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Los días transcurrían lentos y tediosos en el barco, sobre todo desde que la banda me había prohibido emborracharme e irme volando cuando me diera la gana, aunque quien dice banda se refiere a Haruka y Spanner, los cuales solo parecían llevarse bien cuando se trataba de cortarme las alas, no literalmente claro. Pero la verdad es que llevaban toda la razón del mundo, desde que zarpamos de reino de Arabasta, ¿cuántas noches había desaparecido? Creo que perdí la cuenta tras la batalla en Jaya, sin embargo… volvería a hacerlo, ya que no me gustaba estar tanto tiempo embarcado, y más cuando podía volar.
El viento azotaba las velas del navío desde sotavento y aumentaba su ritmo considerablemente, que seguía el ritmo de las olas para llegar a su destino. No muy lejos de allí, a una o dos millnas náuticas, es decir a unos tres o cuatro kilómetros, se podía vislumbrar una isla, “¿será Little Garden?” –me preguntaba, al tiempo que emitía algo parecido a un bostezo muy sonoro. Para justo después utilizar mi vista de pájaro para ver más de cerca aquella ínsula: se trataba de una isla mediana con dos montículos de gran tamaño en ella y, aparentemente, muchísima vegetación.
-¡Manué! –alcé la voz, llamando la atención de mi pequeño amigo-. Encárgate del timón durante un rato, solo hay que ir en línea recta.
-Novea canio’, ziempre me toca a mi, vieo –se quejó el rubito, al tiempo que subía al castillo de popa y tomaba los mandos del navío.
-No te quejes, sabes que mi barco solo se lo confío a mis personas de confianza –le dije, intentando que se alegrara un poco. La verdad era que se lo dejaba a él porque no tenía una función muy concreta en la banda, era incluso más inútil que Nox, y eso ya decía mucho de él. No obstante, no era mal timonel, podría decirse que era casi tan bueno como yo, pero jamás me superaría, yo era el mejor sin duda.
Al bajar a la cubierta me puse a contemplar el panorama. Haruka se encontraba mirando al horizonte con cierta nostalgia en la mirada, o eso es lo que me pareció a mí. Mientras en su regazo reposaba el más joven de los perros de Therax, lo más parecido a un polizón consentido que había en la banda, pues en las semanas que llevábamos navegando no habíamos hablado de su incorporación a la banda, aunque aquel momento era el idóneo, así que me acerqué a él.
El rubiales estaba apoyado sobre el mástil central del barco, mientras hablaba de a saber qué con Esme, la cual parecía estar encandilada con el muchacho, como si le interesara para algo más.
-Siento interrumpir, parejita –dije-. Pero tengo que hablar con Therax sobre un asunto, así que si no te importa Esme… -hice un ademán con la mano derecha invitándola a alejarse de ese lugar.
La pelimorada, tras acribillarme con la mirada, se levantó y se fue hacia el castillo de popa con Manué.
-Es una fiera, ya lo comprobarás –comenté de forma jocosa, mientras me sentaba junto a Therax-. Muchacho, como habrás comprobado, yo no soy una persona que se anda con las ramas, así que voy a ser directo. ¿Quieres unirte a mi tripulación? No somos muchos, pero somos fuertes. No puedo prometerte una vida tranquila y colmada de lujos, pero puedo prometerte una vida llena de aventuras, buena priva y algunos altercados con la ley. Así que tú decides. Tienes hasta el atardecer para darme una respuesta.
Después de esas palabras, me levanté y me dirigí hacia Spanner, que estaba junto a Haruka hablando de saber qué, seguramente de algún tipo de cosa científico-tecnológica.
“Que sea lo que dios quiera”
-Spanner… ¿podemos hablar? –pregunté-. A solas –concreté. Sin embargo, antes de tan siquiera recibir respuesta alguna uno de esos pajarracos mensajeros dejó caer sobre el barco un periódico cargado con carteles de se busca. Al cogerlo del suelo contemplé como todos los carteles tenían mi cara.
“¿Dexter Black? ¿Xanxus? ¿En serio?” –me pregunté-. ¿Quiénes demonios son estos personajes?
Entonces, comencé a reírme y llamé a Hou para que viera los carteles.
-Mira, todos los carteles tienen mi cara –volví a reírme a carcajadas. Entre tanto, Haruka y Spanner leían una noticia sobre mí, la cual no tardaron en restregarme por las narices, literalmente-. ¡Coño! ¿Quinientos ochenta millones? Si solo me enfrenté a un vicealmirante y un capitán –hice una pausa para leer la noticia-. Que exagerados estos del gobierno –bromeé.
Entonces, pude notar como algo se acercaba a toda velocidad hacia al barco, ¿qué sería?
El viento azotaba las velas del navío desde sotavento y aumentaba su ritmo considerablemente, que seguía el ritmo de las olas para llegar a su destino. No muy lejos de allí, a una o dos millnas náuticas, es decir a unos tres o cuatro kilómetros, se podía vislumbrar una isla, “¿será Little Garden?” –me preguntaba, al tiempo que emitía algo parecido a un bostezo muy sonoro. Para justo después utilizar mi vista de pájaro para ver más de cerca aquella ínsula: se trataba de una isla mediana con dos montículos de gran tamaño en ella y, aparentemente, muchísima vegetación.
-¡Manué! –alcé la voz, llamando la atención de mi pequeño amigo-. Encárgate del timón durante un rato, solo hay que ir en línea recta.
-Novea canio’, ziempre me toca a mi, vieo –se quejó el rubito, al tiempo que subía al castillo de popa y tomaba los mandos del navío.
-No te quejes, sabes que mi barco solo se lo confío a mis personas de confianza –le dije, intentando que se alegrara un poco. La verdad era que se lo dejaba a él porque no tenía una función muy concreta en la banda, era incluso más inútil que Nox, y eso ya decía mucho de él. No obstante, no era mal timonel, podría decirse que era casi tan bueno como yo, pero jamás me superaría, yo era el mejor sin duda.
Al bajar a la cubierta me puse a contemplar el panorama. Haruka se encontraba mirando al horizonte con cierta nostalgia en la mirada, o eso es lo que me pareció a mí. Mientras en su regazo reposaba el más joven de los perros de Therax, lo más parecido a un polizón consentido que había en la banda, pues en las semanas que llevábamos navegando no habíamos hablado de su incorporación a la banda, aunque aquel momento era el idóneo, así que me acerqué a él.
El rubiales estaba apoyado sobre el mástil central del barco, mientras hablaba de a saber qué con Esme, la cual parecía estar encandilada con el muchacho, como si le interesara para algo más.
-Siento interrumpir, parejita –dije-. Pero tengo que hablar con Therax sobre un asunto, así que si no te importa Esme… -hice un ademán con la mano derecha invitándola a alejarse de ese lugar.
La pelimorada, tras acribillarme con la mirada, se levantó y se fue hacia el castillo de popa con Manué.
-Es una fiera, ya lo comprobarás –comenté de forma jocosa, mientras me sentaba junto a Therax-. Muchacho, como habrás comprobado, yo no soy una persona que se anda con las ramas, así que voy a ser directo. ¿Quieres unirte a mi tripulación? No somos muchos, pero somos fuertes. No puedo prometerte una vida tranquila y colmada de lujos, pero puedo prometerte una vida llena de aventuras, buena priva y algunos altercados con la ley. Así que tú decides. Tienes hasta el atardecer para darme una respuesta.
Después de esas palabras, me levanté y me dirigí hacia Spanner, que estaba junto a Haruka hablando de saber qué, seguramente de algún tipo de cosa científico-tecnológica.
“Que sea lo que dios quiera”
-Spanner… ¿podemos hablar? –pregunté-. A solas –concreté. Sin embargo, antes de tan siquiera recibir respuesta alguna uno de esos pajarracos mensajeros dejó caer sobre el barco un periódico cargado con carteles de se busca. Al cogerlo del suelo contemplé como todos los carteles tenían mi cara.
“¿Dexter Black? ¿Xanxus? ¿En serio?” –me pregunté-. ¿Quiénes demonios son estos personajes?
Entonces, comencé a reírme y llamé a Hou para que viera los carteles.
-Mira, todos los carteles tienen mi cara –volví a reírme a carcajadas. Entre tanto, Haruka y Spanner leían una noticia sobre mí, la cual no tardaron en restregarme por las narices, literalmente-. ¡Coño! ¿Quinientos ochenta millones? Si solo me enfrenté a un vicealmirante y un capitán –hice una pausa para leer la noticia-. Que exagerados estos del gobierno –bromeé.
Entonces, pude notar como algo se acercaba a toda velocidad hacia al barco, ¿qué sería?
***
Al mismo tiempo, en Little Garden, por la costa sur desembarcaba un grupo de agentes del gobierno de incógnito, mientras en la costa Norte, a la cual se dirigía la banda del pelirrojo, un pequeño grupo de comerciante jugaban al póquer en la costa. Éstos últimos no sabían lo que iba a suceder en las próximas horas, pero seguramente se iban a arrepentir de haber decidido descansar en aquella isla.La forzada subida al barco de aquella tripulación había desembocado en una larga travesía hacia algún lugar que Therax desconocía. Ninguno de los integrantes parecía haber puesto ninguna pega a su presencia o a la de sus compañeros caninos por el momento, al menos que él supiera. Un sinfín de días eternos se sucedieron mientras el barco surcaba las olas, aunque, durante las noches, el indescriptible cuadro que se dibujaba en el cielo hacía que la percepción del rubio cambiase por completo.
Acostumbraba a pasear por la cubierta cada noche junto a Tib, haciendo día tras día el mismo recorrido y finalizando siempre en el castillo de proa. Allí, se tumbaba boca arriba para contemplar cómo adornaban las estrellas a la luna esa noche, mientras Tib se echaba junto a él y hacía lo mismo. En muchas ocasiones, César -quien el resto del día exhibía su intrínseca arrogancia y mostraba la más absoluta de las indiferencias hacia todo y todos- se unía a ellos y, tras un par de horas, todos se retiraban a descansar. Desde la experiencia vivida en Murynos, sentía que había desarrollado un extraño vínculo con la blanca reina del cielo.
No sabía si los que viajaban en aquel navío estaban al tanto de su... ¿sospechosa? actividad nocturna, aunque allí cada cual tenía lo suyo y no tendían a irse a dormir precisamente temprano. En cualquier caso, nadie le había dicho nada, así que continuaba haciéndolo. Al margen de esto, había conocido un poco a los diferentes tripulantes del barco y, a pesar de que no tenía mucha confianza con ninguno de ellos, pensaba que no tenía una mala relación con nadie. No sabía cómo funcionaban las cosas allí, pero las reyertas que se organizaban solo podían asociarse a discusiones familiares o, lo más probable visto el cariz que alcanzaban, a enemigos mortales. Aquellas situaciones le divertían y, aunque aún no se atrevía a participar en ellas, las solía vivir con una mezcla de curiosidad y divertimento.
Uno de tantos días, mientras charlaba con Esme, una chica con el pelo morado que se había mostrado bastante amable con él desde el primer momento, Zane se acercó a él. Tras echarla de allí con el motivo de que quería hablar a solas con él, le ofreció de una forma muy directa unirse a la tripulación. Therax se quedó pensativo unos segundos. Llevaba bastante tiempo viajando solo y, después de todo lo de Murynos, así como la siguiente tanda de emociones fuertes que le habían caído encima en Valstone, quizás era hora de elegir un camino claro. Las personas que había en aquel barco, aunque cada una tuviera lo suyo, le hacían sentir -seguramente sin la más mínima intención e incluso menos interés- que aquel era un buen lugar al que "pertenecer". Además, lo de las aventuras y cualquier cosa que fuese contra la Marina o el Gobierno Mundial constituían un aliciente bastante importante.
El capitán se fue sin dejarle responder, pero su decisión estaba tomada unos instantes después de que abandonara su asiento junto a él para dirigirse hacia Spanner. No llegó a concretar nada con este último, porque una de esas gaviotas que llevaban periódicos dejó caer uno en el barco. El rubio se levantó también y fue con el resto. No tenía ni idea de quiénes eran aquellos tipos que tenían unas recompensas tan descomunales, pero, cuando Haruka y Spanner mostraron la recompensa del pelirrojo, un gesto de asombro ocupó por completo la cara del espadachín durante varios segundos.
Tras reaccionar por fin y dejar a los demás hablando sobre algo relacionado con un vice-almirante, se acercó a la baranda del barco, desde dónde pudo ver cómo a una distancia no demasiado grande se situaba una isla. «¿Dónde me he metido...? ¿Nos dirigiremos allí?», pensó el espadachín entre preocupado y divertido.
Acostumbraba a pasear por la cubierta cada noche junto a Tib, haciendo día tras día el mismo recorrido y finalizando siempre en el castillo de proa. Allí, se tumbaba boca arriba para contemplar cómo adornaban las estrellas a la luna esa noche, mientras Tib se echaba junto a él y hacía lo mismo. En muchas ocasiones, César -quien el resto del día exhibía su intrínseca arrogancia y mostraba la más absoluta de las indiferencias hacia todo y todos- se unía a ellos y, tras un par de horas, todos se retiraban a descansar. Desde la experiencia vivida en Murynos, sentía que había desarrollado un extraño vínculo con la blanca reina del cielo.
No sabía si los que viajaban en aquel navío estaban al tanto de su... ¿sospechosa? actividad nocturna, aunque allí cada cual tenía lo suyo y no tendían a irse a dormir precisamente temprano. En cualquier caso, nadie le había dicho nada, así que continuaba haciéndolo. Al margen de esto, había conocido un poco a los diferentes tripulantes del barco y, a pesar de que no tenía mucha confianza con ninguno de ellos, pensaba que no tenía una mala relación con nadie. No sabía cómo funcionaban las cosas allí, pero las reyertas que se organizaban solo podían asociarse a discusiones familiares o, lo más probable visto el cariz que alcanzaban, a enemigos mortales. Aquellas situaciones le divertían y, aunque aún no se atrevía a participar en ellas, las solía vivir con una mezcla de curiosidad y divertimento.
Uno de tantos días, mientras charlaba con Esme, una chica con el pelo morado que se había mostrado bastante amable con él desde el primer momento, Zane se acercó a él. Tras echarla de allí con el motivo de que quería hablar a solas con él, le ofreció de una forma muy directa unirse a la tripulación. Therax se quedó pensativo unos segundos. Llevaba bastante tiempo viajando solo y, después de todo lo de Murynos, así como la siguiente tanda de emociones fuertes que le habían caído encima en Valstone, quizás era hora de elegir un camino claro. Las personas que había en aquel barco, aunque cada una tuviera lo suyo, le hacían sentir -seguramente sin la más mínima intención e incluso menos interés- que aquel era un buen lugar al que "pertenecer". Además, lo de las aventuras y cualquier cosa que fuese contra la Marina o el Gobierno Mundial constituían un aliciente bastante importante.
El capitán se fue sin dejarle responder, pero su decisión estaba tomada unos instantes después de que abandonara su asiento junto a él para dirigirse hacia Spanner. No llegó a concretar nada con este último, porque una de esas gaviotas que llevaban periódicos dejó caer uno en el barco. El rubio se levantó también y fue con el resto. No tenía ni idea de quiénes eran aquellos tipos que tenían unas recompensas tan descomunales, pero, cuando Haruka y Spanner mostraron la recompensa del pelirrojo, un gesto de asombro ocupó por completo la cara del espadachín durante varios segundos.
Tras reaccionar por fin y dejar a los demás hablando sobre algo relacionado con un vice-almirante, se acercó a la baranda del barco, desde dónde pudo ver cómo a una distancia no demasiado grande se situaba una isla. «¿Dónde me he metido...? ¿Nos dirigiremos allí?», pensó el espadachín entre preocupado y divertido.
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Los orbes dorados del chico escudriñaban la línea que hacía de frontera entre el mar y el cielo, allá en el horizonte. Desde la cofa del vigía gozaba de las mejores vistas del lugar. No eran muchas, claro, más allá de agua, agua y... Bueno, agua. ¡Oh! Y ese puntito en la lejanía que poco a poco había ido tomando forma a medida que se acercaban a la isla. Little Garden. ¿Little Garden? No sabía mucho de islas, ni de navegación, ni de mares... Ni del mundo en general, pero no recordaba haber escuchado el nombre de esa isla en toda su vida. Al menos de la mitad que recordaba. Lo cierto es que, desde lejos, no se parecía en nada a lo que se había imaginado. De hecho, en la mente de Hou, la isla no era más que un simple jardín en mitad del mar. Lo cierto es que no tenía mucho sentido, pero habría sido divertido ver algo así. Algo decepcionado, hizo un puchero y se recostó sobre el palo mayor, dejando las piernas caer por los bordes de la plataforma.
Una de las pequeñas desventajas de estar allí es que el Sol golpeaba fuerte ante la ausencia de cobijo. De hecho, con lo despejado que se encontraba el cielo raro era que no se hubiera cogido aún una insolación. Por el contrario, era allí, en el punto más alto de la nave, donde más se sentía la brisa marina.
- Al menos no me tienen amordazado -susurró, justo antes de morder la manzana que había subido consigo, por si daba el hambre.
Ciertamente, aún no tenía del todo claro cómo había acabado enrolándose a la banda del pelirrojo. Apenas llevaría navegando con ellos poco menos de un mes, aunque debía reconocer que la experiencia estaba siendo mucho más interesante y entretenida que con los piratas uniformados. Al menos ellos le trataban bien. Casi todos. Lo cierto es que la pequeña, de nombre Haruka, pero a la que prefería referirse como "pequeñaja" o, simplemente, Haru, era un tanto antipática. Pese a ello le caía bien, como todos en general. Quizá con quien más relación tenía era con el propio Zane, que era uno de los pocos que le seguían el rollo. Eso y que siempre estaba dispuesto a invitarle a comer, beber y a ir a... ¿Estar con chicas de compañía? Tras todo ese tiempo aún no comprendía demasiado bien para qué eran necesarias. ¿Le acompañarían a donde quisiera? ¿Y para qué querría alguien que le acompañasen? Quizá pudiera preguntarle a Shieng la próxima vez que se vieran. Contarle que se había unido a una banda pirata sería realmente divertido, ¡especialmente por ver su cara!
- ¿Eh? -se incorporó en el sitio y se asomó por los huecos de la baranda al escuchar cómo el ambiente en cubierta comenzaba a animarse.
Parecía que había llegado algún tipo de mensaje para el capitán, pues este se encontraba sosteniendo unos papeles. Con curiosidad, se deslizó por las cuerdas que sujetaban las velas de la nave con la agilidad de un mono, cayendo de pie en cubierta tras unos pocos segundos. Al momento de bajar, el capitán se acercó hasta él y le enseñó los documentos que portaba. Eran ni más ni menos que carteles de recompensa, aunque había algo extraño en ellos.
- ¿Por qué te has cambiado de nombre tantas veces? ¿Se te olvida? -le miró con inocencia y, después, echó a reír- ¡Oh! ¡Este nombre me suena de algo! -prosiguió, cogiendo el cartel del tal Dexter "Zane" Black- Seguro que la Marina debe de estar de los nervios. ¿Cómo lo hiciste?
Ni siquiera prestó demasiada atención a lo que ocurrió después. Tan solo captó las palabras "vicealmirante", "gobierno" y "millones". Nada relevante, seguramente. Estaba demasiado ocupado observando la recompensa del tal Dexter. Era desorbitadamente grande. ¿Haría pintadas en Marineford o algo? ¡¿Cuando él cambiase la bandera del gobierno por la de un mono le pondrían tanta?! Un ligero escalofrío recorrió su espalda. No quería volver a tener a la gente del Gobierno Mundial detrás, pero... ¿Y lo divertido que podría ser?
Alzó la vista del cartel y se puso a observar la escena. El tema parecía importarle más al segundo de abordo que al capitán, quien se tomaba el tema de su nueva recompensa con bastante más humor.
- ¡Habrá que celebrarlo entonces! -instó Hou, interrumpiendo su conversación para entrar en escena- Yo me ocupo de la comida. Ya veréis, ya. Os rechupetearéis los dedos -se inclinó para ponerse a la altura de Haru, dedicándole una amable sonrisa- Y tranquila, le prepararé un menú especial a la pequeña de la banda.
Realmente había descubierto, después de que se lo explicaran de una y mil formas, que la chica no era una niña ni mucho menos. ¿Pero qué importaba? Le hacía gracia llamárselo, especialmente por las contestaciones que solía recibir.
- Y también para el más pequeño -concluyó, refiriéndose al compañero de Therax.
Una de las pequeñas desventajas de estar allí es que el Sol golpeaba fuerte ante la ausencia de cobijo. De hecho, con lo despejado que se encontraba el cielo raro era que no se hubiera cogido aún una insolación. Por el contrario, era allí, en el punto más alto de la nave, donde más se sentía la brisa marina.
- Al menos no me tienen amordazado -susurró, justo antes de morder la manzana que había subido consigo, por si daba el hambre.
Ciertamente, aún no tenía del todo claro cómo había acabado enrolándose a la banda del pelirrojo. Apenas llevaría navegando con ellos poco menos de un mes, aunque debía reconocer que la experiencia estaba siendo mucho más interesante y entretenida que con los piratas uniformados. Al menos ellos le trataban bien. Casi todos. Lo cierto es que la pequeña, de nombre Haruka, pero a la que prefería referirse como "pequeñaja" o, simplemente, Haru, era un tanto antipática. Pese a ello le caía bien, como todos en general. Quizá con quien más relación tenía era con el propio Zane, que era uno de los pocos que le seguían el rollo. Eso y que siempre estaba dispuesto a invitarle a comer, beber y a ir a... ¿Estar con chicas de compañía? Tras todo ese tiempo aún no comprendía demasiado bien para qué eran necesarias. ¿Le acompañarían a donde quisiera? ¿Y para qué querría alguien que le acompañasen? Quizá pudiera preguntarle a Shieng la próxima vez que se vieran. Contarle que se había unido a una banda pirata sería realmente divertido, ¡especialmente por ver su cara!
- ¿Eh? -se incorporó en el sitio y se asomó por los huecos de la baranda al escuchar cómo el ambiente en cubierta comenzaba a animarse.
Parecía que había llegado algún tipo de mensaje para el capitán, pues este se encontraba sosteniendo unos papeles. Con curiosidad, se deslizó por las cuerdas que sujetaban las velas de la nave con la agilidad de un mono, cayendo de pie en cubierta tras unos pocos segundos. Al momento de bajar, el capitán se acercó hasta él y le enseñó los documentos que portaba. Eran ni más ni menos que carteles de recompensa, aunque había algo extraño en ellos.
- ¿Por qué te has cambiado de nombre tantas veces? ¿Se te olvida? -le miró con inocencia y, después, echó a reír- ¡Oh! ¡Este nombre me suena de algo! -prosiguió, cogiendo el cartel del tal Dexter "Zane" Black- Seguro que la Marina debe de estar de los nervios. ¿Cómo lo hiciste?
Ni siquiera prestó demasiada atención a lo que ocurrió después. Tan solo captó las palabras "vicealmirante", "gobierno" y "millones". Nada relevante, seguramente. Estaba demasiado ocupado observando la recompensa del tal Dexter. Era desorbitadamente grande. ¿Haría pintadas en Marineford o algo? ¡¿Cuando él cambiase la bandera del gobierno por la de un mono le pondrían tanta?! Un ligero escalofrío recorrió su espalda. No quería volver a tener a la gente del Gobierno Mundial detrás, pero... ¿Y lo divertido que podría ser?
Alzó la vista del cartel y se puso a observar la escena. El tema parecía importarle más al segundo de abordo que al capitán, quien se tomaba el tema de su nueva recompensa con bastante más humor.
- ¡Habrá que celebrarlo entonces! -instó Hou, interrumpiendo su conversación para entrar en escena- Yo me ocupo de la comida. Ya veréis, ya. Os rechupetearéis los dedos -se inclinó para ponerse a la altura de Haru, dedicándole una amable sonrisa- Y tranquila, le prepararé un menú especial a la pequeña de la banda.
Realmente había descubierto, después de que se lo explicaran de una y mil formas, que la chica no era una niña ni mucho menos. ¿Pero qué importaba? Le hacía gracia llamárselo, especialmente por las contestaciones que solía recibir.
- Y también para el más pequeño -concluyó, refiriéndose al compañero de Therax.
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- Buf, este barco parece caerse a cachos
Nox, el ahora carpintero de los Arashi no Kyoudai se encontraba en plena inspección de aquel destartalado navío. Metido en el piso inferior, donde como muchos servía para guardar cosas y para descansar, se arrastraban objetos debido al balanceo
- El barco en si es bastante decente, pero se nota que usaron maderas baratas e incluso usadas para construirlo –esto último lo dedujo cuando vio como uno de los tablones era de una madera diferente al resto.
Comprobaba cada tablón que goteaba, cada junta que goteaba, cada…
- No me jodas… ¡¿En serio han puesto una lámpara de lumbre junta a la santísima Trinidad?! –la “Santísima Trinidad” era una forma de decir al almacén de balas de cañón, armas de fuego y de mucha pólvora. Se quitó un segundo la máscara para fijarse bien en coger la luz. Con sumo cuidado, pero a la vez rápidamente, retiró la lámpara y la apagó de un soplido-. Uf… un poco más y liamos unos fuegos artificiales de la leche.
