Un carnaval navideño [Navidad] [Privado Alpha - Inosuke]

Yo realmente quería mucho a mis compañeros. Adoraba la comida de Kaya y sus comentarios sarcásticos e hirientes, me encantaba observar a Xandra hacer locuras en su laboratorio que muchas veces terminaban mal, los entrenamientos de espada con Ivan eran lo mejor, y las noches en las que bebíamos aún mejores, y por encima de todo admiraba a Katharina, quién siendo una mujer demostraba ser extremadamente valiente y fuerte. Pero a veces sentía la necesidad de coger vacaciones. Kaya terminaba por cansar a la más paciente de las personas, Xandra en el fondo estaba un poco loca, Ivan no paraba de balbucear sobre cuanto echaba de menos a Brianna y Katharina... Mejor no hablar de Katharina.

Por esas razones decidí, por una pequeña temporada, aventurarme yo solo sobre aquel mar. Bueno, no estaba solo. A donde iba me seguían Cazapeces y Ao Kashigami, mis fieles mascotas. No había sido fácil encontrar un medio de transporte en el que llevar al behir, pero no podía dejarlo mucho tiempo solo en el barco con el resto de la tripulación. A saber qué le darían de comer.

Finalmente logré llegar a una isla extraña. Parecían estar siempre de fiesta, felices y borrachos. Había gente por todas partes y costaba hasta caminar. Para Kashi resultaba especialmente difícil abrirse camino sin aplastar a ningún transeúnte, pero resultaba muy curioso que nadie se asombrara de la presencia de una criatura de aquellas dimensiones. Es más, todos allí tenían ropas extrañas de diversas clases y algunos hasta caminaban sobre largos palos de madera. Resultaba muy divertido.

Después de habituarnos al dinámico sistema de aquella isla en la que la gente bailaba por doquier y una música que te empujaba a menear las caderas nunca dejaba de sonar, mis mascotas y yo nos arrebujamos en un pequeño sitio pensando en qué haríamos a continuación. La respuesta era obvia: comer. El rugido de nuestros estómagos resonaba por encima de el de la música, y era bastante evidente el hecho de que tuviéramos hambre.

—Me mola el disfraz, mi pana —me dijo una persona que desapareció entre la marea de gente. No le presté atención.

Seguí mi camino. Por allí no había absolutamente nada de vegetación, así que la mejor zona para atrapar algo de comida decente era la costa. Buscaría una zona perfecta para pescar lo suficiente para alimentarnos a los tres, y probablemente el puerto donde atracaban los barcos fuera el mejor sitio. Me dirigí hacia allí rápidamente, siguiendo los dictámenes de mi estómago.

-¿Ya hemos desembarcado? – Pregunto el pequeño capitán a su navegante.

- Si, hermano.

- Bien, ustedes pueden ir al pueblo y pasarlo bien si gustan. Yo estaré con Suzaku aquí pescando.

Quizás parar en esa isla no había sido la mejor opción de todas, pero no había de otra. Los suministros pronto habrían terminado  y, no era lo más óptimo aguantar hasta llegar a la siguiente isla.

-¿Está seguro de eso, hermano?

- He dicho que no ocurre ningún problema. Ustedes compren todo lo que haga falta. Yo estaré aquí justo al lado del barco.

Y así como si nada, todos fueron directamente a la isla a buscar provisiones y, lo más probable era que se quedaran a pasar un rato a disfrutar de la fiesta. El joven herrero simplemente se dispondría a pasar el rato pescado justo al lado del barco. Sentado en el muelle sin molestar a nadie. Así que, con caña y cubeta se dispuso a sentarse tranquilo y comenzar con aquella actividad hasta que los grumetes regresaran.

-Mmmm… parece un buen lugar. – Los peces estaban justo por abajo del muelle. Amarro el anzuelo a la caña y lo dejo caer con tranquilidad. A partir de aquí, era momento de esperar.

Por otro lado, la mente del pequeño estaba llena de muchas ideas. Islas que visitar. Piratas que derrocar. Reinos que conquistar. Muchas ideas y mucho que organizar. Sin duda alguna el primer paso sería regresar a Auria y recuperar las minas que había perdido. Pero por otro lado, él sabía que eso no sería una tarea fácil. Necesitaba crecer un poco más y, desde luego, llevar a todos sus seguidores con él.

