William White
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Era un día de esos calurosos, de bochorno insoportable, y yo me encontraba atrapado en aquel despacho teniendo como únicos acompañantes a la inestable señal de la radio local, que andaba emitiendo su excitante programa de música tri-hop, y a aquel maldito chirriante y al homogéneo sonido de las aspas del ventilador del techo. Recostado en aquel tapizado sillón rojo, con los pies sobre el escritorio situados entre el globo terráqueo y el teléfono de rueda, me encontraba leyendo una de esas novelas negras que me había malacostumbrado a dejar de leer, puede que no fueran grandes obras literarias universales como “Moby Dick”, “La cabaña del tío Tom” o “20.000 leguas de viaje submarino”, pero le resultaban terriblemente deliciosas a pesar de que últimamente le acabaran resultando tan recurrentes que le jodiera la intriga a mitad de la historia, intuyendo ya como acabarían las cosas. Pero prefería pensar que era listo, porque realmente lo era, ¿no?
No tardó mucho Ann en irrumpirle sin llamar a la puerta, desde luego a carácter no había nadie que ganará a su secretaria. La chica hizo una seña simple y pasó sin esperar a recibir respuesta, arqué una ceja al ver que depositaba una nueva carpeta color caqui sobre el montón que había en la mesa.
-¿No querrás que interrumpa mi descanso? No hace ni tres horas desde que he llegado del West- comenté indignado con el ritmo de vida que me obligaba a llevar mi trabajo, aunque en el fondo me encantará.
Ann se quedó de pie cruzándose los brazos, mientras comenzaba a taconear con un ritmo en crescendo y su semblante cambiaba, hinchándosele los mofletes a la vez se fruncía la frente, denotando un cabreo que no hacía otra cosa que ir a más.
-Dios, enserio, aun no entiendo como Abdull podía soportaros a todos, si lo llegó a saber no le quito la silla- bromeé mientras retiraba los pies de la mesa y me raspaba la garganta -Y bueno ¿Tú que tal lo llevas?, ¿notas alguna mejoría? - pregunté cambiando completamente el tono.
No hacía ni un mes desde que había comenzado a recibir un tratamiento médico del señor Thomson. El otorrinolaringólogo había conseguido alguna mejora en la joven como que ya no sintiera esos ardores de garganta tan a menudo o sus fonaciones fueran más claras, casi igual de melódicas como antaño. A pesar de ello la chica negó con pesadez ya que no había el menor indicio de que pudiera recuperarse de su mudez.
Sonriendo como buenamente pude, comenté que me pondría a repasar los documentos, dejando que la chica cerrará la puerta con cristal opaco del despacho. Sin poder evitarlo me quede pensando un rato más en la chica, apenado por lo que le había pasado, todavía continuaba sintiéndose en deuda con ella. Era por eso que le había apartado del foco mediático y de las calles. Que una estrella como ella se tomará un tiempo sabático no era tan raro y siempre podría alárgalo un poco comentando que andaba trabajando en un nuevo single. Pero la incertidumbre sobre su recuperación nos mantenía en vilo, no había día que pasará sin que tuviera la tentación de presentarse ante el macabro espejo una vez más y pedirle un segundo deseo, pero le había bastado uno para ver la desdichada naturaleza del mismo, sabía que cumpliría el mismo, pero cumpliría este sus expectativas… y de ser así cual sería el precio esta vez.
-Sabéis que puedo escuchar tus pensamientos, ¿No Sr. White?- retumbaron las cabezas de Legado en mi mente -¿Acaso no es lo suficientemente preciada para vos?- incitó una vez más la voz del ente.
-Eres un maldito desgraciado, maestrucho- respondí mentalmente al espejo consciente de que aquel insulto sería lo suficientemente hiriente para que el orgulloso genio dejará de molestarme, al menos por unos instantes.
No fue hasta que un par de minutos después, retomé la tarea de leer los documentos, se trataba de una señorita a la que había mandado investigar recientemente, Nayelis, la dama de Espinas. La hija de una organización militar de mercenarios que bien podía resultar interesante, leería un poco más y luego posiblemente realizará una llamada para contactar a la que posiblemente sería la séptima candidata a la organización. Por el momento se limitaría a leer la documentación que le hubiera proporcionado su querida secretaria.
No tardó mucho Ann en irrumpirle sin llamar a la puerta, desde luego a carácter no había nadie que ganará a su secretaria. La chica hizo una seña simple y pasó sin esperar a recibir respuesta, arqué una ceja al ver que depositaba una nueva carpeta color caqui sobre el montón que había en la mesa.
-¿No querrás que interrumpa mi descanso? No hace ni tres horas desde que he llegado del West- comenté indignado con el ritmo de vida que me obligaba a llevar mi trabajo, aunque en el fondo me encantará.
Ann se quedó de pie cruzándose los brazos, mientras comenzaba a taconear con un ritmo en crescendo y su semblante cambiaba, hinchándosele los mofletes a la vez se fruncía la frente, denotando un cabreo que no hacía otra cosa que ir a más.
-Dios, enserio, aun no entiendo como Abdull podía soportaros a todos, si lo llegó a saber no le quito la silla- bromeé mientras retiraba los pies de la mesa y me raspaba la garganta -Y bueno ¿Tú que tal lo llevas?, ¿notas alguna mejoría? - pregunté cambiando completamente el tono.
