Ivan Markov
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Querido Gobierno Mundial,
¿Qué tal habéis estado estos dos últimos años? Espero que al bueno de Kai-chan no se le haya indigestado mucho el bocata de puñetazos que le di. Yo me lo he pasado muy bien y he pensado mucho en vosotros, así que ya que me habéis dado por muerto, decidí que lo más justo sería haceros una visita para haceros saber que estoy bien. No querría que os preocupaseis sin motivos, y estoy seguro de que os alegraréis mucho de saber de mí. Por cierto, mi padre os manda saludos desde el infierno. Pregunta que cómo se siente ser humillados por un reyezuelo de un Blue al que ni siquiera pudisteis derrotar.
Recibid un besito en el culo,
Ivan Markov.
Antes de dejar la carta en el sitio, Ivan sacó de su chaqueta una Den Den Cámara que había comprado en un todo a mil berries y se sacó una "selfie" en la que se aseguró de que se viese bien el despacho en que se había colado, exhibiendo su mejor sonrisa y haciendo el signo de la victoria con la mano izquierda. En cuanto el caracol sacó una foto empapada de babas por la boca, Ivan la cogió y la dejó en el escritorio junto a su carta. Iba a irse, pero entonces se le ocurrió cómo mejorar más la situación. Cogió una pluma estilográfica de un cajón y, sin importarle mancharla de las babas del Den Den, firmó la foto. Tras eso tiró la pluma sobre el escritorio y se dirigió a la ventana.
Se envolvió bien en la chaqueta mientras esta se transformaba en una capa negra de aspecto etéreo, y su figura se difuminó hasta hacerse vagamente visible. Entonces pasó al otro lado de la ventana y descendió suavemente desde la Torre de la Justicia hacia la ciudad, levitando, posándose suavemente en una calle secundaria poco transitada. Podría simplemente polimorfarse en otra persona y hacer que su capa pareciera una capa de oficial de la Marina, pero... ¿qué gracia tendría eso? Tenía que hacerlo más insultante. Sacó una bufanda de su chaqueta, se la colocó cubriéndose la mitad inferior del rostro y salió del callejón procurando aparentar naturalidad y no llamar mucho la atención. Pese a todo seguía siendo un espía entrenado, y aunque aquella era la peor forma posible de pasar desapercibido, sabía cómo evitar las miradas indiscretas. Todo era cuestión de actitud.
¿Qué tal habéis estado estos dos últimos años? Espero que al bueno de Kai-chan no se le haya indigestado mucho el bocata de puñetazos que le di. Yo me lo he pasado muy bien y he pensado mucho en vosotros, así que ya que me habéis dado por muerto, decidí que lo más justo sería haceros una visita para haceros saber que estoy bien. No querría que os preocupaseis sin motivos, y estoy seguro de que os alegraréis mucho de saber de mí. Por cierto, mi padre os manda saludos desde el infierno. Pregunta que cómo se siente ser humillados por un reyezuelo de un Blue al que ni siquiera pudisteis derrotar.
Recibid un besito en el culo,
Ivan Markov.
Antes de dejar la carta en el sitio, Ivan sacó de su chaqueta una Den Den Cámara que había comprado en un todo a mil berries y se sacó una "selfie" en la que se aseguró de que se viese bien el despacho en que se había colado, exhibiendo su mejor sonrisa y haciendo el signo de la victoria con la mano izquierda. En cuanto el caracol sacó una foto empapada de babas por la boca, Ivan la cogió y la dejó en el escritorio junto a su carta. Iba a irse, pero entonces se le ocurrió cómo mejorar más la situación. Cogió una pluma estilográfica de un cajón y, sin importarle mancharla de las babas del Den Den, firmó la foto. Tras eso tiró la pluma sobre el escritorio y se dirigió a la ventana.
Se envolvió bien en la chaqueta mientras esta se transformaba en una capa negra de aspecto etéreo, y su figura se difuminó hasta hacerse vagamente visible. Entonces pasó al otro lado de la ventana y descendió suavemente desde la Torre de la Justicia hacia la ciudad, levitando, posándose suavemente en una calle secundaria poco transitada. Podría simplemente polimorfarse en otra persona y hacer que su capa pareciera una capa de oficial de la Marina, pero... ¿qué gracia tendría eso? Tenía que hacerlo más insultante. Sacó una bufanda de su chaqueta, se la colocó cubriéndose la mitad inferior del rostro y salió del callejón procurando aparentar naturalidad y no llamar mucho la atención. Pese a todo seguía siendo un espía entrenado, y aunque aquella era la peor forma posible de pasar desapercibido, sabía cómo evitar las miradas indiscretas. Todo era cuestión de actitud.
Dexter Black
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- ¿Intenta usted tomarme el pelo? -En la mano de aquel hombre se desplegaba un Wanted bastante viejo, de cuando su cabeza aún valía apenas mil y pico millones-. ¡Usted es Dexter Black!
Dexter fingió indignación. Frunció el ceño, apretó los labios, tensó las nalgas... Cosa que no muchos notarían, dado que iba vestido con traje y corbata de manera impoluta. De hecho, llevaba una corbata de color azul eléctrico muy llamativa a juego con unos gemelos de cabeza de dragón tallados en zafiros, contrastando con la discreta vestimenta en gris medianoche y blanco roto. Recogida en una coleta que casi tocaba el suelo, una melena bicolor parecía ondear como si una ráfaga de viento la meciese constantemente.
Negó con la cabeza.
