Aventuras en Isla Dawn [Pasado][Privado]

Al cerrar los ojos podía ver los cuerpos calcinados de marines, piratas y revolucionarios que fueron atrapados por el tornado de fuego convocado por ella misma. Podía escuchar sus gritos y súplicas. ¿Acaso era culpa lo que sentía? Imposible. Ella fue educada para evitar sentir ese tipo de sentimientos, sin embargo, ¿por qué llegaban a su cabeza los tortuosos recuerdos de la gran guerra de Gray Rock? Cerró los ojos y frunció el ceño, convenciéndose de que en realidad era culpa de ellos por ser tan débiles. Se trataba de la primera gran guerra a la que Katharina asistía y, encima, por un deseo que no era suyo. Había decidido ayudar a su actual capitán, Zane D. Kenshin, a sobresalir por encima de los demás y demostrar que no era un crío, sino un digno señor de la piratería. Un deseo bastante egoísta, pero ¿qué podía esperarse de un pirata?

«Necesito unas vacaciones», le dijo a Zane cuando estuvieron lejos de Gray Rock. Le daba igual si lo aceptaba o no, pues ella sentía que seguía siendo libre. Podía tomar las decisiones que quisiese y nadie le prohibiría nada. Por supuesto, el motivo de su viaje era algo más que solo vacaciones, aunque no le comentó nada de eso al líder de los Arashi. Con una sonrisa confiada le prometió a Zane que se reunirían dentro de un mes en el Archipiélago de Shabaody.

Cogió el primer barco rumbo al East Blue y una vez allí compraría un boleto para dirigirse a la Isla Dawn. Según lo que había leído en uno de sus libros, aquel trozo de tierra se trataba de la isla natal de importantes figuras históricas. El anterior Rey de los Piratas, Monkey D. Luffy, nació y se crio ahí junto a su hermano e hijo de Gol D. Roger, Portgas D. Ace. A Katharina le interesaba descubrir los misterios que ocultaba aquella isla. Y si todo salía bien, pronto se hallaría en el Reino de Goa. «Si mi memoria no me falla, hace mucho, mucho tiempo hubo un rey que, al enterarse de la visita de un Noble Mundial, mandó a incendiar el enorme basural para no incomodar la vista de su invitado. No le importó que hubiera gente viviendo allí, solo le interesó la visita del Noble Mundial», se dijo a sí misma en sus pensamientos. La bruja tenía presente el egoísmo de la clase alta, sobre todo cuando se trataba de favorecer los intereses de los Dragones Celestiales. Pero pronto todo aquello cambiaría y la historia tomaría un giro inesperado. Si alguien sabía algo sobre el misterio que ocultaba la Isla Dawn, ese era el líder del Reino de Goa.

Luego de más de una semana viajando, finalmente el enorme galeón llegó al puerto del Reino de Goa. Sin lugar a duda, podía considerarse el orgullo de la isla. Las casas de piedra eran de diferentes colores, habiéndolas verdes, rosas y azules de diferentes tonalidades. «Así que esa es la policía real», pensó la bruja fijándose en la pareja de hombres que vigilaba las calles de la ciudad. Llevaban un uniforme azul marino con un sombrero de copa y, en el pecho de la chaqueta, se dejaba ver en grande el símbolo del Reino de Goa: una esfera amarilla con tres plumas blancas. Katharina era una pirata conocida en Paraíso, pero dudaba de que su nombre hubiera llegado hasta tierras tan lejanas; en todo caso, lo mejor era alejarse de los problemas y actuar disimuladamente. «Nada de ropas ostentosas ni palizas porque sí», decidió la bruja.

Vestía un vestido rojo con tonalidades anaranjadas y unas largas mangas que ocultaban sus manos. En el abdomen, la prenda se dividía en dos para ser unida por botones, revelando la pálida piel de la bruja. Unos pantis negros con adornos amarillos cubrían sus piernas y, estos, terminaban en unos cómodos zapatos de tela y suela de goma. Sobre su cabeza se hallaba un gigantesco sombrero puntiagudo del mismo color que el sombrero. Para no llamar la atención, transformó sus dos armas, la Hoja de Argoria y la Guadaña Mitológica de Nyx, en dos aretes de oro.  

