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Julianna M. Shelley
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Se acabó la comida relativamente rápido, pero lo cierto es que tenía bastante hambre. Sonrió cuando escuchó que Zaina aceptaba acompañarla. ¿Hombres rudos? Bueno, eso no importaba. Si ella no los ponía a raya, Jul podía ocuparse de que le dejaran en paz. Además, seguro que en el fondo había alguno amable. No era la primera vez que conocía marineros de piedra que solo trataban de aguantar con estoicidad las largas jornadas en el mar. Un par de palabras de amabilidad los rompían y hacían que se abrieran, incluso que se comportaran con dulzura. Una de sus muñecas había sido regalo de un marinero y la guardaba con cariño.
-Yo nací en Samirn, pero no voy a llevarte a dónde me crié. No tienes nada de que preocuparte.
No se dio cuenta de que se lo decía más a sí misma que a Zaina. La ciudad, si bien había prosperado mucho desde que Aki había asumido el mando, seguía siendo un lugar de recuerdos dudosos para la muchacha. Por más que el hospital estuviera limpio y calmado, ella seguiría imaginándolo desbordado y ajetreado, una mina de tensión y gritos. Pero, como decía, no iban a ir allí. No tenía nada que hacer allí. La gente a la que quería ver estaba, por supuesto, en la parte alta de la ciudad. En la fortaleza de Aki. Rodrigo seguía allí, estaba convencida. Y quizá viera a Jester, si no estaba de viaje. No tenía claro a qué se dedicaba, pero sabía que era un hombre ocupado y hasta cierto punto si no importante, peligroso. No le conocía mucho, pero le constaba que se había preocupado por ella en el pasado y un saludo nunca venía mal.
Cuando acabaron de comer, pagaron y dieron un paseo por la ciudad. El sol se fue poniendo lentamente a medida que la tarde avanzaba. Cuanto más dorado estaba todo a su alrededor, más se le cerraban los ojos a Jul. Había sido un día largo, al fin y al cabo. A la noche partirían y en seguida llegarían hasta Samirn. Espabiló de golpe al recordar que tenía algo que prestarle a la mujer y tras darse un par de palmaditas en la cara y rebuscar en su bolso, le tendió un pequeño objeto.
-Yo no sé navegar y no sé si eres tú quien se ocupa de ello en tu barco, pero en cualquier caso creo que necesitarás esto. Puedes devolvérmelo una vez lleguemos, no me gustaría perderlo pero sé que lo cuidarás.
En su mano yacía, reluciendo inocentemente, uno de los únicos 3 eternal pose que existían de Samirn, listo para llevarlas a su siguiente destino.
-Yo nací en Samirn, pero no voy a llevarte a dónde me crié. No tienes nada de que preocuparte.
No se dio cuenta de que se lo decía más a sí misma que a Zaina. La ciudad, si bien había prosperado mucho desde que Aki había asumido el mando, seguía siendo un lugar de recuerdos dudosos para la muchacha. Por más que el hospital estuviera limpio y calmado, ella seguiría imaginándolo desbordado y ajetreado, una mina de tensión y gritos. Pero, como decía, no iban a ir allí. No tenía nada que hacer allí. La gente a la que quería ver estaba, por supuesto, en la parte alta de la ciudad. En la fortaleza de Aki. Rodrigo seguía allí, estaba convencida. Y quizá viera a Jester, si no estaba de viaje. No tenía claro a qué se dedicaba, pero sabía que era un hombre ocupado y hasta cierto punto si no importante, peligroso. No le conocía mucho, pero le constaba que se había preocupado por ella en el pasado y un saludo nunca venía mal.
Cuando acabaron de comer, pagaron y dieron un paseo por la ciudad. El sol se fue poniendo lentamente a medida que la tarde avanzaba. Cuanto más dorado estaba todo a su alrededor, más se le cerraban los ojos a Jul. Había sido un día largo, al fin y al cabo. A la noche partirían y en seguida llegarían hasta Samirn. Espabiló de golpe al recordar que tenía algo que prestarle a la mujer y tras darse un par de palmaditas en la cara y rebuscar en su bolso, le tendió un pequeño objeto.
-Yo no sé navegar y no sé si eres tú quien se ocupa de ello en tu barco, pero en cualquier caso creo que necesitarás esto. Puedes devolvérmelo una vez lleguemos, no me gustaría perderlo pero sé que lo cuidarás.
En su mano yacía, reluciendo inocentemente, uno de los únicos 3 eternal pose que existían de Samirn, listo para llevarlas a su siguiente destino.
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