Volvió a ajustarse la máscara, hasta oír un pequeño “click”. De esta manera se le encajaba y no se le caía, no sería la primera vez. ¿Os creíais que se le había roto en una historia épica cantada por bardos. Pues no. Torpeza dura y pura. Con ese microinfarto ya tenia suficiente como para aguantar todo el día, por lo que decido salir a la cubierta. No sin la lámpara para echarles la bronca. En esta estaba toda la tripulación; la pequeña Haru, Hou el chico mono, el descamisado, etc, etc. Vio como un montón de papeles caía del cielo y un pájaro vestido de cartero se marchaba. Cogió una de las hojas sueltas, que resultaron ser carteles de se buscan, pero cómicamente todas tenían la cara del pelirrojo. La cuestión sería si era una especie de broma o un error muy bizarro de las imprentas.
- ¿Solo “vicealmirante”? Muchos de estos tipos podrían ser almirante si hubiera plaza libre -le quiso recalcar al pelirrojo. Y para qué engañarnos, había algún que otro vicealmirante que podría con los tres almirantes actuales.
Por otra parte, Hou dio a mostrar de nuevo su personalidad extrovertida e indicó que iba a preparar una buena comilona. No sin antes meterse con el aspecto aniñado de Haruka. No le gustaba que se metieran con ella, aunque ella lo llamaba "ciborg de pacotilla" por lo que no sabía si defenderla.
- No te olvides de mi -le avisó por si acaso, y de paso ponerle una advertencia a el o al resto de los “cafres del grupo”, ya que gente como Haru y Spanner no lo harían. Levantó la lámpara de lumbre para que la mirase bien-. Al próximo que deje algo inflamable junto al almacén de pólvora, se lo come. Si no volamos antes por los aires…
Nox, el ahora carpintero de los Arashi no Kyoudai se encontraba en plena inspección de aquel destartalado navío. Metido en el piso inferior, donde como muchos servía para guardar cosas y para descansar, se arrastraban objetos debido al balanceo
- El barco en si es bastante decente, pero se nota que usaron maderas baratas e incluso usadas para construirlo –esto último lo dedujo cuando vio como uno de los tablones era de una madera diferente al resto.
Comprobaba cada tablón que goteaba, cada junta que goteaba, cada…
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Volvió a ajustarse la máscara, hasta oír un pequeño “click”. De esta manera se le encajaba y no se le caía, no sería la primera vez. ¿Os creíais que se le había roto en una historia épica cantada por bardos. Pues no. Torpeza dura y pura. Con ese microinfarto ya tenia suficiente como para aguantar todo el día, por lo que decido salir a la cubierta. No sin la lámpara para echarles la bronca. En esta estaba toda la tripulación; la pequeña Haru, Hou el chico mono, el descamisado, etc, etc. Vio como un montón de papeles caía del cielo y un pájaro vestido de cartero se marchaba. Cogió una de las hojas sueltas, que resultaron ser carteles de se buscan, pero cómicamente todas tenían la cara del pelirrojo. La cuestión sería si era una especie de broma o un error muy bizarro de las imprentas.
- ¿Solo “vicealmirante”? Muchos de estos tipos podrían ser almirante si hubiera plaza libre -le quiso recalcar al pelirrojo. Y para qué engañarnos, había algún que otro vicealmirante que podría con los tres almirantes actuales.
Por otra parte, Hou dio a mostrar de nuevo su personalidad extrovertida e indicó que iba a preparar una buena comilona. No sin antes meterse con el aspecto aniñado de Haruka. No le gustaba que se metieran con ella, aunque ella lo llamaba "ciborg de pacotilla" por lo que no sabía si defenderla.
- No te olvides de mi -le avisó por si acaso, y de paso ponerle una advertencia a el o al resto de los “cafres del grupo”, ya que gente como Haru y Spanner no lo harían. Levantó la lámpara de lumbre para que la mirase bien-. Al próximo que deje algo inflamable junto al almacén de pólvora, se lo come. Si no volamos antes por los aires…
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Ya había perdido la cuenta de las veces que había amanecido desde que llevaba en aquella isla tan extraña. ¿Quizá 4? ¿5?
La cuestión es que llevaba un día sin pisar tierra debido a los extraños acontecimientos que se estaban dando. Primero, un grupo de humanos desembarca y, tras un rato y aparentemente sin haber hecho nada más antes, empieza a jugar al póker.
Tras una larga inmersión en el agua, me doy cuenta que un nuevo barco, éste de mayores dimensiones, se acerca a la costa. Está a unos pocos kilómetros aún, pero desde el agua puedo ver una bandera pirata.
Me acerco sumergido a gran velocidad hacia la popa del barco, donde se encuentra la hélice.
No puedo evitar fijarme en el casco del barco, el cual está en un estado un tanto mejorable. Digamos que no está tan mal como para hundirse, pero tampoco está en perfectas condiciones como para aguantar más de tres o cuatro viajes en poco tiempo.
“Me pregunto si estarán al tanto de esto”.
Observo cómo la hélice está llena de algas y sustancias marinas que dificultan que el barco se mueva todo lo deprisa que pueda. En ese momento se me ocurre que quizá podría parar el barco de aquella gente. Al fin y al cabo ya me he dado cuenta que necesito y necesitaré aún más en el futuro ayuda. Aún así, tendré que ir con cuidado. No dejan de ser humanos.
Desde luego, es el escenario ideal, si las cosas se ponen feas, no podrán seguirme. El inconveniente es que, el no conocer a nadie de ese barco, me puede jugar una mala pasada.
Reflexiono durante unos segundos y, finalmente, decido sumergirme hasta llegar al fondo del mar. Allí toda la vegetación es abundante, mucho más que en un escenario normal. Supongo que todos los alrededores a la isla están hasta arriba de vegetación, y no sólo hay en la tierra.
Ojeo un par de plantas marinas y me fijo en una en concreto, la que tiene el tallo más robusto. Tras un par de intentos, logro arrancarla de raíz. Miro hacia arriba y subo de nuevo hacia la altura del barco. Cada vez estaba más seguro del plan. ¿Qué podía salir mal?
Pero entonces, me doy cuenta que la planta marina crece en la parte más inferior del mar, y eso hace una distancia de unos kilómetros desde el casco del barco hasta allí. ¿Cómo iba a aparecer aquel tallo en la hélice como por arte de magia?
Niego con la cabeza y decido pasar al improvisado plan B.
Me impulso lo más rápido que puedo y realizo un salto hacia el barco, apoyándome con la mano derecha en el borde de éste. Tras un poco hábil movimiento, caigo a la cubierta del barco. En ese momento me doy cuenta que aún tengo en la mano izquierda aquél robusto tallo. Sin pensármelo dos veces lo tiro al mar intentando que nadie se diese cuenta de ello.
- ¡Escuchadme! – Espeté con un gran volumen de voz. – A este barco le quedan dos días, no debéis seguir navegando en él. – Finalicé algo más nervioso que al principio. Al fin y al cabo sólo estaba exagerando un hecho. ¿Se consideraría mentir eso también? – Y en la costa, tenéis un pequeño barco amarrado y gente. ¿Os puedo ayudar? – Finalicé intentando captar la atención de todos.
Afortunadamente, aún seguía a un escaso metro de la barandilla. Podría saltar si las cosas se ponían feas. ¿Realmente tendría que huir?
La cuestión es que llevaba un día sin pisar tierra debido a los extraños acontecimientos que se estaban dando. Primero, un grupo de humanos desembarca y, tras un rato y aparentemente sin haber hecho nada más antes, empieza a jugar al póker.
Tras una larga inmersión en el agua, me doy cuenta que un nuevo barco, éste de mayores dimensiones, se acerca a la costa. Está a unos pocos kilómetros aún, pero desde el agua puedo ver una bandera pirata.
Me acerco sumergido a gran velocidad hacia la popa del barco, donde se encuentra la hélice.
No puedo evitar fijarme en el casco del barco, el cual está en un estado un tanto mejorable. Digamos que no está tan mal como para hundirse, pero tampoco está en perfectas condiciones como para aguantar más de tres o cuatro viajes en poco tiempo.
“Me pregunto si estarán al tanto de esto”.
Observo cómo la hélice está llena de algas y sustancias marinas que dificultan que el barco se mueva todo lo deprisa que pueda. En ese momento se me ocurre que quizá podría parar el barco de aquella gente. Al fin y al cabo ya me he dado cuenta que necesito y necesitaré aún más en el futuro ayuda. Aún así, tendré que ir con cuidado. No dejan de ser humanos.
Desde luego, es el escenario ideal, si las cosas se ponen feas, no podrán seguirme. El inconveniente es que, el no conocer a nadie de ese barco, me puede jugar una mala pasada.
Reflexiono durante unos segundos y, finalmente, decido sumergirme hasta llegar al fondo del mar. Allí toda la vegetación es abundante, mucho más que en un escenario normal. Supongo que todos los alrededores a la isla están hasta arriba de vegetación, y no sólo hay en la tierra.
Ojeo un par de plantas marinas y me fijo en una en concreto, la que tiene el tallo más robusto. Tras un par de intentos, logro arrancarla de raíz. Miro hacia arriba y subo de nuevo hacia la altura del barco. Cada vez estaba más seguro del plan. ¿Qué podía salir mal?
Pero entonces, me doy cuenta que la planta marina crece en la parte más inferior del mar, y eso hace una distancia de unos kilómetros desde el casco del barco hasta allí. ¿Cómo iba a aparecer aquel tallo en la hélice como por arte de magia?
Niego con la cabeza y decido pasar al improvisado plan B.
Me impulso lo más rápido que puedo y realizo un salto hacia el barco, apoyándome con la mano derecha en el borde de éste. Tras un poco hábil movimiento, caigo a la cubierta del barco. En ese momento me doy cuenta que aún tengo en la mano izquierda aquél robusto tallo. Sin pensármelo dos veces lo tiro al mar intentando que nadie se diese cuenta de ello.
- ¡Escuchadme! – Espeté con un gran volumen de voz. – A este barco le quedan dos días, no debéis seguir navegando en él. – Finalicé algo más nervioso que al principio. Al fin y al cabo sólo estaba exagerando un hecho. ¿Se consideraría mentir eso también? – Y en la costa, tenéis un pequeño barco amarrado y gente. ¿Os puedo ayudar? – Finalicé intentando captar la atención de todos.
Afortunadamente, aún seguía a un escaso metro de la barandilla. Podría saltar si las cosas se ponían feas. ¿Realmente tendría que huir?
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Llevábamos varias semanas navegando hacia nuestro destino, bastante tediosas. Spanner era un tiquismiquis que me ponía de los nervios, el tal Hou se tomaba demasiadas confianzas y me trataba como si fuese una niña pequeña, la compañía de Noximilien me resultaba incómoda, los gritos mal hablados de Manué me molestaban, Esme me fulminaba con la mirada cada vez que me veía y el rubio... Therax no era molesto, pero tampoco me agradaba especialmente su constante sonrisa y aparente optimismo. Los optimistas simplemente eran personas que no habían sufrido suficiente todavía.
No pude evitar sumirme en una espiral de depresión los primeros días. Simplemente me sentaba en una esquina y me arrepentía de haberme subido al barco. Si no me hubiese subido, podría haberle puesto alguna excusa a las arañas. Podría haber escapado de mi destino, aunque sólo fuese un poquito más. Podría haber sido libre un poquito más. Pero no, era tonta, estúpida, leal y obediente. ¿Por qué había tenido que aceptar? ¿Por qué me había subido a ese maldito barco? ¿Por qué había tenido que hacer tal cosa? Ahora tenía que vigilar al pollo en llamas y asesinarlo cuando bajase la guardia...
¡Pero no quería hacer eso!
Pero si no lo hacía la araña me mataría... No me quedaba más remedio...
Odio mi vida.
Tras llevar una semana allí, la determinación fue recuperando terreno al tiempo que se me ocurrían maneras de evitar mi destino. También ayudó el disponer de taller, cedido a regañadientes por Spanner, para poder examinar mis armas y seguir estudiando la Dominator en un intento por mejorarla sin devolverla a su estado original. En resumen, conseguí mantener la mente lo suficientemente ocupada como para no volver a hundirme en los brazos de mi más antigua amiga.
Pero la ansiedad seguía atenazando mi estómago en todo momento. Creía que ya me había acostumbrado a aquello. Vivir un año en libertad me había pasado factura. Era como si mi cuerpo se negase a volver a ser una esclava, en lugar de rendirse naturalmente a lo que estaba acostumbrado.
Supongo que me entusiasmé demasiado con la esperanza de volver a ser libre, y ahora me dolía más por eso.
En aquellos momentos, dos semanas más tarde, me encontraba sentada cerca de la baranda, mirando al horizonte con la vista perdida en lo más profundo de mis propias cavilaciones. Echaba de menos Wano. Los días de mi infancia feliz, llenos de risas y sin preocupaciones. ¿Sería capaz de volver a reír de aquella manera algún día?
Cuando quise darme cuenta, el cachorro del rubio se me había subido al regazo y ahora se estiraba cómodamente, preparado para echarse una siesta. Emití un suspiro de resignación y lo dejé dormir sin molestarlo. Quizá tenía un punto débil hacia los animales pequeños y peludos.
- Maestra, ¡mira! ¡Viene una gaviota! -exclamó entonces Klaus, levitando a mi alrededor con entusiasmo.
El pajarraco, provisto de bolsa llena de periódicos, soltó uno sobre el barco que fue a caer un poco más allá.
Parpadeé con curiosidad y me levanté, cogiendo en brazos al cachorro para luego dejarlo en el suelo.
Cogí el periódico al tiempo que Spanner y empezamos a leer a la vez.
En una de las noticias se relataba cómo Zane D. Kenshin se había enfrentado a una vicealmirante y la había derrotado, además de causar estragos varios y derrotar a otros miembros de la marina, lo que le había otorgado la jugosa suma de 580.000.000 por su cabeza. Me quedé paralizada un segundo, asimilando que aquello sólo era una mala noticia para mi persona. Cuanto más valía Zane, más prisa me iban a meter desde la araña para asesinarlo...
- Quinientos ochenta millones no son objeto de risa, creo yo. Ah... Menudo idiota... -me lamenté, llevándome una mano al rostro en señal de resignación-. ¡¿Celebrarlo?! -salté entonces, incrédula ante las palabras de Hou. Pero fui completamente ignorada, o quizá malinterpretada, por la continuación del castaño-. ¿Cuántas veces te tengo que decir... QUE NO SOY PEQUEÑA? -terminé gritando, para luego coger algunos carteles y hacerlos trizas con gesto irado- ¡Aaaah, moooo! ¡Panda de inútiles! -insulté, dándoles la espalda y echando a caminar en dirección opuesta a ellos.
Algo saltó a cubierta entonces, y me dejó petrificada.
Gyojin. Por las pintas, era claramente un gyojin. Un gyojin... ¿buen samaritano? ¿Quién iba a caer en una treta tan absurda?
- Si realmente crees que la gente se va a creer eso, estás subestimando a la raza humana -respondí, antes de dedicarle una mirada fulminante-. ¿Quién eres y qué quieres?
"¿Acaba de decir que hay gente en la isla? Otro barco... Podría ser información falsa para que bajemos la guardia. No, pero... parece haberlo dicho más espontáneamente que lo demás. Y los datos del barco también son veraces. Todos sabemos que esta nao está para el arrastre... ¿Será una estrategia para entablar conversación? ¿Lo usan a él de cebo mientras sus compañeros nos rodean y nos atacan? ¿O mientras nos roban sin que nos demos cuenta? No, pero... la posibilidad de eso es medianamente pequeña. Probablemente venga de Little Garden, y en esa isla no vive nadie... ¿De veras será sólo un gyojin amistoso dispuesto a ayudar?", dudaba para mis adentros, escrutando al hombre pez con la mirada y esperando la reacción de los demás.
No pude evitar sumirme en una espiral de depresión los primeros días. Simplemente me sentaba en una esquina y me arrepentía de haberme subido al barco. Si no me hubiese subido, podría haberle puesto alguna excusa a las arañas. Podría haber escapado de mi destino, aunque sólo fuese un poquito más. Podría haber sido libre un poquito más. Pero no, era tonta, estúpida, leal y obediente. ¿Por qué había tenido que aceptar? ¿Por qué me había subido a ese maldito barco? ¿Por qué había tenido que hacer tal cosa? Ahora tenía que vigilar al pollo en llamas y asesinarlo cuando bajase la guardia...
¡Pero no quería hacer eso!
Pero si no lo hacía la araña me mataría... No me quedaba más remedio...
Odio mi vida.
Tras llevar una semana allí, la determinación fue recuperando terreno al tiempo que se me ocurrían maneras de evitar mi destino. También ayudó el disponer de taller, cedido a regañadientes por Spanner, para poder examinar mis armas y seguir estudiando la Dominator en un intento por mejorarla sin devolverla a su estado original. En resumen, conseguí mantener la mente lo suficientemente ocupada como para no volver a hundirme en los brazos de mi más antigua amiga.
Pero la ansiedad seguía atenazando mi estómago en todo momento. Creía que ya me había acostumbrado a aquello. Vivir un año en libertad me había pasado factura. Era como si mi cuerpo se negase a volver a ser una esclava, en lugar de rendirse naturalmente a lo que estaba acostumbrado.
Supongo que me entusiasmé demasiado con la esperanza de volver a ser libre, y ahora me dolía más por eso.
En aquellos momentos, dos semanas más tarde, me encontraba sentada cerca de la baranda, mirando al horizonte con la vista perdida en lo más profundo de mis propias cavilaciones. Echaba de menos Wano. Los días de mi infancia feliz, llenos de risas y sin preocupaciones. ¿Sería capaz de volver a reír de aquella manera algún día?
Cuando quise darme cuenta, el cachorro del rubio se me había subido al regazo y ahora se estiraba cómodamente, preparado para echarse una siesta. Emití un suspiro de resignación y lo dejé dormir sin molestarlo. Quizá tenía un punto débil hacia los animales pequeños y peludos.
- Maestra, ¡mira! ¡Viene una gaviota! -exclamó entonces Klaus, levitando a mi alrededor con entusiasmo.
El pajarraco, provisto de bolsa llena de periódicos, soltó uno sobre el barco que fue a caer un poco más allá.
Parpadeé con curiosidad y me levanté, cogiendo en brazos al cachorro para luego dejarlo en el suelo.
Cogí el periódico al tiempo que Spanner y empezamos a leer a la vez.
En una de las noticias se relataba cómo Zane D. Kenshin se había enfrentado a una vicealmirante y la había derrotado, además de causar estragos varios y derrotar a otros miembros de la marina, lo que le había otorgado la jugosa suma de 580.000.000 por su cabeza. Me quedé paralizada un segundo, asimilando que aquello sólo era una mala noticia para mi persona. Cuanto más valía Zane, más prisa me iban a meter desde la araña para asesinarlo...
- Quinientos ochenta millones no son objeto de risa, creo yo. Ah... Menudo idiota... -me lamenté, llevándome una mano al rostro en señal de resignación-. ¡¿Celebrarlo?! -salté entonces, incrédula ante las palabras de Hou. Pero fui completamente ignorada, o quizá malinterpretada, por la continuación del castaño-. ¿Cuántas veces te tengo que decir... QUE NO SOY PEQUEÑA? -terminé gritando, para luego coger algunos carteles y hacerlos trizas con gesto irado- ¡Aaaah, moooo! ¡Panda de inútiles! -insulté, dándoles la espalda y echando a caminar en dirección opuesta a ellos.
Algo saltó a cubierta entonces, y me dejó petrificada.
Gyojin. Por las pintas, era claramente un gyojin. Un gyojin... ¿buen samaritano? ¿Quién iba a caer en una treta tan absurda?
- Si realmente crees que la gente se va a creer eso, estás subestimando a la raza humana -respondí, antes de dedicarle una mirada fulminante-. ¿Quién eres y qué quieres?
"¿Acaba de decir que hay gente en la isla? Otro barco... Podría ser información falsa para que bajemos la guardia. No, pero... parece haberlo dicho más espontáneamente que lo demás. Y los datos del barco también son veraces. Todos sabemos que esta nao está para el arrastre... ¿Será una estrategia para entablar conversación? ¿Lo usan a él de cebo mientras sus compañeros nos rodean y nos atacan? ¿O mientras nos roban sin que nos demos cuenta? No, pero... la posibilidad de eso es medianamente pequeña. Probablemente venga de Little Garden, y en esa isla no vive nadie... ¿De veras será sólo un gyojin amistoso dispuesto a ayudar?", dudaba para mis adentros, escrutando al hombre pez con la mirada y esperando la reacción de los demás.
Mist D. Spanner
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El pelimorado cerró de golpe el libro y lo dejó de nuevo en la estantería, con completa y total presición, asegurándose de que el tomo estuviese bien colocado al milímetro, alineado con el resto de libros y sin ningún extraño desnivel.
Acercó mucho la cara a la estantería, clavando sus ojos azules en el libro, buscando imperfecciones. Por desgracia, la encontró.
En la esquina inferior derecha del lomo del libro había una rotura de papel rasgado, mostrando el blanco interior de la tapa. No tardó el chico en sufrir un ligero tic en el ojo derecho, el cual empezaba a tornarse rojizo, como cada vez que se enfadaba. Sacó el libro de la estantería y lo tiró por el ventanuco, directo al mar. Se sentó en su escritorio, mojó la pluma en tinta y escribió en su lista:
"Comprar un nuevo ejemplar de Guía avanzada de los elementos y como utilizarlos en la vida real."
Volvió a posarla pluma con cuidado en el tintero y se llevó las manos a la cara, soltando un largo suspiro. Hará unos minutos que había tenido una bronca con su capitán por dos enormes estupideces. La primera: ganar una ingente cantidad de recompensa haciendo el idiota, y la segunda: hacer, de algún modo, que todos los carteles de piratas llevaran su cara.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que tal vez no debería haberse ido de cubierta. Escuchó extraños ruidos en el exterior.
Se levantó con lentitud y, llevando la mano a su espada, atravesó la puerta y se dirigió de nuevo a cubierta. Fue entonces cuando lo vio. Alto y robusto, chorreando agua y empapando el suelo de madera. ¿Cómo demonios se le había ocurrido meterse allí?
Con cuidado y sin soltar el mango de su espada, se colocó al lado de Haru, clavando su mirada en el tritón, amenazante.
Acercó mucho la cara a la estantería, clavando sus ojos azules en el libro, buscando imperfecciones. Por desgracia, la encontró.
En la esquina inferior derecha del lomo del libro había una rotura de papel rasgado, mostrando el blanco interior de la tapa. No tardó el chico en sufrir un ligero tic en el ojo derecho, el cual empezaba a tornarse rojizo, como cada vez que se enfadaba. Sacó el libro de la estantería y lo tiró por el ventanuco, directo al mar. Se sentó en su escritorio, mojó la pluma en tinta y escribió en su lista:
"Comprar un nuevo ejemplar de Guía avanzada de los elementos y como utilizarlos en la vida real."
Volvió a posarla pluma con cuidado en el tintero y se llevó las manos a la cara, soltando un largo suspiro. Hará unos minutos que había tenido una bronca con su capitán por dos enormes estupideces. La primera: ganar una ingente cantidad de recompensa haciendo el idiota, y la segunda: hacer, de algún modo, que todos los carteles de piratas llevaran su cara.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que tal vez no debería haberse ido de cubierta. Escuchó extraños ruidos en el exterior.
Se levantó con lentitud y, llevando la mano a su espada, atravesó la puerta y se dirigió de nuevo a cubierta. Fue entonces cuando lo vio. Alto y robusto, chorreando agua y empapando el suelo de madera. ¿Cómo demonios se le había ocurrido meterse allí?
Con cuidado y sin soltar el mango de su espada, se colocó al lado de Haru, clavando su mirada en el tritón, amenazante.
Rose D. Alviss
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La tensión se palpaba en el aire, el silencio entre los que habitaban en la sala era absoluto, sólo se oía el sonido de fondo del mar y de los demás miembros de la tripulación en otras zonas del barco. Los nervios empezaban a aflorar, haciéndose notar con el traqueteo de los dedos sobre la mesa. Nos mirábamos unos a otros, esperando a que alguien diera un paso en falso y mostrará sus intenciones. Esta es mi parte favorita de las partidas de póquer, donde puedo ver como es cada uno y así saber la personalidad de cada jugador, ya que, a no ser que seas un profesional o tengas dotes de actor, actuarás conforme a tu personalidad, un mentiroso tenderá a ir de farol, alguien bondadoso sólo irá cuando tenga algo bueno entre manos, a los paranoicos son fáciles de colar los faroles…
Nueva ronda, como no, yo iba por delante, todavía todos mis contendientes tenían berries, pero aproximadamente una décima parte con la que empezaron. Se reparten las cartas, el que estaba a mi derecha se le veía claramente el plumero, eran malas cartas, pero tenía intención de ir de farol.
"A este ya le voy a dejar sin ahorros." Pensé mientras me reía por dentro, que si lo mostraba se verían claras mis intenciones.
Empezaban las apuestas, todos fuimos, pero conforme aumentaba la cantidad de berries en el medio de la mesa, los participantes abandonaban la ronda. Hasta que quedamos 3, el tío que tenía enfrente, que juraría que era uno de los encargados de vigilar la cubierta por las noches, el de al lado mío y yo. Empecé la apuesta, el vigilante la vio y el del farol la subió, a lo que yo la subí todavía más, provocando que quedásemos el de al lado mío y yo, que no podía echarse atrás, por que había apostado demasiado. Se mostraron las cartas. Él tenía una simple doble pareja de doses y sietes, yo, en cambio, un trío de ochos. No era la mejor mando del mundo, es más se acercaba más a la peor que a la mejor, pero todos los de la mesa son un poco cobardes que no se atrevían a nada. Y le conseguí sacar hasta el último berrie. Fue pasando la partida y uno tras otro iban cayendo mientras yo ganaba más dinero. Mientras la partida fluía, aumentaba el enfado de los presentes y las acusaciones de hacer trampas hacía mi persona, algo muy típico de gente que no sabe perder, acaban achacando a trampas sus carencias o pasan a la violencia innecesaria para salvar su “hombría”. La cosa no fue a más porque tenían la esperanza de que mi último rival me quitará todo el dinero y me dejara a dos velas, pero no ocurrió, salí victorioso, aunque he de admitir que fue buen rival, no flaqueaba y no era capaz de ver su intenciones, pero le faltaba experiencia jugando o enfrentarse con jugadores de póquer de verdad, no sus compañeros que ni se saben todas las reglas.
