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Katharina von Steinhell
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Dos figuras encapuchadas ven dividirse al grupo desde lo alto de la azotea de un edificio, intercambian miradas y desaparecen en un parpadeo. Una de ellas comienza a seguir al grupo de Ivan, espiando la conversación que surge entre él y Selene. Sus pasos son silenciosos y no tiene problemas en moverse entre la muchedumbre. Incluso se hace pasar por el vendedor de camellos sin levantar ninguna sospecha. No cabe ninguna duda de que es un profesional, y uno de los buenos. La otra figura encapuchada espía al equipo de Katharina, estudiando cuidadosamente sus pasos. Se mueve con suma facilidad entre la gente, esquivándola y pareciendo que ni siquiera está ahí. Pero entonces choca con Inosuke, quien viene desde el otro lado de la calle.
—Oh, discúlpame, joven —le dice, sosteniéndose la capucha y sonriendo. Tiene una voz varonil y propia de un hombre de treinta años. Además, si le prestas atención descubrirás que tiene una barba muy bien cuidada.
La silueta continúa su camino y, aunque te voltees a verle, te darás cuenta de que ya no está ahí: se ha esfumado como si fuera un fantasma. Incluso da para pensar que fue producto de tu imaginación.
Hay un gran hotel ubicado en el centro de Nanohana y, si consiguen comunicarse entre sí para ponerse de acuerdo, siéntanse libres de dejar sus cosas en las respectivas habitaciones alquiladas (paga Katharina). No se ve bonito ir a un restaurante con las compras del día, ¿verdad? Si hacen las preguntas adecuadas, descubrirán la existencia de un bonito restaurante ubicado en la zona costera de la ciudad. Así que, una vez se hayan reunido, pueden bajar por la avenida principal hasta llegar a su destino.
Cualquiera podría describir el restaurante como un sitio lujoso y decente con una fachada espectacular: una puerta arqueada hecha de mármol blanco, grandes palmeras del porte del edificio a cada lado de esta, y una serie de ventanas con el mismo patrón de la entrada. En la tercera planta hay un balcón techado con vistas al mar con unas barandas exquisitamente trabajadas, hechas de piedra blanca. Una vez están dentro, pueden deleitarse por los suaves aromas: unos picantes; otros dulces. Incluso los hay salados y amargos, de todo un poco, pero forman un compás maravilloso que podría hacer salivar al hombre de la máscara. Largos focos de colores bronces y cuidadosamente adornados caen del techo, ofreciendo una tenue iluminación al oscuro ambiente del primer piso. En las ventanas hay cortinas con patrones típicos de Arabasta y hay un montón de tapetes por todos lados.
Un joven de piel canela y sonrisa amigable, tras una extenuante y agitada conversación con la capitana, conduce al grupo hacia el balcón que, originalmente, estuvo reservado para una familia de ricos. Pero oye, hay que meter unas cuantas conveniencias y mimar a nuestros tiernos personajes. El sitio es elegante por donde se le vea y sirven toda clase de cosas: carne de foca, hígado de camello, ojos de dugongs (yo no lo recomiendo, es realmente caro y tiene una consistencia gelatinosa muy desagradable), aunque también hay platos más tradicionales. Siéntanse libres de pedir lo que quieran, total hay una bruja con pintas de ricachona que invita.
Mejor ignoraba la respuesta del habitante del cielo, pues no había entendido ninguna cosa. Si decía que Dru-Zan era su mascota, es porque lo era y punto. Pero el calor le resultaba demasiado molesto como para comenzar una discusión con alguien que no entendía por completo su lengua. Caminaban por una de las avenidas principales de Nanohana cuando una figura encapuchada chocó con uno de sus acompañantes. Frunció el ceño y se volteó, aguzando la mirada. Sin embargo, este ya había desaparecido sin dejar rastro alguno. ¿Un borracho, tal vez? Le sugirió al joven enmascarado que se revisase los bolsillos por si le faltaba algo. Era una táctica muy recurrente en los ladrones.
A medida que Kaya anunciaba todo lo necesario para abastecer la cocina, la bruja echaba cálculos mentales de cuánto dinero tendría que gastar en todo eso. Empezaba a ser momento de organizar mejor la tesorería del submarino, puesto que tampoco podía salir todo de su bolsillo. Menos mal que la del parche era una cocinera decente, de lo contrario, se habría deshecho de ella hacía un buen rato. Bueno, a veces lo pensaba, pero lo cierto es que le consideraba un miembro importante de la banda, aunque aún no entendía muy bien el porqué.
Luego de hacer las compras —y estafar a la mayoría de los vendedores al darles billetes falsos—, la bruja consultó sobre algún lugar donde pasar la noche. Descartó tajantemente la opción de quedarse en una pocilga y optó por el hotel «Noche Estrellada». Intentó comunicarse con Ivan, pero al parecer estaba demasiado ocupado como para atender la llamada. Quiso pensar que estaba haciendo las compras necesarias y no revolcándose con esa albina de aires misteriosos. El vampiro debía ser fiel a los sentimientos que tenía por Iliana, después de todo, era la gran razón de su cruzada. Ya le había confirmado que no era su amante, pero conocía la reputación que tenía su segundo al mando. Por otra parte, alquiló dos habitaciones dobles: una para ella y Kaya; otra para el Dru-Zan y Ivan. No tenía ninguna responsabilidad con Verelizth y, si deseaba seguir con ellos, ya se encargaría ella solita de pagarse sus cosas. ¿Que hacía una diferencia con el enmascarado? Sí, pero sólo porque había conseguido una buena oferta.
—Con todo lo que compramos nos bastará para varios días de viaje, si es que no semanas —le comentó a la del parche, estirando los brazos—. Venga, vamos al restaurante a juntarnos con Ivan.
Mientras caminaba a la costa le contaba a su nueva mascota esa vez que derrotó con sus propias manos a una serpiente con diez pares de patas y capaz de vomitar bolas de electricidad. A veces le gustaba presumir de sus hazañas. Bueno, a veces no, siempre. Y esa vez fue épica, considerando que le había derrotado con una pistola de 9 milímetros y un par de bolas de fuego. Y finalmente llegó al restaurante. No pasó demasiado tiempo para que llegase su compañero, aunque había algo extraño.
Fuera del ejército de camellos que llevaba —lo que complacería mucho a Kaya, por cierto—, a cada lado le acompañaba una chica distinta. A la de la izquierda ya le había visto; era Verelizth. ¿Pero quién cojones era esa pelinegra de curvas infernales? Tenía buen porte y a leguas se notaba que no era una simple campesina. Y las miradas que se dedicaban el uno al otro… No, no, no. Definitivamente no. Había leído ya suficientes libros de romance para saber que algo se tejía entre esos dos. Y de ninguna manera dejaría que se arruinase el amor entre Iliana y Ivan. Estaba completamente decidida, le daba igual que no fuese su propia vida. Katharina quería ver con sus propios ojos una historia romántica como ninguna otra, una de reconciliación y esperanza, pero si aparecía una… cualquiera, da igual lo noble que se viera, su sueño se rompería como una copa de cristal al golpearse. No podía permitirlo.
—Tú y yo tendremos una larga conversación —le dijo a Ivan con un tono más tajante de lo normal, ignorando por completo a la chica de cabellos negros. ¿Acaso tendría que invitarle a ella también?
Ver al vampiro con esa mujer le calentó la sangre y se había puesto de mal humor, aunque tampoco era demasiado difícil hacerlo. Al entrar al restaurante, un joven de piel morena le atendió amablemente, pero la bruja inmediatamente exigió el balcón con vistas al mar. Este le explicó incontables veces que estaba reservado para una familia aristocrática del reino, pero a Katharina no le importó en lo absoluto. Tras decirle que no usarían el lugar por más de media hora —lo cual era una vil mentira—, el administrador del restaurante terminó aceptando. La mala leche se le fue pasando cuando comenzó a estudiar la carta que había y, si bien muchos platos parecían repugnantes, no dudó en pedir cinco de cada uno. Sin embargo, le sorprendió que su nueva mascota tuviese un apetito brutal como el suyo. Olvidó por un momento que de su bolsillo saldría el dinero y le dijo:
—Pareces un idiota, pero tienes buen apetito. Venga, te desafío: ¿quién come…? —Se cortó a la mitad tras recordar un detalle muy importante—. ¡¿Acaso no dije que tuvieran moderación con lo que pedían?! Todo lo que gastes hoy se lo cobraré a tu gente de Skypiea, Dru-Zan —le aseguró, esperando impacientemente la comida.
—Oh, discúlpame, joven —le dice, sosteniéndose la capucha y sonriendo. Tiene una voz varonil y propia de un hombre de treinta años. Además, si le prestas atención descubrirás que tiene una barba muy bien cuidada.
La silueta continúa su camino y, aunque te voltees a verle, te darás cuenta de que ya no está ahí: se ha esfumado como si fuera un fantasma. Incluso da para pensar que fue producto de tu imaginación.
Hay un gran hotel ubicado en el centro de Nanohana y, si consiguen comunicarse entre sí para ponerse de acuerdo, siéntanse libres de dejar sus cosas en las respectivas habitaciones alquiladas (paga Katharina). No se ve bonito ir a un restaurante con las compras del día, ¿verdad? Si hacen las preguntas adecuadas, descubrirán la existencia de un bonito restaurante ubicado en la zona costera de la ciudad. Así que, una vez se hayan reunido, pueden bajar por la avenida principal hasta llegar a su destino.
Cualquiera podría describir el restaurante como un sitio lujoso y decente con una fachada espectacular: una puerta arqueada hecha de mármol blanco, grandes palmeras del porte del edificio a cada lado de esta, y una serie de ventanas con el mismo patrón de la entrada. En la tercera planta hay un balcón techado con vistas al mar con unas barandas exquisitamente trabajadas, hechas de piedra blanca. Una vez están dentro, pueden deleitarse por los suaves aromas: unos picantes; otros dulces. Incluso los hay salados y amargos, de todo un poco, pero forman un compás maravilloso que podría hacer salivar al hombre de la máscara. Largos focos de colores bronces y cuidadosamente adornados caen del techo, ofreciendo una tenue iluminación al oscuro ambiente del primer piso. En las ventanas hay cortinas con patrones típicos de Arabasta y hay un montón de tapetes por todos lados.
Un joven de piel canela y sonrisa amigable, tras una extenuante y agitada conversación con la capitana, conduce al grupo hacia el balcón que, originalmente, estuvo reservado para una familia de ricos. Pero oye, hay que meter unas cuantas conveniencias y mimar a nuestros tiernos personajes. El sitio es elegante por donde se le vea y sirven toda clase de cosas: carne de foca, hígado de camello, ojos de dugongs (yo no lo recomiendo, es realmente caro y tiene una consistencia gelatinosa muy desagradable), aunque también hay platos más tradicionales. Siéntanse libres de pedir lo que quieran, total hay una bruja con pintas de ricachona que invita.
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Mejor ignoraba la respuesta del habitante del cielo, pues no había entendido ninguna cosa. Si decía que Dru-Zan era su mascota, es porque lo era y punto. Pero el calor le resultaba demasiado molesto como para comenzar una discusión con alguien que no entendía por completo su lengua. Caminaban por una de las avenidas principales de Nanohana cuando una figura encapuchada chocó con uno de sus acompañantes. Frunció el ceño y se volteó, aguzando la mirada. Sin embargo, este ya había desaparecido sin dejar rastro alguno. ¿Un borracho, tal vez? Le sugirió al joven enmascarado que se revisase los bolsillos por si le faltaba algo. Era una táctica muy recurrente en los ladrones.
A medida que Kaya anunciaba todo lo necesario para abastecer la cocina, la bruja echaba cálculos mentales de cuánto dinero tendría que gastar en todo eso. Empezaba a ser momento de organizar mejor la tesorería del submarino, puesto que tampoco podía salir todo de su bolsillo. Menos mal que la del parche era una cocinera decente, de lo contrario, se habría deshecho de ella hacía un buen rato. Bueno, a veces lo pensaba, pero lo cierto es que le consideraba un miembro importante de la banda, aunque aún no entendía muy bien el porqué.
Luego de hacer las compras —y estafar a la mayoría de los vendedores al darles billetes falsos—, la bruja consultó sobre algún lugar donde pasar la noche. Descartó tajantemente la opción de quedarse en una pocilga y optó por el hotel «Noche Estrellada». Intentó comunicarse con Ivan, pero al parecer estaba demasiado ocupado como para atender la llamada. Quiso pensar que estaba haciendo las compras necesarias y no revolcándose con esa albina de aires misteriosos. El vampiro debía ser fiel a los sentimientos que tenía por Iliana, después de todo, era la gran razón de su cruzada. Ya le había confirmado que no era su amante, pero conocía la reputación que tenía su segundo al mando. Por otra parte, alquiló dos habitaciones dobles: una para ella y Kaya; otra para el Dru-Zan y Ivan. No tenía ninguna responsabilidad con Verelizth y, si deseaba seguir con ellos, ya se encargaría ella solita de pagarse sus cosas. ¿Que hacía una diferencia con el enmascarado? Sí, pero sólo porque había conseguido una buena oferta.
—Con todo lo que compramos nos bastará para varios días de viaje, si es que no semanas —le comentó a la del parche, estirando los brazos—. Venga, vamos al restaurante a juntarnos con Ivan.
Mientras caminaba a la costa le contaba a su nueva mascota esa vez que derrotó con sus propias manos a una serpiente con diez pares de patas y capaz de vomitar bolas de electricidad. A veces le gustaba presumir de sus hazañas. Bueno, a veces no, siempre. Y esa vez fue épica, considerando que le había derrotado con una pistola de 9 milímetros y un par de bolas de fuego. Y finalmente llegó al restaurante. No pasó demasiado tiempo para que llegase su compañero, aunque había algo extraño.
Fuera del ejército de camellos que llevaba —lo que complacería mucho a Kaya, por cierto—, a cada lado le acompañaba una chica distinta. A la de la izquierda ya le había visto; era Verelizth. ¿Pero quién cojones era esa pelinegra de curvas infernales? Tenía buen porte y a leguas se notaba que no era una simple campesina. Y las miradas que se dedicaban el uno al otro… No, no, no. Definitivamente no. Había leído ya suficientes libros de romance para saber que algo se tejía entre esos dos. Y de ninguna manera dejaría que se arruinase el amor entre Iliana y Ivan. Estaba completamente decidida, le daba igual que no fuese su propia vida. Katharina quería ver con sus propios ojos una historia romántica como ninguna otra, una de reconciliación y esperanza, pero si aparecía una… cualquiera, da igual lo noble que se viera, su sueño se rompería como una copa de cristal al golpearse. No podía permitirlo.
—Tú y yo tendremos una larga conversación —le dijo a Ivan con un tono más tajante de lo normal, ignorando por completo a la chica de cabellos negros. ¿Acaso tendría que invitarle a ella también?
Ver al vampiro con esa mujer le calentó la sangre y se había puesto de mal humor, aunque tampoco era demasiado difícil hacerlo. Al entrar al restaurante, un joven de piel morena le atendió amablemente, pero la bruja inmediatamente exigió el balcón con vistas al mar. Este le explicó incontables veces que estaba reservado para una familia aristocrática del reino, pero a Katharina no le importó en lo absoluto. Tras decirle que no usarían el lugar por más de media hora —lo cual era una vil mentira—, el administrador del restaurante terminó aceptando. La mala leche se le fue pasando cuando comenzó a estudiar la carta que había y, si bien muchos platos parecían repugnantes, no dudó en pedir cinco de cada uno. Sin embargo, le sorprendió que su nueva mascota tuviese un apetito brutal como el suyo. Olvidó por un momento que de su bolsillo saldría el dinero y le dijo:
—Pareces un idiota, pero tienes buen apetito. Venga, te desafío: ¿quién come…? —Se cortó a la mitad tras recordar un detalle muy importante—. ¡¿Acaso no dije que tuvieran moderación con lo que pedían?! Todo lo que gastes hoy se lo cobraré a tu gente de Skypiea, Dru-Zan —le aseguró, esperando impacientemente la comida.
Nayelis
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Parecía que la noticia había pilado a Ivan de la misma forma que me había pillado a mi en su momento, de sorpresa total. No podía decirle ni regañarle por ello ya que la cosa desvelada así de sopetón pondría blanco a más de una persona...que suerte que Ivan tuviera ya la piel clara.
Me ofreció a acompañarle en su aventura a pesar de los riesgos que esto pudiera tener. La verdad es que no tenía nada que perder ya que lo único que me quedaba en la vida era la familia, aunque solo hubiera encontrado a un hermano.
-No te preocupes por mí, creo que podré apañármelas en vuestro peculiar grupo. Tan sólo marcadme el rumbo a seguir y gustosa os ayudaré en lo que pueda. Ya que me permitís acompañaros que menos el poder ayudaros a vosotros- dije antes de seguirle para comprar algunas cosas que nos iban a hacer falta por el camino.
Finalmente, y a poco más de llevarnos todo el mercado estábamos listos para partir. Ivan y nos subimos a unos camellos que habíamos comprado y comenzamos a "pasear" por las calles. Ivan parecía que iba olfateando algo, quizás le atraía el olor de la comida de los chiringuitos (?). No tenía ni idea hasta que pude ver como me arrojaba las riendas de los camellos y él saltaba de la montura en dirección a una chica morena.
¿Le debe dinero? Si seguro que si. No veía en Ivan a alguien interesado por las muj...¿Está abrazando a esa chica? ¿La levanta en el aire? ¿La está besando? Abrí los ojos como platos puesto que nunca pensé que Ivan, al menos el que conocí en Thriller Bark tuviera algo parecido a una ¿novia?¿concubina?...ni idea. No tardó en presentármela a la par que afirmaba que había descubierto que era su hermana desde hace relativamente unos minutos.
-Bueno, si, digamos que ambos nos enteramos de la existencia del otro hace poco- dije antes de pasar la vista de arriba abajo a la morena- Un placer Brianna.
Agarré un momento de la ropa a Ivan para comentarle una minucia con un tono susurrante apartados de Brianna- ¿No tendré que llamarla cuñada verdad? ¿ O si?
Finalmente el plato estrella "Vienes con nosotros". La verdad es que no me desagradaba en absoluto la compañía de aquella morena, visto lo visto con el resto del grupo. Así que sin más dilación opté por seguirles para llegar al restaurante donde se suponía iban a estar el resto.
Me ofreció a acompañarle en su aventura a pesar de los riesgos que esto pudiera tener. La verdad es que no tenía nada que perder ya que lo único que me quedaba en la vida era la familia, aunque solo hubiera encontrado a un hermano.
-No te preocupes por mí, creo que podré apañármelas en vuestro peculiar grupo. Tan sólo marcadme el rumbo a seguir y gustosa os ayudaré en lo que pueda. Ya que me permitís acompañaros que menos el poder ayudaros a vosotros- dije antes de seguirle para comprar algunas cosas que nos iban a hacer falta por el camino.
Finalmente, y a poco más de llevarnos todo el mercado estábamos listos para partir. Ivan y nos subimos a unos camellos que habíamos comprado y comenzamos a "pasear" por las calles. Ivan parecía que iba olfateando algo, quizás le atraía el olor de la comida de los chiringuitos (?). No tenía ni idea hasta que pude ver como me arrojaba las riendas de los camellos y él saltaba de la montura en dirección a una chica morena.
¿Le debe dinero? Si seguro que si. No veía en Ivan a alguien interesado por las muj...¿Está abrazando a esa chica? ¿La levanta en el aire? ¿La está besando? Abrí los ojos como platos puesto que nunca pensé que Ivan, al menos el que conocí en Thriller Bark tuviera algo parecido a una ¿novia?¿concubina?...ni idea. No tardó en presentármela a la par que afirmaba que había descubierto que era su hermana desde hace relativamente unos minutos.
-Bueno, si, digamos que ambos nos enteramos de la existencia del otro hace poco- dije antes de pasar la vista de arriba abajo a la morena- Un placer Brianna.
Agarré un momento de la ropa a Ivan para comentarle una minucia con un tono susurrante apartados de Brianna- ¿No tendré que llamarla cuñada verdad? ¿ O si?
Finalmente el plato estrella "Vienes con nosotros". La verdad es que no me desagradaba en absoluto la compañía de aquella morena, visto lo visto con el resto del grupo. Así que sin más dilación opté por seguirles para llegar al restaurante donde se suponía iban a estar el resto.
Brianna Byrne
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La ciudad parecía no tener un momento de descanso. Las gentes iban y venían sin detenerse demasiado, turistas, mercaderes. Todos y cada uno de ellos se reunían y se dispersaban a una velocidad realmente pasmosa. Era lo habitual teniendo en cuenta que era una de las ciudades más visitas de camino al Grand Line. Le sorprendía haber llegado hasta allí, pero si tenía en cuenta el motivo por el que lo había logrado no le extrañaba del todo. Con tal de huir de su padre, Brianna era capaz de ir a al otra punta del mundo y no regresar. Sus pasos eran realmente tranquilos, ya que no tenía que buscar nada ni comprar nada más, podía ir completamente tranquila observando todo a su alrededor.
