Ragnar Asborn
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tras unos días en aquella isla ya empezaba a entender cómo funcionaba todo allí, a pesar de ser una ciudad de comercio y movida por el dinero, los vendedores se ayudaban entre sí en forma de “favores”, creando así una especie vínculo formal que te unía a la otra persona y te obligaba a ayudarla en cuanto te lo pidiera. Si rompías esa norma se te tachaba de alguien sin palabra para siempre, arrastrándote a un vacío social del cual era muy difícil salir y que perfectamente podía hundir tú negocio, la única forma de llevarte pan a la boca. Todos eran muy inteligentes y por eso mismo tú tenías que serlo más y sino al menos procurar no meterte en líos, pues quienes te sacaban de ellos eran mucho peores que tu problema original. Todo eso me lo enseñó y lo fui viendo por Ahmed, un ciudadano original de allí y vendedor de Diales al cual salvé de una paliza la misma noche que llegué a la isla… posiblemente de alguien a quien le debía un favor, aún no le había preguntado sobre el tema. Como agradecimiento por lo que hice él me prometió enseñarme toda la ciudad y lo necesario para sobrevivir en esta.
Yo estaba sentado bebiéndome una cerveza en un banco en la barra de una pequeña parada de madera parecida a un bar, solo que al aire libre y con grandes mesas compartidas por todo el mundo. El negocio se encontraba en medio de una calle importante de comercio, por lo que tanto el ruido como el transito eran constantes. Ahmed se hallaba al lado de otra de las paradas alrededor del lugar, un carro lleno de frutas específicamente, vestido con la misma ropa que el primer día que lo encontré: Un turbante de color blanco con la parte de arriba marrón, una camiseta blanca y andrajosa de manga corta la cual dejaba al descubierto la tez oscura de sus brazos, con aún algunas manchas de su propia sangre; una especie de bufanda fina de color azul utilizada de cinturón y unos largos pantalones anchos y marrones, también con alguna que otra gota de sangre. A pesar de no llevar zapatillas era mucho más alto que la gran mayoría de los ciudadanos, midiendo perfectamente dos metros, eso sí, estaba más delgado que un palillo de dientes. Tenía la nariz bastante larga y unos ojos de un intenso color azul, su pelo era negro como el carbón y bastante corto, alzándose poco más de un centímetro sobre su cráneo, llevaba una perilla no muy larga del mismo color y un par de pequeños aros de madera en su oreja derecha, además tenía una aguada voz y una amigable expresión que lo caracterizaba. Estaba hablando con el comerciante al cargo mientras sostenía lo que parecía ser una piña pero de color rojo, yo no paraba de mirarles entre trago y trago. Me hacían gracias las conversaciones que era capaz de crear aquel cabrón, aún sin escucharles y solamente viendo la gesticulación de ambos podía ver como poco a poco el rechoncho y bajito comerciante se iba enfadando… era como si tuviera el poder de sacar a los demás de sus casillas.
No pude evitar sonreír, cuando vi que el hombre se estaba enfadando de verdad me acabé lo que me quedaba de bebida de un trago y me levanté para dirigirme hacía allí a ver qué pasaba, no quería tener que sacarle de ningún otro lío. Cuando separé mi culo del asiento pude observar como un par de tipos natales de allí clavaron la mirada en mí con cierta satisfacción, como si estuvieran esperando a que me levantara, yo simplemente ignoré aquel gesto y seguí mi trayectoria como si nada. Cuando me encontraba a mitad de distancia entre el bar y la frutería pude empezar a apreciar los gritos del comerciante dirigidos hacía Ahmed, acabados con aquel acento parecido al árabe tan característico de la isla. – ¡Tú estás loco! ¡Estas frutas son de la mejor calidad, traídas directamente del desierto del Ah’mahad! Se nota que no tienes ojo para estas cosas… - Justo cuando esa frase terminó, yo llegué hasta delante de los dos, parándome y esperando la reacción de mi compañero, antes de que este pudiera responder se dio cuenta de mi presencia girándose hacía mí y mostrándome expresamente la pieza de fruta que tenía entre las manos con una expresión algo ofendida. - ¡Aaah, Ragnar, mi amigo! ¡Dile a este dromedario sin pelo de Tal’mahiram que estas Jakimbas están podridas, ese no es el color que tendrían que tener, las Jakimbas son rosas! - Yo no sabía mucho por no decir nada de lo que mi compañero me estaba hablando, pero aun así intenté responder lo más inteligente que se me ocurrió, aunque antes de poder decir nada una mano me cogió el hombro interrumpiéndome ¿Quién sería?
