Roland Oppenheimer
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Era una agradable tarde cuando el navegante del barco se percató del cambio del clima.
- Señor, estamos llegando a Cactus Island - le comunicó al agente Roland Oppenheimer.
Se encontraba en medio de una misión para capturar a un cazarrecompensas que había estado trabajando para un grupo criminal y, por ende, se había vuelto un criminal. De nombre Benri "Encapuchado" Delham, no se sabía mucho más sobre él. Siempre que aparecía en algún lugar escondía su rostro bajo una capucha negra, y se dice que es alguien fuerte. El agente ignoraba los comentarios sobre la fuerza del sujeto, estaba convencido de que él era una persona más fuerte aún y que sería un trabajo sencillo, pero algo le inquietaba y le extrañaba.
El Vicealmirante Zuko, un alto cargo de la marina, se encontraba en el mismo navío. Según le habían informado a Roland, se encontraba para supervisar su misión, pero realmente no había ninguna necesidad para eso, por lo que ea algo muy extraño y no le terminaba de cuadrar al mink.
De todas formas, no iba a descubrir nada quedándose de pie en la cubierta del barco, así que cuando tuviera la oportunidad intentaría hablar con el vicealmirante para intentar averiguar el por qué de su colaboración.
A pesar de lo descarado que pudiera parecer Roland, lo cierto es que ya se había creado su propio juicio sobre el marine. Apenas habían intercambiado más que algún saludo durante la travesía, pero había sido capaz de ver que se trataba de una persona seria y solo por su título debía de ser fuerte. Roland también estaba interesado en saber cómo de fuerte podría ser en verdad, aunque no creía que lo averiguase en esta misión.
Aunque todos esos pensamientos se le cruzaran por la cabeza, lo cierto es que estaban acercándose a la isla y el agente no tenía tiempo para estar perdiéndolo con cosas menos importantes. Su prioridad era cumplir a misión y ya después se preocuparía por el resto.
- Señor, estamos llegando a Cactus Island - le comunicó al agente Roland Oppenheimer.
Se encontraba en medio de una misión para capturar a un cazarrecompensas que había estado trabajando para un grupo criminal y, por ende, se había vuelto un criminal. De nombre Benri "Encapuchado" Delham, no se sabía mucho más sobre él. Siempre que aparecía en algún lugar escondía su rostro bajo una capucha negra, y se dice que es alguien fuerte. El agente ignoraba los comentarios sobre la fuerza del sujeto, estaba convencido de que él era una persona más fuerte aún y que sería un trabajo sencillo, pero algo le inquietaba y le extrañaba.
El Vicealmirante Zuko, un alto cargo de la marina, se encontraba en el mismo navío. Según le habían informado a Roland, se encontraba para supervisar su misión, pero realmente no había ninguna necesidad para eso, por lo que ea algo muy extraño y no le terminaba de cuadrar al mink.
De todas formas, no iba a descubrir nada quedándose de pie en la cubierta del barco, así que cuando tuviera la oportunidad intentaría hablar con el vicealmirante para intentar averiguar el por qué de su colaboración.
A pesar de lo descarado que pudiera parecer Roland, lo cierto es que ya se había creado su propio juicio sobre el marine. Apenas habían intercambiado más que algún saludo durante la travesía, pero había sido capaz de ver que se trataba de una persona seria y solo por su título debía de ser fuerte. Roland también estaba interesado en saber cómo de fuerte podría ser en verdad, aunque no creía que lo averiguase en esta misión.
Aunque todos esos pensamientos se le cruzaran por la cabeza, lo cierto es que estaban acercándose a la isla y el agente no tenía tiempo para estar perdiéndolo con cosas menos importantes. Su prioridad era cumplir a misión y ya después se preocuparía por el resto.
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Se había quedado dormido con un libro en la cara. El libro era un archivo del gobierno mundial, detallando las por ahora breves andanzas del agente Oppenheimer. El dragón, a pesar de que ya no era un Agente Especial y habia sido trasladado a la Marina por varios motivos, seguía estando a las órdenes del Cipher Pol. Por suerte para el vicealmirante, durante todo el tiempo que llevaban todavia no le habían pedido gran cosa. Esperaba con preocupación el día que le pidiesen espiar a sus compañeros marines, o peor todavía, acabar con alguno de ellos. No, aquella vez le habían pedido algo distinto: Supervisar a un iniciado. No sabía muy bien por qué ni que cosa especial podria tener el iniciado como para merecer esa vigilancia. Tampoco le dio vueltas.
Alguien levantó el libro de su cara, despertándolo. Zuko se encontraba en su silla, con la cabeza descansando hacia arriba sobre el respaldo. Abrió los ojos con cuidado y se frotó tras ver a Lara al otro lado. La teniente de cabellos rubios lo miró, con algo de enfado en el rostro.
—¿Ha vuelto a quedarse dormido trabajando? —preguntó, con un tono levemente acusador.
