- Descripción del campo:
- Se trata de una arena de combate rectangular, de noventa metros de largo y sesenta y cinco metros de ancho completamente simétrico. Un sendero de mármol blanco de la mejor calidad, de un ancho de cinco metros, parten de cada pared del estadio hasta converger en el centro, en el cual hay una colosal estatua del organizador. Del mismo modo, en cada esquina del campo, formando un cuadrado de gran extensión, se encuentran unos setos podados con la figura de cada participante que ha llegado a la fase final del torneo.
¡Comienza Therax!
Los designios de la diosa Fortuna habían querido que Therax, tras pasar de ronda gracias a la ausencia de Dexter Black, tuviese que enfrentarse a su capitán en las semifinales del Torneo del Milenio. Aquel hecho no le había gustado demasiado, ya que había esperado poder enfrentarse el pelirrojo en la final. De ese modo hubiese quedado manifiestamente claro que los Hermanos de la Tormenta gozaban de una fortaleza digna de ser tenida en cuenta por todos a lo largo y ancho de los mares. No obstante, si se detenía a pensarlo aquel combate aseguraba que uno de ellos pasase a la última ronda. El éxtasis hacía vibrar cada átomo de su cuerpo.
El rubio había combatido junto a él en incontables ocasiones y, del mismo modo, ambos habían cruzado los sables muchas veces como simple y puro entrenamiento. Pero en aquella ocasión sería diferente. Estaba al tanto de las habilidades del Descamisetado, así como él lo estaba de las suyas. Muchas hazañas, algunas memorables y otras no tanto, pesaban sobre las espaldas de ambos, y la mayoría de las veces habían actuado juntos.
―No sabes cuánto tiempo he deseado que este día llegase. No te contengas, porque yo no lo haré ―dijo una vez hubo accedido al lugar donde se desarrollaría la lucha. El organizador había hecho un nada desdeñable despliegue de medios en las fases anteriores y el espadachín había tenido claro desde el principio que aquella vez no sería la excepción. Sus pies se encontraban sobre las baldosas de mármol que conducían al centro de la arena.
Recorrió buena parte del sendero, deteniéndose a la mitad del mismo para hacer que su mirada descansase sobre la figura de Lord William. ¿Qué demonios hacía él allí? Aparte de demostrar la opulencia de la que hacía gala y su casi obsceno poder adquisitivo, claro. Él presidía el lugar, mientras que cuatro setos podados con milimétrico detalle esbozaban las figuras de los contendientes.
―Demostrémosles por qué somos los más fuertes ―sentenció, desenvainando a Wirapuru y a Yuki-onna. En aquella ocasión no clavó a Kaze no Michi en el suelo. No había hielo que se pudiese comparar al fuego de su capitán, así que desterrar la posibilidad de usarlo le parecía la opción más sensata.
Una leve corriente de viento agitó el césped recién cortado que ocupaba el espacio libre de mármol y setos. Que la estatua del organizador acaparase toda la atención le incomodaba, pero estaba convencido de que más tarde o más temprano acabaría hecha añicos. Si no, él mismo se ocuparía de hacerlo en cuanto viese la oportunidad.
Por otro lado, la multitud que abarrotaba las gradas gritaba presa de la emoción. Tras las largas rondas preliminares por fin se aproximaba el momento decisivo y ese hecho agitaba sus entrañas con violencia. Therax se abstuvo de prestarles atención y dejó que su voluntad se expandiese por la zona. Si lo había dado todo para combatir contra Osuka Sumisu, su capitán no merecía menos.
El rubio había combatido junto a él en incontables ocasiones y, del mismo modo, ambos habían cruzado los sables muchas veces como simple y puro entrenamiento. Pero en aquella ocasión sería diferente. Estaba al tanto de las habilidades del Descamisetado, así como él lo estaba de las suyas. Muchas hazañas, algunas memorables y otras no tanto, pesaban sobre las espaldas de ambos, y la mayoría de las veces habían actuado juntos.
―No sabes cuánto tiempo he deseado que este día llegase. No te contengas, porque yo no lo haré ―dijo una vez hubo accedido al lugar donde se desarrollaría la lucha. El organizador había hecho un nada desdeñable despliegue de medios en las fases anteriores y el espadachín había tenido claro desde el principio que aquella vez no sería la excepción. Sus pies se encontraban sobre las baldosas de mármol que conducían al centro de la arena.
Recorrió buena parte del sendero, deteniéndose a la mitad del mismo para hacer que su mirada descansase sobre la figura de Lord William. ¿Qué demonios hacía él allí? Aparte de demostrar la opulencia de la que hacía gala y su casi obsceno poder adquisitivo, claro. Él presidía el lugar, mientras que cuatro setos podados con milimétrico detalle esbozaban las figuras de los contendientes.
―Demostrémosles por qué somos los más fuertes ―sentenció, desenvainando a Wirapuru y a Yuki-onna. En aquella ocasión no clavó a Kaze no Michi en el suelo. No había hielo que se pudiese comparar al fuego de su capitán, así que desterrar la posibilidad de usarlo le parecía la opción más sensata.
Una leve corriente de viento agitó el césped recién cortado que ocupaba el espacio libre de mármol y setos. Que la estatua del organizador acaparase toda la atención le incomodaba, pero estaba convencido de que más tarde o más temprano acabaría hecha añicos. Si no, él mismo se ocuparía de hacerlo en cuanto viese la oportunidad.
Por otro lado, la multitud que abarrotaba las gradas gritaba presa de la emoción. Tras las largas rondas preliminares por fin se aproximaba el momento decisivo y ese hecho agitaba sus entrañas con violencia. Therax se abstuvo de prestarles atención y dejó que su voluntad se expandiese por la zona. Si lo había dado todo para combatir contra Osuka Sumisu, su capitán no merecía menos.
Nunca el pase a la ronda final de un torneo había resultado tan amarga y poco gratificante; o eso era lo que sentía el pelirrojo. «¿De qué me sirve vencer todos mis combates, cuando el único que realmente quiero ganar lo pierdo?», le decía a Therax, mientras vaciaba su segunda botella de ron. Fueron unos días amargos, que ni el mejor de los alcoholes ni la más bella de las mujeres supo endulzarle al pirata. Sin embargo, todo cambió en el momento en el que supo que Therax iba a ser su contrincante.
Nunca se había batido en duelo oficial con su tercero de abordo, mas sabía que si alguien en su banda podía derrotarlo era él. Había desarrollado una gran habilidad con la espada, y su poder como usuario de zoan mitológica era digna de admiración. Zane habría estado mintiendo si hubiera dicho que no tenía ganas de combatir con él, pero, ¿su relación seguiría igual tras ese combate?
Al día siguiente, el emperador del nuevo mundo salió temprano de su barco. No quería encontrarse con el rubio antes de que comenzara su enfrentamiento, así que se equipó con sus mejores armas y fue a dar un paseo. La ciudad parecía más viva que nunca: cánticos por las calles, guirnaldas adornando los balcones y banderines con la cara de los finalistas en ella. Huelga decir que para Zane temprano era entorno a las doce del mediodía, y era probable que Therax se hubiera ido mucho antes que él, pero no pensó en ello.
No hizo demorar a su contrincante y se fue para el estadio número dos. Estaba situada en la zona oriental de la isla, y la cola para su entrada era excesivamente larga. Él, como siempre, entró por la puerta reservada para los combatientes, tonteo un poco con una de las azafatas y esperó a que dijeran su nombre.
Caminó por un largo camino de piedra blanca e impoluta, mientras contemplaba absorto como en cada esquina había un gigantesco seto de diez metros de alto con su figura.
—¡Hostia puta, chaval! —comentó en voz alta—. Cuando me jubile pienso poner en mi mansión una de estas.
Saludo a los espectadores, elevando las manos y señalando a todo su público, realizando un leve recorrido con sus brazos. Del mismo modo, mandó un beso a una joven de la grada que, sin razón aparente, se desmayó. “Si es que soy una fiera”, se dijo, para luego colocarse frente a su tercero de aborod.
—¿Estás seguro de eso? —le preguntó—. No quiero hacerte daño.
Su tono de voz era serio, pero al mismo tiempo irónico. El pirata era consciente que tenía que andar con pies de plomo, aunque era consciente de que sus propias taras morales le iban a impedir atacarle con todo.
Zane desenfundó sus dos espadas, para luego hacer una leve reverencia a Therax y quitarse su haori, quedándose con el torso desnudo.
—¡Adelante, Therax! —alzó la voz Zane—. ¡Demuéstrame de que pasta estás hecho!
Nunca se había batido en duelo oficial con su tercero de abordo, mas sabía que si alguien en su banda podía derrotarlo era él. Había desarrollado una gran habilidad con la espada, y su poder como usuario de zoan mitológica era digna de admiración. Zane habría estado mintiendo si hubiera dicho que no tenía ganas de combatir con él, pero, ¿su relación seguiría igual tras ese combate?
