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- Y el público enloquece -narró Al arrastrando las palabras, desganado-. Meganardo esquiva a Galhard, que se debate entre la vida y la siesta. Zay agente usa su lanza, una lanza muy larga, pero ya hemos hecho chistes sobre acomplejados... En fin, que esto no tiene ningún interés.
Se recostó sobre su helado asiento, fundiéndose con parte de él para obviar su naturaleza rígida, y cerró los ojos. Habían llegado allí para entregar los papeles referentes a la orden de obras en Water Seven para una pronta recuperación, así como el informe acerca de la marcha escoltada de Thawne: Tenía que asuminr las consecuencias tras sus actos y, por ende, arriesgarse a un expediente disciplinario. Sin embargo dentro del código Marine había un sinfín de normas, subapartados y vacíos legales en los que podía -y de hecho pensaba- refugiarse para evitar represalias: En primer lugar el artículo trescientos setenta y uno sección primera párrafo tres decía muy claramente que cualquier decisión militar estaba supeditada al interés del Gobierno Mundial; retorciendo levemente eso y con ayuda de los artículos setecientos ochenta y cuatrocientos doce había elaborado un texto en el que claramente explicaba la necesidad de recuperar Water Seven de manera pacífica, evitando más daños a la maltrecha isla y logrando un control total de la ciudad el tiempo suficiente para evitar que aquello volviese a pasar. Se sumaba a su estrategia un memorándum explicativo de setecientas once páginas acerca de casos particulares en los que marines de menor rango no solo no habían sido degradados, sino condecorados, entre otras muchas explicaciones y dibujos anatómicamente precisos de la calva de Thawne -de hecho, seiscientas de las páginas eran dibujos-. Aportaba además un plan de acción basado en el seguimiento: Con el estudio de los soldados del calvo habían logrado retrasarlos lo suficiente como para alejarlos de su líder, al cual seguían como polillas a la luz; y tras ellos, el Cipher Pol ya había sido informado para iniciar una misión de infiltración en la peligrosa organización de Thawne. Y, por último, pero no menos importante, se adjuntaba una transcripción de la amenaza de Dexter Black en la Aguja, bajo la cual una guerra en Water Seven habría despertado a un dragón dormido. Pero, pese a tenerlo todo controlado, no quería entregar el papeleo. Él había hecho lo correcto; de lo contrario probablemente inocentes y marines hubiesen perdido la vida, la isla hubiese sido arrasada y el mensaje del Gobierno habría sido poco más que una lastimosa inseguridad tan cobarde como peligrosa. ¿Por qué debía llegar y pedir perdón como si alguien pudiese exponerlo a un consejo de guerra? ¿Acaso pretendían que lamentara elegir defender a los civiles antes que acabar con un criminal de tres al cuarto?
- Mi oferta sigue en pie -le había dicho Legim antes de llevar todo eso hasta allí. Era sorprendente cómo, pese a su alcoholismo agravado por el kairoseki que nunca dejaban se quitase, el pirata a veces le daba donde más dolía con una afilada elocuencia.
Pero no era una oferta que pudiese aceptar. El mundo no necesitaba otro pirata bajo la bandera de los sueños; necesitaba un soldado con los pies el la tierra. Y por eso se levantó. Todo el mundo estaba entretenido, por lo que no le costó mucho escabullirse entre la multitud para acercarse al Palacio de Justicia. Allí tres hombres de negro esperaban, escoltando a un cuarto de edad venerable y aspecto regio.
- Aquí está todo el papeleo -espetó, lanzándoselo con cierto desprecio a uno de los agentes-. Todos los motivos por los que dejé ir a Thawne, todas las reglas que me obligaban a hacerlo y todos los casos similares de los últimos setenta años.
- Muy bien, será estudiado. -La sonrisa cortés del anciano ocultaba una leve mueca de desprecio, pero no dijo nada-. Espero que a partir de ahora podamos tener la relación provechosa que siempre hemos esperado de alguien como usted.
Al elevó medio labio en una sonrisa torva.
- No. Mi relación contigo, con todos tus compañeros, con todos tus gorilas... -No disimuló su repulsión mientras saltaba con la mirada de uno a otro-. No es otra que la que tengo con cualquier otro funcionario. Si no te gusta que siga las reglas, cámbialas y dame otras. Pero te advierto que...
- Voy a hacerle un favor y marcharme antes de que diga algo malinterpretable, señor Naion. No será castigado por el momento, pero tenga cuidado: En algún momento la organización de Thawne podría salpicarle. Y nadie quiere que eso suceda, ¿verdad?
Al se quedó allí plantado mientras los cuatro se iban. Aquello pintaba muy negro...
Se recostó sobre su helado asiento, fundiéndose con parte de él para obviar su naturaleza rígida, y cerró los ojos. Habían llegado allí para entregar los papeles referentes a la orden de obras en Water Seven para una pronta recuperación, así como el informe acerca de la marcha escoltada de Thawne: Tenía que asuminr las consecuencias tras sus actos y, por ende, arriesgarse a un expediente disciplinario. Sin embargo dentro del código Marine había un sinfín de normas, subapartados y vacíos legales en los que podía -y de hecho pensaba- refugiarse para evitar represalias: En primer lugar el artículo trescientos setenta y uno sección primera párrafo tres decía muy claramente que cualquier decisión militar estaba supeditada al interés del Gobierno Mundial; retorciendo levemente eso y con ayuda de los artículos setecientos ochenta y cuatrocientos doce había elaborado un texto en el que claramente explicaba la necesidad de recuperar Water Seven de manera pacífica, evitando más daños a la maltrecha isla y logrando un control total de la ciudad el tiempo suficiente para evitar que aquello volviese a pasar. Se sumaba a su estrategia un memorándum explicativo de setecientas once páginas acerca de casos particulares en los que marines de menor rango no solo no habían sido degradados, sino condecorados, entre otras muchas explicaciones y dibujos anatómicamente precisos de la calva de Thawne -de hecho, seiscientas de las páginas eran dibujos-. Aportaba además un plan de acción basado en el seguimiento: Con el estudio de los soldados del calvo habían logrado retrasarlos lo suficiente como para alejarlos de su líder, al cual seguían como polillas a la luz; y tras ellos, el Cipher Pol ya había sido informado para iniciar una misión de infiltración en la peligrosa organización de Thawne. Y, por último, pero no menos importante, se adjuntaba una transcripción de la amenaza de Dexter Black en la Aguja, bajo la cual una guerra en Water Seven habría despertado a un dragón dormido. Pero, pese a tenerlo todo controlado, no quería entregar el papeleo. Él había hecho lo correcto; de lo contrario probablemente inocentes y marines hubiesen perdido la vida, la isla hubiese sido arrasada y el mensaje del Gobierno habría sido poco más que una lastimosa inseguridad tan cobarde como peligrosa. ¿Por qué debía llegar y pedir perdón como si alguien pudiese exponerlo a un consejo de guerra? ¿Acaso pretendían que lamentara elegir defender a los civiles antes que acabar con un criminal de tres al cuarto?
- Mi oferta sigue en pie -le había dicho Legim antes de llevar todo eso hasta allí. Era sorprendente cómo, pese a su alcoholismo agravado por el kairoseki que nunca dejaban se quitase, el pirata a veces le daba donde más dolía con una afilada elocuencia.
Pero no era una oferta que pudiese aceptar. El mundo no necesitaba otro pirata bajo la bandera de los sueños; necesitaba un soldado con los pies el la tierra. Y por eso se levantó. Todo el mundo estaba entretenido, por lo que no le costó mucho escabullirse entre la multitud para acercarse al Palacio de Justicia. Allí tres hombres de negro esperaban, escoltando a un cuarto de edad venerable y aspecto regio.
- Aquí está todo el papeleo -espetó, lanzándoselo con cierto desprecio a uno de los agentes-. Todos los motivos por los que dejé ir a Thawne, todas las reglas que me obligaban a hacerlo y todos los casos similares de los últimos setenta años.
- Muy bien, será estudiado. -La sonrisa cortés del anciano ocultaba una leve mueca de desprecio, pero no dijo nada-. Espero que a partir de ahora podamos tener la relación provechosa que siempre hemos esperado de alguien como usted.
Al elevó medio labio en una sonrisa torva.
- No. Mi relación contigo, con todos tus compañeros, con todos tus gorilas... -No disimuló su repulsión mientras saltaba con la mirada de uno a otro-. No es otra que la que tengo con cualquier otro funcionario. Si no te gusta que siga las reglas, cámbialas y dame otras. Pero te advierto que...
- Voy a hacerle un favor y marcharme antes de que diga algo malinterpretable, señor Naion. No será castigado por el momento, pero tenga cuidado: En algún momento la organización de Thawne podría salpicarle. Y nadie quiere que eso suceda, ¿verdad?
Al se quedó allí plantado mientras los cuatro se iban. Aquello pintaba muy negro...
Gareth Silverwing
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Jaja, si, nuestra técnica conjunta había funcionado a pedir de boca, sea lo que sea lo que intentábamos lograr. Parece que por fin Meganardo estaba poniéndose en serio y el mink también. Era la hora de subir el nivel del espectáculo un poco más allá, por el entretenimiento del público y todo eso.
Mientras ellos hacían lo suyo y Galhard estaba en medio más perdido que Kai en una biblioteca y Leiren en una tienda de dulces, yo me escabullí rápidamente, saqué mi arma y me puse a clavarla en el suelo alrededor de la arena y haciendo un efecto de pala en diferentes sitios. Tras eso la guardé y regresé a donde estaba.
- Ya lo tenemos donde lo queremos Meganardo. ¡Rápido, usa terremoto!
Sin duda era uno de los movimientos más poderosos y arriesgados en estos combates, el cual había marcado la meta de juego de los primeros combates de entrenadores durante tres generaciones. Todo ello cambió cuando se introdujo la meta del Rokushiki y el maldito Geppou que transformaba a los aprendices en tipo volador. Las cosas ya no eran como antes, pero todavía quedaban algunos entrenadores de la vieja escuela como yo.
Me metí debajo del hueco que había hecho en la arena y usé toda mi fuerza para levantar la roca madre y sacudirla con gran violencia, para luego terminar con golpe en el centro y reducir lo que quedaba a escombros. Una vez hecho esto me retiraría al sitio de antes a ver lo que había logrado.
- Jaja ¿Que te ha parecido eso Scarfguy?... ¿Scarfguy?
Mientras ellos hacían lo suyo y Galhard estaba en medio más perdido que Kai en una biblioteca y Leiren en una tienda de dulces, yo me escabullí rápidamente, saqué mi arma y me puse a clavarla en el suelo alrededor de la arena y haciendo un efecto de pala en diferentes sitios. Tras eso la guardé y regresé a donde estaba.
- Ya lo tenemos donde lo queremos Meganardo. ¡Rápido, usa terremoto!
Sin duda era uno de los movimientos más poderosos y arriesgados en estos combates, el cual había marcado la meta de juego de los primeros combates de entrenadores durante tres generaciones. Todo ello cambió cuando se introdujo la meta del Rokushiki y el maldito Geppou que transformaba a los aprendices en tipo volador. Las cosas ya no eran como antes, pero todavía quedaban algunos entrenadores de la vieja escuela como yo.
Me metí debajo del hueco que había hecho en la arena y usé toda mi fuerza para levantar la roca madre y sacudirla con gran violencia, para luego terminar con golpe en el centro y reducir lo que quedaba a escombros. Una vez hecho esto me retiraría al sitio de antes a ver lo que había logrado.
- Jaja ¿Que te ha parecido eso Scarfguy?... ¿Scarfguy?
Omega
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No parecía que el chico estuviese en condiciones de responderle. De hecho ni siquiera estaba escuchándole. Le dio un par de suaves pataditas para comprobar que seguía vivo y se encogió de hombros emitió una mezcla entre respiración y gruñido. Al menos seguía entero... más o menos. Tal vez deberían ir cancelando el combate y llevar a la enfermería al marine. No creía que semejante leñazo desde esa altura fuese bueno para la salud. Alzó la cabeza para buscar en el domo al Almirante y su compañero enmascarado crea-cúpula, pero el primero había desaparecido y el segundo estaba gritando a un tal Meganardo que usase "terremoto." Espera, ¿no era Meganardo como le había llamado Koneko? Suspiró.
- Pues vaya un mot...
Volvió a sentirlo. Seguía en peligro. Esta vez en lugar de una imagen sintió una fuerte agresividad y una voz dijo "aprovecharé que está distraído para ensartarlo." Esta vez su movimiento no fue totalmente inconsciente, sino que se giró siguiendo sus instintos y, poniéndose en guardia con los brazos cubriendo su torso, hizo frente al mink. En lugar de esquivarle golpeó violentamente el asta de la lanza cuando la puntaba estaba escasos centímetros de él, desviándola hacia un lado. Avanzó un paso rápido y alargó la mano izquierda hacia el cuello de Roland intentando aprisionarlo.
- Debería destrozarte como a un insecto - dijo, con una furia impropia de él.
¿Por qué...? Estaba actuando demasiado violento. "Te ha atacado a traición mientras intentabas ayudar a un herido. Es un cobarde y un asesino. Deberías darle su merecido." Sus músculos se tensaron mientras alzaba su puño derecho, cerrándolo con todas sus fuerzas. Su cuerpo pareció aumentar ligeramente de tamaño mientras un brillo carmesí casi imperceptible comenzaba a envolver su cuerpo. Sus ojos, ahora del color de la sangre, se clavaron en los de Oppenheimer, con una ira fría y asesina grabada en ellos. Ya no estaba tomándose aquello a broma, su siguiente golpe iría a hacer daño. Tanto como pudiera. A matar si matar tocaba.
Es decir, al menos esa era la intención inicial. Antes de que pudiera descargar su puñetazo contra el rostro del agente, el suelo crujió bajo ellos y de repente un fragmento de este providencialmente situado bajo Atsu, junto con muchos otros en toda la arena, salió disparado hacia los cielos. Y donde antes estaba su rival ahora estaba una cúpula de cristal que se acercaba cada vez más y más rápido.
- Esto va a dol...
- Pues vaya un mot...
