Zoe Malvoro
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Hacía rato que el sol se hallaba escondido, pero aquello no minó el ambiente bullicioso de las calles de la ciudad de Loguetown.
Las luces de los puestos de trabajo que se apagaban en el mercado, daban paso a las que abrían los oficios de ambiente nocturno, amainando el sonido del griterío de los chiquillos e intercambiándose por el de los que ya tenían una copa de más en el cuerpo.
Risas, música y diversión. Era una noche, como tantas otras, animada en la ciudad, y el humor de Zoe acompañaba esa vez el que, de momento, parecía compartir cada persona con la que se cruzaba, algunos conocidos y otros desconocidos daba igual en ese momento, ella estaba relajada y con ganas de conocer y escabullirse por donde fuera.
La joven caminaba con un contoneo involuntario entre aquella calle luego seguida de un callejon con olor a humedad y alcohol. Acababa de terminar un trabajo, un buen trabajo, y se quería dar el lujo de gastar el dinero ganado como más le gustaba, comiendo un buen plato casero y bebiendo la mejor rubia espumosa que brindaran en aquella ciudad, la cual conocía bien desde que puso un pie en esa isla.
Zoe entró en su bar preferido, y con caminar decidido se acercó a la barra, tomó asiento y sonrió al tabernero el cual ya la había reconocido nada más verla.
- ¿Qué tal va la cosa muchacha? Por como vienes diría que bien.
- Mejor que bien –Espetó ella con un tono amable pero contundente.- Ponme una cerveza y el plato que sea que tengas hoy, de esos especiales de la casa…el mas sabroso que tengas... debes de tener alguno o no? - Hablaba moviendo la mano con una ida y venida, como si jugase con ella en el aire al son de alguna melodia o como si le diera igual cual fuese el plato, segura de que le iba a gustar igualmente. El tabernero rió.
- Aún espero el día que decidas beber algo más fuerte, celebrando lo que sea con una buena borrachera –Dijo el hombre aún entre cortas risas mientras le servía la cerveza.
- Emborracharme no es lo que más me gusta hacer cuando quiero celebrar algo…hay otras maneras -Pronunció Zoe marcándose una sonrisa algo traviesa en su rostro, y una vez el tabernero asintió creyendo saber a qué se refería, marchó para anunciar en cocina lo que había pedido.
La joven se cruzó de piernas y se giró levemente, tomando un trago de la cerveza, y observando por el cristal de la jarra el personal que se juntaba aquella noche, el lugar a diferencia de otros días estaba un poco mas concurrido, últimamente una gran cantidad de forasteros se citaban en aquella isla, cada quien con su motivo.
Las luces de los puestos de trabajo que se apagaban en el mercado, daban paso a las que abrían los oficios de ambiente nocturno, amainando el sonido del griterío de los chiquillos e intercambiándose por el de los que ya tenían una copa de más en el cuerpo.
Risas, música y diversión. Era una noche, como tantas otras, animada en la ciudad, y el humor de Zoe acompañaba esa vez el que, de momento, parecía compartir cada persona con la que se cruzaba, algunos conocidos y otros desconocidos daba igual en ese momento, ella estaba relajada y con ganas de conocer y escabullirse por donde fuera.
La joven caminaba con un contoneo involuntario entre aquella calle luego seguida de un callejon con olor a humedad y alcohol. Acababa de terminar un trabajo, un buen trabajo, y se quería dar el lujo de gastar el dinero ganado como más le gustaba, comiendo un buen plato casero y bebiendo la mejor rubia espumosa que brindaran en aquella ciudad, la cual conocía bien desde que puso un pie en esa isla.
Zoe entró en su bar preferido, y con caminar decidido se acercó a la barra, tomó asiento y sonrió al tabernero el cual ya la había reconocido nada más verla.
- ¿Qué tal va la cosa muchacha? Por como vienes diría que bien.
- Mejor que bien –Espetó ella con un tono amable pero contundente.- Ponme una cerveza y el plato que sea que tengas hoy, de esos especiales de la casa…el mas sabroso que tengas... debes de tener alguno o no? - Hablaba moviendo la mano con una ida y venida, como si jugase con ella en el aire al son de alguna melodia o como si le diera igual cual fuese el plato, segura de que le iba a gustar igualmente. El tabernero rió.
