Esa morsa no te pertenece [Rol de banda][Pasado]

Era difícil comandar una tripulación en donde la mayoría, por no decir todos, carecían de sentido común. Por una parte, estaban los zombis que llevaban faldas de hojas de distintos colores, como un arcoíris, y más que ocuparse de las tareas básicas del submarino iban de allá para acá, cantando y tarareando canciones alegres. Sería un buen espectáculo si al menos la mitad de ellos tuviese cuerdas vocales para cantar. Por otra, estaban los esqueletos que se encargaban de la mantención de la comida. Vaya a saber uno por qué tenían mostachos y usaban grandes sombreros de ala ancha con ostentosos adornos. Bueno, en realidad la vestimenta de los zombis había sido cosa suya, pero ¿en serio tenían que pasarse la vida entera cantando y haciendo ruido? Joder, apenas podía concentrarse. Llevaba varios días intentando traducir un pergamino que había encontrado en una de sus aventuras sin éxito alguno. La buena noticia era que pronto llegarían a Arabasta, arribarían para llenar la despensa y seguirían rumbo al Nuevo Mundo. Aún había muchas cosas por hacer y preparar para enfrentarse a Lion D. Émile.

Si bien el submarino de Ivan era una auténtica joya de la tecnología, prefería viajar en un barco para tener vistas más agradables. No es que ver agua donde fuese que voltease la mirada fuera entretenido, pero al menos podría sentir el sol en su cara. Y el viento. Pero como era avara y no quería gastarse unos buenos millones en un navío decente tocaba usar el submarino. Se tomaba muy en serio el asunto de ir contra uno de los Emperadores del Mar, y para eso necesitaba una base en el Nuevo Mundo. Usaría lo que había ahorrado para mejorar la infraestructura de la isla que gobernaría, invertiría en investigación armamentística y borraría la existencia de ese hombre. En fin, cada cosa a su tiempo. Primero necesitaba aliados y un montón de dinero para iniciar la guerra contra Émile. Había escuchado que Arabasta era un reino rico, tanto económica como culturalmente. Una parte oculta de la historia narraba las aventuras del antiguo Rey de los Piratas, Monkey D. Luffy, en las áridas tierras del reino. Si se daba la oportunidad intentaría comprobar si los rumores de que había un Poneglyph eran ciertos o no.

—En menos de diez minutos estaremos en Arabasta, jefa —mencionó un esqueleto que tenía manchado el mostacho con una salsa medio roja y picante. Incluso a la distancia podía sentir el picor en su nariz.

—Perfecto, convoca a los oficiales a la sala de reuniones.

Con sala de reuniones se refería a una habitación que antiguamente era un cuarto con literas y todo. Una de las ventajas de tener tripulantes no muertos era que estos no necesitaban dormir ni comer, así que a estos les daba igual tener una cama donde descansar. Esperaba que no empezasen con el asunto de los «derechos de los no muertos» porque los mandaría a todos al otro mundo. La habitación contaba con una larga mesa de madera con unas diez sillas acolchadas y bien bonitas. Había un par de plantas que no necesitaban de la luz del sol para sobrevivir, sus hojas eran de un llamativo color turquesa fluorescente y se enredaban en las paredes para darle un toque más natural a la sala. La bruja tomó asiento en la cabecera y esperó la llegada de sus compañeros. Esperaba que no hubiera problemas. Con esa gente nunca se sabía nada…

—Kaya, ¿puedes decirle a Franklin que deje de hurguetearse el trasero? —le preguntó con los ojos cerrados y el ceño ligeramente fruncido. Tenía los codos apoyados en la mesa y las manos entrelazadas, intentando mantener la calma—. Seré breve, siempre y cuando nadie me interrumpa. Ahora mismo nos encontramos en las costas del Reino de Arabasta, así que es importante mantener un perfil bajo para no llamar la atención de la Marina. Estaremos como mucho un par de días para comprar provisiones y cualquier cosa que necesitemos para el viaje; Ivan sabe cuánto es lo máximo que podemos gastar. Bien, circula el rumor de que en algún lugar del reino se esconde un Poneglyph. Dentro de lo posible, reuniremos información y determinaremos si es cierto o no, después de todo, tanto Ivan como yo queremos saber lo sucedió en el Siglo Vacío. Y lo vuelvo a decir: no llamemos la atención.

Me encontraba durmiendo plácidamente, soñando con exóticas bestias y su deliciosa carne. En el sueño tenía debajo mío a una gigantesca criatura cubierta de escamas como una serpiente, pero también poseía piernas y poderosos dientes, aunque sus brazos eran más bien cortos, con mucho hueso y pocos músculos...

- ¡¿Pero quién cojones es este?! - el grito me sobresaltó, golpeándome la parte de atrás de la cabeza con un par de cajas.

- ¡Ahhhhhh! - gritó otra persona distinta al verme saltar del sitio donde descansaba.

- Hola...ser yo pasajero...Inosuke - no me terminaba de adaptar al idioma hablado en el Mar Azul. Podía defenderme, pero si hablaban muy rápido me costaba seguir el ritmo.

Las dos personas enfrente mío parecían estar confusos. ¿A lo mejor me había explicado mal? Aunque era posible que se preguntaran qué hacía un shandiano en su barco. En la última isla no había ningún sitio para dormir, así que me metí temporalmente en el almacén de su navío para descansar y reponer energía. Total, por un poco de comida que cogiese tampoco pasaría nada. Pero resultó que, al despertarme, me encontraba en mitad de la nada,solo había azul a mi alrededor, así que era tarde. Podría haber intentado volver nadando, pero no veía tierra ninguna a mi alrededor, así simplemente me quedé allí, dejando correr el tiempo.

- ¿Qué hacemos con él? - preguntó el que había gritado del susto.

- A la borda con él - dijo el otro.

No sabía qué significaba eso de "a la borda" pero no sonaba tan mal, así que cuando aquellos dos rudos hombres de mar me pusieron las manos encima, de forma un poco tosca he de decir, me dejé llevar. Al final acabé frente al pasamanos del barco. Fue entonces cuando me giré para preguntar qué significaba esa expresión.

- ¿A la borda qué...? - no pude terminar la frase porque recibí un puñetazo que me lanzó al agua.

Una vez en el agua les grité, pidiendo que me lanzaran algo para volver a subir, pero creo que no me oyeron porque nunca lo hicieron. Debí haber gritado más alto. De todas formas, solo me quedaba nadar, y por suerte podía ver algo de tierra cerca. El barco también parecía dirigirse a la misma dirección, por lo que intenté seguir el mismo rumbo. Por desgracia y sin saber cómo, acabé en un lugar completamente distinto al del barco.

El lugar estaba desierto. Me quité la cabeza de jabalí, la escurrí enrollándola sobre sí misma y volví a colocarla sobre mi cabeza. Ahora ya podía continuar. Hacía mucho, y cuando digo mucho me refiero a mucho, mucho calor. Estaba acostumbrado al calor, pero había empezado a tener sed. Había descubierto que el agua del Mar Azul no podía ser bebida, al parecer tenía sal, algo útil para cocinar pero no para beber. Y hablando de cocinar, tampoco había animales cerca para cazar, el terreno era inhóspito.

Tras un rato no muy largo andando cerca del mar, un truco que había descubierto en su experiencias en el Mar Azul, lo vi. Más bien los vi. Un grupo de animales con piel tierna y blandita, cubierta por un duro caparazón. Seguro que sabían fenomenal. Debía cazar alguno para alimentarme. Decidido, me acerqué hacia ellos. Parecían estar...¿practicando puñetazos? Qué animales más curiosos. Pero lo más llamativo fue que uno se me acercó y parecía que me estaba retando. Acepté el duelo y, alzando los Colmillos de Jabalí me lancé en picado mientras le hacía un corte en cruz por todo el pecho. Atravesé su pequeña coraza y lo dejé K.O. en el suelo. Cuando fui a darle el golpe de gracia, el resto de sus amigos me habían rodeado. Primero pensé que tenía que ganarlos a todos para poder llevarme a uno, sin embargo agacharon sus cabezas en señal de respeto. ¿Por qué hacían eso cuando iba a comerme a uno de sus compañeros? Ese acto sin sentido hizo que decidiera no comérmelo, al menos por el momento. Buscaría más comida, seguro que no eran las únicas criaturas de los alrededores.

