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Roland Oppenheimer
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Andas tú en tu nave, el Ragnarok, pensando sobre el desafortunado accidente de tu antiguo jefe. Te encuentras en una plataforma que da al exterior, mirando hacia el cielo y meditando cuando una gaviota se te acerca de forma rapaz. Asustado, das un salto hacia atrás, pero cuando te calmas y analizas la situación observas que tiene un sobre en el pico. Si te acercas movido por la curiosidad, puedes cogerlo sin ningún problema, y una vez abierto dice lo siguiente:
Cuando terminas de leer la carta, si observas a la gaviota, ves como tiene atado un paquete a la espalda. Si lo abres, dentro de él hay un Eternal Pose con el nombre de Numland. Nunca habías oído hablar de ese sitio, y mucho menos de esa organización. Todo resulta muy misterioso, ¿qué harás?
Al Señor Tyr, líder de Yggdrasil.
Ha llegado a nuestros oídos de sus andanzas con su nueva y emergente organización criminal. Queremos ofrecerle una oferta única en la que puede adquirir poder y riquezas. Si está interesado y quiere saber más, siga a la gaviota.
Atentamente, El Consejo Clandestino
Ha llegado a nuestros oídos de sus andanzas con su nueva y emergente organización criminal. Queremos ofrecerle una oferta única en la que puede adquirir poder y riquezas. Si está interesado y quiere saber más, siga a la gaviota.
Atentamente, El Consejo Clandestino
Cuando terminas de leer la carta, si observas a la gaviota, ves como tiene atado un paquete a la espalda. Si lo abres, dentro de él hay un Eternal Pose con el nombre de Numland. Nunca habías oído hablar de ese sitio, y mucho menos de esa organización. Todo resulta muy misterioso, ¿qué harás?
Lance Kashan
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Akuma no mi
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Otro día como el anterior, sin nada que aportar a la mediocridad del día más que aburrimiento y cotidianidad. Cuando viajábamos en busca de información, o entre isla e isla, el camino se resumía a dar vueltas por todo el barco y, desde la pérdida de Yuu y de los líderes, aquel lugar estaba desierto. Es decir, nunca había sido alguien que necesitase hablar con unos y con otros para pasar los días, y la interacción humana tampoco me llegaba a apasionar, pero nunca estaba de más tener a alguien que te dirigiese la palabra. O con quien entrenar en el gimnasio, o compartir los resultados de los experimentos que realizase en el laboratorio. Pero, desde aquel momento, la plantilla presente en el Ragnarok se limitaba a diez personas más o menos, tan aburridas como típicas. Se hacían insufribles las mañanas, las tardes y las noches y, por desgracia, no me parecía ver la solución, al menos no a corto plazo y con mis capacidades. Debía entrenar y mejorar para cambiar todo lo que me rodeaba, y no simplemente dar paseos por la cubierta, mirando a las gaviot-- ¡GAVIOTA!
— ¡Fuera de aquí, rata! — Desde lo sucedido, no podía sino tenerle un monumental asco y resentimiento a aquellas aves que hacían causado el declive de todo Yggdrasil. Nervioso, traté de lanzarle un rayo, que terminó errando el objetivo y desapareciendo entre las nubes. ¿¡Qué cojones hacía una gaviota tan alto como estaba nuestra barcaza!? — ¡Aléjate! — Di un salto hacia atrás, tratando de aumentar una distancia que el animal recorrió en menos de dos segundos, aterrizando cerca de mí. Con sus sucias garras se había agarrado a la barandilla de seguridad del barco y, encorvando lo que venía siendo su pico, se agachó para acercarme todo lo posible una carta que portaba. — ¿¡No podían haber mandado una puta paloma como la gente normal!? — Mis gritos habían atraído a los trabajadores cercanos, que se arremolinaban alrededor de mí.
No me podía permitir, siendo tan pocos, mostrarme como un líder aterrado de una gaviota. ¿Qué haría si perdía el respeto de los pocos que me seguían? Una asociación no era nada sin los suyos y, aunque el barco tenía navegación automática y yo podía realizar su mantenimiento electrónico, nadie me aseguraba que no necesitase reparaciones de parte de un carpintero. Estando solo no llegaría a ningún lado.
— Dame, mierdecilla. — Me acerqué de una forma cauta pero directa, tratando de aparentar el menor respeto posible, y tomé el sobre del pico, dando gracias de que el propio animal hubiera decidido abrirlo para facilitar las cosas. Entonces, volví a tomar distancia y abrí el papel para leerlo.
Era una carta dirigida a Tyr. Es decir, a Yuu. ¿No les había llegado la noticia…? Bueno, al fin y al cabo, nuestra organización era grande pero basada en el secreto, así que no había razones para que no supiesen de su fallecimiento. De una forma ciertamente irrespetuosa hacia Yggdrasil, llamándola emergente, le estaban invitando a participar en una oferta de la que podría sacar rédito. Es decir, ya contaba con una gran cantidad de dinero gracias a los fondos escondidos de mi ex-jefe, pero aquello se terminaría por desvanecer con los mantenimientos mensuales y los sueldos. La parte buena de todo lo que sucedía es que, viendo como trataban a Yuu, podía afirmar que no lo conocían en persona ni por carta, así que este ‘’Consejo Clandestino’’ desconocía su identidad. Por ende, yo mismo me podría presentar como él, ¿no?
Una vez hube terminado, me fijé en la gaviota nuevamente y un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Seguirla…? La observé, esperando que hiciera cualquier movimiento, pero se limitó a mantenerme la mirada, obligándome a mí a desviarla. Vi entonces un paquete muy bien atado a su espalda y, actuando, exigí a uno de mis ayudantes que lo tomase. El animal no se resistió, sino que invitó al susodicho a tomarlo, y entonces este último me lo trató de pasar. Antes de que llegase a mis manos, asqueado por el contacto con las plumas, le dije que lo podía abrir él, desenvolviendo una Eternal Pose a ‘’Numland’’ como si de un regalo se tratase. ¿Se referían a eso con seguir a la gaviota?
— Bueno, chicos, ya tenemos trabajo. Que alguien aplique la ruta a Freya, tenemos trabajo que hacer. — Le di la carta al poseedor de la brújula en aquel momento y me froté las manos contra el traje. Qué repelús de animal.
— ¡Fuera de aquí, rata! — Desde lo sucedido, no podía sino tenerle un monumental asco y resentimiento a aquellas aves que hacían causado el declive de todo Yggdrasil. Nervioso, traté de lanzarle un rayo, que terminó errando el objetivo y desapareciendo entre las nubes. ¿¡Qué cojones hacía una gaviota tan alto como estaba nuestra barcaza!? — ¡Aléjate! — Di un salto hacia atrás, tratando de aumentar una distancia que el animal recorrió en menos de dos segundos, aterrizando cerca de mí. Con sus sucias garras se había agarrado a la barandilla de seguridad del barco y, encorvando lo que venía siendo su pico, se agachó para acercarme todo lo posible una carta que portaba. — ¿¡No podían haber mandado una puta paloma como la gente normal!? — Mis gritos habían atraído a los trabajadores cercanos, que se arremolinaban alrededor de mí.
No me podía permitir, siendo tan pocos, mostrarme como un líder aterrado de una gaviota. ¿Qué haría si perdía el respeto de los pocos que me seguían? Una asociación no era nada sin los suyos y, aunque el barco tenía navegación automática y yo podía realizar su mantenimiento electrónico, nadie me aseguraba que no necesitase reparaciones de parte de un carpintero. Estando solo no llegaría a ningún lado.
— Dame, mierdecilla. — Me acerqué de una forma cauta pero directa, tratando de aparentar el menor respeto posible, y tomé el sobre del pico, dando gracias de que el propio animal hubiera decidido abrirlo para facilitar las cosas. Entonces, volví a tomar distancia y abrí el papel para leerlo.
Era una carta dirigida a Tyr. Es decir, a Yuu. ¿No les había llegado la noticia…? Bueno, al fin y al cabo, nuestra organización era grande pero basada en el secreto, así que no había razones para que no supiesen de su fallecimiento. De una forma ciertamente irrespetuosa hacia Yggdrasil, llamándola emergente, le estaban invitando a participar en una oferta de la que podría sacar rédito. Es decir, ya contaba con una gran cantidad de dinero gracias a los fondos escondidos de mi ex-jefe, pero aquello se terminaría por desvanecer con los mantenimientos mensuales y los sueldos. La parte buena de todo lo que sucedía es que, viendo como trataban a Yuu, podía afirmar que no lo conocían en persona ni por carta, así que este ‘’Consejo Clandestino’’ desconocía su identidad. Por ende, yo mismo me podría presentar como él, ¿no?
Una vez hube terminado, me fijé en la gaviota nuevamente y un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Seguirla…? La observé, esperando que hiciera cualquier movimiento, pero se limitó a mantenerme la mirada, obligándome a mí a desviarla. Vi entonces un paquete muy bien atado a su espalda y, actuando, exigí a uno de mis ayudantes que lo tomase. El animal no se resistió, sino que invitó al susodicho a tomarlo, y entonces este último me lo trató de pasar. Antes de que llegase a mis manos, asqueado por el contacto con las plumas, le dije que lo podía abrir él, desenvolviendo una Eternal Pose a ‘’Numland’’ como si de un regalo se tratase. ¿Se referían a eso con seguir a la gaviota?
— Bueno, chicos, ya tenemos trabajo. Que alguien aplique la ruta a Freya, tenemos trabajo que hacer. — Le di la carta al poseedor de la brújula en aquel momento y me froté las manos contra el traje. Qué repelús de animal.
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El Ragnarok pone rumbo a Numland. Pasan varios días hasta que llegan a una isla aparentemente técnológica, con grandes edificios de formas raras. ¿Será tecnología o arte moderno? Lo mismo da, lo que queda claro es que han invertido mucho dinero allí. En estos días has estado dentro de la nave con tu tripulación, haciendo los preparativos que creyeras convenientes para presentarte en la isla.
Una hora antes de llegar, una grupo de gaviotas ronda la cubierta del transporte. Las gaviotas parecían marcar el camino y, cuando te acercas a la isla, observas cómo indican al conductor que se dirija hacia una plataforma de aterrizaje lo suficientemente espaciosa. ¡Esta gente está preparada para todo!
Llegas sobre las 19:00, cuando se está poniendo el sol. Cuando bajas de la nave hay un grupo de personas, todas vestidas de igual forma, pero con colores distintos. Tres personas vestidas de negro, una de rojo y una de plata. Todos llevan el mismo mono que parece sacado de una prisión paramilitar, y la persona vestida de plata se acerca al grupo preguntando por el líder. Una vez aclarado quién es, pregunta también si tienen equipaje, y si es así que los de negro lo recogerían y los llevarían a sus nuevas habitaciones. Al parecer la oferta de hacer negocios venía acompañada de unos días en un hotel resort con todo incluido. Cuando se enteran, todos tus empleados ponen cara de satisfacción. Hartos de estar encerrados en una nave voladora durante días, les gustaría disfrutar de unas vacaciones. Tú eres consciente, pero tienes la última palabra en la decisión.
Por último, el hombre de plata, se dirige a ti como líder, diciendo que su propio jefe te espera para una reunión.
Una hora antes de llegar, una grupo de gaviotas ronda la cubierta del transporte. Las gaviotas parecían marcar el camino y, cuando te acercas a la isla, observas cómo indican al conductor que se dirija hacia una plataforma de aterrizaje lo suficientemente espaciosa. ¡Esta gente está preparada para todo!
Llegas sobre las 19:00, cuando se está poniendo el sol. Cuando bajas de la nave hay un grupo de personas, todas vestidas de igual forma, pero con colores distintos. Tres personas vestidas de negro, una de rojo y una de plata. Todos llevan el mismo mono que parece sacado de una prisión paramilitar, y la persona vestida de plata se acerca al grupo preguntando por el líder. Una vez aclarado quién es, pregunta también si tienen equipaje, y si es así que los de negro lo recogerían y los llevarían a sus nuevas habitaciones. Al parecer la oferta de hacer negocios venía acompañada de unos días en un hotel resort con todo incluido. Cuando se enteran, todos tus empleados ponen cara de satisfacción. Hartos de estar encerrados en una nave voladora durante días, les gustaría disfrutar de unas vacaciones. Tú eres consciente, pero tienes la última palabra en la decisión.
Por último, el hombre de plata, se dirige a ti como líder, diciendo que su propio jefe te espera para una reunión.
Lance Kashan
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Numland, Numland… Me hallaba en la sala de Freya, sentado frente a la consola de mando con el único objetivo de comprobar la información de aquel lugar al que íbamos. Al fin y al cabo, aquella máquina que parecía un maravilloso regalo del futuro contaba con una guía, una suerte de enciclopedia que contaba con descripciones de una gigantesca cantidad de islas a las que podíamos ir, incluyendo la ruta automática hacia ellas. Pero, a pesar de que era una lista más que decente, la citada isla no aparecía por ninguna parte por más que buscaba. Quizás simplemente Yuu no había ido allí o, en cualquier caso, no le había interesado lo más mínimo. Aunque, por otro lado, no era extraño en estos días el que se encontrasen nuevas islas nunca antes vistas o que habían emergido de la nada, así que Numland podía ser un misterio por descubrir. Podía no, lo era.
