Dos locos muy locos [Privado/Jin y Sadashi][+18]

¿Cuánto tiempo había pasado desde que salí de aquel antro lleno de estúpidos marines? Dos malditos años sin rumbo fijo, encerrada en este mar apestoso. ¿No lo he dicho ya? Me dan arcadas el olor a mar. La suerte es que al menos en el barco en el cual viajo la gente es maja. ¿Tal vez tenga algo que ver que los tenga amenazados con la muerte si no me obedecen? Lo dudo, soy una Diosa. Por fin, tras días de navegación, encontré una isla extraña. En mitad de la oscuridad unas luces de colores me señalaban el camino: era Casino Island. Había escuchado mucho sobre aquel lugar. Al parecer era un sitio lujurioso, repleto de juegos de azar, timos, gigolos y prostitutas, asesinos a sueldo… Allí se juntaban lo peor de lo peor, la peor calaña jamás vista. Mafiosos gastaban su dinero robado en todo el lugar, apostaban incluso sus vidas o las de sus lacayos y ahí es donde entraba yo. Tenía decidido conseguir personas para mi gran culto, para que rezaran por mí y así yo conseguir poder.  Era la hora de desembarcar y caminar hacia mi destino, hacia la grandeza.

Al principio todo me parecía extraño, no había ni un ápice de naturaleza ya que incluso los arbustos de aquel camino asfaltado eran totalmente artificiales. Abrí aquellas grandes puertas para así ver lo que había dentro de aquel edificio. Era enorme el lugar, varios juegos de azar por todos lados: ruleta, póker, máquinas tragaperras, black Jack… Me acerqué al croupier del póker tomando en mis manos ambos bates que poseía.

- Disculpe. ¿Podría una bella dama como yo unirse a la partida? – Dije en un tono irónico. Por suerte estaba en mi forma híbrida, así que llamaba la atención, sobretodo de los hombres del lugar. Mis ropas eran algo provocativas aquel día, unos shorts negros que poseía marcaban mi perfecto culo. Y aparte de eso, una camiseta de tirantes, blanca y con un gran escote. El croupier me miró mientras tragaba saliva.

- Claro. ¿Me permite saber su nombre? – Su voz era temblorosa, parecía no estar acostumbrado a ver bellezas de alto grado como yo; una Diosa. – Tome asiento.

Nadie me había reconocido, aún, a pesar de que mi cabeza valiese unos cuantos millones. Todo era por la gran cantidad de criminales que se hospedaban en el hotel de al lado. Dichos criminales, algunos ya en el casino, tenían cientos de millones por su cabeza, incluso sus secuaces. Pude fijarme en los tres que habían sentados en la mesa del póker. Típicos mafiosos con trajes negros y caros, pero uno era el que más parecía imponer ya que una cicatriz cruzaba en diagonal toda su cara, desde el ojo izquierdo hasta la barbilla. Un camarero se acercó con una bandeja y me ofreció una bebida con sombrilla. La tomé con mis manos y me dirigí al croupier.

- ¿Y de cuánto es la apuesta mínima?

- Bu…

La luz de aquel enorme local desapareció de repente. La oscuridad empezó a reinar en todo el edificio debido a que nadie podía ver nada ¿Qué diablos había pasado? Alguien se había pasado jugando con los cables e interruptores del sitio. La gente parecía estar nerviosa debido a lo que estaba pasando y entonces fue cuando un ruido inundó la sala. Era como si alguien se hubiese caído. Uno de los encargados activó un generador de emergencia y fue cuando la tenebrosa realidad impactó en las personas. El cuerpo de unos de los seguratas estaba tirado sobre la mesa donde se jugaba al póker. Sus ojos estaban en blanco y su cuello estaba perfectamente cortado por una hoja ladeada. En la zona donde debía estar su corazón había un agujero considerable. Los gritos empezaron a escucharse por todo el local, hasta que a varias personas les dio por mirar al techo.

Sobre una de las lámparas más grandes había una figura sentada. Poseía una siniestra máscara naranja que tan solo dejaba ver su ojo derecho, el cual era rojo como la sangre. Una capucha ocultaba sus cabellos y había un dato curioso en todo aquello. Tenía un solo brazo. Con la mano derecha estaba agarrando una guadaña blanco que relucía, aunque con algo de sangre en la hoja. En sus pies unas sandalias y una túnica negra como ropa. Todo el mundo empezó a temblar sabiendo que se trataba de Vader, también conocido como Jin Surfer, el tipo de los novecientos millones. El asesino más cruel que había pisado los mares. El misterioso enmascarado no tardó mucho en apuntar con la mano a la salida y lanzar una llamarada que prendió la puerta.