—Llevaré esto —le dijo al dueño de un puesto mercante tras haber cogido una manzana roja como la sangre y, luego, le lanzó una moneda.

Vestimenta:

Isla de Dawn, una isla que tenia una larga y muy desagradable historia, según la cual los nobles de la ciudad habían incendiado los barrios bajos de esta por que recibirían visitas importantes y no querían mostrar cosas desagradables a los visitantes, al menos eso era lo que ella había escuchado de la ciudad, con el tiempo la historia se había sabido dejando una pésima reputación a esta aun así era un reino muy rico e importante como para alejarse de él o boicotearlo, mucha gente dependía del comercio en ese lugar para vivir, por lo que el horrible crimen que habían cometido no había tenido muchas consecuencias a los ojos de Mian, realmente ese sitio no le gustaba y procuraba evitarlo si podía pero no había tenido ninguna opción, había hecho un pequeño negocio con alguien de esa isla pero la persona que había contratado para entregar la mercancía había enfermado por lo que tenía que hacerlo ella misma.
Suspiro mientras caminaba tranquilamente por las calles del lugar, sintiendo las miradas de la gente a su alrededor, algo que no le molestaba en lo más mínimo, ya que estaba acostumbrada y sabía perfectamente que una mujer toro de  metros era algo que no se veía todos los días, por lo que solamente intentaba no hacerles caso y disfrutaba que la gente la dejara pasar sobre todo por que arrastraba una pequeña carreta detrás de ella, en la carreta había 3 barriles cada uno con un distinto tipo de fruta, mientras caminaba Mian solamente miraba un papelito, sin apenas fijarse en lo que había alrededor, no se molestaba en pedir direcciones pues sabía bien que la mayoría de las personas huirían antes de que terminara de preguntar y era una experiencia que aunque era comprensible, siempre era desagradable, sin contar que no quería tampoco llamar excesivamente la atención,  era una persona legal, no tenía ningún problema con la ley pero aun así no olvidaba que en esa isla gobernaban el tipo de personas que la habían esclavizado y tenido encerada en una cueva toda su vida y prefería no arriesgarse.
Finalmente llego a un pequeño puesto callejero con varias muestras de frutas frente a este, al parecer algo sacaba ya que justo había una chica comprando algo, detuvo la pequeña carrera y descargo los barriles como si no pesaran nada.

-Buenas tardes… aquí esta lo que me encargo

El hombre acababa de comprar el pago por su compra y volteo quedándose pálido y tragando saliva al ver a Mian, que ni siquiera se inmuto ante la sorpresa del hombre, estaba acostumbrada, finalmente el hombre pareció recuperar un poco de control.

-Ha si si si si solo déjelo ahí de acuerdo
-Aquí?

Mian pregunto con una sonrisa amable, ya todos los barriles estaban en el suelo al lado de su puesto, el hombre trago saliva y empezó a manotear en su ropa buscando dinero, Mian solo se cruzó de brazos esperando sonriéndole a la chica que acababa de comprar una manzana cuando de repente empezaron a escucharse gritos y un grupo de personas armadas empezaron a caminar en esa dirección, pero no parecían estar persiguiendo a nadie, eso parecía un desfile o escoltando a alguien, los guardias apartaban a la gente al pasar.

-Que estará pasando?

Pregunto Mian en voz alta mirando a los guardias… mientras con la mano sujetaba al hombre que poco a poco intentaba alejarse en silencio del lugar, ya que primero tenía que pagarle.

Una gigantesca criatura que arrastraba varios barriles de madera apareció justo al lado de Katharina. Tuvo que mirar hacia arriba para fijarse en las facciones de lo que para muchos podía ser un monstruo. «He visto muchas cosas para considerar un monstruo a un mink», pensó la bruja. Esa raza era muy difícil de ver en Paraíso, por lo que le era casi imposible imaginarse los motivos de la mujer-toro —¿o vaca?— para estar en el East Blue. Luego de lanzarle la moneda al mercader, no pudo evitar quedarse ahí unos minutos más para ver lo que hacía la mink. Sentía curiosidad por ella, y también por sus motivos. Parecía que estaba comerciando con el dueño del puesto de frutas, comentándole que tenía lo que le había encargado.