- Aún espero el día que decidas beber algo más fuerte, celebrando lo que sea con una buena borrachera –Dijo el hombre aún entre cortas risas mientras le servía la cerveza.
- Emborracharme no es lo que más me gusta hacer cuando quiero celebrar algo…hay otras maneras -Pronunció Zoe marcándose una sonrisa algo traviesa en su rostro, y una vez el tabernero asintió creyendo saber a qué se refería, marchó para anunciar en cocina lo que había pedido.
La joven se cruzó de piernas y se giró levemente, tomando un trago de la cerveza, y observando por el cristal de la jarra el personal que se juntaba aquella noche, el lugar a diferencia de otros días estaba un poco mas concurrido, últimamente una gran cantidad de forasteros se citaban en aquella isla, cada quien con su motivo.
Vagadus Vares
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- Off-rol:
- Creo que nos tenemos que organizar los turnos de quienes vayan a participar
Andaba por las calles de Loguetown, con la noche ya caída y con cada vez poca gente en la calle al avanzar el tiempo.
Me encontraba tomando cerveza de mi botella que colgaba de mi cinturón, y se podría decir que es una de las mejores cervezas que he probado, comprada en Baterilla. Al pasar el tiempo vagando por las calles escuchaba canciones y risas dentro de un edificio, cuando percibí el olor de licor y comida mi estómago rugió, como si aclamara la comida, y ya me faltaba, en estos días solamente había comido sopa y pan.
Entre al edificio, que al parecer era una taberna, chasquee los dedos para ubicar la barra, cuando la ubique me dirigí hacia ella, tomando asiento, cerré mi botella para que no se desperdiciara.
-Buenas noches señor, ¿en qué le puedo ofrecer?- me dijo el tabernero, con un tono amigable.
-Me podría traer un plato con carne y una cerveza por favor- le conteste recargando mis codos en la barra, al parecer iba a ser mi primera noche de tranquilidad después de mucho tiempo.
El tabernero se marchó por el pedido, mientras esperaba podía escuchar las personas platicando sobre los nuevos piratas surcando el paraíso, los cazadores que se volvían famosos, los destrozos de los revolucionarios y los movimientos de la marina.
Regreso el tabernero con un pedido, al parecer anterior al mío, dejándolo a mi lado derecho. Estaba más concentrado en comer que no me di cuenta de la persona que se encontraba a mi lado, por como olía diría que era una mujer, pero no importaba, solamente quería un comida tranquila.
Al parecer se iba a tardar la orden, por lo que el tabernero me dio la jarra de cerveza en frente mío, me tome la cerveza como agua, acabándola en unos cuantos tragos, por lo que le pedí otra, y otra y otra, por lo visto era la persona que más bebía en esa taberna.
-Que buena noche, llena de comida, música y diversión, ¿no crees?- le pregunte a la mujer a lado mío, solamente quería charlar mientras disfrutaba mi cuarta jarra, a la espera de la comida.
Lucho
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Akuma no mi
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- Código:
Me pongo yo de segundo y ya esta y avisad el orden el el post de petición de rol
La gran ciudad de loguetown. Era el principio de todo, el inicio del viaje mas largo de toda mi vida. Partir desde aquí sería el inicio de la aventura en que se debía convertir mi vida. Tenía que prepararme para el viaje, pero que más daba, había tiempo de sobra y no tenía ninguna prisa para coger provisiones.
Había multitud de opciones en esa enorme ciudad, como el patíbulo, pero la historia no era lo mío. Comer y beber antes de una dura tarde de compras era una gran decisión. Camine hasta encontrar un bar que anunciaba comida casera. Una buena cerveza y algo de comida casera me vendría bien antes de empezar todo.
El estruendo al entrar era enorme. Estaba en la ciudad del alpha y el omega, el principio y el fin. Era normal que hubiera tanto extranjero y pirata suelto. Todos sabían que era la salida hacia el Grand Line. Ignorando la presencia de todos ellos me dispuse a ir a la zona menos concurrida del bar. En la barra unicamente había 2 personas. Una joven cruzada de piernas y con buen aspecto, y un hombre que claramente era un pirata.
