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Vale, esto se ha vuelto raro. Ivan vuela, Brianna se cuela por agujeros en el aire y ahora de repente los cangrejos miden más que una casa. Las tres cosas son curiosas individualmente y desconcertantes en conjunto. Pero bueno, lo pillo: el mundo es amplio, diverso y raro. Y no se molesta en disimularlo.
Me incorporo siendo más arena que persona. Echo un vistazo al pobre crustáceo que he mutilado -o puede que matado, la verdad es que no tengo ni idea- y alucino al pensar que sea de los más diminutos. ¿Se podrán comer? Si el animal está muerto, sería una pena desperdiciar su carne. Seguro que se puede sacar una buena sopa de cangrejo de ahí. Eso si sus amigos no se nos comen a nosotros.
La cara de cerdo de Inosuke ya no me parece tan extraña cuando se me acerca; casi que me he acostumbrado, aunque sigo sin entender cómo no se muere de calor ahí dentro. Se lo preguntaría si tuviese tiempo que perder. Un destello cegador me obliga a cerrar el ojo. Al instante, una sombra inmensa envuelta en una nube de arena y ruido se planta frente a nosotros, todo oro, enormidad y furia. Apenas me doy cuenta de la aparición de Kath antes de que esa enorme pinza áurea nos machaque al cerdo y a mí. Qué detalle por su parte acudir al rescate. A veces no lo parece, pero en realidad la bruja es una líder fuert...
Con un tremendo impacto, Kath sale disparada hacia atrás sin dejar de estrellarse contra la ardiente arena de Arabasta. El pelo se me zarandea como una medusa violeta fuera del agua de tan repentino como ha sido. Ahí va la líder fuerte. Ahora sí que lo llevamos jodido. ¿Cómo vamos a enfrentarnos a esta cosa el salvaje y yo? Vale, él lo hace lanzándose sobre ella sin pensárselo dos veces. Será idiota, ahora voy a tener que evitar que el cangrejo se lo coma.
Por suerte, no tengo que hacerlo. Una imponente lanza de hielo se materializa sobre el animal durante un fantástico segundo, un trozo de frío en mitad del infierno, y desciende con fuerza para ajusticiarlo desde arriba. Entre eso y el brutal ataque de Ivan, que deja una profunda marca en el suelo que la arena trata de llenar con celeridad, no creo que este bicho vuelva a ser un problema.
-Vale, guau... Eso ha sido... muy guay. ¿Ensalada de cangrejo para comer?
Me incorporo siendo más arena que persona. Echo un vistazo al pobre crustáceo que he mutilado -o puede que matado, la verdad es que no tengo ni idea- y alucino al pensar que sea de los más diminutos. ¿Se podrán comer? Si el animal está muerto, sería una pena desperdiciar su carne. Seguro que se puede sacar una buena sopa de cangrejo de ahí. Eso si sus amigos no se nos comen a nosotros.
La cara de cerdo de Inosuke ya no me parece tan extraña cuando se me acerca; casi que me he acostumbrado, aunque sigo sin entender cómo no se muere de calor ahí dentro. Se lo preguntaría si tuviese tiempo que perder. Un destello cegador me obliga a cerrar el ojo. Al instante, una sombra inmensa envuelta en una nube de arena y ruido se planta frente a nosotros, todo oro, enormidad y furia. Apenas me doy cuenta de la aparición de Kath antes de que esa enorme pinza áurea nos machaque al cerdo y a mí. Qué detalle por su parte acudir al rescate. A veces no lo parece, pero en realidad la bruja es una líder fuert...
Con un tremendo impacto, Kath sale disparada hacia atrás sin dejar de estrellarse contra la ardiente arena de Arabasta. El pelo se me zarandea como una medusa violeta fuera del agua de tan repentino como ha sido. Ahí va la líder fuerte. Ahora sí que lo llevamos jodido. ¿Cómo vamos a enfrentarnos a esta cosa el salvaje y yo? Vale, él lo hace lanzándose sobre ella sin pensárselo dos veces. Será idiota, ahora voy a tener que evitar que el cangrejo se lo coma.
Por suerte, no tengo que hacerlo. Una imponente lanza de hielo se materializa sobre el animal durante un fantástico segundo, un trozo de frío en mitad del infierno, y desciende con fuerza para ajusticiarlo desde arriba. Entre eso y el brutal ataque de Ivan, que deja una profunda marca en el suelo que la arena trata de llenar con celeridad, no creo que este bicho vuelva a ser un problema.
-Vale, guau... Eso ha sido... muy guay. ¿Ensalada de cangrejo para comer?
Katharina von Steinhell
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El Cangrejo Milenario se retuerce del dolor cuando la estaca de hielo atraviesa su carne blanda y estalla en pequeñas esquirlas, haciéndole más daño. ¿Por qué la gente se esfuerza en atacar su caparazón cuando hay otras partes de fácil acceso…? Es algo que no se entiende, pero está bien. Vanator corta el férreo escudo de la criatura sacada de leyendas y, lo que parece ser un corte de apenas tres metros de profundidad, termina extendiéndose en distintas fisuras que se ramifican por la coraza. ¿Será que su ataque, en el último momento, ha sido más poderoso…? Probable, muy probable. Inosuke, por su parte, hace una demostración de valentía incuestionable y, si bien sus espadas apenas consiguen arañar la dura coraza del monstruo, ahí está: luchando sin preocuparse por las consecuencias de sus acciones. Es todo un hombre. Un cazador. Un guerrero.
La criatura se detiene un momento a observar el panorama, como si fuese capaz de entenderlo: sus hijos, muertos; sus subordinados; aniquilados. Sólo queda él, un líder cuya vida debe permanecer hasta el fin de los tiempos. Las heridas que tiene en el cuerpo son graves y de nada vale continuar luchando contra esa gente. No sirve de nada ya, así que huye. Dolorido y entre chirridos usa sus tenazas para perforar la arena y hacer un agujero en esta, largándose para no volver. O eso es de momento.
Siéntanse en libertad de seguir al monstruo, si lo desean, o de detenerse a ver las heridas del equipo. En caso de optar por esto último y retomar el viaje, en poco tiempo deberán montar el campamento para pasar la fría noche del desierto. Es un buen momento para compartir historias, cantar y comer, descansar y, quién sabe, disfrutar de un maravilloso cielo estrellado repleto de nebulosas de distintas tonalidades.
PD: Es buena idea recoger cualquier cosa que parezca interesante de los cangrejos como, por ejemplo, trozos de caparazón para la forja (tienen un contenido muy alto de carbono) y las carnes blandas.
El combate se extendió dentro de los próximos minutos. Vio con sus ojos al cangrejo ser dañado tanto por su lanza mágica como por el poderoso ataque de Ivan, sonriendo al contemplar esa poderosa presencia. Por algo era su segundo al mando, ¿verdad? Katharina no quería quedarse atrás y debía hacer una demostración de poder aún más espectacular, algo que dejase en claro por qué era la que dirigía al equipo. Esprintó a máxima velocidad y con cada pisada el suelo bajo sus pies retumbaba estruendosamente. Llevó rápidamente la mano a la empuñadura de Fushigiri con la intención de realizar un devastador corte ascendente, atacando donde la carne era blanda. Sin embargo, la criatura milenaria optó sabiamente por huir, enterrándose en la tierra y guareciéndose.
Menuda decepción, ¿no? Justo cuando la batalla se estaba tornando interesante el monstruo decidía huir, pero podía entenderlo. Sus “amigos” habían muerto en un abrir y cerrar de ojos; ninguno, ni siquiera el más grande de todos, era rival para The Sinners.
—¿Hay algún herido? —preguntó tras envainar el arma. En caso de que lo hubiera usaría su hechizo Sanación para ayudar.
Echó un vistazo al grupo. ¿Dónde estaba Brianna? ¿Había desaparecido gracias a los poderes comentados por Ivan la noche anterior? Esperaba que sí. Ahora que había perdido gran parte de su dominio sobre la muerte no podía andar resucitando a las personas porque sí y, en cualquier caso, era necesario un cuerpo en buen estado para realizar tal proeza. Luego de que el equipo hiciera todo lo que tuviese que hacer (ayudar a los heridos, recoger objetos de valor, comentar la efímera batalla), Katharina les ordenó a sus compañeros que continuasen el camino. Afortunadamente, los camellos no habían huido. Eran demasiado fieles o quizás muy tontos. Montó a la criatura tan hedionda como incómoda y siguió avanzando por las áridas dunas del desierto de Arabasta.
—En la isla del cielo no existen estos cangrejos, ¿verdad? —le preguntó a Dru-Zan tras acercársele—. En el mar azul hay un montón de sorpresas, misterios esperando a ser descubiertos; aventuras esperando a ser vividas. Tenlo en cuenta, si es que decides emprender tu propio viaje.
A medida que el sol se ocultaba en el lejano horizonte, el reino de las sombras extendía sus dominios en compañía de un frío viento. Así funcionaban las cosas en el desierto. La hechicera sabía que la variación de las temperaturas entre el día y la noche se debía particularmente por la distancia con el océano, el cual era un auténtico regulador. Bueno, esa era una de las principales razones. Y la teoría, en este caso, no servía de nada. Fue entonces que llegó el momento decisivo, la batalla final contra un enemigo despiadado e implacable: montar el campamento. Estaba acostumbrada a hacer todo con magia por lo que, cuando intentó armar la tienda con sus propias manos, fue dominada por una sensación de frustración muy molesta. ¿No había un maldito manual?
La bruja miró hacia los lados; al parecer nadie tenía problema con sus tiendas. No podía pedir ayuda, por supuesto que no: debía arreglárselas ella sola. Tras el quinto intento, y ya sintiendo que la frustración le estaba ganando, optó por resolver todo de una manera sencilla y mágica.
—Ármate —le ordenó a la tienda cuyas piezas estaban desparramadas por todos lados. Estas comenzaron a moverse mágicamente, como si fuesen guiadas por una melodía inexistente, inaudible, uniéndose poco a poco hasta que la tienda tomó forma.
La criatura se detiene un momento a observar el panorama, como si fuese capaz de entenderlo: sus hijos, muertos; sus subordinados; aniquilados. Sólo queda él, un líder cuya vida debe permanecer hasta el fin de los tiempos. Las heridas que tiene en el cuerpo son graves y de nada vale continuar luchando contra esa gente. No sirve de nada ya, así que huye. Dolorido y entre chirridos usa sus tenazas para perforar la arena y hacer un agujero en esta, largándose para no volver. O eso es de momento.
Siéntanse en libertad de seguir al monstruo, si lo desean, o de detenerse a ver las heridas del equipo. En caso de optar por esto último y retomar el viaje, en poco tiempo deberán montar el campamento para pasar la fría noche del desierto. Es un buen momento para compartir historias, cantar y comer, descansar y, quién sabe, disfrutar de un maravilloso cielo estrellado repleto de nebulosas de distintas tonalidades.
PD: Es buena idea recoger cualquier cosa que parezca interesante de los cangrejos como, por ejemplo, trozos de caparazón para la forja (tienen un contenido muy alto de carbono) y las carnes blandas.
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El combate se extendió dentro de los próximos minutos. Vio con sus ojos al cangrejo ser dañado tanto por su lanza mágica como por el poderoso ataque de Ivan, sonriendo al contemplar esa poderosa presencia. Por algo era su segundo al mando, ¿verdad? Katharina no quería quedarse atrás y debía hacer una demostración de poder aún más espectacular, algo que dejase en claro por qué era la que dirigía al equipo. Esprintó a máxima velocidad y con cada pisada el suelo bajo sus pies retumbaba estruendosamente. Llevó rápidamente la mano a la empuñadura de Fushigiri con la intención de realizar un devastador corte ascendente, atacando donde la carne era blanda. Sin embargo, la criatura milenaria optó sabiamente por huir, enterrándose en la tierra y guareciéndose.
Menuda decepción, ¿no? Justo cuando la batalla se estaba tornando interesante el monstruo decidía huir, pero podía entenderlo. Sus “amigos” habían muerto en un abrir y cerrar de ojos; ninguno, ni siquiera el más grande de todos, era rival para The Sinners.
—¿Hay algún herido? —preguntó tras envainar el arma. En caso de que lo hubiera usaría su hechizo Sanación para ayudar.
Echó un vistazo al grupo. ¿Dónde estaba Brianna? ¿Había desaparecido gracias a los poderes comentados por Ivan la noche anterior? Esperaba que sí. Ahora que había perdido gran parte de su dominio sobre la muerte no podía andar resucitando a las personas porque sí y, en cualquier caso, era necesario un cuerpo en buen estado para realizar tal proeza. Luego de que el equipo hiciera todo lo que tuviese que hacer (ayudar a los heridos, recoger objetos de valor, comentar la efímera batalla), Katharina les ordenó a sus compañeros que continuasen el camino. Afortunadamente, los camellos no habían huido. Eran demasiado fieles o quizás muy tontos. Montó a la criatura tan hedionda como incómoda y siguió avanzando por las áridas dunas del desierto de Arabasta.
—En la isla del cielo no existen estos cangrejos, ¿verdad? —le preguntó a Dru-Zan tras acercársele—. En el mar azul hay un montón de sorpresas, misterios esperando a ser descubiertos; aventuras esperando a ser vividas. Tenlo en cuenta, si es que decides emprender tu propio viaje.
A medida que el sol se ocultaba en el lejano horizonte, el reino de las sombras extendía sus dominios en compañía de un frío viento. Así funcionaban las cosas en el desierto. La hechicera sabía que la variación de las temperaturas entre el día y la noche se debía particularmente por la distancia con el océano, el cual era un auténtico regulador. Bueno, esa era una de las principales razones. Y la teoría, en este caso, no servía de nada. Fue entonces que llegó el momento decisivo, la batalla final contra un enemigo despiadado e implacable: montar el campamento. Estaba acostumbrada a hacer todo con magia por lo que, cuando intentó armar la tienda con sus propias manos, fue dominada por una sensación de frustración muy molesta. ¿No había un maldito manual?
La bruja miró hacia los lados; al parecer nadie tenía problema con sus tiendas. No podía pedir ayuda, por supuesto que no: debía arreglárselas ella sola. Tras el quinto intento, y ya sintiendo que la frustración le estaba ganando, optó por resolver todo de una manera sencilla y mágica.
—Ármate —le ordenó a la tienda cuyas piezas estaban desparramadas por todos lados. Estas comenzaron a moverse mágicamente, como si fuesen guiadas por una melodía inexistente, inaudible, uniéndose poco a poco hasta que la tienda tomó forma.
Inosuke Dru-zan
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No sabía como, pero había conseguido engancharme al cazador en mitad del aire, agarrando su cuerpo como un mono a un árbol cuando lo trepa. Sin embargo, pasó algo aún más sorprendente, ninguno de los ataques llegó a ser mortal, a pesar del poder y potencia que llevaban. Cuando aterrizamos en el suelo, Katharina parecía ir a rematar al cangrejo cuando este rápidamente hizo un agujero en la arena y se enterró bajo ella. Como cualquier animal en peligro de muerte optó por la única solución para vivir un día más: huir.
La lucha había terminado, las presas nos habíamos convertido en los cazadores, y habíamos cazado a base de bien. Cuatro cadáveres de cuatro cangrejos yacían a nuestro alrededor, y por mi cabeza solo se cruzaba una única idea: comer. No es que estuviera especialmente hambriento, pero mis principios me impedían simplemente dejar que la carne de esos animales se pudriera en aquel lugar desértico. Si mataba a una bestia, debía consumir su carne, así es como había vivido toda mi vida y como pensaba seguir haciéndolo.
Mis compañeros, que parecían estar todos bien, se encontraban dispersos por los alrededores. No sabía qué tenían pensado hacer, y también me daba un poco igual, yo no me iba a ir de allí hasta que terminase con la carne de esa criatura o encontrara la forma de transportarla. Al final conseguí amarrar aquella bestia al caballo jorobado en que había llegado, por lo que no tuve ningún problema.
- ¿Cangrejo? Nombre bueno - dije a la mujer que se había acercado a hablarme -. Isla del cielo tener bestias. Muchas bestias. Fuertes y grandes. Pero no tener cangrejos. Buen rival. Yo querer ver más cosas raras.
Continuamos el camino tranquilamente, hasta que me percaté de que pronto iba a ser de noche.
- Pronto ser oscuro - dije al tiempo que señalaba hacia el sol, que descendía lentamente -. Yo hacer comida.
