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Elizabeth Jane
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A mi pregunta respondió uno de los carpinteros más cercanos.
-N...no puedo estimarlo con exactitud, pe...pero yo diría que unos tres cuartos de hora -dijo volviendo veloz a su trabajo.
Tres cuartos de hora era poco para lo que estaban haciendo, sin embargo, sería tiempo suficiente para que todos los marines de la isla vinieran a por nosotros. Volví a prepararme para defendernos, cuando me di cuenta de que en apenas unos minutos el barco comenzó a ser un hervidero de gente. Carpinteros iban de aquí para allá por la cubierta, y al parecer, otra de nuestras tripulantes se había despertado por fin. Una más para ayudarnos a acabar con aquellos tipejos.
Pero de repente,y sin que me diera tiempo ni de saludar a Unity, las manazas del capitán agarraron su diminuto cuerpo y lo lanzaron hacia el centro del grupo de marines.
-¡VAMOS TODOS! A POR LAS RATAS MARINES O UNITY MORIRÁ
Estaba claro que Dromp había perdido completamente el juicio, no debería haberle soltado. pero tampoco quedaba tiempo para discutir con él. Salí corriendo hacia los marines mientras hacía que unas ramas emergieran del suelo y los fijaran a este. Seguramente Unity se las podía apañar sola, y más si sus oponentes no podían moverse, así que decidí ir a lo mío y no preocuparme por los demás.
Quería acabar con ellos a la primera, por lo que tendría que asesar cortes mortales. Me dirigí hacia el grupo de marines de la derecha, y cuando llegué hasta ellos saqué velozmente mis dos dagas e hice con limpios movimientos cortes en sus cuellos y estómagos.
-N...no puedo estimarlo con exactitud, pe...pero yo diría que unos tres cuartos de hora -dijo volviendo veloz a su trabajo.
Tres cuartos de hora era poco para lo que estaban haciendo, sin embargo, sería tiempo suficiente para que todos los marines de la isla vinieran a por nosotros. Volví a prepararme para defendernos, cuando me di cuenta de que en apenas unos minutos el barco comenzó a ser un hervidero de gente. Carpinteros iban de aquí para allá por la cubierta, y al parecer, otra de nuestras tripulantes se había despertado por fin. Una más para ayudarnos a acabar con aquellos tipejos.
Pero de repente,y sin que me diera tiempo ni de saludar a Unity, las manazas del capitán agarraron su diminuto cuerpo y lo lanzaron hacia el centro del grupo de marines.
-¡VAMOS TODOS! A POR LAS RATAS MARINES O UNITY MORIRÁ
Estaba claro que Dromp había perdido completamente el juicio, no debería haberle soltado. pero tampoco quedaba tiempo para discutir con él. Salí corriendo hacia los marines mientras hacía que unas ramas emergieran del suelo y los fijaran a este. Seguramente Unity se las podía apañar sola, y más si sus oponentes no podían moverse, así que decidí ir a lo mío y no preocuparme por los demás.
Quería acabar con ellos a la primera, por lo que tendría que asesar cortes mortales. Me dirigí hacia el grupo de marines de la derecha, y cuando llegué hasta ellos saqué velozmente mis dos dagas e hice con limpios movimientos cortes en sus cuellos y estómagos.
Arya Valieri
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Akuma no mi
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Salí a cubierta y llené mis pulmones con olor a ¿Virutas de madera? La cubierta era un hervidero de lo que parecían ser carpinteros, aunque no entendía lo que hacían allí. Como me disgustaba bastante la falta de información, le toqué suavemente la espalda al señor más cercano con la punta de mi pistola.
-Disculpe -dije, mientras aumentaba la presión del cañón de la pistola sobre el hombre-. ¿Le importaría decirme que están haciendo ustedes en nuestro barco? Le estaría muy agradecida.
El carpintero soltó el serrucho que llevaba en las manos y las puso en alto mientras temblaba como una hoja. Me asombró la falta de control de aquel hombre, tenía a los de su gremio por gente más audaz...
-Es-estamos re-reparando el-el barco, se-señorita -tartamudeó el tembloroso desconocido.
-A bueno, si es así, buen trabajo. Prosiga caballero, no le molestaré más -en el internado me habían inculcado que no había que molestar a los trabajadores inferiores, que bastante tienen ya con sus desdichas personales y su único par de pantalones.
Bajé el arma y miré alrededor, justo a tiempo de ver como el capitán cogía a la cocinera desgreñada entre sus enormes manos y le gritaba:
-¡PARA DE GRITAR Y PELEA! -con la fuerza de sus potentes pulmones de gigante y después la lanzaba hacía los marines que se acercaban en la lejanía.
Tuve que contener una carcajada ante la visión de Unity describiendo una parábola por el cielo azul, no habría sido adecuado, ni galante, reírse de las experiencias aéreas de una compañera.
-¡VAMOS TODOS! A POR LAS RATAS MARINES O UNITY MORIRÁ -gritó el capitán justo después, como si pasara por alto lo que había hecho. Aquel gigante carecía de moral y las leyes de la lógica daban un rodeo a su alrededor, pero extrañamente, me causaba simpatía.
-A sus órdenes, mi capitán -exclamé y acto seguido bajé del barco.
Mientras me dirigía hacía la horda de marines, me dí cuenta de que con el despiste no me había peinado, así que para evitar que los mechones rizados de mi cabello afectaran a mi puntería me recogí la melena en un moño bajo, ya buscaría la pluma más tarde.
A paso ligero (que no corriendo, una señorita no va corriendo nunca a ningún lado) llegué a una treintena de metros de donde se encontraba la pelea. Cargué las pistolas y apunté con cada una de ellas a un marine.
-Lo lamento mucho, señores, pero creo que han llegado al final de sus vidas -y disparé.
-Disculpe -dije, mientras aumentaba la presión del cañón de la pistola sobre el hombre-. ¿Le importaría decirme que están haciendo ustedes en nuestro barco? Le estaría muy agradecida.
El carpintero soltó el serrucho que llevaba en las manos y las puso en alto mientras temblaba como una hoja. Me asombró la falta de control de aquel hombre, tenía a los de su gremio por gente más audaz...
-Es-estamos re-reparando el-el barco, se-señorita -tartamudeó el tembloroso desconocido.
-A bueno, si es así, buen trabajo. Prosiga caballero, no le molestaré más -en el internado me habían inculcado que no había que molestar a los trabajadores inferiores, que bastante tienen ya con sus desdichas personales y su único par de pantalones.
Bajé el arma y miré alrededor, justo a tiempo de ver como el capitán cogía a la cocinera desgreñada entre sus enormes manos y le gritaba:
-¡PARA DE GRITAR Y PELEA! -con la fuerza de sus potentes pulmones de gigante y después la lanzaba hacía los marines que se acercaban en la lejanía.
Tuve que contener una carcajada ante la visión de Unity describiendo una parábola por el cielo azul, no habría sido adecuado, ni galante, reírse de las experiencias aéreas de una compañera.
-¡VAMOS TODOS! A POR LAS RATAS MARINES O UNITY MORIRÁ -gritó el capitán justo después, como si pasara por alto lo que había hecho. Aquel gigante carecía de moral y las leyes de la lógica daban un rodeo a su alrededor, pero extrañamente, me causaba simpatía.
-A sus órdenes, mi capitán -exclamé y acto seguido bajé del barco.
Mientras me dirigía hacía la horda de marines, me dí cuenta de que con el despiste no me había peinado, así que para evitar que los mechones rizados de mi cabello afectaran a mi puntería me recogí la melena en un moño bajo, ya buscaría la pluma más tarde.
A paso ligero (que no corriendo, una señorita no va corriendo nunca a ningún lado) llegué a una treintena de metros de donde se encontraba la pelea. Cargué las pistolas y apunté con cada una de ellas a un marine.
-Lo lamento mucho, señores, pero creo que han llegado al final de sus vidas -y disparé.
Unity Crowley
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Akuma no mi
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Vi que el capitán se liberaba de la ramas que lo tenían preso.
-¡Vamos, maldito vago, a ver si haces algo con tu vida! -le grité entre carcajadas con intención de burlarme de él.
Igual mi comentario le sentó un poco mal, porque me agarró con fuerza y me sacó del barco. Intenté liberarme mediante patadas y puñetazos, pero era como golpear un trozo de granito.
-¡PARA DE GRITAR Y PELEA! -fue lo que me dijo antes de lanzarme por los aires.
En mi total desconocimiento de las leyes de la física, y al no parecerme ese momento muy propicio para comenzar a hacer cálculos, no podría precisar a cierta cierta a que velocidad exacta volaba, pero apostaría que era aproximada a "jodidamente rápido".
-¡VAMOS TODOS! A POR LAS RATAS MARINES O UNITY MORIRÁ
"Hijo de la gran puta, es que no se te puede pedir nada, ya le has cogido el gusto a lanzarme por los aires" pensé recordando las otras dos ocasiones en la que viví algo similar, solo la última fue premeditada.
De todas formas, el capitán no era (tan) idiota y si hacía esas bestialidades conmigo era porque ya había comprobado que podía resistir eso y más, soy una persona de constitución casi inhumana, quizás la más resistente de la tripulación.
Cerré los ojos, que me lagrimeaban a causa de la fricción del aire y disfruté del viento golpeándome con furia y de la sensación de velocidad que me provocaba un hormigueo por todo el cuerpo, concentrado en la parte superior del estómago. Llevé una mano al mango del hacha, para no perderla por el camino.
Finalmente caí y me di una soberana hostia padre. Ni constitución inhumana ni leches: eso dolía un huevo o dos. Me hubiera roto varios huesos y seguramente la crisma también si no hubiera caído sobre varios marines, que se comieron la mayor parte del golpe y amortiguaron mi caída.
"Gigante de mierda... Yo te juro que ésta me la pagas... ¡Ay!" Qué rápido se había pasado el acelerón que me provocaba el vuelo.
Vi por el rabillo del ojo como los marines que seguían en pie frenaron su marcha desconcertados.
-¿Capitán? - llamó un marine muy joven a su superior. Yo me quedé muy quita con los ojos casi cerrados, fingiendo que estaba inconsciente.
-¿Qué pasa? ¿Ahora por qué os paráis? -preguntó el mentado, que se encontraba un poco alejado de los demás.
-Eh, verá... esto... una mujer ha caído del cielo, señor. Sobre varios de los nuestros.
-¿Cómo? -el capitán de la marina se acercó a donde estaba. Al verme soltó una carcajada -¡Pues es verdad! Cabronazos con suerte, ya me gustaría a mí que me llovieran las chicas encima.
El hombre me dio un par de toques en el brazo con la bayoneta que portaba. Con la otra mano agarré su arma y haciendo un esfuerzo lo alcé en el aire, levantando los brazos sobre mi cabeza en un arco para que el hombre se diera de bruces contra el suelo. Del golpe quedó inconsciente, aunque yo también me hice daño, tenía el cuerpo muy dolorido.
