Descubriendo la ciudad del carnaval [Aura-Galhard] [Privado-Pasado]

Aura llevaba apenas unas horas en aquella ciudad, que según tenía entendido era la capital de la isla, pero ni siquiera se había parado a buscar un sitio en el que alojarse. Todo estaba tan rebosante de vida, de música, de colores... Aunque Aura ya había leído sobre San Faldo, sus ciudades, y su carnaval, nunca se habría imaginado algo de tal magnitud, y a cada paso que había dado desde que puso el primer pie en la isla todo le había parecido maravilloso.

Si bien era cierto que había estado ya en varias islas desde que salió de Kumate, y algunas habían sido muy... diferentes, ninguna le había parecido tan fascinante como esta. Tras cada esquina se encontraba con un teatro, rodeado de mil espectáculos a lo largo de la calle, y Aura se paraba en todos y cada uno de ellos. Había tardado casi tres horas en recorrer dos calles, que ni siquiera eran de las principales de la ciudad, pero no era como si tuviese prisa. Sin embargo, se iba acercando la noche, y ya iba siendo hora de buscar algún sitio para dormir. Estaba pensando eso, distraída por el vibrante ambiente de las calles, y por todos los distintos tipos de música, cuando se pasó un cruce y casi se dio de bruces contra una puerta, que tras separarse un poco y ver el cartel que reposaba sobre ella vio que era de una posada. Su suerte sin duda había ido en aumento desde que decidió fugarse de casa de su tía. Empujó la puerta, y esta dio lugar a un amplio salón bien iluminado lleno se sillones que, después de haber estado todo el día sin parar de andar, le parecían extremadamente cómodos. En un lateral de dicho salón había unas escaleras que probablemente llevasen a las habitaciones, y en la pared opuesta se encontraba una gran puerta doble que separaba el salón del comedor, y de la que salía un olor que, aunque no supo reconocer, hizo que se le hiciese la boca agua. Al fondo de la habitación había un alto mostrador de madera, y tras él se encontraba sentada una chica que no parecía mucho mayor que ella, y que lucía un cabello que mezclaba el dorado y el morado en una combinación tan bella y extravagante como todo lo que había visto de la ciudad hasta ese momento. Se acercó a ella, y tras pedirle una habitación se dirigió a la segunda planta, donde le había indicado que se encontraba su cuarto. Era una estancia muy simple, con una cama, una mesita de noche y un baño pequeño, pero teniendo en cuenta que había pedido la habitación más barata posible, no se iba a quejar. Desde luego, había dormido en sitios mucho peores.

No paró mucho en su habitación, pues quería cenar rápido y seguir explorando la ciudad que, de noche, estaba segura de que sería un espectáculo digno de ver. Volvió al salón, y de ahí pasó al comedor, que era mucho más simple de lo que se había imaginado, o de lo que daban a pensar sus puertas, aunque cabía destacar la banda de música que tocaba al fondo una melodía relajante. Sin embargo, vio la comida servida en las mesas a su alrededor y su estómago, que en parte era su principal perdición, estuvo de acuerdo con ella en que ese sitio era maravilloso. Se lanzó contra la barra para pedir una buena jarra de cerveza y los platos más extraños que pudo encontrar en la carta, casi todos una mezcla de carnes con especias que, para ella, eran muy exóticas, y no podía esperar a probarlas. Hecho esto, se dejó caer en una silla de la mesa vacía más cercana a la barra, mirando hacia la puerta, y mientras esperaba a que trajesen su comida se dedicó a descansar y a observar al resto de personas que ocupaban la habitación. Como todo en aquella ciudad, la gente allí era sin duda de lo más variado.

La familia de Galhard tenía como tradición ir a San Faldo para disfrutar de unas vacaciones que les relajasen de su ociosa vida como nobles.
A Galhard se le hacía repetitiva esta costumbre familiar y ya aburrido de recorrer los lugares de alto standing destinado a la gente de alta cuna, las cuales sus padres siempre concurrían decidió aventurarse él solo por la ciudad.
Aprovechando que gracias a su entrenamiento y su edad, ya podía gozar de ciertas libertades se aventuró por las calles menos ostentosas de las que l siempre había recorrido en compañía de su padre. Caminando y observando  la gente de a pie las horas volaron para Galhard, al cual, su estomago le comenzó a reclamar atención. Cansado de restaurantes caros, donde por precios altos servían escuetas comidas, decidió dejarse guiar por el azar para buscar un lugar donde poder calmar su apetito con una opípara cena.

