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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Lun 7 Mar 2022 - 11:06}

Querida Ignorante:

Te echo de menos.

Alice.


A veces hacías aquello. No estabas segura de querer dejar en manos de cualquiera las palabras que le pertenecían, así que lo resumías a siete palabras. A veces "te echo de menos", otras "espero que estés bien" e incluso en ocasiones "quiero darte un abrazo". Desde la breve incursión en Thriller Bark en la que os habíais separado habían sucedido muchas cosas: Blackwood en Yellow Spice había sido el prólogo de una pesadilla en la que English Garden se había convertido en una cárcel, y tú en una simple prisionera. En el momento en que más fuerte te habías sentido te habían arrancado de tu tripulación y, a tu regreso no estaba Surya en el barco. De golpe todo lo que había sido real durante meses, todo lo que te había hecho recordar que tu confinamiento era poco más que un mal sueño se había roto, de alguna forma.

No solías pensar mucho en tus sentimientos. Más bien lo evitabas. Te sentías más fuerte cuando solo mirabas hacia delante e ignorabas deliberadamente cada cosa que se había perdido en el camino, aun cuando era una parte de ti. Cuando llegaban a ti te desgarraban, en parte, pero seguías sonriendo. Siempre sonreías.

Jugueteaste con la pluma en tu mano, preguntándote si debías decirle algo más, si aquella carta sería la buena y ella la recibiría. La probabilidad estaba en tu contra, pero nunca habías dejado que eso te desanimara; querías contarle un sinfín de cosas, escucharla contarte cosas ella a ti, quizás robarle un beso a mitad de la frase... Tus pensamientos eran confusos a veces, pero desde los más inocentes hasta los -pocos- menos todos pasaban por tenerla cerca una vez más. Tampoco mucho tiempo, ni ella ni tú erais animales de rutina -por no hablar de que ella era una criminal marcada por el Gremio-, pero sí el suficiente para que el calor os acompañase un tiempo al llegar la noche.

Suspiraste. La botella te miraba con gesto severo, juzgándote en silencio. No tenía rostro, pero la luz del dormitorio formaba una cara adusta en su forma cristalina, una mirada ígnea que no pudiste aguantar durante mucho tiempo. Quizá la botella tuviese razón, quizá no deberías poner nada más. ¿Para qué? Si ella lo leía, sería suficiente.

Cerraste la nota con lacre y sellaste la botella. Aún sentada en la silla, sin decir nada, te quedaste mirándola. Con decisión agarraste su cuello te levantaste, avanzando paso a paso con cierta ilusión. No sabías cómo, pero Illje siempre aparecía para darte luz en los momentos más oscuros, y si bien ese no era el más sombrío que recordabas... Quién sabe. Simplemente querías verla. Tenías muchas ganas de verla.

Llegaste a cubierta y lanzaste con todas tus fuerzas la botella al mar. Algunos de los tripulantes miraron por un segundo, pero volvieron a sus quehaceres casi al momento. Todos estaban ya acostumbrados al ritual tras meses de verte; el único que no te quitaba la vista de encima era Cabbage -como habías decidido llamar al cocinero sordo y ciego del barco-, que siempre te miraba con ojos vacíos sin decir nada, si bien era cierto que en ocasiones te agarraba ambas manos y las movía como si escribiera sobre ellas, haciéndote cosquillas en las palmas. No sabías qué quería decir con eso, pero cada vez te cautivaba más aquel hombre.

- ¡Tierra a la vista! -gritó Bill-. ¡Pucci!

Asentiste. Nunca habías estado allí, pero la capital gastronómica del Grand Line era una cita que no podías desatender. Mucho menos en aquellos momentos que tras las últimas capturas teníais demasiado dinero y empezaba a quemaros en el bolsillo. Un día en calma, por una vez, y bajar del barco sin la intención de cazar nada... Sonaba refrescante.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Lun 7 Mar 2022 - 13:26}

Una vez más, volvía a casa. No quería, en realidad. Quizá por eso pasó de largo una vez llegó a Dark Dome. Sin salir del puerto, compró lo que necesitaba para seguir viaje y continuó su camino. Tenía que acudir a una reunión de la compañía; dar cuentas acerca de sus últimos prototipos. Sabía que últimamente estaba flaqueando. La creación y coordinación de dos sucursales propias, a espaldas de Kolvenik Inc., se llevaba gran parte de su tiempo y energía. Sus jefes no habían tardado en notar el bajón y ahora querían respuestas.

Las tenía, claro. Siempre guardaba un par de prototipos en la manga para estos casos, porque era consciente de que nadie podía hacer que los buenos días duraran para siempre. Y, en realidad, sus últimos días no habían sido nada malos. Las aventuras en Nueva Ohara le habían inspirado y todo el viaje de vuelta se lo había pasado creando. Por desgracia, cuanto más se acercaba de vuelta a Dark Dome, menos ganas tenía de hacer nada. Había llegado al límite en el puerto y había decidido seguir navegando. Se disculpó por Den Den mushi, aludió a problemas de viaje y aplazó la reunión una semana. Era la primera vez que hacía algo así, por lo que no tuvo muchos problemas.

Se sintió un poco mejor cuando la atmósfera negra de Dark Dome se alejó y fue entonces cuando pensó en Alice. ¿Dónde estaría su querida ignorante? Miró por la borda, no pocas veces, esperando ver llegar una pequeña botella de cristal. Tal cosa no sucedió y aunque la conejita no escribió nada, pasó el día en silencio, imaginando que le hablaba.

A la mañana siguiente, reunió las fuerzas para mirar cuál era la siguiente isla en la ruta. ¿por qué lugar había dejado sus quehaceres? Sonrió con alegría al descubrirlo: Pucci. Sí. Por fin. Tenía pendiente desde hacía mucho tiempo visitar el paraíso gastronómico. Era ampliamente conocido por todos los mares y ahora, en cuestión de poco tiempo, estaría al alcance de sus dedos. Iba a darse un festín digno de una reina.

Poco a poco el tedio se convirtió en impaciencia. Para cuando vio tierra a lo lejos había hecho una limpieza profunda del barco, de sus artilugios, de sus patines y de sí misma. Llevaba también un pequeño sobre perfumado en el bolsillo. Al final, no había podido resistirse. No obstante, este era algo diferente. Pensaba dárselo en persona y no importaba cuanto tiempo pasara en su bolsillo, cuánto tiempo tuviera que llevarlo consigo, cuantas aventuras pasaran hasta que… ¡pero si era su barco!

Sonrió con genuina alegría. Se acercó a proa para asegurarse y entonces vio algo moverse en el agua. Por supuesto. Lanzó un calculado hilo de seda y con cuidado sacó la botellita de cristal del océano. La frase le hizo sentir mariposas por un momento. Ella también le echaba de menos.

No mucho después ambos barcos llegaron a tierra, uno después de otro. A la conejita le costó atracarlo; habría preferido saltar directamente a tierra, pero ir sola tenía sus desventajas. Una vez todo estuvo asegurado, pidió a Edipo que se quedara a guardar el barco y de otro hilo bien enviado, se lanzó al abordaje. El barco de Alice todavía estaba terminando de atracar; el suyo al ser más pequeñito era más ligero y había logrado alcanzarla casi en el último momento.

Aguardó su oportunidad. La vieron varios marineros, pero ella sonrió y les pidió con gestos que no dijeran nada. No tenía muy claro cómo había funcionado eso, pero el hecho es que logró encontrarla. De espaldas. Esto era muy mala idea. En realidad, no debería. Y, sin embargo, lo hizo.

Le saltó encima, dispuesta a abrazarla desde atrás. Llevaba mucho tiempo queriendo hacer eso.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Lun 7 Mar 2022 - 17:36}

Los muelles de Pucci eran casi perfectos. Empedrados en sillería, detallados en madera y con un muy profundo calado de cada dársena que permitía entrar a casi cualquier barco. El Elysium no era particularmente grande, pero tampoco se trataba de un bote, y cuando un puerto te facilitaba el atraque siempre sabías agradecerlo. Tu tripulación era capaz hasta cierto punto de maniobrar con el barco, pero un par de sustos en puertos complicados como Yellow Spice o Little Paradise -había sido muy caro reparar el barco cuando lo retomaste- te hacían preferir ser tú misma quien manejase el timón durante esos momentos delicados.

Todo estaba saliendo bien, a decir verdad. No era complicado pero sí satisfactorio. Los chicos fueron recogiendo las velas para hacer que el buque perdiese empuje y fuese deteniéndose, al tempo que tú dabas la orden de lanzar el ancla. En cuanto solo las olas hacían moverse al barco en un vaivén rítmico soltaste el timón, bajando del puente de mando hasta la cubierta principal. Siempre antes de salir te gustaba echar un vistazo desde la proa. Pucci había parecido en un primer vistazo una isla hermosa, pero querías observarla detenidamente ahora que no estabas centrada en atracar debidamente. Sin embargo, no llegaste hasta el mascarón.

Al principio te asustaste. Cuando las manos se cernieron sobre ti la primera reacción fue materializar la espada, lista para defenderte. Apenas reparaste en sus brazos; tan solo comenzaste a darte la vuelta bruscamente, pero al verle la cara la hoja cayó al suelo.

- ¿Illje? -Apenas lo musitaste-. Illje...

No sabías si creértelo del todo. Tu cuerpo empezó a temblar por un instante. Seguías mirándola, casi sin creerte que estuviera ahí, ¿pero cómo? Justo ese día, justo en ese lugar... Justo a tu espalda.

Ese día no gritaste. Tampoco diste saltitos. Cuando recuperaste el control de u cuerpo te zafaste de su abrazo con un paso atrás, recuperando la distancia; pero no duró mucho. Antes de darte cuenta te abalanzaste sobre ella, colgándote de su cuello. No querías decir nada, y no lo hiciste. Solo te mantuviste aferrada a ella, contra su pecho, queriendo llorar pero sin hacerlo. Queriendo que aquello no terminase nunca, pero sabiendo que tarde o temprano acabaría.

Dejaste que el tiempo pasara sin soltarla, pero al final te separaste. Tenías los ojos enrojecidos pero la cara seca. Aspiraste momentáneamente para abrir tus fosas nasales y sonreíste, entre contenta y nerviosa. Entre feliz y ansiosa.

- Ho-hola -dijiste, finalmente, desviando la mirada.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Mar 8 Mar 2022 - 11:35}

Por un momento se asustó. No por la espada surgida de la nada, que le hizo soltar un pequeño silbido de admiración. No por como dijo su nombre, apenas un hilo de voz. No podía creérselo y ella no podía culparla. Cada vez que se apartaban, no sabían cuándo o si volverían a verse. Perder a alguien nunca era bonito. No saber si le habías perdido era todavía peor. Pero nada de eso le asustó tanto como cuando dio un paso atrás.