--Una rubia y un plato de la casa por favor.
Daba igual quienes fueran, debían conocerse o al menos parecía que hablaban entre ellos. Yo oír, ver, callar, comer y beber Eso era lo mio. Mientras el camarero me servía la caña, algunos piratas del bar comenzaron una pequeña tangana o revuelta en la que comenzaron a pegarse y volar por el bar.
No quería que tiraran mi cerveza así que unicamente me limite a hacer lo que mejor sabia, proteger lo mio. Simplemente cada vez que un hombre se acercaba simplemente lo apartaba con la pierna en la dirección contraria, así la barra sería la zona de paz.
Jallial Reezek
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- Off:
- Narro mi llegada, pero es anterior a las vuestras, es decir, yo ya estaba ahí el primero jaja (Yo: “El + borracho”) xd y seré 4º al parecer en el orden de posteo :3
Una noche tranquila como tantas otras, en las que mi única preocupación era encontrar un lugar donde pasar la noche y algo potable que llevarme a la boca y con lo que llenar mi vacío estómago, que rugía insaciable.
Había abandonado de nuevo la Grand Line, buscando algo de diversión con los más novatos, haciéndome pasar por un simple pirata que apenas sí comenzaba su viaje, sin que nadie supiera quién era en realidad. Cada vez me era más complicado pasar desapercibido, y aunque mi recompensa acompañara a mi mentira, pues apenas alcanzaba los 20 millones de berries, habitualmente la gente ya había oído hablar de mí. No obstante, aquella noche, encontré a un grupo de piratas inocentones que, al verme solo vagabundeando por el muelle del puerto de Logue Town, la ciudad del principio y el fin, se habían acercado a mí, con intención de atracarme.
El que parecía ser el capitán de aquella morralla se abalanzó sobre mí, aunque no tuve más que ladear mi cuerpo para que este pasara de largo, cayendo de boca contra el suelo. Sus compañeros desenfundaros sus pistolas y desenvainaron sus espadas, disparando los unos y lanzándose a estocarme los demás, todo en vano, pues en un instante desaparecí y me coloqué a la espalda de aquellas personas, sonriendo, y murmurando algo que ellos no entenderían.
–Shumpo. –Aquella era mi técnica de velocidad por excelencia, la que más utilizaba y más sorprendía con su uso. Con ella podía moverme tan rápido que, prácticamente, desaparecía, sobre todo si mi oponente no tenía un buen nivel de combate, como era el caso.
Me acerqué ahora lentamente a ellos, y con una sonrisa, les hacía intuir el gran error que acababan de cometer, pero que rápidamente les obligaría a solventar.
Los llevé a todos a una taberna, dónde les hice invitarme a comer y a beber todo cuanto yo quisiera para conservar sus cabezas sobre sus hombros, un trato que aceptaron sin dudar, aunque al ver que mi apetito era insaciable y mi gaznate un pozo sin fondo, casi acabaron por arrepentirse. El capitán de aquellos hombres miraba con tristeza su pequeño monedero vacío, sacudiéndolo con la apertura hacia abajo, tratando de que cayera algo que no fuera polvo, en vano, pues estaba completamente vacío, al igual que los bolsillos de todos aquellos tipejos. Lo único lleno era, al fin, mi estómago, y ahora estaba sentado en una silla, inclinado hacia atrás, observando la “jauría” que se reunía en aquel lugar. Mirara donde mirara había gentuza, piratas, caza recompensas, marines, todos convivían e incluso se relacionaban. Milagros del alcohol, supongo.
En cualquier caso, me empezaba a aburrir de aquello, y pensaba en desatar una reyerta en aquella taberna, pero me contuve al ver entrar a una joven preciosa a la taberna. Me recordaba a mi capitana en funciones, Rose, pero era incluso más bella, y tenía un aire de misterio que me intrigaba, y para ser francos, parecía ser una chica de vida alegre y moral distraída, así que cogí del pescuezo al capitán de aquellos piratas, y de forma “educada”, le sugerí que consiguiera algo más de dinero, pues igual lo necesitaría al acabar.
Me levanté de la silla y me encaminé a la barra, aunque antes de llegar ya tenía a otro sujeto a su lado, alguien había sido más rápido que yo, algo poco habitual.
