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Roland Oppenheimer
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Roland nunca se había interesado especialmente por el dinero, pero tras haberse endeudado por un extraño artículo que aún poseía, y para el cual tenía planes futuros, decidió que conseguir dinero había pasado a ser una actividad más relevante de su vida, motivo por el que hacía pasar con un cazarrecompensas. Lo había pensado con calma en más de una ocasión, pero siempre llegaba a la misma conclusión: ser cazador. Era la forma más sencilla de conseguir dinero y moverse sin que le reconocieran. ¿Que no podía usar el Rokushiki mientras hubiera testigos? Un mal menor, ya que seguía siendo tan fuerte como el que más.
Y así, con la idea de conseguir dinero, llegó hasta Little Paradise, una isla dominada por la falta de ley, hecha por y para piratas y cualquier prófugo. Como su nombre indicaba, un pequeño paraíso. Aunque al mink no le interesaba actividad habitual de la isla. Él se había desplazado por el único motivo de que los hermanos Zully se encontraban allí. Buscados por crímenes de robo, falsificación y agresión contra la autoridad además de daños civiles, los tres hermanos tenían cada uno su propia recompensa, y ninguna se quedaba corta. 101.000.030 berries el herrmano pequeño, 74.000.000 el hermano mediano y 33.000.000 el pequeño, aunque no se podía saber quién era quién ya que en todos sus wanteds aparecía la misma cara.
El agente llegó a una taberna en la que entró, para pedir un vaso de leche fría y preguntar por información.
Y así, con la idea de conseguir dinero, llegó hasta Little Paradise, una isla dominada por la falta de ley, hecha por y para piratas y cualquier prófugo. Como su nombre indicaba, un pequeño paraíso. Aunque al mink no le interesaba actividad habitual de la isla. Él se había desplazado por el único motivo de que los hermanos Zully se encontraban allí. Buscados por crímenes de robo, falsificación y agresión contra la autoridad además de daños civiles, los tres hermanos tenían cada uno su propia recompensa, y ninguna se quedaba corta. 101.000.030 berries el herrmano pequeño, 74.000.000 el hermano mediano y 33.000.000 el pequeño, aunque no se podía saber quién era quién ya que en todos sus wanteds aparecía la misma cara.
El agente llegó a una taberna en la que entró, para pedir un vaso de leche fría y preguntar por información.
Abigail Mjöllnir
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El Grand Line estaba resultando, como poco, interesante. Tenía suerte de que sus conocimientos como navegante jugaran a su favor, el campo magnético de las islas de aquel mar eran excepcionalmente caprichosos, y estaba convencida de que de no ser navegante no podría moverse libremente entre sus islas.
En el interior de su fortaleza su réplica revisaba los Wanted de los criminales que se habían visto últimamente por el Paraíso y encontró algo... curioso, tres Wanted cuyos rostros eran idénticos. ¿Eran gemelos los tres? Fuera como fuera tenían recompensas de noventa y cinco, setenta y cuatro y treinta y tres millones respectivamente. Una familia de criminales... no podía permitirlo. Y aparte entre los tres juntaban casi doscientos millones, era una cifra bastante respetable que le permitiría ayudar mucho a las buenas gentes que encontrara.
Por lo que sabía la última vez que se les vio fue en la isla conocida como Little Paradise, tendría que poner rumbo hacia allá cuanto antes. ¿Y qué sabía de Little Paradise? Solo que era un asentamiento que hacía de parada de descanso y poco más, era una isla de tipo enano, más pequeña que Jaya. No conocía sus costumbres ni nada parecido así que... a explorar.
Su primera impresión no fue demasiado buena, todo indicaba que estaba en una isla bajo control pirata. Sin embargo la gran mayoría de gente que veía por ahí estaba relajada, cosa extraña a la que no dio mayor importancia.
Como en casi todas sus cacerías empezaría con el lugar donde se conseguiría la mayor cantidad de información inicial posible: la taberna principal. Entró allí debidamente armada y se acercó a la barra, sentándose en uno de los taburetes que quedaban libres.
—Un zumo de naranja, por favor —pidió. La ciudad no estaba bajo control marine o ciudadano, era pirata, no podía preguntar tan a ligera como solía hacer. Además, la isla era un asentamiento completo, si decía algo que no debía acabarían enterándose. ¿Cómo podía preguntar sin que se notara demasiado?
—Y... ¿Está ocurriendo algo interesante últimamente por aquí? Es la primera vez que piso este puerto —preguntó, en principio al tabernero. La isla era también una parada de descanso después de Momoiro, no debía ser extraño preguntar si había algo interesante que ver o hacer.
En el interior de su fortaleza su réplica revisaba los Wanted de los criminales que se habían visto últimamente por el Paraíso y encontró algo... curioso, tres Wanted cuyos rostros eran idénticos. ¿Eran gemelos los tres? Fuera como fuera tenían recompensas de noventa y cinco, setenta y cuatro y treinta y tres millones respectivamente. Una familia de criminales... no podía permitirlo. Y aparte entre los tres juntaban casi doscientos millones, era una cifra bastante respetable que le permitiría ayudar mucho a las buenas gentes que encontrara.
Por lo que sabía la última vez que se les vio fue en la isla conocida como Little Paradise, tendría que poner rumbo hacia allá cuanto antes. ¿Y qué sabía de Little Paradise? Solo que era un asentamiento que hacía de parada de descanso y poco más, era una isla de tipo enano, más pequeña que Jaya. No conocía sus costumbres ni nada parecido así que... a explorar.
Su primera impresión no fue demasiado buena, todo indicaba que estaba en una isla bajo control pirata. Sin embargo la gran mayoría de gente que veía por ahí estaba relajada, cosa extraña a la que no dio mayor importancia.
Como en casi todas sus cacerías empezaría con el lugar donde se conseguiría la mayor cantidad de información inicial posible: la taberna principal. Entró allí debidamente armada y se acercó a la barra, sentándose en uno de los taburetes que quedaban libres.
—Un zumo de naranja, por favor —pidió. La ciudad no estaba bajo control marine o ciudadano, era pirata, no podía preguntar tan a ligera como solía hacer. Además, la isla era un asentamiento completo, si decía algo que no debía acabarían enterándose. ¿Cómo podía preguntar sin que se notara demasiado?
—Y... ¿Está ocurriendo algo interesante últimamente por aquí? Es la primera vez que piso este puerto —preguntó, en principio al tabernero. La isla era también una parada de descanso después de Momoiro, no debía ser extraño preguntar si había algo interesante que ver o hacer.
Roland Oppenheimer
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Roland entró sosegadamente en aquella taberna. "Los Cuatro Peces Cantores" era un nombre poco común para aquel tipo de establecimiento, pero el felino no le dio muchas vueltas. Al menos hasta que entró en su interior. Una vez dentro, escrutó el local de arriba a abajo. Lo primero que le llamó la atención fue que, a simple vista, estaba más limpio de lo que cabría esperar en un sitio como ese, plagado de piratas o criminales. Y lo segundo fue que los empleados eran hombres-peces, mejor conocidos como gyojins.
Roland se acercó a la barra y pidió un vaso de leche fría, cuando otra persona, que había entrado después de él, pidió algo tan poco habitual como un vaso de leche: un zumo de naranja. Roland, extrañado, giró la cabeza, y para su sorpresa se topó con una persona que no pensaba volver a ver nunca. Esa ropa...¿cómo olvidarla? A su lado estaba la monja del North Blue que quería convertirse en cazadora. Y a juzgar por su aspecto, parecía que lo había logrado. Portaba gran variedad de armas, haciendo que muchos se preguntasen si en verdad podía llevarlas todas.
Entonces al mink se le ocurrió una idea. Si bien ya había usado antes su identidad secreta para otra clase de negocios, nunca la había puesto a prueba con gente que ya conocía, por lo que quiso hacerlo. Deseoso de comprobar cuan grandes eran sus habilidades de camuflaje y disfraz, se fue a acercar a la joven cuando un grito al fondo llamó la atención de todos los clientes.
Sobre un escenario, pequeño e improvisado, se alzaba un gyojin, uno muy gordo. Roland no supo identificar de buenas a primeras que clase de pescado sería, pero tampoco es que le interesase mucho. Y entonces el pez, sin aviso previo, empezó a cantar. A cantar ópera.
- BIENVENIDOS SEAAAAAAAAN, BIENVENIDOS SEAAAAAAAAN, A NUESTRO LOCAAAAAAAAAL - cantaba con voz aguda -. NUESTRO LOCAL, NUESTRO LOCAL, LES OFRECERÁ DE TODO, NUESTRO LOCAAAAAL. TENEMOS VINO, TENEMOS CERVEZA, TENEMOS DE TODO EN NUESTRO LOCAAAAAAAAAAAAAL.
Mientras cantaba las bebidas estaban siendo servidas por el gyojin tras la barra. Entonces, cuando el pez del escenario entonó la última nota lo hizo con un tono tan agudo que los vasos estallaron en mil cristales derramando el contenido de su interior.
- Oh, Globorotti, otra vez no – dijo el gyojin tras la barra llevándose la mano, o la aleta, a la frente.
Roland se acercó a la barra y pidió un vaso de leche fría, cuando otra persona, que había entrado después de él, pidió algo tan poco habitual como un vaso de leche: un zumo de naranja. Roland, extrañado, giró la cabeza, y para su sorpresa se topó con una persona que no pensaba volver a ver nunca. Esa ropa...¿cómo olvidarla? A su lado estaba la monja del North Blue que quería convertirse en cazadora. Y a juzgar por su aspecto, parecía que lo había logrado. Portaba gran variedad de armas, haciendo que muchos se preguntasen si en verdad podía llevarlas todas.
Entonces al mink se le ocurrió una idea. Si bien ya había usado antes su identidad secreta para otra clase de negocios, nunca la había puesto a prueba con gente que ya conocía, por lo que quiso hacerlo. Deseoso de comprobar cuan grandes eran sus habilidades de camuflaje y disfraz, se fue a acercar a la joven cuando un grito al fondo llamó la atención de todos los clientes.
Sobre un escenario, pequeño e improvisado, se alzaba un gyojin, uno muy gordo. Roland no supo identificar de buenas a primeras que clase de pescado sería, pero tampoco es que le interesase mucho. Y entonces el pez, sin aviso previo, empezó a cantar. A cantar ópera.
- BIENVENIDOS SEAAAAAAAAN, BIENVENIDOS SEAAAAAAAAN, A NUESTRO LOCAAAAAAAAAL - cantaba con voz aguda -. NUESTRO LOCAL, NUESTRO LOCAL, LES OFRECERÁ DE TODO, NUESTRO LOCAAAAAL. TENEMOS VINO, TENEMOS CERVEZA, TENEMOS DE TODO EN NUESTRO LOCAAAAAAAAAAAAAL.
Mientras cantaba las bebidas estaban siendo servidas por el gyojin tras la barra. Entonces, cuando el pez del escenario entonó la última nota lo hizo con un tono tan agudo que los vasos estallaron en mil cristales derramando el contenido de su interior.
- Oh, Globorotti, otra vez no – dijo el gyojin tras la barra llevándose la mano, o la aleta, a la frente.
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"Los Cuatro Peces Cantores", ¿que cómo era de literal el nombre? Pues... casi totalmente literal. Dejando a un lado que los empleados eran de aquella raza que conocía como Gyojins -aunque algo había oído sobre otra clase de esas personas, pero no lo había entendido bien- por lo demás el local parecía lo más normal del mundo. Claro, tendría que dejar a un lado también que probablemente estaba rodeada de criminales, sin recompensa -no le sonaba ninguno- pero criminales al fin y al cabo. Por suerte aún no era reconocida, así que no tenía mucho problema a la hora de meterse en una taberna y parecer solo una monja de armas tomar.
En el escenario había un gyojin de bastante peso, no podía saber qué especie de pez era, nunca se le habían dado bien los peces más allá de pescarlos. Cuando el gyojin abrió la boca para cantar pudo comprobar que habían muchas cosas mal en esa taberna. Lo primero: la letra. Lo segundo: el timbre de voz.
Se giró del todo para verlo cantar. El gyojin tabernero acababa de servirle el zumo y el timbre absurdamente agudo del cantante hizo lo que poca gente podría lograr solo con su voz. El cristal empezó a vibrar, Abi mantuvo las manos alejadas y, apenas unos segundos después de su última estrofa, el vaso reventó, desparramando el zumo, así como los líquidos de los demás.
Soltó un pequeño suspiro y pidió otro. No le diría nada al tabernero, por su reacción pensó que no era la primera vez que pasaba y ponerse histérica por un zumo no solo no ayudaría si no que no entraba en su carácter.
En otro orden de cosas había un muchacho por allí que se había levantado y se había dirigido hacia ella. ¿Se habría detenido por el espectáculo del Gyojin cantante? Se trataba de un muchacho vestido con un poncho verde, un chaleco con capucha , guantes... por un momento pensó que era alguien sospechoso, pero recordó que ella misma llevaba guantes y capucha y no era para nada sospechosa. También tenía más pelo del que había visto nunca en una persona y... poco más, parecía un hombre bastante estándar dejando a un lado ese detalle.
—Perdón, ¿quería algo, joven? Antes de que vuelva a haber música de fondo —preguntó, manteniendo una sonrisilla amable. Con algo de suerte no se estaría acercando para molestarla, ya había tenido demasiado de eso en las últimas semanas. Al girarse se movieron los wanted que tenía metidos en un bolsillo y se apresuró a volver a meterlos a presión. Lo último que necesitaba era que se supiera justo ahí que se dedicaba a cazar piratas.
En el escenario había un gyojin de bastante peso, no podía saber qué especie de pez era, nunca se le habían dado bien los peces más allá de pescarlos. Cuando el gyojin abrió la boca para cantar pudo comprobar que habían muchas cosas mal en esa taberna. Lo primero: la letra. Lo segundo: el timbre de voz.
Se giró del todo para verlo cantar. El gyojin tabernero acababa de servirle el zumo y el timbre absurdamente agudo del cantante hizo lo que poca gente podría lograr solo con su voz. El cristal empezó a vibrar, Abi mantuvo las manos alejadas y, apenas unos segundos después de su última estrofa, el vaso reventó, desparramando el zumo, así como los líquidos de los demás.
Soltó un pequeño suspiro y pidió otro. No le diría nada al tabernero, por su reacción pensó que no era la primera vez que pasaba y ponerse histérica por un zumo no solo no ayudaría si no que no entraba en su carácter.
En otro orden de cosas había un muchacho por allí que se había levantado y se había dirigido hacia ella. ¿Se habría detenido por el espectáculo del Gyojin cantante? Se trataba de un muchacho vestido con un poncho verde, un chaleco con capucha , guantes... por un momento pensó que era alguien sospechoso, pero recordó que ella misma llevaba guantes y capucha y no era para nada sospechosa. También tenía más pelo del que había visto nunca en una persona y... poco más, parecía un hombre bastante estándar dejando a un lado ese detalle.
—Perdón, ¿quería algo, joven? Antes de que vuelva a haber música de fondo —preguntó, manteniendo una sonrisilla amable. Con algo de suerte no se estaría acercando para molestarla, ya había tenido demasiado de eso en las últimas semanas. Al girarse se movieron los wanted que tenía metidos en un bolsillo y se apresuró a volver a meterlos a presión. Lo último que necesitaba era que se supiera justo ahí que se dedicaba a cazar piratas.
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En cuanto el pez terminó de gritar, porque eso no tenía otro nombre, una expresión de dolor se cruzó por el rostro del mink. Aquel sonido agudo se había infiltrado por sus oídos hasta hacer estallar su tímpano. No literalmente, pero así lo había sentido él. Y para colmo su vaso de leche se había derramado. Menudo comienzo del día, solo faltaba que se le hubiera clavado algún cristal del vaso.
- Más vale que me sirvas otro - le dijo al gyojin tras la barra.
Entonces se percató de que la monja le estaba hablando. Y parecía no reconocerle. Sus habilidades como espía no tenían parangón, cosa que él ya sabía pero además acababa de quedar demostrado. Sin embargo, ¿qué le iba a responder? ¿Había llegado hasta ese punto sin tener alguna excusa en mente? Pues sí, pero no iba a ser un problema. Cuando se trataba de improvisar, tampoco tenía rival.
