Midorima Shintaro
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Una bala de cañón pasó muy cerca de él. Demasiado. Sintió el calor de la explosión y el humo que se generó tras esta le molestó un poco. ¿Dónde estaba? No tenía idea. Bueno, sí, pero no recordaba el nombre exacto de la isla. ¿Rafael? ¿Rafinha? ¿Rufta? Creía que era el último, pero no estaba del todo seguro. ¿Qué hacía ahí? Pues los del Gobierno Mundial, no habían encontrado nada mejor que mandarlo a él para que parara una guerra civil. En el papel, sonaba sencillo. Entrar y salir. No más de una hora y ya, pero… Todo se había complicado. Por esos azares extraños del destino, había acabado en el momento y lugar equivocados. No había dado con el lugar exacto y estaba en el centro del conflicto. ¿Usar su “autoridad” como parte del Gobierno Mundial era buena idea? Quizás no, o no ahora.
—¿Cómo detengo yo una guerra civil? —susurró al aire mientras se cubría en una casa que estaba deshabitada —Tengo una idea. Solo debo acabar con el líder del bando contrario, proclamarme como el nuevo líder, decir que soy del Gobierno Mundial y que todo esto ha acabado —dijo, convencido que era el plan perfecto. No podía ser tan difícil localizar al líder del bando al que debía detener, pero tampoco iba a ser tan sencillo como se lo imaginaba. Sacó el Den Den Mushi y se contactó con el rey del lugar, aquel que había pedido ayuda al Gobierno Mundial para detener toda esta masacre —. Tengo un plan. Solo necesito que resistan un poco más y pase lo que pase, no se rindan. Esperen mi llamado. —Colgó.
Tenía suerte de que el Cipher Pol fuera una agencia de inteligencia. Sabía el lugar aproximado donde debería estar el líder, un tal Derrick Jhones. No estaba cerca, de eso estaba completamente seguro. Tenía un mapa de la isla, provisionado por su agencia y rellenado con los datos que había alcanzado a recolectar poco antes de salir a aquel infierno. Estaba cerca del castillo y Derrick estaba en el otro lado de la isla, para llegar ahí solo tenía que atravesar el campo de batalla, uno que otro fuerte que se había instalado en el lugar y llegaría. Sencillo, ¿no?
—Bien, allá vamos —dijo mientras se arreglaba las gafas y se preparaba para lo peor.
—¿Cómo detengo yo una guerra civil? —susurró al aire mientras se cubría en una casa que estaba deshabitada —Tengo una idea. Solo debo acabar con el líder del bando contrario, proclamarme como el nuevo líder, decir que soy del Gobierno Mundial y que todo esto ha acabado —dijo, convencido que era el plan perfecto. No podía ser tan difícil localizar al líder del bando al que debía detener, pero tampoco iba a ser tan sencillo como se lo imaginaba. Sacó el Den Den Mushi y se contactó con el rey del lugar, aquel que había pedido ayuda al Gobierno Mundial para detener toda esta masacre —. Tengo un plan. Solo necesito que resistan un poco más y pase lo que pase, no se rindan. Esperen mi llamado. —Colgó.
Tenía suerte de que el Cipher Pol fuera una agencia de inteligencia. Sabía el lugar aproximado donde debería estar el líder, un tal Derrick Jhones. No estaba cerca, de eso estaba completamente seguro. Tenía un mapa de la isla, provisionado por su agencia y rellenado con los datos que había alcanzado a recolectar poco antes de salir a aquel infierno. Estaba cerca del castillo y Derrick estaba en el otro lado de la isla, para llegar ahí solo tenía que atravesar el campo de batalla, uno que otro fuerte que se había instalado en el lugar y llegaría. Sencillo, ¿no?
—Bien, allá vamos —dijo mientras se arreglaba las gafas y se preparaba para lo peor.
Katharina von Steinhell
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Abadel Muniscato era un famoso hombre por haber escrito uno de los libros de fantasía más controversiales de los últimos cien años. En él detallaba paso a paso, con un buen uso de las técnicas narrativas, cómo convertirse en un hechicero. La primera copia salió al mercado hace diez años y, aunque la gente se mostraba muy interesada en el Malleus Malleficarum, con el tiempo no tardó en caer en el olvido. La razón era muy sencilla: nadie había logrado convertirse en un mago. Y es que era bastante obvio puesto que la única posibilidad de hacerlo era comiendo la fruta del diablo que tenía Katharina von Steinhell. Incluso hace diez años, cuando su historia recién estaba tomando forma, ya era imposible que cualquier criatura pudiera hacer algo de magia.
La bruja había estudiado lo suficiente como para saber que lo que el libro narraba no eran patrañas, sino bases interesantes y bien formadas. Lamentablemente no quedaban muchas copias en el mundo, y hacerse de una de ellas era casi tan complicado como entender el significado de un Poneglyph. Afortunadamente, Katharina sabía que Abadel Muniscato residía en Rufta, una isla ubicada en el lejano North Blue. Tenía pensado hacer una última parada, un viaje más en sus vacaciones para luego reunirse con sus compañeros en Archipiélago Shabaody. Sin embargo, no todo era sencillo. Nada más llegar de una forma que rozaba la ilegalidad descubrió que el país se hallaba en medio de una guerra civil. Los hombres del puerto hablaban de ella, y los del mercado también.
Rufta, que siempre había vivido bajo una monarquía absoluta, ahora estaba en conflicto con un amplio frente que apoyaba la idea de la democracia, y Derrick Jhones lideraba el grupo conocido como Partido Libertad. El país estaba en pleno proceso de industrialización por lo que proteger las industrias era fundamental, y eso lo debía saber cualquier historiador más o menos decente. Al estudiar los hechos históricos podía entenderse perfectamente que el ser humano estaba condenado a repetir los mismos errores del pasado, una y otra vez. En cualquier caso, y en el contexto de una cruda guerra, Katharina no tardó en averiguar que Abadel Muniscato había sido tomado prisionero por el bando democrático.
