[Cuarta Ronda] Arthur Silverwing vs. Zane D. Kenshin

Descripción aproximada de la arena del torneo:

Habían pasado dos días, me encontraba en una de las habitaciones del hospital que Lord William había preparado para atender a los participantes. La cantidad de dinero que tenía ese hombre parecía absurda, no sólo para preparar un evento de estas dimensiones, sino también para permitirse unos especialistas capaces de tratar mis heridas. Encontraron mi pierna, algo aplastada, pero bien conservada bajo el hielo, sólo les hizo falta volver a unirla al cuerpo y aplicar una serie de medicamentos que me sonaban más a magia negra que a medicina. Aunque los médicos al principio estaban un poco consternados por el hecho de que, tanto el veneno de Anders, como la medicina que usaban en mi surtía poco efecto, poco a poco se hicieron al ritmo de mi cuerpo. Nunca olvidaré la expresión dolida del cirujano jefe al decirme que serían incapaces de salvar mi brazo... y cómo cambió en cuanto mostré un muñón un poco más grande que el día anterior mientras decía con tono completamente calmado "no se preocupe, me volverá a crecer". Y parece ser que me creyeron porque tras eso lo primero que hicieron fue poner una vía de nutrientes e inyectar estimulantes del crecimiento.

Aquellos momentos estuve ausente, lo único en lo que pensaba era la completa inconsciencia y falta de respeto por la vida que había mostrado Thawne. De todos los criminales que había conocido era el que menos autocontrol había mostrado, habiendo sido capaz de poner en peligro la vida de todo un estadio por una victoria que no le daba nada que no tuviese ya. Decían que se había retirado, pero sospechaba que Lord William lo había visto como una amenaza para su evento y había hecho algo al respecto. Una cosa estaba clara, mi sangre ardía con ansias de venganza, una vez acabase con esto sería una de mis prioridades llevarlo ante la justicia.

El cuarto día una inesperada visita me sorprendió. Entró por la puerta, acompañado de un escolta de William y de Al. Se trataba de un hombre alto, esbelto, con un traje negro sin corbata y la camisa abierta mostrando un poblado y bronceado pecho, con unas gafas de sol colgadas en la abertura de la camisa. Su pelo era largo, cuidado y rizado, recogido en una coleta, por sus rasgos y las canas de la barba recortada estaba en sus cuarenta tardíos.

- ¡Aquí está! El hombre del momento, el genio, el figura, la fiera, el monstruo, la máquina, el campeón, referente, pionero, mala bestia... - Siguiendo así durante un rato mientras me daba la mano y se tomaba unas cuantas familiaridades que no me terminaban de gustar.

- Al, creo que dije que nada de ruido mientras me recuperaba. - Comenté agradeciendo que los sedantes y la falta de una mano evitaban que estuviera asfixiando a ese hombre.

- En realidad nos hemos conocido gracias a Lord William e insistió en conocerte. - Dijo evitando el contacto visual.

- Disculpa mis modales. Soy Lucio de Paca, presidente de guitarras Flanigan y soy un gran admirador. - Comenzó a explicarse poniendo la cara demasiado cerca con una mirada intensa y emocionada. - El último combate ha sido dramático, teatral, emocionante, la resistencia de la justicia frente a la opresión titánica de un criminal. Un alma apasionada e indomable como la tuya debe de ser la cara de nuestras guitarras. - Y ahí estaba la pista que necesitaba.

- Al... Te ha sobornado ¿Verdad? - Mi mirada acusatoria prácticamente le estaba taladrando un agujero hasta la nuca.

- Pero Arthur ¡Es una Flanigan original!

Aunque no quisiera admitirlo aquella tarde había sido bastante más entretenida que el resto. Por lo menos no me la había pasado mirando por la ventana mientras esperaba a que se recuperase mi brazo. Lucio no parecía un mal tipo y, al parecer, todos los participantes estaban en una situación en la que les habían propuesto un contrato de patrocinio.

El sexto día me había hartado de estar tumbado en una habitación. Me encontraba perfectamente, mi brazo había vuelto a la normalidad y era capaz de caminar perfectamente. Hice caso omiso a las indicaciones de los enfermeros y salí del hospital para disfrutar de una última noche antes del siguiente combate. La verdad es que no recordaba gran cosa, sólo que alguien me había liado para que bebiera alcohol, me había emborrachado y había tenido una acalorada discusión con esa persona, aunque no recordaba los detalles.

El sol de mediodía iluminó desde lo alto del estadio, momentos antes de esconderse tras las nubes. Esta vez habían reproducido a la perfección un cenagal. Las puertas se abrieron y, a diferencia de las rondas anteriores se hizo el silencio entre el público a la vez que sonaba el tema que habíamos preparado Lucio, Al y yo aquella tarde. Con un juego de luces y sonido que me llenaba de vergüenza di mi primer paso del hormigón al barro. Llevaba el escudo, ya reparado en el brazo izquierdo y una guitarra atada con una correa a la espalda. Mientras la música sonaba me acerqué al centro, a un montículo de tierra embarrada y, con delicadeza, la coloqué entre las ramas de un tocón de tal forma que no se ensuciara. Tras eso hice aparecer mi arma y me crucé de brazos para esperar la presentación de mi oponente.

temazo :

Mi boca se abrió de par en par al ver quien era. Se trataba de esa persona, la de la otra noche, la que me había hecho emborracharme. Era mi contrincante para esta ronda y ¿Por qué llevaba un chaleco?

- ¡Tú! - Dije señalándolo con un dedo acusatorio. Un segundo tenso de silencio se hizo con el público mientras esperaban escuchar unas palabras con el férreo y tajante tono al que los tenía acostumbrados. - ¡Te digo y te repito que las armas de asta son mejores que las espadas! - Grité mientras golpeaba con la palma la hoja de Zinogre como dando más fuerza a mi argumento, continuando la discusión de la noche anterior.

Acababa de terminar su combate, cuando se enteró de Luka estaba en la isla como sustituto de un participante que se había marchado. Tenía ganas de verle y preguntarle cómo se encontraba, pero se encontraba demasiado agotado como para irse a dar vueltas como un pollo sin cabeza en su busca. Decidió que lo mejor era darse una ducha y dormir durante algunas horas antes de hacerlo. Sin embargo, la siesta se le fue de las manos. Cuando quiso darse cuenta había estado dormido durante casi tres días. Se levantó corriendo, pensando que quizá habría perdido algún encuentro por incomparecencia, pero no fue así.

—Menos mal… —se dijo, para luego volver a la habitación del hotel que el propio Lord William le estaba pagando.

Se enteró que durante los últimos combates los estadios habían sufrido ligeros daños en sus respectivas infraestructuras y que iban a repararlos y mejorarlos, al mismo tiempo que ideaban nuevos terrenos de batalla. Fue entonces, cuando alguien pegó a su puerta.

—Adelante —dijo Zane.

—Lo siento, caballero —le respondió una voz masculina—. Pero al ser un hotel de este calibre tiene que abrir usted —le explicó.

—Pues ahora no tengo ganas. Venga dentro de un par de horas.

Dos horas exactas después, en las que el pirata había vaciado medio mini-bar y había abusado del servicio de cocina del hotel, el hombre volvió a pegar. El pirata le abrió y frente a él se encontraba un tontatta peinado con un flamante tupé muy engominado y una bonita chaqueta de cuero.

—Buenas tardes, señor D. Kenshin —le dijo—. Mi nombre es Suko Rizzo y soy un enviado de la famosa empresa de textiles Claymor y queremos que seas la imagen de nuestras nuevas chupas de cuero.

—¿En serio? —Y el pirata comenzó a reírse.

—Completamente en serio, señor.

