, y el miedo se apoderó del vampiro. "Kairoseki..." Escupió un puñado de sangre, alzando una mirada virulenta. No se sentía totalmente fuera de sus fuerzas, debía ser de baja concentración, pero aún así... rápidamente se apresuró a hacer pie en las burbujas, notando que perdía su capacidad de volar. Hizo un titánico esfuerzo para mantenerse en pie pese al dolor de su pierna izquierda, aún en proceso de curarse. Observó la segunda espada yendo hacia él, y en un instante sacó una de las dagas ocultas con su mano izquierda, usándola para bloquear el tercio débil de la espada y desviarla. El acero crujió y se fracturó por el choque contra el arma de Kodama, de mucha mayor calidad, pero logró desviar el arma, que le trazó un doloroso corte en el brazo izquierdo. Pero el sacrificio había merecido la pena, pues Ivan no había bloqueado con Vanator a propósito. Ahora tenía ambas espadas ocupadas... Aprovechando la cercanía y con una sonrisa siniestra, lanzó una estocada al tronco del árbol con todas sus fuerzas y el poder de su haki, con la intención de clavarle el arma. A diferencia del caso del arma de su enemigo, la punta de su espada era de kairoseki puro, y dejaría a un usuario totalmente debilitado y con sus habilidades anuladas. Y si eso no era suficiente... bueno, antes había pulsado el botón oculto. Sería interesante ver el efecto que el veneno de cobra tenía sobre un hombre árbol.
- Has cometido un error subestimándome, capitán Kodama, y ahora vas a pagarlo - volvió a sonreír, con la boca ensangrentada - Moriría contigo, pero me temo que yo... ya estoy muerto.
- Mano derecha...
En cuanto el árbol preparó el primer golpe, el vampiro trazó una veloz floritura haciendo que el tercio débil de la hoja de Kodama se deslizara hacia el fuerte de Vanator y la desvió hacia un lado. Sin embargo el árbol no estaba dispuesto a ceder, y descargó un segundo golpe, y un tercero. El sonido del choque de los aceros restalló en el aire, con el capitán en plena ofensiva. Su oponente era claramente un espadachín muy hábil, probablemente más experimentado que él, pero sus estilos eran demasiado diferentes... y el de Ivan parecía el perfecto para hacer frente a aquella clase de combate. El marine era de la clase de espadachines fuertes capaz de destrozar enemigos con poderoso tajos, con un estilo muy peligroso. Además tenía una letal combinación de habilidad y fuerza que le permitía manejar dos espadas a la vez, y era más fuerte incluso que él. Sin embargo el cazador era un duelista experto en esgrima, con un estilo mucho más ágil y veloz. Donde en el árbol primaba una fuerza salvaje, en el vampiro lo hacía una destreza felina. Sin embargo, pese a estar especializado en derrotar a espadachines como aquel, el marine era muy hábil y compensaba con experiencia y un excelente uso de las dos espadadas el desbalance en la destreza. Y finalmente cometió un error; durante un instante el dolor de su estómago le hizo vacilar un momento más de lo debido, colocó la espada en el ángulo indebido y no logró bloquear la espada de la manera correcta, imponiéndose la fuerza de su rival.
- ¡Mierda...!
Aunque desviado parcialmente de su objetivo inicial, su mano, el golpe de Kodama continuó y atravesó limpiamente su costado derecho de parte a parte. Al intenso dolor se le sumó una debilidad ya conocida, y el miedo se apoderó del vampiro. "Kairoseki..." Escupió un puñado de sangre, alzando una mirada virulenta. No se sentía totalmente fuera de sus fuerzas, debía ser de baja concentración, pero aún así... rápidamente se apresuró a hacer pie en las burbujas, notando que perdía su capacidad de volar. Hizo un titánico esfuerzo para mantenerse en pie pese al dolor de su pierna izquierda, aún en proceso de curarse. Observó la segunda espada yendo hacia él, y en un instante sacó una de las dagas ocultas con su mano izquierda, usándola para bloquear el tercio débil de la espada y desviarla. El acero crujió y se fracturó por el choque contra el arma de Kodama, de mucha mayor calidad, pero logró desviar el arma, que le trazó un doloroso corte en el brazo izquierdo. Pero el sacrificio había merecido la pena, pues Ivan no había bloqueado con Vanator a propósito. Ahora tenía ambas espadas ocupadas... Aprovechando la cercanía y con una sonrisa siniestra, lanzó una estocada al tronco del árbol con todas sus fuerzas y el poder de su haki, con la intención de clavarle el arma. A diferencia del caso del arma de su enemigo, la punta de su espada era de kairoseki puro, y dejaría a un usuario totalmente debilitado y con sus habilidades anuladas. Y si eso no era suficiente... bueno, antes había pulsado el botón oculto. Sería interesante ver el efecto que el veneno de cobra tenía sobre un hombre árbol.
- Has cometido un error subestimándome, capitán Kodama, y ahora vas a pagarlo - volvió a sonreír, con la boca ensangrentada - Moriría contigo, pero me temo que yo... ya estoy muerto.
- Resumen:
- - Me enzarzo en un duelo de espadas con Kodama, pero acabo siendo
trinchado como un polloatravesado por una de sus espadas.
- Me quedo sin una daga bloqueando un segundo ataque y recibo otro corte en el brazo izquierdo.
- Aprovecho el momento para lanzarle una estocada al tronco y atravesarle con Vanator, con la hoja empapada en veneno (en el post anterior pulsé el botón oculto).
Cosas usadas:
- Maestría en duelo: Nivel 75: Puede mover su arma tan deprisa que forma un escudo en torno a ella. Su pericia con el arma es tal que podría enfrentar con suma facilidad a tres personas.
- Agilidad Tier 7 (x8)
- Haki de armadura superior: turno 4/7 endurecimiento 4/15 de uso.
- Haki de observación desarrollado.
- Vanator
- El veneno es de cobra real.
Roland von Klauswitz
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Quién iba a pensar que sería realmente tan hábil espadachín. El pirata era capaz de aguantarle con destreza, evitando recibir tantos golpes como Kodama habría deseado. En cualquier caso, estaba decidido a poner a prueba su capacidad para curarse. Y es que, o mucho se equivocaba, o el corte que antes tenía en el rostro había desaparecido. Sin duda poseía algún tipo de habilidad pero, ¿cuál? Tendría que tener cuidado y estar alerta ante cualquier cosa extraña. No sabia con qué otros poderes contaba aquel tipo.
El ensordecedor choque de espadas duró lo que bien pudo ser una eternidad. Su arma debía ser de gran calidad para resistir tantos golpes seguidos, pero pronto caería. Lo bueno de tener músculos de madera era que no conocía el significado de la palabra cansarse, por lo que, realmente, no tenía prisa. Lo mismo le daba acertar en la primera acometida que en la centésima. Solo esperaba tener energía para ese tiempo. Regenerarse no era tarea fácil, y ya había tenido que crearse un brazo nuevo. "Vamos, vamos, vamos", repetía con cada estocada.
Y, entonces, acertó. Una de sus espadas encontró carne en la que hundirse, y la otra impactó contra el brazo de Ivan, dejando un surco sanguinolento a su paso. Con cualquier otro humano se habría relajado y habría dado el combate casi por terminado, pero no con alguien así.
Kodama maldijo para sus adentros cuando se dio cuenta. Raramente utilizaba malsonantes, pero la situación lo merecía. La maldita espada del pirata le buscaba, y estaba demasiado cerca. No tenía margen de acción. ¿Sería su haki capaz de protegerle? Lo dudaba. Se enfrentaba a alguien con un haki tan poderoso como el suyo, y poco podía la madera contra el acero. Vale, ésa era una desventaja de ser de madera, no todo podía ser bueno. Iba a recibir el ataque, era inevitable.
"En fin, pues que así sea".
La burbuja se adelantó unos centímetros hacia Ivan, reduciendo la distancia a casi nada. La gran espada del supuesto Markov le atravesó de parte a parte, ayudada por el propio impulso del Roble, que quedó ensartado en ella hasta el punto de que la guardia llegó a tocar su corteza. La resina se segregó de inmediato, intentando taponar la herida. A Kodama le preocupaba más la momentánea sensación de debilidad extrema que había sentido; no podía significar nada bueno. Seguramente, el arma tuviese algo de kairoseki, quizás en la punta, que ahora asomaba por su espalda junto con varios centímetros de acero. Mala noticia, pero no funesta. No, siempre y cuando no tuviese contacto directo con la punta.
No sabía a qué se debería el hecho de que viese ligeramente borroso, pero tampoco podía ser bueno. Como médico, inmediatamente pensó en algún tipo de veneno o droga, lo que quería decir que sus efectos irían a más. No le matarían, de eso estaba casi seguro, pero sí que podría suponer un problema. Otro asunto del que ocuparse cuando terminase el combate. Pero para eso, primero tenía que terminar el combate.
Unidos por la espada del otro, ambos contendientes flotaban sobre burbujas. Bajo ellos, la guerra y el mar. Uno de los dos tenía que caer, eso parecía ya definitivo. Era el momento de acabar con aquello.
Soltando su espada y dejándola por el momento en el cuerpo de Ivan, aferró el arma que se hundía en su propio cuerpo para evitar que su enemigo la sacase. No podía permitirle armarse de nuevo, y mucho menos que aprovechase para tocarle directamente con el kairoseki. Sin perder un segundo, envió nutrientes a otro tipo de pop green, diferente del anterior: las Bamboo Javelin, que crecieron desde una semilla en su torso para ensartar a Ivan indiscriminadamente. Ya no podía preocuparse por si moría o no, había pasado el tiempo de las contemplaciones.
Por otro lado, tampoco se fiaba de que las lanzas de bambú fuesen suficiente. Por suerte, él tenía dos espadas. El negro del haki tiñó el acero cuando descendió brutalmente en dirección al pirata. Le habría ido mucho mejor si hubiese seguido siendo un desconocido para la Marina. Su carrera como pirata iba a ser muy corta.
El ensordecedor choque de espadas duró lo que bien pudo ser una eternidad. Su arma debía ser de gran calidad para resistir tantos golpes seguidos, pero pronto caería. Lo bueno de tener músculos de madera era que no conocía el significado de la palabra cansarse, por lo que, realmente, no tenía prisa. Lo mismo le daba acertar en la primera acometida que en la centésima. Solo esperaba tener energía para ese tiempo. Regenerarse no era tarea fácil, y ya había tenido que crearse un brazo nuevo. "Vamos, vamos, vamos", repetía con cada estocada.
Y, entonces, acertó. Una de sus espadas encontró carne en la que hundirse, y la otra impactó contra el brazo de Ivan, dejando un surco sanguinolento a su paso. Con cualquier otro humano se habría relajado y habría dado el combate casi por terminado, pero no con alguien así.
Kodama maldijo para sus adentros cuando se dio cuenta. Raramente utilizaba malsonantes, pero la situación lo merecía. La maldita espada del pirata le buscaba, y estaba demasiado cerca. No tenía margen de acción. ¿Sería su haki capaz de protegerle? Lo dudaba. Se enfrentaba a alguien con un haki tan poderoso como el suyo, y poco podía la madera contra el acero. Vale, ésa era una desventaja de ser de madera, no todo podía ser bueno. Iba a recibir el ataque, era inevitable.
"En fin, pues que así sea".
La burbuja se adelantó unos centímetros hacia Ivan, reduciendo la distancia a casi nada. La gran espada del supuesto Markov le atravesó de parte a parte, ayudada por el propio impulso del Roble, que quedó ensartado en ella hasta el punto de que la guardia llegó a tocar su corteza. La resina se segregó de inmediato, intentando taponar la herida. A Kodama le preocupaba más la momentánea sensación de debilidad extrema que había sentido; no podía significar nada bueno. Seguramente, el arma tuviese algo de kairoseki, quizás en la punta, que ahora asomaba por su espalda junto con varios centímetros de acero. Mala noticia, pero no funesta. No, siempre y cuando no tuviese contacto directo con la punta.
No sabía a qué se debería el hecho de que viese ligeramente borroso, pero tampoco podía ser bueno. Como médico, inmediatamente pensó en algún tipo de veneno o droga, lo que quería decir que sus efectos irían a más. No le matarían, de eso estaba casi seguro, pero sí que podría suponer un problema. Otro asunto del que ocuparse cuando terminase el combate. Pero para eso, primero tenía que terminar el combate.
Unidos por la espada del otro, ambos contendientes flotaban sobre burbujas. Bajo ellos, la guerra y el mar. Uno de los dos tenía que caer, eso parecía ya definitivo. Era el momento de acabar con aquello.
Soltando su espada y dejándola por el momento en el cuerpo de Ivan, aferró el arma que se hundía en su propio cuerpo para evitar que su enemigo la sacase. No podía permitirle armarse de nuevo, y mucho menos que aprovechase para tocarle directamente con el kairoseki. Sin perder un segundo, envió nutrientes a otro tipo de pop green, diferente del anterior: las Bamboo Javelin, que crecieron desde una semilla en su torso para ensartar a Ivan indiscriminadamente. Ya no podía preocuparse por si moría o no, había pasado el tiempo de las contemplaciones.
Por otro lado, tampoco se fiaba de que las lanzas de bambú fuesen suficiente. Por suerte, él tenía dos espadas. El negro del haki tiñó el acero cuando descendió brutalmente en dirección al pirata. Le habría ido mucho mejor si hubiese seguido siendo un desconocido para la Marina. Su carrera como pirata iba a ser muy corta.