Las animadas calles llenas de gente a penas dejaban distinguir los edificios, por ende el joven se sintió algo perdido, siguiendo un pensamiento lógico pensó que una posada podría ser una alternativa a un restaurante decidiendo entrar en la primera que encontrase. Llegó a una pequeña posada, diferente por completo a los amplios hoteles donde solía alojarse. Para él, esta diferencia era extrañamente acogedora.

Fue recibida por una mujer de extraños colores que se desconcertó al ver alguien vestido de esa forma entrar a la posada y decidió preguntar sobre la cocina del lugar, con los suficientes berries no habría problema en comprar comida sin tener que hospedarse en la misma pensó y la joven encargada aún con estupor aceptó las condiciones guiando al chico hacía la cocina. Cuando pasó en dirección al comedor un delicioso aroma a carne cautivó su olfato, provocando a su vez que sus tripas rugiesen. Había encontrado el lugar indicado donde comer.

A juzgar por lo llenas que estaban las mesas, la comida aquí debía ser igual de deliciosa que el olor que salía de la cocina. Trató de buscar una mesa desocupada sin éxito mientras quedaba fascinado por la diferencia de la gente que ocupaba el lugar, parece que debería esperar a que alguien abandonase una mesa o volver por donde había venido. Se encogió de hombros y decidió dar una pequeña vuelta por la habitación mientras miraba sin descaro alguno a las personas que habían por allí.

Aura estaba mirando distraída a los músicos, que ahora tocaban una alegre melodía, muy similar a las que había escuchado por todas partes aquel día, cuando se abrió ligeramente una de las puertas, y un chico joven, alto y pálido apareció tras ella. Era forastero, de eso no cabía duda, pero a diferencia de todos los demás que había visto ese día, y de los que se hospedaban allí, que en su mayoría eran o mercaderes o, como ella, viajeros curiosos, ese chico parecía mucho más acomodado. Seguramente el hijo de una familia poderosa que había llegado a la ciudad para negocios, o simplemente de vacaciones.

Precisamente por eso se extrañó de verle ahí, pues según tenía entendido, había una zona en la ciudad dedicada expresamente a la gente adinerada, que aunque menos interesante, también era mucho más segura. Después de todo, también había bastantes ladrones, y si de repente empezase a pasear por allí gente rica e inconsciente, probablemente serían como caramelos atados a un palo para que quien quisiese pudiese cogerlos a ojos de los ladrones. Sin embargo, él no parecía inconsciente, ni débil. El sable que llevaba colgado al cinturón y la fluidez de sus movimientos daban a entender que había pasado por, al menos, algo de entrenamiento. Y aunque Aura había conocido, o visto en general, a pocos nobles en su vida, todos tenían en común un aire de superioridad que los hacía especialmente irritantes. Ese chico, en cambio, no daba ese aire, sino uno mucho más humilde, y no miraba a la gente que disfrutaba de su comida por encima del hombro, sino con simple curiosidad. Quizás por esto, cuando se acercó a la parte en la que se encontraba ella mirando por todas partes, probablemente buscando un sitio libre, decidió echarle una mano.

-Hey chico, siéntate aquí si quieres. Yo en la barra estoy bien -dijo cuando llegó a su altura, mientras se levantaba de la silla y se la ofrecía. Al mismo tiempo vio por el rabillo del ojo a un camarero saliendo de la cocina con una jarra de cerveza de aproximadente el tamaño de su antebrazo y un enorme plato de carne, que probablemente fuese el primero de los que había pedido, y le salió automáticamente una enorme sonrisa de oreja a oreja.- ¡Oh! Ahí viene mi comida.

Galhard se volteó al escuchar la voz de la chica, lo primero que llamó su atención tras su enérgica voz fue su llamativo color de pelo, pese a que el hambre cautivaba casi por completo su olfato debido a su agudo sentido pudo notar un dulce aroma a cereza proveniente de ella. Esto emocionó un poco al chico puesto que la mayoría de gente con la cual se había cruzado trataban de evitar el trato con él o incluso algunos intentaban engañarle pero la voz de la mujer trasmitía amabilidad y no parecía guardar ninguna segunda intención. Por fin alguien no le trataba de esa forma.