No hacía ni un mes desde que había comenzado a recibir un tratamiento médico del señor Thomson. El otorrinolaringólogo había conseguido alguna mejora en la joven como que ya no sintiera esos ardores de garganta tan a menudo o sus fonaciones fueran más claras, casi igual de melódicas como antaño. A pesar de ello la chica negó con pesadez ya que no había el menor indicio de que pudiera recuperarse de su mudez.
Sonriendo como buenamente pude, comenté que me pondría a repasar los documentos, dejando que la chica cerrará la puerta con cristal opaco del despacho. Sin poder evitarlo me quede pensando un rato más en la chica, apenado por lo que le había pasado, todavía continuaba sintiéndose en deuda con ella. Era por eso que le había apartado del foco mediático y de las calles. Que una estrella como ella se tomará un tiempo sabático no era tan raro y siempre podría alárgalo un poco comentando que andaba trabajando en un nuevo single. Pero la incertidumbre sobre su recuperación nos mantenía en vilo, no había día que pasará sin que tuviera la tentación de presentarse ante el macabro espejo una vez más y pedirle un segundo deseo, pero le había bastado uno para ver la desdichada naturaleza del mismo, sabía que cumpliría el mismo, pero cumpliría este sus expectativas… y de ser así cual sería el precio esta vez.
-Sabéis que puedo escuchar tus pensamientos, ¿No Sr. White?- retumbaron las cabezas de Legado en mi mente -¿Acaso no es lo suficientemente preciada para vos?- incitó una vez más la voz del ente.
-Eres un maldito desgraciado, maestrucho- respondí mentalmente al espejo consciente de que aquel insulto sería lo suficientemente hiriente para que el orgulloso genio dejará de molestarme, al menos por unos instantes.
No fue hasta que un par de minutos después, retomé la tarea de leer los documentos, se trataba de una señorita a la que había mandado investigar recientemente, Nayelis, la dama de Espinas. La hija de una organización militar de mercenarios que bien podía resultar interesante, leería un poco más y luego posiblemente realizará una llamada para contactar a la que posiblemente sería la séptima candidata a la organización. Por el momento se limitaría a leer la documentación que le hubiera proporcionado su querida secretaria.
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Habían pasado meses desde lo sucedido en aquel túnel y todavía tenía el sabor amargo de aquella fruta entre mis labios. Muchos consideraban que era una bendición y otros una maldición, pero vaya...mi padre había tomado mis nuevas habilidades con gran entusiasmo para tener la hija que siempre quiso...no una hija tranquila y amable, sino más bien, un arma con la que combatir contra los que le amenazaban a él y a su armada.
Mis órdenes eran ir al Reino de Goa, en la isla de Dawn. Las instrucciones eran simples...conocer la ciudad y los alrededores de la isla haciéndome pasar por una ciudadana más para lograr obtener información básica de la isla. El mejor lugar siempre era la taberna local, donde chismes y cuchicheos solían saciar mi curiosidad. Así que cogí un pase para un barco de pasajeros cuyo destino era la isla de Dawn en unos días, y una vez llegué al puerto, el ajetreo comenzaba a hacerse notar en el momento que varios barcos llegaban al puerto a la vez junto al nuestro. Parecía que esta isla era muy concurrida por viajeros.
Pusieron la pasarela de desembarco y me dispuse a bajar mientras que los estibadores del puerto y demás servicio marítimo se me quedaron mirando mientras bajaba las escaleras de la rampa. Posiblemente fuera mi ropa, pues no es que llevara mucha precisamente y la poca que llevaba era una túnica cuya tela era semi-transparente de color azul cielo. Mi pelo color oro estaba suelto y caía por delante de mis hombros y por la espalda como a mi me gustaba. Miraba al frente todo el rato con cara seria, altiva como siempre, puesto que debía fingir delante de los demás una superioridad "racial" como diría mi padre.
Una vez toqué con mis pies el muelle de la ciudad baja los marineros seguían mirándome con cierta lascivia...se intuía por sus lenguas fuera de la boca, los diferentes charcos de babas y los ojos abiertos como platos. A pesar de eso no pude evitar que uno de los más viejos se acercara a mi para preguntarme:
-Por favor señorita ¿Sería tan amable de darme su nombre para que figure en la lista de llegados a la ciudad? Necesitamos saber quienes entran en la ciudad, es algo meramente formal, ya sabe- Dijo mientras intentaba que sus ojos obedecieran a su mente para no bajar la vista por debajo de mis labios. A la vez que preparaba la pluma para escribir mi nombre en el libro de llegadas.
-Nayelis- Dije con tono cansado y deseando de poder ir al centro de la ciudad.
El hombre apuntó el nombre con rapidez, y tras eso se apartó de mi camino mientras seguía mirándome como el resto de los marineros y estibadores del puerto. Mientras tanto, el marinero que había anotado mi nombre se había quedado algo extrañado.
-¿De que me suena este nombre? -Dijo mientras miraba como me iba- ¿Será tal vez...? No no puede ser, sería demasiada coincidencia y el mundo es muy grande- Dijo cerrando el libro de un golpe y retirándose muelle adentro.
No tarde mucho en abandonar la ciudad baja para dirigirme al centro, al menos, el olor a pescado se había marchado y pude respirar un aire medio decente. La plaza rebosaba de vida y no había pocas zonas de ocio y bebida. Parecía ser una ciudad muy alegre y viva. Lástima que mi padre tenga planes para casi todas las islas....