-Joder... Bueno, chicos, a mí no me han mandado con los pajaritos para nada -les dije con una sonrisa a los marines, que ahora me apuntaban con sus armas. Un par de magulladuras no iban a impedirme meter bronca.
Aunque había sujetado bien hacha, se me había escurrido entre las manos en el aterrizaje y había acabado a varios metros. Busqué a tientas entre los cuerpo debajo de mí y di con la espada de uno de los marines. La saqué de su funda y la blandí poniéndome en pie.
Atravesé al marine más cercano con la espada y después de una patada en los innobrables puse a otro de rodillas. Fue trinchando marines y repartiendo tortas hasta llegar a donde estaba mi arma. Dejé la espada por ahí tirada (clavada hasta el mango en vientre de un joven marine) y recuperé mi adorada hacha.
-¡Vamos, maldito vago, a ver si haces algo con tu vida! -le grité entre carcajadas con intención de burlarme de él.
Igual mi comentario le sentó un poco mal, porque me agarró con fuerza y me sacó del barco. Intenté liberarme mediante patadas y puñetazos, pero era como golpear un trozo de granito.
-¡PARA DE GRITAR Y PELEA! -fue lo que me dijo antes de lanzarme por los aires.
En mi total desconocimiento de las leyes de la física, y al no parecerme ese momento muy propicio para comenzar a hacer cálculos, no podría precisar a cierta cierta a que velocidad exacta volaba, pero apostaría que era aproximada a "jodidamente rápido".
-¡VAMOS TODOS! A POR LAS RATAS MARINES O UNITY MORIRÁ
"Hijo de la gran puta, es que no se te puede pedir nada, ya le has cogido el gusto a lanzarme por los aires" pensé recordando las otras dos ocasiones en la que viví algo similar, solo la última fue premeditada.
De todas formas, el capitán no era (tan) idiota y si hacía esas bestialidades conmigo era porque ya había comprobado que podía resistir eso y más, soy una persona de constitución casi inhumana, quizás la más resistente de la tripulación.
Cerré los ojos, que me lagrimeaban a causa de la fricción del aire y disfruté del viento golpeándome con furia y de la sensación de velocidad que me provocaba un hormigueo por todo el cuerpo, concentrado en la parte superior del estómago. Llevé una mano al mango del hacha, para no perderla por el camino.
Finalmente caí y me di una soberana hostia padre. Ni constitución inhumana ni leches: eso dolía un huevo o dos. Me hubiera roto varios huesos y seguramente la crisma también si no hubiera caído sobre varios marines, que se comieron la mayor parte del golpe y amortiguaron mi caída.
"Gigante de mierda... Yo te juro que ésta me la pagas... ¡Ay!" Qué rápido se había pasado el acelerón que me provocaba el vuelo.
Vi por el rabillo del ojo como los marines que seguían en pie frenaron su marcha desconcertados.
-¿Capitán? - llamó un marine muy joven a su superior. Yo me quedé muy quita con los ojos casi cerrados, fingiendo que estaba inconsciente.
-¿Qué pasa? ¿Ahora por qué os paráis? -preguntó el mentado, que se encontraba un poco alejado de los demás.
-Eh, verá... esto... una mujer ha caído del cielo, señor. Sobre varios de los nuestros.
-¿Cómo? -el capitán de la marina se acercó a donde estaba. Al verme soltó una carcajada -¡Pues es verdad! Cabronazos con suerte, ya me gustaría a mí que me llovieran las chicas encima.
El hombre me dio un par de toques en el brazo con la bayoneta que portaba. Con la otra mano agarré su arma y haciendo un esfuerzo lo alcé en el aire, levantando los brazos sobre mi cabeza en un arco para que el hombre se diera de bruces contra el suelo. Del golpe quedó inconsciente, aunque yo también me hice daño, tenía el cuerpo muy dolorido.
-Joder... Bueno, chicos, a mí no me han mandado con los pajaritos para nada -les dije con una sonrisa a los marines, que ahora me apuntaban con sus armas. Un par de magulladuras no iban a impedirme meter bronca.
Aunque había sujetado bien hacha, se me había escurrido entre las manos en el aterrizaje y había acabado a varios metros. Busqué a tientas entre los cuerpo debajo de mí y di con la espada de uno de los marines. La saqué de su funda y la blandí poniéndome en pie.
Atravesé al marine más cercano con la espada y después de una patada en los innobrables puse a otro de rodillas. Fue trinchando marines y repartiendo tortas hasta llegar a donde estaba mi arma. Dejé la espada por ahí tirada (clavada hasta el mango en vientre de un joven marine) y recuperé mi adorada hacha.
Aspros
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Akuma no mi
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La aparición de los marines no fue lo único que perturbó la calma presente en el embarcadero. Poco a poco, los miembros de la tripulación comenzaban a hacer acto de presencia, y no precisamente de forma inadvertida...
"¡AH DIOS MÍO ODIO LAS PLANTAS!"
Los gritos de Dromp eran más ensordecedores de lo habitual. Una enfadada Elizabeth se había visto obligada a maniatar al capitán con su Akuma no mi con el fin de que este no pudiera causar más caos del ya producido, aunque el aumento del número de marines hizo que se replanteara su decisión y lo soltara para poder pelear en optimas condiciones. Mientras la segunda al mando le ponía el santo en el cielo a Dromp, el capitán dirigió su atención hacia Unity, la cual desde hacía un buen rato se encontraba desconcertada sobre la cubierta del barco.
Algo extraño iba a pasar: un suceso que incluso no me esperaba que fuera capaz de hacerlo el propio Dromp, pues superaba con creces lo anteriormente visto por mis propios ojos. Agarró rápidamente a Unity con su gran mano, aprovechando la confusión de esta, y la lanzó con todas sus fuerzas hacia el creciente grupo de enemigos:
"¡VAMOS TODOS! A POR LAS RATAS MARINES O UNITY MORIRÁ"
La presión arterial de Elizabeth se disparó mientras observaba, con los ojos como platos, como Unity sobrevolaba el cielo como un pájaro enloquecido y finalmente chocaba contra los cuerpos de los marines. Harta ya de gritar, se dirigió al frente de la batalla para acabar con la amenaza marine y colmar así su rabia. Por su parte Arya, que corría mientras preparaba sus armas y recogía su pelo en un moño improvisado, también se unió a la batalla.
El escenario se encontraba dividido en dos frentes: nuestro barco siendo reparado por los carpinteros, los cuales eran "vigilados" por Dromp, y la enorme masa de marines, contrarrestada por tres de nuestras tripulantes...¿donde estarían los demás? El enorme bullicio no había logrado siquiera despertarlos, por lo que los consideré un caso perdido.
Después de cerciorarme de que los trabajadores proseguían con la reparación, avancé veloz hacia la situación de mis compañeras. El enfrentamiento había levantado una densa nube de polvo, lo cual hacía un poco difícil el hecho de poder divisar algo con claridad. Moviéndome ágilmente entre la bruma, me aproximé por la espalda a un marine desprevenido, le agarré del cuello y se lo rompí. Acto seguido, me agaché para evitar que un proyectil me alcanzara, el cual provenía del arma de un marine que había presenciado mi acto. Me acerqué a él y apoyé mi pie sobre su arma, haciendo que la bajara y perdiera el equilibrio. Así, le asesté una fuerte patada en la cabeza, provocándole una gran conmoción craneal.
Tras un rato encargándome de cada marine de forma individual, apoyé las manos en el suelo e hice que surgieran de él una enorme cantidad de barras óseas que atravesaron los cuerpos de los marines que se encontraban tendidos sin vida. Aquello sería una fuerte distracción y causa de desmotivación: al insertar mis huesos en un cuerpo muerto, podía extender mi poder por su esqueleto y controlarlo, dotándole de una falsa vida. Siendo así, poco a poco se fueron levantando los cadáveres de los marines anteriormente asesinados, creando, por asi decirlo, un ejercito de guerreros sin conciencia.
-Atacad- dije firmemente a los súbditos mientras señalaba a los marines- Y no dejéis a ningún enemigo con vida.
"¡AH DIOS MÍO ODIO LAS PLANTAS!"
Los gritos de Dromp eran más ensordecedores de lo habitual. Una enfadada Elizabeth se había visto obligada a maniatar al capitán con su Akuma no mi con el fin de que este no pudiera causar más caos del ya producido, aunque el aumento del número de marines hizo que se replanteara su decisión y lo soltara para poder pelear en optimas condiciones. Mientras la segunda al mando le ponía el santo en el cielo a Dromp, el capitán dirigió su atención hacia Unity, la cual desde hacía un buen rato se encontraba desconcertada sobre la cubierta del barco.
Algo extraño iba a pasar: un suceso que incluso no me esperaba que fuera capaz de hacerlo el propio Dromp, pues superaba con creces lo anteriormente visto por mis propios ojos. Agarró rápidamente a Unity con su gran mano, aprovechando la confusión de esta, y la lanzó con todas sus fuerzas hacia el creciente grupo de enemigos:
"¡VAMOS TODOS! A POR LAS RATAS MARINES O UNITY MORIRÁ"
La presión arterial de Elizabeth se disparó mientras observaba, con los ojos como platos, como Unity sobrevolaba el cielo como un pájaro enloquecido y finalmente chocaba contra los cuerpos de los marines. Harta ya de gritar, se dirigió al frente de la batalla para acabar con la amenaza marine y colmar así su rabia. Por su parte Arya, que corría mientras preparaba sus armas y recogía su pelo en un moño improvisado, también se unió a la batalla.
El escenario se encontraba dividido en dos frentes: nuestro barco siendo reparado por los carpinteros, los cuales eran "vigilados" por Dromp, y la enorme masa de marines, contrarrestada por tres de nuestras tripulantes...¿donde estarían los demás? El enorme bullicio no había logrado siquiera despertarlos, por lo que los consideré un caso perdido.
Después de cerciorarme de que los trabajadores proseguían con la reparación, avancé veloz hacia la situación de mis compañeras. El enfrentamiento había levantado una densa nube de polvo, lo cual hacía un poco difícil el hecho de poder divisar algo con claridad. Moviéndome ágilmente entre la bruma, me aproximé por la espalda a un marine desprevenido, le agarré del cuello y se lo rompí. Acto seguido, me agaché para evitar que un proyectil me alcanzara, el cual provenía del arma de un marine que había presenciado mi acto. Me acerqué a él y apoyé mi pie sobre su arma, haciendo que la bajara y perdiera el equilibrio. Así, le asesté una fuerte patada en la cabeza, provocándole una gran conmoción craneal.
Tras un rato encargándome de cada marine de forma individual, apoyé las manos en el suelo e hice que surgieran de él una enorme cantidad de barras óseas que atravesaron los cuerpos de los marines que se encontraban tendidos sin vida. Aquello sería una fuerte distracción y causa de desmotivación: al insertar mis huesos en un cuerpo muerto, podía extender mi poder por su esqueleto y controlarlo, dotándole de una falsa vida. Siendo así, poco a poco se fueron levantando los cadáveres de los marines anteriormente asesinados, creando, por asi decirlo, un ejercito de guerreros sin conciencia.