Al día siguiente, el emperador del nuevo mundo salió temprano de su barco. No quería encontrarse con el rubio antes de que comenzara su enfrentamiento, así que se equipó con sus mejores armas y fue a dar un paseo. La ciudad parecía más viva que nunca: cánticos por las calles, guirnaldas adornando los balcones y banderines con la cara de los finalistas en ella. Huelga decir que para Zane temprano era entorno a las doce del mediodía, y era probable que Therax se hubiera ido mucho antes que él, pero no pensó en ello.
No hizo demorar a su contrincante y se fue para el estadio número dos. Estaba situada en la zona oriental de la isla, y la cola para su entrada era excesivamente larga. Él, como siempre, entró por la puerta reservada para los combatientes, tonteo un poco con una de las azafatas y esperó a que dijeran su nombre.
Caminó por un largo camino de piedra blanca e impoluta, mientras contemplaba absorto como en cada esquina había un gigantesco seto de diez metros de alto con su figura.
—¡Hostia puta, chaval! —comentó en voz alta—. Cuando me jubile pienso poner en mi mansión una de estas.
Saludo a los espectadores, elevando las manos y señalando a todo su público, realizando un leve recorrido con sus brazos. Del mismo modo, mandó un beso a una joven de la grada que, sin razón aparente, se desmayó. “Si es que soy una fiera”, se dijo, para luego colocarse frente a su tercero de aborod.
—¿Estás seguro de eso? —le preguntó—. No quiero hacerte daño.
Su tono de voz era serio, pero al mismo tiempo irónico. El pirata era consciente que tenía que andar con pies de plomo, aunque era consciente de que sus propias taras morales le iban a impedir atacarle con todo.
Zane desenfundó sus dos espadas, para luego hacer una leve reverencia a Therax y quitarse su haori, quedándose con el torso desnudo.
—¡Adelante, Therax! —alzó la voz Zane—. ¡Demuéstrame de que pasta estás hecho!
―¿No quieres hacerme daño? Te acabas de quitar el haori, Zane. Tal vez los demás no sepan demasiado bien lo que eso significa, pero yo sí.
El Descamisetado mostraba el origen su sobrenombre cuando la ocasión lo requería y demandaba. Era una suerte de declaración de intenciones y, para Therax, una muestra de respeto digna de ser tenida en consideración. Su adversario era consciente de que sus habilidades eran más que suficientes para ponerle en serios apuros si no se tomaba en serio el combate, así que se prestó a demostrarle a su capitán que sus suposiciones iban bien encaminadas.
No nacieron alas en su espalda ni nada parecido, mas el viento sopló de un modo poco habitual. Lo hizo desde la espalda del espadachín, acunado en su seno a la onda cortante que acababa de nacer. Yuki-onna había segado el aire con un único y certero tajo. De la amplitud exacta, ni un milímetro más ni uno menos, el corte había descrito una trayectoria horizontal que había dado origen a aquella ráfaga cortante.
Avanzó hacia el pelirrojo sin dejar de crecer en ningún momento. Gozaba de un poder destructivo bastante modesto teniendo en cuenta las propiedades que Therax podía concederle en realidad, pero la velocidad de la que hacía gala era muy superior a la que cabría esperar en un primer momento. Avanzó sin piedad, devorando la distancia que la separaba de su objetivo. En su camino no dudó en dividir en dos la estatua de Lord William, no viéndose frenada y continuando con su recorrido.
El público ahogó un gemido al contemplar cómo la mitad superior de la figura se hacía añicos al chocar contra el suelo, pero enseguida estalló en vítores al comprobar que la lucha al fin había comenzado. Therax sonrió y alzó la guardia, consciente de las connotaciones ―siempre sujetas a la interpretación individual― que un gesto tan simple había tenido. Estaban allí para dar espectáculo, eso estaba claro, pero de ahí a ser meras marionetas al servicio del magnate de turno había un buen trecho.
El Descamisetado mostraba el origen su sobrenombre cuando la ocasión lo requería y demandaba. Era una suerte de declaración de intenciones y, para Therax, una muestra de respeto digna de ser tenida en consideración. Su adversario era consciente de que sus habilidades eran más que suficientes para ponerle en serios apuros si no se tomaba en serio el combate, así que se prestó a demostrarle a su capitán que sus suposiciones iban bien encaminadas.
No nacieron alas en su espalda ni nada parecido, mas el viento sopló de un modo poco habitual. Lo hizo desde la espalda del espadachín, acunado en su seno a la onda cortante que acababa de nacer. Yuki-onna había segado el aire con un único y certero tajo. De la amplitud exacta, ni un milímetro más ni uno menos, el corte había descrito una trayectoria horizontal que había dado origen a aquella ráfaga cortante.
Avanzó hacia el pelirrojo sin dejar de crecer en ningún momento. Gozaba de un poder destructivo bastante modesto teniendo en cuenta las propiedades que Therax podía concederle en realidad, pero la velocidad de la que hacía gala era muy superior a la que cabría esperar en un primer momento. Avanzó sin piedad, devorando la distancia que la separaba de su objetivo. En su camino no dudó en dividir en dos la estatua de Lord William, no viéndose frenada y continuando con su recorrido.
El público ahogó un gemido al contemplar cómo la mitad superior de la figura se hacía añicos al chocar contra el suelo, pero enseguida estalló en vítores al comprobar que la lucha al fin había comenzado. Therax sonrió y alzó la guardia, consciente de las connotaciones ―siempre sujetas a la interpretación individual― que un gesto tan simple había tenido. Estaban allí para dar espectáculo, eso estaba claro, pero de ahí a ser meras marionetas al servicio del magnate de turno había un buen trecho.
Contestó a su tercero de abordo con una simple sonrisa, pero porque no hacía falta nada más que eso. Ambos tenían la complicidad suficiente como para saber lo que el otro pensaba tan solo con ver un mal gesto por su parte, pues el largo camino que habían recorrido juntos así lo había propiciado. Therax era consciente de las habilidades de su capitán, sí, pero también era conocedor de sus puntos débiles y eso le ponía en desventaja. Sin embargo, de igual manera, Zane tenía la ventaja de saber las debilidades y fortalezas de su contramaestre. Iba a ser un combate muy complicado, quizá mucho más que el que tuvo con el dragón.
«Enséñame todo lo que sabes, amigo», comentó para sus adentros, casi al mismo tiempo que la bocina del estadio daba la señal de inicio de aquella contienda. Sin hacerlo esperar, el rubio empezó su acometida. Los vientos parecieron cambiar en todo el estadio, agitando incluso las nubes que estaban sobre ellos, canalizándose justo donde se encontraba Therax, que con un elegante movimiento de su brazo trazó una poderosa onda cortante completamente paralela a la arena de combate, cuya extensión perfectamente podía abarcar tres quintas partes del campo, potenciada, claro estaba, por el viento que era capaz de controlar.
Aquello era tan solo una pequeña muestra del poder que su tercero de abordo contenía en su interior. Sin embargo, usar ondas cortantes contra un espadachín que se especializaba en ellas era un error. Zane esperó al último momento posible, observando la forma en la que había cortado la estatua del organizador. Elevo su novena hoja fiordiana y realzó un movimiento descendente con gran fuerza, cortando de esa manera el ataque de su contrincante, dividiendolo en dos hoces que se desviaron y podaron las estatuas que estaban en las esquinas tras el pelirrojo; a medida que de su propio sable emergía otra onda dirigida a Therax, con la cual acabó por cortar la otra mitad de la estatua de Lord William, aunque esa vez en vertical.
El público gritó casi al unísono, mientras el pirata comenzó comenzó a correr hacia la dirección en la que estaba Therax, pues daba por hecho que aquella muestra de fuerza bruta no iba a hacerle daño, la distancia que había entre ellos fue reducida en poco menos de un par de segundos, y en el momento que lo tuvo en frente trazó una diagonal descendente con su zurda, al mismo tiempo que hacía un giro hacia su derecha para bordear a Therax y tratar de propinarle con su otra arma sobrante un corte en el costado. No quería hacerle una herida mortal, pero si una que pudiera ralentizarlo durante el combate. Aunque si lo pensaba bien, siempre podría usar su fuego curativo para dejarlo como recién salido de la pajarería.
—Algo me dice que a Lord William no va a gustarle lo que le hemos hecho a su estatua —bromeó, a la espera de la respuesta del rubio.
