Dominando la noche [Priv. Zay - Ellanora]

—Debería abrigarse, Lady Ellanora.

—Déjame, Pierce. No tengo frío.

La joven observaba el cielo a lo lejos mientras el barco se acercaba a la nevada isla del South Blue, primer lugar que visitaba desde su partida del reino de Kalos. Desde su posición tan solo podía ver la silueta que formaban sus edificios, pues a lo lejos en el horizonte el sol se estaba poniendo, tiñendo de naranja los cielos y sombreando el lugar. La idea principal de Pierce, el mayordomo, era reponer provisiones y seguir en su viaje hacia el Grand Line. Sin embargo, la joven vampiresa se aburría. No tenía pensado mantenerse en el barco, quería marcharse y ver la isla antes de que tuviesen que partir de nuevo. Y eso es lo que hizo.

En cuanto el barco estuvo lo suficientemente cerca, Ellanora corrió hasta el mascarón de proa y saltó, ignorando los gritos de Pierce y sus sirvientes tras ella. En el aire, una pequeña niebla espesa y negra recorrió todo su cuerpo. Cuando la vampiresa salió de entre la negra bruma, lo hizo como un pequeño murciélago que revoloteaba dirección a aquel extraño reino cubierto de nieve. Poco a poco el cielo naranja se volvía negro, manchado de brillantes estrellas y coronado por la luna, la plateada reina de la noche. Desde lo alto, la muchacha veía como la gente empezaba a meterse en sus casas, aunque algunos parecían querer quedarse un poco más bajo el manto nocturno. Sonrió internamente, pensando en divertirse.

Pocas islas me quedaban por conocer del South Blue. Una de ellas era Murynos, la isla invernal de este mar cardinal. Me gustaba todo tipo de paisaje nevado y con frío. Me había unido a los Red Beard Pirates, una banda pirata de novatos pero que en seguida sería conocida mundialmente. De momento el único con recompensa a su cabeza era yo, de todos los tripulantes. Ahora mismo me había convertido en el Sub-Capitán de la banda, tras la trágica muerte de Zenox hace ya un tiempo. Tanto Yzak y yo necesitábamos estar solos, con nuestros pensamientos. El debía pasar el duelo a solas, la trágica pérdida de su mejor amigo le afectó muchisimo. Yo quería dejarlo solo un tiempo, así que atracamos el barco en Murynos y el se quedó en el navío, mientras yo me bajaba por el mascarón de proa. Bajé de un salto y tras tocar el suelo, sintió frío. Eran normal, pues era un reino completamente nevado.

Se podía ve como el cielo se  tornaba negro, como las estrellas lucían en el firmamento y la luna, allí sola iluminando el paisaje. Que fuera de noche me inquietaba bastante. Para los Mink que habría luna llena era algo malo, pero para los demás seres vivos podría ser devastador.

Mientras no mirase fijamente a la luna todo iría bien, pero en el momento que lo hiciera, ya sería la perdición de mucha gente.

Al tocar el suelo nevado, me fijé que mas alejado de nosotros también había un barco atracado en la isla. Por lo que pude fijarme, no tenía ninguna bandera que distinguiera lo que era. Simplemente igual eran simples mercaderes haciendo su trabajo. Si era así, no les molestaría en absoluto.

El murciélago descendió revoloteando hasta llegar a lo alto de un tejado. En cuanto llegó, volvió a verse envuelta por una neblina negra que, al deshacerse, volvió a mostrar a la joven Ellanora de pie sobre las tejas. No se había alejado mucho de puerto, por lo que no veía por este a Pierce y los demás corriendo hacia ella, por lo que supuso que habían decidido dejarla en paz un poco.

«Bien» pensó ella«. Me deben obediencia.»

En principio apartó la mirada de puerto, sin embargo algo hizo que volviese a mirar hacia allí. Una especie de borrón amarillo a lo lejos acababa de bajar de un barco. Alzó una ceja, algo confusa, y centró su vista en aquella cosa. No podía distinguirlo bien a lo lejos, por mucho que su visión en la oscuridad fuese mejor que la de una persona normal, sin embargo podía ver bien claro que, con aquel llamativo color, no era humano. ¿Sería aquella extraña apariencia fruto de una habilidad zoan como la suya? Si así era, la muchacha no podía evitar pensar que la suya era mucho más elegante.

Fuera como fuere, la curiosidad la embargó enseguida. Dio un paso adelante mientras la neblina la volvía a cubrir, aunque aquella vez no se transformó en un murciélago, sino en un búho pardo. Extendió las alas y voló de nuevo hacia puerto, aterrizando de golpe en lo alto de una farola, recogiendo las alas alrededor de su torso y clavando sus ojos en el amarillo ser, mientras ululaba. Desde que se había marchado de Kalos, Pierce le había estado hablando de varias leyendas de los vampiros y sus poderes, y la muchacha había aprendido a transformarse en los tres animales insignia de la noche: Un búho, un murciélago y un lobo. Era una habilidad perfecta para pasar desapercibida en la mayoría de terrenos y seguir a alguien para descubrir cierta información, buscar a una presa con sus sentidos animales o, como en aquel momento, satisfacer su curiosidad sin llamar la atención.