Le había visto. Le había reconocido. Y se había apartado. Por un instante, todo lo que duró, su corazón se saltó un latido. ¿Estaría enfadada? Quizá había tardado demasiado. No sabía a dónde tenía que ir y aun así había llegado tarde. No quería que se enfadase. No quería hacerle daño. Era solo que a veces, tenía que marcharse y no podía…

Volvió a respirar en el momento en el que Alice le abrazó. La rodeó con sus brazos de forma automática, antes incluso de procesar lo que estaba pasando. Todo estaba bien. Ese era el mensaje y eso era lo único importante. Le abrazó más fuerte. Se había colgado de su cuello y la conejita aprovechó para subir una mano y acariciarle el pelo, atrayéndola más hacia sí.

-Te eché de menos.- dijo en voz bajita.

Pasaron los segundos y aunque no quería soltarla, sabía que tarde o temprano iba a tener que hacerlo. Pero Alice no se apartaba y empezó a preguntarse si habría sucedido algo durante su ausencia. De alguna manera, empezaba a creer que la mitad de esa intensidad no se debía a su llegada. Pero parecía estar ayudando y tampoco es que quisiera apartarse, así que se quedó así hasta que Alice estuvo lista para dejarla ir.

-Hola.- Respondió con una sonrisa. De su bolsillo sacó la cuartilla de papel que había doblado y sellado con lacre, solo para ella. Esta vez no decía mucho, pero decía lo justo.

Querida Alice:

Me alegro de verte.

Tu ignorante favorita.


La conejita se encogió de hombros.

-Me harté de que los peces espiaran mis palabras.

Sin poder contenerse, fue a darle un segundo abrazo. Fue más rápido que el primero, pero igual de cariñoso. Cuando se separó, empezó a caminar con ella. Todavía ninguna de las dos había pisado tierra. Y en un lugar como aquel, solo había una cosa lógica que hacer:

-Entonces… ¿Pucci, eh? ¿Puedo invitarte a comer?
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Mar 8 Mar 2022 - 15:22}

El instinto te había jugado una mala pasada. Estabas demasiado preparada para que todo saliese mal, para que alguien volviese a atraparte... Pero no para Illje. ¿Qué habría pasado si le hubieses hecho daño? ¿Y si se hubiese asustado? No sabías si alguna de las dos era posible, pero tampoco querías ponerlas a prueba. Cuando te colgaste de ella lo hiciste con el temor de que te apartase, de que te preguntase qué significaba aquello, o que reaccionase tan mal como tú. Sin embargo no lo hizo. Dejaste que sus brazos te rodeasen mientras su calor te envolvía, sintiendo sus dedos pasear por tu pelo. Cómo habías echado de menos sus dedos.

Quizá alargaste mucho el abrazo. Quizá ella te estaba dando el consuelo que necesitabas y no el cariño que querías. Quizá te estaba dando ambas cosas, no lo pensaste. Estaba allí, y eso era suficiente. Era mucho más que suficiente. Sobre todo cuando, al apartarte, la conejita dejó en tus manos una sencilla carta. Doblada, como una nota, pero al mismo tiempo con unas palabras que te hicieron pensar que todo llevaba mucho tiempo planeado. La miraste a los ojos, mordiéndote el labio. Siempre se guardaba un as en la manga, ¿verdad?

- Tengo mucha suerte de no ser un pez -contestaste con un hilillo de voz, tratando de que no temblase demasiado-. No habría querido perdérmelas.

Soltaste una risita nerviosa. Cuando el segundo abrazo llegó te desarmó por completo; en realidad lo agradecías, pero no lo esperabas. Se te escaparon las lágrimas y te rompiste por un momento, aferrándote a ella con más fuerza. El último abrazo que te habían dado era el suyo, y de eso parecía hacer ya una eternidad. Aunque no era eso, o no del todo al menos. Era la última persona de la que habías querido un abrazo; se había adueñado del último momento en meses en que el contacto físico no te atemorizaba. Y seguías queriendo abrazarla. Tal vez, solo tal vez, llevabas demasiado tiempo alerta y de pronto, con solo una caricia lo bastante precisa, había hecho que todo saltase por los aires.

- Perdón. -Sacaste un pañuelo del bolso, con tus iniciales bordadas en pan de oro-. Han sido meses complicados. Lo siento.

Algunos en la tripulación fingían pasar de largo, pero sabías que miraban de reojo. Habías desaparecido durante mucho tiempo y nunca habíais hablado del porqué, tan solo te habían aceptado de regreso sin pedir explicaciones. Aunque sabías que nadie te las iba a pedir, quizá debieses sincerarte con ellos en algún momento.

Comenzaste a caminar por inercia siguiendo los pasos de Illje. No sabías hacia dónde dirigirte una vez en tierra, pero eso en realidad nunca te había importado. Ella estaba ahí; era suficiente. Además, acababa de invitarte a comer. Aún con la cara algo hinchada y los ojos vidriosos le regalaste una sonrisa. No de las sonrisas tensas que te acompañaban al sentir dolor, sino una de las más sinceras que habías mostrado en meses.

- Solo si te quedas hasta la cena -contestaste-. No puedo dejar que te escapes tan pronto.

Bajaste a tierra por la pasarela. Una de las cosas que tendrías que hacer de cara al futuro era conseguir una escala, o cualquier día alguien se iba a matar en la tabla. Por suerte, ese no era el día. Aunque sí era el día.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Miér 9 Mar 2022 - 10:56}

-Si fueras un pez, la habría dejado caer con una caña.- Dijo en voz baja.

De acuerdo, no se lo había imaginado. Algo iba mal y notar a Alice temblar entre sus brazos le hizo ponerse alerta y preocuparse. Miró a su alrededor sin soltarla. Estaba en un barco lleno de gente, ¿alguien sabría algo? Pero todos estaban haciendo como que no las veían mientras miraban de reojo. Supuso que eso era bueno. No querían interrumpir y aún así preferían estar cerca en caso de que algo fuera mal. Al fin y al cabo, a ella no la conocían.

Cuando Alice se apartó, era evidente que las lágrimas habían ganado la batalla. Illje esperó y la respuesta que llegó se asentó como una piedra en el fondo de su estómago. ¿Meses? Sabía que había pasado tanto tiempo, pero no esperaba que todo hubiera sido malo. No. Eso era imperdonable. Poniéndose algo seria, suspiró y rápidamente recuperó su nota de Alice. Sacó un bolígrafo de la nada y garabateó unos números antes de devolvérsela y mirarle a los ojos.

-La próxima vez, no quiero que tengamos que esperar al capricho de la marea. Llámame.

De alguna manera, lograron bajar del barco. La conejita se debatía por dentro; quería saber lo que le había ocurrido, pero no quería que siguiera pensando en ello. Al final, decidió que no podía decidir por ella, así que simplemente continuaría con su plan inicial. Miró su reloj, pese a que sabía de sobra el tiempo que tenía.

-Tres días y tres noches. Puedo darte hasta tres cenas, pero si quieres más me temo que tendrás que acompañarme a… a otro lugar.

Vaciló a media frase. Al principio iba a decir ''a un sitio en donde nunca da el sol'', pero era demasiado ominoso y encima era cierto. Luego fue a decir ''a casa'', hasta que se dio cuenta de que no lo había dicho en voz alta en mucho tiempo. A medio camino, se preguntó por qué se lo decía siquiera. No era como si fuera a acompañarla, ni como si quisiera exponerla al agujero del infierno que era Dark Dome.

De pronto, un delicioso olor interrumpió sus pensamientos al colarse en su nariz. Ajo, pimienta, anís… alguien estaba cocinando. Su estómago rugió y de repente se dio cuenta de lo realmente importante.

-Creo que las dos nos merecemos un descanso. ¿Pasta o carne?

Frente a ellas, en lados opuestos de la misma calle, había dos restaurantes diferentes con tanta tensión entre ellos que temía que de pasar por el centro en lugar de escoger acabaran cortadas en daditos en el pavimento. Quién sabe, quizá era una estrategia para hacerse con la mejor carne.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Miér 9 Mar 2022 - 13:09}

Por un momento te quitó el papel de entre las manos y apuntó unos números en el dorso de la hoja. Podrían no haber significado nada, pero significaban un mundo y una voz cercana aun si estaban a un mar entero de distancia. Su número de den den mushi era algo que nunca habrías pedido, pero también era una cosa que deseabas enormemente; no lo habías sabido hasta ese preciso instante, pero lo deseabas enormemente.

- Lo haré -contestaste, sin dejar de mirar el número. Querías grabarlo en tu memoria y, aunque no eras dada a olvidar, preferiste no correr el riesgo. No era algo que quisieses perder-. Gracias, de verdad.

Cuando tocaste tierra te percataste de que la espada había quedado tirada en el suelo. Con cierta ansiedad te diste la vuelta por un instante, pero al momento giraste de nuevo. Prácticamente habías estado pegada a esa espada desde antes de huir de English Garden; la habías robado de la colección personal de Lewis en un momento en que estaba lo bastante distraído, y desde entonces dormías hasta con ella bajo la almohada. Sabías, sin embargo, que Bill o el viejo Cabbage la recogerían del suelo, si no otro de los chicos, y la guardarían en un lugar seguro hasta que volvieses. Eran lo bastante valientes para saquear cuando enfrentabais a una banda pirata, pero no eran lo bastante estúpidos como para robar a una persona con la que debían convivir. Sobre todo porque desde tu regreso habías demostrado, sin siquiera asomo de reparo, que te habías vuelto más fuerte. Más decidida, también, pero sobre todo mucho más salvaje. Y es que no solías pensar en ello, pero la alerta permanente te había pasado factura. También la rabia contenida, y la frustración.

Además, ese día no estabas sola. Aun si te relajabas un poco, aun si te distraías... Erais dos. Illje había cubierto tu espalda cuando habías decidido arriesgarte para dar vida a Ceniza, y se había colado en tu vida con la repentina bondad de una casualidad. Te sentías más segura a su lado.

- Carne.

A decir verdad la pasta te gustaba más, pero Cabbage solía prepararla constantemente. De formas originales y distintas hasta el punto de que aún en todo el tiempo que lo conocías no había repetido receta, pero hacía tiempo que no tomabas una buena carne a la brasa, o un estofado con mucha sustancia. Todo lo que cocinaba el anciano tendía a ser barato, no tanto en el sentido de su bajo precio sino en el sentido de conseguir el máximo rendimiento a cada cosa: Con las aves hacía caldos, gelatinas, pieles tostadas, filetes y aprovechaba crestas y patas para dar sustancia a elaboraciones menos sabrosas como sopas de verdura o similares. Cualquier agua de cocer carne se desgrasaba para aprovecharla y freír con ella, y de cualquier verdura se aprovechaba todo aquello que no fuese tóxico, desde la punta hasta el tallo. Hojas de pimiento, pétalos de azucena, semillas de melón... Para todo el viejo cocinero encontraba un sentido que hacía platos magníficos, nutritivos y, a final de mes, también baratos.

