Sky Zuzu [Revolucionario]

¿De dónde eres?
La familia de Sky eran comerciantes que viajaban por las islas vendiendo productos artesanales que compraban en las islas que visitaban.

¿Tienes familia?
Tenía. Cuando Sky tenía 10 años, sus padres han sido masacrados por unos piratas en un pueblo olvidado de la mano de Dios, por pura diversión. Esto dejó marcado un odio pero a la vez una resolución de acero en Sky. Se juró a sí mismo que no dejaría a nadie acercarse demasiado...

¿Cuál es tu posición social?
Baja para la sociedad. Sky considera que es un afortunado. Ha aprendido a sobrevivir prácticamente con nada casi toda su vida. Sus únicas pertenencias son la ropa que lleva puesta y la Katana colgada del hombro.

¿A qué te dedicabas en el pasado?
Jugar en las calles vacías al atardecer. Durante el día ayudar a sus padres a mover cajas dentro y fuera de su humilde barco.

¿Te consideras una buena persona?
Sí, con la sociedad, con el pueblo. Los corruptos deberían temblar.

¿Tienes amigos?
No. Son lujos que uno no puede permitirse

¿Tienes enemigos?
Sí aunque desconoce su identidad. Quiere vengar a su familia, aunque no conoce apenas nada acerca de ellos. Su verdadero enemigo es la soledad, pero es la única que lo arropa cada noche.

¿Guardas alguna lealtad?
Sí, hacia causas nobles.

¿Cuales son tus metas?
Poder, fuerza, influencia. El dinero no le importa a menos que sea algo que necesite para conseguir más poder.
Tiene cierta avaricia, recelo cuando se cruza con alguien que podría ser un buen calentamiento, o su última batalla.
Todo esto es debido al impacto que Haliax ha tenido sobre su vida a los 10 años. Leer historia para comprender el trauma.

¿Tienes algún miedo?
Sí, miedo a confiar, a entregar lo que uno no puede proteger siempre; su corazón. Miedo hacia la posibilidad de no encontrar más pistas acerca de Haliax y aquellos extraños hombres.

Rango 0: El cronista es el estudioso del pasado. Sabe que lo que ha sucedido conforma el presente y ayuda a prevenir el futuro y por eso pone todo su empeño en comprenderlo.

Rango 0: El montaraz o se ha criado en el bosque o escapaba a él en cuanto tenía la oportunidad. Para él es como su casa y se encuentra más a gusto en la naturaleza que en la civilización.

Rango 0: El espía es una persona que se dedica al noble arte de recaudar información por vías extraoficiales y si bien no parece un oficio muy honrado él es un entusiasta a la hora de llevarlo a cabo.

Nivel 15: La habilidad que tiene con su arma es bastante avanzada, pudiendo ser un problema para dos personas a un tiempo.

Nivel 30: Tiene dedos ágiles y manos inquietas. Puede manejar su arma con mucha facilidad, llegando a golpear zonas de difícil acceso. Sus movimientos calculados e inesperados podrían poner en aprietos a sus oponentes.

Nivel 45: Es tan hábil con su arma que puede lanzar un golpe mientras los demás aún están iniciando el primero. Es algo menos potente, pero asegura mayor índice de éxito.

Nivel 60: Su arma se mueve tan deprisa que a veces llega a ser imperceptible. Podría lanzar tres golpes en lo que los demás lanzan uno, y del mismo modo bloquear a tres personas.

Nivel 75: Puede mover su arma tan deprisa que forma un escudo en torno a ella. Su pericia con el arma es tal que podría enfrentar con suma facilidad a tres personas.

Nivel 90: Mientras otros están desenvainando, él ya ha lanzado cinco golpes. Podría montarse sobre su arma y hacer equilibrios en ella.

Nivel 105: sus golpes son tan precisos e inesperados que resulta desconcertante. Podría lanzar diez golpes en un instante, y le sobraría tiempo para defenderse.

Nivel 120: Es uno con su arma. Podría hacer barrabasadas increíbles con ella, y de no hacerlas resultaría un rival terrible.

Nivel 135: Podría lanzar cincuenta golpes antes de que otros preparasen el primero.