-Atacad- dije firmemente a los súbditos mientras señalaba a los marines- Y no dejéis a ningún enemigo con vida.
Elizabeth Jane
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Estaba tan ocupada rajando a aquellas ratas que no me daba cuenta de lo que ocurría a mi alrededor. No me cansaría nunca de aquello, pero paré durante unos instantes para ver qué tal iban los demás.
Unity se encontraba a unos metros de mi posición, y como esperaba, desmembraba y mutilaba con su hacha despreocupadamente y con una mueca sádica en el rostro. Esa chica nunca me había inspirado confianza, seguramente porque me recordaba algo a mí. Al menos servía para deshuesar gente como si de pollos se tratasen.
Por otro lado podía escuchar los disparos de Arya. No sabía como de buena podía llegar a ser, pero a la velocidad que disparaba, al menos acertaría a la mitad de los marines a los que disparaba.
Y por último, busqué con la mirada a Aspros. Esperaba poder verle pelear, pero lo único que hacía era estar quieto. Parecía que gritaba algo ¿Eran órdenes? No lograba entender qué hacía ahí parado y a quién se dirigía, porque en ningún momento nos miraba a las de la banda. Entonces pude ver como marines que yo misma me había encargado de asesinar eficazmente se volvían a levantar. ¿Cómo era posible? Y más extraño aún, en lugar de ponerse de parte de sus compañeros, les atacaban.
Me costó entenderlo, hasta que caí en la cuenta. Era imposible que los muertos se levantasen, a menos que estos estuvieran siendo controlados,y que yo supiera nadie que conociera y quisiera ayudarnos tenía ese poder. A menos que a alguien de nuestra banda con una fruta curiosa le hubiera dado por jugar con los muertos, y Aspros era el candidato perfecto para ello. No obstante, aún no podía afirmar que se tratara de eso, y mientras nos beneficiara poco me importaba.
Apreté con fuerza mis dos dagas y me acerqué a los dos marines más cercanos. Cuando estuve a un metro de ellos y levantaron sus armas para apuntarme, derrapé para pasar por el hueco que había dejado uno de ellos entre sus piernas y levantarme veloz tras la pareja. Una vez a sus espaldas, apuñalé por detrás a cada uno con una daga -¡Sorpresa! Jajajaja.
Tras esto, continué rajando cuellos y estómagos a la par que hacía que unas plantas emergieran de los cuellos de los marines que no estaban a mi alcance y los estrangularan. A este paso dentro de muy poco acabaríamos con ellos.
Unity se encontraba a unos metros de mi posición, y como esperaba, desmembraba y mutilaba con su hacha despreocupadamente y con una mueca sádica en el rostro. Esa chica nunca me había inspirado confianza, seguramente porque me recordaba algo a mí. Al menos servía para deshuesar gente como si de pollos se tratasen.
Por otro lado podía escuchar los disparos de Arya. No sabía como de buena podía llegar a ser, pero a la velocidad que disparaba, al menos acertaría a la mitad de los marines a los que disparaba.
Y por último, busqué con la mirada a Aspros. Esperaba poder verle pelear, pero lo único que hacía era estar quieto. Parecía que gritaba algo ¿Eran órdenes? No lograba entender qué hacía ahí parado y a quién se dirigía, porque en ningún momento nos miraba a las de la banda. Entonces pude ver como marines que yo misma me había encargado de asesinar eficazmente se volvían a levantar. ¿Cómo era posible? Y más extraño aún, en lugar de ponerse de parte de sus compañeros, les atacaban.
Me costó entenderlo, hasta que caí en la cuenta. Era imposible que los muertos se levantasen, a menos que estos estuvieran siendo controlados,y que yo supiera nadie que conociera y quisiera ayudarnos tenía ese poder. A menos que a alguien de nuestra banda con una fruta curiosa le hubiera dado por jugar con los muertos, y Aspros era el candidato perfecto para ello. No obstante, aún no podía afirmar que se tratara de eso, y mientras nos beneficiara poco me importaba.
Apreté con fuerza mis dos dagas y me acerqué a los dos marines más cercanos. Cuando estuve a un metro de ellos y levantaron sus armas para apuntarme, derrapé para pasar por el hueco que había dejado uno de ellos entre sus piernas y levantarme veloz tras la pareja. Una vez a sus espaldas, apuñalé por detrás a cada uno con una daga -¡Sorpresa! Jajajaja.
Tras esto, continué rajando cuellos y estómagos a la par que hacía que unas plantas emergieran de los cuellos de los marines que no estaban a mi alcance y los estrangularan. A este paso dentro de muy poco acabaríamos con ellos.
Erika Morgan
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El ruido de la batalla me despertó de inmediato. En un primero momento creía que era parte de mi sueño, pero abrí los ojos de inmediato cuando comprobé que no era así. Aún somnolienta, miré alrededor, buscando a Unity que era la que normalmente me despertaba y una corriente eléctrica me pasó por la columna vertebral cuando vi que no estaba en la habitación.
Así que la situación era esta: una batalla fuera del barco. Unity no estaba. Unity estaba luchando.
Tras comprobar con el corazón hecho pedazos que Arya tampoco estaba, supe lo que tenía que hacer: protegerlas. Así que recé en voz baja que Dios me diera las fuerzas necesarias para matar a cualquiera que le hubiera puesto la mano encima a mis protegidas.
Cogí mis aros y dando un traspié, salí fuera. Si hubiera podido echar humo de rabia, lo habría hecho. Cerciorándome el lugar exacto en el que estaba Unity y Ary, lancé uno de mis aros hacia un farol que estaba encendido en el puerto y con la corriente de aire, le quemé la cara a unos cuantos marines.[AF]
Salté de lo alto del barco y sonreí.
Ahora la diversión empezaba.
Así que la situación era esta: una batalla fuera del barco. Unity no estaba. Unity estaba luchando.
Tras comprobar con el corazón hecho pedazos que Arya tampoco estaba, supe lo que tenía que hacer: protegerlas. Así que recé en voz baja que Dios me diera las fuerzas necesarias para matar a cualquiera que le hubiera puesto la mano encima a mis protegidas.
Cogí mis aros y dando un traspié, salí fuera. Si hubiera podido echar humo de rabia, lo habría hecho. Cerciorándome el lugar exacto en el que estaba Unity y Ary, lancé uno de mis aros hacia un farol que estaba encendido en el puerto y con la corriente de aire, le quemé la cara a unos cuantos marines.[AF]
Salté de lo alto del barco y sonreí.
Ahora la diversión empezaba.
Dromp
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La batalla cada vez era más violenta, un humo espeso se extendía por todo el muelle y un ejército de lo que parecían ser muertos empezaban a atacar. Esto se ponía interesante, incluso pude ver como un aro impactaba a una farola y esta estallaba quemando a una gran cantidad de marines.
Poco a poco fueron cayendo, me quedé empanado viendo el panorama... y en cierta parte estaba algo orgulloso de mis compañeros.
-Esto... disculpe señor Marea Dromp... creo que ya hemos terminado el trabajo.
Me giré perezoso y le dije:
-Reforzad la Perla Errante con los mejores materiales, no solo quiero que terminéis el trabajo. También quiero que lo mejoréis... y que pongais un contrapeso que haga que no se desestabilice tanto... Y QUIERO QUE LO HAGÁIS YA.
Dicho esto siguieron trabajando... reforzar la estructura haría que el barco fuera más resistente a mi peso y que no se doblara tanto.
Desenfundé mi espada y sin moverme del sitio lancé un corte energético hacia los marines que provocaría unas cuantas muertes
-YAAAAAAAAAAAAAHAHAHAHAHA
Poco a poco fueron cayendo, me quedé empanado viendo el panorama... y en cierta parte estaba algo orgulloso de mis compañeros.
-Esto... disculpe señor Marea Dromp... creo que ya hemos terminado el trabajo.
Me giré perezoso y le dije:
-Reforzad la Perla Errante con los mejores materiales, no solo quiero que terminéis el trabajo. También quiero que lo mejoréis... y que pongais un contrapeso que haga que no se desestabilice tanto... Y QUIERO QUE LO HAGÁIS YA.
Dicho esto siguieron trabajando... reforzar la estructura haría que el barco fuera más resistente a mi peso y que no se doblara tanto.
Desenfundé mi espada y sin moverme del sitio lancé un corte energético hacia los marines que provocaría unas cuantas muertes
-YAAAAAAAAAAAAAHAHAHAHAHA
Arya Valieri
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El sonido de mis pistolas al disparar era música para mis oídos y el olor a pólvora que lo envolvía todo después me hacía sentirme viva, completa. Sentí como la adrenalina me recorría de la cabeza a los pies cuando los dos primeros marines cayeron al suelo, cada uno con una bala en el mismo punto exacto de la espalda.
Un marine con un trabuco que parecía quedarle grande se giró y me disparó dos veces. Rápidamente, me eché hacía un lado para esquivar las balas, que pasaron rozándome por muy poco.
El corazón me latía a mil por hora cuando le devolví los disparos. Tres balas salieron despedidas y tres agujeros se le quedaron al incauto en el cuerpo, empapando su uniforme de rojo.
Fue entonces cuando escuché el sonido de la farola al romperse y vi como el aro de Erika, envuelto en llamas, se llevaba por delante a varios marines. Sonreí al ver otra de mis compañeras se había unido a la batalla, ahora seguro que no tardaríamos nada en acabar con aquella panda de descerebrados mal conjuntados.
Escuché el ruido de alguien que venía hacia mí gritando. Sin volverme siquiera, esperé quieta hasta que deduje que estaba lo bastante cerca y, me moví como en uno de esos bailes de salón que me habían hecho aprender en el internado. Antes de que el desgraciado pudiera registrar el movimiento, yo ya estaba a sus espaldas, desde donde me faltó tiempo para dispararle a bocajarro. Por desgracia, estaba tan cerca que la sangre me salpicó abundantemente, manchando mi vestimenta.
—¿Veis lo que habéis conseguido? —le espeté al marine que agonizaba en el suelo—. Dad gracias de que no sepa dónde vivís, sino haría a vuestra esposa limpiar este desastre.
Un marine con un trabuco que parecía quedarle grande se giró y me disparó dos veces. Rápidamente, me eché hacía un lado para esquivar las balas, que pasaron rozándome por muy poco.
El corazón me latía a mil por hora cuando le devolví los disparos. Tres balas salieron despedidas y tres agujeros se le quedaron al incauto en el cuerpo, empapando su uniforme de rojo.
Fue entonces cuando escuché el sonido de la farola al romperse y vi como el aro de Erika, envuelto en llamas, se llevaba por delante a varios marines. Sonreí al ver otra de mis compañeras se había unido a la batalla, ahora seguro que no tardaríamos nada en acabar con aquella panda de descerebrados mal conjuntados.