El ambiente se caldeó se forma drástica, me empezaron a increpar, llamarme tramposo y demás cosas bonitas, nótese la ironía. Yo, aún teniendo una paciencia digna de admirar, empezaba a cansarme de sus chorradas y sus piques de niños de tres años, pero tenía que conservar la calma, me estaban llevando a mi destino, Arabasta, donde estaba la persona que me quería encontrar, o como mínimo había pasado por allí, sea como fuere, ese desierto era mi única pista y ese barco mercante iba también a la misma isla. Tenía intención de apaciguar la situación y demostrar que yo juego limpio, bueno desde hace unos años cuando aprendí a jugar bien, pero yo no soy así, así que como buen bocazas que soy salte.
- Haber estudiao, es póquer, hay veces que se gana y otras se pierde, nada más - dije con un ligero tono desafiante.
Mi muletilla favorita, que tiendo a meter siempre aunque carezca del total y absoluto sentido, no sentó muy bien que digamos, aprovechando que pasábamos por una isla deshabitada llamada Little Garden, por lo que pude oír, decidieron abandonarme en dicha isla.
Pude haberles matado a la perfección y quedarme sólo en el barco, pero como yo sólo no puedo navegar en barco, y tampoco tengo conocimientos del tema, pues decidí dejar que me echaran, no sin antes coger algo del dinero ganado en la partida y comida, sin que me vieran.
Y ahora mismo estoy en Little Garden, con mis cosas, comida y diez mil berries que gané de forma honrada en una timba poco legal.
- Joder y eso que les había pagado para que me llevarán, la próxima vez mejor será que me cuele y viaje gratis. No es mi culpa que no supieran jugar - farfullo mientras maldigo al barco entero.
Ante mí una isla que en principio está deshabitada y que no sé nada sobre ella. Pero no pierdo la esperanza.
"Dudo que no haya NADIE en esta isla, una así es buen sitio para hacer tratos donde la legalidad brilla su ausencia, estoy seguro de que ahora mismo se esta haciendo un trato por aquí cerca, sólo tengo que encontrarlo y colarme en su barco."
Me armo de valor, cojo varias onzas de chocolate y mientras me las voy comiendo, me adentro en la isla.
Nueva ronda, como no, yo iba por delante, todavía todos mis contendientes tenían berries, pero aproximadamente una décima parte con la que empezaron. Se reparten las cartas, el que estaba a mi derecha se le veía claramente el plumero, eran malas cartas, pero tenía intención de ir de farol.
"A este ya le voy a dejar sin ahorros." Pensé mientras me reía por dentro, que si lo mostraba se verían claras mis intenciones.
Empezaban las apuestas, todos fuimos, pero conforme aumentaba la cantidad de berries en el medio de la mesa, los participantes abandonaban la ronda. Hasta que quedamos 3, el tío que tenía enfrente, que juraría que era uno de los encargados de vigilar la cubierta por las noches, el de al lado mío y yo. Empecé la apuesta, el vigilante la vio y el del farol la subió, a lo que yo la subí todavía más, provocando que quedásemos el de al lado mío y yo, que no podía echarse atrás, por que había apostado demasiado. Se mostraron las cartas. Él tenía una simple doble pareja de doses y sietes, yo, en cambio, un trío de ochos. No era la mejor mando del mundo, es más se acercaba más a la peor que a la mejor, pero todos los de la mesa son un poco cobardes que no se atrevían a nada. Y le conseguí sacar hasta el último berrie. Fue pasando la partida y uno tras otro iban cayendo mientras yo ganaba más dinero. Mientras la partida fluía, aumentaba el enfado de los presentes y las acusaciones de hacer trampas hacía mi persona, algo muy típico de gente que no sabe perder, acaban achacando a trampas sus carencias o pasan a la violencia innecesaria para salvar su “hombría”. La cosa no fue a más porque tenían la esperanza de que mi último rival me quitará todo el dinero y me dejara a dos velas, pero no ocurrió, salí victorioso, aunque he de admitir que fue buen rival, no flaqueaba y no era capaz de ver su intenciones, pero le faltaba experiencia jugando o enfrentarse con jugadores de póquer de verdad, no sus compañeros que ni se saben todas las reglas.
El ambiente se caldeó se forma drástica, me empezaron a increpar, llamarme tramposo y demás cosas bonitas, nótese la ironía. Yo, aún teniendo una paciencia digna de admirar, empezaba a cansarme de sus chorradas y sus piques de niños de tres años, pero tenía que conservar la calma, me estaban llevando a mi destino, Arabasta, donde estaba la persona que me quería encontrar, o como mínimo había pasado por allí, sea como fuere, ese desierto era mi única pista y ese barco mercante iba también a la misma isla. Tenía intención de apaciguar la situación y demostrar que yo juego limpio, bueno desde hace unos años cuando aprendí a jugar bien, pero yo no soy así, así que como buen bocazas que soy salte.
- Haber estudiao, es póquer, hay veces que se gana y otras se pierde, nada más - dije con un ligero tono desafiante.
Mi muletilla favorita, que tiendo a meter siempre aunque carezca del total y absoluto sentido, no sentó muy bien que digamos, aprovechando que pasábamos por una isla deshabitada llamada Little Garden, por lo que pude oír, decidieron abandonarme en dicha isla.
Pude haberles matado a la perfección y quedarme sólo en el barco, pero como yo sólo no puedo navegar en barco, y tampoco tengo conocimientos del tema, pues decidí dejar que me echaran, no sin antes coger algo del dinero ganado en la partida y comida, sin que me vieran.
Y ahora mismo estoy en Little Garden, con mis cosas, comida y diez mil berries que gané de forma honrada en una timba poco legal.
- Joder y eso que les había pagado para que me llevarán, la próxima vez mejor será que me cuele y viaje gratis. No es mi culpa que no supieran jugar - farfullo mientras maldigo al barco entero.
Ante mí una isla que en principio está deshabitada y que no sé nada sobre ella. Pero no pierdo la esperanza.
"Dudo que no haya NADIE en esta isla, una así es buen sitio para hacer tratos donde la legalidad brilla su ausencia, estoy seguro de que ahora mismo se esta haciendo un trato por aquí cerca, sólo tengo que encontrarlo y colarme en su barco."
Me armo de valor, cojo varias onzas de chocolate y mientras me las voy comiendo, me adentro en la isla.
La velocidad de nuestra vieja embarcación pareció incrementar por alguna extraña razón, pero estaba claro que el viento no era el motivo. La suave brisa que lo estaba desplazando no había variado en días, así que por eso no era. Pero justo antes de poder pararme a pensar que podría haber hecho que aumentara nuestra velocidad de desplazamiento, la presencia que había sentido acercarse emergió del agua y se puso frente a nosotros, a poco menos de cuatro metros. Instintivamente, antes de tan siquiera ver que era, llevé mi mano hacia una de mis katanas y me aferré a su mango con fuerza.
Aquel ser se trataba de un gyojin de aspecto poco amigable, para que mentir. La verdad era que había tratado con pocos hombres peces en mi vida, pero siempre aparentaban ser unas criaturas ingenuas y desconocedoras del mar azul, siempre con una mirada de curiosidad en lo que veían. Sin embargo, aquel gyojin, al menos en apariencia, parecía un individuo que sabía manejarse por la superficie, aunque sus métodos no eran muy sutiles que digamos. Aquel sujeto era alto y con la piel de un tono de gris muy pálido, teniendo al blanco. Era alto y con un cuerpo muy musculado cubierto de cicatrices, ¿habría sido un escavo? Eso solo lo sabría él, aunque a mí me daba un poco igual.
—Venga, calmaos un poco –dije, al notar como las intenciones del hombre pez no eran hostiles. Me abrí paso con delicadeza entre mis compañeros hasta posicionarme tras Spanner y Haruka. De forma casi simultánea puse mis manos en sus hombros intentando captar su atención. Aquella extraña pareja que formaban mi segundo al mando y, aunque no se lo había dicho, mi contramaestre, aunque no se llevaran del todo bien, tenían una cosa en común: llevarme la contraria y no hacerme caso. Sí, vale, que yo era un capitán un poco incompetente y que iba a lo mío, pero al menos no tenían que replicarme siempre todo lo que hacía o dejaba de hacer -. Nuestro inesperado amigo no tiene mala voluntad, puedo notarlo –sonreí.
Seguí avanzando hasta ponerme frente al gyojin.
“Joder, sí que es alto” –me dije al tenerlo tan de cerca, mientras Hou también se acercaba a mirarlo con curiosidad.
—Soy Zane D. Kenshin, capitán pirata, bebedor y amante egoísta –le dije, teniendo mi mano para saludarle-. Pero puedes llamarme Zane.
Realizadas las presentaciones le ofrecí al gyojin, que se hizo llamar Rooney, una buena jarra de cerveza y algo para comer. Otra cosa no, pero era un buen anfitrión. Cualquier persona que pasara por mi barco tenía que degustar nuestra rica cerveza artesanal robada a comerciantes del grand line y algo de vianda para el cuerpo, aunque esta no fuera de la mejor calidad. En el trayecto estuvimos hablando del estado del barco, algo que corroboraba o negaba Noximilien, nuestro carpintero.
Entre que comimos, bebimos y debatimos sobre diversos temas pasó poco más de una hora. Y por fin, tras semanas de viaje, llegamos a Little Garden. Rápidamente me dirigí hacia la sala de navegación y saqué el verdadero mapa del tesoro de un doble fondo que tenía el cajón de mie escritorio y volví a la cubierta.
—¡Familia! –alcé la voz, intentando llamar la atención de todos-. Ya hemos llegado a la costa norte de Little Garden. Esta es una parte repleta de arrecifes y por lo tanto es muy difícil ir en el barco, así que iremos en los botes –miré a Rooney con picardía y una sonrisa se me dibujó en el rostro-. Y nuestro nuevo amigo, a cambio de la comida y la hospitalidad no creo que le importe guiarnos para que no nos choquemos, ¿verdad? Así que coged todo lo que veáis necesario, ya sea comida, armamento o utensilios básicos. ¡Tenéis quince minutos!
Pasado ese tiempo nos dividimos en dos botes y fuimos hacia la isla. Esme y Manué se quedaron en el barco para tenerlo a punto por si algo sucedía. El camino a la isla no fue muy dificultoso, a excepción de un par de obstáculos. En cuanto pisamos tierra, un muchacho de cabellos ambarinos se acercó a nosotros. ¿Quién sería?
Aquel ser se trataba de un gyojin de aspecto poco amigable, para que mentir. La verdad era que había tratado con pocos hombres peces en mi vida, pero siempre aparentaban ser unas criaturas ingenuas y desconocedoras del mar azul, siempre con una mirada de curiosidad en lo que veían. Sin embargo, aquel gyojin, al menos en apariencia, parecía un individuo que sabía manejarse por la superficie, aunque sus métodos no eran muy sutiles que digamos. Aquel sujeto era alto y con la piel de un tono de gris muy pálido, teniendo al blanco. Era alto y con un cuerpo muy musculado cubierto de cicatrices, ¿habría sido un escavo? Eso solo lo sabría él, aunque a mí me daba un poco igual.
—Venga, calmaos un poco –dije, al notar como las intenciones del hombre pez no eran hostiles. Me abrí paso con delicadeza entre mis compañeros hasta posicionarme tras Spanner y Haruka. De forma casi simultánea puse mis manos en sus hombros intentando captar su atención. Aquella extraña pareja que formaban mi segundo al mando y, aunque no se lo había dicho, mi contramaestre, aunque no se llevaran del todo bien, tenían una cosa en común: llevarme la contraria y no hacerme caso. Sí, vale, que yo era un capitán un poco incompetente y que iba a lo mío, pero al menos no tenían que replicarme siempre todo lo que hacía o dejaba de hacer -. Nuestro inesperado amigo no tiene mala voluntad, puedo notarlo –sonreí.
Seguí avanzando hasta ponerme frente al gyojin.
“Joder, sí que es alto” –me dije al tenerlo tan de cerca, mientras Hou también se acercaba a mirarlo con curiosidad.
—Soy Zane D. Kenshin, capitán pirata, bebedor y amante egoísta –le dije, teniendo mi mano para saludarle-. Pero puedes llamarme Zane.
Realizadas las presentaciones le ofrecí al gyojin, que se hizo llamar Rooney, una buena jarra de cerveza y algo para comer. Otra cosa no, pero era un buen anfitrión. Cualquier persona que pasara por mi barco tenía que degustar nuestra rica cerveza artesanal robada a comerciantes del grand line y algo de vianda para el cuerpo, aunque esta no fuera de la mejor calidad. En el trayecto estuvimos hablando del estado del barco, algo que corroboraba o negaba Noximilien, nuestro carpintero.
Entre que comimos, bebimos y debatimos sobre diversos temas pasó poco más de una hora. Y por fin, tras semanas de viaje, llegamos a Little Garden. Rápidamente me dirigí hacia la sala de navegación y saqué el verdadero mapa del tesoro de un doble fondo que tenía el cajón de mie escritorio y volví a la cubierta.
—¡Familia! –alcé la voz, intentando llamar la atención de todos-. Ya hemos llegado a la costa norte de Little Garden. Esta es una parte repleta de arrecifes y por lo tanto es muy difícil ir en el barco, así que iremos en los botes –miré a Rooney con picardía y una sonrisa se me dibujó en el rostro-. Y nuestro nuevo amigo, a cambio de la comida y la hospitalidad no creo que le importe guiarnos para que no nos choquemos, ¿verdad? Así que coged todo lo que veáis necesario, ya sea comida, armamento o utensilios básicos. ¡Tenéis quince minutos!
Pasado ese tiempo nos dividimos en dos botes y fuimos hacia la isla. Esme y Manué se quedaron en el barco para tenerlo a punto por si algo sucedía. El camino a la isla no fue muy dificultoso, a excepción de un par de obstáculos. En cuanto pisamos tierra, un muchacho de cabellos ambarinos se acercó a nosotros. ¿Quién sería?
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Los ojos color turquesa de aquella joven empezaron a abrirse muy despacio. Pudo notar el Sol en su rostro y por ello se llevó la mano derecha a la cara. La colocó suavemente sobre sus ojos para protegerse de la enorme bola de fuego y después alzó un poco la mirada. Estaba en una especie de playa y sus piernas estaban empapadas. Lo último que recordaba fue estar viajando junto a unos marineros de la zona y que una tormenta les pillase de improviso. Ella cayó al agua cerca de la isla y trató de aproximarse. El rompeolas hizo el resto, revolcándola violentamente contra la arena y haciendo que se golpeara en la cabeza. Ahora todo tenía un poco de sentido, pero le fastidiaba que no tuviese forma de volver. La joven se fue levantando muy despacio mientras trataba de verificar si su cuerpo estaba bien.
No parecía tener ningún tipo de herida, salvo un pequeño corte superficial en su mejilla derecha. Miró un poco a su alrededor y logró ver su mochila y su guadaña. El arma estaba intacta, pero algo le decía que eso iba a ser lo de menos. Cuando miró dentro de la mochila pudo ver todas sus cosas empapadas. Le dio una patada a la arena haciendo que esta saliese volando. Acto seguido, chasqueó la lengua y miró un poco a su alrededor. No sabía dónde diablos estaba, pero lo pensaba averiguarlo. Se ató su enorme arma a la espalda y empezó a caminar despacio por la playa. Lo primero sería dar un rodeo a la isla para ver si había población o algo por el estilo.
Llevaba unos veinte minutos caminando, aquel sitio era horrible. Lo único que escuchaba eran rugidos en el interior de la isla y algunos sonidos típicos de las junglas. No tardó mucho en divisar una especie de barco y en la orilla algunas personas. Se alegró de ver al menos gente civilizada en aquel sitio perdido en el otro lado del mundo. Empezó a acercarse muy despacio hasta ellos, con una mirada calmada para tratar de inspirar confianza. Habían venido en una especie de botes al parecer. Ella trotó un poco y se quedó mirándolos uno a uno. No tardó nada en reconocer al famoso pirata Zane D. Kenshin. Aquello la hizo tragar un poco de saliva y ponerse alerta. Sabía que tenía un precio considerable y a lo mejor se había metido en un buen lío. Era tarde para salir corriendo.
- Perdonen… Hace unas horas caí de mi barco y terminé en esta isla, he sido abandonada al parecer ¿Saben dónde estoy? Parece ser que todos ustedes tienen experiencia en el tema de la navegación. – Mencionó con un tono calmado y señalando el barco que podía ver en la distancia.
Empezó a analizarlos con la mirada uno a uno. Había algunos cuantos que podían inspirar algo de temor, pero pensó que otros cuantos parecían de confianza. De hecho, no tardó mucho de clavar su mirada en el joven de cabellos marrones (Hou). No sabía el motivo, pero parecía alguien de fiar, aunque todos tenían derecho a serlo, no pensaba juzgar a nadie. Incluso ella llevando una jodida guadaña enorme a la espalda podía ser mucho más sospechosa que ellos. Supuso que serían parte del equipo del capitán, o a lo mejor tan solo amigos que no tenían nada que ver con todo aquel asunto. La rubia mostró entonces una sonrisa que expresaba lo calmada que estaba y se quedó mirando directamente a la leyenda de fuego.
- Zane D. Kenshin. Salí en busca de aventuras hace unos días y tu cartel fue uno de los que más me llamó la atención. Te esperaba más sádico, pero debo admitir que se te ve cara de niño bueno. – Dijo entonces alzando su mano para saludarle.
Ella tenía dieciocho recién cumplidos, por lo que era gracioso que dijese aquello. Introdujo despacio ambas manos en los bolsillos y entonces esperó una respuesta de aquella gente. Lo último que quería era molestarlos de ninguna forma, pero no había otra forma. Tal vez dentro de aquel sitio habría un pueblo o algo así, pero no podía confirmarlo. La rubia continuaba con algo de frío debido a que estaba empapada y no tardó en juntar un poco las piernas de forma disimulada. Si podía darse calorcito con ellas sería estupendo.
Recordó el instante en que cayó del barco. No lanzarle un flotador o un bote fue un acto cruel por parte de aquellas personas, pero supo al momento que no todo el mundo era bueno. Se rascó un poco la cabeza entonces recordando aquel hecho y negó un poco con la cabeza. Debía centrarse en la situación que tenía frente a sus ojos. Una banda entera, o eso pensó. Algunos le sonaban de algo, era posible que hubiese visto carteles de reojo.
No parecía tener ningún tipo de herida, salvo un pequeño corte superficial en su mejilla derecha. Miró un poco a su alrededor y logró ver su mochila y su guadaña. El arma estaba intacta, pero algo le decía que eso iba a ser lo de menos. Cuando miró dentro de la mochila pudo ver todas sus cosas empapadas. Le dio una patada a la arena haciendo que esta saliese volando. Acto seguido, chasqueó la lengua y miró un poco a su alrededor. No sabía dónde diablos estaba, pero lo pensaba averiguarlo. Se ató su enorme arma a la espalda y empezó a caminar despacio por la playa. Lo primero sería dar un rodeo a la isla para ver si había población o algo por el estilo.
Llevaba unos veinte minutos caminando, aquel sitio era horrible. Lo único que escuchaba eran rugidos en el interior de la isla y algunos sonidos típicos de las junglas. No tardó mucho en divisar una especie de barco y en la orilla algunas personas. Se alegró de ver al menos gente civilizada en aquel sitio perdido en el otro lado del mundo. Empezó a acercarse muy despacio hasta ellos, con una mirada calmada para tratar de inspirar confianza. Habían venido en una especie de botes al parecer. Ella trotó un poco y se quedó mirándolos uno a uno. No tardó nada en reconocer al famoso pirata Zane D. Kenshin. Aquello la hizo tragar un poco de saliva y ponerse alerta. Sabía que tenía un precio considerable y a lo mejor se había metido en un buen lío. Era tarde para salir corriendo.
- Perdonen… Hace unas horas caí de mi barco y terminé en esta isla, he sido abandonada al parecer ¿Saben dónde estoy? Parece ser que todos ustedes tienen experiencia en el tema de la navegación. – Mencionó con un tono calmado y señalando el barco que podía ver en la distancia.
Empezó a analizarlos con la mirada uno a uno. Había algunos cuantos que podían inspirar algo de temor, pero pensó que otros cuantos parecían de confianza. De hecho, no tardó mucho de clavar su mirada en el joven de cabellos marrones (Hou). No sabía el motivo, pero parecía alguien de fiar, aunque todos tenían derecho a serlo, no pensaba juzgar a nadie. Incluso ella llevando una jodida guadaña enorme a la espalda podía ser mucho más sospechosa que ellos. Supuso que serían parte del equipo del capitán, o a lo mejor tan solo amigos que no tenían nada que ver con todo aquel asunto. La rubia mostró entonces una sonrisa que expresaba lo calmada que estaba y se quedó mirando directamente a la leyenda de fuego.
- Zane D. Kenshin. Salí en busca de aventuras hace unos días y tu cartel fue uno de los que más me llamó la atención. Te esperaba más sádico, pero debo admitir que se te ve cara de niño bueno. – Dijo entonces alzando su mano para saludarle.
Ella tenía dieciocho recién cumplidos, por lo que era gracioso que dijese aquello. Introdujo despacio ambas manos en los bolsillos y entonces esperó una respuesta de aquella gente. Lo último que quería era molestarlos de ninguna forma, pero no había otra forma. Tal vez dentro de aquel sitio habría un pueblo o algo así, pero no podía confirmarlo. La rubia continuaba con algo de frío debido a que estaba empapada y no tardó en juntar un poco las piernas de forma disimulada. Si podía darse calorcito con ellas sería estupendo.
Recordó el instante en que cayó del barco. No lanzarle un flotador o un bote fue un acto cruel por parte de aquellas personas, pero supo al momento que no todo el mundo era bueno. Se rascó un poco la cabeza entonces recordando aquel hecho y negó un poco con la cabeza. Debía centrarse en la situación que tenía frente a sus ojos. Una banda entera, o eso pensó. Algunos le sonaban de algo, era posible que hubiese visto carteles de reojo.
Luka Rooney
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La sensación empezó a ser demasiado rara. Ahí seguía, en la cubierta y cerca de la barandilla, esperando que el resto de la gente apareciese. No sabía cuanta gente habría allí, pero tenían una rara manera de aparecer en escena.
Uno a uno se fueron acercando a mí, en distintas posiciones y actitudes. Aunque era de esperar un mal recibimiento, arqué la ceja viendo que primero una chica, después un pelimorado, y seguido de un pelirrojo, me hacían preguntas o simplemente se acercaban a mí.
La primera pregunta fue la chicha, quien bastante confiada, hizo clara su intención de desconfiar en mí a la par que me preguntaba cuál era mi intención.
“Puede que esa muchacha sea la más inteligente…”
Antes de poder contestar, el pelimorado llegó en posición amenazante, con la mano a la altura de la cadera, sujetando su espada.
“En lo que desenfundas la espada, podría estar en Raftel” Pensé mirando de reojo al mar.
Y, finalmente, el que parecía el capitán. No sé por qué, si por su forma de actuar intentando poner la calma al asunto o bien porque todos parecían pendiente de lo que él hiciera. Se acercó hacia mí y se presentó de una manera un tanto curiosa.
“Zane D. Kenshin. He oído algo de él… ¿90 millones de recompensa? Creo recordar que sí. Si él tiene esa recompensa y estos son sus compañeros, seguro que el resto rondarán los 40-50 millones cada uno”
Eché un vistazo extra al resto de ellos. No parecían nada ofensivos, y menos aún temerarios. Pero quién sabe, quizá incluso aquella mujer de metro y medio podría acabar siendo una peligrosa luchadora.
Cuando quise darme cuenta, el pelirrojo me tendió la mano. Aproveché la situación para girarme ligeramente hacia la barandilla, colocándome más cerca aún y le tenderle la mano, haciendo lo propio.
- Encantado. Yo me llamo Rooney. Quizá creáis que soy un monstruo. Puede que nunca hayáis visto o leído acerca de mi especie, pero soy un Gyojin. Gyojin tiburón sierra. – Finalicé autocorrigiéndome a la par que señalaba mi característica naríz. - Respecto a tus preguntas- Proseguí mirando a aquella mujer. - Subestimé a la raza humana durante mucho tiempo. Ahora, sigo haciéndolo, solo que no lo enfoco a toda la raza, si no a determinados individuos. Sois libres de creerme o no. No busco nada en concreto. Simplemente me apeteció poneros en sobreaviso. - Finalicé esta última frase deseando poder improvisar mejor de lo que lo hacía.
“Algo huele mal, me están ofreciendo bebida y comida, aunque hace un rato parecían un poco molestos con mi llegada”
Estuvimos un rato debatiendo sobre el estado del barco. Era carpintero, pero no era tan bueno como para determinar el estado completo del barco de una sola pasada, por lo que sólo dije lo que había visto. Me comprometí a revisar de nuevo el estado del barco con calma cuando tuviésemos un momento. Después de todo, habían sido amables conmigo y de una manera u otra, les debía una ayuda.