Quizás pudo haber pasado media semana hasta que uno de los tripulantes dio la señal de llegada a tierras desconocidas y, transformándome en electricidad, me aproximé lo más rápido posible a la proa del Ragnarok en busca de las vistas prometidas, y una vez fui capaz de ver más allá de la barandilla, se me hizo la boca agua. Obviando el claro hecho de que aquello se trataba de una isla que me permitiría deshacerme del constante vaivén y temblor del barco, algo que agradecía, también estaba la arquitectura del sitio. De una forma ciertamente única, los edificios se erguían formando curvas, arcos, giros e ilusiones ópticas imposibles, creando una atmósfera en la que toda la tripulación nos quedamos mirando con la boca entreabierta. No habíamos visitado precisamente pocas islas, pero creo que era nuestra primera vez sintiendo una necesidad de examinar todos y cada uno de las construcciones de allí. El otro espectáculo era, aunque menos llamativo, escuchar los gritos de aquel ocupado con el timón y la maquinaria.
— ¡¿QUÉ ME ESTOY PERDIENDO!? —No paraba de levantar la voz, muerto de curiosidad ante los gestos de sorpresa de sus compañeros— ¡HIJOS DE PUTA, DECIDME QUE HAY!
Una vez hubo pasado el tiempo y el terreno se fue acercando, aproveché para salir de mi habitación, que seguía siendo exactamente la misma que la que antes del suceso. Había decidido dejar intacta la zona de Yuu, excepto la caja fuerte, así que no había tenido que mover nada de mi armario ni mis muebles. Como ya había hecho tantas veces, tomé el traje de Kirin recién lavado, aun oliendo al maravilloso jabón, y me lo fui poniendo a medida que iba ordenando lo que llevaría en aquella reunión. Una vez hube recubierto mi cuerpo con vendas, cogí las tres armas que tenía allí en la mesa y las coloqué en mi cinto, en la parte trasera para que no marcasen demasiado. Es decir, podría limitarme a ir como Lance y no destacar tanto como lo iba a hacer con la cara y el cuerpo cubiertos, pero no me fiaba suficiente de aquella fuente de información como para presentarme en el lugar sin cubrir mi cara. Entre mi lista de cosas que hacer aquel año no contaba el coleccionar pósteres de mi cara, así que esto era una simple pero útil contramedida para prevenirlo.
Salí y entonces vi como un grupo de ratas aéreas, en una formación bastante clara, estaban casi sumergiendo al barco de plumas. No era tan literal, pero estaban frotando sus repugnantes cuerpos contra Ragnarok. Después de aquello iba a tener que transformarme en electricidad y volar alrededor del barco mientras limpiaba aquella mugre que estaban dejando por todos lad—Ugh. Agarroté los dedos para aguantar la arcada y, alejando la vista de lo que no quería ver, me acerqué al que era nuestro conductor en aquel viaje.
— Ya llegamos, jefe. — Me miró, poco acostumbrado todavía a verme en mi atuendo de trabajo. — Estas increíbles gaviotas parecen estar guiándonos. — Miré a las gaviotas y aparté la mirada al instante, asintiendo con la cabeza en señal de haberle escuchado. — ¡Mire, allí hay una plataforma de aterrizaje!
Para el atardecer ya estaba el barco bajando poco a poco y dejando, por una vez en quizás semanas, temblar y vibrar. Pensé en bajar del barco como usualmente hacía, de un salto, pero quizás debía mantener las formas si íbamos a tomar una reunión y podían estar vigilando todas mis acciones. Así, rodeado de algunos de mis hombres me acerqué al grupo de personas que parecían estar allí para darnos la bienvenida. Al igual que los edificios que los rodeaban, sus vestimentas eran un poco… excéntricas. Quizás aquella no era la palabra más correcta o concreta, pero sí la única que se me ocurría para definirlos. Era ropa plana, de colores planos para demostrar más aún su poco gusto de la moda. Pero estaba allí para hacer negocios, y no era mi objetivo ni mi misión el presentarles una nueva línea de ropa ni lo que era llamado el ‘’buen gusto’’. Además, como si de una secta jerarquizada se tratase, llevaban la misma prenda de distintos colores. Uno de ellos, el del color más llamativo y feo, se separó de su grupo para acercarse al nuestro:
— ¿Quién de ustedes es Tyr? — Todos mis subordinados me miraron y algunos de ellos me señalaron. — Así que usted es el jefe de esta gran organización… — Me tendió la mano cordialmente y lo convertí en un gesto recíproco. — Un placer, Tyr. Si es tan amable de acompañarnos… — Abrió el puño y señaló con este a una dirección. — ¡Ah, y tranquilos, os llevaremos todo el equipaje que puedan necesitar durante su instancia en esta, nuestra preciosa isla y nuestro maravilloso hotel! — Aquellas tres personas con el color más aburrido pero elegante se acercaron a por las maletas de mis chicos, donde llevaban cosas que debían arreglar, ropa y alguna que otra cosa privada para pasar el tiempo. Miré hacia atrás y asentí, dando el visto bueno. Una vez allí, con un pie en la isla, no era el momento de negarme a cualquier invitación.
— Roland, ve a por los otros, que no se queden allí tirados en el barco. — No iba a dejar a la gente allí, menos cuando habían aguantado y sufrido aquella temporada en el barco. Que disfrutasen un tiempo en un resort les sentaría bien a todos, incluido a mí, aunque seguramente mi estancia fuera la menos tranquila de todas. — Y diles que se traigan el bañador. — Ellos, obviamente, reaccionaron como era lógico, vitoreando y alegrándose de la noticia. No solía ser muy relajado con mi trato hacia ellos, pero vi aquel momento como una oportunidad perfecta para darles sus vacaciones y afianzar mi relación con todos y cada uno. No solo era un líder duro e intransigente, también podía ser amigable dentro de mis posibilidades. Y qué coño, era gratis.
Una vez Roland volvió al barco para buscar a aquellos que faltaban, y esperábamos que hicieran la maleta y todas las preparaciones para dejar aquella embarcación nuestra allí quieta por un tiempo, el señor forrado de papel de aluminio volvió a hablar:
— Además, señor Tyr, mi jefe querría mantener una reunión con usted. — Era lógico, al fin y al cabo, aquel era el objetivo primordial del viaje que estábamos tomando. Aún seguía estando todo detrás de una densa niebla de misterio e ignorancia propia, pero, visto lo visto, todo lo que se me estaba plantando delante no tenía tan mala pinta como me esperaba. Como mínimo, elegante y con normas básicas de educación. ¿Cómo era posible que el mundo criminal hubieran más modales que en el de los marines o las altas esferas…?
Quizás pudo haber pasado media semana hasta que uno de los tripulantes dio la señal de llegada a tierras desconocidas y, transformándome en electricidad, me aproximé lo más rápido posible a la proa del Ragnarok en busca de las vistas prometidas, y una vez fui capaz de ver más allá de la barandilla, se me hizo la boca agua. Obviando el claro hecho de que aquello se trataba de una isla que me permitiría deshacerme del constante vaivén y temblor del barco, algo que agradecía, también estaba la arquitectura del sitio. De una forma ciertamente única, los edificios se erguían formando curvas, arcos, giros e ilusiones ópticas imposibles, creando una atmósfera en la que toda la tripulación nos quedamos mirando con la boca entreabierta. No habíamos visitado precisamente pocas islas, pero creo que era nuestra primera vez sintiendo una necesidad de examinar todos y cada uno de las construcciones de allí. El otro espectáculo era, aunque menos llamativo, escuchar los gritos de aquel ocupado con el timón y la maquinaria.
— ¡¿QUÉ ME ESTOY PERDIENDO!? —No paraba de levantar la voz, muerto de curiosidad ante los gestos de sorpresa de sus compañeros— ¡HIJOS DE PUTA, DECIDME QUE HAY!
Una vez hubo pasado el tiempo y el terreno se fue acercando, aproveché para salir de mi habitación, que seguía siendo exactamente la misma que la que antes del suceso. Había decidido dejar intacta la zona de Yuu, excepto la caja fuerte, así que no había tenido que mover nada de mi armario ni mis muebles. Como ya había hecho tantas veces, tomé el traje de Kirin recién lavado, aun oliendo al maravilloso jabón, y me lo fui poniendo a medida que iba ordenando lo que llevaría en aquella reunión. Una vez hube recubierto mi cuerpo con vendas, cogí las tres armas que tenía allí en la mesa y las coloqué en mi cinto, en la parte trasera para que no marcasen demasiado. Es decir, podría limitarme a ir como Lance y no destacar tanto como lo iba a hacer con la cara y el cuerpo cubiertos, pero no me fiaba suficiente de aquella fuente de información como para presentarme en el lugar sin cubrir mi cara. Entre mi lista de cosas que hacer aquel año no contaba el coleccionar pósteres de mi cara, así que esto era una simple pero útil contramedida para prevenirlo.
Salí y entonces vi como un grupo de ratas aéreas, en una formación bastante clara, estaban casi sumergiendo al barco de plumas. No era tan literal, pero estaban frotando sus repugnantes cuerpos contra Ragnarok. Después de aquello iba a tener que transformarme en electricidad y volar alrededor del barco mientras limpiaba aquella mugre que estaban dejando por todos lad—Ugh. Agarroté los dedos para aguantar la arcada y, alejando la vista de lo que no quería ver, me acerqué al que era nuestro conductor en aquel viaje.
— Ya llegamos, jefe. — Me miró, poco acostumbrado todavía a verme en mi atuendo de trabajo. — Estas increíbles gaviotas parecen estar guiándonos. — Miré a las gaviotas y aparté la mirada al instante, asintiendo con la cabeza en señal de haberle escuchado. — ¡Mire, allí hay una plataforma de aterrizaje!
Para el atardecer ya estaba el barco bajando poco a poco y dejando, por una vez en quizás semanas, temblar y vibrar. Pensé en bajar del barco como usualmente hacía, de un salto, pero quizás debía mantener las formas si íbamos a tomar una reunión y podían estar vigilando todas mis acciones. Así, rodeado de algunos de mis hombres me acerqué al grupo de personas que parecían estar allí para darnos la bienvenida. Al igual que los edificios que los rodeaban, sus vestimentas eran un poco… excéntricas. Quizás aquella no era la palabra más correcta o concreta, pero sí la única que se me ocurría para definirlos. Era ropa plana, de colores planos para demostrar más aún su poco gusto de la moda. Pero estaba allí para hacer negocios, y no era mi objetivo ni mi misión el presentarles una nueva línea de ropa ni lo que era llamado el ‘’buen gusto’’. Además, como si de una secta jerarquizada se tratase, llevaban la misma prenda de distintos colores. Uno de ellos, el del color más llamativo y feo, se separó de su grupo para acercarse al nuestro:
— ¿Quién de ustedes es Tyr? — Todos mis subordinados me miraron y algunos de ellos me señalaron. — Así que usted es el jefe de esta gran organización… — Me tendió la mano cordialmente y lo convertí en un gesto recíproco. — Un placer, Tyr. Si es tan amable de acompañarnos… — Abrió el puño y señaló con este a una dirección. — ¡Ah, y tranquilos, os llevaremos todo el equipaje que puedan necesitar durante su instancia en esta, nuestra preciosa isla y nuestro maravilloso hotel! — Aquellas tres personas con el color más aburrido pero elegante se acercaron a por las maletas de mis chicos, donde llevaban cosas que debían arreglar, ropa y alguna que otra cosa privada para pasar el tiempo. Miré hacia atrás y asentí, dando el visto bueno. Una vez allí, con un pie en la isla, no era el momento de negarme a cualquier invitación.
— Roland, ve a por los otros, que no se queden allí tirados en el barco. — No iba a dejar a la gente allí, menos cuando habían aguantado y sufrido aquella temporada en el barco. Que disfrutasen un tiempo en un resort les sentaría bien a todos, incluido a mí, aunque seguramente mi estancia fuera la menos tranquila de todas. — Y diles que se traigan el bañador. — Ellos, obviamente, reaccionaron como era lógico, vitoreando y alegrándose de la noticia. No solía ser muy relajado con mi trato hacia ellos, pero vi aquel momento como una oportunidad perfecta para darles sus vacaciones y afianzar mi relación con todos y cada uno. No solo era un líder duro e intransigente, también podía ser amigable dentro de mis posibilidades. Y qué coño, era gratis.
Una vez Roland volvió al barco para buscar a aquellos que faltaban, y esperábamos que hicieran la maleta y todas las preparaciones para dejar aquella embarcación nuestra allí quieta por un tiempo, el señor forrado de papel de aluminio volvió a hablar:
— Además, señor Tyr, mi jefe querría mantener una reunión con usted. — Era lógico, al fin y al cabo, aquel era el objetivo primordial del viaje que estábamos tomando. Aún seguía estando todo detrás de una densa niebla de misterio e ignorancia propia, pero, visto lo visto, todo lo que se me estaba plantando delante no tenía tan mala pinta como me esperaba. Como mínimo, elegante y con normas básicas de educación. ¿Cómo era posible que el mundo criminal hubieran más modales que en el de los marines o las altas esferas…?
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El plateado te guía hasta un carrito de minigolf. Te invita a subir, explicándote que la residencia de su jefe se encuentra un poco lejos para ir andando. En una oferta de amabilidad te ofrece tomar el volante mientras te indica qué ruta debes tomar. En caso de denegar, llamaría a uno de los vestidos de negro para que se encargara de conducir. Una vez de camino observas el entramado de la ciudad. Los edificios son maravillosos, pero las calles dejan que desear. Asfalto sucio y con basura, y gente con cara de pocos amigos caminando por la acera.
Si te fijas un poco, podrás darte cuenta de que solo hay hombres, y la mayoría vestidos con sus monos negros.