Volvió a sentirlo. Seguía en peligro. Esta vez en lugar de una imagen sintió una fuerte agresividad y una voz dijo "aprovecharé que está distraído para ensartarlo." Esta vez su movimiento no fue totalmente inconsciente, sino que se giró siguiendo sus instintos y, poniéndose en guardia con los brazos cubriendo su torso, hizo frente al mink. En lugar de esquivarle golpeó violentamente el asta de la lanza cuando la puntaba estaba escasos centímetros de él, desviándola hacia un lado. Avanzó un paso rápido y alargó la mano izquierda hacia el cuello de Roland intentando aprisionarlo.
- Debería destrozarte como a un insecto - dijo, con una furia impropia de él.
¿Por qué...? Estaba actuando demasiado violento. "Te ha atacado a traición mientras intentabas ayudar a un herido. Es un cobarde y un asesino. Deberías darle su merecido." Sus músculos se tensaron mientras alzaba su puño derecho, cerrándolo con todas sus fuerzas. Su cuerpo pareció aumentar ligeramente de tamaño mientras un brillo carmesí casi imperceptible comenzaba a envolver su cuerpo. Sus ojos, ahora del color de la sangre, se clavaron en los de Oppenheimer, con una ira fría y asesina grabada en ellos. Ya no estaba tomándose aquello a broma, su siguiente golpe iría a hacer daño. Tanto como pudiera. A matar si matar tocaba.
Es decir, al menos esa era la intención inicial. Antes de que pudiera descargar su puñetazo contra el rostro del agente, el suelo crujió bajo ellos y de repente un fragmento de este providencialmente situado bajo Atsu, junto con muchos otros en toda la arena, salió disparado hacia los cielos. Y donde antes estaba su rival ahora estaba una cúpula de cristal que se acercaba cada vez más y más rápido.
- Esto va a dol...
Galhard
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El recluta se encontraba apoyado en el suelo,de rodillas dejando caer el peso de su cuerpo sobre su cara, sería un momento idóneo para dormir la mona si no fuese porque quería narrar el combate y escuchar ciertos gemidos le cortaban el sueño, se rascó la cabeza molesto, parecía que a pesar del golpetazo no se había hecho sangre, se levantó algo encorvado, daba la sensación de que la ira fluía en él, realmente, lo que le había herido no era el atroz golpe que se había dado contra el suelo si no la cruel jugarreta de Smileyboy.
Galhard se puso recto, en su rostro podía verse que estaba visiblemente enfadado y antes de poder reprochar a alguien notó como el suelo de su alrededor se movía violentamente, eso provocó que el cadete se enfadase aun más, pues eso era un indicativo que el campo de batalla iba a ser modificado y eso podía molestar a aquellos que habían apostado. Clavando su espada en el trozo de suelo donde se encontraba se mantuvo estoico en el lugar, la vena de su frente se infló y echando mano al microfono que aún llevaba consigo gritó:
-¿Quien ha sido el lumbreras que se ha cargado la arena? Eso constituye una modificación externa a la arena de combate y no asegura la igualdad en el combate como se promete en las clausulas de apuestas de Fobra Entertainment SL... Pero tampoco puedo decir nada ya que el agente furro no está usando el arma reglamentaria del encuentro, la pantufla y está haciendo uso de la lanza compensadora. Por esta vez lo dejaré pasar pero...-Gal hizo una pequeña pausa alejando el micro de su boca -¿Donde está Smileyboy? No le perdonaré por haberse aprovechado de mi confianza, voy a beberme su café y obligarle a subsistir con el café que le dan a los de esta isla durante un mes- Dijo mientras apretaba el brazo del microfono y se mantenía en la piedra.
-En la próxima infracción voy a intervenir en el combate a favor del que sufra la desventaja- Galhard volvió a acercar su boca al micrófono -Perdonen esta breve interrupción ¿Sois partidarios de los últimos acontecimientos del combate o preferíais el encuentro pantuflil que teníamos originariamente. La decisión es vuestra estimado público pues vuestra diversión es nuestro principal deseo....¿Verdad querido Scarfguy?- El recluta miró a todos lados después de no recibir ninguna respuesta -¿Al? Oh... Queridos espectadores, parece que nuestro comentarista principal ha desparecido y quien iba a ser arbitro está tratando de sabotear en favor de un concursante el combate, si bien, soy partidario del favorecido mi espíritu de deportividad libre me impide hacer la vista gorda a ello pero en vosotros queda la decisión final ¿Meganardo u Oppenzaymer? En vuestras apuestas queda quien creéis que ha de ser el ganador. Esta vez seré comentarista y arbitro de tan épico encuentro, más no dudaré de apoyar a quien se vea desfavorecido por causas externas.
Acabó su crecido monologo y dirigió su mirada a Open, al cual le señaló molesto la pantufla con la cual debía pelear en lugar de la lanza falica que insistía en seguir empleando. acabado esto empezó a buscar por los alrededores a ver si veía a Arthur.
Galhard se puso recto, en su rostro podía verse que estaba visiblemente enfadado y antes de poder reprochar a alguien notó como el suelo de su alrededor se movía violentamente, eso provocó que el cadete se enfadase aun más, pues eso era un indicativo que el campo de batalla iba a ser modificado y eso podía molestar a aquellos que habían apostado. Clavando su espada en el trozo de suelo donde se encontraba se mantuvo estoico en el lugar, la vena de su frente se infló y echando mano al microfono que aún llevaba consigo gritó:
-¿Quien ha sido el lumbreras que se ha cargado la arena? Eso constituye una modificación externa a la arena de combate y no asegura la igualdad en el combate como se promete en las clausulas de apuestas de Fobra Entertainment SL... Pero tampoco puedo decir nada ya que el agente furro no está usando el arma reglamentaria del encuentro, la pantufla y está haciendo uso de la lanza compensadora. Por esta vez lo dejaré pasar pero...-Gal hizo una pequeña pausa alejando el micro de su boca -¿Donde está Smileyboy? No le perdonaré por haberse aprovechado de mi confianza, voy a beberme su café y obligarle a subsistir con el café que le dan a los de esta isla durante un mes- Dijo mientras apretaba el brazo del microfono y se mantenía en la piedra.
-En la próxima infracción voy a intervenir en el combate a favor del que sufra la desventaja- Galhard volvió a acercar su boca al micrófono -Perdonen esta breve interrupción ¿Sois partidarios de los últimos acontecimientos del combate o preferíais el encuentro pantuflil que teníamos originariamente. La decisión es vuestra estimado público pues vuestra diversión es nuestro principal deseo....¿Verdad querido Scarfguy?- El recluta miró a todos lados después de no recibir ninguna respuesta -¿Al? Oh... Queridos espectadores, parece que nuestro comentarista principal ha desparecido y quien iba a ser arbitro está tratando de sabotear en favor de un concursante el combate, si bien, soy partidario del favorecido mi espíritu de deportividad libre me impide hacer la vista gorda a ello pero en vosotros queda la decisión final ¿Meganardo u Oppenzaymer? En vuestras apuestas queda quien creéis que ha de ser el ganador. Esta vez seré comentarista y arbitro de tan épico encuentro, más no dudaré de apoyar a quien se vea desfavorecido por causas externas.
Acabó su crecido monologo y dirigió su mirada a Open, al cual le señaló molesto la pantufla con la cual debía pelear en lugar de la lanza falica que insistía en seguir empleando. acabado esto empezó a buscar por los alrededores a ver si veía a Arthur.
Roland Oppenheimer
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Movimiento tras movimiento, ataque tras ataque, el mink no sabía por qué pero el agente Omega seguía esquivando todos sus golpes. En esta ocasión fue aún más sorprendente, ya que no solo evadió su ataque de una forma muy efectiva sino que fue a contraatacar con lo que parecía un puñetazo que rebosaba poder. Roland se encontraba preparado para activar su Tekkai cuando al final un afortunado cambio en la ecuación alteró el combate.
Su rival ahora mismo se encontraba lejos ya que había volado hacia lo más alto de la cúpula, aunque él no había sufrido mejor suerte. En lo que parecía una tormenta de piedras y escombros un pedazo de adoquín empujó a Roland hacia atrás de un golpe en la cabeza haciendo que soltase su lanza en el acto. No duró mucho tiempo en el suelo, pero al levantarse pudo observar cómo el escenario había cambiado y no sabía decir si para mejor. Parecía como si un grupo de elefantes furiosos enloquecidos hubieran pasado por ahí destrozando todo a su paso. O casi todo, ya que puedo observar cómo el compañero del Almirante, el chico mocoso que ahora portaba una máscara extraña, seguía de pie, sujeto a su espada clavada en el suelo.
Cuando todo hubo pasado el joven marine se llevó un micrófono a la boca y empezó a recitar una sarta de cosas de las cuales Roland solo pareció escuchar "agente furro" y "lanza compensadora". Como era de esperar al felino agente no le hizo ni gracia, pero se mantuvo de contestar o realizar acciones aún más agresivas ya que estaba centrado Omega, el culpable de hacer llevar su ira tan lejos.
El problema se produjo cuando el enmascarado comentarista, sin hacer uso de las palabras, señaló la pantufla que casualmente se encontraba cerca del mink en ese momento, como queriendo decir: ¿vas a usar tu arma reglamentaria de una maldita vez, pendejo? O al menos así parecía en la cabeza de Roland. Molesto, esta vez no se pudo contener, y se agachó a recoger la pantufla.
- Muy bien, jugaré con tus reglas - dijo mientras con mano izquierda en su hombro derecho empezaba a hacer girar su brazo diestro el cual sujetaba la pantufla para lanzarla con fuerza hacia la cara del marine - ¡LANZAMIENTO!
Su rival ahora mismo se encontraba lejos ya que había volado hacia lo más alto de la cúpula, aunque él no había sufrido mejor suerte. En lo que parecía una tormenta de piedras y escombros un pedazo de adoquín empujó a Roland hacia atrás de un golpe en la cabeza haciendo que soltase su lanza en el acto. No duró mucho tiempo en el suelo, pero al levantarse pudo observar cómo el escenario había cambiado y no sabía decir si para mejor. Parecía como si un grupo de elefantes furiosos enloquecidos hubieran pasado por ahí destrozando todo a su paso. O casi todo, ya que puedo observar cómo el compañero del Almirante, el chico mocoso que ahora portaba una máscara extraña, seguía de pie, sujeto a su espada clavada en el suelo.
Cuando todo hubo pasado el joven marine se llevó un micrófono a la boca y empezó a recitar una sarta de cosas de las cuales Roland solo pareció escuchar "agente furro" y "lanza compensadora". Como era de esperar al felino agente no le hizo ni gracia, pero se mantuvo de contestar o realizar acciones aún más agresivas ya que estaba centrado Omega, el culpable de hacer llevar su ira tan lejos.
El problema se produjo cuando el enmascarado comentarista, sin hacer uso de las palabras, señaló la pantufla que casualmente se encontraba cerca del mink en ese momento, como queriendo decir: ¿vas a usar tu arma reglamentaria de una maldita vez, pendejo? O al menos así parecía en la cabeza de Roland. Molesto, esta vez no se pudo contener, y se agachó a recoger la pantufla.
- Muy bien, jugaré con tus reglas - dijo mientras con mano izquierda en su hombro derecho empezaba a hacer girar su brazo diestro el cual sujetaba la pantufla para lanzarla con fuerza hacia la cara del marine - ¡LANZAMIENTO!
- ¡Aquí estoy por motivos ajenos a la tram...!
Un pantuflazo impactó en su cara con tanta fuerza dramática que lo hizo caer al suelo instantáneamente. Desde el destrozado cuadrilátero -aunque nunca había tenido forma de cuadrilátero- observó que la arena estaba... bueno, destrozada. ¿Qué había sucedido ahí? Y más importante: ¿Por qué parecía que alguien había intentado llevar a cabo una especie de duelo de mascotas pese a su negativa inicial? Es más, ¿por qué alguien parecía haber utilizado un ataque cuyo nombre podría ser "temblor", "seísmo" o cualquier cosa similar excepto "terremoto"?
- Definitivamente terremoto sería un nombre pésimo -dijo en voz alta, mirando el cielo con gesto ausente. De haber tenido un pitillo a mano -o de gustarle fumar- habría sacado de su bolsillo un cigarro... ¡Un momento! ¡El cigarro de las fotos! Sacó de su bolsillo un pitillo y una pequeña cámara instamatic, de esas que se revelaban solas agitando el papel al aire. Con un fuerte chasquido de dedos, de esos tan fuertes que hacen saltar chispas, encendió el cigarro y apuntó la instax hacia sí mismo-. ¡Es buen momento para un selfie!
Cuando la imagen fue clara percibió los pies de Galhard en la escena, manchando su depurada foto de calma y tranquilidad. Por ello se quitó la zapatilla de la cara y se levantó furioso. ¡Habían arruinado su momento selfie! Había encendido un cigarro, había dado una calada, esa mierda estaría diez años en sus pulmones...
- ¡¿Te das cuenta de lo que has hecho?! -gritó con una profunda voz iracunda, como salida del mismísimo infierno-. ¡Esta foto iba para mi muro, y la has arruinado!
Efectivamente, Al tenía un muro en su despacho: Concretamente, el muro tras la mesa de su secretaria justo en la antesala de su despacho, donde colgaba todas sus imágenes e invitaba a la gente a dejar post-its con comentarios que él, en ocasiones, respondía. Sin embargo odiaba que sus selfies dejasen de ser solo suyas sin el debido permiso.
- ¡¿Tú sabes lo que cuesta el papel fotográfico en un mundo donde todavía no existe la tecnología necesaria para fabricar papel higiénico de triple capa?! ¡Su precio podría estimarse en diamantes, o aguacates! Me has arruinado, Galhard. Ya no puedo confiar en ti.
Se dio cuenta de que probablemente lo que acababa de decir era una sarta de boberías y, de hecho, no tenía muy claro cómo había llegado tan deprisa de entregar el papeleo, pero tampoco se lo cuestionó. Simplemente, igual que en sus chistes favoritos, hizo algo inesperado:
- ¡Meganardo, sufre el poder del penecóptero!