Nivel 150: Es intocable con su arma. Podría acabar con un centenar de enemigos sin sufrir un solo rasguño.

Característica clave: Reflejos
Principales: Resistencia y Poder de destrucción
Secundarias: Fuerza y Sigilo

Nivel 1: Obtiene el Rango 0 de sus 5 características.
Nivel 10: Reflejos 1, Resistencia 0, Poder de Destrucción 1, Fuerza 0, Sigilo 0
Nivel 15: Reflejos 1, Resistencia 1, Poder de Destrucción 1, Fuerza 1, Sigilo 0
Nivel 20: Reflejos 2, Resistencia 1, Poder de Destrucción 2, Fuerza 1, Sigilo 0
Nivel 30: Reflejos 3, Resistencia 3, Poder de Destrucción 2, Fuerza 2, Sigilo 1
Nivel 40: Reflejos 4, Resistencia 3, Poder de Destrucción 3, Fuerza 2, Sigilo 1
Nivel 45: Reflejos 4, Resistencia 3, Poder de Destrucción 4, Fuerza 2, Sigilo 2
Nivel 50: Reflejos 5, Resistencia 3, Poder de Destrucción 5, Fuerza 2, Sigilo 2
Nivel 60: Reflejos 6, Resistencia 5, Poder de Destrucción 5, Fuerza 3, Sigilo 3
Nivel 70: Reflejos 7, Resistencia 6, Poder de Destrucción 5, Fuerza 3, Sigilo 3
Nivel 75: Reflejos 7, Resistencia 6, Poder de Destrucción 6, Fuerza 4, Sigilo 3
Nivel 80: Reflejos 8, Resistencia 6, Poder de Destrucción 7, Fuerza 4, Sigilo 3
Nivel 90: Reflejos 9, Resistencia 8, Poder de Destrucción 7, Fuerza 4, Sigilo 5
Nivel 100: Reflejos 10, Resistencia 8, Poder de Destrucción 8, Fuerza 4, Sigilo 5
Nivel 105: Reflejos 10, Resistencia 8, Poder de Destrucción 9, Fuerza 5, Sigilo 5
Nivel 110: Reflejos 11, Resistencia 8, Poder de Destrucción 10, Fuerza 5, Sigilo 5
Nivel 120: Reflejos 12, Resistencia 10, Poder de Destrucción 10, Fuerza 6, Sigilo 6
Nivel 130: Reflejos 13, Resistencia 10, Poder de Destrucción 11, Fuerza 6, Sigilo 6
Nivel 135: Reflejos 13, Resistencia 10, Poder de Destrucción 12, Fuerza 7, Sigilo 6
Nivel 140: Reflejos 14, Resistencia 11, Poder de Destrucción 12, Fuerza 7, Sigilo 6
Nivel 150: Reflejos 15, Resistencia 11, Poder de Destrucción 14, Fuerza 8, Sigilo 7

Adjunto la guía completa de las características elegidas para no tener que editar cada vez que mi personaje sube. Se ha de comparar al nivel que poseo actualmente.

Reflejos:

Resistencia:

Poder de Destrucción:

Fuerza:

Sigilo:

Este estilo de combate tiene un profundo lazo con la espada. Es una disciplina que combina lo espiritual, mental y físico. Es un estilo de improvisación basado en reflejos y afinidad con la espada. Podría llamarse espada callejera, ya que Sky ha sido autodidacta sobre el arte de la espada. Cuando está sujetando el arma, su atención, sus sentidos se funden para crear un espadachín ágil con una concentración absoluta. Shigure Souen Ryu no es un estilo definido, más bien es muy flexible. Siempre que Sky decida entrenar su estilo con la espada se vuelve más versátil. Su estilo tiene infinidad de posibilidades

A pesar de llevarse mal con el frío, ha desarrollado cierta afinidad con éste. De manera pasiva, cada vez que Sky activa el ámbito, sus ojos emiten un brillo celeste. Activamente, durante dos turnos cubre de hielo su espada para aumentar el poder de destrucción en un 100% con una recarga de 2

Haki despertado: Permite escuchar la voz de los seres vivos de forma muy limitada. Concentrándose en un objetivo, el usuario podría prever sus acciones hostiles con un cuarto de segundo de antelación, y puede mantener esta concentración por un máximo de cinco asaltos. Alcanzar este nivel no requiere un entrenamiento, tan sólo llegar a una situación en la que pueda ser despertado.