Tras terminar el trayecto llegas a una zona con menos edificios y más mansiones. Al final de la zona se encuentra un gigantesco jardín con la edificación más preciosa que hayas podido ver. Un gigantesco palacio de mármol, cuarzo y oro. También ves lo protegido que se encuentra: altos muros, vallas resistentes, guardias armados (vestidos con monos rojos) y perros de caza correteando por el jardín.
Pasan la seguridad sin problema y el hombre de plata (si en algún momento le hubieras preguntado su nombre te habría respondido que se llamaba Ferguson) te guiaría por un entramado de escaleras y pasillos hasta llegar a una biblioteca. En ella, encontrarías sobre unas escaleras de mano para llegar a las estanterías más altas a una joven muchacha de larga melena castaña y bien vestida. Cuando te ve entrar, te sonríe y baja de la escalera para hablar contigo. No, no es la jefa del Consejo Clandestino, pero es la hija de la jefa, o al menos así te presenta. Ferguson parece haberse retirado, y la joven aparenta ser simpática. Podrías, si quisieras, hacerle una o varias preguntas mientras esperas por su madre. O podrías volverte loco y matarla, a ver qué pasa. Tú decides.
Si te fijas un poco, podrás darte cuenta de que solo hay hombres, y la mayoría vestidos con sus monos negros.
Tras terminar el trayecto llegas a una zona con menos edificios y más mansiones. Al final de la zona se encuentra un gigantesco jardín con la edificación más preciosa que hayas podido ver. Un gigantesco palacio de mármol, cuarzo y oro. También ves lo protegido que se encuentra: altos muros, vallas resistentes, guardias armados (vestidos con monos rojos) y perros de caza correteando por el jardín.
Pasan la seguridad sin problema y el hombre de plata (si en algún momento le hubieras preguntado su nombre te habría respondido que se llamaba Ferguson) te guiaría por un entramado de escaleras y pasillos hasta llegar a una biblioteca. En ella, encontrarías sobre unas escaleras de mano para llegar a las estanterías más altas a una joven muchacha de larga melena castaña y bien vestida. Cuando te ve entrar, te sonríe y baja de la escalera para hablar contigo. No, no es la jefa del Consejo Clandestino, pero es la hija de la jefa, o al menos así te presenta. Ferguson parece haberse retirado, y la joven aparenta ser simpática. Podrías, si quisieras, hacerle una o varias preguntas mientras esperas por su madre. O podrías volverte loco y matarla, a ver qué pasa. Tú decides.
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Comencé a seguirle al mismo paso que el marcaba, cuidando que fuera a su ritmo, sin adelantarle dándole la espalda, ni atrasarme y observar la suya. Estaba acostumbrado a aquel compás cubierto de prisa y necesidad, y el ir tranquilamente por mitad de la isla, con el tiempo de ir mirando a mi alrededor y no tener por qué centrar la mirada en el frente por miedo a chocar… Bueno, era relajante, eso sí que lo tenía que admitir. No me parecía lo más cómodo y por lo general no apreciaba las pérdidas de tiempo como aquella, pero echar un vistazo a aquellos edificios que tanto me habían maravillado de lejos valía la pena.
Entonces, llegamos a lo que parecía ser un carrito de golf en el que me invitó a tomar asiento, explicando que aquel lugar al que iríamos no se encontraba precisamente cerca. Con mis capacidades, todo aquello que buscase podía estar tan cerca como me diese la gana, pero con aquellas personas me tendría que limitar a vivir como el resto de personas normales. Me trató de ceder el asiento de conductor, pero negué. No sabía conducir un coche, así que ya nos podíamos ir olvidando de que me estrenase delante de lo que parecía ser un directivo de una empresa de negocios. Al ver mi negativa, llamó a uno de sus chicos de negro y lo colocó en aquel sitio que podría haber ocupado yo, comenzando a moverse las ruedas del automóvil al instante. Bueno… Quizás llamarle automóvil era un esfuerzo de optimismo.
Mientras más me fui adentrando en lo que parecía ser la ciudad central, la capital, los edificios se volvían más y más imponentes a la vez que maravillosos. Uno se sentía pequeño y torpe a su lado, viendo cómo, aun formados de cemento y ladrillos, aquellas construcciones eran capaces de retorcerse y dar lugar a aquellas figuras. En cambio, si dejabas de mirar al cielo y te centrabas en el otro extremo, la cosa cambiaba un poco. No solo hacía falta mirar al suelo, el cual no daba la sensación de tener ningún tipo de cuidado al estar repleto de basura de todo tipo, sino que mirando al frente también te deprimías. Hubiera podido jurar, sino fuera por aquellos que llevaban monos de distintos colores, que el mundo en el que vivía había sufrido algún tipo de fallo electrónico y había duplicado por equivocación al mismo sujeto de mono negro. Quizás podía contar diez o más que parecían ser la misma persona, aunque yo no era especialmente ávido a la hora de distinguir gente. Lo que sí que podía jurar es que, nada más entrar a este lugar, habían desaparecido las mujeres. O no habían existido desde un comienzo, ya que solo se veían a aparentes hombres caminar. De todas formas, aquella aburrida ropa y el deplorable estado de las calles no reflejaban para nada aquella sensación que los mandamases y el paisaje lejano de la isla querían dar. ¿Quizás era un barrio pobre, dejado de la mano de cualquier dios en el que pudiesen creer?
A medida que nos alejábamos de lo que parecía ser una zona marginal, las casas se marchaban para dejar paso a las mansiones. Por cada par de edificios de los anteriores, ahora habían edificado un lugar para vivir que podría cumplir las delicias de cualquiera que pudiera pasar por allí. Eran como el mismo Ragnarok, pero sin volar y, por ende, sin temblar de forma perpetua. Y cada vez las mansiones ganaban en volumen, ocupando tres, cuatro o hasta cinco parcelas distintas, hasta que llegamos al que era a todas luces el culmen de la riqueza de allí. Podía ser perfectamente la casa de un rey, de un gobernante, de un faraón… De cualquier cosa. Pero sí que estaba seguro, por el frenazo que había dado el conductor con nuestro carrito, que nuestra meta estaba allí y, por ende, mi querido y futuro compañero de negocios. No parecía tener ningún problema en exhibir sus pertenencias, ya que el palacete estaba construido sobre materiales tan caros y preciados como podían ser el oro o mármol, bien protegidos por los mejores métodos de defensa. Además, todos presentes a la vez. Desde muros con vallas que impedían a cualquiera pasar a través, hasta perros guardianes y guardias rojos, con el mismo mono habitual, cuyo trabajo debía ser encargarse de los pocos suertudos que fueran capaces de superar la primera prueba.
Nos abrieron la puerta sin ningún tipo de inconveniente y, una vez estuvimos en el interior del lugar, nos bajamos de nuestro pequeño vehículo y comencé a seguir nuevamente al plateado, dejando rezagado al que había sido nuestro conductor. Como ya había hecho un par de veces, me limité a imitar sus pasos, paseándome por el interior del edificio, tan o más ostentoso que el exterior si eso era posible. Finalmente, se paró frente a una gran puerta de marco de madera que abrió de par en par, dejándome entrever una serie de libros en estantes. En cuando me pude acercar, esa misma visión se pudo ampliar y descubrí que se trataba sin duda de la biblioteca. De aquel tamaño, podía ser perfectamente la biblioteca de toda la isla, pero el hecho de que estuviese en una propiedad privada como el palacio impedía esto mismo. Ordenados por temas, cubrían desde la misma historia del lugar hasta temas más generales o cuadernos llenos de prácticas experimentales, o eso era lo que podía percibir desde la distancia.
Para cuando me pude dar cuenta, aquel señor del color de la plata había desaparecido sin dejar rastro y, portándome un poco como si el lugar se tratase de mi propia casa, comencé a pasearme entre el olor de las páginas antiguas. No duró mucho ya que, para cuando fui consciente, una joven mujer se había acercado con lo que supuse que eran intenciones de comenzar una conversación o, como mínimo, curiosidad por mí. Con una cálida sonrisa que le cruzaba la cara al completo se presentó como la hija de aquella con la que me debía reunir. ¿…Aquella? Es decir, no tenía ningún problema en que la jefa del Consejo Clandestino fuese aquello, una jefa, una mujer, pero me extrañaba. El ver a tantos hombres fuera me había hecho casi asegurarme que no había cabida para una muchacha en la isla al completo, así como Amazon Lily pero al contrario, pero parecía ser lo más alejado posible de aquella idea.
— ¡Buenas, soy Tyr! — Me presenté, tendiendo la mano en un esfuerzo de educación. Si quería camelarme a la jefa, empezar por su retoño parecía una idea tan válida como cualquier otra. — Vengo a tener una reunión con tu madre. — Trataba de evitar todo tipo de referencias al mundo criminal, pues quién sabía si aquella chica era consciente del trapicheo que su madre hacía o dejaba de hacer. No quería que se enterase por un desconocido de ser así, y menos que yo fuera esa persona bocazas. — ¿Qué tal se vive en la isla? Parece encantadora. — Sonreí en un tonto intento de parecer amable, sin ser consciente de que tenía una máscara cuyo único trabajo era taparla sin dejar rastro. — Le preguntaría a mi guía, pero parece ser que ha desaparecido.. — Volví a mirar a mis espaldas, esperando ver aquel color feísimo que caracterizaba su ropa, pero lo único de aquel tono era la portada de un libro perdido en las estanterías. Quizás, gracias a aquel suceso, lograba un tema de conversación con la mujer de pelo largo y moreno. Y, si todo salía como deseaba, podría tener su favor en poco tiempo, pero aquello seguramente era demasiado pedir por solo ser un poco amable y educado.
Entonces, llegamos a lo que parecía ser un carrito de golf en el que me invitó a tomar asiento, explicando que aquel lugar al que iríamos no se encontraba precisamente cerca. Con mis capacidades, todo aquello que buscase podía estar tan cerca como me diese la gana, pero con aquellas personas me tendría que limitar a vivir como el resto de personas normales. Me trató de ceder el asiento de conductor, pero negué. No sabía conducir un coche, así que ya nos podíamos ir olvidando de que me estrenase delante de lo que parecía ser un directivo de una empresa de negocios. Al ver mi negativa, llamó a uno de sus chicos de negro y lo colocó en aquel sitio que podría haber ocupado yo, comenzando a moverse las ruedas del automóvil al instante. Bueno… Quizás llamarle automóvil era un esfuerzo de optimismo.
Mientras más me fui adentrando en lo que parecía ser la ciudad central, la capital, los edificios se volvían más y más imponentes a la vez que maravillosos. Uno se sentía pequeño y torpe a su lado, viendo cómo, aun formados de cemento y ladrillos, aquellas construcciones eran capaces de retorcerse y dar lugar a aquellas figuras. En cambio, si dejabas de mirar al cielo y te centrabas en el otro extremo, la cosa cambiaba un poco. No solo hacía falta mirar al suelo, el cual no daba la sensación de tener ningún tipo de cuidado al estar repleto de basura de todo tipo, sino que mirando al frente también te deprimías. Hubiera podido jurar, sino fuera por aquellos que llevaban monos de distintos colores, que el mundo en el que vivía había sufrido algún tipo de fallo electrónico y había duplicado por equivocación al mismo sujeto de mono negro. Quizás podía contar diez o más que parecían ser la misma persona, aunque yo no era especialmente ávido a la hora de distinguir gente. Lo que sí que podía jurar es que, nada más entrar a este lugar, habían desaparecido las mujeres. O no habían existido desde un comienzo, ya que solo se veían a aparentes hombres caminar. De todas formas, aquella aburrida ropa y el deplorable estado de las calles no reflejaban para nada aquella sensación que los mandamases y el paisaje lejano de la isla querían dar. ¿Quizás era un barrio pobre, dejado de la mano de cualquier dios en el que pudiesen creer?
A medida que nos alejábamos de lo que parecía ser una zona marginal, las casas se marchaban para dejar paso a las mansiones. Por cada par de edificios de los anteriores, ahora habían edificado un lugar para vivir que podría cumplir las delicias de cualquiera que pudiera pasar por allí. Eran como el mismo Ragnarok, pero sin volar y, por ende, sin temblar de forma perpetua. Y cada vez las mansiones ganaban en volumen, ocupando tres, cuatro o hasta cinco parcelas distintas, hasta que llegamos al que era a todas luces el culmen de la riqueza de allí. Podía ser perfectamente la casa de un rey, de un gobernante, de un faraón… De cualquier cosa. Pero sí que estaba seguro, por el frenazo que había dado el conductor con nuestro carrito, que nuestra meta estaba allí y, por ende, mi querido y futuro compañero de negocios. No parecía tener ningún problema en exhibir sus pertenencias, ya que el palacete estaba construido sobre materiales tan caros y preciados como podían ser el oro o mármol, bien protegidos por los mejores métodos de defensa. Además, todos presentes a la vez. Desde muros con vallas que impedían a cualquiera pasar a través, hasta perros guardianes y guardias rojos, con el mismo mono habitual, cuyo trabajo debía ser encargarse de los pocos suertudos que fueran capaces de superar la primera prueba.
Nos abrieron la puerta sin ningún tipo de inconveniente y, una vez estuvimos en el interior del lugar, nos bajamos de nuestro pequeño vehículo y comencé a seguir nuevamente al plateado, dejando rezagado al que había sido nuestro conductor. Como ya había hecho un par de veces, me limité a imitar sus pasos, paseándome por el interior del edificio, tan o más ostentoso que el exterior si eso era posible. Finalmente, se paró frente a una gran puerta de marco de madera que abrió de par en par, dejándome entrever una serie de libros en estantes. En cuando me pude acercar, esa misma visión se pudo ampliar y descubrí que se trataba sin duda de la biblioteca. De aquel tamaño, podía ser perfectamente la biblioteca de toda la isla, pero el hecho de que estuviese en una propiedad privada como el palacio impedía esto mismo. Ordenados por temas, cubrían desde la misma historia del lugar hasta temas más generales o cuadernos llenos de prácticas experimentales, o eso era lo que podía percibir desde la distancia.