Era alguien curioso, eso estaba más que claro y analizaba todo cuanto veía. En ocasiones podía ser incluso molesto para ella misma su capacidad para imaginar diferentes resultados para un acontecimiento o cada reacción de una persona tras un estimulo. Pero mientras iba completamente distraída sintió como alguien la abrazaba por la cintura y la alzaba sin mucho esfuerzo. Dejo salir un gritito ahogado, iba a gritar pidiendo auxilio pero entonces escucho la voz de Ivan y se sintió más aliviada. Menudo susto le había dado, sin embargo se le olvido completamente cuando tras alzarla comenzó a dar vueltas con ella, aquella acción provoco en la pelinegra una risa de lo más natural. Cuando descendió no dudo en devolver el beso que le propinaba el vampiro y después vio como una joven se acercaba a ellos.
Ivan se la presento como su hermana pequeña Selene, conocía mas o menos los líos familiares de los Markov así que no le extraño demasiado que se hubiera enterado hace no mucho de su existencia. Brianna simplemente sonrió con su amabilidad habitual — lo mismo digo Selene, es todo un placer — tras aquella presentación volvió a fijar la vista en el albino. Al parecer iban a reunirse en un restaurante con su banda para después emprender un viaje o una especie de misión o algo parecido. La verdad es que la pregunta de Ivan sabía que era más por formalidad que por otra cosa, Brianna no podía quedarse sola en aquella ciudad, no después de que les estuvieran pisando los talones los hombres de su padre. Además, había quedado con Ivan en que le acompañaría en sus viajes.
Brianna sabía que no era alguien realmente fuerte y que era posible que en algún momento se pusiera en peligro mortal. Pero siendo sinceros, la chica no temía la muerte, la había visto pasar delante de sus ojos tantas veces, que si en algún momento llegaba a ser la definitiva simplemente se dejaría llevar sin demasiado drama. — Claro, por supuesto, iré con vosotros — tras la afirmación se puso en rumbo junto a las otras dos figuras de albina caballera hasta que llegaron al restaurante donde al parecer estaba el resto de la banda. Una joven y hermosa rubia fue quien les dio primeramente la bienvenida. Si realmente se puede llamar eso bienvenida para la pelinegra. Por un momento sintió un nudo en su estómago y se sintió realmente incomoda. Parecía que realmente no era bien recibida por aquella mujer y no sabía muy bien que hacer al respecto.
Titubeo un poco y después dio un paso atrás mirando a Ivan — creo que será mejor que vuelva al barco, no me gustaría ser una molestia — se notaba lo incomoda que se encontraba en aquel momento. Puede que no para los demás, pero para Ivan tendría que ser totalmente notorio el malestar de la joven, la angustia y el nerviosismo que había causado en ella aquella escena. Pensaba en la forma más correcta de salir de aquel restaurante o lo que fuera sin que pareciera que estaba huyendo, aunque realmente y técnicamente lo estaría haciendo. No quería ser descortés, pero tampoco quería ser un lastre y por la mirada y la molestia reflejada en los ojos de la que parecía ser la capitana, Brianna ahora mismo era una verdadera molestia.
Era alguien curioso, eso estaba más que claro y analizaba todo cuanto veía. En ocasiones podía ser incluso molesto para ella misma su capacidad para imaginar diferentes resultados para un acontecimiento o cada reacción de una persona tras un estimulo. Pero mientras iba completamente distraída sintió como alguien la abrazaba por la cintura y la alzaba sin mucho esfuerzo. Dejo salir un gritito ahogado, iba a gritar pidiendo auxilio pero entonces escucho la voz de Ivan y se sintió más aliviada. Menudo susto le había dado, sin embargo se le olvido completamente cuando tras alzarla comenzó a dar vueltas con ella, aquella acción provoco en la pelinegra una risa de lo más natural. Cuando descendió no dudo en devolver el beso que le propinaba el vampiro y después vio como una joven se acercaba a ellos.
Ivan se la presento como su hermana pequeña Selene, conocía mas o menos los líos familiares de los Markov así que no le extraño demasiado que se hubiera enterado hace no mucho de su existencia. Brianna simplemente sonrió con su amabilidad habitual — lo mismo digo Selene, es todo un placer — tras aquella presentación volvió a fijar la vista en el albino. Al parecer iban a reunirse en un restaurante con su banda para después emprender un viaje o una especie de misión o algo parecido. La verdad es que la pregunta de Ivan sabía que era más por formalidad que por otra cosa, Brianna no podía quedarse sola en aquella ciudad, no después de que les estuvieran pisando los talones los hombres de su padre. Además, había quedado con Ivan en que le acompañaría en sus viajes.
Brianna sabía que no era alguien realmente fuerte y que era posible que en algún momento se pusiera en peligro mortal. Pero siendo sinceros, la chica no temía la muerte, la había visto pasar delante de sus ojos tantas veces, que si en algún momento llegaba a ser la definitiva simplemente se dejaría llevar sin demasiado drama. — Claro, por supuesto, iré con vosotros — tras la afirmación se puso en rumbo junto a las otras dos figuras de albina caballera hasta que llegaron al restaurante donde al parecer estaba el resto de la banda. Una joven y hermosa rubia fue quien les dio primeramente la bienvenida. Si realmente se puede llamar eso bienvenida para la pelinegra. Por un momento sintió un nudo en su estómago y se sintió realmente incomoda. Parecía que realmente no era bien recibida por aquella mujer y no sabía muy bien que hacer al respecto.
Titubeo un poco y después dio un paso atrás mirando a Ivan — creo que será mejor que vuelva al barco, no me gustaría ser una molestia — se notaba lo incomoda que se encontraba en aquel momento. Puede que no para los demás, pero para Ivan tendría que ser totalmente notorio el malestar de la joven, la angustia y el nerviosismo que había causado en ella aquella escena. Pensaba en la forma más correcta de salir de aquel restaurante o lo que fuera sin que pareciera que estaba huyendo, aunque realmente y técnicamente lo estaría haciendo. No quería ser descortés, pero tampoco quería ser un lastre y por la mirada y la molestia reflejada en los ojos de la que parecía ser la capitana, Brianna ahora mismo era una verdadera molestia.
Ivan Markov
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Se rió por lo bajo al escuchar la pregunta de Selene. ¿Cuñada? Eso sí que sería gracioso de oír - No tienes por qué. Pero... va, venga, hazlo. Quiero ver la cara que pone - le contestó en un susurro. El primer obstáculo había sido superado con éxito; Selene y Brianna no parecían sentir aversión mutua instantánea ni nada parecido, ni Brianna se había molestado porque apareciera de improviso con su hermana. Sin embargo las cosas se complicaron una vez llegaron a donde habían quedado con el resto. Cuando vio la mirada de Katharina supo que todo se había ido por el garete; ya se había dado cuenta de lo que había y no le iba a dejar ni explicarse. Al menos tuvo la sensatez de decirle que lo hablarían luego, pero no fue suficiente para evitar que la ira de Ivan comenzase a bullir: primero se empeñaba en decir que Selene era su amante, a modo de especie de novia celosa, y ahora ni siquiera se presentaba ni saludaba Brianna. Apretó su puño tratando de controlar su ira. Y entonces escuchó a Brianna, y todo su autocontrol se disipó.
- ¿Estás contenta? - soltó, furioso y respirando profundamente - Primero te empeñas en llamar una y otra vez "mi amante" a mi hermana pequeña. Porque sí, esta chica a la que tampoco saludaste en condiciones es mi hermana pequeña Selene. Estás comportándote como una cretina y ahora has logrado que Brianna quiera marcharse y crea que es una molestia. ¿Es esa la forma de comportarse de una capitana? - apenas se controló lo justo para no levantar el tono de voz, pero aún así cada palabra iba cargada de ira y poco menos que gritando. Mientras hablaba sus ojos se fueron tiñendo de rojo, enviando casi inconscientemente toda su rabia a través de su mirada. Quería hacerle sentir miedo. Quería que pidiera perdón. Pero sobre todo, quería que se retractara de todo lo que había dicho. Sin embargo, al notar la angustia y nervios de Brianna, respiró hondo y cerró los ojos. Contuvo la respiración y contó mentalmente hasta diez, tras lo que resopló ruidosamente.
- No te preocupes, Bri. No eres ninguna molestia. El problema de mi capitana es conmigo, no contigo, y ya lo resolveremos más tarde - su tono de voz fue notablemente más calmado, y terminó dirigiéndole una sonrisa a la chica - Ahora vamos a dejar los camellos y a comer algo.
Una vez en el restaurante se sentó al lado de Brianna y lo más lejos posible de Katharina. No se le escapó la queja de la capitana cuando Inosuke empezó a pedir de todo, y con una sonrisa traviesa, revisó la carta y comenzó a pedir con una malicia vengativa los platos más caros que pudo encontrar, junto con el mejor vino del local - Tienes un hambre digna de un cazador, Dru-Zan - se rió animadamente - ¿Pero has probado el alcohol del mar azul? Ahora vamos a tomar uno suave, pero luego tenemos que tomarnos una copa de lo más fuerte que tengan.
- ¿Estás contenta? - soltó, furioso y respirando profundamente - Primero te empeñas en llamar una y otra vez "mi amante" a mi hermana pequeña. Porque sí, esta chica a la que tampoco saludaste en condiciones es mi hermana pequeña Selene. Estás comportándote como una cretina y ahora has logrado que Brianna quiera marcharse y crea que es una molestia. ¿Es esa la forma de comportarse de una capitana? - apenas se controló lo justo para no levantar el tono de voz, pero aún así cada palabra iba cargada de ira y poco menos que gritando. Mientras hablaba sus ojos se fueron tiñendo de rojo, enviando casi inconscientemente toda su rabia a través de su mirada. Quería hacerle sentir miedo. Quería que pidiera perdón. Pero sobre todo, quería que se retractara de todo lo que había dicho. Sin embargo, al notar la angustia y nervios de Brianna, respiró hondo y cerró los ojos. Contuvo la respiración y contó mentalmente hasta diez, tras lo que resopló ruidosamente.
- No te preocupes, Bri. No eres ninguna molestia. El problema de mi capitana es conmigo, no contigo, y ya lo resolveremos más tarde - su tono de voz fue notablemente más calmado, y terminó dirigiéndole una sonrisa a la chica - Ahora vamos a dejar los camellos y a comer algo.
Una vez en el restaurante se sentó al lado de Brianna y lo más lejos posible de Katharina. No se le escapó la queja de la capitana cuando Inosuke empezó a pedir de todo, y con una sonrisa traviesa, revisó la carta y comenzó a pedir con una malicia vengativa los platos más caros que pudo encontrar, junto con el mejor vino del local - Tienes un hambre digna de un cazador, Dru-Zan - se rió animadamente - ¿Pero has probado el alcohol del mar azul? Ahora vamos a tomar uno suave, pero luego tenemos que tomarnos una copa de lo más fuerte que tengan.
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Nanohana es un sitio interesante. Hay bullicio y actividad allá donde miro, el calor de la vida humana mezclado con el del ambiente en un grado mucho mayor de lo que nunca he visto. Todo tipo de personas se reúnen en las calles del mercado y deambulan de tienda en tienda como un caudaloso río de clientes, turistas y curiosos. Bajo las ligeras ropas del desierto distingo rasgos de lo más dispares, desde ojos rasgados hasta pieles de mil tonalidades. Aquí se junta gente de todas partes del mundo. Son una amalgama tan diversa y confusa como la nube de olores que reina en la zona. Carne, cuero, pescado, fruta fresca, flores, mil tipos de especias y un millón de aromas más se mezclan formando su propia atmósfera. Es embriagador.
Las compras se alargan más de lo debido. No puedo evitar pararme cada vez que encuentro algo que me llama la atención, y hay muchas cosas así. Da la sensación de que aquí se vende de todo, desde cerámica y armas hasta comida y sillas de montar. Una podría perderse aquí sin nada encima y construirse una vida entera solo con lo que se ofrece en los puestos.
Qué bien me vendría tener dinero.
-¿Tú perder ojo en batalla? -quiere saber Inosuke-. Yo ganar máscara en primera caza azul. Yo estar mucho orgulloso.
No es que el tipo hable muy bien, pero supongo que es la menor de sus rarezas. Tardo un segundo en darme cuenta de que se refiere a mi parche. Lo llevo con tanta naturalidad que a veces se me olvida de que lo tengo. ¿Debería decirle que también lo cacé, como él con su jabalí? No, mejor que no, o Kath también podría creérselo.
-En realidad no lo perdí -Me levanto el parche y le muestro el ojo de iris violeta que hay debajo, perfectamente sano-. Es... una larga historia. Una historia con muchas palabras complicadas, ya te la contaré otro día.
El restaurante es bastante más lujoso de lo que esperaba para una ciudad de este tipo. Por supuesto, los suelos están llenos de la arena que los clientes dejan a su paso, pero por lo demás, salvando esta inevitable molestia, parece un buen sitio. Balcón robado incluido. Lástima que la riña entre estos dos lo estropee.
Cuando entro, Ivan está sentado, no solo con la chica de antes, sino también con otra mujer nueva. Y vaya cara de satisfacción tiene. ¿Qué diablos ha estado haciendo este tío mientras los demás trabajábamos? Ahora me alegro de que Inosuke esté aquí, aunque solo sea para que Markov no se sienta como el dueño de un harem solo para él.
Menos mal que no lo comento en voz alta, porque hace gala de un mal genio que casi podría competir con el de los Neus. Y encima, Kath poniendo límite a los gastos. Le hago un gesto a la camarera para que se lleve la bandeja de langostas antes de que la bruja se dé cuenta. Espero que me las guarde para luego, para cuando el ambiente se haya vuelto un poco menos incómodo. Debería intentar rebajar la tensión un poco.
-Bueno, pues... -Me dirijo a las dos acompañantes de Markov-... Yo soy Kaya y... -De repente me doy cuenta de que no tengo absolutamente nada que decirle a ninguna. No se me da bien la cháchara casual. ¿Habéis visto los putrefactos tripulantes de ese agobiante submarino? Dudo que eso ayude. No sé quién me mandará hablar-... Y también quiero vino.
Echo un buen trago al amargo brebaje y me doy cuenta de que hay una cabeza más asomando sobre la mesa: Kath, Markov y señora, su hermana recién aparecida, Inosuke con su máscara y una cabeza grisácea con dos largos colmillos que mira fijamente un pastel de arándanos que no sé quién diablos habrá pedido. Metiéndose entre las sillas, Franklin apoya la cabeza sobre la mesa, como un gato que mira con pena a su dueño para que le dé de comer. Pero, ¿cuándo puñetas ha salido la morsa de la mochila? Como ese bicho empiece a comer, el presupuesto de Kath se va a ir enseguida a la mierda.
Las compras se alargan más de lo debido. No puedo evitar pararme cada vez que encuentro algo que me llama la atención, y hay muchas cosas así. Da la sensación de que aquí se vende de todo, desde cerámica y armas hasta comida y sillas de montar. Una podría perderse aquí sin nada encima y construirse una vida entera solo con lo que se ofrece en los puestos.
Qué bien me vendría tener dinero.
-¿Tú perder ojo en batalla? -quiere saber Inosuke-. Yo ganar máscara en primera caza azul. Yo estar mucho orgulloso.
No es que el tipo hable muy bien, pero supongo que es la menor de sus rarezas. Tardo un segundo en darme cuenta de que se refiere a mi parche. Lo llevo con tanta naturalidad que a veces se me olvida de que lo tengo. ¿Debería decirle que también lo cacé, como él con su jabalí? No, mejor que no, o Kath también podría creérselo.
-En realidad no lo perdí -Me levanto el parche y le muestro el ojo de iris violeta que hay debajo, perfectamente sano-. Es... una larga historia. Una historia con muchas palabras complicadas, ya te la contaré otro día.
El restaurante es bastante más lujoso de lo que esperaba para una ciudad de este tipo. Por supuesto, los suelos están llenos de la arena que los clientes dejan a su paso, pero por lo demás, salvando esta inevitable molestia, parece un buen sitio. Balcón robado incluido. Lástima que la riña entre estos dos lo estropee.
Cuando entro, Ivan está sentado, no solo con la chica de antes, sino también con otra mujer nueva. Y vaya cara de satisfacción tiene. ¿Qué diablos ha estado haciendo este tío mientras los demás trabajábamos? Ahora me alegro de que Inosuke esté aquí, aunque solo sea para que Markov no se sienta como el dueño de un harem solo para él.
Menos mal que no lo comento en voz alta, porque hace gala de un mal genio que casi podría competir con el de los Neus. Y encima, Kath poniendo límite a los gastos. Le hago un gesto a la camarera para que se lleve la bandeja de langostas antes de que la bruja se dé cuenta. Espero que me las guarde para luego, para cuando el ambiente se haya vuelto un poco menos incómodo. Debería intentar rebajar la tensión un poco.
-Bueno, pues... -Me dirijo a las dos acompañantes de Markov-... Yo soy Kaya y... -De repente me doy cuenta de que no tengo absolutamente nada que decirle a ninguna. No se me da bien la cháchara casual. ¿Habéis visto los putrefactos tripulantes de ese agobiante submarino? Dudo que eso ayude. No sé quién me mandará hablar-... Y también quiero vino.
Echo un buen trago al amargo brebaje y me doy cuenta de que hay una cabeza más asomando sobre la mesa: Kath, Markov y señora, su hermana recién aparecida, Inosuke con su máscara y una cabeza grisácea con dos largos colmillos que mira fijamente un pastel de arándanos que no sé quién diablos habrá pedido. Metiéndose entre las sillas, Franklin apoya la cabeza sobre la mesa, como un gato que mira con pena a su dueño para que le dé de comer. Pero, ¿cuándo puñetas ha salido la morsa de la mochila? Como ese bicho empiece a comer, el presupuesto de Kath se va a ir enseguida a la mierda.
Inosuke Dru-zan
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Había llegado el momento de comer. Teníamos una mesa gigantesca para todo nuestro grupo, que tampoco era pequeño. Además de los del monstruo barco, había una mujer más.
- ¿Esta mujer tuya? Yo alegrar por ti - le dije al cazador. Todo hombre se merece una mujer con la que ser feliz.
Las conversaciones fluían en el grupo, aunque apenas presté atención a ellas. Estaba observando como personas vestidas de la misma forma llevaban comida a otras mesas. ¿Sería ese plato para nosotros? Pues no, no lo era. Me estaba impancientando. Pero a final nos trajeron tanta que no daba para cubrir la mesa.
Katharina creo que me retó a comer antes de enojarse. Algo sobre pagar había dicho. Seguía sin conocer el significado de esa palabra, pero no le presté mucha importancia. Así que me concentré en el reto, no sin antes brindar con el cazador.
¡Tener caza exitosa! - brindé.
Me quité la máscara y m bebí mi jarra de un solo trago. En mi cultura era de mal educación beber menos de la mitad de tu bebida, y me enorgullecía de ser capaz de beber cualquier cosa de una sola vez. Empecé a devorar los platos al ritmo que iban llegando. Bueno, en realidad no. No soy una bestia de tamañ de una casa. Pero juraría que la comida descendía tan rápido como llegaba.
Todo estaba riquísimo. No sabía que estaba metiendo en mi boca, pero me daba igual, todo estaba tan bueno que no me paraba a pensarlo. Cada vez que llenaba mi boca, bajaba la comida otra jarra de embriagadora bebida. Así me mantuve mientras los demás hablaban entre sí. O eso creía. La verdad es que les presté poca atención.
Al cabo de un rato apareció en la mesa un extraño animal. Enseguida me vino a la cabeza la imagen del anima sagrado de mi clan, el Tigre. Aunque con menos pelo. Y con colmillos más raros. Vale, no se parecía a un tigre, pero me recordó a él. Se acercaba lentamente al centro de la mesa para coger algo, cuando lo agarré con mis dos brazos y lo levanté en el aire.
- Tener aspecto apetitoso - le dije al extraño animal.
Me hubiese encantado cocinarlo ahí mismo, pero me vi en la obligación de soltarlo cuando un hombre que vestía igual que los que traían la comida me dio un papel.
- Aquí tiene la cuenta de todo lo que ha pedido...¿Señor?
- ¿Cuenta? ¿Qué ser eso?
- Es lo que debe pagar por la comida, señor.
Entonces lo entendí, el significado de pagar. Se refería a que debía darle algo a cambio. Qué bueno es ser un maestro de los idiomas como yo, había descubridor el significado de la palabra con escucharla unas pocas veces.
- Claro. Pagar. Yo...¿dar peces? Saber pescar peces. También poder cazar para tú.
- Señor...creo que no lo ha entendido. No queremos animales o comida.
- ¡Claro! - dije dejando caer con fuerza el puño sobre mi mano abierta -. Tú querer mujer. Haber dicho antes. Nosotros tener muchas mujeres aquí. Tú elegir.
Pero el hombre en vez de elegir hizo una señal con la mano y se fueron acercando un par de hombres con cara de pocos amigos.
- ¿Esta mujer tuya? Yo alegrar por ti - le dije al cazador. Todo hombre se merece una mujer con la que ser feliz.