Antes de que nadie se diese cuenta Al estaba acercándose peligrosamente a la cara de Meganardo, sin pantalones y su pene -con un nuevo y mejorado Príncipe Alberto- girando a una velocidad que lo hacía semejar blureado. Sin embargo, cuando impactase en su mejilla notaría todo el poder del almirante. Y, tras ello, sin dejar que nadie reaccionase, se pondría los pantalones y haría como que nada había pasado.
- ¿Que yo qué? -diría. Sí. Eso diría.
Un pantuflazo impactó en su cara con tanta fuerza dramática que lo hizo caer al suelo instantáneamente. Desde el destrozado cuadrilátero -aunque nunca había tenido forma de cuadrilátero- observó que la arena estaba... bueno, destrozada. ¿Qué había sucedido ahí? Y más importante: ¿Por qué parecía que alguien había intentado llevar a cabo una especie de duelo de mascotas pese a su negativa inicial? Es más, ¿por qué alguien parecía haber utilizado un ataque cuyo nombre podría ser "temblor", "seísmo" o cualquier cosa similar excepto "terremoto"?
- Definitivamente terremoto sería un nombre pésimo -dijo en voz alta, mirando el cielo con gesto ausente. De haber tenido un pitillo a mano -o de gustarle fumar- habría sacado de su bolsillo un cigarro... ¡Un momento! ¡El cigarro de las fotos! Sacó de su bolsillo un pitillo y una pequeña cámara instamatic, de esas que se revelaban solas agitando el papel al aire. Con un fuerte chasquido de dedos, de esos tan fuertes que hacen saltar chispas, encendió el cigarro y apuntó la instax hacia sí mismo-. ¡Es buen momento para un selfie!
Cuando la imagen fue clara percibió los pies de Galhard en la escena, manchando su depurada foto de calma y tranquilidad. Por ello se quitó la zapatilla de la cara y se levantó furioso. ¡Habían arruinado su momento selfie! Había encendido un cigarro, había dado una calada, esa mierda estaría diez años en sus pulmones...
- ¡¿Te das cuenta de lo que has hecho?! -gritó con una profunda voz iracunda, como salida del mismísimo infierno-. ¡Esta foto iba para mi muro, y la has arruinado!
Efectivamente, Al tenía un muro en su despacho: Concretamente, el muro tras la mesa de su secretaria justo en la antesala de su despacho, donde colgaba todas sus imágenes e invitaba a la gente a dejar post-its con comentarios que él, en ocasiones, respondía. Sin embargo odiaba que sus selfies dejasen de ser solo suyas sin el debido permiso.
- ¡¿Tú sabes lo que cuesta el papel fotográfico en un mundo donde todavía no existe la tecnología necesaria para fabricar papel higiénico de triple capa?! ¡Su precio podría estimarse en diamantes, o aguacates! Me has arruinado, Galhard. Ya no puedo confiar en ti.
Se dio cuenta de que probablemente lo que acababa de decir era una sarta de boberías y, de hecho, no tenía muy claro cómo había llegado tan deprisa de entregar el papeleo, pero tampoco se lo cuestionó. Simplemente, igual que en sus chistes favoritos, hizo algo inesperado:
- ¡Meganardo, sufre el poder del penecóptero!
Antes de que nadie se diese cuenta Al estaba acercándose peligrosamente a la cara de Meganardo, sin pantalones y su pene -con un nuevo y mejorado Príncipe Alberto- girando a una velocidad que lo hacía semejar blureado. Sin embargo, cuando impactase en su mejilla notaría todo el poder del almirante. Y, tras ello, sin dejar que nadie reaccionase, se pondría los pantalones y haría como que nada había pasado.
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¿Quien iba a decir que provocar un terremoto literal en un lugar confinado y lleno de gente, ya alterada de por si, no ayudaría a calmar los ánimos? No entendía la razón por la cual todo se había vuelto un caos. Para empezar, Al había aparecido para salvar a Galhar de una pantufla traicionera, lanzada a la espalda por el mink. No se lo reprochaba, era nuevo en esto y debía aprender a esperar lo inesperado. Lo que me enfadaba era la actitud sobreprotectora de Al, así como su manía de ampliar el muro de sandeces y fotos de gatos fumando que había quemado 12 veces... por colgarlo encima del mapamundi. También tendría que dar un toque de atención a Galhard, pero eso en otro momento. Tenía asuntos que requerían mi atención.
No sólo se iba a estrellar mi mascota contra la cúpula de hielo, sino que para colmo, por alguna razón, Al se estaba desabrochando bragueta y mirándolo, con ojos deseosos y un cremoso reflejo en estos. Saltó al tiempo que gritaba algo de penecóptero, mis peores temores se habían confirmado. Eso era un movimiento calificado por encima de las listas de Uber, prohibido en torneos a nivel internacional. No podía permitir que se saliera con la suya, pero era demasiado tarde para alcanzarle, todo quedaba en las prietas nalgas de Meganardo.
- ¡Es hora de usar nuestro as en la manga! ¡Meganardo, megaevoluciona a Mega-Meganardo!- Tras eso levanté mi brazo en un gesto alentador u un brillo cegador emergió de entre mis dedos.
La cúpula estalló en mil pedazos al inestabilizar su estructura con un cambio brusco de temperatura. Pero lo importante no era eso Un brillo similar a los rayos del sol que despuntan sobre el horizonte envolvió a Meganardo, concentrando el calor en su cuerpo, pero sin dejar que lo quemase, aislándolo del daño del fuego, aunque haciendo que su ropa estallase. Concentré el calor en el único apéndice de su anatomía que podía soportar tal carga. Una luz blanquecina y pura se extendió por todo su miembro, tomando forma y extendiéndose más allá de su longitud original, incandescente como un sol alargado. Una cuchilla de la justicia, una lanza sagrada para parar el mal y la corrupción.
- ¡Tu puedes detenerlo Meganardo, Usa nuestro mejor ataque, El Amanecer Glorioso! - Dejé que mi voluntad se extendiese hasta su cuerpo para alentarle y darle las fuerzas suficientes para que, por lo menos, pudiese protegerse del traicionero ataque de al.
Después de esto tendría unaseria charla con él... y con Galhar, veamos quien va a beber el qué.
No sólo se iba a estrellar mi mascota contra la cúpula de hielo, sino que para colmo, por alguna razón, Al se estaba desabrochando bragueta y mirándolo, con ojos deseosos y un cremoso reflejo en estos. Saltó al tiempo que gritaba algo de penecóptero, mis peores temores se habían confirmado. Eso era un movimiento calificado por encima de las listas de Uber, prohibido en torneos a nivel internacional. No podía permitir que se saliera con la suya, pero era demasiado tarde para alcanzarle, todo quedaba en las prietas nalgas de Meganardo.
- ¡Es hora de usar nuestro as en la manga! ¡Meganardo, megaevoluciona a Mega-Meganardo!- Tras eso levanté mi brazo en un gesto alentador u un brillo cegador emergió de entre mis dedos.
La cúpula estalló en mil pedazos al inestabilizar su estructura con un cambio brusco de temperatura. Pero lo importante no era eso Un brillo similar a los rayos del sol que despuntan sobre el horizonte envolvió a Meganardo, concentrando el calor en su cuerpo, pero sin dejar que lo quemase, aislándolo del daño del fuego, aunque haciendo que su ropa estallase. Concentré el calor en el único apéndice de su anatomía que podía soportar tal carga. Una luz blanquecina y pura se extendió por todo su miembro, tomando forma y extendiéndose más allá de su longitud original, incandescente como un sol alargado. Una cuchilla de la justicia, una lanza sagrada para parar el mal y la corrupción.
- ¡Tu puedes detenerlo Meganardo, Usa nuestro mejor ataque, El Amanecer Glorioso! - Dejé que mi voluntad se extendiese hasta su cuerpo para alentarle y darle las fuerzas suficientes para que, por lo menos, pudiese protegerse del traicionero ataque de al.
Después de esto tendría unaseria charla con él... y con Galhar, veamos quien va a beber el qué.
Galhard
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Galhard miró extrañado a Al, aún no se había acostumbrado completamente a todas sus excentricidades y miró con desdén el papel fotográfico ¿No era acaso alguien pudiente un almirante?.
-¿Podrías por un momento analizar tu entorno antes de hacerte las fotos? Además si tanto odias el tabaco ¿Porqué no usas una piruleta?- Galhard ahora entendía que aquel extraño mural de fotos de Al no era obra de la secretaria de él si no de un acto de autofelación de su superior y no pudo evitar soltar una risa entre dientes.
-¡ESPERA! ¿Me estás diciendo que en este mundo no existe el papel de triple capa? ¿Con que me he estado limpiando entonces todos estos años?- Gal se llevó las manos a la cabeza con una expresión de terror inenarrable.
Contempló como Koneko y Meganardo se lanzaban en un ataque punzante de proporciones legendarias, Al con su mejorado piercing y Omega con un extraño resplandor, era el momento de brillar, si se iba a jugar a este juego uno no podía quedarse atrás, pensó el cadete sacando su espada del suelo, meditó en colocarla entre sus ingles pero descartó la idea.
Sus ojos buscaron a Oppen, ignorando por completo el que le intentase lanzar una zapatilla que Al interceptó, su mirada le decía todo. Una mezcla de invitación cordial y cierto reto eran transmisibles desde sus ojos hacia Oppen "Es hora de que demuestres que eres un mink pecho plateado y que enseñes al mundo que esa lanza no es para compensar, es hora de que las cuatro anacondas choquen en una hecatombe de virilidad"
Sin decir nada más el cadete se bajó ligeramente los pantalones y con gran furia pegó un enorme salto, saliendo en dirección hacia donde meganardo y Al iban a colisionar, si iban a jugar a quien la tenía más grande era hora de tomar parte y la invitación al felino estaba dada.
-Veréis ahora como las gastamos en el North blue... Técnica esgrimística secreta Du Alaïs... ESTOCADA DE AMOR CARGADA Tras decir esas palabras una misteriosa luz salió de la entrepierna del impetuoso recluta mientras la broenergía fluía por su cuerpo reforzando su brolpetazo saliendo al encuentro de las demás espadas viriles de los presentes.
-¿Podrías por un momento analizar tu entorno antes de hacerte las fotos? Además si tanto odias el tabaco ¿Porqué no usas una piruleta?- Galhard ahora entendía que aquel extraño mural de fotos de Al no era obra de la secretaria de él si no de un acto de autofelación de su superior y no pudo evitar soltar una risa entre dientes.
-¡ESPERA! ¿Me estás diciendo que en este mundo no existe el papel de triple capa? ¿Con que me he estado limpiando entonces todos estos años?- Gal se llevó las manos a la cabeza con una expresión de terror inenarrable.
Contempló como Koneko y Meganardo se lanzaban en un ataque punzante de proporciones legendarias, Al con su mejorado piercing y Omega con un extraño resplandor, era el momento de brillar, si se iba a jugar a este juego uno no podía quedarse atrás, pensó el cadete sacando su espada del suelo, meditó en colocarla entre sus ingles pero descartó la idea.
Sus ojos buscaron a Oppen, ignorando por completo el que le intentase lanzar una zapatilla que Al interceptó, su mirada le decía todo. Una mezcla de invitación cordial y cierto reto eran transmisibles desde sus ojos hacia Oppen "Es hora de que demuestres que eres un mink pecho plateado y que enseñes al mundo que esa lanza no es para compensar, es hora de que las cuatro anacondas choquen en una hecatombe de virilidad"
Sin decir nada más el cadete se bajó ligeramente los pantalones y con gran furia pegó un enorme salto, saliendo en dirección hacia donde meganardo y Al iban a colisionar, si iban a jugar a quien la tenía más grande era hora de tomar parte y la invitación al felino estaba dada.
-Veréis ahora como las gastamos en el North blue... Técnica esgrimística secreta Du Alaïs... ESTOCADA DE AMOR CARGADA Tras decir esas palabras una misteriosa luz salió de la entrepierna del impetuoso recluta mientras la broenergía fluía por su cuerpo reforzando su brolpetazo saliendo al encuentro de las demás espadas viriles de los presentes.
Omega
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No llegó hasta la cúpula, sino que empezó a perder inercia hasta detenerse a un escaso metros de esta. Al principio se alegró... es decir, hasta que la cúpula empezó a alejarse vertiginosamente. Notó la presión de la caída en su estómago y sus ojos empezaron a lagrimear, mezcla del viento y del miedo, todo sea dicho. Pero nada fue comparado a cuando vio volando hacia él a ella peonza del mal, aquel constructo volador de carne y metal, aquella bola de demolición funesta dirigida directamente hacia él.
- ¡No! ¡CHAPATA NO! - dijo en medio del pánico, sin tener muy claro por qué.
Entonces luz y calor le envolvieron, como protegiéndole. Casi se hubiese sentido aliviado por un momento, si no hubiese sido porque su ropa prendió y se hizo cenizas al momento, dejando sus vergüenzas al aire. La intensa luz se concentró en su miembro deslumbrándole, y formando una larga lanza de energía. ¿Qué diablos estaba haciendo ahora el encapuchado? No podía evitar el choque. Iba a golpear al Almirante con aquel portentoso y ardiente palo, sin pretenderlo, cuando de repente del falo del otro salió una feroz espada de hielo, lista al encuentro de su lanza. Y respondiendo al encuentro de ambas armas, un tercer espadachín se unió con su letal arma de BROnce. Al iluminar el interior del hielo, la luz comenzó a rebotar en la cristalina estructura de este con un juego de luz que iluminó toda la cúpula. A su vez esta comenzó a brillar, convirtiéndose en la bola de discoteca más grande que Ennies Lobby hubiese visto nunca.
- Ha sido un placer, compañeros - dijo, mientras seguía cayendo.
Con un viril saludo se precipitó hacia el suelo, totalmente desnudo y con la aurora de la cúpula arrancando destellos a su morena piel. Oh, ¿era Oppenheimer ese justo debajo de él?
- ¡No! ¡CHAPATA NO! - dijo en medio del pánico, sin tener muy claro por qué.