- Sí, quería decirte que este local no es para alguien como tú, hermana. Podrías tener problemas - respondió rápidamente.
Y realmente decía la verdad. A pesar del pésimo intento de ocultar sus carteles de recompensa, él ya sabía que ella era una cazadora, además de una mujer con un extraño sentido de la moralidad. Nunca había llegado a comprender por qué se dedicaba a cazar criminales y, aunque parecía que había tenido algún golpe de suerte, si se adentraba más aún en ese mundillo saldría escaldada.
Dicho esto, volvió a dirigirse al camarero con cara de pez, que en ese momento estaba trayendo otro vaso de leche.
- Oye, oye, pescaito. ¿Por qué aquí rondan muchos criminales, no? - preguntó en un tono demasiado alto -. Seguro que sabes más de lo que aparentas, así qué... dime lo que sepas sobre estos tres - dijo apoyando las recompensas de los Hermanos Zully sobre la barra, de forma violenta.
El camarero palideció, y no fue solo de ver los carteles de recompensa. Dentro del local los clientes empezaban a mirar mal a Roland, y alguno parecía que se estaba levantando de su mesa, como si se estuviera preparando para algo. El gyojin tras la barra tragó salivo y dijo:
- P-por favor... N-no te pelees aquí... - volvió a tragar saliva - A-apenas doy p-para vasos, no me puedo permitir r-reformar el local...
- Creo que ya es tarde, pescaito. Tus clientes parecen tener ganas de juerga - y se giró hacia los criminales del local que ya estaban todos preparados para una pelea de taberna.
- Más vale que me sirvas otro - le dijo al gyojin tras la barra.
Entonces se percató de que la monja le estaba hablando. Y parecía no reconocerle. Sus habilidades como espía no tenían parangón, cosa que él ya sabía pero además acababa de quedar demostrado. Sin embargo, ¿qué le iba a responder? ¿Había llegado hasta ese punto sin tener alguna excusa en mente? Pues sí, pero no iba a ser un problema. Cuando se trataba de improvisar, tampoco tenía rival.
- Sí, quería decirte que este local no es para alguien como tú, hermana. Podrías tener problemas - respondió rápidamente.
Y realmente decía la verdad. A pesar del pésimo intento de ocultar sus carteles de recompensa, él ya sabía que ella era una cazadora, además de una mujer con un extraño sentido de la moralidad. Nunca había llegado a comprender por qué se dedicaba a cazar criminales y, aunque parecía que había tenido algún golpe de suerte, si se adentraba más aún en ese mundillo saldría escaldada.
Dicho esto, volvió a dirigirse al camarero con cara de pez, que en ese momento estaba trayendo otro vaso de leche.
- Oye, oye, pescaito. ¿Por qué aquí rondan muchos criminales, no? - preguntó en un tono demasiado alto -. Seguro que sabes más de lo que aparentas, así qué... dime lo que sepas sobre estos tres - dijo apoyando las recompensas de los Hermanos Zully sobre la barra, de forma violenta.
El camarero palideció, y no fue solo de ver los carteles de recompensa. Dentro del local los clientes empezaban a mirar mal a Roland, y alguno parecía que se estaba levantando de su mesa, como si se estuviera preparando para algo. El gyojin tras la barra tragó salivo y dijo:
- P-por favor... N-no te pelees aquí... - volvió a tragar saliva - A-apenas doy p-para vasos, no me puedo permitir r-reformar el local...
- Creo que ya es tarde, pescaito. Tus clientes parecen tener ganas de juerga - y se giró hacia los criminales del local que ya estaban todos preparados para una pelea de taberna.
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¿Lo decía por ser una monja o porque había visto sus wanted? Abigail solía tener cuidado a la hora de elegir sus palabras, y es que su honestidad no estaba reñida con una habilidad básica para no cometer lo que cualquiera podría considerar como un error de novato: preguntar directamente por criminales en un puerto pirata. No dijo nada aún solo porque estaba buscando exactamente a los mismos tres que estaba buscando ella, los Hermanos Zully.
La reacción de la clientela, mayormente criminal, fue bastante clara: empezar a levantarse, en principio tomándola con el muchacho que había hecho la pregunta. ¿Serían secuaces suyos? Ese podía ser el caso... entonces necesitaba capturar al menos a uno, aunque tampoco se quejaría si conseguía inmovilizarlos a todos.
No tenía tiempo para tonterías y, además, aún no se había terminado su zumo. Se giró en el taburete para encarar a los criminales del local, que estaban ya preparados para iniciar una gresca en condiciones.
—Ugh... haces que mi trabajo sea más difícil de lo que debería ser —comentó la novicia, que se limitó a sacar su revólver "Los Seis Caminos del Zagal" y a rotar el tambor para seleccionar la bala de gas de insultos. Apuntó al suelo, lo suficientemente lejos de ellos dos como para que el gas no les afectara. Disparó, la bala impactó en la pared pero no hizo ningún agujero, el proyectil estalló y dejó salir una nube de gas rosado que cubrió unos metros a la redonda.
—Procura no respirarlo, no es bonito —avisó la tiradora. Por suerte estaban en una taberna bastante amplia, no por nada tenía incluso un escenario, no podía ser un edificio tan pequeño. El efecto del gas fue prácticamente inmediato, muchos de aquellos criminales y piratas empezaron a insultarse sin venir a cuento, como si fuera una pelea de taberna de todos contra todos en lugar de todos contra uno o dos.
Tenía que evitar causar demasiados daños estructurales... podía pagarlos, pero prefería no paralizarle el negocio al pobre gyojin, que no tenía la culpa de estar rodeado de criminales. Eso dejaba su arma más destructiva, su guante climático, fuera de la ecuación de momento.
Ahora que la mayoría de criminales estaban controlados -que no neutralizados, pero no darían problemas hasta que se les pasara el efecto- podrían centrarse en los que, por una razón u otra, habían evitado la nube de gas. Abigail guardó su revólver y, a cambio, echó mano de su rifle de diales ya cargado con diez balas. Realizó únicamente tres disparos, uno por cada uno de los que venían a por ella, alterados por su ataque químico. Los tres disparos acertaron en una de las rodillas de cada criminal, haciéndolos caer al momento y arrebatándoles el uso de la pierna.
Pensándolo bien, la posibilidad de que alguno de ellos tuviera alguna relación con esos hermanos no era demasiado descabellada... con más razón debían limitarse a incapacitar, no a eliminar directamente. Ese era uno de los motivos por los cuales apuntaba a lugares no vitales del cuerpo, nunca podías saber qué tipo de información podía conocer.
—Intenta no hacerles demasiado daño, ya que los has alertado al menos querría sacarles algo de información —había cometido el error de delatarse también pero ya no tenía demasiada importancia, el daño estaba hecho.
No se ocupó de la gente que iba a por el desconocido, si era tan audaz debía saber defenderse.
La reacción de la clientela, mayormente criminal, fue bastante clara: empezar a levantarse, en principio tomándola con el muchacho que había hecho la pregunta. ¿Serían secuaces suyos? Ese podía ser el caso... entonces necesitaba capturar al menos a uno, aunque tampoco se quejaría si conseguía inmovilizarlos a todos.
No tenía tiempo para tonterías y, además, aún no se había terminado su zumo. Se giró en el taburete para encarar a los criminales del local, que estaban ya preparados para iniciar una gresca en condiciones.
—Ugh... haces que mi trabajo sea más difícil de lo que debería ser —comentó la novicia, que se limitó a sacar su revólver "Los Seis Caminos del Zagal" y a rotar el tambor para seleccionar la bala de gas de insultos. Apuntó al suelo, lo suficientemente lejos de ellos dos como para que el gas no les afectara. Disparó, la bala impactó en la pared pero no hizo ningún agujero, el proyectil estalló y dejó salir una nube de gas rosado que cubrió unos metros a la redonda.
—Procura no respirarlo, no es bonito —avisó la tiradora. Por suerte estaban en una taberna bastante amplia, no por nada tenía incluso un escenario, no podía ser un edificio tan pequeño. El efecto del gas fue prácticamente inmediato, muchos de aquellos criminales y piratas empezaron a insultarse sin venir a cuento, como si fuera una pelea de taberna de todos contra todos en lugar de todos contra uno o dos.
Tenía que evitar causar demasiados daños estructurales... podía pagarlos, pero prefería no paralizarle el negocio al pobre gyojin, que no tenía la culpa de estar rodeado de criminales. Eso dejaba su arma más destructiva, su guante climático, fuera de la ecuación de momento.
Ahora que la mayoría de criminales estaban controlados -que no neutralizados, pero no darían problemas hasta que se les pasara el efecto- podrían centrarse en los que, por una razón u otra, habían evitado la nube de gas. Abigail guardó su revólver y, a cambio, echó mano de su rifle de diales ya cargado con diez balas. Realizó únicamente tres disparos, uno por cada uno de los que venían a por ella, alterados por su ataque químico. Los tres disparos acertaron en una de las rodillas de cada criminal, haciéndolos caer al momento y arrebatándoles el uso de la pierna.
Pensándolo bien, la posibilidad de que alguno de ellos tuviera alguna relación con esos hermanos no era demasiado descabellada... con más razón debían limitarse a incapacitar, no a eliminar directamente. Ese era uno de los motivos por los cuales apuntaba a lugares no vitales del cuerpo, nunca podías saber qué tipo de información podía conocer.
—Intenta no hacerles demasiado daño, ya que los has alertado al menos querría sacarles algo de información —había cometido el error de delatarse también pero ya no tenía demasiada importancia, el daño estaba hecho.
No se ocupó de la gente que iba a por el desconocido, si era tan audaz debía saber defenderse.
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- ¿Cómo? ¿Difícil tu trabajo? No sé cuál es tu trabajo - comentó, haciéndose el tonto -, pero te advertí que este no es lugar para ti, hermana.
Dicho esto se concentró en los hombres malhumorados, que se acercaban de malas maneras hacia su persona. Estaba a punto de comenzar una disputa en la que posiblemente destrozara medio local, si no lo destrozaba entero, cuando la monja se adelantó, y un proyectil atravesó la taberna, cruzando en medio del grupo de hombres que se acercaba, deteniéndose ante el peligro de una mujer armada.
El proyectil no fue dirigido contra nadie, sino que chocó con una pared de la taberna. Tss, principiante pensó el mink cuando el disparo erró, aunque dejó de pensar así cuando vio cómo un gas empezó a brotar.
- Descuida, no está en mis planes respirar agua bendita vaporizada - respondió a la rubia encapuchada.
Una vez esparcido ese gas, la gente reaccionó de una forma violenta, aunque meramente verbal. Se decían de todo menos bonito, y no tardó en estallar el conflicto. Más de media taberna se estaba peleando entre sí, con vasos volando, ruido de pistolas y personas cayendo estrepitosamente sobre mesas y muebles debido a puñetazos y patadas.
Eso, sin duda, facilitaba las cosas, aunque quedaban un par de personas que seguían centradas en el mink y en la mujer. A Roland no podía importarle menos lo que le pasara a esa mujer, aunque tal vez tuviera más truquitos para detener a cualquiera que se le acercase, así que, despreocupadamente, arremetió contra los que tenían la mirada posada sobre él.
Primero se acercó rápidamente al que tenía más cerca, y de un puñetazo al esternón lo mandó a volar hacia otros dos que se estaban incorporando del suelo, para no volverse a levantar. De repente, presintió que alguien le iba a clavar un cuchillo por la espalda, a lo que reaccionó agachándose, agarrando la mano por encima de su cabeza y, de un fuerte tirón, lanzarlo contra el suelo, pasando por encima de su cabeza. El resto de personas que intentaron detenerle, tampoco lo consiguieron, y acabaron malheridos, con múltiples fracturas en todo el cuerpo.
Al final, se acercó a uno de tantos criminales que había derribado, lo arrastró por el suelo y lo dejó ahí tumbado, para dar un potente pisotón contra el suelo sobre sus genitales. El hombre aulló de dolor, y acabó desembuchando para que dejaran de pisarle. Una vez hubo recopilado la información, que la pudieron oír todos en la taberna, Roland salió de allí en busca de los hermanos.
Dicho esto se concentró en los hombres malhumorados, que se acercaban de malas maneras hacia su persona. Estaba a punto de comenzar una disputa en la que posiblemente destrozara medio local, si no lo destrozaba entero, cuando la monja se adelantó, y un proyectil atravesó la taberna, cruzando en medio del grupo de hombres que se acercaba, deteniéndose ante el peligro de una mujer armada.
El proyectil no fue dirigido contra nadie, sino que chocó con una pared de la taberna. Tss, principiante pensó el mink cuando el disparo erró, aunque dejó de pensar así cuando vio cómo un gas empezó a brotar.
- Descuida, no está en mis planes respirar agua bendita vaporizada - respondió a la rubia encapuchada.
Una vez esparcido ese gas, la gente reaccionó de una forma violenta, aunque meramente verbal. Se decían de todo menos bonito, y no tardó en estallar el conflicto. Más de media taberna se estaba peleando entre sí, con vasos volando, ruido de pistolas y personas cayendo estrepitosamente sobre mesas y muebles debido a puñetazos y patadas.
Eso, sin duda, facilitaba las cosas, aunque quedaban un par de personas que seguían centradas en el mink y en la mujer. A Roland no podía importarle menos lo que le pasara a esa mujer, aunque tal vez tuviera más truquitos para detener a cualquiera que se le acercase, así que, despreocupadamente, arremetió contra los que tenían la mirada posada sobre él.
Primero se acercó rápidamente al que tenía más cerca, y de un puñetazo al esternón lo mandó a volar hacia otros dos que se estaban incorporando del suelo, para no volverse a levantar. De repente, presintió que alguien le iba a clavar un cuchillo por la espalda, a lo que reaccionó agachándose, agarrando la mano por encima de su cabeza y, de un fuerte tirón, lanzarlo contra el suelo, pasando por encima de su cabeza. El resto de personas que intentaron detenerle, tampoco lo consiguieron, y acabaron malheridos, con múltiples fracturas en todo el cuerpo.
Al final, se acercó a uno de tantos criminales que había derribado, lo arrastró por el suelo y lo dejó ahí tumbado, para dar un potente pisotón contra el suelo sobre sus genitales. El hombre aulló de dolor, y acabó desembuchando para que dejaran de pisarle. Una vez hubo recopilado la información, que la pudieron oír todos en la taberna, Roland salió de allí en busca de los hermanos.
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El muchacho era bastante bruto atacando, lo que acompañaba a su aparentemente carácter impertinente. Viendo que por su lado lo tenía todo controlado, Abigail se giró para volver a encarar al tabernero. Metió la mano en uno de los múltiples bolsillos de su hábito y sacó un fajo de billetes. Vale, sí, no era el uso más ético del dinero, pero los berries conseguían muchas cosas, información incluída. Además, ahora mismo tenía suficiente para comprar casi cualquier tipo de información.
—Rápido, necesito cualquier información que tengas sobre esos hermanos —al principio el gyojin continuaba alterado, por lo que la novicia lo tranquilizó un poco —. No voy a hacerte nada, solo quiero irme antes de que estos paren de gritarse y vuelvan a centrarse en mi. Te pagaré un poco más por los desperfectos.
No sabía si era por eso, o porque simplemente el gyojin prefería que los criminales persiguieran a la monja fuera del local en lugar de intentar destrozarlo, pero el caso fue que decidió cooperar.
—No sé mucho... pero te puedo decir cuál es su barco. Está amarrado al final del puerto, tiene una cabeza de morsa de mascarón de proa. Lo han conseguido hace poco así que aún estaban fardando de ello —respondió. Bien, con eso tenía suficiente para trabajar. Si podía cortarles la huida podría trabajar de forma mucho más relajada. ¿Una morsa? Bueno, no les juzgaría y, además, eso hacía que su embarcación fuera fácil de identificar. Solo quedaba ponerse en marcha hacia el puerto antes de que aquella gente dejara de pelearse e insultarse.
