Yarmin Prince
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Yarmin debió ocultar su sonrisa cuando notó a Zaina reclamar lo que era suyo. Sabía que era celosa, pero ver aquello en acción no dejaba de ser divertido. La mujer podía llegar a ser adorable en medio de sus rabietas más infantiles, incluso sabiendo de lo peligrosas que eran. Hasta ese momento en que la esmeralda trató de cortar el oro no pudo sino sonreírle con complicidad, como si hubiese hecho una simple trastada y estuviese total y absolutamente orgulloso de ella.
- Estás celosa -le dijo, ya en el ascensor-. Estás celosa de un hipopótamo. -La miró de nuevo, mientras la cabina se perdía hacia el sótano-. De hecho, no me extrañaría que estuviera embarazada de uno. ¿Has visto esa panza?
Ángela era una buena empleada, lo cual no significaba que Yarmin fuese a tener el más mínimo reparo a la hora de burlarse de su obesidad mórbida, sus labios de canuto o su voz de alcohólico en rehabilitación. Mucho menos que no fuese a comparar entre la preciosa mujer que llenaba sus ojos y la enorme mujer que acaparaba su campo visual, si se acercaba demasiado. En cualquier caso, trató de abrazarla y recordarle que era lo más bonito que había en su vida; un susurro casi canturreado en el que le confesaba su amor como nadie más podría hacerlo.
- Además, hay algo esperando por nosotros abajo. Creo que te vas a divertir.
La puerta del ascensor terminó abriéndose de par en par, dando lugar a un amplio pasillo blanco. No había guardias, a excepción del que los esperaba a ellos, y una interminable hilera de puertas se extendía por casi trescientos metros. Había algún cruce que llevaba a nuevos pasillos, salas especiales de investigación y algunos quirófanos, pero el espacio al que iban había sido construido pensando exclusivamente en romper a la víctima tanto física como emocionalmente.
- ¿Te ha dado tiempo a hacerle la ficha? -preguntó, recibiendo como respuesta apenas una inclinación de cabeza y y una pequeña carpeta. Sabía que con más tiempo habrían hecho maravillas, pero tampoco podía pedirle mucho más teniendo en cuenta el poco tiempo que le había dado.
Ofreció su mano a Zaina mientras el caballero blanco se retiraba en el ascensor y la guio a una sala que parecía estar totalmente vacía, pero solo se debía a que era total y absolutamente blanca, apenas negra en las juntas de los grandes paneles. Se trataba de un espacio controlado plenamente por domótica, a través de un mando que mantenían camuflado en el quicio de la propia puerta. Yarmin lo cogió antes de cerrar y pasó con ella, presentándole el espacio donde iban a jugar ese día.
A decir verdad, parecía vacía salvo por una cosa: El trono blanco que se encontraba en el centro, una cómoda silla de brazos desde la que se tenía una maravillosa vista de la nada y sobre la que Samir reposaba, cuello engrilletado, muñecas y tobillos aprisionados también. Él pulsó un botón y frente al reo se levantó una silla del suelo; pulsó un segundo y otra más. Yarmin, como un niño jugando, empezó a pulsar más botones mientras un sinfín de aparatejos se iban desvelando. Iba a ser una sesión muy divertida.
- En esta carpeta están todos los datos que tenemos sobre este hombre -le dijo-. Incluye, o debería, sus fetiches más inconfesables y miedos. Lo que pide en sus burdeles, lo que cuentan sus esclavas, lo que alguna vez ha dicho en sueños si alguien lo ha podido oír... El Servicio Secreto trabaja muy rápido, y como comprenderás un hombre tan importante como para codearse con tu padre -en realidad Samir no tenía demasiada importancia, solo dinero- merece ser investigado siempre. ¿La necesitas o puedo echarle un vistazo?
Mientras esperaba respuesta se sentó en uno de los asientos frente al hombre, que chillaba desconsolado. Él, por su parte, ignoró totalmente su presencia mientras abría los documentos. Zaina ya le había arrebatado su fuente de ingresos, así que tal vez resultaría imposible jugar con eso. Pero no importaba, ella iba a disfrutarlo tanto como el feriante sufriría. Y si Zaina era feliz, Yarmin era feliz.
- Las damas primero -dijo, tendiéndole una pequeña aguja. Siempre le gustaba empezar con la aguja.
- Estás celosa -le dijo, ya en el ascensor-. Estás celosa de un hipopótamo. -La miró de nuevo, mientras la cabina se perdía hacia el sótano-. De hecho, no me extrañaría que estuviera embarazada de uno. ¿Has visto esa panza?
Ángela era una buena empleada, lo cual no significaba que Yarmin fuese a tener el más mínimo reparo a la hora de burlarse de su obesidad mórbida, sus labios de canuto o su voz de alcohólico en rehabilitación. Mucho menos que no fuese a comparar entre la preciosa mujer que llenaba sus ojos y la enorme mujer que acaparaba su campo visual, si se acercaba demasiado. En cualquier caso, trató de abrazarla y recordarle que era lo más bonito que había en su vida; un susurro casi canturreado en el que le confesaba su amor como nadie más podría hacerlo.
- Además, hay algo esperando por nosotros abajo. Creo que te vas a divertir.
La puerta del ascensor terminó abriéndose de par en par, dando lugar a un amplio pasillo blanco. No había guardias, a excepción del que los esperaba a ellos, y una interminable hilera de puertas se extendía por casi trescientos metros. Había algún cruce que llevaba a nuevos pasillos, salas especiales de investigación y algunos quirófanos, pero el espacio al que iban había sido construido pensando exclusivamente en romper a la víctima tanto física como emocionalmente.