- Vamos a ver -comenzó-. Dexter Black está muerto, lo vimos todos. ¡Le atravesaron el pecho! Nadie puede sobrevivir a eso sin la ayuda del mejor cirujano del mundo. -Señaló su cara, acercándosela más-. ¡No me parezco en nada! Y ni siquiera él sería tan estúpido de aparecer por esta isla donde todo el mundo se daría cuenta de quién es. Y de nuevo, ¡¿No ve cómo no nos parecemos en nada?!
En un momento de lucidez pareció que el tipo reaccionaba. Lo miró ojiplático, pero tras unos segundos volvió a hablar con normalidad:
- Tiene razón, Dexter Black jamás llevaría un mostacho tan ridículo. Pero bueno, dígame, ¿a nombre de quién pongo el café?
- Kcalb Retxed -respondió él.
- ¿Sabe qué? No me pagan suficiente como para importarme lo que le pasa a la ciudad, pero mi turno termina a las tres. Deje la ciudad tranquila hasta entonces.
Dexter se atusó el enorme bigote de treinta centímetros curvado en un handlebar pelirrojo. No iba a destruir la ciudad, tan solo estaba allí por un café. ¡No había un Cubo de Estrellas más cerca! ¡Y allí preparaban su frappucino favorito! Aunque sonrió con cierta nostalgia al pensar en cómo Krauser le había asegurado que nadie se daría cuenta del burdo anagrama. "Podrías ir con un bigote postizo y dar ese nombre. Nadie te reconocería", le había dicho. "Ni de coña", había respondido él, pero tras que su amigo quedara en estado semivegetativo tenía que probarlo al menos una vez. Y no había funcionado. Aunque, a decir verdad, nadie en todo el trayecto, y estaba junto a la Torre de la Justicia en la calle mayor. Eso no hablaba muy bien del Gobierno.
Con todo aquello en mente se sentó a una mesa mientras esperaba a que el chaval avanzase con los pedidos y empezó a dibujar un mapa simplificado de la ciudad. Tenía algo grande en mente.
Dexter fingió indignación. Frunció el ceño, apretó los labios, tensó las nalgas... Cosa que no muchos notarían, dado que iba vestido con traje y corbata de manera impoluta. De hecho, llevaba una corbata de color azul eléctrico muy llamativa a juego con unos gemelos de cabeza de dragón tallados en zafiros, contrastando con la discreta vestimenta en gris medianoche y blanco roto. Recogida en una coleta que casi tocaba el suelo, una melena bicolor parecía ondear como si una ráfaga de viento la meciese constantemente.
Negó con la cabeza.
- Vamos a ver -comenzó-. Dexter Black está muerto, lo vimos todos. ¡Le atravesaron el pecho! Nadie puede sobrevivir a eso sin la ayuda del mejor cirujano del mundo. -Señaló su cara, acercándosela más-. ¡No me parezco en nada! Y ni siquiera él sería tan estúpido de aparecer por esta isla donde todo el mundo se daría cuenta de quién es. Y de nuevo, ¡¿No ve cómo no nos parecemos en nada?!
En un momento de lucidez pareció que el tipo reaccionaba. Lo miró ojiplático, pero tras unos segundos volvió a hablar con normalidad:
- Tiene razón, Dexter Black jamás llevaría un mostacho tan ridículo. Pero bueno, dígame, ¿a nombre de quién pongo el café?
- Kcalb Retxed -respondió él.
- ¿Sabe qué? No me pagan suficiente como para importarme lo que le pasa a la ciudad, pero mi turno termina a las tres. Deje la ciudad tranquila hasta entonces.
Dexter se atusó el enorme bigote de treinta centímetros curvado en un handlebar pelirrojo. No iba a destruir la ciudad, tan solo estaba allí por un café. ¡No había un Cubo de Estrellas más cerca! ¡Y allí preparaban su frappucino favorito! Aunque sonrió con cierta nostalgia al pensar en cómo Krauser le había asegurado que nadie se daría cuenta del burdo anagrama. "Podrías ir con un bigote postizo y dar ese nombre. Nadie te reconocería", le había dicho. "Ni de coña", había respondido él, pero tras que su amigo quedara en estado semivegetativo tenía que probarlo al menos una vez. Y no había funcionado. Aunque, a decir verdad, nadie en todo el trayecto, y estaba junto a la Torre de la Justicia en la calle mayor. Eso no hablaba muy bien del Gobierno.
Con todo aquello en mente se sentó a una mesa mientras esperaba a que el chaval avanzase con los pedidos y empezó a dibujar un mapa simplificado de la ciudad. Tenía algo grande en mente.
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Estaba resultando un poco decepcionante. O le estaban tendiendo la emboscada del siglo, o le tenían demasiado miedo y le estaban ignorando. O simplemente era tan puto bueno en lo suyo que nadie se había percatado de su presencia. Por otro lado, ¿quién iba a ser tan idiota como para pasearse por Enies Lobby siendo un criminal con una bufanda? O ya puestos, entrar a Enies Lobby sin ser del Gobierno. Cabía esperar que hubiese una cierta confianza siendo una de las bases de poder de sus organismos de justicia, y que por ello no se esperaran una infiltración así de buenas a primeras. No de manera tan abierta. Pero aún así... era demasiado patético para ser verdad. Debía ser simplemente que le tenían miedo. Seguro.