- Pronto… ¿Verdad, hermosa? – Suzaku Solo le picoteaba la cabeza. Era una de sus manías. Alpha simplemente se limitaba a sonreír mientras ella hacia aquello. Un pez ya  había mordido el anzuelo y un simple tirón fue suficiente. Una vez colocado en la cubeta, se repetiría el mismo proceso hasta que esta estuviera llena.

El puerto era un lugar más grande de lo que había esperado. Numerosos barcos se encontraban allí, atracados, expectantes, como si estuvieran aburridos esperando a que algo sucediera. De pronto, comenzó a nevar, algo realmente extraño en aquella isla de clima cálido.

Y a pesar del frío que había empezado a apoderarse del ambiente, los nativos seguían disfrutando de sus festejos como si no les importara nada más. Yo, por mi parte, busqué un buen para convertirlo en mi pequeña parcela de caza. Recorrí gran parte del puerto en busca del sitio ideal. No podía ser demasiado grande ni demasiado pequeño, debía tener un espacio perfecto, y las aguas debían estar tranquilas para que los peces no se espantaran.

Finalmente alcancé el lugar deseado. Enfrente mío se alzaba una gran extensión de agua salada. A mi izquierda, un barco de tamaño considerable y un pequeño chico que pescaba tranquilamente. A mi derecha, hombres vestidos de rojo que cargaban y descargaban mercancías en buque. Parecía un lugar tan bueno como otro cualquiera, a pesar de que algunas personas se sorprendieran de observar a Kashi. Así que, sin dudar, desenfundé las espadas y salté desde los chirriantes tablones de madera hacia el mar. Acto seguido me siguió Kashigami, quién arrojó una estrepitosa cantidad de agua a su alrededor salpicando a las personas cercanas.

Ambos, bestia y cazador, nadamos velozmente en busca de las presas, mientras la pequeña Cazapeces ascendía por los cielos para descender y atrapar pequeños peces saltarines con su pico y sus garras. Era un espectáculo digno de ver.

Tras conseguir suficiente pescado como para saciar mi hambre, volvía a la superficie. Mis espadas parecían espetones, ya que apenas si se podía ver la punta de las armas. Haciendo unos pocos movimientos, sacudí los peces de los aceros formando una pequeña montaña a mis pies. Los recogí todos y me acerqué al borde del muelle, donde me senté para empezar a limpiar de entrañas mi próximo almuerzo mientras observaba como mis mascotas continuaban cazando hasta saciarse.

El chico de la izquierda seguía pescando, imperturbable, mientras los hombres de la derecha parecía que habían acabado y empezaban a tomarse un descanso. Tras meditarlo un momento, me reuní con aquellos hombres, en busca de bebida con la que acompañar la comida.

—Eh, vosotros —les dije—, ¿tener sake ahí? Yo querer beber mientras comer.

Vestidos con ropajes rojos con detalles blancos, me miraron de arriba abajo. Mientras lo hacían, observé que en su barco había una bandera, con un símbolo pirata.

—Ahh, vosotros ser compañeros de Mar Azul, eso ser estupendo. Yo ser Inosuke Dru-Zan —me presenté—, yo navegar con Katha y los Siners. Quizás conocer, capitana ser famosa.

Pescar… pescar definitivamente es una de las actividades más relajantes que existen ¿Por qué? Déjame contarte la razón de ello. Tal vez te parezca un poco tedioso y aburrido el hecho de sentarse y esperar durante minutos o horas a que un pez peque en el anzuelo, pero lo que muchos no han entendido es que a pesar de que esta actividad requiera paciencia, también brinda unos momentos de paz para poder meditar, para limpiar la mente y el alma.

O al menos, el joven rey de la forja lo ve así.

Aunque no simplemente podías optar con el método clásico para capturar a los peces, también podías hacerlo como aquel joven con cabeza de jabalí que se acaba de lanzar al agua. Alpha seguía en lo suyo, inmutable. Pero no podía dejar se pensar que ese sujeto se le hacía familiar de algún lado. Mientras intentaba recordar el donde le reconocía, se percató de la presencia de las otras dos criaturas que le acompañaban. Para muchos, quizás observar a esas especies le resultaría un sueño.

Pero para el pequeño capitán pirata, era el pan de cada día.

Verlos cazar paces realmente era un gran espectáculo. Eran bastante buenos y sus movimientos traían consigo una fluidez natural. Luego de unos instantes, el extraño hombre cabeza de jabalí se había sentado a descansar y sus acompañantes aún seguían en lo suyo. Momentos después, interrumpió el descanso e la tripulación preguntando por sake, uno de los grumetes le sonrió y le arrojo una botella, ya que en la tripulación del pequeño pirara, todo aquel que sea amable será tratado de la misma manera.