—¿Eres consciente que a mí me dura la ropa puesta lo mismo que una jarra de cerveza fría en una preciosa madrugada de verano?

—Sí, pero nuestra jefa cree que sus chabacanos modales y su forma de ser tan presuntuosa y chulesca puede ser lo que vuelva a atraer a los jóvenes a comprar nuestras cazadoras. Además, el contrato se rompería en el momento en el que se quitara la prenda.

Zane se quedó pensativo durante unos segundos. Sabía que iba a firmar para nada, ya que instintivamente solía desvestirse a medida que la pelea iba poniéndose más y más intensa. Sin embargo, al menos conseguiría una chaqueta gratis y eso es menos que no obtener nada.

—Está bien —le dijo al fin—. ¿Dónde he de firmar?

—¡Me alegra que haya tomado esa decisión!

El tontatta parecía muy feliz, hasta el punto que se citó con Zane al día siguiente para entregarle la chaqueta que debía llevar al siguiente combate.

—Oye…, y bueno… Yo solo tengo ropa originaria de Wano, pantalones vaqueros y botas no tendréis, ¿no? Para ir a juego más que nada.

—¡Oh! Sí, sí. No se preocupe. ¿Camiseta de algún tipo? —preguntó.

—No te preocupes, yo de eso no uso —le dijo.

Suko le miró extrañado y se fue. Al día siguiente le entregó una bolsa con la chaqueta, el pantalón, unas botas negras muy molonas y una camiseta blanca algo ajustada.

Finalmente, llegó el día de del combate. Le había tocado en el estadio número tres contra aquel que se hacía llamar la bestia imparable, aunque para el señor de la piratería era Arthur, su shurmanito. Era un cabroncete excesivamente gracioso cuando se tomaba un par de copas de más, aunque un pelín pesado con el tema de que las espadas eran para parguelas.

No tardó en llegar al estadio, pero su hermano pelirrojo se encontraba allí. Era un estadio que olía un poco a mierda, algo así como un cenagal pantanoso. ¿En serio habían cambiado los estadios anteriores por eso?

El pirata iba vestido con unas botas bajas muy cómodas, un pantalón vaquero de tela azulada y una chaqueta de cuero negro sin mangas. ¿La camiseta? La dejó en la habitación. En su cinturón posaban dos espadas y su tanto. Realmente iba guapo. No obstante, sus protectores metálicos quedaban un poco antiestéticos en sus brazos.

—Y dale perico al torno… —dijo Zane, desenfundando a izanami con su diestra y la novena hoja fiordiana con su zurda, aunque esta con la hoja completamente paralela a su brazo, adoptando una pose en guardia neutra frente a su oponente—. Que gane el mejor, shurmanito.

Y le guiñó un ojo, para luego flexionar sus rodillas e impulsarse a gran velocidad contra su oponente. Sabía por experiencias del pasado que aquel hombre tenía la fastidiosa habilidad de anular el fuego, así que tenía que apostar completamente por sus habilidades como espadachín. Es por ello, que en cuanto estuvo frente a su oponente, lanzó un poderoso corte hacia su hombro con la intención de hacerle una herida, mientras que con su otra espada intentaría lanzarle una estocada directa al vientre.

Tal y como esperaba Zane tampoco se iba a quedar de brazos cruzados discutiendo mis bien planificados argumentos, de los cuales me acordaba de la mitad. Claramente esta disputa debía ser zanjada en un combate entre ambas armas y sus maestros. Esperaba que este combate fuera para los espectadores tan entretenido y estimulante como educativo... La lección sería cómo no usar una espada contra un arma con mayor rango, aunque el espadachín que tenía en frente usaba dos, puede que eso alterase mis estimaciones.

El primer embate no se hizo esperar, impulsándose hacia mí a gran velocidad por encima de la tierra y el barro, armas desenfundadas y listas para probar sangre. Me coloqué en posición, con la pierna izquierda atrás y la derecha delante, un ángulo de noventa grados entre los pies para mayor estabilidad. Esperé al último instante, justo antes de poder ver mi reflejo en el filo de la primera espada. Con un rápido y seco golpe de mi arma desvié el tajo dirigido a mi hombro, sin perder de vista la otra hoja que blandía. Angulé el asta de mi arma, aprovechando el movimiento del primer bloqueo para interceptar la estocada que venía a mi vientre. Los aceros chocaron y las chispas saltaron iluminando ambos cuerpos. Los reflejos de aquel destello iluminaron el pantano durante un instante al mismo tiempo que el clamor del público rompía el silencio. El pirata había saludado, era hora de devolver el saludo.

Con un movimiento rotatorio aparté la espada de su mano izquierda de mi costado. Mi arma se detuvo un instante con el filo a mi espalda, el mismo momento que aproveché para adelantar mi pie izquierdo, cortando la distancia y entrando en su zona. Con otro rápido movimiento alcé mi arma sobre mi cabeza, para luego descargar un potente tajo descendente. El mensaje estaba claro "harás bien en poner distancia entre nosotros". Incluso sin poner toda mi fuerza en ello la potencia antes de llegar era suficiente como para apartar todo el agua a nuestro alrededor durante un instante.

Esta era la prueba que necesitaba para ver si la fama de Zane D Kenshin era merecida. Un pequeño examen para medir sus capacidades y estimar el mejor curso de acción. De todas formas algo me decía que era alguien problemático, unos vagos recuerdos, tanto distantes como recientes. Tenía la extraña sensación de que lo había visto en alguna otra ocasión antes de este torneo, que habíamos tenido algún encuentro importante en otro sitio no hace mucho. Aunque esos recuerdos estaban demasiado borrosos como para que me pudiera permitir el lujo de concentrarme en ellos. A lo mejor durante el combate me daba la pista que necesitaba.

Arthur había reaccionado asombrosamente bien a su primer ataque, bloqueándolo al lograr interponer el arma de asta de la que tanto había presumido hacía varias noches en una de las tabernas de la isla. Al hacerlo, el choque de ambos aceros liberó una fuerte corriente de aire que se expandió por los alrededores, seguido de una decena de centellas resultante del encuentro entre dos metales de alta calidad. Entretanto, su primer ataque fue desviado también por su astil de una forma verdaderamente insólita; al menos para el pirata. «No lo hace mal», pensó, mientras en su cara se dibujaba una sonrisa.

Ninguno de los dos parecía querer ceder en aquella primera muestra de fuerza, pero Arthur fue el que dio el paso para seguir con la contienda. Como si de un paso de baile indiscreto se tratase, adelantó una de sus piernas reduciendo la distancia que había entre ambos, haciendo que el pirata se echara hacia atrás de la misma forma, retrocediendo un paso guiado por Arthur. Del mismo modo, casi de forma simultánea, el marine hizo girar su arma hasta conseguir elevarla y dejarla caer sobre la testa de su enemigo con mucha fuerza. Algo en su interior le decía que ese combate iba a ser un incesante intercambio de golpes hasta que uno de los dos estuviera comiendo barro en el suelo, no obstante, no tenía la intención de ser él quien lo hiciera. Es por eso, que llevó su brazo al encuentro con la afilada hoja y su cabeza, interponiendo las placas metálicas de su brazal. El golpe iba con fuerza, pero aquel complemento de batalla wanense fue lo suficientemente resistente como para soportarlo.

Sin embargo, el choque volvió a crear una onda de aire que removió las pocas plantas que había sobre el terreno de juego e hizo que los pies de Zane se adentraran en el sucio barro, manchando sus botas nuevas. Tras eso, sonrió y se impulsó de un salto hacia atrás, cayendo en un charco bastante pringoso que terminó por ensuciarle también los vaqueros.

—Hubiera preferido otro terreno en el que combatir… —comentó en voz baja, mientras clavaba la mirada sobre su oponente—. Y te lo vuelvo a decir: las katanas son mejores que las armas de asta.