En cualquier caso mientras paseaba por la ciudad, escuchó una conversación que le llamó la atención. Alguien gritaba algo sobre Dexter Black... de hecho le decía a alguien que lo era. Curioso, siguió el sonido de las voces y acabó frente a un local de Cubo de Estrellas, una cadena de cafeterías muy en boga que hacía unos cafés terribles. Pero si había sobrevivido a la infame gastronomía urbana de Dark Dome, un poco de leche de hostelería barata con café aguado y toneladas de azúcar no iban a poder con él. Su interés en lo que estaba pasando dentro era más poderosa que la perspectiva de hacer luego un par de visitas de más al lavabo. Entró en el local a tiempo para escuchar el nombre que dio el hombre, un gigantón en nada parecido a Dexter Black. Sí, podía tener su cara, su pelo, su apariencia general y hasta unos gemelos en forma de dragones hechos con unos pedruscos que valían más que todo el local. ¡Pero ese imponente bigote no tenía nada que ver con Dexter! "Oh, pues sí que es Dexter Black. ¿Este no estaba muerto?"
- ¡Kcalb-chan! - se acercó con una sonrisa, sentándose. Entonces se dio cuenta de que poco se le iba a ver la cara sin retirarse la bufanda, y se la bajó - Veo que has llegado puntual. Oh, para mí un... - miró la carta, distraído - Oh, un frapuccino con rodajitas de rey marino - ¿cómo diablos tenían algo así? No tenía ni idea, pero sentía el deber moral de probarlo. El camarero lo miró de arriba abajo, suspiró profundamente y murmuró algo como "no me pagan lo suficiente para esta mierda", antes de preguntar - ¿A nombre de quién? - Ivan compuso su más cabrona sonrisa de inocencia. Estaba disfrutando como un niño con aquella situación - Vokram Navi.
El camarero alternó la mirada de uno a otro, aún planteándose lo que hacer. En lo que se giraba hacia Dexter en una de las ocasiones, se polimorfó rápidamente poniéndose una barba de chivo y un largo bigote que le daba aspecto de sabio anciano. Se atusó uno de los extremos con expresión serena y noble cuando el pobre hombre volvió a mirarle. Este dio un respingo y arqueó tanto una ceja que por un momento Ivan estuvo seguro de que se acabaría independizando de su cuerpo y saliendo a volar en busca de su propia vida. Por desgracia aún no había llegado el día de independencia para su peluda amiga, y su anonadado camarero se alejó hacia la cocina negando con la cabeza. Tras una risa contenida, cruzó una pierna sobre la otra y miró al antiguo Yonkou. Aún no estaba del todo convencido, pero... ¿quién más iba a ser?
- Últimamente la gente tenemos la mala manía de no morirnos, ¿eh? - dijo, para luego soltar una carcajada - Venía pensando en lo insultante que era marcarse un Kiritosamaputoamo en medio de Ennies Lobby - tocó la bufanda - pero tú eres un auténtico maestro. Admito mi derrota, sensei.
En cualquier caso mientras paseaba por la ciudad, escuchó una conversación que le llamó la atención. Alguien gritaba algo sobre Dexter Black... de hecho le decía a alguien que lo era. Curioso, siguió el sonido de las voces y acabó frente a un local de Cubo de Estrellas, una cadena de cafeterías muy en boga que hacía unos cafés terribles. Pero si había sobrevivido a la infame gastronomía urbana de Dark Dome, un poco de leche de hostelería barata con café aguado y toneladas de azúcar no iban a poder con él. Su interés en lo que estaba pasando dentro era más poderosa que la perspectiva de hacer luego un par de visitas de más al lavabo. Entró en el local a tiempo para escuchar el nombre que dio el hombre, un gigantón en nada parecido a Dexter Black. Sí, podía tener su cara, su pelo, su apariencia general y hasta unos gemelos en forma de dragones hechos con unos pedruscos que valían más que todo el local. ¡Pero ese imponente bigote no tenía nada que ver con Dexter! "Oh, pues sí que es Dexter Black. ¿Este no estaba muerto?"
- ¡Kcalb-chan! - se acercó con una sonrisa, sentándose. Entonces se dio cuenta de que poco se le iba a ver la cara sin retirarse la bufanda, y se la bajó - Veo que has llegado puntual. Oh, para mí un... - miró la carta, distraído - Oh, un frapuccino con rodajitas de rey marino - ¿cómo diablos tenían algo así? No tenía ni idea, pero sentía el deber moral de probarlo. El camarero lo miró de arriba abajo, suspiró profundamente y murmuró algo como "no me pagan lo suficiente para esta mierda", antes de preguntar - ¿A nombre de quién? - Ivan compuso su más cabrona sonrisa de inocencia. Estaba disfrutando como un niño con aquella situación - Vokram Navi.
El camarero alternó la mirada de uno a otro, aún planteándose lo que hacer. En lo que se giraba hacia Dexter en una de las ocasiones, se polimorfó rápidamente poniéndose una barba de chivo y un largo bigote que le daba aspecto de sabio anciano. Se atusó uno de los extremos con expresión serena y noble cuando el pobre hombre volvió a mirarle. Este dio un respingo y arqueó tanto una ceja que por un momento Ivan estuvo seguro de que se acabaría independizando de su cuerpo y saliendo a volar en busca de su propia vida. Por desgracia aún no había llegado el día de independencia para su peluda amiga, y su anonadado camarero se alejó hacia la cocina negando con la cabeza. Tras una risa contenida, cruzó una pierna sobre la otra y miró al antiguo Yonkou. Aún no estaba del todo convencido, pero... ¿quién más iba a ser?
- Últimamente la gente tenemos la mala manía de no morirnos, ¿eh? - dijo, para luego soltar una carcajada - Venía pensando en lo insultante que era marcarse un Kiritosamaputoamo en medio de Ennies Lobby - tocó la bufanda - pero tú eres un auténtico maestro. Admito mi derrota, sensei.
