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Acercarse al archipiélago no les supuso ningún problema. No era la primera vez que venían, pero si la primera que pretendían pasar al otro lado. El barco se deslizó entre los manglares suavemente. Nada en las velas o en la decoración del mismo indicaba que fuera un barco ocupado por piratas. Era una buena decisión, porque de haberlo hecho las dos jóvenes que había a bordo se habrían convertido en un delicioso caramelito para los malhechores y rufianes que se encontraban entre los árboles, por no hablar de los oficiales de la ley deseosos de un ascenso fácil. ¿Llamaban la atención? Lys suponía que sí, pero no lo suficiente como para que fuera un problema, al menos de momento. Aparcaron junto al manglar 42. Le dio a la joven un pequeño den den Mushi de bolsillo, con instrucciones de avisarla si algo salía mal. Ella, que dirigía el navío de ambas con la misma facilidad que si se tratara de una bicicleta, era la encargada de ocuparse de que lo recubrieran y pusieran a punto para viajar a Isla Gyojin. Tenía el dinero y armas para defenderse un rato en caso de que hubiera algún inconveniente. Pero esperaba que todo fuera bien.
Lys, por su parte, se dirigió a la zona comercial, llena casi por entero de hoteles. Compraría provisiones y algún que otro regalo para entretenerse durante el viaje. Dos tiendas de lencería y una cesta llena de fruta, arroz y carne después, estaba dispuesta a regresar con las manos llenas. Tras examinar el lugar, decidió atajar por un par de manglares de la marina. Llegaría antes y mientras fuera educada nadie tendría un motivo para pararla.
Caminaba de forma tranquila, pensando en la gente que había visto al llegar. Quizá pudiera conseguir algo de dinero alquilando uno o dos camarotes en el navío para la travesía. No tenía intención de robar en un sitio como ese a no ser que no le quedara más remedio, así que ese parecía un buen modo de proceder. Por supuesto, el corsé que llevaba en las manos no había sido un robo, sino una silenciosa reclamación de justicia. 3000 berries eran un completo robo, cualquiera con dos dedos de frente habría hecho lo mismo.
Lys, por su parte, se dirigió a la zona comercial, llena casi por entero de hoteles. Compraría provisiones y algún que otro regalo para entretenerse durante el viaje. Dos tiendas de lencería y una cesta llena de fruta, arroz y carne después, estaba dispuesta a regresar con las manos llenas. Tras examinar el lugar, decidió atajar por un par de manglares de la marina. Llegaría antes y mientras fuera educada nadie tendría un motivo para pararla.
Caminaba de forma tranquila, pensando en la gente que había visto al llegar. Quizá pudiera conseguir algo de dinero alquilando uno o dos camarotes en el navío para la travesía. No tenía intención de robar en un sitio como ese a no ser que no le quedara más remedio, así que ese parecía un buen modo de proceder. Por supuesto, el corsé que llevaba en las manos no había sido un robo, sino una silenciosa reclamación de justicia. 3000 berries eran un completo robo, cualquiera con dos dedos de frente habría hecho lo mismo.
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Pasé la nariz por encima de la taza e inspire suavemente el embriagador aroma de su contenido, sin duda una de las mejores mezclas caseras de café que había tenido el privilegio de probar en muchos años. Esta era una de esas maravillas que no se encuentra en locales de lujo en la avenida comercial, sino en la terraza de una pequeña cafetería. Un encantador negocio familiar situado en una pequeña plaza a la cual se accede callejeando un poco desde el paseo de los cuarteles. Tres mesas circulares de metal forjado, adornado con motivos vegetales y tres sillas, cada una del mismo material con un fino cojín en el asiento. Una fachada de principios de siglo perfectamente conservada y adornada con unos hermosos helechos colgantes que refrescaban y daban vida al ya de por sí acogedor ambiente. Tras el escaparate estaba el dueño, un agradable anciano de cuidado bigote, vestido de camarero limpiando una taza tras la barra de madera oscurecida. Sin duda estaba disfrutando de mi semana de permiso.
Normalmente era reticente a tomarme más de dos días de descanso, pero tuve que venir aquí a regañadientes por orden de Al. No tenía ni idea de qué estaba tramando, pero me había cogido por los manuales y estaba claro que me quería fuera de juego para armar alguna que, claramente no miraría con gesto de aprobación. De todas formas, este café tenía la capacidad de borrar todas mis preocupaciones. Tenía que pedirle al dueño un par de bolsas con la mezcla y recomendaciones de preparación, a parte en encontrar un escondite adecuado. No planeaba dejar que cerdos probaran un brebaje demasiado bueno para ellos.
Tras el primer sorbo paladeé bien el sabor y la textura, los cuales combinaban a la perfección con el aroma que lo anticipaba, así como el regusto que dejaba en la boca, el cual invitaba a acompañarlo de una de las deliciosas pastas, cortesía de la casa. Dejé que la delicada taza de porcelana descansase sobre su plato y extendí la mano para echar un vistazo al periódico del día. Poca cosa a nivel internacional, relativamente hablando. Siempre había problemas, aunque de momento nadie había reacitvado un dispositivo del juicio final... otra vez. A nivel local lo típico, tripulaciones piratas novatas que se pasan de la raya donde no deben y pagan las consecuencias, algunas trifulcas menores resueltas en horas o alguna celebridad que viene de visita. Lo que se llama un día anodino en este archipiélago. Por ahora nada de lo que ocurriese importaba, sólo deseaba seguir con mi café y olvidarme de los problemas del mundo por un momento, tomarme un rato para relajarme, unos días para mí mismo. Cuando regresara ya les echaría la bronca incluso si no hubieran hecho nada. Mientras tanto sólo quedaba rezar por que la paz de este pequeño oasis no se viera interrumpida.
Normalmente era reticente a tomarme más de dos días de descanso, pero tuve que venir aquí a regañadientes por orden de Al. No tenía ni idea de qué estaba tramando, pero me había cogido por los manuales y estaba claro que me quería fuera de juego para armar alguna que, claramente no miraría con gesto de aprobación. De todas formas, este café tenía la capacidad de borrar todas mis preocupaciones. Tenía que pedirle al dueño un par de bolsas con la mezcla y recomendaciones de preparación, a parte en encontrar un escondite adecuado. No planeaba dejar que cerdos probaran un brebaje demasiado bueno para ellos.
Tras el primer sorbo paladeé bien el sabor y la textura, los cuales combinaban a la perfección con el aroma que lo anticipaba, así como el regusto que dejaba en la boca, el cual invitaba a acompañarlo de una de las deliciosas pastas, cortesía de la casa. Dejé que la delicada taza de porcelana descansase sobre su plato y extendí la mano para echar un vistazo al periódico del día. Poca cosa a nivel internacional, relativamente hablando. Siempre había problemas, aunque de momento nadie había reacitvado un dispositivo del juicio final... otra vez. A nivel local lo típico, tripulaciones piratas novatas que se pasan de la raya donde no deben y pagan las consecuencias, algunas trifulcas menores resueltas en horas o alguna celebridad que viene de visita. Lo que se llama un día anodino en este archipiélago. Por ahora nada de lo que ocurriese importaba, sólo deseaba seguir con mi café y olvidarme de los problemas del mundo por un momento, tomarme un rato para relajarme, unos días para mí mismo. Cuando regresara ya les echaría la bronca incluso si no hubieran hecho nada. Mientras tanto sólo quedaba rezar por que la paz de este pequeño oasis no se viera interrumpida.
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Lys proseguía su camino tranquilamente, fantaseando despierta con recuerdos de las vacaciones pasadas y calculando cuando podría volver a tomarse unas. De repente, se dio cuenta de que estaba perdida. ¿Cuándo había entrado al callejón? ¿En qué manglar estaba? No tenía ni idea.
Se encogió de hombros y echó a caminar un poco más atenta a lo que había alrededor, tratando de averiguar en dónde se había metido. A su espalda, un hombre más alto que ella y tan grande que era un milagro que cupiese en el callejón le gritó para que se diera la vuelta. La pirata lo hizo y le miró de arriba abajo sin perder la calma. Eso no eran músculos de verdad, era un cóctel de jeringuillas que se vendría abajo a la mínima patada. Pasó de él y siguió caminando, pero fue interrumpida a los pocos segundos.
-¡Te estoy hablando, zorra!
En cuanto le tiró del pelo, Lys decidió que se había pasado. Se giró, aprovechando para levantar la pierna y darle en todo el pecho, apartándolo de ella. El pobre hombre salió lanzado hacia atrás rozándose los hombros con las paredes. Se acercó a él todavía sujetando las bolsas de la compra y con las manos en las caderas. Se le ocurrían muchas cosas que hacer con el desgraciado, pero lo cierto era que no quería llamar la atención estando donde estaba. La gente normal habría… ¿avisado a la marina? Agarró al hombre de la coleta y empezó a tirar para sacarle del callejón. Al principio se revolvía bastante, pero tras unos metros de golpearse contra las paredes por intentar liberarse pareció aceptar su destino.
Una vez dejaron el infame callejón se encontraron en una plaza bastante acogedora. La pirata miró alrededor, buscando un cuartel, o en realidad cualquier número o indicación que le dijera a dónde debía ir. Por suerte para ella, no tuvo que andar demasiado. A través de la puerta abierta de una pequeña cafetería vislumbró el famoso uniforme azul y blanco y supuso que eso valdría. Todavía tirando del mocetón de gimnasio de anfetas entró a la cafetería y se acercó al presunto marine.
-¡Buenos días! Me gustaría entregar a este impresentable.
-¡Ella me ha arrastrado hasta aquí!
-Me llamaste zorra e intentaste pegarme.
-Tú me pegaste de verdad.
-En defensa propia. Ahora cállate, estoy intentando ser responsable y entregarte a las autoridades.
Se encogió de hombros y echó a caminar un poco más atenta a lo que había alrededor, tratando de averiguar en dónde se había metido. A su espalda, un hombre más alto que ella y tan grande que era un milagro que cupiese en el callejón le gritó para que se diera la vuelta. La pirata lo hizo y le miró de arriba abajo sin perder la calma. Eso no eran músculos de verdad, era un cóctel de jeringuillas que se vendría abajo a la mínima patada. Pasó de él y siguió caminando, pero fue interrumpida a los pocos segundos.
-¡Te estoy hablando, zorra!
En cuanto le tiró del pelo, Lys decidió que se había pasado. Se giró, aprovechando para levantar la pierna y darle en todo el pecho, apartándolo de ella. El pobre hombre salió lanzado hacia atrás rozándose los hombros con las paredes. Se acercó a él todavía sujetando las bolsas de la compra y con las manos en las caderas. Se le ocurrían muchas cosas que hacer con el desgraciado, pero lo cierto era que no quería llamar la atención estando donde estaba. La gente normal habría… ¿avisado a la marina? Agarró al hombre de la coleta y empezó a tirar para sacarle del callejón. Al principio se revolvía bastante, pero tras unos metros de golpearse contra las paredes por intentar liberarse pareció aceptar su destino.