Entonces luz y calor le envolvieron, como protegiéndole. Casi se hubiese sentido aliviado por un momento, si no hubiese sido porque su ropa prendió y se hizo cenizas al momento, dejando sus vergüenzas al aire. La intensa luz se concentró en su miembro deslumbrándole, y formando una larga lanza de energía. ¿Qué diablos estaba haciendo ahora el encapuchado? No podía evitar el choque. Iba a golpear al Almirante con aquel portentoso y ardiente palo, sin pretenderlo, cuando de repente del falo del otro salió una feroz espada de hielo, lista al encuentro de su lanza. Y respondiendo al encuentro de ambas armas, un tercer espadachín se unió con su letal arma de BROnce. Al iluminar el interior del hielo, la luz comenzó a rebotar en la cristalina estructura de este con un juego de luz que iluminó toda la cúpula. A su vez esta comenzó a brillar, convirtiéndose en la bola de discoteca más grande que Ennies Lobby hubiese visto nunca.
- Ha sido un placer, compañeros - dijo, mientras seguía cayendo.
Con un viril saludo se precipitó hacia el suelo, totalmente desnudo y con la aurora de la cúpula arrancando destellos a su morena piel. Oh, ¿era Oppenheimer ese justo debajo de él?
Roland Oppenheimer
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La pantufla no golpeó al marine. Más bien no golpeó al marine que pretendía. El Almirante Al Naion se cmió de lleno el pantuflazo y acto seguido empezó a realizar una serie de gilipolleces sin sentido alguno para el felino. Que si muro de fotos, que si papel higiénico de varias capas... para Roland hablaba en shandiano o algún lenguaje ya olvidado. Poco a poco perdía su ira y su furia, que se iba transformado en confusión. ¿Cómo podían dejar a semejante persona ostentar un rango tan elevado en la marina? Un misterio que sin duda alguna nunca resolvería.
Lo peor es que lo más raro no había terminado aún. Parecía como si todos los que se encontraban bajo la cúpula se hubieran vueltos locos. El primero fue el almirante que se lanzó directo a por su el agente Omega con la mayor arma que un hombre podría portar. Sin embargo el agente no era él mismo. Todo su cuerpo brillaba, su ropa ya no estaba, y portaba el mismo tiempo de arma que el almirante, pero más grande y brillante. A su vez, el otro marine le retó a hacer algo que nunca habría imaginado y acto seguido se bajó los pantalones para unirse a la gloriosa pareja en su embestida. Lo peor es que el grupo parecía dirigirse hacia él. Todos iban a colisionar con todos y no habría escapatoria. Así que Roland se decidió. Si había que hacerlo, iba a hacerlo bien, además, que ningún marinerucho de pacotilla le volvería a llamar acomplejado.
- Si es así como quieren que sea, así será. Pero solo la puntita - gritó mientras se arrancaba la ropa de su cuerpo salvo su bufanda blanquinegra.
Una vez sin ropa activó la legendaria técnica de los minks con la que su cuerpo se llenaba de energía y se cargaba de electricidad. Cogió carrerilla y se dirigió al grupo que estaba a punto de chocar. Era ahora o nunca. Enfocó toda su electricidad en la entrepierna, creando un arma única consistente en una vorágine de pelos y chispas azules que colisionaría con las de los demás.
Lo peor es que lo más raro no había terminado aún. Parecía como si todos los que se encontraban bajo la cúpula se hubieran vueltos locos. El primero fue el almirante que se lanzó directo a por su el agente Omega con la mayor arma que un hombre podría portar. Sin embargo el agente no era él mismo. Todo su cuerpo brillaba, su ropa ya no estaba, y portaba el mismo tiempo de arma que el almirante, pero más grande y brillante. A su vez, el otro marine le retó a hacer algo que nunca habría imaginado y acto seguido se bajó los pantalones para unirse a la gloriosa pareja en su embestida. Lo peor es que el grupo parecía dirigirse hacia él. Todos iban a colisionar con todos y no habría escapatoria. Así que Roland se decidió. Si había que hacerlo, iba a hacerlo bien, además, que ningún marinerucho de pacotilla le volvería a llamar acomplejado.
- Si es así como quieren que sea, así será. Pero solo la puntita - gritó mientras se arrancaba la ropa de su cuerpo salvo su bufanda blanquinegra.
Una vez sin ropa activó la legendaria técnica de los minks con la que su cuerpo se llenaba de energía y se cargaba de electricidad. Cogió carrerilla y se dirigió al grupo que estaba a punto de chocar. Era ahora o nunca. Enfocó toda su electricidad en la entrepierna, creando un arma única consistente en una vorágine de pelos y chispas azules que colisionaría con las de los demás.
A la velocidad del rayo cuatro sables cruzaron: La magna espada de Meganardo, potenciada por los poderes de Arthur, chocó contra un esbelto florete de hielo. La luz rebotó por entre las venosidades y grietas de su arma, que apenas resistía la violencia del envite. Todo había resultado ser una batalla de egos con su subalterno, al que miró desafiante. Bajo la máscara sabía que su furia contenida lo convertía en poco más que una bomba de relojería... O un explosivo con larga pero rápida y ardiente mecha. Sin embargo cuando estaba a punto de empujar con su real miembro el falo ardiente de Meganardo cuando un tercer combatiente se impuso.
- ¡Galhard! -gritó, observando con sorpresa el negro vigor que había levantado su recluta- ¡Menudo endurecimiento! ¿Bro...?
No pudo terminar de decir "bromeas" dado que un cuarto contendiente un relámpago se unió a la contienda: efímera como el trueno, una lanza de luz impactó contra el choque ya titánico que estaba teniendo lugar. Y, de ese modo, los cuatro terminaron por separarse mientras el hielo se derretía explosivamente en una fuente de color blanco eléctrico. ¿Era eso lo que había sucedido? ¿De verdad estaban ante la Brolación? Un momento, ¿qué era la brolación?
Aterrizó en el suelo y se puso los pantalones nuevamente, cerrando la hebilla. La medida de pollas había terminado, y aunque Al nunca se había sentido acomplejado por su talla estaba convencido de tener un tamaño bastante más average que los demás. Sin embargo, en cierto modo podía decir que el suyo estaba tan afilado en innumerables batallas que, inevitablemente, se había erosionado ligeramente. No obstante, nunca se sentiría mal tras aquella muestra de fraternidad.
- ¡Disapointing! -gritó, sin tener muy claro por qué, en un tono alegre.
- ¡Galhard! -gritó, observando con sorpresa el negro vigor que había levantado su recluta- ¡Menudo endurecimiento! ¿Bro...?
No pudo terminar de decir "bromeas" dado que un cuarto contendiente un relámpago se unió a la contienda: efímera como el trueno, una lanza de luz impactó contra el choque ya titánico que estaba teniendo lugar. Y, de ese modo, los cuatro terminaron por separarse mientras el hielo se derretía explosivamente en una fuente de color blanco eléctrico. ¿Era eso lo que había sucedido? ¿De verdad estaban ante la Brolación? Un momento, ¿qué era la brolación?
Aterrizó en el suelo y se puso los pantalones nuevamente, cerrando la hebilla. La medida de pollas había terminado, y aunque Al nunca se había sentido acomplejado por su talla estaba convencido de tener un tamaño bastante más average que los demás. Sin embargo, en cierto modo podía decir que el suyo estaba tan afilado en innumerables batallas que, inevitablemente, se había erosionado ligeramente. No obstante, nunca se sentiría mal tras aquella muestra de fraternidad.
- ¡Disapointing! -gritó, sin tener muy claro por qué, en un tono alegre.
Gareth Silverwing
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Era oficial, la brigada había encontrado definitivamente un piso más en el sótano de su fracaso, un descenso que rezaba por que parase algún día. Delante de mí estaba el presente y el futuro de la marina y el servicio secreto del gobierno mundial, realizando un profano rito de fraternidad improvisado. Evitaba pensar en el hecho de que había formado parte de esto en cierto modo, y que había ayudado a provocar tal despliegue de... virilidad. En fin, el momento del ridículo había acabado y era hora de volver a mi yo habitual.
- ¡Estoy impresionado!- Dije con un sorprendido y desenfadado tono poco propio de mi mientras caminaba y aplaudía en un tono, no so suficientemente lento como para que sonase sarcástico, pero tampoco en un deje de entusiasmo. - Sin duda este despliegue de fraternidad me ha conmovido, esta es la demostración de que los dos cuerpos, tanto de la marina como del CP pueden trabajar juntos en hermosa armonía. - Hice una breve pausa y me giré a Galhard, a la vez que, con un gesto casi reverencial, me quité la máscara y el poncho. - Galhard, has demostrado ser el digno heredero del nombre de Smileyman, toma esta máscara y haz justicia a esta identidad, no cometas los errores que yo he cometido y conviértete en un símbolo de la justicia. - Cedí al marine, con tono solemne las prendas, quedando sólo con la camiseta, los pantalones y las botas. - Dicho esto, me marcho, tengo cosas que hacer. Caballeros, Scarfguy.
Y tras eso caminé entre la multitud que expresaba gestos de fascinación e incredulidad, comentando eufóricamente aquello que acababan de presenciar. Un suceso que, sin duda haría eco en los archivos de nuestro gobierno. Silencioso, pero con la conciencia tranquila torcí la esquina dejando atrás aquella pantomima, aquel circo de los horrores dedicado a la decadencia y a mostrar la incompetencia del eslabón más bajo de nuestra maquinaria, alentado por un subnormal con bufandas al que debía llamar superior y tolerar con una sonrisa sus constantes payasadas. Dios es que siempre salía con una nueva, como le odio.
- Alto identifíquese. - Dijo un hombre acompañado de otra docena de marines, no me había dado cuenta de que se aproximaban a mi mientras me perdía en mis pensamientos. Por la vestimenta deduje que era un capitán acompañado de sus oficiales. Y, dado que yo carecía de mi indumentaria habitual no les culpaba por no reconocerme.
- Contraalmirante Silverwing y usted es... - No dejé que la duda tomara mi tono, una declaración seria siempre era una muestra de autoridad.
- Disculpe señor Silverwing, sin el uniforme no...
- No se preocupe, no estoy de servicio. - Dije levantando una mano en tono desenfadado aunque sin perder el semblante serio. - Aunque hay unos alborotadores armando barullo por ahí, creo que algunos de sus hombres estaban implicados, deberían echar un vistazo.
- Enseguida señor ¿Los conoce?
- En mi vida había visto a esa panda de payasos.
Primera lección joven Galhard. Espera siempre lo inesperado.
- ¡Estoy impresionado!- Dije con un sorprendido y desenfadado tono poco propio de mi mientras caminaba y aplaudía en un tono, no so suficientemente lento como para que sonase sarcástico, pero tampoco en un deje de entusiasmo. - Sin duda este despliegue de fraternidad me ha conmovido, esta es la demostración de que los dos cuerpos, tanto de la marina como del CP pueden trabajar juntos en hermosa armonía. - Hice una breve pausa y me giré a Galhard, a la vez que, con un gesto casi reverencial, me quité la máscara y el poncho. - Galhard, has demostrado ser el digno heredero del nombre de Smileyman, toma esta máscara y haz justicia a esta identidad, no cometas los errores que yo he cometido y conviértete en un símbolo de la justicia. - Cedí al marine, con tono solemne las prendas, quedando sólo con la camiseta, los pantalones y las botas. - Dicho esto, me marcho, tengo cosas que hacer. Caballeros, Scarfguy.
Y tras eso caminé entre la multitud que expresaba gestos de fascinación e incredulidad, comentando eufóricamente aquello que acababan de presenciar. Un suceso que, sin duda haría eco en los archivos de nuestro gobierno. Silencioso, pero con la conciencia tranquila torcí la esquina dejando atrás aquella pantomima, aquel circo de los horrores dedicado a la decadencia y a mostrar la incompetencia del eslabón más bajo de nuestra maquinaria, alentado por un subnormal con bufandas al que debía llamar superior y tolerar con una sonrisa sus constantes payasadas. Dios es que siempre salía con una nueva, como le odio.
- Alto identifíquese. - Dijo un hombre acompañado de otra docena de marines, no me había dado cuenta de que se aproximaban a mi mientras me perdía en mis pensamientos. Por la vestimenta deduje que era un capitán acompañado de sus oficiales. Y, dado que yo carecía de mi indumentaria habitual no les culpaba por no reconocerme.
- Contraalmirante Silverwing y usted es... - No dejé que la duda tomara mi tono, una declaración seria siempre era una muestra de autoridad.
- Disculpe señor Silverwing, sin el uniforme no...
- No se preocupe, no estoy de servicio. - Dije levantando una mano en tono desenfadado aunque sin perder el semblante serio. - Aunque hay unos alborotadores armando barullo por ahí, creo que algunos de sus hombres estaban implicados, deberían echar un vistazo.
- Enseguida señor ¿Los conoce?
- En mi vida había visto a esa panda de payasos.
Primera lección joven Galhard. Espera siempre lo inesperado.
Galhard
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Una enorme onda de broenergía hizo retumbar Enies Lobby mientras los cuatro guerreros caían hacia el suelo con una sonrisa de satisfacción en sus rostros, la ciudad no solo sería afamada por ser el símbolo de la justicia si no que desde ese día sería recordada como el lugar donde las cuatro legendarias armas heroicas colisionaron en un choque que dejaría su marca imborrable de majestuosidad en la historia del mundo.
El cadete cayó al suelo de espaldas, pese al dolor que eso habría provocado en otra situación la determinación y la bronexión que le unía junto a los otros tres caballeros hicieron que no fuese más que una caída gratificante.
Se levantó gallardo y tras acomodarse sus pantalones y desempolvar su chaqueta miró con atención a Arthur, quien con sus palabras se adelantó al discurso que Galhard tenía en mente, le otorgó su mascara y sus ropajes, los cuales misteriosamente se adaptaron al tamaño de Galhard. Ese gesto aún alimentó más el espíritu del recluta que rugía en su interior. Mientras asimilaba tal acto lo que quedaba de la cúpula comenzó a llenarse de capitanes de marina y agentes del gobierno con cara de pocos amigos que, incluso con su poco desarrollado Haki de observación, Gal pudo notar sus hostiles intenciones.
Los cuatro estaban rodeados y superados de forma abisal en número. Al mantenía toda su energía pero no se podía decir lo mismo de los dos agentes que habían estado batallando con anterioridad.