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Habría jurado que, en el mismo momento en el que ese tipo se sentó delante de él, algo se rompió dentro del chico que atendía la barra del Cubo de Estrellas. No terminaba de entender por qué hasta que el jovencito Vokram desarrolló repentinamente vello facial. ¡Era un mago! Y nadie quería tener un mago cerca. Bueno, en realidad a todo el mundo le gustaban los magos, pero solo desde una butaca frente a un escenario, no muy lejos pero sí lo suficiente para no tener que aguantar sus cosas de magos. Los magos estaban bien, pero para ver de vez en cuando. O un par de veces a la semana. Bueno, en realidad, ojalá tener un amigo mago.
- ¡¿Te gustaría ser mi amigo?! -Se tapó la boca, como si se hubiese arrepentido de pronto de lo que acababa de decir-. Perdona, a veces pienso en voz alta tonterías sobre magos.
No entendía muy bien lo que estaba diciendo, pero asumió que esa jerga se debía a algún código secreto de magos. Aunque se quedó con una cosa: Era el maestro. No sabía por qué, ni tampoco cómo, pero por fin alguien reconocía su talento. De hecho, estaba tan ilusionado que cuando gritaron su nombre falso fue a recoger el enorme cubo de treinta y siete galones se olvidó de la pajita. La verdad, el café de ese sitio era tan barato que valía la pena el viaje, el riesgo de muerte y la diarrea que le iba a provocar aquello. Tampoco importaba, al fin y al cabo el váter que iba a utilizar hasta que su intestino dejase de llorar estaba también en esa isla, pero si no fuese tanto y tan buen café... Aunque había gente que lo criticaba porque sus trabajadores tenían prohibido lavarse las manos antes de preparar café, pero si no se ensuciaban las manos tocándose la polla o guarradas similares no debía suponer un gran problema. Tal vez el problema estaba en que el sexo entre compañeros no solo no estaba mal visto sino que parecía una costumbre. De hecho, jugaría que al camarero se la estaban mamando discretamente debajo de la barra. Igual eso era lo que daba el toque especial a la leche, pero prefería no saberlo. Había cosas que era mejor solo degustar.
- ¿Insultante? Yo solo he venido a por un café. Y no sé de qué me hablas... ¿Navi? Es nombre de chica, y no de una chica muy viril que se diga. ¿Me haces un truco de cartas?
-¡Ahí viene la leche! -gritó el camarero. Definitivamente estaba recibiendo un trabajo. Lo que no esperaba eran los aplausos. ¿La gente iba a ese sitio para ver camareros frungir?
- ¡¿Te gustaría ser mi amigo?! -Se tapó la boca, como si se hubiese arrepentido de pronto de lo que acababa de decir-. Perdona, a veces pienso en voz alta tonterías sobre magos.
No entendía muy bien lo que estaba diciendo, pero asumió que esa jerga se debía a algún código secreto de magos. Aunque se quedó con una cosa: Era el maestro. No sabía por qué, ni tampoco cómo, pero por fin alguien reconocía su talento. De hecho, estaba tan ilusionado que cuando gritaron su nombre falso fue a recoger el enorme cubo de treinta y siete galones se olvidó de la pajita. La verdad, el café de ese sitio era tan barato que valía la pena el viaje, el riesgo de muerte y la diarrea que le iba a provocar aquello. Tampoco importaba, al fin y al cabo el váter que iba a utilizar hasta que su intestino dejase de llorar estaba también en esa isla, pero si no fuese tanto y tan buen café... Aunque había gente que lo criticaba porque sus trabajadores tenían prohibido lavarse las manos antes de preparar café, pero si no se ensuciaban las manos tocándose la polla o guarradas similares no debía suponer un gran problema. Tal vez el problema estaba en que el sexo entre compañeros no solo no estaba mal visto sino que parecía una costumbre. De hecho, jugaría que al camarero se la estaban mamando discretamente debajo de la barra. Igual eso era lo que daba el toque especial a la leche, pero prefería no saberlo. Había cosas que era mejor solo degustar.
- ¿Insultante? Yo solo he venido a por un café. Y no sé de qué me hablas... ¿Navi? Es nombre de chica, y no de una chica muy viril que se diga. ¿Me haces un truco de cartas?
-¡Ahí viene la leche! -gritó el camarero. Definitivamente estaba recibiendo un trabajo. Lo que no esperaba eran los aplausos. ¿La gente iba a ese sitio para ver camareros frungir?
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Si Dexter pretendía confundirle, lo había logrado excelentemente. Primero le sorprendió pidiéndole ser su amigo en un tono totalmente entusiasmado, para retractarse inmediatamente mencionando algo sobre magos. Luego directamente comenzó a actuar de una manera tan inocente con respecto a la situación que empezó a preguntarse seriamente si de verdad se creía que su nombre era Navi. No sabía si quería seguirle el juego o envolverlo en una mantita, darle una taza de chocolate caliente y un par de palmaditas en la cabeza. ¿Habría perdido la memoria y parte de su cerebro en el proceso de sobrevivir a la ejecución? Por otro lado... parecía que la memoria del mundo en general tenía la capacidad de retención de información de un pez hiperactivo. Había desaparecido sólo dos años y en ese tiempo casi nadie de las personas que se había topado reconocía su nombre o su rostro, y unos cuantos más ni siquiera su apellido o el nombre de su padre. En fin, qué diablos... metió la mano en su chaqueta y sacó una baraja. Era hora de echarse unas risas.