- Resumen:
- Acercarse a Ivan y dejar que Vanator lo atraviese de parte a parte (la punta de kairo sobresale de su espalda sin tocarle) - Dejar su propia espada clavada en Ivan - Con la mano libre, sujetar a Vanator en su propio cuerpo para que no la recupere de inmediato - Activar las Bambo Javelin - Espadazo con su segunda espada
-Bamboo Javelin: Esta semilla crece hasta convertirse en unas afiladas estacas de bambú capaces de ensartar a un ser humano con facilidad. Además son bastante resistentes.
Ivan Markov
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Su sonrisa se ensanchó cuando el acero atravesó la madera, atravesando el tronco limpiamente... demasiado rápido. Kodama se aproximó a él y la espada terminó de clavarse hasta el mango. Y el hecho de que siguiera moviéndose le hizo comprender lo que estaba pasando: la punta estaba asomando por el otro extremo. Trató de retirar hacia atrás la espada, pero esta estaba firmemente encajada y la madera parecía estar apretándose en torno a esta. "Si no me dejas quitarte el arma... te pudriré las entrañas." Puso un rostro serio y le dedicó una mirada gélida, mientras la llama blanca de Boreas volvía a brotar del acero. Congelaría la madera del árbol desde dentro, debilitándola, para luego arrancar el arma. Dudaba que tras eso le quedasen fuerzas para... una amenaza inminente lo distrajo de sus pensamientos. Pudo percibir claramente las intenciones del marine, pero no tenía manera de apartarse. ¡Estaba atrapado! Un gesto de terror se apoderó de su rostro por un instante, y mientras las lanzas crecían, imbuyó su puño izquierdo en haki. Nuevamente sobreponiéndose al dolor, esta vez del corte del antebrazo que de todos modos comenzaba a cerrarse ya, le dio un fuerte puñetazo a uno de los bambúes, reventándolo en medio de su crecimiento. Dio un gañido de dolor cuando todos los demás atravesaron su torso, empalándolo y destrozándole. Pero daba igual... había roto el que podía haber alcanzado su corazón.
- Je... - tosió una copiosa cantidad de sangre - No ha... estado mal.
Pero Kodama no se había dado por satisfecho. Percibió nuevamente la amenaza, esta vez vendría desde arriba. Si le alcanzaba en aquel momento, incapaz de esquivar, lo destrozaría totalmente, y por muy inmortal que fuera no podría evitar que tras eso lo capturara y arrestara. O peor, que se hubiese percatado de su punto débil tras su último ataque y lo estacase, acabando con su vida. "Pero aún tengo eso." Siempre lo llevaba consigo. Nunca se había atrevido a usarlo, pues conocía las consecuencias y por mucha capacidad que tuviera de regeneración... no le había apetecido ponerla a prueba. Tampoco lo había necesitado aún, claro, siempre se las había ingeniado para salir con vida, ya fuese alzándose con la victoria o huyendo del peligro. Pero pese a todo, siempre lo había tenido cerca y a mano, especialmente desde aquella vez en el combate con Billeno en que por no tener las cosas bien organizadas no había sabido sacar el dial correcto. En el momento en que la espada descendió sobre el vampiro, este alzó la mano izquierda, interponiéndola. La hoja no sólo no lo cortó, sino que se detuvo totalmente, como si toda la energía del golpe se hubiera desvanecido. Y entre la mano y el acero había algo: una pequeña caracola azul. El vampiro emitió una suave risa mezclada con toses.
- Siempre me he preguntado cómo de peligrosa es esta cosa. ¡Probémoslo!
Con una sonrisa desquiciada, rápidamente bajó el brazo dirigiéndolo a la cara del marine, acercándole la caracola con intención de apoyársela encima. Según lo que sabía por las historias, aquel aparato era capaz de devolver multiplicado por diez el daño absorbido, pero con terribles consecuencias para su usuario. Un arma de doble filo terrible, pero en una situación como aquella... estaba dispuesto a todo. Si el poder de aquel dial era siquiera la mitad de lo que decían, aquel combata ya estaba sentenciado. Sin perder más tiempo pulsó el botón en cuanto lo tuvo en posición, aprovechando la cercanía entre ambos el estar empalados mutuamente. La caracola emitió un cegador destello azul, y el vampiro se apresuró a aferrarse a la empuñadura de Vanator con todas sus fuerzas para no perderla.
- ¡REJECT DIAL!
- Je... - tosió una copiosa cantidad de sangre - No ha... estado mal.
Pero Kodama no se había dado por satisfecho. Percibió nuevamente la amenaza, esta vez vendría desde arriba. Si le alcanzaba en aquel momento, incapaz de esquivar, lo destrozaría totalmente, y por muy inmortal que fuera no podría evitar que tras eso lo capturara y arrestara. O peor, que se hubiese percatado de su punto débil tras su último ataque y lo estacase, acabando con su vida. "Pero aún tengo eso." Siempre lo llevaba consigo. Nunca se había atrevido a usarlo, pues conocía las consecuencias y por mucha capacidad que tuviera de regeneración... no le había apetecido ponerla a prueba. Tampoco lo había necesitado aún, claro, siempre se las había ingeniado para salir con vida, ya fuese alzándose con la victoria o huyendo del peligro. Pero pese a todo, siempre lo había tenido cerca y a mano, especialmente desde aquella vez en el combate con Billeno en que por no tener las cosas bien organizadas no había sabido sacar el dial correcto. En el momento en que la espada descendió sobre el vampiro, este alzó la mano izquierda, interponiéndola. La hoja no sólo no lo cortó, sino que se detuvo totalmente, como si toda la energía del golpe se hubiera desvanecido. Y entre la mano y el acero había algo: una pequeña caracola azul. El vampiro emitió una suave risa mezclada con toses.
- Siempre me he preguntado cómo de peligrosa es esta cosa. ¡Probémoslo!
Con una sonrisa desquiciada, rápidamente bajó el brazo dirigiéndolo a la cara del marine, acercándole la caracola con intención de apoyársela encima. Según lo que sabía por las historias, aquel aparato era capaz de devolver multiplicado por diez el daño absorbido, pero con terribles consecuencias para su usuario. Un arma de doble filo terrible, pero en una situación como aquella... estaba dispuesto a todo. Si el poder de aquel dial era siquiera la mitad de lo que decían, aquel combata ya estaba sentenciado. Sin perder más tiempo pulsó el botón en cuanto lo tuvo en posición, aprovechando la cercanía entre ambos el estar empalados mutuamente. La caracola emitió un cegador destello azul, y el vampiro se apresuró a aferrarse a la empuñadura de Vanator con todas sus fuerzas para no perderla.
- ¡REJECT DIAL!
- Resumen & Técnicas:
- - Comienzo a emitir llamas congelantes con Vanator.
- Soy empalado por los bambúes, pero destrozo de un puñetazo con haki el que podría haberme dado cerca del corazón.
- Absorbo el espadazo con mi Reject Dial y lo uso contra Kodama.
- Rezar y agarrarme a Vanator para no perderla si salimos volando.
- Haki de armadura superior: turno 4/7 endurecimiento 4/15 de uso.
- Haki de observación desarrollado.
- Dritter Mond, Boreas: Con este poder Ivan canaliza el frío de la técnica base del "Estilo de las Doce Lunas" para generar una llama fría en torno a un arma, sus manos o munición de una pistola. Esta llama está a -20º, y congela en vez de quemar. Como componente escénico, es capaz de generar una desagradable sensación de frío al tocar a alguien.
- Reject Dial: Absorbe hasta muy fuerte, y los devuelve con toda su potencia, pero el que lo dispara recibe el mismo daño cuando lo lanza. El resto funciona como el dial de impacto. Si se intenta absorber un ataque mayor al límite, el dial se destruye y queda inservible para siempre. Su uso sustituye el del movimiento de ataque.
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¿Por qué seguía con vida? Las lanzas lo habían dejado como un colador, tocando incluso algunos órganos vitales. ¡Y aún seguía moviéndose! ¿Qué hacía falta para que se quedase quieto de una vez? No podía alargar mucho más aquel combate, aunque la idea de cortarle la cabeza le desagradaba. Lo haría, si no le quedaba más remedio, pero...
Tampoco tenía tiempo para plantearse ninguna posibilidad. Por alguna razón, había sido capaz de interceptar su espada con una facilidad insultante. Llevaba algo en la mano, que debía de tratarse de un artefacto de increíble poder para haber sido capaz de salir indemne de su hoja. Y ahora el artefacto, con una peculiar forma de concha que le sonaba de algo, apuntaba hacia su rostro. Nada bueno podía salir de ahí. En el peor de los casos, seguro que disparaba una llamarada; en el mejor... No se le ocurría nada.
Lo único que se le ocurrió, mientras su mantra le advertía de lo negativo que sería dejarse alcanzar por esa cosa, fue cambiar. Empezó por el torso, que era lo más urgente, creciendo considerablemente de forma que el área que la maldita espada del pirata le estaba congelando no supusiese un problema tan inmediato. Eso podría matarlo sino prestaba atención. Dios, cómo odiaba esa espada.
No le dio tiempo a cambiar del todo antes de recibir el ataque. La concha, fuese lo que fuese, emitió una sacudida incomparable con un golpe normal. El impacto fue brutal. Al crecer, era su pecho lo que quedaba frente a la concha, y eso fue lo que le salvó de perder, literalmente, la cabeza. Su corteza se resquebrajó, incluso a pesar de recubrirla con haki, e incluso le arrancó un buen pedazo por debajo del brazo. De haber sido humano, su pulmón derecho habría salido volando en un remolino de sangre y hueso; en vez de eso, la madera y la resina volaban como metralla.
Su forma híbrida, una vez alcanzó su aspecto definitivo, tenía una parte del abdomen congelada y un agujero del tamaño de un balón hinchable en el pecho. Con todo eso en su contr, resultaba bastante menos impresionante pero, ¿a quién le importaba eso? Había quintuplicado su tamaño, así que resultaría suficientemente amenazador para cualquiera. Lo peor había sido el momento de saltar hacia atrás para desclavarse el espadón, pues había tenido contacto con la punta de kairoseki durante un breve instante que se le hizo eterno. Sin embargo, era algo obligado, ya que la punta no sobresaldría por su espalda en esa forma.
Por supuesto, la burbuja no aguantaba su peso, así que había reventado. El vacío les reclamaba a ambos, pues Kodama se había agarrado con un par de ramas a su arma, a buen recaudo en el cuerpo de Ivan -las estacas de bambú se habían desprendido de su cuerpo, por lo que ya no estaban conectados por ellas-. Bien, así lo tendría a su alcance durante un segundo.
La gigantesca rama que era su brazo derecho creció desmesuradamente. Antes de transformar esa extremidad había tenido la sensatez de dejar la espada a buen recaudo en una pompa para no tener contacto con su filo de kairoseki. Comparado con él, su objetivo era muy pequeño, y no le costaba nada imaginarlo aplastado bajo el peso de su ataque. ¿Sería eso suficiente? Más valía.
Mientras dejaba caer su enorme rama se recordó que, una vez lo golpease para lanzarlo al mar, debía asegurarse de no soltar su espada o tal vez la perdiera. Luego tendría que ir a buscarlo para arrestarlo, pero se preocuparía por ello después. Antes, tenía que ganar.
Tampoco tenía tiempo para plantearse ninguna posibilidad. Por alguna razón, había sido capaz de interceptar su espada con una facilidad insultante. Llevaba algo en la mano, que debía de tratarse de un artefacto de increíble poder para haber sido capaz de salir indemne de su hoja. Y ahora el artefacto, con una peculiar forma de concha que le sonaba de algo, apuntaba hacia su rostro. Nada bueno podía salir de ahí. En el peor de los casos, seguro que disparaba una llamarada; en el mejor... No se le ocurría nada.
Lo único que se le ocurrió, mientras su mantra le advertía de lo negativo que sería dejarse alcanzar por esa cosa, fue cambiar. Empezó por el torso, que era lo más urgente, creciendo considerablemente de forma que el área que la maldita espada del pirata le estaba congelando no supusiese un problema tan inmediato. Eso podría matarlo sino prestaba atención. Dios, cómo odiaba esa espada.
No le dio tiempo a cambiar del todo antes de recibir el ataque. La concha, fuese lo que fuese, emitió una sacudida incomparable con un golpe normal. El impacto fue brutal. Al crecer, era su pecho lo que quedaba frente a la concha, y eso fue lo que le salvó de perder, literalmente, la cabeza. Su corteza se resquebrajó, incluso a pesar de recubrirla con haki, e incluso le arrancó un buen pedazo por debajo del brazo. De haber sido humano, su pulmón derecho habría salido volando en un remolino de sangre y hueso; en vez de eso, la madera y la resina volaban como metralla.
Su forma híbrida, una vez alcanzó su aspecto definitivo, tenía una parte del abdomen congelada y un agujero del tamaño de un balón hinchable en el pecho. Con todo eso en su contr, resultaba bastante menos impresionante pero, ¿a quién le importaba eso? Había quintuplicado su tamaño, así que resultaría suficientemente amenazador para cualquiera. Lo peor había sido el momento de saltar hacia atrás para desclavarse el espadón, pues había tenido contacto con la punta de kairoseki durante un breve instante que se le hizo eterno. Sin embargo, era algo obligado, ya que la punta no sobresaldría por su espalda en esa forma.
Por supuesto, la burbuja no aguantaba su peso, así que había reventado. El vacío les reclamaba a ambos, pues Kodama se había agarrado con un par de ramas a su arma, a buen recaudo en el cuerpo de Ivan -las estacas de bambú se habían desprendido de su cuerpo, por lo que ya no estaban conectados por ellas-. Bien, así lo tendría a su alcance durante un segundo.