Caminé por la plaza hasta que encontré lo que parecía una taberna convencional. Se llamaba "La hija del capitán", y la verdad es que estaba deseando tomar un zumo de naranja bien fresco debido a que el viaje en barco me había dejado seca. Así que abrí la puerta y entré al establecimiento sin decir nada. Los ojos de los clientes y del tabernero se posaron en mi nuevamente más de lo permitido....hasta que, levanté la mano para que me atendiera mientras me sentaba en una mesa cercana a la salida, junto a una de las ventanas con vistas a la plaza. Me quedé mirando por la ventana, y cuando el tabernero me preguntó que quería, sin quitar la vista de la plaza le dije que un zumo de naranja frío. El tabernero dijo que en este establecimiento solo servía bebidas alcohólicas.
-Estoy segura de que tienen zumo- Dije con tono serio mientras miraba por la ventana.
-Señorita ya le dije que se ha equivocado de establecimiento...aquí no servimos de eso.-Dijo el tabernero rascándose la calva.
Miré para el con cara de pena, como de tristeza...como si estuviera a punto de llorar. Me llevé el dedo índice al labio y le volví a decir.
-Pero usted es una buena persona y hará lo posible para satisfacer mi sed ¿verdad? Me sentiría muy agradecida si un hombre como usted me sirviera ese zumo....y yo podría darle las gracias- Dije mientras le guiñaba un ojo.
Los ojos del tabernero se abrieron como platos y una sonrisa se le dibujó de lado a lado de la cara. Cogió su trapo de la cintura y con un semblante alegre respondió:
-Estoy seguro de que alomejor queda alguna bebida de ese tipo en el almacén, no se mueva ahora mismo se la sirvo- Dijo mientras corría a por ella hacia el almacén.
Por fin podría disfrutar del paisaje de la plaza tranquila, y con un poco de suerte, podría calmar mi sed gracias a la "buena fe" del tabernero. Ahora lo que me preocupaba era conseguir información útil de la isla, como bandas, mafias, cargos del gobierno en la isla, zonas de truque, movimientos ilícitos etc....vamos, todo aquello que me permitiera dar una ventaja táctica a mi padre.
Mientras me quedaba pensativa, no podía dejar de pensar que los demás clientes seguían mirándome, y no debía de ser muy lista para saber las intenciones de ese tipo de gente...al fin y al cabo, a las tabernas solo van los brutos y los idiotas. Tan solo esperaba que no me molestaran...no se si sería agradable para ellos.
Mis órdenes eran ir al Reino de Goa, en la isla de Dawn. Las instrucciones eran simples...conocer la ciudad y los alrededores de la isla haciéndome pasar por una ciudadana más para lograr obtener información básica de la isla. El mejor lugar siempre era la taberna local, donde chismes y cuchicheos solían saciar mi curiosidad. Así que cogí un pase para un barco de pasajeros cuyo destino era la isla de Dawn en unos días, y una vez llegué al puerto, el ajetreo comenzaba a hacerse notar en el momento que varios barcos llegaban al puerto a la vez junto al nuestro. Parecía que esta isla era muy concurrida por viajeros.
Pusieron la pasarela de desembarco y me dispuse a bajar mientras que los estibadores del puerto y demás servicio marítimo se me quedaron mirando mientras bajaba las escaleras de la rampa. Posiblemente fuera mi ropa, pues no es que llevara mucha precisamente y la poca que llevaba era una túnica cuya tela era semi-transparente de color azul cielo. Mi pelo color oro estaba suelto y caía por delante de mis hombros y por la espalda como a mi me gustaba. Miraba al frente todo el rato con cara seria, altiva como siempre, puesto que debía fingir delante de los demás una superioridad "racial" como diría mi padre.
Una vez toqué con mis pies el muelle de la ciudad baja los marineros seguían mirándome con cierta lascivia...se intuía por sus lenguas fuera de la boca, los diferentes charcos de babas y los ojos abiertos como platos. A pesar de eso no pude evitar que uno de los más viejos se acercara a mi para preguntarme:
-Por favor señorita ¿Sería tan amable de darme su nombre para que figure en la lista de llegados a la ciudad? Necesitamos saber quienes entran en la ciudad, es algo meramente formal, ya sabe- Dijo mientras intentaba que sus ojos obedecieran a su mente para no bajar la vista por debajo de mis labios. A la vez que preparaba la pluma para escribir mi nombre en el libro de llegadas.
-Nayelis- Dije con tono cansado y deseando de poder ir al centro de la ciudad.
El hombre apuntó el nombre con rapidez, y tras eso se apartó de mi camino mientras seguía mirándome como el resto de los marineros y estibadores del puerto. Mientras tanto, el marinero que había anotado mi nombre se había quedado algo extrañado.
-¿De que me suena este nombre? -Dijo mientras miraba como me iba- ¿Será tal vez...? No no puede ser, sería demasiada coincidencia y el mundo es muy grande- Dijo cerrando el libro de un golpe y retirándose muelle adentro.
No tarde mucho en abandonar la ciudad baja para dirigirme al centro, al menos, el olor a pescado se había marchado y pude respirar un aire medio decente. La plaza rebosaba de vida y no había pocas zonas de ocio y bebida. Parecía ser una ciudad muy alegre y viva. Lástima que mi padre tenga planes para casi todas las islas....
