Noche de risas en Lvneel [Priv] [Jester - Alice]

Normalmente, cuando se daba la extraña ocurrencia de dos troupes circenses encontrándose en la misma isla, emergía una rivalidad bastante fogosa. Algunas veces incluso se llegaba a violencia extrema, cosa que el propio Alessandro no encontraba tan mal. Sin embargo, Lady Dmitra era una mujer inteligente y sabía que ganaría más haciendo una colaboración. No tardó en contactar con el Jefe de Pista de la otra troupe que había acabado en el Reino de Lvneel y habían llegado al acuerdo de preparar un espectáculo conjunto y dividirse las ganancias. Y así fue como Jester el Magnífico conoció a Hilarious Love Day, el "bufón del amor".

Un energúmeno arrogante que, como Jester, hacia las funciones de payaso y mago del circo. Sin embargo, a diferencia de nuestro querido arlequín que daba más énfasis en la magia y los juegos de mano, Hilarious daba más peso a sus... chistes. Su comedia, si es que podía llamarlo así. Jester no lo soportaba. Dmitra les había pedido que montasen un número de dos hombres pero estando tan solo dos minutos con él en la carpa de ensayo, ya sabía que no lo iba a aguantar. Decidió escabullirse y alejarse de él antes de que se le fuese la mano desenvainando la daga de su bastón.

Iba vestido con unos pantalones bombachos blancos, unas botas con punta afilada y retorcida hacia arriba, unos brazaletes dorados y una camiseta negra de tirantes que mostraba un corazón y un diamante rojos en el pecho. Allá donde iba, en las paredes de las cases había carteles ya hechos promocionando el espectáculo conjunto de ambas troupes. Tenía que ver la cara de ese idiota de Love Day junto a la suya allá donde fuere... Le daban ganas de vomitar. Finalmente, intentando ignorarlos, entró en lo que pareció ser un lujoso Café.

Se trataba del segundo día en Lvneel, y por fin podías tomártelo para ti. El día anterior había resultado extraordinariamente agitado y habías terminado agotada, pero tras dormir unas diez horas habías conseguido reponer energías. Tal vez no las suficientes como para correr una maratón, claro, pero sí te encontrabas lo bastante bien como para salir a pasear, a tomar algo... Habías visto desde tu llegada bastantes carteles de un circo -o dos, tal vez, parecía que había una especie de colaboración entre compañías-, y aunque normalmente los espectáculos de esa clase no te atraían, hacía tiempo que no podías ir al teatro. Tal vez un par de trucos de magia y un poco de escenografía improvisada no estuviesen mal.

- Su desayuno, señorita -anunció el camarero mientras depositaba sobre tu mesa una pieza de fruta, una tortilla francesa con algo de queso y un par de piezas de embutido. También un té frío y un zumo de naranja-. Que aproveche.

- Gracias -contestaste, casi por instinto. Normalmente le habrías dedicado una sonrisa o al menos una mirada de interés. Tal vez habitualmente no habrías sido tan parca, pero en ese momento estabas revisando el periódico en busca de noticias interesantes y habías llegado a una sección de lo más curiosa: Los Wanteds del Gobierno Mundial.

Los Wanteds mundiales eran una colección de carteles llenos de hijos de la gran puta: Asesinos, violadores, ladrones... Gente que vivía del y para el crimen, muchos de ellos aprovechándose de una justicia lenta incapaz de alcanzarlos a todos. Tal vez por eso había surgido la figura del cazarrecompensas, un civil con permiso especial para "reducir por métodos violentos si fuese necesario al criminal y llevarlo autoridad del Gobierrno Mundial para enfrentarlo a su juicio". Esa era la teoría. Te lo habían explicado mientras tramitabas la licencia, y se te había quedado grabado. También la puesta en práctica: La mayoría de criminales tenían en sus carteles tres palabras, "vivo o muerto", lo que implicaba que eran amenazas lo suficientemente grandes como para deber ser reducidas por la fuerza; también que se iban a resistir hasta las últimas consecuencias, matándote si era necesario. Tú no querías matar, era lógico, pero si alguien hacía algo tan malo para ganarse esas palabras... Harías lo que tuvieras que hacer. Al fin y al cabo, primero ibas tú.