Yo estaba sentado bebiéndome una cerveza en un banco en la barra de una pequeña parada de madera parecida a un bar, solo que al aire libre y con grandes mesas compartidas por todo el mundo. El negocio se encontraba en medio de una calle importante de comercio, por lo que tanto el ruido como el transito eran constantes. Ahmed se hallaba al lado de otra de las paradas alrededor del lugar, un carro lleno de frutas específicamente, vestido con la misma ropa que el primer día que lo encontré: Un turbante de color blanco con la parte de arriba marrón, una camiseta blanca y andrajosa de manga corta la cual dejaba al descubierto la tez oscura de sus brazos, con aún algunas manchas de su propia sangre; una especie de bufanda fina de color azul utilizada de cinturón y unos largos pantalones anchos y marrones, también con alguna que otra gota de sangre. A pesar de no llevar zapatillas era mucho más alto que la gran mayoría de los ciudadanos, midiendo perfectamente dos metros, eso sí, estaba más delgado que un palillo de dientes. Tenía la nariz bastante larga y unos ojos de un intenso color azul, su pelo era negro como el carbón y bastante corto, alzándose poco más de un centímetro sobre su cráneo, llevaba una perilla no muy larga del mismo color y un par de pequeños aros de madera en su oreja derecha, además tenía una aguada voz y una amigable expresión que lo caracterizaba. Estaba hablando con el comerciante al cargo mientras sostenía lo que parecía ser una piña pero de color rojo, yo no paraba de mirarles entre trago y trago. Me hacían gracias las conversaciones que era capaz de crear aquel cabrón, aún sin escucharles y solamente viendo la gesticulación de ambos podía ver como poco a poco el rechoncho y bajito comerciante se iba enfadando… era como si tuviera el poder de sacar a los demás de sus casillas.
No pude evitar sonreír, cuando vi que el hombre se estaba enfadando de verdad me acabé lo que me quedaba de bebida de un trago y me levanté para dirigirme hacía allí a ver qué pasaba, no quería tener que sacarle de ningún otro lío. Cuando separé mi culo del asiento pude observar como un par de tipos natales de allí clavaron la mirada en mí con cierta satisfacción, como si estuvieran esperando a que me levantara, yo simplemente ignoré aquel gesto y seguí mi trayectoria como si nada. Cuando me encontraba a mitad de distancia entre el bar y la frutería pude empezar a apreciar los gritos del comerciante dirigidos hacía Ahmed, acabados con aquel acento parecido al árabe tan característico de la isla. – ¡Tú estás loco! ¡Estas frutas son de la mejor calidad, traídas directamente del desierto del Ah’mahad! Se nota que no tienes ojo para estas cosas… - Justo cuando esa frase terminó, yo llegué hasta delante de los dos, parándome y esperando la reacción de mi compañero, antes de que este pudiera responder se dio cuenta de mi presencia girándose hacía mí y mostrándome expresamente la pieza de fruta que tenía entre las manos con una expresión algo ofendida. - ¡Aaah, Ragnar, mi amigo! ¡Dile a este dromedario sin pelo de Tal’mahiram que estas Jakimbas están podridas, ese no es el color que tendrían que tener, las Jakimbas son rosas! - Yo no sabía mucho por no decir nada de lo que mi compañero me estaba hablando, pero aun así intenté responder lo más inteligente que se me ocurrió, aunque antes de poder decir nada una mano me cogió el hombro interrumpiéndome ¿Quién sería?
Lord Vader
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Los negocios parecían marchar cada vez a mejor, salvando algunos problemas puntuales, mis negocios iban creciendo poco a poco. Debía de sentirme feliz y brincar de alegría, sin embargo, algo estaba mal con mi yo interior. Tenía riqueza, prestigio en mi isla natal, negocios legales e ilegales así como unos modales exquisitos así que...¿porque me sentía tan vacío? Posiblemente sea porque en todo este tiempo que he estado fuera de Dressrosa no he podido visitar la tumba de mi mujer...y dejarle rosas frescas como era de costumbre.