- ¿Se celebra una fiesta y nadie me ha invitado? Qué descortés por vuestra parte.

Mencionó al mismo tiempo que dejaba su pierna derecha sobre la rodilla izquierda y simplemente observaba la situación. Unas llamas negras como la noche prendieron su cuerpo lentamente, empezando a generar un calor considerable. Sus ropas no se quemaban y no parecía estar sintiendo nada de dolor. El asesino entonces iluminó su ojo despacio y acto seguido sonrió de una forma algo siniestra.

- El juego ha comenzado. Si alguien intenta huir o pasarse de listo, está muerto. Ahora quiero que todos y cada uno de vosotros intente matar a la persona de su derecha. Este juego será divertido, pues la de vuestra izquierda os intentará matar también. Tenéis veinte segundo u os juro que de aquí no sale vivo nadie. – Terminó de decir al mismo tiempo que sus llamas se generaban sobre su cuerpo con más fuerza.

El croupier nombró una cantidad grande de dinero, pero yo no tenía nada encima. Debía pagar de una forma u otra, así que le ofrecería vivir si yo perdía en aquel juego de azar. Pero de pronto las luces cesaron, la oscuridad había inundado aquel lugar. Voces de preocupación y algunas otras de rabia por acabar con su buena racha. Un golpe se escuchó encima de la mesa en la cual estaba, como si alguien la hubiese golpeado o algo. Agarré con fuerza mi bate especial y me preparé para lo peor. Tal vez alguien estaba dispuesto a hacer trampas con las luces apagadas, pero de nuevo se encendieron. El cuerpo de uno de los guardias yacía sin vida sobre la mesa de póker, con un extraño agujero donde debía estar su corazón y el cuello perfectamente cortado. Muchos gritos de descontrol y miedo inundaron el lugar, aunque los más valientes, es decir, los delincuentes, mantenían la calma mientras alzaron su mirada.

- ¡Argh! ¿Qué es esto? – Dije mientras hundía mi mano en aquel agujero, manchándome así de sangre y rastros de órganos. Lamí mi mano y una sonrisa se dibujó en mi cara. Aquello hacía que me excitase. Una voz de horror se escuchó en mi cabeza, era el alma de aquel hombre.

- ¿E-estoy muerto? Él está aquí… Corran… ¿Por qué no me hacen caso? Vais a morir. – El alma tormentada gritaba con desdén por su asesino. Quería que todos corriesen, pero su voz tan sólo llegaba a Sadashi.

- ¡Guay! ¡Me encanta! ¡Este sacrificio es el mejor que me han hecho en mucho tiempo! – Gritaba de emoción mientras seguía lamiendo mi mano, excitándome cada vez más.

Ahora, los que parecían valientes estaban asustados, hasta el mayor delincuente del lugar. En el techo estaba Vader, uno de los criminales más buscados y peligrosos. Todos temblaban menos yo, no debía tener miedo ya que, como Diosa, era inmortal e invencible. Escuché sus palabras, parecía estar planeando algo divertido, un juego de los de verdad. Aquello hizo que mis ojos se abrieran a más no poder. Mi cuerpo comenzó a cambiar, mis ojos se volvieron completamente negros como si de la muerte se tratasen, mi cabello ahora era oscuro y crecí hasta los dos metros. La ropa cambió por completo volviéndose plumaje de cuervo negro. Estaba en mi forma completa.

- No me gusta mucho matar, prefiero torturar, pero… Me gusta este juego, y también me gusta ganar. – Dije confiada mientras con mi mano derecha sujetaba el bate.

En mi mano izquierda se formó una especie de espada metálica oscura. Lancé un corte a mi alrededor, utilizando toda mi fuerza. La cabeza de los que me rodeaban fueron cortadas y el arma acabó destrozada. Con el bate golpeé la cabeza que caía al suelo del que estaba a mi derecha, con intenciones de lanzarla con gran fuerza hacia el más fuerte de aquella sala: Vader.

- ¡Home Run! ¡Jajaja!