- Cabbage no prepara mucha carne habitualmente -explicaste al final-. Los chicos dicen que es porque comer pesado en el mar es peligroso, aunque en realidad ninguno lo tiene demasiado claro. Cabbage no habla con nadie.

Seguiste junto a ella dejando que el olor de las especias te absorbiese. También el de las carnes y pescados, el de las pizzas y más tenuemente los dulzones afrutados de algunas ensaladas exóticas. Había una oferta casi ilimitada y no parecía haber un solo negocio, al menos en la calle principal, que no estuviese destinado a la restauración u hostelería: Cafés y bombonerías, confiterías y restaurantes, mesones, taperías... Y las brasas. Estaban enfrentadas a un restaurante con comida típica de la región -pastas y pizzas, mayormente-, pero el olor de la carne madurada y la sal pudo a la albahaca y el ajo. Mientras señalabas con admiración una pieza de carne tan grande como tu cabeza, reflexionabas sobre la invitación que no habías sabido responder.

- Tengo tres días para pensarlo -dijiste con una sonrisa-. Pero solo necesito una noche para decidirme.

¿Desde cuándo eras tan atrevida? Apoyaste por un momento la cabeza en su hombro, pero al momento te recompusiste. Había que mantener las formas. Así pues, te plantaste frente a la puerta del local y preguntaste:

- Entonces... ¿Aquí hoy?
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Jue 10 Mar 2022 - 11:17}

No tardó en decidirse. En opinión de Illje, era una excelente elección. Tanto la pasta como la carne eran buenas, claro. Ingredientes increíblemente versátiles que en las manos de los profesionales adecuados daban una experiencia inolvidable. Estando en Pucci, si los rumores eran ciertos, no había profesionales malos. Fueras a donde fueras, te esperaba un festín de especias y sensaciones en la boca. Al final del día, tu elección solo tenía que estar condicionada por lo que más te apetecía y hoy a ella también le apetecía carne.

¡Era lógico! Sencillamente, no era práctico llevar carne mientras viajaba, al menos no en su barco. Tenía una nevera y un congelador pequeñitos, pero la carne ocupaba bastante y solía llevar la justa para comer solo uno o dos días. Los vegetales, el arroz, las patatas y la pasta y las comidas precocinadas – especialmente las comidas precocinadas- aguantaban mucho mejor los largos viajes en el mar. Y siempre era más sencillo pescar algo que cazar una gaviota o peor, despiezar una gaviota. No era de su agrado, ni tampoco se le daba bien. Entre una cosa y otra, lo cierto era que mientras estaba en el mar comía poca carne y la perspectiva de un buen entrecot bien preparado le hacía salivar.

-Carne es, entonces. ¡Vamos allá!

No sabía quién era Cabbage, pero tenía un nombre de lo más peculiar. El cocinero de su barco, seguramente. Y eso le recordaba…

-Tienes una tripulación muy atenta.- Dijo con una pequeña sonrisa.- Me dejaron acercarme, pero todos estaban mirando y creo que me habrían saltado encima si no hubieras querido que estuviera ahí.

Lo cierto es que le alegraba. Su tripulación… en realidad solo eran dos y bastante como con Alice, a Claude lo veía de tarde en tarde. Hizo un pequeño mohín. En realidad, quería cambiar eso. Por desgracia, parte de ello pasaba por regresar a Dark Dome. Volviendo a notar la piedra en el estómago, decidió centrarse en la comida de momento. Notó la cabeza de Alice en su hombro y sonrió. Tenían noches de sobra por delante.

-Sí, vamos aquí.

Entraron en el lugar. ''La brasería de Baku'', rezaba el cartel. Nada más traspasar el umbral se encontraron rodeadas por el olor de la buena carne, el carbón y las especias. Un camarero se materializó aparentemente de la nada y las guió con mucha educación hasta una pequeña mesa en un rincón. Mantel blanco de buena tela, un pequeño centro de mesa con diminutas flores lilas y en general bastante privacidad. Illje fue a pedir la carta, pero el hombre levantó la mano:

-No tienen de qué preocuparse. El chef se encarga de proveer lo mejor para cada cliente. ¿Tienen alguna alergia o preferencia que debamos tener en cuenta?

La conejita negó con la cabeza. Interesante, el chef iba a escoger algo sin siquiera haberlas visto. A lo mejor era una trampa y le daba lo mismo a todos, pero de una forma u otra el sitio olía tan bien que no le importaba. Vio a Alice al otro lado de la mesa y sonrió.

-Entonces… ¿una mala racha?

Ay, demonios. Por qué sería tan bocazas.

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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Jue 10 Mar 2022 - 15:08}

Cuando entrasteis en la brasería os envolvió un aura siniestra. Todo a vuestro alrededor era de golpe piedra antigua, iluminada por faroles de mecha y candelabros suspendidos de finísimos hilos haciendo parecer que flotaban sobre vuestras cabezas, todo ello sumado a un ligero movimiento -seguramente causado por las salidas de aire- que las hacía titilar, formando un mosaico de sombras confusas contra las paredes de sillería y los tapices. Todo parecía particularmente excesivo, flamígero, cuando de pronto un hombre se materializó mágicamente delante de vosotras en medio de una gran humareda de olores especiados.

- Bienvenidas a Baku, la mejor brasería especializada en carnes exóticas de todo el Grand Line. -Solías desconfiar de todo lo que se hacía llamar "el mejor de", aunque si había un lugar donde quizá fuese cierto era en Pucci-. ¿Qué desean?

Miraste a Illje por un momento, convencida de que estabais pensando en lo mismo. Como ella pareció no darle mayor relevancia, tú optaste por preguntar:

- ¿Cómo has aparecido así de repente?

- Además de camarero soy sumiller -contestó, con una sonrisa gentil.

No hiciste más preguntas.

El camarero sumiller os guio por el local hasta una mesa particularmente cuca en un rincón agradable, algo menos recargado que el resto de la decoración. Con sentida solemnidad os ayudó a sentaros primero a la conejita y más tarde a ti, extendiendo frente a vosotras ambas servilletas para que pudieseis cercioraros de que estaban perfectamente limpias y planchadas. También mostró, con cierto orgullo, el bordado en la esquina con las iniciales de Illje, ILK, y el emblema de la casa Wanderlust.

- Detalle de la casa -explicó ante tu mirada suspicaz-. Al chef le gusta que nuestros clientes tengan una experiencia totalmente personalizada.

Acto seguido preguntó si había alguna alergia de la que debieran preocuparse, a lo que te cruzaste de brazos con una sonrisa torcida.

- ¿Eso no lo puede adivinar el chef? -preguntaste con cierta mordacidad.

- Señorita, no somos pitonisas. No podemos ver el futuro. -Hizo una pausa-. O sí. Sin cacahuetes para la jovencita. Si me disculpan...

Se retiró antes de que pudieses preguntar nada más, pero al mismo tiempo no terminó de parecerte del todo estúpido que pudiesen ver el futuro en cierta medida -poderes más raros había-, pero adivinar vuestras identidades era, simplemente, absurdo. ¿Os habrían seguido? De pronto la idea de que fueseis un culebrón sin saberlo para gente de Pucci te resultó casi graciosa, pero muy perturbadora. Por suerte, o por desgracia, la conejita preguntó sobre lo de antes. Tu primera reacción fue morderte el labio, la segunda desviarle la mirada. Sin embargo, terminaste por contestar:

- Problemas familiares -contestaste-. Una larga historia que creo se puede resumir con que hace medio año... ¿Quizá siete meses? No sé, la última vez que nos vimos. A los pocos días estaba en una isla, ya ni siquiera me acuerdo de cuál. Tres hombres entraron en mi habitación mientras dormía. -Querías elegir tus palabras con tino, no sonar demasiado frágil, pero costaba-. Me desperté pero me durmieron de nuevo con un gas, y desperté delante de la persona más ruin y mala que nunca conocí: Mi primo. Apenas fui capaz de escapar volví al barco, pero aunque todo sigue igual es como si nada fuese lo mismo. Me sobresalto con lo inesperado, no puedo dormir de una... No es del todo fácil a veces, ¿sabes? -Sonreíste-. Fueron meses en los que no pude ensuciar el mar con botellas para ti, y cuando pude volver a hacerlo no me sentía con fuerzas de contárselo a las olas. Lo dejé pasar, y pasar... Pero todo mejora con el tiempo.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Vie 11 Mar 2022 - 12:58}

Cuanto más se fijaba en el sitio en el que se encontraba, más extraño se le hacía. Sería cosa de la iluminación, compuesta por faroles y candelabros. Llenaba de pequeñas sombras todo el lugar y cada cierto tiempo una pequeña ráfaga de viento las hacía titilar. En cierto modo, era acogedor.

Empezó a preocuparse un poco al ver las servilletas. ¿Detalle de la casa? Rápidamente le dio la vuelta para ocultar sus iniciales. ¿Cómo habían averiguado su segundo apellido? No es que Kolvenik fuera algo muy habitual y que hubieran acertado las tres letras antes siquiera de que dijera nada implicaba que no era cuestión de suerte. Había también una especie de emblema, con una elaborada W que claramente no le pertenecía a ella, por lo que debía ser de Alice… o de su familia. Quiso preguntar, pero temió que eso derivase en preguntas sobre sus propias iniciales.

Rió por lo bajo cuando el camarero adivinó la alergia de Alice. ¿Cacahuetes? Lo tendría en cuenta, por si acaso. Pero más importante, ¿cómo estaban averiguando todo? No habían fallado ni una vez y llevaban poco más de cinco minutos en el lugar.

No tardó en distraerse, porque para bien o para mal Alice había decidido responderle y compartir lo que le había pasado en los últimos meses. Mientras hablaba, la expresión de la conejita se iba haciendo más y más adusta.

-Sí, lo sé.- Respondió cuando ella le pregunto, aún a sabiendas de que era una pregunta retórica. Pero el hecho era que lo sabía, sabía de sobras lo que se sentía y no tenía claro si era ira o sed de sangre lo que sentía ahora mismo.

Ignoraba quién era el primo de Alice o qué buscaba de ella. Pero le había secuestrado y, al hacerlo, le había destripado de su seguridad. De la certeza de que estaba a salvo, de que podía decidir de qué forma iría en su día porque, si habían venido una vez, podían venir una segunda. Illje sabía todo eso, porque aunque ya hacía años, había pasado por ello.

-Lo siento muchísimo.- Dijo, completamente en serio.