De forma gradual sus brazos se fueron tornando de un color negro metalizado que se propago por sus sables, fluctuando de forma uniforme por sus hojas. Ya había tanteado a su rival. Era fuerte, ágil y sabía soportar una pequeña embestida, pero ¿sería capaz de soportar su voluntad como espadachín?

Volviendo a coger ambas espadas a la forma natural, lanzó una doble onda cortante hacia el suelo, buscando levantar el barro para intentar distraer a su oponente durante un instante, el cual aprovecharía para dar impulsarse a gran velocidad hacia él e intentar hacer la primera sangre del encuentro. Una vez estuviera cerca de Arthur, usando la novena hoja fiordiana que sujetaba con su izquierda intentaría trazar una vertical descendente apuntando a su cabeza que, aprovechando la diferencia de altura, no sería difícil. Tras ello, con izanami buscaría apuntar a la mano que sostenía su arma, para luego intentar otro ataque rápido con la zurda directo al cuerpo.

El pelirrojo los tenía bien puestos. Un ataque que haría retroceder a cualquiera con dos dedos de frente o un poco de instinto de conservación había sido recibido de lleno. Lo había bloqueado con un par de brazales metálicos y una fuerza inesperada, casi me daba pena no haber puesto más en ese golpe, pero así eran los saludos. Formalidades a parte era la hora de empezar a ponerse serios o este combate acabaría en frío como el de Dexter.

De todas formas tras ese breve intercambio puso terreno de por medio con un salto, aunque el aterrizaje no fue muy agraciado. Puede que fuera por sus palabras, pero sospechaba que no le terminaba de agradar este entorno. Un lugar con un firme tan poco estable tampoco era de mi preferencia, pero estaba acostumbrado al barro y la suciedad de los campos de batalla, el mal olor era lo que más me escamaba.

Esta vez venía en serio, o eso me decía el hecho de que hubiera cargado sus espadas con haki. Ese brillo metalizado no era difícil de esconder incluso en un objeto de acero, solo la mera presión de su voluntad era palpable desde aquí. Ese ataque tenía la intención de romper mi defensa. Me pilló un poco por sorpresa el hecho de que decidiera comenzar lanzado dos ondas cortantes a mis pies, levantando el barro en una cortina que entorpecía mi visión. Congelé el agua de este, dejando una ola a medio formar a la altura de mi cuello, aunque esto poco parecía entorpecer el avance de Zane, quien la rompió con su carga. Su arma izquierda apuntando desde lo alto a mi cabeza iba primero. Me aparté a tiempo para escuchar el acero silbar, justo en el mismo momento en que veía por el rabillo del ojo el reflejo de la katana de su derecha, derecha a la mano de mi arma. La solté justo a tiempo, dejando que chocase contra el asta de esta y dejando que el impulso del golpe la hiciera pivotar alrededor de mi espalda hasta la otra mano. Eso no lo podías hacer con un mango tan corto. Aproveché para lanzar un tajo como contraataque, pero justo antes noté algo que me sobresaltó, un segundo ataque con la izquierda, derecha al tronco. Se escuchó un choque seco y salí despedido unos cuatro metros hacia un lado debido al impulso. Aterricé de pie y de una pieza, mirando un tajo en mi ropa y notando el dolor de un golpe que dejaría marca.

- De no ser porque también sé usar el endurecimiento estaría en el hospital. - Comenté mientras evaluaba los daños, parecían leves, pero no sabía si tenía algún as bajo la manga. - Los espadachines siempre igual, cuando tenéis que poner algo de distancia siempre recurrís a lanzar ondas cortantes ¿Es que acaso son una asignatura troncal en todas las escuelas de esgrimismería? - En realidad no iba en serio, pero la verdad es que ya estaba siendo una técnica tan común que empezaba a dudar que se tratara de algo especial. - Miradme, soy un espadachín y tengo técnicas especiales y llamativas, lo que me hace especial. - Dije en un tono burlesco a la vez que rompía una rama más o menos recta de un arbusto y empezaba a moverla en una parodia a la esgrima. - Ahora sufre mi técnica definitiva, ¡tajo del matojo de la muerte! - Lancé un tajo descendente con la rama con una fuerza que sabía que no llegaría a ningún sitio... Excepto que si lo hizo. De la punta de la rama nació una onda cortante que recorrió la distancia que nos separaba a toda velocidad, separando tierra, agua y barro a su paso. Mi rostro mostraba una mezcla entre incredulidad y asombro al ver que había hecho algo totalmente inesperado, mi mandíbula casi tocando el suelo por un instante. ¿De verdad era tan fácil como agitar algo con fuerza?

El marine hizo algo que jamás hubiera esperado ver en ese combate: había congelado el barro que le había lanzado usando las ondas cortantes. Esa acción hizo que la mente de Zane cambiara todo lo que sabía de su contrincante. Era consciente que se alimentaba de fuego, ¿pero también era capaz de congelar? Aunque si se detenía a pensarlo detenidamente no era algo que se saliese de lo usual. Su propio segundo de abordo había demostrado en innumerables ocasiones que era capaz de congelar a sus enemigos con la misma facilidad con la que él generaba fuego, pese a que el primero no poseía ninguna fruta que le permitiera hacerlo, ¿por qué iba a ser Arthur diferente?

De nuevo, haciendo gala de una grandiosa velocidad de reacción, su oponente usó su… ¿naginata? Desconocía que clase de arma era en realidad, para golpearle de lleno en el antebrazo, haciéndole algo menos que un rasguño gracias a su haki de armadura.

Estaba a punto de contestar a Arthur, cuando sin venir a cuento lanzó una poderosa onda cortante que el pelirrojo esquivó concentrando fuego en sus pies y desplazándose hacia un lado gracias a su firebust.

—¡Más cuidado, hombre! ¿Acaso quieres partirme en dos? —se quejó Zane, clavando su mirada sobre el pequeño marine—. Y sí. Hacer una onda cortante es básico para cualquier espadachín. Si se tiene la suficiente fuerza y habilidad puedes hacer cualquier cosa con ellas. Es lo equivalente a cuando un luchador golpea con fuerza al aire y crea una onda, con la diferencia que esta corta.

Parte del público parecía estar viendo un espectáculo que combinaba comedia con acción, llegando a escuchar una mezcla de vítores de asombro con carcajadas excesivamente altas.

El pelirrojo suspiró e hizo surgir de sus omoplatos dos preciosas alas de color rojo carmesí. Al contrario que otras veces, no se molestó en crear un espectáculo de llamas para asombrar al público, sin que hizo aparecer sus alas y nada más. Tras eso, se impulsó a gran velocidad, agitándolas con fuerza para abordar con más rapidez al marine.

Una vez estuviera frente por frente de Arthur, utilizaría su novena hoja fiordiana con la intención de darle un golpe con la suficiente fuerza que, fuera bloqueada o no, proyectara tanto su ataque como su haki para acrecentar el daño recibido. Tras eso, aprovechando la pequeña ventaja que le daba el factor aéreo agitaría elegantemente una de sus alas buscando bordearlo y atacarle con un ataque ascendente en el sobaco, para luego darle una fuete patada en la espalda y alejarse de él a una distancia prudencial, a una altura de un par de metros sobre el terreno de juego.

Tardé un par de segundos en recuperar la expresión serena, otros dos en volver a recuperar la postura de combate. Sin duda esto me había pillado desprevenido. Aunque por otro lado nunca imaginé que fuera tan fácil, puede que tras tantos años de centrarme en el control del arma me resultase natural canalizar la fuerza. Esto abría un abanico de posibilidades y solucionaba muchos problemas, estaba seguro de que usaría mucho esta nueva capacidad en un futuro no muy lejano, aunque por orgullo tendría que encontrar una manera más creativa de usarlas.