La gigantesca rama que era su brazo derecho creció desmesuradamente. Antes de transformar esa extremidad había tenido la sensatez de dejar la espada a buen recaudo en una pompa para no tener contacto con su filo de kairoseki. Comparado con él, su objetivo era muy pequeño, y no le costaba nada imaginarlo aplastado bajo el peso de su ataque. ¿Sería eso suficiente? Más valía.
Mientras dejaba caer su enorme rama se recordó que, una vez lo golpease para lanzarlo al mar, debía asegurarse de no soltar su espada o tal vez la perdiera. Luego tendría que ir a buscarlo para arrestarlo, pero se preocuparía por ello después. Antes, tenía que ganar.
- Resumen:
- Empezar a adoptar la forma híbrida para que el impacto no le dé en la cara - Saltar hacia atrás para soltarse de Vanator - Terminar la forma híbrida, agarrarse a su espada (la que ivan tiene clavada en plan acupuntura) y soltarle un zurriagazo descendente con una rama del tamaño de un autobús
Ivan Markov
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Con un estallido cegador, el dial emitió toda la energía contenida. Al momento un dolor inmenso recorrió todo el brazo del vampiro, extendiéndose hasta el pecho. Trató de aferrar la pequeña concha, pero esta salió volando por la fuerza del impacto, mientras su extremidad colgaba inerte, ensangrentada y con los huesos asomando en varios puntos. Su brazo había recibido lo peor, pero eso no era todo; estaba seguro de tener un par de costillas rotas y tal vez el hombro dislocado. "Joder... eso ha sido peligroso." Alzó la mirada, esperando encontrarse al árbol con un agujero en vez de cara o algo similar, pero para su sorpresa no fue así. Peor aún, estuvo a punto de perder la espada cuando Kodama se la arrancó del tronco de un tirón.
- ¡¡¡Muérete de una vez!!!
Alzó la espada con un grito desaforado, casi sin fuerzas, cuando de repente el suelo bajo él desapareció. Agarró con fuerza a Vanator para no perderla cuando comenzó a caer al vacío, incapaz de alzar el vuelo por culpa del kairoseki. Aquel maldito árbol... pese a haberse transformado no había soltado el arma. "Tipo zoan... tendría que haber sospechado que era algo similar." Apretó los dientes, rabioso. Tenía el torso lleno de estacas de bambú, el brazo derecho hecho añicos y sus costillas habían vivido mejores días. Eso por no hablar de otras heridas recibidas aún en proceso de regenerarse, pero sin duda lo peor era aquella maldita espada. Además de impedirle curarse, cada tirón cortaba aún más su carne empeorando su tormento. Tenía que sacársela como fuese, antes de que Kodama empezara a atacar de nuevo. "Demasiado tarde..." pensó, al ver la rama creciendo hasta convertirse en un gigantesco puño de madera. Si hubiese estado al pleno de sus capacidades hubiese podido haber intentado algo. Aún tenía un dial de impacto, o podría haber intentado cortar la rama según venía. Pero con un brazo menos y sin poder estabilizarse en plena caída, todo lo que pudo hacer fue observar impotente la mole arbórea cerniéndose sobre él rápidamente. Cerró los ojos justo antes del impacto inminente.
- ¡Agh...!
Con el rostro y el pecho destrozados, Ivan salió disparado dando vueltas sin control. Ya no había kairoseki que lo retuviera, pero había límites en el daño que podía recibir, incluso para su cuerpo inmortal. Sus últimas fuerzas apenas llegaron para seguir aferrando a Vanator, al borde de la inconsciencia. El viento aullaba en sus oídos mientras el mar se aproximaba cada vez más rápido. Había algunos barcos cerca... ¿tendría la suerte de caer en alguno de ellos, o aquel era su final? Una torva parodia de sonrisa asomó a su rostro, cerrando los ojos mientras aceptaba su derrota. No había deshonor en perder contra un rival digno, y Kodama había demostrado ser muy poderoso. ¿Qué sería de él si caía al agua? No necesitaba respirar. ¿Quedaría eternamente paralizado bajo el mar, incapaz de moverse o de pedir auxilio? "Casi preferiría ahogarme... ¿debería entrar en forma humana y dejarme morir?" Sin embargo, algo se rebeló de inmediato contra aquel pensamiento. Una llama fría ardió en su interior, extendiéndose por su cuerpo y devolviéndolo a la realidad. Frunció el ceño, apretando los dientes mientras intentaba sacar fuerzas de la nada. ¿Pero qué iba a hacer? Su cuerpo estaba destrozado, y en aquella pelea había puesto todo su poder en juego.
- No puede acabar aquí... ¡ESTE NO ES MI FIN!
De repente se detuvo. Ya no estaba en el campo de batalla, si no suspendido en el vacío. La oscuridad lo rodeaba, sosteniéndole en un gélido abrazo reconfortante, mientras descendía suavemente. Bajo él apareció una losa de mármol blanco... ¿una losa? No, era más como un escalón. La oscuridad lo soltó y cayó a este, tambaleándose por el dolor de sus heridas. Mantenerse en pie le requería un esfuerzo titánico, y le hizo descubrir que su espalda también había sido lesionada en ese último golpe. Se apoyó sobre Vanator, manchando el blanco inmaculado con el rojo de su sangre. ¿Dónde demonios estaba? Como respondiendo a su muda pregunta, nuevos escalones comenzaron a surgir de la nada ante él, mostrándole el camino a seguir. Simplemente supo que debía recorrerlo, como por instinto. Tampoco tenía nada mejor que hacer salvo tirarse a sufrir, pues sus heridas no parecían estar cerrándose. Avanzando con torpeza y tropezando, recorrió el camino dejando un rastro carmesí a su paso, tratando de sobreponerse al sufrimiento y la debilidad de su carne. Sólo su férrea voluntad de descubrir qué era aquel sitio y seguir adelante logró que se impusiera y llegara al final, donde le esperaba una plataforma circular. En el centro de esta, sobre un altar, reposaba una copa dorada.
- Has tardado, pero al fin mis palabras llegan a ti. Espero que tú seas más sabio...
- ¿Quién anda ahí? ¡Muéstrate! - exigió Ivan, jadeando.
- El anterior que llegó tan lejos se limitó a domarme, sin aprovechar mi auténtico poder - continuó la voz - Pero tú... tu mirada es diferente.
El vampiro frunció el ceño, mirando furibundo en todas direcciones. Sin embargo no alcanzaba a ver nada. Tampoco su oído le decía de dónde venía aquella voz, pues resonaba en todas partes y no procedía de ninguna. Sabía que no era algo mental, pues la sensación era diferente a cuando Syxel usaba su telepatía. No, aquello era algo totalmente diferente. "Piensa... ¿qué puede ser esto? ¿Me estoy volviendo loco? ¿He muerto?" Ninguna de las dos posibilidades le agradaba, pero tampoco encajaban. ¿Había contactado alguna clase de entidad con él? ¿Su grito había llegado hasta los mismísimos dioses o qué? Una risa suave y carente de emoción resonó, terrible e insoportable, potente como un alud. Gruñó y cayó de rodillas, deseando que aquel tormento acabara.
- Veo que te hace falta una ayuda. Es muy simple. Yo soy tú.
Esta vez la voz venía de delante suya, y era al mismo tiempo muy familiar y ajena. Alzó la mirada con esfuerzo, para encontrarse consigo mismo. O más bien con una versión de sí mismo intacta y que le dirigía una sonrisa burlona, apoyado contra el altar. De repente el dolor se intensificó y comenzó a toser sangre. ¿Necesitaba... respirar? Su vista se nubló, mientras notaba una debilidad súbita.
- Soy la parte de ti que te da el poder para vencer a la muerte cada vez que luchas. Aquella parte que te permite traer de vuelta a tus enemigos y tus seres queridos y subyugarlos a tu voluntad. ¿Necesitas que diga más?
- No... - dijo con debilidad, haciendo un esfuerzo sobrehumano para levantarse, que terminó en fracaso - Tendría que... haberlo adivinado.
Tenía mil preguntas, pero cada palabra que soltaba era una tortura. Notaba de nuevo calor en su cuerpo, escapándose lentamente de él. ¿Estaba en su forma humana? De ser el caso, eso era un problema. Sin embargo dentro de su propia mente no podía morir, ¿no? Porque algo así debía ser. ¿Cómo si no iba a hablar con el diablo de su fruta?
- Es simple. Toma el cáliz y bébelo, y mi poder será tuyo. Seremos verdaderamente uno.
- ¿Y el precio?
El vampiro sonrió con malicia.
- Sangre por sangre. Cuando me llames, mataré, beberé y me saciaré. Pero ese precio no será impedimento para alguien como tú.
Despertó. Las olas casi se cernían sobre él cuando frenó, alzando de nuevo el vuelo. El dolor era más real que nunca, y sin embargo, eso sólo realzaba la dulce sensación de poder naciente. Su corazón latió una única vez, resonando en sus oídos mientras una oleada de sangre comenzaba a recorrer todo su maltrecho cuerpo. Una niebla oscura como la noche comenzó a brotar de él, mientras en medio de esta sus ojos brillaban como dos faros rojizos. Su piel palideció aún más hasta volverse blanca como el alabastro, y todos sus dientes se transformaron en afilados colmillos. En lugar de uñas, afiladas garras negras brotaron de sus dedos. Las estacas comenzaron a caer de su torso, empujadas por la carne recomponiéndose. Finalmente, con un rugido, desplegó dos poderosas alas negras como las de un murciélago pero notoriamente más musculosas y gruesas. Ebrio de poder comenzó a alzar el vuelo, buscando a su presa mientras volvía a alzarse sobre el campo de batalla.
- ¡KODAMA!
- ¡¡¡Muérete de una vez!!!
Alzó la espada con un grito desaforado, casi sin fuerzas, cuando de repente el suelo bajo él desapareció. Agarró con fuerza a Vanator para no perderla cuando comenzó a caer al vacío, incapaz de alzar el vuelo por culpa del kairoseki. Aquel maldito árbol... pese a haberse transformado no había soltado el arma. "Tipo zoan... tendría que haber sospechado que era algo similar." Apretó los dientes, rabioso. Tenía el torso lleno de estacas de bambú, el brazo derecho hecho añicos y sus costillas habían vivido mejores días. Eso por no hablar de otras heridas recibidas aún en proceso de regenerarse, pero sin duda lo peor era aquella maldita espada. Además de impedirle curarse, cada tirón cortaba aún más su carne empeorando su tormento. Tenía que sacársela como fuese, antes de que Kodama empezara a atacar de nuevo. "Demasiado tarde..." pensó, al ver la rama creciendo hasta convertirse en un gigantesco puño de madera. Si hubiese estado al pleno de sus capacidades hubiese podido haber intentado algo. Aún tenía un dial de impacto, o podría haber intentado cortar la rama según venía. Pero con un brazo menos y sin poder estabilizarse en plena caída, todo lo que pudo hacer fue observar impotente la mole arbórea cerniéndose sobre él rápidamente. Cerró los ojos justo antes del impacto inminente.
- ¡Agh...!
Con el rostro y el pecho destrozados, Ivan salió disparado dando vueltas sin control. Ya no había kairoseki que lo retuviera, pero había límites en el daño que podía recibir, incluso para su cuerpo inmortal. Sus últimas fuerzas apenas llegaron para seguir aferrando a Vanator, al borde de la inconsciencia. El viento aullaba en sus oídos mientras el mar se aproximaba cada vez más rápido. Había algunos barcos cerca... ¿tendría la suerte de caer en alguno de ellos, o aquel era su final? Una torva parodia de sonrisa asomó a su rostro, cerrando los ojos mientras aceptaba su derrota. No había deshonor en perder contra un rival digno, y Kodama había demostrado ser muy poderoso. ¿Qué sería de él si caía al agua? No necesitaba respirar. ¿Quedaría eternamente paralizado bajo el mar, incapaz de moverse o de pedir auxilio? "Casi preferiría ahogarme... ¿debería entrar en forma humana y dejarme morir?" Sin embargo, algo se rebeló de inmediato contra aquel pensamiento. Una llama fría ardió en su interior, extendiéndose por su cuerpo y devolviéndolo a la realidad. Frunció el ceño, apretando los dientes mientras intentaba sacar fuerzas de la nada. ¿Pero qué iba a hacer? Su cuerpo estaba destrozado, y en aquella pelea había puesto todo su poder en juego.
- No puede acabar aquí... ¡ESTE NO ES MI FIN!
De repente se detuvo. Ya no estaba en el campo de batalla, si no suspendido en el vacío. La oscuridad lo rodeaba, sosteniéndole en un gélido abrazo reconfortante, mientras descendía suavemente. Bajo él apareció una losa de mármol blanco... ¿una losa? No, era más como un escalón. La oscuridad lo soltó y cayó a este, tambaleándose por el dolor de sus heridas. Mantenerse en pie le requería un esfuerzo titánico, y le hizo descubrir que su espalda también había sido lesionada en ese último golpe. Se apoyó sobre Vanator, manchando el blanco inmaculado con el rojo de su sangre. ¿Dónde demonios estaba? Como respondiendo a su muda pregunta, nuevos escalones comenzaron a surgir de la nada ante él, mostrándole el camino a seguir. Simplemente supo que debía recorrerlo, como por instinto. Tampoco tenía nada mejor que hacer salvo tirarse a sufrir, pues sus heridas no parecían estar cerrándose. Avanzando con torpeza y tropezando, recorrió el camino dejando un rastro carmesí a su paso, tratando de sobreponerse al sufrimiento y la debilidad de su carne. Sólo su férrea voluntad de descubrir qué era aquel sitio y seguir adelante logró que se impusiera y llegara al final, donde le esperaba una plataforma circular. En el centro de esta, sobre un altar, reposaba una copa dorada.
- Has tardado, pero al fin mis palabras llegan a ti. Espero que tú seas más sabio...