Finalmente, llegó un momento algo desconcertante. Zane decidió que era hora de acercarnos a la isla, pero cuál fue mi rostro cuando me hizo ir con ellos. Guiarles hasta la arena. ¿En serio esa era mi misión? Había nadado durante horas los días anteriores, y lo único extraño que me pasó fue una planta agarrándome el pié y partiéndose de la presión.
- Entendido.- Espeté de forma un tanto seca.
Todos subieron al barco, salvo dos, los cuales se quedaron en cubierta. Supongo que custodiando el barco.
Me lancé de cabeza y me sumergí en el agua. Estaba ligeramente fría.
Cuando todos estaban listos, empecé a empujar a los barcos desde la parte trasera, algo que parecía emocionar a los pasajeros.
Fui dando cada vez más y más velocidad, hasta que, cuando ya estábamos casi en la orilla, me emocioné tanto que levanté ligeramente uno de los dos barcos, el cual salió disparado hacia arriba cosa de medio metro, lamentablemente, al caer la parte delantera del barco golpeó con el agua, provocando que el barco empezase a dar vueltas de campana y cayese boca abajo.
“Mierda, qué coño he hecho” Pensé mientras cogía el segundo barco y empezaba a zarandearlo y golpearlo, creando algunos agujeros en torno a él y haciendo que se hundiese poco a poco.
Salí disparado hacia el fondo del mar, arrancando un par de plantas marinas con púas mientras me las pasaba por el brazo derecho.
“Me meto en unos líos…” Pensé mientras nadaba a toda velocidad hacia la orilla, donde ya estaban todos.
- Lo siento. –Espeté mientras fingía una pausa debido al cansancio. – Estas putas plantas se mueven y atacan de manera imprevisible. – Finalicé mostrando la planta y haciendo ver mi auto-magullado hombro derecho.
De repente, me di cuenta que había una mujer rubia que antes no estaba, aunque no era lo que más me importaba en ese momento. Aún así, ¿Quién sería?
Uno a uno se fueron acercando a mí, en distintas posiciones y actitudes. Aunque era de esperar un mal recibimiento, arqué la ceja viendo que primero una chica, después un pelimorado, y seguido de un pelirrojo, me hacían preguntas o simplemente se acercaban a mí.
La primera pregunta fue la chicha, quien bastante confiada, hizo clara su intención de desconfiar en mí a la par que me preguntaba cuál era mi intención.
“Puede que esa muchacha sea la más inteligente…”
Antes de poder contestar, el pelimorado llegó en posición amenazante, con la mano a la altura de la cadera, sujetando su espada.
“En lo que desenfundas la espada, podría estar en Raftel” Pensé mirando de reojo al mar.
Y, finalmente, el que parecía el capitán. No sé por qué, si por su forma de actuar intentando poner la calma al asunto o bien porque todos parecían pendiente de lo que él hiciera. Se acercó hacia mí y se presentó de una manera un tanto curiosa.
“Zane D. Kenshin. He oído algo de él… ¿90 millones de recompensa? Creo recordar que sí. Si él tiene esa recompensa y estos son sus compañeros, seguro que el resto rondarán los 40-50 millones cada uno”
Eché un vistazo extra al resto de ellos. No parecían nada ofensivos, y menos aún temerarios. Pero quién sabe, quizá incluso aquella mujer de metro y medio podría acabar siendo una peligrosa luchadora.
Cuando quise darme cuenta, el pelirrojo me tendió la mano. Aproveché la situación para girarme ligeramente hacia la barandilla, colocándome más cerca aún y le tenderle la mano, haciendo lo propio.
- Encantado. Yo me llamo Rooney. Quizá creáis que soy un monstruo. Puede que nunca hayáis visto o leído acerca de mi especie, pero soy un Gyojin. Gyojin tiburón sierra. – Finalicé autocorrigiéndome a la par que señalaba mi característica naríz. - Respecto a tus preguntas- Proseguí mirando a aquella mujer. - Subestimé a la raza humana durante mucho tiempo. Ahora, sigo haciéndolo, solo que no lo enfoco a toda la raza, si no a determinados individuos. Sois libres de creerme o no. No busco nada en concreto. Simplemente me apeteció poneros en sobreaviso. - Finalicé esta última frase deseando poder improvisar mejor de lo que lo hacía.
“Algo huele mal, me están ofreciendo bebida y comida, aunque hace un rato parecían un poco molestos con mi llegada”
Estuvimos un rato debatiendo sobre el estado del barco. Era carpintero, pero no era tan bueno como para determinar el estado completo del barco de una sola pasada, por lo que sólo dije lo que había visto. Me comprometí a revisar de nuevo el estado del barco con calma cuando tuviésemos un momento. Después de todo, habían sido amables conmigo y de una manera u otra, les debía una ayuda.
Finalmente, llegó un momento algo desconcertante. Zane decidió que era hora de acercarnos a la isla, pero cuál fue mi rostro cuando me hizo ir con ellos. Guiarles hasta la arena. ¿En serio esa era mi misión? Había nadado durante horas los días anteriores, y lo único extraño que me pasó fue una planta agarrándome el pié y partiéndose de la presión.
- Entendido.- Espeté de forma un tanto seca.
Todos subieron al barco, salvo dos, los cuales se quedaron en cubierta. Supongo que custodiando el barco.
Me lancé de cabeza y me sumergí en el agua. Estaba ligeramente fría.
Cuando todos estaban listos, empecé a empujar a los barcos desde la parte trasera, algo que parecía emocionar a los pasajeros.
Fui dando cada vez más y más velocidad, hasta que, cuando ya estábamos casi en la orilla, me emocioné tanto que levanté ligeramente uno de los dos barcos, el cual salió disparado hacia arriba cosa de medio metro, lamentablemente, al caer la parte delantera del barco golpeó con el agua, provocando que el barco empezase a dar vueltas de campana y cayese boca abajo.
“Mierda, qué coño he hecho” Pensé mientras cogía el segundo barco y empezaba a zarandearlo y golpearlo, creando algunos agujeros en torno a él y haciendo que se hundiese poco a poco.
Salí disparado hacia el fondo del mar, arrancando un par de plantas marinas con púas mientras me las pasaba por el brazo derecho.
“Me meto en unos líos…” Pensé mientras nadaba a toda velocidad hacia la orilla, donde ya estaban todos.
- Lo siento. –Espeté mientras fingía una pausa debido al cansancio. – Estas putas plantas se mueven y atacan de manera imprevisible. – Finalicé mostrando la planta y haciendo ver mi auto-magullado hombro derecho.
De repente, me di cuenta que había una mujer rubia que antes no estaba, aunque no era lo que más me importaba en ese momento. Aún así, ¿Quién sería?
Un pequeño alboroto y un gesto por parte de Tib, el cual había acudido a su lado, le indicaron que algo ocurría en el tercio medio del barco. Movido por la curiosidad, el rubio dejó de mirar la isla a la que se acercaban y se asomó a la baranda situada junto a la escalera que llevaba hasta el núcleo del ajetreo.
Allí, habiendo emergido probablemente de las profundidades del mar, un gyojin se había plantado en medio de la cubierta. Therax nunca había visto ninguno y mucho menos lo había conocido personalmente. Más allá de alguna foto, ése era el primer contacto que tenía con alguno de aquellos seres.
Todo el mundo parecía haberse puesto un poco tenso y, como no sabía en qué circunstancias había aparecido el hombre pez, echó mano también a una de sus katanas. No obstante, Zane se aproximó al sujeto e intentó relajar al resto, lo que tranquilizó al rubio. Tras dejar de aferrar su sable, descendió hasta situarse junto al resto y se paró a contemplar al gran hombre del mar. Lo cierto era que no prestaba mucha atención a lo que decía, absorto como estaba con su extraña nariz.
Como no podía ser de otro modo cuando veía que podía sacar provecho de la situación, Zane invitó al tipo a comer y a beber y, mientras lo hacían, Nox y el invitado debatían sobre el estado del barco. Ese era un tema que al espadachín le traía bastante sin cuidado, así que pasó la mayor parte de la comida hablando con Esme, la cual, como casi siempre hacía, se acercó a darle conversación. Tib comió como una bestia ese día, al igual que su dueño, que acabo con la sensación de haber ingerido suficiente para una semana. ¡Qué equivocado estaba!
Al acabar, el pelirrojo no tardó en hacer lo que Therax ya se temía y le endosó al pobre gyojin el trabajo de llevar los botes hasta la orilla. Si por él fuera, habría preferido reposar un poco la comida, ya que se sentía extremadamente pesado, pero no pensaba dejarles a ellos toda la diversión y menos si, tal y como había dicho el "Descamisetado", había un tesoro en juego.
Por su parte, el rubio no tenía mucho que coger. Tomó un par de cosas que consideraba imprescindibles y se aseguró de que sus sables estuvieran en su sitio. Acto seguido, se dirigió a uno de los botes, el cual el gyojin aferró con su mano derecha. Cuando todos estuvieron listos, el hombre pez comenzó a empujar los pequeños barcos hacia la orilla a una velocidad endiablada, lo que provocó que una sensación de adrenalina recorriera el estómago del espadachín. Junto a él, Tib aulló presa de la emoción. Por desgracia, al acercarse a la orilla el improvisado chófer hizo algo extraño y el bote en el que se encontraba salió volando por los aires. En una de las numerosas vueltas que dio, Therax salió despedido y rodó hasta estamparse de cara contra la arena de la orilla y, de paso, darle un buen bocado para ver a qué sabía.
-Gfbhjhgb -exclamó en un intento de recriminarle al gyojin su conducción tras arrastrarse para alejarse del agua. A su lado, Tib salía del mar y se sacudía el mojado pelaje. Como empezaba a costarle respirar, dio la espalda al resto y comenzó a toser y escupir hacia la arena mientras se alejaba del mar. Cuando por fin consiguió volver a respirar, alzó la vista para comprobar que, frente a él, un chico al que no había visto en su vida los observaba. Desde luego, debía ser una imagen bastante graciosa o, como mínimo, curiosa. Desde otra dirección, una rubia se acercaba al lugar donde se había producido el siniestro. ¿Quién sería? Y lo más importante, ¿a qué esperaban los demás para salir de allí?
Allí, habiendo emergido probablemente de las profundidades del mar, un gyojin se había plantado en medio de la cubierta. Therax nunca había visto ninguno y mucho menos lo había conocido personalmente. Más allá de alguna foto, ése era el primer contacto que tenía con alguno de aquellos seres.
Todo el mundo parecía haberse puesto un poco tenso y, como no sabía en qué circunstancias había aparecido el hombre pez, echó mano también a una de sus katanas. No obstante, Zane se aproximó al sujeto e intentó relajar al resto, lo que tranquilizó al rubio. Tras dejar de aferrar su sable, descendió hasta situarse junto al resto y se paró a contemplar al gran hombre del mar. Lo cierto era que no prestaba mucha atención a lo que decía, absorto como estaba con su extraña nariz.
Como no podía ser de otro modo cuando veía que podía sacar provecho de la situación, Zane invitó al tipo a comer y a beber y, mientras lo hacían, Nox y el invitado debatían sobre el estado del barco. Ese era un tema que al espadachín le traía bastante sin cuidado, así que pasó la mayor parte de la comida hablando con Esme, la cual, como casi siempre hacía, se acercó a darle conversación. Tib comió como una bestia ese día, al igual que su dueño, que acabo con la sensación de haber ingerido suficiente para una semana. ¡Qué equivocado estaba!
Al acabar, el pelirrojo no tardó en hacer lo que Therax ya se temía y le endosó al pobre gyojin el trabajo de llevar los botes hasta la orilla. Si por él fuera, habría preferido reposar un poco la comida, ya que se sentía extremadamente pesado, pero no pensaba dejarles a ellos toda la diversión y menos si, tal y como había dicho el "Descamisetado", había un tesoro en juego.
Por su parte, el rubio no tenía mucho que coger. Tomó un par de cosas que consideraba imprescindibles y se aseguró de que sus sables estuvieran en su sitio. Acto seguido, se dirigió a uno de los botes, el cual el gyojin aferró con su mano derecha. Cuando todos estuvieron listos, el hombre pez comenzó a empujar los pequeños barcos hacia la orilla a una velocidad endiablada, lo que provocó que una sensación de adrenalina recorriera el estómago del espadachín. Junto a él, Tib aulló presa de la emoción. Por desgracia, al acercarse a la orilla el improvisado chófer hizo algo extraño y el bote en el que se encontraba salió volando por los aires. En una de las numerosas vueltas que dio, Therax salió despedido y rodó hasta estamparse de cara contra la arena de la orilla y, de paso, darle un buen bocado para ver a qué sabía.
-Gfbhjhgb -exclamó en un intento de recriminarle al gyojin su conducción tras arrastrarse para alejarse del agua. A su lado, Tib salía del mar y se sacudía el mojado pelaje. Como empezaba a costarle respirar, dio la espalda al resto y comenzó a toser y escupir hacia la arena mientras se alejaba del mar. Cuando por fin consiguió volver a respirar, alzó la vista para comprobar que, frente a él, un chico al que no había visto en su vida los observaba. Desde luego, debía ser una imagen bastante graciosa o, como mínimo, curiosa. Desde otra dirección, una rubia se acercaba al lugar donde se había producido el siniestro. ¿Quién sería? Y lo más importante, ¿a qué esperaban los demás para salir de allí?
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- ¿En serio esperas que confiemos nuestras vidas a este tipo sin conocerlo de nada? Eres más estúpido de lo recordaba... -le escupí a Zane al tiempo que saltaba desde cubierta a la barquita, con cuidado. No dudé en activar el haki de observación, alerta.
En cuanto el tipo empezó a empujar las pequeñas embarcaciones, se me erizó el vello de la nuca. Aquella situación era totalmente inverosímil. Teníamos remos, ¿por qué necesitábamos siquiera la ayuda de aquel desconocido? Poner nuestras vidas en sus manos de aquella manera era lo más irresponsable que le había visto hacer a Zane desde que lo conocía. Y había hecho cosas muy irresponsables. Pero había varios usuarios de akuma en la tripulación, y él era consciente. No sabía que yo era usuaria, por supuesto, pero sí sabía que él mismo lo era, y también su queridito Spanner y su colega el viejo no-cyborg.
Me mantuve tensa durante todo el trayecto, lista para saltar en cualquier momento ante cualquier complicación que pudiese aparecer, como un gato asustado.
Y entonces lo sentí.
El último impulso que el gyojin le había dado a la barca era más fuerte de lo necesario. Mi cerebro procesó a toda velocidad que aquel golpe haría volcar la barca, mientras el haki de observación disparaba todas las alarmas de mi cuerpo.
Me iba a caer al agua.
Ah, no, no. No podía permitir eso. No podía caerme, porque entonces me hundiría y todos descubrirían que era usuaria de akuma. Y tampoco podía volar para salir de allí porque empezarían a hacerme preguntas que no estaba dispuesta a responder.
Estábamos cerca de la orilla. ¿Pero cómo de cerca? ¿Hacia donde iba a ser lanzada la barca? Hacia delante, pero seguramente acabaría volcando o girando sobre sí misma, no suponía una superficie de apoyo estable. Entonces podía saltar. Tenía que saltar. ¿Pero podría aterrizar en la arena a salvo?
Frente a mí, el perro aullaba. ¿Se había dado cuenta de lo que estaba pasando o sólo se sentía inseguro?
La barcaza salió despedida hacia delante, así que sujeté el bolso contra mi pecho y me dispuse a saltar. Efectué un salto en vertical, con la esperanza de tener la oportunidad de volver a utilizar la madera como punto de apoyo y, al tiempo que giraba con los demás tripulantes dentro, volví a apoyar uno de mis pies en la madera para impulsarme hacia delante con fuerza.
Aterricé de bruces en la arena, de manera nada elegante pero al menos efectiva.
Therax se estrelló de cara a mi lado, y me volví para dedicar al gyojin una mirada fulminante.
¿Había sido a propósito? Si no hubiese sido por el haki de observación, podía estar muerta.
El tipo salió del agua enseñando unas plantas que se habían enredado en su brazo. ¿Acaso nos tomaba por idiotas?
Ladeé la cabeza, todavía arrodillada en el suelo, al tiempo que escuchaba su excusa.
"No sé si es rematadamente estúpido y torpe... o un sociópata que ha intentado asesinarnos...", reflexioné, antes de levantarme.
No pude preguntarle nada, porque el mantra me alertó de más presencias desconocidas en la isla. Al tiempo que los demás llegaban a la orilla como buenamente podían, un muchacho se acercaba a nosotros desde el interior de la jungla, y una rubia parecía reconocer a Zane y se acercaba a él desde un extremo.
Emití un suspiro y me llevé una mano al rostro para cubrir mi gesto de pura frustración.
¿Es que las cosas no podían ir bien nunca cuando ese estúpido impulsivo pollo en llamas estaba presente?
"Más gente. Lo que me faltaba.", me lamenté, cruzándome de brazos y esperando el desarrollo de la escena con aire impaciente.
En cuanto el tipo empezó a empujar las pequeñas embarcaciones, se me erizó el vello de la nuca. Aquella situación era totalmente inverosímil. Teníamos remos, ¿por qué necesitábamos siquiera la ayuda de aquel desconocido? Poner nuestras vidas en sus manos de aquella manera era lo más irresponsable que le había visto hacer a Zane desde que lo conocía. Y había hecho cosas muy irresponsables. Pero había varios usuarios de akuma en la tripulación, y él era consciente. No sabía que yo era usuaria, por supuesto, pero sí sabía que él mismo lo era, y también su queridito Spanner y su colega el viejo no-cyborg.
Me mantuve tensa durante todo el trayecto, lista para saltar en cualquier momento ante cualquier complicación que pudiese aparecer, como un gato asustado.
Y entonces lo sentí.
El último impulso que el gyojin le había dado a la barca era más fuerte de lo necesario. Mi cerebro procesó a toda velocidad que aquel golpe haría volcar la barca, mientras el haki de observación disparaba todas las alarmas de mi cuerpo.
Me iba a caer al agua.
Ah, no, no. No podía permitir eso. No podía caerme, porque entonces me hundiría y todos descubrirían que era usuaria de akuma. Y tampoco podía volar para salir de allí porque empezarían a hacerme preguntas que no estaba dispuesta a responder.
Estábamos cerca de la orilla. ¿Pero cómo de cerca? ¿Hacia donde iba a ser lanzada la barca? Hacia delante, pero seguramente acabaría volcando o girando sobre sí misma, no suponía una superficie de apoyo estable. Entonces podía saltar. Tenía que saltar. ¿Pero podría aterrizar en la arena a salvo?
Frente a mí, el perro aullaba. ¿Se había dado cuenta de lo que estaba pasando o sólo se sentía inseguro?
La barcaza salió despedida hacia delante, así que sujeté el bolso contra mi pecho y me dispuse a saltar. Efectué un salto en vertical, con la esperanza de tener la oportunidad de volver a utilizar la madera como punto de apoyo y, al tiempo que giraba con los demás tripulantes dentro, volví a apoyar uno de mis pies en la madera para impulsarme hacia delante con fuerza.
Aterricé de bruces en la arena, de manera nada elegante pero al menos efectiva.
Therax se estrelló de cara a mi lado, y me volví para dedicar al gyojin una mirada fulminante.
¿Había sido a propósito? Si no hubiese sido por el haki de observación, podía estar muerta.
El tipo salió del agua enseñando unas plantas que se habían enredado en su brazo. ¿Acaso nos tomaba por idiotas?
Ladeé la cabeza, todavía arrodillada en el suelo, al tiempo que escuchaba su excusa.
"No sé si es rematadamente estúpido y torpe... o un sociópata que ha intentado asesinarnos...", reflexioné, antes de levantarme.
No pude preguntarle nada, porque el mantra me alertó de más presencias desconocidas en la isla. Al tiempo que los demás llegaban a la orilla como buenamente podían, un muchacho se acercaba a nosotros desde el interior de la jungla, y una rubia parecía reconocer a Zane y se acercaba a él desde un extremo.
Emití un suspiro y me llevé una mano al rostro para cubrir mi gesto de pura frustración.
¿Es que las cosas no podían ir bien nunca cuando ese estúpido impulsivo pollo en llamas estaba presente?
"Más gente. Lo que me faltaba.", me lamenté, cruzándome de brazos y esperando el desarrollo de la escena con aire impaciente.
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Noto como un pequeño meneo en el barco y que empezaba a aumentar la velocidad, cosa que no parecía ser hecho por las oxidadas hélices que tenía. Poder, podría, pero no sin que salieran volando del motor.
Como por sorpresa, un gyojin había aparecido en medio de la cubierta, con ciertos aires de listillo. Se supone que el enmascarado era el carpintero de la banda. ¿Que tenía razón? Si. Pero eso no le daba criterio, sobre todo una raza cuyo sistema principal de movimiento era bajo el agua, cosa no tan buena para un barco . Los gyojin eran fanfarrones por naturaleza. Lo sabía porque uno de sus antiguos amigos era un gyojin pulpo, pero tenia mucha mas carisma que aquel nariz de sierra.
Dada a la legendaria norma de Zane de invitar a todo polizonte, el tiburón se quedó con ellos los siguientes días. Como compensación (O al menos eso creyeron en un principio), le llevó por las agua para evitar chocar con cualquier cosa. Cabe recalcar lo último, ya que empezó a impulsar la barca de manera endiablada.
- Oye, oye, oye! Ha este ritmo vamos a salir dispa... -no llegó a terminar la frase.
De forma imprevisible, tanto Nox, la loli y el rubiales salieron volando de la barcaza comiendo de boca la arena. O al menos fue así para el enmascarado. Tenía la cara enterrada en la playa y su máscara había volado un al lado mientras daba palmadas a ciegas buscandola.
- Como vuelva a tocar una barca, me hago un plato de sashimi con él. Con extra de aleta de tiburón -mencionó cuando por fin encontró la máscara y sin que le vieran se la pusdo de nuevo.
Oir el “click” al engancharse una vez al día era normal, pero hacerlo dos ya le ponían nervioso. En cuanto el pelirrojo con en el otro grupo nos alcanzó, apareció una joven de cabellos rubios. Solo esperaba que Zane no usará su comportamiento de gañán con ella como a la mayoría del sector femenino.
Como por sorpresa, un gyojin había aparecido en medio de la cubierta, con ciertos aires de listillo. Se supone que el enmascarado era el carpintero de la banda. ¿Que tenía razón? Si. Pero eso no le daba criterio, sobre todo una raza cuyo sistema principal de movimiento era bajo el agua, cosa no tan buena para un barco . Los gyojin eran fanfarrones por naturaleza. Lo sabía porque uno de sus antiguos amigos era un gyojin pulpo, pero tenia mucha mas carisma que aquel nariz de sierra.
Dada a la legendaria norma de Zane de invitar a todo polizonte, el tiburón se quedó con ellos los siguientes días. Como compensación (O al menos eso creyeron en un principio), le llevó por las agua para evitar chocar con cualquier cosa. Cabe recalcar lo último, ya que empezó a impulsar la barca de manera endiablada.
- Oye, oye, oye! Ha este ritmo vamos a salir dispa... -no llegó a terminar la frase.
De forma imprevisible, tanto Nox, la loli y el rubiales salieron volando de la barcaza comiendo de boca la arena. O al menos fue así para el enmascarado. Tenía la cara enterrada en la playa y su máscara había volado un al lado mientras daba palmadas a ciegas buscandola.
- Como vuelva a tocar una barca, me hago un plato de sashimi con él. Con extra de aleta de tiburón -mencionó cuando por fin encontró la máscara y sin que le vieran se la pusdo de nuevo.
Oir el “click” al engancharse una vez al día era normal, pero hacerlo dos ya le ponían nervioso. En cuanto el pelirrojo con en el otro grupo nos alcanzó, apareció una joven de cabellos rubios. Solo esperaba que Zane no usará su comportamiento de gañán con ella como a la mayoría del sector femenino.
—Estamos en Little Garden, la mítica isla prehistórica de las historias de bucaneros. Un lugar de paso, mayormente –respondí a aquella muchacha-. Las apariencias engañan, jovencita. ¿Y tú nombre es?
La joven era alta para ser una mujer, aunque desgraciadamente no era la más grande que había conocido. Tenía el cabello rubio y algo desagregado, únicamente sostenido mediante cuatro ligas. Y físicamente podría decirse que entraba dentro de los cánones de belleza aceptables para cualquier hombre. Sin embargo, pese a eso, las rubias nunca me habían gustado, así que quedaba descartada como una posible presa; al menos por ahora.
Antes de que la joven llegara a presentarte tan siquiera, la invité a quedarse con nosotros, pese a que sabía que al resto de la banda no iba a hacerle mucha gracia el tener otro desconocido más con nosotros. Estaba completamente mojada, así que le entregué mi sudadera para que se la pusiera y entrara en calor.
—Toma, te vendrá bien.
A la mayoría de los presentes no le gustó que invitara a otra persona a venir con nosotros, era algo que podía ver en su cara. Sin embargo, pese a llevar varias semanas juntos, no tenía muy claro quién formaba o no parte de esta pequeña familia que estaba intentando crear, es decir, la banda pirata. Salvo a Spanner, gran amigo y mejor persona, apenas conocía al resto de los que estábamos allí. Primero estaba Haruka, la insoportable pequeñaja que pasaba de lo que decía y solo me hablaba para cortarme las alas, aunque no literalmente. Luego estaba Hou, posiblemente el más noble de todos nosotros, tal vez porque no sabía del mundo, o quizás porque creía que las damas de compañía solo servía para eso textualmente. Pero le caía bien y le hacía gracia. Y después estaban Noximilien y Therax, el más veterano y el más novicio de todos nosotros respectivamente, y a cada cual menos parlanchín.