Fue a decir algo más, pero de nuevo el camarero sumiller se apareció de la nada, esta vez con una bandeja con sus bebidas. Cogió la copa de vino tinto que le tendió y le dio un pequeño sorbo. Estaba absolutamente delicioso y aún así le sabía a poco. Esperó a que el hombre se marchara y le tendió una mano a Alice para que se la cogiera y poder apretarla.

-Todo mejora, pero ha pasado muy poco tiempo. Es normal que sea duro. Me alegro de que estés aquí, pese a todo. Eso es lo único que importa.

No iba a dejar que se apartara de su vista. Al menos no en esos tres días. Luego tendría que marcharse y sería decisión de ella si seguirla o no. De todas formas, iba a asegurarse de que por lo menos una noche durmiera bien. Tras suspirar y darle una pequeña sonrisa de aliento, procedió a quitarse uno de los patines. Con cuidado, extendió la pierna y le enseñó el tobillo por el lateral de la mesa. Curada hacía muchos años, bastante mal de hecho, la marca de esclava colocada al hierro seguía perfectamente visible. Tras dejar que la mirase, volvió a calzarse.

-No creo que pueda compararse, porque la gente que me cogió a mi no era mi familia. Tan solo querían… bueno, alguien que vender. Aún así, de noches insomnes conozco un rato. Quizá pueda ayudarte con eso.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Dom 13 Mar 2022 - 0:25}

No te gustaba sentirte frágil, tampoco que te viesen así. Cuando el "lo siento" de Illje llegó no pudiste evitar que tu primera reacción fuese fruncir el ceño, aunque momentos más tarde te quedaste mirando por un momento al vacío, sonriendo con cierta pena. Habías llorado sobre ella, difícilmente ibas a parecer más frágil simplemente por reconocer que no eras invencible. Aunque claro, de no ser invencible a parecer una muñeca de porcelana había una distancia que no querías recorrer.

Trataste de decir algo, pero el camarero os interrumpió. Salido de la nada, como empezaba a ser perturbadoramente habitual, descorchó y sirvió delante de vosotras dos botellas de vino mientras explicaba los matices de cada uno: Un tinto apasionado para la conejita, de potente retrogusto y acidez moderada, mientras que para ti un vino blanco cítrico, muy similar al que habías elaborado durante años en la bodega Wanderwine. Curiosamente el sabor de la nostalgia te resultó casi agradable, aunque le faltaba algo para ser completamente fiel al tuyo. No tenías claro del todo qué, pero como si te leyese la mente y antes de irse una vez más, habló:

- Los vinos del South Blue tienden a evitar las especias -reconoció-. Aunque se dan unos climas muy similares a los del norte, creando un producto muy parecido pero al mismo tiempo completamente diferente. Como un recuerdo puro, indeleble... Que mejora con cada pequeño trago.

- ¿Cómo sabes tanto de mí? -preguntaste.

- Soy un excelente sumiller -recitó con una sonrisa recalcitrante.

Con el mismo y ceremonioso misterio a su alrededor os dio la espalda y se marchó, dejando las botellas en una mesita auxiliar. Se aseguró primero de que el blanco se mantuviese frío y el tinto lejos de la luz directa, pero tú no pudiste evitar negar con la cabeza hasta que terminaste por reírte. No tenía sentido que supiese tanto de ti sin haberte investigado, y ni siquiera tenías planeado llegar a Pucci. Incluso, aunque lo supieses, que estarías con Illje era algo que hasta hacía apenas media hora ni siquiera tú sabías. Aun así el camarero parecía estar más interesado en mostrar sus dotes adivinatorias que en hacer algo con los datos que tenía. Por otro lado, ya tendrías tiempo de averiguar cómo llevaba a cabo semejante truco.

La marca de Illje... La habías visto. No habías preguntado porque ella no la había mencionado; tampoco estabas segura de que fuese aquello y la conejita parecía muy entera cuando estabais juntas, por lo que no terminabas de concebir que alguien hubiese querido hacerle algo tan terrible. Entendías, en realidad, que quizá ella era, por su mente y su cuerpo, una de las mejores candidatas a convertirse en esclava desde el punto de vista más macabro, pero no te veías capaz de hacer algo tan terrible, mucho menos a ella.

Por un momento se te vinieron a la cabeza un montón de ideas estúpidas a la par que un tanto ñoñas. No románticas, ñoñas. Acariciarle el tobillo, o incluso besárselo, recordándole que aun con eso era preciosa; darle un abrazo prometiéndole que estabas ahí e incluso aferrar sus manos mientras le decías que todo estaba bien ahora. Sin embargo al final te quedaste en silencio, con la mirada triste posada en ella. Mantuviste los labios fruncidos, forzándote a no sonreír, hasta pasado un buen rato.

- Al menos tenían buen gusto -dijiste, finalmente.

Quizá no era el momento de un chiste. O quizá sí. No había nada que pudieses hacer para ayudarla, y compadecerla solo serviría para que se sintiese como tú lo hacías. Era mejor quitarle hierro al pasado; dejaría de doler un poco, o al menos recordaría tus palabras cada vez que viese su marca.

- Solo con que estés ahí será suficiente. Ya si me abrazas dormiré mejor que nunca.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Dom 13 Mar 2022 - 12:15}

Illje sonrió un tanto melancólica, mientras se aseguraba de haberse puesto bien el patín.

-Sí, lo cierto es que sí. De niña era adorable.

Apenas si llegaba a su madre a la cintura cuando vinieron a llevárselas. Había sido todo muy rápido y los recuerdos que guardaba de esa época eran difusos e inconexos. Se alegraba, en realidad. Ahora había crecido, había cambiado y sabía a ciencia cierta que nadie volvería a llevársela así, no sin que ella pusiera su vida en peligro para evitarlo. No tenía claro qué haría si le hubiera sucedido siendo ya adulta. Seguramente su pasado habría sido muy diferente y la mitad de cosas que conocía ahora seguiría ignorándolas. Quizá habría sido una presa fácil. No iba a darle las gracias a los mercaderes de esclavos, pero puestos a escoger, pasarlo cuanto antes era definitivamente lo mejor. Los recuerdos difusos sonaban mucho mejor que las pesadillas.

-¿Así que un abrazo? De acuerdo, tenemos un trato. Yo te agarro y tú descansas.

Antes de que pudiera decir nada más, volvió a aparecer el sumiller con su ya característica sonrisa pretenciosa plantada en la cara.

-¿Aperitivos para las señoritas?

Los platos eran diferentes, aunque a esas alturas eso ya no le sorprendía. En su caso habían, colocados sobre una tabla de madera pulida, tres brochetas de solomillo braseado. El aroma flotó hasta su nariz y le hizo abrir los ojos con sorpresa. Se giró hacia el sumiller, pero antes de que pudiera preguntar él le hizo un gesto con la mano y explicó directamente:

-Nuestras relaciones con Water 7 se mantienen en perfecta forma; nos jactamos de saber recrear sus combinaciones de especias con total exactitud.

Illje probó un bocado con cuidado. El sabor a carne ahumada le estalló en la boca, llenándola de sabor a carne y especias. Había comido ese mismo plato una sola vez, hacía varios años, en un bar tremendamente pequeño perdido en las callejuelas de Water 7. Pasó la primera brocheta ensimismada, recordando la carrera de góndolas que había tenido allí. No fue hasta varios bocados después cuando recordó algo crucial:

-Espera, pero ese sitio terminó inundándose y cerrando…

El sumiller no le hacía ni caso, centrado como estaba en explicarle a Alice su aperitivo. Illje se quedó mirando su plato con el ceño fruncido, confusa. Aguardó a que el hombre desapareciera y, algo reticente, tomó otro bocado. Seguía estando delicioso.

-No me creo que me hayan estado siguiendo desde hacer años, ¿cómo adivinarán todo esto? – Hizo una pausa, antes de ofrecerle un bocado de la última brocheta con una pequeña sonrisa.- ¿quieres probarlo? Está tan rico como lo recordaba.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Lun 14 Mar 2022 - 11:53}

Sonreíste. Debía ser adorable, sí. Ya lo era de adulta; imaginarla como una patatita pelirrosa con orejas de conejo no resultaba menos tierno. Sin embargo hacía mucho más cruda la historia de su secuestro y explicaba, en cierta medida, que Illje hubiese acabado convertida en una criminal. No habías querido indagar al respecto, pero bien fuese por el trauma o por el sencillo hecho de que sus viejos dueños querían recuperarla, no podías culparla. Tú también tenías tus fantasmas, al fin y al cabo.

Quizá fueras a decir algo, o quizá no. El camarero llegó de nuevo con su sonrisa de pretendidamente petulante orgullo -pues estaba claro que disfrutaba con cada nueva sorpresa que os daba- trayendo un par de platos, entrantes para hacer boca antes de que llegasen los primeros. Para Illje había unas sencillas brochetas con sabor a nostalgia y, para ti, un plato tan curioso como complejo, pero al mismo tiempo muy sencillo: Un corte de foie gras dominaba el centro de una fuente rectangular, separando tostas de pan ácimo y una confitura de manzana caramelizada con cierto aroma especiado a canela, aunque eras consciente de que tras ello había mucho más.

- Para la joven dama, tenemos el placer de presentarle nuestra reinterpretación de un clásico: foie gras casero de cisne negro cebado con trufa y caramelizado al ron con una confitura de manzana en especias de oriente. Se trata de un bocado sofisticado y brillante.

Ibas a levantar un dedo para aclarar que no estaba caramelizado, pero de ninguna parte se sacó una botella de ron -esta sí estaba abierta- y con suma maestría vertió apenas un círculo que no llegó a rebasar el disco. Más tarde, con un giro de muñeca se sacó una cerilla de entre los dedos y te miró:

- Hay quien usa soplete, pero el foie gras se lleva muy mal con los gases. Enturbian su sabor.

Mientras tú pensabas en cómo Margaret sacaba su mechero del escote -poca gente aparte de ti sabía que fumaba a escondidas- e incendiaba el disco formando una híper decorada uve doble sobre él sin siquiera arriesgarse a una quemadura en el dedo el camarero inició la llama frotando el pulgar y corazón contra el fósforo, en una elegante demostración de destreza y fuerza, prendiendo el alcohol con suma maestría y dejando una pátina uniforme sobre el disco.

- Bon appetit.

Cuando se retiró te quedaste ensimismada por un momento, preguntándote cómo habían podido hacer todo eso. Incluso cuando la conejita te habló tardaste un momento en reaccionar.

- ¿Eh? -dijiste-. Oh, sí. Claro.

Lo probaste. Estaba lejos de ser perfecto y tuviste que reprimir la tos. Notabas demasiado el comino, y también el pimentón. La carne no era de primera tampoco, pero cuando tragaste con dificultad caíste en que todo lo que ahí sucedía daba a entender que os conocían o que, por lo menos, podían averiguar cualquier dato en lo que a vuestros gustos se refería. Illje estaba ligada emocionalmente a esas brochetas como tú a tu foie gras.