Escuché el ruido de alguien que venía hacia mí gritando. Sin volverme siquiera, esperé quieta hasta que deduje que estaba lo bastante cerca y, me moví como en uno de esos bailes de salón que me habían hecho aprender en el internado. Antes de que el desgraciado pudiera registrar el movimiento, yo ya estaba a sus espaldas, desde donde me faltó tiempo para dispararle a bocajarro. Por desgracia, estaba tan cerca que la sangre me salpicó abundantemente, manchando mi vestimenta.
—¿Veis lo que habéis conseguido? —le espeté al marine que agonizaba en el suelo—. Dad gracias de que no sepa dónde vivís, sino haría a vuestra esposa limpiar este desastre.
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Me lo estaba pasando en grande cortando cabezas. Poco a poco vi a mis compañeros llegar y unirse a la batalla, pero no pensaba dejar que me quitaran las mejores presas. Dado que mis compañeros podían luchar a distancia me concentré en lo que usaban armas de corto alcance.
En general no resultaron una gran amenaza, eran reclutillas que solo sabían dar cuatro estocadas con la espada y que se meaban del susto en los pantalones al verme aparecer manchada de sangre, con una mueca psicópata y fuego en los ojos. Pero algunos de ellos eran luchadores curtidos y fue más divertido destriparlos.
Casi me cae encima una especie de farol, pero me pude apartar antes de que chamuscara las botas. Un marine gigantón con una porra se avalanzó sobre mí, pero interpuse mi arma. De un corte bajo de cercené las rodillas y cuando cayó al sueño le abrí la cabeza.
—¿Veis lo que habéis conseguido? Dad gracias de que no sepa dónde vivís, sino haría a vuestra esposa limpiar este desastre.- dijo una voz altisonante e irritable.
Arya estaba a pocos metros, llorando porque se le había manchado el vestidito de sangre. Yo tenía los guantes así como la falda empapados en sangre ajena y un chorretón rojo se me escurría por la mejilla. Aunque tenía que admitir que ver su figura clara erguida en toda su longitud, con una pistola en cada mano y riéndose sin control era algo que destacaba en el fulgor de la batalla.
-¡Ey, princesita! Cuidado con romperte una uña - grité con fuerza para que me oyera, lo cual no era difícil ni entre tanto jaleo. Tenía ganas de llamar su atención.
En general no resultaron una gran amenaza, eran reclutillas que solo sabían dar cuatro estocadas con la espada y que se meaban del susto en los pantalones al verme aparecer manchada de sangre, con una mueca psicópata y fuego en los ojos. Pero algunos de ellos eran luchadores curtidos y fue más divertido destriparlos.
Casi me cae encima una especie de farol, pero me pude apartar antes de que chamuscara las botas. Un marine gigantón con una porra se avalanzó sobre mí, pero interpuse mi arma. De un corte bajo de cercené las rodillas y cuando cayó al sueño le abrí la cabeza.
—¿Veis lo que habéis conseguido? Dad gracias de que no sepa dónde vivís, sino haría a vuestra esposa limpiar este desastre.- dijo una voz altisonante e irritable.
Arya estaba a pocos metros, llorando porque se le había manchado el vestidito de sangre. Yo tenía los guantes así como la falda empapados en sangre ajena y un chorretón rojo se me escurría por la mejilla. Aunque tenía que admitir que ver su figura clara erguida en toda su longitud, con una pistola en cada mano y riéndose sin control era algo que destacaba en el fulgor de la batalla.
-¡Ey, princesita! Cuidado con romperte una uña - grité con fuerza para que me oyera, lo cual no era difícil ni entre tanto jaleo. Tenía ganas de llamar su atención.
Erika Morgan
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Recogí mi aro y avancé por la multitud con dificultad, había demasiada sangre en el suelo y demasiados muertos para poder andar con facilidad. En más de una ocasión tuve que darle la vuelta a un montón de cadáveres para poder acercarme a Unity. En mi camino, sólo cuatro marines entablaron una pequeña batalla conmigo. Al primero le corté la mano ya que quería acercarse demasiado a una parte de mi cuerpo que no era de su incumbencia. Al segundo, la cara ya que me miraba con una superioridad propia de los marines curtidos en mil batallas. A los dos últimos, simplemente con un impulso los lancé al agua ya que me impedían llegar al lado de Unity.
-¿Te echo una mano? -pregunté quitándole un marine que se acercaba por sus espaldas.
-¿Te echo una mano? -pregunté quitándole un marine que se acercaba por sus espaldas.
Arya Valieri
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La vida en los ojos del marine se apagaba, aunque no lo suficientemente rápido, y daba la casualidad de que yo tenía prisa. Para agilizar el proceso, puse uno de mis pies sobre su pecho y le disparé a la cabeza. Extrañamente, la forma en la que su cráneo explotó, manchándome aún más de sangre, se asemejaba extrañamente a un melón, lo cual hizo que una inapropiada risa estallara en mi garganta.
-¡Ey, princesita! Cuidado con romperte una uña -era Unity, con el ajetreo de la batalla me había olvidado de ella. Estaba totalmente cubierta de sangre y sus ojos verdes destacaban enormemente entre el rojo ajeno de su cara pálida. Su figura era... gloriosa.
- ¿Tienes un especial interés en ellas? Si quieres luego te dejo que me las limes -respondí, enarcando una ceja. El gesto hizo que una pequeña gota de sangre se deslizara por mi mejilla.
Un marine se acercaba corriendo por detrás, así que le disparé, dejando que la bala silbara junto al oído de Unity. Seguro que después me acusaba de intrusismo laboral.
Erika apareció pisando a través de un montón de cadáveres, en dirección a la cocinera. Por el camino, iba eliminando a más marines.
-¡Ey, princesita! Cuidado con romperte una uña -era Unity, con el ajetreo de la batalla me había olvidado de ella. Estaba totalmente cubierta de sangre y sus ojos verdes destacaban enormemente entre el rojo ajeno de su cara pálida. Su figura era... gloriosa.
- ¿Tienes un especial interés en ellas? Si quieres luego te dejo que me las limes -respondí, enarcando una ceja. El gesto hizo que una pequeña gota de sangre se deslizara por mi mejilla.
Un marine se acercaba corriendo por detrás, así que le disparé, dejando que la bala silbara junto al oído de Unity. Seguro que después me acusaba de intrusismo laboral.
Erika apareció pisando a través de un montón de cadáveres, en dirección a la cocinera. Por el camino, iba eliminando a más marines.
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Cada vez el número de marines se reducía. Dentro de muy poco habríamos acabado con todos, y cuando eso sucediera no creía que dejaran irnos de rositas. Tal vez enviaran otro escuadrón de marines, o lo más probable, al capitán que tuvieran allí. Esa última idea no me gustaba para nada, así que me escabullí entre los marines, lanzando algún tajo hacia ellos de vez en cuando, para dirigirme a gran velocidad a nuestro barco.
Cada vez me acercaba más a la masa de carpinteros que iba y venía con tablillas de madera y herramientas. Cuando llegué junto a Dromp, les pregunté a los trabajadores, jadeante por el esfuerzo, por el barco.
-Hey...¿Cuánto os queda?
-Hemos terminado hace un rato, pero el capitán nos dijo que reforzáramos un poco en barco.
-¡¿Qué?! -exclamé girándome hacia el gigante -¡¿Pero en qué cojones estás pensando?! Nos van a matar, ni siquiera nos ayudas a pelear, y encima alargas la tarea a los carpinteros. Tienes suerte de que nos esté yendo bien con estos inútiles, pero como vengan sus superiores te los vas a cargar tú solito.
Antes de que el capitán tuviera tiempo de volverme a "regañar", salí corriendo de nuevo hacia los marines. Tan solo había unos pocos en pie mirando hacia atrás aterrorizados, seguramente replanteándose la idea de regresar al cuartel, pero no pensaba dejar que ninguno quedara con vida.
Volví al lugar del que había partido hace escasos minutos, pero no me apetecía seguir con el mismo juego de escabullirme entre los marines para cortarles con mis dagas, quería acabar ya con todos para marcharnos de aquel lugar, o al menos ver qué pasaba por cargárnoslos. Quedarían unos veinte marines esparcidos por el lugar, pero no podía afirmarlo con exactitud, había contado a los que se movían con normalidad, ya que suponía que estos eran los verdaderos y los de movimientos más torpes serían los zombies.
Mientras me quedaba observando con satisfacción como luchaban por su vida y tropezaban con los cuerpos de sus compañeros, volví a contar velozmente y me di cuenta de que tan solo quedaban unos diez. Esto se había acabado. Miré a los que quedaban e hice que unas estacas de corteza emergieran del suelo para clavárselas a todos por la espalda. Tras eso, pude ver como sus cuerpos inertes caían al suelo manchado de sangre.
-Vámonos de aquí de una jodida vez -dije volviendo al barco, esta vez con un paso más relajado, y sin fijarme en si los demás me seguían.
Cuando llegué, pregunté de nuevo a los carpinteros.
-Dios, sois unas malditas tortugas -les dije pensando que nunca había visto a unos carpinteros tan veloces. -¿Cuánto os queda?
-Pues...-dijo el más cercano. -Si tenemos que hacer todo lo que dijo el capitán tardaremos bastante. El barco está casi reforzado, pero lo de poner un contrapeso es más complicado.
-Pues no pongáis contrapeso, pero terminad YA.
Ahora solo quedaba esperar.
Cada vez me acercaba más a la masa de carpinteros que iba y venía con tablillas de madera y herramientas. Cuando llegué junto a Dromp, les pregunté a los trabajadores, jadeante por el esfuerzo, por el barco.
-Hey...¿Cuánto os queda?
-Hemos terminado hace un rato, pero el capitán nos dijo que reforzáramos un poco en barco.
-¡¿Qué?! -exclamé girándome hacia el gigante -¡¿Pero en qué cojones estás pensando?! Nos van a matar, ni siquiera nos ayudas a pelear, y encima alargas la tarea a los carpinteros. Tienes suerte de que nos esté yendo bien con estos inútiles, pero como vengan sus superiores te los vas a cargar tú solito.
Antes de que el capitán tuviera tiempo de volverme a "regañar", salí corriendo de nuevo hacia los marines. Tan solo había unos pocos en pie mirando hacia atrás aterrorizados, seguramente replanteándose la idea de regresar al cuartel, pero no pensaba dejar que ninguno quedara con vida.
Volví al lugar del que había partido hace escasos minutos, pero no me apetecía seguir con el mismo juego de escabullirme entre los marines para cortarles con mis dagas, quería acabar ya con todos para marcharnos de aquel lugar, o al menos ver qué pasaba por cargárnoslos. Quedarían unos veinte marines esparcidos por el lugar, pero no podía afirmarlo con exactitud, había contado a los que se movían con normalidad, ya que suponía que estos eran los verdaderos y los de movimientos más torpes serían los zombies.
