Whisky agitado, no revuelto

¡Bienvenido a la Isla de los Cactus! Este bello lugar conformado por montañas de vegetación y cruces es lo más tétrico que un niño de seis años hubiera visto nunca. De hecho, es contemplarlo y sientes un leve dolor de cabeza, como si tu mente tratase de ahondar en alguna clase de memoria oculta... O a lo mejor es jaqueca, ya que el viaje en barco es bastante movidito. Puede que eso sea culpa de que el capitán va borracho escuchando canciones de piratas mientras vira el barco al ritmo de la música (lo cual es por cierto bastante innecesario y peligroso).

Pero bueno, da igual, tienes ante ti el hermoso pueblo de Whiskey Peak, una villa bulliciosa llena de monjas armadas hasta los dientes y niños con peligrosas piruletas-pistola o, por supuesto, el peligrosísimo pimentón. En realidad no creo que sea una piruleta-pistola, pero el pimentón es auténtico. Y sabiendo la historia de esta isla, el riesgo se incrementa. Por cierto, el barco ha volcado de alguna manera y tienes que salir arrastrándote de él.

El capitán, borracho, sigue bailando las insidiosas melodías que siempre ponen en Eurodark FM mientras todos los pasajeros intentan salir como pueden y un corrillo de curiosos se agolpa a vuestro alrededor. Igual ésta es la mejor forma de comenzar una aventura nunca antes vista.

¿Pero qué co…? ¿Cómo es posible…? ¿Qué narices…? Mi mente era un desastre incapaz de hilar un solo pensamiento coherente después de lo que acababa de ocurrir. Si el viaje a Whisky Peak había sido más agitado de lo normal, la llegada al puerto había sido de todo menos agradable, ya ni hablemos de la lógica y la física cuestionable de la que había sido testigo. Esto pasaba por escoger siempre la opción más barata.

El capitán, tan borracho que el timón y sus ropas estaban más manchados le vómito y licor que de agua de mar, había llenado el viaje de giros bruscos y casi tan imposibles como innecesarios, tanto que me había mentalizado de que no llegaríamos a nuestro destino, por lo menos no a la isla que deseábamos. Cuando vi la inconfundible silueta de la isla en el horizonte algo dentro de mí se calmó un poco, aunque seguramente no fuese el estómago. De todas formas la calma duró poco, dado que el capitán efectuó una maniobra tan extraña como impredecible, echando el ancla repentinamente, frenando el barco de golpe y sumergiendo la proa en el agua dejándolo perfectamente clavado en vertical en frente del embarcadero del puerto.

Por mi parte no estoy muy seguro de cómo salí de ahí, pero a juzgar por la distancia al barco, los golpes y rasguños, y la extraña posición de mi brazo, diría con total seguridad que fui catapultado desde la popa del barco en la que me encontraba. Me había dado un buen golpe en la cabeza, pero sorprendentemente ni mi capucha ni mi máscara se habían salido de su lugar. Ahora que lo pienso ¿Qué había venido a hacer aquí? Puede que el golpe en la cabeza me hubiese hecho olvidar cual era mi tarea.

En fin, no podía hacer nada al respecto, ya me acordaría con el tiempo, ahora supongo que… lo mínimo que podía hacer era ayudar a algunos de los pasajeros a salir. Me acerqué como pude al embarcadero y miré el barco. Sin duda una chapuza hecha a conciencia, la proa estaba clavada en el lecho tan firmemente que no parecía que se fuese a mover mucho. Mientras tanto el capitán estaba sobre el palo mayor, ahora en horizontal. Me estiré como pude, agarré uno de los cabos cercanos y lo corté para luego tirar de él y atarlo al muelle. Hice lo mismo con otros dos a cada lado para así dar a aquellos que salían del barco por las puertas laterales y superiores un punto de agarre para deslizarse hasta tierra. Dada una situación tan estúpida e inesperada, y teniendo en cuenta la preocupante contusión en la cabeza que cada vez dolía más, era casi un milagro que fuese capaz de ayudar.

Asumiendo que hayas cortado cuerda y no militares, tu idea funciona razonablemente bien. Los pasajeros abordo van saliendo poco a poco y bastante despacito, pero salen... Hasta que hay una complicación: El capitán ha comenzado a realizar ejercicios de aerobic en el palo mayor, que ha terminado por ceder y cae sobre una de las salidas que la gente estaba utilizando. El lado bueno es que sólo se escucha una voz, pero el lado malo es muy malo: Suena a obeso. No sabes si es el timbre, el tono, la potencia o el hecho de que grita "estoy demasiado gordo para esto" te hacen pensar que por un hueco de tan reducidas dimensiones y ante la imposibilidad de sacarlo por otro lado, alguien debiera intervenir. Sin embargo, notas un tirón en tu bolsillo y cuando miras hay una nota garabateada en una letra horripilante:


¿Tenías algo que hacer? ¿Hay gente esperándote? Lo cierto es que no tengo muy claro si recuerdas algo, pero si no igual prefieres ser un héroe liberando al gordo.