Busqué por los alrededores con qué hacer fuego, hasta que di con algunas ramitas secas, hierbajos secos y un tronco de buen tamaño, también seco. Rápidamente monté un fuego con las hierbas y ramas, del mayor tamaño que pude, y usé el troncó que había partido en tres partes diferentes como soporte para la comida. Acto seguido, atravesé con una de las partes del tronco, con forma de lanza, a la criatura que había matado, haciendo pasar el palo a través de sus puntos no protegidos por la coraza. Una vez hecho lo posé sobre el soporte y empecé a darle vueltas.
La lucha había terminado, las presas nos habíamos convertido en los cazadores, y habíamos cazado a base de bien. Cuatro cadáveres de cuatro cangrejos yacían a nuestro alrededor, y por mi cabeza solo se cruzaba una única idea: comer. No es que estuviera especialmente hambriento, pero mis principios me impedían simplemente dejar que la carne de esos animales se pudriera en aquel lugar desértico. Si mataba a una bestia, debía consumir su carne, así es como había vivido toda mi vida y como pensaba seguir haciéndolo.
Mis compañeros, que parecían estar todos bien, se encontraban dispersos por los alrededores. No sabía qué tenían pensado hacer, y también me daba un poco igual, yo no me iba a ir de allí hasta que terminase con la carne de esa criatura o encontrara la forma de transportarla. Al final conseguí amarrar aquella bestia al caballo jorobado en que había llegado, por lo que no tuve ningún problema.
- ¿Cangrejo? Nombre bueno - dije a la mujer que se había acercado a hablarme -. Isla del cielo tener bestias. Muchas bestias. Fuertes y grandes. Pero no tener cangrejos. Buen rival. Yo querer ver más cosas raras.
Continuamos el camino tranquilamente, hasta que me percaté de que pronto iba a ser de noche.
- Pronto ser oscuro - dije al tiempo que señalaba hacia el sol, que descendía lentamente -. Yo hacer comida.
Busqué por los alrededores con qué hacer fuego, hasta que di con algunas ramitas secas, hierbajos secos y un tronco de buen tamaño, también seco. Rápidamente monté un fuego con las hierbas y ramas, del mayor tamaño que pude, y usé el troncó que había partido en tres partes diferentes como soporte para la comida. Acto seguido, atravesé con una de las partes del tronco, con forma de lanza, a la criatura que había matado, haciendo pasar el palo a través de sus puntos no protegidos por la coraza. Una vez hecho lo posé sobre el soporte y empecé a darle vueltas.
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En fin, pues asunto arreglado. Tenemos la cena, una bonita historia que contar mientras nos la comemos y un montón de preguntas sobre las curiosas habilidades de algunos de los aquí presentes. Tal vez convendría haberlas mencionado en la reunión de personal en el submarino, o por lo menos avisar antes de que se tienen sobrehumanos poderes cósmicos. Pero bueno, yo no puedo quejarme; también tengo una habilidad extraña, aunque sea mucho menos vistosa y considerablemente más engorrosa que la de los demás.
Dedico unos minutos a hacer acopio de carne de cangrejo. No podré llevarme mucha, así que elijo lo mejor que puedo. Muchas partes de los animales están dañadas, rajadas, aplastadas o todo eso a la vez, y son aún más las que están pringadas de sangre, vísceras o, peor aún, arena. Aun así acabo recolectando un buen surtido. Nos dará para unas cuantas comidas. Y más si sumamos el cangrejo entero que Inosuke obliga a cargar a su pobre camello. ¿No podría al menos haber...?
-¡No! -exclamo cuando me doy cuenta-. ¡Mi toldo!
Ha quedado hecho una ruina, supongo que por el golpe accidental de una de las pinzas. ¿Y ahora cómo me protejo yo del sol? Voy a tener que ir por ahí tostándome otra vez. Vaya mierda. Al menos aún me queda el sombrero. Ojalá hubiera traído crema protectora factor doscientos.
Unas horas después, hacemos un alto. Montar la tienda de campaña es un proceso lento, porque jamás he necesitado una de esas cosas, pero al menos no hago trampas como Kath. Auch, me he pillado el dedo entre el suelo y una de las varillas. Esto es ridículo. Los Neus nunca duermen en tiendas, se limitan a pasar la noche al raso donde sea y como sea. Claro que, en cuanto una ráfaga de aire gélido se me cuela bajo la ligera ropa del desierto, mando al cuerno las costumbres familiares y termino de montar la tienda metódicamente. Luego toca cocinar.
Ensalada de cangrejo, brochetas de cangrejo, cangrejo al ajillo... Estos bichos dan para mucho, aunque creo que mañana los habremos aborrecido. Pero en fin, tampoco vamos a dejar que se desperdicie, ¿no? No puedo evitar lanzar un reproche mental a Inosuke cuando lo veo ponerse a preparar la cena. "Aquí yo soy la cocinera, cerdo", le podría haber dicho. Pero no lo hago. Me conformo con poner algo de picante en el plato que preparo para él sin que se dé cuenta.
Reparto los platos con una generosa ración de las frutas del desierto como postre y unos dulces que casi compré en una tienda de Nanohana. No me llegaba el dinero para llevármelos, así que dejé los de menta, que no le gustan a nadie, y me llevé los demás cuando el vendedor se despistó.
-Oíd -comento mientras cenamos-, como se ha unido a la expedición tanta gente nueva -Gorrones y locos, por lo visto hasta el momento- cada uno podría hablar de esos poderes que parece tener, ¿no os parece? Antes de que nos ataque algún otro bicho sobrealimentado.
Dedico unos minutos a hacer acopio de carne de cangrejo. No podré llevarme mucha, así que elijo lo mejor que puedo. Muchas partes de los animales están dañadas, rajadas, aplastadas o todo eso a la vez, y son aún más las que están pringadas de sangre, vísceras o, peor aún, arena. Aun así acabo recolectando un buen surtido. Nos dará para unas cuantas comidas. Y más si sumamos el cangrejo entero que Inosuke obliga a cargar a su pobre camello. ¿No podría al menos haber...?
-¡No! -exclamo cuando me doy cuenta-. ¡Mi toldo!
Ha quedado hecho una ruina, supongo que por el golpe accidental de una de las pinzas. ¿Y ahora cómo me protejo yo del sol? Voy a tener que ir por ahí tostándome otra vez. Vaya mierda. Al menos aún me queda el sombrero. Ojalá hubiera traído crema protectora factor doscientos.
Unas horas después, hacemos un alto. Montar la tienda de campaña es un proceso lento, porque jamás he necesitado una de esas cosas, pero al menos no hago trampas como Kath. Auch, me he pillado el dedo entre el suelo y una de las varillas. Esto es ridículo. Los Neus nunca duermen en tiendas, se limitan a pasar la noche al raso donde sea y como sea. Claro que, en cuanto una ráfaga de aire gélido se me cuela bajo la ligera ropa del desierto, mando al cuerno las costumbres familiares y termino de montar la tienda metódicamente. Luego toca cocinar.
Ensalada de cangrejo, brochetas de cangrejo, cangrejo al ajillo... Estos bichos dan para mucho, aunque creo que mañana los habremos aborrecido. Pero en fin, tampoco vamos a dejar que se desperdicie, ¿no? No puedo evitar lanzar un reproche mental a Inosuke cuando lo veo ponerse a preparar la cena. "Aquí yo soy la cocinera, cerdo", le podría haber dicho. Pero no lo hago. Me conformo con poner algo de picante en el plato que preparo para él sin que se dé cuenta.
Reparto los platos con una generosa ración de las frutas del desierto como postre y unos dulces que casi compré en una tienda de Nanohana. No me llegaba el dinero para llevármelos, así que dejé los de menta, que no le gustan a nadie, y me llevé los demás cuando el vendedor se despistó.
-Oíd -comento mientras cenamos-, como se ha unido a la expedición tanta gente nueva -Gorrones y locos, por lo visto hasta el momento- cada uno podría hablar de esos poderes que parece tener, ¿no os parece? Antes de que nos ataque algún otro bicho sobrealimentado.
Ivan Markov
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En cuanto acabó la batalla hubo bastante trabajo. Despiezar a los cangrejos, coger la carne y apartar algunos trozos de la coraza para usarlos o venderlos más adelante. Se preocupó por el pobre camello cuando vio a Inosuke intentar cargar un cangrejo entero. Suspiró y decidió no meterse. Ya razonaría con él más tarde, ahora no quedaba mucho tiempo antes de que parasen para dormir. Dio un trago de agua para recuperar fuerzas, volviendo a su forma humana, y tras eso dijo:
- ¡Bri, cariño! ¡Ya puedes salir!
Una vez estuviera fuera de su puerta, se acercaría a ella y la abrazaría. Dio gracias por su habilidad; no hubiese sido fácil para él concentrarse en pelear si hubiese tenido que estar pendiente de protegerla. Tras eso volvieron a subirse a los camellos y continuaron su recorrido hasta el anochecer, momento en que se pusieron a montar el campamento. No le costó preparar la tienda que compartía con Bri, estaba acostumbrado a viajar y a tener que recurrir a esta clase de métodos. Debido a eso, en cuanto acabó se acercó a Inosuke.
- Oye, compañero. Tu camello no tiene fuerza para cargar con el cangrejo. Te ayudaré a despiezarlo. Un cazador prepara sus trofeos.
Señaló significativamente su cabeza de jabalí. De esta manera esperaba poder distraerlo de su idea de cocinar y evitar un conflicto entre él y Kaya (y de paso, que matase a un camello del cansancio). Le ayudaría a apartar la carne y las partes que no eran interesantes del animal. Parecía que tras eso iban a pasarse comiendo cangrejo un mes o dos... ojalá Kaya fuese imaginativa cocinando, o acabarían cansados muy pronto. La parte buena es que tal vez pudieran montar un escudo o algo interesante con las placas que habían cortado a los animales. Una vez reunidos todos frente a la hoguera pudieron disfrutar de una agradable cena consistente en carne de cangrejo, frutas y unos dulces bastante ricos. Ivan se sentó al lado de Brianna y le pasó un brazo por la espalda cariñosamente.
- No es mala idea - dijo Ivan. Al fin y al cabo estaban viajando juntos - Yo tengo la zoan mitológica de vampiro. Puedo regenerarme y... - de repente su estómago se quejó y empezó a dolerle mucho -...espero que esta comida no lleve ajo.
- ¡Bri, cariño! ¡Ya puedes salir!
Una vez estuviera fuera de su puerta, se acercaría a ella y la abrazaría. Dio gracias por su habilidad; no hubiese sido fácil para él concentrarse en pelear si hubiese tenido que estar pendiente de protegerla. Tras eso volvieron a subirse a los camellos y continuaron su recorrido hasta el anochecer, momento en que se pusieron a montar el campamento. No le costó preparar la tienda que compartía con Bri, estaba acostumbrado a viajar y a tener que recurrir a esta clase de métodos. Debido a eso, en cuanto acabó se acercó a Inosuke.
- Oye, compañero. Tu camello no tiene fuerza para cargar con el cangrejo. Te ayudaré a despiezarlo. Un cazador prepara sus trofeos.
Señaló significativamente su cabeza de jabalí. De esta manera esperaba poder distraerlo de su idea de cocinar y evitar un conflicto entre él y Kaya (y de paso, que matase a un camello del cansancio). Le ayudaría a apartar la carne y las partes que no eran interesantes del animal. Parecía que tras eso iban a pasarse comiendo cangrejo un mes o dos... ojalá Kaya fuese imaginativa cocinando, o acabarían cansados muy pronto. La parte buena es que tal vez pudieran montar un escudo o algo interesante con las placas que habían cortado a los animales. Una vez reunidos todos frente a la hoguera pudieron disfrutar de una agradable cena consistente en carne de cangrejo, frutas y unos dulces bastante ricos. Ivan se sentó al lado de Brianna y le pasó un brazo por la espalda cariñosamente.
- No es mala idea - dijo Ivan. Al fin y al cabo estaban viajando juntos - Yo tengo la zoan mitológica de vampiro. Puedo regenerarme y... - de repente su estómago se quejó y empezó a dolerle mucho -...espero que esta comida no lleve ajo.
Brianna Byrne
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En el momento en que la voz fuerte de Ivan resonó en las paredes de su dimensión se sintió más tranquila. Supo que las cosas se habían calmado y abrió la puerta para aparecer de nuevo en el lugar. Se acerco para ver si estaban todos bien — ¿estáis todos bien? — le pregunto a Ivan mientras se dedicaba a observar a todos y cada uno de los allí presentes para ver si necesitaban alguna cura. Aunque parecía que estaban todos bien y que ninguno iba a necesitar atención médica. Habían acabado con eso cangrejos y parecía que tendrían mariscada para cenar.
Aunque Ivan se negaba terminó ayudando a la hora de montar la tienda de campaña que compartiría con él. Después se sentaron todos juntos a comer para hablar un poco de sus habilidades. Era comprensible teniendo en cuenta que ahora viajarían juntos y necesitaban conocerse mejor para poder combatir mejor juntos o para entenderse los unos a los otros. Por el momento escucho lo que iban contando sus compañeros y después decidió que bueno, ella también tendría que contar para que servía.
— Bueno, me temo que belicamente hablando no puedo ser de mucha utilidad, sin embargo poseo conocimientos en varias clases de oficios y poseo la Doa Doa no mi, que me permite abrir puertas — no sabía del todo bien como explicarlo. Después de todo su fruta era bastante curiosa en algunos aspectos aunque no tanto como la de sus compañeros. Ser un vampiro era algo bastante más curioso que poder abrir una puerta. Lo más interesante y curioso de su akuma era su dimensión paralela, la verdad es que podía ser de utilidad pero por el momento no sabía hasta cuanto contar de ella. Luego miro a Ivan algo preocupada — ¿estas bien cariño? — realmente esperaba que no se encontrase realmente mal, el vampiro podía ponerse un poco quejica cuando estaba pachucho.
Aunque Ivan se negaba terminó ayudando a la hora de montar la tienda de campaña que compartiría con él. Después se sentaron todos juntos a comer para hablar un poco de sus habilidades. Era comprensible teniendo en cuenta que ahora viajarían juntos y necesitaban conocerse mejor para poder combatir mejor juntos o para entenderse los unos a los otros. Por el momento escucho lo que iban contando sus compañeros y después decidió que bueno, ella también tendría que contar para que servía.
— Bueno, me temo que belicamente hablando no puedo ser de mucha utilidad, sin embargo poseo conocimientos en varias clases de oficios y poseo la Doa Doa no mi, que me permite abrir puertas — no sabía del todo bien como explicarlo. Después de todo su fruta era bastante curiosa en algunos aspectos aunque no tanto como la de sus compañeros. Ser un vampiro era algo bastante más curioso que poder abrir una puerta. Lo más interesante y curioso de su akuma era su dimensión paralela, la verdad es que podía ser de utilidad pero por el momento no sabía hasta cuanto contar de ella. Luego miro a Ivan algo preocupada — ¿estas bien cariño? — realmente esperaba que no se encontrase realmente mal, el vampiro podía ponerse un poco quejica cuando estaba pachucho.
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Amanece temprano y el equipo se prepara para retomar el viaje. Los camellos están alimentados y han saciado su sed de agua, así que todo bien. Entre cantos, historias y lo que sea que hace una banda de piratas en medio del desierto. Siguiendo el mapa de Ivan, llegan a una zona fascinante: un accidente geológico como ningún otro, provocado por el movimiento de las placas bajo la isla que han formado un imponente cañón con muros de más de cien metros de alto. Es extraño que esté ahí y no se comente en los libros, o siquiera en la historia, ¿será que esconde algo mágico y único…?
Pueden deleitarse con el cañón de múltiples entradas, pero no es lo único que hay frente a sus ojos. Un hombre de metro ochenta, túnica dorada y máscara completamente negra alza los brazos ante ustedes. Si alguien posa su mantra en él se dará cuenta de que tiene un poder por encima de la media, aunque tampoco resultaría ser un problema para los más fuertes del equipo. Ah, y tiene alas en la espalda.
—¡Yo Horacio! ¡Ustedes caca! —comienza a hablar a todo pulmón sin bajar los brazos—. Valiente guerrero bajar del cielo para acabar con enemigos. ¡Yo ser fuerte! ¡Yo cumplir misión! ¡Yo secuestrar presa! ¡Convocar furia de dioses y traer a tierra dolor!
Luego de que el hombre presiona el botón de su collar de oro la tierra comienza a rugir y una tormenta de arena se forma rápidamente. Por más que luchen no pueden detener su avance ni pueden hacer nada para evitar que sus pies se despeguen del suelo. Son conducidos hacia el interior del enorme cañón, aunque ninguno se golpea contra las paredes, afortunadamente. Y cuando el extraño fenómeno de origen antinatural se detiene pueden darse cuenta de dos cosas importantes. La primera de ellas es que el grupo ha sido separado, y la segunda de ellas es que han secuestrado a un miembro muy importante: Franklin.