- Muy bien, elige una carta, mírala y devuélvela al montón, en donde quieras - le tendió la baraja y esperó a que la hubiera guardado. Entonces se puso a mezclar las cartas y dividirlas en seis montones. De fondo uno de los empleados estaba recibiendo al parecer una de las famosas "ordeñaciones cremosas" de Cubo de Estrellas. La gente aplaudió, mientras que Ivan sintió un escalofrío al escuchar el sonido de la "leche" golpeando el fondo de un cubo metálico. Repentinamente había perdido las ganas de su café. La verdad es que no tenía ni idea de trucos de magia, pero sí sabía cómo echarse unas risas y, sobre todo, ser un cabrón tramposo. Mientras barajaba individualmente cada montón se aseguró de hacerlo haciendo muchos teatrales aspavientos, cosas como dejar caer todas las cartas de una mano sobre la otra, aprovechando de vez en cuando para que pasaran cerca de su cara. Es decir, lo bastante cerca como para captar olores peculiares en las cartas. Olores como el de las manos de un hombre de dos metros con un fuerte aroma. Ventajas de ser un chupasangres.
- Como puedes ver hay cierta magia en las cartas. Todas tienen una personalidad egocéntrica, son medio divas. Les gusta intentar ser la primera en salir a la luz - siguió soltando su discursito, mientras iba dividiendo los seis montones en doce, lo bastante rápido como para que el juego no se volviera cansino. El truco estaba simplemente en que mantenía siempre localizado en qué nueva división se había quedado la carta con el olor. Luego se puso a hacer juegos de manos con los montones para distraer la atención de Dexter hacia la mesa, momento en que entró en acción: activando su polimorfia, cambió su aspecto y adoptó el del ex-Yonkou, aunque hubo un problema que no tuvo en cuenta: la diferencia de tamaño. Su camisa sí la tuvo en cuenta, y en consecuencia los botones salieron disparados en todas direcciones.
- Ouch, qué torpe. Se me ha olvidado la camisa de hacer magia - dijo, encogiéndose de hombros - A lo que iba, creo que tenemos aquí un montón donde hay una carta que está chillando porque quiere ser la estrella de la noche. ¿Qué dices? - acercó la oreja a la mesa - Dice que ha estado en la mano de un Emperador. Vaya, es una carta afortunada - cogió las cuatro cartas y volvió a barajarlas sin desvelarlas, atento al olor. Entonces se detuvo y apartó una con gesto decisivo, colocándola sobre la mesa con un suave golpe mientras le daba la vuelta - ¡Esta dice que es ella! - reveló un cuatro de bastos, la carta incorrecta a propósito. Aprovechó el momento de confusión y decepción que esperaba haber creado para, tras mirar las otras tres cartas localizando la correcta, volver a adoptar su aspecto real y lanzar dramáticamente la bufanda a un lado - ¡Y creía que podía engañarme, pero no contaba con que era yo, Ivan! - se levantó en un movimiento totalmente dramático y sobreactuado, arqueando la espalda y doblando sus articulaciones en posiciones anatómicamente poco posibles. Entonces mostró la carta correcta en un gesto igualmente innecesario, sujetándola entre el índice y el corazón - Y esta, Emperador, es tu carta - dijo mostrando el rey de oros. En torno a ellos un grupo de curiosos que se había congregado se puso a aplaudir ante el espectáculo, mientras uno mencionaba algo como "el libro era mejor."
- Muy bien, elige una carta, mírala y devuélvela al montón, en donde quieras - le tendió la baraja y esperó a que la hubiera guardado. Entonces se puso a mezclar las cartas y dividirlas en seis montones. De fondo uno de los empleados estaba recibiendo al parecer una de las famosas "ordeñaciones cremosas" de Cubo de Estrellas. La gente aplaudió, mientras que Ivan sintió un escalofrío al escuchar el sonido de la "leche" golpeando el fondo de un cubo metálico. Repentinamente había perdido las ganas de su café. La verdad es que no tenía ni idea de trucos de magia, pero sí sabía cómo echarse unas risas y, sobre todo, ser un cabrón tramposo. Mientras barajaba individualmente cada montón se aseguró de hacerlo haciendo muchos teatrales aspavientos, cosas como dejar caer todas las cartas de una mano sobre la otra, aprovechando de vez en cuando para que pasaran cerca de su cara. Es decir, lo bastante cerca como para captar olores peculiares en las cartas. Olores como el de las manos de un hombre de dos metros con un fuerte aroma. Ventajas de ser un chupasangres.
- Como puedes ver hay cierta magia en las cartas. Todas tienen una personalidad egocéntrica, son medio divas. Les gusta intentar ser la primera en salir a la luz - siguió soltando su discursito, mientras iba dividiendo los seis montones en doce, lo bastante rápido como para que el juego no se volviera cansino. El truco estaba simplemente en que mantenía siempre localizado en qué nueva división se había quedado la carta con el olor. Luego se puso a hacer juegos de manos con los montones para distraer la atención de Dexter hacia la mesa, momento en que entró en acción: activando su polimorfia, cambió su aspecto y adoptó el del ex-Yonkou, aunque hubo un problema que no tuvo en cuenta: la diferencia de tamaño. Su camisa sí la tuvo en cuenta, y en consecuencia los botones salieron disparados en todas direcciones.