Para cuando me pude dar cuenta, aquel señor del color de la plata había desaparecido sin dejar rastro y, portándome un poco como si el lugar se tratase de mi propia casa, comencé a pasearme entre el olor de las páginas antiguas. No duró mucho ya que, para cuando fui consciente, una joven mujer se había acercado con lo que supuse que eran intenciones de comenzar una conversación o, como mínimo, curiosidad por mí. Con una cálida sonrisa que le cruzaba la cara al completo se presentó como la hija de aquella con la que me debía reunir. ¿…Aquella? Es decir, no tenía ningún problema en que la jefa del Consejo Clandestino fuese aquello, una jefa, una mujer, pero me extrañaba. El ver a tantos hombres fuera me había hecho casi asegurarme que no había cabida para una muchacha en la isla al completo, así como Amazon Lily pero al contrario, pero parecía ser lo más alejado posible de aquella idea.
— ¡Buenas, soy Tyr! — Me presenté, tendiendo la mano en un esfuerzo de educación. Si quería camelarme a la jefa, empezar por su retoño parecía una idea tan válida como cualquier otra. — Vengo a tener una reunión con tu madre. — Trataba de evitar todo tipo de referencias al mundo criminal, pues quién sabía si aquella chica era consciente del trapicheo que su madre hacía o dejaba de hacer. No quería que se enterase por un desconocido de ser así, y menos que yo fuera esa persona bocazas. — ¿Qué tal se vive en la isla? Parece encantadora. — Sonreí en un tonto intento de parecer amable, sin ser consciente de que tenía una máscara cuyo único trabajo era taparla sin dejar rastro. — Le preguntaría a mi guía, pero parece ser que ha desaparecido.. — Volví a mirar a mis espaldas, esperando ver aquel color feísimo que caracterizaba su ropa, pero lo único de aquel tono era la portada de un libro perdido en las estanterías. Quizás, gracias a aquel suceso, lograba un tema de conversación con la mujer de pelo largo y moreno. Y, si todo salía como deseaba, podría tener su favor en poco tiempo, pero aquello seguramente era demasiado pedir por solo ser un poco amable y educado.
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La chica te devolvió el saludo apretando tu mano con mucha energía.
- La isla es muuuuuuuuy aburrida. Por aquí no hay mucho que hacer salvo leer libros. No hay nadie de mi edad y no tengo amigos. ¿Quieres ser tú mi amigo?
Dicho esto la muchacha no esperaría por tu respuesta. Agarraría tu brazo y te arrastraría corriendo hacia fuera de la biblioteca.
- No te preocupes por mamá - dice cuando se da cuenta de que te puede preocupar el llegar tarde al encuentro -. Seguramente esté esfrascada leyendo sus libros. Tardará en atenderte.
La chica te guía por un laberinto de pasillos, todos idénticos. A no ser que tuvieras una gran inteligencia visual se te haría complicado desandar los pasos, sin embargo ella parece totalmente segura de hacia donde se dirige. Tras lo que parecía un tiempo muy largo que en realidad fue corto en el cuál la chica te contestaría "Es un secreto" a la pregunta "¿A donde me llevas?" si es que preguntaras, al final acabaríais en un jardín interior precioso, rodeado de flora y muy discreto. Altos y frondosos árboles llenan la estancia y crecen hasta lo más alto, cosa posible ya que se encuentran en una especie de patio de luces. También puedes observar multitud de plantas y flores de todos colores.
- Este es mi sitio favorito, además de la biblioteca. Ahora, ¡juguemos al escondite!
- La isla es muuuuuuuuy aburrida. Por aquí no hay mucho que hacer salvo leer libros. No hay nadie de mi edad y no tengo amigos. ¿Quieres ser tú mi amigo?
Dicho esto la muchacha no esperaría por tu respuesta. Agarraría tu brazo y te arrastraría corriendo hacia fuera de la biblioteca.
- No te preocupes por mamá - dice cuando se da cuenta de que te puede preocupar el llegar tarde al encuentro -. Seguramente esté esfrascada leyendo sus libros. Tardará en atenderte.
La chica te guía por un laberinto de pasillos, todos idénticos. A no ser que tuvieras una gran inteligencia visual se te haría complicado desandar los pasos, sin embargo ella parece totalmente segura de hacia donde se dirige. Tras lo que parecía un tiempo muy largo que en realidad fue corto en el cuál la chica te contestaría "Es un secreto" a la pregunta "¿A donde me llevas?" si es que preguntaras, al final acabaríais en un jardín interior precioso, rodeado de flora y muy discreto. Altos y frondosos árboles llenan la estancia y crecen hasta lo más alto, cosa posible ya que se encuentran en una especie de patio de luces. También puedes observar multitud de plantas y flores de todos colores.
- Este es mi sitio favorito, además de la biblioteca. Ahora, ¡juguemos al escondite!
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Tratándose de la hija de una gran mandamás como aquella, que tenía la capacidad de reunir y hablar con gente tan extraña o difícil de encontrar como yo, sinceramente me esperaba algo más de clase y etiqueta. Es decir, no me molestaba para nada que tuviera aquel tipo de comportamiento infantil y jovial, y que fuese capaz de mostrarlo frente a desconocidos, pero sí que me sorprendía que no fuera tan formal como el resto de habitantes. Estábamos hablando de una ciudad que, a juzgar por lo poco que había visto, estaba plagada de gente con la misma ropa y comportamientos bastante alejados del estándar humano, más cercano al de las máquinas programadas para un conjunto de tareas. Cualquiera hubiera jurado que aquello se podría catalogar hasta de secta, con aquellas ropas que eran más cercanas a las de una cárcel u organización estricta que a las de una persona normal. Además, se les catalogaba, por lo poco que podía deducir, por colores, así que la teoría se afianzaba cada vez más y más.
Así, con este trato tan despreocupado y amistoso, saltándose todas aquellas reglas que se tenían que respetar en un primer contacto con un desconocido, me arrastró fuera de la biblioteca, demostrando una fuerza bastante poco apropiada para una chiquilla. Y tenía claro que el parar su aventura en aquellos instantes podría causar un enfado en ella, y no, nadie quería ver a la hija de mi futura compañera de negocios llorando o teniéndome tirria. Era echar por tierra todos los tratos antes siquiera de conocer a la mujer en cuestión, y darme todo este viaje para irme expulsado de la ciudad no entraba dentro de mis prioridades en aquellos momentos. Mientras ella me llevaba de un lado para otro, sin dejarme mucho margen a tomar decisiones o pararme a replantear aquella decisión, mientras trataba de estar atento a las esquinas que girábamos y a las marcas de la pared. Nunca se me había dado mal hacer mapas y planos en mi cabeza, así que confiaba en que aprenderme la arquitectura del lugar no sería un esfuerzo vano de cara a un futuro y, en todo caso, me permitiría volver a la biblioteca por mi propio pie si aquella chica me abandonaba. Además, ella trataba de dejarme claro que no habría problema con la reunión, ya que su señora madre estaría tan centrada en su lectura que no atendería a razones ni negocios. De tal palo, tal astilla, parecía. Ambas eran demasiado poco centradas para su bien, o esa sensación era la que desprendían.
Tardé un rato siendo tirado del brazo hasta que el mapa mental del laberinto se terminó de formar en mi cabeza, ya que habíamos llegado a nuestro destino: un jardín de interiores. Uno muy cuidado y elegante. Aunque, teniendo en cuenta el trato que recibían y daban los habitantes que hasta ahora había conocido en esta isla, supuse que tenerlos trabajando en casa equivalía a esclavos, y que realizarían toda y cada una de sus tareas con especial dedicación o, quién sabe, miedo a ser castigados. Negué con la cabeza levemente para mí mismo, tratando de dejar de lado todo aquel asunto que opacaba mi pensamiento y me impedía centrarme en aquel lugar y momento. Con un solo vistazo podía reconocer decenas de flores que había estudiado en mis libros de biología, al igual que algunos árboles, helechos y plantas en vegetal que, para mí, eran bien conocidos. A parte de conformar un maravilloso arcoíris, precioso ante la luz, no dejaba de sorprenderme que hubieran aunado tantos tipos de plantas en el mismo punto sin tener ningún problema.
Tras eso, pareció dirigirse a mí nuevamente. O sea, no había nadie más en aquel sitio, a menos que estuviera escondido a la perfección. Trataba aquel lugar como su favorito de todos los que conformaban aquel palacete que era su casa, y con razón. No hacía falta siquiera tener conocimientos de las ciencias vitales para que este lugar te llamase la atención, bien por curiosidad, bien por la sensación de tranquilidad que transmitía. En cambio, ella, enérgica y nerviosa, quería chafar aquel silencio y aquella parsimonia que reinaba sobre el lugar, jugando al escondite conmigo. ¿Realmente debía dejarme controlar de aquella forma…? Estaba claro que debía guardar las formas y no enfadarla por miedo a posibles represalias, aquello contando con que realmente fuera descendiente de ella, pero tampoco era cuestión de convertirme en la marioneta de una chica que bien entraba dentro del estereotipo de niña con TDAH…
Tardé unos tres segundos hasta que logré centrarme y llegar a una conclusión, quizás algo cobarde en comparación al resto, pero la única que me parecía factible y segura en aquel momento. Asentí con la cabeza, dispuesto a participar en aquel juego, que ella parecía esperar con una ilusión que llenaba su rostro y sonrisa.
Así, con este trato tan despreocupado y amistoso, saltándose todas aquellas reglas que se tenían que respetar en un primer contacto con un desconocido, me arrastró fuera de la biblioteca, demostrando una fuerza bastante poco apropiada para una chiquilla. Y tenía claro que el parar su aventura en aquellos instantes podría causar un enfado en ella, y no, nadie quería ver a la hija de mi futura compañera de negocios llorando o teniéndome tirria. Era echar por tierra todos los tratos antes siquiera de conocer a la mujer en cuestión, y darme todo este viaje para irme expulsado de la ciudad no entraba dentro de mis prioridades en aquellos momentos. Mientras ella me llevaba de un lado para otro, sin dejarme mucho margen a tomar decisiones o pararme a replantear aquella decisión, mientras trataba de estar atento a las esquinas que girábamos y a las marcas de la pared. Nunca se me había dado mal hacer mapas y planos en mi cabeza, así que confiaba en que aprenderme la arquitectura del lugar no sería un esfuerzo vano de cara a un futuro y, en todo caso, me permitiría volver a la biblioteca por mi propio pie si aquella chica me abandonaba. Además, ella trataba de dejarme claro que no habría problema con la reunión, ya que su señora madre estaría tan centrada en su lectura que no atendería a razones ni negocios. De tal palo, tal astilla, parecía. Ambas eran demasiado poco centradas para su bien, o esa sensación era la que desprendían.
Tardé un rato siendo tirado del brazo hasta que el mapa mental del laberinto se terminó de formar en mi cabeza, ya que habíamos llegado a nuestro destino: un jardín de interiores. Uno muy cuidado y elegante. Aunque, teniendo en cuenta el trato que recibían y daban los habitantes que hasta ahora había conocido en esta isla, supuse que tenerlos trabajando en casa equivalía a esclavos, y que realizarían toda y cada una de sus tareas con especial dedicación o, quién sabe, miedo a ser castigados. Negué con la cabeza levemente para mí mismo, tratando de dejar de lado todo aquel asunto que opacaba mi pensamiento y me impedía centrarme en aquel lugar y momento. Con un solo vistazo podía reconocer decenas de flores que había estudiado en mis libros de biología, al igual que algunos árboles, helechos y plantas en vegetal que, para mí, eran bien conocidos. A parte de conformar un maravilloso arcoíris, precioso ante la luz, no dejaba de sorprenderme que hubieran aunado tantos tipos de plantas en el mismo punto sin tener ningún problema.
Tras eso, pareció dirigirse a mí nuevamente. O sea, no había nadie más en aquel sitio, a menos que estuviera escondido a la perfección. Trataba aquel lugar como su favorito de todos los que conformaban aquel palacete que era su casa, y con razón. No hacía falta siquiera tener conocimientos de las ciencias vitales para que este lugar te llamase la atención, bien por curiosidad, bien por la sensación de tranquilidad que transmitía. En cambio, ella, enérgica y nerviosa, quería chafar aquel silencio y aquella parsimonia que reinaba sobre el lugar, jugando al escondite conmigo. ¿Realmente debía dejarme controlar de aquella forma…? Estaba claro que debía guardar las formas y no enfadarla por miedo a posibles represalias, aquello contando con que realmente fuera descendiente de ella, pero tampoco era cuestión de convertirme en la marioneta de una chica que bien entraba dentro del estereotipo de niña con TDAH…
Tardé unos tres segundos hasta que logré centrarme y llegar a una conclusión, quizás algo cobarde en comparación al resto, pero la única que me parecía factible y segura en aquel momento. Asentí con la cabeza, dispuesto a participar en aquel juego, que ella parecía esperar con una ilusión que llenaba su rostro y sonrisa.
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¿En serio guacho? ¿800 palabras para asentir con la cabeza? Cualquiera pensaría que eres autista. En fin, la chica sigue tan animada como hasta ahora, feliz de tu aceptación. Decide, de forma completamente imparcial, que ella tú te escondes primero, contando ella hasta 50 de cara a un árbol.