Varios soldados bien armados con fusiles en mano y sables envainados comenzaron a ordenar a las personas, reuniéndolas a los costados de la avenida. Muchos de ellos llevaban pesadas armaduras plateadas con el emblema del Reino de Goa esculpido en la pechera. La bruja frunció el ceño, pensando en que quizás alguien la había visto. Al principio dudaba de que alguien la conociera, después de todo, ¿a quién se le ocurriría que una Supernova como ella estaría en Isla Dawn? Pero ahora con todos los guardias armados y enlistados casi en frente de ella, comenzaba a creer que de verdad los ciudadanos del reino no eran unos estúpidos sin conocimiento de lo que sucedía en el resto del mundo.

—¡Abran paso! ¡El príncipe Klaius está pasando!

Sobre un elegante corcel negro como la misma noche cabalgaba un muchacho no mucho mayor que Katharina. Como todo príncipe —o como casi todos— gozaba de un atractivo muy superior al de los ciudadanos comunes y corrientes. Su cabello café claro lo llevaba desordenado, cubriéndole la frente y parte de las orejas. Avanzaba solemnemente, mirando con sus ojos fríos y azules a los plebeyos que se reunían a verlo pasar. Su armadura plateada parecía ser mucho más ligera y ostentosa que la de sus soldados, al igual que la espada que llevaba sujeta al cinturón de cuero. Tenía la vaina bañada en oro y una fila de zafiros atravesaba esta desde la empuñadura hasta el término de la hoja.

La bruja se sintió aliviada, pues todo ese alboroto no era por ella, sino por el paseo del arrogante príncipe que miraba despectivamente a sus súbditos. Katharina se volteó hacia el puesto mercante, pues no era interesante ver a un simple hombre pasearse sobre un caballo. Tal vez el corcel era lo más llamativo de todo, pero no la criatura que yacía sobre su lomo. Aprovechó que el mercader estaba demasiado ocupado intentando zafarse de la fuerte mano de la mink y cogió un par de frutas más. Le pareció que el vendedor de frutas no era demasiado honesto, así que ¿qué problema había en robarle a un ladrón? Ninguno, por supuesto. Y si no lo fuera, tampoco habría problema. Katharina era una pirata y, como tal, podía hacer lo que se le diera la gana. Así era el mundo pirata; simplemente se trataba de coger lo que quisiese y punto.

—Puede que la gente esté demasiado interesada en el príncipe, pero yo no. De hecho, no puedo evitar sentir curiosidad por ti… ¿Qué es lo que hace una mink en un lugar tan apartado como este? —le preguntó a la criatura de dimensiones grandes y luego se cruzó de brazos.

Mian se mantuvo a la orilla de la calle, sujetando al mercader con la mano mientras veía como varios soldados, al menos 50, pasaban por la calle abriendo paso y anunciando a alguien, el príncipe de ese reino al parecer, Mian lo vio de reojo pero evito hacer contacto directo, sabía que era caso perdido la mayoría de las veces pero no quería ser notaba, no por que estuviera sido buscada o algo parecido si no porque esos nobles solían ser estúpidos y autoritarios, pero con poder como para complicarle mucho las cosas en la ciudad solo con fijarse en ella, no importaba si fuera de forma positiva o negativa, la procesión finalmente termino y Mian espero a que los soldados salieran de vista esperando que no le hicieran algo como cerrar los puertos o prohibir salir los barcos ya que quería salir de la isla tan pronto se pudiera, volteo a ver al hombre que parecía bastante nervioso porque ella hubiera entendido que intentaba escapar sin pagarle, volteo a verlo con una sonrisa.
 
-Bueno creo que me debe algo
-Si… si si si si señorita si…ha…
 
Nervioso empezó a hurgar en su puesto y finalmente puso varias monedas de oro en la mano de Mian, esta sonrió las conto y las guardo en el saco de lona que siempre traía consigo, estaba a punto de irse cuando la clienta de ese hombre le hablo, Mian volteo a verla con curiosidad se notaba que no era de ese lugar pero no era raro encontrarse extranjeros en esa isla por lo que apenas había reparado en ella, sonrió al escuchar el nombre de su raza
 
-Mink? En serio sabes que soy? Genial!!!!
 