Mientras me quedaba observando con satisfacción como luchaban por su vida y tropezaban con los cuerpos de sus compañeros, volví a contar velozmente y me di cuenta de que tan solo quedaban unos diez. Esto se había acabado. Miré a los que quedaban e hice que unas estacas de corteza emergieran del suelo para clavárselas a todos por la espalda. Tras eso, pude ver como sus cuerpos inertes caían al suelo manchado de sangre.
-Vámonos de aquí de una jodida vez -dije volviendo al barco, esta vez con un paso más relajado, y sin fijarme en si los demás me seguían.
Cuando llegué, pregunté de nuevo a los carpinteros.
-Dios, sois unas malditas tortugas -les dije pensando que nunca había visto a unos carpinteros tan veloces. -¿Cuánto os queda?
-Pues...-dijo el más cercano. -Si tenemos que hacer todo lo que dijo el capitán tardaremos bastante. El barco está casi reforzado, pero lo de poner un contrapeso es más complicado.
-Pues no pongáis contrapeso, pero terminad YA.
Ahora solo quedaba esperar.
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Entre los cadáveres apareció Elizabeth toda manchada de sangre y se puso a charlar con un carpintero... y entonces de golpe me gritó un ''¡¿Qué?!''. Me giré hacia ella para ver que me decía.
-¡¿Pero en qué cojones estás pensando?! Nos van a matar, ni siquiera nos ayudas a pelear, y encima alargas la tarea a los carpinteros. Tienes suerte de que nos esté yendo bien con estos inútiles, pero como vengan sus superiores te los vas a cargar tú solito.
Bla, bla, bla.
Entonces se fue otra vez hacia la batalla, yo me estaba empezando a cabrear.... YO ERA EL CAPITÁN, y pese a eso no tenía autoridad. ¿Cómo se le podía pasar por la cabeza gritarme a mi? Soy su capitán... y no me respeta.
Me quedé viendo como uno a uno iban cayendo los marines, como cucarachas aplastadas ibas sucumbiendo... si aparecía el capitán marine no estaría nada mal acabar con él, incluso podríamos llegar a conquistar la isla... y eso da prestigio. Pero no iba a hacerlo.
Al rato volvió Elizabeth y empezó de nuevo a discutir con los trabajadores, incluso les ordenó que no pusieran el contrapeso... aquí el que daba las ordenes era yo.
Pasó un tiempo hasta que los carpinteros finalizaron el trabajo, y no pusieron el contrapeso claro esta, y fueron llegando nuestros compañeros.
-Vamos, subid. dije muy serio con el ceño fruncido.
Dejé que todos fueran subiendo uno por uno y justo cuando iba a subir yo noté como un chaval, de unos 17 años me tiraba del pantalón. Me giré y le pregunté un serio y potente ''Qué coño quieres''
-Señor Marea Dormp, me gustaría unirme a su tripulación.
-Claro, sube.
Todos me vieron subir con un chaval al barco, el chico con miedo miraba uno a uno a todos los tripulantes ensangrentados. Y entonces zarpamos.
Cuando nos íbamos alejando de la isla hice que todos se reunieran en la cubierta.
-Eh grumete, friega toda la cubierta con la lengua. La respuesta del chaval fue negativa ''¿Cómo voy a hacerlo capitán? Eso es imposible... no, no lo haré.''
Entonces sin expresión alguna le reventé la cabeza delante de todos los tripulantes allí presentes.
-Y esto es lo que pasa cuando alguien no me obedece... espero que les haya quedado claro señores. Soy vuestro capitán. No soy buena gente, soy un pirata sin sentimientos... un lobo de mar, y lo más importante... soy el que manda aquí. Quien no me obedezca morirá. Respetarme y os respetaré, hacedme caso y triunfaremos ¡SOMOS PIRATAS! No tenemos alma, pero yo soy el que menos alma tiene, no tengo sentimientos.
Ahora iros todos a vuestros camarotes o lo que queráis, y por Davy Jones que alguien limpie toda esta sangre.
La escena fue francamente cruel y terrible, era simplemente un chaval lleno de ilusión. Pero quería dejar clara mi autoridad como capitán y líder de una de las bandas piratas más crueles de los mares, Los Piratas del Doblón.
Todo se quedó en silencio, nadie dijo nada y yo miraba el mar cansado.
-¡¿Pero en qué cojones estás pensando?! Nos van a matar, ni siquiera nos ayudas a pelear, y encima alargas la tarea a los carpinteros. Tienes suerte de que nos esté yendo bien con estos inútiles, pero como vengan sus superiores te los vas a cargar tú solito.
Bla, bla, bla.
Entonces se fue otra vez hacia la batalla, yo me estaba empezando a cabrear.... YO ERA EL CAPITÁN, y pese a eso no tenía autoridad. ¿Cómo se le podía pasar por la cabeza gritarme a mi? Soy su capitán... y no me respeta.
Me quedé viendo como uno a uno iban cayendo los marines, como cucarachas aplastadas ibas sucumbiendo... si aparecía el capitán marine no estaría nada mal acabar con él, incluso podríamos llegar a conquistar la isla... y eso da prestigio. Pero no iba a hacerlo.
Al rato volvió Elizabeth y empezó de nuevo a discutir con los trabajadores, incluso les ordenó que no pusieran el contrapeso... aquí el que daba las ordenes era yo.
Pasó un tiempo hasta que los carpinteros finalizaron el trabajo, y no pusieron el contrapeso claro esta, y fueron llegando nuestros compañeros.
-Vamos, subid. dije muy serio con el ceño fruncido.
Dejé que todos fueran subiendo uno por uno y justo cuando iba a subir yo noté como un chaval, de unos 17 años me tiraba del pantalón. Me giré y le pregunté un serio y potente ''Qué coño quieres''
-Señor Marea Dormp, me gustaría unirme a su tripulación.
-Claro, sube.
Todos me vieron subir con un chaval al barco, el chico con miedo miraba uno a uno a todos los tripulantes ensangrentados. Y entonces zarpamos.
Cuando nos íbamos alejando de la isla hice que todos se reunieran en la cubierta.
-Eh grumete, friega toda la cubierta con la lengua. La respuesta del chaval fue negativa ''¿Cómo voy a hacerlo capitán? Eso es imposible... no, no lo haré.''
Entonces sin expresión alguna le reventé la cabeza delante de todos los tripulantes allí presentes.
-Y esto es lo que pasa cuando alguien no me obedece... espero que les haya quedado claro señores. Soy vuestro capitán. No soy buena gente, soy un pirata sin sentimientos... un lobo de mar, y lo más importante... soy el que manda aquí. Quien no me obedezca morirá. Respetarme y os respetaré, hacedme caso y triunfaremos ¡SOMOS PIRATAS! No tenemos alma, pero yo soy el que menos alma tiene, no tengo sentimientos.
Ahora iros todos a vuestros camarotes o lo que queráis, y por Davy Jones que alguien limpie toda esta sangre.
La escena fue francamente cruel y terrible, era simplemente un chaval lleno de ilusión. Pero quería dejar clara mi autoridad como capitán y líder de una de las bandas piratas más crueles de los mares, Los Piratas del Doblón.
Todo se quedó en silencio, nadie dijo nada y yo miraba el mar cansado.
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Por fin nos montamos al barco para volver, pero antes de subir el capitán dejó que un chavalín se subiera con nosotros uniéndose a la tripulación. No sabía lo que pretendía, pero tampoco me importaba. Subimos a bordo y poco después de zarpar el capitán le mandó que limpiara la cubierta con la lengua. Supuse que lo que quería era diversión, pero ante la negativa del chico, el capitán le reventó la cabeza. La verdad es que no me lo esperaba, pensaba que iba a tirarle al mar o algo así, pero bueno, cada uno tiene sus formas de divertirse, y si aquella era la del capitán no se lo reprocharía. Mientras no me afectara a mí que hiciera lo que le diera la gana.
Maldito crío ¿Quién le manda meterse en un barco pirata? Él se lo ha buscado.
Lo que realmente no esperaba era el discursito de después sobre la obediencia hacia el capitán. Seguramente iba por mí, puesto que a Aspros parecía que le daba igual todo y no le importaba acatar las órdenes del gigante, y el trío sin fruta siempre estaba de acuerdo con él.
Cuando el capitán acabó de hablar me di la vuelta con una vaga sonrisa en el rostro. Perfecto, pensé mientras me metía en el camarote y cerraba de un portazo.
Maldito crío ¿Quién le manda meterse en un barco pirata? Él se lo ha buscado.
Lo que realmente no esperaba era el discursito de después sobre la obediencia hacia el capitán. Seguramente iba por mí, puesto que a Aspros parecía que le daba igual todo y no le importaba acatar las órdenes del gigante, y el trío sin fruta siempre estaba de acuerdo con él.
Cuando el capitán acabó de hablar me di la vuelta con una vaga sonrisa en el rostro. Perfecto, pensé mientras me metía en el camarote y cerraba de un portazo.
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La cruenta batalla no se extendió durante demasiado tiempo, y es que la acción conjunta de todos los miembros de la banda hizo que la amenaza marine se viera reducida en pocos minutos. Sus refuerzos escaseaban y algunos de ellos comenzaban a huir: se respiraba el fuerte aroma a sangre, la cual teñía el blanco de sus uniformes y se acumulaba en forma de charcos en las depresiones del terreno.
Una vez eliminados todos ellos, el capitán nos llamó para acudir al barco y huir de aquella isla. Parecía ser que ya había sido reparado, hecho que se corroboraba al ver a los carpinteros marchándose del navío poco a poco, en silencio para poder mantenerse con vida.
-De acuerdo-susurré.
Los cadáveres de los marines que eran manejados por mi poder cayeron al suelo bruscamente, de la misma forma en la que lo hacen las marionetas cuando sus hilos son cortados. Sin poder hacerlo de otra forma, avancé por la zona caminando sobre los cuerpos sin vida de mis enemigos, que tapizaban el suelo completamente. No creía que les importara. Ascendí por una de las escalinatas que se encontraban en el casco del barco y me situé en la cubierta. Una vez allí, observé como mis compañeros llegaban uno a uno, aunque junto a nosotros se encontraba uno de los jóvenes carpinteros que realizaron la reparación.
"Señor Marea Dromp, me gustaría unirme a su tripulación."
"Claro, sube."
El capitán le había admitido en la banda sin habérselo pensado dos veces: su impulsividad la precedía. Unos instantes después ya habíamos zarpado y cuando nos encontrábamos a una distancia considerable de la isla, Dromp hizo que nos reuniéramos bajo el palo mayor.
"Eh grumete, friega toda la cubierta con la lengua."
''¿Cómo voy a hacerlo capitán? Eso es imposible... no, no lo haré.''
De la misma forma que le admitió en la banda de forma casi instantánea, reventó su cabeza con un simple manotazo, salpicando a los miembros que se encontraban más cerca de la escena.