Una vez dejaron el infame callejón se encontraron en una plaza bastante acogedora. La pirata miró alrededor, buscando un cuartel, o en realidad cualquier número o indicación que le dijera a dónde debía ir. Por suerte para ella, no tuvo que andar demasiado. A través de la puerta abierta de una pequeña cafetería vislumbró el famoso uniforme azul y blanco y supuso que eso valdría. Todavía tirando del mocetón de gimnasio de anfetas entró a la cafetería y se acercó al presunto marine.
-¡Buenos días! Me gustaría entregar a este impresentable.
-¡Ella me ha arrastrado hasta aquí!
-Me llamaste zorra e intentaste pegarme.
-Tú me pegaste de verdad.
-En defensa propia. Ahora cállate, estoy intentando ser responsable y entregarte a las autoridades.
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Un ligero temblor sacudió la lisa superficie del café que quedaba en la taza. Un indicio leve, pero visto de reojo significaba algo inconfundible para un ojo experto, se acercaban problemas. Sin duda, así era, unas voces procedían del callejón que daba a la plaza, algo alteradas, lo que chocaba de frente con el entorno pacífico que reinaba en este sagrado espacio. Inspiré profundo y volví a mi lectura, con suerte los problemas se irían a otro lado y no me molestaría.
De nuevo me equivocaba. Unos pasos apresurados se acercaron a mí y una voz femenina me llamó la atención. Me sonaba de algo, pero no sabía de qué, tampoco le di demasiada importancia. Decía no se qué de entregar a alguien. Apreté el ceño con la mano izquierda y di un perezoso sorbo a mi café, doblé el periódico con desgana y eché un vistazo a la cara del supuesto criminal. No me acordaba del nombre, pero sin duda era uno de los principales reclutadores esclavistas de una de las casas de venta locales. Suspiré y me levanté.
- Has tenido suerte, estoy fuera de servicio. - Dije con aire perezoso, como a quien le acaban de despertar de un buen sueño.
- Ja, y aunque no lo estuvieras renacuajo, si me detienes estaré en la calle enseguida, el jefe nunca deja que nos pudramos en una celda.
- Puede que sea cierto, pero no te voy a detener, no por tráfico de personas. Sino por interrumpir el descanso de un oficial, faltarle al respeto e invasión de una propiedad gubernamental, delito que es penable con la carcel directamente dado que hay pruebas circunstanciales.
- ¿Qué dices de invasión, yo nunca he pisado una base maAAAAAA...!
Antes de que terminara la frase lo agarré del cuello de la camisa cual gatete y lo lancé con todas mis fuerzas en dirección del cuartel. Si mis cálculos no fallaban a esta hora había ejercicios en la plaza y, con suerte caería encima de quien no debía. Era lo mínimo que podía hacerle por interrumpir este momento de descanso.
- Bien señorita, si no tiene mas... ¿Nos conocemos? - Algo me picaba, su cara no me sonaba, pero la voz me era extrañamente familiar. Despertaba en mí ciertos recuerdos, aunque no estaba seguro de qué eran.
De nuevo me equivocaba. Unos pasos apresurados se acercaron a mí y una voz femenina me llamó la atención. Me sonaba de algo, pero no sabía de qué, tampoco le di demasiada importancia. Decía no se qué de entregar a alguien. Apreté el ceño con la mano izquierda y di un perezoso sorbo a mi café, doblé el periódico con desgana y eché un vistazo a la cara del supuesto criminal. No me acordaba del nombre, pero sin duda era uno de los principales reclutadores esclavistas de una de las casas de venta locales. Suspiré y me levanté.
- Has tenido suerte, estoy fuera de servicio. - Dije con aire perezoso, como a quien le acaban de despertar de un buen sueño.
- Ja, y aunque no lo estuvieras renacuajo, si me detienes estaré en la calle enseguida, el jefe nunca deja que nos pudramos en una celda.
- Puede que sea cierto, pero no te voy a detener, no por tráfico de personas. Sino por interrumpir el descanso de un oficial, faltarle al respeto e invasión de una propiedad gubernamental, delito que es penable con la carcel directamente dado que hay pruebas circunstanciales.
- ¿Qué dices de invasión, yo nunca he pisado una base maAAAAAA...!
Antes de que terminara la frase lo agarré del cuello de la camisa cual gatete y lo lancé con todas mis fuerzas en dirección del cuartel. Si mis cálculos no fallaban a esta hora había ejercicios en la plaza y, con suerte caería encima de quien no debía. Era lo mínimo que podía hacerle por interrumpir este momento de descanso.
- Bien señorita, si no tiene mas... ¿Nos conocemos? - Algo me picaba, su cara no me sonaba, pero la voz me era extrañamente familiar. Despertaba en mí ciertos recuerdos, aunque no estaba seguro de qué eran.
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Lys observó con admiración el lanzamiento del marine. Técnica impecable, pulida a lo largo de numerosos intentos, no le cabía ninguna duda. Soltó un pequeño silbido en reconocimiento de su habilidad, antes de prestar atención a lo que le estaba diciendo. Le miró de arriba abajo, pero lo cierto es que no tenía ni idea de quién era esa persona.
-Me temo que no, me acordaría. Mi nombre es Lysbeth, estoy esperando a que terminen de preparar mi barco. Gracias por su servicio, no le robo más tiempo.
Se disponía a salir del lugar y dejarle a su aire para que terminase de desayunar o lo que fuera, pero una voz grave y entusiasmada le hizo cambiar de planes.
-¡Manos arriba, renacuajos! ¡Esto es un asalto!
-Atraco, jefe, atraco.
-¡ESO HE DICHO!
A continuación se escuchó un fuerte ruido de topetazo y un gemido arrepentido. Unos veinte hombres, claramente piratas o al menos malhechores, habían aparecido en la plaza armas en mano. Espadas, pistolas, el jefe llevaba una enorme maza con pinchos. Parecía haberle dado con el mango a otro, dado que había un pequeño cuerpo en el suelo con cara de dolor. En menos de lo que se tarda en contarlo, se separaron y comenzaron a colarse en los negocios alrededor de la plaza, exigiendo dinero y cualquier cosa de valor. Tres aparecieron en la cafetería en la que se encontraban. Eran altos, gordos y tenían una expresión de estupidez en la cara completamente inimitable. Lys se giró hacia el marine dubitativa.
-Quizá debería encargarse de eso. Le echaré una mano.
No podía doler ganar un par de puntos con la marina. Tenía bastante claro que antes o después se iba a quedar en crédito negativo de todas formas. Sacó los sai y de un salto bien calculado se subió a la espalda de uno, rodeándole el cuello con un brazo y apuntándole con el sai a la garganta. Por desgracia, el tonto mastodonte estaba ocupado intentando romper uno de los grifos de cerveza, que le había parecido bonito, y no se daba mucha cuenta del peso mosca que tenia encima. Vaya.
-Me temo que no, me acordaría. Mi nombre es Lysbeth, estoy esperando a que terminen de preparar mi barco. Gracias por su servicio, no le robo más tiempo.
Se disponía a salir del lugar y dejarle a su aire para que terminase de desayunar o lo que fuera, pero una voz grave y entusiasmada le hizo cambiar de planes.
-¡Manos arriba, renacuajos! ¡Esto es un asalto!
-Atraco, jefe, atraco.
-¡ESO HE DICHO!
A continuación se escuchó un fuerte ruido de topetazo y un gemido arrepentido. Unos veinte hombres, claramente piratas o al menos malhechores, habían aparecido en la plaza armas en mano. Espadas, pistolas, el jefe llevaba una enorme maza con pinchos. Parecía haberle dado con el mango a otro, dado que había un pequeño cuerpo en el suelo con cara de dolor. En menos de lo que se tarda en contarlo, se separaron y comenzaron a colarse en los negocios alrededor de la plaza, exigiendo dinero y cualquier cosa de valor. Tres aparecieron en la cafetería en la que se encontraban. Eran altos, gordos y tenían una expresión de estupidez en la cara completamente inimitable. Lys se giró hacia el marine dubitativa.
-Quizá debería encargarse de eso. Le echaré una mano.
No podía doler ganar un par de puntos con la marina. Tenía bastante claro que antes o después se iba a quedar en crédito negativo de todas formas. Sacó los sai y de un salto bien calculado se subió a la espalda de uno, rodeándole el cuello con un brazo y apuntándole con el sai a la garganta. Por desgracia, el tonto mastodonte estaba ocupado intentando romper uno de los grifos de cerveza, que le había parecido bonito, y no se daba mucha cuenta del peso mosca que tenia encima. Vaya.
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En serio, uno, sólo pedía un único día de paz. Era demasiado pedir supongo. Estos pequeños actos de vandalismo espontáneo me recordaban que las pocas horas de tranquilidad de las que disponía debían de ser atesoradas como oro en paño... y que tendría una seria charla con el encargado de la base una vez acabara esto. Se supone que esta era una callejuela en un barrio tranquilo. TRANQUILO. Y de pronto una veintena de idiotas se habían puesto a armarla en medio de la calle a plena luz del día ¿Cómo habían llegado hasta este archipiélago? Era un misterio.
- Vale chicos, desalojando, se acabó el dar problemas ¿Vale? - Dije mientras me aproximaba a uno de ellos y ponía una mano en su espalda. - Es mi día libre y preferiría no tener que sacar la vara de castigar malos.
Aquel al que me acerqué dejó lo que estaba haciendo para echarme una mirada de reojo, luego dejó la maza en el suelo para agacharse y ponerse a mi altura. Su aliento apestaba y sus dientes desalineados habían visto días mejores, salvo que estos no lo recordaban.
- Hehehe. Miraz shicos, eh renacuaho pienza khe eh un Manire. - Comentó entre carcajadas contenidas y un lenguaje descuidado mientras se mofaba de mí con una sonrisa desdentada. - Anda shava sa pafuera khe no kiero acerteh daño.
Veintitrés segundos más tarde estaba limpiándome los nudillos con la bandolera de uno de los dos que había sacado a golpes. Sus bocas, las cuales antes gozaban de salud precaria, ahora directamente estaban desdentadas. Por el tercero no me había preocupado, con un arma al cuello no llegaría lejos.
- A ver, niños. Me prestáis atención un momento por favor. Si podéis dejar el vandalismo un momento os quiero explicar un par de cosillas en persona. Ya se lo he dicho a vuestros compañeros y han entrado en razón muy rápido. Así que si sois tan amables de-
Algo me interrumpió de golpe, o mejor dicho, de golpes. Una serie de ellos en la cara, mi boca tenía un sabor metálico y no sólo a sangre, también a plomo y pólvora. Mientras caía de espaldas uno de ellos alzaba una escopeta con aire triunfante.
- Jaja. En toa la molla. Me kargué al retako.
Mi espalda no llegó al suelo, el muy idiota pensaba que ese juguete me podía hacer algo. Bueno, sí que me hizo algo, aunque no le iba a gustar el qué. Lentamente me incorporaba con la cara dolorida y ensombrecida por el hollín, mientras el perdigón entre mis dientes se doblaba por la presión.
- Vale chicos, desalojando, se acabó el dar problemas ¿Vale? - Dije mientras me aproximaba a uno de ellos y ponía una mano en su espalda. - Es mi día libre y preferiría no tener que sacar la vara de castigar malos.