Lo que te hizo levantar la cabeza fue la puerta al abrirse. No estabas particularmente cerca, pero el umbral abrió el camino de la luz cegadora de media mañana dejándote ver a una suerte de arlequín. Llevaba unas pintas no muy formales -de hecho, un poco horteras- y una suerte de tatuajes de corazón y diamante en el pecho. Los tuyos eran mejores. Los tatuajes, digo. Volviste a tus papeles preguntándote qué podía querer un hombre como él en el lugar más caro de toda la isla. ¿Tanto podía costar la entrada? Eso... O a lo mejor había llegado para actuar. Quién sabe.

Aquel lugar estaba lleno de snobs. Gente que se acurrucaba cada noche entre cojines rellenos de dinero. Jester no juzgaba, por supuesto, pues él mismo había llevado una vida así como miembro de la familia Charlemaigne hasta que decidió marcharse y unirse a un circo, aunque en el mismo siempre intentaba mantener una vida cómoda con los lujos necesarios. Se ajustó un mechón de cabello rojizo que caía por delante de su cara y se sentó en una de las mesas. Su afilada sonrisa no estaba por ninguna parte, pues se encontraba de bastante mal humor por los encontronazos con Love Day.

Pidió un té y sacó de su bolsillo su baraja de arcanos del tarot, como solía hacer para intentar calmarse. No es que tuviera una especie de don para prever el destino de la gente ni nada de eso, sin embargo... Había algo en aquellos arcanos que siempre le habían llamado la atención. Siempre que tanteaba con ellos mientras pensaba o conversaba parecía sacar exactamente uno de los naipes relevantes para la conversación o el tema.

Tal vez fuese una verdadera predicción o tal vez fuese tan solo su débil mente humana sugestionándose. Por mucho que se considerase superior a los demás, seguía siendo un ser humano con una mente de mortal. Le sirvieron el té, el cual agradeció con un gesto de cabeza. Se deleitó en el suave aroma del té a la vez que dejaba la primera carta sobre la mesa: El loco. ¿Le estaba llamando loco? ¿O era Love Day? O de nuevo... ¿Simple sugestión?

Suspiró y volvió a meter el arcano en la baraja para volver a mezclar las cartas. Para evadirse, buscó con la mirada entre los otros clientes del lugar. Tal vez sería divertido sacar arcanos hacia algunos de ellos. Su mirada se centró en una joven muchacha de cabello rubio mientras su afilada uña del dedo índice acariciaba el dorsal de la carta que se encontraba en lo más alto de la baraja. Con un suave movimiento sacó la carta y la volteó, para ver al otro lado a un rey sentado en su trono. Sin embargo, se paró al notar algo extraño entre sus dedos. El grosor de aquella carta era... mayor de lo habitual. ¿Estaba sujetando dos cartas? ¿Cómo podía haber cogido dos cartas sin darse cuenta? Las separó para ver que, como era habitual en las historias, la reina acompañaba al rey. Miró a la muchacha, confuso, justo antes de dar un sorbo al té.

No terminabas de ser particularmente discreta cuando te fijabas en alguien. No solías disimular en absoluto la simpatía, asco o mofa que te despertaba alguna gente, y en el arlequín no se encontraba la excepción. De cabello rojo, a medio camino entre lo excéntrico y lo hortera, hacía que sintieras una profunda curiosidad por él. Más cuando sacó de su bolsillo una baraja que claramente era de tarot y comenzó a juguetear con ella entre las manos. Eso hizo que la adolescente obsesionada con el esoterismo que descansaba en lo más profundo de tu mente noble reviviese por un momento, impidiéndote apartar la mirada de él. Al menos, hasta que él miró hacia ti.

Apartaste la cara por instinto, fingiendo estar atenta a otras cosas. A qué cosas no sabrías contestar, pero te dedicaste a comprobar que tus uñas estuviesen correctamente pintadas y a descubrir qué nueva herida te habías hecho esta vez. Sí, tenías una más. Esta vez, sin embargo, se encontraba en el dorso del dedo corazón. ¿Cómo te la habías hecho? No tenías ni idea; ni siquiera te habías acercado a una hoja de papel en varios días, ni tocado un cuchillo. A excepción de... Oh. Oh.