Proseguí mi viaje, bordeando la isla. Los animales me seguían, es más, incluso me imitaban. Me empezaba a dar grima. Pensé en perderlos de vista corriendo, pero me alcanzaban siempre, no tenía donde esconderme. Al final me rendí a que me siguieran, pero no sabía qué iba a hacer con ellos. La parte buena es que si no habían más animales, la fuente de comida estaría cerca mío.

Odiaba Arabasta. Uno podría pensar que sería por el extremo calor diurno seguido de noches heladas, la sequedad del aire, la escasez de agua o lo inhóspito de la fauna. Sin embargo para Ivan todo aquello eran menudencias. Le bastaba con mantenerse en forma completa para que las temperaturas fuesen sólo una molestia, no deshidratarse y en cuanto a los animales... bueno, la noche pasada había intentado atacarle un lagarto gigante y se había convertido en su cena. No, su problema era el maldito sol, que sumado a que para evitar los problemas de la zona tenía que mantenerse transformado en vampiro, era un suplicio. Cierto, su Sortija Lunar evitaba los efectos más perjudiciales como acabar como un cadáver reseco y sin fuerzas, pero eso no lo hacía agradable. La luz solar seguía cegándolo si le daba directamente en la cara, y sobre la piel le resultaba tan desagradable como si tuviese centenares de hormigas correteando por ella.

De acuerdo con sus planes con Katharina, se había adelantado al Leviatán y tomado un Umi Reesha a Arabasta, donde había reunido información sobre la ubicación del Phoneglyph. Había sido una auténtica odisea con muchos huesos rotos, informantes poco colaboradores y persecuciones por las callejuelas de las ciudades del reino (no necesariamente en ese orden). Además, sus pesquisas habían llamado la atención de "alguien." Aún no había logrado averiguar quién era, pero sospechaba que debía ser parte de la contrainteligencia del Gobierno, el CP. Sabía que le seguía la pista pero aunque había intentado tenderle trampas, no había logrado pillarle o hacerle revelar su identidad. Evitando usar el Den Den Mushi por si estaba vigilado, había contactado con Katharina a través del imbécil de Gervasio, que se cagó de la emoción por tener una tarea. Literalmente. En su bota.

En aquel momento esperaba a la sombra de una roca en el borde del gran río que dividía Arabasta. En cuanto vio la mole del Leviatán asomar entre las olas, suspiró de alivio y echó a volar hacia su navío, con el ansia de quien coge agua en un día de calor. Abrió apresuradamente la escotilla y prácticamente se lanzó al interior, cerrando apresuradamente - ¡Sombra y oscuridad! Al fin... - suspiró, dejándose caer de culo en el suelo. Entonces un desagradable olor invadió su nariz. No era el molesto olor de los zombies (aunque ya iba siendo hora de cambiarlos por unos más frescos), sino uno profundo y picante. Alzó la vista y vio un esqueleto frente a él, con un enorme sombrero, vestiduras extrañas y un bigote de pega manchado de salsa picante. En cuanto entregó su mensaje, Ivan se levantó y dijo - tira esa rata muerta que llevas por la borda, o te lanzo a ti con ella - tras lo que se alejó rápidamente del molesto tufo.

No le esperaban sorpresas mucho más agradables por el camino: Katharina había profanado a sus siervos con unas horribles faldas de colores y unos ukeleles de pega. ¡Hasta les había enseñado a cantar! Si es que a esos lamentos y gemidos desafinados se les podía llamar... algo que no fuesen lamentos y gemidos desafinados. Cacofonía, tal vez. Mientras atravesaba los estrechos pasillos, escuchó un trotar a su espalda y apenas alcanzó a girarse cuando una cosa pequeña y rosa se estampó contra su rostro, apretándose a él con sus rollizas patitas entre gruñidos. Ivan se sacó al cerdito de la cara y lo sujetó en brazos, riéndose - Pequeño granuja... has engordado. Seguro que te has puesto a zamparte media nevera aprovechando que no estaba - como única respuesta, Cooper-chan gruñó alegremente meneando la cola. En la sala de reuniones esperaba Katharina con una chica esmirriada de pelo y ojos violetas... bueno, ojo.

- Igual va siendo hora de conseguir zombies nuevos, sí. Esto empieza a oler. A traición, decadencia y profanación - dijo mirando a Katharina con un teatral gesto ofendido - Te dejo mi navío y mis siervos durante dos semanas, ¡dos semanas! y te las arreglas para convertir esto en un prostíbulo kieskayo de mala muerte - suspiró entornando los ojos - En fin... me gustaría disfrutar de la paz, ausencia de puto sol y tranquilidad de mi submarino un rato, pero supongo que vais a hacerme salir al infierno de ahí afuera, ¿verdad? - sin más contemplaciones lanzó un mapa sobre la mesa. Este mostraba la zona cercana a donde estaban, los pueblos y en un punto del desierto había una gran y ominosa equis roja marcada - Es todo lo que he podido conseguir. En esa zona hay unas ruinas antiguas, y se dice que en un pasado eran protegidas por una familia de guardianes ya desaparecida. Es posible que allí podamos encontrar algo... o como mínimo, tal vez algún tesoro que expoliar. No me vendría mal comprarme botas nuevas. Por cierto, como dato en absoluto relacionado, ¿a alguien le gusta la pechuga de búho?

No dejó pasar ese resoplido de niña maleducada, fulminándole con la mirada. ¿Cuál era el sentido de tener mascotas si es que no se les enseñaba ninguna cosa? Le agradaba la presencia de Franklin dentro del submarino, tenía más historia con él que con todos los tripulantes del barco. Había atravesado un campo de batalla por devolverlo a su dueño quien, por cierto, resultó ser el idiota de Arribor Neus. Algún día encontraría su cuerpo y lo regresaría a la vida solo para cobrarle ese maldito favor que le debía. Mira que morirse sin pagarle… Era el colmo de los deudores. En fin, a veces pensaba que esa morsa simbolizaba el pago que el destino había organizado para ella. Lo que no entendía era porqué estaba con la pesada de Kayadako y cómo había llegado al submarino; simplemente había cosas que jamás terminaría de entender. Solo para evitar una discusión que podría durar horas prefirió no decirle nada, aunque lo tendría presente para futuro.

—Sí, daremos un paseo por Arabasta con esta peste andante —le respondió con una sonrisa burlesca. Definitivamente a esa chica le faltaban dos dedos de frente, ¿en serio había pensado que sería buena idea llevar a los zombis? Esperaba que las pocas neuronas que tenía en esa cabezota no se le fundiesen con el calor del desierto. Sin darle más vueltas a ese estúpido comentario, dijo—: Luego de terminar lo que vinimos a hacer puede que tengamos unas pequeñas vacaciones. Una vez haya llegado Ivan… —Su frase fue interrumpida por la aparición del vampiro, llegando oportunamente.

Estaban todos de acuerdo en cambiar los zombis, aunque deshacerse de las falditas no era una opción. Le daba igual lo que opinase Ivan, las temáticas se quedarían hasta que ella se aburriese. Quería que todo pasara desapercibido, pero en realidad era una maquinación perversa para vengarse del vampiro por esa broma que le hizo en Dark Dome. Aún era demasiado pronto para dar el golpe definitivo, le hacía falta unos cuantos preparativos adicionales.

—Nunca he probado pechuga de búho, supongo que… Espera, no te referirás a esa ave medio retrasada que mandaste, ¿verdad? Ivan, hay veces en la vida que simplemente debes hacer algo de caridad con los tontos —le contestó, mirando disimuladamente a la chica del parche—. Esta es Kaya y viajará con nosotros porque… ¿Quieres recordarme qué haces en el submarino, por favor? Bueno, da igual, es nuestra compañera. Kaya, este es Ivan, el legítimo dueño de lo que has estado llamando “este tétrico ataúd” y mi mano derecha. Ya tendrán tiempo para conocerse y hablar de lo que sea que quieran hablar. —Lo había dicho porque no imaginaba a una persona como Ivan junto a otra como Kaya, es decir, lo único que les podía unir era el alcohol y realmente esperaba que a ninguno se le ocurriese la idea. Quería conservar la cordura por un buen tiempo más.

Tras terminar la reunión les dio el tiempo necesario —media hora— para prepararse y llevar lo que fuese necesario. La bruja se colocó un kimono azul sin mangas ni escote que cubría hasta la mitad del muslo. Del cinturón rojo con un bonito diseño floral colgaba Fushigiri puesta en su respectiva vaina. Echó unos cuantos billetes a la cartera y sacó la sombrilla que tenía guardada especialmente para climas áridos como el de Arabasta.