- Creo que tengo una teoría -dijiste-. La velocidad a la que salen los platos resulta casi incoherente; las brochetas requieren una preparación larga, y si no sabían que venías no podían prepararlas de antemano. -Lo último lo dijiste en un susurro-: Creo que tanto el cocinero como el sumiller son usuarios. El cocinero puede crear cualquier plato y el camarero leernos la mente de alguna forma, aunque eso...

- No explica lo de las servilletas, señorita Wanderlust -interrumpió el camarero, esa vez con una expresión algo más fría-. No quieran enturbiar una velada única destapando los secretos de un mago, por favor. -Volvió a sonreír-. A cambio, les hemos preparado esto.

Volvió a marcharse, dejando una ensalada de granada y atún fresco en medio de la mesa.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Mar 15 Mar 2022 - 19:43}

Las brochetas estaban riquísimas, pero no tardó en interesarse por el plato de Alice. Foie gras y no de pato, de cisne. Negro, específicamente. ¿Acaso eso cambiaba el sabor de alguna manera? Lo dudaba seriamente. Sumado al espectáculo que llevó a cabo el camarero/sumiller con el mechero, no pudo si no pensar que detrás de tanto artificio tenía que haber un recuerdo, igual que con su aperitivo. Se quedó mirando la ornamentada W de fuego en la comida mientras el apellido resonaba en su cabeza. Wanderlust. Tenía la sensación de que debería sonarle de algo y sin embargo no terminaba de caer en ello. ¿Debería investigar al respecto? Al fin y al cabo su primo le había secuestrado. Algo de información no podía doler y quizá pudiera ayudarla. Dio otro bocado a su brocheta con aire ausente. No, no era asunto suyo. A menos que se lo pidiera, actuar por su cuenta podía traer más mal que bien. Haría mejor apoyándola ahora que la tenía delante.

Rió entre dientes al ver cómo intentaba no toser tras probar la carne. Cierto era que de ninguna manera se equiparaba a su paté de cisne, pero para ella tenía un encanto especial. Debería haber sabido que no era algo que pudiera compartirse tan fácilmente.

-Desde luego eso explicaría sus habilidades… hasta cierto punto.- Dio otro bocado y las señaló a ambas por turnos.- Sombras. Seda.- Dijo en un susurro.- Conocí a alguien que podía hacer surgir todo tipo de gases de la nada. Pero no se me ocurre nada que pueda dar conocimiento sobre otras personas.

Antes de que pudieran seguir confabulando, el hombre reapareció y tras una amable reprimenda las dejó con una ensalada de granada y atún fresco. Illje probó un bocado y sus ojos se agrandaron. No había probado nada parecido en su vida, pero estaba riquísimo. Su boca todavía estaba luchando por retener las últimas partículas de sabor cuando se inclinó sobre la mesa para decirle a Alice:

-De acuerdo. A no ser que la hayan traído por ti, añade ''adivinar comidas favoritas'' a la mezcla. ¿Qué clase de… poder, te da esta habilidad? No tiene sentido.

Muy en contra de lo que pudieran parecer sus palabras, en realidad estaba ilusionada. Le encantaban los misterios y este estaba resultando más que intrigante. En realidad, había dejado de preocuparle un poco el que tuvieran tanta información sobre ella. Claramente la estaban utilizando toda para realizar la comida y aunque sabía que era posible, se le hacía extraña la idea de alguien poniendo tanto esfuerzo en satisfacerla solo para luego apuñalarla por la espalda.

-Señoritas; el plato principal.

Lo olió antes de verlo y antes de poder hacerse a la idea, lo tenía delante. No sabía si enfadarse o alegrarse y de repente sus puños estaban cerrados firmemente en el borde de la mesa. Le llegó la voz del sumiller como un suspiro y aunque hablaba en voz baja para evitar no molestarla más, Illje le clavó los ojos como si fueran cuchillos.

-Lomo de un cochinillo lechón, ahumado con sarmiento de encina y acompañado de un quenelle de puré de calabaza, melocotón confitado y patata soufflé. Disfrute.

Se quedó mirando el plato. Estaba presentado igual que la primera vez que lo había comido, poco después de conocer a su primo por primera vez. Poco después de haberle matado. No lo había preparado ella, si no que había ido a una cena de empresa en la que los directivos lamentaban la pérdida de uno de sus ejecutivos más exitosos. Mirando la carne y meditando si debería devorarla, empezó a pensar que a lo mejor sí había algo de peligro en platos tan precisos.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Miér 16 Mar 2022 - 15:12}

- Oscuridad -corregiste-. Es más complicado que simplemente sombras.

No te mostraste ofendida, pero quizá fuiste demasiado específica al explicarle tus teorías al respecto de tu poder: La oscuridad te convertía de algún modo en un extraño agujero negro, por lo que pensabas en tu habilidad como una suerte de oscuridad primordial, un vacío que al estudiarlo habías descubierto se comportaba de maneras similares a un agujero negro, absorbiendo energía y atrayendo hacia sí cualquier objeto imaginable. Quizá te pusiste un poco pesada, pero volviste oscuridad tus dedos y dejaste que entre ellos circulase un fugaz rayo de luz, terminando en un chispazo.

- Es una singularidad -explicaste-. Como las que apenas podemos imaginar en un telescopio, pero con sus mismas propiedades. -En realidad estabas casi segura de que Illje no tenía mucha idea de física avanzada, pero tu explicación bastaría en un nivel tan trivial-. Rompe el espacio en su horizonte de sucesos, absorbe la luz... Y la libera. Estoy tratando de convertirla en electricidad, pero mis cálculos aún están un poco verdes en ese aspecto. -De pronto te diste cuenta de que habías desviado por completo la conversación-. Ah, sí, eso: Hay poderes rarísimos, entre ellos un pirata que hace hablar a los animales y vuela sobre una nube.

Habías conocido a Freites en Arabasta, pero antes de eso ya habías sabido de él cuando en Gelum el viejo cazador te había tratado de convencer de sus bondades. Desde ese momento lo habías estudiado un poco, descubriendo que se trataba de un usuario con el poder de la soru soru no mi, la legendaria fruta de una bruja de cuento hacía ya más de trescientos años. Conocías poco de ella, pero había ocupado uno de los cuatro tronos como emperatriz del mar una vez la gran batida dio comienzo, en una época en la que ser emperador aún significaba algo. Algún día alzarías la mirada hacia uno de esos colosos y le darías caza. La sola idea te ponía la piel de gallina.

- Creo que pueden existir poderes de toda clase -finalizaste-, así que...

De nuevo salido de ninguna parte y con su sonrisa de orgullo mostró los platos principales. Para Illje un cochinillo a la manzana y para ti un plato cubierto por campana de metal que dejó sobre la mesa sin destapar, manteniendo la mano mientras te miraba fijamente.

- ¿De verdad está tan interesada en saberlo que ni siquiera ha probado bocado? -preguntó. Avergonzada bajaste la mirada por un instante.

- Soy curiosa, lo siento... -te disculpaste, aunque sonó como si refunfuñaras.

- Señorita, no hay nada de malo en ser curiosa, pero fíjese en el local. -La decoración era barroca y elegante, evadiendo lo recargado por muy poco y trazando una línea estética arriesgada pero funcional. Sin embargo en las paredes y vitrinas, donde no había espejos y cuadros, había bolas de cristal y otros instrumentos propios del ocultismo-. El Baku es una criatura que se alimenta de las pesadillas de la gente. Nosotros revivimos sus sueños; ¿no le basta con eso?

- ¡¿Eres un baku?! -preguntaste emocionada.

- ¡Señorita ese no es el punto! -exclamó. Era la primera vez que alguien te gritaba sin perder ni un ápice de educación-. Esta brasería trabaja con platos que solo existen en su recuerdo, con sabores que hace años que no prueban y con aromas que solo soñaron. El cómo lo hacemos no debería preocuparle; no podemos arrancarle ningún recuerdo, solo deseos. Ahora, si me permiten, probablemente este sea el plato más extraordinario que nuestro chef ha preparado nunca, tanto por la cantidad de elaboraciones como por la exclusividad de sus ingredientes: Observen.

Cuando lo destapó se levantó una humareda de color añil y aroma floral que muy pronto se entremezcló con el de la carne, aún crepitando. Los filetes estaban rojos en el centro pero rodeados de una piel crujiente, y las siete texturas de un faisán perfectamente preparado sobre láminas de pan de oro asomó delante de ti, acompañada de una parmentier de lilas y caviar, acompañada de una nube de jugo de carne. Esta, como si estuviese esperando a que llegaseis, comenzó a llover sobre el plato mientras observabas maravillada el espectáculo. Nunca habías probado algo así, pero hacía años que no comías faisán y encontrarlo de pronto... Lo miraste.

- Gracias -fue lo único que alcanzaste a decir-. Muchísimas gracias.

- Coman, por favor -dijo él, con la primera sonrisa sincera que le veías-, o se les va a enfriar.

Miraste a la conejita, emocionada. Casi se te escapaban las lágrimas.

- Illje... ¡Es faisán! -exclamaste-. ¡Me ha preparado faisán! -Te mordiste un poquito el labio-. Supongo que el foie gras puede esperar. ¿Quieres probar un poco?
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Dom 20 Mar 2022 - 12:37}

Oscuridad. Eso era. Temió haberla ofendido, pero esa preocupación se esfumó tan pronto Alice empezó a explicarle con paciencia y algo de entusiasmo. Era cierto que la física no era su asignatura favorita - le gustaba mucho más todo lo que le dejaba jugar la ingeniería – pero las frutas del diablo eran un concepto que tenía ganas de entender mejor.

Le escuchó con atención, intentando comprender lo que le estaba diciendo. Alice se explicaba bien y aunque no terminaba de ser capaz de visualizarlo, sí la recordaba a ella y a Ceniza. El caballito era el mejor ejemplo que se le ocurría y por un momento le hizo dudar. ¿Podían de verdad ser usuarios entonces? Por más posibilidades que pudiera haber, no se le ocurría qué clase de poder les daría la habilidad de confeccionar semejantes platos. Solo leerles la mente no se explicaba; necesitaban tener todos los ingredientes y los habían cocinado en mucho menos tiempo del que llevarían en realidad. Miró a su plato con el ceño fruncido: ¿sería comida de verdad? ¿Y si todo era una ilusión y las estaban engañando?