"Y esto es lo que pasa cuando alguien no me obedece... espero que les haya quedado claro señores. Soy vuestro capitán. No soy buena gente, soy un pirata sin sentimientos... un lobo de mar, y lo más importante... soy el que manda aquí. Quien no me obedezca morirá. Respetarme y os respetaré, hacedme caso y triunfaremos ¡SOMOS PIRATAS! No tenemos alma, pero yo soy el que menos alma tiene, no tengo sentimientos. Ahora iros todos a vuestros camarotes o lo que queráis, y por Davy Jones que alguien limpie toda esta sangre."
Aquel chaval había caído en las fauces del lobo, y sin comerlo ni beberlo tocó fin a su joven y próspera vida. Dromp sintió amenazada su autoridad, ¿Qué mejor acto que el asesinato de un joven carpintero para mostrarnos su crueldad y falta de escrúpulos? Todo se sumió en un profundo silencio. Eramos piratas, lo que suponía presenciar actos de aquella magnitud: era la vida que habíamos elegido.
Una vez eliminados todos ellos, el capitán nos llamó para acudir al barco y huir de aquella isla. Parecía ser que ya había sido reparado, hecho que se corroboraba al ver a los carpinteros marchándose del navío poco a poco, en silencio para poder mantenerse con vida.
-De acuerdo-susurré.
Los cadáveres de los marines que eran manejados por mi poder cayeron al suelo bruscamente, de la misma forma en la que lo hacen las marionetas cuando sus hilos son cortados. Sin poder hacerlo de otra forma, avancé por la zona caminando sobre los cuerpos sin vida de mis enemigos, que tapizaban el suelo completamente. No creía que les importara. Ascendí por una de las escalinatas que se encontraban en el casco del barco y me situé en la cubierta. Una vez allí, observé como mis compañeros llegaban uno a uno, aunque junto a nosotros se encontraba uno de los jóvenes carpinteros que realizaron la reparación.
"Señor Marea Dromp, me gustaría unirme a su tripulación."
"Claro, sube."
El capitán le había admitido en la banda sin habérselo pensado dos veces: su impulsividad la precedía. Unos instantes después ya habíamos zarpado y cuando nos encontrábamos a una distancia considerable de la isla, Dromp hizo que nos reuniéramos bajo el palo mayor.
"Eh grumete, friega toda la cubierta con la lengua."
''¿Cómo voy a hacerlo capitán? Eso es imposible... no, no lo haré.''
De la misma forma que le admitió en la banda de forma casi instantánea, reventó su cabeza con un simple manotazo, salpicando a los miembros que se encontraban más cerca de la escena.
"Y esto es lo que pasa cuando alguien no me obedece... espero que les haya quedado claro señores. Soy vuestro capitán. No soy buena gente, soy un pirata sin sentimientos... un lobo de mar, y lo más importante... soy el que manda aquí. Quien no me obedezca morirá. Respetarme y os respetaré, hacedme caso y triunfaremos ¡SOMOS PIRATAS! No tenemos alma, pero yo soy el que menos alma tiene, no tengo sentimientos. Ahora iros todos a vuestros camarotes o lo que queráis, y por Davy Jones que alguien limpie toda esta sangre."
Aquel chaval había caído en las fauces del lobo, y sin comerlo ni beberlo tocó fin a su joven y próspera vida. Dromp sintió amenazada su autoridad, ¿Qué mejor acto que el asesinato de un joven carpintero para mostrarnos su crueldad y falta de escrúpulos? Todo se sumió en un profundo silencio. Eramos piratas, lo que suponía presenciar actos de aquella magnitud: era la vida que habíamos elegido.
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No me había recuperado de la sorpresa al saber que teníamos un nuevo miembro cuando el Capitán, quien como siempre tan generosamente lo había aceptado, se lo cargó de un plumazo. Abrí la boca para detenerle, pero cuando pronuncié algún sonido indescifrable, ya era tarde. El cadáver del chico adornaba el suelo.
Horrorizada, di un paso hacia atrás. Así eran las cosas, eso era la realidad. Había vivido todo este tiempo convencida que lo que hacíamos se basaba en la justicia poética, en cumplir nuestros sueños, en alcanzar nuestros objetivos.
Pero no había visto las consecuencias que conllevarían todo esto. El sufrimiento de los débiles, de los inocentes.
Sería muy inútil empezar a chillarle al Capitán, además no tenía fuerzas ni como para hablar de lo estúpida que había sido su acción, así que avancé con lentitud hasta el interior del barco y, en la seguridad de mi camarote, sollocé.
Los piratas eras monstruos. Y yo me había convertido en uno de ellos.
Fui hacia mi cama, demasiado agotada como para ponerme a llorar. Sabía que lo que acababa de ocurrirle al muchacho hacía apenas unos segundos, podía haberme pasado a mí. Era horrible saber que si no aceptabas una orden estúpida de ese Capitán, acabaría siendo pasto de los peces. Y no tenía forma de escapar porque ya había jurado que protegería a Unity. No tenía escapatoria.
«¿Qué pensaría mi padre?» -pensé acostada en el camastro e intentando adaptarme a mi nueva realidad.
Era un monstruo. Y debía comportarme como tal si no quería morir.
Porque si moría, habría nadie que cumpliera mi venganza.
Horrorizada, di un paso hacia atrás. Así eran las cosas, eso era la realidad. Había vivido todo este tiempo convencida que lo que hacíamos se basaba en la justicia poética, en cumplir nuestros sueños, en alcanzar nuestros objetivos.
Pero no había visto las consecuencias que conllevarían todo esto. El sufrimiento de los débiles, de los inocentes.
Sería muy inútil empezar a chillarle al Capitán, además no tenía fuerzas ni como para hablar de lo estúpida que había sido su acción, así que avancé con lentitud hasta el interior del barco y, en la seguridad de mi camarote, sollocé.
Los piratas eras monstruos. Y yo me había convertido en uno de ellos.
Fui hacia mi cama, demasiado agotada como para ponerme a llorar. Sabía que lo que acababa de ocurrirle al muchacho hacía apenas unos segundos, podía haberme pasado a mí. Era horrible saber que si no aceptabas una orden estúpida de ese Capitán, acabaría siendo pasto de los peces. Y no tenía forma de escapar porque ya había jurado que protegería a Unity. No tenía escapatoria.
«¿Qué pensaría mi padre?» -pensé acostada en el camastro e intentando adaptarme a mi nueva realidad.
Era un monstruo. Y debía comportarme como tal si no quería morir.
Porque si moría, habría nadie que cumpliera mi venganza.
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- ¿Tienes un especial interés en ellas? Si quieres luego te dejo que me las limes - dijo Arya. Incluso en el fragor de la batalla encontraba tiempo para pijear.
-Sé que te hace mucha ilusión, pero una cocinera tiene que mantener un nivel de higiene y no puedo tocar cualquier desperdicio.
El capitán nos llamó a todos de vuelta al barco, se ve que ya era hora de partir. Tras abrirle una nueva vía de respiración a un marine en la garganta, seguí a mis compañeros al barco.
Cuando estaba llegando vi a un chico hablando con Dromp. Pensé que el capi le iba a reventar de un pisotón, pero en lugar de eso le subió al barco. Pensándolo bien, tampoco era extraño, con la facilidad que el capitán había demostrado para admitir a cualquier mindundi en la tripulación, solo había que mirar a nuestra música. Y no nos iría mal un carpintero.
Zarpamos de Water Seven. No vi ni Ahiru ni a Sharpus en cubierta, seguramente la primera todavía seguriría durmiendo y el segundo había pasado olimpicamente de unirse a la batalla. Ahora que me había detenido, volvía a notar el escozor profundo de mis heridas y me di cuenta del mal que me había hecho el aterrizaje. Pero bueno, también estaba dulcemente extasiada y satisfecha tras la masacre.
Entonces el capitán le ordenó al nuevo grumete que fregara la cubierta con la lengua. Me extrañé ante esa repentino sadismo; Dromp era un mala bestia y un cabronazo integral, pero nunca nos había pedido a ninguno nada tan degradante. El chaval se negó, como era normal, pero no dejaba de necesitar cierto valor para desobedecer las órdenes de un pirata, algo de cojones había demostrado detener.
Y entonces le reventó la cabeza, como debería haber hecho en un principio.
La sangre del chico anónimo llovió sobre cubierta salpicándonos a Arya y a mí, que eramos las que estábamos más cerca. Bueno, de todas formas yo ya no podía empaparme más.
"Y esto es lo que pasa cuando alguien no me obedece... espero que les haya quedado claro señores. Soy vuestro capitán. No soy buena gente, soy un pirata sin sentimientos... un lobo de mar, y lo más importante... soy el que manda aquí. Quien no me obedezca morirá. Respetadme y os respetaré, hacedme caso y triunfaremos ¡SOMOS PIRATAS! No tenemos alma, pero yo soy el que menos alma tiene, no tengo sentimientos. Ahora iros todos a vuestros camarotes o lo que queráis, y por Davy Jones que alguien limpie toda esta sangre."
Así que era eso, lo había usado como un ejemplo de lo que pasaba al desafiarle. Eso explicaba por qué el numerito de llevarlo con nosotros en lugar de aplastarlo en tierra, tal como yo había pronosticado. Pero no entendía esa repentina necesidad de reafirmar su autoridad, hasta ahora no había necesitado hacer un paripé semejante. Yo tampoco estaba segura de quién de nosotros sería tan idiota como para sublevarse contra un capitán de más de veinte metros.
No pensaba darle muchas más vueltas al tema, la jerarquía y las cuestiones de mando siempre me la habían sudado bastante, como tampoco me importaba demasiado a quién, cómo y por qué matara el capitán. Aunque no dejaba de preguntarme si de haber seguido las vejatorias órdenes del capitán le hubiera perdonado la vida.
Entonces me di cuenta de que en cubierta faltaba una persona, y no habla de carpintero. Me dirigí hacía el camarote donde guardabamos los escasos productos que teníamos para el mantenimiento de arco y de allí saqué una fregona y un cubo mohoso. A continuación me acerqué a Aspros.
-Toma, melenas: llénalo de agua y limpia bien la cubierta –dije tendiéndole los instrumentos.
Fui hasta las habitaciones. Me encontré con un obstáculo cerca de la baranda del barco: el tipo al que había golpeado, que seguía inconsciente. Al parecer no era un ladrón sino un astillero, o al menos eso suponía. Ya podría haberlo dicho antes.
Lo cogí en volandas y lo lancé la borda. Entré en el pasillo que separaba los camarotes y primero me dirigí al mío. Coloqué el hacha en el lugar que le tenía reservado, me quité los guantes y el abrigo empapado de sangre y con un trapo sucio me limpié los mejor que pude la sangre de la cara y el torso. La que ya se había secado no saltaba, tendría que lavarme a conciencia luego.
Fui al camarote contiguo: el de Erika. La encontré acurrucada en la cama y por los sollozos que se le escapaban estaba llorando. Francamente no lo entendía, la acción del capitán había sido absurda y un intento pueril de consolidar su posición de macho alfa, pero eso no quería decir que hubiera darle la menor importancia. Un crío había muerto en cubierta y nosotros habíamos matados a decenas de marines en tierra, para el mundo no significaba mucha diferencia y para nosotros ninguna.
