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En la isla de Jaya, concretamente en Mock Town la vida no era fácil, y menos, cuando esta ciudad era un hervidero de piratas. La noche ya había caído y los borrachos y maleantes ya se hacinaban en las diferentes tascas y burdeles de la villa. Había desembarcado hace apenas unas horas en el puerto principal de la villa, donde el ajetreo de los piratas era visible debido a que estaban descargando botines y reabasteciendo sus navíos. Mi padre tenía planes para esta isla, pero todavía eran a largo plazo. Su nombre era Shiru, y pretendía levantar un legado similar al del Germa 66 del pasado...tal era su obsesión que tanto yo como mis hermanos Baiko y Biko adoptamos vestimentas y peinados similares a sus antiguos creadores. Nuestra distinción radicaba en la forma de las cejas, como los Vinsmoke en su momento. Mi padre había encomendado a su hija Nayelis a explorar la villa y evaluar la situación. Podía mandar perfectamente a alguno de sus subordinados, pero básicamente, no los veía capaces de hacer este tipo de trabajos con éxito. Shiru veía en sus hijos las mismas armas humanas que Judge había visto años atrás con sus hijos. Por algún motivo, el me apreciaba más que a mis hermanos, puesto que el conocimiento y mi "manera de actuar" ante el peligro había salvado a la armada familiar, conocida como Navy B, de la destrucción en más de una ocasión.
Así que una vez llegado en un buque mercante a la isla, me puse una capa azul celeste con capucha para que no se me reconociera en el lugar. Intentaba que la capa no se me soltara agarrándola disimuladamente con una de mis manos mientras que con la otra miraba mi reloj de muñeca. "La flota llegará pronto, debo darme prisa" pensé para mi mientras aceleraba el paso para llegar a la taberna principal " La hija del capitán".
Una vez crucé el umbral de la puerta, el olor a tabaco y a vinaza me habían hecho poner una cara de cierto asco, pues aquello era mediocre y olía a meados...pero tenía órdenes, y estaba segura, que la información que me pudieran dar aqui a mi padre le sería muy beneficiosa. Sobre todo para congraciarse con el Gobierno Mundial. Así que me dirigí a una mesa vacía, cercana a una de las ventanas próximas a la entrada. Levanté mi mano para dar aviso al tabernero para que me atendiera y le pedí un zumo de uva. El tabernero, guarro y gordo como era típico de aquella isla, se comenzó a reir al ver que no pedía una bebida normal, pero al ver que ponía una bolsa de berries sobre la mesa no dudó en cogerla y traerme al poco rato el zumo.
Me quedé un rato observando el panorama. La taberna estaba llena y los gritos y canciones inundaban la estancia...al fondo había un grupo de seis piratas jugando a las cartas, a su lado izquierdo, en la barra había cuatro más tomando una cerveza u ron y charlaban con el tabernero, que limpiaba una jarra con el pañuelo de su cintura. A la derecha, junto a la chimenea, varias mesas estaban llenas y servidas por piratas borrachos o que cantaban canciones propias de barriobajeros como ellos. Tan solo esperaba poder conseguir la información que necesitaba para poder después largarme. Saqué del bolsillo interior de mi capa algunos documentos que puse sobre la mesa...eran unas listas de piratas afamados de esta villa. Comencé a echar un vistazo, mientras procuraba que mi cara no fuera vista, y tampoco el color de mi ropa u cicatriz del brazo.
A los pocos minutos, un cuarentón, de aspecto cadavérico entró en la taberna. Se quedó mirando la taberna como buscando a alguien en su interior. Cuando sus ojos se posaron ante mi, su rostro se alegró, y se acercó y tomo asiento enfrente mía.
-LLegas tarde Barnabas- Le dije molesta.
-Ya sabes como es esta isla, es imposible llegar a un sitio sin haber tomado algunas rondas- Dijo disculpándose.