Había sido por los cuchillos bajo la falda, seguro. Siempre tenías cuidado de no tocar sus filos, pero tampoco podías asegurar que no lo hubieses hecho en ningún momento. Posabas la mano sobre las piernas, te ponías las medias, enganchabas las ligas sin particular esmero... Bueno, al menos no te esmerabas en dejarlos meticulosamente colocados a diario; ni siquiera usabas ambas ligas a diario, solo colocabas la imprescindible para la funda de la cuchillería.

Trataste de ignorarlo, pero al final el ansia te pudo. ¿Cómo ibas a desaprovechar la oportunidad de conocer el futuro? No era como si no hubieses probado ya en cada vidente que te habías encontrado hasta el momento, pero cada uno había propuesto uno distinto para ti. O bien tenías un sinfín de destinos encadenados o solo uno acertaría; en cualquier caso estaba bien conocerlos todos. Si ninguno sucedía, al menos habrías echado un buen rato, ¿no?

Te levantaste de la mesa y caminaste hacia él. Detenida a su lado te agachaste un poco, doblando las rodillas ligeramente. Tu pecho quedaba a la altura de su cara, pero no le diste demasiada importancia. No parecía alguien atento a esa clase de cosas.

- Disculpa, ¿esas cartas son de tarot? -Claro que lo eran, tu vista nunca fallaba-. ¿Te importaría echarme las cartas? Puedo pagar.

Esperaste su respuesta y, si aceptaba, te sentarías frente a él. Te hacía cierta ilusión ver uno más; ¿qué sería esta vez?

Volvió a meter las dos cartas en la baraja, todavía confuso. ¿Podía ser que hubiese cometido un error al mover los dedos? No, imposible. Toda su vida entrenando sus manos para hacer los más sutiles y gráciles movimientos... Debería tener una percepción casi perfecta del tacto. Era imposible que hubiese cogido dos cartas en vez de una sin darse cuenta. ¿Le hizo fallar el destino? ¿Dos arcanos se le aplicaban a esa mujer en vez de uno? Volvió a barajar las cartas habiendo apartado la mirada.

Se sorprendió un poco cuando oyó la voz de alguien. Se giró para ver justo frente a su rostro el pecho de aquella mujer rubia. Se apartó un poco hacia atrás y alzó la vista para confirmar que se trataba de la misma mujer. Marcando entonces la sonrisa que Love Day le había quitado durante todo el día, hizo un gesto con la mano señalando la silla de enfrente mientras daba otro sorbo al té. Cuando se hubo sentado, jugó con la baraja de cartas entre ambas manos, como si las barajara, pero las cambiaba de dedos de forma que casi parecía que flotaran.

Con un rápido movimiento, extendió la baraja en una línea recta sobre la mesa y, con la misma mano, volvió a recoger todas las cartas. Al alzar la mano, la baraja ya no se encontraba ahí, habiendo aparecido como por arte de magia en la mano contraria. Dejó bocarriba en la mesa el arcano del diablo y, con un grácil golpe de dedo, la carta empezó a girar sobre la mesa en un punto fijo.

—Necesito alguna información previa para ver si salen las cartas correctas. ¿Cuál es tu nombre? ¿Cuál era la posición de las estrellas bajo la que naciste? El horóscopo suele... decir mucho más de lo que se cree.

Tu vista nunca fallaba. Pudiste percibir un atisbo de sorpresa en su rostro, también la sonrisa que surgió en él. Era un arlequín orgulloso, cómo no. Al fin y al cabo, poseer el poder de ver el futuro era una razón para enorgullecerse. Saber estafar a jovencitas crédulas para llevarlas a la cama también solía ser motivo de orgullo para muchos, y por su aspecto... Tal vez no tenía demasiadas dificultades para hacer ninguna de las dos. No eras esa clase de chica, claro, pero los colores llamativos y las facciones afiladas del farandulero parecían la clase de cosas que atraerían a una adolescente plebeya. Bueno, en realidad a ti de adolescente probablemente también te hubiese cautivado.

Ignorando a tu yo adolescente -tu tú adolescente, más bien- accediste a sentarte de inmediato, asintiendo con ilusión ante la idea de conocer las respuestas que pudiese darte. Acertase o no la ilusión de que el futuro estaba en sus manos te seguía resultando inusitadamente atractiva, y sin mucho más que hacer mientras te recuperabas de tus dolores era quizá la opción más deseable. Solo esperabas que no te mostrase otra vez un futuro casada y lleno de hijos, aunque tal vez esa gitana simplemente lo había dicho para molestarte.