Después de un rápido vistazo a la chica se fijó en la mesa para más tarde mirar la barra. La mesa tenía mas de una silla y se veía lo suficiente espaciosa para que dos personas pudiesen comer sin molestarse mientras que la barra parecía algo dejada y estrecha incluso para una sola persona que no estuviese interesada en solo beber. Galhard inclinó un poco su cabeza y decidió responder a la chica con un extraño contraste de educación y osadía.

-Oh, muchas gracias por la oferta, pero... Sería descortés por mi parte hacer que te movieses a un lugar más pequeño, más cuando tu llegaste primero al lugar, si no te resulta incomodo podríamos compartir mesa. ¡Pareces alguien que ha vivido muchas aventuras! De seguro tienes miles de historias que deben ser dignas de ser escuchadas y que mejor forma de acompañar una comida que las historias de una aventurera. El muchacho se acercó a la mesa de la chica y tras escuchar que la comida de la joven venía en camino su estomago también decidió responder con un más que audible gruñido. -¿Eso es el entrante del lugar?- Dijo dando la vuelta hacía el camarero mientras con estupor miraba el plato de comida y se sorprendía por la monstruosa jarra de cerveza, imaginando que él sería incapaz de acabarse esa cantidad de cerveza sin caer de espaldas.

Aguantando las ganas de interceptar el plato de carne se acercó a la silla otra silla de la mesa, esperando la respuesta de la chica mientras que con una seña le indicó al camarero que le gustaría tomar un plato como ese a él también.
-¿Podrían traerme un zumo de manzana también?-

El chico le agradeció su propuesta, y le sugirió compartir la mesa, cosa que Aura aceptó con mucho gusto. No se había equivocado con él, y le dirigió una cálida sonrisa. Mientras se volvía a sentar, le pusieron delante el plato y la cerveza que acababan de sacar de la cocina, y tras darle un largo sorbo a esta última, vio que el chico observaba con ganas el plato que había ante ella.

-¿Quieres un pedazo? Para ir abriendo el apetito -dijo, aún sonriendo-. Este es el menú que acabo de crear llamado “Come hasta reventar o muere en el intento”. ¡Yo estoy deseando hincarle el diente! Y en cuanto a mi... simplemente soy una chica que decidió irse de casa para ver el mundo, así que sí, podría decirse que cada día ha sido una nueva aventura. ¿Y qué hay de ti? No pareces alguien que vendría por aquí de forma habitual, pareces más del distrito rico, así que... ¿qué te trae por aquí?

Mientras decía esto, pinchó un trozo de carne con el tenedor, y cuando se lo llevó a la boca sintió la mayor explosión de sabores que había probado nunca, y se alegró inmensamente por haber decidido visitar esa isla. No podía esperar a que le trajesen el resto de platos, y se le hacía la boca agua sólo de imaginárselos.

-Por cierto, acabo de caer en que aún no me he presentado, perdona. Soy Aura. -dijo, tendiéndole la mano por encima de la mesa.

Tras escuchar el ofrecimiento de la chica el estomago tomó posesión de la razón del chico y se abalanzó sobre el plato cogiendo un pedazo de carne que con rapidez llevó a su boca con una mano mientras que con la restante salió al encuentro de la de su nueva compañera.

—Mñe Ñamo Galgagrd, egncantadgo ge connogrtre—
(—Me llamo Galhard, encantado de conocerte)
Dijo el joven con la boca llena creando una situación la mar de peculiar sobretodo para lo que cabría esperar de alguien de familia pudiente, para después de tragar la carne seguir hablando.
—¡Delicioso! Me encanta la idea de este menú— Dijo Galhard rebosante de felicidad —No vas errada, vengo de allí, mi familia cada año decide venir de vacaciones a esta isla pero ese lugar es demasiado aburrido, todo es lo mismo y la gente no es para nada interesante... Así que he decidido escaparme a explorar... ¿Aventuras eh? Al joven se le iluminó la cara todavía más mientras tomó asiento.—Ojala pudiese vivir alguna yo... Quizás puedo sonar algo egoísta por ello, pero creo que la vida que me hacen llevar no es para mí. ¿De que mar provienes? Yo soy del North Blue, el clima es más frío y agradable que el de aquí, si eres aventurera un día podrías visitar la isla. ¡Somos famosos por la historia de Noland el mentiroso!...Aunque estoy seguro que la isla de oro debe existir en algún lugar... ¿No crees?