—Para tener la última copia del Malleus Malleficarum debo rescatar a Abadel Muniscato de las garras de Derrick Jhones —susurró mientras caminaba por las vacías calles de Rufta, inconsciente de que sus pensamientos salían por su boca—. El problema es que no sé nada de esta isla ni de ambos bandos, pero, si Abadel fue tomado prisionero por el frente democrático, está claro que apoya al rey. Y con esto en mente ya sé a quién debo presentarme.
La bruja había estudiado lo suficiente como para saber que lo que el libro narraba no eran patrañas, sino bases interesantes y bien formadas. Lamentablemente no quedaban muchas copias en el mundo, y hacerse de una de ellas era casi tan complicado como entender el significado de un Poneglyph. Afortunadamente, Katharina sabía que Abadel Muniscato residía en Rufta, una isla ubicada en el lejano North Blue. Tenía pensado hacer una última parada, un viaje más en sus vacaciones para luego reunirse con sus compañeros en Archipiélago Shabaody. Sin embargo, no todo era sencillo. Nada más llegar de una forma que rozaba la ilegalidad descubrió que el país se hallaba en medio de una guerra civil. Los hombres del puerto hablaban de ella, y los del mercado también.
Rufta, que siempre había vivido bajo una monarquía absoluta, ahora estaba en conflicto con un amplio frente que apoyaba la idea de la democracia, y Derrick Jhones lideraba el grupo conocido como Partido Libertad. El país estaba en pleno proceso de industrialización por lo que proteger las industrias era fundamental, y eso lo debía saber cualquier historiador más o menos decente. Al estudiar los hechos históricos podía entenderse perfectamente que el ser humano estaba condenado a repetir los mismos errores del pasado, una y otra vez. En cualquier caso, y en el contexto de una cruda guerra, Katharina no tardó en averiguar que Abadel Muniscato había sido tomado prisionero por el bando democrático.
—Para tener la última copia del Malleus Malleficarum debo rescatar a Abadel Muniscato de las garras de Derrick Jhones —susurró mientras caminaba por las vacías calles de Rufta, inconsciente de que sus pensamientos salían por su boca—. El problema es que no sé nada de esta isla ni de ambos bandos, pero, si Abadel fue tomado prisionero por el frente democrático, está claro que apoya al rey. Y con esto en mente ya sé a quién debo presentarme.
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Corría como alma en pena mientras atravesaba el campo de guerra. ¿Por qué no había elegido una ruta diferente? Quizás por la simple razón de que hacerlo lo iba a demorar más. Más de una bala estuvo a punto de darle y más de alguna le había rozado. Los gritos incesantes de los guerreros, las voces que se iban apagando, las explosiones aquí y allá… ¿Hace cuánto no se había cruzado en una guerra? Al parecer, muchos años. Nunca entendería por qué la gente llegaba a tales extremos. Las razones podían ser varias: Ideología, religiosas, dinero, ansías de poder, querer cambiar las cosas en pos de algo “mejor” o solo porque sí. Quizás no podría entenderlo nunca, pero ahora solo tenía una cosa en mente, frenar toda esta locura y evitar que se perdieran más vidas. Su mantra de poco y nada servía, ya que la mayor parte de los “ataques” eran balas perdidas. Nadie había reparado todavía en su presencia, lo cual era bueno y bastante. Así no tendría que luchar en vano contra gente que no había hecho nada mal.
—Solo hay un culpable, Jhones —susurró.
A la velocidad que iba, dudaba que alguien lo viera pasar. Se escondió tras una pared de lo que antaño era una casa y se quedó ahí tomando un poco de aire. Por mucho que quisiera, no podía mantener ese ritmo tanto tiempo. ¿Cuánto había corrido? ¿Unos cien, ciento cincuenta metros? ¿Más? No lo sabía, pero entre que tenía que esquivar balas y balas de cañón, la cosa era bastante agotadora y necesitaba unos segundos. Su mantra estaba activado, solo por si algún listillo lo había visto e intentaba algo de lo que, seguramente, se iba a arrepentir. No pensaba matar a nadie, no era su estilo, de hecho ni siquiera planeaba hacerlo con Jhones. Solo lo debía detener y ya, nada de otro mundo.
—¿Quién eres? —susurró mientras sentía una poderosa presencia. No estaba lejos, de hecho, estaba bastante cercana. ¿Qué haría ahí alguien de esa fuerza? ¿Un aliado de Jhones? Si ese era el caso, las cosas se iban a complicar bastante más. Desconocía la fuerza del líder del bando democrático, pero si tenía aliados así de poderosos, más le valía ir pensando en pedir refuerzos. —Solo me queda ir y averiguarlo —dijo mientras se levantaba, se limpiaba un poco el polvo de su traje negro y se ponía en marcha para encontrarse con aquella presencia.
El viaje fue más bien corto y más tranquilo que lo que había visto. Por alguna razón, en aquel lugar, no había ni rastros de la guerra. De hecho, parecía una zona bastante apartada del lugar del conflicto y de la zona cero. Agradecía eso, después de todo, no podía pasarse la vida entera corriendo entre medio de balas. Bajó el ritmo y empezó a caminar, buscando aquella poderosa presencia.
—No me esperaba encontrar a alguien como tú aquí —dijo mientras la veía. La reconocía de los carteles de wanted que estaban en los pasillos de cada taberna de mala muerte. La infame pirata, Katharina Von Stenihell, miembro de los Arashi No Kyoudai y actualmente supernova. ¿Qué hacía ella ahí? Dudaba que fuera uno de los aliados de Jhones, pero tampoco se fiaba mucho de aquella suposición —¿A qué vienes? ¿Estás con Jhones? Porque si lo estás, me temo que tú y yo tendremos más de un problema —comentó con un tono serio. No sabía cómo iban a terminar las cosas, pero solo esperaba que ella no hiciera nada que lo comprometiera un poco. Odiaba tener que desviarse de sus objetivos, pero por ella… Era más que necesario.
—Solo hay un culpable, Jhones —susurró.