Ahora bien, el pequeño jardín te da muchas oportunidades. Puedes subirte a las ramas de algún árbol, esconderte entre arbustos, excavar un hoyo y ocultarte bajo la tierra cual ninja, o incluso podrías irte del jardín por algún pasillo, ya que nunca te dijo que el escondite se limitase a esa zona. Todo es posible, el límite es tu imaginación. O también podrías quedarte a la vista y terminar rápidamente el juego, al fin y al cabo tienes una reunión a la que acudir, aunque romperle las ilusiones a la chiquilla estaría feo. ¡Buena suerte!
Ahora bien, el pequeño jardín te da muchas oportunidades. Puedes subirte a las ramas de algún árbol, esconderte entre arbustos, excavar un hoyo y ocultarte bajo la tierra cual ninja, o incluso podrías irte del jardín por algún pasillo, ya que nunca te dijo que el escondite se limitase a esa zona. Todo es posible, el límite es tu imaginación. O también podrías quedarte a la vista y terminar rápidamente el juego, al fin y al cabo tienes una reunión a la que acudir, aunque romperle las ilusiones a la chiquilla estaría feo. ¡Buena suerte!
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No tardó ni cinco segundos en procesar mi respuesta en forma de gesto y, de la misma forma, me respondió con claridad: me tocaba a mí ser el que se escondiese. Sinceramente, era la parte que menos me gustaba del juego, ya que tenía herramientas mucho más interesantes que aprovechar a la hora de buscar y capturar, pero, ya puestos a contentar los deseos de la niña, tocaba encargarse de ellos de inicio a fin. Echarme atrás a la mitad creo yo que hubiera sido la peor de las decisiones. Avisó pues que contaría hasta cincuenta. ¿Tanto tiempo solo para que me escondiese en aquel sitio…? Sonaba raro, pero eran sus reglas. A lo mejor estaba orgullosa de saber contar hasta la media centena y me lo quería demostrar, yo que sé.
En cuanto ella se dio la vuelta, me giré para mirar con más detenimiento aquello que me ofrecía el jardín techado que tenía a mi disposición. Estaba claro que no solo me tenía que limitar a aquel lugar, ya que no habíamos acordado dónde me podía esconder, pero no me parecía algo de buen gusto el aprovecharme de ella. Con mi velocidad en forma etérea, podría desaparecer de allí y volver a ser visto fuera del edificio, pero no me sentía del todo bien imaginándome la escena de una chica dándose la vuelta y buscándome por una hora hasta darse por vencida. Así que me limitaría a aquel verdor que me rodeaba, y que tampoco es que estuviera desprovisto de zonas donde esconderse.
No quería utilizar mis poderes de la fruta del diablo en ninguna situación que no fuera de extrema necesidad, así que tenía claro que aquella situación la abordaría como una persona normal y corriente. Quizás algo torpe, pero normal. Un hombre de negocios. Con máscara, túnica, corta edad y problemas para socializar, pero un hombre de negocios. Mira, mejor lo dejo. Fijándome en los distintos vegetales que conformaban el paisaje, tenía básicamente dos alturas que me podrían servir como guarida de los ojos de ella: los árboles y los arbustos. La copa de un árbol sería una opción tan válida como cualquier otra, donde con dificultad se me vería a simple vista, y los arbustos también ofrecían una opción, esta algo más fácil de llevar a cabo, y que además daba la posibilidad de moverse rápidamente y sin hacer demasiado ruido. Por supuesto, el suelo también daba otra posibilidad, pero esta mucho más irreal. Ni sabía cavar, ni me parecía que pudiera camuflar cualquier marca en la tierra, así que podía descartar la idea. ¿Y si mezclaba todas…?
El jardín no era demasiado extenso, aquello estaba claro, así que uno tenía que hacer le mejor uso de los pocos recursos con los que contaba si quería llegara algo en el juego. No sabía nada acerca de la inteligencia y la avidez de la muchacha, pero si contábamos con el hecho de que la había encontrado en la biblioteca, podíamos descartar la posibilidad de que fuera analfabeta o directamente retrasada. Corriendo hacia una de los lados de la sala, traté de buscar un palo o algo parecido que se hubiese caído de un árbol, pero si no encontraba, directamente excavaría con las manos un agujero lo suficientemente ancho como para llamar la atención. Luego de eso, correría hacia la otra esquina, rezando porque ella fuera de aquellas personas que contaba hasta cincuenta como debe ser y no de carrerilla. Allí, alboroté las hojas de los helechos y plantas bajeras, cuidando de no hacer ruido como para llamar su atención y descubrir mi posición. Lograra o no hacerlo, comenzaría a trepar por el tronco del árbol más cercano que tuviese la copa lo suficientemente frondosa como para ocultar a alguien y, en cuestión de segundos, trataría de estar en mitad de las hojas, escondido y ciego a partes iguales. Para remediar este hecho, simplemente generaría un campo electromagnético que cubriese toda la sala, cerrando los ojos para concentrarme en él y ser capaz de notar todos aquellos movimientos en la sala. Si se acercaba, al menos tendría la capacidad de verlo y, quién sabe, actuar en consecuencia para evitarlo.
En cuanto ella se dio la vuelta, me giré para mirar con más detenimiento aquello que me ofrecía el jardín techado que tenía a mi disposición. Estaba claro que no solo me tenía que limitar a aquel lugar, ya que no habíamos acordado dónde me podía esconder, pero no me parecía algo de buen gusto el aprovecharme de ella. Con mi velocidad en forma etérea, podría desaparecer de allí y volver a ser visto fuera del edificio, pero no me sentía del todo bien imaginándome la escena de una chica dándose la vuelta y buscándome por una hora hasta darse por vencida. Así que me limitaría a aquel verdor que me rodeaba, y que tampoco es que estuviera desprovisto de zonas donde esconderse.
No quería utilizar mis poderes de la fruta del diablo en ninguna situación que no fuera de extrema necesidad, así que tenía claro que aquella situación la abordaría como una persona normal y corriente. Quizás algo torpe, pero normal. Un hombre de negocios. Con máscara, túnica, corta edad y problemas para socializar, pero un hombre de negocios. Mira, mejor lo dejo. Fijándome en los distintos vegetales que conformaban el paisaje, tenía básicamente dos alturas que me podrían servir como guarida de los ojos de ella: los árboles y los arbustos. La copa de un árbol sería una opción tan válida como cualquier otra, donde con dificultad se me vería a simple vista, y los arbustos también ofrecían una opción, esta algo más fácil de llevar a cabo, y que además daba la posibilidad de moverse rápidamente y sin hacer demasiado ruido. Por supuesto, el suelo también daba otra posibilidad, pero esta mucho más irreal. Ni sabía cavar, ni me parecía que pudiera camuflar cualquier marca en la tierra, así que podía descartar la idea. ¿Y si mezclaba todas…?
El jardín no era demasiado extenso, aquello estaba claro, así que uno tenía que hacer le mejor uso de los pocos recursos con los que contaba si quería llegara algo en el juego. No sabía nada acerca de la inteligencia y la avidez de la muchacha, pero si contábamos con el hecho de que la había encontrado en la biblioteca, podíamos descartar la posibilidad de que fuera analfabeta o directamente retrasada. Corriendo hacia una de los lados de la sala, traté de buscar un palo o algo parecido que se hubiese caído de un árbol, pero si no encontraba, directamente excavaría con las manos un agujero lo suficientemente ancho como para llamar la atención. Luego de eso, correría hacia la otra esquina, rezando porque ella fuera de aquellas personas que contaba hasta cincuenta como debe ser y no de carrerilla. Allí, alboroté las hojas de los helechos y plantas bajeras, cuidando de no hacer ruido como para llamar su atención y descubrir mi posición. Lograra o no hacerlo, comenzaría a trepar por el tronco del árbol más cercano que tuviese la copa lo suficientemente frondosa como para ocultar a alguien y, en cuestión de segundos, trataría de estar en mitad de las hojas, escondido y ciego a partes iguales. Para remediar este hecho, simplemente generaría un campo electromagnético que cubriese toda la sala, cerrando los ojos para concentrarme en él y ser capaz de notar todos aquellos movimientos en la sala. Si se acercaba, al menos tendría la capacidad de verlo y, quién sabe, actuar en consecuencia para evitarlo.
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Encuentras un palo caído de un árbol y cavas una pequeña madriguera, no muy arquitectónica y para nada artística, pero sirve para tus intenciones. Al pasar por las hojas las dejas alborotadas, aunque no sabes si la chica te escuchó o no. Te subes a un árbol en el que quedas completamente oculto, y tu visibilidad es nula, pero al usar tu habilidad electromagnética (¿en donde ha quedado el uso abusivo del haki?) eres consciente de todos los movimientos de la muchacha.
En primer lugar, ella se da la vuelta y busca con la mirada. Sin mucha idea de donde puedes estar, se dirige a los arbustos más cercanos e intenta buscarte, sin éxito. La chica, todavía enérgica, se mueve de un lado a otro del jardín. Se detiene en el hueco de la tierra, extrañada, pero al no encontrarte cerca se va a otro sitio. Se acerca a tu árbol, rebusca entre los arbustos, y nada, no te encuentra. Al parecer no se le ha ocurrido mirar siquiera a las copas de los árboles. La chica, con su inagotable energía se mueve sin parar, y al final decide salir del jardín por un sitio distinto al que ustedes dos llegaron.
Ahora bien, ¿qué vas a hacer? Puedes seguirle y dejarte pillar, esperar a ver si vuelve aparecer, simplemente irte porque, bueno, tienes una reunión, incluso más opciones, todas las que se crucen por tu cabeza. Tú eliges.
En primer lugar, ella se da la vuelta y busca con la mirada. Sin mucha idea de donde puedes estar, se dirige a los arbustos más cercanos e intenta buscarte, sin éxito. La chica, todavía enérgica, se mueve de un lado a otro del jardín. Se detiene en el hueco de la tierra, extrañada, pero al no encontrarte cerca se va a otro sitio. Se acerca a tu árbol, rebusca entre los arbustos, y nada, no te encuentra. Al parecer no se le ha ocurrido mirar siquiera a las copas de los árboles. La chica, con su inagotable energía se mueve sin parar, y al final decide salir del jardín por un sitio distinto al que ustedes dos llegaron.
Ahora bien, ¿qué vas a hacer? Puedes seguirle y dejarte pillar, esperar a ver si vuelve aparecer, simplemente irte porque, bueno, tienes una reunión, incluso más opciones, todas las que se crucen por tu cabeza. Tú eliges.
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Curiosa y sorprendentemente, aquella muchacha parecía reaccionar tal y como había planeado. Pero paso a paso, todo lo que estaba en mi mente lo había llevado ella a la realidad. Era consciente de que, por más que me esforzara, todo plan tenía cierto rango de fallo y, en este caso, eso era lo más probable, pero me dejó descolocado que no se plantease siquiera pasar a mirar el árbol en el que estaba. O cualquier otro árbol. Es decir, había caído en mi trampa de la tierra, y también había tratado de buscarme en los arbustos que había estado moviendo, pero no se le había pasado por la cabeza ni un segundo que aquel lugar donde estaba yo pudiera usarse de escondite. Y, como miró en ambos sitios y quizás en alguno más de reojo, decidió marcharse de la sala, a lo mejor pensando que me había ido a otra sala para evitar que me pillase. ¿En serio no iba a pararse a buscar más a fondo con lo pequeña que era esa sala? ¿Qué coño tenía que hacer ahora? ¿La esperaba y me seguía escondiendo hasta que llegase y pudiese decirle que había perdido…? No, no, ni de coña. No iba a esperar a que volviera, eso sí volvía.
Me tocaba buscarla si deseaba hacer tratos con su madre, ya que enfadarla solo me iba a hacer perder puntos. Desaparecer del edificio mientras ella me buscaba con las energías que tenía no me parecía ético, menos con la ilusión que la muchacha desprendía. Era cierto que llegaba tarde a mi reunión, pero dudaba seriamente de que poner como excusa ‘’Lo siento, pero su hija me entretuvo un poco’’ no valiese de nada. Así que iba a tomar el camino que ella había tomado, siguiéndola para poder encontrarla y, una vez me pillase, terminar con el juego y pedirle que me llevase a su madre. O, en su defecto, si no quería guiarme, al menos darme indicaciones para encontrar la habitación por mí mismo.
Haciendo ruido en las ramas debido al movimiento, bajé de la copa, cayendo en el suelo con toda la gracilidad que aquella ropa me podía permitir, y comencé a andar hacia la puerta por donde se había ido la muchacha. Me arreglé mi vestimenta todo lo que pude, quitando un palo de allí y una hoja de allá, además de arrugas, para mantener limpio mi aspecto con cualquier persona con la que me topase en los pasillos. Es decir, encontrarse con un hombre de negocios lleno de suciedad, con aspecto de vagabundo, no era la mejor estrategia de marketing. Suspiré cuando atravesé el arco de la salida que ella había tomado, esperando encontrarme a algo o a alguien y, de no ser el caso, continuaría mi camino.
Me tocaba buscarla si deseaba hacer tratos con su madre, ya que enfadarla solo me iba a hacer perder puntos. Desaparecer del edificio mientras ella me buscaba con las energías que tenía no me parecía ético, menos con la ilusión que la muchacha desprendía. Era cierto que llegaba tarde a mi reunión, pero dudaba seriamente de que poner como excusa ‘’Lo siento, pero su hija me entretuvo un poco’’ no valiese de nada. Así que iba a tomar el camino que ella había tomado, siguiéndola para poder encontrarla y, una vez me pillase, terminar con el juego y pedirle que me llevase a su madre. O, en su defecto, si no quería guiarme, al menos darme indicaciones para encontrar la habitación por mí mismo.