Cuando todos estuvieron listos los esperó bajo la escotilla del submarino. Tuvo que cubrirse la cara con el antebrazo por culpa del intenso sol que había en el despejado cielo azul. El olor a sal invadió sus fosas nasales y sintió la brisa del mar en el cuerpo. Según el mapa, el pueblo porteño que estaba hacia el este era Nanohana. En un lugar como ese era muy probable que encontrasen todo lo que necesitaban para el viaje: especias, carne, instrumentos de navegación, libros. Cualquier cosa que fuese útil. Además, imaginaba que los rumores volarían con el viento; tarde o temprano acabarían teniendo información del Poneglyph.

—Aunque lo repita cien veces no estaré segura… No llamemos la atención, este reino tiene una conexión muy íntima con el Gobierno Mundial. Vayamos primero al mercado central y luego busquemos un restaurante, o cualquier cosa que nos llene el estómago. Yo invitaré esta vez, aunque tú no te excedas —dijo, refiriéndose puntualmente a Kaya.

- ¡Vra, pkuk, sha´k! - gritaba con todo mi corazón levantando mi puño.

- ¡Wraaaaaaaahh! - respondían las pequeñas criaturas lanzando puñetazos al aire.

Había pasado poco tiempo con esos pequeñajos adorables, pero les había cogido tanto cariño tan rápidamente que sentía que eramos inseparables. Cuando yo caminaba, ellos me seguían. Cuando yo saltaba, ellos saltaban detrás mío. Cuando yo maldecía, ellos gritaban con su característico grito. No sabía por qué, pero ellos me admiraban, y eran tan adorables y entusiastas que no pude evitar encariñarme. Tras un corto paseo por la playa ya éramos uña y carne, inseparables me atrevería a decir. No podía entender cómo había pensado en que podían servirme de comida. Y hablando de comida, ahora teníamos un problema mucho mayor: éramos más de cincuenta bocas para alimentar.

Pero el hambre y la falta de comida no nos detenía. Cuanto más tiempo pasaba más se iba afianzando nuestra amistad, hasta el punto en el que éramos un piña, todos a una. Seguíamos moviéndonos por la arenosa tierra, sin permitir que la inhóspita tierra nos detuviera. Los ánimos estaban decaídos, pero no consentíamos quedarnos en ese lugar. Yo empezaba a rezarle a los dioses para que nos enviasen sustento, y estos respondieron.

A lo lejos se divisaba un río, y de él surgió una gigantesca criatura demoníaca capaz de dar de comer a mi tribu por todo un año. Parecía un gran reto, pero si conseguíamos acabar con la bestia enviada por los dioses, no pasaríamos hambre. Era nuestra oportunidad, y junto al poder de la amistad derrotaríamos a nuestro objetivo por mera supervivencia.

- ¡Bichitos! - grité llamando la atención de todos mis seguidores - Momento llegar nuestro. Comida ahí - levanté mi espada derecha señalando al monstruo -. Nosotros cazar. ¡Nosotros comeeeer!

- ¡Wraaaaaaaaahhhhh! - respondieron todos al unísono.

Si alguien me hubiera dicho alguna vez que sería tan buen líder no lo habría creído, pero ahí estaba, comandando un ejército de criaturas encantadoras. Nos lanzamos en picado descendiendo de una duna de arena. La criatura vería aparecer desde lo más alto a nuestro gran grupo, todos listos para luchar por nuestra comida. Es más, parecía ser que había una joven muchacha al lado de la criatura. Estaba en peligro, el animal se la iba a comer. Fabuloso. Estaba convencido de que era el pago a los dioses por la comida, salvarle la vida. Era su cometido, su deber y lo necesario para sobrevivir. Estaba totalmente concentrado en acabar con la criatura.

En cuanto me acerqué a una distancia adecuada salté sobre su costado, impactando con un gran cabezazo, como si estuviera embistiéndolo, para así clavarle profundamente los Colmillos de Jabalí. Detrás mío, completamente sincronizados y en sintonía, mis nuevos mejores amigos hicieron lo mismo, lanzándose de cabeza contra aquel monstruo en una lluvia de testarazos.

Segundos después, todos estábamos en el suelo con un fuerte dolor de cabeza.

- Rask´kuh, dura coraza - maldije por todo lo alto.

Observó con curiosidad a Kaya. No parecía que fuese gran cosa, una chica esmirriada de estatura media. ¿Iba a ser su compañera? Más le valía saber defenderse de alguna manera, porque poco iba a durar en la tripulación si no. Aunque siendo tan pocos como eran, cualquier ayuda era buen recibida por otro lado. Cooper-chan gruñó y olfateó en su dirección, familiarizándose con su olor. Cuando ella habló le resultó algo molesto cómo se refirió al Leviatán, pero para compensar le hizo gracia cómo se refirió a Katharina. Se rió animadamente  - ¿La vieja bruja? Me daba pena y la recogí. Dejo que se crea la capitana para que se sienta importante, pobrecita - le dirigió una sonrisa burlona y se preparó para escabullirse a su camarote - Un placer, Kaya. Creo que nos vemos en media hora - apenas hubo terminado la última palabra, desapareció por la puerta toda velocidad, huyendo de las más que seguras represalias por parte de Katharina.

Durante la media hora siguiente aprovechó para descansar, recuperarse del sol y tomarse una copa de su reserva de sangre. Mientras bebía echó un vistazo a las notas de su siguiente novela y se puso a descartar cosas que no le convencían y retocar otras. No tenía aún claro cómo continuarla... tenía muchas ideas y posibles continuaciones, pero ninguna le convencía. Igual estaba intentando forzarlo. Suspiró y dejó los papeles en su escritorio, terminó la copa de un trago y se tumbó sobre la cama. Se limitó a descansar el cuerpo durante unos minutos, escuchando los sonidos del submarino. Había echado de menos el lugar.

A la hora convenida salió del camarote y se dirigió a la escotilla. Mientras subía por las escaleras escuchó varios golpes contra el casco del submarino y voces. ¿Les habían encontrado ya, tan pronto? Subió tan rápido como pudo y abrió la compuerta de golpe (tal vez demasiado de golpe), encontrándose con una curiosa situación: Katharina y Kaya contemplando a un montón de kung fu dugongs y un tío con máscara de jabalí tirados sobre el submarino. Tenían pinta de acabar de llevarse el tortazo de sus vidas. Arqueó una ceja y miró hacia sus compañeras - ¿Quién es ese tipo? - no tenía pinta de ser un asesino del Gobierno en absoluto. ¿La máscara sería de pega? Se acercó a él y le paso una mano por la cabeza al jabalí.

- Ah, pues es de un puerco de verdad - dijo, con una expresión de sorpresa. Tras él, Cooper-chan emitió un gruñido de sorpresa y corrió a esconderse dentro del submarino - ¿Qué hacemos con esta gente, Kath?

Nunca había pisado las arenosas tierras de Arabasta en mi vida y nunca pensé que allí pudiera hacer tanto calor. Por suerte llevaba mi sombrilla abierta en todo momento debido a que si no lo hacía podía volver a pasarme lo mismo que en Thriller Bark. Si llego a saber lo que me iba a encontrar seguramente hubiera llevado una sombrilla más grande...mi piel blancuzca sufría bastante ante el sol.

No fue buena idea intentar ir caminando desde Raindinners hasta Nanohana, del mismo modo que no fue buena idea preguntar a aquel viejo del desierto por donde quedaba el puerto marítimo. “Tu tira hasta la desembocadura del río, tira tira”. Maldita la hora en que le hice caso...porque me estaba quedando sin agua y no divisaba el río ni a tiros. Cuando ya tenía las esperanzas totalmente mermadas y pensaba que iba a morir allí como un huevo frito pude ver a lo lejos el  famoso río, concretamente su desembocadura. Abrí los ojos azules como platos y corrí como loca hasta su orilla para poder beber un poco de aquella agua. No me había dado cuenta de que estaba prácticamente al lado de la costa y lo peor no era eso, sino que pude ver que en aquel mar había un montón de ¿tortugas?¿ Focas? Y una cosa de cabeza peluda golpeando una cosa que no distinguía del todo, principalmente porque estaba más preocupada de hidratarme que de lo que tenía alrededor.