Así que él invitar a dos personas más no lo veía tan contraproducente, aunque el maldito puto pez casi nos matase antes de llegar a la isla, obligándome a desplegar mis alas y llevarme volando a Spanner y Hou a la orilla.
Poco después, llegó Alviss. No me esperaba verle en ese lugar, y menos después de tanto tiempo. Aquel muchacho era hijo de un revolucionario cuya forma de vida discrepaba de la de mi padre, aunque a regañadientes se tuvieran que considerar aliados. Nada más verle, me acerqué a él y le tendí mi mano en forma de saludo.
—Cuanto tiempo, premoh –le dije, mostrándole mi mejor sonrisa.
Pasadas un par de horas que pasé tumbado sobre la arena descansando y tomando el sol para nutrir mi piel de vitamina D y otorgarle ese moreno selvático que tanto me gustaba, ya que hacía que mi curtido y deseado cuerpo estuviera aún más ansiado por el sexo femenino, saqué el mapa.
—¡Señores, venid aquí! –ordené, a medida que fui desplegando el mapa de la isla-. Como veis aquí tenemos un mapa de Little Garden, la ínsula en la que nos encontramos. Aquí escondido, como podéis ver, se encuentra un tesoro dentro de algo parecido a una vieja civilización, la cual, según las leyendas, es de las más grandes del mundo. Ahora no voy a pararme a narrar con todo detalle las historias que se cuentan de ella, pero quien quiera saberlo en el barco tengo un ejemplar que lo cuenta –hice una pausa y golpeé con suavidad el mapa con la palma de mi mano-. Así que, ahora o nunca, que levante la mano quien quiera hacerse rico –sonreí.
Una vez dicho aquello me adentré en la isla seguido de aquellos que querían encontrar el tesoro. La verdad era que no sabía si la fortuna que aguadaba aquella extinta civilización existía, pues lo había trazado todo conforme a tres libros antiguos que hablaban sobre él y unas viejas cartas de navegación que había en el barco.
“Espero que exista o me linchan” –me dije a mi mismo.
Me abrí camino por la selva durante varios kilómetros, usando mis katanas para cortar las plantas que impedían mi camino, pero de golpe me paré.
—¿Habéis oído eso? –pregunté, para después darme cuenta de que estábamos siendo rodeados por una manda de velocirraptores de casi dos metros de alto-. Un poco tarde, supongo –sonreí.
La joven era alta para ser una mujer, aunque desgraciadamente no era la más grande que había conocido. Tenía el cabello rubio y algo desagregado, únicamente sostenido mediante cuatro ligas. Y físicamente podría decirse que entraba dentro de los cánones de belleza aceptables para cualquier hombre. Sin embargo, pese a eso, las rubias nunca me habían gustado, así que quedaba descartada como una posible presa; al menos por ahora.
Antes de que la joven llegara a presentarte tan siquiera, la invité a quedarse con nosotros, pese a que sabía que al resto de la banda no iba a hacerle mucha gracia el tener otro desconocido más con nosotros. Estaba completamente mojada, así que le entregué mi sudadera para que se la pusiera y entrara en calor.
—Toma, te vendrá bien.
A la mayoría de los presentes no le gustó que invitara a otra persona a venir con nosotros, era algo que podía ver en su cara. Sin embargo, pese a llevar varias semanas juntos, no tenía muy claro quién formaba o no parte de esta pequeña familia que estaba intentando crear, es decir, la banda pirata. Salvo a Spanner, gran amigo y mejor persona, apenas conocía al resto de los que estábamos allí. Primero estaba Haruka, la insoportable pequeñaja que pasaba de lo que decía y solo me hablaba para cortarme las alas, aunque no literalmente. Luego estaba Hou, posiblemente el más noble de todos nosotros, tal vez porque no sabía del mundo, o quizás porque creía que las damas de compañía solo servía para eso textualmente. Pero le caía bien y le hacía gracia. Y después estaban Noximilien y Therax, el más veterano y el más novicio de todos nosotros respectivamente, y a cada cual menos parlanchín.
Así que él invitar a dos personas más no lo veía tan contraproducente, aunque el maldito puto pez casi nos matase antes de llegar a la isla, obligándome a desplegar mis alas y llevarme volando a Spanner y Hou a la orilla.
Poco después, llegó Alviss. No me esperaba verle en ese lugar, y menos después de tanto tiempo. Aquel muchacho era hijo de un revolucionario cuya forma de vida discrepaba de la de mi padre, aunque a regañadientes se tuvieran que considerar aliados. Nada más verle, me acerqué a él y le tendí mi mano en forma de saludo.
—Cuanto tiempo, premoh –le dije, mostrándole mi mejor sonrisa.
Pasadas un par de horas que pasé tumbado sobre la arena descansando y tomando el sol para nutrir mi piel de vitamina D y otorgarle ese moreno selvático que tanto me gustaba, ya que hacía que mi curtido y deseado cuerpo estuviera aún más ansiado por el sexo femenino, saqué el mapa.
—¡Señores, venid aquí! –ordené, a medida que fui desplegando el mapa de la isla-. Como veis aquí tenemos un mapa de Little Garden, la ínsula en la que nos encontramos. Aquí escondido, como podéis ver, se encuentra un tesoro dentro de algo parecido a una vieja civilización, la cual, según las leyendas, es de las más grandes del mundo. Ahora no voy a pararme a narrar con todo detalle las historias que se cuentan de ella, pero quien quiera saberlo en el barco tengo un ejemplar que lo cuenta –hice una pausa y golpeé con suavidad el mapa con la palma de mi mano-. Así que, ahora o nunca, que levante la mano quien quiera hacerse rico –sonreí.
Una vez dicho aquello me adentré en la isla seguido de aquellos que querían encontrar el tesoro. La verdad era que no sabía si la fortuna que aguadaba aquella extinta civilización existía, pues lo había trazado todo conforme a tres libros antiguos que hablaban sobre él y unas viejas cartas de navegación que había en el barco.
“Espero que exista o me linchan” –me dije a mi mismo.
Me abrí camino por la selva durante varios kilómetros, usando mis katanas para cortar las plantas que impedían mi camino, pero de golpe me paré.
—¿Habéis oído eso? –pregunté, para después darme cuenta de que estábamos siendo rodeados por una manda de velocirraptores de casi dos metros de alto-. Un poco tarde, supongo –sonreí.
Cada uno había llegado a pisar tierra firme como había podido y, desde la posición en la que se encontraba, el espadachín había observado cómo se desarrollaban los acontecimientos. Desde luego, si algo no se podía negar al ver cómo cada uno había llegado a la orilla, era que tenían recursos para apañárselas en caso de necesidad.
Cuando por fin creyó haberse sacado toda la arena de la boca tras su nada delicado aterrizaje, Therax escuchó cómo Zane invitaba a la desconocida a quedarse con ellos. «Me gustaría saber si le diría lo mismo si en vez de rubia fuese rubio», pensó el espadachín, divertido por la actitud del pelirrojo. Del mismo modo, saludó al de los cabellos dorados que le había visto comer arena tras su "accidentado desembarco" como si lo conociese de toda la vida. Al parecer, en esta ocasión serían unos cuantos más a la hora de meterse en líos, porque era más que evidente que acabarían encontrándose algún tipo de problema y, en caso contrario, seguro que irían a buscarlo.
Tras pasar un rato en la playa, el rubio escuchó lo que el "Descamisetado" tenía que decir en cuanto a un supuesto tesoro oculto en aquella isla. Therax no se fiaba en absoluto de aquello, ya que, para empezar, no tenía ni idea de la procedencia del mapa que indicaba la localización del botín. No obstante, movido por la curiosidad que aquello le suscitaba, decidió seguir al resto hacia el interior de la isla. Junto a él, Tib comenzó a caminar siguiendo la estela del que llevaba el mapa, el cual se mostraba bastante decidido en cuanto a la dirección que había que tomar.
Además, aún no había hablado con el que sería su capitán sobre el tema de su adhesión a la tripulación y, más tarde o más temprano, debería zanjar el asunto. Consideraba que era algo bastante serio, ya que marcaba un antes y un después en el modo en que había estado conduciendo su vida -si a vagar sin rumbo ni objetivo podía llamársele conducir-, así que su intención era dejarlo claro cuanto antes. No obstante, no sabía si debía esperar a encontrarse en una situación que propiciase sacar a colación el asunto o, por el contrario, espetárselo al pelirrojo en cuanto tuviera la más mínima ocasión... Ya lo decidiría más adelante.
Antes de abandonar la playa en la que habían estado descansando tras el poco sutil desembarco, el domador dirigió una mirada hacia el navío que dejaban atrás. César, haciendo honor a su inquebrantable ánimo de mantenerse al margen de todo lo que implicase algún tipo de esfuerzo, había optado por permanecer en él junto a Manué y Esme. «Al menos no tendré que tener cuidado con que no le ocurra nada», se dijo Therax.
Poco después, comenzaron a caminar y se introdujeron en la espesa selva que nacía más allá de los límites de la playa. Aquel no era un entorno natural que le agradase demasiado y, según revelaba la actitud de Tib, al pequeño Muryn tampoco. Las plantas que les rodeaban crecían en todas direcciones, provocando que el rubio sintiese un agobio de proporciones épicas. A su lado, el cachorro jadeaba exageradamente a causa de la humedad que percibía en la zona. Intentando librarse de esa sensación, el rubio trató de seguir el camino que el pelirrojo habría ante él usando su espada como un machete y, para las ocasiones en las que tomaba un camino algo distinto, desenvainó uno de sus sables pensando en cortar cualquier obstáculo.
Un extraño ruido que no auguraba nada bueno precedió a las palabras de aviso de Zane. A su alrededor, un buen número de reptiles de una altura desproporcionada habían formado un cerco. «Ya estaban tardando demasiado en aparecer», pensó Therax mientras desenvainaba el otro sable. A su lado, Tib se colocó en tensión, alerta por lo que pudiera suceder.
-Creo que éste es un momento tan bueno como cualquier otro -comenzó el rubio, sin apartar su vista de las criaturas que habían aparecido-. Antes de que la cosa se ponga fea quiero darte mi respuesta en cuando a lo de unirme a tu tripulación... y es que cuentes conmigo.
No estaba muy al tanto de cuál era la relación entre las diferentes personas que habían viajado hasta allí en el mismo barco que él, pero pensaba que, en un momento u otro, acabarían estableciendo una unión más formal que la que parecía que tenían en ese momento, y él no veía con malos ojos formar parte de eso.
Cuando por fin creyó haberse sacado toda la arena de la boca tras su nada delicado aterrizaje, Therax escuchó cómo Zane invitaba a la desconocida a quedarse con ellos. «Me gustaría saber si le diría lo mismo si en vez de rubia fuese rubio», pensó el espadachín, divertido por la actitud del pelirrojo. Del mismo modo, saludó al de los cabellos dorados que le había visto comer arena tras su "accidentado desembarco" como si lo conociese de toda la vida. Al parecer, en esta ocasión serían unos cuantos más a la hora de meterse en líos, porque era más que evidente que acabarían encontrándose algún tipo de problema y, en caso contrario, seguro que irían a buscarlo.
Tras pasar un rato en la playa, el rubio escuchó lo que el "Descamisetado" tenía que decir en cuanto a un supuesto tesoro oculto en aquella isla. Therax no se fiaba en absoluto de aquello, ya que, para empezar, no tenía ni idea de la procedencia del mapa que indicaba la localización del botín. No obstante, movido por la curiosidad que aquello le suscitaba, decidió seguir al resto hacia el interior de la isla. Junto a él, Tib comenzó a caminar siguiendo la estela del que llevaba el mapa, el cual se mostraba bastante decidido en cuanto a la dirección que había que tomar.
Además, aún no había hablado con el que sería su capitán sobre el tema de su adhesión a la tripulación y, más tarde o más temprano, debería zanjar el asunto. Consideraba que era algo bastante serio, ya que marcaba un antes y un después en el modo en que había estado conduciendo su vida -si a vagar sin rumbo ni objetivo podía llamársele conducir-, así que su intención era dejarlo claro cuanto antes. No obstante, no sabía si debía esperar a encontrarse en una situación que propiciase sacar a colación el asunto o, por el contrario, espetárselo al pelirrojo en cuanto tuviera la más mínima ocasión... Ya lo decidiría más adelante.
Antes de abandonar la playa en la que habían estado descansando tras el poco sutil desembarco, el domador dirigió una mirada hacia el navío que dejaban atrás. César, haciendo honor a su inquebrantable ánimo de mantenerse al margen de todo lo que implicase algún tipo de esfuerzo, había optado por permanecer en él junto a Manué y Esme. «Al menos no tendré que tener cuidado con que no le ocurra nada», se dijo Therax.
Poco después, comenzaron a caminar y se introdujeron en la espesa selva que nacía más allá de los límites de la playa. Aquel no era un entorno natural que le agradase demasiado y, según revelaba la actitud de Tib, al pequeño Muryn tampoco. Las plantas que les rodeaban crecían en todas direcciones, provocando que el rubio sintiese un agobio de proporciones épicas. A su lado, el cachorro jadeaba exageradamente a causa de la humedad que percibía en la zona. Intentando librarse de esa sensación, el rubio trató de seguir el camino que el pelirrojo habría ante él usando su espada como un machete y, para las ocasiones en las que tomaba un camino algo distinto, desenvainó uno de sus sables pensando en cortar cualquier obstáculo.
Un extraño ruido que no auguraba nada bueno precedió a las palabras de aviso de Zane. A su alrededor, un buen número de reptiles de una altura desproporcionada habían formado un cerco. «Ya estaban tardando demasiado en aparecer», pensó Therax mientras desenvainaba el otro sable. A su lado, Tib se colocó en tensión, alerta por lo que pudiera suceder.
-Creo que éste es un momento tan bueno como cualquier otro -comenzó el rubio, sin apartar su vista de las criaturas que habían aparecido-. Antes de que la cosa se ponga fea quiero darte mi respuesta en cuando a lo de unirme a tu tripulación... y es que cuentes conmigo.
No estaba muy al tanto de cuál era la relación entre las diferentes personas que habían viajado hasta allí en el mismo barco que él, pero pensaba que, en un momento u otro, acabarían estableciendo una unión más formal que la que parecía que tenían en ese momento, y él no veía con malos ojos formar parte de eso.
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Una isla prehistórica, lo que faltaba. La joven se puso a mirar a varias direcciones entonces. De modo que podía haber dinosaurios, seres antiguos como mamuts o incluso cavernícolas desnudos buscando fuego… No conocía mucho las leyendas sobre las islas, pero si aquel hombre dijo aquello no le iba a denegar nada. No parecía el típico asesino salvaje como decían y que le preguntase el nombre solo indicó que era alguien sociable. La rubia mostró una sonrisa sádica mientras clavaba sus ojos turquesa en los suyos. Sin duda debía de ser poderoso. Esa calma y todos esos hombres a su servicio… No había duda, se trataba del legendario espadachín ardiente. La joven entonces decidió responder a la pregunta que él le había hecho. No pensaba ser descortés con alguien como él.
- Mi nombre es Reika Matsumoto. – Dijo con orgullo mientras continuaba abrazándose así misma con una tranquilidad desmesurada.
Justo entonces el pelirrojo ofreció a la joven quedarse con ellos. Eso hizo a la rubia abrir los ojos algo más de lo normal. Debía admitir que aquello no se lo esperaba para nada. Ladeó la cabeza algo confusa y antes de que dijese nada tenía una sudadera delante de ella. Reika entonces cambió su expresión de persona mareada a una de felicidad. Mostró sus dientes y estiró la mano hacia la prenda. No tardó mucho en ponérsela rápidamente y notarse muchísimo más cómoda. Sus ojos se iluminaron de la ilusión y entonces levantó el puño en señal de entusiasmo.
- ¡Zane es genial! ¡Eres un tío grande!
Sin duda, esa persona era la hostia. No pensaba hacer más caso a los carteles de búsqueda en mucho tiempo. No era una mala persona y había quedado demostrado.
El espadachín se tiró dos malditas horas tumbado en la arena. La joven se dedicó a estar sentada cerca de él, algo a su bola y mirando todo el tiempo al bosque al cielo. No se pudo creer que el pirata estuviese tomando de verdad el Sol. No estaba acostumbrada a aquel tipo de cosas, pero supuso que debía de ser algo normal en él. Sus pensamientos no eran sobre grandes cosas, más bien sobre qué pensaba comer esa noche o qué haría. Estuvo con los ojos cerrados durante los últimos veinte minutos, sin dirigirle la palabra a nadie.
Por fin el pájaro reaccionó y se puso a hablar sobre una civilización de hace años y tesoros. Si podía empezar con mucho dinero sería algo grandioso. La rubia entonces mostró una sonrisa algo siniestra. No tardó en seguir a aquel hombre tan tranquilamente hacia el interior de aquella enorme jungla. Estaba muy a gusto con la sudadera y no tardó nada en soltar un suspiro mientras avanzaba despacio por el lugar. No se dio cuenta de que estaban rodeados de lagartos de gran tamaño hasta que el hombre de fuego lo dijo. La joven simplemente ladeó un poco su cabeza y miró aquellos seres con calma. Eran bastantes, pero el grupo de ellos parecía ser mucho más. La chica entonces se acercó al hombre rubio (Therax) y trató de colocarle una mano en el hombro.
- ¿Tú quién eres? Me mola tu rollo, colega ¡Choquemos!
Pasó monumentalmente de aquellos bichos y estiró el puño hacia el hombre de cabellos rubios esperando a que él también uniese los nudillos. La personalidad de Reika era bastante tirando a la de un chico más que de una chica, pero siempre se había comportado así desde que era pequeña, por lo que no se avergonzaba de ello.
- Mi nombre es Reika Matsumoto. – Dijo con orgullo mientras continuaba abrazándose así misma con una tranquilidad desmesurada.
Justo entonces el pelirrojo ofreció a la joven quedarse con ellos. Eso hizo a la rubia abrir los ojos algo más de lo normal. Debía admitir que aquello no se lo esperaba para nada. Ladeó la cabeza algo confusa y antes de que dijese nada tenía una sudadera delante de ella. Reika entonces cambió su expresión de persona mareada a una de felicidad. Mostró sus dientes y estiró la mano hacia la prenda. No tardó mucho en ponérsela rápidamente y notarse muchísimo más cómoda. Sus ojos se iluminaron de la ilusión y entonces levantó el puño en señal de entusiasmo.
- ¡Zane es genial! ¡Eres un tío grande!
Sin duda, esa persona era la hostia. No pensaba hacer más caso a los carteles de búsqueda en mucho tiempo. No era una mala persona y había quedado demostrado.
El espadachín se tiró dos malditas horas tumbado en la arena. La joven se dedicó a estar sentada cerca de él, algo a su bola y mirando todo el tiempo al bosque al cielo. No se pudo creer que el pirata estuviese tomando de verdad el Sol. No estaba acostumbrada a aquel tipo de cosas, pero supuso que debía de ser algo normal en él. Sus pensamientos no eran sobre grandes cosas, más bien sobre qué pensaba comer esa noche o qué haría. Estuvo con los ojos cerrados durante los últimos veinte minutos, sin dirigirle la palabra a nadie.
Por fin el pájaro reaccionó y se puso a hablar sobre una civilización de hace años y tesoros. Si podía empezar con mucho dinero sería algo grandioso. La rubia entonces mostró una sonrisa algo siniestra. No tardó en seguir a aquel hombre tan tranquilamente hacia el interior de aquella enorme jungla. Estaba muy a gusto con la sudadera y no tardó nada en soltar un suspiro mientras avanzaba despacio por el lugar. No se dio cuenta de que estaban rodeados de lagartos de gran tamaño hasta que el hombre de fuego lo dijo. La joven simplemente ladeó un poco su cabeza y miró aquellos seres con calma. Eran bastantes, pero el grupo de ellos parecía ser mucho más. La chica entonces se acercó al hombre rubio (Therax) y trató de colocarle una mano en el hombro.
- ¿Tú quién eres? Me mola tu rollo, colega ¡Choquemos!
Pasó monumentalmente de aquellos bichos y estiró el puño hacia el hombre de cabellos rubios esperando a que él también uniese los nudillos. La personalidad de Reika era bastante tirando a la de un chico más que de una chica, pero siempre se había comportado así desde que era pequeña, por lo que no se avergonzaba de ello.
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Una decisión irresponsable precedió a la siguiente y Zane acabó invitando a los desconocidos a unirse a su caza del tesoro. ¿Acaso era estúpido? Cuantas más cabezas a repartir, menos dinero tocaba a cada uno.
Lo lógico habría sido formar un grupo reducido pero poderoso. Cuatro personas eran más que suficientes.
Y aquella era la idea original, ¿no? Un grupo pequeño, infiltración, búsqueda del tesoro, repartir a partes iguales.
Sin embargo, veía ante mis ojos como el capitán tiraba el plan original por la borda como si no importase.
Si ni siquiera era capaz de mantener su palabra, ¿qué clase de capitán era el pollo en llamas? ¿Y cómo pretendía que me uniese a su tripulación, si demostraba que su palabra valía tan poco?
Emití un suspiro de resignación al tiempo que rebuscaba en mi bolso. El tipo se había tumbado tan pancho a tomar el sol, así que teníamos libertad de movimiento hasta que ese impresentable decidiese hacer algo de provecho. Lo que me daba la oportunidad de investigar.
Nunca había estado en una isla primitiva, después de todo. Quizá Little Garden era la única de todo Grand Line, y no iba a perder la ocasión de estudiarla.
Klaus levitaba a mi alrededor con curiosidad.
- ¿Qué haces, maestra?
- Voy a investigar un poco. No todos los días se tiene la oportunidad de estudiar plantas tan primitivas como estas... Y la fauna también debe ser impresionante... -musité, casi para mí, al tiempo que me acercaba a la vegetación colindante y extraía un trozo de hoja para luego meterla en una bolsita. Eso lo examinaría más a fondo en el barco. Cogí la lupa y la pasé por la superficie de madera del árbol más cercano, estudiándolo de cerca con mirada crítica y emitiendo gruñidos aquí y allá.
Continué con la arena que pisábamos, pasando por las extrañas flores y la fuerte hierba, olisqueando la tierra y atreviéndome a dar un lametón a una hoja, para luego estudiar su desagradable sabor. No era venenosa, pero tampoco comestible. Probablemente algún animal había marcado territorio sobre ella.
- Eres muy rara, maestra -comentó Klaus-. Puedo analizar eso por ti si quieres -se ofreció a continuación.
- ¿Puedes? Te lo agradecería enormemente, Klaus -respondí, entregándole el trozo de hoja en la bolsita de plástico-. Si puedes decirme los componentes de la planta, y ya que estás analizar la antigüedad de la arena de la playa. Ah, y también... -me corté a mí misma al chocar contra la espalda de alguien. Estaba caminando marcha atrás y con la vista fija en lo que me rodeaba, así que no me había dado cuenta de que tenía a alguien detrás-. Ah, perdón -me disculpé automáticamente, para volverme y ver a Spanner. También tenía toda la pinta de estar estudiando la zona. No debería haberme disculpado. Le dediqué una mirada de desprecio antes de seguir caminando para alejarme de él y continuar mi estudio en paz. No tenía ganas de soportar sus comentarios mordaces.
Tras dos horas de exploración y estudio, Zane emitió un grito con intención de reunirnos.
- A buenas horas, caprichoso de mi... -me tragué el final de aquella oración y me acerqué a él para escuchar lo que tenía que decir. Suspiré con resignación. Tal y como esperaba, ahora estaba ofreciendo a todas aquellas personas la oportunidad de ganar oro, lo que implicaba menos oro para mí. Y eso no me gustaba nada. No se me daba bien compartir. Bueno... eso era mentira, pero de todas maneras, no me gustaba compartir el oro. Sí, eso era más acertado.
Y finalmente, nos adentramos en las profundidades de la selva, ante lo que activé el haki de observación casi involuntariamente. Territorio desconocido, nerviosismo, desconocimiento... esas cosas. Lo normal era mantenerse alerta, agudizar todos los sentidos.
Había un montón de criaturas correteando por las cercanías y, con el ruido que estábamos haciendo, no tardarían en venir a investigar.
Zane nos fue abriendo paso con sus katanas.
Yo caminaba casi en la retaguardia, deteniéndome cada vez que me topaba con una planta que no había visto antes, o un insecto gigantesco.
Antes de que nos diéramos cuenta, unas criaturas se apresuraron a rodearnos. Pude oír sus pisadas acercándose. Sabían perfectamente dónde estábamos. Demasiado ruidosos. ¿No sabían caminar sin hacer ruido?
Se trataba de lagartos grandes, con las patas traseras mucho más grandes y desarrolladas que las delanteras, y cola larga...
Yo ya había visto a esos bichos antes.
- Velocirraptores. Maravilloso -me limité a soltar, con marcado sarcasmo.
Los velocirraptores a los que me había enfrentado con anterioridad habían resultado ser bastante débiles. No era ni la mitad de fuerte que en aquellos momentos y, aún así, no me había supuesto un especial esfuerzo derrotarlos y noquearlos, sin siquiera utilizar la munición.
Su carne era fácil de cortar.
Así que desenfundé las dagas de mis botas y me coloqué en posición ofensiva, con las dagas frente al pecho, antes de dar un bocado al aire como amenaza y lanzarme a por el lagarto más cercano. Las dagas enviaron ondas cortantes que atravesaron su piel con relativa facilidad y provocaron cortes de profundidad media.
