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Le molestó un poco no encontrar el origen de la voz. No sabía si se trataba de alguien invisible o si estaba experimentando una de esas cosas que los humanos llamaban alucinaciones. La verdad era que le habría gustado probar qué se sentía con una de esas, pero le parecía un mal momento. Fuese como fuese, subió por las escaleras haciendo caso omiso de la voz espectral. Si quería darle la lata a alguien que se buscase a otro que tuviese menos prisa.
Subió las escaleras a paso rápido. Esperaba encontrarse ya en el último piso o, por lo menos, no muy lejos. No andaba sobrado de tiempo, precisamente. La brisa de la noche le recibió con una caricia familiar. De haber tenido pulmones se los habría llenado con el aire nocturno, pero no los necesitaba para disfrutar de la sensación de volver a estar a cielo descubierto.
La experiencia la mejoró la repentina aparición de las plantas. Surgieron del suelo igual que si brotasen rápidamente de un huerto. Aunque, curiosamente, parecían dispuestas de forma que le bloquearan el camino a propósito. Eso era un tanto molesto, porque no veía un hueco lo suficientemente ancho entre ellas como para poder pasar, y cortarlas le parecía algo descortés y desagradable. Eran de los suyos, al fin y al cabo.
Sus compañeras plantas empezaron a moverse hacia él, y fue entonces cuando Kodama se percató de la presencia de un humano que le observaba subido a ellas. Enseguida comprendió que la aparición de aquel pequeño reducto verde no había sido fruto del azar, sino que debía ser cosa de una habilidad o algo por el estilo. Eso era sumamente insultante.
-Humanos utilizando plantas como armas... -Kodama no daba crédito-. Chico, vas a recibir un buen castigo por esto.
Su cuerpo comenzó a crecer conforme adoptaba su forma híbrida. El coloso arbóreo en el que se convirtió difícilmente podría ser contenido por una pared hecha de plantas. De sus gruesas manazas emergían ramas más pequeñas, de tamaño humano, con cuyas manos sostenían las espadas. Pugnó por abrirse paso entre la vegetación y lanzó un fiero puñetazo al muchacho para enseñarle a respetar a la naturaleza.
Subió las escaleras a paso rápido. Esperaba encontrarse ya en el último piso o, por lo menos, no muy lejos. No andaba sobrado de tiempo, precisamente. La brisa de la noche le recibió con una caricia familiar. De haber tenido pulmones se los habría llenado con el aire nocturno, pero no los necesitaba para disfrutar de la sensación de volver a estar a cielo descubierto.
La experiencia la mejoró la repentina aparición de las plantas. Surgieron del suelo igual que si brotasen rápidamente de un huerto. Aunque, curiosamente, parecían dispuestas de forma que le bloquearan el camino a propósito. Eso era un tanto molesto, porque no veía un hueco lo suficientemente ancho entre ellas como para poder pasar, y cortarlas le parecía algo descortés y desagradable. Eran de los suyos, al fin y al cabo.
Sus compañeras plantas empezaron a moverse hacia él, y fue entonces cuando Kodama se percató de la presencia de un humano que le observaba subido a ellas. Enseguida comprendió que la aparición de aquel pequeño reducto verde no había sido fruto del azar, sino que debía ser cosa de una habilidad o algo por el estilo. Eso era sumamente insultante.
-Humanos utilizando plantas como armas... -Kodama no daba crédito-. Chico, vas a recibir un buen castigo por esto.
Su cuerpo comenzó a crecer conforme adoptaba su forma híbrida. El coloso arbóreo en el que se convirtió difícilmente podría ser contenido por una pared hecha de plantas. De sus gruesas manazas emergían ramas más pequeñas, de tamaño humano, con cuyas manos sostenían las espadas. Pugnó por abrirse paso entre la vegetación y lanzó un fiero puñetazo al muchacho para enseñarle a respetar a la naturaleza.