- ¿Katha? ¿Katharina Von Stainhell? – Pregunto uno de los grumetes. Algunos quedaron algo atónito  por simplemente escuchar ese nombre, otros murmuraban entre ellos uno de los sobrenombres por lo cual era conocida en el mar y en especial por ellos mismos: La bruja Loca.  Aunque en esos momento eso era la menor preocupación de todas, cada uno de los miembros del barco giraría el rostro para mirar fijamente al pequeño pirata, muy nerviosos.

-Inosuke Dru-zan ¿Correcto? – Pregunto el chiquillo y, de inmediato todos los tripulantes salieron corriendo en dirección a la ciudad. Ellos sabían lo que podría venirse. -  ¿Qué hace uno de las promesas del nuevo mundo en el paraíso? Quizás… sea una casualidad o simplemente… ¿Tu capitana te ha enviado a reclutarme? Pues... puedes decirle de mi parte que el señor de la guerra no está interesado en servir a una niña malcriada. Aunque eso ultimo puede ser una mentira, es lo que se rumorea de ella en el mar.

Alpha se levantó de su sitio con total tranquilidad. Sacudió un poco su kimono rojo para quitar un poco de la suciedad que había caído. Su compañera plumífera le haría entrega de su Alabarda y, con total tranquilidad, daría pasos en dirección a Inosuke, aunque claramente el pequeño aun no tenía intenciones hostiles contra él.

- En cuanto a ti, he odio muchas cosas, un increíble espadachín con excelentes habilidades. Habitante de los cielos ¿Qué tal es la vida en el mar blanco? – A tan solo unos pasos de él, Alpha tenía la mirada y la cabeza observándole hacia arriba, mirando fijamente a su extraña cabeza de jabalí, muy tranquilo y relajado. - ¿Deberíamos pelear o dejarlo pasar? ¿Tú qué dices?  

Y como siempre, el nunca dejaría de sonreír.

—Oh, yo agradecer, camaradas de Mar Azul —dije, a modo de respuesta por la botella de sake que me habían facilitado—. Yo brindar por vosotros.

Pero entonces los hombres salieron corriendo, casi asustados. Quizás hubiera sido por el nombre su capitana, temida y odiada a partes iguales por todo el mar. Porque sin duda no podía ser por el pequeño sujeto que se acercaba, el mismo que había estado pescando tranquilamente mientras el cazaba peces.

—Sí, yo ser Inosuke del clan Dru-Zan. ¿Nosotros conocer? —Me había sorprendido, no esperaba que alguien me reconociera en aquel lugar. Tampoco me importaba, pero me resultaba muy curioso. ¿Lo había conocido hacía tiempo? No descartaba el haber olvidado su cara. Y si lo había hecho, seguramente es porque no me había causado gran impresión.

—¿Pero tú qué decir? —respondí de inmediato—. Katha no enviar para reclutar, ¿por qué querría tener en barco a chico pequeño como tú? Nosotros ya tener un Franklin —lo examiné de arriba abajo, lo que no me llevó mucho tiempo debido a su corta estatura. No sabía qué pretendía, pero no me había hecho gracia que soltara calumnias sobre mi capitana, la única mujer que yo admiraba—. Y Katharina no ser niña malcriada. Ser mujer caprichosa, tal vez, pero no ser niña malcriada. Tú retirar.

Un pájaro de gran envergadura se acercó dando saltitos con sus estrechas zarpas para hacer entrega de un arma al pequeño sujeto. Se trataba de una especie de lanza, entremezclada con un hacha de mango largo. Un arma demasiado grande para un hombre tan pequeño. ¿Sabría manejarla de verdad o era tan solo para intimidar?

—Tú poder guardar palabras dulces, no servir de nada. —No estaba enfadado, pero sí molesto. ¿Qué quería aquel chico? No estaba seguro, pero al blasfemar contra Katharina y sacar su arma, había dejado claras sus intenciones—. ¿Dejar pasar? Tú mancillar honor de capitana y sacar lanza. Yo haber librado combates por menos. Tú enterar. Cuando acabar contigo, convertir en comida de Kashi.

Arrojé la botella de sake al aire, donde la atrapó Cazapeces con un vuelo ágil y rápido. Sería una buena recompensa tras haber derrotado a aquel hombrecito de cabellos largos que me había declarado la guerra. Acto seguido, di un salto hacia atrás, movimiento que aproveché para desenvainar a Kibatora y Hebikiba, con quiénes lancé sendas ondas cortantes, ambas horizontales. Tras aquello, me puse en guardia, esperando un contraataque en el caso de que evitase aquellos cortes.