Siguió un camino distinto al del muchacho porque... no parecía el tipo de persona con el que podría trabajar en condiciones, su carácter tan directo le daba igual, pero no consideraba apropiado el haber alertado así, ¿y si alguno podía contactar vía Den Den Mushi con los hermanos? En ese caso podrían simplemente huir antes de que los alcanzaran. Por suerte, dado que sabía qué barco era... podría limitarse a hundirlo y ya.
Salió de la taberna con una disculpa más y se desvió un par de veces para evitar ser demasiado vista.
No tardó demasiado en llegar al puerto, empezó a buscar con los ojos y... ah, debía ser aquel. Un barco de tamaño medio-grande, con una morsa de mascarón de proa. En principio no parecía vigilado pero... Hm. Sacó su rifle y usó la mira para poder ver mejor, vale... Veía a alguien en la torre vigía. Tendría que prepararse para neutralizar a esa persona antes de hacer nada más. Se ocultó entre las calles más cercanas al barco en cuestión y abrió una puerta en su brazo, ahora extendido hacia delante. De ahí salió su réplica cargando con el francotirador masoquista y en la otra mano tenía una fina varilla metálica. Apuntó hacia la cesta vigía y, en cuanto el pirata se asomó, la réplica metió la varilla en el sitio donde debería ir el gatillo, disparando el rifle de forma manual. Un día tenía que ponerse a arreglar ese condenado rifle, no podía usarlo en condiciones sin el gatillo.
La bala viajó a una velocidad endiablada, incluso tras la reducción de velocidad al salir de su área de la Shiro ésta tardó menos de un segundo en atravesar el pecho del pirata, que cayó seco dentro de la cesta, en principio sin alertar al resto.
—Vale, ahora... a quemar ese barco.
Era el momento de las luces.
—Rápido, necesito cualquier información que tengas sobre esos hermanos —al principio el gyojin continuaba alterado, por lo que la novicia lo tranquilizó un poco —. No voy a hacerte nada, solo quiero irme antes de que estos paren de gritarse y vuelvan a centrarse en mi. Te pagaré un poco más por los desperfectos.
No sabía si era por eso, o porque simplemente el gyojin prefería que los criminales persiguieran a la monja fuera del local en lugar de intentar destrozarlo, pero el caso fue que decidió cooperar.
—No sé mucho... pero te puedo decir cuál es su barco. Está amarrado al final del puerto, tiene una cabeza de morsa de mascarón de proa. Lo han conseguido hace poco así que aún estaban fardando de ello —respondió. Bien, con eso tenía suficiente para trabajar. Si podía cortarles la huida podría trabajar de forma mucho más relajada. ¿Una morsa? Bueno, no les juzgaría y, además, eso hacía que su embarcación fuera fácil de identificar. Solo quedaba ponerse en marcha hacia el puerto antes de que aquella gente dejara de pelearse e insultarse.
Siguió un camino distinto al del muchacho porque... no parecía el tipo de persona con el que podría trabajar en condiciones, su carácter tan directo le daba igual, pero no consideraba apropiado el haber alertado así, ¿y si alguno podía contactar vía Den Den Mushi con los hermanos? En ese caso podrían simplemente huir antes de que los alcanzaran. Por suerte, dado que sabía qué barco era... podría limitarse a hundirlo y ya.
Salió de la taberna con una disculpa más y se desvió un par de veces para evitar ser demasiado vista.
No tardó demasiado en llegar al puerto, empezó a buscar con los ojos y... ah, debía ser aquel. Un barco de tamaño medio-grande, con una morsa de mascarón de proa. En principio no parecía vigilado pero... Hm. Sacó su rifle y usó la mira para poder ver mejor, vale... Veía a alguien en la torre vigía. Tendría que prepararse para neutralizar a esa persona antes de hacer nada más. Se ocultó entre las calles más cercanas al barco en cuestión y abrió una puerta en su brazo, ahora extendido hacia delante. De ahí salió su réplica cargando con el francotirador masoquista y en la otra mano tenía una fina varilla metálica. Apuntó hacia la cesta vigía y, en cuanto el pirata se asomó, la réplica metió la varilla en el sitio donde debería ir el gatillo, disparando el rifle de forma manual. Un día tenía que ponerse a arreglar ese condenado rifle, no podía usarlo en condiciones sin el gatillo.
La bala viajó a una velocidad endiablada, incluso tras la reducción de velocidad al salir de su área de la Shiro ésta tardó menos de un segundo en atravesar el pecho del pirata, que cayó seco dentro de la cesta, en principio sin alertar al resto.
—Vale, ahora... a quemar ese barco.
Era el momento de las luces.
Roland Oppenheimer
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Cuando Roland salió de la taberna puso rumbo a la posada "La Casa del Gigante". Tras apalizar y obtener la información que necesitaba, ese era su siguiente objetivo. Al parecer los hermanos pasaban las noches en aquel local. Lo único que el felino esperaba es que el nombre del sitio no fuese tan literal como en la anterior taberna. No tenía nada en contra del los gyojins o gigantes, pero la falta de imaginación del propietario de "Los Cuatro Peces Cantores" era exasperante, y no sabía si podía aguantar que en la posada ocurriese igual.
- Maldita sea, ¿y donde está la maldita posada? - farfulló en voz alta mientras andaba despreocupadamente por las abarrotadas calles de la isla -. Tendría que haber preguntado eso también. Bueno, da igual, no será muy difícil de encontrar.
Con las prisas por encontrar y atrapar a los criminales, se le pasó por alto el preguntar por la localización del lugar, pero tenía muchos más sitios donde preguntar y causar estragos, por lo que no estaba preocupado. Tras andar unos cinco minutos por lo que parecía ser una calle comercial, se adentró en un local cuyo letrero no entendió. Una vez allí dentro se acercó a una especie de mostrador, pero al ver que no había nadie tras él, cruzó la puerta que le separaba del interior para encontrarse una escena de lo más variopinta. Un hombre y una mujer estaban "dejando hacer a la naturaleza" mientras un hombre sentado en una mesa, trajeado y con gafas de intelectual, los miraba e iba rellenando unos papeles que tenía enfrente. La situación fue lo suficientemente desconcertante para el mink que se dio media vuelta y volvía por donde había entrado. Al parecer no iba a ser tan fácil encontrar el lugar si todos los sitios iba a ser así de raros.
- ¡Espere! - se escuchaba una voz al fondo - Uff, al fin le alcanzo - decía una figura conocida mientras tomaba el aire que le faltaba por haber llegado corriendo.
Se trataba del gyojin cantante de "Los Cuatro Peces Cantores", aquel al que el camarero había llamado Globorotti. ¿Por qué había seguido a Roland? ¿A lo mejor quería hacerle pagar los desperfectos? Pues estaba bonito si esperaba que el agente encubierto fuera a pagar.
- No sé qué coño quieres, pero no voy a pagar nada - respondió Roland en cuanto se dio la vuelta y le reconoció.
- No, no se trata de eso. Soy Globorotti, y usted me ha impresionado. Le ha plantado cara a todos los del bar sin un ápice de temor. Es usted un ejemplo a seguir - decía con admiración mientras Roland se encontraba desconcertado -. Déjeme acompañarle aunque sea hasta que acabe con los bandidos que busca.
¿Acaso se trataba de un admirador? Roland no tenía tiempo que perder tratando con un pez que le siguiera a todas partes. Él trabajaba solo y los demás solo le causaban distracciones y retrasos, y eso en el mejor de los casos. Sin embargo, apreciaba las palabras del pez, por lo que fue amable y considerado con él, o al menos todo lo que podía serlo.
- Mira, no quiero a nadie que esté detrás jorobándome. Ya, mucho tengo tratando de buscando "La Casa del Gigante". ¿Por qué no vuelves con tus amigos y te pones a romper cristales? Eso se te da muy bien.
- Por favor, déjeme acompañarlo. Puedo indicarle donde está esa posada. Me conozco la isla como las escamas de mi aleta.
Y así fue como Roland consiguió un guía hacia su objetivo y como Globorotti pudo continuar un poco más de tiempo al lado del minino destructor de sabandijas.
- Maldita sea, ¿y donde está la maldita posada? - farfulló en voz alta mientras andaba despreocupadamente por las abarrotadas calles de la isla -. Tendría que haber preguntado eso también. Bueno, da igual, no será muy difícil de encontrar.
Con las prisas por encontrar y atrapar a los criminales, se le pasó por alto el preguntar por la localización del lugar, pero tenía muchos más sitios donde preguntar y causar estragos, por lo que no estaba preocupado. Tras andar unos cinco minutos por lo que parecía ser una calle comercial, se adentró en un local cuyo letrero no entendió. Una vez allí dentro se acercó a una especie de mostrador, pero al ver que no había nadie tras él, cruzó la puerta que le separaba del interior para encontrarse una escena de lo más variopinta. Un hombre y una mujer estaban "dejando hacer a la naturaleza" mientras un hombre sentado en una mesa, trajeado y con gafas de intelectual, los miraba e iba rellenando unos papeles que tenía enfrente. La situación fue lo suficientemente desconcertante para el mink que se dio media vuelta y volvía por donde había entrado. Al parecer no iba a ser tan fácil encontrar el lugar si todos los sitios iba a ser así de raros.
- ¡Espere! - se escuchaba una voz al fondo - Uff, al fin le alcanzo - decía una figura conocida mientras tomaba el aire que le faltaba por haber llegado corriendo.
Se trataba del gyojin cantante de "Los Cuatro Peces Cantores", aquel al que el camarero había llamado Globorotti. ¿Por qué había seguido a Roland? ¿A lo mejor quería hacerle pagar los desperfectos? Pues estaba bonito si esperaba que el agente encubierto fuera a pagar.
- No sé qué coño quieres, pero no voy a pagar nada - respondió Roland en cuanto se dio la vuelta y le reconoció.
- No, no se trata de eso. Soy Globorotti, y usted me ha impresionado. Le ha plantado cara a todos los del bar sin un ápice de temor. Es usted un ejemplo a seguir - decía con admiración mientras Roland se encontraba desconcertado -. Déjeme acompañarle aunque sea hasta que acabe con los bandidos que busca.
¿Acaso se trataba de un admirador? Roland no tenía tiempo que perder tratando con un pez que le siguiera a todas partes. Él trabajaba solo y los demás solo le causaban distracciones y retrasos, y eso en el mejor de los casos. Sin embargo, apreciaba las palabras del pez, por lo que fue amable y considerado con él, o al menos todo lo que podía serlo.
- Mira, no quiero a nadie que esté detrás jorobándome. Ya, mucho tengo tratando de buscando "La Casa del Gigante". ¿Por qué no vuelves con tus amigos y te pones a romper cristales? Eso se te da muy bien.
- Por favor, déjeme acompañarlo. Puedo indicarle donde está esa posada. Me conozco la isla como las escamas de mi aleta.
Y así fue como Roland consiguió un guía hacia su objetivo y como Globorotti pudo continuar un poco más de tiempo al lado del minino destructor de sabandijas.
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La mayor ventaja que tenía la Shiro Shiro no Mi no era tanto su capacidad para atacar en masa, que también, era su condición de dimensión. Se reducía el tamaño de objetos, personas... y, por tanto, el ruido también se reducía en la misma medida. Por ese motivo nadie se alertó con el disparo de aquel francotirador, el sonido fue reducido lo suficiente como para no llamar demasiado la atención. Por el contrario, sería bastante más difícil camuflar los sonidos de su rifle Assiah cuando lo utilizara para quemar el barco.
—Necesito que me saquéis un Dial de fuego —al poco de decir eso se abrió una puerta en su pie y se cerró a los pocos segundos. Abigail canceló su Shiro Shiro no Mi, cerrando por completo su fortaleza. Al deshacer su área de efecto el dial que habían dejado en el suelo recobró su tamaño original, solo tuvo que agacharse para recogerlo. Lo colocó en la ranura de diales que tenía Assiah, apuntó y... tsk, estaba demasiado lejos, tendría que asumir riesgos.
Era una jugada arriesgada porque podrían estar los tres en el barco, pero no le quedaba otro remedio, tendría que entrar. Podría quemarlo desde fuera, pero se arriesgaba a que el resto de criminales del puerto la identificaran como cazadora.
Aprovechó que se había cargado al vigía para apresurarse y colarse en la cubierta del barco. Vale, no había nadie arriba... eso quería decir que estaban todos dentro. Volvió a activar la Shiro Shiro no Mi, y en esta ocasión optó por un arma más silenciosa aún: su balista. Uno de sus habitantes cargó la balista, apuntó y disparó, el proyectil salió disparado y perforó sin mucha dificultad la fuerza, abriendo un agujero lo suficientemente grande como para que cupiera la mano de la monja.
Abió la puerta desde dentro y entró cual elefante en una cacharrería, aún empuñando a Assiah. Habían unos pocos piratas... debían ser seis, pero estaban aún afectados por el alcohol. Disparó a uno de ellos en la rodilla, cuyos gritos terminaron de alertar al resto.
—¿Qué? ¿Cómo ha entrado? ¡Alguien que avise a los Zully, estarán pillándose una buena cogorza aún! —exclamó y, aunque lo intentó, Abigail no pudo impedir que al menos uno de los seis saliera para ir a buscar a los condenados hermanos esos. Ahora tendría que acelerar el paso más aún antes de convertir aquello en una batalla naval. Habría que tomar... medidas drásticas.
Los otros cinco piratas la atacaron de forma simultánea, pero el espacio dentro del barco no era suficiente para poder aprovechar el poder de su Akuma. Por ello es que no la utilizó. Movió su brazo izquierdo como si fuera a darles una bofetada y lo movió violentamente de derecha a izquierda. Sobre el guantelete se generó un ciclón que hizo estallar al momento, enviando a los cinco piratas en todas direcciones, estampándolos contra las paredes del barco y contra las barricas de ron que tenían allí.
Confusos por lo que acababa de pasar, los piratas se empezaron a levantar. Tch, aún iba a tardar un poco en hundir aquel condenado barco sin montar demasiado ruido.
—Necesito que me saquéis un Dial de fuego —al poco de decir eso se abrió una puerta en su pie y se cerró a los pocos segundos. Abigail canceló su Shiro Shiro no Mi, cerrando por completo su fortaleza. Al deshacer su área de efecto el dial que habían dejado en el suelo recobró su tamaño original, solo tuvo que agacharse para recogerlo. Lo colocó en la ranura de diales que tenía Assiah, apuntó y... tsk, estaba demasiado lejos, tendría que asumir riesgos.
Era una jugada arriesgada porque podrían estar los tres en el barco, pero no le quedaba otro remedio, tendría que entrar. Podría quemarlo desde fuera, pero se arriesgaba a que el resto de criminales del puerto la identificaran como cazadora.
Aprovechó que se había cargado al vigía para apresurarse y colarse en la cubierta del barco. Vale, no había nadie arriba... eso quería decir que estaban todos dentro. Volvió a activar la Shiro Shiro no Mi, y en esta ocasión optó por un arma más silenciosa aún: su balista. Uno de sus habitantes cargó la balista, apuntó y disparó, el proyectil salió disparado y perforó sin mucha dificultad la fuerza, abriendo un agujero lo suficientemente grande como para que cupiera la mano de la monja.
Abió la puerta desde dentro y entró cual elefante en una cacharrería, aún empuñando a Assiah. Habían unos pocos piratas... debían ser seis, pero estaban aún afectados por el alcohol. Disparó a uno de ellos en la rodilla, cuyos gritos terminaron de alertar al resto.
—¿Qué? ¿Cómo ha entrado? ¡Alguien que avise a los Zully, estarán pillándose una buena cogorza aún! —exclamó y, aunque lo intentó, Abigail no pudo impedir que al menos uno de los seis saliera para ir a buscar a los condenados hermanos esos. Ahora tendría que acelerar el paso más aún antes de convertir aquello en una batalla naval. Habría que tomar... medidas drásticas.
Los otros cinco piratas la atacaron de forma simultánea, pero el espacio dentro del barco no era suficiente para poder aprovechar el poder de su Akuma. Por ello es que no la utilizó. Movió su brazo izquierdo como si fuera a darles una bofetada y lo movió violentamente de derecha a izquierda. Sobre el guantelete se generó un ciclón que hizo estallar al momento, enviando a los cinco piratas en todas direcciones, estampándolos contra las paredes del barco y contra las barricas de ron que tenían allí.