Las conversaciones fluían en el grupo, aunque apenas presté atención a ellas. Estaba observando como personas vestidas de la misma forma llevaban comida a otras mesas. ¿Sería ese plato para nosotros? Pues no, no lo era. Me estaba impancientando. Pero a final nos trajeron tanta que no daba para cubrir la mesa.
Katharina creo que me retó a comer antes de enojarse. Algo sobre pagar había dicho. Seguía sin conocer el significado de esa palabra, pero no le presté mucha importancia. Así que me concentré en el reto, no sin antes brindar con el cazador.
¡Tener caza exitosa! - brindé.
Me quité la máscara y m bebí mi jarra de un solo trago. En mi cultura era de mal educación beber menos de la mitad de tu bebida, y me enorgullecía de ser capaz de beber cualquier cosa de una sola vez. Empecé a devorar los platos al ritmo que iban llegando. Bueno, en realidad no. No soy una bestia de tamañ de una casa. Pero juraría que la comida descendía tan rápido como llegaba.
Todo estaba riquísimo. No sabía que estaba metiendo en mi boca, pero me daba igual, todo estaba tan bueno que no me paraba a pensarlo. Cada vez que llenaba mi boca, bajaba la comida otra jarra de embriagadora bebida. Así me mantuve mientras los demás hablaban entre sí. O eso creía. La verdad es que les presté poca atención.
Al cabo de un rato apareció en la mesa un extraño animal. Enseguida me vino a la cabeza la imagen del anima sagrado de mi clan, el Tigre. Aunque con menos pelo. Y con colmillos más raros. Vale, no se parecía a un tigre, pero me recordó a él. Se acercaba lentamente al centro de la mesa para coger algo, cuando lo agarré con mis dos brazos y lo levanté en el aire.
- Tener aspecto apetitoso - le dije al extraño animal.
Me hubiese encantado cocinarlo ahí mismo, pero me vi en la obligación de soltarlo cuando un hombre que vestía igual que los que traían la comida me dio un papel.
- Aquí tiene la cuenta de todo lo que ha pedido...¿Señor?
- ¿Cuenta? ¿Qué ser eso?
- Es lo que debe pagar por la comida, señor.
Entonces lo entendí, el significado de pagar. Se refería a que debía darle algo a cambio. Qué bueno es ser un maestro de los idiomas como yo, había descubridor el significado de la palabra con escucharla unas pocas veces.
- Claro. Pagar. Yo...¿dar peces? Saber pescar peces. También poder cazar para tú.
- Señor...creo que no lo ha entendido. No queremos animales o comida.
- ¡Claro! - dije dejando caer con fuerza el puño sobre mi mano abierta -. Tú querer mujer. Haber dicho antes. Nosotros tener muchas mujeres aquí. Tú elegir.
Pero el hombre en vez de elegir hizo una señal con la mano y se fueron acercando un par de hombres con cara de pocos amigos.
Katharina von Steinhell
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Ay, señor, los matones de toda la vida se presentan en el restaurante cuando el mesero informa que hay gente que no quiere pagar. Lentes de sol, trajes negros y el porte de un gorila. Son intimidantes, por supuesto que sí. Pero no es sino una mujer de largos cabellos níveos y ojos violetas la que habla por el restaurante. Es pequeña, mide casi lo mismo que Katharina, y le dedica una mirada divertida a Ivan. ¿El vampiro la conocerá de algún lado?
—Buenas tardes, distinguidos clientes —comienza a decir con un tono elocuente y suave, y sus palabras eran arrastradas una tras otra con una sensación de amabilidad—, me han informado que nos están ofreciendo… ¿Cómo decirlo…? Peces y mujeres. Aceptamos únicamente dinero en efectivo y, de acuerdo a lo pedido, su cuenta es de siete millones de berries —dijo finalmente con una sonrisa en el rostro y un dejo de inocencia impropio de la situación.
Por el momento la única responsable de la millonaria cuenta —es lo que tiene pedir toda la carta de un restaurante lujoso— es Katharina. ¿Y bien? No parece que los hombres trajeados vayan a dar demasiados problemas. Cualquiera con un mantra medianamente entrenado podrá darse cuenta de que tienen un nivel de poder muy bajo, y la supuesta administradora es la más débil de todas. En caso de pagar la cuenta, o encontrar alguna otra forma de resolver la situación, se encontrarán libres en Nanohana. Tienen unas cuantas horas antes de que la oscuridad caiga sobre la ciudad y deban volver al hotel. Mañana será un día mucho más interesante, ¿verdad?
Últimamente se estaba comportando de una manera extraña y, aunque tuviera buenos motivos para enfadarse, ciertamente no era su estilo. Y fue su control emocional el que le permitió decirle al vampiro que hablarían luego. No montaría un escándalo en frente del restaurante; tampoco creía que era bueno que el resto del grupo presenciase una discusión entre la capitana y el subcapitán. Sin embargo, no dejaría pasar esa altanería irrespetuosa ni dudas sobre su liderazgo, mucho menos en frente de los demás. Y cuando los ojos del vampiro se volvieron rojos, un sentimiento de miedo invadió el cuerpo de Katharina. Peligro, era más bien lo que sentía, y esa sensación era producida por su mano derecha. No obstante, su espíritu indomable y poderoso se antepuso ante el sentimiento, dándole las fuerzas para quedarse de pie y sostener la mirada de Ivan. Si hubiera sido cualquier otra persona, la espadachina habría desenvainado su espada para enseñarle una lección.
—No lo volveré a repetir: tú y yo hablaremos luego —respondió secamente. Los sentimientos de la pelinegra le importaban tan poco como el color de las bragas de Kaya—. Y si tuvieras una reputación mínimamente decente, no pensaría que cada mujer con la que apareces es una más de tu larga lista —agregó de inmediato, encontrando las palabras adecuadas para no decirle directamente que era un puto—. Además, te pido que recuerdes la esencia de nuestra promesa.
Pudo caer víctima del calor de la discusión, pero el vampiro era el pasional; no ella. Incluso pudo haber hecho una demostración de poder, dejando esa tonta mirada como un juego infantil en comparación a su devastadora presencia. Pero no veía sentido en enemistarse con la persona a quien le había depositado su confianza. Así que, sin darle más tribuna a esa discusión, entró al restaurante.
Luego de probar una exquisita pieza de calamar bañado en una perfecta salsa de almendras las malas vibras en su cuerpo desaparecieron por completo. La reciente disputa con Ivan y el calor de Arabasta ya no importaban. Incluso dejó de prestarle atención al hecho de que todos estuvieran pidiendo cosas caras. ¿Tan poco respeto le tenían…? Daba igual, siempre tenía un plan preparado para momentos como ese. Observó en silencio al grupo, preguntándose hacía cuánto tiempo no comía junto a tantas personas. Prefería los espacios tranquilos y solitarios en vez de reuniones como esa, pero… haría un esfuerzo por integrarse como una persona normal. Estuvo a punto de hacerle una pregunta a la hermana de Ivan —¿no la había presentado como una conocida a punto de ser cena?— cuando se dio cuenta de que Franklin miraba su pastel de arándanos. Preocupaciones y preguntas pasaron por su cabeza, pero ¿estaba bien dejarle ahí sin comer? Mientras no se hurguetease el culo lo dejaría pasar. Tenía historia con esa morsa y, ahora que lo pensaba, ¿no pertenecía a Arribor Neus…? Cuando le vio por primera vez se dijo: «Ah, vale, tiene una morsa», pero no reparó en nada más. Así que volteó la mirada y le preguntó:
—¿De dónde sacaste a Franklin? Puede que estés enterada de la ejecución del antiguo Emperador del Mar, Legim Legam —¿o era al revés?, y ahí en el campo de batalla le conocí. Estaba perdido y busqué a su dueño, ¿sabrás tú a quién me refiero?
El grupo comía con tal voracidad que los meseros debían regresar rápidamente para retirar los platos vacíos, y volver a los pocos minutos para entregar los pedidos faltantes. Pasaron los minutos y decidió que era el momento adecuado para hablar con Verelizth. ¿Cómo había pasado de conocida a hermana? Y más importante, ¿qué hacía en Arabasta? Si bien confiaba en el criterio de su mano derecha, necesitaba comprobar por sí misma que no suponía problemas para la banda. La principal tarea de Katharina era hacer todo lo posible para que sus subordinados estuviesen seguros. Así que intentó llamar la atención de Verelizth, esperando que como mínimo se diera cuenta de que alguien con una presencia tan imponente como la bruja le estaba mirando. Sin importar si tenía razón o no, alzó la voz un poco más de lo normal para hablar.
—Así que eres la hermana de Ivan —le dijo con sus ojos azul hielo depositados en ella—. Si lo hubiera dicho no habría supuesto que eras su amante, espero puedas disculpar mi comportamiento —mintió y dejó a un lado su tono de voz tajante, oyéndose muy… casual. El historial del vampiro indicaba todo lo contrario y, de hecho, reforzaba la posibilidad de que fuese otra enamorada—. Que tu hermano haya intentado convertirte en tu cena debe ser una historia muy interesante. ¿Cómo fue que pasó exactamente? —le preguntó, controlando hábilmente su acento para sonar educada.
El mesero llegó con la cuenta y… ¿En serio? ¿Por qué se la estaba dando…? ¡Espera! ¿En qué momento Dru-Zan se sacó la máscara? Su rostro era… Bueno, imaginaba que sería mucho más… salvaje. ¿Qué debía pensar exactamente? ¿Dejarse sorprender por el rostro afeminado del habitante del cielo, o maldecirlo por ofrecer pescados como paga? ¡Y por si no fuera suficiente también ofreció a las mujeres! Dos grandes hombres no tardaron en aparecer acompañados de una joven que se presentó como la administradora del restaurante.
—No le hagas caso a mi compañero, aún no entiende bien nuestro idioma —intervino la bruja desde su asiento—. Siete millones no son nada, puedo pagarlos, aunque aún no desocupamos la mesa y estamos tratando temas privados. Te avisaré cuando hayamos terminado.
—Pero…
—Y quiero un pastel de chocolate —le interrumpió, imponiendo su autoridad como cliente.
La administradora salió del balcón acompañada de sus matones y dejó solos a los piratas. Katharina esperó unos largos segundos para luego hablar.
—Kaya, guarda a Franklin en tu mochila. Dru-Zan, ponte la máscara; sin ella te ves… extraño —comenzó a dar órdenes mientras se levantaba de su asiento para caminar al balcón. Alzó sus manos y un estruendoso sonido recorrió el lugar, formando un tobogán de arena y lo transmutó de tal manera que conservara una superficie lisa, conectando el suelo con el restaurante—. Venga, vámonos. Me arrepentí: ya no quiero pagar.
—Buenas tardes, distinguidos clientes —comienza a decir con un tono elocuente y suave, y sus palabras eran arrastradas una tras otra con una sensación de amabilidad—, me han informado que nos están ofreciendo… ¿Cómo decirlo…? Peces y mujeres. Aceptamos únicamente dinero en efectivo y, de acuerdo a lo pedido, su cuenta es de siete millones de berries —dijo finalmente con una sonrisa en el rostro y un dejo de inocencia impropio de la situación.
Por el momento la única responsable de la millonaria cuenta —es lo que tiene pedir toda la carta de un restaurante lujoso— es Katharina. ¿Y bien? No parece que los hombres trajeados vayan a dar demasiados problemas. Cualquiera con un mantra medianamente entrenado podrá darse cuenta de que tienen un nivel de poder muy bajo, y la supuesta administradora es la más débil de todas. En caso de pagar la cuenta, o encontrar alguna otra forma de resolver la situación, se encontrarán libres en Nanohana. Tienen unas cuantas horas antes de que la oscuridad caiga sobre la ciudad y deban volver al hotel. Mañana será un día mucho más interesante, ¿verdad?
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Últimamente se estaba comportando de una manera extraña y, aunque tuviera buenos motivos para enfadarse, ciertamente no era su estilo. Y fue su control emocional el que le permitió decirle al vampiro que hablarían luego. No montaría un escándalo en frente del restaurante; tampoco creía que era bueno que el resto del grupo presenciase una discusión entre la capitana y el subcapitán. Sin embargo, no dejaría pasar esa altanería irrespetuosa ni dudas sobre su liderazgo, mucho menos en frente de los demás. Y cuando los ojos del vampiro se volvieron rojos, un sentimiento de miedo invadió el cuerpo de Katharina. Peligro, era más bien lo que sentía, y esa sensación era producida por su mano derecha. No obstante, su espíritu indomable y poderoso se antepuso ante el sentimiento, dándole las fuerzas para quedarse de pie y sostener la mirada de Ivan. Si hubiera sido cualquier otra persona, la espadachina habría desenvainado su espada para enseñarle una lección.
—No lo volveré a repetir: tú y yo hablaremos luego —respondió secamente. Los sentimientos de la pelinegra le importaban tan poco como el color de las bragas de Kaya—. Y si tuvieras una reputación mínimamente decente, no pensaría que cada mujer con la que apareces es una más de tu larga lista —agregó de inmediato, encontrando las palabras adecuadas para no decirle directamente que era un puto—. Además, te pido que recuerdes la esencia de nuestra promesa.
Pudo caer víctima del calor de la discusión, pero el vampiro era el pasional; no ella. Incluso pudo haber hecho una demostración de poder, dejando esa tonta mirada como un juego infantil en comparación a su devastadora presencia. Pero no veía sentido en enemistarse con la persona a quien le había depositado su confianza. Así que, sin darle más tribuna a esa discusión, entró al restaurante.
Luego de probar una exquisita pieza de calamar bañado en una perfecta salsa de almendras las malas vibras en su cuerpo desaparecieron por completo. La reciente disputa con Ivan y el calor de Arabasta ya no importaban. Incluso dejó de prestarle atención al hecho de que todos estuvieran pidiendo cosas caras. ¿Tan poco respeto le tenían…? Daba igual, siempre tenía un plan preparado para momentos como ese. Observó en silencio al grupo, preguntándose hacía cuánto tiempo no comía junto a tantas personas. Prefería los espacios tranquilos y solitarios en vez de reuniones como esa, pero… haría un esfuerzo por integrarse como una persona normal. Estuvo a punto de hacerle una pregunta a la hermana de Ivan —¿no la había presentado como una conocida a punto de ser cena?— cuando se dio cuenta de que Franklin miraba su pastel de arándanos. Preocupaciones y preguntas pasaron por su cabeza, pero ¿estaba bien dejarle ahí sin comer? Mientras no se hurguetease el culo lo dejaría pasar. Tenía historia con esa morsa y, ahora que lo pensaba, ¿no pertenecía a Arribor Neus…? Cuando le vio por primera vez se dijo: «Ah, vale, tiene una morsa», pero no reparó en nada más. Así que volteó la mirada y le preguntó:
—¿De dónde sacaste a Franklin? Puede que estés enterada de la ejecución del antiguo Emperador del Mar, Legim Legam —¿o era al revés?, y ahí en el campo de batalla le conocí. Estaba perdido y busqué a su dueño, ¿sabrás tú a quién me refiero?
El grupo comía con tal voracidad que los meseros debían regresar rápidamente para retirar los platos vacíos, y volver a los pocos minutos para entregar los pedidos faltantes. Pasaron los minutos y decidió que era el momento adecuado para hablar con Verelizth. ¿Cómo había pasado de conocida a hermana? Y más importante, ¿qué hacía en Arabasta? Si bien confiaba en el criterio de su mano derecha, necesitaba comprobar por sí misma que no suponía problemas para la banda. La principal tarea de Katharina era hacer todo lo posible para que sus subordinados estuviesen seguros. Así que intentó llamar la atención de Verelizth, esperando que como mínimo se diera cuenta de que alguien con una presencia tan imponente como la bruja le estaba mirando. Sin importar si tenía razón o no, alzó la voz un poco más de lo normal para hablar.
—Así que eres la hermana de Ivan —le dijo con sus ojos azul hielo depositados en ella—. Si lo hubiera dicho no habría supuesto que eras su amante, espero puedas disculpar mi comportamiento —mintió y dejó a un lado su tono de voz tajante, oyéndose muy… casual. El historial del vampiro indicaba todo lo contrario y, de hecho, reforzaba la posibilidad de que fuese otra enamorada—. Que tu hermano haya intentado convertirte en tu cena debe ser una historia muy interesante. ¿Cómo fue que pasó exactamente? —le preguntó, controlando hábilmente su acento para sonar educada.
El mesero llegó con la cuenta y… ¿En serio? ¿Por qué se la estaba dando…? ¡Espera! ¿En qué momento Dru-Zan se sacó la máscara? Su rostro era… Bueno, imaginaba que sería mucho más… salvaje. ¿Qué debía pensar exactamente? ¿Dejarse sorprender por el rostro afeminado del habitante del cielo, o maldecirlo por ofrecer pescados como paga? ¡Y por si no fuera suficiente también ofreció a las mujeres! Dos grandes hombres no tardaron en aparecer acompañados de una joven que se presentó como la administradora del restaurante.
—No le hagas caso a mi compañero, aún no entiende bien nuestro idioma —intervino la bruja desde su asiento—. Siete millones no son nada, puedo pagarlos, aunque aún no desocupamos la mesa y estamos tratando temas privados. Te avisaré cuando hayamos terminado.
—Pero…
—Y quiero un pastel de chocolate —le interrumpió, imponiendo su autoridad como cliente.
La administradora salió del balcón acompañada de sus matones y dejó solos a los piratas. Katharina esperó unos largos segundos para luego hablar.
—Kaya, guarda a Franklin en tu mochila. Dru-Zan, ponte la máscara; sin ella te ves… extraño —comenzó a dar órdenes mientras se levantaba de su asiento para caminar al balcón. Alzó sus manos y un estruendoso sonido recorrió el lugar, formando un tobogán de arena y lo transmutó de tal manera que conservara una superficie lisa, conectando el suelo con el restaurante—. Venga, vámonos. Me arrepentí: ya no quiero pagar.
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Ya me imaginaba que una comida entre piratas no sería lo que se dice muy comedida. Los friegaplatos van a tener mucho trabajo hoy si esta gente sigue comiendo a este ritmo. ¿Qué ha sido del presupuesto para gastos? Solo las ostras que he pedido yo ya lo sobrepasan. En realidad me he equivocado, pero tampoco voy a hacer que se las lleven otra vez.
Como de costumbre, Franklin causa revuelo. No sé si tanto como la cara de Inosuke, pero no debe andar lejos. En serio, ¿quién se podía imaginar que tendría una cara tan... así? Yo me esperaba a un bárbaro con barba y el rostro lleno de cicatrices por haberse peleado con una manada de panteras o algo así. Por un momento, antes de que abra la boca para destrozar mi idioma con su extraña forma de hablar, casi parece alguien normal. Refinado, incluso.
Luego intenta levantar a la morsa y lo estropea.
-Acuérdate de lavarte las manos después -le digo. No es muy higiénico tocar a ese bicho mientras se come.
Al principio me resulta de lo más sorprendente que Kath lo reconozca. ¿Qué tiene que ver un antiguo Yonkou con mi mascota? Luego habla de su dueño, lo cual lo explica. El viejo no era conocido precisamente por su discreción, y no creo que haya muchas morsas mutantes por ahí. No es raro que se relacionase con los piratas más importantes, ni tampoco que se las arreglase para que lo recordaran.
-Pues verás. La verdad es que...
En ese momento llegan a traernos la cuenta. No es un momento agradable. Procedo de un linaje con una larga tradición en lo que a morosidad se refiere, así que reconozco enseguida que Kath no tiene la menor intención de pagar. Cosas de piratas, imagino. No puedo decir que no esté de acuerdo. Al fin y al cabo, en todos los platos había algo de arena.
Cojo a Franklin, que se transforma en concha justo después de engullir un trozo de pato del tamaño de su cabeza. ¿Puede digerir cosas estando transformado? Es igual. Soy la primera en deslizarme por el tobogán mágico de Kath. No termino de acostumbrarme a que pueda hacer estas cosas. Sus poderes abarcan un abanico de posibilidades tan amplio que nunca se con lo que me va a salir.
Al llegar abajo me apresuro en ir a buscar los camellos. Esos bichos huelen peor de lo que me esperaba. ¿Y a qué vendrá lo de escupir al suelo? Son de lo más feos, pero si aquí todo el mundo los usa, por algo será. Los desato y empiezo a cargar sobre ellos los fardos llenos de provisiones. Casi me sabe mal hacerlos cargar con tantas cosas. Aunque, por otro lado, son ellos o nosotros. Y si dejase los pertrechos al cargo de Ivan igual termina ligándoselos.
Antes de darme cuenta, algunos de los matones del restaurante salen por la puerta. Con los precios que tienen aquí no me extraña que puedan permitirse pagar a gorilas como esos. Tienen cara de haber vapuleado a más de un pirata moroso. No me apetece mucho enfrentarme a ellos.
-Si venís por la cuenta, eso a la jefa -me excuso-. Hoy paga ella.
Como de costumbre, Franklin causa revuelo. No sé si tanto como la cara de Inosuke, pero no debe andar lejos. En serio, ¿quién se podía imaginar que tendría una cara tan... así? Yo me esperaba a un bárbaro con barba y el rostro lleno de cicatrices por haberse peleado con una manada de panteras o algo así. Por un momento, antes de que abra la boca para destrozar mi idioma con su extraña forma de hablar, casi parece alguien normal. Refinado, incluso.