–*Vaya por Dios, a ver si voy a tener que hacer cola y todo para entrar a esa chica…* –Pensaba yo mientras continuaba encaminado, pero variaba mi rumbo ligeramente, para acabar sentándome a una distancia prudente, dos o tres taburetes más allá de la joven y su nuevo “amigo”.
Otro sujeto más se acercó, colocándose entre la parejita y yo, fastidiando mi idea de oír aquella conversación, pero aquello no era lo único que me impedía llevar a cabo mi plan, no. En la taberna, y por orden mía aunque hubiera sido sin querer, se acababa de formar una pelea clásica, de aquellas en las que vuelan taburetes y jarras vacías. Los piratas a los que tenía ya “amaestrados” se habían enzarzado en el barullo contra otra banda de idiotas, de esas que tanto abundaban hoy día, y la pelea comenzaba a írseles de las manos. Uno de los de la nueva banda aparecida voló justo por encima de mí, lanzado por mi amigo el capitán, que al ver como casi me daba con aquel sujeto, se quedó blanco, totalmente pálido, temeroso de lo que pudiera hacerle por aquello. Todos sus hombres fueron quedándose igual, y se juntaron de nuevo en la mesa, sentándose y recogiendo un poco los platos rotos y demás, mirándome con miedo, como diciéndome con la mirada que serían buenos de ahora en adelante. Los demás, en cambio, ya continuaban con aquella pelea, una vez prendida la mecha era algo imposible de detener, así que simplemente suspiré con resignación y traté de prestar atención a las palabras de la joven, a fin de cuentas era la única que me interesaba mínimamente en aquel antro de mala muerte, sin contar a la comida, pero ya me había saciado por hoy, así que focalizaría mi atención en la muchacha pelirroja.
Rainbow662
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Akuma no mi
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Realmente odiaba aquella isla. Tras ver la gran cantidad de gente que deambulaba por Loguetown, lo primero que le vino a la mente fue que tenía que encontrar un lugar divertido. Tras un largo e incómodo viaje por mar, estaba deseando dar con algo de entretenimiento. Buscaría un bar o algo parecido y montaría un escándalo para pasar el día. Al menos eso tenía pensado.
Tras coger un par de bolsas en las que guardaba el dinero, bajó de su embarcación, un pequeño barco que había robado varios días atrás y que ahora se desmontaba a cada metro que avanzaba, se estiró para desentumecer los músculos y se dispuso a explorar la ciudad. Por desgracia se dio cuenta de que había olvidado la chaqueta oscura que siempre llevaba en el barco. Subió rápidamente y, tras buscarla unos minutos, la cogió. Sin embargo antes de bajar se percató de que la visión de la ciudad era diferente de cuando había llegado, estaba algo más lejos y algo más alta. Tardó unos segundos en darse cuenta de que no solo había olvidado anclar el barco, sino que además este se iba hundiendo poco a poco.
Arribor maldijo en voz baja y, antes de hundirse o alejarse demasiado, dio un potente salto para intentar llegar a tierra. Aterrizó en el borde del puerto y se dispuso a reemprender la marcha. Por desgracia no fue capaz de avanzar. No entendía que pasaba ni porqué no podía echar a andar. Fue entonces cuando vio el cartel que indicaba que el sitio donde había caído era una zona en reparación.
"Genial, de todos los lugares posibles he aterrizado en un agujero lleno de cemento fresco. ¿Acaso no había otro momento para reparar esto?"
Después de un rato por fin consiguió salir y limpiarse el cemento de la ropa, al menos parcialmente. Tras olvidar su mala suerte comenzó a caminar por una avenida amplia y llena de comercios y puestos de venta ambulante. Al poco tiempo encontró un puesto de frutas. Se detuvo allí y cogió una al azar, una especie de mango que no había visto nunca, y la mordió sin pensar. No sabía que demonios era aquello, pero al cabo de un minuto comenzó a estornudar con fuerza. Precisamente por eso nunca pagaba su comida. Para coronar su mala racha, uno de los estornudos fue tan fuerte que le hizo alzar el brazo con el que cargaba la bolsa del dinero. En ese preciso momento, una gaviota inoportuna pasó por allí y agarró la bolsa llevándosela consigo.