Equipo A: Katharina, Inosuke y Brianna.
Equipo B: Ivan, Selene y Kaya.
Los ojos de la bruja se iluminaron como estrellas cuando vieron a Inosuke cocinar un gran trozo de carne de cangrejo al palo. Definitivamente quería darle un bocado, y lo que estaba preparando Kaya también olía delicioso. Estaba a punto de zamparse un festín como ningún otro; de algo había servido la pelea contra esos monstruos. Uno de los platillos fue especialmente picante y tenía una fuerte nota de ajo, pero a la hechicera le fascinó y felicitó las habilidades culinarias de chica parche. Y mientras comía escuchó la pregunta que esta había conjurado. ¿Hablar sobre los poderes de cada uno…? Bueno, eso podía tornarse una conversación demasiado larga porque la lista de habilidades de Katharina era prácticamente infinita.
Sonrió como una niña cuando escuchó la respuesta del vampiro. Ya no había duda alguna: era intolerante al ajo. Si algún día debía enfrentarse a su amigo usaría una buena dosis para frenar sus movimientos. Miró en silencio a Brianna, pensando en lo útil que resultaba su habilidad. Abrir una puerta a otra dimensión y almacenar un arsenal sin igual… Después de todo sí que era útil la pelinegra.
—Yo comí la paramecia de magia y puedo hacer eso: magia —contestó, esperando que todos escuchasen sus poderes; quería engrandecer su ego—. Controlo los elementos de la naturaleza: hielo, fuego, electricidad, tierra y viento —continuó explicando, haciendo una demostración de poder y generando cada elemento en un dedo distinto—. También puedo transmutar el mundo físico y moldearlo a mi antojo. Y tengo otra habilidad que de por sí da un poco de miedo… Nigromancia, el dominio sobre la vida y la muerte. Puedo regresar a los muertos a la vida como no-muertos, esclavos condenados a obedecer mi voluntad. —Esperaba que eso no aterrase demasiado al equipo—. En fin, también soy una espadachina especializada en combates individuales.
La noche se alargó más de lo que alguna vez pensó y acabó teniendo una charla muy profunda con Brianna, cambiando su opinión de ella. Se arrepentía de haberla juzgado de esa manera. Y entonces durmió.
El viaje continuó en la mañana y pasado unas cuantas horas llegaron a un gigantesco monumento hecho de rocas y arena: un imponente cañón. Katharina frunció el ceño al ver a ese hombre alado frente a ellos, como si los hubiese estado esperando hacía mucho. Le provocaba… desconfianza. Y ni siquiera alcanzó a reaccionar cuando este comenzó a hablar sobre convocar la furia de los dioses. En un principio pensó que se refería a una estupidez religiosa, pero tuvo que tragarse sus pensamientos cuando vio la tormenta de arena que se formaba ante ellos. Sonrió con orgullo. ¿En serio atacaba a Katharina con viento y arena…? La hechicera contraatacó en un intento de formar un tornado, pero este no hizo más que incrementar la potencia de la tormenta. A pesar de luchar fervientemente por mantenerse en el suelo, sus pies acabaron despegándose y fue arrastrada por la fuerza del fenómeno.
La cabeza le dolía un montón y tenía ganas de vomitar. ¿Qué había pasado…? Rápidamente se dio cuenta de que no estaba con todo el equipo, sino que a su lado estaba Inosuke y Brianna. ¿Dónde estaba Ivan? ¿Y Kaya? Tampoco aparecía Selene. Mantuvo el control y se apresuró en buscar su DDM para comunicarse con el vampiro. Sin embargo, este no reaccionaba: habían cortado las comunicaciones. Frunció el ceño, percatándose de que no habían sido emboscados por simples bandidos. ¿Las sospechas del albino eran ciertas, después de todo? No podía descartar la posibilidad de que fueron atacados por una división del Cipher Pol, así que había que andarse con mucho cuidado. En todo caso, si no podía usar el DDM… Katharina cerró los ojos y buscó la presencia de Ivan con su mantra, encontrándola en la lejanía.
—Ivan y los demás están bien —aseguró la hechicera—, aunque no podemos comunicarnos con ellos. Estoy acostumbrada a trabajar con textos antiguos y mapas ilegibles, tengo buena memoria y recuerdo los detalles del mapa de Ivan. Debemos llegar a las ruinas antes de que esto se torne más complicado.
Confiaba en el juicio de su mano derecha, confiaba en que protegería a las dos que andaban con él. Era inútil gastar tiempo en intentar encontrarse los unos a los otros cuando la opción más sensata era continuar el camino. Se reunirían en las ruinas que estaban saliendo del cañón.
Pueden deleitarse con el cañón de múltiples entradas, pero no es lo único que hay frente a sus ojos. Un hombre de metro ochenta, túnica dorada y máscara completamente negra alza los brazos ante ustedes. Si alguien posa su mantra en él se dará cuenta de que tiene un poder por encima de la media, aunque tampoco resultaría ser un problema para los más fuertes del equipo. Ah, y tiene alas en la espalda.
—¡Yo Horacio! ¡Ustedes caca! —comienza a hablar a todo pulmón sin bajar los brazos—. Valiente guerrero bajar del cielo para acabar con enemigos. ¡Yo ser fuerte! ¡Yo cumplir misión! ¡Yo secuestrar presa! ¡Convocar furia de dioses y traer a tierra dolor!
Luego de que el hombre presiona el botón de su collar de oro la tierra comienza a rugir y una tormenta de arena se forma rápidamente. Por más que luchen no pueden detener su avance ni pueden hacer nada para evitar que sus pies se despeguen del suelo. Son conducidos hacia el interior del enorme cañón, aunque ninguno se golpea contra las paredes, afortunadamente. Y cuando el extraño fenómeno de origen antinatural se detiene pueden darse cuenta de dos cosas importantes. La primera de ellas es que el grupo ha sido separado, y la segunda de ellas es que han secuestrado a un miembro muy importante: Franklin.
Equipo A: Katharina, Inosuke y Brianna.
Equipo B: Ivan, Selene y Kaya.
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Los ojos de la bruja se iluminaron como estrellas cuando vieron a Inosuke cocinar un gran trozo de carne de cangrejo al palo. Definitivamente quería darle un bocado, y lo que estaba preparando Kaya también olía delicioso. Estaba a punto de zamparse un festín como ningún otro; de algo había servido la pelea contra esos monstruos. Uno de los platillos fue especialmente picante y tenía una fuerte nota de ajo, pero a la hechicera le fascinó y felicitó las habilidades culinarias de chica parche. Y mientras comía escuchó la pregunta que esta había conjurado. ¿Hablar sobre los poderes de cada uno…? Bueno, eso podía tornarse una conversación demasiado larga porque la lista de habilidades de Katharina era prácticamente infinita.
Sonrió como una niña cuando escuchó la respuesta del vampiro. Ya no había duda alguna: era intolerante al ajo. Si algún día debía enfrentarse a su amigo usaría una buena dosis para frenar sus movimientos. Miró en silencio a Brianna, pensando en lo útil que resultaba su habilidad. Abrir una puerta a otra dimensión y almacenar un arsenal sin igual… Después de todo sí que era útil la pelinegra.
—Yo comí la paramecia de magia y puedo hacer eso: magia —contestó, esperando que todos escuchasen sus poderes; quería engrandecer su ego—. Controlo los elementos de la naturaleza: hielo, fuego, electricidad, tierra y viento —continuó explicando, haciendo una demostración de poder y generando cada elemento en un dedo distinto—. También puedo transmutar el mundo físico y moldearlo a mi antojo. Y tengo otra habilidad que de por sí da un poco de miedo… Nigromancia, el dominio sobre la vida y la muerte. Puedo regresar a los muertos a la vida como no-muertos, esclavos condenados a obedecer mi voluntad. —Esperaba que eso no aterrase demasiado al equipo—. En fin, también soy una espadachina especializada en combates individuales.
La noche se alargó más de lo que alguna vez pensó y acabó teniendo una charla muy profunda con Brianna, cambiando su opinión de ella. Se arrepentía de haberla juzgado de esa manera. Y entonces durmió.
El viaje continuó en la mañana y pasado unas cuantas horas llegaron a un gigantesco monumento hecho de rocas y arena: un imponente cañón. Katharina frunció el ceño al ver a ese hombre alado frente a ellos, como si los hubiese estado esperando hacía mucho. Le provocaba… desconfianza. Y ni siquiera alcanzó a reaccionar cuando este comenzó a hablar sobre convocar la furia de los dioses. En un principio pensó que se refería a una estupidez religiosa, pero tuvo que tragarse sus pensamientos cuando vio la tormenta de arena que se formaba ante ellos. Sonrió con orgullo. ¿En serio atacaba a Katharina con viento y arena…? La hechicera contraatacó en un intento de formar un tornado, pero este no hizo más que incrementar la potencia de la tormenta. A pesar de luchar fervientemente por mantenerse en el suelo, sus pies acabaron despegándose y fue arrastrada por la fuerza del fenómeno.
La cabeza le dolía un montón y tenía ganas de vomitar. ¿Qué había pasado…? Rápidamente se dio cuenta de que no estaba con todo el equipo, sino que a su lado estaba Inosuke y Brianna. ¿Dónde estaba Ivan? ¿Y Kaya? Tampoco aparecía Selene. Mantuvo el control y se apresuró en buscar su DDM para comunicarse con el vampiro. Sin embargo, este no reaccionaba: habían cortado las comunicaciones. Frunció el ceño, percatándose de que no habían sido emboscados por simples bandidos. ¿Las sospechas del albino eran ciertas, después de todo? No podía descartar la posibilidad de que fueron atacados por una división del Cipher Pol, así que había que andarse con mucho cuidado. En todo caso, si no podía usar el DDM… Katharina cerró los ojos y buscó la presencia de Ivan con su mantra, encontrándola en la lejanía.
—Ivan y los demás están bien —aseguró la hechicera—, aunque no podemos comunicarnos con ellos. Estoy acostumbrada a trabajar con textos antiguos y mapas ilegibles, tengo buena memoria y recuerdo los detalles del mapa de Ivan. Debemos llegar a las ruinas antes de que esto se torne más complicado.
Confiaba en el juicio de su mano derecha, confiaba en que protegería a las dos que andaban con él. Era inútil gastar tiempo en intentar encontrarse los unos a los otros cuando la opción más sensata era continuar el camino. Se reunirían en las ruinas que estaban saliendo del cañón.
Inosuke Dru-zan
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- ¡Mmmmmmmm! ¡Esto estar bueno! - dije mientras me zampaba los deliciosos platos de Kaya, la niña amargada - Esto estar muy...¡AHHHHHHHH!
Me levanté de inmediato, entre saltos y brincos. Mi lengua y toda mi boca había empezado a arder. Era insoportable y juraría que en algún momento llegué a echar fuego por ella. No paraba de correr de un lado a otro hasta que al final cogí un puñado de tierra y arena y me lo metí en la boca. Mucho mejor, ahora ya no ardía. Así podía juntarme con el resto y participar en la conversación.
- Yo ser, cof, cof, cazador del cielo - dije mientras escupía arena y me colocaba mi máscara -. Yo saber cazar. Yo ser chamán. Yo saber artes místicas de curar. Yo ser... - dije mientras me ponía en pie con espada en mano, apuntando al cielo - Inosuke Dru-Zan, del clan del Tigre. Cazador-chamán-venturero-espachín-guerrero. Vh´ras tiuk illah.
Al día siguiente
Volvemos a iniciar la travesía. Otra vez cabalgo el caballo jorobado, con los restos de carne de la noche anterior. La carne había estado buena, así que tenía planes de seguir disfrutándola el resto de días. Solo esperaba que quedase suficiente para los Mofletudos, si no, siempre podía cazar más. El trayecto fue sencillo y monótono, como había sido hasta ahora. No hubo ninguna interrupción, hasta que un hombre enmascarado apareció enfrente nuestro.
- ¡Yo Horacio! ¡Ustedes caca! - comienza a hablar a todo pulmón sin bajar los brazos -. Valiente guerrero bajar del cielo para acabar con enemigos. ¡Yo ser fuerte! ¡Yo cumplir misión! ¡Yo secuestrar presa! ¡Convocar furia de dioses y traer a tierra dolor!
Miro a mis compañeros preguntando "¿Quién ser ese?" cuando fui interrumpido por algo que no podría llamar de otra forma que no fuera magia. Una nube de arena se arremolinó sobre nosotros, empujándonos hacia la entrada del cañón que se abría enfrente. Volamos, giramos, dimos vueltas, nos mareamos, y di gracias de no potar dentro de la máscara antes de desmayarme. Cuando me desperté faltaba la mitad del grupo y...
- ¡Mi cangrejo! - exclamé molesto - ¡Flipado que hablar como yo robar carne de yo!
Katharina dijo que el resto del grupo estaba bien, y si andaban con Ivan yo ya me quedaba tranquilo, pero no podía permitir que aquel salvaje me robara la comida. La mujer quería que siguiéramos avanzando, a lo cual no me opuse, ya que no podía hacer mucho quedándome en ese sitio, pero a lo largo del camino fui gritando:
- ¡Horacio! Grutni´gg hor kalup. ¡Vh´raskah! - maldecía en shandiano cerrado.
Le llamaba de todo en mi idioma natal por dos motivos, el primero es que no conocía lo suficiente el idioma del Mar Azul para poder expresarme como quisiera, y lo segundo es que tenía la sospecha de que era un shandiano, no todo el mundo llevaba alas y hablaba igual que yo.
Me levanté de inmediato, entre saltos y brincos. Mi lengua y toda mi boca había empezado a arder. Era insoportable y juraría que en algún momento llegué a echar fuego por ella. No paraba de correr de un lado a otro hasta que al final cogí un puñado de tierra y arena y me lo metí en la boca. Mucho mejor, ahora ya no ardía. Así podía juntarme con el resto y participar en la conversación.
- Yo ser, cof, cof, cazador del cielo - dije mientras escupía arena y me colocaba mi máscara -. Yo saber cazar. Yo ser chamán. Yo saber artes místicas de curar. Yo ser... - dije mientras me ponía en pie con espada en mano, apuntando al cielo - Inosuke Dru-Zan, del clan del Tigre. Cazador-chamán-venturero-espachín-guerrero. Vh´ras tiuk illah.
Al día siguiente
Volvemos a iniciar la travesía. Otra vez cabalgo el caballo jorobado, con los restos de carne de la noche anterior. La carne había estado buena, así que tenía planes de seguir disfrutándola el resto de días. Solo esperaba que quedase suficiente para los Mofletudos, si no, siempre podía cazar más. El trayecto fue sencillo y monótono, como había sido hasta ahora. No hubo ninguna interrupción, hasta que un hombre enmascarado apareció enfrente nuestro.
- ¡Yo Horacio! ¡Ustedes caca! - comienza a hablar a todo pulmón sin bajar los brazos -. Valiente guerrero bajar del cielo para acabar con enemigos. ¡Yo ser fuerte! ¡Yo cumplir misión! ¡Yo secuestrar presa! ¡Convocar furia de dioses y traer a tierra dolor!
Miro a mis compañeros preguntando "¿Quién ser ese?" cuando fui interrumpido por algo que no podría llamar de otra forma que no fuera magia. Una nube de arena se arremolinó sobre nosotros, empujándonos hacia la entrada del cañón que se abría enfrente. Volamos, giramos, dimos vueltas, nos mareamos, y di gracias de no potar dentro de la máscara antes de desmayarme. Cuando me desperté faltaba la mitad del grupo y...
- ¡Mi cangrejo! - exclamé molesto - ¡Flipado que hablar como yo robar carne de yo!
Katharina dijo que el resto del grupo estaba bien, y si andaban con Ivan yo ya me quedaba tranquilo, pero no podía permitir que aquel salvaje me robara la comida. La mujer quería que siguiéramos avanzando, a lo cual no me opuse, ya que no podía hacer mucho quedándome en ese sitio, pero a lo largo del camino fui gritando:
- ¡Horacio! Grutni´gg hor kalup. ¡Vh´raskah! - maldecía en shandiano cerrado.
Le llamaba de todo en mi idioma natal por dos motivos, el primero es que no conocía lo suficiente el idioma del Mar Azul para poder expresarme como quisiera, y lo segundo es que tenía la sospecha de que era un shandiano, no todo el mundo llevaba alas y hablaba igual que yo.
Brianna Byrne
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La noche fue tranquila en general, hablaron de varias cosas y después de eso tuvo una charla interesante y amena con la capitana de aquella banda. Le había costado confiarle sus recuerdos a alguien más que no fuera Ivan, pero le había contado lo suficiente como para que pudiera entenderla. Brianna no había tenido una vida fácil y aunque tampoco buscaba que le tuvieran lástima o algo parecido tampoco quería que la mirasen mal o la tuvieran como alguien de familia adinerada que normalmente era lo que parecía. Ciertamente de no haber sido por todo lo ocurrido con los piratas, hubiera sido una niña rica de papa, pero las cosas se vieron truncadas y le toco vivir otro tipo de historia.