Luego intenta levantar a la morsa y lo estropea.
-Acuérdate de lavarte las manos después -le digo. No es muy higiénico tocar a ese bicho mientras se come.
Al principio me resulta de lo más sorprendente que Kath lo reconozca. ¿Qué tiene que ver un antiguo Yonkou con mi mascota? Luego habla de su dueño, lo cual lo explica. El viejo no era conocido precisamente por su discreción, y no creo que haya muchas morsas mutantes por ahí. No es raro que se relacionase con los piratas más importantes, ni tampoco que se las arreglase para que lo recordaran.
-Pues verás. La verdad es que...
En ese momento llegan a traernos la cuenta. No es un momento agradable. Procedo de un linaje con una larga tradición en lo que a morosidad se refiere, así que reconozco enseguida que Kath no tiene la menor intención de pagar. Cosas de piratas, imagino. No puedo decir que no esté de acuerdo. Al fin y al cabo, en todos los platos había algo de arena.
Cojo a Franklin, que se transforma en concha justo después de engullir un trozo de pato del tamaño de su cabeza. ¿Puede digerir cosas estando transformado? Es igual. Soy la primera en deslizarme por el tobogán mágico de Kath. No termino de acostumbrarme a que pueda hacer estas cosas. Sus poderes abarcan un abanico de posibilidades tan amplio que nunca se con lo que me va a salir.
Al llegar abajo me apresuro en ir a buscar los camellos. Esos bichos huelen peor de lo que me esperaba. ¿Y a qué vendrá lo de escupir al suelo? Son de lo más feos, pero si aquí todo el mundo los usa, por algo será. Los desato y empiezo a cargar sobre ellos los fardos llenos de provisiones. Casi me sabe mal hacerlos cargar con tantas cosas. Aunque, por otro lado, son ellos o nosotros. Y si dejase los pertrechos al cargo de Ivan igual termina ligándoselos.
Antes de darme cuenta, algunos de los matones del restaurante salen por la puerta. Con los precios que tienen aquí no me extraña que puedan permitirse pagar a gorilas como esos. Tienen cara de haber vapuleado a más de un pirata moroso. No me apetece mucho enfrentarme a ellos.
-Si venís por la cuenta, eso a la jefa -me excuso-. Hoy paga ella.
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La verdad es que no tenía muy seguro como debía comportarse en aquella situación. No era necesario ser un erudito para saber que la capitana no estaba conforme con su presencia allí. Por su parte, hubiese preferido marcharse, no le gustaban los problemas innecesarios y solía evitarlos a toda costa. Había aprendido en su vida que era mejor no meterse en líos que no eran tuyos. Pudo sentir entonces la molestia de Ivan, le escucho hablar con aquel tono lleno de ira y no le gusto. Puede que las formas de su capitana no fueran las más adecuadas, puede que tuviera que haber hablado con ella antes de llevarla ante su presencia. Pero era su capitana y no debía armar un problema delante del resto de miembros de la banda, podía ser completamente perjudicial para ambas figuras de mando dentro de aquella estaña relación que se podría denominar como camaradería.
Aún no estaba segura de si le emocionaba la parte de relacionarse con piratas. Su ultimo encuentro con una banda de este gremio no había sido muy afortunado. Pero por el momento, esperaba que las cosas fueran mejor, estaba con Ivan y eso le daba un poco de confianza. Tomo la mano del vampiro cuando sintió su enfado, intentaba calmarle un poco, no le gustaba verle en ese estado y como había dicho anteriormente, no era bueno que peleara con su capitana. Prefirió no decir nada más y sentarse al lado del vampiro para "comer" y ponemos muchas comillas porque la doctora no probo bocado. No tenía estómago después de lo que había ocurrido tras su llegada.
Cuando la pequeña pelinegra con el parche se dirigió a ella le dedico una leve sonrisa, al menos parecía que quería o intentaba ser simpática — es un placer Kaya, mi nombre es Brianna — intento responder de forma amable. La verdad es que en aquel lugar tenían un apetito digno de cualquier moribundo que no hubiera probado bocado desde hace semanas. La conversación iba y venia y aunque notaba a Ivan molesto intentaba que se tranquilizara de algún modo. No había soltado su mano desde que se habían sentado a comer y de vez en cuando jugueteaba con sus dedos debajo de la mesa. Le miro de reojo para ver como estaba, antes de susurrarle — no te enfades, no me gusta verte con el ceño fruncido — esperaba que de alguna manera se animara un poco por ella.
De repente, las cosas comenzaron a ponerse complicadas, aparecieron con la cuenta y el muchacho que no hablaba muy bien que digamos provocó un momento tenso. La capitana logro arreglarlo, pero al parecer, no tenía en mente pagar. Brianna suspiro levemente, no esperaba que quisieran hacer un simpa pero ¿que podía hacer ella? no tenía esa cantidad de dinero para pagar la cuenta y estaba en una situación compleja. Miro a Ivan y se encogió de hombros, haría lo que él hiciera, ni más, ni menos. Después de todo ahora estaba con él y aunque en ese mismo momento hubiera preferido decirle que no al tema de acompañarlos en su expedición. Ahora mismo no podía hacer otra cosa mas que seguir adelante. Por lo tanto usaría aquel tobogán para salir de allí y esperar los siguientes acontecimientos mientras los gorilas del restaurante no tardaron en darse cuenta de que intentaban huir y se organizaran para salir en su busca.
Aún no estaba segura de si le emocionaba la parte de relacionarse con piratas. Su ultimo encuentro con una banda de este gremio no había sido muy afortunado. Pero por el momento, esperaba que las cosas fueran mejor, estaba con Ivan y eso le daba un poco de confianza. Tomo la mano del vampiro cuando sintió su enfado, intentaba calmarle un poco, no le gustaba verle en ese estado y como había dicho anteriormente, no era bueno que peleara con su capitana. Prefirió no decir nada más y sentarse al lado del vampiro para "comer" y ponemos muchas comillas porque la doctora no probo bocado. No tenía estómago después de lo que había ocurrido tras su llegada.
Cuando la pequeña pelinegra con el parche se dirigió a ella le dedico una leve sonrisa, al menos parecía que quería o intentaba ser simpática — es un placer Kaya, mi nombre es Brianna — intento responder de forma amable. La verdad es que en aquel lugar tenían un apetito digno de cualquier moribundo que no hubiera probado bocado desde hace semanas. La conversación iba y venia y aunque notaba a Ivan molesto intentaba que se tranquilizara de algún modo. No había soltado su mano desde que se habían sentado a comer y de vez en cuando jugueteaba con sus dedos debajo de la mesa. Le miro de reojo para ver como estaba, antes de susurrarle — no te enfades, no me gusta verte con el ceño fruncido — esperaba que de alguna manera se animara un poco por ella.
De repente, las cosas comenzaron a ponerse complicadas, aparecieron con la cuenta y el muchacho que no hablaba muy bien que digamos provocó un momento tenso. La capitana logro arreglarlo, pero al parecer, no tenía en mente pagar. Brianna suspiro levemente, no esperaba que quisieran hacer un simpa pero ¿que podía hacer ella? no tenía esa cantidad de dinero para pagar la cuenta y estaba en una situación compleja. Miro a Ivan y se encogió de hombros, haría lo que él hiciera, ni más, ni menos. Después de todo ahora estaba con él y aunque en ese mismo momento hubiera preferido decirle que no al tema de acompañarlos en su expedición. Ahora mismo no podía hacer otra cosa mas que seguir adelante. Por lo tanto usaría aquel tobogán para salir de allí y esperar los siguientes acontecimientos mientras los gorilas del restaurante no tardaron en darse cuenta de que intentaban huir y se organizaran para salir en su busca.
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Parecía que a aquella mujer no le agradaba la nueva, es decir, la otra nueva aparte de mi. ¿Sería competencia directa? Vete tu a saber pero mi recién hallado hermano no se cortaba en mostrar su descontento ante las palabras de Katharina. También me quedé bastante sorprendida al ver como Ivan respondía a las palabras de su "jefa" con un tono casi insolente para con un capitán...y no sé porqué pero me gustaba.
Parecía que aquella banda de locuelos y maleantes podía encajar perfectamente con lo que buscaba, acabando así con mis años de soledad y de viajes continuos buscando algo a lo que llamar "famila". Me senté donde pude para comer junto al resto, pero no probé bocado a pesar de la copiosa comida. No era ese el tipo de platos que solía "comer" y esperaba que aquella banda no supiera de mis "gustos" tan particulares por el momento. El problema es que no había comido desde hace horas, así que cierto nerviosismo ya empezaba a notarse en mis manos y piernas.
En el momento en que no sabía que hacer conmigo misma, la capitana se dirigió a mi con una disculpa por su anterior afirmación de mi.
-No hay nada que disculpar, entiendo su punto de vista Srta. Katarina- dije antes de proceder a exponerle los hechos- Conocí a Ivan en Thriller Bark hace ya un tiempo. Fue un encuentro totalmente casual puesto que yo me había ido a aquel lugar para estar sola y "descansar" por así decirlo. Pero parecía que Ivan merodeaba por aquella zona también y me confundió con su cena...pero por fortuna conseguí hablar con él y charlamos un buen rato. Le caí en gracia, no sé, igual lo que ha impedido a Ivan atacarme de alguna manera indirecta fue nuestra propia sangre, a pesar de que ninguno de los dos sabíamos nada del otro. ¿He respondido a su pregunta capitana? -dije antes de preguntar yo aprovechando el ataque de sinceridad provocado por la pregunta de Katharina- ¿Y usted? ¿ Conoce a Ivan de hace mucho tiempo? Si le digo la verdad nunca pensé que Ivan pudiera estar con otra gente...si me lo llega a decir hace un par de meses le diría que me parecería imposible. Pero ahora lo veo aquí con otra gente y de forma "amigable" y no como presas.
Procuré no interrumpir las diversas conversaciones que había sobre la mesa, centrándome en mi plato y en el ambiente que había a mi alrededor. Todo iba bien y podría decirse que sin ningún tipo de incidente, salvo por los actos del chico-jabalí que casi provocan la ira de más de uno. Por suerte Katharina medió en el conflicto y pudo mantener tranquilo al local sin demasiados altercados hasta que llegó el momento de pagar....no había ni una perra en la cartera.
Cuando vi que todos se iban levantando para ir al tobogán de Katharina corrí rápidamente hacia el. No tenía intención de pagar el pato, ni tampoco tenía intención de que los gorilas que salieron a por nosotros me cogieran a mi o alguno de mis compañeros.
-¿Y ahora que?- dije en alto al grupo- ¿Correr?.
Parecía que aquella banda de locuelos y maleantes podía encajar perfectamente con lo que buscaba, acabando así con mis años de soledad y de viajes continuos buscando algo a lo que llamar "famila". Me senté donde pude para comer junto al resto, pero no probé bocado a pesar de la copiosa comida. No era ese el tipo de platos que solía "comer" y esperaba que aquella banda no supiera de mis "gustos" tan particulares por el momento. El problema es que no había comido desde hace horas, así que cierto nerviosismo ya empezaba a notarse en mis manos y piernas.
En el momento en que no sabía que hacer conmigo misma, la capitana se dirigió a mi con una disculpa por su anterior afirmación de mi.
-No hay nada que disculpar, entiendo su punto de vista Srta. Katarina- dije antes de proceder a exponerle los hechos- Conocí a Ivan en Thriller Bark hace ya un tiempo. Fue un encuentro totalmente casual puesto que yo me había ido a aquel lugar para estar sola y "descansar" por así decirlo. Pero parecía que Ivan merodeaba por aquella zona también y me confundió con su cena...pero por fortuna conseguí hablar con él y charlamos un buen rato. Le caí en gracia, no sé, igual lo que ha impedido a Ivan atacarme de alguna manera indirecta fue nuestra propia sangre, a pesar de que ninguno de los dos sabíamos nada del otro. ¿He respondido a su pregunta capitana? -dije antes de preguntar yo aprovechando el ataque de sinceridad provocado por la pregunta de Katharina- ¿Y usted? ¿ Conoce a Ivan de hace mucho tiempo? Si le digo la verdad nunca pensé que Ivan pudiera estar con otra gente...si me lo llega a decir hace un par de meses le diría que me parecería imposible. Pero ahora lo veo aquí con otra gente y de forma "amigable" y no como presas.
Procuré no interrumpir las diversas conversaciones que había sobre la mesa, centrándome en mi plato y en el ambiente que había a mi alrededor. Todo iba bien y podría decirse que sin ningún tipo de incidente, salvo por los actos del chico-jabalí que casi provocan la ira de más de uno. Por suerte Katharina medió en el conflicto y pudo mantener tranquilo al local sin demasiados altercados hasta que llegó el momento de pagar....no había ni una perra en la cartera.
Cuando vi que todos se iban levantando para ir al tobogán de Katharina corrí rápidamente hacia el. No tenía intención de pagar el pato, ni tampoco tenía intención de que los gorilas que salieron a por nosotros me cogieran a mi o alguno de mis compañeros.
-¿Y ahora que?- dije en alto al grupo- ¿Correr?.
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Los guardaespaldas quedan anonadados al ver tremendo tobogán de arena que antes no estaba ahí, perdiendo unos valiosos segundos que debieron aprovechar en capturar a los piratas. En fin, deshacerse de ellos no es una tarea complicada para ningún miembro del equipo, a excepción de un par que no es necesario mencionar, ¿verdad, Brianna, Inosuke? Pueden decidir quedarse a pelear o huir, ya es cosa de ustedes. Una vez se hayan librado de los molestos guardaespaldas —ay, Jesús santo, el llamado de atención que se llevarán…— pueden pasar el resto de la tarde en el hotel, o probar suerte en las cálidas playas de Nanohana.
Cuando el sol se oculta y la noche cae sobre la ciudad porteña, Katharina se encuentra caminando por el pasillo del hotel cuando es interceptada por un hombre de cabellos ondulados, negros y hasta los hombros. Aparenta tener unos treinta años y tiene unos ojos color avellana, además de una barba incipiente. Viste como un trabajador común y corriente y lleva un carro de metal con platos y artículos de limpieza. Si se presta un poco de atención, Katharina y quien le esté acompañando en ese momento, se dará cuenta de que salió de la habitación alquilada por la bruja. No hay ningún motivo para sospechar, aunque una mente quisquillosa podría decidir fijar su mantra en él y entender que su poder de pelea es incluso inferior al de los guardaespaldas.
Llega la mañana y el equipo se alista en el vestíbulo para enfrentar las cálidas arenas del desierto. Los camellos están enlistados en el establo y, luego de darles de comer y preparar todo lo necesario para el viaje, parten hacia el punto señalado en el mapa de Ivan. ¿Qué desafíos les esperan, muchachos? ¿Bandidos? ¿Monstruos? Pronto lo descubrirán, aunque desde ya aviso algo: toda preparación es poca.
Uno de los guardaespaldas se acercó bruscamente hacia Brianna con intención de agarrarle del brazo, pero la bruja actuó rápidamente y desplegó su poderosa voluntad haciendo que todos los hombres trajeados con pintas de matones cayeran desmayados, y entonces comenzó a correr; pese a que no tuviera buenas primeras impresiones de la pelinegra, era la acompañante de Ivan y cumpliría su papel de capitana protegiéndole como si fuera un miembro más del equipo. Como era consciente de que la mayoría de la gente de su grupo no podía igualarle en velocidad, incluso dudaba de que el propio vampiro fuese tan veloz como ella, usó una quinta parte de su capacidad. Se infiltró por pasajes angostos y obstaculizados, pero gracias a su agilidad sobrehumana pudo superar las cajas, los vagabundos y los perros-camello con facilidad.
Al cabo de unos minutos llegó al hotel, quitándose el sudor de la frente y sintiéndose realmente sucia. Si bien no olía mal —o eso creía ella—, necesitaba urgentemente una ducha. Esperó a que la gente hubiera recuperado el aliento y entonces entró al edificio, buscando a la hermana de Ivan.
—Le conocí hace varios años y, sorpresa, también intentó convertirme en su cena. Los años pasaron y volví a encontrarle en Dark Dome. Hablamos y descubrimos que teníamos más cosas en común de lo que cualquiera hubiera esperado —le respondía a Verelizth mientras se acercaba a la recepción con paso calmado—. Formamos una alianza y esta terminó transformándose en…, bueno, lo que tenemos ahora. Somos una banda de piratas ruines y desalmados, pero es lo que hay.
Como le había tratado de «Señorita Katharina» había sido bastante más amable con ella, y también sincera. Reservó otra habitación doble para las nuevas “invitadas”, aunque esta vez tuvo que desembolsar el dinero de inmediato. Tampoco era una estafadora a tiempo completo, sólo cuando se presentaba la oportunidad. Igual tenía varios millones sobre los que alardear, pero era cuidadosa con despilfarrar su cuenta de ahorro. En fin, tras llenar los papeles correspondientes, la bruja se dirigió hacia el grupo.
—No tenemos nada realmente importante que hacer hasta mañana, así que subiré a mi habitación, tomaré una ducha y leeré un libro. Procuren dormir bien; nos reuniremos en el vestíbulo antes de que salga el sol —anunció y, si nadie tenía nada que agregar, caminó al ascensor.
Tomó una ducha y luego una siesta, y cuando despertó se dio cuenta de que estaba oscuro. Salió de su habitación en busca de la cena y, tras zamparse todo lo que el bufet tenía para ofrecer, volvió a su cuarto. De camino se encontró frente a frente con un empleado del hotel que le resultaba ciertamente familiar, aunque debía ser impresión suya. Pasó el resto de la tarde-noche leyendo la historia del Reino de Arabasta hasta que soltó un suspiro, se encaminó hacia el balcón y llamó a Ivan. Tenían una conversación pendiente.
Cuando el sol se oculta y la noche cae sobre la ciudad porteña, Katharina se encuentra caminando por el pasillo del hotel cuando es interceptada por un hombre de cabellos ondulados, negros y hasta los hombros. Aparenta tener unos treinta años y tiene unos ojos color avellana, además de una barba incipiente. Viste como un trabajador común y corriente y lleva un carro de metal con platos y artículos de limpieza. Si se presta un poco de atención, Katharina y quien le esté acompañando en ese momento, se dará cuenta de que salió de la habitación alquilada por la bruja. No hay ningún motivo para sospechar, aunque una mente quisquillosa podría decidir fijar su mantra en él y entender que su poder de pelea es incluso inferior al de los guardaespaldas.
Llega la mañana y el equipo se alista en el vestíbulo para enfrentar las cálidas arenas del desierto. Los camellos están enlistados en el establo y, luego de darles de comer y preparar todo lo necesario para el viaje, parten hacia el punto señalado en el mapa de Ivan. ¿Qué desafíos les esperan, muchachos? ¿Bandidos? ¿Monstruos? Pronto lo descubrirán, aunque desde ya aviso algo: toda preparación es poca.
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Uno de los guardaespaldas se acercó bruscamente hacia Brianna con intención de agarrarle del brazo, pero la bruja actuó rápidamente y desplegó su poderosa voluntad haciendo que todos los hombres trajeados con pintas de matones cayeran desmayados, y entonces comenzó a correr; pese a que no tuviera buenas primeras impresiones de la pelinegra, era la acompañante de Ivan y cumpliría su papel de capitana protegiéndole como si fuera un miembro más del equipo. Como era consciente de que la mayoría de la gente de su grupo no podía igualarle en velocidad, incluso dudaba de que el propio vampiro fuese tan veloz como ella, usó una quinta parte de su capacidad. Se infiltró por pasajes angostos y obstaculizados, pero gracias a su agilidad sobrehumana pudo superar las cajas, los vagabundos y los perros-camello con facilidad.
Al cabo de unos minutos llegó al hotel, quitándose el sudor de la frente y sintiéndose realmente sucia. Si bien no olía mal —o eso creía ella—, necesitaba urgentemente una ducha. Esperó a que la gente hubiera recuperado el aliento y entonces entró al edificio, buscando a la hermana de Ivan.
—Le conocí hace varios años y, sorpresa, también intentó convertirme en su cena. Los años pasaron y volví a encontrarle en Dark Dome. Hablamos y descubrimos que teníamos más cosas en común de lo que cualquiera hubiera esperado —le respondía a Verelizth mientras se acercaba a la recepción con paso calmado—. Formamos una alianza y esta terminó transformándose en…, bueno, lo que tenemos ahora. Somos una banda de piratas ruines y desalmados, pero es lo que hay.
Como le había tratado de «Señorita Katharina» había sido bastante más amable con ella, y también sincera. Reservó otra habitación doble para las nuevas “invitadas”, aunque esta vez tuvo que desembolsar el dinero de inmediato. Tampoco era una estafadora a tiempo completo, sólo cuando se presentaba la oportunidad. Igual tenía varios millones sobre los que alardear, pero era cuidadosa con despilfarrar su cuenta de ahorro. En fin, tras llenar los papeles correspondientes, la bruja se dirigió hacia el grupo.