Caminé por la plaza hasta que encontré lo que parecía una taberna convencional. Se llamaba "La hija del capitán", y la verdad es que estaba deseando tomar un zumo de naranja bien fresco debido a que el viaje en barco me había dejado seca. Así que abrí la puerta y entré al establecimiento sin decir nada. Los ojos de los clientes y del tabernero se posaron en mi nuevamente más de lo permitido....hasta que, levanté la mano para que me atendiera mientras me sentaba en una mesa cercana a la salida, junto a una de las ventanas con vistas a la plaza. Me quedé mirando por la ventana, y cuando el tabernero me preguntó que quería, sin quitar la vista de la plaza le dije que un zumo de naranja frío. El tabernero dijo que en este establecimiento solo servía bebidas alcohólicas.
-Estoy segura de que tienen zumo- Dije con tono serio mientras miraba por la ventana.
-Señorita ya le dije que se ha equivocado de establecimiento...aquí no servimos de eso.-Dijo el tabernero rascándose la calva.
Miré para el con cara de pena, como de tristeza...como si estuviera a punto de llorar. Me llevé el dedo índice al labio y le volví a decir.
-Pero usted es una buena persona y hará lo posible para satisfacer mi sed ¿verdad? Me sentiría muy agradecida si un hombre como usted me sirviera ese zumo....y yo podría darle las gracias- Dije mientras le guiñaba un ojo.
Los ojos del tabernero se abrieron como platos y una sonrisa se le dibujó de lado a lado de la cara. Cogió su trapo de la cintura y con un semblante alegre respondió:
-Estoy seguro de que alomejor queda alguna bebida de ese tipo en el almacén, no se mueva ahora mismo se la sirvo- Dijo mientras corría a por ella hacia el almacén.
Por fin podría disfrutar del paisaje de la plaza tranquila, y con un poco de suerte, podría calmar mi sed gracias a la "buena fe" del tabernero. Ahora lo que me preocupaba era conseguir información útil de la isla, como bandas, mafias, cargos del gobierno en la isla, zonas de truque, movimientos ilícitos etc....vamos, todo aquello que me permitiera dar una ventaja táctica a mi padre.
Mientras me quedaba pensativa, no podía dejar de pensar que los demás clientes seguían mirándome, y no debía de ser muy lista para saber las intenciones de ese tipo de gente...al fin y al cabo, a las tabernas solo van los brutos y los idiotas. Tan solo esperaba que no me molestaran...no se si sería agradable para ellos.
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Pudo estar perfectamente una hora mientras repasaba los documentos, no le sorprendió mucho que fueran a dar las diez cuando termino de revisar todo el papeleo. Había sido toda una suerte que Ann le hubiera traído café y un par de bollos del Club Café, establecimiento que había adquirido hacía escasas dos semanas.
El club café era un local nocturno ubicado en uno de los barrios más céntricos de toda la avenida principal, o al menos eso era hasta que llegó a manos de White, quien lo transformó en un club social para la alta sociedad, aunque siempre hacía excepciones a gente interesante, siempre a criterio de O’Conell y Colins los dos lugartenientes más fieles de los que disponía. El local tenía horario tanto diurno como nocturno, siendo el formal O’Conell la cara matutina y Colins la juerguista faceta al anochecer. Mientras que por la mañana era un lugar muy transitado para desayunos y los descansos de medio día que solían hacer los altas esferas en los días de compra o descanso de la bolsa de Real Goa’s Street, por la noche se transformaba en un trepidante cabaret donde las mayores riquezas se ocultaban de sus mujeres en lo que se suponían largas reuniones de negocios a las altas horas de la madrugada, realmente no mentían ya que a fin de cuentas allí también se hablaba de negocios y se cerraban tratos, solos o en compañía, también era un gran lugar donde limitarse a escuchar música y tomar una copa, no todo en esta vida son vicios hedonistas.
-¿Qué tal se encuentra O’Conell, no le he visto desde el incidente del norte?- pregunté a Ann que me comentó mediante lengua de signos que él se encontraba bien, tan solo había ganado una cicatriz nueva.
-Parece que las colecciona- bromeé yo -Mientras este entero estará bien- dije mientras cogía la bandeja que traía y la depositaba en un hueco libre.
Cuando se volvió a encontrar solo en su despacho continuó terminando con la lectura de documentos, dando un sorbo al café o un mordisco al cruasán que tenía en su mano libre de tarde en tarde. Realmente la tal Nayelis le resultaba una mujer interesante, la carpeta la catalogaba de una noble de aspecto terriblemente bello la cual podría representar perfectamente los idealismos que establecían los cánones de belleza del renacimiento y toda la edad antigua, pero lo realmente interesante de la mujer era los conocimientos que podía aportar a su organización y posiblemente podría ser una pieza importante en la producción de sus DD-44. Por desgracia para él resultaba una persona algo elitista por lo que probablemente este sería un trabajo para Zaphir. Sin dudarlo un segundo descolgó su teléfono de rueda y marco rápidamente nueve números.
-Si Colins, soy yo, perdona que te despierte- saludó a su querido amigo que había respondido de una forma somnolienta -Necesito que pongas a buscar a todo el gremio de Improvisadores a una tal Nayelis, la descripción la tendrás en la carpeta nº13 que te dio Ann en la última reunión- le dije mordisqueando a la espera de la respuesta de Colins -Ah y vente para cuando puedas para el anticuario, tengo que volver a requerir los servicios de Zaphir- finalicé sonriente para desgracia del descanso de Colins, el cual accedió resignado.