Jin alzó una ceja al ver aquella cabeza dirigirse hacia él a una velocidad considerable ¿Habría sido a propósito? Un movimiento con la mano bastó para hacer pedazos aquella basura, formando una pequeña explosión de sangre que manchó la máscara del asesino y parte de las ropas de aquella gente. No había usado ninguna técnica, pura fuerza. El asesino permaneció callado entonces observando a algunas personas hacer caso y empezar a matarse entre ellas. El espectáculo parecía ser bastante divertido y por eso se relamió despacio. Estando en lo alto de la lámpara tenía una visión perfecta de lo que estaba sucediendo. Lo siguiente que hizo fue sentir una especie de sonido incómodo. Fue el típico recargue de un arma de fuego. La mirada del demonio se desvió a un lado, observando a un tipo con un puro apuntarle con una ametralladora.

- Espero tener una caja fuerte para meter todo lo que me van a dar por ti.

Mencionó empezando a disparar balas contra el enmascarado. Jin se quedó mirando la masacre mientras pasaba de él. Los proyectiles impactaban en su cuerpo y rebotaban como si nada al mismo tiempo que realizaban un sonido metálico. Los ojos del tipo se abrieron como platos y en menos de un segundo, el asesino ya no estaba sobre la lámpara. De un movimiento rápido atravesó la parte trasera de la cabeza de aquel idiota, sacando sus dos dedos por la boca de su presa. De un violento tirón le arrancó la mandíbula y acto seguido se mantuvo entre todo el caos. La gente se mataba a su alrededor y otros trataban de atacarle a él. El Ifrit empezó a empalar gente con sus llamas sólidas y al cabo de unos segundos había más de cincuenta muertos en la habitación.

El sonido de una explosión surgió de la nada y fue debido a una de las potentes lanzas del asesino, la cual se había estampado contra una zona de bar, y el fuego con alcohol no era buena combinación. Debía incluso de haber algo con gas por ahí. El sonido de los disparos volvía a repetirse contra el demonio, pero su haki continuaba repeliendo todo a su paso. Fue entonces cuando impactó su puño en el aire formando un enorme dragón blanco. La bestia reventó contra tres tiradores, haciéndolos pedazos al momentos. Algunos brazos cayeron al suelo y un par de ojo salieron de sus cuencas. Todo parecía un espectáculo sangriento. Entonces fue cuando el asesino alzó su mano.

- Suficiente por el momento. Que alguien me traiga una copa de vino tinto. – Si estaba envenenada lo sabría muy bien, ya sabía lo que hacer en cuanto la tuviese. Se sentó entonces sobre la mesa de póker y miró con una sonrisa a los pocos humanos vivos que quedaban en la enorme sala.

Estaba claro que una masacre iba a comenzar en aquel lugar, y yo iba a ser parte de la causante. Jin pudo explotar la cabeza que le lancé, llenando así todo de sangre y cachos de cerebro triturado. Mi preciosa ropa se había manchado, así que comencé a cabrearme. Debía desfogarme, así que lamí mi bate tragando un tierno, blanco y gelatinoso trozo de cerebro que había pegado. Agarré mi arma con ambas manos y miré hacia el croupier. Éste estaba forcejeando con un hombre. – He ganado, así que perdiste la vida. – Dije tras lanzar un golpe a su cráneo con todas mis fuerzas. Se pudo escuchar un tremendo sonido, los huesos de su cabeza quedaron hechos pedazos y, del golpe, uno de sus ojos salió hacia el otro tipo. Una risa malévola y enfermiza comencé a hacer sonar. El cuerpo del croupier yacía sin vida en el suelo, pero eso no me pararía. Entre carcajadas comencé a golpear su cráneo una y otra vez, sin parar. Poco a poco se iba hundiendo aún más su cabeza. De la presión soportada por los golpes, el cerebro explotó, saliéndose por las grietas y heridas creadas en su piel. Otro golpe más hizo que todo el líquido cefalorraquídeo mezclado con sangre saliese por cada hueco, por el del ojo perdido, por la nariz, boca y orejas. Con tan sólo un cuerpo causé una enorme y horrible muerte, pero aquello no me detenía. Hacía que sus dientes saliesen disparados por cada golpe, que la sangre salpicara una y otra vez.