Los soldados hicieron claras sus intenciones cuando se lanzaron al ataque bajo el grito de -¡APRESAD A ESOS PERVERTIDOS!. La situación era cuanto menos... Cremosa y sin vacilar Galhard levantó levemente su mascara y con una paz inalterable lanzó unas palabras hacia Al, Oppen y Omega, las cuales, resonarían en los ecos de todo hombre del mar.
-Puede que la situación a la que nos enfrentemos ahora sera completamente adversa a ojos de cualquier persona ordinaria, nos abruman en cantidad y su rabia es inmensa...-
Galhard hizo una pausa dramática y apretando su mano y dejando caer la primera mascara de Smileman prosiguió.
Pero ahora compañeros míos no pasará nada, no por tener a Al de nuestro lado... No por ser el nuevo smileyman, ni tan siquiera por vuestras pulidas artes en el rokushiki.... Si no por una razón más vital... Una razón más trascendental, todos nos hemos unido hoy en un pacto de hermandad inquebrantable, forjado por los mas grandes lazos de virilidad que cualquier mortal puede lograr, ahora somos hermanos del mar, familia de espadachines, Camaradas de banderilla... Ahora somos... ¡Verdaderos hombres de leyenda! ¡¡Los Blue Bros!!.-
Tras esas palabras llenas de determinación Galhard volvió a desenvainar su espada cargando hacia la multitud con fiereza. Era hora de demostrar a esos canallas que ni los números ni las espadas pueden romper la hermosa amistad forjada en la conexión de bros mediante sus hombrías.
El cadete cayó al suelo de espaldas, pese al dolor que eso habría provocado en otra situación la determinación y la bronexión que le unía junto a los otros tres caballeros hicieron que no fuese más que una caída gratificante.
Se levantó gallardo y tras acomodarse sus pantalones y desempolvar su chaqueta miró con atención a Arthur, quien con sus palabras se adelantó al discurso que Galhard tenía en mente, le otorgó su mascara y sus ropajes, los cuales misteriosamente se adaptaron al tamaño de Galhard. Ese gesto aún alimentó más el espíritu del recluta que rugía en su interior. Mientras asimilaba tal acto lo que quedaba de la cúpula comenzó a llenarse de capitanes de marina y agentes del gobierno con cara de pocos amigos que, incluso con su poco desarrollado Haki de observación, Gal pudo notar sus hostiles intenciones.
Los cuatro estaban rodeados y superados de forma abisal en número. Al mantenía toda su energía pero no se podía decir lo mismo de los dos agentes que habían estado batallando con anterioridad.
Los soldados hicieron claras sus intenciones cuando se lanzaron al ataque bajo el grito de -¡APRESAD A ESOS PERVERTIDOS!. La situación era cuanto menos... Cremosa y sin vacilar Galhard levantó levemente su mascara y con una paz inalterable lanzó unas palabras hacia Al, Oppen y Omega, las cuales, resonarían en los ecos de todo hombre del mar.
-Puede que la situación a la que nos enfrentemos ahora sera completamente adversa a ojos de cualquier persona ordinaria, nos abruman en cantidad y su rabia es inmensa...-
Galhard hizo una pausa dramática y apretando su mano y dejando caer la primera mascara de Smileman prosiguió.
Pero ahora compañeros míos no pasará nada, no por tener a Al de nuestro lado... No por ser el nuevo smileyman, ni tan siquiera por vuestras pulidas artes en el rokushiki.... Si no por una razón más vital... Una razón más trascendental, todos nos hemos unido hoy en un pacto de hermandad inquebrantable, forjado por los mas grandes lazos de virilidad que cualquier mortal puede lograr, ahora somos hermanos del mar, familia de espadachines, Camaradas de banderilla... Ahora somos... ¡Verdaderos hombres de leyenda! ¡¡Los Blue Bros!!.-
Tras esas palabras llenas de determinación Galhard volvió a desenvainar su espada cargando hacia la multitud con fiereza. Era hora de demostrar a esos canallas que ni los números ni las espadas pueden romper la hermosa amistad forjada en la conexión de bros mediante sus hombrías.
- ¡No! -gritó, con voz profunda en un desesperado grito mientras Galhard sostenía el traje de la justicia de Smileyman-. ¡Tienes un destino funesto entre las manos, hermano Galhard! Pero no es el tuyo...
Se acercó hacia él a paso tranquilo mientras el mozo desenvainaba su sable... Aquella vez el afilado, y haciendo acopio de toda la habilidad que durante años desnudando mujeres había desarrollado, desvistió a Galhard. Tardó demasiado tiempo en darse cuenta de que con las prendas de Smileyman había robado, sin querer, las ropas del cadete, por lo que se las tiró al suelo junto a él evitando comprobar si había pasillo de canela: Era una clase de intimidad que como hermanos no necesitaban conocer.
- El tuyo es este. -Y antes de que el marine cargase desnudo contra los innumerables guerreros que trataban de defender la decencia, la pulcritud y todo aquello que es bueno y aburrido, Al sacó del mismo lugar que los micrófonos y las pantuflas un regalo que llevaba tiempo esperando darle a aquel muchacho; una pieza que había merecido ganar, un traje de la justicia propio-. La Aguja del North Blue selló tu destino; el mundo de los civiles ya no te conforta. Toma esta máscara en la cabeza; tú serás el carcelero de las maldades. ¡Debes tomar tu destino, Geodude!
Una máscara que resultaba poco más que una roca con bigote; el bigote que jamás vistió Danio antes de desertar y, dado que la cabeza de Galhard era más pequeña que la del pez, le había sobrado pelo para otorgarle unas pobladas cejas que podían ser movidas a voluntad gracias a un intrincado mecanismo que había aprendido a hacer en un cursillo de confección. Como complemento llevaba una única hombrera que, en aquel momento, decidió ponerle de coquilla para evitar dos cosas: La primera de ellas que se pillase los huevos al correr, y la segunda no era tan importante.
Tras aquello se presenció tras Arthur con mirada gélida, y ya su bufanda puesta. Scarfguy debía repartir justicia aquella noche. Debía repartir la única justicia que un rufián como Arthur Silverwing merecía:
- ¡Me has traicionado! -gritó, al tiempo que lo vestía con premura y pegamento extrafuerte-. ¡Eras mi hermano! ¡El elegido! ¡Aquel que llevaría las sonrisas al mundo, no el que ahogaría el exhibicionismo! ¡Yo te quería! Tú y yo vamos a solucionar esto hoy... Y no va a ser en la cúpula del trueno ni en el domo de sangre. -Extendió los brazos mientras el suelo y los edificios iban cubriéndose de una gruesa capa de hielo. Aquello los protegería de un impacto perdido, aunque no podía decir lo mismo del destino que Arthur correría-. Lo que tú has hecho solo puede ser resuelto en... ¡El Coliseo de La Venganza!
Columnas y arcos de medio punto empezaron a desenvolverse en el entorno, despiadadamente calculadas para crear un entorno vivo a su alrededor, grande y bestial. Bajo ellos el suelo comenzó a elevarse con el resto del improvisado recinto. Era hora de luchar en un combate del que solo uno podía alzarse victorioso. Desenfundó su espada.
Se acercó hacia él a paso tranquilo mientras el mozo desenvainaba su sable... Aquella vez el afilado, y haciendo acopio de toda la habilidad que durante años desnudando mujeres había desarrollado, desvistió a Galhard. Tardó demasiado tiempo en darse cuenta de que con las prendas de Smileyman había robado, sin querer, las ropas del cadete, por lo que se las tiró al suelo junto a él evitando comprobar si había pasillo de canela: Era una clase de intimidad que como hermanos no necesitaban conocer.
- El tuyo es este. -Y antes de que el marine cargase desnudo contra los innumerables guerreros que trataban de defender la decencia, la pulcritud y todo aquello que es bueno y aburrido, Al sacó del mismo lugar que los micrófonos y las pantuflas un regalo que llevaba tiempo esperando darle a aquel muchacho; una pieza que había merecido ganar, un traje de la justicia propio-. La Aguja del North Blue selló tu destino; el mundo de los civiles ya no te conforta. Toma esta máscara en la cabeza; tú serás el carcelero de las maldades. ¡Debes tomar tu destino, Geodude!
Una máscara que resultaba poco más que una roca con bigote; el bigote que jamás vistió Danio antes de desertar y, dado que la cabeza de Galhard era más pequeña que la del pez, le había sobrado pelo para otorgarle unas pobladas cejas que podían ser movidas a voluntad gracias a un intrincado mecanismo que había aprendido a hacer en un cursillo de confección. Como complemento llevaba una única hombrera que, en aquel momento, decidió ponerle de coquilla para evitar dos cosas: La primera de ellas que se pillase los huevos al correr, y la segunda no era tan importante.
Tras aquello se presenció tras Arthur con mirada gélida, y ya su bufanda puesta. Scarfguy debía repartir justicia aquella noche. Debía repartir la única justicia que un rufián como Arthur Silverwing merecía:
- ¡Me has traicionado! -gritó, al tiempo que lo vestía con premura y pegamento extrafuerte-. ¡Eras mi hermano! ¡El elegido! ¡Aquel que llevaría las sonrisas al mundo, no el que ahogaría el exhibicionismo! ¡Yo te quería! Tú y yo vamos a solucionar esto hoy... Y no va a ser en la cúpula del trueno ni en el domo de sangre. -Extendió los brazos mientras el suelo y los edificios iban cubriéndose de una gruesa capa de hielo. Aquello los protegería de un impacto perdido, aunque no podía decir lo mismo del destino que Arthur correría-. Lo que tú has hecho solo puede ser resuelto en... ¡El Coliseo de La Venganza!
Columnas y arcos de medio punto empezaron a desenvolverse en el entorno, despiadadamente calculadas para crear un entorno vivo a su alrededor, grande y bestial. Bajo ellos el suelo comenzó a elevarse con el resto del improvisado recinto. Era hora de luchar en un combate del que solo uno podía alzarse victorioso. Desenfundó su espada.
Roland Oppenheimer
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Si alguien le preguntase al mink qué había pasado no sabría describirlo. Cuando el encuentro a cuatro bandas se produjo una onda expansiva con sus partes bajas como epicentro. La onda, rebosante de poder, destruyó la cúpula de hielo carmesí y lanzó de espaldas a los cuatro contendientes. El impacto hizo que Roland sintiese dolor en toda su zona lumbar, y se levantó con pitidos en los oídos y la cabeza dándole vueltas. Poco a poco empezó a estabilizarse y a percatarse de la situación a su alrededor.
Se encontraba desnudo casi en su totalidad salvo por la bufanda que portaba al cuello. Iba a buscar su ropa para vestirse de nuevo ya que él no era un animal sin modales aunque tampoco le importaba estar como había venido al mundo. Pero cuando divisó sus ropas, alejados debidos a la onda expansiva provocada por el viril encuentro, pudo ver cómo un grupo de marines pasaban por encima pisándolas y ensuciándolas. En ese momento, en el que no había olvidado la furia que le habían provocado sus compañeros, enfocó su ira en esas personas. Además, no solo estaban estropeando sus ropajes, también pretendían arrestarle a él y a sus otros tres autoproclamados compañeros de la Blue Bros, según el discurso del joven marine. No estaba seguro de si quería pertenecer a ese grupo, pero era cierto que ahora todos tenían un objetivo en común, y ese era hacer frente a los hombres que querían cohibir la libertad del exhibicionismo.
Tras escuchar el discurso del marine, le respondió:
- No sé si somos amigos o enemigos, compañeros o desiguales, pero una cosa es segura - bramó el mink en un acto de bravura - y es que en este mismo instante nada ni nadie podrá movernos de aquí. Nuestro duelo no ha terminado, y no pienso dejar que unos marines del tres al cuarto nos impidan acabar lo que empezamos. Nuestro destino lo decidimos nosotros, y aquellos que se interpongan deben ser exterminados.
Haciendo gala de la fuerza que aún poseía, se lanzó de cabeza contra el grupo enemigo. Les sobrepasaban en número, pero no eran rivales para ellos. Roland empezó a usar las habilidades que había entrenado durante tantos años en el Rokushiki, moviéndose a gran velocidad gracias el Soru y acribillando a sus rivales con ráfagas de Shigans, demostrando que no pensaba caer ante nadie.
Se encontraba desnudo casi en su totalidad salvo por la bufanda que portaba al cuello. Iba a buscar su ropa para vestirse de nuevo ya que él no era un animal sin modales aunque tampoco le importaba estar como había venido al mundo. Pero cuando divisó sus ropas, alejados debidos a la onda expansiva provocada por el viril encuentro, pudo ver cómo un grupo de marines pasaban por encima pisándolas y ensuciándolas. En ese momento, en el que no había olvidado la furia que le habían provocado sus compañeros, enfocó su ira en esas personas. Además, no solo estaban estropeando sus ropajes, también pretendían arrestarle a él y a sus otros tres autoproclamados compañeros de la Blue Bros, según el discurso del joven marine. No estaba seguro de si quería pertenecer a ese grupo, pero era cierto que ahora todos tenían un objetivo en común, y ese era hacer frente a los hombres que querían cohibir la libertad del exhibicionismo.
Tras escuchar el discurso del marine, le respondió:
- No sé si somos amigos o enemigos, compañeros o desiguales, pero una cosa es segura - bramó el mink en un acto de bravura - y es que en este mismo instante nada ni nadie podrá movernos de aquí. Nuestro duelo no ha terminado, y no pienso dejar que unos marines del tres al cuarto nos impidan acabar lo que empezamos. Nuestro destino lo decidimos nosotros, y aquellos que se interpongan deben ser exterminados.
Haciendo gala de la fuerza que aún poseía, se lanzó de cabeza contra el grupo enemigo. Les sobrepasaban en número, pero no eran rivales para ellos. Roland empezó a usar las habilidades que había entrenado durante tantos años en el Rokushiki, moviéndose a gran velocidad gracias el Soru y acribillando a sus rivales con ráfagas de Shigans, demostrando que no pensaba caer ante nadie.
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Mientras cargaba espada en mano contra los agentes de Enies Lobby el cadete percibió cierto frescor, acostumbrado a los fríos climas del North blue en un principio no le dio importancia hasta de golpe notarse "Demasiado Libre". Galhard miró a los lados viendo como los apéndices de hielo de Al le desvestían y a su vez le hacían entrega de su propio y personal traje de la Yustisia.