«Enséñame todo lo que sabes, amigo», comentó para sus adentros, casi al mismo tiempo que la bocina del estadio daba la señal de inicio de aquella contienda. Sin hacerlo esperar, el rubio empezó su acometida. Los vientos parecieron cambiar en todo el estadio, agitando incluso las nubes que estaban sobre ellos, canalizándose justo donde se encontraba Therax, que con un elegante movimiento de su brazo trazó una poderosa onda cortante completamente paralela a la arena de combate, cuya extensión perfectamente podía abarcar tres quintas partes del campo, potenciada, claro estaba, por el viento que era capaz de controlar.
Aquello era tan solo una pequeña muestra del poder que su tercero de abordo contenía en su interior. Sin embargo, usar ondas cortantes contra un espadachín que se especializaba en ellas era un error. Zane esperó al último momento posible, observando la forma en la que había cortado la estatua del organizador. Elevo su novena hoja fiordiana y realzó un movimiento descendente con gran fuerza, cortando de esa manera el ataque de su contrincante, dividiendolo en dos hoces que se desviaron y podaron las estatuas que estaban en las esquinas tras el pelirrojo; a medida que de su propio sable emergía otra onda dirigida a Therax, con la cual acabó por cortar la otra mitad de la estatua de Lord William, aunque esa vez en vertical.
El público gritó casi al unísono, mientras el pirata comenzó comenzó a correr hacia la dirección en la que estaba Therax, pues daba por hecho que aquella muestra de fuerza bruta no iba a hacerle daño, la distancia que había entre ellos fue reducida en poco menos de un par de segundos, y en el momento que lo tuvo en frente trazó una diagonal descendente con su zurda, al mismo tiempo que hacía un giro hacia su derecha para bordear a Therax y tratar de propinarle con su otra arma sobrante un corte en el costado. No quería hacerle una herida mortal, pero si una que pudiera ralentizarlo durante el combate. Aunque si lo pensaba bien, siempre podría usar su fuego curativo para dejarlo como recién salido de la pajarería.
—Algo me dice que a Lord William no va a gustarle lo que le hemos hecho a su estatua —bromeó, a la espera de la respuesta del rubio.
La onda cortante que había lanzado había sido dividida en dos sin mayores problemas; nada nuevo bajo el sol. De hecho se hubiese sentido en cierto modo decepcionado si aquel simple gesto, aquella sencilla toma de medida inicial, hubiese logrado herir en modo alguno al pelirrojo. «¿Qué tienes para mí, Zane?», se preguntó, preso de los nervios, al ver cómo el acero del Descamisetado cortaba el aire verticalmente.
Una feroz y afilada réplica de la ofensiva que él mismo había realizado se dirigía hacia él, pero Therax no se quedó quieto para dejar que el ataque le alcanzase. Wirapuru se adelantó a Yuki-onna al tiempo que el contramaestre le transmitía buena parte de su peso. El tajo ascendente no se hizo esperar, generando un agudo eco metálico cuando el acero y la ráfaga cortante colisionaron. Un forcejeo de apenas un segundo precedió al desvío de la trayectoria de la onda, que se elevó hasta las alturas antes de desaparecer por completo ante el asombro del público.
Sí, la multitud rugía, pero todas y cada una de las personas que la conformaban desconocían que aquello acababa de empezar. Los ojos del rubio, de un azul que ante la influencia de H se salpicaba de matices verdes en combate, pudieron distinguir a la perfección el movimiento de su capitán. Fue por ello que estaba preparado cuando uno de sus sables descendió oblicuamente sobre él. Yuki-onna se interpuso sin mayores complicaciones en la trayectoria, deteniendo el golpe tras verse obligada a retroceder algunos centímetros.
La siguiente acometida, realizada tras un ágil movimiento hacia uno de sus laterales, acertó a infligirle un corte superficial en el brazo antes de que Wirapuru imitase a su compañera para evitar daños mayores. Como de costumbre, sin importar cuánto se propusiese no hacerlo había comenzado el combate con demasiada confianza. «Si le permites hacerte otro de esos puedes darte por perdido, imbécil», se reprendió, forzándose a centrarse plenamente en el enfrentamiento.
―Pues que se enfade ―replicó el rubio ante el comentario de Zane―. Si algo le ha sentado mal puede bajar a la arena y decírnoslo personalmente. Yo no muerdo, aunque tú... ―Liberó una profunda carcajada antes de pasar de nuevo a la acción. Yuki-onna trazó un corte horizontal en dirección al abdomen del pelirrojo, mientras que, sintiéndose libre de la necesidad de proteger el costado de su propietario, Wirapuru realizó uno vertical y ascendente que no dejaba de resultar una distracción.
Aquella ofensiva apenas requería concentración por parte de Therax, por lo que había aprovechado la corta concatenación de cortes para dejar que H tomase forma en su pierna derecha. Tanto fue así que, un segundo después de que el segundo ataque fuese realizado, el espadachín reveló las afiladas y peligrosas garras de ave que daban forma a su pierna derecha. La alzó hacia las alturas y, como si de un juicio divinos se tratase, la hizo caer sobre el Descamisetado.
Consiguiese herirle o no, golpearía con fuerza el suelo para agrietar el sendero de mármol y así poder ocultar con disimulo algunos fragmentos en su plumífera extremidad cerrada. Hacía ya bastante tiempo que, en un evento que nada tenía que ver con el Torneo del Milenio, se habían bautizado a sí mismos como Loh Polloh por mera diversión... Y había que hacer honor a ese nombre, ¿no?
Una feroz y afilada réplica de la ofensiva que él mismo había realizado se dirigía hacia él, pero Therax no se quedó quieto para dejar que el ataque le alcanzase. Wirapuru se adelantó a Yuki-onna al tiempo que el contramaestre le transmitía buena parte de su peso. El tajo ascendente no se hizo esperar, generando un agudo eco metálico cuando el acero y la ráfaga cortante colisionaron. Un forcejeo de apenas un segundo precedió al desvío de la trayectoria de la onda, que se elevó hasta las alturas antes de desaparecer por completo ante el asombro del público.
Sí, la multitud rugía, pero todas y cada una de las personas que la conformaban desconocían que aquello acababa de empezar. Los ojos del rubio, de un azul que ante la influencia de H se salpicaba de matices verdes en combate, pudieron distinguir a la perfección el movimiento de su capitán. Fue por ello que estaba preparado cuando uno de sus sables descendió oblicuamente sobre él. Yuki-onna se interpuso sin mayores complicaciones en la trayectoria, deteniendo el golpe tras verse obligada a retroceder algunos centímetros.
La siguiente acometida, realizada tras un ágil movimiento hacia uno de sus laterales, acertó a infligirle un corte superficial en el brazo antes de que Wirapuru imitase a su compañera para evitar daños mayores. Como de costumbre, sin importar cuánto se propusiese no hacerlo había comenzado el combate con demasiada confianza. «Si le permites hacerte otro de esos puedes darte por perdido, imbécil», se reprendió, forzándose a centrarse plenamente en el enfrentamiento.
―Pues que se enfade ―replicó el rubio ante el comentario de Zane―. Si algo le ha sentado mal puede bajar a la arena y decírnoslo personalmente. Yo no muerdo, aunque tú... ―Liberó una profunda carcajada antes de pasar de nuevo a la acción. Yuki-onna trazó un corte horizontal en dirección al abdomen del pelirrojo, mientras que, sintiéndose libre de la necesidad de proteger el costado de su propietario, Wirapuru realizó uno vertical y ascendente que no dejaba de resultar una distracción.
Aquella ofensiva apenas requería concentración por parte de Therax, por lo que había aprovechado la corta concatenación de cortes para dejar que H tomase forma en su pierna derecha. Tanto fue así que, un segundo después de que el segundo ataque fuese realizado, el espadachín reveló las afiladas y peligrosas garras de ave que daban forma a su pierna derecha. La alzó hacia las alturas y, como si de un juicio divinos se tratase, la hizo caer sobre el Descamisetado.
Consiguiese herirle o no, golpearía con fuerza el suelo para agrietar el sendero de mármol y así poder ocultar con disimulo algunos fragmentos en su plumífera extremidad cerrada. Hacía ya bastante tiempo que, en un evento que nada tenía que ver con el Torneo del Milenio, se habían bautizado a sí mismos como Loh Polloh por mera diversión... Y había que hacer honor a ese nombre, ¿no?
El nuevo emperador del mar era más que consciente de que su tercero de abordo era diestro en el manejo de la espada, así como en el combate en general. Se había curtido en innumerables batallas, y a medida que la suya avanzaba, pese a que acaba de comenzar, se estaba percatando de que tenía que cambiar de actitud si quería salir de allí victorioso.
—No creo que ese viejo excéntrico quiera bajar aquí —le respondió Zane, sonriente—. Y no creo que quiera hacerlo después del infierno que se avecina.