Sentí como algo me agarraba desde atrás, tocando mis pechos y manoseándolos. Era un hombre con traje negro, sombrero y bigote. Parecía querer mi cuerpo, sentir el calor de mi piel, mis gelatinosas y voluptuosas dos esferas. Me di la vuelta y, con una cara algo tímida me acerqué a él, pegándome cada vez más, acariciando su fuerte pecho mientras los gritos de desesperación y horror se escuchaban en el ambiente. Noté algo duro entre mis piernas, concretamente en mi pelvis, así que junté mis labios junto a los suyos. Mi lengua se abrió paso y entró en aquella húmeda boca, bailando con la suya y notando, en contadas ocasiones, los lisos dientes que poseía. Lo abracé con fuerza mientras mi cuerpo se apretaba más al suyo y, en mi mano derecha se creó una especie de daga oscura con la cual atravesé la cabeza de aquel tipo.

- Te avisé con un beso. – Dije tras matarlo. Aun estando muerto, quería disfrutar del momento. Seguí besándolo aunque ahora su lengua no me daba juego. Mi mano derecha dejó desaparecer la daga para así ir directo hacia lo que tenía en mi pelvis. Lo agarré con fuerza y apreté, haciendo que explotase como si apretases un globo lleno de gelatina. De pronto algo me lanzó por los aires, aunque no muy lejos. Una pequeña explosión había surgido en la barra que ahora estaba en llamas. Cada vez menos personas quedaban en el lugar, una lluvia de balas caía sobre el principal culpable de aquella masacre. Pero lo ignoré y seguí a lo mío. Necesitaba más sangre, sentir ese sabor metálico característico. Agarré mi bate y golpeé con fuerza sobre la mandíbula de otro de los hombres dejándolo inconsciente. Antes de que cayese al suelo lo agarré con mi mano libre y lo besé. Pude juguetear con los dientes que habían salido de su lugar de origen, la sangre se fusionaba con mi saliva creando un líquido viscoso, y dejé caer el cuerpo muerto. Por último, agarré mi bate con ambas manos y lo clavé, con gran fuerza, sobre la nariz del hombre inconsciente.

Ahora Jin estaba a mi espalda, sobre la mesa de póker, mirando a los pocos que quedábamos con vida. Aquel juego era divertido y lo estaba ganando. ¿Habría más vidas para apostar? Mi mente se llenó de los lamentos de los muertos. Algunos lloraban porque no encontraban la luz, otros sollozaban por ver sus cuerpos inertes en el suelo. Unos pocos se arrepentían de los sueños no alcanzados.

- ¡Jajajaja! ¡Esto es muy divertido!

Todos estaban muertos de miedo y no había que ser un genio para comprender aquello. Fue en ese momento cuando el asesino observó a un tipo acercarse a él despacio y temblando con una botella de vino en la mano. Una vez se la ofreció, el moreno simplemente lo tiró hacia atrás con una llamarada. El asesino se quitó la máscara dejando ver que poseía un solo ojo y la mitad del rostro lleno de heridas. Sin pensarlo mordió la boquilla de la botella y la destrozó, justo para beber tranquilamente. Había visto al tipo tomarla de la barra y no había peligro de veneno. En cuanto terminó de darle un largo trago soltó un pequeño suspiro y después escuchó unas palabras a su espalda. Alguien estaba diciendo que aquello era divertido, pues más lo haría entonces.

Se dio levemente la vuelta y pudo ver a una chica de atributos considerables. Miraba sus pechos despacio, que hermoso podría ser arrancarlos y ahogar a alguien con ellos, metiéndolos por la garganta e inflar el esófago de una persona. Físicamente era imposible, pero tampoco era algo que no pudiese intentar. Fue en ese momento que el cabello de Jin empezó a crecer despacio y el color de su ojo cambió a morado. Su melena se tornó en azul claro y él mismo notó los cambios. Se había convertido en la chica que decía que todo era divertido. Ahora que tenía su mismo aspecto (salvo la ropa) mostró una expresión siniestra y después se relamió despacio.

- Ahora que ambos somos la misma persona… ¡Te mostraré lo que es diversión! – Dijo al mismo tiempo que colocaba las manos en el suelo.

Unas llamas empezaron a brotar de sus dedos y finalmente las extendió por una zona de veinte metros, empalando a las personas con sus lanzas y quemando todo a su paso. En poco tiempo más de cuarenta personas más habían muerto y apenas nadie podía haber escapado de su rango de caza, salvo la peliazul, pues no apuntó hacia ella. Se quedó mirándola a los ojos con una mirada siniestra y después rio por lo bajo. Tan solo poseía un ojo, pero por lo demás era exactamente a ella. Se habían quedado solos en el local.