Aquel al que me acerqué dejó lo que estaba haciendo para echarme una mirada de reojo, luego dejó la maza en el suelo para agacharse y ponerse a mi altura. Su aliento apestaba y sus dientes desalineados habían visto días mejores, salvo que estos no lo recordaban.
- Hehehe. Miraz shicos, eh renacuaho pienza khe eh un Manire. - Comentó entre carcajadas contenidas y un lenguaje descuidado mientras se mofaba de mí con una sonrisa desdentada. - Anda shava sa pafuera khe no kiero acerteh daño.
Veintitrés segundos más tarde estaba limpiándome los nudillos con la bandolera de uno de los dos que había sacado a golpes. Sus bocas, las cuales antes gozaban de salud precaria, ahora directamente estaban desdentadas. Por el tercero no me había preocupado, con un arma al cuello no llegaría lejos.
- A ver, niños. Me prestáis atención un momento por favor. Si podéis dejar el vandalismo un momento os quiero explicar un par de cosillas en persona. Ya se lo he dicho a vuestros compañeros y han entrado en razón muy rápido. Así que si sois tan amables de-
Algo me interrumpió de golpe, o mejor dicho, de golpes. Una serie de ellos en la cara, mi boca tenía un sabor metálico y no sólo a sangre, también a plomo y pólvora. Mientras caía de espaldas uno de ellos alzaba una escopeta con aire triunfante.
- Jaja. En toa la molla. Me kargué al retako.
Mi espalda no llegó al suelo, el muy idiota pensaba que ese juguete me podía hacer algo. Bueno, sí que me hizo algo, aunque no le iba a gustar el qué. Lentamente me incorporaba con la cara dolorida y ensombrecida por el hollín, mientras el perdigón entre mis dientes se doblaba por la presión.
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Lys estaba a punto de rajarle la garganta al enorme delincuente cuando decidió que a lo mejor cometer asesinato a metro y medio de un marine no era la mejor idea. Si la situación fuera otra podría haber alegado defensa propia, pero era ella la que estaba subida en la espalda del señor. Con un suspiro de frustración, se bajó de un salto y le propinó una preciosa patada justo encima del trasero. El malhechor, tomado por sorpresa, se empotró en la barra de la cafetería, golpeándose la cabeza contra el grifo de cerveza que intentaba robar y quedando inconsciente.
Sacudiendo la cabeza por la incompetencia del patán, la morena se giró para ver cómo de mal iban las cosas. Alcanzó a contemplar los últimos cinco segundos de un borroso huracán pelirrojo. Se movió un pasito a la izquierda para esquivar un molar volador y soltó un pequeño silbido de admiración. Al parecer en la marina no había solo inútiles aunque claro, con tanta gente por estadística alguno bueno les tendría que salir. Y a este lo había encontrado alejado de cualquier cuartel, lo que también decía mucho de la situación.
Atendió a su pequeño discurso con una sonrisa de oreja a oreja, aunque cuando le llegó el primer golpe no pudo evitar soltar una pequeña carcajada. El pequeño marine no se lo merecía, claro, pero había sido espectacular. Sin embargo, no era cosa de dejar que siguieran divirtiéndose con él. Había cuatro rodeándole, uno de ellos con una escopeta. No señor. Ese era su Marine de Apoyo Emocional, que le estaba alegrando la mañana. Tirando del pelo de uno de los malos lo tiró al suelo de espaldas y remató la faena con un pisotón en el cuello. Mientras el pobre desgraciado boqueaba buscando aire, se pegó a su compañero y presentó sus partes íntimas a su rodilla una, dos y hasta tres veces. Cayó al suelo fuera de combate, pero llamándola cosas nada bonitas. Uy. Esa mala educación no podía consentirla, así que agarró a un tercero. Venía ya corriendo a por ella, así que fue sencillo apartarse de su puño y sujetarlo en vez de comérselo. Quien se lo comió fue el segundo tipo, al que se lo introdujo en la boca hasta el codo. Así no volvería a soltar indecencias.
Quedaba el cuarto, y le estaba apuntando al marine con la escopeta. Sin pensar mucho, pasó a forma completa y aleteó una vez, lo suficiente para ponerse a su altura y caer sobre él pisándole la espalda. Por desgracia, para cuando el tipo tocó suelo ya había disparado el arma. Por suerte, Lys levantó la mirada a tiempo de ver cómo el perdigón se doblaba entre los dientes del marine.
-Wow. – Giró sobre sí misma una vez, golpeando al marine con sus alas sin darse cuenta y contando los tipos malos que quedaban sueltos en la plaza. Parecían no tener ni idea de la paliza que acababan de llevarse sus compañeros.- Sabes, ahí hay al menos una decena de tipos, pero están bastante juntos. Si quieres hacer una entrada espectacular puedo llevarte y soltarte sobre sus cabezas como una bomba.
Esperaba que dijera que sí. La idea de pescar a un marine y soltarlo sobre una manada de imbéciles toscos como una carga de dinamita le parecía casi obligatoria. Sonreía solo de pensarlo.
Sacudiendo la cabeza por la incompetencia del patán, la morena se giró para ver cómo de mal iban las cosas. Alcanzó a contemplar los últimos cinco segundos de un borroso huracán pelirrojo. Se movió un pasito a la izquierda para esquivar un molar volador y soltó un pequeño silbido de admiración. Al parecer en la marina no había solo inútiles aunque claro, con tanta gente por estadística alguno bueno les tendría que salir. Y a este lo había encontrado alejado de cualquier cuartel, lo que también decía mucho de la situación.
Atendió a su pequeño discurso con una sonrisa de oreja a oreja, aunque cuando le llegó el primer golpe no pudo evitar soltar una pequeña carcajada. El pequeño marine no se lo merecía, claro, pero había sido espectacular. Sin embargo, no era cosa de dejar que siguieran divirtiéndose con él. Había cuatro rodeándole, uno de ellos con una escopeta. No señor. Ese era su Marine de Apoyo Emocional, que le estaba alegrando la mañana. Tirando del pelo de uno de los malos lo tiró al suelo de espaldas y remató la faena con un pisotón en el cuello. Mientras el pobre desgraciado boqueaba buscando aire, se pegó a su compañero y presentó sus partes íntimas a su rodilla una, dos y hasta tres veces. Cayó al suelo fuera de combate, pero llamándola cosas nada bonitas. Uy. Esa mala educación no podía consentirla, así que agarró a un tercero. Venía ya corriendo a por ella, así que fue sencillo apartarse de su puño y sujetarlo en vez de comérselo. Quien se lo comió fue el segundo tipo, al que se lo introdujo en la boca hasta el codo. Así no volvería a soltar indecencias.
Quedaba el cuarto, y le estaba apuntando al marine con la escopeta. Sin pensar mucho, pasó a forma completa y aleteó una vez, lo suficiente para ponerse a su altura y caer sobre él pisándole la espalda. Por desgracia, para cuando el tipo tocó suelo ya había disparado el arma. Por suerte, Lys levantó la mirada a tiempo de ver cómo el perdigón se doblaba entre los dientes del marine.
-Wow. – Giró sobre sí misma una vez, golpeando al marine con sus alas sin darse cuenta y contando los tipos malos que quedaban sueltos en la plaza. Parecían no tener ni idea de la paliza que acababan de llevarse sus compañeros.- Sabes, ahí hay al menos una decena de tipos, pero están bastante juntos. Si quieres hacer una entrada espectacular puedo llevarte y soltarte sobre sus cabezas como una bomba.
Esperaba que dijera que sí. La idea de pescar a un marine y soltarlo sobre una manada de imbéciles toscos como una carga de dinamita le parecía casi obligatoria. Sonreía solo de pensarlo.
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Esos patanes descerebrados se habían atrevido a dispararme en la cara, y no solo eso, para añadir insulto a la herida se había mofado de su "proeza". Yo el iba a enseñar, les iba a enseñar a todos, cuando acabase con ellos lo poco que quedase tendría que hacer condena en una sola celda y sobraría espacio en la cama. Mi ira sería legendaria y se escribirían baladas sobre la furia de mil soles que desencadenaría sobre esos pobres desgraciados, sus llantos resonarían en las pesadillas de su descendencia y el relato sería usado para callar a niños cuando llorasen. ¿Por qué estaba de morros en el suelo?
Algo me había empujado mientras me levantaba, algo rápido, pero no me había hecho daño, era como si hubiera presionado contra mi espalda cuando me incorporaba.
- Vale, definitivamente os la habéis gana...- Mis palabras se cortaron al ver como la mujer, ahora con un par de alas, terminaba de encargarse de los cuatro individuos que me habían rodeado. Aunque ahora otros diez les habían sustituido. - ¿Qué es esto, el día del espontáneo?
La mujer me dijo que podía cogerme y dejarme caer sobre los malhechores como una bomba. No me emocionaba la idea, pero tampoco estaba desencaminada. Esto necesitaba una solución rápida y eficiente, pero un impacto de gran potencia era demasiado arriesgado.
- La plaza está llena de pequeños comercios, las bajas colaterales son un riesgo demasiado... Puedo hacerlo más controlado. Tu sube y prepárate que ahora llego.
Confiando en que me hiciera caso ahora solo tenía que asegurarme de una segunda cosa, no sólo tener toda la atención de los criminales, sino hacer que quisieran lanzarse sobre mí sin pensarlo dos veces. Aunque tras el último despliegue de violencia se los veía algo reticentes a dar el primer paso. Me llevé las manos a los bolsillos y en estos creé varios cristales del hielo más puro que pude con la humedad del ambiente.
- Oh mierda, se me olvidó pasar por el banco para depositar los diamantes de mi familia, son tantos y tan grandes que no se si se me caerá alguno durante esta refriega. - Mi actuación daba un poco que desear, de todas formas el reflejo de los brillantes cristales en sus pupilas dilatadas no dejaba lugar a duda de que estaban a nada de perder los estribos.
- ¡NOZ AH TOKADO ER GORDO! - Gritó el primero en abalanzare tirando el arma en el proceso, seguido de sus compañeros.
Justo antes de que llegara solté los cristales y salté con una fuerza considerable hasta llegar a la extraña alada. Antes de llegar extendí el brazo, si sus reflejos eran la mitad de buenos de lo que esperaba no tendría problemas para tomar mi mano y hacer de pivote para girar en el aire y lanzarme. Demonios, si lo deseaba podía añadir algo de fuerza extra.
Algo me había empujado mientras me levantaba, algo rápido, pero no me había hecho daño, era como si hubiera presionado contra mi espalda cuando me incorporaba.
- Vale, definitivamente os la habéis gana...- Mis palabras se cortaron al ver como la mujer, ahora con un par de alas, terminaba de encargarse de los cuatro individuos que me habían rodeado. Aunque ahora otros diez les habían sustituido. - ¿Qué es esto, el día del espontáneo?
La mujer me dijo que podía cogerme y dejarme caer sobre los malhechores como una bomba. No me emocionaba la idea, pero tampoco estaba desencaminada. Esto necesitaba una solución rápida y eficiente, pero un impacto de gran potencia era demasiado arriesgado.