Haciendo ruido en las ramas debido al movimiento, bajé de la copa, cayendo en el suelo con toda la gracilidad que aquella ropa me podía permitir, y comencé a andar hacia la puerta por donde se había ido la muchacha. Me arreglé mi vestimenta todo lo que pude, quitando un palo de allí y una hoja de allá, además de arrugas, para mantener limpio mi aspecto con cualquier persona con la que me topase en los pasillos. Es decir, encontrarse con un hombre de negocios lleno de suciedad, con aspecto de vagabundo, no era la mejor estrategia de marketing. Suspiré cuando atravesé el arco de la salida que ella había tomado, esperando encontrarme a algo o a alguien y, de no ser el caso, continuaría mi camino.
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Prosiguen tu camino tranquilamente, esperando en encontrar a la joven chica en el trayecto.
Llegas a un pasillo, de piedra antigua, formado por muchos ladrillos y sin ninguna desviación. Caminas durante un rato sin encontrar nada interesante. El pasillo está iluminado por antorchas y cuando llegas al final puedes observar luz artificial proveniente de la electricidad.
En la nueva zona a la que llegas, una gran bóveda con un puesto de vigía, hay dos hombres armados con ametralladoras, dándote la espalda. Cuando te scuchan llegar se dan la vuelta, sorprendidos. Te apuntan con ametralladoras y avisan de un intruso dentro del edificio a través de un Den Den Mushi portátil.
- Eh, tú - te dice uno de ellos -. Dime quién eres y qué haces aquí dentro o abro fuego.
Llegas a un pasillo, de piedra antigua, formado por muchos ladrillos y sin ninguna desviación. Caminas durante un rato sin encontrar nada interesante. El pasillo está iluminado por antorchas y cuando llegas al final puedes observar luz artificial proveniente de la electricidad.
En la nueva zona a la que llegas, una gran bóveda con un puesto de vigía, hay dos hombres armados con ametralladoras, dándote la espalda. Cuando te scuchan llegar se dan la vuelta, sorprendidos. Te apuntan con ametralladoras y avisan de un intruso dentro del edificio a través de un Den Den Mushi portátil.
- Eh, tú - te dice uno de ellos -. Dime quién eres y qué haces aquí dentro o abro fuego.
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Pensaba que había tomado la mejor decisión posible, pero aquella determinación se iba escapando poco a poco, a cada paso que daba y que me alejaba de la sala del escondite y, por ende, de la sala a la que debía de ir si quería seguir con mi plan de hacer negocios. Mientras que mi moral y mi conciencia me arrastraban hacia este lado, mi inteligencia y prudencia tiraban de mí hacia la otra dirección, pero en este caso ganaban los primeros. La única parte buena de aquello que estaba haciendo es que, al haberme encontrado con un simple y monótono pasillo de ladrillo y piedra, no parecía que hubiera mucho margen de equivocarme. Ni de que ella hubiera tomado otro camino, obviamente.
Suspiré mirando como un par de chispas caían al suelo desde una de las antorchas que proporcionaban una iluminación ambiental más que curiosa al pasillo. Venía de zonas del edificio que demostraban que estaban más que avanzados en ese aspecto y que, a juzgar por sus capacidades de construcción, eran capaces de hacer cosas mucho más elegantes, pero simplemente supuse que era para crear una atmósfera concreta. ¿Para qué? O mejor dicho, ¿por qué? ¿Por qué un pasillo sin lámparas, sino con fuego? Bueno, no iba a conseguir demasiado dándole vueltas, así que lo mejor sería seguir caminando y dejar que esas mismas llamas me guiasen.
Terminé encontrando un final a todo aquel camino propio de una mazmorra medieval, que daba lugar a una sala distinta, iluminada con electricidad. Era otra sala parecida a la anterior, esta vez de un mayor tamaño que el jardín botánico, y cambiando las plantas y la biología por el acero y la guerra. Sin percatarme de que allí estaban dos señores con ametralladoras, apostados en un punto que supuse que sería de defensa, caminé más de lo debido, llamando su atención al instante. En cuanto pueden darse la vuelta me apuntan sin dudas, y uno de ellos da la señal a lo que supuse que era el control de mando de que había un desconocido dando paseos por el lugar. El otro, sin muchos modales, me preguntó por mi identidad y mi objetivo, sin siquiera apartar la mira ni un centímetro de mi pecho. Yo levanté las manos para aparentar estar indefenso y no ser hostil, mientras comenzaba a hablar:
— Me llamo Tyr. Disculpe por las molestias, señor, pero me distraje un segundo mientras ayudaba a una señorita y terminé aquí perdido… — Me comenzó a picar la nuca sin razón alguna, pero evité mover las manos de su posición. — Me citaron a una reunión con la directora del lugar y… — Preferí no mencionar a la chiquilla con la que había jugado, ya que aquello me haría perder su respeto y, quien sabe, su credibilidad. ¿Qué tipo de capo juega con una niña? — … mi guía desapareció, así que no sé cómo llegar hasta ella. Si fuera tan amable de ayudarme. — Si volvía a encontrar a mi tripulación, debía recordar que tenía que pedir la carta que recibí a modo de verificación de que aquel era yo. O, de terminar reuniéndome con la ‘’jefa’’, una firma o un sello, cualquier cosa.
Suspiré mirando como un par de chispas caían al suelo desde una de las antorchas que proporcionaban una iluminación ambiental más que curiosa al pasillo. Venía de zonas del edificio que demostraban que estaban más que avanzados en ese aspecto y que, a juzgar por sus capacidades de construcción, eran capaces de hacer cosas mucho más elegantes, pero simplemente supuse que era para crear una atmósfera concreta. ¿Para qué? O mejor dicho, ¿por qué? ¿Por qué un pasillo sin lámparas, sino con fuego? Bueno, no iba a conseguir demasiado dándole vueltas, así que lo mejor sería seguir caminando y dejar que esas mismas llamas me guiasen.
Terminé encontrando un final a todo aquel camino propio de una mazmorra medieval, que daba lugar a una sala distinta, iluminada con electricidad. Era otra sala parecida a la anterior, esta vez de un mayor tamaño que el jardín botánico, y cambiando las plantas y la biología por el acero y la guerra. Sin percatarme de que allí estaban dos señores con ametralladoras, apostados en un punto que supuse que sería de defensa, caminé más de lo debido, llamando su atención al instante. En cuanto pueden darse la vuelta me apuntan sin dudas, y uno de ellos da la señal a lo que supuse que era el control de mando de que había un desconocido dando paseos por el lugar. El otro, sin muchos modales, me preguntó por mi identidad y mi objetivo, sin siquiera apartar la mira ni un centímetro de mi pecho. Yo levanté las manos para aparentar estar indefenso y no ser hostil, mientras comenzaba a hablar:
— Me llamo Tyr. Disculpe por las molestias, señor, pero me distraje un segundo mientras ayudaba a una señorita y terminé aquí perdido… — Me comenzó a picar la nuca sin razón alguna, pero evité mover las manos de su posición. — Me citaron a una reunión con la directora del lugar y… — Preferí no mencionar a la chiquilla con la que había jugado, ya que aquello me haría perder su respeto y, quien sabe, su credibilidad. ¿Qué tipo de capo juega con una niña? — … mi guía desapareció, así que no sé cómo llegar hasta ella. Si fuera tan amable de ayudarme. — Si volvía a encontrar a mi tripulación, debía recordar que tenía que pedir la carta que recibí a modo de verificación de que aquel era yo. O, de terminar reuniéndome con la ‘’jefa’’, una firma o un sello, cualquier cosa.
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En la sala los dos hombres no se terminan de creer lo que ven.
- ¿A ti que te parece, compañero?
- No lo sé Rick, parece falso.
- Tú, date la vuelta y levanta las manos. Si es verdad lo que dices, te llevaremos ante la jefa pero esposado. Y me estoy arriesgando.
Si decides cooperar y dejas que te esposen (esposas normales) te llevarán de vuelta a la biblioteca donde encuentras a una atractiva mujer de cabellera rubia leyendo apartada en una esquina. ¿Debería ser esa la jefa, no?
Si te opones, recuerda que abrirán fuego contra ti. Suerte.
- ¿A ti que te parece, compañero?
- No lo sé Rick, parece falso.
- Tú, date la vuelta y levanta las manos. Si es verdad lo que dices, te llevaremos ante la jefa pero esposado. Y me estoy arriesgando.
Si decides cooperar y dejas que te esposen (esposas normales) te llevarán de vuelta a la biblioteca donde encuentras a una atractiva mujer de cabellera rubia leyendo apartada en una esquina. ¿Debería ser esa la jefa, no?
Si te opones, recuerda que abrirán fuego contra ti. Suerte.
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Vale, no, no se habían tomado precisamente bien mi discurso de modales y buenas formas. Es decir, parecieron dudar por un segundo, especialmente cuando ellos mismos se comenzaron a preguntar mutuamente acerca de la validez de mis palabras, pero no tardaron en volver a la ofensiva cuando dictaminaron que mentía. O, que como mínimo, era sospechoso. Me pidieron que me diera la vuelta para esposarme. ¿De verdad tenía que hacer esto? ¿Me habían invitado a una isla como esta, que parecía ser un resort, para hacer negocios, y ya me estaban deteniendo el primer día? Los grilletes me hacían daño en mis sensibles muñecas, no me gustaban. Suspiré ante su petición –o mejor dicho, orden– y terminé por hacerles caso, girándome y poniendo mis manos tras de mí, esperando a escuchar el tintineo del metal cerrándose y dejando mis manos unidas. Solo hacía esto porque sabía muy bien que conocía el funcionamiento de unos grilletes como aquellos y, en el momento que realmente me viera amenazado, me podía deshacer de ellos.
De una forma un poco molesta y tensa, acompañada mayormente por un arma en la espalda que me iba obligando a moverme frente a ellos, terminé recorriendo el mismo camino que ya había hecho una vez con la pequeña muchacha, pero esta vez a la inversa. De aquel punto al jardín, y del jardín a la biblioteca nuevamente. De vuelta al comienzo. Y más que molestarme, por no haber avanzado nada, me tranquilizaba volver a aquel lugar que ya conocía y a dónde ya me habían llevado una vez, pues podía suponer que era un sitio importante. En cuanto entré por la puerta, miré a mi alrededor, buscando alguna cara conocida o llamativa, terminando por encontrar a una señora rubia que leía en una esquina apartada. ¿Era aquella la jefa de todo esto…? Bueno, la anterior muchacha era morena y había dicho que era su hija y, a juzgar por sus tonos de pelo, no se parecían demasiado, pero la genética solía ser caprichosa. Y los tintes capilares también. Pero aquella gente tampoco parecía frenarme de acercarme a ella, ¿no? Y si me habían llevado allí, sería por alguna razón…
Sin más espera, me acerqué poco a poco a la mujer, aún esposado y, carraspeando por lo bajo, me dirigí a ella.
— Disculpe. Me llamo Tyr, líder de Yggdrasil, y he sido llamado por El Consejo Clandestino para tener una reunión en esta misma isla. — Aunque dudaba de si aquella persona era o no la que yo creía realmente, mi tono trataba de aparentar seguridad y fortaleza. — ¿Podría usted decirle a estos chicos que me dejen libre? Es decir, no me gusta que las esposas me dejen marca en las muñecas.
De una forma un poco molesta y tensa, acompañada mayormente por un arma en la espalda que me iba obligando a moverme frente a ellos, terminé recorriendo el mismo camino que ya había hecho una vez con la pequeña muchacha, pero esta vez a la inversa. De aquel punto al jardín, y del jardín a la biblioteca nuevamente. De vuelta al comienzo. Y más que molestarme, por no haber avanzado nada, me tranquilizaba volver a aquel lugar que ya conocía y a dónde ya me habían llevado una vez, pues podía suponer que era un sitio importante. En cuanto entré por la puerta, miré a mi alrededor, buscando alguna cara conocida o llamativa, terminando por encontrar a una señora rubia que leía en una esquina apartada. ¿Era aquella la jefa de todo esto…? Bueno, la anterior muchacha era morena y había dicho que era su hija y, a juzgar por sus tonos de pelo, no se parecían demasiado, pero la genética solía ser caprichosa. Y los tintes capilares también. Pero aquella gente tampoco parecía frenarme de acercarme a ella, ¿no? Y si me habían llevado allí, sería por alguna razón…
Sin más espera, me acerqué poco a poco a la mujer, aún esposado y, carraspeando por lo bajo, me dirigí a ella.
— Disculpe. Me llamo Tyr, líder de Yggdrasil, y he sido llamado por El Consejo Clandestino para tener una reunión en esta misma isla. — Aunque dudaba de si aquella persona era o no la que yo creía realmente, mi tono trataba de aparentar seguridad y fortaleza. — ¿Podría usted decirle a estos chicos que me dejen libre? Es decir, no me gusta que las esposas me dejen marca en las muñecas.
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- Oh, hola chicos - saluda la mujer cuando ve entrar a sus hombres en la biblioteca -. ¿A quién me habéis traído? Su cara no me suena.
- Señora, es una rata que se ha infiltrado. Dice que fue invitado a la isla.
La mujer escucha con calma tus palabras, sonriendo cuando terminas de hablar.
- Oh, la la. Esto es perfecto. Ya podéis retiraros, del resto me encargo yo.
Los hombres se marchan, haciendo una reverencia a su jefa y sin quitarte las esposas.