- Ouch, qué torpe. Se me ha olvidado la camisa de hacer magia - dijo, encogiéndose de hombros - A lo que iba, creo que tenemos aquí un montón donde hay una carta que está chillando porque quiere ser la estrella de la noche. ¿Qué dices? - acercó la oreja a la mesa - Dice que ha estado en la mano de un Emperador. Vaya, es una carta afortunada - cogió las cuatro cartas y volvió a barajarlas sin desvelarlas, atento al olor. Entonces se detuvo y apartó una con gesto decisivo, colocándola sobre la mesa con un suave golpe mientras le daba la vuelta - ¡Esta dice que es ella! - reveló un cuatro de bastos, la carta incorrecta a propósito. Aprovechó el momento de confusión y decepción que esperaba haber creado para, tras mirar las otras tres cartas localizando la correcta, volver a adoptar su aspecto real y lanzar dramáticamente la bufanda a un lado - ¡Y creía que podía engañarme, pero no contaba con que era yo, Ivan! - se levantó en un movimiento totalmente dramático y sobreactuado, arqueando la espalda y doblando sus articulaciones en posiciones anatómicamente poco posibles. Entonces mostró la carta correcta en un gesto igualmente innecesario, sujetándola entre el índice y el corazón - Y esta, Emperador, es tu carta - dijo mostrando el rey de oros. En torno a ellos un grupo de curiosos que se había congregado se puso a aplaudir ante el espectáculo, mientras uno mencionaba algo como "el libro era mejor."
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- Pero yo no soy emperador -contestó, encogiéndose de hombros mientras veía cómo el cuatro de bastos salía de entre la baraja. Aunquese había equivocado definitivamente demostraba sus aptitudes en la materia, dado que la carta que él había elegido era el as de picas. Evidentemente tenía que haber magia, pero ya no por la extraña polimorfia que acababa de ver ante sus ojos, sino más bien por cómo la carta, en la que aparecía un Derian con cierta... Bueno, hipergenitalia de oro... Parecía saludar entrañablemente mientras acariciaba el enorme miembro que todos conocían: Dick Dickinson-. ¡Ivan Markov! -gritó, sorprendido-. ¡Sabía que eras tú desde el principio!
Era elemental: Había dicho "era yo, Ivan", y el único Ivan que le sonaba era el amigo de su hermano, aquel cazador que la había liado tanto como él en Gray Rock. Bueno, la había liado en una escala algo menor y Kodama luego le había pegado una paliza por ello, pero su nombre le sonaba de aquello. Y que él recordase un nombre... Bueno, en realidad no tenía ningún mérito, no recordaba haber olvidado nunca nada. Y si lo hubiese hecho, lo recordaría.
- ¡Agente, quiero denunciar a un criminal! - gritó mientras se levantaba de la mesa de un brinco y se acercaba al tipo de traje y corbata que había a su lado. Era extraordinariamente atractivo y poseía un encanto mágico, casi magnético-. ¡Es el hijo de Derian Markov, y ahora pretende suplantar la identidad del difunto Dexter Black! ¡Y me ha atacado con botones!
- Señor, ha tomado demasiado frappucino, yo soy solo una ilusión y usted es Dexter Black. De hecho, si se fija bien, yo también soy Dexter Black.
Efectivamente, aquella ilusión también era él mismo pero más joven y gua... No, era de su misma edad y perfectamente idéntico a él, salvo sin ese estúpido bigote. De hecho, era tan estúpido que mientras se desvanecía el Dexter falso se quitaron entre ellos los mostachos, dejando a la vista quién era cuál y la paradójica situación de que el bigote ilusorio que el revolucionario arrancó no se desvaneció, pero el que él llevaba sí. ¿Había existido ese bigote desde el principio? ¿Existía él? Lo único que tenía claro era que quería más cafeína.
Se bebió todo el cubo de golpe y terminó con un sonoro eructo tan poderoso como sus habituales rugidos, levantando viento y llevándose varias mesas hasta estamparlas contra la pared. Lejos de asustarse, la gente aplaudió como si acabase de... Bueno, venir la leche.
- Vámonos, Ivan. Este sitio está lleno de locos.
Y abandonó el local, saliendo sin ningún pudor a la calle principal de Ennies Lobby.
Era elemental: Había dicho "era yo, Ivan", y el único Ivan que le sonaba era el amigo de su hermano, aquel cazador que la había liado tanto como él en Gray Rock. Bueno, la había liado en una escala algo menor y Kodama luego le había pegado una paliza por ello, pero su nombre le sonaba de aquello. Y que él recordase un nombre... Bueno, en realidad no tenía ningún mérito, no recordaba haber olvidado nunca nada. Y si lo hubiese hecho, lo recordaría.
- ¡Agente, quiero denunciar a un criminal! - gritó mientras se levantaba de la mesa de un brinco y se acercaba al tipo de traje y corbata que había a su lado. Era extraordinariamente atractivo y poseía un encanto mágico, casi magnético-. ¡Es el hijo de Derian Markov, y ahora pretende suplantar la identidad del difunto Dexter Black! ¡Y me ha atacado con botones!
- Señor, ha tomado demasiado frappucino, yo soy solo una ilusión y usted es Dexter Black. De hecho, si se fija bien, yo también soy Dexter Black.
Efectivamente, aquella ilusión también era él mismo pero más joven y gua... No, era de su misma edad y perfectamente idéntico a él, salvo sin ese estúpido bigote. De hecho, era tan estúpido que mientras se desvanecía el Dexter falso se quitaron entre ellos los mostachos, dejando a la vista quién era cuál y la paradójica situación de que el bigote ilusorio que el revolucionario arrancó no se desvaneció, pero el que él llevaba sí. ¿Había existido ese bigote desde el principio? ¿Existía él? Lo único que tenía claro era que quería más cafeína.