Un océano de emociones invadieron al joven, una emoción inenarrable que no podía expresarse bajo ninguna otra palabra que no fuese la que el cadete espetó con con efusiva calidez.
-Bro...- El recluta cesó su carrera y reparó unos instantes a acomodarse la improvisada coquilla asegurando que su segundo sable no saliese a tomar el sol y solemnemente, con el orgullo de un caballero recién nombrado Galhard cerró su puño y gritó contra los agentes.
-Yo soy Geodude, el carcelero de las maldades, que esta mascara de roca sirva como testigo de la dureza que emplearé contra aquellos que abusen de los indefensos, contra quienes busquen reprimir la libertad y la veracidad ¡Con la determinación de una avalancha sepultaré a los impíos opresores y a los corruptos de este lugar!
Ahora el ímpetu del cadete re imparable, cual roca redonda típica de las trampas vistas en las películas antiguas corrió a buscar chocar aceros con los capitanes que se abalanzaban contra Oppen y él, en otras circunstancias Galhard no habría simpatizado con la idea de luchar en tan adverso escenario junto a un Mink, pero Oppen ya no se trataba de un Mink a ojos de Gal, se trataba de su hermano de falo, su compañero de fatigas y nunca más volvería a dudar de que la lanza de ese agente trataba de compensar carencias, si no más bien reflejar la hombría que se escondía entre sus espesos pelajes.
Un océano de emociones invadieron al joven, una emoción inenarrable que no podía expresarse bajo ninguna otra palabra que no fuese la que el cadete espetó con con efusiva calidez.
-Bro...- El recluta cesó su carrera y reparó unos instantes a acomodarse la improvisada coquilla asegurando que su segundo sable no saliese a tomar el sol y solemnemente, con el orgullo de un caballero recién nombrado Galhard cerró su puño y gritó contra los agentes.
-Yo soy Geodude, el carcelero de las maldades, que esta mascara de roca sirva como testigo de la dureza que emplearé contra aquellos que abusen de los indefensos, contra quienes busquen reprimir la libertad y la veracidad ¡Con la determinación de una avalancha sepultaré a los impíos opresores y a los corruptos de este lugar!
Ahora el ímpetu del cadete re imparable, cual roca redonda típica de las trampas vistas en las películas antiguas corrió a buscar chocar aceros con los capitanes que se abalanzaban contra Oppen y él, en otras circunstancias Galhard no habría simpatizado con la idea de luchar en tan adverso escenario junto a un Mink, pero Oppen ya no se trataba de un Mink a ojos de Gal, se trataba de su hermano de falo, su compañero de fatigas y nunca más volvería a dudar de que la lanza de ese agente trataba de compensar carencias, si no más bien reflejar la hombría que se escondía entre sus espesos pelajes.
Gareth Silverwing
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- ¡¿Te das cuenta de lo que has hecho?! - Grité furioso a Al - De esta si que no salimos sin recompensa por nuestras cabezas. Estamos en Eines Lobby maldición. Y tú sigues haciendo tus payasadas de siempre sin importarte la situación o las consecuencias. No existe agujero burocrático y vuelta del reglamento que saque de esta a la brigada sin someterla mínimo a un consejo de guerra, tendremos suerte si estamos sólo limpiando letrinas en Impel Down hasta que nos salgan canas... A no ser que... ¡¿Pero me estás escuchando?! - Pregunté a viva voz mientras veía que mis palabras caían en oídos sordos.
Al estaba dando un discurso mientras terminaba de cavar las tumbas de nuestra carrera, cubriendo un barrio entero de hielo y creando su coliseo de la venganza. Quería ajustar cuentas, cierto que esto venía desde hace tiempo, pero el momento y el lugar no podían ser peores. Mientras tanto los novatos se enzarzaban contra los marines que habían aparecido y Galhard ahora tenía un ridículo disfraz que no era el que le había dado. Espera ¿Dónde estaba el traje de Smiley...? Me cago en la puta Al Naion.
- Vale ¿Quieres resolver esto? Veo que estás preparado. - Comenté manifestando a Zinogre en la mano derecha. El glaive de perfiles angulosos y formas etéreas brilló con un reflejo rojizo como la furia, respondiendo a la espada del almirante. - ¡Novatos! Si queréis aprender algo observad, pero sobre todo... Sobrevivid.
No esperé a que el hielo me elevara hacia la arena que Al había preparado, no habría formalidades, condiciones ni teatralidad, él estaba acostumbrado a las normas de los duelos y yo a las reglas de la guerra. Di un salto, o más bien una patada al suelo para salir despedido, levantando una pequeña onda de choque con mi despegue. Al me conocía, sabía que era el primero en lanzarme de cabeza y eso no iba a cambiar. Pero nunca me lanzaba sin cabeza, él me había otorgado el primer movimiento, esperaba un contraataque. Giré en el aire acumulando momento antes de tocar suelo, dejando la punta del arma en diagonal, apuntado hacia atrás a la hora de aterrizar. Frené durante un breve instante, centrado en al humedad para congelar las suelas de mis botas y unirlas al resbaladizo hielo el tiempo justo para detenerme un momento a un par de metros de Al. Extendí mi pano y de ella salió una onda, sólo perceptible por unas leves oscilaciones en el aire, dentro de esa zona las temperaturas oscilaban entre extremadamente altas a bajas a gran velocidad. Esperaba que el shock térmico bastara para descentrarle un segundo. Tras eso aproveché el impulso restante y me desanclé para dar un tajo ascendente con el resto de las fuerzas que tenía. El hielo estaba tan frío que casi no podía ni cortarlo, es más, salieron chipas cuando mi arma rozó contra este.
- Defiéndete. Defiende la justicia si eres la mitad del hombre que dices ser.
Al estaba dando un discurso mientras terminaba de cavar las tumbas de nuestra carrera, cubriendo un barrio entero de hielo y creando su coliseo de la venganza. Quería ajustar cuentas, cierto que esto venía desde hace tiempo, pero el momento y el lugar no podían ser peores. Mientras tanto los novatos se enzarzaban contra los marines que habían aparecido y Galhard ahora tenía un ridículo disfraz que no era el que le había dado. Espera ¿Dónde estaba el traje de Smiley...? Me cago en la puta Al Naion.
- Vale ¿Quieres resolver esto? Veo que estás preparado. - Comenté manifestando a Zinogre en la mano derecha. El glaive de perfiles angulosos y formas etéreas brilló con un reflejo rojizo como la furia, respondiendo a la espada del almirante. - ¡Novatos! Si queréis aprender algo observad, pero sobre todo... Sobrevivid.
No esperé a que el hielo me elevara hacia la arena que Al había preparado, no habría formalidades, condiciones ni teatralidad, él estaba acostumbrado a las normas de los duelos y yo a las reglas de la guerra. Di un salto, o más bien una patada al suelo para salir despedido, levantando una pequeña onda de choque con mi despegue. Al me conocía, sabía que era el primero en lanzarme de cabeza y eso no iba a cambiar. Pero nunca me lanzaba sin cabeza, él me había otorgado el primer movimiento, esperaba un contraataque. Giré en el aire acumulando momento antes de tocar suelo, dejando la punta del arma en diagonal, apuntado hacia atrás a la hora de aterrizar. Frené durante un breve instante, centrado en al humedad para congelar las suelas de mis botas y unirlas al resbaladizo hielo el tiempo justo para detenerme un momento a un par de metros de Al. Extendí mi pano y de ella salió una onda, sólo perceptible por unas leves oscilaciones en el aire, dentro de esa zona las temperaturas oscilaban entre extremadamente altas a bajas a gran velocidad. Esperaba que el shock térmico bastara para descentrarle un segundo. Tras eso aproveché el impulso restante y me desanclé para dar un tajo ascendente con el resto de las fuerzas que tenía. El hielo estaba tan frío que casi no podía ni cortarlo, es más, salieron chipas cuando mi arma rozó contra este.
- Defiéndete. Defiende la justicia si eres la mitad del hombre que dices ser.
"En realidad...", habría comenzado a decir Al antes de que Arthur se lanzase como un babuino rabioso contra él. Tenían una forma muy sencilla de librarse, de hecho librarse de un combate en Ennies Lobby era para él más sencillo que mover los fondos destinados de la brigada a una colección de relojes con gaviotas en vez de manecillas. Y era muy fácil mover los fondos destinados a la brigada a una colección de relojes con gaviotas en vez de manecillas. Sin embargo, por el momento tenía que reaccionar a la carga de arthur adoptando una posición defensiva.
Adelantó una pierna y elevó las manos a altura de los hombros. Fuego resplandecía entre los rayos del sol y el reflejo de cientos de cristales de hielo mientras un improvisado público iba subiendo a través del geppou hasta las gradas heladas. Sonrió mientras dejaba su hoja en diagonal, apuntando hacia la cintura de Arthur. No sabía qué haría, y si tratase de escucharlo con el haki de observación solo notaría su envolvente furia... Pero lo conocía: por muy de cara que fuese, no se abalanzaría sobre él; conocía sus movimientos, sabía que había desarrollado una habilidad única para detener envites. Y por eso atacó de otra manera.
La onda llegó tranquila. Podía verla avanzar, predecible: giró el arma en sus manos pero la onda no se partió en dos, así que se agachó mientras daba una vuelta sobre sí mismo para que el arma, precariamente sujeta, no saliese disparada al frenar a Arthur y su envite. Pudo aguantar el golpe, aunque sus brazos debieron seguir la trayectoria ascendente que el glaive del pelirrojo trazó. Dio una voltereta para anular la inercia y se levantó sin dificultades. Para muchos debía ser peligroso el resbaladizo hielo y, ahora que caía en ello, frío de cojones. Iba a gritar para avisarles cuando se dio cuenta de que ya estaban huyendo como perras. Hacían bien.
- Si fuera la mitad de hombre de lo que digo ser -mencionó, examinando brevemente su hoja-, sería tú.
No podía utilizar su haki de observación para predecir los movimientos de Arthur, pero podía avezar sus sentidos hasta límites que pocos sospecharían. De pronto vio colores más vivos y contrastes menos difusos; podía sentir el crepitar del hielo según se iba extendiendo entre la humedad del aire creando un patrón difuso de copos por todas sus paredes y el cuerdo de la empuñadura, tan liso y aceitado, casi se sentía poroso y lleno de rugosidades. Se fijó en Arthur y recompuso una postura, esa vez más agresiva, listo para descargar un tajo descendente con tanta fuerza que levantó una onda cortante... Pero el movimiento no terminó ahí, sino que pegó un salto expandiendo ese corte en tres cientos sesenta grados para, con suerte, impactar sobre el enano.
Adelantó una pierna y elevó las manos a altura de los hombros. Fuego resplandecía entre los rayos del sol y el reflejo de cientos de cristales de hielo mientras un improvisado público iba subiendo a través del geppou hasta las gradas heladas. Sonrió mientras dejaba su hoja en diagonal, apuntando hacia la cintura de Arthur. No sabía qué haría, y si tratase de escucharlo con el haki de observación solo notaría su envolvente furia... Pero lo conocía: por muy de cara que fuese, no se abalanzaría sobre él; conocía sus movimientos, sabía que había desarrollado una habilidad única para detener envites. Y por eso atacó de otra manera.
La onda llegó tranquila. Podía verla avanzar, predecible: giró el arma en sus manos pero la onda no se partió en dos, así que se agachó mientras daba una vuelta sobre sí mismo para que el arma, precariamente sujeta, no saliese disparada al frenar a Arthur y su envite. Pudo aguantar el golpe, aunque sus brazos debieron seguir la trayectoria ascendente que el glaive del pelirrojo trazó. Dio una voltereta para anular la inercia y se levantó sin dificultades. Para muchos debía ser peligroso el resbaladizo hielo y, ahora que caía en ello, frío de cojones. Iba a gritar para avisarles cuando se dio cuenta de que ya estaban huyendo como perras. Hacían bien.
- Si fuera la mitad de hombre de lo que digo ser -mencionó, examinando brevemente su hoja-, sería tú.
No podía utilizar su haki de observación para predecir los movimientos de Arthur, pero podía avezar sus sentidos hasta límites que pocos sospecharían. De pronto vio colores más vivos y contrastes menos difusos; podía sentir el crepitar del hielo según se iba extendiendo entre la humedad del aire creando un patrón difuso de copos por todas sus paredes y el cuerdo de la empuñadura, tan liso y aceitado, casi se sentía poroso y lleno de rugosidades. Se fijó en Arthur y recompuso una postura, esa vez más agresiva, listo para descargar un tajo descendente con tanta fuerza que levantó una onda cortante... Pero el movimiento no terminó ahí, sino que pegó un salto expandiendo ese corte en tres cientos sesenta grados para, con suerte, impactar sobre el enano.
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Como esperaba un simple embate no sería problema para el almirante. Por mucho que me quejase por lo menos tenía una habilidad necesaria para estar a la altura del puesto que ocupaba. Aunque la forma en la que se había decidido me hacía preguntarme si iba en serio o estaba jugando, con él uno nunca sabe si está peleando o presumiendo. Más le valía que fuera la primera o me tocaría dar muchas explicaciones y no precisamente a él.
De todas formas el hecho de que encajara un golpe de lleno era un reto, no sabía como lo hacía, pero era capaz de equilibrar la diferencia con las habilidades de sus rivales. Era como una especia de habilidad compensatoria, por las veces que lo había visto deduje que era cosa de la pose y el manejo de inercia, aunque nunca tuve la capacidad de comprobarlo de primera mano. Tenía una teoría, pero necesitaba que recibiese un golpe en el aire y ese era el problema. Si lo levantaba de alguna forma podía generar más hielo bajo sus pies y conseguir un punto de apoyo. La única solución sería golpearlo con algo capaz de mover la ingente cantidad de hielo que generaba. Era más fácil decirlo que hacerlo.
Pero este no era el momento de darle vueltas a un imposible, su pose había cambiado a la ofensiva. Descargó un violento corte contra mí, con un impulso que envió una onda cortante circular. Le di la vuelta al arma y la aferré debajo de mi hombro, clavando la punta en el hielo. Extendí mi mano libre y tensé todos los músculos para recibir el impacto. Noté la fuerza formidable del ataque, el dolor de una herida lacerante en mi carne y la picazón de la piel levantada. Cerré el puño guardando la palma ensangrentada al tiempo que un estruendo se escuchaba a mi espalda.