- La plaza está llena de pequeños comercios, las bajas colaterales son un riesgo demasiado... Puedo hacerlo más controlado. Tu sube y prepárate que ahora llego.
Confiando en que me hiciera caso ahora solo tenía que asegurarme de una segunda cosa, no sólo tener toda la atención de los criminales, sino hacer que quisieran lanzarse sobre mí sin pensarlo dos veces. Aunque tras el último despliegue de violencia se los veía algo reticentes a dar el primer paso. Me llevé las manos a los bolsillos y en estos creé varios cristales del hielo más puro que pude con la humedad del ambiente.
- Oh mierda, se me olvidó pasar por el banco para depositar los diamantes de mi familia, son tantos y tan grandes que no se si se me caerá alguno durante esta refriega. - Mi actuación daba un poco que desear, de todas formas el reflejo de los brillantes cristales en sus pupilas dilatadas no dejaba lugar a duda de que estaban a nada de perder los estribos.
- ¡NOZ AH TOKADO ER GORDO! - Gritó el primero en abalanzare tirando el arma en el proceso, seguido de sus compañeros.
Justo antes de que llegara solté los cristales y salté con una fuerza considerable hasta llegar a la extraña alada. Antes de llegar extendí el brazo, si sus reflejos eran la mitad de buenos de lo que esperaba no tendría problemas para tomar mi mano y hacer de pivote para girar en el aire y lanzarme. Demonios, si lo deseaba podía añadir algo de fuerza extra.
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Uy, le había tirado. Al menos no parecía molesto. ¿Bajas colaterales? Bueno, suponía que era una buena razón para descartar su plan, aunque le decepcionaba un poco. Habría sido impresionante.
De todas formas, se encogió de hombros y le hizo caso. Salió de la taberna y se elevó hasta acabar en uno de los tejados que rodeaban la plaza. Desde allí podía contemplar todo lo que sucedía. Sonrió con malicia al escuchar las palabras del marine. No podían ser más exageradas y obvias, pero los maleantes mordieron el anzuelo de lleno. Dios mío, incluso su grito de guerra era tosco. Echó a volar en cuanto comenzaron a arremolinarse alrededor del marine, atenta. Suponía que recibiría algún tipo de señal, aunque no tenía muy claro cuál. Por suerte para ella, todo se desarrolló de forma increíblemente suave. De haberlo planeado cuidadosamente en lugar de improvisarlo no habría salido mejor.
Saltó hacia ella y la pirata, sorprendida de la altura que había alcanzado en un solo salto, agarró su brazo más por reflejo que por entendimiento de la jugada. Sin embargo, tan pronto le pescó dedujo lo que quería y giró sobre sí misma, arrastrándolo con ella y lanzándolo sobre el incauto grupo de imbéciles con bastante fuerza. El espectáculo que siguió le dejó una sonrisa de oreja a oreja en la cara. Ahora que los patanes estaban reunidos, un solo ataque de la pequeña furia pelirroja propulsada había bastado para dejarlos fuera de combate sin que ningún comercio o civil sufrieran daños.
Una vez el caos terminó, Lys descendió con suavidad y regresó a su forma humana. Se estiró para desperezarse y pasó unos segundos mirando a los gamberros de cerca, como si tuviera curiosidad. Mientras un par de viejecitas aplaudían al fin de la escena, pilló prestadas un par de carteras de los bolsillos de los maleantes. Las escondió entre su ropa con soltura y se giró hacia el marine con naturalidad.
-¡Buen trabajo! Ser marine tiene pinta de ser bastante estresante. Todavía queda una hora para que mis… asuntos aquí concluyan, e iba a pasarme por un spa que conozco. Si quiere, puedo conseguirle un pase gratis. Tienen sauna y masajes, creo que le iría bien.
En realidad, el spa lo había visto de pasada a la ida. No obstante, estaba segura de que no le costaría mucho seducir al encargado para conseguir un par de entradas a muy, muy buen precio. Nulo, más concretamente. Para cuando saliera, su barco estaría ya cubierto y podría proseguir su viaje.
-Por cierto, creo que entre toda la confusión he olvidado su nombre. ¿Me lo recuerda? Así sabré a quién buscar la próxima vez que me encuentre en el medio de una pelea.
De todas formas, se encogió de hombros y le hizo caso. Salió de la taberna y se elevó hasta acabar en uno de los tejados que rodeaban la plaza. Desde allí podía contemplar todo lo que sucedía. Sonrió con malicia al escuchar las palabras del marine. No podían ser más exageradas y obvias, pero los maleantes mordieron el anzuelo de lleno. Dios mío, incluso su grito de guerra era tosco. Echó a volar en cuanto comenzaron a arremolinarse alrededor del marine, atenta. Suponía que recibiría algún tipo de señal, aunque no tenía muy claro cuál. Por suerte para ella, todo se desarrolló de forma increíblemente suave. De haberlo planeado cuidadosamente en lugar de improvisarlo no habría salido mejor.
Saltó hacia ella y la pirata, sorprendida de la altura que había alcanzado en un solo salto, agarró su brazo más por reflejo que por entendimiento de la jugada. Sin embargo, tan pronto le pescó dedujo lo que quería y giró sobre sí misma, arrastrándolo con ella y lanzándolo sobre el incauto grupo de imbéciles con bastante fuerza. El espectáculo que siguió le dejó una sonrisa de oreja a oreja en la cara. Ahora que los patanes estaban reunidos, un solo ataque de la pequeña furia pelirroja propulsada había bastado para dejarlos fuera de combate sin que ningún comercio o civil sufrieran daños.
Una vez el caos terminó, Lys descendió con suavidad y regresó a su forma humana. Se estiró para desperezarse y pasó unos segundos mirando a los gamberros de cerca, como si tuviera curiosidad. Mientras un par de viejecitas aplaudían al fin de la escena, pilló prestadas un par de carteras de los bolsillos de los maleantes. Las escondió entre su ropa con soltura y se giró hacia el marine con naturalidad.
-¡Buen trabajo! Ser marine tiene pinta de ser bastante estresante. Todavía queda una hora para que mis… asuntos aquí concluyan, e iba a pasarme por un spa que conozco. Si quiere, puedo conseguirle un pase gratis. Tienen sauna y masajes, creo que le iría bien.
En realidad, el spa lo había visto de pasada a la ida. No obstante, estaba segura de que no le costaría mucho seducir al encargado para conseguir un par de entradas a muy, muy buen precio. Nulo, más concretamente. Para cuando saliera, su barco estaría ya cubierto y podría proseguir su viaje.
-Por cierto, creo que entre toda la confusión he olvidado su nombre. ¿Me lo recuerda? Así sabré a quién buscar la próxima vez que me encuentre en el medio de una pelea.
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Los maleantes se retorcían bajo su propio peso, casi sin lograr ningún resultado, por lo menos los que quedaban conscientes. Los muy idiotas se habían amontonado unos sobre otros, por lo que sólo habían necesitado de un fuerte empujón con el impulso logrado para dejarlos fuera de combate. Más de la mitad se habían desmayado del golpe, o de la presión y otros cuantos habían perdido el conocimiento asfixiados entre el peso de sus compañeros. Sin duda los números y la avaricia habían jugado en su contra. Ahora sólo quedaba encargarse de ellos.
Como una generosa ofrenda los coloqué en círculo y, con la cuerda que amablemente sacaron del almacén algunos comercios los até con una triple capa para que se estuvieran quietecitos. Tras eso, y mientras la mujer alada bajaba di instrucciones a otros tantos propietarios de que llamaran a la Marina y explicaran la situación. Di un nombre y dejé un escrito para aclarar el asunto junto con mi firma para que pudieran ser procesados de forma inmediata y, tras eso pude atender a lo que decía la chica de cabellos morenos.
- ¿Estresante? Sin duda. - Dije mientras me llevaba la mano detrás del cuello para apretar un nudo que se me había hecho a la altura del omóplato derecho. Tras eso un sonoro "Clock" se escuchó por la plaza, casi como el ruido amortiguado de dos cuerpos encajándose. - Pero alguien tiene que hacer el trabajo sucio... y el papeleo que viene después. - Los crujidos esta vez venían del cuello, tenían las vértebras agarrotadas. - Lo que diferencia a un agente de la ley de un vigilante son las horas de oficina y el papeleo, vamos, todo lo que a la gente no le interesa.
Miré de nuevo a la cafetería, ahora con el escaparate y la terraza destrozados, la barra hecha una ruina y el encargado de camino al hospital. Suspiré al saber que mi pequeño rinconcito en Shabondy había quedado arruinado durante, mínimo, unas semanas, y que mi día libre corría peligro de terminar de forma prematura. Bueno, o eso pensaba, hasta que mencionó la parte del spa. Esos sitios no eran lo mío, pero la verdad es que pocas opciones me quedaban si pretendía descansar un rato.
- No me parece mala idea, me vendrá bien alejarme un rato del trabajo. Y no creo que nadie de problemas dentro de un spa. - Acepté casi con un poco de culpa de aceptar la invitación de alguien que hasta ahora era una Desconocida. - Soy Arthur Silverwing, trabajo bajo el mando del Almirante Al Naion. Y usted es...
Como una generosa ofrenda los coloqué en círculo y, con la cuerda que amablemente sacaron del almacén algunos comercios los até con una triple capa para que se estuvieran quietecitos. Tras eso, y mientras la mujer alada bajaba di instrucciones a otros tantos propietarios de que llamaran a la Marina y explicaran la situación. Di un nombre y dejé un escrito para aclarar el asunto junto con mi firma para que pudieran ser procesados de forma inmediata y, tras eso pude atender a lo que decía la chica de cabellos morenos.
- ¿Estresante? Sin duda. - Dije mientras me llevaba la mano detrás del cuello para apretar un nudo que se me había hecho a la altura del omóplato derecho. Tras eso un sonoro "Clock" se escuchó por la plaza, casi como el ruido amortiguado de dos cuerpos encajándose. - Pero alguien tiene que hacer el trabajo sucio... y el papeleo que viene después. - Los crujidos esta vez venían del cuello, tenían las vértebras agarrotadas. - Lo que diferencia a un agente de la ley de un vigilante son las horas de oficina y el papeleo, vamos, todo lo que a la gente no le interesa.
Miré de nuevo a la cafetería, ahora con el escaparate y la terraza destrozados, la barra hecha una ruina y el encargado de camino al hospital. Suspiré al saber que mi pequeño rinconcito en Shabondy había quedado arruinado durante, mínimo, unas semanas, y que mi día libre corría peligro de terminar de forma prematura. Bueno, o eso pensaba, hasta que mencionó la parte del spa. Esos sitios no eran lo mío, pero la verdad es que pocas opciones me quedaban si pretendía descansar un rato.
- No me parece mala idea, me vendrá bien alejarme un rato del trabajo. Y no creo que nadie de problemas dentro de un spa. - Acepté casi con un poco de culpa de aceptar la invitación de alguien que hasta ahora era una Desconocida. - Soy Arthur Silverwing, trabajo bajo el mando del Almirante Al Naion. Y usted es...