El elemento natural que era capaz de controlar, gracias al demonio que había en su interior, comenzó a rodear a los dos combatientes, formando un tornado de llamas que creaba un circulo de la muerte cuya temperatura aumentará hasta que tan solo uno de los dos pueda estar en pie. Al mismo tiempo, uno de los sables de Therax trazó un corte, que no dudó en desviar con el protector metálico de su mano izquierda, recibiendo por ello un leve corte en el brazo; nada grave que no se curara en unos pocos segundos. Sin embargo, aquello no fue todo, pues una segunda acometida vino desde abajo. Zane intentó dar un salto hacia atrás, pero no con el suficiente tiempo como para evitar recibir un corte en la cara, que le rajo desde la barbilla hasta la frente. Tras eso, la todopoderosa garra del Hræsvelgr descendió peligrosamente hasta su cabeza, teniendo como única maniobra de defensa tener que endurecer su cabeza con haki de armadura para mitigar el golpe.
—Norma número uno, Theraxito: nunca me ataques en la cara.
Fueron las únicas palabras que recitó el pirata, para luego impulsarse envuelto en fuego contra Therax. Su cuerpo ya no era el de un humano normal y corriente, sino que estaba enteramente recubierto en un plumaje carmesí con destellos azules y dorados, mientras que su rostro era la combinación perfecta entre un todopoderoso suzaku y un ser humano. En cuanto estuviera frente a él, trazaría una diagonal con su diestra seguida de una estocada con su zurda, cada uno de esos ataques iría transportando sus poderosas, para justo después, hubieran sido sus ataques certeros o no, trazaría una doble onda cortante en forma de equis, cuya fuerza levantaría el suelo del campo en el que se encontraba, erosionando la tierra que había bajo sus pies.
—No creo que ese viejo excéntrico quiera bajar aquí —le respondió Zane, sonriente—. Y no creo que quiera hacerlo después del infierno que se avecina.
El elemento natural que era capaz de controlar, gracias al demonio que había en su interior, comenzó a rodear a los dos combatientes, formando un tornado de llamas que creaba un circulo de la muerte cuya temperatura aumentará hasta que tan solo uno de los dos pueda estar en pie. Al mismo tiempo, uno de los sables de Therax trazó un corte, que no dudó en desviar con el protector metálico de su mano izquierda, recibiendo por ello un leve corte en el brazo; nada grave que no se curara en unos pocos segundos. Sin embargo, aquello no fue todo, pues una segunda acometida vino desde abajo. Zane intentó dar un salto hacia atrás, pero no con el suficiente tiempo como para evitar recibir un corte en la cara, que le rajo desde la barbilla hasta la frente. Tras eso, la todopoderosa garra del Hræsvelgr descendió peligrosamente hasta su cabeza, teniendo como única maniobra de defensa tener que endurecer su cabeza con haki de armadura para mitigar el golpe.
—Norma número uno, Theraxito: nunca me ataques en la cara.
Fueron las únicas palabras que recitó el pirata, para luego impulsarse envuelto en fuego contra Therax. Su cuerpo ya no era el de un humano normal y corriente, sino que estaba enteramente recubierto en un plumaje carmesí con destellos azules y dorados, mientras que su rostro era la combinación perfecta entre un todopoderoso suzaku y un ser humano. En cuanto estuviera frente a él, trazaría una diagonal con su diestra seguida de una estocada con su zurda, cada uno de esos ataques iría transportando sus poderosas, para justo después, hubieran sido sus ataques certeros o no, trazaría una doble onda cortante en forma de equis, cuya fuerza levantaría el suelo del campo en el que se encontraba, erosionando la tierra que había bajo sus pies.
—Yo no te he atacado a ningún sitio —replicó el rubio con una sonrisa—. Tú has puesto la cara en medio para saludar a mi espada. No ha sido culpa mía.
No obstante, Zane ya no estaba allí para recibir sus palabras. Su lugar había sido tomado por una nada amigable materialización del suzaku que habitaba en su interior. Indudablemente aquello era un gran inconveniente, pero Therax no se amedrentó. Había visto a su capitán adoptar aquella forma muchas veces y no permitiría que el hecho de que lo hiciese una vez más le intimidase.
La colosal espiral ígnea que había nacido en torno a ambos, por el contrario, era algo a lo que el contramaestre no estaba acostumbrado. Pese a la novedad, no tenía tiempo para detenerse a valorar las habilidades del Descamisetado, pues éste se había lanzado a por él con evidente actitud ofensiva. Las llamas abrazaban sus sables como signo inequívoco de la naturaleza y fama del pirata. Primero un tajo descendente que Therax bloqueó como pudo con Wirapuru y después una estocada que el domador desvió con Yuki-onna. Aun así, su naturaleza animal le concedía a sus envites un poder ofensivo mayor del habitual. La consecuencia fue que, a pesar de haber logrado evitar daños mayores, el primer tajo provocó un tajo en su torso y la estocada un corte de más profundidad de la que hubiera deseado en su hombro. Del mismo modo, las llamas habían alcanzado a generar quemaduras poco profundas en el lugar donde el acero había lacerado su carne.
Sin embargo, el grueso del ataque se materializó en forma de dos ondas cortantes cruzadas que avanzaron hacia él sin misericordia. Las intentó frenar con sus propias espadas, pero sus pies se deslizaron sobre el mármol poco antes de que éste se levantara al paso de las ondas cortantes. Fue empujado hasta el margen del tornado de fuego, notando cómo algunas llamas mordían momentáneamente su espalda y obligándole a liberar un gemido de dolor antes de apartarse de ellas.
Pese a todo, en cuando puso un pie lejos de la vorágine flamígera su cuerpo comenzó a mutar. Su cuerpo creció hasta alcanzar una estatura de dos metros de altura y, del mismo modo, un sinfín de plumas nacieron de los poros de su piel hasta cubrir su anatomía por completo. Sus ojos se tornaron de un intenso color verde y sus facciones se vieron distorsionadas hasta recordad inequívocamente a las de un águila. El blanco pasó a teñir por completo su figura a excepción de cabeza y extremidades, que adoptaron un color grisáceo. Con Sirocco habiendo tomado forma en él no había tornado que se le resistiese.
Creó dos, el primero de ellos de un diámetro algo inferior a la espiral de fuego, y no dudó en expandirlo con firmeza para disipar las llamas y hacer desaparecer las lenguas anaranjadas que habían envuelto a ambos contendientes. El segundo cobró forma justo bajo los pies de su capitán, pero antes arrojó al aire los fragmentos de mármol que había arrebatado al sendero. Estos fueron propulsados hacia el rostro del pelirrojo para distraerle del huracán que amenazaba con aprisionarle.
Sus espadas también habían cambiado, pues habían crecido al ser rodeadas por veloces corrientes de viento que alcanzaban la solidez. Mas aquello era insignificante por el momento, pues el rubio vomitó a través de sus sables una serie de ondas cortantes que incorporó al tornado en el que había intentado apresarle. Estas pasarían a formar parte de su estructura, danzando alrededor de Zane y amenazando con lacerar su cuerpo cada vez que el viento las guiase cerca de él.
No obstante, Zane ya no estaba allí para recibir sus palabras. Su lugar había sido tomado por una nada amigable materialización del suzaku que habitaba en su interior. Indudablemente aquello era un gran inconveniente, pero Therax no se amedrentó. Había visto a su capitán adoptar aquella forma muchas veces y no permitiría que el hecho de que lo hiciese una vez más le intimidase.
La colosal espiral ígnea que había nacido en torno a ambos, por el contrario, era algo a lo que el contramaestre no estaba acostumbrado. Pese a la novedad, no tenía tiempo para detenerse a valorar las habilidades del Descamisetado, pues éste se había lanzado a por él con evidente actitud ofensiva. Las llamas abrazaban sus sables como signo inequívoco de la naturaleza y fama del pirata. Primero un tajo descendente que Therax bloqueó como pudo con Wirapuru y después una estocada que el domador desvió con Yuki-onna. Aun así, su naturaleza animal le concedía a sus envites un poder ofensivo mayor del habitual. La consecuencia fue que, a pesar de haber logrado evitar daños mayores, el primer tajo provocó un tajo en su torso y la estocada un corte de más profundidad de la que hubiera deseado en su hombro. Del mismo modo, las llamas habían alcanzado a generar quemaduras poco profundas en el lugar donde el acero había lacerado su carne.
Sin embargo, el grueso del ataque se materializó en forma de dos ondas cortantes cruzadas que avanzaron hacia él sin misericordia. Las intentó frenar con sus propias espadas, pero sus pies se deslizaron sobre el mármol poco antes de que éste se levantara al paso de las ondas cortantes. Fue empujado hasta el margen del tornado de fuego, notando cómo algunas llamas mordían momentáneamente su espalda y obligándole a liberar un gemido de dolor antes de apartarse de ellas.
