Tuvimos que hacer parada en el archipiélago antes de entrar al nuevo mundo. La banda no tenía cuerpo para salir después del cúmulo de emociones que habíamos vivido hacía pocos días, así que Zane salió solo para pensar. Ahora era alguien demasiado conocido, así que optó por ponerse su traje de mariachi y una capa con capucha para taparse el rostro.
Caminó tranquilamente durante horas, con la intención de llegar a la taberna de su viejo amigo Vic. No obstante, la concurrencia de la marina le hizo tener que dar un rodeo, pasando por el manglar cuarenta y cuatro. Allí estaba el parque de atracciones, el lugar donde tuvo su primera cita con Nailah, acuando eran jóvenes e inocente, y la nostalgia invadió su cuerpo. “Creo que podría entrar y comer algo dentro del parque de atracciones. La pizzería de Poppy’s estaba bien”, pensó mientras se ponía a la cola.
Esperó durante veinte minutos y consiguió entrar. Compró la entrada completa, con la cual podía saltarse la cola de las atracciones, aunque no pensaba mucho en montarse en, como los llamaba Manué, loh casharrito. Allí, casi al final, frente a sus narices contempló a un pony rosa, “Fluffe”, se dijo, acercándose a él.
—Tú eres la mascota de Bleyd, ¿verdad?
Si el dichoso pony se encontraba en el parque de atracciones significaba que Bleyd debía estar por ahí.
Caminó tranquilamente durante horas, con la intención de llegar a la taberna de su viejo amigo Vic. No obstante, la concurrencia de la marina le hizo tener que dar un rodeo, pasando por el manglar cuarenta y cuatro. Allí estaba el parque de atracciones, el lugar donde tuvo su primera cita con Nailah, acuando eran jóvenes e inocente, y la nostalgia invadió su cuerpo. “Creo que podría entrar y comer algo dentro del parque de atracciones. La pizzería de Poppy’s estaba bien”, pensó mientras se ponía a la cola.
Esperó durante veinte minutos y consiguió entrar. Compró la entrada completa, con la cual podía saltarse la cola de las atracciones, aunque no pensaba mucho en montarse en, como los llamaba Manué, loh casharrito. Allí, casi al final, frente a sus narices contempló a un pony rosa, “Fluffe”, se dijo, acercándose a él.
—Tú eres la mascota de Bleyd, ¿verdad?
Si el dichoso pony se encontraba en el parque de atracciones significaba que Bleyd debía estar por ahí.
El pirata habría querido que Bleyd le reconociera, pero no fue así. Aquel disfraz era demasiado bueno para que alguien como él, más músculo que cerebro, se diera cuenta de que verdaderamente quien estaba debajo de ese traje era el mismísimo Zane D. Kenshin. ¿Debería decírselo? No, por el momento no. Fluffle era tan adorable como de costumbre, intentando juguetear con él.
—No se preocupe, nomás webón —le dijo Zane—. Acá el animalico solo quiere algo de comer. ¡Pues démosle unas buenas chimichangas! ¡Vamos pequeñajo!
Y cogiendo a Fluffle para que fuera con él, se acercó al puesto de comida más cercano. Casualmente se trataba de un puesto de comida típica del Reino de Shishano. “Bendita internacionalización gastronómica”, se dijo Zane, comprando tres chimichangas, o burritos fritos como los llamaban allí.
—¡Disfrútalo pequeñajo! —le dijo, dándole uno de ellos a Fluffle—. Otra para usted señor Bleyd —le dijo, ofreciéndole un burrito—. ¿Qué hase un señor tan importante como usted en un lugar como este? ¿No tiene miedo a que le atrapen, nomas?
—No se preocupe, nomás webón —le dijo Zane—. Acá el animalico solo quiere algo de comer. ¡Pues démosle unas buenas chimichangas! ¡Vamos pequeñajo!
Y cogiendo a Fluffle para que fuera con él, se acercó al puesto de comida más cercano. Casualmente se trataba de un puesto de comida típica del Reino de Shishano. “Bendita internacionalización gastronómica”, se dijo Zane, comprando tres chimichangas, o burritos fritos como los llamaban allí.