-No tengo tiempo de escuchar excusas y menos de una lagartija como tu...estoy incómoda en este lugar de mala muerte, así que entrégame lo que Shiru te ha pedido y se te pagará.-Dije tajante.
El hombre asintió un tanto preocupado y se llevó su mano izquierda al bolsillo de su mugrosa chaqueta larga. Sacó una hoja de papel doblado y la puso sobre la mesa.- Espero que el gobierno sea generoso conmigo, y que la Navy B también.
-Lo será, no lo dudes...recompensamos los éxitos- Dije guardando el papel en mi escote- Pero también castigamos a los paletos- Dije sonriéndole con una cara angelical.
El ruido en la taberna continuaba, y la noche se hacía más ocura en el exterior. Continué mirando mi reloj cada poco tiempo hasta que volví a hablar.
-Está a punto de llegar, lárgate... ya te pagaremos.- Dije mientras le señalaba la salida.
El hombre asintió y se levantó de su sitio para irse por la puerta a los pocos segundos. Yo me quedé bebiendo mi zumo mientras miraba por la ventana.
Así que una vez llegado en un buque mercante a la isla, me puse una capa azul celeste con capucha para que no se me reconociera en el lugar. Intentaba que la capa no se me soltara agarrándola disimuladamente con una de mis manos mientras que con la otra miraba mi reloj de muñeca. "La flota llegará pronto, debo darme prisa" pensé para mi mientras aceleraba el paso para llegar a la taberna principal " La hija del capitán".
Una vez crucé el umbral de la puerta, el olor a tabaco y a vinaza me habían hecho poner una cara de cierto asco, pues aquello era mediocre y olía a meados...pero tenía órdenes, y estaba segura, que la información que me pudieran dar aqui a mi padre le sería muy beneficiosa. Sobre todo para congraciarse con el Gobierno Mundial. Así que me dirigí a una mesa vacía, cercana a una de las ventanas próximas a la entrada. Levanté mi mano para dar aviso al tabernero para que me atendiera y le pedí un zumo de uva. El tabernero, guarro y gordo como era típico de aquella isla, se comenzó a reir al ver que no pedía una bebida normal, pero al ver que ponía una bolsa de berries sobre la mesa no dudó en cogerla y traerme al poco rato el zumo.
Me quedé un rato observando el panorama. La taberna estaba llena y los gritos y canciones inundaban la estancia...al fondo había un grupo de seis piratas jugando a las cartas, a su lado izquierdo, en la barra había cuatro más tomando una cerveza u ron y charlaban con el tabernero, que limpiaba una jarra con el pañuelo de su cintura. A la derecha, junto a la chimenea, varias mesas estaban llenas y servidas por piratas borrachos o que cantaban canciones propias de barriobajeros como ellos. Tan solo esperaba poder conseguir la información que necesitaba para poder después largarme. Saqué del bolsillo interior de mi capa algunos documentos que puse sobre la mesa...eran unas listas de piratas afamados de esta villa. Comencé a echar un vistazo, mientras procuraba que mi cara no fuera vista, y tampoco el color de mi ropa u cicatriz del brazo.
A los pocos minutos, un cuarentón, de aspecto cadavérico entró en la taberna. Se quedó mirando la taberna como buscando a alguien en su interior. Cuando sus ojos se posaron ante mi, su rostro se alegró, y se acercó y tomo asiento enfrente mía.
-LLegas tarde Barnabas- Le dije molesta.
-Ya sabes como es esta isla, es imposible llegar a un sitio sin haber tomado algunas rondas- Dijo disculpándose.
-No tengo tiempo de escuchar excusas y menos de una lagartija como tu...estoy incómoda en este lugar de mala muerte, así que entrégame lo que Shiru te ha pedido y se te pagará.-Dije tajante.
El hombre asintió un tanto preocupado y se llevó su mano izquierda al bolsillo de su mugrosa chaqueta larga. Sacó una hoja de papel doblado y la puso sobre la mesa.- Espero que el gobierno sea generoso conmigo, y que la Navy B también.