—No tenemos nada realmente importante que hacer hasta mañana, así que subiré a mi habitación, tomaré una ducha y leeré un libro. Procuren dormir bien; nos reuniremos en el vestíbulo antes de que salga el sol —anunció y, si nadie tenía nada que agregar, caminó al ascensor.
Tomó una ducha y luego una siesta, y cuando despertó se dio cuenta de que estaba oscuro. Salió de su habitación en busca de la cena y, tras zamparse todo lo que el bufet tenía para ofrecer, volvió a su cuarto. De camino se encontró frente a frente con un empleado del hotel que le resultaba ciertamente familiar, aunque debía ser impresión suya. Pasó el resto de la tarde-noche leyendo la historia del Reino de Arabasta hasta que soltó un suspiro, se encaminó hacia el balcón y llamó a Ivan. Tenían una conversación pendiente.
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Habíamos logrado escabullirnos de aquellos gorilas por los pelos. ¿Que demonios había pasado? Todos se habían desmayado y no encontraba explicación alguna. Supuse que había sido cosa de Katharina al pasar unos segundos, ya que era la que estaba llevando la iniciativa en todo esto. Cuando volvimos al hotel no sin antes sentirme algo mareada escuché lo que Katharina me había dicho mientras asentía con la cabeza a sus palabras. No podía culpar de que fueran así...al fin y al cabo eran piratas ¿Que podía esperar?.
Una vez en el vestíbulo Katharina nos dijo que no haríamos nada hasta mañana, ergo podíamos descansar y tomar un respiro tras nuestro "ajetreado" simpa en el restaurante. Tan sólo esperaba que no volviera a pasar nuevamente, y menos que el hotel fuera el objetivo.
Yo decidí desconectar de todo y de todos por un par de horas. Así que subí a mi habitación mientras me cruzaba con adultos y niños por los pasillos. Una vez en la recámara me tumbé boca arriba en la cama pensando en todo lo acontecido. Había encontrado un hermano y quizás unos compañeros...vete tu a saber. Mientras cavilaba comencé a tener sed, pues no me había dado cuenta de que no había tomado nada en todo el día. Me levanté de la cama y me dirigí al tocador de la habitación junto al balcón que estaba abierto, dejando entrar así una brisa nocturna.
Cogí el cepillo del pelo y comencé a peinarme el cabello mientras salía hacia el balcón. Parecía que ya no había mucha gente ni en la calle ni por los pasillos del hotel, al menos eso pensaba al no sentir pasos por delante de la puerta de mi habitación. Así que comencé a entonar una canción, con el objetivo de que la cena viniera a mi.
Una vez en el vestíbulo Katharina nos dijo que no haríamos nada hasta mañana, ergo podíamos descansar y tomar un respiro tras nuestro "ajetreado" simpa en el restaurante. Tan sólo esperaba que no volviera a pasar nuevamente, y menos que el hotel fuera el objetivo.
Yo decidí desconectar de todo y de todos por un par de horas. Así que subí a mi habitación mientras me cruzaba con adultos y niños por los pasillos. Una vez en la recámara me tumbé boca arriba en la cama pensando en todo lo acontecido. Había encontrado un hermano y quizás unos compañeros...vete tu a saber. Mientras cavilaba comencé a tener sed, pues no me había dado cuenta de que no había tomado nada en todo el día. Me levanté de la cama y me dirigí al tocador de la habitación junto al balcón que estaba abierto, dejando entrar así una brisa nocturna.
Cogí el cepillo del pelo y comencé a peinarme el cabello mientras salía hacia el balcón. Parecía que ya no había mucha gente ni en la calle ni por los pasillos del hotel, al menos eso pensaba al no sentir pasos por delante de la puerta de mi habitación. Así que comencé a entonar una canción, con el objetivo de que la cena viniera a mi.
- Voz:
Nivel 40:
-Voz: Los más débiles de mente de aquellos que caen en su trance (diez niveles o más por debajo de Selene) desearán ayudarla y cumplir sus deseos (siempre que esto no suponga un riesgo evidente para su salud o rompa con su psicología). Si se sienten físicamente atraídos por Selene bastará con que tengan el mismo nivel o menos.
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Sombra, ventiladores, agua fresquita y barra libre de refrescos. Ahora entiendo por qué la gente llama a este mar El Paraíso. Por fin puedo olvidarme de huidas, de matones de hostelería, de camellos malolientes y de un abrasador sol que apuñala con sus rayos. De díscolos mujeriegos, de morsas, zombies y manadas de focas tragonas. He encontrado un sitio perfecto en el hotel y estoy más que dispuesta a aprovecharlo todo el tiempo posible. No necesito aventurarme en la bulliciosa Nanohana y sudar entre las oleadas de gente que la recorren como hormiguitas revolcándose en lava volcánica. Yo me quedo aquí.
-Esto... señorita -dice una voz molesta desde alguna parte de mi idílico entorno. Aparto el libro que descansa sobre mi cara y oteó el salón con la mirada. La voz vuelve a hablar, pero debe de venir del lado del parche, porque no veo a nadie. Tampoco me importa-. Señorita, no puede dormir en la fuente.
-¿Cómo que no?
¿Hay una regla acaso que me prohíba quitarme los zapatos, colocar una pila de cojines en el borde la fuente decorativa del hotel y tumbarme metida en el agua hasta las rodillas? Bien pensado tal vez la haya, pero es una regla estúpida.
-Cóbrate una buena propina y cárgala a la habitación de la jefa. Tenemos la tarifa con acceso a la piscina -Creo.
-Pero es una fuente, señorita.
-Bueno, es que no tenéis piscina -razono.
Despido al empleado con la promesa de una buena paga y la petición de un par de zumos fríos más. No pienso dejar que me priven de la única comodidad que ofrece este sitio. No cuando el dinero -de otra- puede pagarlo. Y aquí echo el día. Duermo a la fresca hasta que el sol termina su infernal recorrido por el cielo arrasando con todo aquí abajo. No es hasta que la temperatura se vuelve razonable, con las últimas luces de la tarde, cuando me desperezo, recojo mis cosas y me preparo para explorar la ciudad.
Salgo cuando las primeras estrellas ya se dejan ver, cuando la brisa nocturna, mucho más agradable que el bochorno del día, arrastra el sugerente olor a carne asada desde algún lugar. Decido hacer lo que Franklin haría y dejo que mi estómago me guíe. Deambulo por la zona en busca de algo que sacie mi apetito. He cogido algo de dinero -mis escasos ahorros reunidos en una triste bolsa- y me lo voy gastando aquí y allá, haciendo una degustación gastronómica de lo que este exótico lugar tiene que ofrecer. Desde luego, la comida es muy distinta de la del South Blue, pero es que incluso las bebidas más comunes se me antojan totalmente ajenas.
Sin proponérmelo termino frente al mar, donde las luces de la ciudad dejan de brillar para dar paso a una negrura sin igual de la que proviene el eterno sonido de las olas. Me pregunto si el viejo llegó a venir a este lugar, a pisar este desierto y quejarse del calor y la arena. Seguramente le haría gracia que yo haya hecho lo mismo. Solo me falta pegarle a alguien, pero eso se lo dejo a otros. Las reyertas callejeras no son lo mío. Generalmente...
Tras contemplar un rato el mar, vuelvo al hotel. Ya es bien entrada la noche y mañana hay trabajo que hacer. Hay que trabajar duro siendo pirata.
-Esto... señorita -dice una voz molesta desde alguna parte de mi idílico entorno. Aparto el libro que descansa sobre mi cara y oteó el salón con la mirada. La voz vuelve a hablar, pero debe de venir del lado del parche, porque no veo a nadie. Tampoco me importa-. Señorita, no puede dormir en la fuente.
-¿Cómo que no?
¿Hay una regla acaso que me prohíba quitarme los zapatos, colocar una pila de cojines en el borde la fuente decorativa del hotel y tumbarme metida en el agua hasta las rodillas? Bien pensado tal vez la haya, pero es una regla estúpida.
-Cóbrate una buena propina y cárgala a la habitación de la jefa. Tenemos la tarifa con acceso a la piscina -Creo.
-Pero es una fuente, señorita.
-Bueno, es que no tenéis piscina -razono.
Despido al empleado con la promesa de una buena paga y la petición de un par de zumos fríos más. No pienso dejar que me priven de la única comodidad que ofrece este sitio. No cuando el dinero -de otra- puede pagarlo. Y aquí echo el día. Duermo a la fresca hasta que el sol termina su infernal recorrido por el cielo arrasando con todo aquí abajo. No es hasta que la temperatura se vuelve razonable, con las últimas luces de la tarde, cuando me desperezo, recojo mis cosas y me preparo para explorar la ciudad.
Salgo cuando las primeras estrellas ya se dejan ver, cuando la brisa nocturna, mucho más agradable que el bochorno del día, arrastra el sugerente olor a carne asada desde algún lugar. Decido hacer lo que Franklin haría y dejo que mi estómago me guíe. Deambulo por la zona en busca de algo que sacie mi apetito. He cogido algo de dinero -mis escasos ahorros reunidos en una triste bolsa- y me lo voy gastando aquí y allá, haciendo una degustación gastronómica de lo que este exótico lugar tiene que ofrecer. Desde luego, la comida es muy distinta de la del South Blue, pero es que incluso las bebidas más comunes se me antojan totalmente ajenas.
Sin proponérmelo termino frente al mar, donde las luces de la ciudad dejan de brillar para dar paso a una negrura sin igual de la que proviene el eterno sonido de las olas. Me pregunto si el viejo llegó a venir a este lugar, a pisar este desierto y quejarse del calor y la arena. Seguramente le haría gracia que yo haya hecho lo mismo. Solo me falta pegarle a alguien, pero eso se lo dejo a otros. Las reyertas callejeras no son lo mío. Generalmente...
Tras contemplar un rato el mar, vuelvo al hotel. Ya es bien entrada la noche y mañana hay trabajo que hacer. Hay que trabajar duro siendo pirata.
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No era capaz de permanecer enfadado con aquella mujer. En cuanto empezó a olerse que se iba a repetir la escena de Dark Dome, tuvo que contener la risa y fingir serenidad. Que Brianna estuviese a su lado acariciándole y susurrándole al oído ayudó a que se le pasara el pronto y se calmara. Sin embargo toda la calma y el control se fueron a tomar viento cuando unos guardias de seguridad se acercaron a por ellos, y uno intentó agarrar a Brianna. Con un destello carmesí en los ojos, el vampiro se dispuso a sacar su daga y cortarle los dedos, cuando una onda de pura voluntad hizo temblar el aire y los hombres se desplomaron. Observó a Katharina por un momento y asintió con la cabeza, agradecido. Tras eso se cargó al hombro a la morena como si fuera un saco de patatas y dijo:
- ¡Marine el último! ¡Toca salir por patas!
Tras eso se lanzó por el tobogán con una risa salvaje. En cuanto estuvo abajo, en lugar de seguir a su capitana corrió hacia los camellos y se subió sobre el primero, sentando a Brianna frente a él. Fustigó al animal y agarró las riendas, y con un quejido el bicho se puso en marcha, no sin antes intentar removerse sin éxito. Como los cinco estaban atados entre sí, todo el convoy se puso a moverse. Guió a los animales hasta el hotel, donde encargó a uno de los mozos del establo que cuidase a las bestias y les diese comida y bebida. Tras eso cogió de la mano a Brianna y fueron juntos a encontrarse con resto. Tras acordar que tendrían la tarde libre, se fue con la chica a pasar el día juntos.
Se despertó poco antes del amanecer. Levantándose con cuidado para no despertar a Bri, se vistió y se dispuso a salir. Quería ir dejando todo preparado para cuando el resto se despertara; tenían que aprovechar bien el día. Recordó mientras miraba a su chica dormir el pequeño lío que se había montado la noche anterior con las habitaciones: Katharina pretendía que durmiera con Inosuke y que Selene y Bri compartieran habitación. Tras el lío inicial y negándose a dejar a su hermana con el salvaje, había pagado una habitación más de su bolsillo. Una vez estuvo vestido, convirtiendo como el día anterior su Manto de Sombras en una túnica del desierto, comenzó a pasar frente a las habitaciones y dejar en el interior de todos (colgado en la puerta) las ropas que les había comprado para la expedición. No le costó forzar las cerraduras sin hacer ruido gracias a sus habilidades de espía. En la habitación de Katharina cogió las compras del día anterior y se las llevó. Tras eso se dirigió al exterior y se puso a preparar a los camellos. En lugar de desayunar del buffet del hotel, se desayunó al mozo de cuadras y se puso a esperar a su banda con los animales frente a la puerta principal.
- ¡Marine el último! ¡Toca salir por patas!
Tras eso se lanzó por el tobogán con una risa salvaje. En cuanto estuvo abajo, en lugar de seguir a su capitana corrió hacia los camellos y se subió sobre el primero, sentando a Brianna frente a él. Fustigó al animal y agarró las riendas, y con un quejido el bicho se puso en marcha, no sin antes intentar removerse sin éxito. Como los cinco estaban atados entre sí, todo el convoy se puso a moverse. Guió a los animales hasta el hotel, donde encargó a uno de los mozos del establo que cuidase a las bestias y les diese comida y bebida. Tras eso cogió de la mano a Brianna y fueron juntos a encontrarse con resto. Tras acordar que tendrían la tarde libre, se fue con la chica a pasar el día juntos.
...
Se despertó poco antes del amanecer. Levantándose con cuidado para no despertar a Bri, se vistió y se dispuso a salir. Quería ir dejando todo preparado para cuando el resto se despertara; tenían que aprovechar bien el día. Recordó mientras miraba a su chica dormir el pequeño lío que se había montado la noche anterior con las habitaciones: Katharina pretendía que durmiera con Inosuke y que Selene y Bri compartieran habitación. Tras el lío inicial y negándose a dejar a su hermana con el salvaje, había pagado una habitación más de su bolsillo. Una vez estuvo vestido, convirtiendo como el día anterior su Manto de Sombras en una túnica del desierto, comenzó a pasar frente a las habitaciones y dejar en el interior de todos (colgado en la puerta) las ropas que les había comprado para la expedición. No le costó forzar las cerraduras sin hacer ruido gracias a sus habilidades de espía. En la habitación de Katharina cogió las compras del día anterior y se las llevó. Tras eso se dirigió al exterior y se puso a preparar a los camellos. En lugar de desayunar del buffet del hotel, se desayunó al mozo de cuadras y se puso a esperar a su banda con los animales frente a la puerta principal.
Brianna Byrne
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Definitivamente había topado con una banda de loquitos. Tampoco es que se quejara, al menos algunos parecían buena gente. Intentaba huir de aquellos matones y justo cuando uno iba a alcanzarla sintió algo, algo que no había sentido nunca que hizo que esa panda de matones cayera redonditos al suelo. Suspiro con cierto alivio hasta que sintió como Ivan la tomaba como saco de patatas y tras colocarla en su hombro se tiraba por aquel tobogán de arena. Quien le diría a ella que terminaría metida en semejantes locuras, aunque en cierta forma su vida ya era una locura digna de cualquier novela. Una vez que estuvieron abajo, Ivan la llevo hasta los camellos donde la subió a uno y salieron pitando de allí huyendo del restaurante.
Desde luego iba a vivir muchas aventuras con esta panda de locuelos, siempre y cuando la capitana dejara de mirarla de esa manera. De lo contrario Bri no se sentiría cómoda en absoluto y terminaría saliendo por patas de allí. Ya había vivido demasiado tiempo bajo miradas que la hacían sentir incomoda, algunas por celos, envidia, lujuria. No quería volver a sentirse de aquella manera y si para eso tenía que volver a ir por su cuenta, lo haría. Aunque no quería dejar a Ivan, aquella era una situación realmente complicada que esperaba que pudieran solucionar de alguna manera favorable para todos.
Una vez llegaron al lugar donde pasarían la noche, tuvieron otro ligero problema. Ivan no consentía en que durmiera con Selene, no sabía bien por que, aunque tal vez era cosa de sus pesadillas y de que se había acostumbrado a dormir a su lado. Suspiro un poco nerviosa intentando que el vampiro no se sulfurase demasiado. Al final terminó pagando una habitación más, tras eso, fueron a pasar un agradable día en la playa. Si, había echo que el vampiro fuera a la playa, pero bueno él había sido quien terminó accediendo, seguramente por que estaba contento ya que aquella noche podrían dormir juntos al final. No obstante, esa misma noche pudo sentir que en un momento dado de la noche, el vampiro marchaba, seguramente a hablar con su capitana. Prefirió guardar silencio y no decir nada, se acomodo de nuevo en la cama y terminó durmiendo un rato más. Cuando regreso ambos pudieron hablar un poco sobre lo sucedido, a la joven doctora le costaba dormir y para cuando el vampiro volvió a la cama, ella estaba despierta.
Cuando llego la mañana se despertó sobresaltada, Ivan no estaba y seguramente eso había provocado el sobresalto en la joven. Suspiro y se levanto para echarse un poco de agua en la cara, necesitaba despejarse un poco. Se arreglo y bajo a ver si podía pillar algo de desayunar antes de que se pusieran en marcha en su misión. Comió un poco de aquí y de allí y luego fue a ver donde estaba el vampiro. Al salir del lugar se encontró con el de frente — buenos días, ¿has comido ya? — aunque por alguna razón estaba segura de que lo había echo. Se acerco un par de pasos mas a él para limpiar ciertos restos de su mejilla — deberías limpiarte solito la boca después de comer, no eres un niño — sonriendo divertida le sacó la lengua y se puso junto a él, esperando al resto.
Desde luego iba a vivir muchas aventuras con esta panda de locuelos, siempre y cuando la capitana dejara de mirarla de esa manera. De lo contrario Bri no se sentiría cómoda en absoluto y terminaría saliendo por patas de allí. Ya había vivido demasiado tiempo bajo miradas que la hacían sentir incomoda, algunas por celos, envidia, lujuria. No quería volver a sentirse de aquella manera y si para eso tenía que volver a ir por su cuenta, lo haría. Aunque no quería dejar a Ivan, aquella era una situación realmente complicada que esperaba que pudieran solucionar de alguna manera favorable para todos.
Una vez llegaron al lugar donde pasarían la noche, tuvieron otro ligero problema. Ivan no consentía en que durmiera con Selene, no sabía bien por que, aunque tal vez era cosa de sus pesadillas y de que se había acostumbrado a dormir a su lado. Suspiro un poco nerviosa intentando que el vampiro no se sulfurase demasiado. Al final terminó pagando una habitación más, tras eso, fueron a pasar un agradable día en la playa. Si, había echo que el vampiro fuera a la playa, pero bueno él había sido quien terminó accediendo, seguramente por que estaba contento ya que aquella noche podrían dormir juntos al final. No obstante, esa misma noche pudo sentir que en un momento dado de la noche, el vampiro marchaba, seguramente a hablar con su capitana. Prefirió guardar silencio y no decir nada, se acomodo de nuevo en la cama y terminó durmiendo un rato más. Cuando regreso ambos pudieron hablar un poco sobre lo sucedido, a la joven doctora le costaba dormir y para cuando el vampiro volvió a la cama, ella estaba despierta.
Cuando llego la mañana se despertó sobresaltada, Ivan no estaba y seguramente eso había provocado el sobresalto en la joven. Suspiro y se levanto para echarse un poco de agua en la cara, necesitaba despejarse un poco. Se arreglo y bajo a ver si podía pillar algo de desayunar antes de que se pusieran en marcha en su misión. Comió un poco de aquí y de allí y luego fue a ver donde estaba el vampiro. Al salir del lugar se encontró con el de frente — buenos días, ¿has comido ya? — aunque por alguna razón estaba segura de que lo había echo. Se acerco un par de pasos mas a él para limpiar ciertos restos de su mejilla — deberías limpiarte solito la boca después de comer, no eres un niño — sonriendo divertida le sacó la lengua y se puso junto a él, esperando al resto.
Katharina von Steinhell
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Luego de un apetitoso desayuno, el variopinto grupo se dirige hacia el punto indicado en el mapa, adentrándose en el desierto. Hay un sofocante sol en lo alto del cielo y el viento seco quema hasta la garganta. El peor que se lo pasa es Ivan por su naturaleza de niño especial. Comparten historias y cuentan sus aventuras, cantan y se detienen a beber. O eso es lo que haría un grupo medianamente normal. Cuando el reloj marca el medio día comienza la hora del almuerzo. Y luego continúan avanzando sin que nada realmente entretenido suceda. En caso de que alguien lo haya pedido, el problema está a la orden del día: un rugido proveniente del suelo alarma los sentidos de los piratas. ¿Un terremoto, quizás? ¿Un mega topo que promete destruir el mundo? No, no es nada de eso. ¡Son Cangrejos Gigantes!