A la velocidad que iba, dudaba que alguien lo viera pasar. Se escondió tras una pared de lo que antaño era una casa y se quedó ahí tomando un poco de aire. Por mucho que quisiera, no podía mantener ese ritmo tanto tiempo. ¿Cuánto había corrido? ¿Unos cien, ciento cincuenta metros? ¿Más? No lo sabía, pero entre que tenía que esquivar balas y balas de cañón, la cosa era bastante agotadora y necesitaba unos segundos. Su mantra estaba activado, solo por si algún listillo lo había visto e intentaba algo de lo que, seguramente, se iba a arrepentir. No pensaba matar a nadie, no era su estilo, de hecho ni siquiera planeaba hacerlo con Jhones. Solo lo debía detener y ya, nada de otro mundo.
—¿Quién eres? —susurró mientras sentía una poderosa presencia. No estaba lejos, de hecho, estaba bastante cercana. ¿Qué haría ahí alguien de esa fuerza? ¿Un aliado de Jhones? Si ese era el caso, las cosas se iban a complicar bastante más. Desconocía la fuerza del líder del bando democrático, pero si tenía aliados así de poderosos, más le valía ir pensando en pedir refuerzos. —Solo me queda ir y averiguarlo —dijo mientras se levantaba, se limpiaba un poco el polvo de su traje negro y se ponía en marcha para encontrarse con aquella presencia.
El viaje fue más bien corto y más tranquilo que lo que había visto. Por alguna razón, en aquel lugar, no había ni rastros de la guerra. De hecho, parecía una zona bastante apartada del lugar del conflicto y de la zona cero. Agradecía eso, después de todo, no podía pasarse la vida entera corriendo entre medio de balas. Bajó el ritmo y empezó a caminar, buscando aquella poderosa presencia.
—No me esperaba encontrar a alguien como tú aquí —dijo mientras la veía. La reconocía de los carteles de wanted que estaban en los pasillos de cada taberna de mala muerte. La infame pirata, Katharina Von Stenihell, miembro de los Arashi No Kyoudai y actualmente supernova. ¿Qué hacía ella ahí? Dudaba que fuera uno de los aliados de Jhones, pero tampoco se fiaba mucho de aquella suposición —¿A qué vienes? ¿Estás con Jhones? Porque si lo estás, me temo que tú y yo tendremos más de un problema —comentó con un tono serio. No sabía cómo iban a terminar las cosas, pero solo esperaba que ella no hiciera nada que lo comprometiera un poco. Odiaba tener que desviarse de sus objetivos, pero por ella… Era más que necesario.
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Tenía los ojos puestos en el hombre que había aparecido de entre los escombros, hablando con un tono poco menos desafiante. ¿Acaso le estaba exigiendo respuestas? A juzgar por la primera oración la bruja inmediatamente dedujo que el hombre le conocía. No debía sorprenderse pues su rostro estaba en los periódicos y casi cualquier taberna de mala muerte, allá donde las peleas entre borrachos son el pan de cada día. No tenía aspecto de marine. Katharina conocía a muchos y aún no olvidaba los nombres ni rostros de los más importantes. Si decidiera esforzarse, podría encontrar algún patrón que respaldase su teoría, pero no era necesario hacerlo. Fuera marine o cazarrecompensas ya le había visto y dudaba de que fuera a dejarle en paz.
Uno de sus pendientes se transformó en dos hoces unidas por medio de una cadena. Tenía la esperanza de posponer los combates, pero al parecer no es que tuviera demasiadas opciones. Sin embargo, lo más inteligente era reunir algo más de información de su posible oponente antes de abalanzarse a tontas y a locas.
—Si crees que la adivinación está entre mis poderes, te equivocas —respondió ella con el ceño fruncido, refiriéndose a que no tenía manera de saber la identidad del desconocido—. Lo más educado es que te presentes antes de hablarle a alguien, aunque sea para interrogarle descaradamente.
Una bala de cañón impactó unos pocos metros de donde se encontraba Katharina, alertándole. La batalla se acercaba a su posición y era mala idea quedarse en ese lugar, pero ahora mismo tenía un problema del que ocuparse.
—No estoy obligada a responder tus preguntas —agregó de inmediato, flexionando ligeramente las rodillas y adoptando una posición defensiva—, pero diré que la guerra civil no es lo que me interesa.
Hacía mucho que no tenía un combate decente, el último había sido con un sujeto que vestía una pesada armadura y parecía tenerle un odio anormal a los no-muertos. Si su mantra no le fallaba, el hombre que tenía en frente no era cualquier debilucho. No tenía la fuerza de sus compañeros de tripulación, al menos no se comparaba a los miembros más fuertes como el gyojin o el rubio. Sin embargo, no dejaba de ser preocupante lo que percibía en él. Únicamente intercambiando golpes encontraría las respuestas que necesitaba, pero esperaba evitar un enfrentamiento nada más haber llegado a la ciudad.
Uno de sus pendientes se transformó en dos hoces unidas por medio de una cadena. Tenía la esperanza de posponer los combates, pero al parecer no es que tuviera demasiadas opciones. Sin embargo, lo más inteligente era reunir algo más de información de su posible oponente antes de abalanzarse a tontas y a locas.
—Si crees que la adivinación está entre mis poderes, te equivocas —respondió ella con el ceño fruncido, refiriéndose a que no tenía manera de saber la identidad del desconocido—. Lo más educado es que te presentes antes de hablarle a alguien, aunque sea para interrogarle descaradamente.
Una bala de cañón impactó unos pocos metros de donde se encontraba Katharina, alertándole. La batalla se acercaba a su posición y era mala idea quedarse en ese lugar, pero ahora mismo tenía un problema del que ocuparse.
—No estoy obligada a responder tus preguntas —agregó de inmediato, flexionando ligeramente las rodillas y adoptando una posición defensiva—, pero diré que la guerra civil no es lo que me interesa.
Hacía mucho que no tenía un combate decente, el último había sido con un sujeto que vestía una pesada armadura y parecía tenerle un odio anormal a los no-muertos. Si su mantra no le fallaba, el hombre que tenía en frente no era cualquier debilucho. No tenía la fuerza de sus compañeros de tripulación, al menos no se comparaba a los miembros más fuertes como el gyojin o el rubio. Sin embargo, no dejaba de ser preocupante lo que percibía en él. Únicamente intercambiando golpes encontraría las respuestas que necesitaba, pero esperaba evitar un enfrentamiento nada más haber llegado a la ciudad.