- Muchas gracias; con permiso.

Apartaste la silla y tomaste asiento mientras lo decías, quedando casi hipnotizada por la gracilidad de sus movimientos. Si bien podías verlos con facilidad reconociste que difícilmente para alguien sin tus reflejos hubiese visto poco más que un borrón entre sus manos, que barajaban un mazo poco menos que fluido. Era increíble cómo alguien podía con la suficiente práctica hacer que algo así, tan... Mágico. Aunque claro, para ver el futuro era lógico que se necesitase magia, ¿no?

- Alice. -Dudaste por un momento. Esta vez, optaste por no dar tu apellido-. Nací un diez de octubre, así que soy libra. A eso de las doce y media, de madrugada. Según mi madre la constelación de Piscis estaba justo encima de casa cuando me dio a luz, aunque creo que mi ascendente es Leo. Ah, y Saturno estaba en medio de la constelación de Sagitario. -Te encogiste de hombros-. No sé si eso será suficiente.

La astronomía había sido el germen de tu pasión por la física. Absorbida por el encanto de la noche habías dedicado horas y días a estudiar las estrellas que buscabas por la noche primero a escondidas, con la mirada, y más tarde con un telescopio cuando el tiempo era indulgente contigo. Tenías bastantes datos acerca de cielos nocturnos, en realidad, aunque no tenías la menor idea de cómo iba a influir eso en tu destino.

Pero bueno, para descubrirlo habías preguntado.

No quería dar su apellido. Una mujer con secretos. Aunque todo lo demás no le importó soltarlo. Tenía cierto sentido, pues aquello tenía una utilidad casi nula para un posible enemigo. Aunque alguien con muchos recursos podría triangular la posición de su hogar de nacimiento calculando la posición de las estrellas durante aquel día... Pero ese no era él. No le interesaba tanto. Mientras hablaba iba colocando las cartas encima de la mesa formando una pirámide, poniendo cinco cartas justo delante suya y, conforme se alejaban de él en la mesa, una carta menos por fila hasta que enfrente de Alice solo había una.

Volteó la primera, revelando al Ermitaño. Posó su afilada uña sobre él.

—Interesante... Hay momentos en la vida en que uno debe dar un paso atrás y examinar cuidadosamente las situaciones y decisiones que toma. El encontrar al Ermitaño en tu camino sugiere que este momento ha llegado para ti. Necesitas de un periodo de reflexión interior, lejos de las actuales demandas de tu posición. Este retiro puede ser físico o una búsqueda interior. Sólo una introspección honesta y profunda te llevará a una solución. ¿Tienes alguna reciente decisión de la que te arrepientes? O tal vez significa que pronto deberás tomar una importante decisión —volteó entonces la carta justo a la izquierda del ermitaño, revelando a un hombre colgando bocabajo de uno de sus pies—. Vaya, el Colgado... se puede interpretar de dos maneras distintas. Todo cambio es a su vez una pequeña muerte, ya que lo viejo debe morir para crear lo nuevo. Puede simplemente indicar un cambio en tu futuro que tal vez esté más allá de tu control, y que será una decisión de la cual, para bien o para mal, no podrás retractarte. La otra interpretación habla de sacrificio. Aunque no sea fácil de saber si este sacrificio es grande o pequeño... Parece que el tema de las decisiones se agrava, tal vez debas sacrificar algo. —Con una suave caricia pasó el dedo hasta la siguiente carta a su izquierda y la volteó, mostrando a la bestia cornuda con pies de carnero sentada en su trono—. La cosa se complica... Mucha gente cree que el Diablo significa condena y que no hay escapatoria, pero eso no es así. El Diablo advierte de un engaño. Aconseja que se tenga prudencia. Esa futura decisión podría ser tu salvación o... tu condena—. Entonces volteó la penúltima carta de la fila, mostrando a un esquelético jinete sobre un blanco caballo—. La Muerte. No te asustes, esto no significa que vayas a morir. Se avecina un cambio en tu vida. Una separación abrupta entre tu pasado y tu futuro, una separación que seguramente será... dolorosa. También puede significar que se avecina una perdida, pero viendo el resto de arcanos... ¿Quién sabe? Yo iría con cuidado con esa advertencia que da el Diablo. —Tan solo quedaba una carta en esa fila. La volteó, mostrando una pequeña rueda marcada de runas y rodeada de ángeles—. Esto es algo más alentador. La Rueda de la Fortuna simboliza los ciclos de la vida y habla de nuevos inicios. Es muy probable que encuentres que estos eventos sean positivos, pero al ser regidos por la suerte, puede que estén fuera de tu control e influencia. Atiende a aquellas cosas que puedes controlar con cuidado, y aprende a no sufrir con aquellos que no puedes controlar. —Miró a Alice antes de continuar con la siguiente fila—. Podemos parar cuando quieras. ¿Qué es lo que crees por ahora?