Un Cangrejo Gigante de Coraza Dorada aparece para interceptar al grupo; es una criatura muy agresiva y territorial. Además, se dice que el color de su caparazón indica la cantidad de años que tiene la bestia y, en este caso, alcanza los mil años. Ahí está: una criatura milenaria ha aparecido para condimentar la aventura. ¡Pero ojo! Trae compañía, pues el grupo es rápidamente rodeado por dos Cangrejos Gigantes de Coraza Roja. ¡Y eso no es todo! La retaguardia es ocupada por dos Cangrejos Gigantes de Coraza Gris. ¿Qué hacen, chicos y chicas? La huida es una opción, pero algo les dice que no será fácil. Pueden enfrentarlos, aunque no tienen asegurada su supervivencia (bueno, en realidad sí). Sin embargo, el tiempo pasa rápidamente y los primeros en abalanzarse son los dos Cangrejos Gigantes de Coraza Roja, quienes atacan principalmente a Ivan, Kaya, Inosuke y Selene.
Había viajado en silencio la mayor parte del primer día de viaje, no sólo porque hubiera un sol endemoniadamente insoportable, sino también porque pensaba en las palabras que debía decirle a Brianna. Se lo había prometido a Ivan la noche anterior y la bruja era una chica que cumplía sus promesas; o al menos lo intentaba con mucho ahínco. Sólo habló cuando tuvo que darles órdenes a sus “subordinados”, sobre todo a Kaya para que mantuviera controlado a Franklin. El desierto era un lugar peligroso y desconocido, así que no podían permitirse distracciones.
El momento más feliz del día fue el almuerzo, cuya encargada fue la del parche. Sus habilidades culinarias eran el gran motivo por el cual aún le permitía viajar en el submarino. Había otras razones, y se estaría mintiendo si las negaba, pero prefería mantenerlas ocultas en lo profundo de su complejo ser. Bebió agua como si fuese un recurso muy fácil de encontrar en un sitio donde no hay más que arena. Bueno, por algo había comprado hartas botellas. Además, había que darles a los apestosos camellos.
—Encárgate de darles agua a los camellos —le ordenó al habitante del cielo, aunque esta vez su tono de voz fue mucho más… amable, tanto que parecía ocultar un “por favor”.
Retomó el viaje y continuó en silencio, ensimismada en sus pensamientos y en lo que encontraría en las ruinas. De verdad esperaba ver con sus propios ojos otro Poneglyph, y esta vez tenía la esperanza de que no ocultaría una receta de sopa de tomate, sino algo mucho, mucho más valioso. Fue cuando el sol comenzaba a ocultarse que una sensación de alerta recorrió cada célula de su cuerpo, llevando instintivamente su mano a la empuñadura de Fushigiri. Escuchó un estruendoso sonido, preguntándose qué sería. Y la respuesta llegó por sí sola cuando apareció un grupo de monstruos gigantescos. Katharina frunció el ceño al ver esa enorme criatura de coraza dorada: era la misma que aparecía en muchas historias del Reino de Arabasta.
El Gran Cangrejo de Coraza Dorada era una criatura milenaria muy peligrosa y agresiva que atacaba a los viajeros de desierto, ya fuese por territorio o diversión. Y, según los libros que había leído, siempre aparecía en compañía de dos Cangrejos de Coraza Roja. Estos eran los más peligrosos puesto que poseían verdaderas tenazas capaces de romper grandes trozos de roca. Sin dudarlo, la espadachina desenfundó rápidamente a Fushigiri, cubriéndola de una armadura negra y densa, y detuvo el avance de uno de los dos cangrejos que se aproximaba a toda velocidad hacia Kaya e Inosuke. En caso de poder detenerlo, canalizaría rápidamente maná para convocar un círculo mágico rojo y disparar una poderosa bola de fuego.
—¡Ivan, yo me ocupo de este! ¡Tú protege a los demás! —le pidió mientras forcejeaba con una de las bestias del desierto.
Un Cangrejo Gigante de Coraza Dorada aparece para interceptar al grupo; es una criatura muy agresiva y territorial. Además, se dice que el color de su caparazón indica la cantidad de años que tiene la bestia y, en este caso, alcanza los mil años. Ahí está: una criatura milenaria ha aparecido para condimentar la aventura. ¡Pero ojo! Trae compañía, pues el grupo es rápidamente rodeado por dos Cangrejos Gigantes de Coraza Roja. ¡Y eso no es todo! La retaguardia es ocupada por dos Cangrejos Gigantes de Coraza Gris. ¿Qué hacen, chicos y chicas? La huida es una opción, pero algo les dice que no será fácil. Pueden enfrentarlos, aunque no tienen asegurada su supervivencia (bueno, en realidad sí). Sin embargo, el tiempo pasa rápidamente y los primeros en abalanzarse son los dos Cangrejos Gigantes de Coraza Roja, quienes atacan principalmente a Ivan, Kaya, Inosuke y Selene.
- Importante:
- Cangrejo Gigante de Coraza Dorada: Es un enorme cangrejo que alcanza los veinte metros de altura y su caparazón es tan duro que nada en el mundo puede cortarlo, o eso se dice. Es una criatura increíblemente sabia e inteligente, muy astuta que ha protegido el desierto de Arabasta por cientos de años.
Cangrejo Gigante de Coraza Roja: Es un gran cangrejo que alcanza los ocho metros de altura y su caparazón es increíblemente duro. Algún historiador letrado podría saber que estos vendrían a ser los guardianes del Cangrejo Milenario, por lo que es inteligente considerar su fuerza.
Cangrejo Gigante de Coraza Gris: Es un cangrejo medianamente grande de unos dos metros y su caparazón está formándose. Son los reclutas, aquellos hijos que son enviados al campo de batalla para ser puestos a prueba.
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Había viajado en silencio la mayor parte del primer día de viaje, no sólo porque hubiera un sol endemoniadamente insoportable, sino también porque pensaba en las palabras que debía decirle a Brianna. Se lo había prometido a Ivan la noche anterior y la bruja era una chica que cumplía sus promesas; o al menos lo intentaba con mucho ahínco. Sólo habló cuando tuvo que darles órdenes a sus “subordinados”, sobre todo a Kaya para que mantuviera controlado a Franklin. El desierto era un lugar peligroso y desconocido, así que no podían permitirse distracciones.
El momento más feliz del día fue el almuerzo, cuya encargada fue la del parche. Sus habilidades culinarias eran el gran motivo por el cual aún le permitía viajar en el submarino. Había otras razones, y se estaría mintiendo si las negaba, pero prefería mantenerlas ocultas en lo profundo de su complejo ser. Bebió agua como si fuese un recurso muy fácil de encontrar en un sitio donde no hay más que arena. Bueno, por algo había comprado hartas botellas. Además, había que darles a los apestosos camellos.
—Encárgate de darles agua a los camellos —le ordenó al habitante del cielo, aunque esta vez su tono de voz fue mucho más… amable, tanto que parecía ocultar un “por favor”.
Retomó el viaje y continuó en silencio, ensimismada en sus pensamientos y en lo que encontraría en las ruinas. De verdad esperaba ver con sus propios ojos otro Poneglyph, y esta vez tenía la esperanza de que no ocultaría una receta de sopa de tomate, sino algo mucho, mucho más valioso. Fue cuando el sol comenzaba a ocultarse que una sensación de alerta recorrió cada célula de su cuerpo, llevando instintivamente su mano a la empuñadura de Fushigiri. Escuchó un estruendoso sonido, preguntándose qué sería. Y la respuesta llegó por sí sola cuando apareció un grupo de monstruos gigantescos. Katharina frunció el ceño al ver esa enorme criatura de coraza dorada: era la misma que aparecía en muchas historias del Reino de Arabasta.
El Gran Cangrejo de Coraza Dorada era una criatura milenaria muy peligrosa y agresiva que atacaba a los viajeros de desierto, ya fuese por territorio o diversión. Y, según los libros que había leído, siempre aparecía en compañía de dos Cangrejos de Coraza Roja. Estos eran los más peligrosos puesto que poseían verdaderas tenazas capaces de romper grandes trozos de roca. Sin dudarlo, la espadachina desenfundó rápidamente a Fushigiri, cubriéndola de una armadura negra y densa, y detuvo el avance de uno de los dos cangrejos que se aproximaba a toda velocidad hacia Kaya e Inosuke. En caso de poder detenerlo, canalizaría rápidamente maná para convocar un círculo mágico rojo y disparar una poderosa bola de fuego.
—¡Ivan, yo me ocupo de este! ¡Tú protege a los demás! —le pidió mientras forcejeaba con una de las bestias del desierto.
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Ir en camello es soberanamente incómodo. Al principio es divertido, con todo ese bamboleo y el placer de no tener que caminar por mí misma por un terreno tan engorroso, pero las molestias en los muslos no tardar en aparecer, y es condenadamente difícil ponerse cómoda sobre estas jorobas. Pero no me quejaré. Los demás seguro que lo llevan peor; al fin y al cabo, yo he sido precavida. Anoche encontré una tienda de lo más útil, donde empleé mis últimos ahorros en comprar un toldo portátil. Se enganchan sus cuatro varillas metálicas a la silla de montar y se despliega el tejado de tela por encima de la cabeza de quien monta el animal. En este caso, una servidora. No es el invento más elegante del mundo, pero al menos me da sombra. Y ahora mismo eso lo convierte en el mejor.
-¿Alguien quiere... una de estas cosas?
Ofrezco una especie de fruta rara que bien podría ser el hijo bastardo de una naranja y un higo, pero con una gran cantidad de agua. Es el alimento perfecto para este clima, y también para matar el tiempo picando algo. En serio, el aburrimiento da mucha hambre. Y no solo a mí. Cada vez que la morsa asoma la cabeza de mi bolsa le doy un trozo y se queda tranquila un rato más.
Por algún motivo, ahora somos el doble de personas que cuando desembarcamos ayer. Inosuke tiene cierta gracia, casi como una mascota coja y tonta que una acoge porque le da pena y porque sabe dar la pata. No me hace mucha gracia la idea de acampar con él esta noche, porque a saber con qué locura sale, pero no es más molesto que Franklin, tan solo más bocazas. Brianna es... no sé, en realidad no he hablado con ella. Existe, que supongo que no es poco. Y la otra Markov, Selene la hermana perdida casualmente reencontrada, se parece bastante a su hermano. Ambos transmiten ese aire de estar totalmente fuera de lugar entre gente viva. Aun así, sobre estas dos hay algo que no me queda claro del todo.
-Esto... Entonces, ¿las dos sois también piratas? ¿O solo acompañáis a Ivan?
Supongo que si van con nosotras es que son piratas, ¿no? ¿O solo se es pirata cuando se tiene recompensa? Al margen de ir con Kath, nada me identifica como miembro de su grupo. Si viniesen a capturarme podría decir que solo soy una ciudadana normal que pasaba por aquí. ¿Cómo iba a saberlo nadie? ¿Cómo pueden los marines trabajar así?
"¿Quieres dejar de pensar en gilipolleces?", me reprende una parte de mí.
De repente el suelo tiembla. El camello se detiene de golpe, retrocediendo aparentemente alarmado. La capa superficial de la arena parece temblar, como si algo la hiciese vibrar. No creo que sea un espejismo ni nada parecido. ¿Será algún fenómeno propio del desierto? Mi mente ya está barajando media docena de posibilidades cuando aparecen los cangrejos. Eso no me lo esperaba.
El camello se asusta y tropieza cuando la arena se mueve bajo sus patas. Acabo con el trasero en tierra con un monstruo cangrejo clavando sus dispares ojos sobre mí. Es increíble que lo primero que piense sea "Joder, cómo quema la arena". Y lo es porque las pinzas rojas de esa cosa parecen estar diseñadas específicamente para aplastarme. ¿De dónde salen estos bichos?
Ruedo cuando intenta atraparme. El cangrejo golpea la arena y provoca que se esparza en todas direcciones, como una molesta nube que se me mete en el ojo y en la boca. Oigo antes que ver como se mueve hacia mí. Si me aparto puede atraparme otro, así que avanzo y paso bajo su gran cuerpo rojo y monstruoso hasta quedar tras él. Sus estrechas patas se hunden en el frágil suelo del desierto con la naturalidad de una criatura adaptada al ambiente. Desde luego, mucho mejor adaptada que yo; se me hace difícil correr por este terreno.
Esquivo como puedo la mirada del cangrejo. Me coloco tras él mientras pienso en cómo detenerlo. En realidad ya tengo una idea, pero parece ridículamente arriesgada. Claro que no creo que haya muchos planes de acción mejores. ¿Esperar que Kath se los cargue a todos? No, esa bruja me lo echaría en cara durante días. Salto y doy una voltereta hasta quedar frente a la bestia. Una de sus pinzas desciende a por mí y yo, en lugar de esquivarla, me lanzo sobre ella. Vale, ahora.
Caigo de morros sobre la pinza cuando llego a las diez toneladas y casi puedo sentir la consternación del pobre cangrejo cuando intenta mover su apéndice con mi peso encima. Buena suerte, bichejo. Anulo mi poder cuando su otra pinza viene a buscarme y salto sobre ella. Esta vez no la inmovilizo, sino que trepo sobre ella para llegar hasta el cuerpo del animal. Su coraza arde al tacto como el tobogán de un parque infantil en verano. La criatura gira sobre sí misma y extiende sus tenazas hacia sí mismo para intentar atraparme. Está a punto de conseguirlo un par de veces, pero soy pequeña y sus armas, torpes, así que puedo escabullirme y activar mi poder. Sorprendido por el peso repentino, el cangrejo pierde pie y cae derribado, momento que aprovecho para saltar sobre uno de sus ojos. En cuanto me agarro a él, me transformo en un mazo de veinte toneladas que empotra el ojo del pobre bicho contra la arena con la fuerza de un meteoro. Salgo rodando con el culo dolorido dejando a mi paso un ojo reventado y un enemigo menos. Tengo arena por todas partes.
Cómo odio el desierto.
-¿Alguien quiere... una de estas cosas?
Ofrezco una especie de fruta rara que bien podría ser el hijo bastardo de una naranja y un higo, pero con una gran cantidad de agua. Es el alimento perfecto para este clima, y también para matar el tiempo picando algo. En serio, el aburrimiento da mucha hambre. Y no solo a mí. Cada vez que la morsa asoma la cabeza de mi bolsa le doy un trozo y se queda tranquila un rato más.
Por algún motivo, ahora somos el doble de personas que cuando desembarcamos ayer. Inosuke tiene cierta gracia, casi como una mascota coja y tonta que una acoge porque le da pena y porque sabe dar la pata. No me hace mucha gracia la idea de acampar con él esta noche, porque a saber con qué locura sale, pero no es más molesto que Franklin, tan solo más bocazas. Brianna es... no sé, en realidad no he hablado con ella. Existe, que supongo que no es poco. Y la otra Markov, Selene la hermana perdida casualmente reencontrada, se parece bastante a su hermano. Ambos transmiten ese aire de estar totalmente fuera de lugar entre gente viva. Aun así, sobre estas dos hay algo que no me queda claro del todo.
-Esto... Entonces, ¿las dos sois también piratas? ¿O solo acompañáis a Ivan?
Supongo que si van con nosotras es que son piratas, ¿no? ¿O solo se es pirata cuando se tiene recompensa? Al margen de ir con Kath, nada me identifica como miembro de su grupo. Si viniesen a capturarme podría decir que solo soy una ciudadana normal que pasaba por aquí. ¿Cómo iba a saberlo nadie? ¿Cómo pueden los marines trabajar así?
"¿Quieres dejar de pensar en gilipolleces?", me reprende una parte de mí.
De repente el suelo tiembla. El camello se detiene de golpe, retrocediendo aparentemente alarmado. La capa superficial de la arena parece temblar, como si algo la hiciese vibrar. No creo que sea un espejismo ni nada parecido. ¿Será algún fenómeno propio del desierto? Mi mente ya está barajando media docena de posibilidades cuando aparecen los cangrejos. Eso no me lo esperaba.
El camello se asusta y tropieza cuando la arena se mueve bajo sus patas. Acabo con el trasero en tierra con un monstruo cangrejo clavando sus dispares ojos sobre mí. Es increíble que lo primero que piense sea "Joder, cómo quema la arena". Y lo es porque las pinzas rojas de esa cosa parecen estar diseñadas específicamente para aplastarme. ¿De dónde salen estos bichos?
Ruedo cuando intenta atraparme. El cangrejo golpea la arena y provoca que se esparza en todas direcciones, como una molesta nube que se me mete en el ojo y en la boca. Oigo antes que ver como se mueve hacia mí. Si me aparto puede atraparme otro, así que avanzo y paso bajo su gran cuerpo rojo y monstruoso hasta quedar tras él. Sus estrechas patas se hunden en el frágil suelo del desierto con la naturalidad de una criatura adaptada al ambiente. Desde luego, mucho mejor adaptada que yo; se me hace difícil correr por este terreno.
Esquivo como puedo la mirada del cangrejo. Me coloco tras él mientras pienso en cómo detenerlo. En realidad ya tengo una idea, pero parece ridículamente arriesgada. Claro que no creo que haya muchos planes de acción mejores. ¿Esperar que Kath se los cargue a todos? No, esa bruja me lo echaría en cara durante días. Salto y doy una voltereta hasta quedar frente a la bestia. Una de sus pinzas desciende a por mí y yo, en lugar de esquivarla, me lanzo sobre ella. Vale, ahora.
Caigo de morros sobre la pinza cuando llego a las diez toneladas y casi puedo sentir la consternación del pobre cangrejo cuando intenta mover su apéndice con mi peso encima. Buena suerte, bichejo. Anulo mi poder cuando su otra pinza viene a buscarme y salto sobre ella. Esta vez no la inmovilizo, sino que trepo sobre ella para llegar hasta el cuerpo del animal. Su coraza arde al tacto como el tobogán de un parque infantil en verano. La criatura gira sobre sí misma y extiende sus tenazas hacia sí mismo para intentar atraparme. Está a punto de conseguirlo un par de veces, pero soy pequeña y sus armas, torpes, así que puedo escabullirme y activar mi poder. Sorprendido por el peso repentino, el cangrejo pierde pie y cae derribado, momento que aprovecho para saltar sobre uno de sus ojos. En cuanto me agarro a él, me transformo en un mazo de veinte toneladas que empotra el ojo del pobre bicho contra la arena con la fuerza de un meteoro. Salgo rodando con el culo dolorido dejando a mi paso un ojo reventado y un enemigo menos. Tengo arena por todas partes.
Cómo odio el desierto.
Brianna Byrne
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Parecía que las cosas estaban tranquilas por el momento. Comenzaron su viaje por el desierto en busca de aquel objeto que querían encontrar. Seguramente estaría en un lugar extraño, en alguna cueva o algún lugar escondido y de difícil acceso. Estaba totalmente convencida de que no seria nada fácil y que ella tendría bastantes problemas. Solo esperaba no retrasar al grupo y poder hacer algo para ayudar. No le gustaba sentirse inútil, odiaba sentirse inútil. Los camellos estaban haciendo un viaje largo junto a ellos, seguramente terminarían algo cansados pero teniendo en cuenta que estaban preparados para el desierto los que más problemas tendrían serían ellos mismos.
De vez en cuando miraba de reojo a Ivan para asegurarse de que iba bien, pero se notaba que el sol del desierto lo tenía bastante molesto. La voz de la más joven del grupo la saco de sus pensamientos, le estaba preguntando si era pirata. Lo pensó por un momento, la verdad es que ella no había estado nunca en ninguna asociación o banda, al menos no por iniciativa propia. — bueno, podría decirse que soy una ciudadana normal — ella no se consideraba pirata. No era una pirata, aunque había pasado muchos años recluida con una de ellas. Pensar que ahora estaba de nuevo con una banda de piratas le erizo el bello por un momento. Después se relajo, ellos no eran como aquellos piratas con los que ella había tratado, ¿verdad?
Al menos Ivan no era como ellos o por lo menos con ella no. Pensar en eso la hizo preocuparse un poco, la idea de que pudieran ser como aquellos terribles hombres que la mantuvieron prisionera durante ocho largos y terribles años. Mientras iban en su viaje un temblor en el suelo los hizo terminar la conversación y centrar su mirada en lo que fuera que estaba provocando aquel temblor en el suelo. Entonces pudo ver una especie de cangrejos salir de entre la arena, con caparazones de diferente color. Los camellos algo asustados se removieron, Brianna callo al suelo y rodó para evitar que el animal cayera sobre ella justo en el momento en el que caía asustado al intentar huir del cangrejo.
Sabía de sobra que no había manera de que ella pudiera hacerse cargo de un bicho de esos y tampoco quería que Ivan se tuviera que preocupar por ella. — ¡Ivan! — le hizo una seña para que entendiera que iba a estar bien. Entonces abrió una puerta en el aire y se metió en ella. La verdad es que era el mejor método para asegurarse de que no podían hacerle daño, de que no podían herirla aquellas cosas. No estaba segura de si debía llevarse a alguien mas o no, así que espero un segundo para ver si alguien más quería ir junto a ella a la dimensión paralela de sus puertas para dejar que los que estuvieran mas preparados pudieran darle una paliza a esas cosas tan raras.
Por su parte se quedaría en la dimensión esperando que Ivan le diera una señal de que todo estaba bien. No es que viera del todo bien en aquella dimensión pero había quedad con el vampiro en una señal para que pudiera salir una vez todo hubiera pasado. Un leve suspiro escapo de los labios de la mujer, estaba preocupada y bastante nerviosa por aquella situación. La verdad es que no quería que les ocurriera nada a los compañeros del vampiro y esperaba que realmente pudieran estar en perfectas condiciones mientras se enfrentaban a aquellas cosas. En caso de que alguien resultase herido, siempre podría usar sus conocimientos médicos para poder ayudarles.