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Le hizo cierta gracia que ella dijera lo de la adivinación. En cierta parte, su corazón se había desilusionado, siempre había creído que las brujas eran, primero, ancianas, con un bastón, una joroba y con una gran bola de cristal. Katharina demostraba romper todos sus esquemas y, de hecho, ni siquiera era igual a lo que le contaban a los niños como cuentos para asustarlos. ”Aunque, ¿quién es tan cruel para contar ese tipo de cosas?” —pensó por un segundo, casi quitándole importancia a que la supernova estuviera ahí mismo, frente a él. Suspiró para volver a centrarse.
La vio transformar uno de sus pendientes en dos hoces unidas por una cadena. Suspiró. Maldijo por lo bajo su buen imán para atraer problemas, pero quizás los podía evitar… Esta vez, o eso creía. Si jugaba bien sus cartas, podía evitar un combate directo y evitar tener que malgastar tiempo, energías y también más papeleo. Aunque, ¿si atrapaba a un pirata lo tendría que hacer? Se encogió de hombros unos segundos y luego volvió a centrarse en la supernova. Escuchó sus palabras y no pudo evitar sonreír. Había olvidado sus modales. Estaba tan acostumbrado a no presentarse e ir directo al asunto, que se le había olvidado. Justo cuando pensaba hacerlo, una bala de cañón explotó cerca de ellos. ”Por si fuera poco, la guerra va a llegar este lado. Sería complicado luchar y tener que esquivar balazos” —pensó.
—A ver —se agarró la perilla como si estuviera pensando —. Vamos por partes, soy Shintaro, miembro del Cipher Pol, un placer —dijo mientras volvía a su postura normal. Muchos decían que los integrantes de esa parte del Gobierno no deberían decirlo, pero le daba igual. Total, dudaba que la supernova dijera algo y ahí estaban solos —. Si la guerra no te interesa, entonces no tenemos que pelear, ¿verdad? —no iba a esperar su respuesta. Creía que ella lo entendería bastante bien —Pero surge una duda entonces, ¿qué buscas? —preguntó con bastante curiosidad.
De todos modos, no había bajado la guardia por muy relajado que se viera. Su mantra estaba centrado en ella y no la iba a perder de vista. No iba a dejar que esas hoces ni siquiera lo rozaran, pero esperaba que su discurso hubiera sido suficiente como para que las cosas se calmaran y no tuvieran que pelear. Era raro en él perderse la oportunidad de combatir con alguien tan fuerte como ella, pero no era su objetivo y no se quería distraer en nimiedades.
—Aunque si deseas combatir, que espero no sea el caso, lo podemos hacer cuando cada uno termine sus asuntos —agregó inmediatamente —. No estoy interesado en ti, solo en cumplir con lo que me mandaron, encontrar a Jhones, detener esta masacre e irme. Tan simple como eso —dijo con naturalidad —. Entonces, ¿qué dices, Katharina?
Por los ruidos de la batalla, cada vez estaban más y más cerca. Si no querían toparse con el fuego enemigo, lo ideal sería largarse de ese lugar antes de que la guerra llegara a ellos. Aunque todo dependía de la supernova, si a pesar de todo lo que había mencionado quería luchar, no le quedaría de otra. ”Normalmente lucharía, pero siento que no debo hacerlo… O no ahora” —pensó. Una parte suya quería enfrentarla, ver qué tan fuerte era ante alguien de su calibre, pero otra le decía que no debía y no podía. Era lo mejor, ¿no?
La vio transformar uno de sus pendientes en dos hoces unidas por una cadena. Suspiró. Maldijo por lo bajo su buen imán para atraer problemas, pero quizás los podía evitar… Esta vez, o eso creía. Si jugaba bien sus cartas, podía evitar un combate directo y evitar tener que malgastar tiempo, energías y también más papeleo. Aunque, ¿si atrapaba a un pirata lo tendría que hacer? Se encogió de hombros unos segundos y luego volvió a centrarse en la supernova. Escuchó sus palabras y no pudo evitar sonreír. Había olvidado sus modales. Estaba tan acostumbrado a no presentarse e ir directo al asunto, que se le había olvidado. Justo cuando pensaba hacerlo, una bala de cañón explotó cerca de ellos. ”Por si fuera poco, la guerra va a llegar este lado. Sería complicado luchar y tener que esquivar balazos” —pensó.
—A ver —se agarró la perilla como si estuviera pensando —. Vamos por partes, soy Shintaro, miembro del Cipher Pol, un placer —dijo mientras volvía a su postura normal. Muchos decían que los integrantes de esa parte del Gobierno no deberían decirlo, pero le daba igual. Total, dudaba que la supernova dijera algo y ahí estaban solos —. Si la guerra no te interesa, entonces no tenemos que pelear, ¿verdad? —no iba a esperar su respuesta. Creía que ella lo entendería bastante bien —Pero surge una duda entonces, ¿qué buscas? —preguntó con bastante curiosidad.
De todos modos, no había bajado la guardia por muy relajado que se viera. Su mantra estaba centrado en ella y no la iba a perder de vista. No iba a dejar que esas hoces ni siquiera lo rozaran, pero esperaba que su discurso hubiera sido suficiente como para que las cosas se calmaran y no tuvieran que pelear. Era raro en él perderse la oportunidad de combatir con alguien tan fuerte como ella, pero no era su objetivo y no se quería distraer en nimiedades.
—Aunque si deseas combatir, que espero no sea el caso, lo podemos hacer cuando cada uno termine sus asuntos —agregó inmediatamente —. No estoy interesado en ti, solo en cumplir con lo que me mandaron, encontrar a Jhones, detener esta masacre e irme. Tan simple como eso —dijo con naturalidad —. Entonces, ¿qué dices, Katharina?