El club café era un local nocturno ubicado en uno de los barrios más céntricos de toda la avenida principal, o al menos eso era hasta que llegó a manos de White, quien lo transformó en un club social para la alta sociedad, aunque siempre hacía excepciones a gente interesante, siempre a criterio de O’Conell y Colins los dos lugartenientes más fieles de los que disponía. El local tenía horario tanto diurno como nocturno, siendo el formal O’Conell la cara matutina y Colins la juerguista faceta al anochecer. Mientras que por la mañana era un lugar muy transitado para desayunos y los descansos de medio día que solían hacer los altas esferas en los días de compra o descanso de la bolsa de Real Goa’s Street, por la noche se transformaba en un trepidante cabaret donde las mayores riquezas se ocultaban de sus mujeres en lo que se suponían largas reuniones de negocios a las altas horas de la madrugada, realmente no mentían ya que a fin de cuentas allí también se hablaba de negocios y se cerraban tratos, solos o en compañía, también era un gran lugar donde limitarse a escuchar música y tomar una copa, no todo en esta vida son vicios hedonistas.
-¿Qué tal se encuentra O’Conell, no le he visto desde el incidente del norte?- pregunté a Ann que me comentó mediante lengua de signos que él se encontraba bien, tan solo había ganado una cicatriz nueva.
-Parece que las colecciona- bromeé yo -Mientras este entero estará bien- dije mientras cogía la bandeja que traía y la depositaba en un hueco libre.
Cuando se volvió a encontrar solo en su despacho continuó terminando con la lectura de documentos, dando un sorbo al café o un mordisco al cruasán que tenía en su mano libre de tarde en tarde. Realmente la tal Nayelis le resultaba una mujer interesante, la carpeta la catalogaba de una noble de aspecto terriblemente bello la cual podría representar perfectamente los idealismos que establecían los cánones de belleza del renacimiento y toda la edad antigua, pero lo realmente interesante de la mujer era los conocimientos que podía aportar a su organización y posiblemente podría ser una pieza importante en la producción de sus DD-44. Por desgracia para él resultaba una persona algo elitista por lo que probablemente este sería un trabajo para Zaphir. Sin dudarlo un segundo descolgó su teléfono de rueda y marco rápidamente nueve números.
-Si Colins, soy yo, perdona que te despierte- saludó a su querido amigo que había respondido de una forma somnolienta -Necesito que pongas a buscar a todo el gremio de Improvisadores a una tal Nayelis, la descripción la tendrás en la carpeta nº13 que te dio Ann en la última reunión- le dije mordisqueando a la espera de la respuesta de Colins -Ah y vente para cuando puedas para el anticuario, tengo que volver a requerir los servicios de Zaphir- finalicé sonriente para desgracia del descanso de Colins, el cual accedió resignado.
- Nota:
En mi próximo post cambio de identidad a la que adquirí en el evento, se trata de Zhapir un noble de Baratilla que es conocido por ser un diplomático. Te dejó aquí una imagen aunque describiré el disfraz mejor en el proximo post.
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No tardaron mucho en servirme mi zumo la verdad, es más , creo que el reguero de babas que el tabernero traía consigo le permitió poder desplazarse mucho más rápido, casi como si se deslizara.
-Su zumo señorita -Dijo mientras me lo servía en un vaso de cristal con una sonrisa de lado a lado.
-Muchas gracias- Le respondí sonriéndole mientras bebía un poco del zumo y me relamía los labios- Umm está fresquito y muy rico, seguro que un zumo así vale mucho. Espero poder pagárselo sin problema -Dije con tono preocupado.
-No se preocupe señorita, a esta le invita la casa- Dijo el tabernero directo y cortante pero sin borrar aquella sonrisa de lelo de su cara. Yo se lo agradecí con una sonrisa y seguí bebiendo el zumo mientras miraba por la ventana. Lamentablemente dos marineros que estaban sentados en la mesa de al lado se levantaron, seguramente, para darme problemas.
El primero de ellos se acercó a mi mesa. De mentón cuadrado y parche negro en el ojo derecho..y una camiseta a rayas roja y blanca. Este hombre tenía varios tatuajes en sus brazos, en los que no me detuve a verlos en absoluto. El segundo era bastante alto, flaco, con cara de atontado y que mostraba un risa absurda mientras miraba a un punto fijo a la nada. Parecía que habían venido a molestarme los menos indicados.
-Vaya vaya, cada vez las extranjeras sois más guapas. ¿Que te trae por aquí preciosa?-Dijo el del mentón mientras se sentaba en la silla frente a mi.
Yo arqueé una ceja, y lejos de responderle mal me llevé mi dedo índice a los labios y le dije con un tono casi pueril- ¿De verdad te parezco guapa?
-He visto muchas extranjeras por aquí, pero no sé porque tú pareces darle mil vueltas a todas. ¿De donde eres? -Dijo el marino mientras que su compañero se ponía a mi espalda- Si quieres mi compañero Vince y yo podemos enseñarte la ciudad ¿que te parece?.
-Se lo agradezco a usted y a su amigo, pero de momento, me iré sola - Dije mientras me levantaba de mi silla para poder irme a la plaza del pueblo. Mi camino se vio cortado por el marinero alto ,mientras que el otro me cortaba el paso por detrás.
-¿De verdad queréis hacer un espectáculo aquí en mitad de una taberna? ¿Vais a pegarme?-Dije nuevamente con tono fino y pueril.