Pese a todo, en cuando puso un pie lejos de la vorágine flamígera su cuerpo comenzó a mutar. Su cuerpo creció hasta alcanzar una estatura de dos metros de altura y, del mismo modo, un sinfín de plumas nacieron de los poros de su piel hasta cubrir su anatomía por completo. Sus ojos se tornaron de un intenso color verde y sus facciones se vieron distorsionadas hasta recordad inequívocamente a las de un águila. El blanco pasó a teñir por completo su figura a excepción de cabeza y extremidades, que adoptaron un color grisáceo. Con Sirocco habiendo tomado forma en él no había tornado que se le resistiese.
Creó dos, el primero de ellos de un diámetro algo inferior a la espiral de fuego, y no dudó en expandirlo con firmeza para disipar las llamas y hacer desaparecer las lenguas anaranjadas que habían envuelto a ambos contendientes. El segundo cobró forma justo bajo los pies de su capitán, pero antes arrojó al aire los fragmentos de mármol que había arrebatado al sendero. Estos fueron propulsados hacia el rostro del pelirrojo para distraerle del huracán que amenazaba con aprisionarle.
Sus espadas también habían cambiado, pues habían crecido al ser rodeadas por veloces corrientes de viento que alcanzaban la solidez. Mas aquello era insignificante por el momento, pues el rubio vomitó a través de sus sables una serie de ondas cortantes que incorporó al tornado en el que había intentado apresarle. Estas pasarían a formar parte de su estructura, danzando alrededor de Zane y amenazando con lacerar su cuerpo cada vez que el viento las guiase cerca de él.
Su acometida no funcionó como hubiera esperado. Había subestimado a su propio tercero de abordo, pensando que un leve tornado de fuego y dos prolongaciones de su espada sería suficiente como para ponerle en un aprieto. «Has mejorado, Therax. Mucho más de lo que habría esperado», reflexiono para sus adentros el emperador del mar, contemplando como su ataque era bloqueado de manera exitosa, aunque no por ello completamente eficaz.
De nuevo, las corrientes de aire comenzaron a cambiar en el estadio de una forma tan brusca como antinatural. Era capaz de sentir como el poder de ese elemento de la naturaleza se centraba en el cuerpo del rubio, cuyo aspecto ya no era el del rubio guaperas que tantos ligues le había robado en las tabernas de todo el mundo, sino el de una bestia alada tan imparable como la suya propia, el poder del todopoderoso Hræsvelgr. Inmediatamente, el fuego que había a su alrededor desapareció por una fuerte corriente de aire giratoria, mientras que bajo los pies del suzaku surgía otra igual de poderosa. Zane sonrió, clavando una mirada sobre su amigo para guiñarle un ojo.
El pirata estaba situado a tres metros sobre el suelo, contemplando los movimientos de su rival, atento a cualquier acción que realizase. Tras haberse, disipado el fuego que había a su alrededor, y que le había otorgado durante unos segundos el factor climático, unos pedruscos de mármol blanco se abalanzaron sobre él. El pirata no se inmuto por ello, sino que se concentró en ellos y usando su destructiva voluntad los convirtió en algo menos que polvo. Del mismo modo, su cuerpo se envolvió de un fuego tan intenso que pocos podrían soportar, tan alto que podría derretir hasta la más atérmica de las piedras. La razón de esto era para combinar su fuego con el viento, convirtiéndolo en un tornado de llamas que, de descontrolarse, seguramente haría arder el campo entero. Es más, su mera presión sobre el terreno estaba erosionando y derritiendo el mármol que estaba bajo sus pies.
En ese momento estaba completamente rodeado de fuego, y eso le gustaba, pero el tornado parecía encontrarse muy inestable, y no era para menos. El pirata no se había percatado de ello, pero su tercero de abordo había incorporado a su tornado proyecciones de su ataque, ¿cómo? Tendría que preguntarle después del combate, porque seguramente podrían sacar alguna técnica conjunta con ello. Sin embargo, parecía una combinación poco fructífera, pues la combinación de los tres rompió el tornado y cinco ondas cortantes se cernieron sobre el cuerpo del pelirrojo: bloqueó una con su diestra, arqueando el brazo hacia arriba formando un arco de noventa grados, se giró y desvió una segunda con su zurda. Ascendió para esquivar una tercera, pero entonces una cuarta le golpeó en el costado, haciéndole un feo corte de un par centímetros de grosor, mientras que una quinta le desplumaba la cabeza.
—¡Como me deje una calva, Therax, te juro que mando a Pepita a raparte los huevos con cera! —Le amenazó el pirata, mientras un chorro de sangre caía sobre su rostro, deslizándose sobre su pico y cayendo al suelo de roca fundida que abarcaba dos metros de radio desde la posición del pelirrojo—. Creo que es hora de enseñarte porque yo soy el capitán, Therax. Se acabaron las contemplaciones.
La temperatura ambiental comenzó a ascender progresivamente hasta convertirse en un verano cálido de una isla veraniega, alcanzando los cuarenta y cinco grados centígrados en todo el estadio. Al mismo tiempo, en las zonas verdes en un radio de treinta metros comenzó a arder, diminutas llamas que, lentamente, con cada segundo que pasaba, se iba convirtiendo en un diminuto infierno sobre aquella isla. Al mismo tiempo, el cuerpo del capitán pirata volvía a cambiar. Continuaba teniendo la anatomía de un pájaro antropomorfo, aunque con la diferencia de tener una apariencia más estilizada y humanizada, la cual le propiciaba a tener algo más de poder tanto ofensivo como defensivo.
—Es hora de que pruebes en tus propias carnes mi modo paladín —le dijo, mientras contemplaba a Therax desde arriba, pues la diferencia de alturas entre ambos era de un par de metros.
Y en menos que dura un parpadeo, el pirata concentró una buena cantidad de fuego en sus pies, al mismo tiempo que agitaba sus alas con fuerza, para situarse frente a su contrincante. Una vez estuviera ahí, trataría de realizar una doble diagonal descendente con ambos sables, buscando hacerle una preciosa herida de guerra en el pecho con forma de equis, para luego impulsarse raudo hacia la derecha y lanzarle un fogonazo, alejarse y de nuevo arremeter contra él con ambas espadas en ristre y crear una onda doble onda cortante que se uniría en una, con una potencia suficiente como para destruir un galeón entero y envolverlo en llamas, pues dichas ondas llevarían consigo el fuego que era capaz de controlar.
De nuevo, las corrientes de aire comenzaron a cambiar en el estadio de una forma tan brusca como antinatural. Era capaz de sentir como el poder de ese elemento de la naturaleza se centraba en el cuerpo del rubio, cuyo aspecto ya no era el del rubio guaperas que tantos ligues le había robado en las tabernas de todo el mundo, sino el de una bestia alada tan imparable como la suya propia, el poder del todopoderoso Hræsvelgr. Inmediatamente, el fuego que había a su alrededor desapareció por una fuerte corriente de aire giratoria, mientras que bajo los pies del suzaku surgía otra igual de poderosa. Zane sonrió, clavando una mirada sobre su amigo para guiñarle un ojo.
El pirata estaba situado a tres metros sobre el suelo, contemplando los movimientos de su rival, atento a cualquier acción que realizase. Tras haberse, disipado el fuego que había a su alrededor, y que le había otorgado durante unos segundos el factor climático, unos pedruscos de mármol blanco se abalanzaron sobre él. El pirata no se inmuto por ello, sino que se concentró en ellos y usando su destructiva voluntad los convirtió en algo menos que polvo. Del mismo modo, su cuerpo se envolvió de un fuego tan intenso que pocos podrían soportar, tan alto que podría derretir hasta la más atérmica de las piedras. La razón de esto era para combinar su fuego con el viento, convirtiéndolo en un tornado de llamas que, de descontrolarse, seguramente haría arder el campo entero. Es más, su mera presión sobre el terreno estaba erosionando y derritiendo el mármol que estaba bajo sus pies.
En ese momento estaba completamente rodeado de fuego, y eso le gustaba, pero el tornado parecía encontrarse muy inestable, y no era para menos. El pirata no se había percatado de ello, pero su tercero de abordo había incorporado a su tornado proyecciones de su ataque, ¿cómo? Tendría que preguntarle después del combate, porque seguramente podrían sacar alguna técnica conjunta con ello. Sin embargo, parecía una combinación poco fructífera, pues la combinación de los tres rompió el tornado y cinco ondas cortantes se cernieron sobre el cuerpo del pelirrojo: bloqueó una con su diestra, arqueando el brazo hacia arriba formando un arco de noventa grados, se giró y desvió una segunda con su zurda. Ascendió para esquivar una tercera, pero entonces una cuarta le golpeó en el costado, haciéndole un feo corte de un par centímetros de grosor, mientras que una quinta le desplumaba la cabeza.