- Bien, veamos. Supongo que tienes varias preguntas - empezó a hablar. Deja que me presente, soy Karla, líder de este grupo criminal. Perdona que no te haya quitado las esposas todavía, pero es por seguridad. Seguro que lo entiendes querido.
Te analiza con la mirada, como si estuviera buscando algo, y no tarda en continuar hablando.
- Es muy posible que no conocieras nuestra organización. Nos hemos esforzado mucho en ello. Hemos crecido rápidamente y eso no gusta, así que hemos permanecido en el anonimato todo lo posible, pero a su vez hemos llevado... negociaciones fructuosas. Ahora bien, esta es mi oferta: trabaja bajo mi ala o muere ahora mismo.
- Señora, es una rata que se ha infiltrado. Dice que fue invitado a la isla.
La mujer escucha con calma tus palabras, sonriendo cuando terminas de hablar.
- Oh, la la. Esto es perfecto. Ya podéis retiraros, del resto me encargo yo.
Los hombres se marchan, haciendo una reverencia a su jefa y sin quitarte las esposas.
- Bien, veamos. Supongo que tienes varias preguntas - empezó a hablar. Deja que me presente, soy Karla, líder de este grupo criminal. Perdona que no te haya quitado las esposas todavía, pero es por seguridad. Seguro que lo entiendes querido.
Te analiza con la mirada, como si estuviera buscando algo, y no tarda en continuar hablando.
- Es muy posible que no conocieras nuestra organización. Nos hemos esforzado mucho en ello. Hemos crecido rápidamente y eso no gusta, así que hemos permanecido en el anonimato todo lo posible, pero a su vez hemos llevado... negociaciones fructuosas. Ahora bien, esta es mi oferta: trabaja bajo mi ala o muere ahora mismo.
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Al terminar de escuchar mi versión de la historia, parece creerme lo suficiente como para reaccionar de una forma positiva y pedir a sus chicos que se vayan, aunque dejándome el metal todavía en las muñecas. Mientras ella se presenta como Karla, dejando claro que su cargo sí que era el de líder del Consejo Clandestino, levanto mis manos para que los grilletes suenen y llamen su atención, siendo correspondidas con una negativa de su parte. ¿Por seguridad? Es decir, ella era la que me había reunido aquí… ¿Planteaba ponerme esposas aun si hubiera sido una negociación normal y corriente? Suspiré, asintiendo y dejarla hacer. Es decir, me podía quitar aquel problema en cuestión de un segundo, así que era algo más mental que físico.
Siguió hablando, diciendo lo que ya sabía. No, no conocía al Consejo Clandestino. Si me decía que se habían esforzado en hacer una organización anónima a ojos del orden y que estaba en auge, yo tendría que creérmelo, aunque me sentía raro al pensar que información de aquel tipo no había llegado a oídos de Yggdrasil ni ningún contacto que tuviéramos. Aun así, habían encontrado al Ragnarok, por lo que algo de verdad tenía que haber tras esas palabras. Y su discursito terminó con una oferta con la que se me iluminaron los ojos al escuchar la palabra, pero que se apagaron al tener idea de las opciones que recibiría.
¿Morir? Morir no entraba dentro de los planes que tenía previstos, pero dejar a la gran organización que Yuu dejó atrás bajo el mandato de una desconocida no me parecía opción. Bueno, ni al mandato de cualquiera. Tenía que reconocer a alguien que valiera la pena y, viendo las formas con las que me trataba, no parecía que entrara dentro de ese reducido grupo. Suspiré, meditando la opción.
— ¿Qué consideramos trabajar bajo tu ala…? — Aunque podía plantearme el deshacerme de aquello que me apresaba y huir, o responder de forma agresiva, prefería simplemente ir por el otro camino. Daría menos problemas a la larga y nada me prometía que, estando mis chicos en la costa, no fueran a sufrir ningún peligro. — ¿Introducir Yggdrasil en el Consejo Clandestino?
Siguió hablando, diciendo lo que ya sabía. No, no conocía al Consejo Clandestino. Si me decía que se habían esforzado en hacer una organización anónima a ojos del orden y que estaba en auge, yo tendría que creérmelo, aunque me sentía raro al pensar que información de aquel tipo no había llegado a oídos de Yggdrasil ni ningún contacto que tuviéramos. Aun así, habían encontrado al Ragnarok, por lo que algo de verdad tenía que haber tras esas palabras. Y su discursito terminó con una oferta con la que se me iluminaron los ojos al escuchar la palabra, pero que se apagaron al tener idea de las opciones que recibiría.
¿Morir? Morir no entraba dentro de los planes que tenía previstos, pero dejar a la gran organización que Yuu dejó atrás bajo el mandato de una desconocida no me parecía opción. Bueno, ni al mandato de cualquiera. Tenía que reconocer a alguien que valiera la pena y, viendo las formas con las que me trataba, no parecía que entrara dentro de ese reducido grupo. Suspiré, meditando la opción.
— ¿Qué consideramos trabajar bajo tu ala…? — Aunque podía plantearme el deshacerme de aquello que me apresaba y huir, o responder de forma agresiva, prefería simplemente ir por el otro camino. Daría menos problemas a la larga y nada me prometía que, estando mis chicos en la costa, no fueran a sufrir ningún peligro. — ¿Introducir Yggdrasil en el Consejo Clandestino?
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- Excelente pregunta - responde la mujer a la par que mece su melena con su largo brazo -. Realmente, más que llamarlo trabajar, debería considerarse como absorción. Yggdrasil dejará de llamarse Yggdrasil para aumentar el tamaño del Consejo Clandestino. Tú podrás trabajar para mí siendo uno de mis hombres más cercanos. Tus subordinados pasarán a ser mis subordinados y se encargarán de la mano de obra, y las mujeres podrán volver a sus hogares.
Te da un momento para que lo asimiles todo.
- Ahora bien, si te niegas no solo morirás tú, tus subordinados irán detrás tuyo. Ahora mismo deberían de estar amarrados y encerrados en zonas repartidas por toda la isla, en vez de tumbados en la piscina de alguno de nuestros complejos recreativos. Piensa bien tu respuesta, aunque yo diría que es una elección sencilla.
Te da un momento para que lo asimiles todo.
- Ahora bien, si te niegas no solo morirás tú, tus subordinados irán detrás tuyo. Ahora mismo deberían de estar amarrados y encerrados en zonas repartidas por toda la isla, en vez de tumbados en la piscina de alguno de nuestros complejos recreativos. Piensa bien tu respuesta, aunque yo diría que es una elección sencilla.
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En cuanto pude, antes siquiera de que comenzara con su discursito de poder y grandiosidad, comencé a generar una fina nube de electricidad a mí alrededor que, en cuanto los segundos pasasen, se comenzaría a filtrar por debajo de la puerta y recorrería pasillos. Se introduciría, si para ese momento seguía vivo y coleando, en las distintas instancias, en busca de algo que me pudiera ayudar, o la ausencia de algo. De gente. También cubriría por completo la estancia en la que nos encontrábamos, de forma concienzuda.
Asentí mientras ella hablaba, no porque estuviera de acuerdo con lo que me decía y casi me ordenaba, sino porque quería reflejarle que sí que estaba atento. Aquel tipo de gente era peligrosa y había que tenerla contenta de una forma u otra hasta darle la puñalada por la espalda. ¿Perder Yggdrasil? ¿Ganar un puesto en su organización a cambio de traicionar aquello que me dio Yuu? A pesar de lo que cualquiera pudiera decir, no me parecía un mal trato para nada: todos manteníamos nuestros trabajos y yo perdía responsabilidades. Como mínimo, aquello hacía las cosas más fáciles para mí y tendría un sueldo obligado a partir de aquel punto, mucho mejor que tener la incógnita cada mes de ‘’¿Quedaremos en bancarrota?’’.
Para cuando ella terminó, cerré los ojos y me puse los dedos en ellos, pulsando un poco. Quería hacerla pensar que estaba meditando el ofrecimiento que me había hecho, pero no había nada a lo que darle vueltas: ¿Quién nos prometía la libertad y el dinero que sí nos prometía Yggdrasil? Lo que estaba haciendo era concentrarme en esos segundos para investigar la habitación, en busca de más personas y cámaras, al igual que en el exterior. Si lo veía plausible y razonable, generaría rayos en sus nucas, imperceptibles para una vista que no estuviera entrenada pero suficiente como para desmayar o incluso matar a una persona normal y corriente. En el caso de las cámaras, las investigaría en un momento, para ver si era prudente estropearlas o era mejor trucarlas, y si era el primer caso, produciría una chispa en el interior que rompiese el circuito.
— ¿Me puede dar su palabra de que mis hombres no sufrirán ninguna falta ni carencia bajo su ala? — Quería hacer parecer que seguía pensando, y no centrándome en hacerle una encerrona. Si ella daba la voz de alarma, a saber lo que le sucedería a Roland, y al resto.
Asentí mientras ella hablaba, no porque estuviera de acuerdo con lo que me decía y casi me ordenaba, sino porque quería reflejarle que sí que estaba atento. Aquel tipo de gente era peligrosa y había que tenerla contenta de una forma u otra hasta darle la puñalada por la espalda. ¿Perder Yggdrasil? ¿Ganar un puesto en su organización a cambio de traicionar aquello que me dio Yuu? A pesar de lo que cualquiera pudiera decir, no me parecía un mal trato para nada: todos manteníamos nuestros trabajos y yo perdía responsabilidades. Como mínimo, aquello hacía las cosas más fáciles para mí y tendría un sueldo obligado a partir de aquel punto, mucho mejor que tener la incógnita cada mes de ‘’¿Quedaremos en bancarrota?’’.
Para cuando ella terminó, cerré los ojos y me puse los dedos en ellos, pulsando un poco. Quería hacerla pensar que estaba meditando el ofrecimiento que me había hecho, pero no había nada a lo que darle vueltas: ¿Quién nos prometía la libertad y el dinero que sí nos prometía Yggdrasil? Lo que estaba haciendo era concentrarme en esos segundos para investigar la habitación, en busca de más personas y cámaras, al igual que en el exterior. Si lo veía plausible y razonable, generaría rayos en sus nucas, imperceptibles para una vista que no estuviera entrenada pero suficiente como para desmayar o incluso matar a una persona normal y corriente. En el caso de las cámaras, las investigaría en un momento, para ver si era prudente estropearlas o era mejor trucarlas, y si era el primer caso, produciría una chispa en el interior que rompiese el circuito.
— ¿Me puede dar su palabra de que mis hombres no sufrirán ninguna falta ni carencia bajo su ala? — Quería hacer parecer que seguía pensando, y no centrándome en hacerle una encerrona. Si ella daba la voz de alarma, a saber lo que le sucedería a Roland, y al resto.
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- Te puedes fiar de mi palabra. Los hombres estarán a salvo siempre y cuando obedezcan, cumplas órdenes y se dejen la piel por la organización, con la posibilidad de ascender, claro está. Las mujeres no, no quiero mujeres en mi organización - respondió a tu pregunta.
Mientras tanto, tu truquito con la electricidad dio resultados. Puedes observar como hay distintos Den Den Mushis de vigilancia repartidos en las cercanías, vigilando cada una de las posibles salidas. Puedes hacer lo que quieras pero, ¿no te dan pena esos caracoles telépatas? Por otra parte hay dos guardias apostados en la puerta de la biblioteca. Consigues que estos se desmayen tras recibir tus descargas, pero el ruido que hacen al caer al suelo llama la atención de la mujer que hay ante ti.
- ¿George? ¿Qué ha sido eso? - ¿Duncan?
Ninguno de los dos hombres responde ya que, bueno, los has desmayado, o tal vez incluso matado. La mujer te mira con sospechas y te pregunta:
- ¿Tienes algo que ver con ese ruido de fuera?
Además, percibe que la estancia es amplia, pero tiene una puerta que da lugar una salida en la que no hay Den Den Mushis de vigilancia, en la segunda planta de la biblioteca, al fondo a la derecha. Está un poco oculta, pero eres capaz de observar su ubicación, aunque posiblemente esté cerrada.
Mientras tanto, tu truquito con la electricidad dio resultados. Puedes observar como hay distintos Den Den Mushis de vigilancia repartidos en las cercanías, vigilando cada una de las posibles salidas. Puedes hacer lo que quieras pero, ¿no te dan pena esos caracoles telépatas? Por otra parte hay dos guardias apostados en la puerta de la biblioteca. Consigues que estos se desmayen tras recibir tus descargas, pero el ruido que hacen al caer al suelo llama la atención de la mujer que hay ante ti.
- ¿George? ¿Qué ha sido eso? - ¿Duncan?
Ninguno de los dos hombres responde ya que, bueno, los has desmayado, o tal vez incluso matado. La mujer te mira con sospechas y te pregunta:
- ¿Tienes algo que ver con ese ruido de fuera?
Además, percibe que la estancia es amplia, pero tiene una puerta que da lugar una salida en la que no hay Den Den Mushis de vigilancia, en la segunda planta de la biblioteca, al fondo a la derecha. Está un poco oculta, pero eres capaz de observar su ubicación, aunque posiblemente esté cerrada.