Pero eso ahora mismo no tiene importancia, pues ahora había llegado a Hauoli. La verdad tenía su encanto y esperaba gastarme una considerable cantidad de dinero en cerrar tratos con los nativos...pero como dije antes, este tipo de cosas empezaban a aburrirme. No podía dejar de mirar, a mi llegada, los numerosos carteles de wanted que había en las tascas y diferentes tenderetes del mercado. No tardé mucho en llegar a los diferentes puestos de la plaza, donde un comerciante me detuvo ofreciéndome baratijas que obviamente eran falsas. Yo simplemente aparté a aquel comerciante con mi bastón de Pegaso, como diciendo que me dejara en paz. Eran francamente pesados...miraban a un hombre rico en la isla y se lanzaban como los buitres que son. Estaba cansado de que siempre la gente actuara así conmigo.
Me dirigí a una tasca al aire libre, y, a pesar de que era de lo más mundana no me apetecía tener que ir a sitios de alta alcurnia como de costumbre debido al insoportable calor que hacía allí...tenía que haberme puesto el traje de verano y no mi traje rojo típico.
A lo lejos escuchaba una especie de "disputa entre dos hombres. Parecían que eran dos nativos discutiendo por una fruta pocha, pero había un tercero con ellos. No le di demasiada importancia y llamé al tabernero para que me sirviera una ronda de agua fresca. Por un día dejaría el vino o el champán.
Posé mi bastón con cabeza de pegaso sobre la mesa. Saqué un papel doblado de mi bolsillo del pectoral izquierdo y lo abrí sobre la mesa. Cogí mi pluma del bolsillo del pectoral derecho y comencé a revisar el papel. Era una lista de objetos que quería comprar en la isla antes de irme, pero sabía de sobra que algunos serían difíciles de obtener.
-Aquí tiene su agua- Dijo el tabernero apareciendo nuevamente con una botella cristalina y sirviéndome en una copa.- No se la beba muy rápido o vomitará.
-Gracias caballero- Dije dejando unos berries sobre la mesa a modo de pago- Dígame caballero ¿usted me podría recomendar una buena armería por aquí o alguna herrería?-Dije dejando algunos berries más a modo de compensación por aquella pregunta.
-Pues...-Dijo el tabernero rascándose la cabeza con una mano mientras sostenía la bandeja con la otra.- La herrería de Bill-Muhad hace esquina aquí en la plaza, tiene buenos artículos, algunos bastante raros y es el principal proveedor de corazas y armaduras por estos lares....pero ya le digo, no será barato.En cuanto a la armería lamento decirle que hay pocas opciones "legales" caballero. Si quiere le puedo decir una pero eso requerirá algunos berries extras, y un silenio a mayores.
Arqueé una ceja y expulsé algo de aire por mi boca, como si estuviera cansado. Saqué una pequeña bolsa de berries de mi bolsillo del pantalón y la puse sobre la mesa.-¿Suficiente?
Los ojos del tabernero se iluminaron con aquel tipo de fulgor que le gustaba a los avariciosos. -Por supuesto señor-Dijo cogiendo la bolsa al momento- Entre usted y yo, si va calle abajo encontrará una casa abandonada, cerca del límite con el desierto. Debe petar su puerta 3 veces lento y una rápido. Diga que le envía Muyaidín...así no tendrá problemas,eso si, lleve dinero suficiente.-Dijo mientras contaba el dinero y se marchaba a atender otra mesa.
Bebí mi vaso de agua, y aquellos hombres seguían discutiendo por la fruta. Francamente me daría igual, pero aquella disputa comenzaba a tornarse absurda, casi que estaba dispuesto a pagarle la fruta a aquel hombre para que se callara. A pesar de todo aquel espectáculo, lo que si me llamó la atención poderosamente fue el tercer hombre que estaba allí, y según el comerciante, se llamaba Ragnar. Obviamente era tan extranjero como yo.
Caminé hacia ellos, con mi bastón de pegaso bajo mi brazo y mi mano derecha en mi bolsillo del pantalón. Cuando estuve prácticamente a su lado y de espaldas a Ragnar, le puse mi mano sobre su hombro.
-Disculpe caballero ¿está teniendo problema con estos comerciantes o generándolos?-Dije con tono amable, pues no me interesaba enfrentarme a nadie en la isla, y hacer de buen samaritano la verdad no era lo mío, casi hasta lo repudiaba, pero simplemente me había metido en aquella conversación con el objetivo de conocer a ese tal Ragnar. Posiblemente fuera un extranjero más como yo...pero si algo he aprendido, es que la gente aparte de ir a otros países por turismo, también vienen por otros objetivos. Así que no perdía nada en descubrirlo.
