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Roland Oppenheimer
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Akuma no mi
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Una vez desactivé mi Tekkai y descargué mi ira recibí respuesta a mi comentario de la peor forma posible. Sentí un dolor punzante que se propagó por todo mi pecho mientras observé cómo un objeto afilado salía de mi pecho surgía de mi pecho. La sangre surgía de la herida y era incapaz de moverme. Poco a poco perdía mis fuerzas hasta que me caí al suelo, sintiéndome cada vez más débil. Una vez en el suelo, mientras se formaba un charco de sangre y ya me costaba seguir consciente, pude observar una última imagen antes de cerrar los ojos. Pude observar cómo el cadáver del esqueleto se había levantado y me señalaba con la mano, como si volviera a tener vida.
¡Click!
¿Qué había ocurrido? ¿Acaso no había escuchado ese sonido antes? Me encontraba todavía enfrente del cadáver, el mismo que había visto de pie hacía un instante. ¿Qué fue eso? ¿Una visión, una triquiñuela mental? Todo era absolutamente raro y sin ningún sentido. Era imposible que al darme media vuelta me encontrase una pistola que estuviera apuntándome, lista para disparar en cualquier momento. Pero al hacerlo, allí estaba, flotando mágicamente, tal y como había visto con anterioridad. ¿Qué significaba? ¿Que iba a pasarme otra vez lo mismo? Me negaba a aceptarlo. Si podía hacer algo por cambiarlo, lo haría. No podía morir, y menos de una forma tan patética.
- Soru - mascullé en voz baja activando así la técnica de los agentes del Gobierno.
Rápidamente me desplacé a una ubicación en la que el disparo no me pudiese acertar mientras me giraba para observar la situación. Si era cierto o no que el cuerpo muerto del sarcófago iba a levantarse, quería verlo con mis propios ojos para así poder acabar con él. Eso siempre y cuando sobreviviera al impacto de metralla de la pistola.
¡Click!
¿Qué había ocurrido? ¿Acaso no había escuchado ese sonido antes? Me encontraba todavía enfrente del cadáver, el mismo que había visto de pie hacía un instante. ¿Qué fue eso? ¿Una visión, una triquiñuela mental? Todo era absolutamente raro y sin ningún sentido. Era imposible que al darme media vuelta me encontrase una pistola que estuviera apuntándome, lista para disparar en cualquier momento. Pero al hacerlo, allí estaba, flotando mágicamente, tal y como había visto con anterioridad. ¿Qué significaba? ¿Que iba a pasarme otra vez lo mismo? Me negaba a aceptarlo. Si podía hacer algo por cambiarlo, lo haría. No podía morir, y menos de una forma tan patética.
- Soru - mascullé en voz baja activando así la técnica de los agentes del Gobierno.
Rápidamente me desplacé a una ubicación en la que el disparo no me pudiese acertar mientras me giraba para observar la situación. Si era cierto o no que el cuerpo muerto del sarcófago iba a levantarse, quería verlo con mis propios ojos para así poder acabar con él. Eso siempre y cuando sobreviviera al impacto de metralla de la pistola.
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Pude moverme con presteza hacia una esquina de la habitación. Pude escuchar cómo el disparo era interceptado por la pared de la sala y, cuando me volví, la pistola ya no estaba flotando. Se encontraba tirada en el suelo, emanando de ella una pequeña columna de humo. Cuando me paro a observar si realmente el cadáver se iba a levantar me doy cuenta de que no hay nada más en la habitación. ¿Desapareció? Era todo muy extraño y cada vez tenía menos sentido.
Justo cuando empezaba a pensar en qué hacer a continuación analizando todas las situaciones que había vivido en esa mansión encantada, si es que seguía en ella, me percaté de que había empezado a brotar sangre de las paredes. Voy a analizar el líquido rojo para confirmar que realmente sea sangre cuando todo a mi alrededor se empieza a desmoronar. El mundo que se abre ante mí está sumido en la oscuridad. Rayos caen del cielo deslumbrándome y la aparente sangre que salía de la pared sigue saliendo de alguna parte, inundando la superficie. Noto como va subiendo el nivel del líquido por mis tobillos pero eso no es lo que más me preocupa. Ante mí puedo distinguir una silueta cuadrada muy extraña, y me comienza a doler la cabeza, como si el cerebro fuese a estallar. Escucho voces a mi alrededor y giro la cabeza para observar que se trata del mismo cuerpo que estaba dentro del sarcófago el cual cierra sus fauces alrededor de mi cuello. Rápidamente le intercepto con un golpe el cual ocasiona que estalle en una nube de polvo, pero el daño ya estaba hecho. Mi temperatura corporal empezó a subir. Me sentía cada vez más adolorido hasta llegar a un punto donde el dolor era insoportable en todas y cada unas de las partes de mi cuerpo. Un cuerpo que se estaba desmoronando poco a poco mientras mi mente se desvanecía...
Ante mí un cielo azul. No sabía dónde estaba pero podía escuchar el sonido del mar como si me estuviera susurrando. Rápidamente me incorporo y puedo ver que había vuelto al principio, a la entrada de la mansión en el acantilado. ¿Cómo había llegado hasta allí? ¿Qué significaba todo lo que había experimentado? Nunca me había encontrado en alguna circunstancia tan extraña como esa y, aun así, estaba convencido de que detrás de todo había alguna explicación lógica. Me molestaba no haber encontrado todavía una respuesta, y me disponía a entrar de nuevo en la mansión para volver a buscar alguna pista cuando escucho el relinchar de un caballo.