Cuando emprendieron nuevamente el camino se vieron interrumpidos por un hombre de apariencia extraña y parecida a Inosuke. Antes de que pudieran prepararse para lo que se les venía encima se vieron envueltos en un torbellino de arena que los alejo del resto. Pudo ver a Katharina y al cazador junto a ella, el resto estaba bien según indico la capitana y al parecer el plan a seguir era continuar el camino hasta encontrarse nuevamente con el resto del escuadrón.
Confiaba en sus nuevos compañeros y también en Ivan así que no tenía más que hacer caso y continuar el camino señalado — si volvemos a encontrarnos con ese señor, prometedme que le arrancaremos las alas y haremos sopa con ellas — suspiro maldiciendo un poco la doctora mientras intentaba sacudirse la arena de la ropa y del pelo. Era bastante desagradable estar completamente llena de arena pero no le quedaba más remedio que fastidiarse y seguir adelante. Por suerte para ellos Katharina tenía buena memoria, aunque Brianna también ya que poseía memoria fotográfica. Pero por el momento no diría mucho más sobre eso. Simplemente seguirían el camino para ver si daban con el resto de sus compañeros y con lo que andaban buscando en la espesura del desierto.
Cuando emprendieron nuevamente el camino se vieron interrumpidos por un hombre de apariencia extraña y parecida a Inosuke. Antes de que pudieran prepararse para lo que se les venía encima se vieron envueltos en un torbellino de arena que los alejo del resto. Pudo ver a Katharina y al cazador junto a ella, el resto estaba bien según indico la capitana y al parecer el plan a seguir era continuar el camino hasta encontrarse nuevamente con el resto del escuadrón.
Confiaba en sus nuevos compañeros y también en Ivan así que no tenía más que hacer caso y continuar el camino señalado — si volvemos a encontrarnos con ese señor, prometedme que le arrancaremos las alas y haremos sopa con ellas — suspiro maldiciendo un poco la doctora mientras intentaba sacudirse la arena de la ropa y del pelo. Era bastante desagradable estar completamente llena de arena pero no le quedaba más remedio que fastidiarse y seguir adelante. Por suerte para ellos Katharina tenía buena memoria, aunque Brianna también ya que poseía memoria fotográfica. Pero por el momento no diría mucho más sobre eso. Simplemente seguirían el camino para ver si daban con el resto de sus compañeros y con lo que andaban buscando en la espesura del desierto.
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Creo que cuando termino de quitarme la arena hasta de debajo del parche peso cuatro kilos menos, y todo para seguir cubierta de ella. Ahora mismo mataría por una ducha. Y puede que termine haciéndolo si me encuentro otra vez con el imbécil que ha provocado esto. No sé si el tal Horacio tendrá poderes o solo será un charlatán con el viento casualmente a su favor, pero pienso saltarle los dientes. Estoy segura de que ha sido su culpa que ahora estemos perdidos a saber dónde.
-¿Dónde creéis que estamos? -pregunto a las dos únicas caras conocidas que han caído cerca de mí.
La mitad del grupo, capitana incluida, debe haber volado a saber a dónde. Y supongo que, donde sea que hayan acabado, estarán aguantando a la morsa, porque no se la ve por ninguna parte y en la mochila no está. Habrá asomado la cabeza y salido volando. En cuanto a mí... La verdad es que podría haberme quedado en el sitio. En cuanto la tormenta de arena comenzó, aumenté mi peso para que el viento no pudiese moverme, pero enseguida vi que era una mala idea. A saber cuánto duraba eso. Podía haberme tirado horas ahí metida, zarandeada por ráfagas de arena caliente. En lugar de eso, me dejé llevar y ahora comparto destino con el vampiro y su hermana.
No me siento demasiado cómoda con Ivan desde que anoche confesara lo de su siniestra naturaleza de depredador nocturno. ¿Se molestaría por lo del ajo? ¿Y si le entra hambre y solo me tiene a mí a mano? Como se acerque a mi garganta pienso partirle el cráneo. ¿Y cómo es que el sol no le molesta? Por lo que sé sobre esas cosas -y lo sé todo desde que realicé un ensayo en profundidad sobre los seres de leyenda-, debería estar desintegrándose entre dramáticos chillidos de agonía. En fin, no pienso ser yo quien se lo pregunte.
-Vaya lío. Lo mejor será que sigamos hasta la X del mapa y nos encontremos con los demás allí. ¿No tenéis poderes súper prácticos para esta situación?
Por suerte, yo sí lo tengo: mi memoria espectacular. Solo necesito un punto de referencia para saber dónde estamos situados en el mapa que vi en el submarino. Lo demás será pan comido. Siempre que no nos aparezcan más chalados que invoquen tormentas.
-¿Dónde creéis que estamos? -pregunto a las dos únicas caras conocidas que han caído cerca de mí.
La mitad del grupo, capitana incluida, debe haber volado a saber a dónde. Y supongo que, donde sea que hayan acabado, estarán aguantando a la morsa, porque no se la ve por ninguna parte y en la mochila no está. Habrá asomado la cabeza y salido volando. En cuanto a mí... La verdad es que podría haberme quedado en el sitio. En cuanto la tormenta de arena comenzó, aumenté mi peso para que el viento no pudiese moverme, pero enseguida vi que era una mala idea. A saber cuánto duraba eso. Podía haberme tirado horas ahí metida, zarandeada por ráfagas de arena caliente. En lugar de eso, me dejé llevar y ahora comparto destino con el vampiro y su hermana.
No me siento demasiado cómoda con Ivan desde que anoche confesara lo de su siniestra naturaleza de depredador nocturno. ¿Se molestaría por lo del ajo? ¿Y si le entra hambre y solo me tiene a mí a mano? Como se acerque a mi garganta pienso partirle el cráneo. ¿Y cómo es que el sol no le molesta? Por lo que sé sobre esas cosas -y lo sé todo desde que realicé un ensayo en profundidad sobre los seres de leyenda-, debería estar desintegrándose entre dramáticos chillidos de agonía. En fin, no pienso ser yo quien se lo pregunte.
-Vaya lío. Lo mejor será que sigamos hasta la X del mapa y nos encontremos con los demás allí. ¿No tenéis poderes súper prácticos para esta situación?
Por suerte, yo sí lo tengo: mi memoria espectacular. Solo necesito un punto de referencia para saber dónde estamos situados en el mapa que vi en el submarino. Lo demás será pan comido. Siempre que no nos aparezcan más chalados que invoquen tormentas.
Ivan Markov
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En el momento en que vio al salvaje alado, arqueó una ceja y fue a llevar la mano derecha a Vanator. Sin embargo al percibir su olor se dio cuenta de que no era un rival digno y se sacó en su lugar una daga. En fin, angelitos al cielo... lo devolvería al lugar del que había venido para que les dejara tranquilos y seguirían con su viaje. Pero algo salió terriblemente mal. Cuando se llevó la mano al collar del cuello, de repente el aire se comenzó a alterar. Pudo sentirlo antes de que se volviera evidente por su experiencia como navegante y experto en climas: una variación en el viento. Se intentó echar hacia Brianna para agarrarla, cuando de repente una fuerte corriente de viento lo levantó en volandas, alejándolo. Echó la mano hacia ella, desesperado:
- ¡Brianna!
Entonces la arena se levantó y le impidió seguir viendo. Trató de luchar contra la corriente. Voló y se resistió, pero el recorrido fue corto y no veía nada. Cuando se dio cuenta, estaba sobre el cañón. Selene y Kaya estaban bajo él, en el suelo. Apretó los puños y descendió hasta el fondo, posándose junto a ellas con un rostro que no auguraba nada bueno. Así que al final sí que les habían seguido... destriparía a aquel maldito skypian cuando lo volviera a ver. ¿Sería en realidad Inosuke parte del grupo enemigo? Apretó el puño furiosamente, conteniendo su rabia. Si así era... bueno, esperaba que Katharina estuviese con Brianna y pudiera protegerla y darle su merecido al tipo ese. Entonces recordó que aún tenía su den den mushi. Lo sacó, pero el caracol no lograba contactar con Kath.
- Estamos incomunicados. Lo tenían todo bien preparado - se cruzó de brazos - Y sospecho quiénes han sido. Estamos buscando un Phoneglyph, un resto del Siglo Vacío. El Gobierno Mundial castiga duramente a los que investigan ese tema, y es uno de los peores delitos leerlos. Quien nos persigue es probablemente el Cipher Pol.
Seguir sin más la X como Kaya decía no iba a servir. No había mapas de ese cañón. El mapa que había conseguir él señalaba ese lugar, pero los recorridos dentro no estaban cartografiados. Ni tampoco la posición exacta de las ruinas que buscaban. Pero tenía otra forma de intentar localizar al resto. Se adelantó un poco olfateando el aire para captarlo: el olor de las bragas de Brianna. Daba igual que los hubieran separado, ese era un olor que siempre era capaz de captar y seguir. Hizo un gesto al resto para que le siguieran y echó a andar.
- ¡Brianna!
Entonces la arena se levantó y le impidió seguir viendo. Trató de luchar contra la corriente. Voló y se resistió, pero el recorrido fue corto y no veía nada. Cuando se dio cuenta, estaba sobre el cañón. Selene y Kaya estaban bajo él, en el suelo. Apretó los puños y descendió hasta el fondo, posándose junto a ellas con un rostro que no auguraba nada bueno. Así que al final sí que les habían seguido... destriparía a aquel maldito skypian cuando lo volviera a ver. ¿Sería en realidad Inosuke parte del grupo enemigo? Apretó el puño furiosamente, conteniendo su rabia. Si así era... bueno, esperaba que Katharina estuviese con Brianna y pudiera protegerla y darle su merecido al tipo ese. Entonces recordó que aún tenía su den den mushi. Lo sacó, pero el caracol no lograba contactar con Kath.
- Estamos incomunicados. Lo tenían todo bien preparado - se cruzó de brazos - Y sospecho quiénes han sido. Estamos buscando un Phoneglyph, un resto del Siglo Vacío. El Gobierno Mundial castiga duramente a los que investigan ese tema, y es uno de los peores delitos leerlos. Quien nos persigue es probablemente el Cipher Pol.
Seguir sin más la X como Kaya decía no iba a servir. No había mapas de ese cañón. El mapa que había conseguir él señalaba ese lugar, pero los recorridos dentro no estaban cartografiados. Ni tampoco la posición exacta de las ruinas que buscaban. Pero tenía otra forma de intentar localizar al resto. Se adelantó un poco olfateando el aire para captarlo: el olor de las bragas de Brianna. Daba igual que los hubieran separado, ese era un olor que siempre era capaz de captar y seguir. Hizo un gesto al resto para que le siguieran y echó a andar.
Katharina von Steinhell
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- Equipo A:
- Avanzan por el ancho callejón de altos muros de piedra cuando ven al mismo hombre de antes, ese tal Horacio. Pero esta vez no lleva ninguna máscara. Es un papucho, su rostro parece tallado por los mismos ángeles. Grandes ojos azules y mirada penetrante. Tampoco lleva la túnica de antes, sino un traje de combate compuesto por un chaleco vaya a saber uno de qué está hecho. Y en cada mano empuña un machete. A su lado, se encuentra Franklin.
También hay un hombre de metro ochenta, mirada perezosa y barba incipiente. ¿Lo recordarás de algún lado, Inosuke? Quizás sea buena idea que te registres la vestimenta: puede que encuentres algo interesante. Como un pequeño caracol-micrófono que ha filtrado toda la conversación que han tenido durante el viaje, incluso la posición. Ellos lo saben todo, y es porque a Kayadako se le ha ocurrido preguntar por los poderes de la banda.
—Eres un idiota, Horacio… ¡Dije secuestrar a muchachita, no a… muchachota! —habla entonces el hombre, golpeándose la cara—. Ruego disculpen a mi subordinado, es nuevo en la división y aún no se maneja muy bien en el mar azul. Soy John, seguramente me recordarás de algún lado, ¿no, Katharina? Veo que has cambiado un montón. —En una fracción de segundos empuña un arco dorado y brillante. No lleva carcaj ni nada; el arma ni siquiera tiene una cuerda—. Bueno, es mi trabajo apresar a los malhechores. No es nada personal, ya sabes, estás contra el sistema y todo lo que una adolescente rebelde hace… Debiste haberte quedado en la Marina, jovencita. Si lo hubieras hecho no tendría que arrastrarte hasta Impel Down.
—¡Mujer fuerte! ¡Muchachota robusta! —contesta Horacio, señalando a Franklin. ¿Es probable que haya confundido a Brianna con una morsa…? Entonces, cuando escucha las palabras de Inosuke, sonríe de oreja a oreja—. Vond’ker drhul, Shandian. ¡Grwa hor mundek!
Sin esperar orden de su superior, Horacio carga hacia Inosuke con la intención de detenerse a un metro de él y ejecutar un tajo cruzado con ambos machetes. Mientras, el viejo John enciende un cigarrillo y de un salto sube a una enorme columna de quince metros.
—Lo siento, señorita, pero a ti te necesitamos viva —dice justo antes de apuntar a Brianna y disparar una red de metal, como si estuviera cazándola—. Órdenes son órdenes.
- Equipo B:
- El agradable aroma de las bragas de Brianna nunca falla. Y da igual que haya sudado todo el día, siempre huelen bien, ¿no, Ivan? Avanzan por el único camino disponible cuando son interceptados por un equipo que los ha estado esperando desde hace un buen rato. Hay un hombre grande de casi tres metros y medio, bastante gordo y con aires de misterio; cabello negro y mirada perdida. Lleva un traje de lo más elegante, y un sombrero también. A su lado, hay una pequeña jovencita de 1’52, largos cabellos blancos y ojos violáceos. Lleva una túnica negra y no aparenta llevar arma alguna, aunque las apariencias engañan. Ivan, si usas tu olfato sobre ella te darás cuenta de una cosa curiosa: lleva el mismo olor que la mujer del restaurante.
—¡Buenas, piratas! —saluda la muchacha—. Se me ha dicho que es de buena educación presentarse ante los demás, así que aquí voy. Soy Camille Spartano, mucho gusto. —La chica hace una pequeña reverencia—. Créanme que esto no es nada personal, pero el trabajo es trabajo. Tú debes ser Ivan Markov. Tú Kayadako Neus. Y tú Selene Markov. Zoan mitológica de vampiro, ¡qué problemático! Y tú tienes una paramecia que aumenta tu peso, ¿verdad? Ahora… ¿Qué habilidad tienes tú, Selene? ¡Bueno, no importa! Todos me acompañarán de paseo a Impel Down, ¿verdad, Krouge?
El hombre que le acompaña solo hace un gruñido tétrico, y se queda ahí quieto. Con un movimiento prácticamente imperceptible, Camille lanza diez cuchillos a Ivan. Todos se dirigen al torso. Por casualidad, si alguno llega a darte descubrirás dolorosamente que se trata de tu némesis: plata. Esta chica, quién sea que es, ha hecho una gran investigación.
—¡Vamos, Krouge! ¡Es hora de trabajar!
El semigigante empieza a caminar directamente hacia Kaya, y por cada paso que da su cuerpo rebota como gelatina. Cuando está cerca del grupo sonríe y una nube de vapor escapa de su boca. Vaya cerdo. Deja caer su puño sobre la niña del parche. Es muy lento, Kaya, pero algo te dice que, si te da, apenas podrás levantarte para recibir otro.
No esperaba encontrar una vieja cara conocida en pleno desierto, menos después de tanto tiempo. ¿Habían pasado unos… cuatro años? Como mínimo. Y en ese momento aún pertenecía a la Marina. Sonrió al recordar el pasado. Si no hubiese sido por ese hombre ahora estaría muerta, y vaya cómo cambiaban las cosas. Si bien nunca le había visto pelear, sabía que era fuerte: pudo encarar a un maldito dragón. El viejo John, quien se hizo pasar por cazador. Era acompañado por un habitante del cielo que brillaba por su idiotez; incluso parecía tener problemas con Inosuke.
—Ha pasado un buen tiempo, viejo. Y no te preocupes: no tendrás que llevarme a ningún lado —aseguró la espadachina, desenvainando a Fushigiri—. Tengo pensado encontrar el maldito Poneglyph que está en Arabasta y regresaré por donde vine. Te recomiendo que nos dejes pasar, sería una decisión sensata de tu parte.