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Lys arqueó una ceja al escuchar el sonoro 'clock' del cuello del marine. Eso ¿Era por horas de oficina y papeleo? Dios mio, menos mal que sabía ganarse la vida sin estar atada a una mesa.
-Alguien debería comprarte una silla decente si te cruje tanto el cuello. ¿Tus superiores no te quieren o como funciona esto?
Aceptó su invitación, así que echó a caminar con calma en dirección al spa que había visto a un par de calles de la plaza. Por fin pudo ponerle nombre a la furia pelirroja. Arthur Silverwing. Pomposo, pero en cierto modo le pegaba. Creía haber oído hablar de su Almirante, pero no terminaba de ponerle cara. Quizá se lo había cruzado en la Aguja, había muchos marines corriendo de aquí para allá. En cualquier caso, parecían un dúo curioso.
-Mi nombre es Lysbeth Ardian. Estoy de paso por la isla, acompañando a una joven… amiga.
No era del todo mentira. Continuó caminando y no tardaron en llegar. Efectivamente, el cartel rezaba: ''Bobby Bubbles. Spa & Masajes'' . Arrugó el ceño ligeramente. Un poco menos elegante de lo que lo recordaba, pero seguro que haría el apaño. Entraron y se encontraron en una sala espaciosa, con varias columnas y un mostrador al fondo. Lys se adelantó, sonriendo al joven que había tras la barra y haciendo de las suyas con el poder de su akuma.
-Buenos días… me estaba preguntando si mi amigo y yo podríamos tener trato de preferencia… como un favor, ¿sabes? Últimamente estoy muy, pero que muy estresada… seguro que lo entiendes.
Lo entendía. Estaba colorado como un tomate y había asentido generosamente incluso antes de que terminase su frase. Le entregó dos tarjetas de color rojo a la súcubo y ahogó un pequeño gemido cuando sus manos se rozaron. Lys le guiñó un ojo antes de alejarse, dándole las gracias. Regresó con el marine y le dio una de las tarjetas.
-Me parece que esto cubre acceso a todo el complejo. Tienen una cabina de masajes por la puerta de la izquierda y un circuito de sauna y… ¿tratamiento de agua? La verdad es que no tengo muy claro en qué consiste. ¿Por dónde quieres empezar?
Había ido allí principalmente por ella, pero él era su invitado y el crujido de su cuello todavía resonaba en sus oídos. Mejor darle prioridad de elección al pobre.
-Alguien debería comprarte una silla decente si te cruje tanto el cuello. ¿Tus superiores no te quieren o como funciona esto?
Aceptó su invitación, así que echó a caminar con calma en dirección al spa que había visto a un par de calles de la plaza. Por fin pudo ponerle nombre a la furia pelirroja. Arthur Silverwing. Pomposo, pero en cierto modo le pegaba. Creía haber oído hablar de su Almirante, pero no terminaba de ponerle cara. Quizá se lo había cruzado en la Aguja, había muchos marines corriendo de aquí para allá. En cualquier caso, parecían un dúo curioso.
-Mi nombre es Lysbeth Ardian. Estoy de paso por la isla, acompañando a una joven… amiga.
No era del todo mentira. Continuó caminando y no tardaron en llegar. Efectivamente, el cartel rezaba: ''Bobby Bubbles. Spa & Masajes'' . Arrugó el ceño ligeramente. Un poco menos elegante de lo que lo recordaba, pero seguro que haría el apaño. Entraron y se encontraron en una sala espaciosa, con varias columnas y un mostrador al fondo. Lys se adelantó, sonriendo al joven que había tras la barra y haciendo de las suyas con el poder de su akuma.
-Buenos días… me estaba preguntando si mi amigo y yo podríamos tener trato de preferencia… como un favor, ¿sabes? Últimamente estoy muy, pero que muy estresada… seguro que lo entiendes.
Lo entendía. Estaba colorado como un tomate y había asentido generosamente incluso antes de que terminase su frase. Le entregó dos tarjetas de color rojo a la súcubo y ahogó un pequeño gemido cuando sus manos se rozaron. Lys le guiñó un ojo antes de alejarse, dándole las gracias. Regresó con el marine y le dio una de las tarjetas.
-Me parece que esto cubre acceso a todo el complejo. Tienen una cabina de masajes por la puerta de la izquierda y un circuito de sauna y… ¿tratamiento de agua? La verdad es que no tengo muy claro en qué consiste. ¿Por dónde quieres empezar?
Había ido allí principalmente por ella, pero él era su invitado y el crujido de su cuello todavía resonaba en sus oídos. Mejor darle prioridad de elección al pobre.
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- Las sillas de oficina hacen poco cuando a penas puedes apoyarte en el respaldo. Cuando no estoy firmando algo tengo que ir de un lado a otro para que me validen documentos. Créeme que hasta el pirata con la recompensa más estúpidamente baja da una tonelada de trabajo. - Suspiré al pensar en los posibles montones de papeles que se estaban acumulando en el recibidor del despacho. A pesar de que estos cabestros me estuvieran quitando últimamente parte de la carga del trabajo.
El nombre de Lysbeth no me sonaba, tampoco su apellido, aunque había algo de ella que me escamaba. No era solo intuición, era una sensación genuina de ligera familiaridad. Quizás era la forma de caminar, de hablar, esas pequeñas costumbres subconscientes, me daba la sensación de que las había visto una vez. Pero no le ponía nombre ni lugar.
Entre mis cavilaciones llegamos al spa. Un nombre de poco gusto, pero el interior estaba bastante bien planificado. Materiales de calidad y diseño moderno e instalaciones a punto, la verdad es que ahora no pedía mucho más para relajarme. Me paré a estudiar más de cerca la imitación de pilares que habían empleado mientras la tal Lysbeth sacaba los pases. Habían metido una amalgama de estilos pensada para contentar a los clientes más analfabetos, ignorando a la minoría que se había molestado en mirar una revista de historia.
Lysbeth interrumpió mis pensamientos cuando me preguntó por donde podíamos empezar. Un masaje, una sauna y un tratamiento de agua. La verdad es que había acabado algo sucio tras lo sucedido, así que el tratamiento de agua no estaría mal para empezar limpio.
- Creo que lo mejor será empezar por el tratamiento de agua, así se me ablandan un poco los nudos de la espalda. - Comenté mientras tomaba el pase plastificado y me adentraba en los vestuarios. Estos tenían la típica cortina con los caracteres de "hombres" y "mujeres" plasmados den azul y rojo respectivamente.
El interior era bastante más tradicional, con casilleros, una llave y una cesta donde dejar la ropa. A un lado una estantería con toallas y un albornoz, así como la opción de un bañador para los mas tímidos. Una vez listo saldría fuera para encontrarme con Lysbeth y dirigirnos al primer tratamiento.
El nombre de Lysbeth no me sonaba, tampoco su apellido, aunque había algo de ella que me escamaba. No era solo intuición, era una sensación genuina de ligera familiaridad. Quizás era la forma de caminar, de hablar, esas pequeñas costumbres subconscientes, me daba la sensación de que las había visto una vez. Pero no le ponía nombre ni lugar.
Entre mis cavilaciones llegamos al spa. Un nombre de poco gusto, pero el interior estaba bastante bien planificado. Materiales de calidad y diseño moderno e instalaciones a punto, la verdad es que ahora no pedía mucho más para relajarme. Me paré a estudiar más de cerca la imitación de pilares que habían empleado mientras la tal Lysbeth sacaba los pases. Habían metido una amalgama de estilos pensada para contentar a los clientes más analfabetos, ignorando a la minoría que se había molestado en mirar una revista de historia.
Lysbeth interrumpió mis pensamientos cuando me preguntó por donde podíamos empezar. Un masaje, una sauna y un tratamiento de agua. La verdad es que había acabado algo sucio tras lo sucedido, así que el tratamiento de agua no estaría mal para empezar limpio.
- Creo que lo mejor será empezar por el tratamiento de agua, así se me ablandan un poco los nudos de la espalda. - Comenté mientras tomaba el pase plastificado y me adentraba en los vestuarios. Estos tenían la típica cortina con los caracteres de "hombres" y "mujeres" plasmados den azul y rojo respectivamente.
El interior era bastante más tradicional, con casilleros, una llave y una cesta donde dejar la ropa. A un lado una estantería con toallas y un albornoz, así como la opción de un bañador para los mas tímidos. Una vez listo saldría fuera para encontrarme con Lysbeth y dirigirnos al primer tratamiento.
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-Vaya, no suena bien. Si alguna vez me voy por el mal camino me aseguraré de que no seas tú quien me arreste.
Lo dijo en tono de completa broma, pero lo estaba pensando en serio. Sabía bien cómo pasar desapercibida y desaparecer de ser preciso, pero si algún día se daba el caso de que tuviera que acabar entre rejas, se aseguraría de apartarse del pelirrojo. Le había caído bien y todo ese papeleo sonaba horrible. Bien pensado, en última instancia siempre podía pasarse por su cuartel y prenderle fuego a su trabajo. Si no hay informes no pueden rellenarse. Si, parecía buena idea.
Escogió el tratamiento de agua, así que se separaron para ir a los vestuarios. Marcados en rojo y azul, era bastante obvio de qué lado iba cada uno. Se despidió de él y se ocupó de encontrar un casillero que estuviera libre. Por suerte había poca gente, así que no fue complicado. Se debatió unos instantes entre ponerse o no bañador, pero teniendo en cuenta que más adelante habría masaje y sauna, no quería tener que quedarse con el albornoz puesto todo el tiempo. Pensándolo bien, con el bañador y la toalla le llegaba de sobra. Dejó su ropa y sus armas en la cesta y el casillero, cerrándolo con llave y colgándosela de la muñeca con la pequeña correa que traía. Se colocó un bañador de dos piezas de color rojo oscuro y sin más dilación salió al encuentro del marine.
No le costó encontrarle. Ante ellos se alzaba el tratamiento de agua. Por lo visto, consistía en una enorme piscina en forma de 0 con diferentes tramos. Había chorros a diferentes alturas y presiones pensados para trabajar diferentes músculos, zonas con agua de temperaturas varias e incluso un tramo con olas que pretendía ayudar a relajarse. Todo venía cómodamente explicado en un pequeño pilar con un cartel plastificado, justo a la entrada. Tras saludar al marine, Lys dejó su toalla en el borde de la piscina y se metió sin pensarlo mucho, suspirando al sumergirse. El agua le llegaba por la cintura y nada más dar un par de pasos dos chorros se activaron y comenzaron a trabajar sus hombros.
-Wow, este sitio debería realmente cambiar de nombre. Se merece algo mejor.
Pasó unos minutos relajándose y disfrutando de la ocasión, pero al final se le ocurrió romper el silencio:
-Y… ¿es satisfactorio? Aparte del papeleo, quiero decir. Tengo oído que en la marina hay… de todo. Ya sabes, gente rara, gente avara… no sé. Yo no podría acatar tantas órdenes.