Mian tomo la mano de la chica saludándola con mucha fuerza, quizás suficiente para dislocarle los brazos a un hombre común ya que ella no se controlaba en ese momento, sus ojos brillaban y una inmensa sonrisa se veía en su rostro
 
-PUEDES DECIRME COMO SOMOS LOS MINK? NUNCA HE VISTO UNO!!  Por favor…
 
Puso una mirada suplicante que según su antiguo amigo ponía cada vez que quería obtener algo por medio del chantaje emocional pero no se le podía culpar, ella sería una Mink pero hacía muchos años no había visto a otro, tantos que ni siquiera recordaba como eran los demás y tampoco tenía la menor idea de donde vivía su especie o como llegar, también según lo que había sabido desde que fue liberada, los Mink eran muy raros, pertenecientes a otro mar, quizás la chica supiera incluso como encontrarlos!!
 
-Haa…. Te invito a comer y me cuentas? Que dices?

Cualquiera que hubiera estado en las puertas del Nuevo Mundo sabría cómo era un mink. El mundo era un lugar vasto repleto de misterios inimaginables, y uno de ellos era la raza nómade de los minks. A simple vista parecían mamíferos bípedos con la capacidad de hablar, pero, en realidad, reducir a una descripción tan vulgar a semejante raza sería un insulto. Según los libros de historia que Katharina alguna vez leyó, se hablaba sobre una civilización oculta ante los ojos del mundo con criaturas increíblemente inteligentes. Una tribu de guerreros, señalaban algunos textos. Como sea, la bruja aún no había tenido la oportunidad de conocer la tierra natal de los minks, así que no podía evitar solo recordar leyendas sobre los misteriosos animales parlantes. Era difícil de creer que hubiera una en el East Blue.

La cornuda criatura sujetó con violencia la mano de Katharina, agitándola fuertemente. Si se hubiera tratado de una persona común y corriente, seguro le habría dolido un montón, pero, por suerte, la bruja estaba muy por encima del promedio. En cualquier caso, odiaba ser tratada con tanta confianza por parte de un desconocido. No obstante, perdonaría aquel osado comportamiento por parte de la mink.

—Por supuesto que sé lo que eres, ¿quién no lo sabría? —respondió con arrogancia. Inmediatamente después, la mujer colocó una mirada de súplica. «Grave error», pensó Katharina. La pelirrosa era incapaz de sucumbir ante la compasión, de hecho, para muchos era considerada como una persona muy cruel. Cualquier chantaje emocional no era más que una estupidez, no obstante, unas palabras muy interesantes salieron de la boca de la mink—. Puedo contarte todo lo que sé de tu tribu, aunque no es mucho. He visto a algunos minks, sí, pero casi todo lo que sé sobre ustedes es lo que está escrito en los libros.

Pensó que no pasaría nada si tomaba un pequeño desvío, después de todo, estaba en el Reino de Goa para vacacionar. Todo eso del misterio que ocultaba la ciudad no era más que una excusa para no sentirse tan irresponsable. Luego de llenar el estómago iría a conocer en persona a la persona que gobernaba sobre todo lo que estaba dentro de las gigantescas murallas.

—No sé si te has dado cuenta, pero no soy de por aquí. Si conoces un lugar, con gusto te seguiré.

Mian miro a la chica con una enorme sonrisa, aunque con un gesto que pondría una madre o una mujer adulta ante una chica caprichosa o sabionda por su respuesta de quien no sabría que era un Mink ya que aunque ella dijera que todos conocen a los Mink la verdad era que casi todos los que había conocido en ese tiempo durante sus viajes no tenían la menor idea de que rayos era un Mink o no podían evitar tenerle verdadero terror, pero no le diría nada de eso, estaba muy contenta por conocer a alguien que supiera cosas de su pueblo como para ponerse a discutir con quien fuera, a pesar de que la chica no parecía para nada conmovida por su semblante suplicante si que estuvo de acuerdo en contarle lo que sabia después de la invitación de Mian a comer, Mian se irguió a todo su tamaño con una enorme sonrisa, escuchando a la chica.