—¡Como me deje una calva, Therax, te juro que mando a Pepita a raparte los huevos con cera! —Le amenazó el pirata, mientras un chorro de sangre caía sobre su rostro, deslizándose sobre su pico y cayendo al suelo de roca fundida que abarcaba dos metros de radio desde la posición del pelirrojo—. Creo que es hora de enseñarte porque yo soy el capitán, Therax. Se acabaron las contemplaciones.
La temperatura ambiental comenzó a ascender progresivamente hasta convertirse en un verano cálido de una isla veraniega, alcanzando los cuarenta y cinco grados centígrados en todo el estadio. Al mismo tiempo, en las zonas verdes en un radio de treinta metros comenzó a arder, diminutas llamas que, lentamente, con cada segundo que pasaba, se iba convirtiendo en un diminuto infierno sobre aquella isla. Al mismo tiempo, el cuerpo del capitán pirata volvía a cambiar. Continuaba teniendo la anatomía de un pájaro antropomorfo, aunque con la diferencia de tener una apariencia más estilizada y humanizada, la cual le propiciaba a tener algo más de poder tanto ofensivo como defensivo.
—Es hora de que pruebes en tus propias carnes mi modo paladín —le dijo, mientras contemplaba a Therax desde arriba, pues la diferencia de alturas entre ambos era de un par de metros.
Y en menos que dura un parpadeo, el pirata concentró una buena cantidad de fuego en sus pies, al mismo tiempo que agitaba sus alas con fuerza, para situarse frente a su contrincante. Una vez estuviera ahí, trataría de realizar una doble diagonal descendente con ambos sables, buscando hacerle una preciosa herida de guerra en el pecho con forma de equis, para luego impulsarse raudo hacia la derecha y lanzarle un fogonazo, alejarse y de nuevo arremeter contra él con ambas espadas en ristre y crear una onda doble onda cortante que se uniría en una, con una potencia suficiente como para destruir un galeón entero y envolverlo en llamas, pues dichas ondas llevarían consigo el fuego que era capaz de controlar.
Había enfadado a Zane y, aun si no lo había hecho, había conseguido que se pusiese serio. Era consciente de que la voluntad del pelirrojo podría ponerle en serios apuros. Cuando no la dirigía hacia él todo quedaba en malestar abdominal y alguna que otra ventosidad, pero había visto con sus propios ojos cómo incontables enemigos caían sólo con que el pelirrojo lo desease. El nunca había sido el objetivo de su ambición y era por ello que, en secreto, siempre había temido que aquel día llegase.
No obstante, parecía que por el momento el Descamisetado no tenía intención de abrumarle con su presencia, lo que bajo ningún concepto resultaba una ventaja. Aquello sólo implicaba que haría uso de otras habilidades igual de peligrosas... o incluso más. Efectivamente, cuando algunas gotas de sangre mancharon el mármol las palabras de su capitán le revelaron lo que estaba por venir. Pese a todo, la tensión del momento no le impidió sonreír una vez más y burlarse de su capitán —aunque sólo fuese un poco—:
—¿Quién es el buitre calvo ahora, eh? Y Pepita me prefiere a mí, lo sabes. De hecho creo que está celosa de Annie y lleva una temporada fingiendo indiferencia cuando me ve.
No hubo tiempo para más palabras, porque hasta el menos ducho en el arte de la guerra hubiese podido experimentar cómo el ambiente comenzaba a caldearse a una velocidad desorbitada. El modo en que el fuego y el calor comenzaban a engullirlo todo resultaba abrumador, y por un momento creyó entender lo que los rivales de Zane veían al contemplarle y enfrentarse a él. El calor que impregnaba el entorno era algo que Therax podía gestionar con bastante atino, pero no cabía duda de que proporcionaba a su rival una ventaja que no se podía permitir regalarle. Tenía que salir de allí. Tal vez no pudiese desprenderse del calor, pero sí alejarse de las llamas.
Se dispuso a alzar el vuelo, pero el pelirrojo no le dejó. Se abalanzó sobre él, trazando dos cortes que bloquearon las hojas de Wirapuru y Yuki-onna. Aun así, la velocidad que le proporcionaba el fuego le concedía una potencia imposible de mitigar y los aceros de Zane lograron provocarle dos cortes no demasiado profundos a la altura de los hombros, ya que el principio del movimiento era lo que Therax no había podido detener por completo.
Un rápido movimiento y volvía a estar encima de él, sólo que una gran llamarada amenazaba con devorar su carne antes si no hacía nada para impedirlo. El viento sopló con furia a su alrededor, intentando desviar las lenguas de fuego para ahorrarle cualquier daño a quien lo había invocado. Eran demasiadas y muy poderosas, de forma que muchas de ellas consiguieron traspasar el vendaval generado por el rubio y clavar sus ígneos colmillos en los brazos del contramaestre. Aulló de dolor, percibiendo el aroma a carne quemada antes de volver a alzar la guardia.
Pero fue en vano. Quemado, dolorido y, ¿por qué no decirlo?, desconcertado por el fogonazo, apenas alcanzó a cruzar sus sables para recibir la colosal onda cortante que el Descamisetado le había lanzado. El fuego le envolvía mientras se desplazaba hacia el muro que formaba el límite de la arena, pero el rubio decidió centrarse en evitar quemaduras de mayor gravedad. El viento sopló con furia en torno a él, consolidándose como una suerte de película que de forma torpe pero eficiente alejaba como podía las llamas de su piel.
El margen de la arena se abrió ante la potente trayectoria trazada por Therax, dejando que bloques de piedra y paneles de mármol cayesen al suelo y se hiciesen añicos. Las llamas crepitaban y en su afán por extinguirlo todo parecían haberlo logrado incluso con la voz del público, mas un suave murmullo que se cuestionaba el estado del semifinalista era vagamente apreciable.
Rodeado de escombros, se tomó unos segundos para recuperar el aliento antes de volver al campo de batalla y dar muestras de que aún estaba lejos de ser derrotado. Había sido un golpe muy violento, sí, pero no era la primera vez que aterrizaba de forma tan estrepitosa. Su plumaje había sido consumido por el fuego en numerosos puntos y varias quemaduras surcaban su piel, vale, pero estaba seguro de que hasta el mismo Zane se hubiera sentido decepcionado de comprobar que aquello era suficiente para tumbarle.
Chilló para que todo el mundo supiese que el rōnin alado continuaría presentando batalla y, de un único aleteo, se elevó hacia las alturas con la violencia de un huracán. El humo fue despejado durante unos segundos como consecuencia del iracundo vendaval que había nacido, permitiendo que el ave se elevase a unos siete metros de altura. Allí persistía el calor, pero las llamas estaban lejos de poder alcanzarle —al menos las que iban consumiendo todo el terreno—.
Clavó sus ojos verdosos en Zane antes de volver a alzar a Wirapuru. El viento aulló conforme se iba concentrando en su extremo más distal. La punta del sable brillaba con la luz del sol, pero no más que la esfera de aire concentrado que iba tomando forma lentamente. La condensación era tal que incluso adquiría la sólida naturaleza de una bola blanquecina portadora de la rabia del viento.
Y Levante cobró vida. Era un único ataque, pero suficientemente poderoso como para atravesar y arrasar con casi cualquier cosa que encontrase a su paso. La línea blanquecina iba creciendo con una velocidad inimaginable —toda la que el rubio podía concederle a su viento— y dejaba en ridículo la velocidad y el poder destructivo del huracán más portentoso que la humanidad hubiese contemplado.
No obstante, parecía que por el momento el Descamisetado no tenía intención de abrumarle con su presencia, lo que bajo ningún concepto resultaba una ventaja. Aquello sólo implicaba que haría uso de otras habilidades igual de peligrosas... o incluso más. Efectivamente, cuando algunas gotas de sangre mancharon el mármol las palabras de su capitán le revelaron lo que estaba por venir. Pese a todo, la tensión del momento no le impidió sonreír una vez más y burlarse de su capitán —aunque sólo fuese un poco—:
—¿Quién es el buitre calvo ahora, eh? Y Pepita me prefiere a mí, lo sabes. De hecho creo que está celosa de Annie y lleva una temporada fingiendo indiferencia cuando me ve.
No hubo tiempo para más palabras, porque hasta el menos ducho en el arte de la guerra hubiese podido experimentar cómo el ambiente comenzaba a caldearse a una velocidad desorbitada. El modo en que el fuego y el calor comenzaban a engullirlo todo resultaba abrumador, y por un momento creyó entender lo que los rivales de Zane veían al contemplarle y enfrentarse a él. El calor que impregnaba el entorno era algo que Therax podía gestionar con bastante atino, pero no cabía duda de que proporcionaba a su rival una ventaja que no se podía permitir regalarle. Tenía que salir de allí. Tal vez no pudiese desprenderse del calor, pero sí alejarse de las llamas.