Tu puñetazo hacia los muros de plantas que se comprimían poco a poco resulta efectivo y partes en dos uno de estos, dejándote libre el paso. El muchacho frunce el ceño y aprieta su puño con fuerza. Tras eso, las plantas que atravesaste comienzan a decrecer hasta desaparecer por completo en el suelo, por obra del chico. Solo te mira fijamente y aún no ha emitido ninguna palabra, pero tu comentario sobre el castigo pareció escucharlo perfectamente. Y de nuevo, la voz regresó a tu cabeza.
-¿Crees que a mi me gusta esto? Gracias a mi poder sobreviví entre plantas, crecí con ellas y son mi familia. ¿Crees que de verdad quiero usarlas para luchar? Todo esto es una puta locura ¡y no puedo hacer nada para evitarlo!
Todo este tiempo era él quién rondaba a tu alrededor, jugando contigo, pero a pesar de sus palabras algo no parecía ir bien. . Alzó su mano y, un reflejo de la luna incidió en su cuello, mostrando algo plateado que lo envuelve y emite una luz rojiza. Sobre el muchacho se formó un círculo compuesto por ramas que parecían estar muy afiladas. Las lanzó, algunas a la vez y otras después, con la intención de atravesarte.
-¿Crees que a mi me gusta esto? Gracias a mi poder sobreviví entre plantas, crecí con ellas y son mi familia. ¿Crees que de verdad quiero usarlas para luchar? Todo esto es una puta locura ¡y no puedo hacer nada para evitarlo!
Todo este tiempo era él quién rondaba a tu alrededor, jugando contigo, pero a pesar de sus palabras algo no parecía ir bien. . Alzó su mano y, un reflejo de la luna incidió en su cuello, mostrando algo plateado que lo envuelve y emite una luz rojiza. Sobre el muchacho se formó un círculo compuesto por ramas que parecían estar muy afiladas. Las lanzó, algunas a la vez y otras después, con la intención de atravesarte.
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El almirante se abrió paso entre los restos de las plantas rotas. No había querido golpearlas a ellas, sino al chico que las convocaba, pero cuando uno tenía unos puños del tamaño de armarios era difícil atinar. En cualquier paso, esos endebles muros no pudieron contenerle y terminaron por desaparecer a voluntad de su amo. Bien. Con algo de suerte, no volvería a utilizarlas. No contaba con ello, realmente, pero ser optimista era parte del trabajo.
-No pongas excusas, chico. Haces lo que haces, eso es lo que importa -advino al joven con su mejor voz de autoridad mayor y experimentada. Los humanos siempre reaccionaban cuando alguien viejo y con poder les hablaba de forma decidida y severa.
Kodama se puso en tensión cuando vio el resplandor carmesí que rodeada el cuello del joven. ¿Algún tipo de arma o poder? Una de esas técnicas imprevisibles con las que se topaba de vez en cuando? No importaba mucho. Lo cierto es que resultaba irrelevante. Era un obstáculo, un enemigo declarado, y eso era todo lo que necesitaba saber teniendo tan poco tiempo como tenía.
Una corona de ramas apareció sobre la testa del chico. Kodama ni lo miró. Las ramas se hundieron en su pecho, pero él siguió andando, impasible. Hizo ademán de apartarlo como a un mosquito molesto y estrellarlo contra la pared. No representaba una amenaza para él, y su tiempo era muy valioso dadas las circunstancias. Para que no volviera a incordiarle, le disparó una bellota y siguió su camino.
-No pongas excusas, chico. Haces lo que haces, eso es lo que importa -advino al joven con su mejor voz de autoridad mayor y experimentada. Los humanos siempre reaccionaban cuando alguien viejo y con poder les hablaba de forma decidida y severa.
Kodama se puso en tensión cuando vio el resplandor carmesí que rodeada el cuello del joven. ¿Algún tipo de arma o poder? Una de esas técnicas imprevisibles con las que se topaba de vez en cuando? No importaba mucho. Lo cierto es que resultaba irrelevante. Era un obstáculo, un enemigo declarado, y eso era todo lo que necesitaba saber teniendo tan poco tiempo como tenía.