Confusos por lo que acababa de pasar, los piratas se empezaron a levantar. Tch, aún iba a tardar un poco en hundir aquel condenado barco sin montar demasiado ruido.
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- Entonces cuando murieron mis padres tuve que huir de mi isla natal, porque aquellos mafiosos querían cobrarme las deudas de juego de mi padre, pero yo no tenía nada de dinero. Fue muy difícil, porque hay pocos gyojins pez globo pero logré salir de la Isla Gyojins sin ser reconocido. Así acabé dando tumbos de isla en isla, ganándome la vida con lo poco que sé hacer: cantar - explicaba el pez globo mientras andaba al lado de Roland -. Pero verte a ti en la taberna me hizo recordar mi niñez. De pequeño, yo soñaba con convertirme en un héroe que pusiera en su sitio a los criminales, sin miedo, sin dudas, sin arrepentimientos. Igual que hiciste tú. Podría decirse que eres como un héroe, un ejemplo a seguir - continuaba contando muy ilusionado.
A Roland no le quedaba otra que soportar la charla del pez mientras este le guiaba hacia "La Casa del Gigante". De haber podido hubiera evitado cualquier tipo de compañía, pero como el gyojin era el único individuo que había encontrado que conociera el lugar y decía algunas cosas que resultaban gratas aunque eran obvias como que era realmente fuerte, que parecía un héroe, y más comparaciones por el estilo, el mink consiguió soportar la presencia del pez globo, e incluso escuchó su triste historia, aunque tampoco le dio mucha importancia.
- Venga pescao, deja de contar tu triste vida. ¿Acaso quieres deprimirme? Aunque tampoco es que te esté haciendo caso... - decía Roland mientras andaba -. Además, ¿cuánto queda para llegar? - preguntó cambiando de tema.
- Lo siento, no era mi intención deprimirle señor... -se quedó dubitativo unos segundos -. Ahora caigo en que no me ha dicho su nombre. Y respondiendo a su pregunta, hemos llegado.
Los dos se detuvieron en mitad de la calle. Enfrente suyo había un edificio enorme, tan grande como un hotel turístico, aunque de construcción antigua. Todo elaborado con piedras y ladrillos, tenía un enorme cartel de madre sobre la puerta de la entrada que decía "La Casa del Gigante, precios competitivos, un lugar grande pero reconfortante". ¿En serio están aquí esos piratas de tres al cuarto? pensó Roland mientras accedía al local. Antes de entrar, se dio la vuelta, y le lanzó una moneda de 100 berries a Globorotti.
- Toma, cómprate algo bonito. Y puedes llamarme Dnalor, aunque no creo que nos volvamos a ver - terminó la frase volviéndose al interior del edificio.
- Pero Dnalor... - dijo el gyojin al atrapar la moneda, pero el mink no terminó de escuchar la frase.
Cuando Roland entró en la planta baja se encontró una recepción bastante simple, con muchos asientos y una especie de taberna al fondo. ¿Por dónde empezaría a buscar?
A Roland no le quedaba otra que soportar la charla del pez mientras este le guiaba hacia "La Casa del Gigante". De haber podido hubiera evitado cualquier tipo de compañía, pero como el gyojin era el único individuo que había encontrado que conociera el lugar y decía algunas cosas que resultaban gratas aunque eran obvias como que era realmente fuerte, que parecía un héroe, y más comparaciones por el estilo, el mink consiguió soportar la presencia del pez globo, e incluso escuchó su triste historia, aunque tampoco le dio mucha importancia.
- Venga pescao, deja de contar tu triste vida. ¿Acaso quieres deprimirme? Aunque tampoco es que te esté haciendo caso... - decía Roland mientras andaba -. Además, ¿cuánto queda para llegar? - preguntó cambiando de tema.
- Lo siento, no era mi intención deprimirle señor... -se quedó dubitativo unos segundos -. Ahora caigo en que no me ha dicho su nombre. Y respondiendo a su pregunta, hemos llegado.
Los dos se detuvieron en mitad de la calle. Enfrente suyo había un edificio enorme, tan grande como un hotel turístico, aunque de construcción antigua. Todo elaborado con piedras y ladrillos, tenía un enorme cartel de madre sobre la puerta de la entrada que decía "La Casa del Gigante, precios competitivos, un lugar grande pero reconfortante". ¿En serio están aquí esos piratas de tres al cuarto? pensó Roland mientras accedía al local. Antes de entrar, se dio la vuelta, y le lanzó una moneda de 100 berries a Globorotti.
- Toma, cómprate algo bonito. Y puedes llamarme Dnalor, aunque no creo que nos volvamos a ver - terminó la frase volviéndose al interior del edificio.
- Pero Dnalor... - dijo el gyojin al atrapar la moneda, pero el mink no terminó de escuchar la frase.
Cuando Roland entró en la planta baja se encontró una recepción bastante simple, con muchos asientos y una especie de taberna al fondo. ¿Por dónde empezaría a buscar?
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Una vez más activó su fruta, para horror de los piratas que ya empezaron a entender qué estaba pasando ahí. De las ventanas salieron un par de redes como de araña, fruto de la acción de los Diales de Araña que empuñaban algunos de los habitantes de su fortaleza. Ahora que estaban casi todos quietos... Casi todos, repitió mentalmente. Uno de ellos se abalanzó rápidamente, entrando en su radio de acción e impidiendo que pudiera usar adecuadamente sus poderes. Nada que le supusiera un problema. Se mantuvo firme en su postura, encajó el golpe que le dieron en la cara y usó la culata de su rifle para golpear la barbilla del pirata, haciendo que se alejara unos pasos. Abigail saltó hacia atrás para aumentar la distancia que había entre ambos y apuntó a la rodilla izquierda. Volvió a apretar el gatillo, escuchándose un nuevo grito de dolor por parte del pirata.
—Rezaré por vosotros, pero... este barco debe caer —dijo para volver a apuntar, aunque esta vez no sería a ninguno de ellos. Antes los había empujado y alguno había hecho caer barriles de ron que ahora estaban por ahí derramándose. Si el alcohol se incendiaba... eso era una tragedia, ¿no?
Un nuevo disparo imbuido en fuego terminó el trabajo. El alcohol empezó a arder y solo por si acaso disparó hasta agotar el cargador en distintos puntos del derrame, para asegurarse de que todo ardía bien. Antes de hacer eso, por supuesto, cerró su fortaleza por completo, no quería revivir viejas heridas de parte de sus habitantes.
Abigail salió del navío antes de que el barco empezara a hundirse por los daños. Y con eso... con eso ya estaba sellada la salida de los hermanos Zully, ahora solo faltaba encontrarlos. Por suerte el puerto pirata no era excesivamente grande y, además, el que había salido corriendo acabaría por traerlos. Más tarde o más temprano acabaría encontrando a los Zully.
Habían dicho que estaban pillándose una borrachera, y eso que tenían ron dentro, ¿querrían un ambiente más animado? Tch, la habían visto salir de ahí, no podía preguntar a nadie sobre el paradero de los Zully, tendría que improvisar. Volvió a esconderse entre los pocos callejones que había en el islote, esta vez necesitaba algo de paz. Tras un par de minutos salió de nuevo y se acercó de nuevo al puerto. Algunos curiosos se reunían cerca del barco que estaba cada vez más condenado a la muerte, otros mencionaban lo cabreados que iban a ponerse los hermanos cuando se enteraran.
—¿No salió un chaval de los que van con ellos antes?
—Sí, seguro que ha ido a buscarlos. Se les oía desde fuera de la taberna fardar sobre su barco nuevo, no van a estar contentos.
Una taberna... no debía haber muchas allí.
—Preparad los diales láser —susurró, aunque el mensaje llegó alto y claro para los que habitaban la dimensión de la Shiro Shiro no mi.
Sin más, empezó a buscar las pocas tabernas que pudieran haber. Descartó la primera en la que había estado, quizá debía buscar... ¿alguna posada? eran piratas bastante "caros", puede que decidieran tomarse un descanso.
—Rezaré por vosotros, pero... este barco debe caer —dijo para volver a apuntar, aunque esta vez no sería a ninguno de ellos. Antes los había empujado y alguno había hecho caer barriles de ron que ahora estaban por ahí derramándose. Si el alcohol se incendiaba... eso era una tragedia, ¿no?
Un nuevo disparo imbuido en fuego terminó el trabajo. El alcohol empezó a arder y solo por si acaso disparó hasta agotar el cargador en distintos puntos del derrame, para asegurarse de que todo ardía bien. Antes de hacer eso, por supuesto, cerró su fortaleza por completo, no quería revivir viejas heridas de parte de sus habitantes.
Abigail salió del navío antes de que el barco empezara a hundirse por los daños. Y con eso... con eso ya estaba sellada la salida de los hermanos Zully, ahora solo faltaba encontrarlos. Por suerte el puerto pirata no era excesivamente grande y, además, el que había salido corriendo acabaría por traerlos. Más tarde o más temprano acabaría encontrando a los Zully.
Habían dicho que estaban pillándose una borrachera, y eso que tenían ron dentro, ¿querrían un ambiente más animado? Tch, la habían visto salir de ahí, no podía preguntar a nadie sobre el paradero de los Zully, tendría que improvisar. Volvió a esconderse entre los pocos callejones que había en el islote, esta vez necesitaba algo de paz. Tras un par de minutos salió de nuevo y se acercó de nuevo al puerto. Algunos curiosos se reunían cerca del barco que estaba cada vez más condenado a la muerte, otros mencionaban lo cabreados que iban a ponerse los hermanos cuando se enteraran.
—¿No salió un chaval de los que van con ellos antes?
—Sí, seguro que ha ido a buscarlos. Se les oía desde fuera de la taberna fardar sobre su barco nuevo, no van a estar contentos.
Una taberna... no debía haber muchas allí.
—Preparad los diales láser —susurró, aunque el mensaje llegó alto y claro para los que habitaban la dimensión de la Shiro Shiro no mi.
Sin más, empezó a buscar las pocas tabernas que pudieran haber. Descartó la primera en la que había estado, quizá debía buscar... ¿alguna posada? eran piratas bastante "caros", puede que decidieran tomarse un descanso.
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Roland empezó a registrar el local con impaciencia, como solía hacer cuando quería terminar sus trabajos rápidamente; con sus objetivos tan cerca no había lugar para la calma. Ignoró al hombre barrigudo tras la recepción que no hacía más que zamparse una cantidad indigente de donuts de tres en tres y subió las escaleras hacia la segunda planta.
No era ningún estúpido que no supiera que una panda de piratas se encontraría emborrachándose en la taberna. Además, había escuchado las risas y cánticos piratiles provenir del fondo. Sin embargo, su plan consistía en enfrentarse solamente a los piratas con recompensa; podía derrotar a todo el grupo pero no valía la pena hacer el esfuerzo si solamente iba a cobrar la recompensa de unos pocos.
Primero inspeccionó las habitaciones del lugar entrando fácilmente gracias a su habilidad y los espejos de los baños. No descubrió a ningún pirata separado del grupo por lo que entendió que todos estarían congregados, festejando cualquier subnormalidad como haber meado en la pared de una iglesia. ¿Qué pasaría si la monja se enterase de algo como eso?
Cuando hubo inspeccionado las habitaciones y se dispuso a bajar las escaleras, algo le llamó la atención e hizo que se detuviera. Tal vez fuera lo inverosímil de la situación o que pudiera conseguir algo de información extra, pero se ocultó tras una columna mientras por el rabillo del ojo observaba como un pirata un tanto magullado arrastraba a Globorotti con el hacia el interior del bar de copas guión taberna de la posada. La curiosidad le pudo, y cuando la pareja hubo entrado, Roland se acercó a la puerta cerrada tras la cual puso la oreja.
- Hermanos Zully, tenemos problema - parecía decir el que acababa de entrar.
- ¿Qué pasa, buen amigo?
- Un monja ha reventado nuestro barco y he pillado a este curioseando el local. ¡Una monja!
- ¿Cómo puede ser? Lo pagará caro y no escapará de nuestra ira.
Una sola palabra se cruzó por la mente del mink. Mierda pensó.
No era ningún estúpido que no supiera que una panda de piratas se encontraría emborrachándose en la taberna. Además, había escuchado las risas y cánticos piratiles provenir del fondo. Sin embargo, su plan consistía en enfrentarse solamente a los piratas con recompensa; podía derrotar a todo el grupo pero no valía la pena hacer el esfuerzo si solamente iba a cobrar la recompensa de unos pocos.
Primero inspeccionó las habitaciones del lugar entrando fácilmente gracias a su habilidad y los espejos de los baños. No descubrió a ningún pirata separado del grupo por lo que entendió que todos estarían congregados, festejando cualquier subnormalidad como haber meado en la pared de una iglesia. ¿Qué pasaría si la monja se enterase de algo como eso?
Cuando hubo inspeccionado las habitaciones y se dispuso a bajar las escaleras, algo le llamó la atención e hizo que se detuviera. Tal vez fuera lo inverosímil de la situación o que pudiera conseguir algo de información extra, pero se ocultó tras una columna mientras por el rabillo del ojo observaba como un pirata un tanto magullado arrastraba a Globorotti con el hacia el interior del bar de copas guión taberna de la posada. La curiosidad le pudo, y cuando la pareja hubo entrado, Roland se acercó a la puerta cerrada tras la cual puso la oreja.
- Hermanos Zully, tenemos problema - parecía decir el que acababa de entrar.
- ¿Qué pasa, buen amigo?
- Un monja ha reventado nuestro barco y he pillado a este curioseando el local. ¡Una monja!
- ¿Cómo puede ser? Lo pagará caro y no escapará de nuestra ira.
Una sola palabra se cruzó por la mente del mink. Mierda pensó.
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Ahora que tenían la huida totalmente bloqueada solo faltaba encontrarlos y darles caza. A partir de ese punto no tenía prisa realmente, ellos mismos intentarían buscarla y no les costaría demasiado encontrarla, su aspecto destacaba por lo inusual de una monja rondando en un puerto pirata.
Su caminar la condujo por las calles del asentamiento, deteniéndose solo cuando encontró una posada de aspecto más... no importante, pero sí grande. Se quedó junto a una de las ventanas y pegó la oreja. Escuchaba cantos, pero no sabía decir si eran ellos o no, además, si se asomaba la reconocerían. Pero claro, no tendrían que reconocer a nadie de su fortaleza.
—Necesito a uno de vosotros que me saque un dial de humo. Y otro que mire desde mi mano —se apoyó contra la pared sin dejarse ver y abrió una puerta en su pie, así pudo salir uno de sus habitantes con un dial de humo en la mano. Ignoraba si la habían visto hacer eso y realmente le daba igual, ahora mismo solo quería cazar a esos tres para acabar con esa isla endemoniada y poder volver a un sitio más tranquilo. El muchacho que le entregó el dial volvió dentro de la fortaleza, y ahora era turno de su explorador.
Abi apoyó la mano en el cristal de la ventana sin apoyarse ella y manifestó una ventana, aunque no llegó a abrirla porque no pensaba atacar.
—Hay mucha gente dentro y... están los hermanos Zully. También está el que escapó y están arrastrando a un gyojin, es muy grande y gordo
«¿El cantante de la taberna? ¿Qué hace ahí?» daba igual lo que hiciera ahí, era un civil y eso era un problema, podría acabar en medio del fuego cruzado. Ordenó que prepararan la garra balista, lo metería en la fortaleza para mantenerlo a salvo, eso sí, primero tendría que sacar a los de dentro. ¿Cómo lo haría? con ese dial de humo.
Con el dial en una mano y el revólver del zagal en la otra, primero disparó una bala perforante para romper la ventana, alertando a los del interior.
—¿Qué está pasando? ¡Nos atacan!
Acto seguido, Abigail accionó el dial de humo negro y lo arrojó al interior como si de una granada lacrimógena se tratara. Así, el humo empezó a llenar el bar de la posada. La novicia cambió el revólver por su rifle Assiah, cuyo dial de fuego aún estaba a la mitad de su carga aproximadamente.