El dragón se desperezó y comprobó el estado desordenado en el que se encontraba el pequeño despacho temporal que le habían dado en aquel barco. No llevaba allí ni un día y ya lo había dejado hecho una leonera. Se pasó la mano por el pelo y dudó un momento.
—No lo sé.
—¿Que hora era la última vez que lo comprobó?
—Am... ¿Las cuatro de la tarde...? Creo.
—Son las seis. Ya hemos llegado a Cactus Island.
El marine apoyó los codos sobre la mesa, tapándose la cara con las manos. Suspiró hasta escuchar el leve ruido de cerámica delante suya. Apartó las manos para ver que la joven había dejado una taza de té sobre la mesa. El olor a té de jazmín, la receta de su tío, llegó hasta sus fosas nasales, invadiendo su cabeza con nostalgia y bienestar.
—Ah... Gracias, Teniente.
La teniente Lara Naion era la única persona en la marina que conocía su secreto, pues fue aquella que trató sus heridas causadas por la batalla en una de sus últimas misiones como agente del Cipher Pol. Cuando se unió a la marina y se la encontró, la joven estuvo apunto de revelar su secreto sin darse cuenta, pero Zuko pudo pararla y explicarle la situación. Ahora eran complices de aquel secreto y además había sido puesta bajo su mando. Era una de las personas en quién más confiaba en todo el ejército. La muchacha parecía enfadada, como siempre que el vicealmirante se mataba a trabajar.
—Lo siento, Lara. Cuando acabe esto te invitaré a un helado, ¿de acuerdo?
La joven salió del despacho con una despedida formal que se le hace a un superior. Zuko suspiró y se llevó las manos a la cara de nuevo. ¿Cómo podía ser tan idiota? ¿Helado? Le encantaban los helados, pero no podía comprarla con eso. Joder. Se levantó. Se bebió el té que, si bien estaba muy caliente, no le hizo daño alguno y salió del despacho cogiendo su capa de oficial. Buscó con la mirada al mink por cubierta hasta que lo localizó. Se acercó a él a la par que la isla estaba cada vez más cerca.
—Buenas tardes, agente. ¿Estás preparado?
Alguien levantó el libro de su cara, despertándolo. Zuko se encontraba en su silla, con la cabeza descansando hacia arriba sobre el respaldo. Abrió los ojos con cuidado y se frotó tras ver a Lara al otro lado. La teniente de cabellos rubios lo miró, con algo de enfado en el rostro.
—¿Ha vuelto a quedarse dormido trabajando? —preguntó, con un tono levemente acusador.
El dragón se desperezó y comprobó el estado desordenado en el que se encontraba el pequeño despacho temporal que le habían dado en aquel barco. No llevaba allí ni un día y ya lo había dejado hecho una leonera. Se pasó la mano por el pelo y dudó un momento.
—No lo sé.
—¿Que hora era la última vez que lo comprobó?
—Am... ¿Las cuatro de la tarde...? Creo.
—Son las seis. Ya hemos llegado a Cactus Island.
El marine apoyó los codos sobre la mesa, tapándose la cara con las manos. Suspiró hasta escuchar el leve ruido de cerámica delante suya. Apartó las manos para ver que la joven había dejado una taza de té sobre la mesa. El olor a té de jazmín, la receta de su tío, llegó hasta sus fosas nasales, invadiendo su cabeza con nostalgia y bienestar.
—Ah... Gracias, Teniente.
La teniente Lara Naion era la única persona en la marina que conocía su secreto, pues fue aquella que trató sus heridas causadas por la batalla en una de sus últimas misiones como agente del Cipher Pol. Cuando se unió a la marina y se la encontró, la joven estuvo apunto de revelar su secreto sin darse cuenta, pero Zuko pudo pararla y explicarle la situación. Ahora eran complices de aquel secreto y además había sido puesta bajo su mando. Era una de las personas en quién más confiaba en todo el ejército. La muchacha parecía enfadada, como siempre que el vicealmirante se mataba a trabajar.
—Lo siento, Lara. Cuando acabe esto te invitaré a un helado, ¿de acuerdo?
La joven salió del despacho con una despedida formal que se le hace a un superior. Zuko suspiró y se llevó las manos a la cara de nuevo. ¿Cómo podía ser tan idiota? ¿Helado? Le encantaban los helados, pero no podía comprarla con eso. Joder. Se levantó. Se bebió el té que, si bien estaba muy caliente, no le hizo daño alguno y salió del despacho cogiendo su capa de oficial. Buscó con la mirada al mink por cubierta hasta que lo localizó. Se acercó a él a la par que la isla estaba cada vez más cerca.
—Buenas tardes, agente. ¿Estás preparado?
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Ciertamente Roland había comenzado a sentirse afortunado. Se le acababa de presentar una oportunidad de oro para interactuar con el Vicealmirante de la marina, el cual si bien no parecía especialmente de buen humor, aparentaba interés en la misión que se avecinaba, aunque más bien parecía tener interés en las acciones del mink durante el transcurso de esta.