- ¿Te estás tomando esto en serio? - Una mirada seria, notable incluso tras la máscara se calvó en su rostro. - Muestra a Eines Lobby que no eres solo palabras.
Si quería ganarle no podía hacerlo apoyándome sólo en técnicas que hubiera visto, necesitaba hacer algo nuevo pero con este hielo por todas partes no podía moverme bien sin resbalar, los golpes perdían mucha fuerza si carecía de un buen apoyo y no podía centrarme en el combate si me fijaba sólo en mantener mis pies fijos con la congelación. Además no tenía unos buenos patin...
Una idea cruzó por mi cabeza ¿Y si lo que necesito es exactamente lo contrario? Una falta de fricción controlada. Centré el calor que quedaba en la humedad del ambiente bajo mis pies, el hielo de Al era frío puro, pero seguro que el cambio brusco había creado una sublimación de hielo natural en una fina capa que podía aprovechar. El efecto Leidenfrost crearía una fina capa de vapor a presión bajo la suela de mis botas que me haría patinar sobre el hielo. Sin fricción sólo tenía que mantener una pose firme e inclinar las plantas de los pies para redirigir el vector de movimiento. Era algo más fácil que centrarme en congelar y derretir a cada paso. Usé el impulso del 0Raiser para moverme a mayor velocidad, redirigiendo el chorro de aire caliente de un lado a otro para moverme a toda velocidad por la arena rodeándolo y aprovechando la situación para hacerme a esta forma de movimiento. Un aura rojiza me rodeó iniciando el efecto del Trans Am, si no se tomaba esto en serio lo haría con mi fuerza y velocidad triplicados.
Me cerré en una curva en espiral sobre su posición, volviendo a acumular momento como antes para empezar a acosarle con una serie de 3 golpes rápidos con el Glaive desde una distancia segura. No eran tan potentes como el de antes, pero quería comprobar la forma más eficiente de lanzar e intercambiar golpes mientras me desplazaba de esta forma.
De todas formas el hecho de que encajara un golpe de lleno era un reto, no sabía como lo hacía, pero era capaz de equilibrar la diferencia con las habilidades de sus rivales. Era como una especia de habilidad compensatoria, por las veces que lo había visto deduje que era cosa de la pose y el manejo de inercia, aunque nunca tuve la capacidad de comprobarlo de primera mano. Tenía una teoría, pero necesitaba que recibiese un golpe en el aire y ese era el problema. Si lo levantaba de alguna forma podía generar más hielo bajo sus pies y conseguir un punto de apoyo. La única solución sería golpearlo con algo capaz de mover la ingente cantidad de hielo que generaba. Era más fácil decirlo que hacerlo.
Pero este no era el momento de darle vueltas a un imposible, su pose había cambiado a la ofensiva. Descargó un violento corte contra mí, con un impulso que envió una onda cortante circular. Le di la vuelta al arma y la aferré debajo de mi hombro, clavando la punta en el hielo. Extendí mi mano libre y tensé todos los músculos para recibir el impacto. Noté la fuerza formidable del ataque, el dolor de una herida lacerante en mi carne y la picazón de la piel levantada. Cerré el puño guardando la palma ensangrentada al tiempo que un estruendo se escuchaba a mi espalda.
- ¿Te estás tomando esto en serio? - Una mirada seria, notable incluso tras la máscara se calvó en su rostro. - Muestra a Eines Lobby que no eres solo palabras.
Si quería ganarle no podía hacerlo apoyándome sólo en técnicas que hubiera visto, necesitaba hacer algo nuevo pero con este hielo por todas partes no podía moverme bien sin resbalar, los golpes perdían mucha fuerza si carecía de un buen apoyo y no podía centrarme en el combate si me fijaba sólo en mantener mis pies fijos con la congelación. Además no tenía unos buenos patin...
Una idea cruzó por mi cabeza ¿Y si lo que necesito es exactamente lo contrario? Una falta de fricción controlada. Centré el calor que quedaba en la humedad del ambiente bajo mis pies, el hielo de Al era frío puro, pero seguro que el cambio brusco había creado una sublimación de hielo natural en una fina capa que podía aprovechar. El efecto Leidenfrost crearía una fina capa de vapor a presión bajo la suela de mis botas que me haría patinar sobre el hielo. Sin fricción sólo tenía que mantener una pose firme e inclinar las plantas de los pies para redirigir el vector de movimiento. Era algo más fácil que centrarme en congelar y derretir a cada paso. Usé el impulso del 0Raiser para moverme a mayor velocidad, redirigiendo el chorro de aire caliente de un lado a otro para moverme a toda velocidad por la arena rodeándolo y aprovechando la situación para hacerme a esta forma de movimiento. Un aura rojiza me rodeó iniciando el efecto del Trans Am, si no se tomaba esto en serio lo haría con mi fuerza y velocidad triplicados.
Me cerré en una curva en espiral sobre su posición, volviendo a acumular momento como antes para empezar a acosarle con una serie de 3 golpes rápidos con el Glaive desde una distancia segura. No eran tan potentes como el de antes, pero quería comprobar la forma más eficiente de lanzar e intercambiar golpes mientras me desplazaba de esta forma.
Sasaki
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fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
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Tarde como casi siempre, me llegó un informe de asistir a Enies Lobby. En la base no se encontraba nadie de la brigada, parecía que ya se habían adelantado. El haberme entretenido con otros menesteres, para mí, más importantes que cualquier cosa que la Marina pudiese ordenarme.
Me fui hasta el puerto y di un potente silbido. En apenas un par de minutos llegó hasta allí la nueva incorporación de la Brigada. Franco. Acercó su cabeza hasta mi posición para que me subiese a su cabeza y así lo hice.
-A Enies Lobby pequeño, y te daré otro hueso.
En un parpadeo el animal comenzó a dirigirse. Crucé mis brazos y miré hacia el horizonte mirando hacia donde os dirigíamos. En mi hombro comiendo cacahuetes se encontraba Jack. Y el pobre Rudolf lo había tenido que dejar en la base en una mazmorra excavada en la tierra bajo la base.
El tiempo pasó volando para mí, pero tardé algunos días en llegar hasta las cercanías de la isla. Cuando la tuve a la vista comencé a crear un hueso bastante grande de azúcar del sabor favorito de Franco, el de mora. El animal, lo olió con rapidez, sacó la lengua y se agitó. Sin embargo, a apenas un kilómetro de la isla se quedó quieto, sin agitarse ni avanzar. Aunque noté como ligeramente levantó su cabeza como mirando al cielo.
-Franco, chico, ¿estás bien? ¿pasa algo?
-¡ACHUUU!
No sabía cómo, pero en un parpadeo ya no estaba en la cabeza de Franco y me encontraba en el aire volando. A mi lado se encontraba Jack gritando como un descosido e intentando agarrarse a mí. Mire en la dirección hacia la que movía y me acercaba a la isla a gran velocidad. Miré hacia atrás y vi en la lejanía a Franco comenzar a morder el hueso de azúcar de mora que había quedado allí.
Recorrida la mitad de la distancia volando comenzó el descenso a gran velocidad. Medité unos segundos como debería intentar sobrevivir a aquello, pero las ideas no me convencían del todo. De pronto unos brillos en la calle principal me sacaron de mi ensimismamiento. Debido al aire que entraba en mis ojos no veía bien, pero parecía que había un combate allí abajo.
Con esfuerzo por la resistencia del aire, extendí mi brazo hacia donde me dirigía, justo al medio del combate que había detectado. Y comencé a crear todo el caramelo que pude en aquella dirección. En el extremo se crearía una enorme esfera de caramelo que sería lo primero que caería en el suelo, y luego Jack y yo caeríamos dentro de aquella esfera.
Me fui hasta el puerto y di un potente silbido. En apenas un par de minutos llegó hasta allí la nueva incorporación de la Brigada. Franco. Acercó su cabeza hasta mi posición para que me subiese a su cabeza y así lo hice.
-A Enies Lobby pequeño, y te daré otro hueso.
En un parpadeo el animal comenzó a dirigirse. Crucé mis brazos y miré hacia el horizonte mirando hacia donde os dirigíamos. En mi hombro comiendo cacahuetes se encontraba Jack. Y el pobre Rudolf lo había tenido que dejar en la base en una mazmorra excavada en la tierra bajo la base.
El tiempo pasó volando para mí, pero tardé algunos días en llegar hasta las cercanías de la isla. Cuando la tuve a la vista comencé a crear un hueso bastante grande de azúcar del sabor favorito de Franco, el de mora. El animal, lo olió con rapidez, sacó la lengua y se agitó. Sin embargo, a apenas un kilómetro de la isla se quedó quieto, sin agitarse ni avanzar. Aunque noté como ligeramente levantó su cabeza como mirando al cielo.
-Franco, chico, ¿estás bien? ¿pasa algo?
-¡ACHUUU!
No sabía cómo, pero en un parpadeo ya no estaba en la cabeza de Franco y me encontraba en el aire volando. A mi lado se encontraba Jack gritando como un descosido e intentando agarrarse a mí. Mire en la dirección hacia la que movía y me acercaba a la isla a gran velocidad. Miré hacia atrás y vi en la lejanía a Franco comenzar a morder el hueso de azúcar de mora que había quedado allí.
Recorrida la mitad de la distancia volando comenzó el descenso a gran velocidad. Medité unos segundos como debería intentar sobrevivir a aquello, pero las ideas no me convencían del todo. De pronto unos brillos en la calle principal me sacaron de mi ensimismamiento. Debido al aire que entraba en mis ojos no veía bien, pero parecía que había un combate allí abajo.
Con esfuerzo por la resistencia del aire, extendí mi brazo hacia donde me dirigía, justo al medio del combate que había detectado. Y comencé a crear todo el caramelo que pude en aquella dirección. En el extremo se crearía una enorme esfera de caramelo que sería lo primero que caería en el suelo, y luego Jack y yo caeríamos dentro de aquella esfera.
Había que reconocer que Arthur tenía arrestos. Había detenido en seco su onda con la mano y, aunque había evitado recibir el impacto de su espada, su falta de reacción le hizo sentir un escalofrío: Arthur era un monstruo. No era una persona demasiado ágil, extraño en alguien de su talla, pero poseía unos reflejos dignos de mención; apenas con un sutil movimiento y sin siquiera torcer el gesto había evadido su ataque mientras su sangre se derramaba por el hielo, congelándose al instante. No podía confiarse, pues si bien Arthur tal vez no era tan ágil como él era casi igual de rápido y, como mínimo, tan imaginativo como él. Además tenía amplios conocimientos de su poder, mucho mayores a los que él poseía, básicamente limitados a su interacción con el cuerpo humano.
Aprovechando sus extraños propulsores empezó a deslizarse por el hielo, usando el giro de su cuerpo y acelerando en lugar de buscar un punto de apoyo que, para el caso, no podía encontrar. Esa clase de movimiento hacía a Arthur predecible, pero también lo dejaba a él en una situación comprometida: Podía arriesgar la estabilidad que había conseguido para seguir su trayectoria y trazar un contraataque o esperar e intentar contrarrestar toda la fuerza que el pequeño hombre-bala estaba acumulando con cada segundo que avanzaba. Al final decidió optar por la primera y saltó en busca de chocar armas.
El impacto fue precipitado y corto. Los tres tajos de Arthur encontraron la hoja de su espada en un choque fugaz que hizo saltar chipas, pero por un momento perdió el equilibrio y necesitó rodar para recomponerse antes de percibir que a su hombro había llegado un corte perdido. No era nada grave, pero llegaba desde su omóplato hasta el pectoral bajo y su profundidad de tres milimetros era suficiente para escocer como una herida mucho peor.
- Tal vez me haya precipitado -dijo pasando un dedo por la línea de sangre, cauterizando la herida al instante-. Al menos no he puesto la mano.
Sonrió con cierta sorna mientras hacía peripecias con el arma, decidiendo cómo atacar a continuación. La espada empezó a girar en su muñeca y fue pasándola de mano en mano trazando círculos tan deprisa que apenas se podía distinguir el filo de la hoja, viéndose apenas con un fulgor blanco cuando marcaba el trazado ascendente. Dejó que su avance continuase, resbalando hasta que casi estuvo contra uno de los muros y lo aprovechó para tomar impulso. Reventó tras él mientras salía disparado contra el contraalmirante, todavía sin dejar de girar las armas hasta que, cuando estaba a punto de impactar contra Arthur, una enorme bloa de caramelo se interpuso en su camino... Y se estampó.
Los fragmentos de hielo se desperdigaron por toda la arena mientras una silueta perfectamente definida quedaba marcada en la esfera. ¿Qué coño hacía Jack ahí? Se recompuso como pudo frente a Arthur y adoptó una pose defensiva, esperando que el enano atacase de nuevo aprovechando su posición delicada. Ya se encargaría de su cocinero cuando hubiese enseñado modales a Arthur.
Aprovechando sus extraños propulsores empezó a deslizarse por el hielo, usando el giro de su cuerpo y acelerando en lugar de buscar un punto de apoyo que, para el caso, no podía encontrar. Esa clase de movimiento hacía a Arthur predecible, pero también lo dejaba a él en una situación comprometida: Podía arriesgar la estabilidad que había conseguido para seguir su trayectoria y trazar un contraataque o esperar e intentar contrarrestar toda la fuerza que el pequeño hombre-bala estaba acumulando con cada segundo que avanzaba. Al final decidió optar por la primera y saltó en busca de chocar armas.
El impacto fue precipitado y corto. Los tres tajos de Arthur encontraron la hoja de su espada en un choque fugaz que hizo saltar chipas, pero por un momento perdió el equilibrio y necesitó rodar para recomponerse antes de percibir que a su hombro había llegado un corte perdido. No era nada grave, pero llegaba desde su omóplato hasta el pectoral bajo y su profundidad de tres milimetros era suficiente para escocer como una herida mucho peor.
- Tal vez me haya precipitado -dijo pasando un dedo por la línea de sangre, cauterizando la herida al instante-. Al menos no he puesto la mano.