Arribor la maldijo a gritos entre estornudos y comenzó a seguirla subiendo a los tejados y saltando de uno en uno. En más de una ocasión tuvo que bajar al suelo y perseguir al ave a pie para no perderla o para evitar algún edificio demasiado alto. Tras una intensa persecución, cuatro tropiezos, dos caídas desde lo alto de los tejados y dar de bruces con una enorme telaraña, el pirata llegó hasta el pájaro.
Esta se había posado en lo alto de un edificio de cinco plantas, uno de los más altos de la ciudad. Arribor escaló hasta la azotea intentando no espantarla y se preparó para saltar sobre el ave,la cual todavía tenía enredada la bolsa entre sus patas. En el momento en que saltó para agarrarla, la gaviota echó a volar y Arribor cayó a plomo sobre el edificio colindante, un pequeño bar de un solo piso. Tras unos segundos de caída libre, el pirata atravesó con fuerza el techo de la ruidosa taberna y cayó justo sobre la barra, destrozándola y provocando un silencio total en el local.
Arribor se levantó lentamente y, tras comprobar si tenía algo roto, echó un vistazo a su alrededor. Sim mediar palabra con el gentío silencioso que le observaba, agarró una de las pocas copas que permanecían enteras, vacío su contenido de un trago y se sentó en la parte intacta de la barra.
-Oye, camarero. Ponme una copa bien cargada. -exigió el pirata sin tener muy claro como la pagaría. Ni siquiera se molestó en preocuparse por la gente a su alrededor. Estaba enfadado por su mala suerte. Realmente odiaba aquella isla.
Tras coger un par de bolsas en las que guardaba el dinero, bajó de su embarcación, un pequeño barco que había robado varios días atrás y que ahora se desmontaba a cada metro que avanzaba, se estiró para desentumecer los músculos y se dispuso a explorar la ciudad. Por desgracia se dio cuenta de que había olvidado la chaqueta oscura que siempre llevaba en el barco. Subió rápidamente y, tras buscarla unos minutos, la cogió. Sin embargo antes de bajar se percató de que la visión de la ciudad era diferente de cuando había llegado, estaba algo más lejos y algo más alta. Tardó unos segundos en darse cuenta de que no solo había olvidado anclar el barco, sino que además este se iba hundiendo poco a poco.
Arribor maldijo en voz baja y, antes de hundirse o alejarse demasiado, dio un potente salto para intentar llegar a tierra. Aterrizó en el borde del puerto y se dispuso a reemprender la marcha. Por desgracia no fue capaz de avanzar. No entendía que pasaba ni porqué no podía echar a andar. Fue entonces cuando vio el cartel que indicaba que el sitio donde había caído era una zona en reparación.
"Genial, de todos los lugares posibles he aterrizado en un agujero lleno de cemento fresco. ¿Acaso no había otro momento para reparar esto?"
Después de un rato por fin consiguió salir y limpiarse el cemento de la ropa, al menos parcialmente. Tras olvidar su mala suerte comenzó a caminar por una avenida amplia y llena de comercios y puestos de venta ambulante. Al poco tiempo encontró un puesto de frutas. Se detuvo allí y cogió una al azar, una especie de mango que no había visto nunca, y la mordió sin pensar. No sabía que demonios era aquello, pero al cabo de un minuto comenzó a estornudar con fuerza. Precisamente por eso nunca pagaba su comida. Para coronar su mala racha, uno de los estornudos fue tan fuerte que le hizo alzar el brazo con el que cargaba la bolsa del dinero. En ese preciso momento, una gaviota inoportuna pasó por allí y agarró la bolsa llevándosela consigo.
Arribor la maldijo a gritos entre estornudos y comenzó a seguirla subiendo a los tejados y saltando de uno en uno. En más de una ocasión tuvo que bajar al suelo y perseguir al ave a pie para no perderla o para evitar algún edificio demasiado alto. Tras una intensa persecución, cuatro tropiezos, dos caídas desde lo alto de los tejados y dar de bruces con una enorme telaraña, el pirata llegó hasta el pájaro.