- Son fáciles de derrotar. Pensad en ellos como si fueran cerdos grandotes -comenté a los demás, antes de evitar el mordisco de las relativamente grandes fauces de la lagartija con gigantismo, y proceder a apuñalar a la criatura en el pecho. El animal chilló. Le di una patada para arrancar la daga de sus adentros y recuperarla, y el dinosaurio se desplomó.
"Siguiente.", pensé, al tiempo que mis ojos se oscurecían y los demás velocirraptores se enfadaban y se abalanzaban sobre nosotros.
Al tiempo que los "pequeños" lagartos se nos echaban encima con rugidos enfurecidos tras presenciar el asesinato de su compañero,
pude notar movimiento en las ramas del fondo. Movimiento en las alturas. Movimiento de algo grande.
- Oh-oh... -solté, al tiempo que cuatro o cinco dinosaurios más aparecían en escena, estos bastante más grandes que los anteriores. Debían superar los cinco metros de altura. Parecían la versión gigante de los velocirraptores, con patitas delanteras exageradamente cortas, lo que significaba...
"Tiranosaurus rex", identifiqué para mis adentros, apretando las dagas y observando con pavor la gigantesca cabeza de aquellas criaturas. Nos podían tragar enteros sin inmutarse.
Pero los tiranosauros parecían más interesados en los velocirraptores, porque se pusieron a cazarlos delante de nuestras narices.
- ¡Mejor nos vamos de aquí si no queremos convertirnos en el segundo plato! -dije, más alto de lo que pretendía, al tiempo que todos mis sentidos me gritaban que echase a correr.
Lo lógico habría sido formar un grupo reducido pero poderoso. Cuatro personas eran más que suficientes.
Y aquella era la idea original, ¿no? Un grupo pequeño, infiltración, búsqueda del tesoro, repartir a partes iguales.
Sin embargo, veía ante mis ojos como el capitán tiraba el plan original por la borda como si no importase.
Si ni siquiera era capaz de mantener su palabra, ¿qué clase de capitán era el pollo en llamas? ¿Y cómo pretendía que me uniese a su tripulación, si demostraba que su palabra valía tan poco?
Emití un suspiro de resignación al tiempo que rebuscaba en mi bolso. El tipo se había tumbado tan pancho a tomar el sol, así que teníamos libertad de movimiento hasta que ese impresentable decidiese hacer algo de provecho. Lo que me daba la oportunidad de investigar.
Nunca había estado en una isla primitiva, después de todo. Quizá Little Garden era la única de todo Grand Line, y no iba a perder la ocasión de estudiarla.
Klaus levitaba a mi alrededor con curiosidad.
- ¿Qué haces, maestra?
- Voy a investigar un poco. No todos los días se tiene la oportunidad de estudiar plantas tan primitivas como estas... Y la fauna también debe ser impresionante... -musité, casi para mí, al tiempo que me acercaba a la vegetación colindante y extraía un trozo de hoja para luego meterla en una bolsita. Eso lo examinaría más a fondo en el barco. Cogí la lupa y la pasé por la superficie de madera del árbol más cercano, estudiándolo de cerca con mirada crítica y emitiendo gruñidos aquí y allá.
Continué con la arena que pisábamos, pasando por las extrañas flores y la fuerte hierba, olisqueando la tierra y atreviéndome a dar un lametón a una hoja, para luego estudiar su desagradable sabor. No era venenosa, pero tampoco comestible. Probablemente algún animal había marcado territorio sobre ella.
- Eres muy rara, maestra -comentó Klaus-. Puedo analizar eso por ti si quieres -se ofreció a continuación.
- ¿Puedes? Te lo agradecería enormemente, Klaus -respondí, entregándole el trozo de hoja en la bolsita de plástico-. Si puedes decirme los componentes de la planta, y ya que estás analizar la antigüedad de la arena de la playa. Ah, y también... -me corté a mí misma al chocar contra la espalda de alguien. Estaba caminando marcha atrás y con la vista fija en lo que me rodeaba, así que no me había dado cuenta de que tenía a alguien detrás-. Ah, perdón -me disculpé automáticamente, para volverme y ver a Spanner. También tenía toda la pinta de estar estudiando la zona. No debería haberme disculpado. Le dediqué una mirada de desprecio antes de seguir caminando para alejarme de él y continuar mi estudio en paz. No tenía ganas de soportar sus comentarios mordaces.
Tras dos horas de exploración y estudio, Zane emitió un grito con intención de reunirnos.
- A buenas horas, caprichoso de mi... -me tragué el final de aquella oración y me acerqué a él para escuchar lo que tenía que decir. Suspiré con resignación. Tal y como esperaba, ahora estaba ofreciendo a todas aquellas personas la oportunidad de ganar oro, lo que implicaba menos oro para mí. Y eso no me gustaba nada. No se me daba bien compartir. Bueno... eso era mentira, pero de todas maneras, no me gustaba compartir el oro. Sí, eso era más acertado.
Y finalmente, nos adentramos en las profundidades de la selva, ante lo que activé el haki de observación casi involuntariamente. Territorio desconocido, nerviosismo, desconocimiento... esas cosas. Lo normal era mantenerse alerta, agudizar todos los sentidos.
Había un montón de criaturas correteando por las cercanías y, con el ruido que estábamos haciendo, no tardarían en venir a investigar.
Zane nos fue abriendo paso con sus katanas.
Yo caminaba casi en la retaguardia, deteniéndome cada vez que me topaba con una planta que no había visto antes, o un insecto gigantesco.
Antes de que nos diéramos cuenta, unas criaturas se apresuraron a rodearnos. Pude oír sus pisadas acercándose. Sabían perfectamente dónde estábamos. Demasiado ruidosos. ¿No sabían caminar sin hacer ruido?
Se trataba de lagartos grandes, con las patas traseras mucho más grandes y desarrolladas que las delanteras, y cola larga...
Yo ya había visto a esos bichos antes.
- Velocirraptores. Maravilloso -me limité a soltar, con marcado sarcasmo.
Los velocirraptores a los que me había enfrentado con anterioridad habían resultado ser bastante débiles. No era ni la mitad de fuerte que en aquellos momentos y, aún así, no me había supuesto un especial esfuerzo derrotarlos y noquearlos, sin siquiera utilizar la munición.
Su carne era fácil de cortar.
Así que desenfundé las dagas de mis botas y me coloqué en posición ofensiva, con las dagas frente al pecho, antes de dar un bocado al aire como amenaza y lanzarme a por el lagarto más cercano. Las dagas enviaron ondas cortantes que atravesaron su piel con relativa facilidad y provocaron cortes de profundidad media.
- Son fáciles de derrotar. Pensad en ellos como si fueran cerdos grandotes -comenté a los demás, antes de evitar el mordisco de las relativamente grandes fauces de la lagartija con gigantismo, y proceder a apuñalar a la criatura en el pecho. El animal chilló. Le di una patada para arrancar la daga de sus adentros y recuperarla, y el dinosaurio se desplomó.
"Siguiente.", pensé, al tiempo que mis ojos se oscurecían y los demás velocirraptores se enfadaban y se abalanzaban sobre nosotros.
Al tiempo que los "pequeños" lagartos se nos echaban encima con rugidos enfurecidos tras presenciar el asesinato de su compañero,
pude notar movimiento en las ramas del fondo. Movimiento en las alturas. Movimiento de algo grande.
- Oh-oh... -solté, al tiempo que cuatro o cinco dinosaurios más aparecían en escena, estos bastante más grandes que los anteriores. Debían superar los cinco metros de altura. Parecían la versión gigante de los velocirraptores, con patitas delanteras exageradamente cortas, lo que significaba...
"Tiranosaurus rex", identifiqué para mis adentros, apretando las dagas y observando con pavor la gigantesca cabeza de aquellas criaturas. Nos podían tragar enteros sin inmutarse.
Pero los tiranosauros parecían más interesados en los velocirraptores, porque se pusieron a cazarlos delante de nuestras narices.
- ¡Mejor nos vamos de aquí si no queremos convertirnos en el segundo plato! -dije, más alto de lo que pretendía, al tiempo que todos mis sentidos me gritaban que echase a correr.
Luka Rooney
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“Tampoco está mal dar un poco de diversión a la vida, ¿no? Sobre todo a ese de ahí, el que ha comido tierra. Ese a la siguiente aterriza bien, te lo digo yo” Pensé mientras se me escapaba una ligera sonrisa.
Primero el hombre al que acompañaba un perro. O quizá era al revés. Después la niña bajita. Luego el tipo más raro de la tripulación, visualmente hablando. Y finalmente el más elegante de todos, Zane. Que salió volando con dos compañeros más.
“Vaya, es usuario…”
Todos, salvo este último, me habían dirigido sendas miradas que había tratado de contestar con muecas diferentes, aunque solo supiera mostrar mi arrepentimiento con una de ellas.
Afortunadamente para mí, nadie recriminó mi actitud más allá de las miradas. En gran parte debido a que nos habíamos encontrado con dos personas más allí, a las que Zane invitó generosamente a unirse a nosotros. “Nosotros”. Parecía que ya formaba parte de algo, pero que Zane invitase tan fácilmente a la gente, y viendo que eran tan pocos en su tripulación, empezó a darme mala espina.
“Quizá me vayan a usar para algo. Puede que quieran que les ayude y después me ataquen. ¿Qué debo hacer?” Examiné a cada uno de aquellos piratas. Vi sus rasgos, sus armas, su forma de ser en aquél momento.
Sin duda, el más despreocupado era Zane, quien se había tumbado a tomar el sol como si de unas vacaciones se tratase. Luego estaba aquella mujer pequeña, que empezó a lamer plantas y palpar el suelo.
“No sé si tiene hambre, es ciega o le gusta el riesgo...” No podía terminar de creerlo. ¿Pero qué pasaba con aquella gente?
Me marché hacia el mar de nuevo, aunque estábamos al lado, para estar a solas un momento. Era la mejor decisión, así nadie me diría nada sobre aquel “pequeño” incidente. Si algo me habían mostrado, es que era gente con recursos, cuanto menos.
Empecé a ojear el mar y pensarme seriamente si huir. Aquello empezaba a darme muy mala espina. No había plan, todos eran raros, y empezaba a desconfiar bastante de aquella gente… Pero entonces Zane intentó reunirnos a todos.
“Sólo han tardado como dos horas. Espero que sean más rápidos a la hora de la verdad”
Parece que los dos nuevos ya estaban instaurados con nosotros. Así dicho parece que yo fuese un veterano…
Zane nos comentó el plan. Aunque llamarlo plan es bastante generoso.
“Pirata. Tesoro. Problemas.” Ladeé la cabeza. Y yo que pensaba que era un tópico. Pues no. No lo era. Los piratas iban en busca de tesoros. Y allí estaba yo, en medio de todo.
Como si fueramos niños, Zane dijo que levantase la mano quien se quisiera unir. Arqueé la ceja sin levantar la mano y les seguí. Era curioso como cada uno parecía ir a su bola. Empecé a esquivar las plantas y partir las que me estorbaban mientras veía como el resto iban sorteándolas como si nada.
“Quién midiese un metro menos en estas circunstancias” No pude evitar mirar a aquella niña bajita con cara de asco. Aunque no tardé en desviar la mirada cuando ella miro hacia atrás, esperando que no viese mi gesto.
Había algo en aquella mujer que no me gustaba. Quizá sentía miedo, quizá desconfianza. Algo ocultaba. Tenía que ser muy fuerte para estar con el resto de piratas… Pero su apariencia decía lo contrario.
Iba tan inmerso en mis pensamientos que choqué con aquel chucho sin querer.
- Lo siento, estás demasiado abajo y no te he visto. – Fingí una ligera sonrisa mientras bajaba a acariciarle. Aunque me frenó en seco cuando empezó a ladrarme. Justo en ese momento Zane nos dijo que estábamos siendo acompañados.
“Bueno, esas criaturas no parecen muy fuertes. Además, tampoco son altas.”
Adopté una posición defensiva mientras veía como el resto se movilizaba. No iba a dar un paso hasta que no fuese estrictamente necesario. No terminaba de fiarme, y no iba a arriesgar mi vida por un tipo al que apenas conocía.
Vi como la niña empezó a moverse de manera bastante ágil y apuñalaba a uno de aquellos bichos.
Eso hizo que el resto se enfurecieran y viniesen a por nosotros. Justo enfrente de mí uno venía a toda velocidad. Ladeé la cabeza y me crují los nudillos. Flexioné levemente las rodillas dispuesto a recibir el impacto y frenarlo y cerré los ojos.
“3…2…1… ….1…. …. ¿1?”
Volví a abrir los ojos y vi como un bicho mucho más grande se estaba comiendo al primero.
“¿Pero qué….?”
La mujer instó a que nos marchásemos. Y entonces empezaba la parte que más detestaba de cualquier reyerta. La huida. Era el peor del mundo huyendo. No era veloz, no era ágil, no era alguien que huyese de una pelea.
Pero qué le vamos a hacer. Eran bichos, bichos más grandes que yo. No estaba acostumbrado a ver algo tan grande. De echo, no era muy común ver algo más grande que yo.
Salí corriendo detrás de aquella chica mientras me fijaba en el cielo.
- Mirad, allí arriba también hay.- Pensé a la par que me imaginaba lo mal que lo pasaría si uno de esos me llevaba volando por ahí. – Y yo… no sé volar. – Susurré eso último esperando que nadie lo oyese.
Primero el hombre al que acompañaba un perro. O quizá era al revés. Después la niña bajita. Luego el tipo más raro de la tripulación, visualmente hablando. Y finalmente el más elegante de todos, Zane. Que salió volando con dos compañeros más.
“Vaya, es usuario…”
Todos, salvo este último, me habían dirigido sendas miradas que había tratado de contestar con muecas diferentes, aunque solo supiera mostrar mi arrepentimiento con una de ellas.
Afortunadamente para mí, nadie recriminó mi actitud más allá de las miradas. En gran parte debido a que nos habíamos encontrado con dos personas más allí, a las que Zane invitó generosamente a unirse a nosotros. “Nosotros”. Parecía que ya formaba parte de algo, pero que Zane invitase tan fácilmente a la gente, y viendo que eran tan pocos en su tripulación, empezó a darme mala espina.
“Quizá me vayan a usar para algo. Puede que quieran que les ayude y después me ataquen. ¿Qué debo hacer?” Examiné a cada uno de aquellos piratas. Vi sus rasgos, sus armas, su forma de ser en aquél momento.
Sin duda, el más despreocupado era Zane, quien se había tumbado a tomar el sol como si de unas vacaciones se tratase. Luego estaba aquella mujer pequeña, que empezó a lamer plantas y palpar el suelo.
“No sé si tiene hambre, es ciega o le gusta el riesgo...” No podía terminar de creerlo. ¿Pero qué pasaba con aquella gente?
Me marché hacia el mar de nuevo, aunque estábamos al lado, para estar a solas un momento. Era la mejor decisión, así nadie me diría nada sobre aquel “pequeño” incidente. Si algo me habían mostrado, es que era gente con recursos, cuanto menos.
Empecé a ojear el mar y pensarme seriamente si huir. Aquello empezaba a darme muy mala espina. No había plan, todos eran raros, y empezaba a desconfiar bastante de aquella gente… Pero entonces Zane intentó reunirnos a todos.
“Sólo han tardado como dos horas. Espero que sean más rápidos a la hora de la verdad”
Parece que los dos nuevos ya estaban instaurados con nosotros. Así dicho parece que yo fuese un veterano…
Zane nos comentó el plan. Aunque llamarlo plan es bastante generoso.
“Pirata. Tesoro. Problemas.” Ladeé la cabeza. Y yo que pensaba que era un tópico. Pues no. No lo era. Los piratas iban en busca de tesoros. Y allí estaba yo, en medio de todo.
Como si fueramos niños, Zane dijo que levantase la mano quien se quisiera unir. Arqueé la ceja sin levantar la mano y les seguí. Era curioso como cada uno parecía ir a su bola. Empecé a esquivar las plantas y partir las que me estorbaban mientras veía como el resto iban sorteándolas como si nada.
“Quién midiese un metro menos en estas circunstancias” No pude evitar mirar a aquella niña bajita con cara de asco. Aunque no tardé en desviar la mirada cuando ella miro hacia atrás, esperando que no viese mi gesto.
Había algo en aquella mujer que no me gustaba. Quizá sentía miedo, quizá desconfianza. Algo ocultaba. Tenía que ser muy fuerte para estar con el resto de piratas… Pero su apariencia decía lo contrario.
Iba tan inmerso en mis pensamientos que choqué con aquel chucho sin querer.
- Lo siento, estás demasiado abajo y no te he visto. – Fingí una ligera sonrisa mientras bajaba a acariciarle. Aunque me frenó en seco cuando empezó a ladrarme. Justo en ese momento Zane nos dijo que estábamos siendo acompañados.
“Bueno, esas criaturas no parecen muy fuertes. Además, tampoco son altas.”
Adopté una posición defensiva mientras veía como el resto se movilizaba. No iba a dar un paso hasta que no fuese estrictamente necesario. No terminaba de fiarme, y no iba a arriesgar mi vida por un tipo al que apenas conocía.
Vi como la niña empezó a moverse de manera bastante ágil y apuñalaba a uno de aquellos bichos.
Eso hizo que el resto se enfurecieran y viniesen a por nosotros. Justo enfrente de mí uno venía a toda velocidad. Ladeé la cabeza y me crují los nudillos. Flexioné levemente las rodillas dispuesto a recibir el impacto y frenarlo y cerré los ojos.
“3…2…1… ….1…. …. ¿1?”
Volví a abrir los ojos y vi como un bicho mucho más grande se estaba comiendo al primero.
“¿Pero qué….?”
La mujer instó a que nos marchásemos. Y entonces empezaba la parte que más detestaba de cualquier reyerta. La huida. Era el peor del mundo huyendo. No era veloz, no era ágil, no era alguien que huyese de una pelea.
Pero qué le vamos a hacer. Eran bichos, bichos más grandes que yo. No estaba acostumbrado a ver algo tan grande. De echo, no era muy común ver algo más grande que yo.
Salí corriendo detrás de aquella chica mientras me fijaba en el cielo.
- Mirad, allí arriba también hay.- Pensé a la par que me imaginaba lo mal que lo pasaría si uno de esos me llevaba volando por ahí. – Y yo… no sé volar. – Susurré eso último esperando que nadie lo oyese.
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«Bla, bla, bla... Palabras, palabras... Aburriiiiido». Emitió un suspiro de agotamiento mientras su capitán conversaba con el gigantesco ingrediente que había subido a cubierta. ¿No sabía que con la comida no se jugaba? Era enorme, así que habría pescado de sobra por lo menos para varias semanas. El simple hecho de pensarlo hacía que le rugiera el estómago, pero el capitán parecía tener otras intenciones. Qué forma más tonta de desperdiciar la comida... Sí, bueno, era muy impresionante que el pez supiera hablar, tuviera brazos, piernas y una apariencia relativamente humana, ¡pero él tenía hambre! ¡¿Acaso nadie se preocupaba del estómago del pobre Hou?! No solo eso, sino que encima le iba a tocar darle de comer. ¿Zane quería una mascota? Pues había escogido una demasiado grande y fea. En fin, qué se le iba a hacer.
- Pues os tendréis que apañar con algo más normalito si viene con nosotros -increpó el castaño, cruzándose de brazos y mirando hacia otro lado, casi haciendo un puchero.
A decir verdad, ni siquiera se había enterado de por qué el medio-pez había subido a cubierta ni qué asuntos tenía el pelirrojo con él. Quizá tendría que haber prestado algo más de atención, pero el hambre y el aburrimiento le desconcentraban. Más, quiero decir. Se separó del grupo y se fue sentarse justo al lado del mástil, apoyando la espalda contra la madera del mismo y cerrando los ojos, esperando a que terminasen con sus cosas. Era la primera vez en mucho tiempo que se le veía molesto por algo. «La comida es algo sagrado, idiotas», les reñía en su mente, casi pudiendo escuchar la risa del mono loco resonando como un eco en su cabeza. «Cállate. Tengo hambre».
Finalmente, tras haber comenzado a cabecear, los gritos del primero de abordo le hicieron volver a la realidad. Ya habían tomado una decisión. No sabía cuál ni cómo le afectaba, pero tampoco le importaba demasiado. Viniendo del espadachín, lo más probable es que fuera algo divertido... Excepto si tenía que ver con la comida.
El plan era abandonar el barco subidos en dos botes siendo escoltados por el tiburón. ¿Por qué? Ni idea, pero supuso que algo le pasaba al barco. Esperaba que no fuera una embarcación demasiado cara o alguien se lamentaría por la pérdida. En cualquier caso, debían aproximarse hasta la playa de Little Garden, que les esperaba unas cuantas decenas de metros más allá. Sin demorarse más, dio un salto desde cubierta y se subió al mismo bote que Zane y Spanner. Los ambarinos ojos de Hou examinaron al segundo con meticulosidad. Nunca había estado tan cerca de él. El tipejo era un tanto distante, incluso soso. Uno del dúo de serios de la banda, junto a Haru, aunque al menos ella reaccionaba de forma divertida a sus provocaciones. ¿Habría alguna forma de lograr lo mismo en él?
- ¿Ah?
De repente el bote comenzó a hundirse, poco después de que el contrario saliera por los aires. ¿Culpa del tiburón? «¡Eso es lo que ocurre cuando le das comida a un animal salvaje!» Y aunque debía mostrarse molesto, lo cierto es que el castaño no pudo evitar echarse a reír. Si los del otro barco se caían al agua estarían en problemas, aunque no se paró a pensar en que él estaba en una situación similar, si no peor. Por suerte para él, el "Pollo de Abordo" se aseguró de que tanto él como Spanner llegaran a tierra sin poner un solo pie en el agua.
- Jo... La llegada con el otro bote parecía mucho más divertida.
Ya en tierra, pudo percatarse de la presencia de alguien más en la isla: una mujer. Desentendiéndose de las posibles sospechas que comenzaban a girar en torno al gyojin, así como de la recién llegada que parecía estar congeniando bastante bien con Zane, Hou se limitó a ignorar al resto del grupo y comenzó a avanzar por su cuenta, bordeando la frontera entre la playa y la jungla. Extraños sonidos provenientes desde lo profundo de la arboleda despertaban la curiosidad del chico, que intentaba vislumbrar algo entre la maleza sin muchos resultados. Nunca antes había visto una vegetación tan brutal y salvaje, al menos que él recordase. Si la fauna era proporcional a la misma, seguro que podría olvidar el asunto del medio-pez y buscar algún sustituto del mismo para sus platos.
«Decidido, ese será mi objetivo aquí».
- A mi me da igual ser rico -inquirió de repente Hou, una vez el capitán les llamó para explicarles el plan.- Pero ese tesoro podrá invertirse en muuucha comida... O puede que el tesoro sea comida... ¡Pero si hay una corona me la quedo! Esas son mis condiciones.
Considerando esto un trato justo, se dispuso a seguir al capitán y al resto del grupo hacia el interior de la densa jungla, donde los problemas no tardarían en aparecer. Era un tanto complicado avanzar a través de la espesa vegetación, o lo habría sido para cualquier humano corriente. En el caso del castaño, que se movía con gracilidad por aquel terreno, no supuso mayores problemas. Eso sí, sus pies descalzos no tardarían en ponerse completamente negros. Tal vez debiera haber cogido calzado, no fuera a morderle una araña o una serpiente en el meñique. Seguro que no era una sensación agradable.
Cuando quiso darse cuenta, extraños lagartos de un enorme tamaño aparecieron ante ellos, rodeándoles. Si bien debía sentirse amenazado, lo único que surgió en él como reacción fue una emoción casi infinita.
- ¡Woooooh! Sí que son grandes estas cosas... ¿Sabrán bien? -exclamó, avanzando con el cuerpo levemente inclinado, moviendo los dedos de las manos, deseando echar mano a esa jugosa carne de reptil- ¡Vamos a comprobarlo!
Haru se le había adelantado, así como alguno de sus demás compañeros, pero poco importaba. Cuantos más matasen, más carne podrían coger para la cena. Sin más, salió disparado directamente hacia los raptores, concretamente hacia uno de los más grandes del grupo. El bicho reaccionó de forma violenta, cargando contra él y obligándole a evadir un mordisco que le rasgó la camisa. Un gruñido salió de la garganta de Hou, que frunció el ceño.
- ¡Que la ropa no me sobra!
Y saltó sobre el dinosaurio, subiéndose encima del mismo. La criatura comenzó a dar saltos, coces, mordiscos hacia los lados y a chocar violentamente contra árboles y rocas por igual con la intención de quitarse al joven pirata de encima. Parecía un toro enrabietado más que un lagarto hormonado, la verdad. Por suerte para él, su superior fuerza y agilidad evitaron que cayera de este y, entre el caos de la batalla, ambos comenzaron a alejarse del lugar estruendosamente.
«Este bicho se mueve mucho... ¡Y su piel es demasiado dura!», se quejaba para sus adentros mientras le mordía y baboseaba la cabeza al velocirraptor, intentando dejarle fuera de combate inútilmente. Sus dientes no estaban hechos para atravesar a esa cosa. Pese a ello, la insistencia del muchacho tuvo como resultado que el pobre animal se alterase aún más, perdiendo la concentración y, a su vez, el equilibrio. Rodaron por el suelo durante varios metros, aplastando ramas, arbustos y algo similar a una ardilla, que quedó espachurrada frente al peso combinado del humano y el raptor. Un minuto después, lograron volver a la situación inicial, con el lagarto en pie y Hou sobre él, aunque el primero permanecía inmóvil por alguna extraña razón.