-Lo será, no lo dudes...recompensamos los éxitos- Dije guardando el papel en mi escote- Pero también castigamos a los paletos- Dije sonriéndole con una cara angelical.
El ruido en la taberna continuaba, y la noche se hacía más ocura en el exterior. Continué mirando mi reloj cada poco tiempo hasta que volví a hablar.
-Está a punto de llegar, lárgate... ya te pagaremos.- Dije mientras le señalaba la salida.
El hombre asintió y se levantó de su sitio para irse por la puerta a los pocos segundos. Yo me quedé bebiendo mi zumo mientras miraba por la ventana.
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El dragón se ajustó la capucha. Llevaba puesto un disfraz, pues estaba de paso en la isla de Jaya, conocido territorio de piratas, por lo que no podía llevar nada que lo reconociese como el reciente capitán de la marina. Llevaba una capa que cubría todo su cuerpo, con una capucha y, bajo esta, un gran parche que cubría todo su ojo izquierdo y la cicatriz de quemadura. Si bien no era el típico aspecto de un pirata, estaba en un lugar en el que nadie hacía preguntas ni se metía donde no le llamaban, por tanto simplemente tenía que no ser el capitán de la marina Zuko Kasai Kodomo.
Se encontraba en una taberna, pues en aquella isla llamaba más la atención el que no bebía. Sentado en una silla, totalmente solo en una de las mesas, con una jarra de ron delante de sus narices. Fue entonces cuando vio, entrar por la puerta, al intento de disfraz más pobre que había visto nunca. Una capa con capucha, como la suya, pero de un vibrante color azul celeste. Por su aspecto físico no sería, pues el mar estaba lleno de gente excéntrica con llamativas formas de vestir. Sin embargo, su forma de mirarlo todo y actuar denotaba un intento de pasar desapercibida que tal vez podría engañar a un novato, pero Zuko conocía mejor que muchos el arte del disfraz.
Por si fuera poco, la muchacha pidió un zumo de uva después de colocar unos papeles en una de las mesa. ¿De verdad quería pasar desapercibida pidiendo algo así en un lugar como este? Su pedido empezó a levantar murmullos entre los maleantes del lugar. El capitán apretó los dientes. Si seguía por ese camino iba a conseguir que la matasen. Esta gente no necesita más que una mala excusa para empezar una pelea.
Pasaron unos minutos y entró otra persona, que fue directa a hablar con ella. Parecieron querer hacerlo de forma discreta, pero no lo suficiente como para evitar que el experimentado capitán lo captase. De todo lo que captó hubo algo que llamó más aún su atención.
—Espero que el gobierno sea generoso conmigo, y que la Navy B también.
¿El gobierno? Aquello empezaba a apestar. Si esa muchacha trabajaba para el gobierno, sus métodos eran muy básicos. Estaban en el Grand Line, donde los piratas tenían la astucia suficiente como para salir de los mares cardinales. La probabilidad más alta era que la mayoría de aquellos piratas tuviese la capacidad de escuchar y atar cabos. Además, desde que le sirvió el zumo que al camarero no se le veía. El contacto de la mujer se fue. Fue entonces cuando Zuko empezó a escuchar sillas arrastrándose y a ver piratas poniéndose de pie.
El capitán apretó el puño, poniéndose también de pie. Un grupo considerable de piratas, detrás del que parecía ser su líder, se acercó a la muchacha. El líder era un hombre alto, que alcanzaba perfectamente los tres metros de altura. Llevaba puesta una blanca camisa desabotonada, mostrando su gordo y peludo torso.
—Hola, preciosa -dijo chocando los puños-. ¿De qué estabais hablando?
—¡Samantha! -dijo Zuko llegando a la mesa apoyándose en esta, colocando estratégicamente la mano sobre las hojas de papel que había dejado la chica-¿Dónde estabas?
—¿La conoces? -dijo el pirata tras él.
—¿Hum? Claro. Es mi tripulante. ¿Querías algo con ella?