- Parece ser que no queda más vida en el local ¿No es divertido saber que solo uno saldrá por la puerta? – Acto seguido volvió a su aspecto normal, manteniéndose serio y haciendo arder su brazo, como si estuviese preparando más fuego. – Es tétrico saber que el fin está próximo ¿Cómo te sientes? Ansío saber tus temores y tus sueños, el sabor de arrebatar lo que uno más desea es delicioso… – Terminó de decir de forma engreída.

Jin se había quitado la máscara, al parecer le faltaba un ojo. Le miré fijamente ladeando mi cabeza y entrecerrando mis ojos. Aquel rostro me sonaba de algo. Ahora le miré de arriba abajo. A pesar de faltarle un brazo, sabía que lo había visto en algún lugar así que comencé a hacer memoria. Sí, lo sabía. El recuerdo de aquel día era explosivo, pero sabía dónde lo había visto: en Impel Down. En aquel momento yo entraba mientras él salía, jamás olvidaría un rostro por normal que fuera que hubiese visto en aquel lugar.

- ¡Ah! ¡Ya sé quién eres! – Dije gritando con sorpresa.

De pronto su cuerpo comenzó a cambiar, tomaba forma poco a poco, hasta ser una copia casi idéntica mía. Con tan sólo un ojo y un brazo. Era extraño verme reflejada de esa manera, no era tan hermosa como yo. Entonces sus palabras tronaron en la sala, todos temblaban de miedo. Apoyó su única mano en el suelo e hizo brotar llamas que inundaron el lugar, ignorándome por completo: obviamente, ya que soy una Diosa. Todos ardían en penumbras, gritaban por ayuda o incluso agua, algunos seguían gritando en mi cabeza tras haber muerto. Cada vez más voces se metían dentro de mí, las almas aterrorizadas pedían clemencia. Ya todos estaban muertos, tan sólo dos quedemos de pie: él y yo. Habló, decía que tan sólo uno saldría por la puerta.

- ¿Entonces te quedarás aquí? Vaya, yo quería seguir jugando y tú… Acabaste con la diversión en un momento. Menudo amargado. – Dije con un tono despectivo mientras veía como volvía a su forma normal. Me había cansado, la diversión se había acabado, así que volvía a mi verdadera forma de unos pocos centímetros. El brazo de Jin ardía, y hablaba sobre el fin. ¿Qué cómo me sentía? - ¿Te vas a suicidar? Tal vez me quede un rato más… Y bueno, no tengo sueños, soy una diosa y eso, tanto temores como sueños, son sólo para mortales. – Dije vacilante.

Agarré, ahora enorme, un diente con ambas manos y comencé a inspeccionarlo, ignorando al susodicho de mi espalda. Era brillante con un diamante incrustado, seguramente de alguien rico. Aquello iba a lucir bien en mi oreja, así que traté de arrancarlo.

Jin ladeó la cabeza unos momentos cuando escuchó hablar a la mujer de cabellos azulados. Un poco tonta se estaba poniendo. El moreno simplemente la observó con su ojo izquierdo cerrado y con su mano apuntando hacia ella. Entonces fue cuando el tamaño de aquella persona se rebajó hasta algo muy pequeño. De no ser por su haki, hubiese pensado que se había esfumado, pero allí estaba. Captó su olor al momento y entonces escuchó las palabras que hicieron a Surfer sonreír de lado ¿Amargado? Le había insultado en la puta cara ¿Sabía con quién estaba hablando? Se terminó. El asesino entonces se mantuvo callado a su espalda, mirándola tomar un diente o algo por el estilo.

- Es curioso que digas eso. Los Dioses no pueden morir, o al menos la parte superior de ellos. Tú sin embargo vas a terminar tus pasos aquí.

Dijo al mismo tiempo que lanzaba una llamarada de fuego oscuro a dos mil grados contra ella con toda la intención de abarcarla y hacerla arder. Si salía de aquella se desplazaría con el soru hacia su posición y de una poderosa patada imbuida en haki armadura trataría de estamparla contra una pared. Su fuerza era demasiado terrible a veces. Una vez completado aquello, le diese o no, simplemente se quedaría observando la situación con una expresión relajada. No pensaba esforzarse mucho contra aquella chica que había osado insultarle.

- No debiste haberte metido con el mensajero de la muerte. De todas formas cuando termine aquí con todo el mundo iré al infierno a matar al demonio también.