Solté la rama mientras Zane se tomaba la libertad de explicarme delante de un público que, a diferencia de otros combates, nos recibía con risas y ánimos. Algo hizo que en mi corazón se instalase una cálida sensación que hace tiempo que no notaba, ese sentimiento de estar alegrando el día a alguien. Cumplir el deber era una máxima inquebrantable, pero llevar sonrisas a los rostros de la gente era el trabajo de héroes. Comenzaba a comprender por qué Al había creado el personaje de Scarfguy y se dedicaba a hacer el cabra con una bufanda mientras gritaba "soy la noche", bueno esa parte todavía se me escapaba, pero comprendía la parte de crear un personaje que alegrase a la gente.

Entre tanto a Zane parecieron crecerle alas, todo apuntaba a que se trataba de otra zoan. En serio ¿Es que las habían repartido como caramelos? Todo el mundo parecía tener una. En cualquier caso, las alas no eran para presumir, antes casi de que quisiera darme cuenta el pelirrojo estaba sobre mi, con la clara intención de lanzar un peligroso tajo. Lo detuve justo a tiempo usando el escudo, aunque la fuerza que proyectaba me impulsó un metro a un lado, dejando una estela en el barro. El impacto había sido mitigado, pero notaba como los músculos del brazo se me resentían, así como un leve corte en el hombro izquierdo. El ataque no acabó, ahí. Aprovechando su nueva maniobrabilidad para flanquearme lanzó otro tajo directo a mi axila. Por fortuna era más fácil pivotar sobre un eje que rodear, por lo que me dio tiempo a golpear su arma con la suficiente fuerza como para desviarla de su trayectoria. La guinda del pastel no me dolió tanto en la carne, sino más bien en el orgullo. No contento con todo esto decidió patear mi espalda, el golpe sacó parte del aire de mi pecho por un momento y dejó la marca del barro.

- Oh... Ahora sí que la has cagado. - Mi cabeza estaba algo baja tras el intercambio, lo que ensombrecía mi mirada y dejaba que sólo se viese un amenazador reflejo rojizo.

No estaba contento con pisotearme la espalda, con ser mas alto que yo, tenía que quedarse ahí, mirando desde lo alto por encima de mi hombro. Inspiré aire y me agazapé como una bestia al acecho, centrando la fuerza en las piernas, acercando peligrosamente la cara al barro. Inspiré aire hasta llenar mis pulmones, o bueno el maloliente aire del pantano. Tras eso parecí desaparecer a ojos del público, para aparecer justo debajo del pirata. Me posicioné con el brazo completamente flexionado sobre mi pecho, con la muñeca derecha sobre el hombro izquierdo, dejando el filo del arma a mi espalda. Un fuerte silbido se empezó a escuchar a mi espalda al tiempo que el agua y el barro se apartaban debido a la presión del aire movido por el 0 Raiser. Salté con toda la fuerza que me permitían mis piernas en una carga horizontal contra el pirata, ayudado de la propulsión extra por si decidía apartarse. Una vez cerca lanzaría un tajo en diagonal desde su hombro izquierdo a su cintura derecha, acompañado de una dosis de mi haki y una muestra aplicada de la lección que me tan amablemente me había explicado en forma de onda cortante a bocajarro. Si se quedaba seguiría empujando hacia arriba un poco más, si se apartaba continuaría igualmente en línea recta.

Apenas unas palabras de Arthur hicieron que el pelirrojo cambiara su gesto alegre y dicharachero por uno más serio acorde a las circunstancias. No sabía si había sido por haber hecho relucir sus preciosas alas, o tal vez porque le había dado una pequeña patada en la espalda para alejarse de él y continuar en el aire. De cualquier modo, Zane sabía que su pequeño contrincante se había enfadado, y enfurecer a un pelirrojo nunca era buena idea o, sino que se lo dijeran a aquellos que habían tenido la osadía de enfadarle a él.

El pelirrojo aguardó con sus espadas en pose neutra, esperando a ver que ataque se disponía a hacer el contraalmirante. El tiempo pareció detenerse durante un instante, haciendo desaparecer todo lo que había a su alrededor: el ruido, la gente gritando alrededor del estadio, el hedor a la mezcla de guano y barro que enturbiaba el ambiente… Todo. Tan solo estaban ellos dos, uno frente al otro.

Apenas un instante después, a una velocidad que pocas personas eran capaces de alcanzar, la pequeña bestia imparable desapareció de su vista. Sus sentidos le alertaron de que un gran peligro se acercaba, y estaban en lo cierto. Se inclinó hacia adelante, observando como el contraalmirante estaba flexionando sus piernas para lanzarse contra él. Sabía que no le daría tiempo a esquivarlo, así que la única opción que tenía era tratar de bloquearlo. Cruzó sus katanas, cuyas hojas continuaban de un color tan negro como la noche más oscura, e interceptó el ataque de su oponente. Su fuerza era tal, que apenas pudo aguantar la presión que ejercía durante un par de segundos, haciendo que saliera volando por los aires unos cuantos metros.

Abrió sus alas, deteniéndose en mitad del aire, y cuando quiso darse cuenta una onda cortante se cernía sobre él rápidamente. Apenas tuvo tiempo de reaccionar, e interpuso de nuevo sus espadas en mitad de su ataque. Forcejeó lo suficiente como para romper la onda en dos, al mismo tiempo que el resto de su tren superior se tornaba de negro metalizado. Hizo acopio de todas sus fuerzas y consiguió romper el ataque de su oponente en dos, pero al hacerlo el ataque se desvió recibiendo un feo corte en su oblicuo derecho y otro en el hombro. Pese a estar usando su haki los cortes incidieron en su piel y sus músculos unos dos o tres centímetros.

La sangre del pelirrojo emanaba por las heridas que le había realizado Arthur. Era digno de admiración que fuera capaz de crear ondas cortantes de esa magnitud de forma tan prematura, pese a haber aprendido a realizarlas hacía relativamente un par de minutos. ¿O acaso le estaba engañando? No. Un hombre como él no era de los que mentía en ese tipo de cosas, o eso quería cree el pirata.

Arthur continuó ascendiendo hasta que lo perdió de vista. Uso su vista de pájaro para encontrarlo, había ido muy lejos. «¿Estará eso permitido en las normas del torneo?», se preguntó el pelirrojo.

—¡Ande vas! —le gritó Zane—. ¡Que te vas a cambiar de campo!

El cuerpo del pirata fue cubriéndose de abundante energía espiritual de color azulada, envolviendo todos y cada uno de los rincones de su cuerpo. Poco a poco, dicha energía fue adoptando la forma de una armadura de samurái clásica del País de Wano, creando también una máscara que se posaba sobre el rostro del pirata. Aquel era una técnica que rara vez había usado, mas nunca se había enfrentado a alguien con una fuerza bruta tan asombrosa. «Dansetsu no Samurai», pensó el pelirrojo para sus adentros, mientras centraba su atención sobre el marine.

Agitó sus esplendorosas alas con súbita fuerza, tratando de acercarse lo antes posible su contrincante, para una vez estuviera frente a él, intentar girar sobre sí mismo y aprovechar la inercia del ataque para efectuar un golpe mucho más potente. Asimismo, aprovecharía la distancia para intentar darle un total de tres estocadas con su arma restante, sin apuntar a ningún lugar concreto de su cuerpo.