El primero en atacar fue Horacio, cargando directamente a por su compañero de tierra. Dejaría que Inosuke se encargase de él; ahora mismo debía cuidar de Brianna. Por alguna razón, el Cipher Pol la quería más que al resto de los piratas. Canalizó energía mágica y una pica de roca se interpuso entre la red y la señorita de cabellos negros. ¿En serio iba a usar trucos tan insignificantes? Casi parecía una ofensa… Katharina von Steinhell estaba a nada de convertirse en la chica más problemática de todos los mares. Era cuestión de tiempo para que acabase ocupando el trono vacío de Emperatriz del Nuevo Mundo. Si el viejo John intentaba apresarle, mínimo que fuese con todo lo que tenía.
—Más vale que te esfuerces, viejo.
Volvió a canalizar energía mágica y usó el poder de las runas de muerte para convocar dos zombis al lado de Brianna. Cada uno de estos tenía el poder suficiente para darle problemas a todos los miembros de su grupo, salvo a Ivan. Les comunicó telepáticamente que cuidasen de la señorita del vampiro. Imbuyó de haki a Fushigiri y esta comenzó a desprender llamas azules con chispas escarlatas. Bastaba el más mínimo corte para congelar prácticamente cualquier cosa. Usó los Pasos Veloces para aparecer frente a su oponente y ejecutó un veloz tajo descendente.
Inosuke Dru-zan
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Vale, sí. Sospecha confirmada, Horacio era un habitante del cielo. Ahora bien, ¿qué podía hacer yo cuando ese desgraciado malnacido robacangrejos me atacó? Pues defenderme. Sí, había más cosas de las que preocuparme, como que aquellos hombres tenían a un animalito muy mono de rehén o encontrar al resto del grupo, pero no todos los días podías intercambiar golpes con un compatriota de las islas del cielo en el Mar Azul.
Entonces, justo antes de que su ataque cayera sobre mí, levanté mis espadas y pude detener el golpe descendente al cruzarlas entre sí. Maldición, me había pillado desprevenido y me defendí por poco. Y para colmo, el desgraciado estaba sonriendo. ¿Estaría alegre y feliz tras haberse comido mi cangrejo? Porque la comida que me habían robado no la veía por ninguna parte. Si era así, le haría escupir todos y cada uno de los pedazos de carne que se hubiera tragado.
Tras el choque de armas, pude alejarme a una distancia prudente con un par de saltos hacia atrás. Intentaba analizar rápidamente mis opciones. No sabía mucho sobre ese hombre salvo que venía de una isla del cielo. Ahora que lo pensaba, en la isla del cielo la gente no pelea con espadas. ¿Donde habría aprendido ese estilo de combate? Eso me causaba curiosidad, pero tampoco podía desconcentrarme mucho. Respiré hondo, expulsé el aire, y me lancé al ataque sin pensarlo dos veces. Mantener la ofensiva, esa era la mejor forma de hacer frente a un adversario. Estar en constante movimiento e impedirle realizar cualquier clase de ataque.
- ¡Colmillos del Dientes de Sable!
Grité el nombre de mi técnica y realicé mi primer ataque, que consistió en arremeter contra Horacio con un salto mientras sujetaba mis espadas bocabajo cruzando mis brazos para realizar dos cortes inclinados, largos y profundos, sobre su pecho, aterrizando detrás suyo y acabando con una patada lateral a su costado mientras aún me daba la espalda.
Entonces, justo antes de que su ataque cayera sobre mí, levanté mis espadas y pude detener el golpe descendente al cruzarlas entre sí. Maldición, me había pillado desprevenido y me defendí por poco. Y para colmo, el desgraciado estaba sonriendo. ¿Estaría alegre y feliz tras haberse comido mi cangrejo? Porque la comida que me habían robado no la veía por ninguna parte. Si era así, le haría escupir todos y cada uno de los pedazos de carne que se hubiera tragado.
Tras el choque de armas, pude alejarme a una distancia prudente con un par de saltos hacia atrás. Intentaba analizar rápidamente mis opciones. No sabía mucho sobre ese hombre salvo que venía de una isla del cielo. Ahora que lo pensaba, en la isla del cielo la gente no pelea con espadas. ¿Donde habría aprendido ese estilo de combate? Eso me causaba curiosidad, pero tampoco podía desconcentrarme mucho. Respiré hondo, expulsé el aire, y me lancé al ataque sin pensarlo dos veces. Mantener la ofensiva, esa era la mejor forma de hacer frente a un adversario. Estar en constante movimiento e impedirle realizar cualquier clase de ataque.
- ¡Colmillos del Dientes de Sable!
Grité el nombre de mi técnica y realicé mi primer ataque, que consistió en arremeter contra Horacio con un salto mientras sujetaba mis espadas bocabajo cruzando mis brazos para realizar dos cortes inclinados, largos y profundos, sobre su pecho, aterrizando detrás suyo y acabando con una patada lateral a su costado mientras aún me daba la espalda.
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A parte de vampiro, sabueso. Ivan nos guía usando su olfato como vara de zahorí en busca de ¿qué? ¿Qué rastro está siguiendo? ¿El intenso olor a grasa húmeda de Franklin? ¿El sudor de Inosuke? ¿El perfume de vieja que usa Kath? Solo espero que sea bueno en esto y que esté bien de la cabeza, porque no quiero andar dando vueltas por aquí durante horas siguiendo el aroma de las cagarrutas de alguna cabra.
El camino se me antoja monótono y largo. Quizás es por el calor o porque a los camellos se los ha debido de llevar el diablo y ahora vamos andando, pero es como si el cañón en el que hemos caído no terminase jamás. La roca, caliente como las paredes de un horno, encierra el aire turbio y asfixiante aquí con nosotros, en esta especie de sauna natural. La arena que se cuela en mis zapatos arde casi tanto como el mal presentimiento que acompañan a las palabras de Ivan. No pretendía ser objetivo de las fuerzas del Gobierno cuando me apunté a este viaje, y menos aún sin la bruja súper poderosa cerca.
Por ese motivo estoy un poco tensa cuando nos encontramos a los dos desconocidos plantados en el camino.
La chica saluda con naturalidad, todo alegría y educación, mientras que el gorila guarda un elocuente silencio. Es bastante evidente lo que quieren, pues no en vano hay solo un camino aquí. Los hemos visto ahí plantados como dos espantapájaros desde bastante lejos, y si no nos hemos desviado ha sido porque... bueno, porque solo hay un camino. Lo que me lleva a preguntarme algo.
-Oye, Ivan... ¿Por qué puñetas hemos venido andando hasta esta trampa tan estúpidamente obvia si tú puedes volar? -le espeto. Puto vampiro vago.
Quiero decir, si llevan ya un rato aquí parados esperando a que lleguemos es que no se esfuerzan mucho en disimular, ¿no? O eso o son excursionistas perdidos. No, esa idea se ha ido al traste en cuando la chica ha empezado a hablar. Las cosas como son: como trampa, es una puta chapuza, lo que demuestra que somos idiotas por haber caído en ella. Es culpa de este clima horrendo. No me deja pensar. Mi cerebro es como una gelatina babosa con menos rendimiento que el colon de los zombies del submarino.
-Genial, ahora hay que escapar de dos matones súper entrenados que encima conocen nuestros poderes y saben mi nombre completo. Ni siquiera a Katharina le he dicho mi apellido. ¿Cómo saben eso? -No puedo evitarlo; cuando estoy nerviosa, hablo-. Muy listos, sí, somos jodidamente listos. ¿Va este tío a morderles el cuello o algo así? ¡Lo saben todo! Seguro que han traído hasta ajo.
Mientras murmuro me muerdo las uñas, pensando en la mejor forma de escaquearme de este marrón. Porque, evidentemente, pelear contra dos miembros del Gobierno, la Marina o a saber qué organización que han venido tan claramente preparados y que tienen toda la intención de encerrarnos es una absoluta estupidez... Y entonces pasan al ataque y ya no nos queda otra opción que meternos de lleno en la pelea. Pues que así sea. Los Neus somos expertos en hacer estupideces.
Doy un salto lateral y ruedo por el suelo para poner distancia de por medio cuando el gigantón barrigudo intenta aplastarme como a una hormiga. Me levanto como un resorte y me planteo cómo quedará mi cara si ese enorme puño choca contra ella. No, no, no hay que pensar en esas cosas. En vez de eso ¿cómo me cargo a este tipo? Si está al tanto de mi habilidad, habrá pensado cómo contrarrestarla. Por una fracción de segundo miro hacia abajo, lamentando no haberme puesto las botas voladoras. En fin, habrá que pasar sin ellas.
Echo a correr hacia él. Cuando ya he recortado casi toda la distancia que nos separa, me escoro hacia la derecha con una rápida finta y salto para poder alcanzar su rostro. Mi puño parece ridículo en comparación con la cara de este mastodonte. Sin embargo, no llego a darle. En vez de eso, convierto el movimiento en un amago, una simple distracción. Aumento mi peso durante un segundo y desciendo al nivel del suelo con tanta rapidez como brusquedad. A mis rodillas no les sienta muy bien, pero eso es un problema para luego. Antes siquiera de poder quejarme descargo un izquierdazo a la rodilla del grandullón, un punto débil natural de todo gordo.
Solo espero que no me caiga encima.
El camino se me antoja monótono y largo. Quizás es por el calor o porque a los camellos se los ha debido de llevar el diablo y ahora vamos andando, pero es como si el cañón en el que hemos caído no terminase jamás. La roca, caliente como las paredes de un horno, encierra el aire turbio y asfixiante aquí con nosotros, en esta especie de sauna natural. La arena que se cuela en mis zapatos arde casi tanto como el mal presentimiento que acompañan a las palabras de Ivan. No pretendía ser objetivo de las fuerzas del Gobierno cuando me apunté a este viaje, y menos aún sin la bruja súper poderosa cerca.
Por ese motivo estoy un poco tensa cuando nos encontramos a los dos desconocidos plantados en el camino.
La chica saluda con naturalidad, todo alegría y educación, mientras que el gorila guarda un elocuente silencio. Es bastante evidente lo que quieren, pues no en vano hay solo un camino aquí. Los hemos visto ahí plantados como dos espantapájaros desde bastante lejos, y si no nos hemos desviado ha sido porque... bueno, porque solo hay un camino. Lo que me lleva a preguntarme algo.
-Oye, Ivan... ¿Por qué puñetas hemos venido andando hasta esta trampa tan estúpidamente obvia si tú puedes volar? -le espeto. Puto vampiro vago.
Quiero decir, si llevan ya un rato aquí parados esperando a que lleguemos es que no se esfuerzan mucho en disimular, ¿no? O eso o son excursionistas perdidos. No, esa idea se ha ido al traste en cuando la chica ha empezado a hablar. Las cosas como son: como trampa, es una puta chapuza, lo que demuestra que somos idiotas por haber caído en ella. Es culpa de este clima horrendo. No me deja pensar. Mi cerebro es como una gelatina babosa con menos rendimiento que el colon de los zombies del submarino.
-Genial, ahora hay que escapar de dos matones súper entrenados que encima conocen nuestros poderes y saben mi nombre completo. Ni siquiera a Katharina le he dicho mi apellido. ¿Cómo saben eso? -No puedo evitarlo; cuando estoy nerviosa, hablo-. Muy listos, sí, somos jodidamente listos. ¿Va este tío a morderles el cuello o algo así? ¡Lo saben todo! Seguro que han traído hasta ajo.
Mientras murmuro me muerdo las uñas, pensando en la mejor forma de escaquearme de este marrón. Porque, evidentemente, pelear contra dos miembros del Gobierno, la Marina o a saber qué organización que han venido tan claramente preparados y que tienen toda la intención de encerrarnos es una absoluta estupidez... Y entonces pasan al ataque y ya no nos queda otra opción que meternos de lleno en la pelea. Pues que así sea. Los Neus somos expertos en hacer estupideces.
Doy un salto lateral y ruedo por el suelo para poner distancia de por medio cuando el gigantón barrigudo intenta aplastarme como a una hormiga. Me levanto como un resorte y me planteo cómo quedará mi cara si ese enorme puño choca contra ella. No, no, no hay que pensar en esas cosas. En vez de eso ¿cómo me cargo a este tipo? Si está al tanto de mi habilidad, habrá pensado cómo contrarrestarla. Por una fracción de segundo miro hacia abajo, lamentando no haberme puesto las botas voladoras. En fin, habrá que pasar sin ellas.
Echo a correr hacia él. Cuando ya he recortado casi toda la distancia que nos separa, me escoro hacia la derecha con una rápida finta y salto para poder alcanzar su rostro. Mi puño parece ridículo en comparación con la cara de este mastodonte. Sin embargo, no llego a darle. En vez de eso, convierto el movimiento en un amago, una simple distracción. Aumento mi peso durante un segundo y desciendo al nivel del suelo con tanta rapidez como brusquedad. A mis rodillas no les sienta muy bien, pero eso es un problema para luego. Antes siquiera de poder quejarme descargo un izquierdazo a la rodilla del grandullón, un punto débil natural de todo gordo.
Solo espero que no me caiga encima.
Ivan Markov
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Suspiró suavemente. Por supuesto que les cortaban el paso. No eran marines, y la chica había mencionado Impel Down. Cazarrecompensas o agentes del Cipher Pol, y se apostaría diez millones a que eran más bien lo segundo. Para colmo parecía que Kaya era incapaz de mantener la boca cerrada y se le había dado por decidir decir chorradas. ¿Ahora cuestionaba sus decisiones? Niñata estúpida...
- No os he llevado volando porque no puedo moverme tan ágilmente mientras cargo con dos personas. Era evidente que era una trampa, y llevándoos a las dos solo hubiese hecho lo que querían. Están bien informados - con un gesto demasiado veloz para el ojo humano sacó una daga oculta en su manga - Prometí a Katharina que cuidaría de todos. Tengo más posibilidades de sacarnos a todos vivos de esta manera.
Camille era rápida, tanto que otra persona no hubiese visto venir el ataque, pero Ivan no era alguien cualquiera. Vio como en menos de un segundo extraía y lanzaba diez dagas hacia él. Fue a moverse a un lado para evitarlas, cuando vio que se dispersaban ligeramente en medio del vuelo. ¿Con efecto? Maldita renacuaja... Con una serie de diestros movimientos desvió con su daga tres de ellas, pero una cuarta pasó a su lado y le trazó un corte en el costado. Corte que fue más doloroso de lo que debía haber sido. La herida le quemaba como si fuese fuego.
- Plata... - murmuró - Está bien. Veo que has hecho tus deberes. Te consideraré una amenaza real y actuaré en consecuencia.
Mientras hablaba, una niebla negra comenzó a brotar de su cuerpo, y sus ojos pasaron del dorado al rojo. No estaba para bromas ni para contenerse. Brianna estaba fuera de su vista y probablemente en peligro. Dos alas coriáceas surgieron a su espalda, sus uñas se transformaron en garras y su boca se llenó de afilados colmillos. Era hora de darle a probar el verdadero poder de un vampiro. ¿Venía preparada para él? Verían pronto si realmente se había preparado. Clavó sus ojos en los de ella y dijo:
- Hora de morir.
Sus palabras fueron acompañadas de un ataque mental. Le haría sentir su sed de sangre, y verle aparecer tras ella a una velocidad de vértigo para clavarle la daga por la espalda con tanta fuerza que le atravesó el pecho. Y mientras tanto, se lanzó a toda la velocidad que pudo contra ella, concentrando su endurecimiento en la daga con intención de decapitarla de un único corte. Su dominio de las armas cortantes y su fuerza era más que suficiente para cortar un cuello aún con un acero tan pequeño. Eso no sería un problema.
- No os he llevado volando porque no puedo moverme tan ágilmente mientras cargo con dos personas. Era evidente que era una trampa, y llevándoos a las dos solo hubiese hecho lo que querían. Están bien informados - con un gesto demasiado veloz para el ojo humano sacó una daga oculta en su manga - Prometí a Katharina que cuidaría de todos. Tengo más posibilidades de sacarnos a todos vivos de esta manera.
Camille era rápida, tanto que otra persona no hubiese visto venir el ataque, pero Ivan no era alguien cualquiera. Vio como en menos de un segundo extraía y lanzaba diez dagas hacia él. Fue a moverse a un lado para evitarlas, cuando vio que se dispersaban ligeramente en medio del vuelo. ¿Con efecto? Maldita renacuaja... Con una serie de diestros movimientos desvió con su daga tres de ellas, pero una cuarta pasó a su lado y le trazó un corte en el costado. Corte que fue más doloroso de lo que debía haber sido. La herida le quemaba como si fuese fuego.
- Plata... - murmuró - Está bien. Veo que has hecho tus deberes. Te consideraré una amenaza real y actuaré en consecuencia.