Lo dijo en tono de completa broma, pero lo estaba pensando en serio. Sabía bien cómo pasar desapercibida y desaparecer de ser preciso, pero si algún día se daba el caso de que tuviera que acabar entre rejas, se aseguraría de apartarse del pelirrojo. Le había caído bien y todo ese papeleo sonaba horrible. Bien pensado, en última instancia siempre podía pasarse por su cuartel y prenderle fuego a su trabajo. Si no hay informes no pueden rellenarse. Si, parecía buena idea.
Escogió el tratamiento de agua, así que se separaron para ir a los vestuarios. Marcados en rojo y azul, era bastante obvio de qué lado iba cada uno. Se despidió de él y se ocupó de encontrar un casillero que estuviera libre. Por suerte había poca gente, así que no fue complicado. Se debatió unos instantes entre ponerse o no bañador, pero teniendo en cuenta que más adelante habría masaje y sauna, no quería tener que quedarse con el albornoz puesto todo el tiempo. Pensándolo bien, con el bañador y la toalla le llegaba de sobra. Dejó su ropa y sus armas en la cesta y el casillero, cerrándolo con llave y colgándosela de la muñeca con la pequeña correa que traía. Se colocó un bañador de dos piezas de color rojo oscuro y sin más dilación salió al encuentro del marine.
No le costó encontrarle. Ante ellos se alzaba el tratamiento de agua. Por lo visto, consistía en una enorme piscina en forma de 0 con diferentes tramos. Había chorros a diferentes alturas y presiones pensados para trabajar diferentes músculos, zonas con agua de temperaturas varias e incluso un tramo con olas que pretendía ayudar a relajarse. Todo venía cómodamente explicado en un pequeño pilar con un cartel plastificado, justo a la entrada. Tras saludar al marine, Lys dejó su toalla en el borde de la piscina y se metió sin pensarlo mucho, suspirando al sumergirse. El agua le llegaba por la cintura y nada más dar un par de pasos dos chorros se activaron y comenzaron a trabajar sus hombros.
-Wow, este sitio debería realmente cambiar de nombre. Se merece algo mejor.
Pasó unos minutos relajándose y disfrutando de la ocasión, pero al final se le ocurrió romper el silencio:
-Y… ¿es satisfactorio? Aparte del papeleo, quiero decir. Tengo oído que en la marina hay… de todo. Ya sabes, gente rara, gente avara… no sé. Yo no podría acatar tantas órdenes.
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Una piscina, o una bañera enorme. Debí esperarme algo por el estilo, la verdad pensaba que se trataría de algo más pequeño y menos... compartido. En fin, de perdidos al río, casi literalmente. Dediqué un momento a leer las zonas del tratamiento y para lo que servían, supuse que si quería liberar tensión primero tendría que ir a la zona de los chorros.
Las corrientes de agua se notaban, pero por desgracia para el tratamiento de calidad de este establecimiento mis músculos estaban demasiado tensos como para que unos chorros de agua los ablandasen. Necesitarían años a este paso para hacer algo, se me pudriría la piel antes, por lo que decidí cambiar de zona. La de diferentes temperaturas no me haría nada, la zona de caminar sobre rocas ayudaba a la circulación de los pies, pero ese no era mi problema. Tras ver que Lysbeth se había quedado en los chorros decidí quedarme en la zona de olas para intentar relajarme un poco primero. Dejando mi cuerpo lo más inerte posible comencé a flotar en la zona de olas y cerré los ojos para alejarme un poco de la presión de la rutina. Justo cuando pensé que no podía apartar mis pensamientos del deber ella rompió el silencio por primera vez en unos minutos. Preguntaba sobre mi trabajo, pero por alguna razón no era algo que me llevara de nuevo a la preocupación constante de las responsabilidades.
- Siempre lo es. Terminar el día sabiendo que lo has hecho bien es una satisfacción y una responsabilidad. Cuanto más subes mayor es el peso sobre tus hombros y el fracaso es inaceptable. Pero si no lo hago yo...- Hice una pequeña pausa acordándome de la brigada y del episodio de Eines Lobby. - Me da miedo saber a quien podrían asignarle este trabajo. - Un par de nudos más se deshicieron mientras hablaba, pero no de forma abrupta, sino con un suave movimiento. - Como en todos los sitios hay de todo, lo sabrás si trabajas con gente. Incluso en los grupos más pequeños te puedes encontrar con una gran variedad de individuos, si generalizas toda la marina es normal que encuentres héroes y villanos por igual, pero a veces un villano puede salvar el mundo y un héroe arruinarlo. Todo depende de la persona indicada. - Mi mente rememoró los conflictos recientes, donde la línea entre la justicia y la infamia se desdibujaba en varias direcciones. - Y por las órdenes no hay que preocuparse, al final te das cuenta que todos están atados al mismo código, desde reclutas a almirantes, juega con un poco de cabeza y podrás crear tus propias órdenes.
Me incorporé y mis pies tocaron el suelo de la piscina. Había sido una conversación relajante, pero si nos quedábamos más tiempo a remojo acabaríamos como pasas. Estas piscinas eran peligrosas por la facilidad que tenía uno de prolongar su estancia de forma indeterminada.
- Creo que es hora de que vayamos a las cabinas de masaje, creo que mi espalda ya ha quedado lo suficientemente maleable. - Comenté mientras me secaba con la toalla y me ponía de nuevo la bata. Ahora sólo esperaría a que saliera Lysbeth para poder continuar.
Las corrientes de agua se notaban, pero por desgracia para el tratamiento de calidad de este establecimiento mis músculos estaban demasiado tensos como para que unos chorros de agua los ablandasen. Necesitarían años a este paso para hacer algo, se me pudriría la piel antes, por lo que decidí cambiar de zona. La de diferentes temperaturas no me haría nada, la zona de caminar sobre rocas ayudaba a la circulación de los pies, pero ese no era mi problema. Tras ver que Lysbeth se había quedado en los chorros decidí quedarme en la zona de olas para intentar relajarme un poco primero. Dejando mi cuerpo lo más inerte posible comencé a flotar en la zona de olas y cerré los ojos para alejarme un poco de la presión de la rutina. Justo cuando pensé que no podía apartar mis pensamientos del deber ella rompió el silencio por primera vez en unos minutos. Preguntaba sobre mi trabajo, pero por alguna razón no era algo que me llevara de nuevo a la preocupación constante de las responsabilidades.
- Siempre lo es. Terminar el día sabiendo que lo has hecho bien es una satisfacción y una responsabilidad. Cuanto más subes mayor es el peso sobre tus hombros y el fracaso es inaceptable. Pero si no lo hago yo...- Hice una pequeña pausa acordándome de la brigada y del episodio de Eines Lobby. - Me da miedo saber a quien podrían asignarle este trabajo. - Un par de nudos más se deshicieron mientras hablaba, pero no de forma abrupta, sino con un suave movimiento. - Como en todos los sitios hay de todo, lo sabrás si trabajas con gente. Incluso en los grupos más pequeños te puedes encontrar con una gran variedad de individuos, si generalizas toda la marina es normal que encuentres héroes y villanos por igual, pero a veces un villano puede salvar el mundo y un héroe arruinarlo. Todo depende de la persona indicada. - Mi mente rememoró los conflictos recientes, donde la línea entre la justicia y la infamia se desdibujaba en varias direcciones. - Y por las órdenes no hay que preocuparse, al final te das cuenta que todos están atados al mismo código, desde reclutas a almirantes, juega con un poco de cabeza y podrás crear tus propias órdenes.
Me incorporé y mis pies tocaron el suelo de la piscina. Había sido una conversación relajante, pero si nos quedábamos más tiempo a remojo acabaríamos como pasas. Estas piscinas eran peligrosas por la facilidad que tenía uno de prolongar su estancia de forma indeterminada.
- Creo que es hora de que vayamos a las cabinas de masaje, creo que mi espalda ya ha quedado lo suficientemente maleable. - Comenté mientras me secaba con la toalla y me ponía de nuevo la bata. Ahora sólo esperaría a que saliera Lysbeth para poder continuar.
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-La verdad es que no suelo tener mucha gente alrededor. Pero si, entiendo lo que dices.
Y cómo no entenderlo. La verdad es que el marine se había ganado su respeto en el poco tiempo que llevaban juntos. En parte se alegraba de que fuese alguien como él quien llevase el uniforme. Había conocido a demasiados imbéciles como para no reconocer que le convenía que hubiera marines con la cabeza sobre los hombros. Si no por ella, que no solía necesitarlos, por la gente que sí. Sabía bien que había demasiada.
Salió del agua unos segundos después de él. En realidad le apetecía mucho remolonear, pero sabía que en cuanto llegaran a las cabinas de masaje se quedaría hecha polvo en la camilla. Se secó con la toalla un poco mientras buscaban el camino, pero por suerte no tardaron mucho. El lugar estaba mejor señalizado de lo que habría podido parecer. Cuanto más lo pensaba, más odiaba el nombre que tenía.
-Me encantaría entender quién decidió que Bobby Bubbles era el nombre que más le pegaba a este sitio. Ah, hemos llegado.
Una joven con una larga trenza rubia salió a su paso con una enorme sonrisa en la cara. Les agarró a ambos de la mano sin pizca de vergüenza y medio los arrastró hasta una sala relativamente pequeña. Había vapor saliendo de las esquinas y dos camillas en el medio, además de un hombre con una idéntica trenza rubia. ¿Hermanos? ¿Mellizos? ¿Eran ellos los responsables de Bobby Bubbles? No tuvo mucho tiempo de pensarlo. El chico enseguida la agarró y en menos de lo que se tarda en decirlo estuvo colocada bocabajo en la camilla. Oyó unas palabras con tono amable en un idioma que desconocía y notó algo cálido en su espalda. Vaya, se había dado prisa en aceitarla. Quiso mirar al lado para ver si Arthur también había acabado en la camilla, pero el chico no le dejó. Podría haberse resistido, pero el masaje había comenzado y todo lo que salió de ella fue un suspiro. Se acomodó en la camilla y cerró los ojos, dejando que el chico hiciera lo que quisiera. Tenía las manos fuertes y sabía lo que hacía, así que en apenas unos minutos, Lys se quedó dormida.
Y cómo no entenderlo. La verdad es que el marine se había ganado su respeto en el poco tiempo que llevaban juntos. En parte se alegraba de que fuese alguien como él quien llevase el uniforme. Había conocido a demasiados imbéciles como para no reconocer que le convenía que hubiera marines con la cabeza sobre los hombros. Si no por ella, que no solía necesitarlos, por la gente que sí. Sabía bien que había demasiada.
Salió del agua unos segundos después de él. En realidad le apetecía mucho remolonear, pero sabía que en cuanto llegaran a las cabinas de masaje se quedaría hecha polvo en la camilla. Se secó con la toalla un poco mientras buscaban el camino, pero por suerte no tardaron mucho. El lugar estaba mejor señalizado de lo que habría podido parecer. Cuanto más lo pensaba, más odiaba el nombre que tenía.
-Me encantaría entender quién decidió que Bobby Bubbles era el nombre que más le pegaba a este sitio. Ah, hemos llegado.