Estúpido Dromp, ahora me veía en la obligación de consolar a Erika. No se podía decir que tuviera demasiadas ganas de hacerlo, pero se suponía que como ella era mi amiga y estaba en el barco por su estúpida necesidad de protegerme, había una norma no escrita que decía que mi deber era ayudarla cuando necesitara apoyo psicológico, además de que tampoco quería que se pasara todo el día deprimiéndose en su camarote. El problema es que no recordaba haberle dado apoyo moral a mi madre nunca. Y la única persona que alguna vez había tratado de consolarme cuando estaba triste había sido mi madre y solo cuando era niña, en cuanto crecí no volví a dar muestras de debilidad delante de ella ni de nadie. Así que no sabía muy bien qué hacer.
Empecé por sentarme en la cama junto a ella. No se quejó, así que supuse que había sido un buen primer paso. Luego decidí darle unas palmaditas en la espalda, Baltasar solía hacerlo cuando me frustraba por ser un fracaso como ladrona.
-Ea –dije al final. Sonaba como algo positivo. ¿Qué más se decía en estos casos? –Venga, no dejes que algo así te afecte; anímate. Ea.
-Sé que te hace mucha ilusión, pero una cocinera tiene que mantener un nivel de higiene y no puedo tocar cualquier desperdicio.
El capitán nos llamó a todos de vuelta al barco, se ve que ya era hora de partir. Tras abrirle una nueva vía de respiración a un marine en la garganta, seguí a mis compañeros al barco.
Cuando estaba llegando vi a un chico hablando con Dromp. Pensé que el capi le iba a reventar de un pisotón, pero en lugar de eso le subió al barco. Pensándolo bien, tampoco era extraño, con la facilidad que el capitán había demostrado para admitir a cualquier mindundi en la tripulación, solo había que mirar a nuestra música. Y no nos iría mal un carpintero.
Zarpamos de Water Seven. No vi ni Ahiru ni a Sharpus en cubierta, seguramente la primera todavía seguriría durmiendo y el segundo había pasado olimpicamente de unirse a la batalla. Ahora que me había detenido, volvía a notar el escozor profundo de mis heridas y me di cuenta del mal que me había hecho el aterrizaje. Pero bueno, también estaba dulcemente extasiada y satisfecha tras la masacre.
Entonces el capitán le ordenó al nuevo grumete que fregara la cubierta con la lengua. Me extrañé ante esa repentino sadismo; Dromp era un mala bestia y un cabronazo integral, pero nunca nos había pedido a ninguno nada tan degradante. El chaval se negó, como era normal, pero no dejaba de necesitar cierto valor para desobedecer las órdenes de un pirata, algo de cojones había demostrado detener.
Y entonces le reventó la cabeza, como debería haber hecho en un principio.
La sangre del chico anónimo llovió sobre cubierta salpicándonos a Arya y a mí, que eramos las que estábamos más cerca. Bueno, de todas formas yo ya no podía empaparme más.
"Y esto es lo que pasa cuando alguien no me obedece... espero que les haya quedado claro señores. Soy vuestro capitán. No soy buena gente, soy un pirata sin sentimientos... un lobo de mar, y lo más importante... soy el que manda aquí. Quien no me obedezca morirá. Respetadme y os respetaré, hacedme caso y triunfaremos ¡SOMOS PIRATAS! No tenemos alma, pero yo soy el que menos alma tiene, no tengo sentimientos. Ahora iros todos a vuestros camarotes o lo que queráis, y por Davy Jones que alguien limpie toda esta sangre."
Así que era eso, lo había usado como un ejemplo de lo que pasaba al desafiarle. Eso explicaba por qué el numerito de llevarlo con nosotros en lugar de aplastarlo en tierra, tal como yo había pronosticado. Pero no entendía esa repentina necesidad de reafirmar su autoridad, hasta ahora no había necesitado hacer un paripé semejante. Yo tampoco estaba segura de quién de nosotros sería tan idiota como para sublevarse contra un capitán de más de veinte metros.
No pensaba darle muchas más vueltas al tema, la jerarquía y las cuestiones de mando siempre me la habían sudado bastante, como tampoco me importaba demasiado a quién, cómo y por qué matara el capitán. Aunque no dejaba de preguntarme si de haber seguido las vejatorias órdenes del capitán le hubiera perdonado la vida.
Entonces me di cuenta de que en cubierta faltaba una persona, y no habla de carpintero. Me dirigí hacía el camarote donde guardabamos los escasos productos que teníamos para el mantenimiento de arco y de allí saqué una fregona y un cubo mohoso. A continuación me acerqué a Aspros.
-Toma, melenas: llénalo de agua y limpia bien la cubierta –dije tendiéndole los instrumentos.
Fui hasta las habitaciones. Me encontré con un obstáculo cerca de la baranda del barco: el tipo al que había golpeado, que seguía inconsciente. Al parecer no era un ladrón sino un astillero, o al menos eso suponía. Ya podría haberlo dicho antes.
Lo cogí en volandas y lo lancé la borda. Entré en el pasillo que separaba los camarotes y primero me dirigí al mío. Coloqué el hacha en el lugar que le tenía reservado, me quité los guantes y el abrigo empapado de sangre y con un trapo sucio me limpié los mejor que pude la sangre de la cara y el torso. La que ya se había secado no saltaba, tendría que lavarme a conciencia luego.
Fui al camarote contiguo: el de Erika. La encontré acurrucada en la cama y por los sollozos que se le escapaban estaba llorando. Francamente no lo entendía, la acción del capitán había sido absurda y un intento pueril de consolidar su posición de macho alfa, pero eso no quería decir que hubiera darle la menor importancia. Un crío había muerto en cubierta y nosotros habíamos matados a decenas de marines en tierra, para el mundo no significaba mucha diferencia y para nosotros ninguna.
Estúpido Dromp, ahora me veía en la obligación de consolar a Erika. No se podía decir que tuviera demasiadas ganas de hacerlo, pero se suponía que como ella era mi amiga y estaba en el barco por su estúpida necesidad de protegerme, había una norma no escrita que decía que mi deber era ayudarla cuando necesitara apoyo psicológico, además de que tampoco quería que se pasara todo el día deprimiéndose en su camarote. El problema es que no recordaba haberle dado apoyo moral a mi madre nunca. Y la única persona que alguna vez había tratado de consolarme cuando estaba triste había sido mi madre y solo cuando era niña, en cuanto crecí no volví a dar muestras de debilidad delante de ella ni de nadie. Así que no sabía muy bien qué hacer.
Empecé por sentarme en la cama junto a ella. No se quejó, así que supuse que había sido un buen primer paso. Luego decidí darle unas palmaditas en la espalda, Baltasar solía hacerlo cuando me frustraba por ser un fracaso como ladrona.
-Ea –dije al final. Sonaba como algo positivo. ¿Qué más se decía en estos casos? –Venga, no dejes que algo así te afecte; anímate. Ea.
Aspros
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Akuma no mi
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El cuerpo inerte del joven se encontrada tendido en el suelo, junto con un enorme charco de sangre que no hacía más que crecer. Mientras que todos observábamos en silencio la escena, Erika, no pudiendo soportarla, fue corriendo a su camarote para intentar tranquilizarse tras lo acontecido. Unity, sin pensárselo dos veces, la siguió para consolarla, aunque no sin antes acercarse al cuarto donde guardábamos los utensilios de limpieza. Tras una pequeña pausa, salió de él cargada con una fregona y un viejo cubo, y se dirigió de nuevo hacia donde nos encontrábamos. Para mi sorpresa, Unity extendió ambas herramientas hacia mi, con la intención de que limpiara toda aquella escabechina:
"Toma: llénalo de agua y limpia bien la cubierta."
Sin mediar más palabra, fue corriendo hacía la puerta que daba paso al pasillo donde se encontraban los aposentos de todos, con la intención de ir a ver a nuestra sensible camarada. Durante el tiempo que tardé en asimilar lo que acababa de ocurrir, Elizabeth me miraba fíjamente, intentando hacer que no se le escapara una sonora carcajada que mantenía presa con todas sus fuerzas. Con toda la serenidad del mundo, me aproximé a una de las barandas del barco, extendí mis brazos y dejé caer al mar los instrumentos que Unity me había dado.
-Parece ser que ya no tenemos ni fregona ni cubo- dije mirando tanto al capitán como a Elizabeth.
Tras aquellas palabras, las cuales consideré las últimas de aquella larga jornada, me aproximé al palo mayor. De la misma forma en la que ya lo había hecho reiteradas veces, lo escalé y me situé en el puesto del vigía, ¿para poder observar mejor el paisaje? No, para poder sumergirme en la mayor de las calmas que pudiera encontrar en aquel barco plagado de locos.
"Toma: llénalo de agua y limpia bien la cubierta."
Sin mediar más palabra, fue corriendo hacía la puerta que daba paso al pasillo donde se encontraban los aposentos de todos, con la intención de ir a ver a nuestra sensible camarada. Durante el tiempo que tardé en asimilar lo que acababa de ocurrir, Elizabeth me miraba fíjamente, intentando hacer que no se le escapara una sonora carcajada que mantenía presa con todas sus fuerzas. Con toda la serenidad del mundo, me aproximé a una de las barandas del barco, extendí mis brazos y dejé caer al mar los instrumentos que Unity me había dado.
-Parece ser que ya no tenemos ni fregona ni cubo- dije mirando tanto al capitán como a Elizabeth.
Tras aquellas palabras, las cuales consideré las últimas de aquella larga jornada, me aproximé al palo mayor. De la misma forma en la que ya lo había hecho reiteradas veces, lo escalé y me situé en el puesto del vigía, ¿para poder observar mejor el paisaje? No, para poder sumergirme en la mayor de las calmas que pudiera encontrar en aquel barco plagado de locos.
Arya Valieri
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Ya había superado con creces el máximo nivel de sangre que había llevado sobre mí a lo largo de toda mi vida, cuando el capitán se encargó de que aumentara aun más. La sangre del chico me salpicó de lleno antes de que me diera tiempo a asimilar lo que había pasado.
Que el capitán aceptara a alguien así porque así no me pareció extraño, sobretodo teniendo en cuenta que todavía no me había dicho nada acerca de que viajara con ellos. Aunque si a él no le importaba, no iba a ser yo quien se quejara; una mujer práctica siempre llega más lejos que una idealista, y esa lección me la había enseñado la vida.
Llevaba tanta sangre encima, que sentir asco o lástima habría sido hipócrita, y yo odiaba la hipocresía, con toda mi alma además. Aun así, aquel chico había sido un peón de algo mayor, literalmente, y algo en su destino me recordaba al mío.