Mientras hablaba, una niebla negra comenzó a brotar de su cuerpo, y sus ojos pasaron del dorado al rojo. No estaba para bromas ni para contenerse. Brianna estaba fuera de su vista y probablemente en peligro. Dos alas coriáceas surgieron a su espalda, sus uñas se transformaron en garras y su boca se llenó de afilados colmillos. Era hora de darle a probar el verdadero poder de un vampiro. ¿Venía preparada para él? Verían pronto si realmente se había preparado. Clavó sus ojos en los de ella y dijo:
- Hora de morir.
Sus palabras fueron acompañadas de un ataque mental. Le haría sentir su sed de sangre, y verle aparecer tras ella a una velocidad de vértigo para clavarle la daga por la espalda con tanta fuerza que le atravesó el pecho. Y mientras tanto, se lanzó a toda la velocidad que pudo contra ella, concentrando su endurecimiento en la daga con intención de decapitarla de un único corte. Su dominio de las armas cortantes y su fuerza era más que suficiente para cortar un cuello aún con un acero tan pequeño. Eso no sería un problema.
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- Equipo A:
- Tus espadas chocan violentamente con las de Horacio, mi buen niño Inosuke. Forcejeas durante un momento, pero acabas propinándole una buena patada en el costado que, de no ser por el chaleco de combate que lleva puesto, seguro habría ocasionado más daño. Tu oponente suelta cien maldiciones en tu idioma natal y luego te mira con furia, aunque también sonríe complaciente, como si estuviera feliz por encontrar a un rival digno de sus habilidades. Aguantando el dolor, Horacio se aleja y parece estudiarte con la mirada. Entonces, vuelve a cargar. El habitante del cielo corre en zigzag hacia ti y se detiene a dos metros, inclinando su cuerpo para ejecutar un tajo horizontal con su espada derecha. Sin embargo, en el último momento gira sobre su tobillo hacia el lado contrario con la intención de darte con la otra espada.
Mientras los feroces espadachines pelean, John está ocupado con Katharina. Reaccionó rápidamente gracias a sus agudos reflejos ante la acometida de la bruja, posicionándose en un lugar todavía más alto.
—Así que no me dejarás pasar, ¿verdad? Bueno, supongo que deberé hacer el trabajo completo…
Su arco brilla como un verdadero sol y luego de unos segundos el arquero lanza una lluvia de flechas doradas y brillantes, cada una incluso más rápida que una bala. Si es que llegan a golpear, no ocasionarán dolor alguno, sino que se transformarán en una red de captura prácticamente irrompible.
- Equipo B:
- El bueno de Krouge reacciona lenta y torpemente a la astuta finta de Kaya. Y no pasa demasiado tiempo para que tu puño se encuentre con la rodilla del gordo, el punto débil de cualquier obeso que bastaría para hacerle caer. Sin embargo, cuando te das cuenta… Bueno, evidentemente tu oponente grita de dolor y retrocede asustado, pero tampoco es que la hayas hecho demasiado daño. Su cuerpo parece haber amortiguado el impacto, comportándose de manera gelatinosa.
El agente del Cipher Pol te mira con el ceño fruncido y expele vapor de agua por los orificios de la nariz, como si fuera un verdadero toro. Entonces, empieza a cargar con una velocidad digna de un maratón para discapacitados. Pero eso no es lo preocupante, sino que cuando está a una distancia lo suficientemente cerca de ti usa su propio brazo izquierdo como un verdadero látigo. Es bastante más rápido que el resto de sus movimientos y guarda una fuerza monstruosa, además de un alcance alarmante.
Por otra parte, Camille continúa sonriendo divertidamente.
—Debes tener más cuidado para la próxima, vampirín-chan —comenta con la mirada puesta en ti, Ivan. Sin embargo, su expresión cambia de un momento a otro cuando te ve envuelto en un aura oscuro y con feas alas en la espalda.
Reacciona ante tu movimiento, echándose hacia delante para evitar el supuesto ataque que no es más que una ilusión. Pero su agudo mantra, incluso más perceptivo que el tuyo, le muestra tus verdaderas intenciones. Usa una de sus técnicas más poderosas para sobrevivir a tu violenta embestida, formando tres ilusiones de sí misma. Tu afilada y peligrosa daga decapita a uno de los clones, y la imagen se distorsiona al momento. Camille ha aprovechado su propio movimiento para desaparecer de tu rango de visión y posicionarse en tu espalda. Empuña rápidamente dos dagas imbuidas en haki de armadura y ejecuta cinco veloces puñaladas, todas a la altura del corazón. Por si te lo estás preguntando, sus armas son de plata.
—Creo que me estoy arrepintiendo de pelear contigo… ¿Eso de las alas es un truco nuevo? Porque no está en mis apuntes, Ivanichi.
Te das cuenta de que estás peleando contra una chica lista, ágil y sigilosa, lo suficiente para poder ubicarse en tu espalda. Sin embargo, ¿puede ser capaz de escapar a tu olfato?
Chasqueó la lengua cuando su oponente esquivó casi sin esfuerzo su potente ataque, y enseguida su mantra le alertó de su siguiente movimiento. Volteó la mirada para buscar a Brianna y usó un rápido movimiento instantáneo para protegerle de lo que fuese que quisiera hacer John. Conocía a ese hombre y sabía lo peligroso que podía llegar a ser. Incluso no tuvo ninguna dificultad en colocar un micrófono en el cuerpo de Inosuke para espiar todo lo que hablaban. Por ello eran conscientes tanto de sus planes como de sus habilidades, aunque en el caso de Katharina tampoco era un gran misterio. Prácticamente todo el mundo sabía que la bruja poseía habilidades mágicas imposibles de categorizar. Dominaba los cinco elementos de la naturaleza y tenía control sobre la vida y la muerte, incluso podía reconfigurar el mundo físico a su voluntad. Podía pasarse toda una semana hablando de lo que podía hacer, ¿eh? Sería una lástima que perdiera sus poderes, pero era imposible: la única forma era muriendo.
Cuando las esquirlas de luz dorada emergieron del arma de su oponente, la hechicera levantó un gigantesco muro de roca que dividió el cañón en dos flancos. La muralla de piedra fue golpeada con tal violencia que acabó cediendo ante la fuerza de las flechas, pero la espadachina estaba preparada. Blandió a Fushigiri con una maestría impresionante, desviando cada uno de los proyectiles y alejándolos de Brianna.
—Sugiero que pongas toda tu atención en mí, de lo contrario, acabarás muriendo antes de que te des cuenta.
Canalizó energía mágica y manipuló de tal manera la tierra que decenas de afiladas púas nacieron de las paredes del cañón en busca del cuerpo del agente, en un intento de hacerle perder su privilegiada posición. La bruja quería que peleasen en el suelo donde se sentía más cómoda. En caso de que John buscase más altura, crearía estalagmitas allá donde intentase tocar. Guiaría sus movimientos a la ubicación que ella quería y, una vez logrado, correría a máxima velocidad para propinarle una poderosa patada en la boca del estómago imbuida en haki de armadura.
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Vaya, sí que está gordo... Es evidente que le he hecho daño, porque el tipo se ha quejado y todo, pero en vez de pegarle a alguien normal es como si le hubiese atizado a una cama de agua. ¿Será por su peso? Tal vez simplemente han sido imaginaciones mías. No, eso es absurdo. La gente tonta se imagina cosas; yo, no. Hay algo raro en este grandullón. Solo espero que ese misterio no me estalle en la cara.
El trajeado retrocede y bufa por la nariz. Debe estar enfadado. Normal, yo también estaría enfadada. Qué diablos, yo estoy enfadada. Lo que iba a ser una inofensiva aventura para encontrar un tesoro se ha convertido en una batalla contra asesinos gubernamentales que quieren nuestras cabezas. Vale, no puedo afirmar con total seguridad que sean eso, pero si no lo son, lo parecen. Ya les preguntaré luego, cuando le haya dado un paliza a mi compañero de baile.
Como si fuese un rinoceronte encolerizado, carga de frente contra mí. Es bastante rápido para el tamaño que tiene, y está claro que si llega a embestirme me hará daño. Sería como si un caballo pisotease a un erizo. Tal vez pueda pasar por encima de él de un salto y darle desde arriba. No, mejor probar otra cosa. Podría atraparme con esas enormes manazas de gorila y hacerme trizas. Me decido a intentarlo por abajo. Yo también avanzo hacia él y me agacho para pasar entre sus piernas, pero la sacudida de ese enorme látigo imposiblemente elástico que tiene por brazo me pilla por sorpresa. No debería poder moverse de ese modo antinatural, ni tampoco tenerme aún al alcance.
Levanto los brazos para protegerme la cara. Eso es lo único a lo que me da tiempo antes de que me golpee con la fuerza de un buey. Sé que me ha lanzado por los aires. No lo veo, porque el mundo entero gira descontrolado en una caótica masa de colores y texturas, pero lo notó. Reboto varias veces antes de detenerme llena de polvo y magulladuras, con los brazos doloridos, sabor a sangre en la boca y un intenso pitido en el oído.
-La madre que...
Me levanto tras comprobar que todos mis huesos siguen en su sitio. A duras penas, creo. Me extraña seguir teniendo cabeza después de ese tortazo. Empiezo a sospechar que esto ha sido una mala idea. Escupo al suelo, más sangre que saliva y me obligo a centrar la mirada en el grandullón. A ver cómo me lo cargo...
Decido copiar su forma de atacar. Ahora soy yo la que carga contra él, solo que no debe ser tan impresionante como al contrario. Esta vez estoy preparada, alerta ante cualquier movimiento antinatural; ya no puedo fiarme de que el cuerpo de este tipo se comporte como el de alguien predecible. Ahora sí que pasaré bajo sus piernas. Me deslizaré por el suelo antes de que pueda atraparme o golpearme y entonces solo tendré que ponerme en pie de un salto y saltar sobre él para agarrarle del cuello y aumentar el peso de mis brazos para hacerlo caer hacia atrás. A ver lo temible que puede ser con la nuca incrustada en tierra.
El trajeado retrocede y bufa por la nariz. Debe estar enfadado. Normal, yo también estaría enfadada. Qué diablos, yo estoy enfadada. Lo que iba a ser una inofensiva aventura para encontrar un tesoro se ha convertido en una batalla contra asesinos gubernamentales que quieren nuestras cabezas. Vale, no puedo afirmar con total seguridad que sean eso, pero si no lo son, lo parecen. Ya les preguntaré luego, cuando le haya dado un paliza a mi compañero de baile.
Como si fuese un rinoceronte encolerizado, carga de frente contra mí. Es bastante rápido para el tamaño que tiene, y está claro que si llega a embestirme me hará daño. Sería como si un caballo pisotease a un erizo. Tal vez pueda pasar por encima de él de un salto y darle desde arriba. No, mejor probar otra cosa. Podría atraparme con esas enormes manazas de gorila y hacerme trizas. Me decido a intentarlo por abajo. Yo también avanzo hacia él y me agacho para pasar entre sus piernas, pero la sacudida de ese enorme látigo imposiblemente elástico que tiene por brazo me pilla por sorpresa. No debería poder moverse de ese modo antinatural, ni tampoco tenerme aún al alcance.
Levanto los brazos para protegerme la cara. Eso es lo único a lo que me da tiempo antes de que me golpee con la fuerza de un buey. Sé que me ha lanzado por los aires. No lo veo, porque el mundo entero gira descontrolado en una caótica masa de colores y texturas, pero lo notó. Reboto varias veces antes de detenerme llena de polvo y magulladuras, con los brazos doloridos, sabor a sangre en la boca y un intenso pitido en el oído.
-La madre que...
Me levanto tras comprobar que todos mis huesos siguen en su sitio. A duras penas, creo. Me extraña seguir teniendo cabeza después de ese tortazo. Empiezo a sospechar que esto ha sido una mala idea. Escupo al suelo, más sangre que saliva y me obligo a centrar la mirada en el grandullón. A ver cómo me lo cargo...
Decido copiar su forma de atacar. Ahora soy yo la que carga contra él, solo que no debe ser tan impresionante como al contrario. Esta vez estoy preparada, alerta ante cualquier movimiento antinatural; ya no puedo fiarme de que el cuerpo de este tipo se comporte como el de alguien predecible. Ahora sí que pasaré bajo sus piernas. Me deslizaré por el suelo antes de que pueda atraparme o golpearme y entonces solo tendré que ponerme en pie de un salto y saltar sobre él para agarrarle del cuello y aumentar el peso de mis brazos para hacerlo caer hacia atrás. A ver lo temible que puede ser con la nuca incrustada en tierra.
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Maldición. Mi rival era alguien bastante fuerte. Estaba hecho a mi altura, sin duda. Mi objetivo ahora era acabar con él. No entendía del todo lo que estaba ocurriendo, pero sin duda nos habían hecho una encerrona. ¡Y habían robado mi maldito cangrejo! Que no, que no iba a permitir que esos hombres con ropas oscuras y apretadas se salieran con la suya.
Primero debía acabar con aquel shandiano que no conocía. Era muy curioso, debía admitir. Ambos proveniamos de una misma tierra, pero nos habíamos encontrado en un lugar mucho más lejos, aunque parecía haberse ido por el mal camino. ¿Y si...? ¿Y si de verdad se había desviado del buen camino y los dioses hicieron que nos encontraremos para que pudiera darle una lección? En ese caso aún menos podía darle la espalda.
De vuelta a combate, mis ataques fueron un tanto inútiles, excepto la patada la cual dio en su sitio, aunque algo que cubría su cuerpo amortiguó el daño. Tenía que contar a través, pero antes de hacer nada me tocaba defenderme. Fui a bloquear su ataque, pero resultó que era un truco, un engaño para quedarme desprotegido ante su siguiente ataque. Por suerte reaccioné a tiempo, clavando mi espada en el suelo para bloquear su ataque. Una vez hecho y él hubiera retrocedido, yo saqué mi espada del suelo, giré sobre mí mismo con la pierna estirada sobre suelo levantando una nube de arena que me sirviera como cortina. Una vez oculto, haría temblar mis brazos al igual que me ocurrió sobre el cangrejo gigante mientras sujetaba con fuerza mis armas. Intenté concentrarme en el siguiente ataque y salí de la nube de arena cargando las espadas mientras el aire vibraba ligeramente alrededor de ellas para realizar dos tajos verticales desde arriba, intentado demostrar mi valía y habilidad como espadachín.
Primero debía acabar con aquel shandiano que no conocía. Era muy curioso, debía admitir. Ambos proveniamos de una misma tierra, pero nos habíamos encontrado en un lugar mucho más lejos, aunque parecía haberse ido por el mal camino. ¿Y si...? ¿Y si de verdad se había desviado del buen camino y los dioses hicieron que nos encontraremos para que pudiera darle una lección? En ese caso aún menos podía darle la espalda.
De vuelta a combate, mis ataques fueron un tanto inútiles, excepto la patada la cual dio en su sitio, aunque algo que cubría su cuerpo amortiguó el daño. Tenía que contar a través, pero antes de hacer nada me tocaba defenderme. Fui a bloquear su ataque, pero resultó que era un truco, un engaño para quedarme desprotegido ante su siguiente ataque. Por suerte reaccioné a tiempo, clavando mi espada en el suelo para bloquear su ataque. Una vez hecho y él hubiera retrocedido, yo saqué mi espada del suelo, giré sobre mí mismo con la pierna estirada sobre suelo levantando una nube de arena que me sirviera como cortina. Una vez oculto, haría temblar mis brazos al igual que me ocurrió sobre el cangrejo gigante mientras sujetaba con fuerza mis armas. Intenté concentrarme en el siguiente ataque y salí de la nube de arena cargando las espadas mientras el aire vibraba ligeramente alrededor de ellas para realizar dos tajos verticales desde arriba, intentado demostrar mi valía y habilidad como espadachín.
Ivan Markov
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Era hábil, tenía que admitírselo. Pero aunque el truco de los clones le hubiese pillado por sorpresa una vez, no volvería a hacerlo ahora que sabía que podía hacer eso. Más aún, puede que fuese veloz, pero aprovechar puntos muertos para golpear por la espalda era la táctica estándar de un asesino. Algo así no iba a funcionar con él, que usaba esa clase de estrategias por defecto. Además de que una asesinucha del Cipher Pol con un poco de plata no era suficiente para seguirle el ritmo a su Despertar. Siguiendo su posición con sus avezados sentidos, se giró con la daga recubierta en haki y desvió las primeras puñaladas con su propia arma.