- ¡Ja! ¿Te has rendido ya? ¡Asume tu lugar en mi estómago, pollito! -exclamó el castaño.
Al tiempo que pronunció aquella última sílaba, algo húmedo y pegajoso cayó sobre el hombro del pirata, como una enorme gota de lluvia, pero mucho más asquerosa. Lentamente, su mirada ambarina fue alzándose hasta dar con el origen de aquella sustancia. Dientes afilados como espadas adornaban las fauces de aquella mole de puro músculo y agresividad. Sus ojos se mantenían clavados sobre el chico, que se había quedado paralizado. Era la cosa más grande que había visto en toda su vida.
- ¡¡¡Cómo mola!!! ¿Es tu mamá? -gritó a la vez que el gigantesco dinosaurio, cuyo rugido le llenó de babas- Vale, eso no tanto... ¡Uoh!
Tuvo que aferrarse al raptor con las piernas para no caer, pues había comenzado a correr a toda velocidad en dirección contraria a la bestia. El spinosaurus comenzó a perseguirles a una velocidad frenética, haciendo temblar la tierra con cada zancada que daba. La desesperación se dibujaba en los ojos del más pequeño, que corría cargando con el castaño con toda su energía, mientras que este último disfrutaba de la carrera como un niño pequeño. ¿Sería él el primer jinete de velocirraptor?
- ¡Te llamaré Shieng, porque eres igual de calvo! ¡Corre Shieng! ¡Corre!
Avanzaban, cómo no, directamente hacia el grupo de la banda pirata.
- Pues os tendréis que apañar con algo más normalito si viene con nosotros -increpó el castaño, cruzándose de brazos y mirando hacia otro lado, casi haciendo un puchero.
A decir verdad, ni siquiera se había enterado de por qué el medio-pez había subido a cubierta ni qué asuntos tenía el pelirrojo con él. Quizá tendría que haber prestado algo más de atención, pero el hambre y el aburrimiento le desconcentraban. Más, quiero decir. Se separó del grupo y se fue sentarse justo al lado del mástil, apoyando la espalda contra la madera del mismo y cerrando los ojos, esperando a que terminasen con sus cosas. Era la primera vez en mucho tiempo que se le veía molesto por algo. «La comida es algo sagrado, idiotas», les reñía en su mente, casi pudiendo escuchar la risa del mono loco resonando como un eco en su cabeza. «Cállate. Tengo hambre».
Finalmente, tras haber comenzado a cabecear, los gritos del primero de abordo le hicieron volver a la realidad. Ya habían tomado una decisión. No sabía cuál ni cómo le afectaba, pero tampoco le importaba demasiado. Viniendo del espadachín, lo más probable es que fuera algo divertido... Excepto si tenía que ver con la comida.
El plan era abandonar el barco subidos en dos botes siendo escoltados por el tiburón. ¿Por qué? Ni idea, pero supuso que algo le pasaba al barco. Esperaba que no fuera una embarcación demasiado cara o alguien se lamentaría por la pérdida. En cualquier caso, debían aproximarse hasta la playa de Little Garden, que les esperaba unas cuantas decenas de metros más allá. Sin demorarse más, dio un salto desde cubierta y se subió al mismo bote que Zane y Spanner. Los ambarinos ojos de Hou examinaron al segundo con meticulosidad. Nunca había estado tan cerca de él. El tipejo era un tanto distante, incluso soso. Uno del dúo de serios de la banda, junto a Haru, aunque al menos ella reaccionaba de forma divertida a sus provocaciones. ¿Habría alguna forma de lograr lo mismo en él?
- ¿Ah?
De repente el bote comenzó a hundirse, poco después de que el contrario saliera por los aires. ¿Culpa del tiburón? «¡Eso es lo que ocurre cuando le das comida a un animal salvaje!» Y aunque debía mostrarse molesto, lo cierto es que el castaño no pudo evitar echarse a reír. Si los del otro barco se caían al agua estarían en problemas, aunque no se paró a pensar en que él estaba en una situación similar, si no peor. Por suerte para él, el "Pollo de Abordo" se aseguró de que tanto él como Spanner llegaran a tierra sin poner un solo pie en el agua.
- Jo... La llegada con el otro bote parecía mucho más divertida.
Ya en tierra, pudo percatarse de la presencia de alguien más en la isla: una mujer. Desentendiéndose de las posibles sospechas que comenzaban a girar en torno al gyojin, así como de la recién llegada que parecía estar congeniando bastante bien con Zane, Hou se limitó a ignorar al resto del grupo y comenzó a avanzar por su cuenta, bordeando la frontera entre la playa y la jungla. Extraños sonidos provenientes desde lo profundo de la arboleda despertaban la curiosidad del chico, que intentaba vislumbrar algo entre la maleza sin muchos resultados. Nunca antes había visto una vegetación tan brutal y salvaje, al menos que él recordase. Si la fauna era proporcional a la misma, seguro que podría olvidar el asunto del medio-pez y buscar algún sustituto del mismo para sus platos.
«Decidido, ese será mi objetivo aquí».
- A mi me da igual ser rico -inquirió de repente Hou, una vez el capitán les llamó para explicarles el plan.- Pero ese tesoro podrá invertirse en muuucha comida... O puede que el tesoro sea comida... ¡Pero si hay una corona me la quedo! Esas son mis condiciones.
Considerando esto un trato justo, se dispuso a seguir al capitán y al resto del grupo hacia el interior de la densa jungla, donde los problemas no tardarían en aparecer. Era un tanto complicado avanzar a través de la espesa vegetación, o lo habría sido para cualquier humano corriente. En el caso del castaño, que se movía con gracilidad por aquel terreno, no supuso mayores problemas. Eso sí, sus pies descalzos no tardarían en ponerse completamente negros. Tal vez debiera haber cogido calzado, no fuera a morderle una araña o una serpiente en el meñique. Seguro que no era una sensación agradable.
Cuando quiso darse cuenta, extraños lagartos de un enorme tamaño aparecieron ante ellos, rodeándoles. Si bien debía sentirse amenazado, lo único que surgió en él como reacción fue una emoción casi infinita.
- ¡Woooooh! Sí que son grandes estas cosas... ¿Sabrán bien? -exclamó, avanzando con el cuerpo levemente inclinado, moviendo los dedos de las manos, deseando echar mano a esa jugosa carne de reptil- ¡Vamos a comprobarlo!
Haru se le había adelantado, así como alguno de sus demás compañeros, pero poco importaba. Cuantos más matasen, más carne podrían coger para la cena. Sin más, salió disparado directamente hacia los raptores, concretamente hacia uno de los más grandes del grupo. El bicho reaccionó de forma violenta, cargando contra él y obligándole a evadir un mordisco que le rasgó la camisa. Un gruñido salió de la garganta de Hou, que frunció el ceño.
- ¡Que la ropa no me sobra!
Y saltó sobre el dinosaurio, subiéndose encima del mismo. La criatura comenzó a dar saltos, coces, mordiscos hacia los lados y a chocar violentamente contra árboles y rocas por igual con la intención de quitarse al joven pirata de encima. Parecía un toro enrabietado más que un lagarto hormonado, la verdad. Por suerte para él, su superior fuerza y agilidad evitaron que cayera de este y, entre el caos de la batalla, ambos comenzaron a alejarse del lugar estruendosamente.
«Este bicho se mueve mucho... ¡Y su piel es demasiado dura!», se quejaba para sus adentros mientras le mordía y baboseaba la cabeza al velocirraptor, intentando dejarle fuera de combate inútilmente. Sus dientes no estaban hechos para atravesar a esa cosa. Pese a ello, la insistencia del muchacho tuvo como resultado que el pobre animal se alterase aún más, perdiendo la concentración y, a su vez, el equilibrio. Rodaron por el suelo durante varios metros, aplastando ramas, arbustos y algo similar a una ardilla, que quedó espachurrada frente al peso combinado del humano y el raptor. Un minuto después, lograron volver a la situación inicial, con el lagarto en pie y Hou sobre él, aunque el primero permanecía inmóvil por alguna extraña razón.
- ¡Ja! ¿Te has rendido ya? ¡Asume tu lugar en mi estómago, pollito! -exclamó el castaño.
Al tiempo que pronunció aquella última sílaba, algo húmedo y pegajoso cayó sobre el hombro del pirata, como una enorme gota de lluvia, pero mucho más asquerosa. Lentamente, su mirada ambarina fue alzándose hasta dar con el origen de aquella sustancia. Dientes afilados como espadas adornaban las fauces de aquella mole de puro músculo y agresividad. Sus ojos se mantenían clavados sobre el chico, que se había quedado paralizado. Era la cosa más grande que había visto en toda su vida.
- ¡¡¡Cómo mola!!! ¿Es tu mamá? -gritó a la vez que el gigantesco dinosaurio, cuyo rugido le llenó de babas- Vale, eso no tanto... ¡Uoh!
Tuvo que aferrarse al raptor con las piernas para no caer, pues había comenzado a correr a toda velocidad en dirección contraria a la bestia. El spinosaurus comenzó a perseguirles a una velocidad frenética, haciendo temblar la tierra con cada zancada que daba. La desesperación se dibujaba en los ojos del más pequeño, que corría cargando con el castaño con toda su energía, mientras que este último disfrutaba de la carrera como un niño pequeño. ¿Sería él el primer jinete de velocirraptor?
- ¡Te llamaré Shieng, porque eres igual de calvo! ¡Corre Shieng! ¡Corre!
Avanzaban, cómo no, directamente hacia el grupo de la banda pirata.
Rose D. Alviss
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Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Mis preocupaciones aumentaba a la par de que mis provisiones de chocolate disminuían. Mientras exploraba la isla pensaba en lo frustrante que es que es chocolate se acabe, por lo que meditaba en una forma de tener chocolate ilimitado o si acaso existe una akuma no mi de chocolate, una logia que provocara diabetes a mis rivales.
"Con esa fruta sería la persona más temida de todo el mundo..."
El calor apretaba y tuve que quitarme los guantes, la camiseta exterior y la bufanda, que los guardé con mis demás pertenencias. Mientras avanzaba a través de la jungla los problemas no cesaban, la temperatura no disminuía y lo que era peor, me había quedado sin chocolate, incluso el de emergencias y no tenía pinta de haber un lugar donde se venda. Tras unas horas deambulando, fatigado y con el estómago pidiendo alimento llegué a lo que parecía el otro lado de la isla, en caso de que hubiera andando en línea recta, que era improbale, a otra playa.
"Puede que la suerte me sonría por una vez."
Mis suposiciones eran correcta, divisaba un barco en la lejanía y a pie de playa dos botes y personas, siendo una de ellas un viejo conocido y mi razón de embarcarme en aquel condenado barco mercante con sus ineptos tripulantes que no sabían perder. Era Zane D. Kenshin Junior, hijo de un pirata aliado de mi padre y una de las principales razones, aunque yo creo que es la única razón, por el cual no quería mi padre que yo me hiciera pirata, pero parece ser que he salido un poco rebelde.
"El cabrón no ha cambiado una mierda."
Me reconoce al instante, yo tampoco he tenido grandes cambios de aspecto, me saluda y nos estrechamos la mano.
- Hombre cuanto tiempo piratilla. Vaya salías más favorecido en el cartel por tu cabeza - le dije con una sonrisa picarona seguido de una leve risa.
Ver caras conocidas de vez en cuando esta bien. Miré a los miembros de su tripulación, pero el hambre y el cansancio hicieron que no me fijara demasiado en ellos, hombres, mujeres, una niña y ¿un pez? Alguna vez me hablaron sobre ellos y lei algo respecto pero no me acordaba. No sabía como dirigirme a él, así que por mi bien debía aprender como se llaman o su propio nombre, si es que tienen.
Nos pasamos un par de horas en la playa sin hacer nada, Zane se dedicó a tomar el sol.
- Da igual cuanto sol tomes, lo tuyo no tiene solución - le lance la pullita, como en los viejos tiempos.
Pero en el fondo no era mal plan, no por ponerme moreno o no, sino en descansar, así que me tumbe hasta que el capitán llamo a su banda y yo, también me acerqué por curiosidad. Habló sobre un tesoro en esta isla, nos enseño un mapa y la oportunidad de ganar dinero.
"Ahora no dispongo de demasiado dinero para mis reservas de chocolate, así que no puedo desaprovechar cualquier oportunidad de conseguir más plata."
Nos adentramos en la jungla apartando toda vegetación que molestaba, a la ida mi cansancio me evitaba usar mi arma para cortarla, sólo en el caso de que me impidera moverme. Al de unos kilometros el pelirrojo nos advierte de que hay algo cerca, era verdad, eran unos reptiles grandes con patas, veloroptores o algo así los llamó la niña o mujer de poca estatura, que luego los comparó con cerdos, fue ella misma la primera en lanzarse al ataque, yo estuve apunto de sacar mi espada, pero como no conocía el poder de esos reptiles, decidí sacar las dagas para mantener la distancia.
Empezó la contienda, todos combatiendo, yo me quede en segundo plano, sólo atacaría en caso de tener a uno de esos bichos a tiro. Pero por desgracia, no estaba tan apartado del combate, uno de esos reptiles me miró fijamente y se abalanzó sobre mí, era el más pequeño y descuidado, por que descuidó su defensa a demasiada distancia, me dio la oportunidad de lanzarle sin ningún problema una daga a su cabeza quitándole la vida. La pelea nos favorecía pero parece ser que otros bichos más grandes querían unirse. La niña nos sugirió huir a causa de los nuevos contendientes, mientras uno de los compañeros venía hacía nosotros montado en uno de los reptiles.
- ¡Coño como mola! Yo también quiero domar a uno de ellos, el grande molaría - dije mientras hacía mi especialidad, correr.
"Con esa fruta sería la persona más temida de todo el mundo..."
El calor apretaba y tuve que quitarme los guantes, la camiseta exterior y la bufanda, que los guardé con mis demás pertenencias. Mientras avanzaba a través de la jungla los problemas no cesaban, la temperatura no disminuía y lo que era peor, me había quedado sin chocolate, incluso el de emergencias y no tenía pinta de haber un lugar donde se venda. Tras unas horas deambulando, fatigado y con el estómago pidiendo alimento llegué a lo que parecía el otro lado de la isla, en caso de que hubiera andando en línea recta, que era improbale, a otra playa.
"Puede que la suerte me sonría por una vez."
Mis suposiciones eran correcta, divisaba un barco en la lejanía y a pie de playa dos botes y personas, siendo una de ellas un viejo conocido y mi razón de embarcarme en aquel condenado barco mercante con sus ineptos tripulantes que no sabían perder. Era Zane D. Kenshin Junior, hijo de un pirata aliado de mi padre y una de las principales razones, aunque yo creo que es la única razón, por el cual no quería mi padre que yo me hiciera pirata, pero parece ser que he salido un poco rebelde.
"El cabrón no ha cambiado una mierda."
Me reconoce al instante, yo tampoco he tenido grandes cambios de aspecto, me saluda y nos estrechamos la mano.
- Hombre cuanto tiempo piratilla. Vaya salías más favorecido en el cartel por tu cabeza - le dije con una sonrisa picarona seguido de una leve risa.
Ver caras conocidas de vez en cuando esta bien. Miré a los miembros de su tripulación, pero el hambre y el cansancio hicieron que no me fijara demasiado en ellos, hombres, mujeres, una niña y ¿un pez? Alguna vez me hablaron sobre ellos y lei algo respecto pero no me acordaba. No sabía como dirigirme a él, así que por mi bien debía aprender como se llaman o su propio nombre, si es que tienen.
Nos pasamos un par de horas en la playa sin hacer nada, Zane se dedicó a tomar el sol.
- Da igual cuanto sol tomes, lo tuyo no tiene solución - le lance la pullita, como en los viejos tiempos.
Pero en el fondo no era mal plan, no por ponerme moreno o no, sino en descansar, así que me tumbe hasta que el capitán llamo a su banda y yo, también me acerqué por curiosidad. Habló sobre un tesoro en esta isla, nos enseño un mapa y la oportunidad de ganar dinero.
"Ahora no dispongo de demasiado dinero para mis reservas de chocolate, así que no puedo desaprovechar cualquier oportunidad de conseguir más plata."
Nos adentramos en la jungla apartando toda vegetación que molestaba, a la ida mi cansancio me evitaba usar mi arma para cortarla, sólo en el caso de que me impidera moverme. Al de unos kilometros el pelirrojo nos advierte de que hay algo cerca, era verdad, eran unos reptiles grandes con patas, veloroptores o algo así los llamó la niña o mujer de poca estatura, que luego los comparó con cerdos, fue ella misma la primera en lanzarse al ataque, yo estuve apunto de sacar mi espada, pero como no conocía el poder de esos reptiles, decidí sacar las dagas para mantener la distancia.
Empezó la contienda, todos combatiendo, yo me quede en segundo plano, sólo atacaría en caso de tener a uno de esos bichos a tiro. Pero por desgracia, no estaba tan apartado del combate, uno de esos reptiles me miró fijamente y se abalanzó sobre mí, era el más pequeño y descuidado, por que descuidó su defensa a demasiada distancia, me dio la oportunidad de lanzarle sin ningún problema una daga a su cabeza quitándole la vida. La pelea nos favorecía pero parece ser que otros bichos más grandes querían unirse. La niña nos sugirió huir a causa de los nuevos contendientes, mientras uno de los compañeros venía hacía nosotros montado en uno de los reptiles.
- ¡Coño como mola! Yo también quiero domar a uno de ellos, el grande molaría - dije mientras hacía mi especialidad, correr.
—Pocos cerdos has comido tú por lo que veo –dije irónicamente.
Sin perder más el tiempo, desenfundé dos de mis katanas y me abalancé sobre el velociraptor que tenía en frente y le golpeé con mi diestra. De forma inmediata, dejé caer mi peso sobre el tobillo izquierdo y lo bordeé girando sobre mí mismo y le hundí mi zurda en el costado. Un golpe ascendente por la zona en la que debía tener el corazón, o esa era mi intención. Me giré para ir a por otro de aquellos bichos, cuando vi que ellos estaban huyendo del lugar.
Lo primero que pensé fue que les habíamos asustado, pero en la naturaleza de los reptiles no estaba el huir. Y un rugido me hizo mirar hacia el cielo.
—No puede ser… -susurré, creyendo que estaba pensando para mis adentros. Pero aquello no era lo peor, por un lado estaba Hou sobre un velociraptor corriendo tras Noximillien, que huía como un despavorido. Y por el otro, un dinosaurio volador, casi del mismo tamaño de los T-Rex, surcaba los cielos en círculos a modo de ave carroñera, como si estuviera esperando que fuéramos destripados por aquellos reptiles con gigantismo para comerse las sobras.
Lo primero que hice fue lanzar una onda cortante tras otra en dirección a los dinosaurios, pero aquello no era suficiente. Al parecer su piel era más resistente de los esperado, « ¿de qué demonios estarán hechas? », me pregunté mientras me colocaba en posición defensiva. Además de eso, la nueva montura de Hou se dirigía hacia nosotros a toda velocidad y sin intención de parar. Y fue entonces cuando me harté de esa situación y de mi cuerpo surgió una aura que hizo temblar la tierra y crujir la corteza de los árboles. Los dinosaurios se pararon de golpe y con una simple mirada, todos ellos huyeron del lugar; o casi todos. El dinosaurio volador no parecía haber sido influido por el poder de mi haki del rey, y descendió a toda velocidad contra nosotros.
—¡Corred!
Inmediatamente después, sin esperar la respuesta de mis compañeros, me precipité por una especie de bajada que había en dirección noroeste. Corrí durante un par de minutos antes de parar y girarme. Al parecer estábamos todos; o eso es lo que creí en un principio, pues faltaban dos de nuestros compañeros.
—¿Y ahora qué? –pregunté, colocando mi katana derecha sobre mi hombro y mostraba una sonrisa circunstancial.
Sin perder más el tiempo, desenfundé dos de mis katanas y me abalancé sobre el velociraptor que tenía en frente y le golpeé con mi diestra. De forma inmediata, dejé caer mi peso sobre el tobillo izquierdo y lo bordeé girando sobre mí mismo y le hundí mi zurda en el costado. Un golpe ascendente por la zona en la que debía tener el corazón, o esa era mi intención. Me giré para ir a por otro de aquellos bichos, cuando vi que ellos estaban huyendo del lugar.
Lo primero que pensé fue que les habíamos asustado, pero en la naturaleza de los reptiles no estaba el huir. Y un rugido me hizo mirar hacia el cielo.
—No puede ser… -susurré, creyendo que estaba pensando para mis adentros. Pero aquello no era lo peor, por un lado estaba Hou sobre un velociraptor corriendo tras Noximillien, que huía como un despavorido. Y por el otro, un dinosaurio volador, casi del mismo tamaño de los T-Rex, surcaba los cielos en círculos a modo de ave carroñera, como si estuviera esperando que fuéramos destripados por aquellos reptiles con gigantismo para comerse las sobras.
Lo primero que hice fue lanzar una onda cortante tras otra en dirección a los dinosaurios, pero aquello no era suficiente. Al parecer su piel era más resistente de los esperado, « ¿de qué demonios estarán hechas? », me pregunté mientras me colocaba en posición defensiva. Además de eso, la nueva montura de Hou se dirigía hacia nosotros a toda velocidad y sin intención de parar. Y fue entonces cuando me harté de esa situación y de mi cuerpo surgió una aura que hizo temblar la tierra y crujir la corteza de los árboles. Los dinosaurios se pararon de golpe y con una simple mirada, todos ellos huyeron del lugar; o casi todos. El dinosaurio volador no parecía haber sido influido por el poder de mi haki del rey, y descendió a toda velocidad contra nosotros.
—¡Corred!
Inmediatamente después, sin esperar la respuesta de mis compañeros, me precipité por una especie de bajada que había en dirección noroeste. Corrí durante un par de minutos antes de parar y girarme. Al parecer estábamos todos; o eso es lo que creí en un principio, pues faltaban dos de nuestros compañeros.
—¿Y ahora qué? –pregunté, colocando mi katana derecha sobre mi hombro y mostraba una sonrisa circunstancial.
Therax sonrió a la rubia, divertido por la forma de hablar que tenía y la actitud que exhibía. Cuando se disponía a presentarse, todo el mundo a su alrededor comenzó a moverse en dirección a los dinosaurios que habían aparecido, provocando que estos también pasasen a la ofensiva. Uno de los velocirraptores lanzó una dentellada en su dirección tras proferir un sonoro rugido, provocando que el espadachín no pudiese abrir la boca siquiera.
-¡Quieres dejarme hablar! -exclamó el rubio mientras se apartaba de las fauces e intentaba clavar uno de los sables en sus encías. Cuando el dinosaurio apartó su cabeza, un rugido aún más potente y un grito divertido llamaron la atención del muchacho. Sobre su cabeza, tras los velocirraptores, criaturas aún más altas y fieras emergieron con evidentes intenciones homicidas. «Genial, como si no tuviéramos bastante», pensó al ver a las imponentes bestias.
Por otro lado, emergiendo de entre los árboles, Hou montaba sobre uno de los velocirraptores y se aproximaba a gran velocidad hacia el grupo. Viendo que iba a ser embestido, Therax se hizo a un lado y rodó por el suelo, apartándose de la trayectoria del desbocado dinosaurio de puro milagro. Tib, por el contrario, pareció encontrar divertida la situación y comenzó a correr tras la criatura profiriendo aullidos de emoción.
Mientras una veía cómo su mascota daba vueltas por la zona siguiendo a la montura del castaño, una sombra sobre él provocó que dirigiera su vista hacia arriba. Sobrevolando la zona, un pajarraco con aspecto de querer llenarse el estómago a su costa observaba lo que sucedía bajo él.
Súbitamente, todos las bestias que se encontraban a su alrededor cayeron fulminadas al suelo. Unos instantes después, al ver que la gigantesca ave parecía no inmutarse, Zane les indicó a todos que huyera. No era necesario que nadie se lo dijera, así que Therax comenzó a correr en la dirección por la que iba el pelirrojo a la vez que llamaba a Tib. El Muryn contemplaba a su inconsciente y prehistórico compañero de juegos con un gesto de desilusión en la cara, pero al escuchar las órdenes de su amo se dirigió velozmente hacia él.
El dinosaurio volador caía en picado hacia ellos, pero ambos corrían como alma que lleva el diablo para ponerse a salvo. Únicamente un seto de mediano tamaño se interponía entre ellos y un terraplén que descendía lo suficiente como para considerarlo un lugar seguro. Saltaron, sintiendo que se habían librado de aquella de puro milagro, pero se dieron cuenta de que algo no iba bien cuando notaron que, en lugar de descender y caer sobre la tierra, se elevaban sin parar.
Al mirar a su alrededor, pudo comprobar que gigantesco pájaro los había atrapado a ambos con una única garra y que en la otra llevaba al gyojin. ¿Cuándo lo había atrapado? No lo sabía y, siendo sincero, tampoco le importaba mucho en esos momentos. Únicamente quería zafarse del cepo que el depredador había realizado en torno a él. Volaron durante varios minutos en los que el forcejeo fue poco menos que inútil hasta que, súbitamente, notó que no había nada que le rodease.
Un ruido bajo él le avisó de que el condenado pajarraco los había lanzado sobre las que debían ser sus crías. Dos metros por debajo de su posición, dos pollitos exageradamente grandes -y extremadamente feos, por cierto- piaban con ansia mientras abrían y cerraban rápidamente el pico pidiendo sustento. «No pienso dejar que me coman unos pollos con gigantismo», se dijo el rubio mientras trataba de posicionarse en el aire.