El marine había empezado una conversación en él, y Roland no iba a dejar pasar la ocasión de causar una buena impresión y de, además, intentar descubrir el motivo por el que alguien de su rango le acompañaba. Aunque no pertenecieran directamente a la misma organización, tanto la Marina como el Cipher Pol son agencias del Gobierno Mundial, y su objetivo es principalmente el mismo: proteger al mundo de cualquier amenaza. La única diferencia entre estos dos grupos es su forma de interpretar las amenazas y llevar a cabo su eliminación, pero no era de extrañar que algunas veces marines y agentes compartieran objetivos y trabajos. En su lugar, lo que sí llama la atención lo suficiente para pensar en que pueden haber motivos ocultos es el que alguien de un rango tan alto como puede ser el de vicealmirante acompañe a un simple iniciado.
Claro está que Roland no se considera a sí mismo un simple iniciado. El único motivo por el que no ha ascendido todavía es porque no le ha sido necesario para continuar con su vida, pero no se puede negar que sigue teniendo ese título a pesar de que debería estar varios rangos por encima. De todas formas, probablemente el mink, en su estado actual, no pudiera estar a la altura de su actual acompañante, por mucha rabia que le diese, pero dejando eso de lado debía aprovechar el momento para ver de qué pasta están hechas las personas que ostentan esos puestos.
- Buenas tardes Vicealmirante Zuko. Lo cierto es que no puedo estar más preparado. Desde que desembarquemos en la isla hallaremos al criminal y lo neutralizaremos. Aunque sí que hay una cosa que no me deja de rondar la cabeza, ¿por qué alguien con un cargo tan elevado e importante como el suyo acompañaría a un simple y poco importante iniciado como yo?
Roland estaba convencido de que si no le preguntaba directamente no obtendría ninguna respuesta que calmase su curiosidad y fue por esto por lo que engrandeció al marine al mismo tiempo que se humillaba a sí mismo, esperando que al valorar sus habilidades estuviera dispuesto a soltar la lengua con una persona tan "insignificante".
Una vez terminada la pequeña conversación el navío en el que se movían atracaría en Cactus Island dando comienzo a su misión. Si el vicealmirante no mostraba la iniciativa lo haría él mismo, yendo a visitar la taberna más cercana. Al tratarse de un lugar poblado de cazadores Roland esperaba que su trabajo fuera más fácil, suponiendo que esos cazadores en tipos legales. En el caso contrario se le ocurriría alguna estrategia para hacer salir a la luz a los indeseables.
El marine había empezado una conversación en él, y Roland no iba a dejar pasar la ocasión de causar una buena impresión y de, además, intentar descubrir el motivo por el que alguien de su rango le acompañaba. Aunque no pertenecieran directamente a la misma organización, tanto la Marina como el Cipher Pol son agencias del Gobierno Mundial, y su objetivo es principalmente el mismo: proteger al mundo de cualquier amenaza. La única diferencia entre estos dos grupos es su forma de interpretar las amenazas y llevar a cabo su eliminación, pero no era de extrañar que algunas veces marines y agentes compartieran objetivos y trabajos. En su lugar, lo que sí llama la atención lo suficiente para pensar en que pueden haber motivos ocultos es el que alguien de un rango tan alto como puede ser el de vicealmirante acompañe a un simple iniciado.
Claro está que Roland no se considera a sí mismo un simple iniciado. El único motivo por el que no ha ascendido todavía es porque no le ha sido necesario para continuar con su vida, pero no se puede negar que sigue teniendo ese título a pesar de que debería estar varios rangos por encima. De todas formas, probablemente el mink, en su estado actual, no pudiera estar a la altura de su actual acompañante, por mucha rabia que le diese, pero dejando eso de lado debía aprovechar el momento para ver de qué pasta están hechas las personas que ostentan esos puestos.
- Buenas tardes Vicealmirante Zuko. Lo cierto es que no puedo estar más preparado. Desde que desembarquemos en la isla hallaremos al criminal y lo neutralizaremos. Aunque sí que hay una cosa que no me deja de rondar la cabeza, ¿por qué alguien con un cargo tan elevado e importante como el suyo acompañaría a un simple y poco importante iniciado como yo?
Roland estaba convencido de que si no le preguntaba directamente no obtendría ninguna respuesta que calmase su curiosidad y fue por esto por lo que engrandeció al marine al mismo tiempo que se humillaba a sí mismo, esperando que al valorar sus habilidades estuviera dispuesto a soltar la lengua con una persona tan "insignificante".
Una vez terminada la pequeña conversación el navío en el que se movían atracaría en Cactus Island dando comienzo a su misión. Si el vicealmirante no mostraba la iniciativa lo haría él mismo, yendo a visitar la taberna más cercana. Al tratarse de un lugar poblado de cazadores Roland esperaba que su trabajo fuera más fácil, suponiendo que esos cazadores en tipos legales. En el caso contrario se le ocurriría alguna estrategia para hacer salir a la luz a los indeseables.
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El dragón sonrió levemente ante la pregunta del agente. Por supuesto, estaba lleno de curiosidad. Sin embargo, le extrañaba que no le hubiesen dado al menos los detalles. Simplemente se rascó la nuca.