No se trataba de un caballo, sino de dos, y uno estaba montado por alguien de baja estatura. No podía ser otra persona más que el mayordomo del hombre que me contrató, aunque no sabía por qué estaba volviendo. No sabía cuanto tiempo había transcurrido desde que empecé con el trabajito, así que tal vez hubiera tardado mucho y se cansaran de esperar resultados.
Para mi sorpresa me comenta el mayordomo que habían recibido una llamada mía en la que les avisaba de que todo se había resuelto. Iba a responderle que yo no había hecho la llamada cuando pensé que volvía a encontrarme en otra situación extraña. Si quería seguir investigando el caso, primero debía conocer más detalles y obtener algo más de información, que seguro que podría conseguir del señor Kury.
- Yo no he hecho nada - respondo al mayordomo -, pero la casa no se va a mover de aquí. Volvamos con tu jefe - digo mientras tomo las riendas del caballo.
Justo cuando empezaba a pensar en qué hacer a continuación analizando todas las situaciones que había vivido en esa mansión encantada, si es que seguía en ella, me percaté de que había empezado a brotar sangre de las paredes. Voy a analizar el líquido rojo para confirmar que realmente sea sangre cuando todo a mi alrededor se empieza a desmoronar. El mundo que se abre ante mí está sumido en la oscuridad. Rayos caen del cielo deslumbrándome y la aparente sangre que salía de la pared sigue saliendo de alguna parte, inundando la superficie. Noto como va subiendo el nivel del líquido por mis tobillos pero eso no es lo que más me preocupa. Ante mí puedo distinguir una silueta cuadrada muy extraña, y me comienza a doler la cabeza, como si el cerebro fuese a estallar. Escucho voces a mi alrededor y giro la cabeza para observar que se trata del mismo cuerpo que estaba dentro del sarcófago el cual cierra sus fauces alrededor de mi cuello. Rápidamente le intercepto con un golpe el cual ocasiona que estalle en una nube de polvo, pero el daño ya estaba hecho. Mi temperatura corporal empezó a subir. Me sentía cada vez más adolorido hasta llegar a un punto donde el dolor era insoportable en todas y cada unas de las partes de mi cuerpo. Un cuerpo que se estaba desmoronando poco a poco mientras mi mente se desvanecía...
Ante mí un cielo azul. No sabía dónde estaba pero podía escuchar el sonido del mar como si me estuviera susurrando. Rápidamente me incorporo y puedo ver que había vuelto al principio, a la entrada de la mansión en el acantilado. ¿Cómo había llegado hasta allí? ¿Qué significaba todo lo que había experimentado? Nunca me había encontrado en alguna circunstancia tan extraña como esa y, aun así, estaba convencido de que detrás de todo había alguna explicación lógica. Me molestaba no haber encontrado todavía una respuesta, y me disponía a entrar de nuevo en la mansión para volver a buscar alguna pista cuando escucho el relinchar de un caballo.
No se trataba de un caballo, sino de dos, y uno estaba montado por alguien de baja estatura. No podía ser otra persona más que el mayordomo del hombre que me contrató, aunque no sabía por qué estaba volviendo. No sabía cuanto tiempo había transcurrido desde que empecé con el trabajito, así que tal vez hubiera tardado mucho y se cansaran de esperar resultados.
Para mi sorpresa me comenta el mayordomo que habían recibido una llamada mía en la que les avisaba de que todo se había resuelto. Iba a responderle que yo no había hecho la llamada cuando pensé que volvía a encontrarme en otra situación extraña. Si quería seguir investigando el caso, primero debía conocer más detalles y obtener algo más de información, que seguro que podría conseguir del señor Kury.
- Yo no he hecho nada - respondo al mayordomo -, pero la casa no se va a mover de aquí. Volvamos con tu jefe - digo mientras tomo las riendas del caballo.
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Akuma no mi
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Durante nuestro trayecto a la casa del señor Kury reinó el silencio. No intercambiamos ninguna palabra, aunque tampoco me apetecía. Me sentía muy confuso y quería conseguir más información. Quería decirle un par de cosas bien dichas al propietario de la mansión y volver para terminar con lo que empecé, más por orgullo que por otro motivo.
Cuando llegamos a la residencia de mi contratante, me dirigí hacia su despacho sin esperar por el pequeño mayordomo para hablar con él y conseguir más información sobre la extraña mansión. Aunque lo que pasó no se pareció en nada.
Al entrar al despacho el señor Kury me dio un fervoroso abrazo demostrando lo alegre que estaba. Me pilló con la guardia baja y fue tal el apretón que me dejó sin aliento, y cuando empezó a hablar no fui capaz de interrumpirle. Me dijo que había estado una semana desaparecido, que todo había salido bien y que me recompensaría. Después me despachó rápidamente mientras me sacaba a empujones de su despacho.
Una vez fuera, me encontré al mayordomo, que me estaba esperando para conducirme a un sitio que no escuché del todo porque estaba refunfuñando sobre todo lo que me habiá pasado.
Cuando llegamos a la residencia de mi contratante, me dirigí hacia su despacho sin esperar por el pequeño mayordomo para hablar con él y conseguir más información sobre la extraña mansión. Aunque lo que pasó no se pareció en nada.
Al entrar al despacho el señor Kury me dio un fervoroso abrazo demostrando lo alegre que estaba. Me pilló con la guardia baja y fue tal el apretón que me dejó sin aliento, y cuando empezó a hablar no fui capaz de interrumpirle. Me dijo que había estado una semana desaparecido, que todo había salido bien y que me recompensaría. Después me despachó rápidamente mientras me sacaba a empujones de su despacho.
Una vez fuera, me encontré al mayordomo, que me estaba esperando para conducirme a un sitio que no escuché del todo porque estaba refunfuñando sobre todo lo que me habiá pasado.
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