Se introdujo en la posada por la puerta y esperó a que se despejara el humo, o a que saliera alguien, o lo que sea. En cuanto tuviera a tiro al gyojin lo pondría a salvo y luego... luego tocaba descargar plomo.
Su caminar la condujo por las calles del asentamiento, deteniéndose solo cuando encontró una posada de aspecto más... no importante, pero sí grande. Se quedó junto a una de las ventanas y pegó la oreja. Escuchaba cantos, pero no sabía decir si eran ellos o no, además, si se asomaba la reconocerían. Pero claro, no tendrían que reconocer a nadie de su fortaleza.
—Necesito a uno de vosotros que me saque un dial de humo. Y otro que mire desde mi mano —se apoyó contra la pared sin dejarse ver y abrió una puerta en su pie, así pudo salir uno de sus habitantes con un dial de humo en la mano. Ignoraba si la habían visto hacer eso y realmente le daba igual, ahora mismo solo quería cazar a esos tres para acabar con esa isla endemoniada y poder volver a un sitio más tranquilo. El muchacho que le entregó el dial volvió dentro de la fortaleza, y ahora era turno de su explorador.
Abi apoyó la mano en el cristal de la ventana sin apoyarse ella y manifestó una ventana, aunque no llegó a abrirla porque no pensaba atacar.
—Hay mucha gente dentro y... están los hermanos Zully. También está el que escapó y están arrastrando a un gyojin, es muy grande y gordo
«¿El cantante de la taberna? ¿Qué hace ahí?» daba igual lo que hiciera ahí, era un civil y eso era un problema, podría acabar en medio del fuego cruzado. Ordenó que prepararan la garra balista, lo metería en la fortaleza para mantenerlo a salvo, eso sí, primero tendría que sacar a los de dentro. ¿Cómo lo haría? con ese dial de humo.
Con el dial en una mano y el revólver del zagal en la otra, primero disparó una bala perforante para romper la ventana, alertando a los del interior.
—¿Qué está pasando? ¡Nos atacan!
Acto seguido, Abigail accionó el dial de humo negro y lo arrojó al interior como si de una granada lacrimógena se tratara. Así, el humo empezó a llenar el bar de la posada. La novicia cambió el revólver por su rifle Assiah, cuyo dial de fuego aún estaba a la mitad de su carga aproximadamente.
Se introdujo en la posada por la puerta y esperó a que se despejara el humo, o a que saliera alguien, o lo que sea. En cuanto tuviera a tiro al gyojin lo pondría a salvo y luego... luego tocaba descargar plomo.
Abigail Mjöllnir
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Ahora que tenían la huida totalmente bloqueada solo faltaba encontrarlos y darles caza. A partir de ese punto no tenía prisa realmente, ellos mismos intentarían buscarla y no les costaría demasiado encontrarla, su aspecto destacaba por lo inusual de una monja rondando en un puerto pirata.
Su caminar la condujo por las calles del asentamiento, deteniéndose solo cuando encontró una posada de aspecto más... no importante, pero sí grande. Se quedó junto a una de las ventanas y pegó la oreja. Escuchaba cantos, pero no sabía decir si eran ellos o no, además, si se asomaba la reconocerían. Pero claro, no tendrían que reconocer a nadie de su fortaleza.
—Necesito a uno de vosotros que me saque un dial de humo. Y otro que mire desde mi mano —se apoyó contra la pared sin dejarse ver y abrió una puerta en su pie, así pudo salir uno de sus habitantes con un dial de humo en la mano. Ignoraba si la habían visto hacer eso y realmente le daba igual, ahora mismo solo quería cazar a esos tres para acabar con esa isla endemoniada y poder volver a un sitio más tranquilo. El muchacho que le entregó el dial volvió dentro de la fortaleza, y ahora era turno de su explorador.
Abi apoyó la mano en el cristal de la ventana sin apoyarse ella y manifestó una ventana, aunque no llegó a abrirla porque no pensaba atacar.
—Hay mucha gente dentro y... están los hermanos Zully. También está el que escapó y están arrastrando a un gyojin, es muy grande y gordo
«¿El cantante de la taberna? ¿Qué hace ahí?» daba igual lo que hiciera ahí, era un civil y eso era un problema, podría acabar en medio del fuego cruzado. Ordenó que prepararan la garra balista, lo metería en la fortaleza para mantenerlo a salvo, eso sí, primero tendría que sacar a los de dentro. ¿Cómo lo haría? con ese dial de humo.
Con el dial en una mano y el revólver del zagal en la otra, primero disparó una bala perforante para romper la ventana, alertando a los del interior.
—¿Qué está pasando? ¡Nos atacan!
Acto seguido, Abigail accionó el dial de humo negro y lo arrojó al interior como si de una granada lacrimógena se tratara. Así, el humo empezó a llenar el bar de la posada. La novicia cambió el revólver por su rifle Assiah, cuyo dial de fuego aún estaba a la mitad de su carga aproximadamente.
Se introdujo en la posada por la puerta y esperó a que se despejara el humo, o a que saliera alguien, o lo que sea. En cuanto tuviera a tiro al gyojin lo pondría a salvo y luego... luego tocaba descargar plomo.
Su caminar la condujo por las calles del asentamiento, deteniéndose solo cuando encontró una posada de aspecto más... no importante, pero sí grande. Se quedó junto a una de las ventanas y pegó la oreja. Escuchaba cantos, pero no sabía decir si eran ellos o no, además, si se asomaba la reconocerían. Pero claro, no tendrían que reconocer a nadie de su fortaleza.
—Necesito a uno de vosotros que me saque un dial de humo. Y otro que mire desde mi mano —se apoyó contra la pared sin dejarse ver y abrió una puerta en su pie, así pudo salir uno de sus habitantes con un dial de humo en la mano. Ignoraba si la habían visto hacer eso y realmente le daba igual, ahora mismo solo quería cazar a esos tres para acabar con esa isla endemoniada y poder volver a un sitio más tranquilo. El muchacho que le entregó el dial volvió dentro de la fortaleza, y ahora era turno de su explorador.
Abi apoyó la mano en el cristal de la ventana sin apoyarse ella y manifestó una ventana, aunque no llegó a abrirla porque no pensaba atacar.
—Hay mucha gente dentro y... están los hermanos Zully. También está el que escapó y están arrastrando a un gyojin, es muy grande y gordo
«¿El cantante de la taberna? ¿Qué hace ahí?» daba igual lo que hiciera ahí, era un civil y eso era un problema, podría acabar en medio del fuego cruzado. Ordenó que prepararan la garra balista, lo metería en la fortaleza para mantenerlo a salvo, eso sí, primero tendría que sacar a los de dentro. ¿Cómo lo haría? con ese dial de humo.
Con el dial en una mano y el revólver del zagal en la otra, primero disparó una bala perforante para romper la ventana, alertando a los del interior.
—¿Qué está pasando? ¡Nos atacan!
Acto seguido, Abigail accionó el dial de humo negro y lo arrojó al interior como si de una granada lacrimógena se tratara. Así, el humo empezó a llenar el bar de la posada. La novicia cambió el revólver por su rifle Assiah, cuyo dial de fuego aún estaba a la mitad de su carga aproximadamente.
Se introdujo en la posada por la puerta y esperó a que se despejara el humo, o a que saliera alguien, o lo que sea. En cuanto tuviera a tiro al gyojin lo pondría a salvo y luego... luego tocaba descargar plomo.
Roland Oppenheimer
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Roland estaba espectante ante la reacción de los piratas. ¿Qué harían ahora? ¿Y cómo había podido la dichosa hermanita de la caridad hundir su barco? Eso solo los haría enfurecer, aunque tal vez eso no fuera malo del todo. Una persona enfurecida solo se centraba en su enfado y en el motivo que lo había provocado, siendo más fácil de manipular, pillar desprevenido y, en general, de sacar provecho siempre que se fuera inteligente. Por suerte para él, el mink era alguien más que capaz de sacar partido de la situación, siempre y cuando él mismo no se ofuscase.
Abrió las puertas de un enérgico empujón y se encontró la escena en su plenitud. Piratas con cara de enfado allá donde mirase, uno de los trillizos apuntando con su arma al pobre Globorotti quién no podía hacer nada más que quedarse quieto contra el suelo, y otro de los piratas apuntándole a él. Mal movimiento, sin duda. Por parte de los piratas, desde luego. Roland no tenía intención de enfrentarse a todos los piratas en un principio, pero que le apuntasen a la cabeza con un arma de fuego no le dejaba muchas opciones.
- ¿Quién cojones eres tú? ¿Eres amigo del pescaíto? - preguntaba el hombre que le apuntaba, apretando el arma contra su sien.
Sin tiempo a responder, el sonido de un disparo resonó en toda la estancia, alertando a los piratas. Roland, que pudo observar su origen, entrevió de quién se trataba. ¿De verdad esa mujer estaba intentando cazar a sus mismas presas? ¿Y cómo les había encontrado tan rápido? No importaba, porque acto seguido lanzó un objeto al interior del lugar, del cual empezó a brotar un denso humo negro. Roland reaccionó rápidamente, agarrando de la mano de la pistola al hombre que le apuntaba para apartar el arma de su cabeza . Escuchó un disparo que le dejó sordo del oído derecho y acto seguido golpeó en la tráquea al hombre, quien cayó contra el suelo para no volver a levantarse.
- El pescaíto no es mi amigo, pero tú no lo puedes llamar así - dijo rematándolo con una patada en el costado. Aquel hombre no se levantaría en mucho tiempo.
Tras eso la sala se había llenado casi al completo del humo, impidiendo usar la vista y el olfato para guiarse. Con un oído sordo, pocas opciones le quedaban a Roland más que guiarse por intuición e instinto. Haciendo uso de su Instinto Salvaje pretendía percibir a las personas a su alrededor. Al hacerlo, se dio de cuenta de que la mitad aproximada del grupo intentaba ir a por él; quizás pensaran que tenía algo que ver con el atacante del exterior. No podía distinguir a Globorotti del resto con facilidad, pero suponiendo que se encontraba aún tumbado en el suelo, y aprovechando la oscuridad generada por la cortina de humo, realizó un Rankyaku horizontal con el que se llevó por delante a todo el grupo que iba tras él, atravesando la onda cortante una de las paredes del fondo. Ahora solo quedaba la mitad de la tripulación, de forma aproximada.
Acto seguido Roland fue hacia las ventanas de la taberna y las rompió al completo; la cortina de humo no hacía más que estorbarle. Una vez empezaba a ver con mas claridad, derribó con golpes sencillos y poderosos a varios piratas que se le acercaron. Al final, observó a Globorotti tirado en el suelo, bastante herido. Roland dio unos pasos hacia él cual presintió un extraño. Dio una voltereta hacia atrás mientras un cuchillo y un tenedor le rozaban rasguñando su ropa. Cuando terminó la maniobra levantó la cabeza y se encontró a unos de los hermanos Zully, con múltiples cubiertos volando a su alrededor. Lo que faltaba, un usuario. Odio a los usuarios pensó mientras analizaba la situación. Rápidamente sacó tres cartuchos de dinamita acercándolos a su boca tras lo cual susurraría "1 segundo" para lanzarlos contra el hombre. No sabía distinguir de cual de los hermanos se trataba, pero poco importaba, primero tenía que encargarse de su extraña habilidad. El pirata reaccionó a la dinamita moviendo los cubiertos contra los cartuchos para desviarlos, provocando múltiples daños en el local.
Tras eso Roland se percató de un detalle que le daría la ventaja y probablemente la victoria. Un espejo tras la barra, semioculto por múltiples botellas de ron, vodka y demás bebidas alcóholicas. Roland corrió hacia el hermano Zully al que se enfrentaba haciando el amago de atacarle. El hombre volvió a reaccionar con sus cubiertos, pero Roland fue más rápido creando un espejo enfrente suyo y adentrándose en él. Los cubiertos rompieron el espejo en mil pedazos, pero de pronto Roland apareció detrás del pirata gracias al espejo de detrás de la barra, derribándolo con un rodillazo al cráneo.
- Uno menos.
Cuando buscó al resto vio a los dos hermanos restantes que estaban arrastrando al pez hacia el exterior, saliendo por la puerta. ¿Querrían usarlo como rehénn? Sería lo más lógico, pero el mink no lo permitiría.
Abrió las puertas de un enérgico empujón y se encontró la escena en su plenitud. Piratas con cara de enfado allá donde mirase, uno de los trillizos apuntando con su arma al pobre Globorotti quién no podía hacer nada más que quedarse quieto contra el suelo, y otro de los piratas apuntándole a él. Mal movimiento, sin duda. Por parte de los piratas, desde luego. Roland no tenía intención de enfrentarse a todos los piratas en un principio, pero que le apuntasen a la cabeza con un arma de fuego no le dejaba muchas opciones.
- ¿Quién cojones eres tú? ¿Eres amigo del pescaíto? - preguntaba el hombre que le apuntaba, apretando el arma contra su sien.
Sin tiempo a responder, el sonido de un disparo resonó en toda la estancia, alertando a los piratas. Roland, que pudo observar su origen, entrevió de quién se trataba. ¿De verdad esa mujer estaba intentando cazar a sus mismas presas? ¿Y cómo les había encontrado tan rápido? No importaba, porque acto seguido lanzó un objeto al interior del lugar, del cual empezó a brotar un denso humo negro. Roland reaccionó rápidamente, agarrando de la mano de la pistola al hombre que le apuntaba para apartar el arma de su cabeza . Escuchó un disparo que le dejó sordo del oído derecho y acto seguido golpeó en la tráquea al hombre, quien cayó contra el suelo para no volver a levantarse.
- El pescaíto no es mi amigo, pero tú no lo puedes llamar así - dijo rematándolo con una patada en el costado. Aquel hombre no se levantaría en mucho tiempo.
Tras eso la sala se había llenado casi al completo del humo, impidiendo usar la vista y el olfato para guiarse. Con un oído sordo, pocas opciones le quedaban a Roland más que guiarse por intuición e instinto. Haciendo uso de su Instinto Salvaje pretendía percibir a las personas a su alrededor. Al hacerlo, se dio de cuenta de que la mitad aproximada del grupo intentaba ir a por él; quizás pensaran que tenía algo que ver con el atacante del exterior. No podía distinguir a Globorotti del resto con facilidad, pero suponiendo que se encontraba aún tumbado en el suelo, y aprovechando la oscuridad generada por la cortina de humo, realizó un Rankyaku horizontal con el que se llevó por delante a todo el grupo que iba tras él, atravesando la onda cortante una de las paredes del fondo. Ahora solo quedaba la mitad de la tripulación, de forma aproximada.
Acto seguido Roland fue hacia las ventanas de la taberna y las rompió al completo; la cortina de humo no hacía más que estorbarle. Una vez empezaba a ver con mas claridad, derribó con golpes sencillos y poderosos a varios piratas que se le acercaron. Al final, observó a Globorotti tirado en el suelo, bastante herido. Roland dio unos pasos hacia él cual presintió un extraño. Dio una voltereta hacia atrás mientras un cuchillo y un tenedor le rozaban rasguñando su ropa. Cuando terminó la maniobra levantó la cabeza y se encontró a unos de los hermanos Zully, con múltiples cubiertos volando a su alrededor. Lo que faltaba, un usuario. Odio a los usuarios pensó mientras analizaba la situación. Rápidamente sacó tres cartuchos de dinamita acercándolos a su boca tras lo cual susurraría "1 segundo" para lanzarlos contra el hombre. No sabía distinguir de cual de los hermanos se trataba, pero poco importaba, primero tenía que encargarse de su extraña habilidad. El pirata reaccionó a la dinamita moviendo los cubiertos contra los cartuchos para desviarlos, provocando múltiples daños en el local.
Tras eso Roland se percató de un detalle que le daría la ventaja y probablemente la victoria. Un espejo tras la barra, semioculto por múltiples botellas de ron, vodka y demás bebidas alcóholicas. Roland corrió hacia el hermano Zully al que se enfrentaba haciando el amago de atacarle. El hombre volvió a reaccionar con sus cubiertos, pero Roland fue más rápido creando un espejo enfrente suyo y adentrándose en él. Los cubiertos rompieron el espejo en mil pedazos, pero de pronto Roland apareció detrás del pirata gracias al espejo de detrás de la barra, derribándolo con un rodillazo al cráneo.