—Tengo conexiones con el Cipher Pol ajenas a mi posición como Vicealmirante, no puedo decirte mucho más. Tus supervisores quieren que evalúe como te comportas trabajando con la marina, no hay más.
Antes de bajar del barco del todo ordenó al resto de marines que se quedarán allí atentos a cualquier nueva orden. Después, siguió al agente y vio como tomaba la iniciativa de la misión. Aquello era bueno, sin duda. Lo primero que hizo, cosa que era normal, fue entrar en una taberna. Zuko debía estar atento, pues si bien aquella no era una isla de piratas, no era tampoco una isla donde reinaba la ley. Entre los cazarrecompensas podría haber criminales y los propios cazadores no eran de fiar. Si le veían hacer las preguntas equivocadas en lugares equivocados podría buscarse un problema y perjudicar el éxito de la misión.
—Primera lección en el Grand Line, nunca te fíes de un cazarrecompensas. Su lealtad está con el dinero, se lo de quien se lo de. Un día pueden estar de tu lado y al siguiente venderle tu cabeza a un pirata —le dijo antes de entrar en la taberna.
El establecimiento estaba lleno de gente con aspecto rudo. Cicatrices, armas apoyadas en la mesa a su lado, jarras de cerveza siendo tragadas con desesperación.
—No es raro ver marines por aquí —fue lo primero que dijo el tabernero al verlos entrar.
Lo cual era normal, pues la altura y vestimenta de Zuko los delataba.
—¡Eh, yo conozco a ese tío! —dijo uno de los clientes poniéndose de pie—. ¡Eres el tio que cazó a Krauser el revolucionario!
—No exactamente.
Pero aquello no sirvió para callarlos. Los murmullos empezaron a resonar entre todos ellos. Zuko pudo escuchar algunos "debe ser muy fuerte", "¿Por qué está aquí?", "Krauser solía ser un almirante, ¿verdad?". El dragón simplemente miró al agente y le indicó con un gesto que preguntase lo que tenga que preguntar.
—Tengo conexiones con el Cipher Pol ajenas a mi posición como Vicealmirante, no puedo decirte mucho más. Tus supervisores quieren que evalúe como te comportas trabajando con la marina, no hay más.
Antes de bajar del barco del todo ordenó al resto de marines que se quedarán allí atentos a cualquier nueva orden. Después, siguió al agente y vio como tomaba la iniciativa de la misión. Aquello era bueno, sin duda. Lo primero que hizo, cosa que era normal, fue entrar en una taberna. Zuko debía estar atento, pues si bien aquella no era una isla de piratas, no era tampoco una isla donde reinaba la ley. Entre los cazarrecompensas podría haber criminales y los propios cazadores no eran de fiar. Si le veían hacer las preguntas equivocadas en lugares equivocados podría buscarse un problema y perjudicar el éxito de la misión.
—Primera lección en el Grand Line, nunca te fíes de un cazarrecompensas. Su lealtad está con el dinero, se lo de quien se lo de. Un día pueden estar de tu lado y al siguiente venderle tu cabeza a un pirata —le dijo antes de entrar en la taberna.
El establecimiento estaba lleno de gente con aspecto rudo. Cicatrices, armas apoyadas en la mesa a su lado, jarras de cerveza siendo tragadas con desesperación.
—No es raro ver marines por aquí —fue lo primero que dijo el tabernero al verlos entrar.
Lo cual era normal, pues la altura y vestimenta de Zuko los delataba.
—¡Eh, yo conozco a ese tío! —dijo uno de los clientes poniéndose de pie—. ¡Eres el tio que cazó a Krauser el revolucionario!
—No exactamente.
Pero aquello no sirvió para callarlos. Los murmullos empezaron a resonar entre todos ellos. Zuko pudo escuchar algunos "debe ser muy fuerte", "¿Por qué está aquí?", "Krauser solía ser un almirante, ¿verdad?". El dragón simplemente miró al agente y le indicó con un gesto que preguntase lo que tenga que preguntar.
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Llegó a una taberna, seguido únicamente por el Vicealmirante Zuko. Al parecer resto de tripulantes se quedaban esperando. Por el momento cuadraba la explicación que le dio el marine al decirle que sus superiores querían que le supervisase. Ciertamente había sido una pregunta lógica que resolvía sus dudas, y por el momento, a pesar de su habitual, no tenía ningún motivo para no creerle. Así pues entró en la taberna dispuesto a dar la talla, ya que estaba siendo observado.
Al entrar en la taberna algunas miradas de pocos amigos se cruzaron con la suya, que tampoco mostraba un rostro amigable. Siguió así así durante unos pocos segundos hasta que el marine entró detrás suyo y todas las miradas se pasaron sobre él. Al contrario de lo que le había dicho un instante antes de entrar en la taberna, los cazadores parecían respetar al Vicealmirante, cosa que no desaprovecharía.