Fue a decirlo en voz alta, pero antes de que pudiera el camarero sumiller apareció de nuevo… para regañar a Alice. Illje rió en voz baja mientras el hombre la tentaba con medias explicaciones. El baku… había oído hablar de esa criatura. Raro nombre para el local entonces, si se dedicaban a todo lo contrario, pero eso no era asunto suyo. El discurso del hombre la dejó bastante más tranquila. Si era cuestión de deseos, no deberían tener información delicada de ella. Aunque…

-Eso sigue sin explicar lo de las servilletas.- Dijo en voz baja, con una sonrisa, a saber de que el camarero le había oído. Y Alice también. Sin embargo, mantuvo los ojos fijos en su plato y dio un buen bocado. No iba a arriesgarse a una reprimenda. Tuvo que levantarlos, eso sí, en cuanto trajeron el plato de Alice.

Se quedó con la boca abierta, pero no era para menos. La sonrisa del camarero se volvió sincera, pero no fue nada comparado con la carita de Alice. Illje también sonrió, contagiada, y asintió con ganas.

-Solo un pedacito. ¿A la vez?

Cogió un poco con su tenedor y lo sostuvo en el aire, para que pudieran chocarlos antes de probarlo. El sabor era… indescriptible. Prácticamente se derritió en su boca, dejándola con el regusto de una marabunta de diferentes sabores. Tragó sin darse cuenta y dejó que Alice disfrutara del resto mientras ella se acababa el suyo.

-Caramba. El faisán es increíble.

No tenía mucho más que decir y regresó a su plato porque aunque el de Alice era delicioso, ahora que sabía que no tenía nada de lo que preocuparse su propia comida era todavía más apetitosa. Comió con calma y antes de darse cuenta su plato estaba vacío. Se reclinó en la silla, llena y satisfecha.

-Supongo que el postre no tardará en venir.- dijo con una sonrisa.- Creo que acertamos con el sitio. Sé que nos quedan tres días aquí, pero dudo que ningún otro local pueda superarlo. ¿Quizá el sitio de pasta de enfrente?

Fue como si le hubiera invocado. De repente el sumiller estaba a su espalda y a la conejita le recorrió un escalofrío.

-Señorita.- Dijo, con voz pausada.- Le agradecería enormemente que no acudiera a la competencia tras su estancia aquí. Le garantizo que nada puede igualarnos.

Illje asintió despacio. Le creía.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Miér 23 Mar 2022 - 13:37}

El faisán era, quizás, tu carne favorita. Tierna como las aves y de textura inusitadamente suave, su potencia de sabor era semejante a la del corzo. Fresca y jugosa, pero reteniendo sus fluidos, se deshizo en tu boca nada más probarla. Luego cogiste una pequeña porción de parmentier, llegando a la conclusión de que el caviar estaba solo para justificar la exclusividad del plato y no porque realmente aportase demasiado, aunque no quisiste prejuzgar y le diste una oportunidad a la propuesta de mar y montaña que, aunque efectivamente estaba buena, no era la mejor combinación posible. Cualquier sibarita sabía, y tú no eras la excepción, que a veces ingredientes más modestos daban pie a propuestas más satisfactorias.

- Una propuesta arriesgada -comentaste tras relamerte el paladar-. Un mar y montaña con equilibrio demasiado delicado; quizá con caviar rojo habría resultado mejor.

El caviar rojo era en esencia huevas de salmón. Su sabor, más sutil y dulzón, robaba menos el protagonismo a todo. Sin embargo todo estaba inusitadamente bueno y, entre el foie gras y la ensalada, casi no fuiste capaz de terminar todo lo que te habían puesto delante. "Puedo con todo", te habías dicho cuando el estómago empezó a quejarse levemente. "Todavía puedo", pensaste cuando apenas quedaba la última textura del faisán, un caramelizado rocoso con muchas papeletas para tener el interior más delicado. Lo habías golpeado un par de veces con el cuchillo antes de hincarle el diente, resonando el crujiente como una piedra de garrapiñadas que al partirse con un estruendo dejó ver una pieza hecha a baja temperatura bajo una corteza mucho más fina de lo que habrías imaginado. Suspicaz y, para qué negarlo, un poco nerviosa, llamaste la atención del camarero:

- ¿Seguro que no lleva cacahuetes?

Negó con la cabeza.

- Totalmente. Solo almendra, anacardo y pistacho en un caramelo meloso.

Era un rebozado interesante, aunque su sabor era sin duda lo mejor. La textura era buena, y en ese caso sí que le sentó bien el contrapeso del caviar, que aportaba ese toque salado del que de por sí la pieza adolecía. Cuando terminaste casi por instinto las manos se te posaron en la tripa y te recostaste un poco hacia atrás.

- No sé si estoy para postres -dijiste, aunque te diste cuenta de la mentira que era nada más ver al camarero aparecer con sendas bandejas.

Suspiraste con pesadez, aunque se te formó una sonrisa boba mientras te echabas hacia delante. ¿Qué maravillas os depararía el restaurante? No sabías ni qué te apetecía más; llevabas una barbaridad sin probar un solo dulce -sin contar el chocolate de Momo- y, aunque no solías ceder al vicio, eras francamente golosa.

- Espero que estén listas para lo que les espera, señoritas. -La expectativa era cada vez mayor, más cuando recogió los platos de la mesa en una acrobacia imposible para un humano corriente-. Para la joven Wanderlust, ganache de dulce de leche con brisa de soufflé de melocotón, todo esto con una reducción de almíbar. Tenga cuidado con cuánto se sirve, porque empalaga, y para la sirena de tierra...

Miraste a Illje. ¿Por qué acababa de llamarla así el camarero?
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Jue 24 Mar 2022 - 19:00}

Durante un rato, ambas disfrutaron de la comida en silencio. Los platos se habían acabado amontonando entre ellas e Illje pronto se dio cuenta de que lo amplio de la redonda mesa no era un toque meramente estético. Realmente el espacio hacía falta y… se agradecía. Los minutos pasaron con ambas jóvenes rodeadas de recuerdos y sabores. La conejita se fue llenando poco a poco y una mirada de reojo le confirmó que no era la única. También ella se recostó un poco al terminar el segundo plato, con una sonrisa bobalicona estampada en la cara.

-Eso sí que ha sido un festín…

Apenas unos segundos después, mientras Illje se reía entre dientes por el comentario de Alice, apareció de nuevo el camarero sumiller dispuesto a probar que se equivocaba. Había postres para los que una nunca dejaba de estar preparada.

Los platos vacíos se fueron y en seguida fueron sustituidos por la curiosidad y algo de ilusión ante qué vendría después. Sabía que se acercaban al final de la comida, pero… era el postre. ¿A quién no le encantaba? Escuchó curiosa a ver qué le habían traído a Alice, pero se llevó una mano a la boca en cuanto oyó cómo se dirigía a ella.

Mentiría si dijera que no se le hizo un nudo en la garganta. Aún no hacía tanto que se habían separado y tenía toda la intención de volver a cruzarse en su camino cuanto antes, pero la última vez esa misma intención se había retrasado durante meses y… no podía explicar por qué, pero no era alguien a quien quisiera darle su número. Podría haberlo hecho y haberse ahorrado mucho tiempo de búsqueda, pero de alguna manera era rendirse a lo mundano. El pelirrojo era de las personas más alocadas que conocía, también de las que mejor le hacían sentirse. No quería tirar la certeza que tenía en que volverían a encontrarse y a navegar juntos solo por el temor a no volver a hacerlo. ¿Tenía sentido? No, no mucho. Pero de repente le costaba un poquito hablar y para cuando el camarero se marchó se dio cuenta de que no había oído bien lo que había dicho del plato. No importaba mucho, porque sabía qué tenía delante de sí. Vio a Alice mirarla con extrañeza y sonrió con algo de nostalgia.

-Es el apodo de un buen amigo. – Se tocó una orejita con algo de orgullo.- Nunca había visto a alguien como yo.

No era un plato muy complicado. Un perfecto cubo de brownie de chocolate, con una lámina de caramelo ya cristalizado clavado encima y una delicada salsa de arándanos acompañando a la mezcla para equilibrar tanto dulzor. Claude se lo había preparado a ambos en cierta ocasión y aunque no recordaba qué estaban haciendo exactamente antes, sí sabía que había involucrado una carrera, varios espadazos, muchos gritos – ajenos, no suyos- y muchas risas. Habían acabado agotados y el chocolate había sentado de maravilla.

-Creo que explotaría si tomara un solo bocado más.- anunció, dejando caer el tenedor en el plato completamente satisfecha.

De repente, empezó a oír algo a su espalda. Afinó el oído y no tardó en reconocer el sonido: ¡música! Trompetas… un tambor… ¿qué estaba pasando? El camarero acababa de aparecer para recoger los platos y debió reconocer la mirada de Illje, porque suspiró y dijo a regañadientes:

-Es el circo… ha llegado a la ciudad.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Mar 29 Mar 2022 - 0:09}

Se podía saber mucho de una persona por sus gustos gastronómicos y, si bien era fácil ver de qué pie cojeabas, tampoco era complicado percibirlo en el caso de la conejita: Recuerdos en el primer entrante, recuerdos en el postre... No dudabas que ya hubiese probado el cochinillo antes, pero lo más interesante era ver que debajo de la caótica tatuadora que te había escrito un día por casualidad y lanzaba botellas al agua para encontrarte se escondía un pequeño rincón para la nostalgia. También un gusto exacerbado por las especias y el chocolate, claro, y por un amigo.

Arqueaste una ceja. Esa frase sonaba a que había intentado ligar con ella de alguna forma. Aunque era cierto, claro, que Illje era única en muchos aspectos: Tenía un pompón y orejitas peludas, claro, pero más allá de eso era alta y preciosa, lista y graciosa, cariñosa, cercana... Alice, ¿te estabas poniendo nerviosa? Tardaste unos segundos en darte cuenta de que tu cara era como un libro abierto cuando se pasó por tu cabeza y cambiaste tu mueca a una sonrisa forzada. No, no estabas celosa -sí lo estabas-. ¿Por qué estarlo? Daba igual que ese apodo fuese lo bastante importante como para que el camarero mentalista lo mencionase, seguro que constantemente pensaba en el libro que le habías regalado y en el reloj que llevabas escondido bajo la ropa, siempre pegado a tu pecho. Además, era un amigo; tú eras... ¿Qué erais vosotras? Más bien, ¿Qué eras tú para ell...?

- ¡Cállate! -gritaste. Me gritaste. ¿Te dabas cuenta de que ella no sabía nada de mí? No, claro que no.

Como si la campana te salvase, trompetas y tambores comenzaron a resonar con un estruendo clamoroso. Al principio quizá más apagado, pero avivó rápidamente. Para completar el momento volvió a aparecer el camarero, anunciándoos que el circo había llegado a la ciudad. La última vez que habías estado en uno un mercenario casi te había sacado el ojo -en realidad yo estaba ahí y no habría sucedido, pero tenías una respetable postura equivocada al respecto-, aunque aquella vez habías ido persiguiéndolo y él te buscaba a ti. Te pusiste nerviosa igualmente por un instante, pero recobraste la compostura a tiempo.