De vez en cuando miraba de reojo a Ivan para asegurarse de que iba bien, pero se notaba que el sol del desierto lo tenía bastante molesto. La voz de la más joven del grupo la saco de sus pensamientos, le estaba preguntando si era pirata. Lo pensó por un momento, la verdad es que ella no había estado nunca en ninguna asociación o banda, al menos no por iniciativa propia. — bueno, podría decirse que soy una ciudadana normal — ella no se consideraba pirata. No era una pirata, aunque había pasado muchos años recluida con una de ellas. Pensar que ahora estaba de nuevo con una banda de piratas le erizo el bello por un momento. Después se relajo, ellos no eran como aquellos piratas con los que ella había tratado, ¿verdad?
Al menos Ivan no era como ellos o por lo menos con ella no. Pensar en eso la hizo preocuparse un poco, la idea de que pudieran ser como aquellos terribles hombres que la mantuvieron prisionera durante ocho largos y terribles años. Mientras iban en su viaje un temblor en el suelo los hizo terminar la conversación y centrar su mirada en lo que fuera que estaba provocando aquel temblor en el suelo. Entonces pudo ver una especie de cangrejos salir de entre la arena, con caparazones de diferente color. Los camellos algo asustados se removieron, Brianna callo al suelo y rodó para evitar que el animal cayera sobre ella justo en el momento en el que caía asustado al intentar huir del cangrejo.
Sabía de sobra que no había manera de que ella pudiera hacerse cargo de un bicho de esos y tampoco quería que Ivan se tuviera que preocupar por ella. — ¡Ivan! — le hizo una seña para que entendiera que iba a estar bien. Entonces abrió una puerta en el aire y se metió en ella. La verdad es que era el mejor método para asegurarse de que no podían hacerle daño, de que no podían herirla aquellas cosas. No estaba segura de si debía llevarse a alguien mas o no, así que espero un segundo para ver si alguien más quería ir junto a ella a la dimensión paralela de sus puertas para dejar que los que estuvieran mas preparados pudieran darle una paliza a esas cosas tan raras.
Por su parte se quedaría en la dimensión esperando que Ivan le diera una señal de que todo estaba bien. No es que viera del todo bien en aquella dimensión pero había quedad con el vampiro en una señal para que pudiera salir una vez todo hubiera pasado. Un leve suspiro escapo de los labios de la mujer, estaba preocupada y bastante nerviosa por aquella situación. La verdad es que no quería que les ocurriera nada a los compañeros del vampiro y esperaba que realmente pudieran estar en perfectas condiciones mientras se enfrentaban a aquellas cosas. En caso de que alguien resultase herido, siempre podría usar sus conocimientos médicos para poder ayudarles.
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Estaba siendo peor de lo que se había imaginado. Cada minuto bajo aquel sol era una tortura, y a pesar de que trataba de mantenerse hidratado bebiendo pequeños sorbos de su cantimplora, sudaba constantemente y se sentía fatal. No podía negarlo: estaba en una situación jodida. Se había mantenido en su forma humana, pero empezaba a plantearse transformarse en vampiro para no acabar con una insolación o deshidratado. Al fin y al cabo, aunque el sol le cegase y siguiera siendo desagradable, mientras tuviera en su dedo la Sortija Lunar, no se debilitaría ni quemaría. Finalmente cedió y se transformó totalmente en vampiro, sintiendo un alivio instantáneo... y un horrible dolor aguijoneó sus ojos, preparados para ver en la oscuridad de la noche. Los cerró al momento y se los tapó con la tela de la túnica. Entonces su oído captó otra cosa: un movimiento bajo las arenas, de algo muy grande.
- ¡Cuidado! ¡Algo viene!
Bajó de un salto de su camello, metiendo la mano en las ropas en medio de la pirueta y desenvainando una espada de color negro. Abrió los ojos lo justo para poder ver lo que estaba ocurriendo, y de pronto un montón de cangrejos les rodearon. Eran bestias enormes, sobre todo el enorme bicho dorado que les estaba cortando el paso. Grande como una montaña y con aspecto fiero. Los primeros en atacar fueron dos más pequeños, de color rojo. Katharina se fue a encargar de uno, pero Kaya decidió meterse en medio a atacarle también... con puro peso. ¿Cuánto pesaba realmente aquella mujer? Qué miedo de monstruo. Había podido sentir el exoesqueleto del cangrejo ceder al oír aquel ruido con tanta claridad que casi hasta sintió pena por el bicho. Sin tiempo que perder, asintió a Brianna al ver que se estaba metiendo por una puerta y se dispuso a enfrentar al segundo cangrejo, que se dirigía hacia él y Selene.
- En mi tierra se cocina marisco. Por desgracia yo no soy cocinero, así que no esperes que te trate con delicadeza, centollo con sobrepeso.
El ser cargó hacia ellos lanzando una de sus pinzas contra él. El vampiro saltó hacia la pinza con una acrobacia, girando sobre sí mismo. Evitó con su movimiento ser aprisionado por el monstruo y lanzó un corte con Vanator hacia la base de la pinza, intentando cortársela. Tras eso prolongó el salto con su levitación y se situó sobre el animal, preparando su espada y potenciando el golpe con su endurecimiento - ¡Halbmond! - Una onda cortante en forma de media luna salio del corte que trazó, con tamaño suficiente como para partir por la mitad al bicho de un golpe.
- ¡Cuidado! ¡Algo viene!
Bajó de un salto de su camello, metiendo la mano en las ropas en medio de la pirueta y desenvainando una espada de color negro. Abrió los ojos lo justo para poder ver lo que estaba ocurriendo, y de pronto un montón de cangrejos les rodearon. Eran bestias enormes, sobre todo el enorme bicho dorado que les estaba cortando el paso. Grande como una montaña y con aspecto fiero. Los primeros en atacar fueron dos más pequeños, de color rojo. Katharina se fue a encargar de uno, pero Kaya decidió meterse en medio a atacarle también... con puro peso. ¿Cuánto pesaba realmente aquella mujer? Qué miedo de monstruo. Había podido sentir el exoesqueleto del cangrejo ceder al oír aquel ruido con tanta claridad que casi hasta sintió pena por el bicho. Sin tiempo que perder, asintió a Brianna al ver que se estaba metiendo por una puerta y se dispuso a enfrentar al segundo cangrejo, que se dirigía hacia él y Selene.
- En mi tierra se cocina marisco. Por desgracia yo no soy cocinero, así que no esperes que te trate con delicadeza, centollo con sobrepeso.
El ser cargó hacia ellos lanzando una de sus pinzas contra él. El vampiro saltó hacia la pinza con una acrobacia, girando sobre sí mismo. Evitó con su movimiento ser aprisionado por el monstruo y lanzó un corte con Vanator hacia la base de la pinza, intentando cortársela. Tras eso prolongó el salto con su levitación y se situó sobre el animal, preparando su espada y potenciando el golpe con su endurecimiento - ¡Halbmond! - Una onda cortante en forma de media luna salio del corte que trazó, con tamaño suficiente como para partir por la mitad al bicho de un golpe.
Inosuke Dru-zan
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Los sucesos se avecinaron uno detrás de otro. Estábamos todos juntos disfrutando de una agradable comida pero aquellos hombres con aspecto de gorila nos lo estropearon. Aunque les ofreciera caza o mujeres no estaban dispuestos a ceder. ¿Qué les habíamos hecho? No lo sabía, pero antes de poder hacer nada, los hombres se desmayaron, y acto seguido todos mis compañeros empezaron a salir por el balcón. No quería quedarme atrás, aunque tardé un poco en reaccionar porque estaba flipando con la rampa de tierra que se acababa de crear de la nada.
- ¡Magia! ¡Dioses ayudar! - grité mientras me deslizaba por la rampa no sin disfrutarlo como si de un niño se tratase.
Después de eso todo fue muy tranquilo, aunque lo disfruté como nunca. Llegamos a un edificación gigantesca, muy adornada. Me pregunté si era el hogar de alguien importante o con poder, pero al entrar vi que era un sitio donde vivía mucha gente. No paraba de sorprenderme; había espacio para que todos pudiéramos dormir por separado, aunque por supuesto el cazador peliblanco dormía con su mujer. Un hombre siempre debe dormir con su mujer.
La noche pasó tranquilamente, aunque me costó conciliar, la verdad. Era incómodo dormir en ese compendio de telas y ropajes, yo acostumbraba a dormir al raso, así que al final lo acabé haciendo sobre una alfombra muy peludita. Además, no dejaba de pensar en llevarle mucha comida a los Mofletudos, aunque suponía que para ello debía acompañar al grupo para cumplir con su meta, la cual no me quedaba del todo clara. Daba igual, ya les preguntaría en el camino. Al final, tras un tiempo comiéndome la cabeza sin poder dormir, empecé a contar ovejas hasta que concilié el sueño. Ese truco nunca fallaba.
A la mañana siguiente desayuné frutas. Era lo mejor para un ambiente tan seco. Eso, y un buen chuletón en su punto. Lo cierto es que la gente me miraba raro, yo sigo pensando que era por la envidia ya que nadie más tenía un chuletón tan grande como el mío. Después de eso me encontré con el grupo, que estaban esperándome con los mismo caballos jorobados. De verdad, pobrecitos, no sé cómo pueden vivir con joroba, aunque como no parece que les moleste que alguien se suba encima, me monté en uno y seguí al grupo.
- ¡Tú llamar Pezuñitas! - le dije a mi caballo, porque tenía las pezuñas más pequeñas de su grupo.
Empezamos a transitar de nuevo el extenso paisaje de arena. Hacía calor, eso era indudable, aunque podía soportarlo. Había cogido unas telas que habían dejado en donde dormí y logré ponérmelas, no sé cómo, en la cabeza y en la espalda, como si fueran un turbante y una capa. Era muy chulo, parecía un superhéroe.
Después de un rato que no sabría decir cuánto duró, recordé en preguntar qué hacíamos allí. Yo no tenía nada mejor que hacer, y me daba un poco igual, pero siempre había sido muy curioso.
- ¿Qué hacer en tierras de arena? ¿Cazar?
Por desgracia fui interrumpido. Bueno, yo y los demás. Unas bestias salvajes aparecieron de la nada, de debajo de la tierra, como si fueran insectos. Lo cierto es que parecían insectos, pero tenían pinzas. Eran muy molones, pero estaban interrumpiendo nuestro camino y parecían tener pinta de querer comernos. Si me dejase comer por esos bichos, sería una deshonra para el clan Dru-Zan, no lo podía permitir. Pero mis compañeros actuaron antes. Todo ellos fueron asombrosos; hicieron frente a los más grandes de forma magistral, aunque parecían tener habilidades raras. También debía preguntarles por eso, pero más tarde.
Cuando parecía que la situación estaba controlada, me di cuenta de la presencia de otros dos bichos más, pero más pequeños y de un color más soso y apagado. Pero eso me dio igual, los demás me habían dado envidia y quería probar el sabor de las extrañas criaturas, así que de un ágil salto bajé del caballo jorobado y les encaré. No parecía hacerles mucha cara ya que el de la izquierda me atacó con pinza, la cual esquivé por poco. También observé sus cuerpos, cubiertos por un duro caparazón. La clave para cazar a criaturas de este tipo era atacar en los puntos carnosos. Estos podían ser ojos, articulaciones, colas, etc. Viendo que, a pesar de ser los más pequeños, seguían siendo más grande que yo, los ojos quedaban descartados, sin embargo la altura jugaba en su contra. Me lanzaron otra pinzada, que esta vez esquivé recibiendo únicamente un rasguño. Sus pinzas eran afiladas, debía andarme con ojo. No parecían criaturas fáciles de hacer frente, así que tendría que ir con todo.
Rápidamente me lancé contra ellos, rodando por la arena a tiempo para esquivar otro ataque. Me situé debajo de uno de ellos y, de un salto, lancé dos tajos horizontales contra una de sus muchas patas con efectos. Al ver que no les podía hacer mucho, me moví rápidamente, ya que intentaba atacarme de nuevo, a pesar de estar debajo suyo. Si la fuerza no servía ni en sus puntos débiles, debía usar la cabeza, y esta vez no de forma literal. Empecé a correr alededor del primer cangrejo atacandole las piernas no con la intención de hacerle daño sino de enfadarle, y así provocarle para que me atacase, pero está vez cuando lo hiciera y yo lo esquivase tendría detrás al otro cangrejo, el cual recibiría el golpe y yo aprovecharía el momento para, de un salto y con todas mis fuerzas, lanzar dos tajos horizontales con la intención de atacar sus ojos ya que estaría desprevenido.
- ¡Magia! ¡Dioses ayudar! - grité mientras me deslizaba por la rampa no sin disfrutarlo como si de un niño se tratase.
Después de eso todo fue muy tranquilo, aunque lo disfruté como nunca. Llegamos a un edificación gigantesca, muy adornada. Me pregunté si era el hogar de alguien importante o con poder, pero al entrar vi que era un sitio donde vivía mucha gente. No paraba de sorprenderme; había espacio para que todos pudiéramos dormir por separado, aunque por supuesto el cazador peliblanco dormía con su mujer. Un hombre siempre debe dormir con su mujer.
La noche pasó tranquilamente, aunque me costó conciliar, la verdad. Era incómodo dormir en ese compendio de telas y ropajes, yo acostumbraba a dormir al raso, así que al final lo acabé haciendo sobre una alfombra muy peludita. Además, no dejaba de pensar en llevarle mucha comida a los Mofletudos, aunque suponía que para ello debía acompañar al grupo para cumplir con su meta, la cual no me quedaba del todo clara. Daba igual, ya les preguntaría en el camino. Al final, tras un tiempo comiéndome la cabeza sin poder dormir, empecé a contar ovejas hasta que concilié el sueño. Ese truco nunca fallaba.
A la mañana siguiente desayuné frutas. Era lo mejor para un ambiente tan seco. Eso, y un buen chuletón en su punto. Lo cierto es que la gente me miraba raro, yo sigo pensando que era por la envidia ya que nadie más tenía un chuletón tan grande como el mío. Después de eso me encontré con el grupo, que estaban esperándome con los mismo caballos jorobados. De verdad, pobrecitos, no sé cómo pueden vivir con joroba, aunque como no parece que les moleste que alguien se suba encima, me monté en uno y seguí al grupo.
- ¡Tú llamar Pezuñitas! - le dije a mi caballo, porque tenía las pezuñas más pequeñas de su grupo.
Empezamos a transitar de nuevo el extenso paisaje de arena. Hacía calor, eso era indudable, aunque podía soportarlo. Había cogido unas telas que habían dejado en donde dormí y logré ponérmelas, no sé cómo, en la cabeza y en la espalda, como si fueran un turbante y una capa. Era muy chulo, parecía un superhéroe.
Después de un rato que no sabría decir cuánto duró, recordé en preguntar qué hacíamos allí. Yo no tenía nada mejor que hacer, y me daba un poco igual, pero siempre había sido muy curioso.
- ¿Qué hacer en tierras de arena? ¿Cazar?
Por desgracia fui interrumpido. Bueno, yo y los demás. Unas bestias salvajes aparecieron de la nada, de debajo de la tierra, como si fueran insectos. Lo cierto es que parecían insectos, pero tenían pinzas. Eran muy molones, pero estaban interrumpiendo nuestro camino y parecían tener pinta de querer comernos. Si me dejase comer por esos bichos, sería una deshonra para el clan Dru-Zan, no lo podía permitir. Pero mis compañeros actuaron antes. Todo ellos fueron asombrosos; hicieron frente a los más grandes de forma magistral, aunque parecían tener habilidades raras. También debía preguntarles por eso, pero más tarde.
Cuando parecía que la situación estaba controlada, me di cuenta de la presencia de otros dos bichos más, pero más pequeños y de un color más soso y apagado. Pero eso me dio igual, los demás me habían dado envidia y quería probar el sabor de las extrañas criaturas, así que de un ágil salto bajé del caballo jorobado y les encaré. No parecía hacerles mucha cara ya que el de la izquierda me atacó con pinza, la cual esquivé por poco. También observé sus cuerpos, cubiertos por un duro caparazón. La clave para cazar a criaturas de este tipo era atacar en los puntos carnosos. Estos podían ser ojos, articulaciones, colas, etc. Viendo que, a pesar de ser los más pequeños, seguían siendo más grande que yo, los ojos quedaban descartados, sin embargo la altura jugaba en su contra. Me lanzaron otra pinzada, que esta vez esquivé recibiendo únicamente un rasguño. Sus pinzas eran afiladas, debía andarme con ojo. No parecían criaturas fáciles de hacer frente, así que tendría que ir con todo.
Rápidamente me lancé contra ellos, rodando por la arena a tiempo para esquivar otro ataque. Me situé debajo de uno de ellos y, de un salto, lancé dos tajos horizontales contra una de sus muchas patas con efectos. Al ver que no les podía hacer mucho, me moví rápidamente, ya que intentaba atacarme de nuevo, a pesar de estar debajo suyo. Si la fuerza no servía ni en sus puntos débiles, debía usar la cabeza, y esta vez no de forma literal. Empecé a correr alededor del primer cangrejo atacandole las piernas no con la intención de hacerle daño sino de enfadarle, y así provocarle para que me atacase, pero está vez cuando lo hiciera y yo lo esquivase tendría detrás al otro cangrejo, el cual recibiría el golpe y yo aprovecharía el momento para, de un salto y con todas mis fuerzas, lanzar dos tajos horizontales con la intención de atacar sus ojos ya que estaría desprevenido.
Katharina von Steinhell
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El caparazón parece resistir en primera instancia la onda lanzada por Ivan, pero luego de unos pocos segundos termina por producirse un chirrido acompañado de una cascada de sangre caliente. Si bien el cangrejo no ha muerto, tiene una profunda herida en su caparazón que ha alcanzado la carne. Está furioso y no duda en volver a tacar. Usa sus peligrosas tenazas como armas para intentar alcanzar al vampiro, aunque de una manera torpe y lenta.
Si bien la estrategia de Inosuke es interesante e inteligente, el cangrejo ubicado en su retaguardia se mueve rápidamente para atacar a Ivan. Además, la diferencia de tamaños y fuerzas no habría supuesto un gran daño. Pero todo tiene su recompensa. Cuando le esquivas este parece desorientarse e intenta buscarte con la mirada para recibir inmediatamente después un poderoso ataque que cercena sus ojos. Suelta un chirrido horroroso y se sacude a sí mismo. En el momento perfecto para acabar con la criatura, pues está demasiado ocupada lidiando con el dolor y el shock de no ver nada.
Así a modo de recuento, un Cangrejo Gigante de Coraza Gris muere aplastado por la pesada de Kayadako y otro Cangrejo Gigante de Coraza Gris está a punto de ser cazado por Inosuke. Sin embargo, el Cangrejo Gigante de Coraza Dorada no se queda quieto mientras sus subordinados son masacrados por los humanos. Suelta un rugido imponente —¿los cangrejos rugen?—; quienes tengan un oído sensible se verán fuertemente afectados, sintiendo un intenso dolor en los oídos. Pese a su cuerpo gigante, alcanza una velocidad impresionante que parece desafiar las leyes de la física, y arremete contra el equipo. Usa su tenaza izquierda para lanzar un barrido horizontal con el que busca golpear tanto a Kaya como a Inosuke. Al mismo tiempo, usa su tenaza derecha en un movimiento muy veloz para partir a Ivan por la mitad. Su altura de 20 metros le otorga un alcance peligroso, así que cuidado.
La bola de fuego impactó de lleno en el caparazón del Cangrejo Gigante de Coraza Roja, haciéndole tambalear momentáneamente. Aprovechó la oportunidad para imbuir su espada en haki de armadura, haciendo aparecer unas llamas espectrales de tonalidades azules con chispas carmesíes. La bestia consiguió recuperar el equilibrio y soltó una ráfaga de ataques hacia la espadachina. A medida que se acercaba hacia el imponente monstruo del tamaño de un edificio esquivaba toda mierda que tenía en frente, haciendo uso de sus increíbles reflejos como si viese todo en cámara lenta. Creó una plataforma de hielo a tres metros de altura y saltó sobre ella para impulsarse. En pleno salto, cortó el aire para lanzar una poderosa y rápida onda cortante, pero el cangrejo sacrificó parte de su férrea tenaza para protegerse.
Cuando el Cangrejo Gigante de Coraza Dorada comenzó a arremeter la tierra pareció ser atacada por un terremoto, retumbando por todos lados. Tenía que acabar rápidamente con el “pequeño” que tenía en frente para ayudar a sus compañeros. Esquivó nuevamente el ataque de su enemigo con una agilidad prodigiosa. Flexionó notoriamente sus rodillas y entonces dio un salto, haciendo colapsar la roca bajo sus pies en el proceso. Salió disparada como una bala con la espada en frente y, gracias a su increíble fuerza y habilidad, logró atravesar el cuerpo del cangrejo. Cayó del otro lado ensangrentada y sintiéndose asquerosa como nunca antes. Tuvo que rodearse de una burbuja de viento para quitarse la sangre de encima.