Cuando todos empezaron a hablar entre ellos y a llenar el local de gritos y comentarios, el mink elevó aún más la voz para hacerlos callar. Pensaba aprovechar la popularidad del marine hasta sus límites, así que se hizo pasar por un subordinado suyo, cosa que no era del todo incierta ya que ambos trabajaban para el gobierno y su rango era mucho mayor que el suyo.
- Caballeros, el señor Zuko y yo andamos buscando a un peligroso criminal, antiguo cazarrecompensas, de nombre Benri "Encapuchado" Delham. Si alguien sabe algo sobre nos facilitaría a mí Y AL VICEALMIRANTE nuestra labor - dijo enfatizando la participación del marine en la misión.
Tras hacerlo todos se callaron. La expresión de sus caras cambió y empezaron a ignorar a los dos funcionarios del gobierno. Salvo una persona. Un hombre al estilo cowboy con un parche en el ojo que les hacía gestos para que se acercasen.
- Normalmente no hubiera usado su nombre - le dijo Roland al marine -. Pero uno debe ser capaz de aprovechar las ventajas que posee a la hora de conseguir información, como bien puede ser un grupo de admiradores borrachos - terminó mientras se acercaba a la mesa del tuerto.
Nada más llegar, tomó asiento y fue a hablar pero el hombre le cortó.
- Les diré todo lo que quieran sobre el capullo de Delham. El me arrebató mi ojo.
Al entrar en la taberna algunas miradas de pocos amigos se cruzaron con la suya, que tampoco mostraba un rostro amigable. Siguió así así durante unos pocos segundos hasta que el marine entró detrás suyo y todas las miradas se pasaron sobre él. Al contrario de lo que le había dicho un instante antes de entrar en la taberna, los cazadores parecían respetar al Vicealmirante, cosa que no desaprovecharía.
Cuando todos empezaron a hablar entre ellos y a llenar el local de gritos y comentarios, el mink elevó aún más la voz para hacerlos callar. Pensaba aprovechar la popularidad del marine hasta sus límites, así que se hizo pasar por un subordinado suyo, cosa que no era del todo incierta ya que ambos trabajaban para el gobierno y su rango era mucho mayor que el suyo.
- Caballeros, el señor Zuko y yo andamos buscando a un peligroso criminal, antiguo cazarrecompensas, de nombre Benri "Encapuchado" Delham. Si alguien sabe algo sobre nos facilitaría a mí Y AL VICEALMIRANTE nuestra labor - dijo enfatizando la participación del marine en la misión.
Tras hacerlo todos se callaron. La expresión de sus caras cambió y empezaron a ignorar a los dos funcionarios del gobierno. Salvo una persona. Un hombre al estilo cowboy con un parche en el ojo que les hacía gestos para que se acercasen.
- Normalmente no hubiera usado su nombre - le dijo Roland al marine -. Pero uno debe ser capaz de aprovechar las ventajas que posee a la hora de conseguir información, como bien puede ser un grupo de admiradores borrachos - terminó mientras se acercaba a la mesa del tuerto.
Nada más llegar, tomó asiento y fue a hablar pero el hombre le cortó.
- Les diré todo lo que quieran sobre el capullo de Delham. El me arrebató mi ojo.
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El muchacho captó un curso de acción enseguida y al ver la reputación del vicealmirante supo darle uso. Casi todos parecieron ignorarle, lo cual no era buena señal, no era buena señal para nada. Algunos empezaron a murmurar entre ellos, en voz tan baja que le sorprendía siquiera que pudieran oírse. Finalmente, un tipo con un parche en el ojo se levantó y les hizo señas al agente y al marine, declarando al llegar estos a su mesa no solo que les proporcionaría la información sino que sentía odio personal hacia el criminal. Pudo notar como la inquietud crecía en el establecimiento. Sin duda, Delham era una figura allí conocida, puede que temida. Y era muy probable que alguien de sus filas se encontrase en ese lugar. O tal vez era simplemente carroñeros cazarrecompensas buscando un buen pellizco de Delham si conseguían su favor.
—Estábamos en un trabajo, Delham y yo. Consistía en proteger un cargamento de Kairoseki. Los transportistas gubernamentales querían estar seguros, pues se habían enterado de que un señor del crimen pretendía hacerse con el contenido, así que contrataron a unos cuantos de nosotros. La avaricia de Delham sacó lo peor de él y vendió la ruta de transporte a dicho señor del crimen. Durante el abordaje, Delham me dejó tuerto y se hicieron con el cargamento. El barco quedó en muy mal estado y a duras penas conseguimos llegar a puerto.
—¿Y sabes dónde está?
Zuko no terminaba de fiarse, pues aquella persona era también un cazarrecompensas. Bien podría estar de parte de Delham y contándoles una mentira para llevarlos a su terreno. Sin embargo, no tenían tampoco más opciones.
—Sí, por eso mismo estoy aquí. Se ve que está buscando viejos amigos de profesión para que se unan a su nueva causa junto a aquel señor del crimen. Las malas lenguas dicen incluso que pretende derrocarlo. Buscad en los sitios más concurridos de la isla, seguramente lo encontréis por ahí, comiéndole la oreja a alguien.