- ¿Quién anda ahí? ¡Muéstrate! - exigió Ivan, jadeando.
- El anterior que llegó tan lejos se limitó a domarme, sin aprovechar mi auténtico poder - continuó la voz - Pero tú... tu mirada es diferente.
El vampiro frunció el ceño, mirando furibundo en todas direcciones. Sin embargo no alcanzaba a ver nada. Tampoco su oído le decía de dónde venía aquella voz, pues resonaba en todas partes y no procedía de ninguna. Sabía que no era algo mental, pues la sensación era diferente a cuando Syxel usaba su telepatía. No, aquello era algo totalmente diferente. "Piensa... ¿qué puede ser esto? ¿Me estoy volviendo loco? ¿He muerto?" Ninguna de las dos posibilidades le agradaba, pero tampoco encajaban. ¿Había contactado alguna clase de entidad con él? ¿Su grito había llegado hasta los mismísimos dioses o qué? Una risa suave y carente de emoción resonó, terrible e insoportable, potente como un alud. Gruñó y cayó de rodillas, deseando que aquel tormento acabara.
- Veo que te hace falta una ayuda. Es muy simple. Yo soy tú.
Esta vez la voz venía de delante suya, y era al mismo tiempo muy familiar y ajena. Alzó la mirada con esfuerzo, para encontrarse consigo mismo. O más bien con una versión de sí mismo intacta y que le dirigía una sonrisa burlona, apoyado contra el altar. De repente el dolor se intensificó y comenzó a toser sangre. ¿Necesitaba... respirar? Su vista se nubló, mientras notaba una debilidad súbita.
- Soy la parte de ti que te da el poder para vencer a la muerte cada vez que luchas. Aquella parte que te permite traer de vuelta a tus enemigos y tus seres queridos y subyugarlos a tu voluntad. ¿Necesitas que diga más?
- No... - dijo con debilidad, haciendo un esfuerzo sobrehumano para levantarse, que terminó en fracaso - Tendría que... haberlo adivinado.
Tenía mil preguntas, pero cada palabra que soltaba era una tortura. Notaba de nuevo calor en su cuerpo, escapándose lentamente de él. ¿Estaba en su forma humana? De ser el caso, eso era un problema. Sin embargo dentro de su propia mente no podía morir, ¿no? Porque algo así debía ser. ¿Cómo si no iba a hablar con el diablo de su fruta?
- Es simple. Toma el cáliz y bébelo, y mi poder será tuyo. Seremos verdaderamente uno.
- ¿Y el precio?
El vampiro sonrió con malicia.
- Sangre por sangre. Cuando me llames, mataré, beberé y me saciaré. Pero ese precio no será impedimento para alguien como tú.
...
Despertó. Las olas casi se cernían sobre él cuando frenó, alzando de nuevo el vuelo. El dolor era más real que nunca, y sin embargo, eso sólo realzaba la dulce sensación de poder naciente. Su corazón latió una única vez, resonando en sus oídos mientras una oleada de sangre comenzaba a recorrer todo su maltrecho cuerpo. Una niebla oscura como la noche comenzó a brotar de él, mientras en medio de esta sus ojos brillaban como dos faros rojizos. Su piel palideció aún más hasta volverse blanca como el alabastro, y todos sus dientes se transformaron en afilados colmillos. En lugar de uñas, afiladas garras negras brotaron de sus dedos. Las estacas comenzaron a caer de su torso, empujadas por la carne recomponiéndose. Finalmente, con un rugido, desplegó dos poderosas alas negras como las de un murciélago pero notoriamente más musculosas y gruesas. Ebrio de poder comenzó a alzar el vuelo, buscando a su presa mientras volvía a alzarse sobre el campo de batalla.
- ¡KODAMA!
- resumen:
- Recibo la paliza de mi vida y quedo medio muerto. Contacto con el demonio de mi akuma y ocurren cosas chachis (?)
Roland von Klauswitz
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"Un problema menos", se dijo mientras detenía su caída con una pompa de mayor tamaño que las anteriores. Su forma híbrida, una gigantesca mole arbórea que recordaba a un humano de una decena de metros de altura, tenía el inconveniente de que pesaba demasiado para su método de vuelo anterior. Necesitaba algo un poco más grande. Al menos ya podía relajarse un poco. Debería bajar a tierra y descansar un rato si quería estar fresco para el resto de la batalla, aunque antes quizás debería buscar el cuerpo de Markov. Estuviese o no vivo, su trabajo como marine no terminaba hasta que podía confirmar la muerte o detención de su objetivo. Por otro lado, en tiempos de guerra ésa era una tarea sistemática ignorada. Al fin y al cabo, encontrar a alguien en el caos de ahí abajo tenía que ser difícil, y eso suponiendo que no hubiese caído en el agua.
Lo que no esperaba, lo que no había podido imaginarse, fue que el pirata reapareciese tal y como lo hizo.
Alas negras, garras negras, niebla negra envolviéndole. Entre tanta oscuridad, Kodama vislumbró dos ojos como ascuas encendidas en mitad de la noche. De repente había cambiado por completo, un ser demoníaco había ocupado el lugar del hombre con el que luchaba. Tenía una habilidad, eso estaba claro, pero no quería imaginarse que clase de monstruoso poder podría concederle una resistencia tan descomunal. No solo volvía a la lucha después de todo el daño recibido, sino que lo hacía sin ninguna herida visible.
"Esto puede ser un problema. Más me vale aplastarlo cuanto antes".
-¡Supongo que no sirve de nada recordarte que aún puedes rendirte! -exclamó, sin saber siquiera si aquella cosa podía entenderle. Le recordaba demasiado a la forma descontrolada de las frutas Zoan como para estar seguro de que pudiese razonar. Lo mejor sería pasar a la acción. Plan A: aplastar.
Y con "aplastar", quería decir "aplastar". Hizo brotar tres ramas de su brazo derecho y las enroscó a su alrededor en multitud de giros. Luego alargó el brazo hacia aquella cosa voladora que ya ni parecía humano e hizo que las ramas se desenroscaran a gran velocidad, de forma que giraban como un ventilador. Un ventilador de madera con aspas enormes tan duras como el bueno acero. La idea era realizar un ataque contundente pero de amplio alcance para volver a mandar a Ivan hacia abajo. A ser posible, con menos huesos enteros que con los que subía.
Lo que no esperaba, lo que no había podido imaginarse, fue que el pirata reapareciese tal y como lo hizo.
Alas negras, garras negras, niebla negra envolviéndole. Entre tanta oscuridad, Kodama vislumbró dos ojos como ascuas encendidas en mitad de la noche. De repente había cambiado por completo, un ser demoníaco había ocupado el lugar del hombre con el que luchaba. Tenía una habilidad, eso estaba claro, pero no quería imaginarse que clase de monstruoso poder podría concederle una resistencia tan descomunal. No solo volvía a la lucha después de todo el daño recibido, sino que lo hacía sin ninguna herida visible.
"Esto puede ser un problema. Más me vale aplastarlo cuanto antes".
-¡Supongo que no sirve de nada recordarte que aún puedes rendirte! -exclamó, sin saber siquiera si aquella cosa podía entenderle. Le recordaba demasiado a la forma descontrolada de las frutas Zoan como para estar seguro de que pudiese razonar. Lo mejor sería pasar a la acción. Plan A: aplastar.
Y con "aplastar", quería decir "aplastar". Hizo brotar tres ramas de su brazo derecho y las enroscó a su alrededor en multitud de giros. Luego alargó el brazo hacia aquella cosa voladora que ya ni parecía humano e hizo que las ramas se desenroscaran a gran velocidad, de forma que giraban como un ventilador. Un ventilador de madera con aspas enormes tan duras como el bueno acero. La idea era realizar un ataque contundente pero de amplio alcance para volver a mandar a Ivan hacia abajo. A ser posible, con menos huesos enteros que con los que subía.
- Resumen:
- Blablabla - ventilador de ramas tochas para pegarle a Drácula
Solo como detalle, dejo esto --> Madera de hierro: El uso continuado del haki ha permitido a Kodama desarrollar una dureza superior. Cosas de la práctica. No solo eso, sino que cuando su corteza vuelve a crecer, lo hace más resistente, como si al regenerarse hubiese quedado impregnada de haki con cada uso.
Nivel III: Si se concentra, el haki de Kodama es un 75% más duro. Su corteza también se ha vuelto más resistente, siendo tan dura como el acero.
Ivan Markov
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Con dos poderosos aleteos tomó altura mientras se aproximaba al hombre árbol. El vampiro tomó un bocanada de aire, y este el transportó una multitud de sensaciones. Bajo él había todo un banquete esperándole; centenares, millares de recipientes demasiado débiles para resistirse a él esperando a que reclamase el dulce líquido de vida que poseían en su interior. Sin embargo aquel monstruoso ser sin sangre se interponía entre él y su comida. Su horrible olor floral tenía un deje a ser humano, pero sin el férrico y agradable tono que evidenciaba la presencia del carmesí elixir. Debía aniquilarlo si quería poder reclamar su justo premio... una sonrisa maníaca mostrando una dentadura llena de afilados colmillos llenó el rostro del vampiro, que con un poderoso golpe de sus alas salió volando hacia Kodama a una velocidad mayor a la que había demostrado hasta ahora. Completada ahora su transformación, todas sus heridas terminaron de cerrarse en apenas un instante, como si nunca hubieran existido. Observó las ramas enrollándose en torno al brazo del hombre árbol, pero para cuando este lanzó el golpe hacia él, Ivan ya no estaba allí. Un montón de murciélagos se dispersaron velozmente en todas direcciones, y cuando las ramas se desplegaron algunos fueron atrapados y destrozados en el ventilador. Sin embargo la masa principal de ellos se reunieron más allá del ataque, frente al tronco del árbol.
- Eso no será suficiente - dijo una voz profunda y retumbante.
Donde unos segundos antes había una masa de pequeños mamíferos alados ahora volvía a estar Ivan, sin piernas y con varios agujeros en el torso, que se cerraron rápidamente mientras sus extremidades inferiores comenzaban a crecer de nuevo en una escena dantesca y desagradable. Estaba algo decepcionado con aquel ser que le había obligado a despertar sus auténticos poderes para poder seguir combatiendo, ¿eso era todo lo que podía hacer? Si iba a querer vencerle iba a tener que sacar sus verdaderas cartas, porque de no hacerlo... él se encargaría de darle muerte. Empuñó a Vanator con ambas manos, preparando su próximo golpe mientras las llamas blancas de Bóreas volvían a brotar del filo.
- La rendición no es una opción. Y con estos nuevos poderes... no me veo perdiendo ante ti.
Se sentía exultante, lleno, vivo. Cada músculo de su cuerpo vibraba con aquel oscuro poder que había despertado, portadores de una fuerza como nunca había poseído hasta entonces. El dolor de las heridas no hacía si no despertar aún más aquellas sensaciones, y su cuerpo reaccionaba cerrándolas al momento. Se sentía imparable, invencible, inmortal... no había manera de que pudiera perder. El frío resplandor blanco de Bóreas comenzó a extenderse más allá de la punta de Vanator, recorriendo un filo invisible como si la espada fuese más larga. Entonces liberó todo su poder en un único tajo horizontal mientras se abalanzaba sobre Kodama, tratando de partirlo por la mitad.
- Winternacht!
- Eso no será suficiente - dijo una voz profunda y retumbante.
Donde unos segundos antes había una masa de pequeños mamíferos alados ahora volvía a estar Ivan, sin piernas y con varios agujeros en el torso, que se cerraron rápidamente mientras sus extremidades inferiores comenzaban a crecer de nuevo en una escena dantesca y desagradable. Estaba algo decepcionado con aquel ser que le había obligado a despertar sus auténticos poderes para poder seguir combatiendo, ¿eso era todo lo que podía hacer? Si iba a querer vencerle iba a tener que sacar sus verdaderas cartas, porque de no hacerlo... él se encargaría de darle muerte. Empuñó a Vanator con ambas manos, preparando su próximo golpe mientras las llamas blancas de Bóreas volvían a brotar del filo.
- La rendición no es una opción. Y con estos nuevos poderes... no me veo perdiendo ante ti.
Se sentía exultante, lleno, vivo. Cada músculo de su cuerpo vibraba con aquel oscuro poder que había despertado, portadores de una fuerza como nunca había poseído hasta entonces. El dolor de las heridas no hacía si no despertar aún más aquellas sensaciones, y su cuerpo reaccionaba cerrándolas al momento. Se sentía imparable, invencible, inmortal... no había manera de que pudiera perder. El frío resplandor blanco de Bóreas comenzó a extenderse más allá de la punta de Vanator, recorriendo un filo invisible como si la espada fuese más larga. Entonces liberó todo su poder en un único tajo horizontal mientras se abalanzaba sobre Kodama, tratando de partirlo por la mitad.
- Winternacht!
- Resumen y técnicas:
- - Termino de entrar en la forma Despertada y me regenero del todo.
- Evito parcialmente el golpe convirtiéndome en una bandada de murciélagos, pero parte de ellos son atrapados y destrozados por las ramas girando.
- Me recompongo sin piernas y parte del torso, comenzando a regenerar las partes perdidas.
- Lanzo un tajo horizontal hacia el tronco de Kodama. Modo leñador on.
Ámbito: Erster Mond, Erebus: Ivan puede alargar el filo de sus armas hasta en un 50% de su tamaño original. El filo alargado es transparente y aunque visible, algo difícil de percibir. Puede canalizar sus técnicas a través de él. Como parte pasiva, una fina niebla tétrica brota de su armas cuando tiene ansias de matar.