No era suficiente con desviar los golpes. Aunque con el Despertar había pulido la diferencia en agilidad entre ambos, la técnica de ella estaba muy pulida. Por eso cuando vio que no iba a ser capaz de bloquear el cuarto golpe, alzó su mano izquierda todo lo rápido que pudo para agarrarla por el antebrazo y parar el golpe de esa manera. Aunque pudiese rivalizar con su agilidad, ella no era del tipo fuerte, ni parecía de cuerpo resistente. Y sus manos que eran más que capaces de triturar hormigón armado destrozarían sus huesos como si fuesen de yeso seco.
Mientras apretaba su brazo, soltó la daga y dirigió su otra mano a su cuello, buscando su carótida. La boca de la palma se abrió, mostrando dos hileras de afilados colmillos que buscaron ansiosamente su sangre. No le bastaba con eliminarla. Había demostrado que era fuerte, así que sería un banquete digno. Reclamaría su líquido vital, disfrutaría de su sabor y de paso obtendría toda la información que tuviese sobre su objetivo, compañeros y el plan que tuviesen para aquella tarea.
- Hay demasiadas cosas que no sabéis de mí. Si han mandado a una débil presa como tú a por mí, es que el Gobierno me subestima - dijo fríamente - Y tú morirás por la incompetencia de tus superiores.
No era suficiente con desviar los golpes. Aunque con el Despertar había pulido la diferencia en agilidad entre ambos, la técnica de ella estaba muy pulida. Por eso cuando vio que no iba a ser capaz de bloquear el cuarto golpe, alzó su mano izquierda todo lo rápido que pudo para agarrarla por el antebrazo y parar el golpe de esa manera. Aunque pudiese rivalizar con su agilidad, ella no era del tipo fuerte, ni parecía de cuerpo resistente. Y sus manos que eran más que capaces de triturar hormigón armado destrozarían sus huesos como si fuesen de yeso seco.
Mientras apretaba su brazo, soltó la daga y dirigió su otra mano a su cuello, buscando su carótida. La boca de la palma se abrió, mostrando dos hileras de afilados colmillos que buscaron ansiosamente su sangre. No le bastaba con eliminarla. Había demostrado que era fuerte, así que sería un banquete digno. Reclamaría su líquido vital, disfrutaría de su sabor y de paso obtendría toda la información que tuviese sobre su objetivo, compañeros y el plan que tuviesen para aquella tarea.
- Hay demasiadas cosas que no sabéis de mí. Si han mandado a una débil presa como tú a por mí, es que el Gobierno me subestima - dijo fríamente - Y tú morirás por la incompetencia de tus superiores.
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- Equipo A:
- Eres sorprendentemente bueno con la espada, Inosuke, y tu oponente lo reconoce cuando se caga en tus muertos en el idioma que ustedes conocen. Se cubre la cara cuando la arena le golpea y apenas puede ver. Qué jugada más sucia; eres un maldito puerco y lo sabes. Está muy ocupado escupiendo los granos de arena como para reaccionar a tiempo a tu ataque. Apenas le da para alzar su espada y frenar uno de tus tajos descendentes. ¿Sientes la fuerza del impacto? La sentirás en tu brazo derecho como un molesto dolor. Tu otra espada corta el aire y, si no hubiera sido por la mano de tu oponente, le habrías hecho un tajo muy profundo.
Has conseguido hacer una herida de un par de centímetros de profundidad en su hombro, y tu oponente sostiene tu espada con su mano izquierda. Ruge con la fuerza de un toro y te manda a volar, deshaciéndose de ti. Entonces, empuña su arma con fiereza y arremete. Vuelve a correr en zigzag y esta vez es mucho más rápido. Debes estar atento, Inosuke, pues parece que atacará desde cualquier lado. Y así sucede. Cuando está seguro de haber escapado de tu vista, te ataca por la espalda con la intención de apuñalarte. Es bastante rápido y todo parece indicar que este ataque va con mucha fuerza.
John tampoco lo tiene tan fácil con las agujas de roca que crea la bruja, esquivando y alejándose de ellas. Intenta subir hasta lo más alto del cañón, pero se ve obligado a bajar cuando las estacas le prohíben el paso. Consigue reaccionar justo a tiempo para dar una triple voltereta hacia atrás y esquivar la patada de Katharina, pero ha estado muy cerca.
—Has aprendido unos trucos muy interesantes, jovencita, pero ya basta de juegos.
El collar que lleva en su cuello comienza a desprender una luz dorada, al mismo tiempo que un fuerte viento recorre el único camino que hay, tanto así que, si no te sostienes, Brianna, es probable que caigas y te golpees en algún lado. La ráfaga empieza a levantar arena y dificulta la vista. Pero eso no es todo. El arquero apunta con su arma y una flecha escarlata aparece.
—¡Horacio, retrocede!
Si nadie hace nada para detener a John, disparará un poderoso cañonazo de pura energía que colapsará el entorno a una distancia de sesenta metros. Ustedes, piratas, serán bañados por una calurosa luz roja que quemará sus pieles y cabellos, y muy probablemente llegue hasta sus huesos. La buena noticia es que parece tardar en ejecutar el ataque, y la orden que le ha dado a su subordinado es muy delatadora. Bien, ¿alguna idea, entonces?
- Equipo B:
- El gordito este parece estar dándote problemas, ¿no, Kaya? Puede que ya te hayas dado cuenta, pero su cuerpo tiene una consistencia muy gelatinosa intrínsecamente relacionada con los poderes que tú posees. Mejor dicho, con su naturaleza. Así como tú estás preparada, él también. Cuando te ve correr hacia su posición, estabiliza su postura y aguarda con paciencia. Lamentablemente es demasiado lento como para poder agarrarte cuando te deslizas bajo su cuerpo, y eso que lo intenta. Ah, y en el proceso se tira un pedo. No sé cómo será tu olfato, Kaya, pero al menos a Ivan no le gustará mucho.
Justo cuando se está dando vuelta para contrarrestar tu ofensiva consigues agarrarlo del cuello y cae brutalmente hacia el suelo, soltando un grito que te duele hasta a ti. No, eso es falso. A ti no te duele nada porque eres un demonio, una sin corazón, una bruja. Su cabeza ha quedado incrustada en la tierra y por mucho que intente sacarla, simplemente no puede. ¿Cómo se te ha ocurrido una estrategia tan malvada? ¿Acaso no pensaste en lo desesperado que es estar así? Puedes aprovechar de inspeccionar sus bolsillos o cualquier cosa que te parezca de interés, aunque tampoco encontrarás cosas interesantes. Salvo una goma de mascar; algo es algo. ¿No deberías aprovechar la oportunidad y ayudar al viejo? Puede que le haga falta una mano…
Eres un monstruo de pie a cabeza, y Camille lo sabe. Le sorprende que hayas sido capaz de darte vuelta para bloquear sus ataques precisos y veloces. A un humano normal le habría matado en menos de un segundo, por cierto. El caso es que puedes ver la desesperación en su rostro una vez sostienes su brazo. Sin embargo, esta chica tiene lo necesario para sobreponerse a casi cualquier situación. Y es que antes de que puedas dirigir tu mano a su carótida, la asesina, conteniendo todo lo que puede el dolor, endurece la otra daga y acaba cortándose el propio brazo para escapar de tu agarre.
Puedes ver el dolor y el miedo en sus ojos púrpuras, y también una profunda determinación de seguir viviendo. Improvisa una especie de torniquete para frenar el sangrado, aunque tampoco es como si fuera a durar demasiado.
—¡Espera, por favor! Escúchame primero… Yo no pertenezco al Cipher Pol, sólo me contrataron para recolectar información sobre The Sinners, nada más… —Su piel se está tornando rápidamente pálida por la pérdida de sangre y su rodilla derecha encuentra el suelo—. Puede que no sea tan fuerte como tú, pero sé investigar como nadie… Perdóname la vida, Ivan Markov, y haré cualquier trabajo para ti y tu banda. No quiero morir aquí… ¡Me rehúso a morir en este lugar!
Camille no está mintiendo, al menos no de primeras. Puede que perdonarle la vida sea una buena idea, después de todo, siempre es bueno que un espía te deba un favor. Sin embargo, la decisión depende exclusivamente de ti, vampiro. Da igual si decides matarle o no, acabarás sabiendo de alguna u otra manera su historia. Sabrás que es una chica que carece de honor y que ha cometido toda clase de atrocidades con el único propósito de mantenerse con vida. Puedes usar tu habilidad y ver a través de sus recuerdos, llevándote una sorpresa: el Gobierno Mundial le ha ordenado espiar al Yonkou Lion D. Émile. Si decides perdonarle la vida, de igual manera te lo contará.
Era consciente de que su oponente no era un hombre cualquiera, aunque cuando le conoció hace ya casi cinco años jamás imaginó que trabajaba para el Gobierno Mundial. Probablemente era al único hombre del Cipher Pol que no quería ver muerto, pues le debía su vida. Y la hechicera no era de esa clase de persona que olvida sus deudas. Quizás las de los restaurantes y los casinos, pero poco más. Su única intención era dejarle fuera de combate para reunirse con sus compañeros y llegar hasta la maldita tumba. Estaba muy cerca de saber la verdad sobre el Poneglyph.
Dejó el pasado donde debía permanecer y dejó caer la mirada sobre el agente cuyo amuleto había comenzado a brillar.
—Muévete, John, no hace falta que te pongas en mi camino sabiendo que no puedes ganar. Me ayudaste hace cuatro años y aún no lo he olvidado, pero mi deuda contigo tampoco impedirá que te dé una paliza.
Parece que sus palabras no sirvieron para nada puesto que inmediatamente después fue golpeada por una fuerte ráfaga de viento que le hizo retroceder varios pasos. Se cubrió el rostro con el antebrazo y entonces se fijó en Brianna. Joder, ¿qué hacía esa niña ahí que no se movía? Estaba estorbando. Si es que no hacía nada para evitar el vendaval que poco a poco levantaba la arena del suelo, la bruja le tomaría de la cintura y la lanzaría cerca de una de las enormes rocas que podría usar para protegerse.
—¡Inosuke, deja lo que estás haciendo y cúbrete, maldita sea!
Se fijó demasiado tarde en el fulgor carmesí que desprendía el arma del arquero mientras era azotada por la “tormenta de arena”, y su mantra indicaba que nada bueno sucedería. Tenía que ser realista por el bien del grupo: no había tiempo para detenerlo. Mejor dicho, lo había, pero no quería arriesgarse. Si bien era muy rápida, existía la posibilidad de fallar y el más mínimo error condenaría a muerte a esos dos que estaban ahí. Sin lugar a duda, Katharina podía resistir casi cualquier cosa que le tiraran encima, aunque tampoco suponía una invencibilidad divina. Acabaría con el cuerpo destrozado, pero viviría.
Así que preparó sus espadas endurecidas al máximo de su capacidad y decidió enfrentar el disparo de su oponente. Tampoco había otra opción. Sentía que tenía más chances de ganar desviando la descarga de energía que intentar detener su canalización. De cualquier forma, no tenía pensado frenarla únicamente con su fuerza física. Una vez disparase, crearía decenas de capas de hielo para minimizar la potencia de este. ¿Serviría? No tenía idea, pero tenía que intentarlo.
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No hay asesino trajeado, tramposo disfrazado ni sicario despiadado capaz de soportar el infalible poder de un inmenso ladrillo de diez toneladas tirando de su cuello para estamparle el cráneo en el hormiguero más profundo del desierto. He tenido unas cuantas peleas desde que conseguí mi poder, y esa parece ser una regla inquebrantable. He enfrentado a piratas y cazadores, a vivos y a una extraña mezcla improbable entre vivos y muertos paridos por culpa de un hechizo fallido de Kath, pero creo que esta es la primera vez que tumbo a un asesino gubernamental preparado para acabar conmigo. Sé que debería estar algo preocupada por haber llegado a esta situación, pero es que me encanta ganar.
-Ja, ja, chúpate esa, gordo. Así aprenderás.
Como al mundo le apetece dar unas cuantas vueltas mientras hablo, me dejo caer al suelo y me quedo sentada a poca distancia del hombre-avestruz. He decidido llamarle así ahora tiene la cabeza metida en el suelo, aunque sea de una forma tan poco glamurosa. Me duelen los hombros tras el brusco cambio de peso, pero podré soportarlo con tal de que este tipo no vuelva a levantarse. No tengo ni idea de si quería matarnos o solo capturarnos, pero esto es preferible a cualquiera de esas dos opciones. Y ahora a ver cómo le va al vampiro.
Con la mano en la frente a modo de visera, intento ignorar el brillo del sol y el zumbido y el mareo que el tortazo de antes me han dejado de regalo para centrar a Ivan en mi punto de mira. A quien veo primero es a la chica. Una fuente roja mana del espacio vacío donde antes tenía un brazo y forma un charco de sangre que la arena devora rápidamente. Es una visión de lo más incómoda.
-Oye, ¿no te has pasado un poc...? ¡AHH!
El corazón casi se me para del susto cuando me fijo en el engendro monstruoso que viste la ropa de Ivan. El sentido común me dice que es él, que debe de tratarse de una desagradable manifestación de su perverso poder, pero las entrañas y los instintos no responden bien a la presencia de... de eso, sea lo que sea. Si antes, con su submarino, su palidez y su dramatismo ya me parecía un tipo raro, ahora que lo veo convertido en un repulsivo murciélago mutante ya no sé qué pensar de él. ¿Y se supone que tengo que convivir con esa puta cosa? Pienso colgar ajos en la puerta del camarote cuando duerma... si es que consigo volver a dormir alguna vez.
-Joder, y me quejaba del cerdo...
-Ja, ja, chúpate esa, gordo. Así aprenderás.
Como al mundo le apetece dar unas cuantas vueltas mientras hablo, me dejo caer al suelo y me quedo sentada a poca distancia del hombre-avestruz. He decidido llamarle así ahora tiene la cabeza metida en el suelo, aunque sea de una forma tan poco glamurosa. Me duelen los hombros tras el brusco cambio de peso, pero podré soportarlo con tal de que este tipo no vuelva a levantarse. No tengo ni idea de si quería matarnos o solo capturarnos, pero esto es preferible a cualquiera de esas dos opciones. Y ahora a ver cómo le va al vampiro.
Con la mano en la frente a modo de visera, intento ignorar el brillo del sol y el zumbido y el mareo que el tortazo de antes me han dejado de regalo para centrar a Ivan en mi punto de mira. A quien veo primero es a la chica. Una fuente roja mana del espacio vacío donde antes tenía un brazo y forma un charco de sangre que la arena devora rápidamente. Es una visión de lo más incómoda.
-Oye, ¿no te has pasado un poc...? ¡AHH!
El corazón casi se me para del susto cuando me fijo en el engendro monstruoso que viste la ropa de Ivan. El sentido común me dice que es él, que debe de tratarse de una desagradable manifestación de su perverso poder, pero las entrañas y los instintos no responden bien a la presencia de... de eso, sea lo que sea. Si antes, con su submarino, su palidez y su dramatismo ya me parecía un tipo raro, ahora que lo veo convertido en un repulsivo murciélago mutante ya no sé qué pensar de él. ¿Y se supone que tengo que convivir con esa puta cosa? Pienso colgar ajos en la puerta del camarote cuando duerma... si es que consigo volver a dormir alguna vez.
-Joder, y me quejaba del cerdo...
Ivan Markov
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Joder, esa mujer estaba verdaderamente chalada. Aquella jugada desesperada era digna de él, pero a diferencia de una humana corriente, sus extremidades volvían a crecer. ¿Le pasaría lo mismo a ella? Posiblemente no, porque si tuviera una akuma no mi ya la habría usado. Salvo que fuese una que solo la curara. Pero entonces, ¿por qué no había empezado a tratarse ya? En fin, lo mejor sería rematarla antes de que pudiera hacerlo. Es decir, o al menos eso pretendía hasta que vio que estaba intentando rendirse. Por lo que dijo Camille, era solo una contratada y estaba dispuesta a rendirse. Sin quitarle los ojos de encima, e ignorando el chillido que soltó Kaya al ver su transformación, se llevó el brazo a la boca y bebió la sangre que quedaba en este. Una serie de rápidos recuerdos comenzaron a pasar por su mente, confirmando las palabras de ella. Podía venirle bien tener un espía en el Cipher Pol... apartó la boca de la extremidad cercenada y se la entregó:
- No creo que encuentres un médico antes de que se pudra, pero por si acaso - se encogió de hombros - Te voy a perdonar la vida por esta vez, pero vas a tener que ayudarme a cambio.
- Hay algo más que puedo decirte - añadió rápidamente ella - Mi misión era espiar al Yonkou Lion D. Émile. Por lo que sabemos tienes algo que ver con él. Puedo darles información falsa si quieres.