Haki despertado: Una vez despertado, previamente a ser entrenado, este Haki forma una frágil armadura invisible alrededor de partes concretas de tu cuerpo o armas, permitiendo tocar el cuerpo material de usuarios y reducir ligeramente el daño recibido. Puede mantener esto durante hasta cinco asaltos.

-¡ Árbol! - El grito se oyó a lo lejos-. ¡Roble del tres! Mi padre interrumpió el monólogo que estaba recitándome y dió un suspiro de irritación. Ya veo que hoy tendremos que quedarnos aquí. - masculló mirando al cielo.

¿Por qué paramos? - preguntó mi madre desde el interior del carromato.

Otro árbol en el camino - expliqué.

Hay que ver... - dijo mi padre mientras maniobraba para situar el carromato en el márgen del camino-. ¿Esto es un camino real o no? Se diría que somos los únicos que lo utilizamos. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde aquella tormenta?

Un mes. No tanto - dije -. Dieciséis días.

¡Y todavía hay árboles bloqueando el camino. Esto nos va a retrasar tres horas más. - Saltó del carromato en cuanto este se detuvo.

No te enfades - dijo mi madre bajando del carromato por la parte trasera. Así podremos hacer algo caliente... - le lanzó a mi padre una mirada expresiva - para comer. Es una lata tener que pasar con lo que puedes pillar al final de la jornada. El cuerpo necesita algo más. El humor de mi padre se templó considerablemente.

También es verdad - concedió.

Corazón - me dijo mi madre -, ¿por qué no vas a entrenar con la espada en el bosque y de paso buscarme un poco de salvia?

No sé si crece salvia por aquí - dije con la dosis adecuada de incertidumbre.

Por probar no se pierde nada- dijo ella, con razón. Miró a mi padre con el rabillo del ojo. - Si la encuentras, trae toda la que puedas y la secaremos.


Como de costumbre, si encontraba o no lo que tenía que buscar no importaba mucho. Yo solía alejarme del grupo, de nuestro carromato a última hora de la tarde. Siempre tenía que hacer algún encargo mientras mis padres preparaban la cena. Pero sólo era una escusa para separarnos un rato. En el camino es difícil encontrar momentos de intimidad. En resumen, si yo tardaba un poco más en practicar con la espada, a mis padres no les importaba. Espero que cantaran juntos, que se tumbaran lado a lado y hablar en voz baja de cosas sin importancia. Espero que estuvieran juntos, amándose el uno al otro, hasta que llegó el final. Es una esperanza pequeña y en realidad absurda, porque de todas formas están muertos.


Pasemos por alto el rato que pasé solo en el bosque esa tarde, haciendo otras cosas además de practicar, cosas de niños, juegos que los niños inventan para distraerse. Fueron las últimas horas despreocupadas de mi vida. Los últimos momentos de mi infancia.
Pasemos por alto mi regreso al campamento cuando empezaba a ponerse el sol. La imagen de los cadáveres esparcidos por el suelo como muñecas rotas. El olor a sangre y a pelo quemado. Como me paseé sin rumbo por allí, demasiado desorientado para sentir demasiado pánico, conmocionado y petrificado de miedo. De hecho, me gustaría pasar por alto todo lo que ocurrió aquella noche. En cierto sentido, este suceso marcó un antes y un después en mi vida.


Había nubes de humo suspendidas en el aire. Reinaba el silencio, como si todos los miembros de la troupe aguzaban el oído para oír algo. Como si todos contuvieran la respiración. Una débil brisa agitó las hojas de los árboles y empujó una nube de humo hacia mí. Salí del bosque y me adentré en el humo, en dirección al campamento. Salí de la nube de humo y me froté los ojos, que me escocían. Miré alrededor y vi la tienda de Arlong, el vecino de enfrente, medio derrumbada sobre un fuego. La lona, pisoteada, ardía de manera irregular, y el humo, acre y gris, se mantenía cerca del suelo.