Mientras avanzaba poco a poco investigando con mi mirada la zona, pude ver a un búho sobrevolar una parte del puerto. Era extraño, ¿qué hacía un búho en un lugar tan frío como este? Antes de venir, había investigado un poco la fauna de esta isla y predominaban lobos, zorros árticos, osos polares, focas y distintos tipos de aves, pero no búhos. Estas aves preferían zonas boscosas o en su defecto desiertos, pero un búho aquí parecía sospechoso. Vi como se posó en lo alto de una farola y como me miraba con esos ojos tan abiertos. Le miré fijamente. Yo amaba a los animales así que mientras miraba al búho fijamente, le esbocé una sonrisa y me fui hacia la ciudad.

Era noche cerrada, cielo abierto y estrellado y la luna iluminaba todo. me encantaba esta isla y si pudiera me quedaría aquí a vivir.

- Ojala pueda ver algún zorro ártico. Sería la primera vez que vea uno. -Me dije para mí, mientras avanzaba.

Caminaba hacia la ciudad pero no sin estar alerta de si aquel búho me seguía. Me daba mala espina, los búhos no suelen frecuentar este tipo de islas nevadas y menos con este clima tan frío.

Ni corta ni perezosa, la vampiresa, aún en forma de búho, alzó el vuelo de nuevo siguiendo a la cosa amarilla. El ser no solo llamaba su atención, sino también la de los civiles que parecían querer pasar un rato más bajo el manto nocturno. Fue entonces cuando empezó a bajar. Golpeó sin querer, aunque sin importarle mucho, la cabeza de un viandante cuya atención estaba centrada en el peludo ser de cabellos amarillos. Antes de tocar el suelo, su cuerpo se vio envuelto de nuevo por la neblina, mostrando la forma original de la joven aterrizando gracilmente en el suelo, con la mano apoyada de forma perezosa sobre el mango de su espada, sin dar la imagen de querer desenvainarla, después de todo el arma se usaba con la mano contraria al lugar de la cintura en el que descansaba.

—¡Primero una cosa amarilla peluda y luego un pájaro se transforma en tía! ¡Debería haberme quedado en casa! -gritó el hombre al que había golpeado mientras se iba corriendo.

Ellanora lo ignoró y mantuvo sus ojos fijos en el peludo ser mientras se rascaba la barbilla y lo rodeaba, buscando mirarlo desde todos los ángulos, sin vergüenza ninguna. Llegó incluso a acercar mucho la cara, buscando similitudes entre el ser y varios animales que la joven conocía. Estaba familiarizada con los gatos, y aquella cosa parecía tener también alguna relación con ese tipo de animal, aunque no estaba segura. Después de todo, que ella supiera no existía ninguna especie de gato amarillo. Se irguió separándose de él y ladeando la cabeza.

—¿Qué eres?

Vi como una espesa niebla salía de aquel búho que me espiaba y como de ella se mostraba una joven. ¿Que hacía una muchacha tan joven como ella en un sitio así? Pero eso no era lo que me intrigaba, lo que de verdad me preguntaba es quien le había enseñado modales a esta muchacha. No hacía más que mirarme extrañada, como si me estuviera analizando y encima para colmo no se presentó ni nada, simplemente me pregunto que era.

Yo la miré fijamente unos segundos y tras dejar de mirarla proseguí mi camino pasando por su lado. No la conocía de nada, por lo que no tenía que responderla. Además no sabía si podía fiarme de esa humana. Una muchacha con tan pocos modales no merece que la responda a su pregunta. Estaba convencido de que iba a ser concienzuda en su "análisis" sobre mí, pero si era una chica lista se daría cuenta de que antes de dirigirse con palabras a alguien, lo primero era presentarse.

Los viandantes me miraban, era el centro de atención pero me daba exactamente igual. Solo quería explorar la isla y la forma de vida de los habitantes de aquí. Me encantaba esta isla y no había venido a causar problemas.

Mientras caminaba, me iba alejando de esa muchacha pero, no dejaba de darle vueltas a una cosa en mi cabeza. Esa joven... ¿Había consumido una fruta del diablo?

—¿Puedes hablar? No había caído en que a lo mejor no puedes... -dijo en cuanto vio que no le contestaba y simplemente seguía su camino. Empezó a seguirlo-. A lo mejor tampoco me entiendes. Mmmm... ¿Es cultural o racial? Es decir... a lo mejor tu cerebro no está tan desarrollado como para entender el lenguaje o a lo mejor hablas una lengua que yo no. Aunque no creo que sea lo primero, tienes pinta de ser una criatura con raciocinio. ¿Entiendes lo que digo?

Ni corta ni perezosa, acercó la mano para arrancarle un pelo de la espalda, pero no llegó a hacerlo, pensándolo mejor. Aceleró el paso para ponerse delante de él o ella, pues no era capaz de saber el género de la criatura, y empezó a caminar de espaldas mientras lo miraba.

—¿Me comprendes? Yo me llamo E-lla-no-ra -dijo recitando su nombre articulando de forma exagerada y haciendo señas con las manos-. ¿Puedes ha-blar? No te preocupes, no pienso diseccionarte ni venderte ni nada parecido. Tan solo soy un alma curiosa.

Si era un ser inteligente y fuerte bien podría unirse a su pequeña troupe de monstruos. Por lo general, la gente rara solía tener cierto resentimiento hacia la gente normal que la vampiresa podía aprovechar para mover la balanza a su favor y conseguir que se uniesen a ella. Al menos así lo consiguió con Adam. El den den mushi de muñeca que tenía empezó a sonar, seguramente siendo Pierce intentando localizarla. La joven lo apagó enseguida, sin molestarse en contestar.