Ivan negó con la cabeza - No. Lo que vas a hacer es informarme de todo lo que descubras sobre Émile. Informa también al Gobierno, me da igual. En cualquier caso... procura no olvidar lo que ha pasado aquí hoy. Si me traicionas como has hecho con tus amos, perderás algo más que un brazo.
Tras eso le pidió su número de den den mushi y le dio uno de contacto de vuelta, el de su vampiresa, Helen. Acto seguido le hizo un gesto con la cabeza a Kaya mientras volvía a su forma completa - deja de poner esa cara, que no voy a morderte. Ahora vamos, la capitana tal vez necesite nuestra ayuda - dijo, y volvió a ponerse en camino siguiendo el olor de la bragas de Brianna.
- No creo que encuentres un médico antes de que se pudra, pero por si acaso - se encogió de hombros - Te voy a perdonar la vida por esta vez, pero vas a tener que ayudarme a cambio.
- Hay algo más que puedo decirte - añadió rápidamente ella - Mi misión era espiar al Yonkou Lion D. Émile. Por lo que sabemos tienes algo que ver con él. Puedo darles información falsa si quieres.
Ivan negó con la cabeza - No. Lo que vas a hacer es informarme de todo lo que descubras sobre Émile. Informa también al Gobierno, me da igual. En cualquier caso... procura no olvidar lo que ha pasado aquí hoy. Si me traicionas como has hecho con tus amos, perderás algo más que un brazo.
Tras eso le pidió su número de den den mushi y le dio uno de contacto de vuelta, el de su vampiresa, Helen. Acto seguido le hizo un gesto con la cabeza a Kaya mientras volvía a su forma completa - deja de poner esa cara, que no voy a morderte. Ahora vamos, la capitana tal vez necesite nuestra ayuda - dijo, y volvió a ponerse en camino siguiendo el olor de la bragas de Brianna.
Inosuke Dru-zan
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Tocado. Había conseguido herir al hombre del cielo, lo que me daba ventaja. Por su hombro corría un reguero de sangre, empapando su oscura ropa, pero él seguía igual, empeñado en atacarme y pelear.
- No tener que hacer esto. Poder bajar armas, poder hablar - a decir verdad no sabía por qué estaba hablando el dialecto del Mar Azul -. Nosotros no tener por qué ser enemigos.
Pero mi labia y verborrea no tuvieron ningún efecto sobre Horacio. Me empujó hacia atrás, alejándome de él para después acercarse a una velocidad vertiginosa. Empezó a dar vueltas alrededor mío, levantando nubes de arena allí por donde pisaba. Hubiese jurado que hasta era capaz de provocar una ligera brisa. Y yo no era capaz de seguir su ritmo con mi vista. Cada vez que creía que estaba a mi izquierda, me lo encontraba a la derecha, confundiéndome y desorientándome.
Entonces sentí un escalofrío en la espalda que recorrió mi columna vertebral, y sentí que debía rodar hacia delante. No podía explicar por qué, pero tenía la necesidad de hacerlo si quería evitar algo espantoso. Así fue como rodé, mientras a mi espalda Horacio apuñalaba su arma en la arena. Me di la vuelta y algunas preguntas se agolparon en mi mente. ¿Había sido casualidad que justo me diese por rodar cuando aquel hombre me atacaba con intención de matarme? ¿Qué era eso que me había obligado a evitarlo? ¿El instinto de conservación? ¿Y si...? No, no podía ser la voz de los dioses, aquel poder que solo unos pocos en la Isla del Cielo podían usar. ¿Pero y si...?
No tenía tiempo para hacerme esas preguntas. Una vez interrumpió nuestro combate, haciendo que Horacio se retirase a la par que una bocanada de viento arremetía contra mí. Katharina me llamó, pidiendo que me cubriese, después de haber lanzado a Brianna tras una roca mientras el hombre al que ella se enfrentaba tenía algo entre sus manos que emitía un brillo muy peligroso. No hacía falta ningún escalofrío ni ningún poder para saber que era algo dañino y perjudicial. Acto seguido corrí a resguardarme tras la misma roca en la que Brianna había sido lanzada. ¿Pero donde se había metido Katharina? Asomé mi cabeza, dejando únicamente entrever los ojos de la máscara, y observé, fascinado, el increíble poder de aquella mujer.
- No tener que hacer esto. Poder bajar armas, poder hablar - a decir verdad no sabía por qué estaba hablando el dialecto del Mar Azul -. Nosotros no tener por qué ser enemigos.
Pero mi labia y verborrea no tuvieron ningún efecto sobre Horacio. Me empujó hacia atrás, alejándome de él para después acercarse a una velocidad vertiginosa. Empezó a dar vueltas alrededor mío, levantando nubes de arena allí por donde pisaba. Hubiese jurado que hasta era capaz de provocar una ligera brisa. Y yo no era capaz de seguir su ritmo con mi vista. Cada vez que creía que estaba a mi izquierda, me lo encontraba a la derecha, confundiéndome y desorientándome.
Entonces sentí un escalofrío en la espalda que recorrió mi columna vertebral, y sentí que debía rodar hacia delante. No podía explicar por qué, pero tenía la necesidad de hacerlo si quería evitar algo espantoso. Así fue como rodé, mientras a mi espalda Horacio apuñalaba su arma en la arena. Me di la vuelta y algunas preguntas se agolparon en mi mente. ¿Había sido casualidad que justo me diese por rodar cuando aquel hombre me atacaba con intención de matarme? ¿Qué era eso que me había obligado a evitarlo? ¿El instinto de conservación? ¿Y si...? No, no podía ser la voz de los dioses, aquel poder que solo unos pocos en la Isla del Cielo podían usar. ¿Pero y si...?
No tenía tiempo para hacerme esas preguntas. Una vez interrumpió nuestro combate, haciendo que Horacio se retirase a la par que una bocanada de viento arremetía contra mí. Katharina me llamó, pidiendo que me cubriese, después de haber lanzado a Brianna tras una roca mientras el hombre al que ella se enfrentaba tenía algo entre sus manos que emitía un brillo muy peligroso. No hacía falta ningún escalofrío ni ningún poder para saber que era algo dañino y perjudicial. Acto seguido corrí a resguardarme tras la misma roca en la que Brianna había sido lanzada. ¿Pero donde se había metido Katharina? Asomé mi cabeza, dejando únicamente entrever los ojos de la máscara, y observé, fascinado, el increíble poder de aquella mujer.
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- Equipo A:
- El cielo parece tornarse escarlata y un rugido recorre el extenso corredor de arenisca. El suelo se estremece bajo sus pies al mismo tiempo que la luz que desprende el arco del agente se vuelve más y más intensa. Incluso Horacio parece nervioso de lo que su jefe está a punto de hacer, pero el hombre le sonríe como queriendo decirle que no tiene nada de qué preocuparse: todo estará bien. Como nadie ha hecho nada para evitarlo, John ha tenido tiempo suficiente para cargar una de sus técnicas más poderosas.
El agente del Gobierno Mundial dispara una descarga de pura energía destructiva que pulveriza el suelo bajo sus pies y se extiende de pared a pared. Derrite los primeros escudos de hielo como si nada, y lo mismo pasa con los siguientes. Incluso tú, Inosuke, sin verlo directamente puedes sentir una Voz que te grita desde lo más profundo de tu ser que estás en peligro. Puede que sea un buen momento para comenzar con los ritos chamánicos, sarvahe. Cuando la descarga carmesí destruye todos los escudos de hielo se enfrenta a un último obstáculo: Katharina. Su endurecimiento es tan fuerte como para reducir considerablemente la potencia del disparo, aunque no lo detiene del todo. La bruja es arrastrada varios metros hacia atrás, mientras sus prendas son derretidas producto de la altísima temperatura a la que va la descarga.
Tras unos pocos segundos que parecen una eternidad la técnica de John acaba perdiendo fuerza y desaparece. Felicidades, han sobrevivido. Hay llamas escarlatas remanentes que han quedado en el suelo. La roca está completamente carbonizada y se puede ver una destrucción total en el ambiente. Y entonces, el arquero cae de rodillas. Frunce el ceño cuando ve a una Katharina aún de pie. La señorita arrogante y pesada tiene múltiples quemaduras a lo largo y ancho de su cuerpo, heridas que merecen ser tratadas al instante. ¿Y su pelo? Bueno, no le ha pasado nada.
—¿Has sabido algo de nuestros compañeros? —le pregunta John a Horacio, quien responde que las cosas van muy mal—. Maldita sea… Es hora de la retirada, necesitamos reorganizarnos para acabar con estos piratas.
Si nadie intenta hacer nada para impedir la huida de los agentes, estos desaparecerán y dentro de los siguientes días notificarán todo lo sucedido. John sabe que van a por el Poneglyph y conoce los nombres de cada uno de los integrantes del grupo.
- Equipo B:
- Camille sonríe muy alegre, intentando ignorar el dolor que siente.
—¡Yay! ¡He recuperado mi brazo! G-Gracias, señor vampiro, no se arrepentirá de tenerme a su lado… Seré leal, lo prometo.
No sé qué tanto vale la promesa de una mentirosa, pero ahí está. Pueden darle la espalda con tranquilidad, ella no intentará nada. De hecho, quieran o no, les acompaña mientras va molestando a Kaya con su brazo cercenado. Se lo pone en la cara y también intenta rascarle el culo con sus dedos hinchados. Parcheada, puedes decirle que pare y todo, pero seguirá divirtiéndose contigo. ¿Por qué no con Ivan? Bueno, él da mucho miedo y se transforma en un monstruo feo.
Tras recorrer un buen rato el cañón, ambos grupos se reúnen en la salida de este accidente geológico. Pueden abrazarse, besarse los novios, incluso alzar las jarras de cerveza si es que las hubiera. Y tienen absoluta libertad para narrar el viaje hasta la tumba de los Reyes de Arabasta.
Sintió un desgarrador dolor al frenar semejante descarga de energía. Sus brazos fueron los primeros en sufrir, pero era consciente de que, si fallaba, la gente que estaba tras de sí moriría. No les tenía especial estima, pero su responsabilidad como capitana era no fallar nunca. Y al mismo tiempo que sus espadas emitían un brillo negro más fuerte que nunca, su cuerpo comenzaba a desprender un aura helada que congelaba todo a su alrededor. Bueno, eso debía pasar en principio, pero la fuerza del disparo era tal que derretía cualquier cosa en milésimas de segundo. Entonces, los ojos de Katharina emitieron un brillo azul hielo y susurró uno de sus hechizos más poderosos: Runificación.
Decenas de runas de distintos colores y formas aparecieron por todo su cuerpo, dándole la fuerza que necesitaba para desviar la descarga de pura energía y acabar con ese problema. Sufrió graves quemaduras por todo su cuerpo, pero la magia acabó haciendo lo suyo y sanó todas sus heridas en cuestión de segundos. Injusto, ¿verdad? John sabía que había gastado muchísima energía en ese ataque, y era un hombre listo. Al menos lo suficiente para llamar la retirada y largarse del cañón.
—¡Ya pueden salir! ¡Nuestros enemigos se han marchado! —anunció tras volver a su estado normal, bastante cansada. Envainó las espadas y comenzó a caminar—. Uf, esto ha costado más de lo que tenía pensado… La buena noticia es que hemos recuperado a la morsa.
Se reunió con sus compañeros al final del cañón y le contó todo lo sucedido a Ivan. Y, en caso de que él hiciera lo mismo, se ahorraría las preguntas sobre quién era esa nueva chica que le acompañaba. No tenía pensado hacer otra escena de celos; no es que los sintiera, pero prefería evitar confusiones… Así que ahora mismo habían ganado una nueva espía, ¿eh? Bueno, no estaba del todo convencida sabiendo que trabajaba para el Gobierno Mundial. Debían mantenerle vigilada para que no ocasionase problemas, sin embargo, tampoco les serviría mucho si moría desangrada. Reunió energía mágica y usó un hechizo de sanación sobre ella.
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Vaya, menuda mano tiene este tío con las mujeres. Esta es la tercera desconocida que hace que nos acompañe en poco más de veinticuatro horas. ¿Es algún tipo de fetiche? ¿O es que es idiota? ¿Acaso no ve que esa manca chalada intentaba matarnos hace solo un rato? Tal vez le diría algo si no fuese por mi tendencia a no discutir con engendros depredadores bajo un calor abrasador. Aunque a la chica puede que le sacuda.
-¡Ahg! ¡Quítame eso de la cara! ¡Es tu maldito brazo, ¿es que estás loca?!
Desde luego, la pérdida de sangre le ha afectado. Se ha hecho un arreglo rápido y chapucero para parar el sangrado, pero aun así me impresiona que siga con ese ánimo. Supongo que los asesinos de las altas esferas están hechos de otra pasta. Una pasta recia, dura y con demasiados golpes en la cabeza a cuestas.
-Oye -le digo a Ivan-. He estudiado las leyendas de buena parte del mundo sobre seres mitológicos, y todas coinciden en que ahora mismo, sin una sombrilla, deberías ardiendo y... ¡¿Quieres estarte quieta ya?! Y deshaciéndote como un terrón de azúcar. O brillando, como poco.
Tampoco es que sea muy sorprendente. Visto lo visto últimamente, bien podría escupir algodón de azúcar y no sería lo más inusual de los últimos días. Desde luego, juntarme con Katharina me ha enseñado una parte del mundo que no se encuentra fuera de la jaula de grillos que es la Grand Line. Si hay algo que defina este mar es la criatura que enfrentamos anoche: un impresionante cangrejo dorado de belleza cegadora que a punto estuvo de matarnos. Eso es Grand Line. Un montón de maravillas y cosas impensables que van de la mano de constantes peligros. Creo que entiendo por qué al viejo le gustaba.
Debe de pasar una aburrida y sofocante eternidad hasta que nos reunimos con la otra mitad del grupo. La hermana perdida de Markov y el hombre-cerdo parecen ilesos. Katharina da la sensación de haber salido de una pelea a puñetazos con un gorila, pero en general están tan enteros como nosotros, morsa incluida.
-Estás hecha un asco, jefa -la saludo, aunque esta vez sin mala intención. Incluso aunque quisiera discutir, estoy demasiado cansada como para intentarlo siquiera.
Con el grupo de nuevo al completo, recorremos la última etapa del viaje, hasta la imponente tumba donde los antiguos monarcas hacían descansar a sus muertos. Si la información de la bruja es cierta, aquí, en algún lugar bajo el portentoso edificio piramidal, se encuentra una de las rocas legendarias que albergan la historia desde los albores de esta era.
Ya puede haber algo bueno ahí escrito...
-¡Ahg! ¡Quítame eso de la cara! ¡Es tu maldito brazo, ¿es que estás loca?!
Desde luego, la pérdida de sangre le ha afectado. Se ha hecho un arreglo rápido y chapucero para parar el sangrado, pero aun así me impresiona que siga con ese ánimo. Supongo que los asesinos de las altas esferas están hechos de otra pasta. Una pasta recia, dura y con demasiados golpes en la cabeza a cuestas.
-Oye -le digo a Ivan-. He estudiado las leyendas de buena parte del mundo sobre seres mitológicos, y todas coinciden en que ahora mismo, sin una sombrilla, deberías ardiendo y... ¡¿Quieres estarte quieta ya?! Y deshaciéndote como un terrón de azúcar. O brillando, como poco.
Tampoco es que sea muy sorprendente. Visto lo visto últimamente, bien podría escupir algodón de azúcar y no sería lo más inusual de los últimos días. Desde luego, juntarme con Katharina me ha enseñado una parte del mundo que no se encuentra fuera de la jaula de grillos que es la Grand Line. Si hay algo que defina este mar es la criatura que enfrentamos anoche: un impresionante cangrejo dorado de belleza cegadora que a punto estuvo de matarnos. Eso es Grand Line. Un montón de maravillas y cosas impensables que van de la mano de constantes peligros. Creo que entiendo por qué al viejo le gustaba.
Debe de pasar una aburrida y sofocante eternidad hasta que nos reunimos con la otra mitad del grupo. La hermana perdida de Markov y el hombre-cerdo parecen ilesos. Katharina da la sensación de haber salido de una pelea a puñetazos con un gorila, pero en general están tan enteros como nosotros, morsa incluida.
-Estás hecha un asco, jefa -la saludo, aunque esta vez sin mala intención. Incluso aunque quisiera discutir, estoy demasiado cansada como para intentarlo siquiera.
Con el grupo de nuevo al completo, recorremos la última etapa del viaje, hasta la imponente tumba donde los antiguos monarcas hacían descansar a sus muertos. Si la información de la bruja es cierta, aquí, en algún lugar bajo el portentoso edificio piramidal, se encuentra una de las rocas legendarias que albergan la historia desde los albores de esta era.
Ya puede haber algo bueno ahí escrito...
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