Pero eso ahora mismo no tiene importancia, pues ahora había llegado a Hauoli. La verdad tenía su encanto y esperaba gastarme una considerable cantidad de dinero en cerrar tratos con los nativos...pero como dije antes, este tipo de cosas empezaban a aburrirme. No podía dejar de mirar, a mi llegada, los numerosos carteles de wanted que había en las tascas y diferentes tenderetes del mercado. No tardé mucho en llegar a los diferentes puestos de la plaza, donde un comerciante me detuvo ofreciéndome baratijas que obviamente eran falsas. Yo simplemente aparté a aquel comerciante con mi bastón de Pegaso, como diciendo que me dejara en paz. Eran francamente pesados...miraban a un hombre rico en la isla y se lanzaban como los buitres que son. Estaba cansado de que siempre la gente actuara así conmigo.
Me dirigí a una tasca al aire libre, y, a pesar de que era de lo más mundana no me apetecía tener que ir a sitios de alta alcurnia como de costumbre debido al insoportable calor que hacía allí...tenía que haberme puesto el traje de verano y no mi traje rojo típico.
A lo lejos escuchaba una especie de "disputa entre dos hombres. Parecían que eran dos nativos discutiendo por una fruta pocha, pero había un tercero con ellos. No le di demasiada importancia y llamé al tabernero para que me sirviera una ronda de agua fresca. Por un día dejaría el vino o el champán.
Posé mi bastón con cabeza de pegaso sobre la mesa. Saqué un papel doblado de mi bolsillo del pectoral izquierdo y lo abrí sobre la mesa. Cogí mi pluma del bolsillo del pectoral derecho y comencé a revisar el papel. Era una lista de objetos que quería comprar en la isla antes de irme, pero sabía de sobra que algunos serían difíciles de obtener.
-Aquí tiene su agua- Dijo el tabernero apareciendo nuevamente con una botella cristalina y sirviéndome en una copa.- No se la beba muy rápido o vomitará.
-Gracias caballero- Dije dejando unos berries sobre la mesa a modo de pago- Dígame caballero ¿usted me podría recomendar una buena armería por aquí o alguna herrería?-Dije dejando algunos berries más a modo de compensación por aquella pregunta.
-Pues...-Dijo el tabernero rascándose la cabeza con una mano mientras sostenía la bandeja con la otra.- La herrería de Bill-Muhad hace esquina aquí en la plaza, tiene buenos artículos, algunos bastante raros y es el principal proveedor de corazas y armaduras por estos lares....pero ya le digo, no será barato.En cuanto a la armería lamento decirle que hay pocas opciones "legales" caballero. Si quiere le puedo decir una pero eso requerirá algunos berries extras, y un silenio a mayores.
Arqueé una ceja y expulsé algo de aire por mi boca, como si estuviera cansado. Saqué una pequeña bolsa de berries de mi bolsillo del pantalón y la puse sobre la mesa.-¿Suficiente?
Los ojos del tabernero se iluminaron con aquel tipo de fulgor que le gustaba a los avariciosos. -Por supuesto señor-Dijo cogiendo la bolsa al momento- Entre usted y yo, si va calle abajo encontrará una casa abandonada, cerca del límite con el desierto. Debe petar su puerta 3 veces lento y una rápido. Diga que le envía Muyaidín...así no tendrá problemas,eso si, lleve dinero suficiente.-Dijo mientras contaba el dinero y se marchaba a atender otra mesa.
Bebí mi vaso de agua, y aquellos hombres seguían discutiendo por la fruta. Francamente me daría igual, pero aquella disputa comenzaba a tornarse absurda, casi que estaba dispuesto a pagarle la fruta a aquel hombre para que se callara. A pesar de todo aquel espectáculo, lo que si me llamó la atención poderosamente fue el tercer hombre que estaba allí, y según el comerciante, se llamaba Ragnar. Obviamente era tan extranjero como yo.
Caminé hacia ellos, con mi bastón de pegaso bajo mi brazo y mi mano derecha en mi bolsillo del pantalón. Cuando estuve prácticamente a su lado y de espaldas a Ragnar, le puse mi mano sobre su hombro.
-Disculpe caballero ¿está teniendo problema con estos comerciantes o generándolos?-Dije con tono amable, pues no me interesaba enfrentarme a nadie en la isla, y hacer de buen samaritano la verdad no era lo mío, casi hasta lo repudiaba, pero simplemente me había metido en aquella conversación con el objetivo de conocer a ese tal Ragnar. Posiblemente fuera un extranjero más como yo...pero si algo he aprendido, es que la gente aparte de ir a otros países por turismo, también vienen por otros objetivos. Así que no perdía nada en descubrirlo.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.