El marino alto iba a responder, pero en ese momento varios hombres que estaban bebiendo su ron y cervezas se levantaron al unísono. Todos ellos miraron a los dos marinos con cara de enfado.
-Dejad a la señorita -Decían mientras preparaban los puños y otros desenvainaban las armas.
Yo solo pude reírme para mis adentros, así que intenté detonar los ánimos de los clientes.
-¡Dice que me va a pegar! ¿Van a dejar que me pegue? Por favor peleen por mi- Dije con un tono entre el llanto y la exageración mientras me llevaba la mano a la frente.
Los clientes de la taberna no tardaron en lanzarse contra los marineros, comenzando así una pelea en la taberna. Yo aprovechando que estaban entretenidos, fui caminando tranquilamente entre los que peleaban para ir hacia la puerta. No tardaron mucho en reducir a aquellos dos marineros, los cuales, comenzaron a despotricar contra mi en el mismo momento que iba a salir por el umbral de la puerta.
-Pero ... ¿estás loca o eres idiota? ¿Como te atreves? ¿No sabes a que tripulación pertenecemos?- Dijo con enojo el marino de mentón y parche mientras los clientes le ataban las manos- Somos tripulantes de la fragata Nihusa bajo el mando del terrible señor Shiru del Navy B! .Estamos de permiso maldita!. Cuando sepa que has puesto la mano a dos de sus tripulantes te lo hará pagar maldita zorra.
Me giré por un segundo a mirarle , me acerqué a él, me puse sentada sobre mis rodillas para quedar a su altura y le respondí:
-Nayelis, del navy B....-Dije mientras sonreía de una forma maliciosa mientras que el ojo del tuerto se quedaba en blanco ante la sorpresa.
-¿Señorita Nayelis?-Dijo mientras las palabras se le atragantaban y el sudor frío le caía por la frente- ¡No, no...no lo sabía perdóneme por favor!
Mi rostro volvió a sonreír, de una forma tierna esta vez. Como compasiva le acaricié con mi mano la mejilla mientras sonreía con los ojos cerrados y me llevaba mi dedo índice a la boca. .
-No pasa nada, de verdad, yo te perdono[/i] -Dije con tono amable mientras colocaba mis manos haciendo la forma de corazón frene a la cabeza del marino.
-Mero mero merrow
En ese momento, un pequeño rayo de color rosa golpeó la cabeza del marino tuerto convirtiéndola en piedra al instante. Este cayó hacia atrás con la expresión de terror en su cara mientras el resto de clientes se quedaron con la boca abierta. Acto seguido me levanté y me dirigí a la salida de la taberna con rumbo a la plaza sin decir palabra alguna. Nadie dijo nada mientras salía debido al susto de haber presenciado aquella muerte. El marino alto quedó con una cara de terror total, pero vivo a diferencia de su compañero. Uno de los clientes, de los pocos que pudieron decir algo preguntó al tabernero sino iba a llamar a las autoridades...y el tabernero al igual que muchos de los clientes estaban totalmente embobados por aquella mujer y pareció molestarle aquella petición. El tabernero tan solo respondió: "¿Porque iba a hacerlo ? Ella solo se defendió, y si usted opina lo contrario no merece admirarla"
-Su zumo señorita -Dijo mientras me lo servía en un vaso de cristal con una sonrisa de lado a lado.
-Muchas gracias- Le respondí sonriéndole mientras bebía un poco del zumo y me relamía los labios- Umm está fresquito y muy rico, seguro que un zumo así vale mucho. Espero poder pagárselo sin problema -Dije con tono preocupado.
-No se preocupe señorita, a esta le invita la casa- Dijo el tabernero directo y cortante pero sin borrar aquella sonrisa de lelo de su cara. Yo se lo agradecí con una sonrisa y seguí bebiendo el zumo mientras miraba por la ventana. Lamentablemente dos marineros que estaban sentados en la mesa de al lado se levantaron, seguramente, para darme problemas.
El primero de ellos se acercó a mi mesa. De mentón cuadrado y parche negro en el ojo derecho..y una camiseta a rayas roja y blanca. Este hombre tenía varios tatuajes en sus brazos, en los que no me detuve a verlos en absoluto. El segundo era bastante alto, flaco, con cara de atontado y que mostraba un risa absurda mientras miraba a un punto fijo a la nada. Parecía que habían venido a molestarme los menos indicados.
-Vaya vaya, cada vez las extranjeras sois más guapas. ¿Que te trae por aquí preciosa?-Dijo el del mentón mientras se sentaba en la silla frente a mi.
Yo arqueé una ceja, y lejos de responderle mal me llevé mi dedo índice a los labios y le dije con un tono casi pueril- ¿De verdad te parezco guapa?
-He visto muchas extranjeras por aquí, pero no sé porque tú pareces darle mil vueltas a todas. ¿De donde eres? -Dijo el marino mientras que su compañero se ponía a mi espalda- Si quieres mi compañero Vince y yo podemos enseñarte la ciudad ¿que te parece?.
-Se lo agradezco a usted y a su amigo, pero de momento, me iré sola - Dije mientras me levantaba de mi silla para poder irme a la plaza del pueblo. Mi camino se vio cortado por el marinero alto ,mientras que el otro me cortaba el paso por detrás.
-¿De verdad queréis hacer un espectáculo aquí en mitad de una taberna? ¿Vais a pegarme?-Dije nuevamente con tono fino y pueril.