Por los ruidos de la batalla, cada vez estaban más y más cerca. Si no querían toparse con el fuego enemigo, lo ideal sería largarse de ese lugar antes de que la guerra llegara a ellos. Aunque todo dependía de la supernova, si a pesar de todo lo que había mencionado quería luchar, no le quedaría de otra. ”Normalmente lucharía, pero siento que no debo hacerlo… O no ahora” —pensó. Una parte suya quería enfrentarla, ver qué tan fuerte era ante alguien de su calibre, pero otra le decía que no debía y no podía. Era lo mejor, ¿no?
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Solía molestarse cuando sus compañeros de tripulación hacían demasiado ruido y no le dejaban concentrarse. Se enojaba cuando ninguno de los cocineros de los Arashi estaba disponible y debía cocinarse ella. Sin embargo, no había nada que le causara más repulsión que ver a un agente del Gobierno Mundial. No era un secreto para ella saber que estos se encargaban de los asuntos sucios que debían tratarse con disimulo. Había tenido un encuentro frente a frente con uno de ellos, y casi perdió la vida. Definitivamente tenía razones para mostrarse enfadada y sostener con firmeza el arma. Si el Gobierno Mundial hubiera entendido mejor el contexto de su aparente traición, ahora mismo continuaría luchando en el bando de la justicia. No obstante, eran ideas en las que ya no podía creer.
No debió haber dicho la verdad. No, no lo debió haber hecho. Pudo haber mentido, decir que era un revolucionario y estaba ahí por la guerra. Habría colado mejor, pero lo que más le molestaba a Katharina era que lo soltase con tanta naturalidad. El gobierno por el que Shintaro luchaba había cobrado demasiadas vidas y aún permitía la esclavitud. ¿Qué clase de justicia era esa? Y, encima, tenía el descaro de preguntarle qué era lo que buscaba. A cualquier otra persona le habría respondido, no de una manera muy amable, pero lo habría hecho.
—¿Un placer, dices? —dijo con el rostro impávido al mismo tiempo que el suelo comenzaba a congelarse—. Jamás será un placer conocer a alguien que trabaja para el gobierno. Te aconsejo que vayas preparándote porque a menos que sea de vida o muerte, me rehúso a dejar ir a un enemigo.
Una de las tantas batallas de la guerra civil se desenvolvía a poca distancia de donde se encontraba, pero no podía dar marcha atrás. No había forma de que creyera en las palabras de Shintaro. ¿Cómo sabía si no lo decía solo para huir y pedir refuerzos? No sabía cuántos agentes estaban involucrados y no quería llevarse una sorpresa. Por otro lado, si el gobierno había decidido confiar en destino de un país en un solo hombre seguramente debía ser importante. Katharina conocía un par de trucos para hacer hablar a las personas, no importaba cuán difíciles
Por el momento no tenía información de su oponente, pero a juzgar por lo que tenía puesto no parecía ser de los que usasen armas, al menos no de las ostentosas. No tenía pintas de espadachín, así que bien podía ser un hábil asesino o un artista marcial. La bruja solo conocía una forma de abordar a su oponente y era luchando.
La bruja se limitó a gesticular el disparo de una pistola, canalizando a una altísima velocidad energía mágica y lanzando una rapidísima bala de pura magia oscura. El proyectil que viajaba a más de dos veces la velocidad del sonido era la prueba que necesitaba para aprender algo más de su oponente. Había apuntado directamente al corazón y, aunque su puntería no era excepcional, podía abatir a una persona quieta a varios metros. Como sea, el hechizo no era más que un tanteo del poder de Shintaro. El verdadero ataque estaba a punto de comenzar. Le hubiera dado o no, correría directamente hacia él congelando casi todo a su paso y, una vez estando a un dos metros de distancia, lanzaría una serie de ondas cortantes aprovechando su dominio del viento.
La tierra retumbaba de vez en cuando y poco a poco las explosiones comenzaban a sonar más cerca de donde se encontraba la pelirrosa. Los disparos de rifles y pistolas le dificultaban la concentración, pero de igual forma mantuvo su mantra activo para prever cualquier gesto del enemigo. Esperaba acabar con él antes de que los milicianos consiguiesen llegar hasta ella. Su rostro era conocido y tal vez a los guerrilleros les apetecía cobrar la recompensa de quinientos millones que había por ella.
No debió haber dicho la verdad. No, no lo debió haber hecho. Pudo haber mentido, decir que era un revolucionario y estaba ahí por la guerra. Habría colado mejor, pero lo que más le molestaba a Katharina era que lo soltase con tanta naturalidad. El gobierno por el que Shintaro luchaba había cobrado demasiadas vidas y aún permitía la esclavitud. ¿Qué clase de justicia era esa? Y, encima, tenía el descaro de preguntarle qué era lo que buscaba. A cualquier otra persona le habría respondido, no de una manera muy amable, pero lo habría hecho.
—¿Un placer, dices? —dijo con el rostro impávido al mismo tiempo que el suelo comenzaba a congelarse—. Jamás será un placer conocer a alguien que trabaja para el gobierno. Te aconsejo que vayas preparándote porque a menos que sea de vida o muerte, me rehúso a dejar ir a un enemigo.
Una de las tantas batallas de la guerra civil se desenvolvía a poca distancia de donde se encontraba, pero no podía dar marcha atrás. No había forma de que creyera en las palabras de Shintaro. ¿Cómo sabía si no lo decía solo para huir y pedir refuerzos? No sabía cuántos agentes estaban involucrados y no quería llevarse una sorpresa. Por otro lado, si el gobierno había decidido confiar en destino de un país en un solo hombre seguramente debía ser importante. Katharina conocía un par de trucos para hacer hablar a las personas, no importaba cuán difíciles
Por el momento no tenía información de su oponente, pero a juzgar por lo que tenía puesto no parecía ser de los que usasen armas, al menos no de las ostentosas. No tenía pintas de espadachín, así que bien podía ser un hábil asesino o un artista marcial. La bruja solo conocía una forma de abordar a su oponente y era luchando.