Mencionó al mismo tiempo que su cuerpo continuaba ardiendo en aquellas llamas oscuras y mantenía su vista fija en aquella persona, si es que continuaba viva. Podía ser pequeña, pero la velocidad de Jin y el abarcamiento de su fuego era increíblemente grande. Ahora tendría una ventaja muy superior. Se rascó la cabeza unos momentos y finalmente soltó una pequeña risa seria. El demonio de fuego estaba desatado tras aquella guerra en Síderos.

Aquel diamante era tan sólo un cristal brillante, más falso que el propio Dios en el que muchos creen. Lo lancé al suelo con rabia y me di cuenta de algo; una mujer portaba un hermoso bolso de Trada. Avancé y lo miré de cerca, ese sí era de verdad. Pero entonces me di cuenta de algo, Jin estaba furioso. Me amenazó aquel maldito mortal y lanzó una llamarada de fuego oscuro. Me había alejado lo suficiente como para poder preverlo a tiempo, así que me puse detrás de la chica y levanté su cuerpo, cubriendo el mío por completo. Notaba como el calor penetraba en la carne de aquella ya muerta mortal, haciendo que la temperatura de su carne aumentara y así, mi mano ciborg que estaba en contacto con su piel, comenzara a notar la temperatura ardiente. Si fuera carne, ya habría sido chamuscada, pero tan sólo se puso al rojo vivo la mitad de mi brazo, haciéndome reír de dolor. Aquello me estaba excitando cada vez más, relamía mis labios de placer. Pero entonces sentí algo con gran fuerza estampándose contra el cuerpo de la mujer. Era Jin, pateándolo para enviarme volando al cielo. Noté como, tras el impacto, la fuerza se traspasaba a mi brazo ciborg, haciendo que éste quedase indispuesto tras romperse. Volé como una diosa hacia un cruel destino: la pared. Me estampé, mi espalda había sido dañada tras aquel fuerte golpe que, si no fuera por mi resistencia, ya estaría inválida. El cuerpo topó contra mí, con fuerza, para después caer ambos al suelo.

Ahora yacía en el suelo, casi sin poder moverme, con la mujer encima. La aparté con mi brazo bueno y me apoyé en ella, mirando así a mi oponente. Mis ojos no expresaban otra cosa más que excitación, me mordía el labio para aguantarme aquella sensación. No me podía mover, pero aquello no evitó lo siguiente, entre risas.

- ¡Jajajaja! ¡Te dije que no podías matarme! ¡Jajajajajaja! ¡La suerte está de mi parte, igual que aquel día en Impel Down, el día del escape. Si no fuera por mi suerte, tú no estarías aquí. Gracias a mí ocurrió aquel terremoto, aquel ataque y pudiste escapar. ¡Jajajaja! Y aunque consigas matarme… ¡Reviviré en otro cuerpo mejor! – Gritaba entre risas de excitación.

Mi brazo estaba para el arrastre, iba a necesitar uno nuevo. ¿Tal vez esta vez sería uno rosa? ¿O puede que uno violeta o fucsia? Lo que estaba claro era que el negro no me quedaba muy bien. Miré al bolso de Trada pero… Ya no estaba, en su lugar había tela chamuscada. Había sido completamente quemado por el ataque de aquel mortal.

- ¡Oh, no! ¡Has quemado el bolso de Trada! ¡¿No sabes lo que cuesta uno de esos?!

Jin ladeó un poco la cabeza al ver a aquella mujer quedar atrapada con aires de grandeza en todo momento. No pudo evitar negar un poco y caminar hacia ella. Sus palabras además de arrogantes eran molestas. Semejante insecto hablándole así, debía terminar rápido con ella. El asesino caminó despacio mientras la escuchaba hablar ¿Terremoto? No entendía de qué cojones hablaba. Todo fue cosa de Asder y Dexter. Soltó un pequeño suspiro y acto seguido sacó su guadaña de kairouseki puro. La señaló con ella y acto seguido empezó a arder de nuevo mientras la observaba. Se veía bastante pequeña a su lado, como un simple cachorro. Fue en ese momento cuando su ojo derecho tomó un brillo rojizo.

- Si revives, es que has muerto, insecto. Tu suerte se ha terminado, insignificante pardilla. Dices ser una Diosa, pues ahora cae ante mí.