—Tú haber querido.

-¿Mancillar honor? – Pregunto el pequeño un poco confundido.- Creo que tenemos tenemos un concepto diferente de honor, señor Inosuke.

El pequeño capitán siguió con la vista aquella botella que el joven de los cielos había arrojado. Su compañero animal la atrapo agil y velozmente. – Es magnifica. – Susurro. Si muy bien sabía que estaba frente a un enemigo, no quedaba mal elogiar lo muy bien entrenada y hermosas que eran lo que se presumía, sus mascotas.

Y el Alpha podía entender ese sentimiento mejor que nadie.

Un repentino salto lateral y un par de ondas cortantes, ese fue su movimiento inicial. Los movimientos del habitante del cielo resultaron ser fuertes y hábiles, realmente impresionante. Aquel ataque se aproximaba al señor de la guerra, que en ningún momento dejaba de sonreír ¿Cuál sería su siguiente movimiento? ¿Saltar? ¿Esquivar? No… él no era así. Alpha es algo más allá de lo que aparenta. Algo más allá que un simple pequeño con una alabarda.

Y sobre todo, él era algo más allá de lo que aparentaba.

El pelilargo Atravesó la alabarda adoptado una postura firme. Las ondas impactaron, pero él no retrocedió, logrando repeler aquel ataque. Aunque al fijarse mejor, se dio cuenta que el ataque le había empujado un poco hacia atrás. – Nada mal – Dijo, mostrándose totalmente feliz. – Aunque permítame aclarar algo, esto no es una lanza, es una alabarda. – Giro el arma en la mano, demostrando su habilidad la soltura con la cual manejaba la misma. La postura de batalla de Alpha se mostraba muy relajada y tranquila, aunque eso no significara que no se estaba tomando en serio el combate.

- El honor no se mancilla con palabras, señor perteneciente al clan Dru-Zan. Se mancilla con derrotas. - Se tomó un segundo para descubrir la parte superior del cuerpo. Luego, la alabarda se prendió en llamas, curiosamente la punta comenzó a temblar. - ¿Mil? No… ¡Mil doscientos! - Alpha flexiono las piernas y se lanzó a al ataque. Su arma se encontraba calentada a una temperatura que fundiría lo que tocara y envuelta en llamas. La carrera lo rodearía en círculos y manteniendo la distancia máxima para atacarlo con la punta de su arma. Un combo sencillo. Una lluvia de pinchazos mientras corría a su alrededor, atacando todos sus flancos.

Aunque una cosa es decirlo, y otra cosa es lograrlo.

Mi ataque voló directo hacia el hombrecillo, logrando golpearle. Pero no le causó daño. Lo había detenido con su arma, mostrando ser más fuerte de lo que aparentaba, aunque el poder de mis ataques lo había desplazado ligeramente hacia atrás.

—No ser débil... —murmuré—. Lanza, alabarda, da igual. Lo importante es que ser arma —comenté.

El hombrecillo comenzó a realizar una suerte de florituras con su arma, mostrando su habilidad con la misma. Era un arma bastante larga para su estatura, pero la manejaba con soltura. No era un aficionado. De pronto, comencé a emocionarme. ¿Cuánto tiempo hacía que no me encontraba a un buen rival? Tanto que ni lo recordaba.

Los músculos de mi cuerpo se tensaron, y mi ritmo cardíaco había comenzado a aumentar. Mi rostro, a pesar de estar oculto por la cabeza de jabalí, empezaba a reflejar una sonrisa de éxtasis en cuánto vi brotar fuego del arma de aquel chico. Solo en aquel momento comprendí que el auténtico combate no había hecho más que empezar. Pero aquello, en vez de asustarme, no hacía más que motivarme.

—Fuego no asustar... —expliqué—. Y lógica de tú ser errada. —Alcé mis espadas y me preparé para la embestida. El chico corrió directo hacia mí, pero en un momento comenzó a rodearme, buscando mis puntos ciegos para clavarme la punta de su arma. Raudo, comencé a seguir sus movimientos, sin quitarle el ojo de encima ni un instante—. No haber deshonra en derrotar, haber derrota en rendirse.