Una corona de ramas apareció sobre la testa del chico. Kodama ni lo miró. Las ramas se hundieron en su pecho, pero él siguió andando, impasible. Hizo ademán de apartarlo como a un mosquito molesto y estrellarlo contra la pared. No representaba una amenaza para él, y su tiempo era muy valioso dadas las circunstancias. Para que no volviera a incordiarle, le disparó una bellota y siguió su camino.
El muchacho abre los ojos como platos en cuanto ve que sus ramajes no te afectan en absoluto. Logras apartarlo de en medio, pero este crea una cama de plantas que impiden su caída y, la bellota, la agarra con la mano. La mira furioso, y la tira contra la pared.
-Detente - ordenó caminando a paso lento -. Si detienes esto, todos los que estamos aquí sufriremos las consecuencias. Mucha gente aquí somos... - Y tras eso, ves una chispa salir de su cuello, la electricidad recorre su cuerpo dejándolo con las manos apoyadas al suelo debido a la potencia de este.
Tarda un poco en reponerse, pero cuando lo hace, sus puños se envuelven en fuego. Está muy enfadado y quizá necesite ayuda o quizá necesite una muerte digna. Hagas lo que hagas, tendrás que defenderte. El muchacho junta sus manos en tu dirección y las apoya en el suelo, creando ondas de fuego que brotan del suelo con la intención de alcanzarte. Las llamas parecen alcanzar los tres metros de altura a medida que las ves acercarse rápidamente.
-Detente - ordenó caminando a paso lento -. Si detienes esto, todos los que estamos aquí sufriremos las consecuencias. Mucha gente aquí somos... - Y tras eso, ves una chispa salir de su cuello, la electricidad recorre su cuerpo dejándolo con las manos apoyadas al suelo debido a la potencia de este.
Tarda un poco en reponerse, pero cuando lo hace, sus puños se envuelven en fuego. Está muy enfadado y quizá necesite ayuda o quizá necesite una muerte digna. Hagas lo que hagas, tendrás que defenderte. El muchacho junta sus manos en tu dirección y las apoya en el suelo, creando ondas de fuego que brotan del suelo con la intención de alcanzarte. Las llamas parecen alcanzar los tres metros de altura a medida que las ves acercarse rápidamente.
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"Eso sí que es curioso".
Los seres vivos raramente se veían sacudidos por descargas espontáneas de electricidad surgidas de sus cuerpos como por arte de magia. Seguro que había alguien por ahí a quien eso le pasaba por una buena razón, pero Kodama no conocía ningún caso. Y eso que se había topado con situaciones médicas de lo más variadas. Aun así, la lógica le llevaba a pensar que aquello no era algo normal.
El Roble se acercó al chico. La electricidad no había surgido de su piel, de eso estaba seguro porque la piel no emitía tanto voltaje como para dejar a alguien incapacitado. ¿Sería por culpa de algún dispositivo? ¿Un accesorio defectuoso? Los humanos se adornaban con todo tipo de artefactos que se averiaban fácilmente. O podía ser un cyborg. Quizás incluso se debía a un dispositivo médico mal instalado. No sería la primera vez que un implante coclear o un marcapasos se estropeaban y daban problemas. Claro que, ninguna de esas cosas se ponían en el cuello.
Su deber como médico le impelía a averiguar qué le sucedía y a tratarlo. Además, cierta sospecha cobraba fuerza en su mente. Agitó las espadas frente a sí, dejando que el acero cortase algunas de sus hojas, las cuales se aseguró de que cubrieran las armas. Fue avanzando hacia el muchacho sin dejar de moverlas, absorbiendo el oxígeno frente a él gracias a un extrarrápido proceso de fotosíntesis con el que arrebataba a las llamas su combustible. Mientras, iba recuperando su tamaño humano gradualmente. Podía extirparle rápidamente cualquier cosa que provocase las descargas. Tan solo necesitaba saber qué era y su fiel y afilado bisturí.
Los seres vivos raramente se veían sacudidos por descargas espontáneas de electricidad surgidas de sus cuerpos como por arte de magia. Seguro que había alguien por ahí a quien eso le pasaba por una buena razón, pero Kodama no conocía ningún caso. Y eso que se había topado con situaciones médicas de lo más variadas. Aun así, la lógica le llevaba a pensar que aquello no era algo normal.