Se dispuso a alzar el vuelo, pero el pelirrojo no le dejó. Se abalanzó sobre él, trazando dos cortes que bloquearon las hojas de Wirapuru y Yuki-onna. Aun así, la velocidad que le proporcionaba el fuego le concedía una potencia imposible de mitigar y los aceros de Zane lograron provocarle dos cortes no demasiado profundos a la altura de los hombros, ya que el principio del movimiento era lo que Therax no había podido detener por completo.
Un rápido movimiento y volvía a estar encima de él, sólo que una gran llamarada amenazaba con devorar su carne antes si no hacía nada para impedirlo. El viento sopló con furia a su alrededor, intentando desviar las lenguas de fuego para ahorrarle cualquier daño a quien lo había invocado. Eran demasiadas y muy poderosas, de forma que muchas de ellas consiguieron traspasar el vendaval generado por el rubio y clavar sus ígneos colmillos en los brazos del contramaestre. Aulló de dolor, percibiendo el aroma a carne quemada antes de volver a alzar la guardia.
Pero fue en vano. Quemado, dolorido y, ¿por qué no decirlo?, desconcertado por el fogonazo, apenas alcanzó a cruzar sus sables para recibir la colosal onda cortante que el Descamisetado le había lanzado. El fuego le envolvía mientras se desplazaba hacia el muro que formaba el límite de la arena, pero el rubio decidió centrarse en evitar quemaduras de mayor gravedad. El viento sopló con furia en torno a él, consolidándose como una suerte de película que de forma torpe pero eficiente alejaba como podía las llamas de su piel.
El margen de la arena se abrió ante la potente trayectoria trazada por Therax, dejando que bloques de piedra y paneles de mármol cayesen al suelo y se hiciesen añicos. Las llamas crepitaban y en su afán por extinguirlo todo parecían haberlo logrado incluso con la voz del público, mas un suave murmullo que se cuestionaba el estado del semifinalista era vagamente apreciable.
Rodeado de escombros, se tomó unos segundos para recuperar el aliento antes de volver al campo de batalla y dar muestras de que aún estaba lejos de ser derrotado. Había sido un golpe muy violento, sí, pero no era la primera vez que aterrizaba de forma tan estrepitosa. Su plumaje había sido consumido por el fuego en numerosos puntos y varias quemaduras surcaban su piel, vale, pero estaba seguro de que hasta el mismo Zane se hubiera sentido decepcionado de comprobar que aquello era suficiente para tumbarle.
Chilló para que todo el mundo supiese que el rōnin alado continuaría presentando batalla y, de un único aleteo, se elevó hacia las alturas con la violencia de un huracán. El humo fue despejado durante unos segundos como consecuencia del iracundo vendaval que había nacido, permitiendo que el ave se elevase a unos siete metros de altura. Allí persistía el calor, pero las llamas estaban lejos de poder alcanzarle —al menos las que iban consumiendo todo el terreno—.
Clavó sus ojos verdosos en Zane antes de volver a alzar a Wirapuru. El viento aulló conforme se iba concentrando en su extremo más distal. La punta del sable brillaba con la luz del sol, pero no más que la esfera de aire concentrado que iba tomando forma lentamente. La condensación era tal que incluso adquiría la sólida naturaleza de una bola blanquecina portadora de la rabia del viento.
Y Levante cobró vida. Era un único ataque, pero suficientemente poderoso como para atravesar y arrasar con casi cualquier cosa que encontrase a su paso. La línea blanquecina iba creciendo con una velocidad inimaginable —toda la que el rubio podía concederle a su viento— y dejaba en ridículo la velocidad y el poder destructivo del huracán más portentoso que la humanidad hubiese contemplado.
El capitán pirata comenzó a cuestionarse si su ataque había sido demasiado intenso, después de todo quien tenía frente a él era un amigo, casi un hermano. El suelo se había levantado por completo debido a sus ondas cortantes que había sido capaz de crear. Se podía contemplar el mármol roto, la tierra que yacía bajo ella completamente surcada, dejando ver un fondo de piedra grisácea que, seguramente, fueran los cimientos del estadio.
El tiempo pareció detenerse durante un instante al ver como su tercero de abordo no se levantaba del suelo. «Vamos, Ther, levanta», se decía con cierta preocupación. Sin embargo, fue entonces cuando un poderoso grito que parecía que se expandía por toda la isla nació de su contramaestre que no tardó más en levantarse. El público comenzó a aplaudir, ante lo que el pelirrojo mostró una sonrisa. Parecía encontrarse bien, algo quemado, pero aún se hallaba en condiciones de darle guerra. Fue en ese momento, cuando creando una poderosa onda expansiva se elevó hacia los cielos, extendiendo el fuego del terreno hasta llegar a todos los rincones del estadio. Los setos de cada esquina, entonces, comenzaron a arder en su base y apena tardaron unos segundos en caerse.
Mientras aquello ocurría en la arena de juego, en el que se había convertido en el segundo escenario de aquel combate, el cielo, Therax contemplaba amenazador y decisivo a Zane, que no tardó mucho en impulsarse hacia arriba con la ayuda de sus piernas y un fuerte aleteo. «¿Qué hará ahora?», se cuestionó, a sabiendas de que las habilidades del rubio eran muchos más poderosas en el aire que sobre la tierra. En aquel entorno ganaba velocidad y eso era una gran ventaja para él, que era capaz de usar el viento para impulsarse y abarcar mucha más distancia. Zane respiró, aferrándose a las empuñaduras de sus espadas y se puso en guardia. Era el turno de su contrincante, así que tan solo tenía que esperar.
La hoja del sable de Therax comenzó a canalizar una gran cantidad de aire, que empezaba a brillar. Era consciente de lo que le venía encima, una onda tan potente como para destrozar la pared del estadio de un único movimiento. ¿En serio iba a usarlo en aquel lugar? Sí, estaba claro de que sí. Podía verlo en sus ojos. No solo quería ganar, sino que quería demostrar quién era. Muchas veces se había quejado de los desprecios que había recibido por parte de Dexter, de Osuka o de otros de los monstruos que poblaban el mundo. Y si alguien lo entendía era el propio Zane, quien había tenido que derribar un muro tras otro para llegar hacia donde había llegado.
El pirata le asintió, mientras su cuerpo entero se envolvía de su voluntad, tornándose de un color negro metalizado que le hacía parecer un guerrero alado procedente de los infiernos. Era consciente de que, si esquivaba el ataque, lo más seguro era que las gradas traseras cayeran, así que la única solución era recibirlo y desviarlo hacia el suelo. Respiró hondo, suspirando y clavó su vista sobre el movimiento de la espada, que al descender proyectó todo su poder contra él. De inmediato, con un movimiento de sus espadas, creó una gran barrera de haki que pareció bloquear el ataque durante un breve instante, mitigando un poco el poder que abarcaba, para luego romper la barrera y golpear en las espadas del pelirrojo, que trataba de desviar su poder hacia el suelo. Sentía como la potencia del ataque desgarraba sus músculos y le hacía recular hacia atrás por mucho que aleteaba hacia adelante, hasta que finalmente el ataque de Therax lo envió contra la parte baja de las gradas, que se rompieron en cuanto el pirata chocó contra ellas.
El pirata se tomó un instante antes de levantarse, pasando la mano por el hermoso corte que su contramaestre le había hecho en el pecho. «Si no llego a usar el endurecimiento de mi haki no lo cuento», se dijo, notando como el cuerpo entero le temblaba.
—Luego el bestia soy yo —masculló, riéndose a momento. Cualquiera que hubiera visto esa escena en concreto pensaría que estaba loco, pero en realidad estaba feliz de saber cuánto había evolucionado su tercero de abordo. Justo después, agitó sus alas y se elevó en el aire, hasta situarse donde estaba Therax—. Porque te conozco… Sino diría que quieres matarme y hacerte con la banda.
El rostro sonriente del pelirrojo retornó a uno más serio a medida que sus espadas se envolvían de energía espiritual, comenzando a brillar con una tonalidad azulada bastante serena. Tras eso, haciendo acopio de sus fuerzas, Zane comenzó a girar alrededor de Therax, manteniéndolo siempre de frente, mientras la furia de su Arashi no Ken a máxima potencia caía sobre él, en forma de ondas cortantes de la misma extensión de sus sables, las cuales al entrar en contacto con un objetivo sólido explotarían causando una onda explosión de energía que abarcaría dos metros de radio.
El tiempo pareció detenerse durante un instante al ver como su tercero de abordo no se levantaba del suelo. «Vamos, Ther, levanta», se decía con cierta preocupación. Sin embargo, fue entonces cuando un poderoso grito que parecía que se expandía por toda la isla nació de su contramaestre que no tardó más en levantarse. El público comenzó a aplaudir, ante lo que el pelirrojo mostró una sonrisa. Parecía encontrarse bien, algo quemado, pero aún se hallaba en condiciones de darle guerra. Fue en ese momento, cuando creando una poderosa onda expansiva se elevó hacia los cielos, extendiendo el fuego del terreno hasta llegar a todos los rincones del estadio. Los setos de cada esquina, entonces, comenzaron a arder en su base y apena tardaron unos segundos en caerse.