- ¿Te apetece ir al circo? -preguntaste, algo alterada, pero más serena.

Te levantaste del asiento. Sacaste el bolso de la cartera y miraste al camarero, pidiéndole silenciosamente la cuenta. Con un gesto de la mano una factura surgió entre sus manos, tendiéndola en el acto. La comprobaste meticulosamente, cerciorándote de que, efectivamente, el plato que te habían servido era con diferencia el más caro que jamás debían haber servido.

- Me parece apropiado -dijiste-. Gracias por el detalle.

Setenta mil berries era un precio alto, pero dentro de lo esperable. Además, os habían invitado a los postres. Antes de que Illje pudiese discutirlo pagaste y le tendiste la mano, invitándola a ir contigo. Con una sonrisa tranquila, cruzaste miradas con ella.

- Yo no tengo un apodo para ti -dijiste-. Pero tengo tres días con sus noches y el mundo a nuestros pies.

Estabas muy celosa.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Mar 29 Mar 2022 - 10:03}

Al principio, el postre ocupó toda su atención. Ofrecía un delicioso contraste con lo que habían sido el resto de los platos, siendo dulce y esponjoso. Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que se dio cuenta de la cara que tenía Alice.

No estaba comiendo y su sonrisa parecía forzada. Más aún, pese a estar frente a ella, parecía que no la estuviera viendo. Preocupada, apartó su plato y extendió una mano a través de la mesa, para preguntarle si todo estaba bien. No llegó a hacerlo, porque en ese momento Alice gritó.

La conejita apartó la mano, un tanto sobresaltada, antes de fruncir el ceño. ¿Cállate? No estaba hablando. Y aún así estaban solas, así que era la única a la que podría habérselo dicho. Nada tenía sentido. ¿Qué había cambiado en apenas unos segundos?

-Alice… - empezó, sin saber muy bien qué quería decir, o preguntar. En realidad solo quería entender. Pero llegó el circo y las trompetas y la música se interpusieron entre ambas. La joven se levantó ipso facto, invitándola a ir con ella. Illje la examinó con ojo crítico. Todavía parecía alterada, pero al menos ya le estaba mirando de verdad y parecía estar intentando… ¿controlarse? Sintió un tirón en el pecho. ¿Qué era eso tan horrible que había decidido ignorarlo y no contárselo? No iba a dejarlo estar tan fácilmente, pero ahora no era el momento. Asintió y esbozó una tímida sonrisa.

-Me encantaría.

Pagó ella. Intentó evitarlo, pero una mirada le frenó en el acto y acabó simplemente levantando las manos en señal de rendición y apartando la mirada para no ver el precio. Tenía la sensación de que le haría sentir culpable.

Salieron y aunque ya no se oía el estruendo de un par de minutos atrás, todavía podían verse los últimos restos del circo doblando una esquina. Alice le tendió una mano e Illje se la cogió sin vacilar. Empezaron a caminar y entonces… llegó la confesión.

Oyó la frase, pero le llevó un par de segundos unir los puntos. ¿Un apodo? ¿Tenía apodos? Y entonces lo entendió. Sirena de tierra. No pudo evitarlo y aunque lo intentó, acabó por soltar una carcajada. Al final se quedó mirando a Alice con una sonrisa de oreja a oreja. ¿De verdad ese había sido el problema?

-Alice… no es un halago. Me llamó sirena de tierra porque literalmente no sabía qué demonios era yo.- explicó, agarrándose una de las orejas para enfatizar.- Si te soy sincera, a día de hoy no estoy segura de que lo sepa. Claude es un poco… especial. Pero es un gran amigo y creo que ninguno de los dos querríamos cambiar eso.

Decidió omitir la parte en la que se habían conocido. Si el problema eran los celos, esa anécdota estaba de más. No había tardado en entender que no era ni algo que se fuera a repetir ni algo que querría que se repitiese. Era mucho más agradable simplemente siguiéndole a la locura y pretendía mantenerlo así.

Por otro lado, si tanto le había molestado… aprovechó que todavía le tenía agarrada la mano y le dio un pequeño apretón. No sabía por qué. Quería hacerlo y con suerte, eso sería motivo suficiente.

No tardaron en llegar a donde el circo había montado campamento. El sonido empezaba a crecer y a lo lejos tres enormes carpas rojas y el olor a palomitas y excrementos de elefante esperaba por ella. No había nada como el circo. Y, aún así, antes de acercarse más, Illje no pudo evitar preguntar.

-Alice, antes, en el restaurante… No me estabas mandando callar a mí, ¿verdad?

No preguntaba porque lo dudase. Sabía que en aquel momento ni siquiera la estaba viendo pese a tenerla delante. Preguntaba porque quería saberlo. Entenderlo. Fuera lo que fuera.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Miér 30 Mar 2022 - 0:43}

El apretón fue reconfortante. Las manos de Illje eran suaves, pero también fuertes. Te hacían sentir bien.

- Y aun sin saberlo te definió perfectamente. -Te encogiste de hombros, con una sonrisa-. Preciosa, exótica, peligrosa... Quizá para él sí era un halago.

No dudabas que la conejita conociese los relatos de sirenas y las leyendas de marineros. Estabas segura de que al menos en alguna ocasión había ojeado cuentos del mar; las similitudes, aunque sutiles, eran muchas. No tenía medio cuerpo de conejo -lo cual era de agradecer, en realidad-, pero sí era mitad animal. No la habías escuchado cantar, pero tenía la voz bonita. Era agradable, cálida, casi hipnótica. Aunque lo más evidente era que, simplemente, era preciosa. Tenía gracia al moverse, un cuerpo exuberante de pecho generoso, rostro dulce, proporciones bonitas y un pelo increíblemente bien cuidado. Sin embargo, si ella no quería verlo así, si ella no lo entendía como un cumplido, era lógico pensar que en efecto era solo un amigo. Y ese pensamiento, de alguna manera, resultó estúpidamente tranquilizador.

¿Pero por qué? Estaba claro, más tras Thriller Bark, que vuestra amistad era más que eso, ¿pero cuánto más? ¿Qué más? No sabías si querías algo más de ella que recordarla cuando marchaba y abrazarla cuando volvía; ni si ella quería algo más tampoco. Te estaba regalando su tiempo, sí, pero cuando la marea subiese la conejita se desvanecería con la espuma tarde o temprano. Pedirle que se quedase era egoísta, aunque te asustaba más el rechazo. Tampoco querías que se quedase, en realidad, porque implicaba atarte a alguien y no estabas dispuesta a pasar por eso. Tampoco a renunciar a tu vida siguiendo la suya. Pero... ¿Y entonces?

No sabías.

Caminasteis cogidas de la mano por las calles pavimentadas. No disimulabas tu ilusión al descubrir mobiliario bonito, árboles que nunca habías visto o aceras con coloridos suelos de azulejo. Había mosaicos en los muros, muchas plazas y pequeños parques verdes por todas partes, que olían a albahaca y cilantro. Quizá Pucci no fuese más que una ciudad ocupando la isla entera, pero casi en cada rincón había tomateras o herbales de berenjena, ya florecidos, en los que no era raro encontrar a algún cocinero husmeando. Aquel lugar vivía por y para la comida.

Terminasteis llegando hasta el circo tras dar un par de vueltas, quizá innecesarias, por las calles más secundarias. Poco a poco habías adquirido el hábito de planificar una ruta de escape que luego nunca utilizabas, pero te tranquilizaba tenerla por si acaso. Deseaste haberla tenido para huir de aquella pregunta.

- No, claro que no -contestaste, tratando de mantener cara de póker. Inútilmente, cabe decir-. No estoy muy bien de la cabeza, solo... Bueno, a veces... Es una larga historia. Lo siento.

No querías contárselo. Lo entiendo, pero la verdad es que dolió un poco. Puede que viviese en tu cabeza, que fuese una situación rara... Pero también era mi vida. Era mi existencia la que negabas. Tal vez no fuese el momento, ¿pero alguna vez lo sería? Meneaste la cabeza un par de veces, pero no tenías por qué hacerlo: Ya sabía la respuesta.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Vie 1 Abr 2022 - 19:08}

Las palabras de Alice le hicieron mirarla de nuevo y esbozar una sonrisa un tanto traviesa. Preciosa, exótica y peligrosa… ¿era así como le veía? En realidad, suponía que se acercaba bastante a la realidad. Rió entre dientes, sin embargo, sabiendo que no era verdad. Si Claude lo había dicho como un halago seguramente lo hubiera dicho hacia sí mismo por haberla encontrado y aún así, seguía sin estar del todo convencida de que no fuera algo literal. En cualquier caso, no importaba. No ahora.

La conversación murió de forma natural y Pucci se abrió ante ellas como una flor. Una vez se hubieron alejado de las calles más atareadas y llenas de restaurantes el olor a las diferentes comidas y platos calientes fue desapareciendo, suplido por el de todo tipo de plantas y jardines. Vegetales, flores, plantas aromáticas… algunos parecían tener una temática, otros ser una marabunta caótica pensada para aprovechar el poco espacio disponible. Albahaca, menta, cilantro, el aire era vigorizante y la vista hipnótica. Volvió a apretar levemente la mano de Alice; le gustaba estarlo compartiendo con ella. Siempre era una delicia descubrir una nueva isla y encima una tan apacible como Pucci… qué privilegio.

Acabó por contestarle, pero no le costó entender que no era una respuesta de verdad. Era algo de lo que no quería hablar y aunque no comprendía qué podía haber detrás de palabras tan vagas como esas, no quería insistirle. No hacía tanto que le había visto derrumbarse y contarle que le habían secuestrado. La idea de que aquello fuese algo peor le hacía preocuparse, pero no quería obligarle a compartirlo. Tampoco que se sintiera mal por no poder hacerlo.

-Ey.- Dijo, mirándola.- No pasa nada, en serio. Si alguna vez quieres contármela, escucharé con atención. Y si no, seguiré por aquí igualmente.- Se encogió de hombros, intentando quitarle hierro al asunto.- Además, fuera quien fuera probablemente se lo merecía.

O no. No lo sabía. Mejor tirar por lo seguro. ¡Habían llegado al circo! La carpa principal les aguardaba misteriosa y el olor a palomitas empezó a rodearlas. Todavía estaba algo llena de la comida pero… no podías ir al circo y no probarlas.

-Vuelvo en seguida.

Te apartaste un momento, lo justo para ir hasta la cabina de palomitas que había a la entrada y pedir un cubo pequeño. Tenían dieciséis variedades, desde las comunes como chocolate o caramelo hasta cosas como bechamel o pistachos. Sin querer tardar mucho, pidió una pequeña de las normales, con sal y mantequilla. Pagó y regresó, tendiéndole las palomitas con una sonrisa.

-¿Las compartimos?