Ámbito: Dritter Mond, Boreas: Con este poder Ivan canaliza el frío de la técnica base del "Estilo de las Doce Lunas" para generar una llama fría en torno a un arma, sus manos o munición de una pistola. Esta llama está a -20º, y congela en vez de quemar. Como componente escénico, es capaz de generar una desagradable sensación de frío al tocar a alguien.
Poder de destrucción Tier 7: Es capaz de quebrar árboles de un golpe, o cortarlos a la mitad de un solo tajo.
Despertar: (Turno 1/4 de uso)- Despertar:
- Tras entrar en contacto con el demonio de su akuma, Ivan ha despertado el auténtico poder de este adquiriendo una nueva forma. Esta es muy similar físicamente a su forma completa, salvo por el hecho de que crece en tamaño hasta alcanzar los dos metros y medio de altura, su piel se vuelve tan pálida que parece directamente blanca, sus ojos pasan de dorados a rojos y toda su dentadura se convierte en afilados colmillos. Además le crecen garras negras y dos alas negras similares a las de un murciélago pero extremadamente musculosas. Un último cambio es que en las palmas de sus manos aparecen bocas, con la única función de morder y succionar sangre. Durante la transformación, una niebla negra envuelve al usuario.
El poder principal de esta forma es la regeneración extrema. Mientras permanezca en su estado Despertado, el usuario se regenerará al instante de cualquier daño que no sea realizado con plata o fuego (para estos empleará la tabla normal de regeneración). La excepción sería ser decapitado, que lo haría regenerarse pero saliendo de la forma Despertada inconsciente o recibir una estaca en el corazón, lo que le dejaría paralizado indefinidamente hasta que esta sea retirada (una vez terminados los posts de su forma despertada volvería a su forma completa, manteniéndose la parálisis hasta que se retire el arma). Además de esto, el vampiro pasa a poseer un cuerpo increíblemente resistente (su piel y músculos pasan a tener la dureza y tenacidad del acero). Por último, es capaz de convertirse una vez cada tres posts en una bandada de murciélagos negros, que poseen su velocidad pero no sus otras aptitudes (no se regeneran, entre otras cosas). Cuando se recompone cada murciélago se reconvierte en una parte del cuerpo, así que de destruirse varios tendría que regenerar las partes perdidas (de ser a causa de fuego o plata, con la correspondiente espera).
Sus habilidades pasan a quedar repartidas de la siguiente forma: Fuerza x10, Velocidad x10, Agilidad x10, Reflejos x10 (en total un x10 más que en su forma completa).
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No se dejó sorprender por el aberrante fenómeno de feria al que se enfrentaba. No le importaba si se disgregaba en forma de nube de murciélagos para luego volver a recomponerse, y no prestaría atención a cualquier otro truco que pudiese sacarse de la manga. Veterano de cien batallas, Kodama había aprendido que nada era imposible y, visto lo visto, cada vez estaba más seguro.
Y no era lo único. A lo largo del combate se había ido convenciendo de una cosa: Ivan Markov no podía salir vivo. Ignoraba qué clase de poder tendría exactamente, pero si le dejaba fortalecerse se convertiría en una amenaza intolerable.
“No te distraigas”, se reprendió. Tenía que concentrarse en su adversario totalmente. Nada más importaba, ni siquiera la guerra que tenía lugar bajo sus pies.
Con un rápido movimiento, convocó dos ramas a las que dio forma de brazos gruesos y humanos. Con ellas empuñó sus espadas, consciente de que eran la mejor forma de defenderse de mandoble envuelto en llamas. Y cuando el pirata atacó, cruzó sus armas para detener el acero llameante.
“¿Cómo se ha vuelto tan rápido?”, se preguntó. Incluso habiendo previsto el ataque, apenas había podido reaccionar. Pudo evitar quedar partido en dos, pero el mordisco del gélido acero le se hincó profundamente en su costado. ¿Cómo?
Contempló con desconcierto como brotaba un filo casi invisible de la punta del espadón, y era eso lo que le había golpeado por culpa de la inclinación del arma al ser detenida. Se maldijo para sus adentros por no haberlo visto. Sin embargo, no tuvo mucho tiempo más para preguntarse qué era aquello.
Sin suelo firme donde apoyarse, la inesperada fuerza del pirata le mandó por los aires como si no pesara nada. Los brazos falsos, quebrados, cayeron con las espadas aún sujetas mientras el coloso arbóreo intentaba estabilizarse en un medio para el que no estaba hecho. Empezaba a cansarse de eso de caerse, pero no quería llevar a esa cosa a tierra. A saber qué estragos podía causar ahí abajo.
No, no podía dejarlo escapar ni extender su malévola influencia. A pesar de que su carrera como pirata acabase de empezar, Kodama estaba decidido a ponerle fin. No dejaría que nadie temiese al demonio envuelto en sombras en que Markov se había convertido. ¿No se veía perdiendo? ¡Ja! Eso perfectamente podía decirlo él. Kodama luchaba por la justicia, y no había nadie, criminal o monstruo, que escapase a su luz.
-Leave -musitó.
Una tonelada de hojas detuvo su caída formando un mullido colchón verde. Kodama, de nuevo del tamaño de un humano especialmente alto, se incorporó sobre el montón de hojas que era su dominio. Éstas no dejaban de brotar de sus ramas, a cientos, a miles. Kodama alzó una mano y las manipuló para que comenzasen a moverse. Giraban en perfecta sincronía en círculos cada vez más amplios, aumentando su rango de acción poco a poco. Luego se abalanzaron sobre Markov.
Tal y como estaba, era el momento de dejar de tomarle por un pirata común. Las hojas, que envolvieron sus espadas y las devolvieron a sus manos, formarían un huracán verde alrededor de aquella cosa. Y entre ellas, tres esferas metálicas de cinco centímetros de diámetro transportadas por las mismas hojas que las camuflaban. El árbol solo tenía que usar el pequeño mando a distancia para activarlas cuando estuviesen cerca de Markov, y éstas absorberían una absurda cantidad de aire durante un segundo para luego liberarlo súbitamente con potencia suficiente como para hacer pedazos a ese ser alado.
O eso esperaba él.
Y no era lo único. A lo largo del combate se había ido convenciendo de una cosa: Ivan Markov no podía salir vivo. Ignoraba qué clase de poder tendría exactamente, pero si le dejaba fortalecerse se convertiría en una amenaza intolerable.
“No te distraigas”, se reprendió. Tenía que concentrarse en su adversario totalmente. Nada más importaba, ni siquiera la guerra que tenía lugar bajo sus pies.
Con un rápido movimiento, convocó dos ramas a las que dio forma de brazos gruesos y humanos. Con ellas empuñó sus espadas, consciente de que eran la mejor forma de defenderse de mandoble envuelto en llamas. Y cuando el pirata atacó, cruzó sus armas para detener el acero llameante.
“¿Cómo se ha vuelto tan rápido?”, se preguntó. Incluso habiendo previsto el ataque, apenas había podido reaccionar. Pudo evitar quedar partido en dos, pero el mordisco del gélido acero le se hincó profundamente en su costado. ¿Cómo?
Contempló con desconcierto como brotaba un filo casi invisible de la punta del espadón, y era eso lo que le había golpeado por culpa de la inclinación del arma al ser detenida. Se maldijo para sus adentros por no haberlo visto. Sin embargo, no tuvo mucho tiempo más para preguntarse qué era aquello.
Sin suelo firme donde apoyarse, la inesperada fuerza del pirata le mandó por los aires como si no pesara nada. Los brazos falsos, quebrados, cayeron con las espadas aún sujetas mientras el coloso arbóreo intentaba estabilizarse en un medio para el que no estaba hecho. Empezaba a cansarse de eso de caerse, pero no quería llevar a esa cosa a tierra. A saber qué estragos podía causar ahí abajo.
No, no podía dejarlo escapar ni extender su malévola influencia. A pesar de que su carrera como pirata acabase de empezar, Kodama estaba decidido a ponerle fin. No dejaría que nadie temiese al demonio envuelto en sombras en que Markov se había convertido. ¿No se veía perdiendo? ¡Ja! Eso perfectamente podía decirlo él. Kodama luchaba por la justicia, y no había nadie, criminal o monstruo, que escapase a su luz.
-Leave -musitó.
Una tonelada de hojas detuvo su caída formando un mullido colchón verde. Kodama, de nuevo del tamaño de un humano especialmente alto, se incorporó sobre el montón de hojas que era su dominio. Éstas no dejaban de brotar de sus ramas, a cientos, a miles. Kodama alzó una mano y las manipuló para que comenzasen a moverse. Giraban en perfecta sincronía en círculos cada vez más amplios, aumentando su rango de acción poco a poco. Luego se abalanzaron sobre Markov.
Tal y como estaba, era el momento de dejar de tomarle por un pirata común. Las hojas, que envolvieron sus espadas y las devolvieron a sus manos, formarían un huracán verde alrededor de aquella cosa. Y entre ellas, tres esferas metálicas de cinco centímetros de diámetro transportadas por las mismas hojas que las camuflaban. El árbol solo tenía que usar el pequeño mando a distancia para activarlas cuando estuviesen cerca de Markov, y éstas absorberían una absurda cantidad de aire durante un segundo para luego liberarlo súbitamente con potencia suficiente como para hacer pedazos a ese ser alado.
O eso esperaba él.
- Resumen:
- Intentar detener el espadazo - Salir volando - Activar modo hojas - Crear un torbellino con ellas alrededor del chupasangre - Activar tres Ojos del Viento que hay ocultos entre ellas.
Takai Mori no Heishi. Leave: En esta forma conserva su apariencia humana y el único cambio es que su capacidad para crear hojas se multiplica. Además es capaz de controlar y mover a distancia todas las hojas que crea, así como imbuirlas con Haki.- Ojos del viento:
- Se trata de una serie de 10 pequeñas esferas plateadas de distinto tamaño (van desde 2 hasta 20 centímetros de diámetro) y son tan pulidas que reflejan su entorno perfectamente y producen un potente brillo al contacto con la luz. Son conocidas como "Los 10 Ojos del Viento". Junto a la funda especial en la que se guardan hay un pequeño mando de unos cinco centímetros con diez botones. Con este aparato se activan o desactivan las esferas fuera de la funda, aunque al adherirse a algo se activan automáticamente en cuestión de 5 segundos. Si se detonan las esferas antes de esos 5 segundos, la potencia será menor al haber absorbido menos aire.
Estas esferas están hechas de una aleación de los metales más resistentes del mundo, con lo que resultan indestructibles, aunque su extremadamente complejo mecanismo impide que se vean afectadas por cualquier fuerza electro-magnética. En su interior ocultan un avanzadísimo sistema capaz de absorber una enorme cantidad de aire y luego soltarla con una presión tal, que genera una onda expansiva que arrasa cualquier cosa a su alrededor sin importar de que se trate, llegando incluso a destrozar el acero. La zona afectada es de un metro por cada centímetro de diámetro de la esfera. Otra característica peculiar es su capacidad para adherirse a cualquier objeto, incluida la ropa, con lo que dificulta evitar el daño. Estas esferas pueden ser disparadas con algún arma o simplemente arrojadas. Por último, al absorber tal cantidad de aire, su peso aumenta durante los 5 segundos que pasan entre que se activa hasta que detona (excepto que se adelante la detonación mediante el control) llegando a multiplicar su peso por 20 y dificultando el librarse de ellas.
Ivan Markov
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Pese a todo su poder, pese a todas las heridas que le había causado, aquel maldito ser árbol seguía resistiéndose, y aún tenía fuerzas suficientes para bloquear sus golpes. ¿Cómo podía ser tan estúpidamente fuerte? Flashes de su pelea contra Deathstroke acudieron a su mente, y la certeza de que su derrota era posible le golpeó con fuerza. Apretó su mano en torno a la empuñadura de Vanator, rebelándose con todas sus fuerzas contra aquella idea. No podía perder, ¡no iba a perder! Se preparó para perseguir al caído, plegando sus alas para dejarse caer sobre él, cuando de repente aquel extraño tornado de hojas lo envolvió. ¿Qué clase de truco era ese? ¿Le cortarían si intentaba cruzarlo? ¿Eran una mera cortina de humo para ocultar una nueva ofensiva? Sin fiarse del árbol, frunció el ceño y centró su kenbunshoku en el árbol, percibiendo una clara intención hostil. Iba a atacarle y el golpe vendría desde... ¿las hojas? No podía predecir exactamente en qué consistía, pero evidentemente aquel remolino verde escondía algo. El aire comenzó a vibrar en torno a Ivan quien con un brutal grito alzó su espada, liberando su voluntad en una violenta onda en torno a él.
- ¡YA BASTA DE JUEGOS!
Las hojas se dispersaron por la fuerza de su haoshoku, desvelando tres bolas metálicas que a su vez también se alejaron varios metros por el estallido. Sin pensárselo más, el vampiro echó a volar en línea recta hacia arriba, lo más rápido que pudo tratando de alejarse de las bolas. Desconocía su función, pero podía percibir aquel conocido aroma proveniente de ellas... ese olor que no sabría definir pero cuyo significado conocía bien: peligro. Sintió un pitido en los oídos y dolor en sus piernas, y de repente el mundo comenzó a dar vueltas en torno a él mientras perdía el control de su vuelo por el estallido. Sacudiendo la cabeza, aleteó para tratar de recobrar el equilibrio y frenarse, mientras tanto sus oídos como sus destrozadas extremidades inferiores se regeneraban. La parte buena era que seguía entero; fueran lo que fueran no usaban ni fuego ni plata. La "mala" es que por mucho que él ese regenerara, salvo por su capa su ropa no lo hacía. Y ahora mismo estaba sin botas y con los pantalones ensangrentados y hechos harapos. Enseñó los colmillos, algo molesto, para luego sonreír y soltar una feroz carcajada.