Repelí la primera estocada con un ataque ascendente de Kibatora, la segunda con uno descendente de Hebikiba, y me mantuve en aquella dinámica unos pocos segundos. Arriba, izquierda, derecha, derecha otra vez, hasta que vi la oportunidad. Sentía la proximidad del fuego con cada choque, pero lejos de asustarme, me hacía sentir vivo y me daba energías. Por su parte, mi espadas estaban hechas para soportar altas temperaturas, por lo que unas llamas como aquellas no serían suficientes para causarles daños.

Y entonces aproveché el último golpe de su combo para, con la espada de mi brazo izquierdo, Hebikiba, enganchar el filo en la parte inferior de la cabeza de su arma y tirar hacia mí. Con la derecha ejecuté un movimiento descendente en busca de su cuerpo. Si no soltaba su arma y conseguía atraerlo hacia mí conseguiría encajar un profundo golpe en su torso. En el caso de que soltara su arma, tendría ante mí un rival desarmado, lo que me daría una total ventaja. Aunque en un combate todo era posible y no me confiaba de que acabase allí mismo.

Los combates eran realmente emocionante.

—Mostrar qué más poder hacer —dije, retando al hombre.

<Lo hacen muy bien.> Alpha observaba con tranquilidad cada movimiento de Inosuke. De arriba abajo, derecha izquierda ¿Acaso buscaba algo? Si, buscaba alimentarse del estilo de pelea de su oponente.< Puedo verlo… ¿Puedo imitarlo?> La respuesta era un rotundo no, si muy bien Alpha tenía sus reflejos fotográficos para copiar y añadir estilos de pelea y técnicas a su repertorio, la cuestión era que el estilo de pelea del jabalí era algo que no iba bien con el joven rey de la forja.

A el pequeño capitán pirata no le gusta practicar el estilo de dos espadas, le parece algo fastidioso.

Cuando su rival le jalo y le desafío exigiéndole que le enseñara más, fue la chispa que necesitaba para motivarse aún más. Alpha dio un rápido salto esquivando su ataque, hubiera sido majestuoso haber hecho un intercambio allí mismo, ponerse en estado crítico ambos y convertir la batalla en algo meramente lleno de fuerza de voluntad.

Pero aún era muy pronto para eso.

-No lo haces nada mal, Inosuke del Clan de los Dru –Zan. –Dijo el pequeño al caer de aquel salto. Si no fuera porque podía adaptarse a cualquier situación rápido, ya hubiera recibido la espada justo en el costado. Pero el pequeño pirata era consciente de que eso no le salvaría todo el tiempo. - ¿Quieres que te demuestre lo mejor que tengo? Está bien, pero tendrás que esperar un momento, así que tiempo fuera. – Él había pedido un tiempo fuera, apenas estaban entrando en calor y un entretiempo no caería mal. – Suzaku, ayúdame por favor.. – La plumífera comenzaría ayudar el pequeño Alpha a envolverse con un papel que no paraba de estirarse. Comenzo desde la cintura, llego hasta torso, paso por los hombros y llego hasta su codo derecha. – Ok, Listo.

El joven capitán pirata habría logrado hacer que su Hoja mágica se convirtiera en una armadura protectora de color blanco sujeta a un pequeño nudo que se encontraba en la cadera, justo al lado derecho. El joven aprovechó el momento para sacar una botella de la alforja de su fiel compañera, para dar un largo trago a la misma. - ¡Beber es lo mejor! – Grito. – Definitivamente no existe nada mejor que ser pirata. Ahora… ¿Continuamos?

Y con una enorme sonrisa el joven se lanzó de nuevo al ataque. Alpha dio un salto, sus pies realizaron una explosión de calor, se impulsó con aquella fuerza para dar una única estocada con la llameante alabarda.

Una directa en el pecho.

El pequeño hombre resultaba hábil, tanto que no era capaz de ocultar mi emoción. Con cada golpe expresaba exclamaciones de admiración, y agradecía profundamente a los dioses por poner a este nuevo rival en mi camino. Estaba feliz de mantener un combate como aquel.

—¿Tiempo qué? Tiempo no poder irse —dije, sin comprender del todo sus palabras—. Pero estar bien, yo esperar. ¡Yo esperar que valer pena, ¿tú entender?

Aquel parón en la contienda dio para mucho. Observé cómo el hombre se sacaba una hoja de papel para empezar a enrollarla alrededor de su torso. Aquel papel era endiabladamente elástico, aunque no podía explicarme cómo hacía para cubrir la parte superior de su cuerpo sin que aquello pudiera obstaculizar sus movimientos. ¿Aquella era su mejor baza? Francamente, me había desilusionado. Mucho.