El tarot no te era del todo ajeno. Habías leído un libro o dos y, aunque no serías capaz de echar las cartas, más o menos tenías una idea del simbolismo general de las cartas. O, más bien, creías tenerla. Hacía años que no prestabas atención a eso y a medida que él iba hablando te sorprendió descubrir nuevos significados para algo de lo que, en realidad, no tenías ni la menor idea. Sin embargo, de alguna forma frente a tu desconcierto yo sentía que todo parecía encajar a medida que las nuevas cartas iban siendo desveladas: El ermitaño sugería, según el arlequín, que el momento de tomar una decisión había llegado. Eso nos decía poco, en realidad; llevabas años teniendo que tomar decisiones a cada cual más arriesgada, y aunque la última la había terminado por tomar yo, finalmente tú habías coincidido. No obstante, si iba más encaminado a la reflexión en sí acerca de nuestras decisiones... Tal vez estaba hablando de ese momento en el que finalmente fueses consciente de mí.

La siguiente carta fue desvelada: El colgado. Si era cierto lo que nos estaba contando esa carta sí implicaba tomar una decisión. No supiste por qué, pero tragaste saliva. Bueno, yo tragué saliva con tu cuerpo. Si el ermitaño marcaba que tomases consciencia de la muerte de Velkan, ¿qué implicaba la decisión irrevocable al respecto? ¿Me odiarías por lo que hice? ¿Comprenderías por qué lo maté? ¿Perdonarías que hubiese utilizado tu cuerpo? Sabía que ese día llegaría, pero no quería que pasase.

El diablo y la muerte. Prudencia y cambio, perdición y pérdida. Si fuese yo quien controlase el cuerpo ya habrías temblado, pero simplemente te mantuviste pensativa, reflexionando. Había muchas cosas que podían ser, ¿pero por qué iba a ser cierta esta? Yo también querría pensar así, pero uno de los dos siempre fue el precavido.

Por lo menos, entre tanta desolación, encontramos algo halagüeño: La rueda de la fortuna implicaba un cambio incontrolable, sí, pero positivo. Eso implicaba que, si de verdad valiese la pena creer en estas cosas -aunque por ahora era la más acertada de las predicciones que nos habían hecho-, por lo menos habría una luz al final del túnel. Además, en cualquier caso, no pensaba dejar que unas simples cartas nos guiasen hacia una dramática profecía autocumplida.

- Parece... -comentaste, pensativa- que lo tengo casi todo en contra, ¿no? -Frunciste el ceño y apretaste los dientes, reflexionando sobre todo lo que podía significar eso-. Hay demasiadas cosas que podrían encajar, y esto es muy ambiguo. ¿Hay alguna forma de concretar más?

Te había llamado mucho la atención y, cómo no, querías más. Te gustaba ese cosquilleo en la nuca a medida que te leían el futuro, y todo lo que pareciese ligeramente sobrenatural te excitaba en cierta medida. Impropio de una científica que se preciase, pero tú solías ser particular en casi todo, y esto no era algo que destacase tanto en realidad.

- Lo único claro es que en algún momento voy a entrar en una crisis. No habrá vuelta atrás y el final será feliz, ¿verdad? -preguntaste, echándote hacia delante con cierta ansiedad-. Entonces, ¿esto podría ser más mi presente o mi pasado que mi futuro? ¿Es eso posible?