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A pesar de todo lo que pudieran decir mis subordinados de mí —que si podía ser infantil, inocente, malcriado, zopenco, ingenuo… y una lista bastante poco grata— era, ante todo, fiel a mi causa: Yggdrasil. Yuu me había dejado como el encargado de su organización y, por el momento, seguía siéndolo, con todo lo que ello acarreaba. De esa forma, me veía obligado, por el poco orgullo y tanta fidelidad que tenía hacia los míos, de ayudarlos en todo lo que me permitiese mi mano. Y, aunque no pudiese de ninguna de las formas, simplemente la forzaría. Iba a proteger a mis hombres con todo lo que mi poder e inteligencia me permitiesen, de eso estaba seguro. Así, aproveché para apagar una serie de DDM de vigilancia que había dispuestos por toda la habitación, para así no dejar mayores pruebas ni dar fe de lo que iba a hacer a aquellos en la sala de mandos, y también ‘’apagué’’ a los guardias de la puerta. En cuanto escuché sus cuerpos caer, supe que había logrado lo que me había propuesto, y me mostré impasible ante los comentarios de ella. Indiferente, más bien.
— ¿Eh? No… — Levanté las manos, dejando ver que tenía todavía puestos los grilletes y que, lógicamente, era incapaz de hacer nada en aquel estado mío. Entonces, en un instante, me deshice de ellos, abriéndolos como ya había aprendido a hacerlo, y traté de lanzar un ataque hacia la señorita. Sería todo lo directo posible, formando un rayo conjunto con ambos brazos, a máxima potencia. Algo que a un ser humano común y corriente lo mataría sin problemas.
Si lograba hacer lo propuesto, que era o bien distraerla o bien dejarla fuera de juego —si únicamente se desmayaba me acercaría a dar un golpe final—, saldría corriendo hacia la puerta del piso superior de la habitación, transformándome en electricidad para facilitar el trayecto. En cuanto llegase a la puerta, trataría de abrirla con todas mis fuerzas, ya fuera una cerradura —en cuyo caso utilizaría una ganzúa de mi traje o formaría una con electricidad sólida— o un panel digital.
— ¿Eh? No… — Levanté las manos, dejando ver que tenía todavía puestos los grilletes y que, lógicamente, era incapaz de hacer nada en aquel estado mío. Entonces, en un instante, me deshice de ellos, abriéndolos como ya había aprendido a hacerlo, y traté de lanzar un ataque hacia la señorita. Sería todo lo directo posible, formando un rayo conjunto con ambos brazos, a máxima potencia. Algo que a un ser humano común y corriente lo mataría sin problemas.
Si lograba hacer lo propuesto, que era o bien distraerla o bien dejarla fuera de juego —si únicamente se desmayaba me acercaría a dar un golpe final—, saldría corriendo hacia la puerta del piso superior de la habitación, transformándome en electricidad para facilitar el trayecto. En cuanto llegase a la puerta, trataría de abrirla con todas mis fuerzas, ya fuera una cerradura —en cuyo caso utilizaría una ganzúa de mi traje o formaría una con electricidad sólida— o un panel digital.
Roland Oppenheimer
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Akuma no mi
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Eres cruel. Los pobres Den Den Mushis, completamente inocentes, mueren achicharrados. Los que estaban pegados a paredes y techos, caen al suelo, retorciéndose de dolor y muriendo. No parece haber nadie cerca, pero quizás hayan trasmitido alguna señal telepática a sus seres queridos antes de morir. Al fin y al cabo eran seres vivos con sentimientos. Que seas capaz o no de sentir esas señales ya es cosa tuya. En cualquier caso, eres una criatura abominable e insensible.
Volviendo a lo que realmente nos atañe. La mujer te mira y otas un atisbo de duda en sus ojos. En ese instante, te deshaces de tus esposas velozmente para realizar un ataque contundente. Sin embargo, tal vez producto de aquella duda o tal vez producto de unos buenos reflejos, la mujer reacciona de inmediato, creando una especie de escudo amorfo negro con sus brazos el cual detiene el impacto del ataque eléctrico. Hecho esto, en un alarde de torpeza, la mujer se cae hacia atrás, debido a un tropiezo con su propio pie. El escudo se cae con ella y se rompe en distintos fragmentos irregulares. Desde el suelo te observa. ¿Podría decirse que tiene miedo? ¿O sencillamente está sorprendida por lo que ha ocurrido? Sea como sea, esta es una buena oportunidad para intentar acabar con ella.
- ¿Qué eres tú? - te pregunta cautelosamente desde el suelo mientras intenta incorporarse.
Volviendo a lo que realmente nos atañe. La mujer te mira y otas un atisbo de duda en sus ojos. En ese instante, te deshaces de tus esposas velozmente para realizar un ataque contundente. Sin embargo, tal vez producto de aquella duda o tal vez producto de unos buenos reflejos, la mujer reacciona de inmediato, creando una especie de escudo amorfo negro con sus brazos el cual detiene el impacto del ataque eléctrico. Hecho esto, en un alarde de torpeza, la mujer se cae hacia atrás, debido a un tropiezo con su propio pie. El escudo se cae con ella y se rompe en distintos fragmentos irregulares. Desde el suelo te observa. ¿Podría decirse que tiene miedo? ¿O sencillamente está sorprendida por lo que ha ocurrido? Sea como sea, esta es una buena oportunidad para intentar acabar con ella.
- ¿Qué eres tú? - te pregunta cautelosamente desde el suelo mientras intenta incorporarse.
Lance Kashan
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Terminé logrando golpearla, pero con un resultado bastante inesperado: había parado el ataque, cayéndose hacia atrás como consecuencia o coincidencia. Parecía ser que aquella mujer era más que la cara de una organización y que, además de tener don de gentes o negocios, también tenía cierto nivel de poder para defenderse. A juzgar por lo que acababa de lograr, era portadora de una fruta del diablo, seguramente del tipo paramecia mineral… ¿Un mineral negro, desperfecto, frágil y que no conduzca la electricidad? ¿Quizás obsidiana? Bueno, era prudente tenerlo en mente si iba a tratar de terminar el trabajo, más ahora que la veía tirada ante mis pies. ¿Debería de darle el golpe final…?
Asentí para mí mismo. Si había llegado hasta allí, me tocaba hacerlo. Antes de que pudiera dar el aviso al resto de la isla, antes de que pudiera plantarme cara con aquel poder suyo, antes de que pasase algo inesperado. Darle fin en estos precisos instantes era un plan bastante más sensato que dejarla viva y a sus anchas, eso estaba claro. A lo mejor tenía hasta un don a la hora de la táctica y era capaz de organizar y controlar sus tropas de una forma magistral, acorralándome sin remedio. Si estaba a la cabeza de una organización que controlaba aquella isla —cuyo nivel de vida y riquezas no era precisamente bajo— no debía ser una persona común, aquello estaba claro. Me daba pena por la chica con la que antes había jugado, pero uno se debía defender como podía y yo había sido el primero en ser traicionado.
Desenfundé una de las Elektro Guns, cargada de antemano, y, con un chasquido, me convertí en forma etérea para aparecer tras de ella. Aproveché una de las librerías para apoyarme y no salir disparado y, tratando de aprovechar mi velocidad, reflejos y táctica, traté de disparar aquella bala mortal hacia el único resquicio que no pudiese proteger. ''Lo siento, señorita, pero usted me obligó. '', pensé para mis adentros, con cierta lástima por la animada joven.
Asentí para mí mismo. Si había llegado hasta allí, me tocaba hacerlo. Antes de que pudiera dar el aviso al resto de la isla, antes de que pudiera plantarme cara con aquel poder suyo, antes de que pasase algo inesperado. Darle fin en estos precisos instantes era un plan bastante más sensato que dejarla viva y a sus anchas, eso estaba claro. A lo mejor tenía hasta un don a la hora de la táctica y era capaz de organizar y controlar sus tropas de una forma magistral, acorralándome sin remedio. Si estaba a la cabeza de una organización que controlaba aquella isla —cuyo nivel de vida y riquezas no era precisamente bajo— no debía ser una persona común, aquello estaba claro. Me daba pena por la chica con la que antes había jugado, pero uno se debía defender como podía y yo había sido el primero en ser traicionado.
Desenfundé una de las Elektro Guns, cargada de antemano, y, con un chasquido, me convertí en forma etérea para aparecer tras de ella. Aproveché una de las librerías para apoyarme y no salir disparado y, tratando de aprovechar mi velocidad, reflejos y táctica, traté de disparar aquella bala mortal hacia el único resquicio que no pudiese proteger. ''Lo siento, señorita, pero usted me obligó. '', pensé para mis adentros, con cierta lástima por la animada joven.
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Bueno, bueno. Eres un niño inteligente, aunque muy confiado e ingenuo. ¿En serio creías que al moverte tan rápido y atacar a su punto débil conseguirías hacerle algo? Pues sí. ¡Quién lo hubiera dicho!
La mujer, aún tirada en el suelo, intenta reaccionar a tu ataque protegiéndose otra vez con un escudo similar al anterior. Dicho escudo se empieza a crear desde su mano, pero no tan rápido como para protegerse de tu ataque. El haz de electricidad se mueve directamente hacia su hombro izquierdo, arrancándole la extremidad al completo. El brazo sale volando dejando un reguero de sangre que te salpica, machando tu ropa y tu máscara. En lo que antes era su hombro ahora no hay nada más que vacío y una herida que huele a quemado con forma circular. Sus gritos de dolor no hacen más que crecer, pero puedes escuchar una voz al fondo.
- ¿Mami? - escuchas desde la puerta. Se trata de la niña con la que jugaste al escondite, la hija de la jefa.
La niña sin entender lo que pasa se acerca corriendo a su madre. Se arrodilla a su lado ignorando que tú estás ahí y la madre, haciendo un gran esfuerzo, levanta su cabeza para decirle lo que parecen ser unas última palabras a su hija.
- ...hazlo... - llegas a escuchar ya que su voz es apenas un murmullo.
La niña, aún en la misma posición junto a su madre, te mira con la lágrimas en los ojos y una expresión de ira como jamás te has encontrado.
- Creí que eramos amigos - te reprocha.
Entonces vuelve a mirar a su madre y se acerca a su cabeza, como si le fuera a dar un beso de despedida en la frente. Pero al acercarse ves como abre la boca más de lo que una persona normal podría hacer y mete dentro la cabeza de su propia madre. Poco a poco se va tragando el cuerpo hasta que ya no queda nada salvo un rastro de sangre y un brazo en el suelo. Cuando te das cuenta, de la niña empiezan a salir bultos en todas las pertes de su cuerpo, del tamaño de pelotas de béisbol. Aparecen y desaparecen; se mueven y se desplazan; algunas veces parece que van a salir de su cuerpo y otras no. Al todo aquello termina en una especie de transformación. La joven e inocente niña juguetona ahora era más alta que tú, jurarías que un poco más que su madre antes de tragársela. Su melena ahora tenía dos tonalidades; al lado derecho era rubia y al lado izquierdo era un tono oscuro. Su ropa ahora le queda mucho más apretada, marcando las voluptuosas curvas de su cuerpo que antes no tenía y cuando te mira no eres capaz de sentir más que odio y desprecio.
- Vas a morir - te dice con una voz salida de los mismos infiernos.
Acto seguido seguido recubre su brazo del mismo material negro, formando una especie de pico, fino y alargado, como las lanzas de los caballero, para lanzarse a por ti. Además, parece que se mueve bastante rápido.
La mujer, aún tirada en el suelo, intenta reaccionar a tu ataque protegiéndose otra vez con un escudo similar al anterior. Dicho escudo se empieza a crear desde su mano, pero no tan rápido como para protegerse de tu ataque. El haz de electricidad se mueve directamente hacia su hombro izquierdo, arrancándole la extremidad al completo. El brazo sale volando dejando un reguero de sangre que te salpica, machando tu ropa y tu máscara. En lo que antes era su hombro ahora no hay nada más que vacío y una herida que huele a quemado con forma circular. Sus gritos de dolor no hacen más que crecer, pero puedes escuchar una voz al fondo.
- ¿Mami? - escuchas desde la puerta. Se trata de la niña con la que jugaste al escondite, la hija de la jefa.
La niña sin entender lo que pasa se acerca corriendo a su madre. Se arrodilla a su lado ignorando que tú estás ahí y la madre, haciendo un gran esfuerzo, levanta su cabeza para decirle lo que parecen ser unas última palabras a su hija.
- ...hazlo... - llegas a escuchar ya que su voz es apenas un murmullo.
La niña, aún en la misma posición junto a su madre, te mira con la lágrimas en los ojos y una expresión de ira como jamás te has encontrado.
- Creí que eramos amigos - te reprocha.
Entonces vuelve a mirar a su madre y se acerca a su cabeza, como si le fuera a dar un beso de despedida en la frente. Pero al acercarse ves como abre la boca más de lo que una persona normal podría hacer y mete dentro la cabeza de su propia madre. Poco a poco se va tragando el cuerpo hasta que ya no queda nada salvo un rastro de sangre y un brazo en el suelo. Cuando te das cuenta, de la niña empiezan a salir bultos en todas las pertes de su cuerpo, del tamaño de pelotas de béisbol. Aparecen y desaparecen; se mueven y se desplazan; algunas veces parece que van a salir de su cuerpo y otras no. Al todo aquello termina en una especie de transformación. La joven e inocente niña juguetona ahora era más alta que tú, jurarías que un poco más que su madre antes de tragársela. Su melena ahora tenía dos tonalidades; al lado derecho era rubia y al lado izquierdo era un tono oscuro. Su ropa ahora le queda mucho más apretada, marcando las voluptuosas curvas de su cuerpo que antes no tenía y cuando te mira no eres capaz de sentir más que odio y desprecio.
- Vas a morir - te dice con una voz salida de los mismos infiernos.
Acto seguido seguido recubre su brazo del mismo material negro, formando una especie de pico, fino y alargado, como las lanzas de los caballero, para lanzarse a por ti. Además, parece que se mueve bastante rápido.
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