Se bebió todo el cubo de golpe y terminó con un sonoro eructo tan poderoso como sus habituales rugidos, levantando viento y llevándose varias mesas hasta estamparlas contra la pared. Lejos de asustarse, la gente aplaudió como si acabase de... Bueno, venir la leche.
- Vámonos, Ivan. Este sitio está lleno de locos.
Y abandonó el local, saliendo sin ningún pudor a la calle principal de Ennies Lobby.
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Akuma no mi
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Arqueó una ceja totalmente extrañado. No acababa de entender lo que había hecho Dexter y de dónde había salido (u había ido) el segundo Dexter. ¿Su poder era crear ilusiones? ¿Era ese el gran secreto del Zafiro Negro? Tenía entendido que era un dragón... o así al menos le llamaban. Pero si ya se había sorprendido bastante, no fue nada comparado con cuando el antiguo Emperador le eructó en la cara con tanta potencia que acabó echándolo hacia atrás y derribando su silla. Se levantó del suelo algo molesto y aún más confuso. Sobre todo molesto. Pero sobre todo confuso. Para colmo la estúpida clientela del local se puso a aplaudir. Además sus cartas habían salido volando en todas direcciones, y el dragón se le escapaba. Bueno, técnicamente le había dicho que le siguiera, pero estaba caminando tan rápido que casi diría que huía. Lo extraño era que sus gestos eran como si caminase a velocidad normal.
- ¿Quién le ha dado al botón de avance rápido al tiempo? - masculló, aún sin entender lo que estaba pasando. Se frotó la cabeza donde se había golpeado, y tras suspirar profundamente recogió todas sus cartas a una velocidad de vértigo, convirtiéndose en apenas un borrón que se desplazaba por todo el local de un lado a otro. Cuando acabó se guardó la baraja y se volvió hacia el público con una reverencia, pero esta vez no aplaudieron. Tras recibir alguna tosecilla incómoda como respuesta, decidió salir del Cubo de Estrellas y buscar a Dexter. Este estaba calle abajo, siendo seguido por cinco tíos con periódicos agujereados... bueno, vale. No llevaban periódicos, pero era evidente que le estaban vigilando. "El famoso sistema de seguridad de Enies Lobby en acción. Dos criminales sueltos y mandan cinco panolis a ver qué ocurre." Se acercó a la carrera ignorándolos y se puso a la altura de Dexter.
- Después de que hayas intentado convertirme en una bandera, creo que al menos me merezco que me respondas como compensación. ¿Cómo es que sigues vivo?
Esperaba que no fuese tan cretino como para contestarle con algo obvio y corto como "sobreviví." De hecho, había muchas preguntas que quería hacerle. ¿Qué hacía allí? ¿Qué pretendía hacer? ¿Prefería carne de ternera o de vaca vieja? Pero más importante... se contaban historias de que, repelida la invasión, se había visto al Dragón por Hallstat antes de la muerte de su padre. La idea le causaba sentimientos confusos. Su forma de ver a su familia había cambiado, y ya no sentía ese respeto por todo lo que representaban, con lo que el hecho de que alguien hubiese matado a su padre no era tan terrible. Pero... seguía siendo su padre pese a todo, y más aún, le había quitado la oportunidad de hacerlo él mismo. De hacerle pagar por lo que le había hecho a él y a Iliana. Debía preguntarle si había sido él. El problema es que no parecía estar en absoluto en sus cabales.
- ¿Quién le ha dado al botón de avance rápido al tiempo? - masculló, aún sin entender lo que estaba pasando. Se frotó la cabeza donde se había golpeado, y tras suspirar profundamente recogió todas sus cartas a una velocidad de vértigo, convirtiéndose en apenas un borrón que se desplazaba por todo el local de un lado a otro. Cuando acabó se guardó la baraja y se volvió hacia el público con una reverencia, pero esta vez no aplaudieron. Tras recibir alguna tosecilla incómoda como respuesta, decidió salir del Cubo de Estrellas y buscar a Dexter. Este estaba calle abajo, siendo seguido por cinco tíos con periódicos agujereados... bueno, vale. No llevaban periódicos, pero era evidente que le estaban vigilando. "El famoso sistema de seguridad de Enies Lobby en acción. Dos criminales sueltos y mandan cinco panolis a ver qué ocurre." Se acercó a la carrera ignorándolos y se puso a la altura de Dexter.
- Después de que hayas intentado convertirme en una bandera, creo que al menos me merezco que me respondas como compensación. ¿Cómo es que sigues vivo?
Esperaba que no fuese tan cretino como para contestarle con algo obvio y corto como "sobreviví." De hecho, había muchas preguntas que quería hacerle. ¿Qué hacía allí? ¿Qué pretendía hacer? ¿Prefería carne de ternera o de vaca vieja? Pero más importante... se contaban historias de que, repelida la invasión, se había visto al Dragón por Hallstat antes de la muerte de su padre. La idea le causaba sentimientos confusos. Su forma de ver a su familia había cambiado, y ya no sentía ese respeto por todo lo que representaban, con lo que el hecho de que alguien hubiese matado a su padre no era tan terrible. Pero... seguía siendo su padre pese a todo, y más aún, le había quitado la oportunidad de hacerlo él mismo. De hacerle pagar por lo que le había hecho a él y a Iliana. Debía preguntarle si había sido él. El problema es que no parecía estar en absoluto en sus cabales.
Dexter Black
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Agilidad
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- Sabéis que eso se hace al revés, ¿verdad? -preguntó Dexter a los cinco hombres de traje que llevaban recortes circulares de periódico sujetos delante de la cara-. Por eso de ver a vuestro objetivo sin que os reconozcan y no al revés.