Erika salió corriendo, directa hacia su camarote. Con toda seguridad, a aquella joven tan especial, aquello le habría resultado mil veces más traumático que a mí, y extrañamente, eso me causaba más preocupación que el hecho de que la cabeza de un desconocido hubiera sido reventada.
La seguí, pero cuando llegué a su camarote, ya había alguien allí. Unity, la mujer menos mujer que había conocido, estaba haciendo algo parecido a intentar consolarla, aunque no estaba muy segura; la mayoría de las veces, me parecía que hablábamos en lenguajes diferentes. Los sentimientos tampoco eran lo mio precisamente, pero aun así, tenía que intentarlo. Todo fuera por Erika.
Me arrodillé junto a la cama, a la altura de la cabeza de mi compañera, y empecé a hacer lo único que sabía, cantar. Entoné algo que hacía años que no cantaba, una nana de una época pasada, una nana de una Arya diferente.
Que el capitán aceptara a alguien así porque así no me pareció extraño, sobretodo teniendo en cuenta que todavía no me había dicho nada acerca de que viajara con ellos. Aunque si a él no le importaba, no iba a ser yo quien se quejara; una mujer práctica siempre llega más lejos que una idealista, y esa lección me la había enseñado la vida.
Llevaba tanta sangre encima, que sentir asco o lástima habría sido hipócrita, y yo odiaba la hipocresía, con toda mi alma además. Aun así, aquel chico había sido un peón de algo mayor, literalmente, y algo en su destino me recordaba al mío.
Erika salió corriendo, directa hacia su camarote. Con toda seguridad, a aquella joven tan especial, aquello le habría resultado mil veces más traumático que a mí, y extrañamente, eso me causaba más preocupación que el hecho de que la cabeza de un desconocido hubiera sido reventada.
La seguí, pero cuando llegué a su camarote, ya había alguien allí. Unity, la mujer menos mujer que había conocido, estaba haciendo algo parecido a intentar consolarla, aunque no estaba muy segura; la mayoría de las veces, me parecía que hablábamos en lenguajes diferentes. Los sentimientos tampoco eran lo mio precisamente, pero aun así, tenía que intentarlo. Todo fuera por Erika.
Me arrodillé junto a la cama, a la altura de la cabeza de mi compañera, y empecé a hacer lo único que sabía, cantar. Entoné algo que hacía años que no cantaba, una nana de una época pasada, una nana de una Arya diferente.
Erika Morgan
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No me moví cuando escuché la puerta de mi camarote abrirse y tampoco dije nada cuando alguien se sentó en mi misma cama. Odiaba dar lástima, siempre había conseguido valerme por mí misma, pero también me sentía demasiado expuesta al estar viviendo en contra de mis ideales más sagrados. Me sentía indefensa. Así que me dejé hacer como una niña pequeña, quién sabe, quizá el desconocido iba a reírse de mí en mi cara por llorar por una tontería.
-Ea –dijo Unity a mis espaldas dándome golpecitos en el hombro-. Venga, no dejes que algo así te afecte; anímate. Ea.
Sonreí. No me estaba animando mucho, pero el hecho que estuviera ahí, al menos intentándolo, era un alivio.
Intenté dejar de llorar en ese momento, no me gustaba dar lástima ni que se compadecieran de mí. Pero me sentía tan perdida que necesitaba volver a la cordura de alguna forma.
Y en cuanto escuché a Arya cantar, sollocé aún más fuerte. Recordaba esa canción, la recordaba porque el padre de Arya me la había cantado las noches que venía a la iglesia hasta que me quedaba dormida. Me recordaba a tiempos felices, a cuando yo sólo tenía que preocuparme por proteger a mi padre, en seguir aprendiendo, en volverme más fuerte, más rápida, más astuta... Y sabía quién era.
Y ahora estaba rota.
A pesar de todo, me repuse. Quité con delicadeza la mano de Unity de mi espalda y me senté en el borde de la cama quitándome las lágrimas con el dorso de la mano.
-Estoy bien, lo siento -tartamudeé aún intentando controlar mi llanto-.Lo siento mucho, no quería preocuparos. De verdad estoy bien.
Me di cuenta que estaba haciendo el ridículo así que me callé y esperé a que abandonaran el camarote. La verdad es que necesitaba un poco de espacio para ordenar mis pensamientos y saber qué hacer a partir de ese momento.
-Ea –dijo Unity a mis espaldas dándome golpecitos en el hombro-. Venga, no dejes que algo así te afecte; anímate. Ea.
Sonreí. No me estaba animando mucho, pero el hecho que estuviera ahí, al menos intentándolo, era un alivio.
Intenté dejar de llorar en ese momento, no me gustaba dar lástima ni que se compadecieran de mí. Pero me sentía tan perdida que necesitaba volver a la cordura de alguna forma.
Y en cuanto escuché a Arya cantar, sollocé aún más fuerte. Recordaba esa canción, la recordaba porque el padre de Arya me la había cantado las noches que venía a la iglesia hasta que me quedaba dormida. Me recordaba a tiempos felices, a cuando yo sólo tenía que preocuparme por proteger a mi padre, en seguir aprendiendo, en volverme más fuerte, más rápida, más astuta... Y sabía quién era.
Y ahora estaba rota.
A pesar de todo, me repuse. Quité con delicadeza la mano de Unity de mi espalda y me senté en el borde de la cama quitándome las lágrimas con el dorso de la mano.
-Estoy bien, lo siento -tartamudeé aún intentando controlar mi llanto-.Lo siento mucho, no quería preocuparos. De verdad estoy bien.
Me di cuenta que estaba haciendo el ridículo así que me callé y esperé a que abandonaran el camarote. La verdad es que necesitaba un poco de espacio para ordenar mis pensamientos y saber qué hacer a partir de ese momento.
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Unas pocas gotas de lluvia
no pueden herirte, no.
Y la lluvia hará a las flores,
crecer.
Llorar es de débiles. Es de débiles porque es inútil. Llorar no cambia las cosas. Puedes desgarrarte la garganta y no cambiará nada, todo sigue siendo igual de horrible y de difícil después. No me gusta llorar, me hace sentir frágil y las cosas frágiles se rompen.
Despacio, le aparté el flequillo de la cara a Erika y la miré directamente a los ojos, gris contra azul, como una tormenta que avanza por el cielo. No iba a decir nada más, ya había dicho y hecho bastante. Aquella situación estaba fuera de mi alcance emocional.
Tras deslizar mi pulgar por su mejilla una última vez, me levanté y me dirigí a la puerta del camarote. Estaba cubierta de sangre y me negaba a seguir así mucho tiempo más. No obstante, aun me quedaba algo por hacer...
-Ah, Unity, por cierto, el único desperdicio que yo he tocado en mi vida eres tú, y me lavé las manos después -y con esas últimas palabras, me metí en mi camarote y cerré la puerta.
no pueden herirte, no.
Y la lluvia hará a las flores,
crecer.
Llorar es de débiles. Es de débiles porque es inútil. Llorar no cambia las cosas. Puedes desgarrarte la garganta y no cambiará nada, todo sigue siendo igual de horrible y de difícil después. No me gusta llorar, me hace sentir frágil y las cosas frágiles se rompen.
Despacio, le aparté el flequillo de la cara a Erika y la miré directamente a los ojos, gris contra azul, como una tormenta que avanza por el cielo. No iba a decir nada más, ya había dicho y hecho bastante. Aquella situación estaba fuera de mi alcance emocional.
Tras deslizar mi pulgar por su mejilla una última vez, me levanté y me dirigí a la puerta del camarote. Estaba cubierta de sangre y me negaba a seguir así mucho tiempo más. No obstante, aun me quedaba algo por hacer...
-Ah, Unity, por cierto, el único desperdicio que yo he tocado en mi vida eres tú, y me lavé las manos después -y con esas últimas palabras, me metí en mi camarote y cerré la puerta.
Unity Crowley
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Cuando vi a Arya abrir la puerta entrecerré los ojos como queriendo fulminarla, pero no dije nada porque a pesar de parecerme un ser insufrible, Erika la quería bastante y la presencia de la música la ayudaría. La rubia se acuclilló junto a su cama y comenzó a cantarle una canción bastante triste. ¿Así pensaba ayudarla, con música deprimente? ¿Es que quería que se quedara llorando en su camarote una semana?
Pero extrañamente surtió efecto, porque consiguió que Erika se levantara. Nos aseguró que estaba bien, lo cual probablemente era la mayor mentira que había dicho en toda su vida. De todas formas que se hubiera recuperado y que quisiera recuperarse por ella misma, sin intentar pedirnos ayuda era una muestra de fuerza y entereza.
Arya se fue, no sin antes soltar una última puya.
-Ah, Unity, por cierto, el único desperdicio que yo he tocado en mi vida eres tú, y me lavé las manos después. -dijo antes de desaparecer sin darme tiempo ni a abrir la boca.
-Y largarse sin esperar la respuesta de tu rival cuenta como rendirse -murmuré, no muy alto porque Erika odiaba que me metiera con Arya y la chica ya había tenido bastantes disgustos por un día.
Erika aún tenía cara de muerta y yo sentía que no había ayudado mucho. Entonces caí en la cuenta de que si Arya había usado su punto fuerte, la música, yo también debía usar mi mejor habilidad. Bueno, la mejor después de partir cráneos.
-Ey, Erika, si tienes el estómago entero después de tantas tripas de marine y lo del... bueno, lo de antes, te bajaré un bizcocho de chocolate. ¿Vale?
Salí del camarote para coger ropa limpia y correr a meterme en el baño antes de que Arya u otro miembro de la tripulación se me adelantara. No podía entrar en la cocina en unas condiciones tan antihigiénicas.
Pero extrañamente surtió efecto, porque consiguió que Erika se levantara. Nos aseguró que estaba bien, lo cual probablemente era la mayor mentira que había dicho en toda su vida. De todas formas que se hubiera recuperado y que quisiera recuperarse por ella misma, sin intentar pedirnos ayuda era una muestra de fuerza y entereza.
Arya se fue, no sin antes soltar una última puya.
-Ah, Unity, por cierto, el único desperdicio que yo he tocado en mi vida eres tú, y me lavé las manos después. -dijo antes de desaparecer sin darme tiempo ni a abrir la boca.
-Y largarse sin esperar la respuesta de tu rival cuenta como rendirse -murmuré, no muy alto porque Erika odiaba que me metiera con Arya y la chica ya había tenido bastantes disgustos por un día.
Erika aún tenía cara de muerta y yo sentía que no había ayudado mucho. Entonces caí en la cuenta de que si Arya había usado su punto fuerte, la música, yo también debía usar mi mejor habilidad. Bueno, la mejor después de partir cráneos.
-Ey, Erika, si tienes el estómago entero después de tantas tripas de marine y lo del... bueno, lo de antes, te bajaré un bizcocho de chocolate. ¿Vale?
Salí del camarote para coger ropa limpia y correr a meterme en el baño antes de que Arya u otro miembro de la tripulación se me adelantara. No podía entrar en la cocina en unas condiciones tan antihigiénicas.
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