- Uno menos.
Cuando buscó al resto vio a los dos hermanos restantes que estaban arrastrando al pez hacia el exterior, saliendo por la puerta. ¿Querrían usarlo como rehénn? Sería lo más lógico, pero el mink no lo permitiría.
Abigail Mjöllnir
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La sala continuaba llenándose de humo y, escuchando los golpes, la monja permaneció quieta junto a la puerta, esperando a que saliera gente. Esos golpes... ¿había alguien más ahí? Solo conocía a una persona que estuviera tras ellos y... bueno, daba igual. No tenía problema en cooperar y, además, ese carácter tan directo y belicoso era de ayuda en este momento, pues ya no era necesaria la sutileza, sigilo o engaños. Tuvo suerte y es que la pared en la que estaba ella no fue el objetivo de aquel extraño ataque que, por otra parte, no fue capaz de ver por la humareda que ella misma había formado.
Los dos hermanos restantes -supuso que el muchacho se estaba ocupando de otro- salieron por la puerta, en principio sin verla. No obstante, no tardarían mucho en darse cuenta de su presencia. Llevaban al gyojin, arrastrándolo por el suelo como si fuera un saco de patatas. Lo primero sería arreglar eso, así podría proteger al gyojin dentro de su fortaleza y podría pelear con mayor libertad. Cuando estuvieron a suficiente distancia, uno de los habitantes de su fortaleza se puso en la balista equipada con la garra.
Abigail guardó sus armas, desplegó el área de su Shiro y abrió la puerta central de su pecho, dejando ver lo que ellos -si se daban la vuelta- verían como personas y equipo en miniatura dentro de ella.
—¡Fuego! —exclamó la réplica de Abigail desde el interior, para ordenar a los suyos que se prepararan. Dispararon la garra para que agarrara al gyojin Globorotti. La garra dio en el blanco y agarró con firmeza al gyojin, ahora solo quedaba una cosa por hacer para terminar de aprovechar el elemento sorpresa.
—¡Retraed la garra! —accionaron el mecanismo de retracción de la garra, haciendo que el gyojin tardara poco tiempo en salir del agarre del pirata. Apenas unos segundos después Globorotti estaba dentro de su área y, justo después, fue enviado a la fortaleza. Se cerró la puerta y dentro lo bajaron con cuidado de la garra.
Estaba asustado y se le notaba, así que sus habitantes detuvieron cualquier acción ofensiva para empezar a tranquilizarlo. Todavía estaba en pánico, iban a tardar un poco... de momento en ese combate no podría contar con todo su armamento, solo de aquello que podía utilizar su réplica y aquellos que se encontraban en sus brazos y piernas.
—Llevadlo a las habitaciones a tranquilizarlo y explicarle todo, yo me ocupo de cubrir desde aquí —dijo desde su réplica. Contaba solo con la mitad de su potencial... pero no podía dejar que le pudiera el pánico al gyojin y que huyera, estaría metido en medio del fuego cruzado.
—Huh, una usuaria —dijo uno de los hermanos.
—Eso explica lo del barco. Me cabrea, pero lo explica —no tuvieron dudas: Abi era la responsable. Tenía el aspecto de monja que había contado el superviviente, era usuaria de akuma y además estaba lo suficientemente armada como para causar destrozos considerables.
—Hay que matar a esta zorra y al otro gilipollas, hermano, el puto barco costó una millonada, si no muere lentamente no me quedaré satisfecho.
Abigail no pronunció palabra, no era necesario dialogar. Esta vez no eligió el rifle como arma, esta vez decidió armarse únicamente con el revólver que descansaba en su cintura y con su propio guante. Eran fuertes... ¿aguantaría la red? No perdía nada por intentarlo. Disparó su revólver con la bala de red cargada y en principio no hicieron mucho esfuerzo por apartarse. Desde luego no era una buena señal en absoluto.
Los dos hermanos restantes -supuso que el muchacho se estaba ocupando de otro- salieron por la puerta, en principio sin verla. No obstante, no tardarían mucho en darse cuenta de su presencia. Llevaban al gyojin, arrastrándolo por el suelo como si fuera un saco de patatas. Lo primero sería arreglar eso, así podría proteger al gyojin dentro de su fortaleza y podría pelear con mayor libertad. Cuando estuvieron a suficiente distancia, uno de los habitantes de su fortaleza se puso en la balista equipada con la garra.
Abigail guardó sus armas, desplegó el área de su Shiro y abrió la puerta central de su pecho, dejando ver lo que ellos -si se daban la vuelta- verían como personas y equipo en miniatura dentro de ella.
—¡Fuego! —exclamó la réplica de Abigail desde el interior, para ordenar a los suyos que se prepararan. Dispararon la garra para que agarrara al gyojin Globorotti. La garra dio en el blanco y agarró con firmeza al gyojin, ahora solo quedaba una cosa por hacer para terminar de aprovechar el elemento sorpresa.
—¡Retraed la garra! —accionaron el mecanismo de retracción de la garra, haciendo que el gyojin tardara poco tiempo en salir del agarre del pirata. Apenas unos segundos después Globorotti estaba dentro de su área y, justo después, fue enviado a la fortaleza. Se cerró la puerta y dentro lo bajaron con cuidado de la garra.
Estaba asustado y se le notaba, así que sus habitantes detuvieron cualquier acción ofensiva para empezar a tranquilizarlo. Todavía estaba en pánico, iban a tardar un poco... de momento en ese combate no podría contar con todo su armamento, solo de aquello que podía utilizar su réplica y aquellos que se encontraban en sus brazos y piernas.
—Llevadlo a las habitaciones a tranquilizarlo y explicarle todo, yo me ocupo de cubrir desde aquí —dijo desde su réplica. Contaba solo con la mitad de su potencial... pero no podía dejar que le pudiera el pánico al gyojin y que huyera, estaría metido en medio del fuego cruzado.
—Huh, una usuaria —dijo uno de los hermanos.
—Eso explica lo del barco. Me cabrea, pero lo explica —no tuvieron dudas: Abi era la responsable. Tenía el aspecto de monja que había contado el superviviente, era usuaria de akuma y además estaba lo suficientemente armada como para causar destrozos considerables.
—Hay que matar a esta zorra y al otro gilipollas, hermano, el puto barco costó una millonada, si no muere lentamente no me quedaré satisfecho.
Abigail no pronunció palabra, no era necesario dialogar. Esta vez no eligió el rifle como arma, esta vez decidió armarse únicamente con el revólver que descansaba en su cintura y con su propio guante. Eran fuertes... ¿aguantaría la red? No perdía nada por intentarlo. Disparó su revólver con la bala de red cargada y en principio no hicieron mucho esfuerzo por apartarse. Desde luego no era una buena señal en absoluto.
Roland Oppenheimer
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El mink alcanzó a los hermanos al tiempo que veía como la monja, quién había estado esperando pacientemente a los criminales, atrapaba con una especie de gancho al gyojin y... ¿Lo estaba insertando en su cuerpo? ¿Que estaba pasando? ¿Ahora todos eran usuarios? Solo faltaba que llovieran que disparan rayos láser por la boca. Miró al cielo, pero no había nada extraño. Al menos el clima no se ha vuelto loco. Bueno, al lío, que sin el pescaíto ya no tengo estorbos en el camino pensaba mientras la monja, usando su armamento lanzaba una red a los hermanos.
- Eh, tú. Son mis presas, los vi primero - le gritó a la mujer, aunque tenía curiosidad por ver de qué era capaz.
La red alcanzó a los piratas, pero uno de ellos echó el brazo hacia atrás, par asestar un poderoso puñetazo. La red no llegó a rozar el puño cuando fue lanzada en la dirección contraria gracias a una poderosa onda expansiva. Roland no sabía si la monja sería capaz de evitarlo o no, pero le daba igual, le preocupaba más el poder el puñetazo.
- Joder macho, quedaos quietecitos. Podemos hacer esto por las buenas o por las malas, pero el resultado va a ser el mismo. Vosotros al trullo y yo con dinero fresco en el bolsillo. Sin embargo, si queréis hacerlo por las malas, yo encantado - dice con una malévola sonrisa mientras un espejo en el que sumergió la mano para extraer una espada corta de su interior.
Roland sujetó su espada y lanzó una onda cortante contra los hermanos
No se podía comparar a un Rankyaku, pero ahora que se encontraba fuera usar el Rokushiki sería como exponer su identidad secreta, cosa que no podía permitirse. Ambos hermanos reaccionaron al ataque esquivándolo cada uno a un lado distinto. Roland sin dudarlo se lanzó a por el hermano que no había hecho nada aún para realizar un tajo diagonal descendiente contra su cuello.
El mink sintió alguna duro antes asestar el golpe, y cuando se dio cuenta unas especies de cuernos surgían de su mandíbula, deteniendo el ataque. Con un movimiento de cabeza rechazó el ataque y Roland dio un salto hacia atrás para observar como el pirata se iba convirtiendo en una mol gigantesca con forma de elefante peludo. El mamut rugió como solo un mamut podría hacerlo y de un trompazo envío a Roland a volar contra la pared del edificio.
- Eh, tú. Son mis presas, los vi primero - le gritó a la mujer, aunque tenía curiosidad por ver de qué era capaz.
La red alcanzó a los piratas, pero uno de ellos echó el brazo hacia atrás, par asestar un poderoso puñetazo. La red no llegó a rozar el puño cuando fue lanzada en la dirección contraria gracias a una poderosa onda expansiva. Roland no sabía si la monja sería capaz de evitarlo o no, pero le daba igual, le preocupaba más el poder el puñetazo.
- Joder macho, quedaos quietecitos. Podemos hacer esto por las buenas o por las malas, pero el resultado va a ser el mismo. Vosotros al trullo y yo con dinero fresco en el bolsillo. Sin embargo, si queréis hacerlo por las malas, yo encantado - dice con una malévola sonrisa mientras un espejo en el que sumergió la mano para extraer una espada corta de su interior.
Roland sujetó su espada y lanzó una onda cortante contra los hermanos
No se podía comparar a un Rankyaku, pero ahora que se encontraba fuera usar el Rokushiki sería como exponer su identidad secreta, cosa que no podía permitirse. Ambos hermanos reaccionaron al ataque esquivándolo cada uno a un lado distinto. Roland sin dudarlo se lanzó a por el hermano que no había hecho nada aún para realizar un tajo diagonal descendiente contra su cuello.
El mink sintió alguna duro antes asestar el golpe, y cuando se dio cuenta unas especies de cuernos surgían de su mandíbula, deteniendo el ataque. Con un movimiento de cabeza rechazó el ataque y Roland dio un salto hacia atrás para observar como el pirata se iba convirtiendo en una mol gigantesca con forma de elefante peludo. El mamut rugió como solo un mamut podría hacerlo y de un trompazo envío a Roland a volar contra la pared del edificio.
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—Ya, bueno, yo ya he hundido su barco, me corresponde una parte —quien los viera primero era irrelevante para la monja, para ella lo que contaba era el grado de trabajo. Por ejemplo, si había tumbado al otro él mismo solo por sus medios lo más justo era que se lo quedara él, no pensaba reclamarle nada. Sin embargo, lo de esos dos era distinto, si iba a participar quería un trozo del Wanted, como era de esperar.
Le sorprendió bastante que respondiera con una onda de choque de tanto calibre, lo suficiente como para solo poder defenderse, quizá movida por el pánico, con sus nubes de hierro. Movió los dedos del guantelete para generar una pared de nubes de hierro que aguantó más o menos bien la embestida inicial de la onda de choque. La parte mala era que no fue capaz de resistirlo completamente y parte del impacto la traspasó, golpeándola en el estómago y haciéndola retroceder un metro. Tosió un poco de sangre, nada que no pudiera recuperar con algo de descanso más tarde.
—Ugh, eso... eso ha dolido —la otra parte mala era que ahora ella misma estaba metida en la red, pero eso iba a cambiar pronto. No pudo fijarse apenas en lo que hacía su forzado compañero, estaba muy ocupada librándose de su propia red. Para ello, guardó el revólver y sacó su lanzallamas. No le gustaba mucho usarlo por la potencia que tenía pero... viendo que no se iban a rendir no le quedaba otra. Utilizó de nuevo su guante de viento, esta vez para producir un estallido de viento que alejó la red de su cuerpo, mandándola por los aires al mar.
Cuando pudo quitarse aquello de encima vio a lo que se enfrentaban: una especie de elefante con una cantidad de pelaje absurdo. ¿Qué demonios era ese animal? Daba igual lo que fuera, el problema es que era grande, absurdamente grande. El que había estampado contra la pared, ¿seguiría vivo? fuera como fuera tenía dos con los que lidiar y de momento no pintaba bien. Tenía por una parte a una bestia a la que no podría mover ni con su viento más fuerte, y por otro lado a otro que que podía usar esas ondas de choque que no le terminaban de convencer.
¿A por cuál debía ir primero? ambos eran igual de poderosos, pero solo uno tenía la movilidad suficiente para ser un peligro. Aunque, bien pensado, podía ir a por los dos al mismo tiempo, ¿no?
Tuvo que pensar rápido, el mamut empezó a cargar con la intención arrollarlos a ambos junto a la posada, tanto a la monja como al que debía estar en la pared aún. Abi se desplazó para alejarse de la pared (y del otro cazador y del mamut), lanzallamas en mano. Movió el pequeño dial de selección y accionó el fuego concentrado. El disparo de fuego fue para el mamut, que esperaba que por su tamaño y pelaje sufriera más de lo normal.
Ese, sin embargo, no fue su único ataque. Su réplica interna estaba aún dentro, aún sujetando el rifle de francotirador sin gatillo. Iba a atacar, pero hubo algo que le hizo perder parte de su concentración.
—¡Abi, no podemos contenerlo, es muy fuerte y está demasiado asustado! —Ah, diablos, había olvidado que los gyojin tenían una fuerza sobrehumana. El gyojin pez globo, de alguna forma, logró zafarse de los habitantes que intentaban tranquilizarlo. Se asomó a una de las ventanas y pudo ver al cazador.
—¡Dnalor, no! ¡De-déjame salir! —exclamó, aún en pánico.
—¡Da igual, dejadle salir, necesito concentrarme, ya nos apañaremos para protegerlo. Volved a vuestras posiciones y armaros —gritó Abigail. Sus habitantes obedecieron y empezaron a ir a la armería para empezar a recoger equipo, aunque tardarían un poco en estar operativos. El pez globo, por su parte, salió de la fortaleza con la intención y la determinación de ayudar a su gran y nuevo amigo, el carismático y amigable cazarrecompensas Dnalor.
Su réplica fue a retomar el ataque, pero se encontró de cara con el otro hermano, el luchador. Usando una fuerza casi abrumadora golpeó el estómago de la novicia, enviándola contra el otro lado de la calle. La monja respondería desde su interior con un disparo del francotirador masoquista -utilizó otro palo para accionarlo sin mucho riesgo- a través de una de sus ventanas. Éste impactó en el brazo, más abajo de su hombro. Tch, maldita falta de precisión desde dentro... tendría que esperar a que sus habitantes estuvieran a punto.
Le sorprendió bastante que respondiera con una onda de choque de tanto calibre, lo suficiente como para solo poder defenderse, quizá movida por el pánico, con sus nubes de hierro. Movió los dedos del guantelete para generar una pared de nubes de hierro que aguantó más o menos bien la embestida inicial de la onda de choque. La parte mala era que no fue capaz de resistirlo completamente y parte del impacto la traspasó, golpeándola en el estómago y haciéndola retroceder un metro. Tosió un poco de sangre, nada que no pudiera recuperar con algo de descanso más tarde.
—Ugh, eso... eso ha dolido —la otra parte mala era que ahora ella misma estaba metida en la red, pero eso iba a cambiar pronto. No pudo fijarse apenas en lo que hacía su forzado compañero, estaba muy ocupada librándose de su propia red. Para ello, guardó el revólver y sacó su lanzallamas. No le gustaba mucho usarlo por la potencia que tenía pero... viendo que no se iban a rendir no le quedaba otra. Utilizó de nuevo su guante de viento, esta vez para producir un estallido de viento que alejó la red de su cuerpo, mandándola por los aires al mar.