Él se precipitaba hacia una de las crías, mientras que el gyojin había sido lanzado hacia la otra. El que pretendía usarle como almuerzo abrió el pico justo cuando se encontraba a unos escasos cincuenta centímetros de él, pero, en el último momento, Therax abrió las piernas y puso los pies en los extremos del pico, quedando en un precario equilibrio sobre el pozo sin fondo que parecía ser el buche que se abría bajo él. Tib, por su parte, cayó en el nido. Al ver la situación en la que se encontraba su dueño, mordió con fuerza una de las patas de la cría, provocando que emitiera un agudo grito de dolor y que cerrase el pico de forma brusca. El rubio aprovechó el impulso para salir de la trampa mortal en la que se había metido y, mientras descendía pegado al torso del ave, clavó sus espadas en éste con todas sus fuerzas.
Había escapado de puro milagro, pero, enfocado como estaba en sobrevivir, no sabía qué tal le había ido al gyojin. Fuera como fuere, un rugido de enfado en las alturas le indicó que la madre de los pollitos lo había visto todo y no le había gustado en absoluto, así que salto fuera del nido y descendió por varias ramas acompañado de Tib, situándose en un lugar que no era de fácil acceso para el gigantesco ave.
Esperaría a ver si el gyojin aparecía, ya que con algo de suerte se las habría apañado para escapar. Una vez lo hiciera, ya se las ingeniarían para burlar a la enfurecida madre y encontrar al resto. Si no aparecía, no tendría otro remedio que idear algo por su cuenta.
-¡Quieres dejarme hablar! -exclamó el rubio mientras se apartaba de las fauces e intentaba clavar uno de los sables en sus encías. Cuando el dinosaurio apartó su cabeza, un rugido aún más potente y un grito divertido llamaron la atención del muchacho. Sobre su cabeza, tras los velocirraptores, criaturas aún más altas y fieras emergieron con evidentes intenciones homicidas. «Genial, como si no tuviéramos bastante», pensó al ver a las imponentes bestias.
Por otro lado, emergiendo de entre los árboles, Hou montaba sobre uno de los velocirraptores y se aproximaba a gran velocidad hacia el grupo. Viendo que iba a ser embestido, Therax se hizo a un lado y rodó por el suelo, apartándose de la trayectoria del desbocado dinosaurio de puro milagro. Tib, por el contrario, pareció encontrar divertida la situación y comenzó a correr tras la criatura profiriendo aullidos de emoción.
Mientras una veía cómo su mascota daba vueltas por la zona siguiendo a la montura del castaño, una sombra sobre él provocó que dirigiera su vista hacia arriba. Sobrevolando la zona, un pajarraco con aspecto de querer llenarse el estómago a su costa observaba lo que sucedía bajo él.
Súbitamente, todos las bestias que se encontraban a su alrededor cayeron fulminadas al suelo. Unos instantes después, al ver que la gigantesca ave parecía no inmutarse, Zane les indicó a todos que huyera. No era necesario que nadie se lo dijera, así que Therax comenzó a correr en la dirección por la que iba el pelirrojo a la vez que llamaba a Tib. El Muryn contemplaba a su inconsciente y prehistórico compañero de juegos con un gesto de desilusión en la cara, pero al escuchar las órdenes de su amo se dirigió velozmente hacia él.
El dinosaurio volador caía en picado hacia ellos, pero ambos corrían como alma que lleva el diablo para ponerse a salvo. Únicamente un seto de mediano tamaño se interponía entre ellos y un terraplén que descendía lo suficiente como para considerarlo un lugar seguro. Saltaron, sintiendo que se habían librado de aquella de puro milagro, pero se dieron cuenta de que algo no iba bien cuando notaron que, en lugar de descender y caer sobre la tierra, se elevaban sin parar.
Al mirar a su alrededor, pudo comprobar que gigantesco pájaro los había atrapado a ambos con una única garra y que en la otra llevaba al gyojin. ¿Cuándo lo había atrapado? No lo sabía y, siendo sincero, tampoco le importaba mucho en esos momentos. Únicamente quería zafarse del cepo que el depredador había realizado en torno a él. Volaron durante varios minutos en los que el forcejeo fue poco menos que inútil hasta que, súbitamente, notó que no había nada que le rodease.
Un ruido bajo él le avisó de que el condenado pajarraco los había lanzado sobre las que debían ser sus crías. Dos metros por debajo de su posición, dos pollitos exageradamente grandes -y extremadamente feos, por cierto- piaban con ansia mientras abrían y cerraban rápidamente el pico pidiendo sustento. «No pienso dejar que me coman unos pollos con gigantismo», se dijo el rubio mientras trataba de posicionarse en el aire.
Él se precipitaba hacia una de las crías, mientras que el gyojin había sido lanzado hacia la otra. El que pretendía usarle como almuerzo abrió el pico justo cuando se encontraba a unos escasos cincuenta centímetros de él, pero, en el último momento, Therax abrió las piernas y puso los pies en los extremos del pico, quedando en un precario equilibrio sobre el pozo sin fondo que parecía ser el buche que se abría bajo él. Tib, por su parte, cayó en el nido. Al ver la situación en la que se encontraba su dueño, mordió con fuerza una de las patas de la cría, provocando que emitiera un agudo grito de dolor y que cerrase el pico de forma brusca. El rubio aprovechó el impulso para salir de la trampa mortal en la que se había metido y, mientras descendía pegado al torso del ave, clavó sus espadas en éste con todas sus fuerzas.
Había escapado de puro milagro, pero, enfocado como estaba en sobrevivir, no sabía qué tal le había ido al gyojin. Fuera como fuere, un rugido de enfado en las alturas le indicó que la madre de los pollitos lo había visto todo y no le había gustado en absoluto, así que salto fuera del nido y descendió por varias ramas acompañado de Tib, situándose en un lugar que no era de fácil acceso para el gigantesco ave.
Esperaría a ver si el gyojin aparecía, ya que con algo de suerte se las habría apañado para escapar. Una vez lo hiciera, ya se las ingeniarían para burlar a la enfurecida madre y encontrar al resto. Si no aparecía, no tendría otro remedio que idear algo por su cuenta.
Luka Rooney
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Destreza
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Akuma no mi
Varios
La huída estaba siendo un caos. Miré hacia atrás y vi como uno de la banda de Zane estaba montado sobre uno de aquellos animales.
“No entiendo nada. Es como si no tuviesen miedo a morir”. Pensé intentando comprender como aquella gente podía vivir así. Parecían divertirse con lo que nos estaba pasando. ¿Qué tenía de divertido?
Me dediqué a seguir el sendero del resto, como una oveja sigue al resto de éstas. Sólo veía hojas por aquí y hojas por allá. Cada vez se iba creando una distancia mayor entre el grupo y yo. Aquello de correr, definitivamente, no era lo mío.
Pero, de repente, noté aquello. Una especie de aura me golpeó y me paralizó por unos segundos.
“… ¿Otra vez este sentimiento?”
Permanecí inmóvil durante unos segundos que se hicieron eternos. Tuve una visión de todo a cámara lenta. Veía como todos corrían, podía ver las sonrisas de algunos de ellos y los semblantes de preocupación de otros. No había nadie quieto en aquella isla a excepción de mí. ¿Sólo me había afectado a mí aquella cosa? ¿Sería miedo? Aquella sensación de estar paralizado era demasiado rara... Intenté moverme, incluso hablar, pero no fuí capaz.
Cerré los ojos e intenté dejar la mente en blanco y, de repente, mis músculos empezaron a reaccionar. Conseguí dar un par de pasos y fijé mi mirada en el frente, ya casi no divisiva al resto de humanos. Pero en ese momento todo empezaba a empeorar más aún.
Noté un latigazo en la espalda y tuve la sensación de haber dado un par de vueltas sobre mí mismo, pero cuando abrí los ojos pude ver que estaba volando. Ojeé a la derecha y a la izquierda y vi como todos aquellos animales huían. ¿De qué huirían? Levanté levemente la mirada y ví que aquella bestia de antes me tenía entre sus garras. El pánico se apoderó de mí y empecé a forcejear con aquél animal, sin mucho éxito. Incluso clave mi mandíbula en sus patas, algo que provocó que aquel bicho empezase a agitarse y emitiese un par de gritos, pero nada de soltarme.
Aquel parecía mi final. Aquella bestia me comería y me deshuesaría hasta acabar con cada parte de mi cuerpo. Sin embargo, la bestia no dejaba de moverse y descender y ascender el vuelo. Es como si estuviese observando a alguien. No tardó mucho tiempo en realizar un último descenso y, de alguna manera, conseguir ‘cazar’ al dueño del chucho y al propio chucho en una única garra.
Intenté hablarle, emitir algún sonido. Gritar. Pero era imposible, el pánico de estar sobrevolando aquella zona me dejó sin habla. Pude ver cómo Therax forcejeaba con las patas del animal, pero resultó ser igual de inútil que mi intento anterior.
Cada vez cogíamos más y más altura, y eso nos daba una vista clara de la isla. En la zona norte parecía haber un fuego que iba cada vez a más. La vegetación estaba siendo calcinada a una gran velocidad. Me pregunté que habría causado aquél incendio, pero en ese momento tenía la mente centrada en otras cosas más importantes; Sobrevivir y tocar tierra. O agua, si pudiera ser.
Observaba como el incendio se extendía al este lo cual nos dejaba bastante claro que estábamos volando en contra del viento, y aún así, lo estábamos haciendo a gran velocidad. Decidí entonces retomar los incordios a aquella ave, aferrándome con la mano derecha a su pata mientras propinaba sendos mordiscos en las garras que me retenían. Apreté tanto que empecé a notar como la sangre recorría mi mandíbula a la par que aquella gigantesca ave me comprimía cada vez más en lo que parecía ser una demostración de fuerza. Empecé a notar cómo me faltaba el aire y tuve que dejar de morder, aunque el ave no cesó de apretar.
Miré en dirección a la garra donde estaba Therax y ví que ya no había nadie. Segundos después yo también era liberado… ¿Qué? Bajo nosotros se encontraban dos aves de menor longitud pero similar belleza que la que nos atrapó. Durante la caída no pude evitar pensar que aquella imagen sería mi final. Pero no podía permitirlo. Quizá Therax necesitara mi ayuda. O puede que yo la necesitase más… Aún así... ¿Me ayudaría? Al fin y al cabo sólo era alguien nuevo a quien nadie tenía aprecio aún.
Empecé a moverme en el aire hasta desplazar mi cabeza hacia la parte inferior, imitando la preciosa caída del halcón, aunque no se parecía en nada. Precioso y Gyojin en la misma frase no era algo que se soliese decir, y eso que cada uno tiene su encanto... Empecé a preparar el puño derecho para un posible golpe. Tenía sangre en el puño y en la boca, la primera era mía, mientras que la segunda de aquel monstruo. Me llevé la mano a la comisura de la boca y preparé mi puño de nuevo. Ahora estaba más húmedo. Ahora podría salvarme.
“Los Gyoins son los reyes en el agua. Se sorprenden de la capacidad luchadora que tienen en la tierra. Y ahora veremos que son capaces de hacer en el aire”
Cuando estaba a un par de metros de aquella cría, realicé un potente golpe al aire que a su vez emitió una corriente, haciendo que las partículas líquidas del puño, mezcla de sangre y sudor, saliesen disparadas hacia el pecho del animal. Un segundo más tarde caí sobre aquel animalejo de forma bastante aparatosa, golpeándolo varias veces sin intención hasta que acabé frenando. Observé que tenía una especie de quemadura en el pecho y que parecía inconsciente, o quizá muerta.
Oí cómo la madre empezaba a emitir gruñidos de ira y rápidamente observé a mi alrededor. Una segunda cría estaba abierta de varias maneras. Recordé qué Therax llevaba katanas y, aunque nunca le había visto usarlas, intuí que aquella obra había sido suya. No fue difícil saber qué camino había tomado, ya que había un caminillo de sangre hacia mi izquierda. Probablemente Therax estaba herido, o quizá la sangre venía de sus katanas. Me decanté por la segunda opción, ya que se había desahogado a base de bien contra aquella cría.
De un salto conseguí bajar hasta su ubicación, no sin antes dar un par de vueltas en el suelo que fingí tener sobre control con un sutil movimiento para reincorporarme.
- Si mal no recuerdo eres Therax. Soy Rooney. Habría deseado presentarme de otro modo… Pero tenemos que huir, no me voy a dejar atrapar por segunda vez por ese animal. Tenemos que ir hacia allá.- Espeté a la par que señalaba el suroeste.- He visto como había un incendio al noreste. Con suerte Zane y el resto nos encontrarán y a las malas, acabaremos en el barco.
Esperé la respuesta de Therax sin dejar de mirar al cielo. ¿Cómo derrotar a aquella cosa? Si consiguiese llevármela al mar… Aunque aquello parecía imposible.
“No entiendo nada. Es como si no tuviesen miedo a morir”. Pensé intentando comprender como aquella gente podía vivir así. Parecían divertirse con lo que nos estaba pasando. ¿Qué tenía de divertido?
Me dediqué a seguir el sendero del resto, como una oveja sigue al resto de éstas. Sólo veía hojas por aquí y hojas por allá. Cada vez se iba creando una distancia mayor entre el grupo y yo. Aquello de correr, definitivamente, no era lo mío.
Pero, de repente, noté aquello. Una especie de aura me golpeó y me paralizó por unos segundos.
“… ¿Otra vez este sentimiento?”
Permanecí inmóvil durante unos segundos que se hicieron eternos. Tuve una visión de todo a cámara lenta. Veía como todos corrían, podía ver las sonrisas de algunos de ellos y los semblantes de preocupación de otros. No había nadie quieto en aquella isla a excepción de mí. ¿Sólo me había afectado a mí aquella cosa? ¿Sería miedo? Aquella sensación de estar paralizado era demasiado rara... Intenté moverme, incluso hablar, pero no fuí capaz.
Cerré los ojos e intenté dejar la mente en blanco y, de repente, mis músculos empezaron a reaccionar. Conseguí dar un par de pasos y fijé mi mirada en el frente, ya casi no divisiva al resto de humanos. Pero en ese momento todo empezaba a empeorar más aún.
Noté un latigazo en la espalda y tuve la sensación de haber dado un par de vueltas sobre mí mismo, pero cuando abrí los ojos pude ver que estaba volando. Ojeé a la derecha y a la izquierda y vi como todos aquellos animales huían. ¿De qué huirían? Levanté levemente la mirada y ví que aquella bestia de antes me tenía entre sus garras. El pánico se apoderó de mí y empecé a forcejear con aquél animal, sin mucho éxito. Incluso clave mi mandíbula en sus patas, algo que provocó que aquel bicho empezase a agitarse y emitiese un par de gritos, pero nada de soltarme.
Aquel parecía mi final. Aquella bestia me comería y me deshuesaría hasta acabar con cada parte de mi cuerpo. Sin embargo, la bestia no dejaba de moverse y descender y ascender el vuelo. Es como si estuviese observando a alguien. No tardó mucho tiempo en realizar un último descenso y, de alguna manera, conseguir ‘cazar’ al dueño del chucho y al propio chucho en una única garra.
Intenté hablarle, emitir algún sonido. Gritar. Pero era imposible, el pánico de estar sobrevolando aquella zona me dejó sin habla. Pude ver cómo Therax forcejeaba con las patas del animal, pero resultó ser igual de inútil que mi intento anterior.
Cada vez cogíamos más y más altura, y eso nos daba una vista clara de la isla. En la zona norte parecía haber un fuego que iba cada vez a más. La vegetación estaba siendo calcinada a una gran velocidad. Me pregunté que habría causado aquél incendio, pero en ese momento tenía la mente centrada en otras cosas más importantes; Sobrevivir y tocar tierra. O agua, si pudiera ser.
Observaba como el incendio se extendía al este lo cual nos dejaba bastante claro que estábamos volando en contra del viento, y aún así, lo estábamos haciendo a gran velocidad. Decidí entonces retomar los incordios a aquella ave, aferrándome con la mano derecha a su pata mientras propinaba sendos mordiscos en las garras que me retenían. Apreté tanto que empecé a notar como la sangre recorría mi mandíbula a la par que aquella gigantesca ave me comprimía cada vez más en lo que parecía ser una demostración de fuerza. Empecé a notar cómo me faltaba el aire y tuve que dejar de morder, aunque el ave no cesó de apretar.
Miré en dirección a la garra donde estaba Therax y ví que ya no había nadie. Segundos después yo también era liberado… ¿Qué? Bajo nosotros se encontraban dos aves de menor longitud pero similar belleza que la que nos atrapó. Durante la caída no pude evitar pensar que aquella imagen sería mi final. Pero no podía permitirlo. Quizá Therax necesitara mi ayuda. O puede que yo la necesitase más… Aún así... ¿Me ayudaría? Al fin y al cabo sólo era alguien nuevo a quien nadie tenía aprecio aún.
Empecé a moverme en el aire hasta desplazar mi cabeza hacia la parte inferior, imitando la preciosa caída del halcón, aunque no se parecía en nada. Precioso y Gyojin en la misma frase no era algo que se soliese decir, y eso que cada uno tiene su encanto... Empecé a preparar el puño derecho para un posible golpe. Tenía sangre en el puño y en la boca, la primera era mía, mientras que la segunda de aquel monstruo. Me llevé la mano a la comisura de la boca y preparé mi puño de nuevo. Ahora estaba más húmedo. Ahora podría salvarme.
“Los Gyoins son los reyes en el agua. Se sorprenden de la capacidad luchadora que tienen en la tierra. Y ahora veremos que son capaces de hacer en el aire”
Cuando estaba a un par de metros de aquella cría, realicé un potente golpe al aire que a su vez emitió una corriente, haciendo que las partículas líquidas del puño, mezcla de sangre y sudor, saliesen disparadas hacia el pecho del animal. Un segundo más tarde caí sobre aquel animalejo de forma bastante aparatosa, golpeándolo varias veces sin intención hasta que acabé frenando. Observé que tenía una especie de quemadura en el pecho y que parecía inconsciente, o quizá muerta.
Oí cómo la madre empezaba a emitir gruñidos de ira y rápidamente observé a mi alrededor. Una segunda cría estaba abierta de varias maneras. Recordé qué Therax llevaba katanas y, aunque nunca le había visto usarlas, intuí que aquella obra había sido suya. No fue difícil saber qué camino había tomado, ya que había un caminillo de sangre hacia mi izquierda. Probablemente Therax estaba herido, o quizá la sangre venía de sus katanas. Me decanté por la segunda opción, ya que se había desahogado a base de bien contra aquella cría.
De un salto conseguí bajar hasta su ubicación, no sin antes dar un par de vueltas en el suelo que fingí tener sobre control con un sutil movimiento para reincorporarme.
- Si mal no recuerdo eres Therax. Soy Rooney. Habría deseado presentarme de otro modo… Pero tenemos que huir, no me voy a dejar atrapar por segunda vez por ese animal. Tenemos que ir hacia allá.- Espeté a la par que señalaba el suroeste.- He visto como había un incendio al noreste. Con suerte Zane y el resto nos encontrarán y a las malas, acabaremos en el barco.
Esperé la respuesta de Therax sin dejar de mirar al cielo. ¿Cómo derrotar a aquella cosa? Si consiguiese llevármela al mar… Aunque aquello parecía imposible.
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Todo aquello se había vuelto un maldito desmadre. Los dinosaurios eran cortados por la pequeña chica de cabellos morenos que había por la zona, mientras que el resto se dedicaban a hacer cosas muy raras. El Rayo simplemente miró con sus ojos azulados lo que sucedía. Le sorprendió ver a una especie como el tiranosaurus en grupo con otros cuatro. Las leyes de los territorios no parecían seguir la lógica en la isla. Se empezaba a marear, pues cada uno estaba haciendo algo distinto y eso provocó que negase con la cabeza. Tal vez lo mejor era perderse de una vez del sitio y salir corriendo, pero ella sería la última. Pudo ver entonces a todos los dinosaurios frenarse ante Zane, cosa que no entendió mucho. El chico que parecía más mono iba sobre uno de ellos, el cual había llamado a su madre al parecer. Ella se rascó la cabeza quedando un poco confusa y después de unos momentos soltó un suspiro. No se creía en el barullo que se había metido. Sin duda, la tripulación de Zane no era como la gente solía pintarla. No veía sanguinarios, ni locos en potencia. Más bien eran personas que parecían colaborar en situaciones como aquellas.
Soltó un enorme bostezo y lo siguiente que hizo fue admirar el enorme dinosaurio alado que salió corriendo hacia ellos. Al ver al capitán correr, salió despedida tras él sin pensárselo mucho. No quería tener nada que ver con un bicho del que Zane huía. Aceleró todo lo que pudo, pero su guadaña pesaba y no era tan rápida como el pelirrojo. Hubo un momento en el que incluso se quejó diciéndole que se frenase, pero parecía una zorra en celo buscando a su hombre. Chasqueó la lengua y trató de alcanzarle. Bajó por la pendiente rodando un poco por ella ignorando los cortes que se llevó por el camino. Su testarudez a veces le hacía olvidarse del dolor por algunos segundos. De vez en cuando miraba hacia atrás, pero en una de ellas se dio cuenta de que el enorme hombre pez y el rubio ya no estaban. A lo mejor se habían ido por otro lado, pues en aquellos casos era muy normal separarse por error. Finalmente, parecieron parar de correr y no había rastros de dinosaurios. Se alegró por un momento y después se cruzó de brazos. Había tenido que darse una enorme carrera y no le hizo gracia. Menos mal que la sudadera que Zane le dio la protegió de las ramas más afiladas.
- Yo que pensaba que estas cosas se habían extinguido… Zane-san ¿Qué fue eso que hiciste para que todos los dinosaurios retrocedieran ante ti? Tu mirada no es tan sexy como para provocar semejante impacto en reptiles. – Dijo mostrando una expresión algo sádica.
Se sentó en una especie de tronco y después de unos momentos se puso a mirar a las gentes que allí había. Había distinguido una especie de robot, una chica pequeña, el rubio, el que le parecía lindo, un tiburón, y otro que también era rubio. Sacó su guadaña de la espalda, donde la tenía amarrada con unas cuerdas. La miró por unos momentos y pasó la mano despacio por la hoja. Adoraba aquella arma tan hermosa. Después de unos momentos volvió a usar las cuerdas para dejarla amarrada y se cruzó de brazos. Dirigió una mirada calmada hacia la chica morena de pequeño tamaño, la cual había usado armas de filo para enfrentar a los dinosaurios. Parecía ser la única chica del grupo junto a ella ahora. Reika se colocó en pie y se acercó a ella mientras le dedicaba una de sus típicas sonrisas.
- Tienes una agilidad impresionante, amiga. Me agrada que alguien que parece tener un tamaño menor pueda darles una paliza a los más grandes.
Tras aquellas palabras se acercó de nuevo a Zane y se quedó cerca de él. Le miraba en todo momento con una sonrisa calmada y esperando las nuevas órdenes. Debía admitir que se veía una persona fuerte, pero muy despreocupada. Eso le molaba bastante, se iba a llevar muy bien con él.
Soltó un enorme bostezo y lo siguiente que hizo fue admirar el enorme dinosaurio alado que salió corriendo hacia ellos. Al ver al capitán correr, salió despedida tras él sin pensárselo mucho. No quería tener nada que ver con un bicho del que Zane huía. Aceleró todo lo que pudo, pero su guadaña pesaba y no era tan rápida como el pelirrojo. Hubo un momento en el que incluso se quejó diciéndole que se frenase, pero parecía una zorra en celo buscando a su hombre. Chasqueó la lengua y trató de alcanzarle. Bajó por la pendiente rodando un poco por ella ignorando los cortes que se llevó por el camino. Su testarudez a veces le hacía olvidarse del dolor por algunos segundos. De vez en cuando miraba hacia atrás, pero en una de ellas se dio cuenta de que el enorme hombre pez y el rubio ya no estaban. A lo mejor se habían ido por otro lado, pues en aquellos casos era muy normal separarse por error. Finalmente, parecieron parar de correr y no había rastros de dinosaurios. Se alegró por un momento y después se cruzó de brazos. Había tenido que darse una enorme carrera y no le hizo gracia. Menos mal que la sudadera que Zane le dio la protegió de las ramas más afiladas.
- Yo que pensaba que estas cosas se habían extinguido… Zane-san ¿Qué fue eso que hiciste para que todos los dinosaurios retrocedieran ante ti? Tu mirada no es tan sexy como para provocar semejante impacto en reptiles. – Dijo mostrando una expresión algo sádica.
Se sentó en una especie de tronco y después de unos momentos se puso a mirar a las gentes que allí había. Había distinguido una especie de robot, una chica pequeña, el rubio, el que le parecía lindo, un tiburón, y otro que también era rubio. Sacó su guadaña de la espalda, donde la tenía amarrada con unas cuerdas. La miró por unos momentos y pasó la mano despacio por la hoja. Adoraba aquella arma tan hermosa. Después de unos momentos volvió a usar las cuerdas para dejarla amarrada y se cruzó de brazos. Dirigió una mirada calmada hacia la chica morena de pequeño tamaño, la cual había usado armas de filo para enfrentar a los dinosaurios. Parecía ser la única chica del grupo junto a ella ahora. Reika se colocó en pie y se acercó a ella mientras le dedicaba una de sus típicas sonrisas.
- Tienes una agilidad impresionante, amiga. Me agrada que alguien que parece tener un tamaño menor pueda darles una paliza a los más grandes.
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