Por fin mi arma había probado sangre. Zane era resistente, eso lo había notado al ver cómo detenía sus ataques con cierto esfuerzo sin recibir más que un par de cortes, además de fuerte. Durante los pocos intercambios que habíamos tenido me había dejado la sensación de que, a pesar de mi entrenamiento, si el pirata se ponía en serio era capaz de superarme sin problemas. Lo más probable era que en un intercambio constante de golpes terminara ganando él, ni que decir tiene lo que pasaría si el combate fuera a muerte, cosa que no deseaba. Ya había tenido suficiente con luchar por mi vida contra ese maníaco de Thawne.

Desde lo alto miré al pelirrojo, parecía estar gritándome algo, aunque no lo escuchaba del todo bien. Justo después pude ver un brillo azulado que envolvía su cuerpo formando una especie de armadura, así como agitaba sus alas para ascender como una bola de cañón. Tenía que corresponder a tal despliegue con mis propias habilidades, dando al público un regalo para la vista de dos caballeros alados luchando en los cielos. La humedad del ambiente comenzó a congelarse formando una armadura parcial centrada en brazos, piernas y cintura formando la Slayer Armor, la hoja de mi arma se extendió hasta los tres metros y una segunda capa de los mismos cristales se formó a mi espalda en forma de estrellas de cuatro puntas y un pequeño escudo sobre el primero.

Avancé derecho a encontrarme a medio camino con Zane, el cual ya giraba para aplicar más fuerza al golpe. Mi arma salió al encuentro de la suya, cuyo filo se deslizó por el mío con una potencia mayor que los ataques anteriores. La fuerza del choque terminó por hacer ceder a mi arma lo suficiente como para que el samurái diera un limpio corte en diagonal en mi pecho, dejando un tajo que iba de pectoral a pectoral de unos pocos centímetros de profundidad. Sin dar importancia a la herida me preparé para los siguientes golpes que realizaría poniendo el escudo en frente de las zonas que estimaba más vulnerables, agitando mi arma con intención de lograr que se apartase. Dos estocadas atravesaron la capa de cristal, chocando contra el metal del escudo, mientras que una tercera encontró carne en mi hombro derecho, dejando otro pequeño tajo.

- Aquí arriba no nos tenemos que preocupar de ese mal olor ni de ensuciarnos las botas. - Comenté bromeando sin perder la guardia. "Y la guitarra que he traído no se dañará" Pense.

Listo o no regresaría a la carga, esta vez aprovechando mejor los ángulos que no me permitía estar en tierra. Maniobré en varias direcciones, manteniendo la distancia y analizando si su guardia era tan efectiva en todas ellas. Por fin me decanté por una dirección, por encima de su hombro izquierdo. Me lanzaría dirigiendo una estocada con mi arma para hacer saltar su defensa, una vez hiciera esto apartaría el arma para propinar un tajo descendente dirigido para pillar primero su ala derecha.

El encuentro de nuestras armas creó una onda de choque que se propagó durante varios metros a la redonda, notándose en las gradas superiores del estadio en el que habían dejado de combatir. Arthur parecía haberse equipado también con una especie de armadura que, a diferencia de la suya, parecía tener a su espalda dos shurikens de gran tamaño. «¿Podrá lanzarlos?», se preguntó, mientras su oponente se colocaba frente por frente, y observaba el aumento de tamaño de su arma.

—Pues dale caña, pelirrojo —le dijo.

La maniobrabilidad de su contrincante por los cielos, pese a no un ser alado, era digna de admiración. Durante las rondas anteriores se había enfrentado a otros usuarios que dominaban los cielos, pero no parecían tener la misma capacidad de movimiento que su compañero pelirrojo. Iba de un lado a otro, de izquierda a derecha, hacia arriba y hacia abajo, para adelante y para detrás… ¿Qué estaría tramando? ¿Acaso quería medir su capacidad de reacción? Cualquier cosa era posible. De pronto, su primer ataque. Lanzó una fuerte estocada hacia el frente, que trató de evitar echándose hacia atrás, al mismo tiempo que hacía un barrido de dentro hacia afuera con su espada, recibiendo un precioso corte en el brazo. Aquello le dolió, pero su ofensiva no paró ahí. Trazó un precioso arco con su arma y lanzó un poderoso corte apuntando su derecha. Ante aquello, lo primero que se le vino a Zane a la cabeza fue cruzar sus espadas y bloquear el descenso de su hoja. En cuanto los tres metales volvieron a chocar otra onda se propagó en todas direcciones, al mismo tiempo que multitud de chispas salían disparadas en todas direcciones.

Se encontraba en una posición con cierta desventaja, dado que Arthur estaba por encima de él casi un metro. El pirata, haciendo acopio de todas sus fuerzas, se aferró a los mangos de sus espadas y agitó sus alas y trató de echar hacia atrás al marine, mientras él también tomaba cierta distancia de seguridad.

—Veo que me vas a hacer ir más en serio… —comentó Zane, mientras su cuerpo aumentaba de tamaño hasta alcanzar los tres metros y diez centímetros de alto. Su cuerpo entero se cubrió de un bello plumaje de color rojizo con destellos dorados, y su musculatura aumentaba unos cuantos centímetros—. «Forma de combate» —dijo para sus adentros, mientras su cara convertida en la combinación perfecta entre un pájaro mitológico y un ser humano parecía mostrar una sonrisa—. Me gusta, Arthur. Demuéstrame lo que tienes.

Y de nuevo se impulsó hacia su contrincante, trazando una doble diagonal descendente, con tanta fuerza que proyecto inconscientemente dos ondas cortantes que, de haber estado en el estadio, seguramente, habría sido capaz de cortarlo y arrasar con él.

Por fin parecía que estaba pillando el ritmo del combate, moviéndome al paso de mi adversario y logrando conectar golpes que, aunque no fueran decisivos, eran un progreso. No paraba de sorprenderme la determinación con la que bloqueaba los ataques que recibía, afrontándolos de cara. Puede que nuestros estilos y armas difirieran, pero la forma de afrontar un desafío era bastante similar, las formas, la aptitud... Según había escuchado era de Wano, hogar de los samuráis, un tipo de guerreo cuya fama había atravesado los mares como expertos espadachines y leales sirvientes a su señor. Me picaba la curiosidad, puede que tras este torneo hiciera una visita a la isla para aprender de sus artes y su cultura.

Notó que mantener la posición elevada me daba ventaja, tratando de poner distancia entre nosotros. Zane se me apartó y se alejó para tener un breve respiro, o quizás un momento de concentración. No me quedaría de brazos cruzados mientras contemplaba como se transformaba en una mezcla entre hombre y ave ciclada, estaba seguro de que ese tamaño y esos músculos significaban tan malas noticias como en el caso del hombre tigre.

Un brillo rojizo envolvió mi cuerpo casi al mismo tiempo que el pirata se transformaba, aprovechando la energía térmica del ambiente para alimentar mis músculos y preparándome para recibir el embate. Angulé la hoja del arma como antes para recibir su corte, poniendo el escudo delante del pecho para evitar cortes fatales. Pero lo que recibí me sorprendió de lleno. Su fuerza no tenía ni punto de comparación con lo que había mostrado antes, era como ser arrollado por una locomotora a toda velocidad. El golpe vino como un relámpago, rompiendo la defensa de mi arma, apartándola de golpe y chocando de lleno contra el escudo. A pesar del endurecimiento noté como el choque me fracturaba el hueso bajo el escudo y un par de costillas, así como dejar un feo corte en el hombro derecho, el costado y el muslo izquierdo a causa de dos ondas cortantes. A pesar de mis esfuerzos salí disparado en la dirección contraria, no quería ni imaginarme la fuerza que hubiera mostrado de tener un buen apoyo en el suelo... o del destrozo que hubiera hecho en el estadio.