—Ha pedido un zumo. En Jaya. Y estaba hablando con ese tío con mucho secretismo.
—Es una chica rara, lo sé. Siendo sincero… Me estáis cansando un poco. Soy su capitán y, siendo piratas como sois, comprenderéis que no es agradable ver a alguien acosando a un miembro de vuestra tripulación. No sé si estoy hablando claro.
—Mira, canijo… -el pirata colocó la mano en el hombro del capitán.
Zuko cogió la muñeca y, con un suave movimiento, torció el brazo del pirata. Se escuchó un sonoro crack y el criminal cayó de rodillas, intentando librarse de la presa del dragón, mientras este parecía no poner el más mínimo esfuerzo en ello.
—Piráos. O tu cabeza -señaló a otro de los piratas usando la mano del grandullón- acabará en el culo de ese -señaló a otro de los piratas- y así con cada uno hasta formar un trenecito muy molón. ¿Lo habéis pillado ya?
—S… sí… ¡Suéltame!
Zuko soltó al pirata y, en cuestión de segundos, se marcharon. Zuko se sentó en una de las sillas, acercando los papeles a la muchacha mientras le guiñaba un ojo, indicando con la mirada que los escondiera y no los dejara a la vista de cualquiera.
—Perdona, Samantha, sé que no te gusta que te protejan, pero debes tener algo más de cuidado. Mierda, me he olvidado el ron. Bueno, pediré otro.
Se encontraba en una taberna, pues en aquella isla llamaba más la atención el que no bebía. Sentado en una silla, totalmente solo en una de las mesas, con una jarra de ron delante de sus narices. Fue entonces cuando vio, entrar por la puerta, al intento de disfraz más pobre que había visto nunca. Una capa con capucha, como la suya, pero de un vibrante color azul celeste. Por su aspecto físico no sería, pues el mar estaba lleno de gente excéntrica con llamativas formas de vestir. Sin embargo, su forma de mirarlo todo y actuar denotaba un intento de pasar desapercibida que tal vez podría engañar a un novato, pero Zuko conocía mejor que muchos el arte del disfraz.
Por si fuera poco, la muchacha pidió un zumo de uva después de colocar unos papeles en una de las mesa. ¿De verdad quería pasar desapercibida pidiendo algo así en un lugar como este? Su pedido empezó a levantar murmullos entre los maleantes del lugar. El capitán apretó los dientes. Si seguía por ese camino iba a conseguir que la matasen. Esta gente no necesita más que una mala excusa para empezar una pelea.
Pasaron unos minutos y entró otra persona, que fue directa a hablar con ella. Parecieron querer hacerlo de forma discreta, pero no lo suficiente como para evitar que el experimentado capitán lo captase. De todo lo que captó hubo algo que llamó más aún su atención.
—Espero que el gobierno sea generoso conmigo, y que la Navy B también.
¿El gobierno? Aquello empezaba a apestar. Si esa muchacha trabajaba para el gobierno, sus métodos eran muy básicos. Estaban en el Grand Line, donde los piratas tenían la astucia suficiente como para salir de los mares cardinales. La probabilidad más alta era que la mayoría de aquellos piratas tuviese la capacidad de escuchar y atar cabos. Además, desde que le sirvió el zumo que al camarero no se le veía. El contacto de la mujer se fue. Fue entonces cuando Zuko empezó a escuchar sillas arrastrándose y a ver piratas poniéndose de pie.
El capitán apretó el puño, poniéndose también de pie. Un grupo considerable de piratas, detrás del que parecía ser su líder, se acercó a la muchacha. El líder era un hombre alto, que alcanzaba perfectamente los tres metros de altura. Llevaba puesta una blanca camisa desabotonada, mostrando su gordo y peludo torso.
—Hola, preciosa -dijo chocando los puños-. ¿De qué estabais hablando?
—¡Samantha! -dijo Zuko llegando a la mesa apoyándose en esta, colocando estratégicamente la mano sobre las hojas de papel que había dejado la chica-¿Dónde estabas?