Vi el cadáver de Elizabeth junto a su carromato, con la espada rota en la mano. Tenía la ropa de color verde y gris, empapada y teñida de rojo. Una pierna se le torcía en un ángulo absurdo, y el hueso, roto y muy blanco, sobresalía de la piel. Me quedé inmóvil, incapaz de apartar la vista de Elizabeth, de su camisa gris, de su roja sangre, de su blanco hueso. Lo miraba como si fuera el dibujo de un libro que trataba de comprender. Tenía todo el cuerpo entumecido. Una pequeña parte de mi mente, que todavía razonaba, comprendió que estaba conmocionado. Me lo repetí una y otra vez. Puse en práctica las enseñanzas de mi padre. No quería pensar en lo que estaba viendo. No quería saber que significaba todo aquello. Al cabo de un rato, una voluta de humo entró en mi campo de visión. Me senté junto al fuego más cercano, aturdido. Era nuestro fuego. Era un elemento extrañamente familiar en medio del caos. Con un palo pinché los trozos de madera del carromato moviéndolos sin darme cuenta siquiera qué estaba haciendo. Las llamas estaban teñidas de azul, y conferían a la escena un aire de ensueño, irreal.


Oí voces, me asomé por detrás del carromato de Elizabeth y vi a unos desconocidos, hombres y mujeres, sentados alrededor de un fuego. Sentí marea y me apoyé en la rueda del carromato. Me aparté al ver que cedía, y el carromato se derrumbó, como si la madera estuviera tan podrida como la de un viejo tocón. Ya nada se interponía entre el fuego y yo. Uno de los hombres dio una voltereta hacia atrás y se puso en pie, con la espada en la mano. Su movimiento me recordó al mercurio cayendo de una jarra sobre una mesa: ágil y fluido. La expresión de su cara era de concentración, pero su cuerpo estaba relajado, como si acabara de levantarse. Su espada era pálida y elegante. Al moverse, hendía el aire produciendo un débil zumbido. Me recordó al silencio que reina en los días más fríos del invierno, cuando duele respirar. El individuo estaba a dos decenas de pasos de mí, pero yo lo veía perfectamente bajo la luz del ocaso. Tenía la cara estrecha y afilada, con la belleza perfecta de la porcelana.


Llevaba el pelo por los hombros y los rizos sueltos, del color de la escarcha, enmarcaban su cara. Todo en él era blanco, frío y afilado. Excepto sus ojos. Tenía los ojos negros como los de una cabra, pero sin iris. Sus ojos eran como su espada: no reflejaban la luz del fuego ni la del sol poniente. Al verme, se relajó. Bajó la punta de la espada y sonrió mostrando unos dientes impecables. Tenía una expresión de pesadilla. Algo metió ambas manos en mi pecho y me lo comprimió. Creo que fue la primera vez en mi vida que sentí verdadero miedo.


Junto al fuego, un hombre calvo con barba gris soltó una risotada.

Por lo visto nos hemos dejado un conejito. Ten cuidado Toby; podría tener los dientes afilados. - El tal Toby envainó la espada, que produjo un sonido parecido al de un árbol que cruje bajo el peso del hielo en invierno. Se arrodilló, manteniendo las distancias. De nuevo me recordó al mercurio. Ahora tenía la cabeza a la misma altura que la mía, y sus ojos, negros y mates, denotaban preocupación.

¿Cómo te llamas, muchacho?

Me quedé allí plantado, mudo. Paralizado como un cachorro asustado. Toby suspiró y miró un momento al suelo. Cuando volvió a mirarme, ví compasión en aquellos ojos vacíos.

Dime muchacho - insistió -, ¿dónde están tus padres?- me sostuvo un momento la mirada y luego miró por encima del hombro hacia el fuego donde estaban sentados los otros.

¿Alguien sabe dónde están sus padres? - Algunos soltaron risitas tensas y crispadas, como si acabaran de contarles un chiste buenísimo. Un par de ellos rieron abiertamente. Toby se volvió hacia mí, y la compasión desapareció de golpe de su rostro, como si se le hubiera roto una máscara, dejando sólo aquella sonrisa de pesadilla.