Pero no respondieron. Tal vez Dexter estaba paranoico y esos hombres estaban leyendo los recortes por un motivo totalmente ajeno a él, pero por otro lado estaba en medio de Ennies Lobby y esa gente podía ser un cuerpo especializado únicamente centrado en analizar su psique. A lo mejor era a través de ese festival del absurdo que pretendían atraparlo. A lo mejor por eso lo habían dejado entrar en la ciudad, para retenerlo en uno de sus brotes cafeinómanos mientras llegaba la gente realmente peligrosa, como Al Naion. Porque todo el mundo sabía que los dragones eran débiles al hielo. Nadie sabía por qué, pero si los coleccionables de cartas que se vendían en Wano decían que un pingüino podía matar a lametazos a un dragón, por algo sería.
En cualquier caso siguió avanzando por la calle en busca de un Dankest Donuts para pedir más café y bollos. Ivan no tardó en alcanzarlo, y le hizo una pregunta que seguramente, en otra situación, habría contestado con una de aquellas ingeniosas evasivas del estilo "estoy vivo", pero en su lugar decidió optar por contarle toda la historia mientras caminaba en medio de las calles llenas de espías. Porque si ellos podían hacer el imbécil creyendo que eso funcionaría, él les pagaría con la misma moneda.
- Lo cierto es que no morí. Estaba allí de paso, utilicé el viaje para constatar que efectivamente había una prisión donde antes se ubicaba Impel Down. -Señaló su pecho-. Aquí me implantaron un sistema de rastreo, así que desde mi entrega se ha sabido siempre mi posición, tanto las vueltas para despistarme como el lugar donde se cortó la transmisión, en medio del triángulo Florian. Y cuando me fui, simplemente me metí la mano en el pecho y me lo saqué.
¿Aquello era mentira? Por supuesto. Dudaba que el Gobierno pudiese crear una prisión como Impel Down en meses sin pedir ayuda a Viktor Elrik, y habría que ser imbécil para contratar al tío que más tarde vas a encerrar allí. Sin embargo, que dos de ellos se fuesen con gesto apurado le hizo pensar que, tal vez, no iba tan desencaminado.
- Ahora vamos a por unos bollos. Y que no haya lecheros en el local, a ser posible. Menuda guarrada.
Entró por la puerta a un espacio sin luces, apenas alumbrado por la bioluminiscencia de medusas en acuarios, las mismas que exprimían para la famosa mermelada de medusa, muy disfrutada en la Isla Gyojin por un tritón esponja -sí, un tritón esponja- que la había comercializado por todo el mundo. Lo peor era que estaba buena y no era apenas adictiva, pese a que el principal edulcorante era cafeína. Oh, dios,. en esos momentos se sentía vivo.
Pero no respondieron. Tal vez Dexter estaba paranoico y esos hombres estaban leyendo los recortes por un motivo totalmente ajeno a él, pero por otro lado estaba en medio de Ennies Lobby y esa gente podía ser un cuerpo especializado únicamente centrado en analizar su psique. A lo mejor era a través de ese festival del absurdo que pretendían atraparlo. A lo mejor por eso lo habían dejado entrar en la ciudad, para retenerlo en uno de sus brotes cafeinómanos mientras llegaba la gente realmente peligrosa, como Al Naion. Porque todo el mundo sabía que los dragones eran débiles al hielo. Nadie sabía por qué, pero si los coleccionables de cartas que se vendían en Wano decían que un pingüino podía matar a lametazos a un dragón, por algo sería.
En cualquier caso siguió avanzando por la calle en busca de un Dankest Donuts para pedir más café y bollos. Ivan no tardó en alcanzarlo, y le hizo una pregunta que seguramente, en otra situación, habría contestado con una de aquellas ingeniosas evasivas del estilo "estoy vivo", pero en su lugar decidió optar por contarle toda la historia mientras caminaba en medio de las calles llenas de espías. Porque si ellos podían hacer el imbécil creyendo que eso funcionaría, él les pagaría con la misma moneda.
- Lo cierto es que no morí. Estaba allí de paso, utilicé el viaje para constatar que efectivamente había una prisión donde antes se ubicaba Impel Down. -Señaló su pecho-. Aquí me implantaron un sistema de rastreo, así que desde mi entrega se ha sabido siempre mi posición, tanto las vueltas para despistarme como el lugar donde se cortó la transmisión, en medio del triángulo Florian. Y cuando me fui, simplemente me metí la mano en el pecho y me lo saqué.
¿Aquello era mentira? Por supuesto. Dudaba que el Gobierno pudiese crear una prisión como Impel Down en meses sin pedir ayuda a Viktor Elrik, y habría que ser imbécil para contratar al tío que más tarde vas a encerrar allí. Sin embargo, que dos de ellos se fuesen con gesto apurado le hizo pensar que, tal vez, no iba tan desencaminado.
- Ahora vamos a por unos bollos. Y que no haya lecheros en el local, a ser posible. Menuda guarrada.
Entró por la puerta a un espacio sin luces, apenas alumbrado por la bioluminiscencia de medusas en acuarios, las mismas que exprimían para la famosa mermelada de medusa, muy disfrutada en la Isla Gyojin por un tritón esponja -sí, un tritón esponja- que la había comercializado por todo el mundo. Lo peor era que estaba buena y no era apenas adictiva, pese a que el principal edulcorante era cafeína. Oh, dios,. en esos momentos se sentía vivo.
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