El Roble se acercó al chico. La electricidad no había surgido de su piel, de eso estaba seguro porque la piel no emitía tanto voltaje como para dejar a alguien incapacitado. ¿Sería por culpa de algún dispositivo? ¿Un accesorio defectuoso? Los humanos se adornaban con todo tipo de artefactos que se averiaban fácilmente. O podía ser un cyborg. Quizás incluso se debía a un dispositivo médico mal instalado. No sería la primera vez que un implante coclear o un marcapasos se estropeaban y daban problemas. Claro que, ninguna de esas cosas se ponían en el cuello.
Su deber como médico le impelía a averiguar qué le sucedía y a tratarlo. Además, cierta sospecha cobraba fuerza en su mente. Agitó las espadas frente a sí, dejando que el acero cortase algunas de sus hojas, las cuales se aseguró de que cubrieran las armas. Fue avanzando hacia el muchacho sin dejar de moverlas, absorbiendo el oxígeno frente a él gracias a un extrarrápido proceso de fotosíntesis con el que arrebataba a las llamas su combustible. Mientras, iba recuperando su tamaño humano gradualmente. Podía extirparle rápidamente cualquier cosa que provocase las descargas. Tan solo necesitaba saber qué era y su fiel y afilado bisturí.
- Magia:
- Ámbito --> Oxígeno: Como buen árbol, Kodama hace la fotosíntesis. Este ámbito le otorga la capacidad de invertir y acelerar este proceso natural. Además, es capaz de recubrir sus espadas con varias de sus hojas recién cortadas. De esta forma, cuando agita sus armas absorbe oxígeno y lo sustituye por dióxido de carbono, en un área pequeña y equivalente a la fuerza con la que mueva las espadas (unos cinco metros a su alrededor como máximo).
Las llamas no te afectan y el chico se arrodilla, con lágrimas en los ojos te mira derrotado. El fuego todavía emana de sus puños hasta que se desvanece poco a poco a medida que te acercas. No te ataca, no hace nada, solo parece lamentarse y cuando estás frente a él, estira su cuello para que puedas ver bien el aparato. Las chispas brotan de este y ves como le dan espasmos.
No te pide ayuda, de hecho parece haberse quedado mudo seguramente a causa de los pequeños calambres eléctricos. Las venas de su cuello se notan, volviéndose más oscuras cada vez. Kodama, de ti depende como le arrebatarás esa cosa mecánica, pero deberías tener cuidado.
No te pide ayuda, de hecho parece haberse quedado mudo seguramente a causa de los pequeños calambres eléctricos. Las venas de su cuello se notan, volviéndose más oscuras cada vez. Kodama, de ti depende como le arrebatarás esa cosa mecánica, pero deberías tener cuidado.
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Bien, el problema del fuego ya estaba solucionado. Las llamas habían desaparecido tras verse inútiles, y Kodama ni siquiera tenía ganas de preguntarle al chico de dónde sacaba su poder flamígero. Se trataba de una de esas cosas que era mejor no preguntar, a pesar de que le parecía una total irresponsabilidad que alguien utilizase fuego tan cerca de las plantas. Si fuese jardinero lo despediría. También le pareció de mal gusto mencionar que el muchacho podría haberse rendido en un primer momento en lugar de causar molestias.
-Veamos qué tenemos aquí.
Efectivamente, un aparato electrónico que no había visto nunca estaba adherido a la piel del cuello del chico. Debía ser aquello lo que causaba las descargas cada vez que intentaba hablar con él. No tenía ni idea de lo qué era, pero no se le ocurría ningún uso médico que pudiese tener el aparato. Seguramente fuese una especie de instrumento de control, como esos horribles y monstruosos chips que los humanos les ponían a los perros para tenerlos siempre vigilados.