Cuando me recompuse me quité la arena de la ropa. Llevaba unas botas largas negras que me llagaban al muslo. En mi torso llevaba una blusa de color negro de cuello alto y sin mangas adornada por una falda negra por la rodilla. Un cinturón con un símbolo plateado se dibujaba en la cadera decorando el conjunto. Por el pecho la blusa estaba abierta por el canalillo  y este estaba decorado por varias figuras plateadas. Mi pelo estaba suelto llegándome por la cintura y era de color blanco.

Tras ver que todo estaba correcto me acerqué a la orilla para ver de cerca aquellos seres y aquella cosa que estaba en el agua. ¿Un submarino?. No sabía quién eran esas personas pero quizás podrían ayudarme a llegar a Nanohana. Pero por el momento, antes que pedir ayuda, me había quedado bastante confusa mirando la escena.

En algún momento le haría pagar al vampiro por sus palabras, resultaba humillante escucharle decir que la había recogido por pena. ¡Por pena! Quizás debería hacer una demostración de sus espléndidas habilidades como líder, o enseñarles lo poderosa que era para que no tuvieran dudas de la persona a la que habían decidido seguir, unos porque creían en ella; otros porque no tenían otra opción. Cuando miraba a los tripulantes de su banda se preguntaba cuánto tiempo pasaría hasta que se autodestruyesen culpa de la estupidez que poco a poco ganaba más fuerza dentro del submarino. Más temprano que tarde terminarían sacándole canas y una que otra arruga. Y como si no tuviera ya suficiente, el navío fue atacado por una cosa que rozaba lo absurdo. ¿Alguien podía explicarle exactamente qué era eso? Cabeza de jabalí, cuerpo de hombre. Al menos la retrasada del parche había tomado la iniciativa de echarle, aunque todo indicaba que no le haría caso. Ivan, por su parte, se aventuró en comprobar qué era exactamente el raro ese que había llegado a darse cabezazos con un submarino. ¡Con un submarino! Joder, ¿se podía ser más idiota?

—¿En serio te parece que puedes llamarle “gente” a estos… animales? —le preguntó a su compañero, fijándose en las adorables focas con caparazones de tortuga. Mirarlas le producía un efecto tranquilizador, pero cuando posaba los ojos sobre el hombre-jabalí volvía a enfadarse—. ¿Tenemos esposas o algo? Podemos usarle como moneda de cambio y de paso ahorramos un poco. Puede que la gente de Nanohana lo considere interesante o algo, no sé, igual es una criatura exótica del reino.

Se acercó a la extraña alimaña y la estudió con la mirada, primero fijándose en la cabeza de puerco. Como había dicho el vampiro, era auténtica. Si se trataba de una máscara debía oler incluso peor que el submarino, es decir, ¿no se descomponía la carne o algo? Llevaba unas espadas impropias de un espadachín, estaban astilladas y tenían una forma horripilante, carecían de la elegancia propia de una katana. Vestía solo unos pantalones y podía ver su musculado dorso. ¿Será un usuario zoan? Era bastante probable. Ahora mismo estaban en el Paraíso y ya podían verse más usuarios que en los blues, sin embargo, ¿por qué había decidido transformar solo su cabeza? No, definitivamente era una máscara de muy mal gusto.  

—Oye, tú, ¿qué eres? —le preguntó a la cosa mientras le empujaba con el pie, pensando en lo ridícula que se veía hablándole a una bestia—. Darle cabezazos al barco de otra persona está muy mal visto, ¿eres idiota o algo? —Se volteó hacia la chica del parche y le ordenó—: Venga, átale las manos y las piernas. Y yo que quería pasar desapercibida...

Qué dolor. De esta me iba a salir un chichón bien grande en la cabeza. Todo por el monstruo y su resistencia. Se trataba de un rival digno de un guerrero y cazador como yo, y también contaba con los pequeños que me seguían a todas partes. Además, había conseguido hacer vomitar a la extraña criatura: varias personas salieron de su interior después de embestirle, aunque su boca estaba en un lugar muy raro.

Primero vi a una chica, joven, de pelo avioletado y con un parche. Pobrecita, tener solo  mitad de la visión debía ser duro. Seguro que pagaba su frustración por ver la mitad al intentar espantar a mis nuevos amigo, a quienes debía ponerles un nombre. Mofletudos, sí. Porque sus mofletes son muy monos.

- Mofletudos ser amigos. Ellos ayudar sacar tú de bestia - le respondí para hacerla entrar en razón.

Sin embargo la otra persona que expulsó el monstruo era peculiar. Alto, henchido y peliblanco, se me acercó con curiosidad. No parecía tener malas intenciones, así que le.dejé tocar mi máscara.

- Ser primera caza en Mar Azul. Orgullo de cazador.

El peliblanco y la primera mujer, la que no había sido devorada, mantuvieron una corta conversación. Ella hablaba rápido y usan muchas palabras. Yo aún no había aprendido del todo su idioma, así que me costaba seguir su ritmo, aunque iba creía entender el mensaje principal. Sin duda estaban hablando de atrapar al monstruo para venderlo. Enseguida me interpuse entre la bestia y ellos, levantando los brazos en un ademán protector.

Vale, me había entrometido en la caza de otros, y eso no se hacía. Pero vamos a ver, les había salvado la vida y yo tenía hambre, no podía dejar que se lo quedarán ellos.

- Yo ser Inosuke Dru-Zan, chamán cazador del Clan del Tigre, de las tierras del cielo - me sentía orgulloso por lo bien que empezaba a hablar -. Yo proteger mujeres débiles y hombre pelo blanco de gran bestia. Derecho cazar ella ser mío.

Y mientras decía esto todos los Mofletudos me apoyaron, colocándose alrededor mío e imitando mi gesto. Éramos un equipo completamente compenetrado, y cuando yo empecé a sentir algo en el estómago todos los suyos estallaron en un concierto de rígidos de hambre que resonaría a lo largo del río.

¿Un habitante del cielo? Eso explicaba muchas cosas. Siempre había estado interesado en visitar aquella legendaria tierra y conocer a sus gentes, de las que había oído muchas historias y conocía su tecnología. Había conseguido gran cantidad de artefactos provenientes de Skypia, los famosos diales, gracias a un contacto del Bajo Mundo. Eran una de las pruebas que había en el mundo de abajo sobre la existencia de esas gentes... si uno hacía caso a las historias, claro. Por ello cuando Katharina dio la orden de atarlo y Kaya optó por intentar alejarlos con un melocotón, Ivan se interpuso y recogió la fruta al vuelo.

- No creo que sea necesario todo esto. ¿No veis que estamos frente a uno de los legendarios pobladores del cielo? ¡Con su ayuda podríamos llegar a la legendaria Skypia! - sonrió ferozmente - Toma, compañero - le tendió el melocotón a Inosuke. A continuación se giró a sus compañeras, con una mirada totalmente - Además, ¡es un honorable cazador! Se merece nuestro respeto.

Por otro lado... estaba un poquete asilvestrado. Así como tenían artefactos increíbles se veía que las gentes del cielo eran un poco salvajes. Tampoco parecía saber hablar muy bien la lengua común. Iba a tener que explicarle que no podía cazar a su submarino en términos simples que pudiera entender. Mientras tanto decidió intentar calmar a las fieras, y sacó de uno de los bolsillos de la chaqueta un enorme paquete de empanadillas. Iba a ser su comida, pero qué remedio... empezó a repartirlos entre los kung-fu dugongs antes de que causasen alguna clase de escándalo, y se volvió hacia Inosuke.

- Yo soy Ivan - se señaló a sí mismo - ¡Cazador! ¡Muy fuerte! - a continuación señaló al submarino - Esto no es bestia. ¡Barco! ¡Gran barco del mar azul que va bajo las olas! - a continuación señaló a Katharina - Ella capitana. No débil. Muy fuerte. ¡Derrotar grandes bestias!

Iba a continuar su discurso y presentar a Kaya, cuando el viento cambió y le trajo un aroma desconocido. Se giró como un resorte hacia la recién llegada, con una mirada seria - Yo me ocupo, capitana. Intentad no matar a nuestro nuevo amigo - al momento siguiente se desplazó desde la cubierta hasta delante de la extraña. O más bien a ojos de gente poco entrenada casi podría decirse que había aparecido y desaparecido. Se colocó frente a ella con mirada severa y Vanator desenvainada. Entonces pudo olfatear el olor en más detalle... ya conocía a aquella persona. Pero... ahora era muy diferente. Era una mujer joven y alta, de largo cabello blanco y pálida. Sin embargo... la persona a la que él conocía tenía cuernos y alas. Sin embargo, diría que sus rasgos faciales coincidían. Bajó la espada y confuso, preguntó:

- ¿Verelizth? ¿Eres tú?