Una joven con una larga trenza rubia salió a su paso con una enorme sonrisa en la cara. Les agarró a ambos de la mano sin pizca de vergüenza y medio los arrastró hasta una sala relativamente pequeña. Había vapor saliendo de las esquinas y dos camillas en el medio, además de un hombre con una idéntica trenza rubia. ¿Hermanos? ¿Mellizos? ¿Eran ellos los responsables de Bobby Bubbles? No tuvo mucho tiempo de pensarlo. El chico enseguida la agarró y en menos de lo que se tarda en decirlo estuvo colocada bocabajo en la camilla. Oyó unas palabras con tono amable en un idioma que desconocía y notó algo cálido en su espalda. Vaya, se había dado prisa en aceitarla. Quiso mirar al lado para ver si Arthur también había acabado en la camilla, pero el chico no le dejó. Podría haberse resistido, pero el masaje había comenzado y todo lo que salió de ella fue un suspiro. Se acomodó en la camilla y cerró los ojos, dejando que el chico hiciera lo que quisiera. Tenía las manos fuertes y sabía lo que hacía, así que en apenas unos minutos, Lys se quedó dormida.
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Espera ¿Desde cuando estaba en la cabina de masajes? Recordaba salir de la piscina, caminar junto a Lysbeth y antes de que me diera cuenta estaba boca abajo con la espalda a medio aceitar por una rubia entrenzada. O este sitio era muy bueno o yo estaba perdiendo facultades para ir al paso de los acontecimientos.
De todas formas no envidiaba nada a la chiquilla, dudaba que sus manos pudieran hacer mella en mi espalda, a lo mejor tras el baño pudiera hacer algo. De todas formas mi espalda era algo que escapaba fuera de mi control. Dio unos primeros toques y apretones, quizás algo tímidos, o puede que algo débiles. Tras palpar todas las zonas afectadas me hizo una señal con la mano. Al principio no tenía ni idea de a qué me refería, aunque luego me di cuenta que quería que relajase los músculos.
- Perdona, no me había dado cuenta. - Tras decir esto traté de relajar más los músculos.
Otra vez intentó empezar el masaje, sin duda la carne estaba más blanda, pero no lo suficiente como para que pudiera trabajar a gusto. O eso o estaba ante un cliente excepcionalmente afectado. Se cruzó de brazos por un segundo, tras eso y sin perder la compostura se arremangó hasta los hombros. Inspiró profundamente y pasó un dedo por la espalda en vertical y luego en horizontal. Durante un momento juraría que su mirada había cambiado a la vez que adoptaba una pose digna de un artista marcial.
Para mi sorpresa mi espalda se vio inmersa en un aluvión de golpes repetidos, todos y cada uno de ellos efectuados con precisión milimétrica, apuntando a todos y cada uno de los puntos de presión de los músculos. La destreza de la chica era impresionante, empleando en cada caso la fuerza justa y al rito adecuado para trabajar mi espalda como si un maestro carnicero ablandase un chuletón.
- AaAaAaAh. EsTo Ya Es OtRa CoSaAaAa... - Comenté con una voz temblorosa con por los golpes.
De todas formas no envidiaba nada a la chiquilla, dudaba que sus manos pudieran hacer mella en mi espalda, a lo mejor tras el baño pudiera hacer algo. De todas formas mi espalda era algo que escapaba fuera de mi control. Dio unos primeros toques y apretones, quizás algo tímidos, o puede que algo débiles. Tras palpar todas las zonas afectadas me hizo una señal con la mano. Al principio no tenía ni idea de a qué me refería, aunque luego me di cuenta que quería que relajase los músculos.
- Perdona, no me había dado cuenta. - Tras decir esto traté de relajar más los músculos.
Otra vez intentó empezar el masaje, sin duda la carne estaba más blanda, pero no lo suficiente como para que pudiera trabajar a gusto. O eso o estaba ante un cliente excepcionalmente afectado. Se cruzó de brazos por un segundo, tras eso y sin perder la compostura se arremangó hasta los hombros. Inspiró profundamente y pasó un dedo por la espalda en vertical y luego en horizontal. Durante un momento juraría que su mirada había cambiado a la vez que adoptaba una pose digna de un artista marcial.
Para mi sorpresa mi espalda se vio inmersa en un aluvión de golpes repetidos, todos y cada uno de ellos efectuados con precisión milimétrica, apuntando a todos y cada uno de los puntos de presión de los músculos. La destreza de la chica era impresionante, empleando en cada caso la fuerza justa y al rito adecuado para trabajar mi espalda como si un maestro carnicero ablandase un chuletón.
- AaAaAaAh. EsTo Ya Es OtRa CoSaAaAa... - Comenté con una voz temblorosa con por los golpes.
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Lys despertó cuando el masajista le movió con suavidad el hombro, avisándola de que había terminado. Se frotó los ojos mientras se incorporaba con cuidado y ahogaba un bostezo. Dios, que bien había dormido, se sentía completamente nueva. Se giró para ver cómo le iba a Arthur, pero la escena era bastante diferente a la suya propia.
El marine todavía estaba bocabajo en la camilla y la masajista que le atendía no tenía pinta de ir a acabar pronto. Su cara era una máscara impenetrable de furia y concentración y se avocaba por completo al trabajo de la espalda que tenía delante. Los golpes que daba hicieron que Lys hiciese una mueca de disgusto solo de verlo. Diría que eso tenía que doler, pero Arthur parecía estar en el cielo. Vaya. No mentía, pero se alegraba de que alguien supiera trabajar tanto estrés. Esperaba que la chica rubia cobrara bien por semejante trabajo.
-Creo que te esperaré en la sauna. Tú no tengas prisa, disfruta.
Ni siquiera estaba segura de que le hubiera oído. Si era sabio, habría hecho como ella y habría aprovechado para dormir. Por su parte, dejó la cabina de masajes detrás. Se estremeció, oír los golpes sordos a través de la puerta cerrada era todavía peor que contemplarlos.
Entró a la sauna y se tumbó en el asiento mientras el cuarto se cocía. Era la única en el lugar, así que no tenía por qué sentarse con educación. Había un reloj en la pared y al comprobar la hora, se dio cuenta de que seguramente su barco ya estuviera listo. Podría marcharse ahora, dándole esquinazo al marine y en seguida estaría levando anclas pero… se estaba demasiado a gusto en el calorcito. Aguardaría y una vez salieran se despediría de él con normalidad. No tenía sentido haber pasado la mañana con él para ahora hacerle un fantasma. Sí, definitivamente lo hacía por eso y no por disfrutar un rato más de la sauna. Su jovencita podría apañárselas, estaba segura.
El marine todavía estaba bocabajo en la camilla y la masajista que le atendía no tenía pinta de ir a acabar pronto. Su cara era una máscara impenetrable de furia y concentración y se avocaba por completo al trabajo de la espalda que tenía delante. Los golpes que daba hicieron que Lys hiciese una mueca de disgusto solo de verlo. Diría que eso tenía que doler, pero Arthur parecía estar en el cielo. Vaya. No mentía, pero se alegraba de que alguien supiera trabajar tanto estrés. Esperaba que la chica rubia cobrara bien por semejante trabajo.
-Creo que te esperaré en la sauna. Tú no tengas prisa, disfruta.
Ni siquiera estaba segura de que le hubiera oído. Si era sabio, habría hecho como ella y habría aprovechado para dormir. Por su parte, dejó la cabina de masajes detrás. Se estremeció, oír los golpes sordos a través de la puerta cerrada era todavía peor que contemplarlos.
Entró a la sauna y se tumbó en el asiento mientras el cuarto se cocía. Era la única en el lugar, así que no tenía por qué sentarse con educación. Había un reloj en la pared y al comprobar la hora, se dio cuenta de que seguramente su barco ya estuviera listo. Podría marcharse ahora, dándole esquinazo al marine y en seguida estaría levando anclas pero… se estaba demasiado a gusto en el calorcito. Aguardaría y una vez salieran se despediría de él con normalidad. No tenía sentido haber pasado la mañana con él para ahora hacerle un fantasma. Sí, definitivamente lo hacía por eso y no por disfrutar un rato más de la sauna. Su jovencita podría apañárselas, estaba segura.
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Desperté de la ensoñación en la que me encontraba. Los golpes rítmicos y repetidos me habían dejado completamente dormido en la camilla durante unos minutos. Lo único que me había sacado de eso fue un único y seco golpe en el centro de la espalda. No tenía ni idea de qué había hecho, pero de golpe notaba todos los músculos blandos como mantequilla, tan relajados que casi ni los sentía. Sin duda esto me arreglaría los problemas de postura durante unas dos o tres semanas.
Me incorporé y estiré músculos que había olvidado que siquiera existían. Me encontraba en plena forma, casi incluso mejor que eso, era como si tuviera un cuerpo nuevo. Casi sin darme cuenta de que había perdido la postura me di la vuelta y agradecí a la masajista su trabajo. La joven me devolvió una encantadora sonrisa antes de despedirse.
Lysbeth no estaba en la sala, lo que significaba que había acabado hace un rato. Comentó algo de ir a la sauna, no me importaba el calor, de hecho no podía hacerme nada, aunque si bajaba la efectividad de mis poderes podría sudar un poco. Era lo último que necesitaba mi cuerpo para completar una sesión de tratamientos. Sin pensarlo dos veces me encaminé a la sauna. Una sencilla puerta marcaba la entrada, con un termómetro que indicaba la temperatura. ¿A eso lo llamaban calor? Casi ni necesitaba mis poderes para aguantarlo. En fin, sin pensarlo demasiado abrí la puerta y me adentré en la sala. La joven parecía estar inmersa en sus pensamientos, dado que parecía que no se había dado cuenta de que estaba entrando.
- ¿Te importa que ponga un poco más de agua? Creo que necesito un poco más de calor.
Y sin esperar su respuesta cogí un cazo de agua y la eché sobre las brasas, las cuales no tardaron en liberar un vapor algo aromatizado. Ahora se estaba mucho mejor, era la primera vez que sudaba en meses y me alegraba que fuera por esto y no por cualquier otra cosa peor... como los sudores fríos al descubrir la despensa oculta tras el escritorio de tu jefe, en una obra sin licencia y sin declarar en un edificio gubernamental.
- Cuando tu digas salimos, aunque creo que me podría pasar el día aquí.
Me incorporé y estiré músculos que había olvidado que siquiera existían. Me encontraba en plena forma, casi incluso mejor que eso, era como si tuviera un cuerpo nuevo. Casi sin darme cuenta de que había perdido la postura me di la vuelta y agradecí a la masajista su trabajo. La joven me devolvió una encantadora sonrisa antes de despedirse.
Lysbeth no estaba en la sala, lo que significaba que había acabado hace un rato. Comentó algo de ir a la sauna, no me importaba el calor, de hecho no podía hacerme nada, aunque si bajaba la efectividad de mis poderes podría sudar un poco. Era lo último que necesitaba mi cuerpo para completar una sesión de tratamientos. Sin pensarlo dos veces me encaminé a la sauna. Una sencilla puerta marcaba la entrada, con un termómetro que indicaba la temperatura. ¿A eso lo llamaban calor? Casi ni necesitaba mis poderes para aguantarlo. En fin, sin pensarlo demasiado abrí la puerta y me adentré en la sala. La joven parecía estar inmersa en sus pensamientos, dado que parecía que no se había dado cuenta de que estaba entrando.