Sonrió con cierta sorna mientras hacía peripecias con el arma, decidiendo cómo atacar a continuación. La espada empezó a girar en su muñeca y fue pasándola de mano en mano trazando círculos tan deprisa que apenas se podía distinguir el filo de la hoja, viéndose apenas con un fulgor blanco cuando marcaba el trazado ascendente. Dejó que su avance continuase, resbalando hasta que casi estuvo contra uno de los muros y lo aprovechó para tomar impulso. Reventó tras él mientras salía disparado contra el contraalmirante, todavía sin dejar de girar las armas hasta que, cuando estaba a punto de impactar contra Arthur, una enorme bloa de caramelo se interpuso en su camino... Y se estampó.
Los fragmentos de hielo se desperdigaron por toda la arena mientras una silueta perfectamente definida quedaba marcada en la esfera. ¿Qué coño hacía Jack ahí? Se recompuso como pudo frente a Arthur y adoptó una pose defensiva, esperando que el enano atacase de nuevo aprovechando su posición delicada. Ya se encargaría de su cocinero cuando hubiese enseñado modales a Arthur.
Roland Oppenheimer
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Rápido y veloz como un trueno el agente seguía moviéndose, atacando a diestro y siniestro. A unos los atravesaba con sus dedos, a otros los despedazaba con sus garras, pero el enemigo no parecía caer. Por cada uno que derribaba, aparecían dos más, pero no se rendía. Estaba decidido a demostrar su valía, a demostrar que nada ni nadie podía con él.
Mientras Roland hacía gala de sus técnicas enfrentándose al cuerpo de marines, el Almirante y al parecer un conocido suyo empezaron una cruenta batalla de épicas dimensiones en un improvisado coliseo de hielo. Su combate era tal que podía sentir los golpes desde su posición. Así que ese es el poder de un almirante pensó Roland.
Roland, pensando en que debía hacerse más fuerte para llegar a esos niveles, no quiso ser menos y siguió dando todo de sí. Marine tras marine, golpeaba con todas sus fuerzas. Utilizaba principalmente el Shigan. No apuntaba a zonas vitales, sino a hombros, brazos y zonas no perjudiciales. Si bien se estaba enfrentando a todo el grupo y quería derrotarles, seguían siendo marines, por lo que si asesinaba a alguno de ellos, iba a tener más problemas de los que le gustaría. Siempre se metía en broncas, era conocido por ello, pero nunca había asesinado a nadie que trabajara para el gobierno. Si lo hiciera, podría ser expulsado del gobierno, lo cual era lo único que había conocido en su vida y era el camino que conocía para volverse más fuerte todavía.
Con esa idea en mente, continuó haciendo frente a sus rivales. Poco a poco sentía que su Shigan se había vuelto más poderoso, y fue utilizando la técnica con más de un dedo. Poco a poco dejaba boquetes más grandes en el cuerpo de los marienes que osaban hacerle frente, hasta que finalmente empezó a usar toda la mano, atravesando con todo su brazo el cuerpo de los adversarios. Cada vez le costaba controlar más su ímpetu de batalla y no sabía si acabaría matando a alguien por dejarle tan cruentas heridas.
Mientras Roland hacía gala de sus técnicas enfrentándose al cuerpo de marines, el Almirante y al parecer un conocido suyo empezaron una cruenta batalla de épicas dimensiones en un improvisado coliseo de hielo. Su combate era tal que podía sentir los golpes desde su posición. Así que ese es el poder de un almirante pensó Roland.
Roland, pensando en que debía hacerse más fuerte para llegar a esos niveles, no quiso ser menos y siguió dando todo de sí. Marine tras marine, golpeaba con todas sus fuerzas. Utilizaba principalmente el Shigan. No apuntaba a zonas vitales, sino a hombros, brazos y zonas no perjudiciales. Si bien se estaba enfrentando a todo el grupo y quería derrotarles, seguían siendo marines, por lo que si asesinaba a alguno de ellos, iba a tener más problemas de los que le gustaría. Siempre se metía en broncas, era conocido por ello, pero nunca había asesinado a nadie que trabajara para el gobierno. Si lo hiciera, podría ser expulsado del gobierno, lo cual era lo único que había conocido en su vida y era el camino que conocía para volverse más fuerte todavía.
Con esa idea en mente, continuó haciendo frente a sus rivales. Poco a poco sentía que su Shigan se había vuelto más poderoso, y fue utilizando la técnica con más de un dedo. Poco a poco dejaba boquetes más grandes en el cuerpo de los marienes que osaban hacerle frente, hasta que finalmente empezó a usar toda la mano, atravesando con todo su brazo el cuerpo de los adversarios. Cada vez le costaba controlar más su ímpetu de batalla y no sabía si acabaría matando a alguien por dejarle tan cruentas heridas.
Gareth Silverwing
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Al por lo menos no decepcionaba. Por fin parecía que se tomaba esto más en serio trabajando su guardia. A pesar de que contaba con la ventaja del terreno sabía que yo me adaptaba mejor a las condiciones del entorno. No necesitamos palabras, sólo acciones para saber que lo que ocurriera hoy marcaría los turnos de limpieza durante los próximos seis meses.
Se puso a hacer filigranas con el arma, nunca desaprovechaba una oportunidad para fardar, o puede que fuera para despistarme. El caso es que si me atacaba con una espada a esa velocidad no estaba seguro de si mis reflejos me ayudarían. La cosa estaba escalando, necesitaba más tiempo para adaptarme al Almirante o, por lo menos evitar en la medida de lo posible usar el Burst Mode de momento.
Traté de ganar distancia pero insistía en acercarse para intercambiar golpes de nuevo. Era nuevo en esta forma de desplazamiento, por lo que, si encontraba un buen punto de apoyo podría alcanzarme. Mis temores se volvieron ciertos cuando aniquiló una pared para salir disparado contra mí. No tenía casi tiempo para pensar, desvié todo el impulso hacia el frente para lanzarme contra él. No me importaba que me cortase un poco, descargaría el golpe más potente que pudiera contra el suelo y prepararía una arena más irregular. Con suerte la potencia serviría para frenarlo o, por lo menos obligarle a ganar distancia.
Rápidamente nos acercamos el uno al otro. Yo me disponía a dar el golpe justo en el último momento. Todo sucedió en una décima de segundo, pero nada en el mundo me hubiera preparado para lo que iba a ocurrir en la última centésima antes de dar el golpe.
Mi silueta quedó marcada vagamente bajo la gruesa capa de caramelo, a través de la cual se distinguía una figura humanoide, estampada cual insecto contra el suelo. Estaba boca arriba, y se distinguía un semblante de pocos amigos en un relieve característico de enfado con la boca abierta. Una burbuja lentamente se fue hinchando desde la boca. Nadie podía escucharlo, pero todos los que lo vieran sabrían que dentro se encontraban todas las profanidades gritadas y por gritar.
Se puso a hacer filigranas con el arma, nunca desaprovechaba una oportunidad para fardar, o puede que fuera para despistarme. El caso es que si me atacaba con una espada a esa velocidad no estaba seguro de si mis reflejos me ayudarían. La cosa estaba escalando, necesitaba más tiempo para adaptarme al Almirante o, por lo menos evitar en la medida de lo posible usar el Burst Mode de momento.
Traté de ganar distancia pero insistía en acercarse para intercambiar golpes de nuevo. Era nuevo en esta forma de desplazamiento, por lo que, si encontraba un buen punto de apoyo podría alcanzarme. Mis temores se volvieron ciertos cuando aniquiló una pared para salir disparado contra mí. No tenía casi tiempo para pensar, desvié todo el impulso hacia el frente para lanzarme contra él. No me importaba que me cortase un poco, descargaría el golpe más potente que pudiera contra el suelo y prepararía una arena más irregular. Con suerte la potencia serviría para frenarlo o, por lo menos obligarle a ganar distancia.
Rápidamente nos acercamos el uno al otro. Yo me disponía a dar el golpe justo en el último momento. Todo sucedió en una décima de segundo, pero nada en el mundo me hubiera preparado para lo que iba a ocurrir en la última centésima antes de dar el golpe.
Mi silueta quedó marcada vagamente bajo la gruesa capa de caramelo, a través de la cual se distinguía una figura humanoide, estampada cual insecto contra el suelo. Estaba boca arriba, y se distinguía un semblante de pocos amigos en un relieve característico de enfado con la boca abierta. Una burbuja lentamente se fue hinchando desde la boca. Nadie podía escucharlo, pero todos los que lo vieran sabrían que dentro se encontraban todas las profanidades gritadas y por gritar.
Galhard
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Galhard bajo su identidad de Geodude comenzó su pelea contra los marines y agentes que salían a su paso, les golpeaba con la parte sin filo de su sable.
El cadete era consciente que los capitanes de la marina que aparecerían detrás de los soldados serían probablemente rivales difíciles, más todavía si no los hería de gravedad. Incluso lo más factible es que pese a su experiencia como espadachín las de un capitán sería más poderoso que él y sumando a la superioridad numérica sería una tarea imposible pero eso no cesaría en su empeño, pues no dejaba de ser un cenutrio sin miedo y además contaba con la ventaja de poder brevemente anticipar las intenciones de los ataques que iban hacia el.
Tumbó a un marine golpeando la nuca del otro recluta y tomó el sable de ese soldado llevando ahora dos espadas comenzó a atacar con más fiereza a aquellos agentes que venían contra él. Un leve despiste centrando su atención en anticipar un golpe de un capitán marine le costó que un cp le golpease en un costado de una patada, no imaginaba que ese agente usase el shoru para impulsarse y darle una potente pata. El dolor le hizo retroceder y recibir otro golpe de un capitán. Era hora de ponerse serio o de lo contrario no lo explicaría, sería hora de no ir con tantos miramientos a la hora de pelear y comenzar a dar cortes reales a los marines y agentes.
—Espero recordar la totalidad de las técnicas que me enseñó mi padre. —
Lanzó una espada al hombro de un marine enorme que cargaba un hacha enorme y volvió a centrarse a pelear con su sable con los agentes. La situación parecía difícil pero debía lograr acercarse a Oppen para conseguir tener más apoyo de combate.
El cadete era consciente que los capitanes de la marina que aparecerían detrás de los soldados serían probablemente rivales difíciles, más todavía si no los hería de gravedad. Incluso lo más factible es que pese a su experiencia como espadachín las de un capitán sería más poderoso que él y sumando a la superioridad numérica sería una tarea imposible pero eso no cesaría en su empeño, pues no dejaba de ser un cenutrio sin miedo y además contaba con la ventaja de poder brevemente anticipar las intenciones de los ataques que iban hacia el.
Tumbó a un marine golpeando la nuca del otro recluta y tomó el sable de ese soldado llevando ahora dos espadas comenzó a atacar con más fiereza a aquellos agentes que venían contra él. Un leve despiste centrando su atención en anticipar un golpe de un capitán marine le costó que un cp le golpease en un costado de una patada, no imaginaba que ese agente usase el shoru para impulsarse y darle una potente pata. El dolor le hizo retroceder y recibir otro golpe de un capitán. Era hora de ponerse serio o de lo contrario no lo explicaría, sería hora de no ir con tantos miramientos a la hora de pelear y comenzar a dar cortes reales a los marines y agentes.
—Espero recordar la totalidad de las técnicas que me enseñó mi padre. —
Lanzó una espada al hombro de un marine enorme que cargaba un hacha enorme y volvió a centrarse a pelear con su sable con los agentes. La situación parecía difícil pero debía lograr acercarse a Oppen para conseguir tener más apoyo de combate.
Sasaki
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Akuma no mi
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Mi llegada, caótica como solía ser de costumbre ya, parecía ser que había interrumpido algo que aún no entendía, aunque no creía que tardaría mucho en descubrirlo, ya fuese por las buenas o por las malas.
Cuando caí en mitad de la ciudad, el capitán de la brigada, el Almirante Al, se cochó contra el caramelo, dejando su silueta perfectamente dibujada en el caramelo. Por alguna razón, salió hielo despedido por todos lados cuando eso pasó. Al, tras el golpe, se recompuso, y por lo que a mí me pareció colocándose en una posición defensiva, aunque no hacia mí, sino a lo que había al otro lado del caramelo.
Al otro lado se encontraba Arthur, que, de una forma similar a Al, se cochó contra el caramelo cuando se lanzó al ataque contra alguien. Sin embargo, al contrario que Al, su silueta apenas quedó marcada en el caramelo. Algo lógico dado que era bastante más pequeño.
Algo andaba mal. La sensación que daba era que el capitán y Arthur estaban de alguna forma peleándose, pero aquello no podía ser. Así que miré hacia el suelo mientras hacia que el caramelo para ver si había caído por casualidad encima de alguien contra el que estaban luchando. Pero no fue así, debajo no había nada ni nadie. Lo que significaba una cosa, estaban peleando entre ellos, algo que nunca había visto, ni siquiera para entrenar.
-Perdón el retraso, ¿me he perdido algo? – dije en cuanto el caramelo desapareció por completo.
Cuando caí en mitad de la ciudad, el capitán de la brigada, el Almirante Al, se cochó contra el caramelo, dejando su silueta perfectamente dibujada en el caramelo. Por alguna razón, salió hielo despedido por todos lados cuando eso pasó. Al, tras el golpe, se recompuso, y por lo que a mí me pareció colocándose en una posición defensiva, aunque no hacia mí, sino a lo que había al otro lado del caramelo.
Al otro lado se encontraba Arthur, que, de una forma similar a Al, se cochó contra el caramelo cuando se lanzó al ataque contra alguien. Sin embargo, al contrario que Al, su silueta apenas quedó marcada en el caramelo. Algo lógico dado que era bastante más pequeño.
Algo andaba mal. La sensación que daba era que el capitán y Arthur estaban de alguna forma peleándose, pero aquello no podía ser. Así que miré hacia el suelo mientras hacia que el caramelo para ver si había caído por casualidad encima de alguien contra el que estaban luchando. Pero no fue así, debajo no había nada ni nadie. Lo que significaba una cosa, estaban peleando entre ellos, algo que nunca había visto, ni siquiera para entrenar.
-Perdón el retraso, ¿me he perdido algo? – dije en cuanto el caramelo desapareció por completo.
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