Por mi parte, no había estado quieto. Me había detenido, sí, pero solo lo había hecho porque me había prometido mostrarme lo mejor que tenía, y no había sido capaz de reprimir mi deseo por verlo. Y aún así, yo también me había estado preparando. Hendí ligeramente la punta de las espadas en el suelo, dejándolas clavadas sobre el mismo. Acto seguido me quedé inmóvil, con una rodilla clavada en el suelo y los brazos extendidos.

Entonces comencé a ser uno con el mundo, comenzando a ser capaz de sentir hasta la más mínima vibración de mi alrededor. Tenía los ojos cerrados, pero percibía perfectamente como mi rival y sus mascotas se debatían con el extraño papel, a las personas que, curiosas, se acercaban correteando hasta el puerto para ver cómo dos intrépidos piratas combatían, los barcos flotando sobre el mar, dejándose arrastrar por la corriente y a los niños que jugaban con una pelota a lo lejos. Y también sentí cómo el pequeño hombrecillo sin brazo se adelantó hasta mí, alzando nuevamente su arma.

Recogí las espadas y, flexionando la pierna que no estaba arrodillada, me impulsé con rapidez hasta el arma de aquel hombre. Había dejado de estar en sintonía con mi entorno, pero sabía desde dónde venía el ataque y desde donde golpearía. Lanzando un golpe doble contra la cabeza de la llamada alabarda, busqué desviarla, aprovechando el movimiento descendente de mi arma para realizar un brutal impacto sobre su cuerpo. Aquella era la desventaja de las armas largas; desde que superabas el rango de ataque del arma, los rivales se encontraban desprotegidos. Y no podía dejar pasar una oportunidad como esa.

<<Rayos...>> Fue lo primero que pensó el joven herrero al ver que si ataque era desviado. Ciertamente utilizar a papelito como una armadura sería bastante efectivo. Pero limitiraria mucho sus movimientos. <<Aun no tengo fuerza para moverme con libertada ¡Se contrae demasiado!>> Y justo allí el impacto de Inosuke habría dado en su objetivo. Los ojos de Alpha se tornaron blancos, dolía bastante, su fuerza no era algo que se debería tomar a la ligera.

Pero una cosa es que doliera, y otra cosa que este no pudiera aguantarlo.

-¡Una apertura!- Él estaba allí, totalmente a quema ropa. Solto la alabarda y sin dudarlo ni un segundo arrojo una onda de choque con potencia. Apuntando justo e su cuerpo. Luego de aquello Alpha caería en el suelo rugiendo de dolor. - ¡Maldita sea! ¡Como duele! – Gritaba y se quejaba, la súper ave Suzaku no dejaba de burlarse de él. – Te dije que esta sería una muy mala idea cuando me la propusiste, Suzaku ¡Después me las vas a pagar! ¿De qué me sirve tener la mejor armadura del mundo si no me puedo mover libremente? – Rápidamente Alpha dio un tirón en el nudo de la armadura, deshaciéndolo y esta regresaría a su mano en modo de hoja tamaño oficio. - ¡Duele maldita sea! ¡Duele! – La plumífera rápidamente salió corriendo y tomo el papel de la mano del pequeño pirata. Luego, saldría corriendo para coger la alabarda, tomo una distancia bastante prudencial. La suficiente para no salir lastimada pero también como para estar cerca cuando su compañero le llame.

-¡El dolor! ¡Me hace sentir vivo! – El pequeño le comenzaron a crecer cuernos en su cabeza. Su cabello comenzaría a calentarse hasta convertirse en llamas. Todo el ambiente alrededor comenzaba a calentar mucho, bastante, hasta llegar a demasiado.

Él claramente estaba a tope.

- ¡Tu vales tanto la pena que haces que rompa mis propios limitadores! – El pequeño flexiono las rodillas y salió disparado contra el joven espadachín. Estaba preparado para empalarlo con sus grandes cuernos y era sus intenciones. Pero una cosa era decirlo y otra cosa era lograrlo.

Cosillas:

No se me ocurrió ninguna explicación más allá de «magia». Un pequeño papel, tan fino que parecía romperse con la mirada, había resistido mi ataque. Mis espadas, capaces de atravesar piedra y hierro, habían perdido contra un mísero papel... ¿Cómo era posible?