—¿La conoces? -dijo el pirata tras él.
—¿Hum? Claro. Es mi tripulante. ¿Querías algo con ella?
—Ha pedido un zumo. En Jaya. Y estaba hablando con ese tío con mucho secretismo.
—Es una chica rara, lo sé. Siendo sincero… Me estáis cansando un poco. Soy su capitán y, siendo piratas como sois, comprenderéis que no es agradable ver a alguien acosando a un miembro de vuestra tripulación. No sé si estoy hablando claro.
—Mira, canijo… -el pirata colocó la mano en el hombro del capitán.
Zuko cogió la muñeca y, con un suave movimiento, torció el brazo del pirata. Se escuchó un sonoro crack y el criminal cayó de rodillas, intentando librarse de la presa del dragón, mientras este parecía no poner el más mínimo esfuerzo en ello.
—Piráos. O tu cabeza -señaló a otro de los piratas usando la mano del grandullón- acabará en el culo de ese -señaló a otro de los piratas- y así con cada uno hasta formar un trenecito muy molón. ¿Lo habéis pillado ya?
—S… sí… ¡Suéltame!
Zuko soltó al pirata y, en cuestión de segundos, se marcharon. Zuko se sentó en una de las sillas, acercando los papeles a la muchacha mientras le guiñaba un ojo, indicando con la mirada que los escondiera y no los dejara a la vista de cualquiera.
—Perdona, Samantha, sé que no te gusta que te protejan, pero debes tener algo más de cuidado. Mierda, me he olvidado el ron. Bueno, pediré otro.
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Vaya parecía que me habían quitado la diversión, aunque la verdad, la situación se había puesto muy divertida. Aquel hombre había salido en mi defensa alegando que era una tripulante suya y que les había extrañado que bebiera zumo. "Bebería vino si lo que hubiera aquí no fuera una mierda" Pensaba constantemente.
Los piratas no tardaron en tragarse el cuento y largarse del lugar para volver a dejarme tranquila, aunque ahora, acompañada por aquel hombre. Si bien su destreza contra aquel pirata había quedado patente por un lado, por otro, estaba segura de que no me había defendido y mentido por mi en balde. Seguro que algo querría, aunque había visto esta situación miles de veces....y no podía soportar más babosos pero esperaba que aquel hombre no fuera así.
Cogí los documentos que estaban sobre la mesa, los que había tapado con las manos el hombre ante su intervención con aquel pirata. Los guardé nuevamente en mi escote y di un sorbo al zumo.
-Gracias- Dije con un tono amable pero como restándole importancia. De hecho, ni miré hacia él. Tan solo cerré los ojos y me acabé el zumo. Posé el vaso sobre la mesa y le dije lo siguiente:
-Muchos vienen a hablar conmigo, pero pocos me defienden como tu lo has hecho aquí. Te estoy agradecida, pero te aseguro, que no era necesario...se defenderme sola. Aún así...gracias.
Me aparté el flequillo, dejando ver mi ceja rizada mientras juntaba mis mano sobre la mesa.
-Parece que eres temido por aquí, o al menos conocido y respetado. Ahora bien...dejando las formalidades. ¿Porque lo has hecho?. No me debes nada y los piratas no soléis ayudar a gente como yo, más bien, todo lo contrario. ¿Puedo al menos agradecerle la ayuda invitándole a ese ron? -Dije con tono animado.
Volví a mirar mi reloj, y esbocé una mueca de preocupación mientras mis pensamientos volvían a invadirme con imágenes nefastas: "Como Biko y Baiko vengan, no queda vivo nadie...espero que acaben rápido el trabajo".
Los piratas no tardaron en tragarse el cuento y largarse del lugar para volver a dejarme tranquila, aunque ahora, acompañada por aquel hombre. Si bien su destreza contra aquel pirata había quedado patente por un lado, por otro, estaba segura de que no me había defendido y mentido por mi en balde. Seguro que algo querría, aunque había visto esta situación miles de veces....y no podía soportar más babosos pero esperaba que aquel hombre no fuera así.