- ¿Eso es todo, capitán? Con esos trucos baratos no vas a poder contra mí - se relamió - Empiezo a tener bastante hambre... y por desgracia tu raza no es plato de mi gusto. Desaparece de mi camino de una vez.
Mientras hablaba descendió varios metros sin aproximarse aún a distancia de combate y le miró de nuevo a los ojos, concentrando todo su odio en aquella mirada. Esta vez la imagen que se formó en su mente fue la de él acuchillando repetidas veces con su daga a Kodama, para luego destrozarlo de un espadazo. Sin perder ni un instante cargó contra él árbol mientras se llevaba la mano izquierda a uno de los bolsillos interior, como si fuese a sacar la daga. Y efectivamente extrajo algo, sólo que esto fue a parar a la manga de la chaqueta, la única pieza de ropa más o menos entera gracias a la capacidad de autorreparación del Manto de Sombras. En lugar de extraer la daga alzó a Vanator mientras imbuía su voluntad en la hoja, empuñándola a dos manos. Esta vez no se iba a guardar nada; era ahora o nunca, golpearía con todo lo que tenía. Lanzó dos veloces cortes directos a las extremidades del hombre árbol, intentando seccionárselas, para a continuación seguir con una lluvia de acero sobre este, descargando feroces mandoblazos sin tregua, con intención de destrozar de una vez y para siempre al marine. Finalmente su espada tomó un brillo azulado, mientras lanzaba un último corte del que surgió una onda con forma de media luna.
- ¡Halbmond!
- ¡YA BASTA DE JUEGOS!
Las hojas se dispersaron por la fuerza de su haoshoku, desvelando tres bolas metálicas que a su vez también se alejaron varios metros por el estallido. Sin pensárselo más, el vampiro echó a volar en línea recta hacia arriba, lo más rápido que pudo tratando de alejarse de las bolas. Desconocía su función, pero podía percibir aquel conocido aroma proveniente de ellas... ese olor que no sabría definir pero cuyo significado conocía bien: peligro. Sintió un pitido en los oídos y dolor en sus piernas, y de repente el mundo comenzó a dar vueltas en torno a él mientras perdía el control de su vuelo por el estallido. Sacudiendo la cabeza, aleteó para tratar de recobrar el equilibrio y frenarse, mientras tanto sus oídos como sus destrozadas extremidades inferiores se regeneraban. La parte buena era que seguía entero; fueran lo que fueran no usaban ni fuego ni plata. La "mala" es que por mucho que él ese regenerara, salvo por su capa su ropa no lo hacía. Y ahora mismo estaba sin botas y con los pantalones ensangrentados y hechos harapos. Enseñó los colmillos, algo molesto, para luego sonreír y soltar una feroz carcajada.
- ¿Eso es todo, capitán? Con esos trucos baratos no vas a poder contra mí - se relamió - Empiezo a tener bastante hambre... y por desgracia tu raza no es plato de mi gusto. Desaparece de mi camino de una vez.
Mientras hablaba descendió varios metros sin aproximarse aún a distancia de combate y le miró de nuevo a los ojos, concentrando todo su odio en aquella mirada. Esta vez la imagen que se formó en su mente fue la de él acuchillando repetidas veces con su daga a Kodama, para luego destrozarlo de un espadazo. Sin perder ni un instante cargó contra él árbol mientras se llevaba la mano izquierda a uno de los bolsillos interior, como si fuese a sacar la daga. Y efectivamente extrajo algo, sólo que esto fue a parar a la manga de la chaqueta, la única pieza de ropa más o menos entera gracias a la capacidad de autorreparación del Manto de Sombras. En lugar de extraer la daga alzó a Vanator mientras imbuía su voluntad en la hoja, empuñándola a dos manos. Esta vez no se iba a guardar nada; era ahora o nunca, golpearía con todo lo que tenía. Lanzó dos veloces cortes directos a las extremidades del hombre árbol, intentando seccionárselas, para a continuación seguir con una lluvia de acero sobre este, descargando feroces mandoblazos sin tregua, con intención de destrozar de una vez y para siempre al marine. Finalmente su espada tomó un brillo azulado, mientras lanzaba un último corte del que surgió una onda con forma de media luna.
- ¡Halbmond!
- resumen:
- - Aparto las hojas de mí con mi haki del rey.
- Me alejo volando, salgo igualmente herido, pero mi cuerpo se regenera gracias a la habilidad de mi Despertar.
- Uso mi hipnotismo contra Kodama.
- Cargo sobre él lanzando una lluvia de cortes con busoushoku y rematando con una onda cortante.
Despertar: turno 2/4
Jäger schauen: Cuando activa este poder, los ojos de Ivan se vuelven rojos. Todo el que le mire a los ojos sentirá miedo hacia él, este es un efecto escénico y a interpretar por el jugador, pero perdurará durante un rato después a que se corte el contacto visual. Además las personas que tengan al menos diez niveles menos que él sabrán al momento que están ante alguien más poderoso que ellos. De manera activa y no más de una vez cada dos posts por persona, puede hacer que alguien a quien esté mirando a los ojos sienta su sed de sangre en toda su intensidad, y tendrá una premonición como las del haki de observación en que verá a Ivan atacándole de acuerdo a la manera en que este esté pensando en dañarle.
Haoshoku nivel 4 [Predilecto] - Cataclismo: Los usuarios con sintonía en Destrucción tienen una voluntad fuerte y decidida, férrea, capaz de destruir cualquier cosa. A través de su poder son capaces de lanzar potentes ondas de Haki del Rey, suficientemente poderosas como para derribar a la gente (personas normales) a veinte metros a su alrededor, así como quebrar el entorno que lo reciba.
Kenbunshoku nivel 7 (Visión Tier 5) Turno 1/7
Es riecht nach Kot [Modalidad de nivel 2]
Activamente puede oler el estado de ánimo y emociones de la gente, además de potenciar su olfato. Pasivamente es capaz de oler los peligros inminentes.
Busoushoku nivel 7 (Armamento Tier 7) Turno ¿4,5?/5
Armamento de x4 x endurecimiento de x3: x12 a la potencia de los golpes.- Spoiler:
- Tier 6: Cuando canaliza su Haki a través de las armas duplica la potencia de sus impactos. Podría desgastar su Haki al triple de velocidad para duplicar este efecto (multiplica la potencia por cuatro).
Tier 7: Mejora su uso del endurecimiento, desgastándose al usarlo tan sólo un 50% más que su uso normal de Haki. Podría canalizar el endurecimiento en una sola arma, renunciando a usarlo en las demás con el fin de triplicar la potencia de sus ataques.
Halbmond: Trazando un corte con la espada, crea una onda cortante azul con forma de media luna. Posee un arco creciente según la distancia, y se disipa a lo largo de diez metros, más un metro cada diez niveles. Esta onda abarcará, como mucho, un ángulo de 60 grados.
PD: Estoy yendo a full, con todas mis fuerzas y stats al máximo. Sería en términos del nuevo sistema de combate un AD (Ataque Definitivo).
Roland von Klauswitz
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Trucos baratos, así había definido a los artefactos que le habían costado las piernas. Por supuesto, ambas piernas volvían a crecerle de nuevo sin rastro de herida alguna, lo cual hacía que Kodama se preguntase qué hacía falta para acabar con él. Tal vez su cabeza fuera su punto débil. Sería algo obvio, al fin y al cabo, pero dudaba que pudiera decapitarle tan fácilmente. Se había vuelto muy rápido desde que cambiase por última vez, y tenía la capacidad de sacar armas de esa extraña ropa suya.
-Eres un ser muy peculiar, joven. Deberías haber muerto ya unas cuantas veces -dijo. Vale, él tenía dos feas heridas de espadas rodeadas de escarcha y un agujero que se le había llevado un buen trozo de cabeza, pero los humanos no eran como él. La capacidad de sus endebles cuerpos para resistir las heridas era muy inferior a la de los seres supremos que eran los árboles.
Por otro lado, un animal hambriento, como era el caso, resultaba especialmente peligroso. Kodama había visto a todo tipo de seres diminutos luchar con uñas y dientes por comida. No quería pensar en qué ocurriría si se trasladara ese comportamiento a la escala de aquel combate. Sería mejor que recuperase los Ojos del Viento con unas pocas pompas bien dirigidas.
Una nueva imagen cobró forma en su mente. Veía la daga atravesarle con una inquietante nitidez, igual que antes, cuando había tenido una visión siendo devorado por las llamas. ¿Sería cierto esta vez? ¿Cómo podía fiarse? La respuesta era simple: no podía. Tendría que defenderse de cualquier cosa que le viniera encima.
Lo que le vino encima fue un ataque tan brutal como simple. La gran espada congelante ya no buscaba dejar nuevas marcas de hielo sobre su cuerpo, sino partirlo en trozos igual que haría un leñador. El Roble alzó sus propias armas, pero la maldita visión le hizo retrasar su respuesta. Era incapaz de ignorar un ataque sin saber si era o no falso, y eso le costó el brazo izquierdo. El derecho fue después, y quedó colgando de apenas un jirón de frágil madera. Usó las hojas de forma casi desesperada, proyectándolas entre su rival y él para intentar defenderse. Imbuidas en haki, al igual que su propio cuerpo, y agrupadas como un denso muro servían para desviar algunos golpes, pero no constituían una defensa lo bastante consistente para marcar la diferencia contra la furia de aquel ataque. De haber tenido un poco más de margen de acción habría cambiado de nuevo a otra forma.
Para cuando la onda luminosa atravesó el manto verde, Kodama estaba para el arrastre. Hojas calcinadas caían a cientos a su alrededor, y tan solo unas pocas le sostenían a él y a sus cercenados brazos. La parte izquierda de su cuerpo parecía haber recibido el impacto de un rayo, su pierna había desaparecido, claro, y la derecha estaba rota por tres partes. El haki de la corteza y las hojas había impedido que lo talase, pero no que profundos cortes surcasen su cuerpo igual que tatuajes. No podía segregar suficiente resina para cubrirlos, y se le ocurrió que debería tener cuidado para no abrir demasiado esas heridas y terminar partido en dos. Nunca le había pasado, ¿seguiría vivo de ser así? Seguramente no. No conocía a ningún árbol que hubiese sobrevivido a su propia tala.
La pobre salamandra que se ocultaba siempre entre sus ropas colgaba aferrada con sus garras a su cuello. De no haber previsto el último golpe y reaccionado a él -aunque no muy eficientemente-, estarían recogiendo las dos mitades de su cuerpo allá abajo. En lugar de eso, solo tenían que recoger unos cuantos trozos. No obstante, seguían siendo daños demasiado grandes como para sanarlos así sin más. Podía sustituir sus brazos por ramas, pero el daño a su cuerpo era considerable. No se le ocurría otra cosa más que usar eso.
-Esto me recuerda cuantísimo odio volar -admitió el Roble. De estar en tierra podría hundir las raíces y absorber nutrientes para ir regenerándose. Pero allí arriba estaba fuera de su elemento. Era un pez varado en el desierto, un ave sin alas tirada en un charco-. Solo lo he controlado una vez. Si se me ha olvidado como hacerlo, estamos los dos en un aprieto.
Resignado, dejó que todo su poder fluyera por su cuerpo. Era embriagador, excitante, como el primer aliento que tomó con sus pulmones humanos o el primer paso que dieron sus descoordinadas piernas de madera. El poder tomó forma y le hizo crecer. Pasó de los tres metros de altura a los diez, y de los diez a los veinte. Nuevas ramas alimentadas por sus últimas fuerzas sustituyeron a sus extremidades perdidas, solo que con un grosor terriblemente superior. Las múltiples heridas de su cuerpo humano quedaron recubiertas por corteza, además de por un rudimentario emplasto de hojas y resina. Una corona formada por tres ramas brotó de su enorme cabeza, declarando al mundo entero que el rey de los árboles había sido invocado.
El titán que era Yggdrassil se construyó una plataforma de hojas acorde a su monstruoso tamaño. Solo había empleado aquel último recurso en su batalla contra Arribor Neus, y le asustaba no ser capaz de controlarlo adecuadamente. Alzó un brazo en su mente y el portento arbóreo en que se había convertido respondió imitándole. Qué alivio...
Un huracán de hojas envolvió una amplia zona del cielo. Lo usaría para envolverlos a ambos, a Ivan y a él, y así evitar que se alejase. No se le daba bien cazar moscas. Haría que la burbuja de hojas se cerrase, compactándose más cada vez para atraer al pirata hacia él y aplastarlo literalmente. De su brazo surgieron cientos de estacas de madera, duras cual punzones de acero. Las estacas no habían funcionado antes, pero sí que eran capaces de herirle, cosa que ya era suficiente. Si bastaban para ganar una décima de segundo y golpearle, valdría la pena utilizarlas.
"No, eso es lo que haría con alguien normal". No era el caso, así que si lograba darle intentaría usar su corteza para atraparlo y poder acabar con él después. No era ya momento de sutilezas, pues no tenía demasiado tiempo en esa forma. Dadas sus heridas, Yggdrassil solo era un parche, una forma de ignorarlas momentáneamente, pero tendría que lidiar con ellas cuando volviese a su forma humana.
Su gigantesca garganta crujió y un sonido graznante y grave salió de ella seguido por un poderoso rugido. Después, habló:
-Ha sido interesante conocerte, pirata Ivan Markov -Había terminado por aceptar que decía la verdad en cuanto a su identidad-. Adiós.
Hizo que muchas de las estacas empezasen a llover, aunque dejando algunas en su brazo para cuando llegase a darle. Hizo un soberbio esfuerzo para imbuir parte de su brazo en haki, y luego descargó un potente golpe en un movimiento lo más abierto posible, para abarcar todo el rango que pudiera.