Entonces miró al agente, buscando una respuesta.
—Estábamos en un trabajo, Delham y yo. Consistía en proteger un cargamento de Kairoseki. Los transportistas gubernamentales querían estar seguros, pues se habían enterado de que un señor del crimen pretendía hacerse con el contenido, así que contrataron a unos cuantos de nosotros. La avaricia de Delham sacó lo peor de él y vendió la ruta de transporte a dicho señor del crimen. Durante el abordaje, Delham me dejó tuerto y se hicieron con el cargamento. El barco quedó en muy mal estado y a duras penas conseguimos llegar a puerto.
—¿Y sabes dónde está?
Zuko no terminaba de fiarse, pues aquella persona era también un cazarrecompensas. Bien podría estar de parte de Delham y contándoles una mentira para llevarlos a su terreno. Sin embargo, no tenían tampoco más opciones.
—Sí, por eso mismo estoy aquí. Se ve que está buscando viejos amigos de profesión para que se unan a su nueva causa junto a aquel señor del crimen. Las malas lenguas dicen incluso que pretende derrocarlo. Buscad en los sitios más concurridos de la isla, seguramente lo encontréis por ahí, comiéndole la oreja a alguien.
Entonces miró al agente, buscando una respuesta.
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El cazarrecompensas obsequió a los agentes con información que de ser cierta sería muy útil y una anécdota personal sobre él y Delham. A Roland le pareció que no les estaba engañando; la rabia que desprendía cuando pronunciaba el nombre de quién le arrebató el ojo superaba cualquier otra emoción. De todas formas, aunque les estuviera mintiendo no parecía que fueran a encontrar ninguno otra fuente de información con facilidad. Y allí, junto al vicealmirante, Roland no debía usar métodos menos convencionales y más agresivos; tenía que causarle una buena impresión, y secuestrar y torturar a cualquier sospechoso no le ayudaría a ello.
Cuando el cazarrecompensas terminó de hablar el agente se encontró con la mirada del marine. Asintió con la cabeza y volvió a mirar al tuerto.
- Gracias por la información. Con esto posiblemente podamos hacernos cargo de Delham - le dijo al hombre y cuando terminó se levantó para salir del local.
Una vez fuera, mientras esperaba por Zuko, preparaba un plan de acción en su cabeza. Debía buscar por la isla, rastrear zonas propias de los cazarrecompensas en las que pudiera localizar a Delham o algún compañero suyo, y conseguir más información. Todo esto basándose en la veracidad de las palabras del tuerto. Siempre estaba la posibilidad de que les hubiera contado una mentira y los quisiera dirigir a una trampa. Debían moverse con cautela, pero eso tampoco podía detenerles. Ahora la clave se encontraba en dos puntos. El primero era pasar desapercibidos: si alguien que se movía por el bajo mundo detectaba la presencia de personal del Gobierno cerca suyo podría esconderse y no dejarse ver. El segundo era encontrar algún punto de la isla en donde encontrar una gran concentración de cazarrecompensas jóvenes y fáciles de convencer o manipular para unirse al grupo de Delham.
Una vez el marine salió de la taberna se acercó a él y le explicó el plan que acababa de formar.
- Señor Zuko, este es el plan que se me ha ocurrido. Para camuflarnos entre la multitud y no llamar la atención debemos ocultar nuestras identidades. Mi habilidad me permite cambiar mi aspecto físico y el de otras personas, otorgando el físico de alguien más. La mejor opción es hacernos pasar por cazarrecompensas novatos que están buscando algún trabajo jugoso. Si jugamos bien nuestras cartas podemos hallar pistas que nos lleven hasta el criminal que estamos buscando.
En caso de que al vicealmirante le pareciera bien, Roland llevaría a cabo su plan, y con los reflejos guardados en sus espejos los convertiría en dos hombres grandes y musculosos, con ropa basta y sendas espadas en la espalda. Roland poseería un aspecto más joven y un cabello rubio. Zuko pasaría a ser alguien más curtido y mantendría su pelo azabache. Acto seguido Roland buscaría las oficinas de empleos de los cazadores, centrándose más concretamente en los alrededores de esas zonas.
Cuando el cazarrecompensas terminó de hablar el agente se encontró con la mirada del marine. Asintió con la cabeza y volvió a mirar al tuerto.
- Gracias por la información. Con esto posiblemente podamos hacernos cargo de Delham - le dijo al hombre y cuando terminó se levantó para salir del local.
Una vez fuera, mientras esperaba por Zuko, preparaba un plan de acción en su cabeza. Debía buscar por la isla, rastrear zonas propias de los cazarrecompensas en las que pudiera localizar a Delham o algún compañero suyo, y conseguir más información. Todo esto basándose en la veracidad de las palabras del tuerto. Siempre estaba la posibilidad de que les hubiera contado una mentira y los quisiera dirigir a una trampa. Debían moverse con cautela, pero eso tampoco podía detenerles. Ahora la clave se encontraba en dos puntos. El primero era pasar desapercibidos: si alguien que se movía por el bajo mundo detectaba la presencia de personal del Gobierno cerca suyo podría esconderse y no dejarse ver. El segundo era encontrar algún punto de la isla en donde encontrar una gran concentración de cazarrecompensas jóvenes y fáciles de convencer o manipular para unirse al grupo de Delham.