Parecía que la situación en aquel "barco" estaba siendo movidita. No le presté demasiada atención hasta que pude ver que la cabellera de uno de sus integrantes era blanquecina, y que sus ropas me sonaban de haberlas visto en otro lugar. No le di demasiada importancia ya que habría mucha gente por el mundo con ese estilo, al fin y al  cabo no es que conociera muchos lugares y no sabía que tipos de gente había por ahí en adelante.

Me dispuse a caminar por la costa con intención de alejarme de aquel lugar si hacer demasiado ruido. A pesar de que aquel grupo llamaba poderosamente mi atención no me encontraba a gusto estando allí plantada como un geranio al sol. Así que intenté irme, pero en ese momento apareció aquel peliblanco enfrente de mí como si de un espectro se tratase. No lo había visto venir pero parecía que me había "acorralado". Tras verle me quedé impresionada...le conocía.

-¿Ivan?- pregunté a la vez que el preguntó por mi nombre mientras echaba un vistazo de arriba abajo a su cuerpo- Vaya...vaya. El mundo un pañuelo ¿no?

¿Que hacía aquí el "cazador"? ¿Que hacía con esa gente? Hacía mucho tiempo desde que nos vimos en Thriller Bark , y ahora, hasta me alegraba de volver a verle por una parte y a preocuparme por otra.

-Si, digamos que soy yo- dije un tanto seria y yéndome por las ramas.- Aunque algo cambiada como puedes ver...ha pasado mucho tiempo. Tu estás igual.

En el cielo no puede verse ninguna nube y el aire que se respira parece quemar y secar la garganta en partes iguales. Salvo si no eres un fanático del clima árido-desértico, resulta una sensación cuanto menos desagradable. Por suerte la humedad que proviene tanto del río como del mar parece amenizar un poco el clima. Por otra parte, los kung-fu dugongs reaccionan como, bueno, animales. Se abalanzan sobre las empanadillas que Ivan les ofrece, empujándose los unos a los otros e ignorando que hace un minuto seguían al habitante del cielo. Sería un buen momento para abandonarles pues están demasiado ocupados en un foro cultural democrático para decidir quién da el primer mordisco. Por cierto, si alguien decide echarle un vistazo al mapa, se dará cuenta de que Nanohana está a solo un par de horas de viaje. La ciudad portuaria es un punto importante para el comercio por lo que abastecerse será sencillo, aunque hay que tener mucha suerte para no encontrarse con problemas.

Una vez se decida partir, podrán bordear la costa hasta llegar a la ciudad porteña o intentar con una ruta más o menos directa, atravesando el desierto. Cualquiera de las rutas no parecerá mostrar problemas, aunque una será más cómoda que la otra por cuestiones climáticas. Si es que tardan menos de diez minutos en emprender el viaje, los dugongs continuarán en su foro educativo democrático antiespecista para decidir quién le da la primera mordida a la empanadilla de Ivan.


 Suspiró decepcionada al descubrir que no era una criatura exótica del Reino de Arabasta, un perfecto híbrido entre hombre y jabalí, sino un habitante del cielo. Tampoco estaba mal, pero esperaba encontrar una leyenda andante en vez de, bueno, eso. Pero la decepción se transformó en ira cuando Inosuke Dru-Zan se refirió a ella como mujer débil. Intentó tranquilizarse, diciéndose a sí misma que no hacía falta ofenderse por las palabras de un tonto, porque daba igual por dónde se le viese: era un idiota sin arreglo. ¡No era ninguna bestia, maldito retrasado! ¡Y tampoco había salvado a nadie! Lo único que hizo fue golpearse fuertemente la cabeza. Estaba a punto de hacer una demostración de poder cuando Ivan interrumpió, cogiendo el melocotón en pleno vuelo y ofreciéndoselo al raro de la máscara. Su segundo al mando tenía un buen punto al mencionar que el salvaje podía llevarlos a la legendaria isla del cielo, aunque primero necesitaba escuchas unas disculpas por su parte. No, las exigía.

—Discúlpate —le ordenó cruzada de brazos y con el ceño fruncido, dedicándole una mirada de superioridad—. Eres el único débil aquí si es que ni siquiera reconoces la diferencia de fuerza que hay entre nosotros —le espetó a continuación. Su poderosa voluntad escapaba inconscientemente, haciendo temblar ligeramente el suelo bajo sus pies—. Retira lo dicho y dejaré que seas nuestro guía a la isla del cielo.

Cuando volteó la mirada, la bruja se encontró con una joven de largos cabellos blancos y el sudor brillante corría por su rostro. Normal; hacía demasiado calor. Ivan quiso hacerse cargo, pidiendo que no matasen al “nuevo amigo”. ¿Desde cuándo lo era? Aún le debía unas disculpas y, si continuaba con ese discursito aburrido de mujer débil y cazador fuerte, le arrancaría la lengua y se la metería por los ojos. Como sea, su compañero parecía tenerlo todo en orden e incluso daba la impresión de que conocía a la muchacha. ¿Alguno de sus antiguos amoríos, quizás? Katharina no soportaría que el vampiro le fuese infiel a Iliana, mucho menos cuando tenían pensado ir a por ella. Debía respetar sus sentimientos y continuar con «Una historia de verano».

Confiando en que su mano derecha podía ocuparse de la desconocida, la bruja volvió a lo suyo y notó que Kaya era más sudor que persona. Diablos, estaban en problemas. Los olores que despedía la vagabunda no eran precisamente agradables. Pensó en congelarle hasta llegar a Nanohana, pero no creía que fuese a sobrevivir. Hubiera sido divertido, aunque mortal. Así que se limitó a usar algo de magia sobre la sombrilla que llevaba en su mano, incrementando tanto su tamaño como la sombra que proyectaba. Sacó una botella de agua del bolso y se la ofreció a su compañera.

—Oye, ¿estás bien…? No quiero que te dé insolación y tengamos que correr en busca de un médico —le dijo, intentando que su sombrilla le cubriese también. Fuese a aceptarla o no, posó la mirada sobre el salvaje para ordenarle—: Vendrás con nosotros hasta que nos lleves a la isla del cielo, aunque tus amigos no podrán venir. —Sin esperar la respuesta del Dru-Zan, pues asumía que les acompañaría, caminó hacia el vampiro y miró a la desconocida—. No eres una de las amantes de Ivan, ¿verdad? Como sea, nos hemos entretenido demasiado con tu “nuevo amigo”. Es hora de partir a Nanohana.

- ¿Amante? - arqueó una ceja ante la pregunta de Katharina - no, es una conocida. Estuvo a punto de ser mi desayuno un día, pero resultó ser tener carácter y la dejé ir. Se llama Verelizth. Verelizth, esta es Katharina, mi capitana - se giró hacia Verelizth, haciendo los gestos para presentarlas. Aquel encuentro era demasiado casual, o era premeditado o el destino tenía muy mala baba y humor retorcido. En todo caso no podía ignorar la posibilidad de que estuviese junto con las personas que tal vez le siguieran la pista. Dejarla ahí hubiese sido una mala opción. No, debía lograr que fuese con ellos para mantenerla vigilada, y, quién sabe. Tal vez para que les echase una mano en aquel asunto si resultaba no tener nada que ver. Les vendría bien una mano extra y ya habían hablado en el pasado de colaborar.

- ¿Vas hacia Nanohana? - le preguntó a la chica - Podrías venir con nosotros. Es más seguro viajar en grupo y veo que ya no tienes tus alas.

Era un asunto extraño. Había aparecido de la nada con un aspecto diferente, sin alas y sin cuernos. Pero eran los mismos rasgos faciales, el mismo olor, la misma voz, la mismas altura... ¿habría pasado por el cirujano para evitarse esos problemas que le había mencionado? Un poco decepcionante, especialmente teniendo en cuenta que teniendo alas, quitarlas era una tontería. Por lo de pronto había demostrado que las manejaba con la bastante soltura como para llegar a Thriller Bark sin navío. Renunciar a ellas por evitar miradas indiscretas... si es que había sido por eso, claro. Se alejó de Verelizth (salvo que le siguiera) e hizo un gesto a Kaya.

- ¡Ya has oído a la capitana, nos movemos! ¡Cazador, si quieres más comida y grandes presas, ven con nosotros!