Esta se había posado en lo alto de un edificio de cinco plantas, uno de los más altos de la ciudad. Arribor escaló hasta la azotea intentando no espantarla y se preparó para saltar sobre el ave,la cual todavía tenía enredada la bolsa entre sus patas. En el momento en que saltó para agarrarla, la gaviota echó a volar y Arribor cayó a plomo sobre el edificio colindante, un pequeño bar de un solo piso. Tras unos segundos de caída libre, el pirata atravesó con fuerza el techo de la ruidosa taberna y cayó justo sobre la barra, destrozándola y provocando un silencio total en el local.
Arribor se levantó lentamente y, tras comprobar si tenía algo roto, echó un vistazo a su alrededor. Sim mediar palabra con el gentío silencioso que le observaba, agarró una de las pocas copas que permanecían enteras, vacío su contenido de un trago y se sentó en la parte intacta de la barra.
-Oye, camarero. Ponme una copa bien cargada. -exigió el pirata sin tener muy claro como la pagaría. Ni siquiera se molestó en preocuparse por la gente a su alrededor. Estaba enfadado por su mala suerte. Realmente odiaba aquella isla.
Hardo
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Akuma no mi
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Sentía curiosidad por asistir a Loguetown, así que allí fui. Era una ciudad bien organizada, y como tal poseía una biblioteca. Como solía hacer siempre que llegaba a un sitio, trataba de pasar unas cuantas horas en ella para poder leer historias típicas del lugar, noticias varias o libros de animales y plantas. Ciertamente muchos eran los mismos que aparecían en todos los sitios, pero también muchos eran completamente diferentes.
Esbiirro y yo habíamos llegado allí hacía unos días y ya habíamos recorrido la biblioteca de punta a punta, por lo que ahora tocaba hacer un poco de turismo local y visitar todas las tabernas que hubiese para darnos a conocer por allí y sacar algunos berries, que no venían mal. Caminando por la calle, tal y como lo hacía desde hacía algún tiempo, haciendo el pino leí un cartel de una posada. El bullicio del interior hizo que me decidiese a entrar. No solo oía el ruido, sino que gracias al haki de observación era consciente de la muchedumbre que había en el interior.
Será perfecto. Entre lo que me obtenga y tome prestado sacaré una pequeña fortuna.
Al entrar, pocos repararon en mí, lo cual en un principio me ofendió un poco aunque pronto se me pasó. Localicé a un grupo de hombres sentados en una mesa y rápidamente, utilizando mis encantos de trovador, los convencí para que me hiciesen un hueco. Sin saber muy bien cómo, en cuestión de minutos ya había conseguido una jarra de cerveza gratis en una apuesta de trilero y una segunda venía en camino. A pesar de que no hacía falta mucha ayuda para llenar el local, decidí preguntar por el dueño y proponerle que me dejase esa noche actuar allí. Más borracho que sobrio, este consintió sin siquiera preguntar quién carajo era yo. Continuaba en la mesa con mis nuevos amigos, riéndome con ellos y de ellos, y Esbiirro, cuando pude sentir un aura conocida.
No puede ser…
Instantes después el que era el comandante de la segunda división de Sons, apareció por la puerta. Decidí no decirle nada y ver si llegaba a darse de mi presencia allí, si no lo hacía pronto, trataría de robarle algunos berries, como venía haciendo desde hacía un rato a los más borrachos del lugar, con ayuda de mis marionetas, y a ver qué pasaba. Entre tanto follón y jolgorio nadie se había percatado de ello, a fin de cuentas ¿quién va a prestar atención un par de muñecos de madera de poco más de 30 cm de tamaño? Jall, venía acompañado de un grupo de hombres, nuevos amigos supuse, y me desentendí un poco, pues no estaba haciendo nada interesante, aunque sin llegar a perder del todo el contacto.