Cogí los documentos que estaban sobre la mesa, los que había tapado con las manos el hombre ante su intervención con aquel pirata. Los guardé nuevamente en mi escote y di un sorbo al zumo.
-Gracias- Dije con un tono amable pero como restándole importancia. De hecho, ni miré hacia él. Tan solo cerré los ojos y me acabé el zumo. Posé el vaso sobre la mesa y le dije lo siguiente:
-Muchos vienen a hablar conmigo, pero pocos me defienden como tu lo has hecho aquí. Te estoy agradecida, pero te aseguro, que no era necesario...se defenderme sola. Aún así...gracias.
Me aparté el flequillo, dejando ver mi ceja rizada mientras juntaba mis mano sobre la mesa.
-Parece que eres temido por aquí, o al menos conocido y respetado. Ahora bien...dejando las formalidades. ¿Porque lo has hecho?. No me debes nada y los piratas no soléis ayudar a gente como yo, más bien, todo lo contrario. ¿Puedo al menos agradecerle la ayuda invitándole a ese ron? -Dije con tono animado.
Volví a mirar mi reloj, y esbocé una mueca de preocupación mientras mis pensamientos volvían a invadirme con imágenes nefastas: "Como Biko y Baiko vengan, no queda vivo nadie...espero que acaben rápido el trabajo".
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—No voy a decir que no a una invitación -dijo el capitán rascándose la barbilla-. Sin embargo, puedes estar segura de que no esperaba nada a cambio. Tan solo es que no me gusta cuando se montan escenas en sitios en los que estoy. Y tú… parecías dispuesta a montar una.
Se inclinó hacia delante entrelazando ambas manos frente a su nariz, apoyando los codos en la mesa. Lo siguiente que dijo lo hizo en voz baja, asegurándose de que nadie más podría oírlos. Podría haber usado su conexión mental, pero aquello sería asustar a la muchacha sin motivo. Mientras hablaba bajó una de las manos y, utilizando su fuego, creó un soplete en miniatura al final de su dedo índice, haciendo en la madera un dibujo a fuego de forma que solo ella se daría cuenta de lo que estaba haciendo.
—No soy un pirata. Soy el tipo de persona que no es deseado en este lugar. Y tú… has llegado hablando a viva voz con alguien sobre el gobierno y encima has puesto sobre la mesa una lista con nombres de piratas. Y si me dio tiempo a verlo a mí antes de taparla con la mano, imagina al camarero, que por cierto, ya no está. Es muy posible que se haya largado a contarle de tu presencia a alguien. Te digo esto como un consejo de amigo, nada más: Márchate -dicho aquello se puso de pie, volviendo a su tono de voz normal-. Me marcho, Samantha, tengo cosas que hacer. Voy a tener que negarme a ese ron, lo siento.
Se dirigió hacia la puerta, dispuesto a marcharse y esperando que la muchacha siguiese su consejo. No era buena idea ir llamando la atención de esa forma en una isla como aquella. El capitán tenía varios amigos piratas, pero no era estúpido. Sabía que la nobleza era escasa entre piratas y que la mayoría de ellos no dudarían en apuñalarte en la espalda si te consideran ligeramente raro o una amenaza. Justo antes de llegar a la puerta se dio la vuelta una última vez.
—Si me necesitas ya sabes donde encontrarme, Sam.
Y salió de la taberna. Esperaba que la muchacha hubiese entendido el mensaje de una reunión, y que si lo entendiese lo aceptase. Necesitaba saber que pintaba el gobierno en Jaya y, sobre todo, quién era esa muchacha. Se sopló el dedo humeante mientras esperaba que pillara lo que significaba el dibujo en la mesa. Después de todo, cualquiera es capaz de conectar un dibujo de un árbol con un bosque.