Congelé mis heridas, no había visto de primera mano su profundidad, pero tal y como se habían sentido estaba claro que, de dejarlas, la pérdida de sangre me pasaría factura sin tardar mucho. El Trans Am que estaba usando no me bastaba para enfrentarme a su fuerza, necesitaba algo más. Sospechaba que ni siguiera con el Burst Mode podría rivalizar esa fuerza, así que tenía que centrarme en la principal ventaja que veía. Por ahora parecía que mi velocidad era superior, y en un entorno abierto era el lugar ideal para sacarle partido.

Comencé a dejarme llevar por la gravedad para ganar algo de velocidad, una vez estuviese a unos 10 metros del estadio aceleraría haciendo una curva ascendente que me llevase de nuevo cerca de Zane. El aire silbaba a mi alrededor mientras lo cortaba a gran velocidad, dejando una estela blanca. Cuando estuviera cerca de él, sin dejar de cubrir mi arma en haki, torcería la boca principal del reactor del 0 Raiser para darme un súbito movimiento giratorio. Aprovechando el giro y el filo de mi arma formaría una enorme radial que se dirigiría derecha a por el pirata.

Un resplandor carmesí emergió del cuerpo del marine y se cernió sobre él, otorgándole un aspecto sacro, casi angelical. ¿Qué clase de poder sería ese? No iba a tardar en comprobarlo. Como si de un caballero de leyenda se tratase, con su flamante lanza y escudo se puso frente al pirata e interceptó su ataque de lleno. Fue un forcejeo de apenas unas milésimas de segundo, pero la forma de combate del pelirrojo, mejoraba lo que ya tenía de serie gracias al poder de su fruta, y Arthur salió despedido por los aires.

Por un instante el pelirrojo pensó que el combate había terminado, pues el cuerpo de su contrincante caía hacia el suelo cobrando cada vez más velocidad. Pero entonces, justo antes de chocar contra el estadio, trazó una perfecta parábola y cambió de sentido. La velocidad a la que se aproximaba hacia él era tan asombrosa como peligrosa. ¿Qué debía hacer? Sus sentidos más primarios estaban completamente puestos sobre su oponente, que hacía gala de su apodo a cada segundo que pasaba. Podía ver sus movimientos, también era capaz de oír como cortaba el aire a su paso. Su voluntad gritaba a voces y el pirata era capaz de notarla; así que no podía defraudar a su fiel compañero de borracheras de hacía un par de noches.

A sabiendas de lo cansado que era, el pirata no dudó en endurecer todo el haki que envolvía su tren superior, así como sus armas, haciendo que el brillo metálico que cubría su plumaje fuera más intenso. Apenas fueron unos segundos, aunque para Zane fueron eternos. Esperó hasta que su contrincante estuvo frente a él, preparado para lanzar una barrera de haki e intentar impedir su ataque. Sin embargo, en el último momento lo contempló… con una habilidad digna de ser narrada por juglares durante centurias enteras, cambió el rumbo de su ofensiva y comenzó a girar. Era como un tornado que giraba sobre sí mismo esperando llevarse por delante lo que encontrara; aunque en ese caso era él. Realizó fugaz movimiento con su mano, creando tratando de crear una barrera de haki, pero no sirvió de mucho. La velocidad a la que giraba hizo que la rompiera al instante, escuchándose un sonido parecido al de un cristal roto. Ante eso, con sus brazos, su tronco y sus espadas completamente endurecidas gracias a su haki de dispuso a bloquear el ataque.

Los giros de Arthur lo golpeaban una y otra vez, era como meter un tenedor en las aspas de un ventilador, chocaba y chocaba, pero era incapaz de bloquear el avance de su hoja. La energía espiritual que recubría su brazo derecho era destruida con cada golpe, llegando a golpear sus brazales metálicos. Con cada golpe el brazal se aboyaba y perdía su forma. Finalmente, con el último de los giros el arma de Arthur rozó la carne de Zane, haciendo que la hoja atravesara parte de su carne.

Zane gritó de dolor, y con un brusco movimiento casi instintivo desvió a su contrincante y reculó un par de metros. «Al final va a ser eso cierto de que un buen haki no lo es todo», se dijo, mientras con su fuego quemaba las cuerdas que ataban su brazal y lo dejaba caer sobre el terreno de juego «Espero acordarme luego de cogerlo».

—Eso duele —comentó el pirata, mientras su fuego curativo se enfocaba única y expresamente en la herida de su brazo derecho, de la que emanaba una gran cantidad de sangre. Apenas podía sujetar el arma con ella, así que la sostuvo con los dientes, apretándola con fuerza—. He ha a henhehar —le dijo, mientras su armadura de energía espiritual se desvanecía deshaciendo su armadura.

El pirata era consiente que si quería volver a usar su brazo derecho con soltura tenía que esperar. No obstante, si la cosa se complicaba se vería obligad a tener que usar su despertar y dejar que su contrincante se alimentase del fuego que generaba en ese estado, algo que seguramente no sería buena idea.

Tras un par de milésimas de segundo intentando pensar que hacer decidió dejarse llevar por su instinto y atacó de frente. Primero atacó con su zurda, tratando de darle una estocada a su oponente, mientras que con la katana que tenía en la boca, realizó un movimiento con el cuello buscando hacerle un corte. Tras eso, agitaría una de sus alas con fuerza y trataría de bordear a su contrincante para darle un poderoso corte en el costado.

Vale, nota mental, si necesitaba improvisar ataques, lo mejor sería evitar los giros. Pasaron unos instantes hasta que pude ver con mis propios ojos los daños que había realizado, tiempo en que mi vista volvía a la normalidad tras las vertiginosas revoluciones. Tuve que contener una fuerte arcada, no quería vomitar encima del púbico. Tragué con una notable cara de asco el zumo de desayuno que había subido sin ser invitado y volví a centrarme en mi contrincante.

Empezaba a notar el cansancio, aunque corto este combate estaba tomando un gran precio y estaba consumiendo energías como un loco. Mi cuerpo parecía estar en peores condiciones que el de el pirata y, a pesar de su grito un extraño fuego parecía centrarse en su herida, cerrándola. Extinguirá aquella llama de no ser porque no emitía calor y, suponía que aunque lo hiciese no podría anular el factor curativo de esta. Suspiré aliviado, el hecho de que pudiera regenerarse de esa forma significaba que podía poner un poco más de mí sin temor a matarlo... aunque era yo el que estaba más cerca de caer.

El brillo en sus ojos había cambiado, ahora que se había preparado para continuar con el combate, algo me decía que ahora su ataque se volvería más violento, más salvaje.

- ¡Kuru, Karaage! - Grité en unas de las pocas palabras que recordaba del lenguaje de Wano, un verbo y un plato de pollo frito.

Recibí su estocada directa con el escudo, la placa de hielo terminó de romperse, dejando el metal desnudo para amortiguar el golpe, pero tan fuerte que terminó de apartarlo del pecho, dejándolo al descubierto. Aunque traté de apartarme la katana de su boca trazó un feo corte en el pectoral derecho, peligrosamente cerca del cuello, una herida seria, pero no pondría en peligro mi vida. Trató de nuevo de flanquearme, a lo que respondí con un rápido bloqueo con el arma, aunque el impacto de este corte fue tal que hizo temblar cada músculo de mi mano, dejándola entumecida y haciendo que perdiese el agarre de Zinogre.

No perdí el tiempo, me centré en un punto concreto en el aire y creé una pequeña explosión de aire caliente para cambiar la posición de mi arma a una más cómoda. Con la derecha aún entumecida agarré mi arma con la izquierda a la vez que preparaba los músculos del brazo, tras eso, en un rápido contraataque, lancé mi arma hacia abajo, en dirección a Zane, en línea recta hasta el escenario. Funcionase o no, era la hora de subir una marcha, el brillo rojizo pasó a ser de un azul intenso al pasar al "Burst Mode". Aprovechando la velocidad extra puse distancia entre nosotros, orbitando a su alrededor de forma aparentemente errática, durante estos minutos que había durando el combate creía haber descubierto una oportunidad de dar un golpe que doblegase sus defensas, sólo necesitaba que estuviera pendiente de mí.