-Eres un ser muy peculiar, joven. Deberías haber muerto ya unas cuantas veces -dijo. Vale, él tenía dos feas heridas de espadas rodeadas de escarcha y un agujero que se le había llevado un buen trozo de cabeza, pero los humanos no eran como él. La capacidad de sus endebles cuerpos para resistir las heridas era muy inferior a la de los seres supremos que eran los árboles.
Por otro lado, un animal hambriento, como era el caso, resultaba especialmente peligroso. Kodama había visto a todo tipo de seres diminutos luchar con uñas y dientes por comida. No quería pensar en qué ocurriría si se trasladara ese comportamiento a la escala de aquel combate. Sería mejor que recuperase los Ojos del Viento con unas pocas pompas bien dirigidas.
Una nueva imagen cobró forma en su mente. Veía la daga atravesarle con una inquietante nitidez, igual que antes, cuando había tenido una visión siendo devorado por las llamas. ¿Sería cierto esta vez? ¿Cómo podía fiarse? La respuesta era simple: no podía. Tendría que defenderse de cualquier cosa que le viniera encima.
Lo que le vino encima fue un ataque tan brutal como simple. La gran espada congelante ya no buscaba dejar nuevas marcas de hielo sobre su cuerpo, sino partirlo en trozos igual que haría un leñador. El Roble alzó sus propias armas, pero la maldita visión le hizo retrasar su respuesta. Era incapaz de ignorar un ataque sin saber si era o no falso, y eso le costó el brazo izquierdo. El derecho fue después, y quedó colgando de apenas un jirón de frágil madera. Usó las hojas de forma casi desesperada, proyectándolas entre su rival y él para intentar defenderse. Imbuidas en haki, al igual que su propio cuerpo, y agrupadas como un denso muro servían para desviar algunos golpes, pero no constituían una defensa lo bastante consistente para marcar la diferencia contra la furia de aquel ataque. De haber tenido un poco más de margen de acción habría cambiado de nuevo a otra forma.
Para cuando la onda luminosa atravesó el manto verde, Kodama estaba para el arrastre. Hojas calcinadas caían a cientos a su alrededor, y tan solo unas pocas le sostenían a él y a sus cercenados brazos. La parte izquierda de su cuerpo parecía haber recibido el impacto de un rayo, su pierna había desaparecido, claro, y la derecha estaba rota por tres partes. El haki de la corteza y las hojas había impedido que lo talase, pero no que profundos cortes surcasen su cuerpo igual que tatuajes. No podía segregar suficiente resina para cubrirlos, y se le ocurrió que debería tener cuidado para no abrir demasiado esas heridas y terminar partido en dos. Nunca le había pasado, ¿seguiría vivo de ser así? Seguramente no. No conocía a ningún árbol que hubiese sobrevivido a su propia tala.
La pobre salamandra que se ocultaba siempre entre sus ropas colgaba aferrada con sus garras a su cuello. De no haber previsto el último golpe y reaccionado a él -aunque no muy eficientemente-, estarían recogiendo las dos mitades de su cuerpo allá abajo. En lugar de eso, solo tenían que recoger unos cuantos trozos. No obstante, seguían siendo daños demasiado grandes como para sanarlos así sin más. Podía sustituir sus brazos por ramas, pero el daño a su cuerpo era considerable. No se le ocurría otra cosa más que usar eso.
-Esto me recuerda cuantísimo odio volar -admitió el Roble. De estar en tierra podría hundir las raíces y absorber nutrientes para ir regenerándose. Pero allí arriba estaba fuera de su elemento. Era un pez varado en el desierto, un ave sin alas tirada en un charco-. Solo lo he controlado una vez. Si se me ha olvidado como hacerlo, estamos los dos en un aprieto.
Resignado, dejó que todo su poder fluyera por su cuerpo. Era embriagador, excitante, como el primer aliento que tomó con sus pulmones humanos o el primer paso que dieron sus descoordinadas piernas de madera. El poder tomó forma y le hizo crecer. Pasó de los tres metros de altura a los diez, y de los diez a los veinte. Nuevas ramas alimentadas por sus últimas fuerzas sustituyeron a sus extremidades perdidas, solo que con un grosor terriblemente superior. Las múltiples heridas de su cuerpo humano quedaron recubiertas por corteza, además de por un rudimentario emplasto de hojas y resina. Una corona formada por tres ramas brotó de su enorme cabeza, declarando al mundo entero que el rey de los árboles había sido invocado.
El titán que era Yggdrassil se construyó una plataforma de hojas acorde a su monstruoso tamaño. Solo había empleado aquel último recurso en su batalla contra Arribor Neus, y le asustaba no ser capaz de controlarlo adecuadamente. Alzó un brazo en su mente y el portento arbóreo en que se había convertido respondió imitándole. Qué alivio...
Un huracán de hojas envolvió una amplia zona del cielo. Lo usaría para envolverlos a ambos, a Ivan y a él, y así evitar que se alejase. No se le daba bien cazar moscas. Haría que la burbuja de hojas se cerrase, compactándose más cada vez para atraer al pirata hacia él y aplastarlo literalmente. De su brazo surgieron cientos de estacas de madera, duras cual punzones de acero. Las estacas no habían funcionado antes, pero sí que eran capaces de herirle, cosa que ya era suficiente. Si bastaban para ganar una décima de segundo y golpearle, valdría la pena utilizarlas.
"No, eso es lo que haría con alguien normal". No era el caso, así que si lograba darle intentaría usar su corteza para atraparlo y poder acabar con él después. No era ya momento de sutilezas, pues no tenía demasiado tiempo en esa forma. Dadas sus heridas, Yggdrassil solo era un parche, una forma de ignorarlas momentáneamente, pero tendría que lidiar con ellas cuando volviese a su forma humana.
Su gigantesca garganta crujió y un sonido graznante y grave salió de ella seguido por un poderoso rugido. Después, habló:
-Ha sido interesante conocerte, pirata Ivan Markov -Había terminado por aceptar que decía la verdad en cuanto a su identidad-. Adiós.
Hizo que muchas de las estacas empezasen a llover, aunque dejando algunas en su brazo para cuando llegase a darle. Hizo un soberbio esfuerzo para imbuir parte de su brazo en haki, y luego descargó un potente golpe en un movimiento lo más abierto posible, para abarcar todo el rango que pudiera.
- Resumen:
- Quedar hecho mierda - Forma descontrolada controlada (habrá que buscarle otro nombre) - Hacer una cúpula de hojas para que el vampiro no se escape, ir reduciéndola y compantándola - Lluvia de estacas y zurriagazo con brazo gigante - Intentar atraparlo con la corteza, si es que le da
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Destreza
Precisión
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La cacería aún no había terminado. Podía presentirlo en aquella presión en el aire. Aunque su rival parecía derrotado, algo emanaba de él. Ese brillo en su mirada, la sensación de que el poder de su aura estaba creciendo y aquel maldito olor vegetal que sólo le evocaba una sensación: problemas. Se alejó rápidamente y descendió a toda velocidad, recogiendo el brazo caído del árbol. No le interesaba en absoluto la rama, sólo la espada. Soltó la mano de madera del mango y dejó caer la extremidad, empuñando el arma con la siniestra mientras con la diestra mantenía a Vanator lista. Su presentimiento había sido correcto, pues el hombre árbol comenzó a crecer descontroladamente en todas direcciones, obligando al vampiro a alejarse para no ser empujado por el repentino desarrollo del titán. Se había convertido en una versión gigantesca de veinte metros de altura, con una lluvia de hojas orbitando en torno a él. Ivan sonrió con pesar, sabedor de que la pelea había escalado a otro nivel. Ya no combatía por demostrar nada al Gobierno ni a nadie. Ahora era la batalla entre dos monstruos por la supervivencia, por imponerse al otro y borrar su existencia del mundo. No había sitio para ambos... por irónico que fuera decir eso tratándose Kodama ahora de un monstruo superior a un gigante en tamaño.
- Al fin has decidido sacar los colmillos, capitán - comentó, observando las hojas formar una cúpula y volverse de color negruzco - A este ritmo seguiremos peleando hasta que los mares se sequen y las montañas se hagan polvo. ¡Sea pues, Kodama! ¡Allá vamos!
Lo primero era romper esa trampa arbórea, que cada vez reducía más su tamaño dejándole menos espacio de maniobra. Su anterior ataque había hecho que su haki de armadura quedara muy mermado. No podría repetir un golpe como aquel en un rato largo, y las reservas de energía tenía que reservarlas para atacar. Así pues, tendría que salir de la cúpula de otra manera. Cargó contra esta alzando ambas armas y liberando su voluntad nuevamente en un estallido de haoshoku concentrado en su golpe contra la masa de hojas. Estas se separaron verticalmente, dejando por unos momentos un camino libre, que Ivan no desaprovechó. Era su Macht des Königs, uno de sus ases bajo la manga, un movimiento digno del Rey de la Noche. El ser alado atravesó el pasillo de hoja, saliendo al exterior bajo el tormentoso cielo. La batalla continuaba en el mar, ahora con la flota pirata enfrentándose a una poderosa escuadra de acorazados. Sobre la isla dos figuras chocaban en los aires, una envuelta en un fulgor rojo y la segunda en uno azulado. La guerra parecía estar alcanzando su punto álgido, como marcando los últimos compases de una ominosa sinfonía. Se giró hacia el titán, observando la lluvia de madera que caía sobre él.
- Empiezas a repetirte - dijo, con una voz más bestial que humana, más gruñido que palabra.
El vampiro rugió con todas sus fuerzas, liberando como antes su voluntad, pero esta vez en un único estallido como el que había destrozado el tornado de hojas. Muchas de las estacas se detuvieron y comenzaron a caer, pero su onda no tenía tanto alcance como para pararlas todas. Comenzó a moverse por el aire haciendo girar sus armas en arcos, desviando y cortando todos los ataques que pudo. Era imposible hacerlo con todos por supuesto, y varios se clavaron en su torso y piernas. Sin embargo cumplió su objetivo, y ninguna alcanzó su pecho. En un descuido una de las estacas atravesó su ojo derecho, penetrando en su cabeza. Ivan volvió a rugir, esta vez de dolor. Dolía, como pocas heridas que había sufrido. Y se lo haría pagar, sin duda alguna... percibió el golpe antes de que se ejecutara, pero dejó que la enorme rama fuese hacia él, limitándose a poner la espada de kairoseki de Kodama en el camino para que se clavara, imbuyendo esta en su endurecimiento. Aún así el impacto fue brutal, destrozando toda la parte delantera de su cuerpo y empalándolo en las estacas.
- Eso... ¿es todo? - gruñó, con sus ojos reluciendo en un tono rojizo - Parece que... aún no has entendido nada.
Apoyó la mano izquierda sobre la corteza y apretando con todas sus fuerzas se desclavó de la espinosa rama, mientras con un desagradable sonido de huesos rotos su cuerpo se recomponía. Las estacas clavadas comenzaron a soltarse y caer, empujadas por la carne al regenerarse, y con un bufido, el monstruo echó a volar hacia el tronco. Concentró su poder restante en Vanator, empuñándola a ambas manos mientras adquiría el tono característico del endurecimiento y las llamas blancas de Bóreas volvían a surgir. Aquel sería el último golpe; se lo jugaría todo a esa última baza. Con una sonrisa salvaje aceleró al máximo mientras lanzaba el corte horizontal, ampliando nuevamente el tamaño del filo con el poder de la Primera Luna. En medio del resplandor blanco surgió uno azulado, el de su onda de medialuna.
- ¡Ende der Nacht!
- Al fin has decidido sacar los colmillos, capitán - comentó, observando las hojas formar una cúpula y volverse de color negruzco - A este ritmo seguiremos peleando hasta que los mares se sequen y las montañas se hagan polvo. ¡Sea pues, Kodama! ¡Allá vamos!
Lo primero era romper esa trampa arbórea, que cada vez reducía más su tamaño dejándole menos espacio de maniobra. Su anterior ataque había hecho que su haki de armadura quedara muy mermado. No podría repetir un golpe como aquel en un rato largo, y las reservas de energía tenía que reservarlas para atacar. Así pues, tendría que salir de la cúpula de otra manera. Cargó contra esta alzando ambas armas y liberando su voluntad nuevamente en un estallido de haoshoku concentrado en su golpe contra la masa de hojas. Estas se separaron verticalmente, dejando por unos momentos un camino libre, que Ivan no desaprovechó. Era su Macht des Königs, uno de sus ases bajo la manga, un movimiento digno del Rey de la Noche. El ser alado atravesó el pasillo de hoja, saliendo al exterior bajo el tormentoso cielo. La batalla continuaba en el mar, ahora con la flota pirata enfrentándose a una poderosa escuadra de acorazados. Sobre la isla dos figuras chocaban en los aires, una envuelta en un fulgor rojo y la segunda en uno azulado. La guerra parecía estar alcanzando su punto álgido, como marcando los últimos compases de una ominosa sinfonía. Se giró hacia el titán, observando la lluvia de madera que caía sobre él.
- Empiezas a repetirte - dijo, con una voz más bestial que humana, más gruñido que palabra.