Se inclinó hacia delante entrelazando ambas manos frente a su nariz, apoyando los codos en la mesa. Lo siguiente que dijo lo hizo en voz baja, asegurándose de que nadie más podría oírlos. Podría haber usado su conexión mental, pero aquello sería asustar a la muchacha sin motivo. Mientras hablaba bajó una de las manos y, utilizando su fuego, creó un soplete en miniatura al final de su dedo índice, haciendo en la madera un dibujo a fuego de forma que solo ella se daría cuenta de lo que estaba haciendo.
—No soy un pirata. Soy el tipo de persona que no es deseado en este lugar. Y tú… has llegado hablando a viva voz con alguien sobre el gobierno y encima has puesto sobre la mesa una lista con nombres de piratas. Y si me dio tiempo a verlo a mí antes de taparla con la mano, imagina al camarero, que por cierto, ya no está. Es muy posible que se haya largado a contarle de tu presencia a alguien. Te digo esto como un consejo de amigo, nada más: Márchate -dicho aquello se puso de pie, volviendo a su tono de voz normal-. Me marcho, Samantha, tengo cosas que hacer. Voy a tener que negarme a ese ron, lo siento.
Se dirigió hacia la puerta, dispuesto a marcharse y esperando que la muchacha siguiese su consejo. No era buena idea ir llamando la atención de esa forma en una isla como aquella. El capitán tenía varios amigos piratas, pero no era estúpido. Sabía que la nobleza era escasa entre piratas y que la mayoría de ellos no dudarían en apuñalarte en la espalda si te consideran ligeramente raro o una amenaza. Justo antes de llegar a la puerta se dio la vuelta una última vez.
—Si me necesitas ya sabes donde encontrarme, Sam.
Y salió de la taberna. Esperaba que la muchacha hubiese entendido el mensaje de una reunión, y que si lo entendiese lo aceptase. Necesitaba saber que pintaba el gobierno en Jaya y, sobre todo, quién era esa muchacha. Se sopló el dedo humeante mientras esperaba que pillara lo que significaba el dibujo en la mesa. Después de todo, cualquiera es capaz de conectar un dibujo de un árbol con un bosque.
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Vaya, parecía que había dado con alguien amable en aquella isla y con cierta educación. A pesar de que me había ayudado, no pude evitar esbozar un pequeña sonrisa cuando me dijo si estaba buscando problemas.
-Bueno, digamos que soy experta en crear este tipo de agitación, debe ser algo nato- Dije sin cortarme lo más mínimo.
El muchacho era atractivo no lo iba a negar, pero tampoco moriría por algo así puesto que yo era más bella. Sabía que la modestia o la humildad no eran mis puntos fuertes, pero que se le va a hacer. El muchacho hizo una especie de truco, o algo así sobre la mesa. No le di importancia hasta ver que una luz salía de sus manos y tan solo yo podía verlo por la proximidad. ¿Sería un usuario? ¿Un mago? ¿Un CP? ¿Un monstruo? No lo sabía, pero me mantuve en guardia al ver aquello.
Sus palabras al poco tiempo fueron concisas y claras. Era una persona no deseada al parecer, que decía que yo iba buscando problemas...y no iba muy desencaminado. Mis órdenes eran crea una distracción cotidiana como una gresca en una taberna y saber como es la respuesta por parte de los comensales, ya que, saltarían a la mínima los más bravucones u fuertes, dejándome ver a quienes debía tachar de la lista para un futuro. Pero bueno, ese no era el tema actual, así que seguí escuchando al muchacho y me recomendó que me marchara de aquella isla. Obviamente agradecía su advertencia,pero, tenía órdenes de alguien que por el momento, daba más miedo.
No tardó en levantarse y decir que debía irse, y que el ron sería para otro día. Yo le seguí la corriente y le respondí:
-Si por supuesto capitán- Dije intentándome convencer de lo que acababa de decir.