"Me preguntó qué pasara si lo corto", pensó. Podía darle un tajo con su espada y partirlo en trocitos sin rozar siquiera la piel, pero no sabía qué efecto causaría eso. Además, tuviese un cable o algo así conectado con el sistema nervioso o uno de esos hardwares o programas. Vale, no entendía ni jota de esas cosas. Pero sí entendía de parásitos, así que decidió afrontarlo así. Lo quitaría como si fuese una sanguijuela.
Sacó su bisturí del pequeño botiquín que siempre llevaba consigo. Practicó un pequeño corte en uno de sus dedos y dejó que la savia fluyese. "Allá vamos". Apretó el dedo con el aparato para que la resina entrase por cualquier abertura que pudiera tener. Contaba con que así dañaría lo que lo hacía funcionar. Al mismo tiempo imbuyó el bisturí con haki y cortó justo en el punto en que el aparato entraba en contacto con la piel. Un solo tajo sería suficiente. Algo rápido y limpio, sin dejar tiempo a efectos secundarios. Entonces ya podría preguntarle a ese chico qué diablos estaba haciendo allí.
-Veamos qué tenemos aquí.
Efectivamente, un aparato electrónico que no había visto nunca estaba adherido a la piel del cuello del chico. Debía ser aquello lo que causaba las descargas cada vez que intentaba hablar con él. No tenía ni idea de lo qué era, pero no se le ocurría ningún uso médico que pudiese tener el aparato. Seguramente fuese una especie de instrumento de control, como esos horribles y monstruosos chips que los humanos les ponían a los perros para tenerlos siempre vigilados.
"Me preguntó qué pasara si lo corto", pensó. Podía darle un tajo con su espada y partirlo en trocitos sin rozar siquiera la piel, pero no sabía qué efecto causaría eso. Además, tuviese un cable o algo así conectado con el sistema nervioso o uno de esos hardwares o programas. Vale, no entendía ni jota de esas cosas. Pero sí entendía de parásitos, así que decidió afrontarlo así. Lo quitaría como si fuese una sanguijuela.
Sacó su bisturí del pequeño botiquín que siempre llevaba consigo. Practicó un pequeño corte en uno de sus dedos y dejó que la savia fluyese. "Allá vamos". Apretó el dedo con el aparato para que la resina entrase por cualquier abertura que pudiera tener. Contaba con que así dañaría lo que lo hacía funcionar. Al mismo tiempo imbuyó el bisturí con haki y cortó justo en el punto en que el aparato entraba en contacto con la piel. Un solo tajo sería suficiente. Algo rápido y limpio, sin dejar tiempo a efectos secundarios. Entonces ya podría preguntarle a ese chico qué diablos estaba haciendo allí.
De no ser por el haki, no podrías haber cortado el collar de metal. Era muy resistente a medida que lo ibas cortando, dejando salir pequeños cables de todos los colores que estaban enlazados a la piel del cuello del muchacho. Una vez lo sacas, te fijas en las marcas rojizas que quedaron grabadas en su piel. Era libre después de aquella larga noche; sin embargo, el aparato en tu mano comenzó a emitir una luz rojiza muy parpadeante, cada vez mucho más rápido.
-¡Puto Brownie! - Gritó, poniéndose de pie mientras miraba el aparato en tu mano.
-¡Puto Brownie! - Gritó, poniéndose de pie mientras miraba el aparato en tu mano.
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Kodama sostuvo en alto el artefacto ya cortado. Desde luego no era algo fabricado con buenas intenciones, de eso estaba seguro. Incluso tras habérselo quitado del cuello al muchacho insistía en emitir un agudo pitido, como un último acto de agresión. Las máquinas eran el mal, de eso estaba seguro el almirante. Lo lanzó bien lejos, consciente de que las cosas que los humanos fabricaban tendían a lanzar chispas o a explotar en los momentos más inconvenientes.
"Bien, un problema menos", se dijo. "Ahora a por otro".
Envainó los aceros y se puso en pie. Hizo brotar una rama delgada y firme de la palma de su mano para inmovilizar las muñecas del chico, auparlo y echárselo al hombro. En otro momento lo habría dejado allí como a cualquier otro prisionero, consciente de que podía esperar para llevarlo a prisión, pero en esas circunstancias no era recomendable. No parecía que el edificio fuese a aguantar mucho más, así que marcarse objetivos a largo plazo era absurdo. Era curiosa la frecuencia con la que tenía que salir pitando de sitios así antes de que explotasen o se hundiesen en el mar. El otro motivo para llevárselo consigo mientras avanzaba por el ruinoso interior de la torre era que tenía muchas preguntas.