Cuando pudo quitarse aquello de encima vio a lo que se enfrentaban: una especie de elefante con una cantidad de pelaje absurdo. ¿Qué demonios era ese animal? Daba igual lo que fuera, el problema es que era grande, absurdamente grande. El que había estampado contra la pared, ¿seguiría vivo? fuera como fuera tenía dos con los que lidiar y de momento no pintaba bien. Tenía por una parte a una bestia a la que no podría mover ni con su viento más fuerte, y por otro lado a otro que que podía usar esas ondas de choque que no le terminaban de convencer.
¿A por cuál debía ir primero? ambos eran igual de poderosos, pero solo uno tenía la movilidad suficiente para ser un peligro. Aunque, bien pensado, podía ir a por los dos al mismo tiempo, ¿no?
Tuvo que pensar rápido, el mamut empezó a cargar con la intención arrollarlos a ambos junto a la posada, tanto a la monja como al que debía estar en la pared aún. Abi se desplazó para alejarse de la pared (y del otro cazador y del mamut), lanzallamas en mano. Movió el pequeño dial de selección y accionó el fuego concentrado. El disparo de fuego fue para el mamut, que esperaba que por su tamaño y pelaje sufriera más de lo normal.
Ese, sin embargo, no fue su único ataque. Su réplica interna estaba aún dentro, aún sujetando el rifle de francotirador sin gatillo. Iba a atacar, pero hubo algo que le hizo perder parte de su concentración.
—¡Abi, no podemos contenerlo, es muy fuerte y está demasiado asustado! —Ah, diablos, había olvidado que los gyojin tenían una fuerza sobrehumana. El gyojin pez globo, de alguna forma, logró zafarse de los habitantes que intentaban tranquilizarlo. Se asomó a una de las ventanas y pudo ver al cazador.
—¡Dnalor, no! ¡De-déjame salir! —exclamó, aún en pánico.
—¡Da igual, dejadle salir, necesito concentrarme, ya nos apañaremos para protegerlo. Volved a vuestras posiciones y armaros —gritó Abigail. Sus habitantes obedecieron y empezaron a ir a la armería para empezar a recoger equipo, aunque tardarían un poco en estar operativos. El pez globo, por su parte, salió de la fortaleza con la intención y la determinación de ayudar a su gran y nuevo amigo, el carismático y amigable cazarrecompensas Dnalor.
Su réplica fue a retomar el ataque, pero se encontró de cara con el otro hermano, el luchador. Usando una fuerza casi abrumadora golpeó el estómago de la novicia, enviándola contra el otro lado de la calle. La monja respondería desde su interior con un disparo del francotirador masoquista -utilizó otro palo para accionarlo sin mucho riesgo- a través de una de sus ventanas. Éste impactó en el brazo, más abajo de su hombro. Tch, maldita falta de precisión desde dentro... tendría que esperar a que sus habitantes estuvieran a punto.
Roland Oppenheimer
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Sin duda Roland había recibido un gran golpe que no se esperaba para nada. Acabó incrustado sobre una pared y su enfado no había hecho más que crecer.
- Maldito paquidermo prehistórico - gruñó el mink mientras se despegaba de la pared haciéndola escombros.
Se incorporó para observar como el mamut volvía a su forma humana para apagar unas llamas de su brazo mientras una voz conocida taladraba su cabeza.
- Señor, ¿está bien?
- Pues claro que estoy bien, pescao. ¿Tu no estabas en esa mujer? Da igual, vete de aquí, no pintas nada.
- Pero... - empezó a decir Globorotti -. Lo entiendo, se preocupa por mí. Es muy amable.
- ¿Q-Qué? No me preocupo por ti, imbécil. Vete de aquí.
E ignorando al gyojin Roland volvió al ruedo, con espada en mano. Vio como la monja hacía frente a Mr Puño Onda Expansiva. Pero no tenía tiempo para observar otros combates. Su Instinto Animal hizo que presintiera una embestida del hombre-elefante. Dio un salto en el aire abriendo las piernas mientras el pirata pasaba debajo suyo. Roland apoyó sus manos sobre su espalda y dio una voltereta, toreando al hombre.
Cuándo se dio la vuelta observó el aspecto de aquel hombre, que se había convertido en una especie de híbrido mitad humano y mitad mamut. Medía más de dos metros de altura y su cuerpo humanoide estaba musculado y cubierto de pelaje marrón. De su cara brotaba un trompa parecida a una ancha manguera, junto a un par de colmillos más cortos que en su forma completa.
Volvió a embestir al mink, pero esta vez golpeó con los comillos en el suelo, haciendo un boquete y enviando a volar varias piedras y escombros. Roland se protegió con los brazos de las piedras, y rápidamente agarró los colmillos del hombre. Lo levantó en el aire y tras girar varias veces lo lanzó contra su hermano, el cual estaba peleando aún cona monja. Qué aguante tenía esa mujer, el mundo estaba lleno de sorpresas.
- Maldito paquidermo prehistórico - gruñó el mink mientras se despegaba de la pared haciéndola escombros.
Se incorporó para observar como el mamut volvía a su forma humana para apagar unas llamas de su brazo mientras una voz conocida taladraba su cabeza.
- Señor, ¿está bien?
- Pues claro que estoy bien, pescao. ¿Tu no estabas en esa mujer? Da igual, vete de aquí, no pintas nada.
- Pero... - empezó a decir Globorotti -. Lo entiendo, se preocupa por mí. Es muy amable.
- ¿Q-Qué? No me preocupo por ti, imbécil. Vete de aquí.
E ignorando al gyojin Roland volvió al ruedo, con espada en mano. Vio como la monja hacía frente a Mr Puño Onda Expansiva. Pero no tenía tiempo para observar otros combates. Su Instinto Animal hizo que presintiera una embestida del hombre-elefante. Dio un salto en el aire abriendo las piernas mientras el pirata pasaba debajo suyo. Roland apoyó sus manos sobre su espalda y dio una voltereta, toreando al hombre.
Cuándo se dio la vuelta observó el aspecto de aquel hombre, que se había convertido en una especie de híbrido mitad humano y mitad mamut. Medía más de dos metros de altura y su cuerpo humanoide estaba musculado y cubierto de pelaje marrón. De su cara brotaba un trompa parecida a una ancha manguera, junto a un par de colmillos más cortos que en su forma completa.
Volvió a embestir al mink, pero esta vez golpeó con los comillos en el suelo, haciendo un boquete y enviando a volar varias piedras y escombros. Roland se protegió con los brazos de las piedras, y rápidamente agarró los colmillos del hombre. Lo levantó en el aire y tras girar varias veces lo lanzó contra su hermano, el cual estaba peleando aún cona monja. Qué aguante tenía esa mujer, el mundo estaba lleno de sorpresas.
Abigail Mjöllnir
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No tenía tiempo para admirar el bonito reencuentro entre el gyojin y el cazador, tenía cosas más importantes de las que ocuparse. Sus habitantes, ahora que no tenían la tarea de tranquilizar a Globorotti, se centraban en prepararse para la ofensiva. Aún tardarían un poco en estar a punto, pero ya estaban todos camino de la armería buscando el equipo más apropiado para la situación.
La réplica interna de Abigail fue con ellos, dejando sola a su "yo" real pero asegurándose así de que elegían las piezas de equipo apropiadas. Dicha réplica agarró otra varilla, así tendría otro posible disparo para el rifle que, sinceramente, estaba empezando a gustarle. En cuanto tuviera conocimientos suficientes lo arreglaría para usarlo ella misma. El mamut había cambiado de forma, seguramente se había dado cuenta de que estaba siendo un blanco demasiado fácil en esa forma tan grande y peluda. Por desgracia, eso también hacía que su lanzallamas fuera menos eficaz, volvería a cambiar al revólver.
—¿Cómo vais? —murmuró, dirigiéndose a los suyos, mientras salía de la encerrona en la que estaba, necesitaba algo más de espacio.
—¡Nos falta un poco, Abi! —entrecerró los ojos al escucharlos. Aún tenía que ganar algo más de tiempo antes de poder descargar toda su artillería.
—Uno de vosotros que vaya a la balista y se quede ahí, necesitaré algo de cobertura —murmuró a continuación. Uno de los jóvenes hizo caso y fue a la capilla del pecho, situándose en la balista y cargándola con uno de los virotes que tenían.
En aquel momento el otro cazador lanzó al mamut híbrido en dirección a su hermano que, para su sorpresa, fue capaz de sujetarlo sin demasiado problema. Tuvo que retroceder un par de metros por el impacto pero aún fue bastante impresionante. Eso hablaba bien también del cazador, que mostraba una fuerza bastante alta. Mientras los hermanos estaban ocupados con eso Abi cambió de arma, volviendo a su revólver. Alzó el rostro un momento y vio al mamut abalanzarse sobre ella. Por suerte sus ojos estaban entrenados para apreciar mejor las imágenes en movimiento y apuntar a un blanco como aquel no le suponía mucho problema.
Abigail saltó hacia atrás, agarró el revólver con ambas manos y disparó una bala perforadora al pie del mamur, más o menos calibrando el momento de disparo. Aunque consiguió dañarle el pie, el pirata continuó la embestida. Entró en su espacio de Shiro Shiro no mi, impidiendo que pudiera usar la balista contra él, sin embargo, eso no impedía que pudiera usarla contra su hermano. Antes de recibir el último golpe, el habitante encargado de la balista disparó el virote, tratando de perforar... lo que pudiera; sus brazos, su cabeza, su rodilla, lo mismo le daba.
Finalmente recibió el último golpe de la embestida del mamut, saliendo despedida hasta casi el final de la calle. Utilizó una de sus manos para frenar antes de chocar, y pudo sentir cómo el cuero de su guante se rompía con la fricción. Respiró hondo y tosió de nuevo, esta vez con un poco de sangre como añadido. Volvió a llevarse la mano al estómago, ugh... aquel primer impacto había sido más fuerte de lo que había podido imaginar.
Mientras tanto, en el interior de Abigail sus habitantes se repartían las armas y diales, posicionándose como solían hacer, una formación estándar que les permitía cubrir prácticamente todos los flancos. Además del de la balista de su pecho y su propia réplica con el rifle, en la capilla se encontraban cuatro personas más, todas armadas con arcos y flechas incendiarias, además de llevar cada uno un dial de hielo y rayo (dos llevaban de hielo y otros dos de rayo). En sus brazos, había una persona por brazo, equipados con revólveres y diales láser y de fulgor. En sus piernas había también uno en cada una, ambos armados con pistolas comunes y diales de araña. El vigía de su espalda seguía ahí, con las granadas cegadoras y un arco con flechas de tipo rápido.
—¡Abi, ya estamos listos!
La monja se levantó despacio y, una vez más, volvió a desplegar su Shiro Shiro no Mi. Las bromas se acababan ahora.
La réplica interna de Abigail fue con ellos, dejando sola a su "yo" real pero asegurándose así de que elegían las piezas de equipo apropiadas. Dicha réplica agarró otra varilla, así tendría otro posible disparo para el rifle que, sinceramente, estaba empezando a gustarle. En cuanto tuviera conocimientos suficientes lo arreglaría para usarlo ella misma. El mamut había cambiado de forma, seguramente se había dado cuenta de que estaba siendo un blanco demasiado fácil en esa forma tan grande y peluda. Por desgracia, eso también hacía que su lanzallamas fuera menos eficaz, volvería a cambiar al revólver.
—¿Cómo vais? —murmuró, dirigiéndose a los suyos, mientras salía de la encerrona en la que estaba, necesitaba algo más de espacio.
—¡Nos falta un poco, Abi! —entrecerró los ojos al escucharlos. Aún tenía que ganar algo más de tiempo antes de poder descargar toda su artillería.
—Uno de vosotros que vaya a la balista y se quede ahí, necesitaré algo de cobertura —murmuró a continuación. Uno de los jóvenes hizo caso y fue a la capilla del pecho, situándose en la balista y cargándola con uno de los virotes que tenían.
En aquel momento el otro cazador lanzó al mamut híbrido en dirección a su hermano que, para su sorpresa, fue capaz de sujetarlo sin demasiado problema. Tuvo que retroceder un par de metros por el impacto pero aún fue bastante impresionante. Eso hablaba bien también del cazador, que mostraba una fuerza bastante alta. Mientras los hermanos estaban ocupados con eso Abi cambió de arma, volviendo a su revólver. Alzó el rostro un momento y vio al mamut abalanzarse sobre ella. Por suerte sus ojos estaban entrenados para apreciar mejor las imágenes en movimiento y apuntar a un blanco como aquel no le suponía mucho problema.
Abigail saltó hacia atrás, agarró el revólver con ambas manos y disparó una bala perforadora al pie del mamur, más o menos calibrando el momento de disparo. Aunque consiguió dañarle el pie, el pirata continuó la embestida. Entró en su espacio de Shiro Shiro no mi, impidiendo que pudiera usar la balista contra él, sin embargo, eso no impedía que pudiera usarla contra su hermano. Antes de recibir el último golpe, el habitante encargado de la balista disparó el virote, tratando de perforar... lo que pudiera; sus brazos, su cabeza, su rodilla, lo mismo le daba.
Finalmente recibió el último golpe de la embestida del mamut, saliendo despedida hasta casi el final de la calle. Utilizó una de sus manos para frenar antes de chocar, y pudo sentir cómo el cuero de su guante se rompía con la fricción. Respiró hondo y tosió de nuevo, esta vez con un poco de sangre como añadido. Volvió a llevarse la mano al estómago, ugh... aquel primer impacto había sido más fuerte de lo que había podido imaginar.
Mientras tanto, en el interior de Abigail sus habitantes se repartían las armas y diales, posicionándose como solían hacer, una formación estándar que les permitía cubrir prácticamente todos los flancos. Además del de la balista de su pecho y su propia réplica con el rifle, en la capilla se encontraban cuatro personas más, todas armadas con arcos y flechas incendiarias, además de llevar cada uno un dial de hielo y rayo (dos llevaban de hielo y otros dos de rayo). En sus brazos, había una persona por brazo, equipados con revólveres y diales láser y de fulgor. En sus piernas había también uno en cada una, ambos armados con pistolas comunes y diales de araña. El vigía de su espalda seguía ahí, con las granadas cegadoras y un arco con flechas de tipo rápido.
—¡Abi, ya estamos listos!
La monja se levantó despacio y, una vez más, volvió a desplegar su Shiro Shiro no Mi. Las bromas se acababan ahora.
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Los dos hermanos restantes parecían ser unos tipos duros, para ser unos piratuelos. Eran fuertes, resistentes, sabían pelear y poseían habilidades interesantes, aunque no eran mejores que Roland, ni mucho menos.
El mink aprovechó la oportunidad cuando la monja se estaba enfrentando al medio mamut, tras disparar al otro hermano, para atacar a este y rebajarle la cabeza. Sin embargo el hombre esquivó ambos ataques, manteniéndose a la defensiva.
- Tss, ¿te crees guay? Te voy a enseñar un golpe que no podrás esquivar. Roland se estaba cansando de la pelea; quería acabar lo antes posible para cobrar la recompensa y quitarse las malditas deudas de una vez. Para ello se dejó de juegos, usó el Soru para moverse velozmente hasta situarse detrás del hombre y cortarlo en dos con un tajo que atravesaría desde su cuello hasta su cadera.
Cuándo el acero encontró la carne, este se detuvo, sin avanzar ni un solo milímetro. Roland se había quedado sorprendido, pero sabía que había pasado. El hombre se había protegido concentrando su haki de armadura en la zona del corte, protegiéndose del mortal ataque. Así que Roland se puso en serio. Ahora sabía que no era capaz de esquivar sus ataques a máxima velocidad, cosa que consideraba obvia pero no estaba de más comprobarlo. Volvió a moverse a una velocidad vertiginosa, pero esta vez había una diferencia; su movimiento no solo era más rápido sino que se desplazaba en zig zag. El hombre apenas podía predecir los movimientos de mink y cuando intentó protegerse del primer ataque, Roland ya le había cortado el pecho, dejando una herida sangrante. Y no acabó ahí, sino que continuó el movimiento en zig zag hasta situarse en la espalda de aquel hombre y con toda su fuerza realizar otro corte idéntico al de la parte frontal.