La bruja se limitó a gesticular el disparo de una pistola, canalizando a una altísima velocidad energía mágica y lanzando una rapidísima bala de pura magia oscura. El proyectil que viajaba a más de dos veces la velocidad del sonido era la prueba que necesitaba para aprender algo más de su oponente. Había apuntado directamente al corazón y, aunque su puntería no era excepcional, podía abatir a una persona quieta a varios metros. Como sea, el hechizo no era más que un tanteo del poder de Shintaro. El verdadero ataque estaba a punto de comenzar. Le hubiera dado o no, correría directamente hacia él congelando casi todo a su paso y, una vez estando a un dos metros de distancia, lanzaría una serie de ondas cortantes aprovechando su dominio del viento.
La tierra retumbaba de vez en cuando y poco a poco las explosiones comenzaban a sonar más cerca de donde se encontraba la pelirrosa. Los disparos de rifles y pistolas le dificultaban la concentración, pero de igual forma mantuvo su mantra activo para prever cualquier gesto del enemigo. Esperaba acabar con él antes de que los milicianos consiguiesen llegar hasta ella. Su rostro era conocido y tal vez a los guerrilleros les apetecía cobrar la recompensa de quinientos millones que había por ella.
- Cosas usadas:
- Veamos, es un poco de todo así que aquí voy:
Puntería Rango 4: Podría matar de un tiro un gorrión quieto a treinta metros. Un humano, a setenta. Es usada para el lanzamiento del hechizo.
Agilidad Rango 9: Sus brazos son un segundo par de piernas y viceversa. Podría llevar una vida normal haciendo el pino. Puede realizar maniobras casi imposibles para evitar golpes, como un movimiento exagerado de cintura o poner todo su cuerpo de rodillas para arriba en horizontal. Usado para lanzar las ondas de viento cortante.
Nombre de la técnica: Evocación Avanzada
Naturaleza de la técnica: Mejora de akuma no mi
Descripción de la técnica: Katharina es capaz de sintonizar su magia para manipular y crear los elementos básicos de la naturaleza: aire, tierra, hielo y fuego. Permite que acceda de forma más libre a la esencia de la magia elemental, aunque en cuanto a utilidad y poder no se asemeja a lo que puede alcanzar un conjuro.- Aire: Evidentemente este no se crea, sino que solo se manipula. Puede generar ráfagas de viento cortante con una velocidad máxima de 120 km/h. Es capaz de usar el viento de manera cortante, adquiriendo una dureza de 8 según la escala de Mohs. La bruja solo puede manipular el viento a una distancia de 30 metros.
Tiempo de canalización: Tarda 1 segundo en manipular el viento a una distancia de 15 metros.
Kenbunshoku haki (visión): Podría prever los golpes de su oponente a hasta ciento cincuenta metros de distancia. Podría evaluar con no mucha dificultad el nivel de combate de un oponente (un posible error de veinte niveles). - Aire: Evidentemente este no se crea, sino que solo se manipula. Puede generar ráfagas de viento cortante con una velocidad máxima de 120 km/h. Es capaz de usar el viento de manera cortante, adquiriendo una dureza de 8 según la escala de Mohs. La bruja solo puede manipular el viento a una distancia de 30 metros.
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Al parecer, dialogar poco y nada servía. ¿Es que acaso todo se tenía que resolver a golpes? ¿Por qué no podían esperar al final? No tenía ganas de luchar, no era su preocupación y tampoco le interesaba. Sabía que podía ser un combate interesante, pero ganarse el odio de Zane no era parte de sus planes. ”Antes lo harías” —se dijo a sí mismo mientras la observaba. ¿Por qué el Gobierno Mundial siempre tenía enemigos? Les faltaba un buen hombre de relaciones públicas o mejorar las leyes o intentar ser tan malos en sus formas… O las tres juntas. Sabía que era una utopía, pero tampoco le interesaba. ¿Qué le pasaba? Nada en especial, solo que ya tenía suficientes problemas como para tener que combatir contra Katharina. ¿Desanimado? Podría ser, pero también quería acabar pronto.
—No jodas —susurró mientras su mantra le advertía de lo que ella haría. No había mucho tiempo, así que activó el primer nivel de su técnica, The Zone of God haciendo que de su cuerpo echara humo por cada poro de su cuerpo y rayos verdosos salieran de su cuerpo. Gracias a sus reflejos, agilidad y velocidad aumentada gracias a su característico poder, fue que logró esquivar las balas. Aunque no fue sin un rasguño, claro, una le había rozado el brazo a la altura del codo y salía bastante sangre.
Se había alejado varios metros de ella, pero no parecía tener ganas de parar. De hecho, era todo lo contrario, aún venía un segundo ataque. ”Y ahora ondas cortantes, genial” —pensó mientras iba viendo como las cosas a su alrededor se iban congelando. ¿Acaso tenía mil estilos diferentes? Las balas de antes eran rapidísimas, las ondas que venía lanzando eran de viento y también usaba el hielo. ¿Qué clase de akuma no mi poseía? Era extraño, pero esa no era la menor de sus preocupaciones. Usó el Kami-e para esquivar la primera moviéndose a un lado, haciendo que la onda cortara parte de su traje negro ”Recién lavado, me cago en todo, joder” —pensó mientras ahora usaba el soru y su técnica para volver a esquivar. Se alejó de ella y de área congelante.
—¿Qué parte del no quiero luchar contigo no entiendes? —preguntó molesto mientras volvía a la normalidad —No me interesas ahora, no tengo ningún asunto pendiente y los dos podemos irnos por nuestros caminos. Hacer lo que queramos y ya —dijo, aún molesto —. ¿No podemos solucionar esto que no sea de un combate? Te estoy dando una oportunidad para o bien, irte o ayudarme —prosiguió —. Pero te diré algo, Katharina… No doy terceras oportunidades.
La guerra poco a poco se acercaba a ellos. Se estaban quedando sin tiempo, pero sabía que de luchar contra Katharina, le iba a llevar tiempo. Quizás más que suficiente para que la batalla llegara a ellos y ya tenía suficiente con el estilo peculiar de la bruja como para tener que ir esquivando balas perdidas. Esperaba que llegara a razonar y que pudieran irse de ese lugar. Todo dependía de la actitud de la supernova. ¿Qué diría? ¿Diría algo? ¿Seguiría el combate? Fuera como fuera el caso, estaba más que preparado para todo.