Una vez el marine salió de la taberna se acercó a él y le explicó el plan que acababa de formar.
- Señor Zuko, este es el plan que se me ha ocurrido. Para camuflarnos entre la multitud y no llamar la atención debemos ocultar nuestras identidades. Mi habilidad me permite cambiar mi aspecto físico y el de otras personas, otorgando el físico de alguien más. La mejor opción es hacernos pasar por cazarrecompensas novatos que están buscando algún trabajo jugoso. Si jugamos bien nuestras cartas podemos hallar pistas que nos lleven hasta el criminal que estamos buscando.
En caso de que al vicealmirante le pareciera bien, Roland llevaría a cabo su plan, y con los reflejos guardados en sus espejos los convertiría en dos hombres grandes y musculosos, con ropa basta y sendas espadas en la espalda. Roland poseería un aspecto más joven y un cabello rubio. Zuko pasaría a ser alguien más curtido y mantendría su pelo azabache. Acto seguido Roland buscaría las oficinas de empleos de los cazadores, centrándose más concretamente en los alrededores de esas zonas.
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El dragón agradeció la información cuando el agente hubo pronunciado las palabras. El mink salió el primero, directo hacia la salida. Cuando el vicealmirante se propuso a levantarse, alguien le agarró del brazo. El agente ya había salido del local. El marine, con cuidado, miró quien le había cogido el brazo. Parecía una mujer, de avanzada edad. Estaba encorvada y una larga melena gris le llegaba casi hasta los talones. Zuko se extrañó.
—Cuidado con Delham—dijo la anciana con la voz temblorosa—... Cuidado... Cuidado...
Y se alejó mientras recitaba esas palabras una y otra vez. El vicealmirante se levantó del todo, todavía algo confuso. Miró al hombre con el que habían estado hablando, que le devolvió la mirada de extrañeza. Parece que tampoco la conocía. El dragón entonces se dirigió a la salida. Escuchó entonces el plan del agente, que resultó ser bastante prometedor.
—Conveniente habilidad, sin duda. Hagámoslo.
Después de buscar un lugar seguro en el que poder ponerse el "disfraz", lo hicieron. Ahora Zuko era un hombre musculoso, de cabello negro y rostro arrugado, con un frondoso mostacho decorándole la cara. Ciertamente, llevaba un tiempo pensando en si dejarse algo de bello facial. Un bigote, tal vez. En aquel momento había decidido no hacerlo. Fue entonces cuando empezaron su peculiar búsqueda. Lo único que tenían que hacer era fingir ser cazarrecompensas interesados en unirse a Delham si lo encontraban, aunque con extremo cuidado, pues no debían hacerlo demasiado obvio.
Llegaron a una plaza que enseguida llamó su atención. Estaba llena de gente, todos con aspecto de cazarrecompensas entrados en experiencias y batallas. En un lugar había un hombre, que era el centro de atención de todos los que allí se encontraban. Gritaba a los cuatro vientos que tenía una jugosa oportunidad de trabajo, que la paga sería buena y que cuanta más gente quiera unirse, mejor. Ese hombre no era Delham, sin embargo bien podría ser uno de sus enviados. Zuko miró a todo el mundo allí. Todos y cada uno de ellos eran gente que decía cazar criminales y luchar del lado del bien, pero todos serían capaces de apuñalarte por la espalda a cambio de un par de monedas. Ni uno solo de ellos era de fíar.
—Cuidado con Delham—dijo la anciana con la voz temblorosa—... Cuidado... Cuidado...
Y se alejó mientras recitaba esas palabras una y otra vez. El vicealmirante se levantó del todo, todavía algo confuso. Miró al hombre con el que habían estado hablando, que le devolvió la mirada de extrañeza. Parece que tampoco la conocía. El dragón entonces se dirigió a la salida. Escuchó entonces el plan del agente, que resultó ser bastante prometedor.
—Conveniente habilidad, sin duda. Hagámoslo.
Después de buscar un lugar seguro en el que poder ponerse el "disfraz", lo hicieron. Ahora Zuko era un hombre musculoso, de cabello negro y rostro arrugado, con un frondoso mostacho decorándole la cara. Ciertamente, llevaba un tiempo pensando en si dejarse algo de bello facial. Un bigote, tal vez. En aquel momento había decidido no hacerlo. Fue entonces cuando empezaron su peculiar búsqueda. Lo único que tenían que hacer era fingir ser cazarrecompensas interesados en unirse a Delham si lo encontraban, aunque con extremo cuidado, pues no debían hacerlo demasiado obvio.