—¡Disfrútalo pequeñajo! —le dijo, dándole uno de ellos a Fluffle—. Otra para usted señor Bleyd —le dijo, ofreciéndole un burrito—. ¿Qué hase un señor tan importante como usted en un lugar como este? ¿No tiene miedo a que le atrapen, nomas?
“¿En serio?”
El pelirrojo torció su gesto, incrédulo, intentando creerse aquella trola tan poco creíble por parte de Bleyd. Había coincidido con ese hombre varias veces y todo el mundo sabía que el pony rosa era su seña de identidad. ¿De verdad estaba intentando engañarse así? Si no fuera con el bichejo hubiera habido una posibilidad, pues jamás había visto su rostro, pero con él…
“Esto va a estar gracioso” —se dijo, quitándose el sombrero y dándole vueltas en el aire, moviendo su brazo en círculos.
—¡AY, AY, AY, AAAAYYYYY!
Y sin decir nada más, acompaño al grandullón hacia los coches de coche. Su mecánica era muy sencilla, subirte, meter unas fichas y mientras sonaba un buen temazo de verbena de pueblo darse de golpes con otros.
La música comenzó a sobar, y el coche de Zane empezó a virar hacia la derecha. Era difícil manejarlo, incluso para él que era un grandioso navegante. Frente a él un chaval que conocía de cuando era más joven y curraba en la taberna del viejo Vic. “A por ti voy, cabrón”, y le dio con todas sus fuerzas, haciéndole chocar contra otro.
—Andalé sufre, hijo de mil putas montadas en un catamarán
—¿Qué me has dicho?
Pero Zane se fue, para chocarse contra Bleyd.
—Esto está muy chingón, wey.
Y le dieron por detrás. Era el chaval de antes. “Te vas a enterar”, se dijo, pero el coche se quedó parado. Había terminado. Con furia en la mirada el individuo con el que había chocado se levantó rápidamente y puso el pie sobre el pecho de Zane para que no pudiera salir del coche.
—¿Tu sabes quién soy yo, mequetrefe? —le preguntó, delante de todo el mundo, casi gritando.
—Relájate, hombre —le dijo Zane, sujetando su pie con una mano y levantándose—. Estamos aquí para divertirnos.
Aquel sujeto, cuyo nombre era Sabino, pues lo tenía tatuado en el cuello, fue reculando al mismo tiempo que el pelirrojo salía del coche de choque. Apretaba su tobillo con fuerza, evitando que pudiera moverlo. Sabino le miraba confuso, pero no era capaz de soltarse.
El pelirrojo torció su gesto, incrédulo, intentando creerse aquella trola tan poco creíble por parte de Bleyd. Había coincidido con ese hombre varias veces y todo el mundo sabía que el pony rosa era su seña de identidad. ¿De verdad estaba intentando engañarse así? Si no fuera con el bichejo hubiera habido una posibilidad, pues jamás había visto su rostro, pero con él…
“Esto va a estar gracioso” —se dijo, quitándose el sombrero y dándole vueltas en el aire, moviendo su brazo en círculos.
—¡AY, AY, AY, AAAAYYYYY!
Y sin decir nada más, acompaño al grandullón hacia los coches de coche. Su mecánica era muy sencilla, subirte, meter unas fichas y mientras sonaba un buen temazo de verbena de pueblo darse de golpes con otros.
La música comenzó a sobar, y el coche de Zane empezó a virar hacia la derecha. Era difícil manejarlo, incluso para él que era un grandioso navegante. Frente a él un chaval que conocía de cuando era más joven y curraba en la taberna del viejo Vic. “A por ti voy, cabrón”, y le dio con todas sus fuerzas, haciéndole chocar contra otro.
—Andalé sufre, hijo de mil putas montadas en un catamarán
—¿Qué me has dicho?
Pero Zane se fue, para chocarse contra Bleyd.
—Esto está muy chingón, wey.
Y le dieron por detrás. Era el chaval de antes. “Te vas a enterar”, se dijo, pero el coche se quedó parado. Había terminado. Con furia en la mirada el individuo con el que había chocado se levantó rápidamente y puso el pie sobre el pecho de Zane para que no pudiera salir del coche.