—No jodas —susurró mientras su mantra le advertía de lo que ella haría. No había mucho tiempo, así que activó el primer nivel de su técnica, The Zone of God haciendo que de su cuerpo echara humo por cada poro de su cuerpo y rayos verdosos salieran de su cuerpo. Gracias a sus reflejos, agilidad y velocidad aumentada gracias a su característico poder, fue que logró esquivar las balas. Aunque no fue sin un rasguño, claro, una le había rozado el brazo a la altura del codo y salía bastante sangre.
Se había alejado varios metros de ella, pero no parecía tener ganas de parar. De hecho, era todo lo contrario, aún venía un segundo ataque. ”Y ahora ondas cortantes, genial” —pensó mientras iba viendo como las cosas a su alrededor se iban congelando. ¿Acaso tenía mil estilos diferentes? Las balas de antes eran rapidísimas, las ondas que venía lanzando eran de viento y también usaba el hielo. ¿Qué clase de akuma no mi poseía? Era extraño, pero esa no era la menor de sus preocupaciones. Usó el Kami-e para esquivar la primera moviéndose a un lado, haciendo que la onda cortara parte de su traje negro ”Recién lavado, me cago en todo, joder” —pensó mientras ahora usaba el soru y su técnica para volver a esquivar. Se alejó de ella y de área congelante.
—¿Qué parte del no quiero luchar contigo no entiendes? —preguntó molesto mientras volvía a la normalidad —No me interesas ahora, no tengo ningún asunto pendiente y los dos podemos irnos por nuestros caminos. Hacer lo que queramos y ya —dijo, aún molesto —. ¿No podemos solucionar esto que no sea de un combate? Te estoy dando una oportunidad para o bien, irte o ayudarme —prosiguió —. Pero te diré algo, Katharina… No doy terceras oportunidades.
La guerra poco a poco se acercaba a ellos. Se estaban quedando sin tiempo, pero sabía que de luchar contra Katharina, le iba a llevar tiempo. Quizás más que suficiente para que la batalla llegara a ellos y ya tenía suficiente con el estilo peculiar de la bruja como para tener que ir esquivando balas perdidas. Esperaba que llegara a razonar y que pudieran irse de ese lugar. Todo dependía de la actitud de la supernova. ¿Qué diría? ¿Diría algo? ¿Seguiría el combate? Fuera como fuera el caso, estaba más que preparado para todo.
- Cosas usadas:
- Nombre de la técnica: The Zone Of God.
Naturaleza de la técnica: Física
Descripción de la técnica: Esta técnica le permite a Midorima liberar todo su poder, en este estado Shintaro empieza a echar humo por todo su cuerpo y de sus ojos salen rayos de color verde. Es una técnica que le da una velocidad tremenda. Su velocidad máxima, en este estado, es de 15 m/s.
Tiempo de canalización: 1 segundo.
Haki mantra desarrollado.
Soru.
Kami-e.
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
No entendía nada, de verdad. ¿Cómo es que un agente del Gobierno Mundial se muestra tan indiferente ante un enemigo proclamado? Entre los crímenes de Katharina no solo se encontraba la deserción, sino también el ataque indiscriminado a nobles mundiales. Normalmente evitaría un conflicto, buscaría formas de resolver las cosas sin recurrir a la violencia, pero ¿podía hacerlo ahora? Es decir, en frente tenía a un responsable indirecto de la muerte de su hermana. ¿Cómo podía perdonarle? No buscaba razones para luchar, pero estas simplemente estaban ahí y era imposible que desaparecieran. Había tanto odio en el corazón de la bruja que solo blandiendo su arma podía dejarlo ir. Y, además, la actitud desinteresada y carente de convicción del muchacho le molestaba.
—¿No tienes huevos para hacer tu trabajo, agente? —le preguntó con el ceño fruncido, sosteniendo con firmeza su arma—. ¿Solucionar esto sin combatir, dices…? Dime, Shintaro, ¿puedes abolir la esclavitud? ¿Rechazar la voluntad de los Dragones Celestiales y encarcelarles por siglos de abuso? —le empezó a preguntar con dureza, dejando ver su lado más sentimental, uno repleto de rencor y odio—. ¿Eres capaz de hacer que el Gobierno Mundial deje de perseguirme por algo que no hice y me pida perdón públicamente por estos duros últimos años? Dime, Shintaro, ¿puedes retroceder el tiempo y devolverme a mi hermana? —terminó por preguntarle al mismo tiempo que el suelo comenzaba a retumbar y a agrietarse, liberando sin restricciones su fuerte voluntad—. Si puedes hacer todo esto, dejaremos de combatir y habremos solucionado nuestros problemas. Sin embargo, mientras sigas trabajando para un gobierno al que odio, solo nos entenderemos de una forma.
No estaba pensando las cosas con claridad, pero ¿acaso importaba? Estaba cansada de reprimir lo que sentía y no hallaba un momento mejor para soltarlo todo. Lástima que ese hombre tuviera que pagar el “arrebato” de Katharina. Por otra parte, al ver cómo había esquivado casi sin ninguna dificultad los ataques realizados por ella, había llegado a una conclusión: estaba ante el tipo de oponente que más le costaba trabajo vencer. Sí, era de esos rápidos con una agilidad sorprendente.
La bruja usó la fuerza explosiva de sus piernas para desaparecer por un instante, buscando aparecer en la espalda del agente. Entonces, canalizó rápidamente energía mágica. El filo de la Hoja de Argoria en su estado natural emitió un intenso brillo verde. Al blandir el arma, una poderosa onda cortante salió disparada a toda velocidad, cortando todo a su alrededor. Inmediatamente después del disparo, los ojos de la bruja comenzaron a emitir un brillo verdoso al mismo tiempo que un aura del mismo color, comportándose casi como vapor, emergía de su cuerpo. Sin embargo, solo se trataba de la preparación del combate. Al mismo tiempo que el suelo se congelaba bajo sus pies, la pirata volvía a canalizar energía mágica para castear un hechizo conocido como Armamento de Mago. Tanto de sus piernas como de sus hombros comenzó a emerger una importante cantidad de energía.