- ¿Te importa que ponga un poco más de agua? Creo que necesito un poco más de calor.
Y sin esperar su respuesta cogí un cazo de agua y la eché sobre las brasas, las cuales no tardaron en liberar un vapor algo aromatizado. Ahora se estaba mucho mejor, era la primera vez que sudaba en meses y me alegraba que fuera por esto y no por cualquier otra cosa peor... como los sudores fríos al descubrir la despensa oculta tras el escritorio de tu jefe, en una obra sin licencia y sin declarar en un edificio gubernamental.
- Cuando tu digas salimos, aunque creo que me podría pasar el día aquí.
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-¿Hmm? Si, no hay problema.
Al final había aparecido. Parecía que aquella masajista le había crujido a base de bien, podía notar que se movía con una tranquilidad completamente nueva. Eso estaba bien. Con un pequeño gruñido de protesta, la morena se sentó y aprovechó para estirarse mientras el vapor llenaba la sala. Estaba algo colorada, pero no era nada que no pudiera manejar. El fuego infernal ardía con más fuerza y a ella no podía ni tocarla.
-Podríamos mudarnos a esta sauna, aunque necesitaríamos algo para picotear. Propongo minisalchichas en forma de pulpo y chocolatinas.
Le habría encantado tener un bolsillo mágico del que sacar la comida. Fue mencionarla y entrarle antojo, pero la pereza de salir de la sauna podía mucho más que el hambre. Se le pasó por la cabeza llamar a su pequeña para que les trajera los aperitivos, pero tenía la sensación de que sería un poco maleducado por su parte. Ella se había quedado cuidando del barco y mientras Lys se había pasado la mañana de juerga y relax. Bien pensado, debería ser ella quien le llevara las minisalchichas.
-Sabes, me alegro de haberme topado contigo. Eres un buen tío. Quizá volvamos a cruzarnos, cosas más raras me han pasado.
En medio de una niebla de pereza, decidió que quería darle su número de den den Mushi a ese marine. En realidad, puede que no fuera la mejor idea y tampoco tenía muy claro para qué iba a usarlo. Bueno, podía llamarla si encontraba otro spa realmente bueno. No había muchos. Sí, en realidad podía ser muy útil. Pero no tenía papel, ni tinta. Hm.
-Ey. Ey, mira esto.
Con una uña, comenzó a arañar la madera de la pared de la sauna. Uno a uno, talló todos los dígitos sin que su uña se resintiera. Orgullosa, le dio un pequeño beso al terminar, tras soplar el serrín de la punta. Luego se giró hacia el marine.
-Por si en algún momento descubres un sitio que valga la pena enseñarme.
Al ir a sentarse de vuelta, se fijó en el reloj de la pared. Porras, era tarde. Lo bastante como para que su pequeña empezase a pensar que le había pasado algo. Tenía que irse. Volvió a gruñir mientras se levantaba y preparaba mentalmente para abandonar esa esquinita de paraíso. Al final, sin embargo, no le quedó más remedio que despedirse de Arthur.
-Quédate lo que quieras, para eso está. Por desgracia tengo que irme, pero ha sido una buena mañana. En fin, bye bye.
Y así, con cuidado para que no escapara demasiado vapor, salió ágilmente de la sauna y regresó al mundo exterior. Cuando llegó a su barco comprobó que efectivamente estaba ya recubierto… y la jovencita estresada. Se disculpó y la bolsa de chocolatinas que le había cogido por el camino terminó de calmarla. Juntas, subieron a bordo y reanudaron su viaje.
Al final había aparecido. Parecía que aquella masajista le había crujido a base de bien, podía notar que se movía con una tranquilidad completamente nueva. Eso estaba bien. Con un pequeño gruñido de protesta, la morena se sentó y aprovechó para estirarse mientras el vapor llenaba la sala. Estaba algo colorada, pero no era nada que no pudiera manejar. El fuego infernal ardía con más fuerza y a ella no podía ni tocarla.
-Podríamos mudarnos a esta sauna, aunque necesitaríamos algo para picotear. Propongo minisalchichas en forma de pulpo y chocolatinas.
Le habría encantado tener un bolsillo mágico del que sacar la comida. Fue mencionarla y entrarle antojo, pero la pereza de salir de la sauna podía mucho más que el hambre. Se le pasó por la cabeza llamar a su pequeña para que les trajera los aperitivos, pero tenía la sensación de que sería un poco maleducado por su parte. Ella se había quedado cuidando del barco y mientras Lys se había pasado la mañana de juerga y relax. Bien pensado, debería ser ella quien le llevara las minisalchichas.
-Sabes, me alegro de haberme topado contigo. Eres un buen tío. Quizá volvamos a cruzarnos, cosas más raras me han pasado.
En medio de una niebla de pereza, decidió que quería darle su número de den den Mushi a ese marine. En realidad, puede que no fuera la mejor idea y tampoco tenía muy claro para qué iba a usarlo. Bueno, podía llamarla si encontraba otro spa realmente bueno. No había muchos. Sí, en realidad podía ser muy útil. Pero no tenía papel, ni tinta. Hm.
-Ey. Ey, mira esto.
Con una uña, comenzó a arañar la madera de la pared de la sauna. Uno a uno, talló todos los dígitos sin que su uña se resintiera. Orgullosa, le dio un pequeño beso al terminar, tras soplar el serrín de la punta. Luego se giró hacia el marine.
-Por si en algún momento descubres un sitio que valga la pena enseñarme.
Al ir a sentarse de vuelta, se fijó en el reloj de la pared. Porras, era tarde. Lo bastante como para que su pequeña empezase a pensar que le había pasado algo. Tenía que irse. Volvió a gruñir mientras se levantaba y preparaba mentalmente para abandonar esa esquinita de paraíso. Al final, sin embargo, no le quedó más remedio que despedirse de Arthur.
-Quédate lo que quieras, para eso está. Por desgracia tengo que irme, pero ha sido una buena mañana. En fin, bye bye.
Y así, con cuidado para que no escapara demasiado vapor, salió ágilmente de la sauna y regresó al mundo exterior. Cuando llegó a su barco comprobó que efectivamente estaba ya recubierto… y la jovencita estresada. Se disculpó y la bolsa de chocolatinas que le había cogido por el camino terminó de calmarla. Juntas, subieron a bordo y reanudaron su viaje.
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La verdad es que la idea de vivir en una sauna no era del todo mala, por lo menos te asegurabas que las visitas se quedaran el tiempo justo. Aunque por otro lado tocaría plastificar todos los periódicos si quería leerlos, además no habría forma humana de hacer la colada. Y el detalle de la comida era otro inconveniente, puede que vivir en una sauna no fuera tan buena idea después de todo.
Que me estuviera planteando en serio la idea de vivir en una sauna era una "buena" señal, significaba que estaba lo suficientemente relajado como para llegar a tener un sentido del humor sano. Tenía que venir más a menudo a este tipo de establecimientos, aunque fuera para evitar tener una espalda de octogenario a los cuarenta.
- Yo también me alegro de encontrarme con compañía agradable, es un alivio alejarse de... - Por un momento me vino a la cabeza el concurso de esculturas que hicieron Jack y Al en medio del patio de entrenamiento. Lo peor de todo es que cada vez que lo hacían el tema era peor. - Esos merluzos.
Incluso dentro de la sauna pude distinguir como un sudor frío me recorría la espalda al recordar lo que tuve que hacer para limpiar ese estropicio. Tuvimos problemas de hormigas durante una semana, luego Al lo solucionó bajando la temperatura de toda la base, por lo que tuvimos problemas de humedad y deterioro de los muros... La pesadilla me atormentaba a día de hoy. De todas formas mientras estaba inmerso en mis recuerdos Lysbeth había grabado un número en un muro. Diciendo que era para cuando descubriera un sitio que mereciera la pena enseñarle. Tras eso pareció darse cuenta de que había descuidado sus horarios, dado que se precipitó a la salida.
- Gracias por invitarme. Por cierto, si ves a Aki, dale recuerdos de mi parte. - Lo último lo dije con un deje algo más serio, tenía mis sospechas, pero ella tenía suerte de que no pudiera detenerla sin pruebas sólidas.
No supe si me había escuchado o no, la puerta se cerró por inercia y me quedé solo en la sauna. Suspiré algo más tranquilo, durante todo este tiempo estuve en guardia por si acaso intentaba algo, por si todo esto era una artimaña para deshacerse de mí. Por ahora parecía que lo hacía todo de buena fe. Puede que el trabajo me estuviera pasando factura. Miré a la pared de madera, había tenido solo un encontronazo con Aki, pero no me pareció una persona tan descuidada como para dejar datos de contacto a un enemigo... mucho menos en una sauna. Memoricé el número y pasé la yema del pulgar sobre él, quemando la madera y borrándolo.
- Espero estar haciendo lo correcto.
Que me estuviera planteando en serio la idea de vivir en una sauna era una "buena" señal, significaba que estaba lo suficientemente relajado como para llegar a tener un sentido del humor sano. Tenía que venir más a menudo a este tipo de establecimientos, aunque fuera para evitar tener una espalda de octogenario a los cuarenta.
- Yo también me alegro de encontrarme con compañía agradable, es un alivio alejarse de... - Por un momento me vino a la cabeza el concurso de esculturas que hicieron Jack y Al en medio del patio de entrenamiento. Lo peor de todo es que cada vez que lo hacían el tema era peor. - Esos merluzos.
Incluso dentro de la sauna pude distinguir como un sudor frío me recorría la espalda al recordar lo que tuve que hacer para limpiar ese estropicio. Tuvimos problemas de hormigas durante una semana, luego Al lo solucionó bajando la temperatura de toda la base, por lo que tuvimos problemas de humedad y deterioro de los muros... La pesadilla me atormentaba a día de hoy. De todas formas mientras estaba inmerso en mis recuerdos Lysbeth había grabado un número en un muro. Diciendo que era para cuando descubriera un sitio que mereciera la pena enseñarle. Tras eso pareció darse cuenta de que había descuidado sus horarios, dado que se precipitó a la salida.
- Gracias por invitarme. Por cierto, si ves a Aki, dale recuerdos de mi parte. - Lo último lo dije con un deje algo más serio, tenía mis sospechas, pero ella tenía suerte de que no pudiera detenerla sin pruebas sólidas.
No supe si me había escuchado o no, la puerta se cerró por inercia y me quedé solo en la sauna. Suspiré algo más tranquilo, durante todo este tiempo estuve en guardia por si acaso intentaba algo, por si todo esto era una artimaña para deshacerse de mí. Por ahora parecía que lo hacía todo de buena fe. Puede que el trabajo me estuviera pasando factura. Miré a la pared de madera, había tenido solo un encontronazo con Aki, pero no me pareció una persona tan descuidada como para dejar datos de contacto a un enemigo... mucho menos en una sauna. Memoricé el número y pasé la yema del pulgar sobre él, quemando la madera y borrándolo.
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