¿Es este el fuego de tus padres? - me preguntó con un terrible placer en la voz.

Asentí como atontado. Su sonrisa se borró lentamente. Me miró con fijeza y con voz fría y afilada dijo:

Sé de unos padres que han estado cantando unas canciones que no hay que cantar.

Toby- una fría voz llegó de donde estaba el fuego.

¿Qué? susurró... -Ése no ha hecho nada. Envíalo a la blanda e indolora manta de un sueño-.

El que había hablado era un hombre que estaba a cierta distancia de los demás, rodeado de sombras, más allá de la iluminación del fuego. El fuego chisporroteaba, vivo y caliente, pero su luz no lo alcanzaba. Las sombras se derramaban alrededor de él como una mancha de espeso aceite. Esas sombras eran más densas alrededor de la cabeza. Toby miró un momento al hombre que estaba envuelto en sombras y luego se dió la vuelta.

Sois un excelente capitán -¡Haliax!- le espetó.

Y tú pareces haber olvidado nuestro propósito. - le contestó el hombre, con una voz más afiliada. -¿O acaso tu propósito difiere del mío?

Las últimas palabras las articuló con cuidado, como si encerraran algo especial. La arrogancia de Toby se desvaneció en un instante, como el agua vertida de un cubo.

No, por supuesto que no-.

Recuérdame cuál es nuestra relación?

Yo... estoy a vuestras órdenes... - dijo Toby, e hizo un gesto apaciguador.

Pero tienes mi perdón. Y ahora acaba con... - Su fría voz se apagó mientras la capucha se alzaba hacia el cielo. Se produjo un silencio de expectación. Los que estaban alrededor del fuego se quedaron quietos, muy concentrados. Todos miraron hacia arriba, mirando el mismo punto de la bóveda celeste.

-Vienen - dijo Haliax con voz queda.

Se levantó y las sombras se arremolinaron hacia fuera como una oscura niebla.

Rápido, acercaos a mí. - Los otros se levantaron. Toby se puso en pie con dificultad y dio unos pasos, tambaleándose, hacia el fuego. Haliax abrió los brazos y las sombras que lo rodeaban se expandió como una flor que se abre. Los otros dieron un paso hacia él, y suavemente, como si estuvieran hechos de arena y el viento soplara sobre ellos, se desvanecieron.


No voy a aburriros con una descripción detallada sobre cómo corrí de un cadáver a otro, frenético, buscando en ellos alguna señal de vida. De mis inútiles intentos de cavar una tumba. De cómo arañé la tierra hasta que me quedaron los dedos ensangrentados y en carne viva. De cómo encontré a mis padres...


Me tumbé en la cama de mis padres junto a la espada que tenía.
Desperté tosiendo, rodeado de llamas. Habían sido las velas, claro. Todavía atontado, conmocionado, metí unas cuantas cosas en una bolsa. Lento, desorientado y sin miedo, saqué la espada de mi padre del colchón que ahora estaba en llamas. ¿Cómo iba a asustarme ya un simple incendio? Metí la katana en su vaina. Sentí como si estuviera robando, pero no se me ocurría nada más que pudiera recordarme a mis padres. Sus manos habían acariciado esa madera, esa hoja miles de veces.


Entonces me marché. Me adentré en el bosque y seguí caminando hasta que el amanecer empezó a iluminar el horizonte por el este. Cuando los pájaros empezaron a cantar, me detuve y dejé mi bolsa en el suelo. Descolgué la katana del hombro, la sujeté con ambas manos con fuerza y me puse a practicar. Me dolían los dedos, las manos, pero practiqué de todas formas. Sentía cada fibra de mis manos y no paré hasta que me sangró la nariz. Practiqué hasta que el sol brilló a través de los árboles. Practiqué hasta que me dolieron el torso y las piernas. Practiqué, intentando no recordad, hasta que me quedé dormido.
Esos son mis últimos recuerdos de aquel día, semana o incluso mes. Esos son los últimos detalles que mi mente es capaz de recordar.