-No importa, realmente yo no se nada sobre mi tribu, soy la única que conozco… por eso lo que sea que me cuentes será nuevo para mi y bueno… yo también soy nueva de aquí pero si conozco algo, he venido un par de veces a la ciudad antes… por donde era…

Miro hacia todos lados como queriendo orientarse hasta que finalmente recordó y chasqueo los dedos, volteando a ver a la chica.

-Sígueme… por cierto yo soy Mian, soy comerciante, tu eres?

Mientras le hacia esas preguntas había empezado a caminar, pasando por un pequeño callejón, tan pequeño que tuvo que agacharse un poco un par de veces para que sus cuernos no golpearan con algo colgado o algún balconcito.

-Perdón por llevarte por aquí, por lo general me muevo en callejones para llamar menos la atención si puedo, algunas de las personas por aquí están algo… amm… ¿Locas? Pero… ya llegamos

Salieron del callejón y señalo a un edificio, era una posada muy grande, con puertas abiertas de par en par, en el interior se veían varias mesas redondas y grandes entrando mucha luz por enormes ventanas, todo se veía muy limpio y arreglado, Mian entro y se dirigió hacia la primera mesa que vio esperando que la chica se sentara.

Sin lugar a duda, había una infinita gama de personajes en el mundo. Los que sonreían hasta porque el sol salía del horizonte todos los días no eran precisamente de su agrado, pero la curiosidad le terminó ganando. En serio quería conocer la historia de la mujer de aspecto intimidante. Tal vez no recordaba nada, quizás no sabía nada, pero no significaba que no supiera cómo encontrar su tierra natal. Siempre había una forma y el trabajo de Katharina era averiguarla.

—Comerciante, ¿eh? La verdad no tienes pinta, más bien pareces mercenaria o algo por el estilo —comentó la bruja cansada de tener que mirar hacia arriba—. Si lo que te interesa es el dinero, deberías considerar esa opción. Los minks de por sí son fieros guerreros, por lo que sé, y hay pocos hombres que pueden contra ellos. Yo soy Katharina, a veces aventurera, a veces historiadora.

Atravesaron un sucio y maloliente callejón, hogar dulce hogar de varios vagabundos que tuvieron que hacerse a un lado para que la gigantesca criatura cornuda no los pisara. Si su intención era no llamar la atención, tal vez debía pensar en usar prendas menos… provocativas. Sí, algunos podían considerarla un monstruo, pero la bruja había escuchado del cruce entre humanos y minks. La belleza era subjetiva y muchos podían encontrar una preciosidad a Mian. No solo era extravagante y poseía unos bellos ojos escarlata, sino también unos gigantescos senos con los que cualquier hombre podría entretenerse toda una vida. Katharina no quería entrometerse en la forma de vida de Mian, por lo que simplemente guardó aquellas opiniones para sí misma.

No tardaron en llegar a una taberna conocida como “Poto sucio” de la cual colgaba un enorme letrero de madera con esa inscripción tallada. La cerveza y los aromas de diferentes platillos eran una de las características de las tabernas. La música tocada en vivo, alegre y festiva, invitaba a los borrachos y meseras a bailar y divertirse. El bardo relataba la historia de un aventurero que conoció a una chica y salieron de joda. Cuando Mian entró al recinto, muchos le quedaron mirando, pero las miradas no duraron más de dos segundos y enseguida volvieron a lo suyo. Quizás no había una razón específica por la cual celebraban, tal vez sí, pero el caso es que lo estaban haciendo, bebiendo cervezas y cantando junto al bardo. Todo estaba muy limpio pero, ¿cuánto tardaría en ensuciarse? Los borrachos no saben comportarse y eso es algo que todo el mundo sabe.

La bruja tomó asiento en la primera mesa que vio disponible y pronto una mesera, una dulce y atractiva chica de busto inexistente, se acercó. No tardó en ojear el menú y, cuando se decidió, pidió cinco porciones de salmón ahumado con todo tipo de ensaladas. Katharina era conocida entre sus compañeros por tener el apetito de un gigante. Siempre se excusó con que la magia gastaba demasiada energía, pero la verdad es que le encantaba comer.

—¿Y bien? Puedes preguntarme lo que quieras, aunque ya te digo que no tengo todas las respuestas que buscas.