El marino alto iba a responder, pero en ese momento varios hombres que estaban bebiendo su ron y cervezas se levantaron al unísono. Todos ellos miraron a los dos marinos con cara de enfado.
-Dejad a la señorita -Decían mientras preparaban los puños y otros desenvainaban las armas.
Yo solo pude reírme para mis adentros, así que intenté detonar los ánimos de los clientes.
-¡Dice que me va a pegar! ¿Van a dejar que me pegue? Por favor peleen por mi- Dije con un tono entre el llanto y la exageración mientras me llevaba la mano a la frente.
Los clientes de la taberna no tardaron en lanzarse contra los marineros, comenzando así una pelea en la taberna. Yo aprovechando que estaban entretenidos, fui caminando tranquilamente entre los que peleaban para ir hacia la puerta. No tardaron mucho en reducir a aquellos dos marineros, los cuales, comenzaron a despotricar contra mi en el mismo momento que iba a salir por el umbral de la puerta.
-Pero ... ¿estás loca o eres idiota? ¿Como te atreves? ¿No sabes a que tripulación pertenecemos?- Dijo con enojo el marino de mentón y parche mientras los clientes le ataban las manos- Somos tripulantes de la fragata Nihusa bajo el mando del terrible señor Shiru del Navy B! .Estamos de permiso maldita!. Cuando sepa que has puesto la mano a dos de sus tripulantes te lo hará pagar maldita zorra.
Me giré por un segundo a mirarle , me acerqué a él, me puse sentada sobre mis rodillas para quedar a su altura y le respondí:
-Nayelis, del navy B....-Dije mientras sonreía de una forma maliciosa mientras que el ojo del tuerto se quedaba en blanco ante la sorpresa.
-¿Señorita Nayelis?-Dijo mientras las palabras se le atragantaban y el sudor frío le caía por la frente- ¡No, no...no lo sabía perdóneme por favor!
Mi rostro volvió a sonreír, de una forma tierna esta vez. Como compasiva le acaricié con mi mano la mejilla mientras sonreía con los ojos cerrados y me llevaba mi dedo índice a la boca. .
-No pasa nada, de verdad, yo te perdono[/i] -Dije con tono amable mientras colocaba mis manos haciendo la forma de corazón frene a la cabeza del marino.
-Mero mero merrow
En ese momento, un pequeño rayo de color rosa golpeó la cabeza del marino tuerto convirtiéndola en piedra al instante. Este cayó hacia atrás con la expresión de terror en su cara mientras el resto de clientes se quedaron con la boca abierta. Acto seguido me levanté y me dirigí a la salida de la taberna con rumbo a la plaza sin decir palabra alguna. Nadie dijo nada mientras salía debido al susto de haber presenciado aquella muerte. El marino alto quedó con una cara de terror total, pero vivo a diferencia de su compañero. Uno de los clientes, de los pocos que pudieron decir algo preguntó al tabernero sino iba a llamar a las autoridades...y el tabernero al igual que muchos de los clientes estaban totalmente embobados por aquella mujer y pareció molestarle aquella petición. El tabernero tan solo respondió: "¿Porque iba a hacerlo ? Ella solo se defendió, y si usted opina lo contrario no merece admirarla"
William White
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Colins no tardó más de veinte minutos, algo más de lo que tardé yo en leer los periódicos. El joven rubio traía su típico maletín y unas largas ojeras, a pesar de eso el chico iba implacable.
-Buenos días Ann, te veo más guapa de lo normal, ¿camisa nueva? - oí al otro lado de la puerta como bromeaba mi violinista preferido -Buenos días White, no me había enterado de que habías llegado ¿Cómo te encuentras? - saludó el rubio mientras traspasaba la puerta del despacho.
-Pues he llegado esta noche, pensaba pasarme esta tarde por el Club para saludaros a los dos y contaros las buenas nuevas, pero resulta que uno de nuestros candidatos anda por aquí, así que he decidido buscarla- finalicé antes de dar un sorbo al café.
-Eso explica la urgencia, ¿pero realmente necesitas a Zaphir? Te recuerdo que estamos en Goa- mencionó el violinista preocupado.
-Esta no es como Eliot y Kaito, es algo más clasista por lo que realmente lo necesito si quiero que esa mujer me escuche- respondí tajante.
-Ojalá eso me funcionara a mí también- se quejó el hombre mientras desplegaba el set de maquilla de su maletín.
-Eres un verdadero liante, querido Colins-respondí yo sonriente.
El joven maquillador comenzó a realizar el típico tinte pelirrojo que acostumbraba a hacer para el disfraz, comenzándolo a aplicar. Tras eso procedió a realizar los cambios faciales correspondientes los cuales se concentraban en nariz y mejillas, ya que la forma de los rostros era extremadamente similar. Esto era posible gracias a los poderes de la paramecia que había ingerido, ya que aquel extraño chicle me permitía modelar a gusto el rostro pudiendo emular la fisionomía de cualquiera siempre que tuviera el suficiente tiempo y tiento de Colins a mano.
-Esta vez no necesitaré la barba desaliñada, prefiero parecer afeitado- comenté yo cuando finalizó el rostro.
-Como quieras, entonces empezare a quitarte el tinte y aclararte el pelo- finalizó este.