De pronto me dirigí a él, a tres metros cambiaría de dirección, esta vez dejándome entre él y el sol de la mañana, para luego hacer un movimiento instantáneo justo por encima de él. Esperaba que, tras apartarme acabase deslumbrado por el sol. Primera norma de los combates aéreos, se siempre consciente de la posición del astro rey. Una vez en posición pondría el escudo delante de él y apretaría el gatillo, lanzando un golpe con el ariete y parte de la fuerza acumulada en la batalla. Si mi estilo de Negación de zonas tenía éxito impactaría y lo mandaría hacia abajo. Aunque, fuera cual fuera el resultado la fuerza resultante terminaría de romperme el brazo fracturado.

La musculatura que le otorgaba su forma de combate estaba desapareciendo, mas no por ello iba a dejar que eso le pusiera en desventaja. Su cuerpo adoptó la estética que le otorgaba su forma híbrida por defecto, más estilizada que fornida, pero no por ello inferior en el resto de sus capacidades. Al pesar menos, seguramente, podría moverse más rápido, y eso contra alguien como Arthur sería una ventaja. Había logrado salir medianamente indigne del ataque de Arthur, pero algo en su interior le decía que era el principio. El tiempo transcurría, y era capaz de notar cierto cansancio en su interior. El exceso uso del endurecimiento de su haki, así como verse forzado tener que usar repetitivamente técnicas que mejorasen sus atributos era algo que cansaba. Sin embargo, aún le quedaba un as en la manga que no iba a tardar en utilizar.

El interior del cuerpo del pirata estaba que ardía, pero no iba a liberarlo de todavía, tenía que esperar el momento idóneo para ello. De pronto, el contraalmirante volvió a la carga, realizando rápidos movimientos con su arma hasta que la lanzó hacia abajo con todas sus fuerzas, apuntando hacia mi persona. Era un ataque simple, quizá demasiado. ¿Sería algún tipo de señuelo? Pensó el pirata mientras se impulsaba hacia el cielo gracias a su firebust, logrando esquivar su arma, que al chocar contra el suelo pudo escucharse un gran estruendo.

—Lord William no va a ganar para reparar sus estadios, ¿no crees? —comentó sin apartar la mirada de Arthur.

El interior de su cuerpo estaba completamente encendido, tan solo debía desatarlo en el último momento. Era capaz de notar como toda la energía del demonio que habitaba se propagaba a cada rincón de su ser. Al mismo tiempo, el marine había abandonado el aura rojiza que lo envolvía por uno más azulado para luego comenzar a girar alrededor del pirata.

Respiró hondo durante un breve instante que apenas duró un segundo completo, en los que estaba poniendo todos sus sentidos en los movimientos de Arthur hasta que fue capaz de ver que le deparaba su futuro próximo. Fue capaz de contemplar, de casi sentir, como del escudo de su brazo emergía una especie de saeta que le atravesaría y le haría caer al suelo muy dolorido. De vuelta a la realidad del momento, su oponente se abalanzó sobre él, a lo que el pirata reculó unos metros, preparado para lo que le iba a venir. Del escudo emergió dicha flecha, Zane esperó al último momento para realizar un movimiento de apertura con su espada, concentrando la voluntad en su hoja, y desviándola, con la mala suerte que le atravesó por completo el deltoides lateral.

No lo supo hasta que lo sintió atravesarle la piel, pero aquella arma estaba fabricada con una aleación reforzada con piedra marina. Era un dolor desgarrador que le hizo gritar del estremecimiento y hacerle caer hacia la arena de combate, cas sin poder evitarlo.

A medida que caía trató de usar su despertar, pero el fuego que le envolvía era como un mechero sin gas.

—Vamos colega —dijo en voz alta, hablándole al demonio que en teoría habitaba en su interior—. ¡Funciona!

Y su cuerpo se encendió, envolviéndose de una gigantesca masa de fuego que se propagó en un radio de diez metros antes de chocar contra el suelo, creando un cráter sobre el fango del pantano. El cuerpo del pirata había aumentado hasta los seis metros de altura, y sus cicatrices estaban curándose a una velocidad vertiginosa en el tiempo que estuvo tumbado. Lentamente, su cuerpo volvió a reducirse hasta adoptar el de su forma híbrida, aunque manteniendo el poder que le daba su despertar.

—Condenado kairoseki… —maldijo el pirata, mientras agarraba la empuñadura del sable que reposaba a un par de metros de él. Su otra espada estaba en algún lado del campo, así que seguramente tendría que buscarla luego entre toda la mierda de aquel campo de batalla. Sin pensarlo dos veces, golpeó el suelo, flexionando sus rodillas e impulsándose con tanta fuerza que agrandó aún más el cráter que había hecho su cuerpo, generando pequeñas llamas con cada movimiento de sus alas.

Sujetaba su espada con ambas manos, concentrando toda su fuerza en una única arma. Se abalanzó contra Arthur con la firme intención de hacerle morder el polvo, así que trataría de realizarle una serie de ataques continuados. El orden de los mismos sería el siguiente: Un tajo ascendente desde su abdomen hasta su cara, seguido de un giro hacia la derecha para trazar una horizontal y luego una estocada, que de atravesarle se impulsaría hacia el terreno de juego para dejarlo allí empalado.

Notaba un pitido en el oído, una nota constante que amortiguaba todos los sonidos a mi alrededor. Estaba todo negro, aunque poco a poco las imágenes regresaban a mis ojos, primero como escenas borrosas, luego formas más definidas. Por fin pude verlo, un enorme hombre pájaro en llamas estaba haciendo fuerza para hundir más su arma en mi costado derecho, tenía las manos aferradas al filo del arma, haciendo toda la fuerza posible para evitar que me clavase al suelo. Ahora que lo veía todo lo recordaba, Zane se había recuperado del golpe, lanzándose de nuevo a por mí con aquella nueva forma. Había tratado de defenderme, los dos primeros golpes fueron devastadores en un cuerpo ya maltrecho, me las había ingeniado para lograr que los cortes fueran lo más superficiales posibles, pero incluso con el endurecimiento mi carne no era rival para esas espadas.

Casi de forma literal estaba entre la espada y la pared, solo que esta pared era horizontal y estaba hecha de barro. Notaba el olor putrefacto, más fuerte todavía debido al calor que emanaba, notaba el dolor y cada fibra de mi cuerpo gritando que parase, que me diese por vencido. "Sólo un poco más" pensé, era demasiado pronto para terminar. El brazo roto soltó el arma, dejando de hacer fuerza, y apoyándose a un lado. Justo en ese momento noté un frío tacto familiar, Zinogre, mi arma estaba ahí, a mi lado. Miré al pirata a los ojos y sonreí.

- Me preguntaba... - Hice una pausa para escupir sangre. - Lo realistas que han hecho los escenarios... - Desvié la mirada a unos metros a mi lado, en el cráter que había dejado Zane al lanzarse a por mí, el cual había sido reclamado por el agua, pero todavía tenía unas zonas donde salían lenguas de fuego. - Los pantanos están llenos de microbios que descomponen la materia orgánica, adivina cual es su principal deshecho... Gas metano.

Con en estas palabras me centré en unos centímetros bajo mi cuerpo y unos metros a mis lados, en las numerosas burbujas de gas atrapadas bajo el lodo, reuniendo calor y generando una chispa en todas y cada una de ellas. La explosión hizo retumbar el centro del estadio, aprovechando el vacío generado por esta me desplacé hacia abajo los centímetros necesarios para librarme de ser empalado.