Echó mano a su chaqueta y sacó una cantimplora, dando un trago de agua. Tras eso tocó los botones ocultos del interior del forro, susurró algo al cuello de la chaqueta y al momento comenzó a cambiar de forma. En cuestión de segundos estaba vestido con una túnica de habitante del desierto clara en lugar de una chaqueta inadecuada para aquel calor. Tras eso echó a andar siguiendo la línea de costa. Estaba seguro de que Katharina estaría de acuerdo; era preferible tardar un poco más y pasar menos calor a meterse de lleno en el desierto. En su caso estaban en su elemento opuesto; tanto en forma humana como completa sufriría en aquel lugar. Por ello había entrado en su híbrida; así sudaría menos y el calor sería más llevadero, pero aún así estaría algo cegado por el sol.

¿Amante de Ivan? y por si fuera poco "una más". No le di demasiada importancia, salvo que aquella chica era la que se denominaba como capitana de aquel "grupo" de gentes variopintas. A pesar de que estaba en cierto modo confusa y procesando la información de Katharina ante aquel comentario, no pude evitar escuchar que iban también a Nanohana.

Cuando Ivan recalcó que era simplemente una "conocida" yo solo pude apuntillarle con un "totalmente" a modo de quitar hierro a un posible mal entendimiento. El encuentro había sido totalmente casual y la verdad es que en cierto modo me animaba bastante el ver una cara conocida en aquella isla, a pesar, de que casi había sido su cena. Ivan me invitó a que los acompañara si quería, y como bien decía era más seguro seguirles al no disponer ya de mis alas.

Decidí acompañarle y mantenerme a su lado mientras procuraba buscar una respuesta a lo que había entendido como una pregunta.

-Si, ya no las tengo. Ha pasado bastante tiempo y como ves, las cosas han cambiado. En cierto modo cazador, me alegro de verte- dije antes de echar un vistazo al resto del "grupo"- Creía que los cazadores viajabais solos por el mundo.

Poco despues pude ver como la ropa de Ivan iba cambiando, clareándose hasta pasar por una de las gente del desierto. ¿Cómo lo había logrado?¿ Magia tal vez?. Parecía algo bastante útil sin lugar a duda en un lugar tan caluroso como aquel. Yo empezaba a notar sed, y no de agua precisamente...por suerte me contuve y continué caminando antes de volver a decirle a Ivan.

-¿Y que ha sido de ti desde que nos vimos por última vez?

No sé qué es más raro: que Kath sugiera la existencia de islas flotando en el cielo como si fuesen nubes o la aparición de una antigua conocida de Markov que pasaba por aquí. ¿Qué probabilidades había? No, en serio. Lo bueno es que esta chica a lo mejor se lleva a las foquitas y al loco enmascarado a su isla voladora. Joder, creo que empiezo a desvariar. ¿Cuanta gente acaba con el cerebro cocido en estos sitios? Seguramente tantos como el número de colgados que van por ahí dando cabezazos a submarinos o persiguiendo terrenos inefables en mitad de ese cielo azul de los cojones. Dios, mataría por una nube.

El agua fresca me viene bien para poder organizar mis pensamientos y dejar de desvariar. Realmente no me adapto a esta temperatura. Ni a que Kath sea amable. Ofrecerme su botella es algo tan extraordinario como ver a un oso dar masajes. Comparado con eso, casi ni me sorprende lo de la sombrilla gigante. La magia es algo curiosamente fácil de asumir una vez que vives rodeada de ella.

Doy un buen trago a la sombra del monstruoso parasol mientras Ivan encabeza la marcha tras ladrarme una orden. "No te vengas arriba, viejo. No hay que meterse con quien hace tu comida". Aun así me pongo en marcha, con el mar y el desierto extendiéndose a ambos lados en forma de una inmensa paradoja de agua y arena.

Echo un vistazo a la "amante" de Markov. Parecían muy cercanos cuando se han reencontrado. No tanto con abrazos y dulces palabras, sino con la cercana y familiar incomodidad de la gente seria que no sabe qué decir cuando se reencuentra. Aunque eso de que estuvo a punto de desayunarse a esa chica me ha hecho ruborizarme un poco. Mira que decir algo así delante de desconocidos; no sabía que Ivan era tan dado a airear sus intimidades así.

"Va a ser un viaje entretenido".

Entonces se me ocurre. Si vamos a llevarnos a un loco con nosotros -aunque una parte de mí aún tiene esperanzas de que se vaya por donde ha venido-, al menos que sea útil. Me acerco a Kath para cogerle la sombrilla y tendérsela a Cara de Cerdo.

-Tú llevar esto. Coger y no soltar. Dar sombra o patada en el culo.

¿Me entenderá así? Igual es mejor si se lo explico con muñecos.

Parecía ser que los nuevos desconocidos habían reconocido mis habilidades, ya que la chica tuerta nos ofreció a mí y a los Mofletudos una fruta como muestra de respeto. Con el hambre que teníamos no pudimos evitar seguir con la mirada la fruta, abalanzándonos sobre ella cuando la lanzó al aire. Sabía que algo tan pequeño no iba a satisfacer el hambre de un grupo tan grande, pero nuestros estómagos dominaban nuestros actos.

Sin embargo, ni yo ni ninguno de los animales alcanzamos a rozar la fruta; el hombre peliblanco la recogió en el aire. Nosotros nos estrellamos contra el suelo, sin apartar la vista de su mano.

El hombre empezó a hablar, soltando una especie de discurso grandilocuente sobre... ¿mi? No lo había entendido al completo, pero me pareció escuchar "poblador del cielo" y "Skypia". ¡Conocía su isla natal! Sin duda debía ser el líder del grupo. Además, mientras hablaba me tendió la fruta y no se paró ahí. Sacó un paquete con comida para dárselo a los Mofletudos. Que persona más agradable.

Iba a quitarme la máscara para comerme la fruta cuando me volvió a hablar. Esta vez le entendí mucho mejor. Se presentó como Iván el Cazador. Me explicó que el monstruo marino era un barco. ¡Un barco! Eso explicaba que no se moviera. Pero lo más sorprendente fue cuando señaló a la primera chica llamándola capitana. Que al parecer era muy fuerte. ¿Pero como iba a ser eso posible? No tenía ni músculos, ni altura, ni armas... no parecía ser fuerte. Aunque si lo decía Iván... un cazador no miente a otro cazador.

La supuesta capitán se acercó hasta mí. Habló fuerte y rápidamente, así que no la entendí mucho, pero mi cuerpo se cubrió de sudor frío cuando lo hizo. Un temblor recorrió todo el suelo e instintivamente salté en posición defensiva. ¿Había sido cosa de la mujer? Al final sí que iba a ser fuerte. Lo curioso es que mencionó nuevamente mi hogar, la isla del cielo. ¿Que interés tenían ellos en mi tierra?

Después de es todo fue muy rápido. Apareció otra mujer, e Iván el cazador trató con ella.igual que conmigo. Era un buen hombre. Por su parte, la Capitana Katharina era un poco mandona. Me ordenó a ir con ellos hasta Skypia. Tenía que explicarles que no podía volver, que me habían echado y que era imposible, pero que encantado les acompañaría a cualquier otro sitio a buscar comida.

- Yo no volver Skypia. Yo enterrado - sí, con eso seguro que o entendían -. Yo acompañar por comida. Mofletudos saber cuidarse solos.

Me despedí de los pequeñajos, que ahora podían aguantar un poco más gracias a la comida del cazador. Entre abrazos y lágrimas, los convencí de que se quedasen esperando a mi regreso.

Entonces nos pusimos en marcha. La mujer pleliblanca también nos acompañó. Yo me sorprendí mucho cuando Capitana y Cazador hicieron magia. ¿Tendrían sus objetos alguna especie de Dial? No lo sabía, pero cuando la tuerta me dio aquel parasol gigante, me ofrecí a transportarlo. Seguramente para ella era muy pesado y no podría andar todo el trayecto con él. Qué amable soy cuando quiero. Durante el camin intentaría saber más sobre sus motivos para ir a mi tierra natal.

- ¿Por qué ir a isla del cielo? En Mar Azul haber más mejores cosas

El camino hacia la ciudad portuaria de Nanohana resulta… desagradable, aunque lo hubiera sido más de cruzar el desierto. El sol golpea fuertemente, como si Arabasta fuese la vil representación del calentamiento global, pero al menos la brisa marina proveniente de las grandes masas de agua refresca un poco. El que más debe agradecer la ruta elegida es Ivan, pues el que más sufre en estos climas. ¿Debería estar maldiciendo a sus compañeros por haber parado en una isla árida, sofocante y desértica como esa? O quizás a la gaviota que casi le caga encima. Y digo casi porque justo corre un fuerte viento que desplaza la mierda hasta la sombrilla que lleva el nuevo esclavo de la bruja. Huele mal, pero tampoco tanto como el interior del submarino.