Una media hora más tarde el disfraz estaba finalizado y Zaphir volvía a la carga. Justo cuando acaba de comenzar a hacer mi preparatoria vocal con Colins recibimos una llamada, descolgando el telofono contesté con mi voz habitual. Se trtaba de uno de nuestros informantes habían encontrado a Nayelis saliendo de una taberna de mala muerte, dejando una estatua a sus espaldas.
-¿La retenemos?- preguntó la voz.
-No está bien, volver al refugio o volver a vuestras tareas habituales. Buen trabajo- finalicé con tono serio.
-Tomaremos tu carruaje Colins, volvemos al Club Café, al parecer se está dirigiendo hacía allí- ordené a Colins mientras terminaba de coger la gabardina y el sombrero, que recuperé después del incidente de Grey Rock.
Tras salir del “aquelarre”, que ese era el nombre del viejo anticuario, nos montamos en el carruaje de Colins, el vehículo, bastante lujoso para el nivel adquisitivo de Colins, era una de las joyas de la corona, teniéndolo como una de sus partencias más preciadas. No nos llevó más de tres minutos de abandonar el errático y descuidado barrio viejo y llegar a la avenida principal. Inmediatamente Colins ordenó al cochero que acelerará la marcha.
En total no tardamos más de quince minutos en llegar, por lo que no me sorprendió que la recepcionista me respondiera que aún no había llegado nadie con ese nombre, por lo que dejé la orden de que la condujeran a la mesa en la que me encontraba. Tras ello ordené a Colins que se subiera a una de las habitaciones y que descansará lo que quedaba de mañana, era una buena excusa ya que si las declaraciones del incidente de la taberna eran ciertas el pobre de Colins no tardaría en convertirse en un ángel de piedra. Así mismo hice llamar a O’Conell, ya que debía de hablar con él antes de que la mujer llegará.
-Buenos días Ann, te veo más guapa de lo normal, ¿camisa nueva? - oí al otro lado de la puerta como bromeaba mi violinista preferido -Buenos días White, no me había enterado de que habías llegado ¿Cómo te encuentras? - saludó el rubio mientras traspasaba la puerta del despacho.
-Pues he llegado esta noche, pensaba pasarme esta tarde por el Club para saludaros a los dos y contaros las buenas nuevas, pero resulta que uno de nuestros candidatos anda por aquí, así que he decidido buscarla- finalicé antes de dar un sorbo al café.
-Eso explica la urgencia, ¿pero realmente necesitas a Zaphir? Te recuerdo que estamos en Goa- mencionó el violinista preocupado.
-Esta no es como Eliot y Kaito, es algo más clasista por lo que realmente lo necesito si quiero que esa mujer me escuche- respondí tajante.
-Ojalá eso me funcionara a mí también- se quejó el hombre mientras desplegaba el set de maquilla de su maletín.
-Eres un verdadero liante, querido Colins-respondí yo sonriente.
El joven maquillador comenzó a realizar el típico tinte pelirrojo que acostumbraba a hacer para el disfraz, comenzándolo a aplicar. Tras eso procedió a realizar los cambios faciales correspondientes los cuales se concentraban en nariz y mejillas, ya que la forma de los rostros era extremadamente similar. Esto era posible gracias a los poderes de la paramecia que había ingerido, ya que aquel extraño chicle me permitía modelar a gusto el rostro pudiendo emular la fisionomía de cualquiera siempre que tuviera el suficiente tiempo y tiento de Colins a mano.
-Esta vez no necesitaré la barba desaliñada, prefiero parecer afeitado- comenté yo cuando finalizó el rostro.
-Como quieras, entonces empezare a quitarte el tinte y aclararte el pelo- finalizó este.
Una media hora más tarde el disfraz estaba finalizado y Zaphir volvía a la carga. Justo cuando acaba de comenzar a hacer mi preparatoria vocal con Colins recibimos una llamada, descolgando el telofono contesté con mi voz habitual. Se trtaba de uno de nuestros informantes habían encontrado a Nayelis saliendo de una taberna de mala muerte, dejando una estatua a sus espaldas.
-¿La retenemos?- preguntó la voz.
-No está bien, volver al refugio o volver a vuestras tareas habituales. Buen trabajo- finalicé con tono serio.
-Tomaremos tu carruaje Colins, volvemos al Club Café, al parecer se está dirigiendo hacía allí- ordené a Colins mientras terminaba de coger la gabardina y el sombrero, que recuperé después del incidente de Grey Rock.
Tras salir del “aquelarre”, que ese era el nombre del viejo anticuario, nos montamos en el carruaje de Colins, el vehículo, bastante lujoso para el nivel adquisitivo de Colins, era una de las joyas de la corona, teniéndolo como una de sus partencias más preciadas. No nos llevó más de tres minutos de abandonar el errático y descuidado barrio viejo y llegar a la avenida principal. Inmediatamente Colins ordenó al cochero que acelerará la marcha.
En total no tardamos más de quince minutos en llegar, por lo que no me sorprendió que la recepcionista me respondiera que aún no había llegado nadie con ese nombre, por lo que dejé la orden de que la condujeran a la mesa en la que me encontraba. Tras ello ordené a Colins que se subiera a una de las habitaciones y que descansará lo que quedaba de mañana, era una buena excusa ya que si las declaraciones del incidente de la taberna eran ciertas el pobre de Colins no tardaría en convertirse en un ángel de piedra. Así mismo hice llamar a O’Conell, ya que debía de hablar con él antes de que la mujer llegará.
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