Esperaría su respuesta antes de avanzar. A la puerta de la carpa había un hombre con un smoking aguardándolas y tenía la sensación de que el circo iba a ser tan espectacular como el restaurante. La tarde prometía.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Mar 12 Abr 2022 - 20:44}

No me lo merecía, y lo sabes, pero era enternecedor cómo se preocupaba por ti y cómo hacía amago de comprenderte. No lo hacía, claro que no, pero se esforzaba por hacer ver que al margen de eso, te apoyaba. Que estaba ahí y que, sobre todo, cuando estuvieses preparada para reconocer mi existencia, allí estaría ella para escucharte hablar sobre mí. Sin embargo ser la loca con su mente dividida no era algo que te gustase, y que la gente se enterase aún menos. Era un poco triste que no pudieses compartir una parte tan importante de tu vida con nadie. Por ahora, al menos.

Y quién sabe hasta cuándo.

- No es fácil -musitaste tras un rato de silencio-. Gracias.

Te quedaste callada, solo sujetando su mano, rezando silenciosamente por no haberla molestado. Sabías que era incómodo cuando pasaban este tipo de cosas, pero no te sentías con fuerzas para arreglarlo. Tampoco te veías con autoridad para cambiar de tema; no después de negarte a responder. ¿Tal vez deberías irte? No querías. Ella sí. Se fue. No muy lejos, tampoco tardó mucho, pero por un momento temiste que se hubiese ido de verdad. Incluso mientras la veías desde la distancia en la máquina de las palomitas no podías evitar que tu corazón palpitase, nervioso. ¿Se iba a ir de pronto? Siempre estaba a tiempo. Pero regresó; ¿cómo iba a irse si te había prometido tres noches con sus días y luego todo el tiempo que pudieses perder con ella?

No, es verdad. Con ella no era perderlo.

Sonreíste cono una boba cuando regresó con su botín. No recordabas haber comido palomitas nunca, pero tampoco habías ido a ningún circo ordinario por placer. Las compañías circenses de acrobáticos que arrendaban salas de teatro en Towerbridge difícilmente podían ser considerados completamente un circo. No había payasos, y aunque se permitía beber y en los palcos siempre se repartía algún que otro ágape, no eran sino canapés de cortesía o delicias de temporada. Quizá por eso a tu sonrisa acompañó una inclinación de cabeza, asintiendo tres veces ceremoniosamente antes de coger una torpemente. Se te resbaló entre los dedos y cayó al suelo.

- Ups.

Reíste con cierto nerviosismo, cogiendo otra y probándola. Olía a mantequilla; también sabía a ella. Aunque sobre todo tenía sabor a maíz. Tenía sentido. También recordaste que acababas de comer y estabas llena, pero no parecía la clase de tentempié que te fuese a hinchar. De hecho, le veías cierto peligro a tomar algo que entraba con tanta facilidad, pero no podías decir que estuviese malo. Tampoco bueno, en realidad. Ni te gustaba ni te disgustaba, así que asumiste que para matar el rato en lo que disfrutabas del espectáculo era ideal.

- Y así estamos en paz por la comida -dijiste, cogiendo otra antes de saltimbanquear hacia la carpa. Sí, estabas saltimbanqueando. Sí, lo hacías.

En cualquier caso os recibió un hombre de esmoquin con un extraño bigote de estilo imperial, muy estilizado y retorcido, que os dio la bienvenida con piropos velados y gritos, entre los que escuchaste que debíais prepararos para descubrir a las bestias más temibles convertidas en dóciles mascotas. No hiciste mucho caso; conocías a Illje, no iban a impresionarte con salvajes dóciles -ni viceversa, en realidad-, pero seguiste el círculo de gradas hasta que hubo dos huecos libres y te paraste, ilusionada.

- Y... ¿Qué clase de protocolo se sigue en este lugar? -preguntaste.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Vie 15 Abr 2022 - 11:45}

La primera palomita cayó al suelo e Illje rió entre dientes. En realidad, a ella solía pasarle. Daba igual, la primera nunca estaba buena. Con las palomitas, lo mejor siempre era la suma. No solo de cada una, sino del ambiente en el que se tomaban. Y al menos a primera vista, este parecía un circo de los mejores, los más reales.

Siguió a Alice con ilusión hacia el interior de la carpa, atendiendo con interés al elegante hombre de la entrada. Siempre exageraban, pero cuanto más exageraban mejor solía ser el espectáculo. Este tenía buena pinta, a juzgar por el elaborado bigote del presentador.

Dentro la luz era mucho más tenue y el ambiente estaba cargado. Les recibió el murmullo de varios centenares de personas preparándose y acomodándose y ellas no tardaron en sumarse a la multitud. Lograron encontrar dos buenos sitios, relativamente cerca de la pista pero no lo bastante como para no poder bien a los acróbatas. No fue hasta que Alice le preguntó por el protocolo que se dio cuenta de que seguramente nunca había ido a un circo. La miró con sorpresa, antes de sonreír de oreja a oreja y acercarse para susurrarle al oído.

-Atiendes, te sorprendes, te deleitas y… disfrutas.

Se apartó, de nuevo conteniendo una risita. Era un buen resumen, si no sabía lo que se le venía encima. De repente, las pocas luces que habían se apagaron. En su lugar, un foco apuntó directamente al centro de la pista de arena, en donde apareció el hombre que se habían encontrado a la entrada. Por un momento se atusó el bigote, calibrando a su público, antes de hacer a un lado su capa y saludarles.

-¡Bienvenidos! ¡Bienvenidos os digo, al mayor espectáculo de todo el Paraíso! El Cirque Noveu está aquí hoy para maravillarlos y aterrarlos. ¡Cuando dejen esta carpa, no serán los mismos que entraron en ella! ¡Magia! ¡Asombros trucos e increíbles cabriolas! ¡Maravillosa bestias…!

Siguió un rato, dando lo que en realidad era un índice bastante adornado y un poco desordenado de lo que iban a presencias. Domadores, acróbatas, magos… de acuerdo, puede que fuera un circo un tanto normalito. Pero seguía estando bien para la primera vez de Alice. Quizá que fuera tan recargado era algo bueno; quería que se llevara un gran recuerdo y como mínimo, el hombre del bigote se estaba esforzando.

Cuando desapareció, empezó la música. Parecía salida de Arabasta o algún lugar parecido y en la pista entró una mujer vestida con sedas verdes y azules. Bailaba la danza del vientre con elegancia envidiable y detrás de ella…. La seguían dos serpientes. Que pronto se convirtieron en cuatro. Y en ocho. La mujer procedió a hacerlas saltar, bailar, dar vueltas y hacer todo tipo de trucos y cabriolas. El público gritaba y se asustaba en los momentos adecuados y pronto Illje sintió como se derretía en el asiento.

De alguna forma, el circo le resultaba tremendamente acogedor.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {Sáb 23 Abr 2022 - 20:40}

Por un momento te sentiste ridícula. Tres pasos tan sencillos, tan intuitivos... Y tú no los habías visto. Sin embargo, la naturalidad con que Illje correspondió tus dudas hizo que esa emoción se desvaneciese por completo en el aire. Te sentaste sin más, casi en una nube, robándole palomitas mientras esperabas que el espectáculo comenzase, atisbando el peligro de empacharte aunque al mismo tiempo sintiendo que no llenaban nada. Eran un mal remedio ante la ansiedad, una forma de mantener la mente ocupada mientras el alboroto se iba transformando en un silencio sucio, lleno de susurros y cuchicheos, de murmullos sibilinos, de bromas en voz baja y risas que por momentos zumbaban en tus oídos. Hasta que las luces se apagaron con un chasquido, cortando hasta la respiración más silenciosa. Aun así, creías poder oír los latidos sincronizados de todo el público, expectantes.

Un grito ahogado de asombro se escapó de algún sitio, contagiándose cuando un único foco desde algún punto sobre vuestras cabezas iluminó al maestro de ceremonias que os había recibido. Con el orgullo de quien conoce el espectáculo, fue anunciando con retintín y épica los números que estaban por venir. Quizá más desordenados de lo que te habría gustado, pero no pudiste reprimir alguna sonrisa ilusionada según iba hablando. Había en su voz alguna clase de embrujo, o en su tono o en su propia ilusión. Era contagiosa, no solo para ti, sino al parecer para todos. Los niños gritaban ante el anuncio de asombrosas bestias, mientras que las adolescentes frente a los viriles y elásticos acróbatas -casi podías oler la revolución hormonal desde ahí-. Algunas madres pensaban en ellos también, al parecer, más concretamente una bastante precisa acerca de la anatomía de un trapecista al que al parecer ya había venido a ver antes, el cual "podría colgarse bien sin piernas, chica". Tú, por tu parte, miraste a Illje antes de echarte a reír.

El primer número que llegó fue una bailarina envuelta en sedas. Se movía con sensualidad en medio de música exótica, más de viento que de cuerda, y se hacía acompañar de decenas de serpientes que seguían sus órdenes sin dudarlo. No sabías cómo podía haberlas amaestrado, pero resultaba mucho menos impresionante que si lo estuviese haciendo con grandes tigres. Te encandilaban sus movimientos, sin embargo, y tomaste la mano de Illje por un momento. Los aros de fuego alumbraban casi más que los pobres focos sobre ellos, dando un aspecto más misterioso, casi litúrgico, al espectáculo.

Luego llegaron dos domadoras más con bastante menos ropa de la que deberían, y de un chasquido con sus látigos hicieron saltar de entre las sombras un león y un tigre que se acompasaban al unísono. Los adolescentes más cercanos decían obscenidades mientras las fieras cumplían ciegamente cualquier orden sin dudarlo: Rugir al público, correr y rodar, ponerse a dos patas... Por un instante te dieron lástima: ¿Cómo criaturas tan majestuosas acababan así? No podías evitar sentir pena; no lo merecían, y a saber cómo habían hecho para amaestrarlos. Pero entonces chocaron sus palmas formando una A al juntar sus frentes, dejando subir a las artistas. Sobre las bestias se inclinaron para agradecer al público su atención, y la oscuridad invadió todo una vez más.

No prestaste mucha más atención al circo. Illje se lo pasaba bien y tú te apoyaste contra su hombro. A veces con los ojos abiertos, otras con los ojos cerrados. Comentabas de vez en cuando detalles sobre el espectáculo, pero más centrada en solo quedarte sobre ella y descansar cualquier preocupación. Te sentías segura; daba igual todo lo que os rodeaba, fuese el clamor y el alboroto o los segundos de insoportable silencio, tan solo los disfrutabas.

En algún momento quisiste decir algo, pero te callaste. Solo te acomodaste mejor, le diste un beso en el cuello y seguiste apoyada contra ella hasta que el espectáculo terminó, aunque no había hecho más que comenzar.
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Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] Empty Re: Y que el silencio torne en carnaval [Alice - Illje] {}

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