La herida sangraba, y a pesar de que había congelado la sangre de los otros cortes mi cuerpo estaba en condiciones para seguir sólo unos segundos. Absorbí todo el calor que pude, desde la explosión a las llamas que emergían del suelo, me incorporé de nuevo con la intención de hacer un último ataque. De pronto, el silencio. Un brillo dorado tomó mi cuerpo, había reunido energía suficiente, podía usar Radiant Ignition. Unas alas de cuchillas incandescentes emergieron de mi espalda, una cálida luz envolvió mi pecho, cuello y brazos. Tomé mi arma con el brazo bueno, el tiempo pareció haberse detenido mientras me posicionaba.

- Vamos Zane, una última vez. - Dije con una voz quebrada, estaba acelerando mi tiempo, lo que significaba que tardaría menos en caer el suelo.

Esperé a que tomara sus armas, este sería el intercambio final, no quería jugar sucio. Tras eso me lancé a una velocidad vertiginosa, directo a lanzar un primer tajo a su muslo derecho, a una velocidad similar a la de un relámpago, pasando por debajo de sus piernas, tras eso volvería a cargar para lanzar otro ataque a por el brazo izquierdo y, por último saltaría y lanzaría un último golpe descendente desde los cielos apuntando a su pecho, tratando de cortar tanto con mi arma como con mis alas.

Notaba como el corazón le palpitaba con fuerza, bombeando sangre con cada contracción que realizaba. «Pum, pum. Pum, pum», era capaz de escuchar en su interior. Su ofensiva había sido todo un éxito, mas no había sido suficiente como para terminar de derrotar a la pequeña bestia imparable de la marina. El pirata no pudo evitar reír ante aquello, pensando que todavía había muchos monstruos repartidos por el mar que no conocía, y su oponente era uno de ellos.

Arthur comentó en voz alta, pero no fue capaz de escucharlo. Y de pronto, todo estallo en un mar de llamas. Un fuego tan intenso como el suyo propio, pero que no procedía de ninguno de los dos combatientes. Pudo oír, o quizá había sido imaginaciones suyas, como alguien le llamaba pirómano. Durante las últimas semanas, los bomberos la organización de bomberos sin fronteras habían estado enviándole cartas para que dejara el torneo, alegando que lo solucionaba todo de la misma forma: a fogonazos. Solo esperaba, que de aquel destrozo no le echaran la culpa a él.

El fuego se fue disipando alrededor del marine, que comenzó a brillar con una luz dorada que no le gustaba mucho a Zane. Al mismo tiempo, unas alas emergieron en su espalda, con un brillo tan cálido como cegador. «¿Sería ese su verdadero poder?», se preguntó. Sabía que era capaz de absorber el fuego, ¿pero sería para materializarlo de esa forma? Era algo que verdaderamente le intrigaba. El estadio entero estaba expectante, no hacía falta tener un mantra muy desarrollado para notar los sentimientos encontrados de la gente que estaba a su alrededor.

El pirata suspiró, mientras se aferraba con todas sus fuerzas a su acero con ambas manos. Por primera vez en mucho tiempo se encontraba nervioso. ¿Sería miedo? ¿Sería emoción por el combate? ¿La felicidad por encontrar a otra persona con la que podía ir con todo físicamente y sin contenerse? No lo sabía, pero notaba como las piernas le temblaban. Y entonces, Arthur atacó.

Se movía a una velocidad vertiginosa, casi imperceptible para una persona normal. Sin embargo, él no era lo que se dice alguien muy corriente. Esperó al último momento, aguantando en guardia neutra, para tratar de bloquear el arma de su oponente, que se dirigía a su pecho, colocando la espada justamente a la altura de su abdomen y ejercer fuerza hacia arriba para evitar el ataque. ¿Funcionó? En parte, dado que recibió un feo corte en la cara. Tras eso, su oponente realizó un giro que el pirata siguió, recibiendo así un feo corte que le cruzó todo el abdomen, incidiendo en su piel tres o cuatro centímetros. En la cara del pirata se pudo ver una mueca de dolor, pero no podía pararse a maldecir a los infiernos, ya que el marine no había terminado. Sus extrañas alas le apuntaron, como si fueran las plumas endurecidas que Therax era capaz de controlar, e intuyó lo que le venía a continuación… Como pudo, abrió sus brazos y creó una barrera de haki de armadura, intentando bloquear los ataques de Arthur. Sin embargo, tampoco fue suficiente. La barrera fue rompiéndose con cada golpe, y finalmente se quebró, haciendo que varias cuchas se clavaran en el cuerpo del pirata y cayera al suelo. Eran cortes profundos y dolorosos, que le hicieron escupir sangre por la boca.

—Eres muy bueno —le dijo, mientras concentraba sus poderes curativos en las heridas que le había propinado, tratando de curarlas lo antes posible. No obstante, eso le iba a llevar su tiempo. Notaba el cansancio en su cuerpo, pero aún no iba a dejarse vencer.

En un último movimiento, concentró energía espiritual en su arma con la intención de devolverle al frente. Pensó en usar su Okama Samurái Kenpo, pero no tenía el cuerpo para flotirturas. Así que se decantó por otra cosa. Sus manos, así como su espada, comenzaron a emitir un aura blanquecina muy brillante, y haciendo acopio de todas sus fuerzas trazó una diagonal apuntando a su oponente.

—Takayasha… —susurró, esperando que aquel ataque fuera suficiente

Mis ataques llegaban a su objetivo, abriendo cortes y haciendo sangrar al pirata. De todas formas por cada herida que abría una se cerraba, con esas llamas sanadoras que le rodeaban era prácticamente imposible darle un golpe decisivo. Por mi parte estaba en las últimas, tirando de fuerzas de flaqueza, acelerando mis últimos metros antes de detenerme. Mi cuerpo me pedía que parase, pero mi espíritu me exigía que siguiera luchando, un alma que se había forjado en la batalla, que no se doblegaba ante la visión de la derrota, una fe en mí mismo envuelto en una armadura de acero.

Pero esto no era una batalla. A diferencia del combate de la anterior ronda ahora no había vidas en juego salvo las nuestras, no me jugaba nada salvo el orgullo y, tras esta lucha, ninguno de los dos volveríamos a nuestras habitaciones cabizbajos.

Lo miré a los ojos, reconociendo a un guerrero que volvería a encontrar en los mares cuando todo esto acabase, sólo el destino decidiría si repetiríamos este encuentro en un futuro. Ignorando el dolor volví a empuñar mi arma, poniéndome en guardia, ya no oía los vítores del público, mi vista sólo enfocaba al frente, teniendo la periferia borrosa y oscura. Trastabillé un momento antes de encarar de nuevo al pirata e inspiré hasta llenar los pulmones de aire.

Un sonoro grito de batalla salió de mi boca al cargar directo contra su onda cortante. El brillo blanquecino de su energía se encontró con el dorado de mis alas al usarlas como protección, para luego trazar una onda cortante ascendente con todas mis fuerzas, desviando la energía de aquel ataque hacia los cielos.

Maltrecho y ensangrentado volví a recuperar la postura. Durante unos segundos eternos estuve ahí, quieto, de pie delante de un estadio que contenía la respiración, expectantes de otro espectacular embate. El brillo dorado poco a poco fue desapareciendo, volviendo a darme el aspecto de una persona normal. Muchos no querían admitirlo, menos decirlo en alto, pero el resultado del combate era más que evidente, siendo testigos de como el contendiente al que animaban se había quedado inconsciente de pie, manteniendo la guardia. Pero lo que realmente se ganó al público fue el simple hecho, de que antes de caer en la inconsciencia, había apagado las llamas que se extendían por todo el estadio.