—¿Tu sabes quién soy yo, mequetrefe? —le preguntó, delante de todo el mundo, casi gritando.
—Relájate, hombre —le dijo Zane, sujetando su pie con una mano y levantándose—. Estamos aquí para divertirnos.
Aquel sujeto, cuyo nombre era Sabino, pues lo tenía tatuado en el cuello, fue reculando al mismo tiempo que el pelirrojo salía del coche de choque. Apretaba su tobillo con fuerza, evitando que pudiera moverlo. Sabino le miraba confuso, pero no era capaz de soltarse.
El pelirrojo le soltó el pie de Sabino al mismo tiempo que aparecía el encargado de la atracción se acercaba a ellos. Era un hombre grandote, en torno al metro ochenta, corpulento y de tez morena y grasienta. Tenía el cabello rizado y largo, llegándole por los hombros, y de color negro. Iba vestido con una camisa amarillenta, abierta cuatro botones hasta la barriga y remetida por un pantalón de pana de color berenjena. Pero lo que más llamaba la atención del pirata era la cantidad de anillos y collares de oro que llevaba. ¿Cuánto podía tener encima? ¿Dos? ¿Tres kilos? Quizás más.
—¿Qué le estás haciendo a mi sobrino? —preguntó, mientras llevaba el dedo meñique de su mano a su oreja, y se rascaba haciendo un movimiento giratorio muy rápido.
—Ponerlo en su lugar —le respondió Zane, que al no usar ninguna coletilla su voz sonó como la de siempre—. Que va de chulito y es un parguelón.
—¿Qué has disho?
—Que tu sobrino es un parguelón, y que en vez de rascarse el oído debería limpiárselo.
Tras eso, el encargado arremetió contra Zane, que paró el golpe con la cara, pero sin inmutarse. Del golpe, la peluca y el gorro se movieron y pudo verse la mitad del rostro de Zane donde tenía su reconocida cicatriz cruz.
—¿Qué haces tú aquí? —preguntó.
—¿No puedo volver a mi tierra natal o qué pasa? —inquirió Zane, mostrando una sonrisa, mientras se recolocaba la peluca y el sombrero.
—No queremos problemas —le dijo el encargado.
—Y no los vais a tener, pero nadie puede enterarse de que estoy aquí, ¿entendido?
Y les guiñó un ojo.
Tras eso, el pony rosa volvió a aparecer, dándole tirones a Zane en sus ropajes. Volvió con Bleyd y su otra amiga, y se alejaron de allí.
—¿Qué te apetece hacer ahora, nomas? —le preguntó, pero entonces se escuchó una explosión cerca de la noria.
—¿Qué le estás haciendo a mi sobrino? —preguntó, mientras llevaba el dedo meñique de su mano a su oreja, y se rascaba haciendo un movimiento giratorio muy rápido.
—Ponerlo en su lugar —le respondió Zane, que al no usar ninguna coletilla su voz sonó como la de siempre—. Que va de chulito y es un parguelón.
—¿Qué has disho?
—Que tu sobrino es un parguelón, y que en vez de rascarse el oído debería limpiárselo.
Tras eso, el encargado arremetió contra Zane, que paró el golpe con la cara, pero sin inmutarse. Del golpe, la peluca y el gorro se movieron y pudo verse la mitad del rostro de Zane donde tenía su reconocida cicatriz cruz.
—¿Qué haces tú aquí? —preguntó.
—¿No puedo volver a mi tierra natal o qué pasa? —inquirió Zane, mostrando una sonrisa, mientras se recolocaba la peluca y el sombrero.
—No queremos problemas —le dijo el encargado.
—Y no los vais a tener, pero nadie puede enterarse de que estoy aquí, ¿entendido?
Y les guiñó un ojo.
Tras eso, el pony rosa volvió a aparecer, dándole tirones a Zane en sus ropajes. Volvió con Bleyd y su otra amiga, y se alejaron de allí.
—¿Qué te apetece hacer ahora, nomas? —le preguntó, pero entonces se escuchó una explosión cerca de la noria.
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