Mientras aquello ocurría en la arena de juego, en el que se había convertido en el segundo escenario de aquel combate, el cielo, Therax contemplaba amenazador y decisivo a Zane, que no tardó mucho en impulsarse hacia arriba con la ayuda de sus piernas y un fuerte aleteo. «¿Qué hará ahora?», se cuestionó, a sabiendas de que las habilidades del rubio eran muchos más poderosas en el aire que sobre la tierra. En aquel entorno ganaba velocidad y eso era una gran ventaja para él, que era capaz de usar el viento para impulsarse y abarcar mucha más distancia. Zane respiró, aferrándose a las empuñaduras de sus espadas y se puso en guardia. Era el turno de su contrincante, así que tan solo tenía que esperar.
La hoja del sable de Therax comenzó a canalizar una gran cantidad de aire, que empezaba a brillar. Era consciente de lo que le venía encima, una onda tan potente como para destrozar la pared del estadio de un único movimiento. ¿En serio iba a usarlo en aquel lugar? Sí, estaba claro de que sí. Podía verlo en sus ojos. No solo quería ganar, sino que quería demostrar quién era. Muchas veces se había quejado de los desprecios que había recibido por parte de Dexter, de Osuka o de otros de los monstruos que poblaban el mundo. Y si alguien lo entendía era el propio Zane, quien había tenido que derribar un muro tras otro para llegar hacia donde había llegado.
El pirata le asintió, mientras su cuerpo entero se envolvía de su voluntad, tornándose de un color negro metalizado que le hacía parecer un guerrero alado procedente de los infiernos. Era consciente de que, si esquivaba el ataque, lo más seguro era que las gradas traseras cayeran, así que la única solución era recibirlo y desviarlo hacia el suelo. Respiró hondo, suspirando y clavó su vista sobre el movimiento de la espada, que al descender proyectó todo su poder contra él. De inmediato, con un movimiento de sus espadas, creó una gran barrera de haki que pareció bloquear el ataque durante un breve instante, mitigando un poco el poder que abarcaba, para luego romper la barrera y golpear en las espadas del pelirrojo, que trataba de desviar su poder hacia el suelo. Sentía como la potencia del ataque desgarraba sus músculos y le hacía recular hacia atrás por mucho que aleteaba hacia adelante, hasta que finalmente el ataque de Therax lo envió contra la parte baja de las gradas, que se rompieron en cuanto el pirata chocó contra ellas.
El pirata se tomó un instante antes de levantarse, pasando la mano por el hermoso corte que su contramaestre le había hecho en el pecho. «Si no llego a usar el endurecimiento de mi haki no lo cuento», se dijo, notando como el cuerpo entero le temblaba.
—Luego el bestia soy yo —masculló, riéndose a momento. Cualquiera que hubiera visto esa escena en concreto pensaría que estaba loco, pero en realidad estaba feliz de saber cuánto había evolucionado su tercero de abordo. Justo después, agitó sus alas y se elevó en el aire, hasta situarse donde estaba Therax—. Porque te conozco… Sino diría que quieres matarme y hacerte con la banda.
El rostro sonriente del pelirrojo retornó a uno más serio a medida que sus espadas se envolvían de energía espiritual, comenzando a brillar con una tonalidad azulada bastante serena. Tras eso, haciendo acopio de sus fuerzas, Zane comenzó a girar alrededor de Therax, manteniéndolo siempre de frente, mientras la furia de su Arashi no Ken a máxima potencia caía sobre él, en forma de ondas cortantes de la misma extensión de sus sables, las cuales al entrar en contacto con un objetivo sólido explotarían causando una onda explosión de energía que abarcaría dos metros de radio.
Abigail Mjöllnir
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Destreza
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Instinto
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Akuma no mi
Varios
Buenos días o tardes, soy Abigail y seré el árbitro de estas semifinales. Estoy seguro de que ya sabéis qué apartados son los que valoramos, pero tengo que indicaros un detalle para las semifinales que es bastante obvio: al tratarse de una eliminatoria no existe la posibilidad de empate.
Dicho esto, pasamos al desglose y destripe del combate:
Resultado:
Me duele en el alma porque sé que si no estuviera el límite de tiempo podríais dar un espectáculo tremendo, pero... bueno, espero que en un futuro os apaleéis bien, sin estrés, prisas, cansancio o agotamiento.
En circunstancias normales consideraría esto un empate hablando de forma narrativa porque no creo que deslices ortográficos deban marcar la diferencia en un combate breve de apenas cuatro asaltos, pero... en las eliminatorias debe salir alguien y la diferencia de pulcritud marca la diferencia en este combate.
La victoria es para Therax Palatiard, que pasa a la final. Ha sido un combate breve pero intenso y bueno, enhorabuena a ambos.
Como siempre, os recordaré que tenéis derecho a pedir una segunda moderación si creéis que no he revisado esto de forma acertada, si queréis una segunda opinión, etc. Si queréis una segunda moderación, por favor, pedidlo bajo este post para que se pase alguno de mis compañeros cuanto antes.
Dicho esto, pasamos al desglose y destripe del combate:
- Victoria bélica: Ha sonado la campana antes así que 0 puntos.
- Asunción de daños: Como ya sabéis, esto no va de cantidad de daños, va de la coherencia al asumirlos. No voy a sacar la calculadora, y es que vuestras resistencias y fuerzas son tan similares que sería absurdo ponerme a pensar si con X rangos puedes aguantar tal o tal. Creo que Therax ha asumido bien los daños derivados de la diferencia de velocidades y los ataques rápidos de Zane y su fuego. En el caso de Zane creo que ha reaccionado bien y ha asumido coherentemente los daños de las tretas de Therax, tanto el tajo de distracción como las ondas escondidas, así como el poder destructivo de Levante. En los intercambios menores, de la misma forma, no veo apenas diferencia entre los dos. 0 puntos.
- Originalidad y entorno: Pues a ver... aquí hay un poco de las dos cosas. No puedo tomar el incendiar la arena como algo original, y de la misma forma no puedo tomar el extinguirla como una respuesta original. Cositas que sí considero ingeniosas: La jugarreta de Therax de intentar distraer a Zane con mármol y meterle un tornado con ondas de corte escondidas, lo malo es que no ha funcionado del todo, especialmente la primera parte. Por otra parte, es verdad que es buena idea, e ingenioso, lo de desestabilizar el tornado metiéndole fuego y gracias a eso se ha librado de él, pero no se ha librado del elemento oculto. Creo que ambos habéis sido igual de ingeniosos (aunque no os hayáis salido mucho de vuestro papel) pero ninguno de los casos ha sido decisivo para darle la vuelta al combate o mantener la ventaja, por esto este apartado queda en empate. 0 puntos.
- Narración y estilo: Los dos mantenéis un buen equilibrio entre narrativa escénica y de combate y los dos me habéis hecho ir al diccionario al menos cuatro veces para asegurarme, hablando solo en figuras literarias y amplitud de vocabulario estáis ahí ahí. Y sí, he pasado absolutamente todos los post por contadordepalabras punto com para ver si habéis repetido mucho y se me había pasado verlo. Creo que puedo dejar esto como un empate. 0 puntos.
- Pulcritud de escritura: En este combate en concreto la escritura de Therax ha sido totalmente impoluta. Zane, imagino que será porque andas todavía agotado del tfg pero has tenido bastantes patinazos de acentos y un par de patinazos muy raros como una palabra y una frase incompletas o dejarte una frase a la mitad. Debo darle el punto de pulcritud a Therax, la diferencia es suficiente para darle la ventaja final.
- Faltas: Nada que destacar.
Resultado:
Me duele en el alma porque sé que si no estuviera el límite de tiempo podríais dar un espectáculo tremendo, pero... bueno, espero que en un futuro os apaleéis bien, sin estrés, prisas, cansancio o agotamiento.
En circunstancias normales consideraría esto un empate hablando de forma narrativa porque no creo que deslices ortográficos deban marcar la diferencia en un combate breve de apenas cuatro asaltos, pero... en las eliminatorias debe salir alguien y la diferencia de pulcritud marca la diferencia en este combate.
La victoria es para Therax Palatiard, que pasa a la final. Ha sido un combate breve pero intenso y bueno, enhorabuena a ambos.
Como siempre, os recordaré que tenéis derecho a pedir una segunda moderación si creéis que no he revisado esto de forma acertada, si queréis una segunda opinión, etc. Si queréis una segunda moderación, por favor, pedidlo bajo este post para que se pase alguno de mis compañeros cuanto antes.
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