Luego de unas extensas horas de caminata por el borde costero, escuchando el vaivén de las olas y sintiendo la sal pegarse en el cuerpo, el pintoresco grupo llega alegremente —o no, ya cada uno lo decide— a Nanohana. La ciudad es grande y las calles principales están repletas de gente. Los edificios tienen un diseño muy particular y bonito, aunque ya depende del gusto de cada uno, con colores sobrios y muchos de estos tienen unas especies de cúpulas en las azoteas completamente planas. Está bien asumir que el mercado se encuentra en el centro de la ciudad porteña, y está muy bien asumir que hay otro en el puerto. Pero si a nadie le gusta asumir cosas, porque a veces esto conduce a la muerte, pueden preguntarles a los transeúntes y les darán indicaciones más o menos específicas sobre los lugares consultados: tabernas, mercados, edificios principales. No, nada de prostíbulos. Ah, y también hay una tienda de parches al oeste de la ciudad. Y un banco de sangre al norte.

Bien, pueden separarse o seguir juntos, son libres de decidir. Es pasado medio día y quizás sea buena idea almorzar. Katharina invita, o eso dijo.


Había muchas cosas en las que pensar, y la primera de ellas era la compañía de la chica albina de nombre extraño: Verelizth. Si hasta cuesta escribirlo. Nadie le había consultado si podía acompañarles durante el viaje, aunque tampoco le importaba demasiado. Confiaba en el criterio de Ivan, pues por algo era su mano derecha y, si pensaba que era buena idea permitirle su compañía, apoyaría la decisión. Ya se daría el tiempo de hablar con ella y sacarle información. Pero por mucho que confiara en el vampiro su lado más receloso le hacía dudar de hasta su sombra, así que usó su mantra sobre Verelizth para darse tener una aproximación de su fuerza y conocer algunos rasgos de su personalidad.

Miró con el ceño fruncido a la del parche; debía darle un par de lecciones. Cuando alguien ofrece una cosa a otra persona lo normal —y educado, hay que decirlo— es dar las gracias. Quizás la bruja no era la persona más indicada para enseñarle esa clase de modales, pero no permitiría que Kaya se comportase como una campesina cualquiera. Así que se lo dijo. Al menos tuvo la iniciativa de encargarle la sombrilla al hombre de la máscara, quien la cogió para luego hacer preguntas. ¿Recién se estaba integrando al grupo y ya empezaba con las curiosidades…?

—En Skypiea estuvo el último Rey de los Piratas, Monkey D. Luffy. La historia cuenta que en la isla del cielo hay suficiente oro para desestabilizar la economía actual. ¿Y cómo es eso de enterrado? ¿No querrás decir desterrado? —le preguntó a Dru-Zan. Si no fuera una lingüista talentosa no habría podido descifrar lo que realmente quiso decir—. Aunque hay algo aún más interesante por la que visitar tu tierra natal. Si te portas bien como mascota puede que te lo diga.

La ciudad de Nanohana resultó ser tal y como lo esperaba: una urbe medianamente grande con una arquitectura singular y avanzada en comparación a otros sitios en donde había estado. Como era una ciudad portuaria, la brisa marina regulaba la temperatura y evitaba que el aire fuera completamente seco. Aunque el sol seguía pegando fuerte. En principio, su objetivo era comprar provisiones para el resto del viaje y pasar un par de noches en el asentamiento, visitar un par de lugares de interés turístico y partir hacia el punto señalado en el mapa de Ivan. La verdadera misión era encontrar el Poneglyph, pero para ello debían ser discretos y no llamar la atención. Resultaba difícil porque, bueno, había un hombre-cabeza-de-jabalí con ellos y su propio rostro era conocido en el mundo por ostentar una recompensa de más de ochocientos millones. Además, ¿el vampiro no tenía las sospechas de que alguien le había estado siguiendo? También era un pirata muy conocido en los mares del Grand Line.

—Como dije antes, los invitaré a almorzar. Pero cuidado con lo que pides —le mencionó a Kaya. Sabía que era capaz de ordenar lo más caro con tal de joderle—. Busquemos un buen lugar donde comer y de paso alquilamos las habitaciones para la noche. Luego iremos por las provisiones. Nos separaremos en dos grupos: Kaya, Dru-Zan y yo iremos por los alimentos. Ivan, encárgate del resto de la lista —le ordenó, entregándole una hoja de papel bien doblada que detallaba todo lo necesario para hacer del viaje algo más ameno—. Verelizth, ¿verdad? Aún no sé por qué sigues con nosotros, pero siéntete libre de acompañar a tu amigo-conocido-amante, lo que sea.

Estaba comenzando a sudar de una manera tan visible que bien podría llenar un cántaro de agua. No sabía bien como abordar a Ivan, un Markov, para exponerle aquella gran verdad que no creía que pudiera ser creída en un primer momento. Como era obvio había que hacerlo con cierta "intimidad" y por suerte el grupo estaba más preocupado por llegar a la ciudad que de prestarme atención a mi. Cuando divisé mi oportunidad para hablar con Ivan a solas la aproveché, y le di un leve tirón de manga para que se detuviera un instante mientras el resto del grupo continuaba caminando.

-Emm Ivan perdona que te moleste nuevamente- dije con un tono amable y feble- Hace mucho tiempo que nos vemos y creo que hay algo que debo contarte. ¿Te acuerdas cuando me dijiste que no era bueno quedare marginada del mundo? ¿ Que había que luchar y ver mundo? Pues digamos que te hice caso...y he descubierto que mi  vida entera había sido una mentira.

Suspiré por unos segundos mientras me llevaba la mano izquierda al cogote como pensando como seguir aquel discurso, mientras los nervios iban subiendo poco a poco - Descubrí que nunca fui una habitante de la isla de los hombres de alas  de murciélago y largos cuernos. Me explico, parece ser que mi sangre es noble ya que unos guardias al cargo de mis verdaderos padres me abandonaron en aquella isla con la excusa de "protegerme". Este aspecto que ves ahora es mi aspecto real, y el que conociste en Thriller Bark no fue más que una fachada. Mis cuernos no eran míos al igual que mis alas...que eran implantes. - dije apartando un poco el frondoso cabello de la parte superior de la cabeza mostrando a Ivan las cicatrices redondas donde hubo una vez aquellos cuernos.- Mi familia llegó a un acuerdo con aquellos habitantes para que camuflaran mis rasgos, que por lo visto son distintivos de una familia problemática de dudosa legalidad. Durante años me hicieron pasar por una habitante más en aquella isla, pero poco a poco fui descubriendo cosas que no me cuadraban....y como estaba cansada de tanto secreto acabé haciendo frente a una serie de gente que me había engañado. La persona que me había cuidado toda la vida desde pequeña me contó quién era realmente.


No sabía como Ivan iba a responder a lo siguiente, así que me aparté un poco de él sin quitarle la vista mientras daba el golpe final.

- Atando cabos y soltando un par de confesiones varios testigos me dijeron que yo no era una habitante de la isla de los hombres alados y cornudos, sino que realmente mi apariencia había sido esta que ves ante ti...y que a través de prótesis, ungüentos y ...drogas cambiaron parcialmente mi físico. Uno de estos testigos me dijo que mi nombre no era Verelizth, pues este nombre me fue otorgado una vez me abandonaron. Los guardias que me habían dejado en la isla me llamaron "Selene".

Nuevamente cogí aire antes de decir la frase estrella.

-Me llamo Selene Markov, hija de Roux y Derian Markov. Me abandonaron llevándome junto a la guardia hasta aquella isla, y me pusieron  bajo el cuidado de  otros para "protegerme" y no ser exterminada.

No sabía como iba a calar aquello en la cabeza de Ivan, pero sin darle tiempo a responder aporté un poco más de información.

-Viajé a Thriller Bark nuevamente para buscar información de nuestra familia, para buscaros a todos los que siguierais con vida. Por suerte allí averigüe que mi padre era Derian y poco después conocí a un tal Theron Markov. Este último me dijo que era una "digna Markov" y que llevaba tiempo esperándome y que debía viajar a Arabasta si quería encontrar más respuestas...así que aquí estoy y te he vuelto a encontrar. Lo llamaría coincidencia pero  no creo en esas cosas.