El asesino entonces trató de colocar la hoja curvada de su arma pegada al cuello de ella, tratando de hacer contacto en todo momento para dejarla tonta. Estaba claro que eso de cambiar de tamaño debía de ser obra de alguna fruta del diablo, aunque quizás se equivocaba. Le diese o no, con su pie utilizaría su monstruosa fuerza para apartar el cuerpo que la bloqueaba y colocarlo sobre el pecho de ella. No haría presión para no partirle los huesos, pero entonces la observaría fijamente. Si su plan había funcionado la tendría bajo su poder. Su velocidad también formaba parte de todo. Si ella huía de alguna forma, lanzaría cinco lanzas de fuego a su cuerpo para matarla.

- Bueno bueno bueno ¿Qué se siente ahora? Tus insultos me importan una mierda. Lo único que logras es que desee más tu muerte. Ahora ruega por tu vida o termina por caer al abismo. – Mencionaría haciendo arder su pie.

Poco a poco, mientras yo hablaba, aquel mortal se acercaba a mí. Un suspiro fue lo que soltó para después sacar una guadaña que posó en mi cuello tras unas palabras. Se estaba metiendo conmigo y a punto de golpearlo con todas mis fuerzas, noté como se mermaban al tener el filo de su arma tocándome. Parecía estar hecho de kliktonita. Sonreí, notaba el calor que su cuerpo desprendía y entonces posó su mano contra mi pecho. ¿Estaba a punto de violarme? No sólo era un amargado, sino también un pervertido.

- Vamos, vamos… ¿En serio vas por ese camino? Deja al menos que me quite la ropa. – Dije con tono de burla para después relamer mis labios con un toque de picardía. – Y si crees que tengo miedo a morir… ¡Jajajajaja! – Dije soltando todas mis fuerzas por la boca, tras escucharlo hablar. – No voy a rogar por algo tan poco valioso como la vida. – Finalicé.

Seguía riendo, no tenía miedo a nada a pesar de no tener fuerzas. Moví mi brazo bueno y posé la palma de la mano sobre el filo del arma. Comencé a reír mientras de mis ojos brotaban alguna que otra lágrima de dolor. Mi mano avanzaba lentamente intentando apartar el filo del arma, pero sin resultados. Primero un pequeño corte haciendo brotar sangre de mi mano, después, poco a poco, el tajo se iba haciendo más grande, penetrando en mi carne y atravesando poco a poco mi mano. El filo había llegado a mi muñeca, estaba dividiendo mi brazo en dos. Las risas histéricas no paraban de salir de mi boca, mientras la sangre brotaba con aún más fuerza de mi brazo.

- Mira el miedo que tengo. – Corté mi risa de golpe.

Gasté todas mis fuerzas para hacer que la guadaña atravesara mi brazo, cortándolo por la mitad y saliendo por el codo. La sangre comenzaba a inundar el suelo, estaba a punto de desangrarme si no hacía algo rápido.

La mirada del asesino continuaba clavada en la pequeña que tenía bajo su pie derecho. Su rostro cicatrizado mostró una expresión bastante seria cuando la escuchó hablar. Cuando dijo lo de quitarse la ropa no pudo evitar hacer una mueca de asco. Putos humanos y sus manías de restregarse. El demonio continuó con el pie ardiendo sobre ella mientras observaba lo que la muy loca estaba haciendo. Se estaba rajando el brazo por ella misma contra su guadaña. Asqueaba las muertes lentas, prefería rápidas y por ello empezaba a cansarse un poco. El espectáculo podía ser divertido para alguien normal, pero él estaba totalmente serio. Entonces pudo ver aquellas lágrimas de dolor.

- Eres toda una Diosa. Llorando humillada como una cría y estando pegada al suelo sin opción de moverte. Ahora mismo debes estar sintiendo la mayor vergüenza de tu vida, supuesta Diosa…

Mencionó al mismo tiempo que se mantenía impasible. Fue en ese momento cuando el asesino no se lo pensó mucho y lanzó una potente patada contra ella. Levantaría la guadaña a la hora del impacto. Su objetivo era estamparla contra una de las paredes con su brutal fuerza. Lo hiciera o no, se quedaría mirando de forma seria y metería su guadaña en su funda. Entonces fue cuando estiró el brazo hacia atrás formando unas llamas oscuras. Mostró una expresión siniestra y de repente se relamió despacio.