Dejó las quejas a un lado y volvió al combate, esta vez usando la Undécima Danza para aparecer justo frente a la tenaza que iba a golpear a Kaya y a Inosuke. Se interpuso entre la extremidad y sus compañeros para evitar que estos fuesen golpeados. Tal fue la fuerza del golpe que Katharina salió disparada hacia atrás, rebotando incontables veces sobre la arena de la misma forma que lo hace una piedra al dar saltos sobre el agua. La runa elemental de hielo comenzó a sanar sus heridas recién causadas. Un círculo mágico de color celeste apareció sobre el cangrejo y, segundos después, apareció una gigantesca lanza que apuntó a la cabeza de este.
Si bien la estrategia de Inosuke es interesante e inteligente, el cangrejo ubicado en su retaguardia se mueve rápidamente para atacar a Ivan. Además, la diferencia de tamaños y fuerzas no habría supuesto un gran daño. Pero todo tiene su recompensa. Cuando le esquivas este parece desorientarse e intenta buscarte con la mirada para recibir inmediatamente después un poderoso ataque que cercena sus ojos. Suelta un chirrido horroroso y se sacude a sí mismo. En el momento perfecto para acabar con la criatura, pues está demasiado ocupada lidiando con el dolor y el shock de no ver nada.
Así a modo de recuento, un Cangrejo Gigante de Coraza Gris muere aplastado por la pesada de Kayadako y otro Cangrejo Gigante de Coraza Gris está a punto de ser cazado por Inosuke. Sin embargo, el Cangrejo Gigante de Coraza Dorada no se queda quieto mientras sus subordinados son masacrados por los humanos. Suelta un rugido imponente —¿los cangrejos rugen?—; quienes tengan un oído sensible se verán fuertemente afectados, sintiendo un intenso dolor en los oídos. Pese a su cuerpo gigante, alcanza una velocidad impresionante que parece desafiar las leyes de la física, y arremete contra el equipo. Usa su tenaza izquierda para lanzar un barrido horizontal con el que busca golpear tanto a Kaya como a Inosuke. Al mismo tiempo, usa su tenaza derecha en un movimiento muy veloz para partir a Ivan por la mitad. Su altura de 20 metros le otorga un alcance peligroso, así que cuidado.
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La bola de fuego impactó de lleno en el caparazón del Cangrejo Gigante de Coraza Roja, haciéndole tambalear momentáneamente. Aprovechó la oportunidad para imbuir su espada en haki de armadura, haciendo aparecer unas llamas espectrales de tonalidades azules con chispas carmesíes. La bestia consiguió recuperar el equilibrio y soltó una ráfaga de ataques hacia la espadachina. A medida que se acercaba hacia el imponente monstruo del tamaño de un edificio esquivaba toda mierda que tenía en frente, haciendo uso de sus increíbles reflejos como si viese todo en cámara lenta. Creó una plataforma de hielo a tres metros de altura y saltó sobre ella para impulsarse. En pleno salto, cortó el aire para lanzar una poderosa y rápida onda cortante, pero el cangrejo sacrificó parte de su férrea tenaza para protegerse.
Cuando el Cangrejo Gigante de Coraza Dorada comenzó a arremeter la tierra pareció ser atacada por un terremoto, retumbando por todos lados. Tenía que acabar rápidamente con el “pequeño” que tenía en frente para ayudar a sus compañeros. Esquivó nuevamente el ataque de su enemigo con una agilidad prodigiosa. Flexionó notoriamente sus rodillas y entonces dio un salto, haciendo colapsar la roca bajo sus pies en el proceso. Salió disparada como una bala con la espada en frente y, gracias a su increíble fuerza y habilidad, logró atravesar el cuerpo del cangrejo. Cayó del otro lado ensangrentada y sintiéndose asquerosa como nunca antes. Tuvo que rodearse de una burbuja de viento para quitarse la sangre de encima.
Dejó las quejas a un lado y volvió al combate, esta vez usando la Undécima Danza para aparecer justo frente a la tenaza que iba a golpear a Kaya y a Inosuke. Se interpuso entre la extremidad y sus compañeros para evitar que estos fuesen golpeados. Tal fue la fuerza del golpe que Katharina salió disparada hacia atrás, rebotando incontables veces sobre la arena de la misma forma que lo hace una piedra al dar saltos sobre el agua. La runa elemental de hielo comenzó a sanar sus heridas recién causadas. Un círculo mágico de color celeste apareció sobre el cangrejo y, segundos después, apareció una gigantesca lanza que apuntó a la cabeza de este.
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Bien por mí. Había cegado a la criatura y con ello evitado que siguiese atacando. Lo cierto es que me dió pena, empezó a emitir un sonido como si de un grito de dolor se tratase, y supe inmediatamente que debía darle piedad. El cangrejo de detrás ya no estaba, así que podía permitirme rematar al extraño animal y soltar una bendición por su alma. Del mismo modo en que había saltado antes hacia su cabeza, o lo que yo creía que era su cabeza, me lancé a la zona pero esta vez clavé profundamente mis espaldas en su interior. La criatura se movió con brusquedad mientras yo aún estaba colgado de ella, zarandeándome, y casi me caigo de vuelta a la arena, pero tras un breve instante en el que seguía forzando la entrada de mis espadas en su cabeza, pude derrotarlo y darle fin a su vida.
- Kul'manet vrien hukous - recité en mi lengua materna, una pequeña oración para enviar su espíritu a dónde debe y agradecer que me sirva de alimento para después.
Después de orar por la criatura que había resultado ser un buen adversario, me acerco a Kayaparche, que parecía haber acabado con otro cangrejo al igual que yo, cosa que me sorprendió porque no tenía armas, ni músculos, ni nada. Sin embargo antes de poder decir ninguna palabra apareció enfrente nuestro el que podría ser el ancestro milenario de la criatura a la que había derrotado. Grande, dorado y portentoso. Ese sí que sería un buen botín de caza, pero fue una lástima que nos atacase. Me había lanzado contra su gigantesca pinza descendiente con mis espadas para proteger a mi compañera a sabiendas de que saldría malparado, cuando Katharina se adelantó deteniendo su ataque, pero recibiendo el impacto ella sola. Iván el cazador tenía razón en que era fuerte, y no dejaría que el haberles protegido fuera en vano.
Sin perder ni un instante me lancé contra la pinza que aún estaba en el suelo y salté sobre ella para, instantes después, encontrarme corriendo sobre su extremidad hacia su cabeza. En circunstancias normales no habría tenido oportunidad de alcanzar su punto débil, pero gracias al sacrificio de la Capitana era capaz de hacerlo.
Mientras corría pude observar al cazador peliblanco, despachando al animal que le había atacado. Seguramente se sorprendiera cuando me viese derrotar al más grande, aunque no todos siempre sale como uno lo planea. Cuando había recorrido la mitad de su extremidad, la criatura llena de Ia se percató de mi presencia, intentando deshacerse de mí con su otra pinza. Sin embargo eso no llegó a pasar porque una especie de estaca azul le interrumpió, lanzándose contra él. Yo estaba alucinado, no sabía de dónde había salido ni cómo había llegado hasta allí, y por algún motivo ya no sentía tanto calor, pero era el momento para seguir con mi plan.
Aunque no podía olvidarme de que todos habían usado habilidades muy extrañas. Tendría que preguntarles después sobre cómo lo hacen, aunque no hay nada mejor que mantener una conversación alrededor de una hoguera, así que lo dejaría para la noche.
- Kul'manet vrien hukous - recité en mi lengua materna, una pequeña oración para enviar su espíritu a dónde debe y agradecer que me sirva de alimento para después.
Después de orar por la criatura que había resultado ser un buen adversario, me acerco a Kayaparche, que parecía haber acabado con otro cangrejo al igual que yo, cosa que me sorprendió porque no tenía armas, ni músculos, ni nada. Sin embargo antes de poder decir ninguna palabra apareció enfrente nuestro el que podría ser el ancestro milenario de la criatura a la que había derrotado. Grande, dorado y portentoso. Ese sí que sería un buen botín de caza, pero fue una lástima que nos atacase. Me había lanzado contra su gigantesca pinza descendiente con mis espadas para proteger a mi compañera a sabiendas de que saldría malparado, cuando Katharina se adelantó deteniendo su ataque, pero recibiendo el impacto ella sola. Iván el cazador tenía razón en que era fuerte, y no dejaría que el haberles protegido fuera en vano.
Sin perder ni un instante me lancé contra la pinza que aún estaba en el suelo y salté sobre ella para, instantes después, encontrarme corriendo sobre su extremidad hacia su cabeza. En circunstancias normales no habría tenido oportunidad de alcanzar su punto débil, pero gracias al sacrificio de la Capitana era capaz de hacerlo.
Mientras corría pude observar al cazador peliblanco, despachando al animal que le había atacado. Seguramente se sorprendiera cuando me viese derrotar al más grande, aunque no todos siempre sale como uno lo planea. Cuando había recorrido la mitad de su extremidad, la criatura llena de Ia se percató de mi presencia, intentando deshacerse de mí con su otra pinza. Sin embargo eso no llegó a pasar porque una especie de estaca azul le interrumpió, lanzándose contra él. Yo estaba alucinado, no sabía de dónde había salido ni cómo había llegado hasta allí, y por algún motivo ya no sentía tanto calor, pero era el momento para seguir con mi plan.
Aunque no podía olvidarme de que todos habían usado habilidades muy extrañas. Tendría que preguntarles después sobre cómo lo hacen, aunque no hay nada mejor que mantener una conversación alrededor de una hoguera, así que lo dejaría para la noche.
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Habían pasado muchas cosas en tan poco tiempo que parecía casi que hubiera estado ausente. Me quedé pensativa en mi mundo, a mis cosas mientras caminábamos por el desierto bajo un sol hostil. La verdad es que todo hubiera ido de maravilla sino fuera por las dudas que empezaban a surgirme en la cabeza. ¿Sería de ayuda para aquel grupo?¿Podría llegar a ser algo algún día?¿Lograría que mis "habiliddes" sirvieran a algún cometido?...esperaba que si, de veras lo esperaba.
Mis pensamientos se vieron enturbiados debido a que unos seres, cangrejos gigantes concretamente, nos habían atacado. Por fortuna tanto Ivan como Katharina demostraron su valía y su fuerza contra ellos, al igual que el cabeza de puerco haciendo un ataque digno de un kamikaze. Parecía que dentro de lo malo tenían la situación "más o menos controlada". Yo ante la batida de los cangrejos solo pude dar una voltereta hacia atrás para evadir el golpe de uno de esos bichos. Por fortuna mi nueva capitana junto al resto detuvieron a aquel ser. Me mantuve de pié y comencé a estirar mis uñas lenta y cuidadosamente para intentar atacar al bicho cuando viera algún punto flaco en su defensa. No tuve demasiado tiempo para hacer nada ya que una especie de "lanza" apareció encima de la cabeza de uno de os cangrejo...y fuera quien fuera el que la había "invocado" era obvio lo que iba a pasar. Por este motivo me quedé expectante y volví a ocultar las uñas hasta que tomaron su tamaño natural, esperando que nadie hubiera visto aquello.
Mis pensamientos se vieron enturbiados debido a que unos seres, cangrejos gigantes concretamente, nos habían atacado. Por fortuna tanto Ivan como Katharina demostraron su valía y su fuerza contra ellos, al igual que el cabeza de puerco haciendo un ataque digno de un kamikaze. Parecía que dentro de lo malo tenían la situación "más o menos controlada". Yo ante la batida de los cangrejos solo pude dar una voltereta hacia atrás para evadir el golpe de uno de esos bichos. Por fortuna mi nueva capitana junto al resto detuvieron a aquel ser. Me mantuve de pié y comencé a estirar mis uñas lenta y cuidadosamente para intentar atacar al bicho cuando viera algún punto flaco en su defensa. No tuve demasiado tiempo para hacer nada ya que una especie de "lanza" apareció encima de la cabeza de uno de os cangrejo...y fuera quien fuera el que la había "invocado" era obvio lo que iba a pasar. Por este motivo me quedé expectante y volví a ocultar las uñas hasta que tomaron su tamaño natural, esperando que nadie hubiera visto aquello.
Ivan Markov
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Un corte no había sido suficiente. Pese a la herida que le había causado al cangrejo seguía en pie. Voló en zigzag evitando los ataques con la pinza que intentó propinarle a la desesperada, mientras observaba lo que ocurría en el resto del campo de batalla. Katharina parecía estar encargándose sin problemas del segundo cangrejo rojo, mientras Kaya e Inosuke se enfrentaban a los dos pequeños. Sin embargo el grandote no parecía dispuesto a dejar que masacraran a su familia. Debía actuar rápido si quería evitar una desgracia; con ese tamaño, podía hacer mucho daño. Normalmente evitaba emplear dos veces la misma táctica: no tenía estilo y era aburrido, y le gustaba disfrutar de los combates. Además era previsible y podía ser contrarrestado por oponentes inteligentes. Por suerte su oponente no lo era... no demasiado al menos. Se desplazó hasta quedar con la herida a tiro y nuevamente Vanator hendió el aire, generando una media luna azul. Esta vez la onda entró limpiamente por el hueco en su coraza dejada por la anterior, cortando en dos al cangrejo.
- Otro menos - miró a su alrededor - Queda el gordo.
Entonces se fijó en la enorme garra que se abatía sobre él. Otra iba sobre Kaya e Inosuke, pero Katharina ya se estaba encargando. No tenía tiempo para esquivar, así que se echó para atrás todo lo que pudo mientras interponía la espada. El resultado fue, evidentemente, que salió disparado como un pequeño proyectil igual que su capitana. Se estrello contra una duna en medio de una nube de arena. Al momento salió, con un horrible crujido de huesos mientras todo lo que se había descolocado volvía al sitio. Al fin y al cabo, por mucho que fuese una duna, un impacto a esa velocidad dolía mucho. Se incorporó sacudiéndose toda la arena que pudo de encima, pero la tenía por todos lados. Era increíblemente molesto: la sentía en su nariz, en su cara, en sus oídos, entre la ropa, en las manos... se frotó la cara con la manga y escupió un poco de saliva con arena. Acto seguido echó a volar y volvió a la refriega.
Vio a Inosuke correr por la pinza del cangrejo, mientras que un círculo mágico de Katharina se formaba sobre la criatura. ¿A dónde iba el salvaje? Aumentó la velocidad de su vuelo y prestó atención para recoger al salvaje cuando cayera, porque caería, era evidente. Mientras el ataque mágico de su capitana caía sobre el monstruo, se colocó frente a él alzando su espada hacia los cielos. Potenció a Vanator con su endurecimiento más poderoso y su haki del rey, y se centró en fundir ambas energías de su voluntad en la hoja. Entonces dejó descender la espada en un corte vertical con todas sus fuerzas, generando una onda cortante con forma de media luna azul más grande que el propio cangrejo. El aire vibró a su paso, y al crecer lo bastante como para tocar la arena abrió un surco en esta de tres metros de profundidad.
- Otro menos - miró a su alrededor - Queda el gordo.
Entonces se fijó en la enorme garra que se abatía sobre él. Otra iba sobre Kaya e Inosuke, pero Katharina ya se estaba encargando. No tenía tiempo para esquivar, así que se echó para atrás todo lo que pudo mientras interponía la espada. El resultado fue, evidentemente, que salió disparado como un pequeño proyectil igual que su capitana. Se estrello contra una duna en medio de una nube de arena. Al momento salió, con un horrible crujido de huesos mientras todo lo que se había descolocado volvía al sitio. Al fin y al cabo, por mucho que fuese una duna, un impacto a esa velocidad dolía mucho. Se incorporó sacudiéndose toda la arena que pudo de encima, pero la tenía por todos lados. Era increíblemente molesto: la sentía en su nariz, en su cara, en sus oídos, entre la ropa, en las manos... se frotó la cara con la manga y escupió un poco de saliva con arena. Acto seguido echó a volar y volvió a la refriega.
Vio a Inosuke correr por la pinza del cangrejo, mientras que un círculo mágico de Katharina se formaba sobre la criatura. ¿A dónde iba el salvaje? Aumentó la velocidad de su vuelo y prestó atención para recoger al salvaje cuando cayera, porque caería, era evidente. Mientras el ataque mágico de su capitana caía sobre el monstruo, se colocó frente a él alzando su espada hacia los cielos. Potenció a Vanator con su endurecimiento más poderoso y su haki del rey, y se centró en fundir ambas energías de su voluntad en la hoja. Entonces dejó descender la espada en un corte vertical con todas sus fuerzas, generando una onda cortante con forma de media luna azul más grande que el propio cangrejo. El aire vibró a su paso, y al crecer lo bastante como para tocar la arena abrió un surco en esta de tres metros de profundidad.
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Akuma no mi
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La gigantesca estaca azul atravesó la cabeza de la enorme criatura, que se empezó a sacudir entre terribles retortijones. Yo, que todavía estaba sobre su pinzante extremidad, poco podía hacer. No había ningún sitio al que pudiera agarrarme, y si no lo conseguía mantenerme en equilibrio me caería, y nadie quería que eso ocurriera, o al menos yo no. Debía conseguir sostenerme a toda costa o si no las consecuencias serán terribles. Ya no importaba cazar al animal; se me habían adelantado. Aunque en mi interior esperaba poder probar la carne de Monstruo Pinzas, seguro que era suculenta.
Mientras mi boca se hacía agua al pensar en el sabor de los fibrados músculos que debían mover esas pinzas , me llegó la inspiración. ¡Pinzas! Solo debía imitarlas. Si conseguía clavar mis Colmillos en el increíblemente resistente caparazón que cubría lo que era su brazo, podría agarrarme e impedir la caída. Era un plan brillante, sin fallos, donde solo faltaba clavar las espadas. Cogí cada una con una mano, mirando hacia abajo, y con toda mi fuerza las impulsé contra el brazo del animal. Mi reacción fue de estupefacción; no había conseguido clavarlas en su brazo. ¿Ahora que iba a hacer? ¿Me iba a caer y probablemente morir? Eso no podía ser, aún había muchas cosas que quería hacer en la vida. Así que me decidí y, antes de caerme hice un último intento. Volví a hacer exactamente lo mismo de antes, pero con la diferencia de que un geito de la criatura me hizo temblar. Pensé que iba a fallar y que sería el fin, pero por algún extraño fenómeno que no llegaba a comprender no fue así, y las puntas de mis espadas lograron atravesar la dura coraza, aunque ligeramente.
Al final había conseguido quedarme enganchado, pero para mi desgracia el cazador peliblanco apareció para rematar a la criatura. El golpe fue tal que mis espadas se soltaron, y caí en dirección al hombre que al parecer estaba volando. ¡Volando! ¡Cómo los pájaros! Este grupo con el que me había topado era realmente especial y parecía que los dioses los habían colocado en mi camino por algún motivo. Todo esto lo iba pensando mientras caía desde una gran altura. Afortunadamente, al ver que caía hacia Hivan, extendí los brazos de forma que parecía que iba a abrazarle, para poder agarrarme a él y no estrellarme contra el suelo.
- !Ahhhhhhhhhhhhhhhhiiiiiiiiiiiiiii iiiiiiiiiiiiiiiirrrrrrrrrrrrrrrrrr yooooooooooooooooooo! - exclamé mientras caía.
Mientras mi boca se hacía agua al pensar en el sabor de los fibrados músculos que debían mover esas pinzas , me llegó la inspiración. ¡Pinzas! Solo debía imitarlas. Si conseguía clavar mis Colmillos en el increíblemente resistente caparazón que cubría lo que era su brazo, podría agarrarme e impedir la caída. Era un plan brillante, sin fallos, donde solo faltaba clavar las espadas. Cogí cada una con una mano, mirando hacia abajo, y con toda mi fuerza las impulsé contra el brazo del animal. Mi reacción fue de estupefacción; no había conseguido clavarlas en su brazo. ¿Ahora que iba a hacer? ¿Me iba a caer y probablemente morir? Eso no podía ser, aún había muchas cosas que quería hacer en la vida. Así que me decidí y, antes de caerme hice un último intento. Volví a hacer exactamente lo mismo de antes, pero con la diferencia de que un geito de la criatura me hizo temblar. Pensé que iba a fallar y que sería el fin, pero por algún extraño fenómeno que no llegaba a comprender no fue así, y las puntas de mis espadas lograron atravesar la dura coraza, aunque ligeramente.
Al final había conseguido quedarme enganchado, pero para mi desgracia el cazador peliblanco apareció para rematar a la criatura. El golpe fue tal que mis espadas se soltaron, y caí en dirección al hombre que al parecer estaba volando. ¡Volando! ¡Cómo los pájaros! Este grupo con el que me había topado era realmente especial y parecía que los dioses los habían colocado en mi camino por algún motivo. Todo esto lo iba pensando mientras caía desde una gran altura. Afortunadamente, al ver que caía hacia Hivan, extendí los brazos de forma que parecía que iba a abrazarle, para poder agarrarme a él y no estrellarme contra el suelo.
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