—Estés o no listo, iré a por ti.
Los disparos y cañonazos debían estar muy cerca, pues la bruja era capaz de oírles con nitidez. ¿A un kilómetro, tal vez? Quizás menos, quizás más. El combate debía terminar pronto, de lo contrario, la situación se volvería demasiado riesgosa. Esperaba no llegar al punto de decidir entre continuar con su venganza u optar por detener la guerra y rescatar al autor del libro.
—¿No tienes huevos para hacer tu trabajo, agente? —le preguntó con el ceño fruncido, sosteniendo con firmeza su arma—. ¿Solucionar esto sin combatir, dices…? Dime, Shintaro, ¿puedes abolir la esclavitud? ¿Rechazar la voluntad de los Dragones Celestiales y encarcelarles por siglos de abuso? —le empezó a preguntar con dureza, dejando ver su lado más sentimental, uno repleto de rencor y odio—. ¿Eres capaz de hacer que el Gobierno Mundial deje de perseguirme por algo que no hice y me pida perdón públicamente por estos duros últimos años? Dime, Shintaro, ¿puedes retroceder el tiempo y devolverme a mi hermana? —terminó por preguntarle al mismo tiempo que el suelo comenzaba a retumbar y a agrietarse, liberando sin restricciones su fuerte voluntad—. Si puedes hacer todo esto, dejaremos de combatir y habremos solucionado nuestros problemas. Sin embargo, mientras sigas trabajando para un gobierno al que odio, solo nos entenderemos de una forma.
No estaba pensando las cosas con claridad, pero ¿acaso importaba? Estaba cansada de reprimir lo que sentía y no hallaba un momento mejor para soltarlo todo. Lástima que ese hombre tuviera que pagar el “arrebato” de Katharina. Por otra parte, al ver cómo había esquivado casi sin ninguna dificultad los ataques realizados por ella, había llegado a una conclusión: estaba ante el tipo de oponente que más le costaba trabajo vencer. Sí, era de esos rápidos con una agilidad sorprendente.
La bruja usó la fuerza explosiva de sus piernas para desaparecer por un instante, buscando aparecer en la espalda del agente. Entonces, canalizó rápidamente energía mágica. El filo de la Hoja de Argoria en su estado natural emitió un intenso brillo verde. Al blandir el arma, una poderosa onda cortante salió disparada a toda velocidad, cortando todo a su alrededor. Inmediatamente después del disparo, los ojos de la bruja comenzaron a emitir un brillo verdoso al mismo tiempo que un aura del mismo color, comportándose casi como vapor, emergía de su cuerpo. Sin embargo, solo se trataba de la preparación del combate. Al mismo tiempo que el suelo se congelaba bajo sus pies, la pirata volvía a canalizar energía mágica para castear un hechizo conocido como Armamento de Mago. Tanto de sus piernas como de sus hombros comenzó a emerger una importante cantidad de energía.
—Estés o no listo, iré a por ti.
Los disparos y cañonazos debían estar muy cerca, pues la bruja era capaz de oírles con nitidez. ¿A un kilómetro, tal vez? Quizás menos, quizás más. El combate debía terminar pronto, de lo contrario, la situación se volvería demasiado riesgosa. Esperaba no llegar al punto de decidir entre continuar con su venganza u optar por detener la guerra y rescatar al autor del libro.
- Cosillas usadas:
- Nuevamente son varias cosillas, así que vamos:
Nombre de la técnica: Pasos veloces
Naturaleza de la técnica: Física
Descripción de la técnica: Impulsándose con las piernas, permite desplazarse a velocidades increíblemente altas dando la idea que el usuario se teletransporta, pero en realidad no es más que una serie de pasos extremadamente rápidos. Resumidamente, permite desplazarse de un lugar a otro a 30 metros por segundo.
Tiempo de canalización: Tarda 1 segundo en recorrer 30 metros (1/3 segundos de movimiento de ataque).
Nombre de la técnica: Vientos de Venganza
Naturaleza de la técnica: Elemental
Descripción de la técnica: Reúne energía elemental para lanzar una onda de viento cortante que cubre un radio de 30 metros y es lo suficientemente destructiva como para cortar sin ningún problema materiales de dureza 9. El siguiente turno, la bruja recibirá un aumento del 100% en agilidad, velocidad y reflejos. Puede usarse una vez cada 4 turnos. [Desbloqueable a nivel 90].
Tiempo de canalización: 1.5 segundos (2.5/3 segundos de movimiento de ataque).
Nombre de la técnica: Armamento de Mago
Naturaleza de la técnica: Espiritual
Descripción de la técnica: El objetivo recibe una potenciación de un 200% a la agilidad y velocidad. Tanto de los hombros como de las piernas emerge una gran cantidad de energía espiritual de color azul. Puede usarse una vez cada dos turnos.
Tiempo de canalización: 2 segundos (2/3 segundos de movimiento de defensa).
Nombre de la técnica: Rengoku no Samui
Naturaleza de la técnica: Mejora de akuma no mi
Descripción de la técnica: El cuerpo de Katharina desprende un aura helada capaz de congelar todo lo que se encuentre a su alrededor, a una distancia máxima de 20 centímetros, así que es normal que se congele por donde pisa. Su cuerpo ha asimilado perfectamente el frío del otro mundo, volviéndose capaz de soportar temperaturas de hasta -70°C. Por otra parte, es capaz de descender esa temperatura hasta los -70°C, lo suficientemente helado como para causar quemaduras de tercer grado. Tan solo el contacto físico que realice Katharina podrá congelar cuerpos (piel, objetos, etc.), profundizando algunos centímetros y extendiéndose rápidamente por cada segundo. A efectos escénicos, únicamente la persona que Katharina desee es capaz de acercarse a ella sin ser congelada.
Aumentos temporales: 300% a la agilidad y velocidad, 100% a los reflejos.
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Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
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