Tras decir todo aquello me quedé mirando para Ivan esperando su respuesta.

Asentí enérgicamente mientras la que se llamaba Katharina hablaba sobre mis isla natal. Y asentí aún más cuando me corrigió al hablar.

- Sí, yo enterrado. Yo no dominar idioma de mar azul - expliqué a mis nuevos compañeros.

La chica siguió hablando. Ya no daba tanto miedo como antes; incluso parecía maja, aunque un poco amargada como la tuerta. Además, ella parecía no dominar el idioma al igual que yo, ya que me llamó mascota.

- No, no. Inosuke no ser mascota. Mascota ser... mascota ser... - no tenía palabras para explicarlo, así que pasé a la mímica -. Mascota ser animal fiel para cazar - terminé dando con las palabras adecuadas no sin antes haber realizado una serie de gestos incomprensibles con todo mi cuerpo.

Al final acabamos por llegar al pueblo. Era grande y diferente a cualquier cosa que hubiera visto. ¿Las casas estaban hechas de piedra? Era un material raro en Skypia, aunque abundaba en el mar azul, no debía extrañarme. A pesar de todo, yo parecía un niño pequeño que acababa de descubrir la guarida de un oso en pleno invierno. Que ilusión me hacía ver tantas cosas nuevas y extrañas. Las ropas eran raras y llamativas, los caballos estaban jorobados y maltrechos y en algunas calles se percibían olores dulzones.

Nuestro grupo se dividió, y antes de darme cuenta me había quedado a solas con Katharina y la tuerta. Hacía no mucho había escuchado una historia de fogata sobre gente luchadora que viajaba por el mundo. El grupo parecía ser de esa clase, aunque salvo el peliblanco nadie más tenía aspecto de cazador. La tal capitana daba miedo, pero ya está. Y supuse que la tuerta habría perdido el ojo en alguna fantabulesca trifulca. Estaba intrigado.

- ¿Tú perder ojo en batalla? - pregunté para llenar el silencio vacío - Yo ganar máscara en primera caza azul. Yo estar mucho orgulloso.

Al poco rato llegamos a un sitio en el que nos traían comida. No sabía el por qué de esto, tan solo que si señalaba el dibujo de un papel, lo traían sin protestar. A los cinco minutos había señalado todo lo que podía ver. Magníficas aves doradas lentamente al fuego, grandes mamíferos grasientos y multitud de alimentos de múltiples índoles. Debía recargar las fuerzas y llevarle toda la comida que pudiera a los Mofletudos en cuanto volviera con ellos.

- Camellos. ¿Qué ser camellos? ¿Eso comida?

Cuando Verelizth le hizo un gesto para que se apartara del grupo, se detuvo y dejó que avanzaran un poco. No pudo evitar recordar que alguien llevaba siguiéndolos todo el día y la extraña coincidencia de que ella hubiese aparecido justo hoy. Así pues, sin que ella lo notara dejó lista una de las dagas que llevaba ocultas en el brazo, y activó su kenbunshoku para vigilar sus alrededores. Salvo por ellos dos y el grupo no había nadie cerca... al menos en apariencia. Tras esa precaución escuchó sus palabras, aún tenso. Notó que ella estaba cada vez más nerviosa, podía olerlo y percibía que su corazón latía cada vez más rápido. ¿De qué iba todo aquello? ¿Por qué le contaba su vida tan de repente? Entonces llegó a la parte de origen, y empezó a atar cabos. Le estaba explicando el por qué de su cambio de apariencia, o al menos eso creía. Pero eso no explicaba por qué estaba tan nerviosa. Y cuando mencionó que había sido abandonada todo hizo click. "¿Una hija bastarda de mi padre, tal vez?" Pero, como suele ocurrir en estos casos, la realidad superó a sus expectativas ampliamente. No sólo era hija de Derian, sino también de su madre, Edith. Ivan arqueó mucho una ceja e iba a interrumpirla, incrédulo, cuando mencionó el nombre de Theron. Eso lo explicaba todo. Abrió y cerró varias veces la boca, confuso.

- ¿Eres... mi hermana? - atinó a decir. Entonces comprendió que el puto viejo le había encasquetado la tarea de cuidar de su hermana pequeña - Viejo zorro... - masculló entre dientes. ¿Y ahora qué hacía él con ella? Sacudió la cabeza, confuso y muy extrañado. Todo era extrañamente coincidente, y a la vez... aquello en verdad atufaba a la forma de actuar de Theron. Y aquel viejo no le revelaba su identidad a nadie excepto a algunos miembros de la casa Markov cuidadosamente escogidos. Que hubiese elegido darle su nombre a Vere... a Selene, era una muestra de que le estaba dando a él una silenciosa confirmación de que decía la verdad. Suspiró profundamente, sudando como un burro - Aquí hace demasiado sol y demasiado calor como para que piense esto con calma. Vamos con el resto.

Una vez con el resto del grupo, ya entrando en la ciudad, Katharina dividió las tareas. A él y a Selene les tocaba ir a comprar lo que no era comida. O sea, camellos, ropas para el desierto, odres grandes de agua, tiendas de campaña... Mientras iban haciendo las compras, Ivan fue intentando hacerse a la idea de lo de Selene. Cuando se estaban acercando a los establos de los camellos, Ivan se paró al darse cuenta de algo: ¿Selene iba a ir con ellos? ¿Y Brianna? No podía dejarla sola en la ciudad si se iban a ir varios días por ahí. No con los hombres de su padre buscándola. Iba siendo hora de hacer las presentaciones a la banda. A Katharina no le iba a gustar un pelo... pero se jodía, no era asunto suyo su vida privada - Bueno, Selene... es hora de que decidas. He llegado a la conclusión de que el capullo de Theron ha decidido que yo sea tu guía, instructor o saber qué tenía en mente. El caso, si vas a venir conmigo hermanita, vas a tener que estar lista. Mi tripulación y yo vamos a hacer una expedición atravesando el desierto a buscar unas ruinas. Si vienes, atente a los riesgos. Evidentemente no te dejaré en la estacada, pero ten en cuenta que aparte del calor habrá peligros en el desierto - parte de él tenía la esperanza de que dijera que no, y evitarse el jaleo de explicarle a Brianna por qué llegaba a su puerta con otra mujer y a la banda que en realidad era su hermana, pero también sabía que si de verdad era una Markov, el peligro no iba a arredrarla.

Efectivamente tuvo que comprar seis camellos. Iba a tener que ser cuidadoso con esa situación, porque no dudaba que Katharina iba a meterse con él y hacerle la vida imposible en cuanto llegase con dos mujeres y le dijera que una era su hermana y la otra su pareja. Tras eso compró cinco tiendas de campaña, odres llenos de agua, un mapa de las rutas de oasis y ropas del desierto para todos. No tenía clara la talla de cada uno, pero se las apañó. De todos modos no es como si hubiese tallas estandarizadas. Tras eso fue con su recua de camellos y aparejos usando su infalible bragalización para encontrar a Brianna. Daba igual lo lejos que estuviera, el olor de sus bragas era inconfundible para él. Finalmente la vio paseando por una calle, le tendió las riendas de los camellos a Selene y corrió hacia ella. Con una sonrisa, la abrazó levantándola en el aire y dando un par de giros con ella en brazos. Tras eso le plantó un beso y la dejó en el suelo - Al fin te encuentro. Ven, tengo que presentarte a alguien - la guió frente a la albina y dijo - Esta es Selene, mi hermana pequeña. A diferencia de... con el resto de mis hermanastros, compartimos madre. Aunque a decir verdad, aún me he enterado hace muy poco de que existía. Selene, esta es Brianna, mi pareja.

Hechas las presentaciones, dijo a continuación - Bueno, el tiempo apremia. Hemos quedado para comer con mi banda en un local en el centro. Por cierto, Bri, siento avisarte tan de repente, pero nos vamos al desierto a buscar unas ruinas. Te explicaré más por el camino. Lo importante, ¿vienes con nosotros? - se lo preguntaba más por una cuestión de amabilidad que otra cosa. Ambos sabían que alejarse el uno del otro por más de unas horas podía resultar peligroso, pero tampoco iba a imponérselo sin más. Una vez quedase decidido, se dirigirían al restaurante y por el camino las pondría al día de lo que pretendían hacer en esa expedición: ir a buscar un phoneglyph, un resto del Siglo Vacío.