Pero aquel papel había sido a la vez la salvación y la perdición de su portador. Le impedía moverse con libertad, casi atándolo y obstaculizándolo. Sin duda, la decisión de abandonar aquella herramienta fue la más inteligente; aunque no pudiera cortarlo, podía golpearlo hasta la saciedad. Pero aquella sería una victoria insípida. Los dioses no estarían contentos si acabara con aquel hombre de una forma tan patética e irrespetuosa. Aquel era un combate de honor entre valientes guerreros del mar, y debía respetarlo.

—Kashi, mirar eso —dije al formidable behir—. Ellos discutir como matrimonio. Ser muy gracioso.

Entonces mi carcajada inundó el lugar, mitigada por el bullicio de la fiesta montada en la isla. No pretendía reírme de mi rival, pero la escena resultaba tan absurdamente cómica que no podía contener las carcajadas. Un amo y su mascota, discutiendo como si llevaran años casados, resultaba un disparate en mi cabeza.

Pero la risa se ahogó bajo los gritos del pequeño manco. De repente, el ambiente comenzó a cambiar, volviéndose más cargante y pesado. ¿Hacía más calor? Y entonces me fijé en mi rival. Su cabello empezó a agitarse, desprendiendo una suerte de vapor, hasta prenderse en llamas, mientras de su cráneo surgían sendos cuernos amenazantes. Al aire a su alrededor empezaba a ondularse, producto del calor que despedía. Sentí como empezaba a sudar, las espadas casi se me escurrían de las manos, mientras el mar detrás nuestro empezaba a burbujear. El calor que desprendía era abrumador. Algunas personas que habían permanecido curiosas alrededor nuestro se desmayaron, mientras otras salían corriendo y gritando, algunas de miedo y otras de dolor.

En aquel preciso instante, mi rival parecía un toro bravo salido del mismísimo infierno. Y había llegado la hora de la caza. Envainé mis armas, esperando el momento en que su cornamenta buscara empalarme. Preparado, sujeté sus cuernos antes de que me atravesaran. Me vi arrastrado varios metros hasta detener su avance, mientras me debatía entre el calor y el dolor. Las palmas de mis manos ardían como si las hubiera metido dentro de un volcán, mientras las llamas de su cabello y el calor que emanaba de su piel me dejaba sin respiración y hacía que todo mi cuerpo sufriera tanto como si me quemaran en una hoguera, pero hice acopio de todo mi espíritu para sobreponerme al extremo dolor e intenté levantar al hombre toro ardiente en peso, por los cuernos que aún tenía sujetos, hasta situarlo encima de mi cabeza. Si lo conseguía, lo dejaría caer hacia atrás poniendo todo el peso de mi cuerpo, buscando enterrar su cabeza en el suelo bajo nuestros pies.

El me detuvo, me mantuve presionando fuertemente con mis piernas en todo momento, mi instinto me decía que si me seguía manteniendo firme, mi oponente tarde o temprano caería. Aunque su determinación y su concentración eran de otro nivel, no podía ver su rostro ni su expresión, pero estaba seguro que la determinación de Inosuke por ganar era superior al dolor que estaba sufriendo por el calor infernal que estaba sufriendo por el contacto físico contra mí.

Fui levantado, mis pies se encontraban elevados contra el aire mientras aún conservaba aquella sonrisa llena de emoción. Prepare en mi mano una esfera de calor. Tense cada musculo de mi brazo y apunte directamente a su abdomen. Tal vez no podría esquivar si ataque, pero al menos ambos nos llevaríamos una buena.

-¡Helios! – Arroje con brutal potencia mi proyectil y casi al instante pude sentir mi cabeza chochando contra el suelo. Mis iris se pusieron blancas y algo de sangre salió de mi boca ¿Tenía algún hueso roto? Para mi suerte, no. Aunque decir que aquel ataque no me había dolido sería una total mentira.

-El mundo nunca para de sorprenderme. – Dije, mientras me senté en el suelo. Coloque la mano en mi nuca, aun me daba vueltas la cabeza. Medite durante un instante. Luego, me levante y dirigí la mirada contra Inosuke.

Pero… yo ya no sonreía.

- Sigo siendo débil. – Examine mi cuerpo. Moví mis hombros. Di pequeños saltos con la punta de ambos pies y no paraba de abrir y cerrar la mano. Escupí un poco de sangre que me había quedado en los labios y di un chasquido. Inmediatamente mi súper ave me arrojo a Doomhammer. Yo la atrape y gire sobre mi propio eje, abanicado con fuerza el arma y esta hacia un brutal y bélico sonido en contra del aire. Esta son el tipo de armas que te dan y te rompen algo fijo.