Tras beberme unas cuantas cervezas más, casi todas por cortesía de algún nuevo amigo, noté un cambio en las intenciones de Jall. Por la puerta había entrado una mujer. Como buitres al acecho, unos cuantos tipos no tardaron en abalanzarse sobre ella para conquistarla. Dudé entre entrarle yo también o no. Preferí esperar a que ella misma se deshiciera de la chusma y ya me encargaría yo de eliminar al resto de la competencia. Pronto empezaría con mis malabares, así que más valía ir dejando a un lado la cerveza e ir empezando con algo más serio. De vez en cuando gustaba de ponerme retos a mí mismo y uno era hacer malabares estando en estado de embriaguez. Hasta ahora tan solo me había servido para aumentar mi fama y destreza. En cualquier caso contaba con que mi mamífero amigo interviniera a la menos señal de complicación. Se había hecho muy bueno en el arte de la bufonería también, aunque todavía dudaba sobre si quería hacerlo de forma profesional o no, y sus reflejos eran alucinantes. Como ayudante no tenía precio y además, a diferencia de mis marionetas, podía llevarme a la posada cuando me excedía sin necesidad de que yo tuviese que pensar demasiado. Tendría que regalarle algo en compensación por todo ello.
Esbiirro y yo habíamos llegado allí hacía unos días y ya habíamos recorrido la biblioteca de punta a punta, por lo que ahora tocaba hacer un poco de turismo local y visitar todas las tabernas que hubiese para darnos a conocer por allí y sacar algunos berries, que no venían mal. Caminando por la calle, tal y como lo hacía desde hacía algún tiempo, haciendo el pino leí un cartel de una posada. El bullicio del interior hizo que me decidiese a entrar. No solo oía el ruido, sino que gracias al haki de observación era consciente de la muchedumbre que había en el interior.
Será perfecto. Entre lo que me obtenga y tome prestado sacaré una pequeña fortuna.
Al entrar, pocos repararon en mí, lo cual en un principio me ofendió un poco aunque pronto se me pasó. Localicé a un grupo de hombres sentados en una mesa y rápidamente, utilizando mis encantos de trovador, los convencí para que me hiciesen un hueco. Sin saber muy bien cómo, en cuestión de minutos ya había conseguido una jarra de cerveza gratis en una apuesta de trilero y una segunda venía en camino. A pesar de que no hacía falta mucha ayuda para llenar el local, decidí preguntar por el dueño y proponerle que me dejase esa noche actuar allí. Más borracho que sobrio, este consintió sin siquiera preguntar quién carajo era yo. Continuaba en la mesa con mis nuevos amigos, riéndome con ellos y de ellos, y Esbiirro, cuando pude sentir un aura conocida.
No puede ser…
Instantes después el que era el comandante de la segunda división de Sons, apareció por la puerta. Decidí no decirle nada y ver si llegaba a darse de mi presencia allí, si no lo hacía pronto, trataría de robarle algunos berries, como venía haciendo desde hacía un rato a los más borrachos del lugar, con ayuda de mis marionetas, y a ver qué pasaba. Entre tanto follón y jolgorio nadie se había percatado de ello, a fin de cuentas ¿quién va a prestar atención un par de muñecos de madera de poco más de 30 cm de tamaño? Jall, venía acompañado de un grupo de hombres, nuevos amigos supuse, y me desentendí un poco, pues no estaba haciendo nada interesante, aunque sin llegar a perder del todo el contacto.
Tras beberme unas cuantas cervezas más, casi todas por cortesía de algún nuevo amigo, noté un cambio en las intenciones de Jall. Por la puerta había entrado una mujer. Como buitres al acecho, unos cuantos tipos no tardaron en abalanzarse sobre ella para conquistarla. Dudé entre entrarle yo también o no. Preferí esperar a que ella misma se deshiciera de la chusma y ya me encargaría yo de eliminar al resto de la competencia. Pronto empezaría con mis malabares, así que más valía ir dejando a un lado la cerveza e ir empezando con algo más serio. De vez en cuando gustaba de ponerme retos a mí mismo y uno era hacer malabares estando en estado de embriaguez. Hasta ahora tan solo me había servido para aumentar mi fama y destreza. En cualquier caso contaba con que mi mamífero amigo interviniera a la menos señal de complicación. Se había hecho muy bueno en el arte de la bufonería también, aunque todavía dudaba sobre si quería hacerlo de forma profesional o no, y sus reflejos eran alucinantes. Como ayudante no tenía precio y además, a diferencia de mis marionetas, podía llevarme a la posada cuando me excedía sin necesidad de que yo tuviese que pensar demasiado. Tendría que regalarle algo en compensación por todo ello.
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