- Muere ahora…

El sonido de una explosión le hizo ladear un poco la cabeza. Una de las paredes se había roto y cuando la humareda se dispersó, pudo ver a cuatro figuras apuntarles con armas de fuego. Los cuatro poseían trajes negros, corbatas y sombreros. El gobierno… ¿Había mandado a hombres por él? Jin simplemente dejó de pensar en la debilitada presa y se quedó mirando fijamente a aquellos tipos. Agentes de élite al parecer. No tardó mucho en notar a uno de ellos lanzar una patada al aire y formar una onda cortante que fue por él. Conocía el movimiento del rankyaku y por ello mismo lanzó el suyo propio. El choque hizo que Surfer se desplazase tras uno de ellos y de un movimiento con su mano le partiese el cuello.

- Es una lástima, pero se terminó.

Aquel estúpido se intentaba burlar de mí, el mismo que va sin un brazo ni un ojo por la vida. Así son los mortales. Lanzó una patada contra mí y salí despedida, volando para así chocar con fuerza contra una pared. Sin duda había sufrido mucho y todo por culpa de un motivo: Aún no había acumulado todo mi poder, necesitaba más sacrificios. Aquello no era ni el 1% de mi verdadera fuerza, debía acumular al menos un 2% para vencer, de sobras, a aquel estúpido mortal. Le miré mientras mi cuerpo se desangraba.

- Esas lágrimas eran de risa. – Aclaré.

Mi mente comenzó a acumularse de las voces de los muertos del lugar. ¿No podía con él? ¿De verdad no confiaban en mí? Aunque mi verdadera fuerza aún no la había conseguido, no podía perder de esa manera.

- Pronto tendré mi verdadera fuerza e iré a por ti. – Le amenacé.

Una explosión se escuchó en el lugar lanzando una de las paredes por los aires. Al parecer algo la había derribado, cuatro personas con trajes negros de gran estilo. Sin duda alguna necesitaban algún consejo sobre moda, pero aun así iban aceptables. Aquello me recordó al día en el que me capturaron y me llevaron a aquel estúpido lugar. Hombres con traje… Tenían también el mismo estilo de pelea, lanzando ondas cortantes con una patada al aire. Y no eran los únicos. Jin respondió con el mismo ataque y acto seguido le partió el cuello a uno de ellos. Mi visión cada vez era más borrosa, había perdido demasiada sangre y el cuerpo que usaba aún era débil, sin duda, mi debilidad. Necesitaba más poder, más energía, un mejor cuerpo. Mi mente cayó en un profundo sueño, me había desmayado. Pero algo me decía que aquello no era el fin.

- Volveré. – Dije segundos antes de desmayarme.

Jin terminó con dos más de ellos dejando con vida tan solo a un agente que pareció enfadarse bastante. El rojizo ojo del demonio se clavó en su presa y esta no tardó mucho en quitarse la ropa. El moreno ladeó la cabeza observando el cuerpo de su oponente crecer hasta convertirse en una especie de jirafa enorme. Poseía un mazo de metal y su expresión era seria. El asesino se quedó impresionado ante el animal que iba a enfrentarle. No tardó mucho en aumentar la intensidad de sus llamas y acto seguido atravesó las rodillas de su oponente con un par de lanzas de fuego sólido. Los gritos de su rival eran grandes. Entonces el olor de más personas comenzó a llegar a la sala.

- Pronto estarás en prisión, cabronazo. – Mencionó aquel tipo escupiendo a un lado.

- Hablas demasiado… – Susurró el asesino al mismo tiempo que se desplazaba a una velocidad inhumana a su espalda. Del cuerpo de Surfer surgieron dos pinchos oscuros que atravesaron el corazón y la cabeza de su rival al momento.

Una expresión siniestra se formó en el rostro de Jin, el cual tiró el cuerpo ahora humano de su zoan oponente al suelo de una patada. Entonces notó las presencias de decenas de personas. Era una jodida trampa y no podía arriesgarse a que hubiese algún almirante o dos. Sus cabellos pasaron a ser de un tono rojizo y ambos ojos pasaron a ser dorados. Entonces se quitó la túnica quedando con una camiseta azul de manga larga. Prendió los cuerpos con llamas negras y después cambió su aura. Acto seguido saltó por una ventana, aterrizando en el suelo a la perfección.

- Hehehe… – Rio un poco antes de perderse en el bosque nocturno. Ya estaba tranquilo y todo ardería si los marines no eran rápidos.