Flexione mis piernas y me quede allí, mirándolo fijamente. Apoye mi martillo en el hombre y este inmediatamente elevo se enserio en llamas pero, yo no me movía.

Solo estaba allí, mirándole.

Lo tenía en el aire, a punto de hundirlo en el suelo, cuando creó una especie de proyectil circular en su mano, del tamaño de una pelota. Lo dirigió contra, directo a mi pecho. A pesar de su ataque, logré mi objetivo, causándole un considerable daño. Sin embargo, no salí ileso.

La masa de calor impacto con fuerza, estallando en llamas nada más tocarme. Aquello era tan caliente como él mismo, y resultaba realmente doloroso. Normalmente podía resistir grandes temperaturas, incluso no me quemaba al pasar entre hogueras, pero aquel hombre podía hacerme daño, mucho daño.

Apreté los dientes y me levanté, con el pecho plagado de llamas que se extinguían rápidamente. Bajo ellas tenía una espeluznante quemadura, recubierta de ampollas. Y no solo ahí, mis manos se encontraban en el mismo estado o peor. Mi piel enrojecía me hacía querer gritar de dolor, pero me sobrepuse a él y volví a encarar al pequeño, volviendo a extraer mis espadas.

Aparentemente no le había causado tanto daño como esperaba. Parecía ser bastante resistente para su tamaño, pero aquello no me asustaba. Aún no le había enseñado todo lo que tenía.

El rostro del jabalí se ensombreció. Me había puesto serio. Levanté mis espadas, las crucé apuntando al suelo para después mover los brazos y acabar con un arma extendida y la otra apuntando a aquel chiquillo. No dije nada, tan solo me moví. Corrí apresuradamente hacia él a mi máxima velocidad, flexionando el torso y agachándome. Su martillo no me asustaba; lancé un tajo cruzado hacia su estómago. No terminé ahí. Si se apartaba, bloqueaba o esquivaba el primer ataque de alguna forma, le perseguiría con mis filos, preparado para lanzar un tajo ascendente acompañado de una doble onda cortante. No pensaba contenerme.

<Viene… viene… ¡VIENE!> Puedes verlo… puedes verme. Soy algo que escapa al entendimiento. No soy humano, soy una criatura. Soy algo fruto del coito incesante de una mujer con cierto hombre. Sin mencionar que hubieron muchos más antes darme la vida.

Puedes verme… puedes ver cómo te observo con una emoción tan grande, semejante a la de un niño con juguete nuevo. Pero no te veo como mi juguete. No Inosuke, te veo como un igual. A pesar de no ser listo o un genio en muchas cosas, admito que eres un genio digno de la batalla, del esfuerzo y llevas no rendirte a un siguiente nivel.

Puedes verme… sí que lo haces. Dejo esa cara seria y finalmente vuelvo a sonreír. Me estás haciendo disfrutar de algo que hace mucho tiempo no podía sentir. Siento como deseas tomar mi vida. Siento como las palabras te sobran y utilizas tu espada para demostrar de lo que estas hecho.

Puedes ver como mi rostro se cubre en temibles sombras. Mi ansia de batalla está haciendo presencia. Puedo sentir como mi otro yo poco a poco se apodera de mi mente. Una entidad que es todo lo contrario a mí, pero a su vez, ambos disfrutamos de la batalla como si no existiera un mañana.

Sí que lo haces… y respeto. Pero ahora es momento de darle fin a lo que empezó es momento de que mi martillo termine lo que hemos empezado es momento de que mi martillo. Termine con esta guerra.

Levante mi arma con fuerza. Y tenía totalmente la intención de abanicar con tal fuerza, que me llevaría todo por delante. Y estuve a punto de hacerlo. Hasta que todo se puso negro.

-Nadie pelea en vísperas navideñas, mocosos. – Fui noqueado porque mi tripulación describe como un hombre muy grande y fuerte. De unos dos metros y medio. Calvo y con una gran barba blanca. Mis tripulantes estaban cerca y lo único que hicieron fue correr al barco una vez se dieron cuenta que me habían noqueado.

Suzaku lo único que hizo fue tomarme junto a mi arma una vez mi temperatura retornara a la normalidad. Desperte en el barco y me dijeron lo que habia ocurrido. Ya estaba en alta mar y me digia hacia el Erebus.

Una manera muy “navideña” de terminar aquella batalla. Noqueado por papa Noel.