Llegaron a una plaza que enseguida llamó su atención. Estaba llena de gente, todos con aspecto de cazarrecompensas entrados en experiencias y batallas. En un lugar había un hombre, que era el centro de atención de todos los que allí se encontraban. Gritaba a los cuatro vientos que tenía una jugosa oportunidad de trabajo, que la paga sería buena y que cuanta más gente quiera unirse, mejor. Ese hombre no era Delham, sin embargo bien podría ser uno de sus enviados. Zuko miró a todo el mundo allí. Todos y cada uno de ellos eran gente que decía cazar criminales y luchar del lado del bien, pero todos serían capaces de apuñalarte por la espalda a cambio de un par de monedas. Ni uno solo de ellos era de fíar.
Roland Oppenheimer
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El marine miró con buenos ojos el plan de Roland. Indudablemente era un buen plan, y una vez que encontraron un sitio adecuado para que nadie les viera, Roland creó un espejo y apuntando con él primero hacia el marine y después hacia sí mismo convirtió sus cuerpos en los de dos hombres anchos y musculosos con aspecto de cazarrecompensas. Odiaba usar ese poder, ya que para ello debía mirarse en el espejo, lo que le traía recuerdos y sentimientos amargos, pero era necesario para la misión, y poco a poco se iba acostumbrando.
- Recuerde que mientras estemos "disfrazados" no podemos usar nuestras habilidades ni poderes - le recordó el agente al Vicealmirante. Era una habilidad muy útil para infiltrarse y pasar desapercibido, pero en el aspecto bélico dejaba mucho que desear. Roland necesitaba pensar en mejores formas de aprovechar su akuma. Sentía que estaba desperdiciando su potencial, y eso no le gustaba, pero ahora debía centrarse en la misión.
Una vez camuflados entre la multitud la oportunidad se presentó ante ellos. Llegaron a una plaza, extensa y de piedra blanquecina. En el centro, un hombre, también musculoso pero de pelo pobre, sobresalía entre los demás. Gritaba llamando la atención de los cazadores de la isla, que no eran poco, ofreciendo grandes sumas de dinero para quien se atreviera a aceptar su trabajo. Lo cierto es que en ese momento al mink no se le ocurría un mejor sitio para conseguir información. Gran cantidad de cazadores reunidos, un hombre que podría estar trabajando para Delham y una jugosa pero también sospechosa oferta de trabajo. Su instinto le decía que ahí había algo, y lo descubriría.
- Señor, deberíamos apuntarnos para el trabajo y empezar a conseguir información. Acerquémonos a las hojas de inscripciones y pongámonos manos a la obra - sugirió el mink pero sin esperar una respuesta se adelantó hacia el contratante.
Llegó hasta donde estaba el hombre, al lado de una mesa con tongas de papeles que iba repartiendo.
- Dame dos, mi compañero y yo estamos interesados - dijo extendiendo la mano para coger los papeles. Cogió dos bolígrafos y volvió junto al almirante.
Roland empezó a rellenar su hoja, y una vez la tuviera completa y el marine hubiera hecho lo mismo las llevaría de vuelta entregándolas en la mano del contratante. Cuando el hombre las agarrase, antes de soltarlas, se acercaría ligeramente al hombre y le susurraría al oído:
- Hail Delham
- Recuerde que mientras estemos "disfrazados" no podemos usar nuestras habilidades ni poderes - le recordó el agente al Vicealmirante. Era una habilidad muy útil para infiltrarse y pasar desapercibido, pero en el aspecto bélico dejaba mucho que desear. Roland necesitaba pensar en mejores formas de aprovechar su akuma. Sentía que estaba desperdiciando su potencial, y eso no le gustaba, pero ahora debía centrarse en la misión.
Una vez camuflados entre la multitud la oportunidad se presentó ante ellos. Llegaron a una plaza, extensa y de piedra blanquecina. En el centro, un hombre, también musculoso pero de pelo pobre, sobresalía entre los demás. Gritaba llamando la atención de los cazadores de la isla, que no eran poco, ofreciendo grandes sumas de dinero para quien se atreviera a aceptar su trabajo. Lo cierto es que en ese momento al mink no se le ocurría un mejor sitio para conseguir información. Gran cantidad de cazadores reunidos, un hombre que podría estar trabajando para Delham y una jugosa pero también sospechosa oferta de trabajo. Su instinto le decía que ahí había algo, y lo descubriría.
- Señor, deberíamos apuntarnos para el trabajo y empezar a conseguir información. Acerquémonos a las hojas de inscripciones y pongámonos manos a la obra - sugirió el mink pero sin esperar una respuesta se adelantó hacia el contratante.
Llegó hasta donde estaba el hombre, al lado de una mesa con tongas de papeles que iba repartiendo.
- Dame dos, mi compañero y yo estamos interesados - dijo extendiendo la mano para coger los papeles. Cogió dos bolígrafos y volvió junto al almirante.
Roland empezó a rellenar su hoja, y una vez la tuviera completa y el marine hubiera hecho lo mismo las llevaría de vuelta entregándolas en la mano del contratante. Cuando el hombre las agarrase, antes de soltarlas, se acercaría ligeramente al hombre y le susurraría al oído:
- Hail Delham
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