Cuando salió, me quedé pensativa acerca del dibujo que había hecho anteriormente. Un simple árbol, daba a entender que vería a aquel muchacho nuevamente en el bosque de Jaya. Buen lugar de reunión sin lugar a dudas, pero, ¿debía confiar en u nextraño?..bueno el realmente me ha salvado de una situación " embarazosa" así que le daría el beneficio de la duda. Me levanté de mi mesa, dejé unos berries sobre ella y puse pies hacia el bosque.
No tardé mucho en llegar a la entrada del mismo. Y dejando atrás el ruido y los gritos de los borrachos de la ciudad, pude escuchar el viento silbar, las hojas moverse y respirar aire fresco.
-Ya se me olvidaba lo que era esto...-Dije mientras miraba a los árboles. Poco después busqué un claro cercano a la entrada y habiendo encontrado un tocón me senté en el y crucé las piernas. Apoyé mis manos por detrás de mi espalda sobre el tocón y me quedé mirando los árboles de la entrada. Me quedé un rato pensativa, recordando los momentos en que podía hacer lo que me gustaba sin que mi padre me molestara, u mis hermanos...como dar largos paseos por el bosque.La nostalgia me invadía, pero esta, solía irse cada vez que miraba la cicatriz de mi brazo...llevándome la mano y tapándola con cierta verguenza.
-Bueno, digamos que soy experta en crear este tipo de agitación, debe ser algo nato- Dije sin cortarme lo más mínimo.
El muchacho era atractivo no lo iba a negar, pero tampoco moriría por algo así puesto que yo era más bella. Sabía que la modestia o la humildad no eran mis puntos fuertes, pero que se le va a hacer. El muchacho hizo una especie de truco, o algo así sobre la mesa. No le di importancia hasta ver que una luz salía de sus manos y tan solo yo podía verlo por la proximidad. ¿Sería un usuario? ¿Un mago? ¿Un CP? ¿Un monstruo? No lo sabía, pero me mantuve en guardia al ver aquello.
Sus palabras al poco tiempo fueron concisas y claras. Era una persona no deseada al parecer, que decía que yo iba buscando problemas...y no iba muy desencaminado. Mis órdenes eran crea una distracción cotidiana como una gresca en una taberna y saber como es la respuesta por parte de los comensales, ya que, saltarían a la mínima los más bravucones u fuertes, dejándome ver a quienes debía tachar de la lista para un futuro. Pero bueno, ese no era el tema actual, así que seguí escuchando al muchacho y me recomendó que me marchara de aquella isla. Obviamente agradecía su advertencia,pero, tenía órdenes de alguien que por el momento, daba más miedo.
No tardó en levantarse y decir que debía irse, y que el ron sería para otro día. Yo le seguí la corriente y le respondí:
-Si por supuesto capitán- Dije intentándome convencer de lo que acababa de decir.
Cuando salió, me quedé pensativa acerca del dibujo que había hecho anteriormente. Un simple árbol, daba a entender que vería a aquel muchacho nuevamente en el bosque de Jaya. Buen lugar de reunión sin lugar a dudas, pero, ¿debía confiar en u nextraño?..bueno el realmente me ha salvado de una situación " embarazosa" así que le daría el beneficio de la duda. Me levanté de mi mesa, dejé unos berries sobre ella y puse pies hacia el bosque.
No tardé mucho en llegar a la entrada del mismo. Y dejando atrás el ruido y los gritos de los borrachos de la ciudad, pude escuchar el viento silbar, las hojas moverse y respirar aire fresco.
-Ya se me olvidaba lo que era esto...-Dije mientras miraba a los árboles. Poco después busqué un claro cercano a la entrada y habiendo encontrado un tocón me senté en el y crucé las piernas. Apoyé mis manos por detrás de mi espalda sobre el tocón y me quedé mirando los árboles de la entrada. Me quedé un rato pensativa, recordando los momentos en que podía hacer lo que me gustaba sin que mi padre me molestara, u mis hermanos...como dar largos paseos por el bosque.La nostalgia me invadía, pero esta, solía irse cada vez que miraba la cicatriz de mi brazo...llevándome la mano y tapándola con cierta verguenza.
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