Uno menos, ahora sólo quedaba uno. La monja lo había tenido distraído hasta ese momento, cosa que no agradecía pero sí apreciaba. Haber lidiado contra los dos a la vez habría sido muy molesto. Lo más fácil era hacerlo uno a uno.
- No puede ser, panda de debiluchos - dijo el Zully restante al ver caer a su hermano.
El hombre en un arrebato de ira se dirigió a atacarle, pero no era más que una estratagema. La monja estaba usando su habilidad para... ¿Disparar rayos láser? Vale, esa mujer era muy rara, desde luego. Ya hablaría con ella cuando terminase de ganarse el pan. El problema era que la mujer disparó contra el mamut, quién se apartó en el último momento para hacer que el haz de energía impactar contra el mink. Roland vio pasar rápidamente su vida ante sus ojos cuando un recuerdo le hizo salir del trance. El recuerdo era él de pequeño haciando señales de luz, una cosa insignificante, pero en esa ocasión resultó ser de extrema utilidad. Creó un espejo entre sus manos que colocó delante del rayo de luz. Cuándo espejo y rayo colisionaron, la luz fue repelida por el cristal. Roland lo había enfocado contra el último pirata, que aún estaba en el aire, y el disparo impactó de lleno contra él.
El mink aprovechó la oportunidad cuando la monja se estaba enfrentando al medio mamut, tras disparar al otro hermano, para atacar a este y rebajarle la cabeza. Sin embargo el hombre esquivó ambos ataques, manteniéndose a la defensiva.
- Tss, ¿te crees guay? Te voy a enseñar un golpe que no podrás esquivar. Roland se estaba cansando de la pelea; quería acabar lo antes posible para cobrar la recompensa y quitarse las malditas deudas de una vez. Para ello se dejó de juegos, usó el Soru para moverse velozmente hasta situarse detrás del hombre y cortarlo en dos con un tajo que atravesaría desde su cuello hasta su cadera.
Cuándo el acero encontró la carne, este se detuvo, sin avanzar ni un solo milímetro. Roland se había quedado sorprendido, pero sabía que había pasado. El hombre se había protegido concentrando su haki de armadura en la zona del corte, protegiéndose del mortal ataque. Así que Roland se puso en serio. Ahora sabía que no era capaz de esquivar sus ataques a máxima velocidad, cosa que consideraba obvia pero no estaba de más comprobarlo. Volvió a moverse a una velocidad vertiginosa, pero esta vez había una diferencia; su movimiento no solo era más rápido sino que se desplazaba en zig zag. El hombre apenas podía predecir los movimientos de mink y cuando intentó protegerse del primer ataque, Roland ya le había cortado el pecho, dejando una herida sangrante. Y no acabó ahí, sino que continuó el movimiento en zig zag hasta situarse en la espalda de aquel hombre y con toda su fuerza realizar otro corte idéntico al de la parte frontal.
Uno menos, ahora sólo quedaba uno. La monja lo había tenido distraído hasta ese momento, cosa que no agradecía pero sí apreciaba. Haber lidiado contra los dos a la vez habría sido muy molesto. Lo más fácil era hacerlo uno a uno.
- No puede ser, panda de debiluchos - dijo el Zully restante al ver caer a su hermano.
El hombre en un arrebato de ira se dirigió a atacarle, pero no era más que una estratagema. La monja estaba usando su habilidad para... ¿Disparar rayos láser? Vale, esa mujer era muy rara, desde luego. Ya hablaría con ella cuando terminase de ganarse el pan. El problema era que la mujer disparó contra el mamut, quién se apartó en el último momento para hacer que el haz de energía impactar contra el mink. Roland vio pasar rápidamente su vida ante sus ojos cuando un recuerdo le hizo salir del trance. El recuerdo era él de pequeño haciando señales de luz, una cosa insignificante, pero en esa ocasión resultó ser de extrema utilidad. Creó un espejo entre sus manos que colocó delante del rayo de luz. Cuándo espejo y rayo colisionaron, la luz fue repelida por el cristal. Roland lo había enfocado contra el último pirata, que aún estaba en el aire, y el disparo impactó de lleno contra él.
Abigail Mjöllnir
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Los golpes que había recibido estaban pasándole factura a pesar de la resistencia de su cuerpo, lo que hablaba muy bien de aquellos piratas. Quizá fuera por el tambaleo de su propio cuerpo, por la falta de concentración o por la penalización de precisión y velocidad que sufría todo lo que salía de su área, pero los disparos de los diales salieron un poquito desviados y fueron hacia el otro cazador cuando el mamut saltó para esquivarlos. No sabría explicar bien qué hizo exactamente, pero aquel cazador logró desviar el láser para hacer que impactara contra el pirata, que aún seguía en el aire.
Volvió a toser, echando algo de sangre. No iba a aflojar el ritmo en ese momento crucial, el pirata mamut estaba en una posición muy vulnerable, pues era habitualmente imposible poder esquivar en mitad del aire.
—¡Fuego! —gritó, sin cerrar aún las ventanas de su fortaleza, como una orden para que todos los habitantes de su fortaleza se centraran en el pirata que estaba empezando a caer. Disparó con... bueno, con todo. Las armas que llevaban todos sus habitantes -su réplica no atacó esta vez, no le quedaban cosas con las que activar la ignición del rifle- y, por supuesto, el segundo disparo de los dos diales láser.
Abigail, por su parte, utilizó su revólver con ambas manos. No estaba segura de si todo había impactado así que utilizaría sus habilidades naturales como tiradora para asegurarse. La caída del mamut no estaba siendo demasiado rápida, así que no tuvo problemas para apuntar aún estando en movimiento. Disparó finalmente una bala explosiva que, esta sí, impactó en el torso del que aún era un hombre mamut. Estaba casi convencida de que aquella explosión no lo había matado, los poderes diabólicos de esa fruta suya debía haberlo protegido de alguna manera, aunque fuera con la grasa corporal de los animales de ese tipo.
El colofón lo pondría el último ataque: la balista. El último de sus habitantes disparó el virote de la balista. Apuntó hacia su estómago más o menos, teniendo en cuenta el movimiento y la pérdida de precisión estaba convencida de poder atravesarle el costado, una pierna o un brazo con aquella flecha sobredimensionada que, a pesar de estar diseñada para asaltos a gran escala, utilizaba contra enemigos individuales gracias a su poder.
El otro hermano ya había caído, solo faltaba el mamut por neutralizar.
Volvió a toser, echando algo de sangre. No iba a aflojar el ritmo en ese momento crucial, el pirata mamut estaba en una posición muy vulnerable, pues era habitualmente imposible poder esquivar en mitad del aire.
—¡Fuego! —gritó, sin cerrar aún las ventanas de su fortaleza, como una orden para que todos los habitantes de su fortaleza se centraran en el pirata que estaba empezando a caer. Disparó con... bueno, con todo. Las armas que llevaban todos sus habitantes -su réplica no atacó esta vez, no le quedaban cosas con las que activar la ignición del rifle- y, por supuesto, el segundo disparo de los dos diales láser.
Abigail, por su parte, utilizó su revólver con ambas manos. No estaba segura de si todo había impactado así que utilizaría sus habilidades naturales como tiradora para asegurarse. La caída del mamut no estaba siendo demasiado rápida, así que no tuvo problemas para apuntar aún estando en movimiento. Disparó finalmente una bala explosiva que, esta sí, impactó en el torso del que aún era un hombre mamut. Estaba casi convencida de que aquella explosión no lo había matado, los poderes diabólicos de esa fruta suya debía haberlo protegido de alguna manera, aunque fuera con la grasa corporal de los animales de ese tipo.
El colofón lo pondría el último ataque: la balista. El último de sus habitantes disparó el virote de la balista. Apuntó hacia su estómago más o menos, teniendo en cuenta el movimiento y la pérdida de precisión estaba convencida de poder atravesarle el costado, una pierna o un brazo con aquella flecha sobredimensionada que, a pesar de estar diseñada para asaltos a gran escala, utilizaba contra enemigos individuales gracias a su poder.
El otro hermano ya había caído, solo faltaba el mamut por neutralizar.
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Una maniobra ejecutada a la perfección, un duro golpe para el pirata y una sorpresa para el gyojin quién observaba el combate con expectación y alegría. El disparo de luz concentrada se reflejó a la perfección en el espejo y golpeó al medio mamut donde más le dolió: en el orgullo.
Roland se había tropezado tras el impacto del rayo contra él, pero rápidamente se recompuso, aparentando que no había pasado nada. Empezaba a estar cansado de todo aquello; había recibido varios golpes contundentes y no le gustaba. Por suerte, no tuvo que hacer mucho más. La monja, usando su extraño poder con el que había abierto agujeros en su cuerpo, empezó a disparar toda clase de proyectiles contra el pirata que aún no había tocado el suelo.
Tras una sesión abundante de balas y múltiples cosas el hombre acabó en el suelo, completamente malherido y en su forma humana. Parecía que los tres hermanos habían sido derrotados. Roland se acercó al cuerpo del mayor de los hermanos y comprobó si seguía vivo. Vio como respiraba moviendo sus pulmones, inflando su caja torácica y desinflándola. Antes de que volviera a tomar otro sorbo de aire, le atravesó con su espada. Y fue hacia los otros hermanos derrotados para hacer lo mismo. Recogió los ahora cadáveres de los criminales cargándolos en en los hombros, dos en el derecho y uno en el izquierdo, y fue a dar con la monja.
- Oye, no tenías por qué haberte metido en medio de mi caza. Eran mi presa. Aunque supongo que no lo has hecho mal del todo. Vamos a entregarlos - dijo levantando el hombre izquierdo con el antiguo hombre mamut -. Los otros me los quedo yo, que para algo los he derrotado. Espera aquí un minuto.
Roland creó un espejo de tamaño humano al cual entró con los cadáveres para después salir sin ellos, montando en su NeoBike, la moto voladora.
- ¿Por casualidad tienes algún medio de transporte?
Roland se había tropezado tras el impacto del rayo contra él, pero rápidamente se recompuso, aparentando que no había pasado nada. Empezaba a estar cansado de todo aquello; había recibido varios golpes contundentes y no le gustaba. Por suerte, no tuvo que hacer mucho más. La monja, usando su extraño poder con el que había abierto agujeros en su cuerpo, empezó a disparar toda clase de proyectiles contra el pirata que aún no había tocado el suelo.
Tras una sesión abundante de balas y múltiples cosas el hombre acabó en el suelo, completamente malherido y en su forma humana. Parecía que los tres hermanos habían sido derrotados. Roland se acercó al cuerpo del mayor de los hermanos y comprobó si seguía vivo. Vio como respiraba moviendo sus pulmones, inflando su caja torácica y desinflándola. Antes de que volviera a tomar otro sorbo de aire, le atravesó con su espada. Y fue hacia los otros hermanos derrotados para hacer lo mismo. Recogió los ahora cadáveres de los criminales cargándolos en en los hombros, dos en el derecho y uno en el izquierdo, y fue a dar con la monja.
- Oye, no tenías por qué haberte metido en medio de mi caza. Eran mi presa. Aunque supongo que no lo has hecho mal del todo. Vamos a entregarlos - dijo levantando el hombre izquierdo con el antiguo hombre mamut -. Los otros me los quedo yo, que para algo los he derrotado. Espera aquí un minuto.
Roland creó un espejo de tamaño humano al cual entró con los cadáveres para después salir sin ellos, montando en su NeoBike, la moto voladora.
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Frunció el ceño cuando el cazador remató al hombre-mamut, ahora de nuevo en su forma humana. En circunstancias normales consideraba totalmente innecesario matar a los objetivos que cazaba, pero habían algunas circunstancias especiales en ese caso concreto. La primera era que estaban en un puerto pirata y que, por lo tanto, debían llevarlos en el barco hasta el cuartel marine más cercano -que así a ojo debía ser el G-2 del Grand Line-. Esto presentaba un problema si los llevaban con vida: eran usuarios de Akuma, y un enfrentamiento en el propio barco en alta mar era lo último que necesitaban. La segunda circunstancia especial era que estaban en un puerto pirata y si no hacían una demostración de poder como esa, matándolos, era bastante probable que el resto de piratas se les echara encima.
—Hundir su barco junto a parte de su tripulación y causar la mayor parte de los daños al Zully mamut, creo que me lo he ganado —justificó así su idea y decisión de quedarse con ese —. Me parece bien, los has derrotado tú solo así que te pertenecen —dijo, sin tener problemas con aquel reparto. Habían detenido a unos criminales emergentes y eso realmente era lo que importaba, pero sí, el efectivo extra era un detalle que le interesaba para futuros desperfectos que tuviera que pagar.
Cargó con los cadáveres y luego volvió sin ellos, subido en un trasto que... cómo lo llamaban, ¿una moto? algo así. Eso le daba cierta pista sobre parte de su poder, debía ser algo similar al suyo... después de todo, ella hacía lo mismo con los que capturaba, los metía dentro de su dimensión y así no tenía que cargar peso.
—Sí, tengo un barco —respondió, para luego continuar —. Podemos irnos ahora y... creo que podemos llegar a la base G-8 de la marina, en esta ruta, en menos de un día con el viento a favor —continuó, y es que por alguna razón, los vientos casi siempre le eran favorables. Quizá los cielos apreciaban que dedicara su tiempo a estudiarlos, pero el caso era que, salvo en casos extraños, siempre tenía viento a su favor.
—Por cierto, buen trabajo —le dijo, antes de echar a andar hacia el muelle. Por suerte aquella demostración había servido para que los piratas no intentaran atacarlos, ya habían tenido suficiente con ver eso.
—Lo mismo para vosotros, buen trabajo —dijo ahora, esta vez dirigiéndose a los habitantes de su fortaleza, que ahora podían dedicarse solo a descansar y a seguir manteniendo el orden dentro de la dimensión.
—Sígueme, nos vamos ya —aceleró el paso hasta llegar a su barco. Una vez allí solo fue soltar el amarre, poner a punto el barco -no tardó mucho por su oficio como navegante- y salir de la isla lo más rápidamente posible.
—Hundir su barco junto a parte de su tripulación y causar la mayor parte de los daños al Zully mamut, creo que me lo he ganado —justificó así su idea y decisión de quedarse con ese —. Me parece bien, los has derrotado tú solo así que te pertenecen —dijo, sin tener problemas con aquel reparto. Habían detenido a unos criminales emergentes y eso realmente era lo que importaba, pero sí, el efectivo extra era un detalle que le interesaba para futuros desperfectos que tuviera que pagar.
Cargó con los cadáveres y luego volvió sin ellos, subido en un trasto que... cómo lo llamaban, ¿una moto? algo así. Eso le daba cierta pista sobre parte de su poder, debía ser algo similar al suyo... después de todo, ella hacía lo mismo con los que capturaba, los metía dentro de su dimensión y así no tenía que cargar peso.
—Sí, tengo un barco —respondió, para luego continuar —. Podemos irnos ahora y... creo que podemos llegar a la base G-8 de la marina, en esta ruta, en menos de un día con el viento a favor —continuó, y es que por alguna razón, los vientos casi siempre le eran favorables. Quizá los cielos apreciaban que dedicara su tiempo a estudiarlos, pero el caso era que, salvo en casos extraños, siempre tenía viento a su favor.
—Por cierto, buen trabajo —le dijo, antes de echar a andar hacia el muelle. Por suerte aquella demostración había servido para que los piratas no intentaran atacarlos, ya habían tenido suficiente con ver eso.
—Lo mismo para vosotros, buen trabajo —dijo ahora, esta vez dirigiéndose a los habitantes de su fortaleza, que ahora podían dedicarse solo a descansar y a seguir manteniendo el orden dentro de la dimensión.
—Sígueme, nos vamos ya —aceleró el paso hasta llegar a su barco. Una vez allí solo fue soltar el amarre, poner a punto el barco -no tardó mucho por su oficio como navegante- y salir de la isla lo más rápidamente posible.
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