El vampiro rugió con todas sus fuerzas, liberando como antes su voluntad, pero esta vez en un único estallido como el que había destrozado el tornado de hojas. Muchas de las estacas se detuvieron y comenzaron a caer, pero su onda no tenía tanto alcance como para pararlas todas. Comenzó a moverse por el aire haciendo girar sus armas en arcos, desviando y cortando todos los ataques que pudo. Era imposible hacerlo con todos por supuesto, y varios se clavaron en su torso y piernas. Sin embargo cumplió su objetivo, y ninguna alcanzó su pecho. En un descuido una de las estacas atravesó su ojo derecho, penetrando en su cabeza. Ivan volvió a rugir, esta vez de dolor. Dolía, como pocas heridas que había sufrido. Y se lo haría pagar, sin duda alguna... percibió el golpe antes de que se ejecutara, pero dejó que la enorme rama fuese hacia él, limitándose a poner la espada de kairoseki de Kodama en el camino para que se clavara, imbuyendo esta en su endurecimiento. Aún así el impacto fue brutal, destrozando toda la parte delantera de su cuerpo y empalándolo en las estacas.
- Eso... ¿es todo? - gruñó, con sus ojos reluciendo en un tono rojizo - Parece que... aún no has entendido nada.
Apoyó la mano izquierda sobre la corteza y apretando con todas sus fuerzas se desclavó de la espinosa rama, mientras con un desagradable sonido de huesos rotos su cuerpo se recomponía. Las estacas clavadas comenzaron a soltarse y caer, empujadas por la carne al regenerarse, y con un bufido, el monstruo echó a volar hacia el tronco. Concentró su poder restante en Vanator, empuñándola a ambas manos mientras adquiría el tono característico del endurecimiento y las llamas blancas de Bóreas volvían a surgir. Aquel sería el último golpe; se lo jugaría todo a esa última baza. Con una sonrisa salvaje aceleró al máximo mientras lanzaba el corte horizontal, ampliando nuevamente el tamaño del filo con el poder de la Primera Luna. En medio del resplandor blanco surgió uno azulado, el de su onda de medialuna.
- ¡Ende der Nacht!
- Resumen:
- - Recojo la espada caída de Kodama y salgo de la cúpula de hojas
- Me defiendo de las estacas, pero varias se me clavan
- Interpongo la espada de Kodama en su ataque, pero lo recibo enterito.
- Me lanzo a por él en un último golpe a la desesperada con todo lo que tengo.
Despertar: Turno 3/4
Haoshoku nivel 4 [Predilecto] Turno 2/3
- Macht des Königs: Liberando su haki del rey en un ataque contra un objeto, aumenta 300% el poder destructivo del golpe. Pasivamente Ivan es capaz de hablar con una voz profunda y grave cuando se enfada que hacer temblar y retumbar las cosas a su alrededor.
- Cataclismo: Los usuarios con sintonía en Destrucción tienen una voluntad fuerte y decidida, férrea, capaz de destruir cualquier cosa. A través de su poder son capaces de lanzar potentes ondas de Haki del Rey, suficientemente poderosas como para derribar a la gente (personas normales) a veinte metros a su alrededor, así como quebrar el entorno que lo reciba.
Kenbunshoku nivel 7 (Visión Tier 5): Turno 2/7
Busoushoku nivel 7 (Armamento Tier 7): Turno 5/5
(He recuperado un turno de uso gracias a mi modalidad [Pasivamente, si Ivan logra causar una herida severa a un oponente, recarga un turno de uso de haki], como me quedaba medio turno, eso da a 1,5, suficiente para un último golpe con endurecimiento)
Armamento de x2 x endurecimiento de x3: x6 a la potencia de los golpes.
- Uso las técnicas Boreas, Erebus y Halbmond. Volvería a copiarlas, pero creo que ya es más que redundante. Cortes congelantes, filo más largo semiinvisible y onda cortante.
Roland von Klauswitz
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La irritante resistencia de aquel hombre empezaba a agrietar el férreo muro de la paciencia infinita de Kodama. ¿Cuántos ataques más necesitaría para tumbarle? ¿Resistiría eternamente, curándose una y otra vez hasta que él mismo cayera? ¿Cuánto tiempo podría aguantar el propio Kodama? No habría sido un gran inconveniente enfrentarse a alguien con tal capacidad de aguante de no ser porque él mismo tenía un tiempo limitado para continuar el combate a ese nivel. "Tierra, tierra, tierra", pensaba. Deseaba llegar al suelo cuanto antes, a ser posible, con el recuerdo de la victoria sobre un peligroso pirata novato.
El marine vio con horror como ni siquiera una estaca hundida directamente en su cabeza bastaba para que Markov se diese por vencido. ¿Corazón, cerebro, cuello? ¿Cuál era su punto débil? ¿Iba a tener que machacarlo continuamente hasta que el tiempo y el espacio llegasen a su fin? Seguramente no tanto, pero tampoco tenía otra opción más que destrozarlo las veces que hiciera falta y confiar en que en algún momento fuese suficiente. Al fin y al cabo, ¿cuánto más podía durar su poder? Necesitaría una fuente de alimento, al igual que él mismo, así que todo se limitaba a ver quién aguantaba más.
Y empezaba a tener sus dudas. Había recuperado uno de sus brazos cercenados, pero fue Ivan quien tuvo el detalle de llevarle el otro. El lanzazo de debilidad provocado por el kairoseki de su propia espada recorrió su cuerpo de madera como un escalofrío haría en el espinazo de un ser humano. Sus movimientos se volvieron lentos, su conciencia comenzaba a diluirse. No era un kairoseki de alta concentración, lo cual sería fatal para él, pero no sabía cómo afectaría a Yggdrassil. ¿Perdería el control? ¿Se esfumaría su ser dentro de la mente de ese monstruo? Tuvo que luchar con uñas dientes para resistirse a continuar consciente, pero sabía que no podría esquivar el siguiente golpe del pirata.
Así que no lo hizo. En su lugar, mientras Markov se curaba, interpuso el brazo en su camino y dejó que se lo cortara. Oh, lo imbuyó con haki, por supuesto; de otra forma, tal vez lo hubiese cortado a él también. Su gran brazo cortado volvía a caer -se preguntaba cuántos trozos de ambos, de carne, sangre y madera, habrían llovido sobre el campo de batalla- con las marcas del temible poder helador de aquella extraña espada.
Pero un simple brazo no parecía ofrenda suficiente para esa bestia, que lanzó uno de esos ataques luminosos. Kodama lo recibió como bien pudo, con su haki concentrado en pecho y cabeza. No podía permitirse el lujo de tener que regenerar grandes heridas. Por suerte, no había abusado mucho del haki hasta el momento, y su corteza era lo bastante resistente como para amortiguar buena parte del daño. Eso no impidió que esas malditas llamas blancas hiciesen su trabajo. El haki no tenía demasiado efecto sobre las temperaturas tan bajas, y una buena porción de su corteza, e incluso su ojo izquierdo fueron pasto de las... ¿llamas? ¿Del hielo? No sabía cómo debía decirlo y tampoco tenía tiempo de pensárselo.
Las ramas surgieron antes incluso de que se hubiese recompuesto. La corteza helada se agrietaba y rompía, las hojas escarchadas caían a docenas y un ancestral miedo a las llamas luchaba contra el pensamiento racional de "Esto no quema". Y mientras, los cañones apuntaban a Ivan. No cañones de acero, sino de madera, ramas entrelazadas en cuyo interior brotaban balas en forma de bellotas. Sería un golpe a sus reservas de energía, aunque a esas alturas era necesario. Hizo todas las armas que pudo, docenas de negras bocas apuntando al pirata y deseando descargar su mortífero contenido sobre él.
-Bum.
Los cañones no rugían como haría la artillería humana, pues no había pólvora que quemar. Las bellotas surcaban el aire en un siniestro silencio, con potencia suficiente como para reducir a pedazos a cualquier humano normal. A ver si funcionaban con éste.
Lo cierto era que no tenía muchas esperanzas de que las bellotas bastasen. Podría arrancarle brazos y piernas, agujerearle la cabeza y el pecho, dejarlo hecho jirones y, tal y como había sucedido antes, volvería a regenerarse. No, era mejor algo más... contundente. Así que aprovechó los diez segundos que duró la lluvia de balas para coger con hojas su espada caída. Con el filo totalmente cubierto de hojas para así no tocarlo directamente, la introdujo discretamente en uno de los cañones de ramas y la disparó contra Ivan. No había habilidad inmune al kairoseki, y tal vez detuviera su regeneración durante unos segundos. Justo después de la espada dispararía dos Ojos del Viento, ambos de cinco centímetros; con suerte se quedarían pegados a su ropa y eso le impediría esquivarlos. Si todo salía bien, la espada permitiría que las explosiones de viento lo hicieran trizas de una vez.
El marine vio con horror como ni siquiera una estaca hundida directamente en su cabeza bastaba para que Markov se diese por vencido. ¿Corazón, cerebro, cuello? ¿Cuál era su punto débil? ¿Iba a tener que machacarlo continuamente hasta que el tiempo y el espacio llegasen a su fin? Seguramente no tanto, pero tampoco tenía otra opción más que destrozarlo las veces que hiciera falta y confiar en que en algún momento fuese suficiente. Al fin y al cabo, ¿cuánto más podía durar su poder? Necesitaría una fuente de alimento, al igual que él mismo, así que todo se limitaba a ver quién aguantaba más.
Y empezaba a tener sus dudas. Había recuperado uno de sus brazos cercenados, pero fue Ivan quien tuvo el detalle de llevarle el otro. El lanzazo de debilidad provocado por el kairoseki de su propia espada recorrió su cuerpo de madera como un escalofrío haría en el espinazo de un ser humano. Sus movimientos se volvieron lentos, su conciencia comenzaba a diluirse. No era un kairoseki de alta concentración, lo cual sería fatal para él, pero no sabía cómo afectaría a Yggdrassil. ¿Perdería el control? ¿Se esfumaría su ser dentro de la mente de ese monstruo? Tuvo que luchar con uñas dientes para resistirse a continuar consciente, pero sabía que no podría esquivar el siguiente golpe del pirata.
Así que no lo hizo. En su lugar, mientras Markov se curaba, interpuso el brazo en su camino y dejó que se lo cortara. Oh, lo imbuyó con haki, por supuesto; de otra forma, tal vez lo hubiese cortado a él también. Su gran brazo cortado volvía a caer -se preguntaba cuántos trozos de ambos, de carne, sangre y madera, habrían llovido sobre el campo de batalla- con las marcas del temible poder helador de aquella extraña espada.
Pero un simple brazo no parecía ofrenda suficiente para esa bestia, que lanzó uno de esos ataques luminosos. Kodama lo recibió como bien pudo, con su haki concentrado en pecho y cabeza. No podía permitirse el lujo de tener que regenerar grandes heridas. Por suerte, no había abusado mucho del haki hasta el momento, y su corteza era lo bastante resistente como para amortiguar buena parte del daño. Eso no impidió que esas malditas llamas blancas hiciesen su trabajo. El haki no tenía demasiado efecto sobre las temperaturas tan bajas, y una buena porción de su corteza, e incluso su ojo izquierdo fueron pasto de las... ¿llamas? ¿Del hielo? No sabía cómo debía decirlo y tampoco tenía tiempo de pensárselo.
Las ramas surgieron antes incluso de que se hubiese recompuesto. La corteza helada se agrietaba y rompía, las hojas escarchadas caían a docenas y un ancestral miedo a las llamas luchaba contra el pensamiento racional de "Esto no quema". Y mientras, los cañones apuntaban a Ivan. No cañones de acero, sino de madera, ramas entrelazadas en cuyo interior brotaban balas en forma de bellotas. Sería un golpe a sus reservas de energía, aunque a esas alturas era necesario. Hizo todas las armas que pudo, docenas de negras bocas apuntando al pirata y deseando descargar su mortífero contenido sobre él.
-Bum.
Los cañones no rugían como haría la artillería humana, pues no había pólvora que quemar. Las bellotas surcaban el aire en un siniestro silencio, con potencia suficiente como para reducir a pedazos a cualquier humano normal. A ver si funcionaban con éste.
Lo cierto era que no tenía muchas esperanzas de que las bellotas bastasen. Podría arrancarle brazos y piernas, agujerearle la cabeza y el pecho, dejarlo hecho jirones y, tal y como había sucedido antes, volvería a regenerarse. No, era mejor algo más... contundente. Así que aprovechó los diez segundos que duró la lluvia de balas para coger con hojas su espada caída. Con el filo totalmente cubierto de hojas para así no tocarlo directamente, la introdujo discretamente en uno de los cañones de ramas y la disparó contra Ivan. No había habilidad inmune al kairoseki, y tal vez detuviera su regeneración durante unos segundos. Justo después de la espada dispararía dos Ojos del Viento, ambos de cinco centímetros; con suerte se quedarían pegados a su ropa y eso le impediría esquivarlos. Si todo salía bien, la espada permitiría que las explosiones de viento lo hicieran trizas de una vez.
- Resumen:
- Dejar que le corte el brazo para librarse de la espada de kairo - Comerse la onda cortante - Hacer cañones con ramas y disparar bellotas a punta pala - Usar hojas para recoger su espada y envolver su filo (para no tocarlo), meterla en un cañón y dispararla - Justo después, hacer lo mismo con dos Ojos del Viento
Madera de hierro: El uso continuado del haki ha permitido a Kodama desarrollar una dureza superior. Cosas de la práctica. No solo eso, sino que cuando su corteza vuelve a crecer, lo hace más resistente, como si al regenerarse hubiese quedado impregnada de haki con cada uso.
Nivel III: Si se concentra, el haki de Kodama es un 75% más duro. Su corteza también se ha vuelto más resistente, siendo tan dura como el acero.
Cañón de frutos sagrados: Kodama junta varias de sus ramas con frutos, dándoles forma de cañón. De esta forma, hace girar las bellotas en el interior de ese cañón artificial y aumenta en gran medida la velocidad y la fuerza de disparo siendo capaz de derribar paredes con un solo disparo. Puede realizar tantos disparos como quiera siempre que disponga de suficiente energía, la cual puede obtener hundiendo sus raíces en el suelo.
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