-Vale, joven, ahora es tu oportunidad de hablar -dijo-. Quiero saber quién construyó esta cosa, por qué y qué pinta Krauser en todo esto. Quiero saber cómo se para y desde dónde, y ya de paso quién te puso esa cosa en el cuello. Habla o acabarás colgado de una rama.
Kodama se refería a que lo colgaría de los tobillos un rato para ver si así escarmentaba, aunque lo dijo con un tono sombríamente serio. A ver qué respuestas sacaba y a dónde llegaba mientras el chico hablaba.
"Bien, un problema menos", se dijo. "Ahora a por otro".
Envainó los aceros y se puso en pie. Hizo brotar una rama delgada y firme de la palma de su mano para inmovilizar las muñecas del chico, auparlo y echárselo al hombro. En otro momento lo habría dejado allí como a cualquier otro prisionero, consciente de que podía esperar para llevarlo a prisión, pero en esas circunstancias no era recomendable. No parecía que el edificio fuese a aguantar mucho más, así que marcarse objetivos a largo plazo era absurdo. Era curiosa la frecuencia con la que tenía que salir pitando de sitios así antes de que explotasen o se hundiesen en el mar. El otro motivo para llevárselo consigo mientras avanzaba por el ruinoso interior de la torre era que tenía muchas preguntas.
-Vale, joven, ahora es tu oportunidad de hablar -dijo-. Quiero saber quién construyó esta cosa, por qué y qué pinta Krauser en todo esto. Quiero saber cómo se para y desde dónde, y ya de paso quién te puso esa cosa en el cuello. Habla o acabarás colgado de una rama.
Kodama se refería a que lo colgaría de los tobillos un rato para ver si así escarmentaba, aunque lo dijo con un tono sombríamente serio. A ver qué respuestas sacaba y a dónde llegaba mientras el chico hablaba.
Cuando lanzas el artefacto, este estalla repentinamente al chocar contra una de las estructuras de la Aguja, dañándola levemente, pero si afectando a las personas que allí estaban. Parecían revolucionarios sin más. El humo de la bomba os alcanza y por unos momentos os cuesta respirar, aunque no parece disiparse por sí solo. No ves nada y por si fuera poco, el chaval al que llevas cargado no para de moverse queriendo soltarse.
-¡Yo no sé nada! - Dijo entre ataques de tos - Brownie me alabó por ser un buen revolucionario y me convenció de que... me uniera a su causa. ¡Por favor, libérame! No... tengo nada que ver con estos locos, yo solo quería reconocimiento y... me dejé embaucar - Le costaba respirar debido al denso humo.
Si decides avanzar durante el humo, el muchacho seguirá hablándote durante un buen rato con excusas de no saber nada, ¡pero cuidado! El pasillo por donde caminas es estrecho y no tiene barandillas. A los servicios de prevención no les haría mucha gracia eso.
-Podrías ir a las torres de control, están en lo más alto - masculló. - Aunque creo que deberías volar para llegar hasta ellas.
[Puedes volver a postear en el capítulo]
-¡Yo no sé nada! - Dijo entre ataques de tos - Brownie me alabó por ser un buen revolucionario y me convenció de que... me uniera a su causa. ¡Por favor, libérame! No... tengo nada que ver con estos locos, yo solo quería reconocimiento y... me dejé embaucar - Le costaba respirar debido al denso humo.
Si decides avanzar durante el humo, el muchacho seguirá hablándote durante un buen rato con excusas de no saber nada, ¡pero cuidado! El pasillo por donde caminas es estrecho y no tiene barandillas. A los servicios de prevención no les haría mucha gracia eso.
-Podrías ir a las torres de control, están en lo más alto - masculló. - Aunque creo que deberías volar para llegar hasta ellas.
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