- ¿Te ha dado tiempo a hacerle la ficha? -preguntó, recibiendo como respuesta apenas una inclinación de cabeza y y una pequeña carpeta. Sabía que con más tiempo habrían hecho maravillas, pero tampoco podía pedirle mucho más teniendo en cuenta el poco tiempo que le había dado.
Ofreció su mano a Zaina mientras el caballero blanco se retiraba en el ascensor y la guio a una sala que parecía estar totalmente vacía, pero solo se debía a que era total y absolutamente blanca, apenas negra en las juntas de los grandes paneles. Se trataba de un espacio controlado plenamente por domótica, a través de un mando que mantenían camuflado en el quicio de la propia puerta. Yarmin lo cogió antes de cerrar y pasó con ella, presentándole el espacio donde iban a jugar ese día.
A decir verdad, parecía vacía salvo por una cosa: El trono blanco que se encontraba en el centro, una cómoda silla de brazos desde la que se tenía una maravillosa vista de la nada y sobre la que Samir reposaba, cuello engrilletado, muñecas y tobillos aprisionados también. Él pulsó un botón y frente al reo se levantó una silla del suelo; pulsó un segundo y otra más. Yarmin, como un niño jugando, empezó a pulsar más botones mientras un sinfín de aparatejos se iban desvelando. Iba a ser una sesión muy divertida.
- En esta carpeta están todos los datos que tenemos sobre este hombre -le dijo-. Incluye, o debería, sus fetiches más inconfesables y miedos. Lo que pide en sus burdeles, lo que cuentan sus esclavas, lo que alguna vez ha dicho en sueños si alguien lo ha podido oír... El Servicio Secreto trabaja muy rápido, y como comprenderás un hombre tan importante como para codearse con tu padre -en realidad Samir no tenía demasiada importancia, solo dinero- merece ser investigado siempre. ¿La necesitas o puedo echarle un vistazo?
Mientras esperaba respuesta se sentó en uno de los asientos frente al hombre, que chillaba desconsolado. Él, por su parte, ignoró totalmente su presencia mientras abría los documentos. Zaina ya le había arrebatado su fuente de ingresos, así que tal vez resultaría imposible jugar con eso. Pero no importaba, ella iba a disfrutarlo tanto como el feriante sufriría. Y si Zaina era feliz, Yarmin era feliz.
- Las damas primero -dijo, tendiéndole una pequeña aguja. Siempre le gustaba empezar con la aguja.
Zaina Nitocris
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Zaina se limita calmada a fulminarle con la mirada, alzando una ceja con los brazos aun cruzados mientras Yarmin la señala y se ríe como un crío. Nuestra mujer de ojos esmeraldas se limita a bufar como si de una tontería se tratase, ignorando a su pareja, sabiendo de sobra que está haciendo aquello para acabar de pincharla.
Se relajó solamente dejándose abrazar, mimar y consentir un poco. Complacida de saber que Yarmin se daba cuenta de aquellas cosas no pudo evitar que la sonrisa felina apareciera de nuevo en sus labios. Al menos el hombre se daba cuenta de cuando tenía que hacerle saber que la quería para evitar un buen mordisco.-Yo siempre me divierto, soy el alma de las fiestas.- Se encoge de hombros, divertida, mirándole con algo de burla.
Agarró su mano para caminar por aquellos pasillos, estudió el lugar, caminó tranquilamente y se aseguró de que cada pequeño detalle perdurara en su mente de una manera u otra, hasta que finalmente volvió a estar cara a cara con aquel hombre.
Zaina simplemente lo miró mientras Yarmin hablaba y nuestra señorita comenzó a recitar lo que ponía en aquel informe, palabra por palabra. Ella había averiguado aquello poco antes de huir de Arabasta.- Adora a las mujeres jóvenes, adolescentes, incluso niñas, le gusta sentir que puede controlarlas y manipularlas a su gusto, para que se conviertan en lo que él quiere. –Empezó a mirar por las mesas, los objetos y utensilios.- Aunque niega y reniega, le gustan los hombres tanto como las damas, puede que incluso algo más en algunas temáticas, creo que es porque su madre lo despreciaba y por eso le gusta torturar a las mujeres…-Le mira, alzando una ceja- Un poco patético querido, la verdad, podrías ser más original.-Mientras se quejaba, tomó un cuchillo que había allí colocado. Era de tamaño medio, mango de acero.
Empezó a jugar con el mismo, girándolo entre sus dedos sin mucho problema, mientras miraba a su pareja, sonriéndole.- No te preocupes, tengo algo en mente.- Le dice con calma, antes de clavar sus ojos de esmeralda en el hombre.- Una de las cosas que te enseña la cocina, sobre todo si cocinas a un hombre vivo para tus gatos.- Hizo una sutil pausa dramática mientras el hombre abría los ojos con pánico.- Es como despellejarle sin desaprovechar la piel, la carne o algunas partes interesantes.- La dama se acercó tranquilamente hasta él, mientras a cada paso el hombre intentaba removerse.
-Tengo una doctora que adora algunos órganos que mis gatos no pueden comer, y con lo que bebes tus riñones van a estar a tres metros de Jade como mínimo.- Puso una notoria cara de asco, mientras se agachaba tranquilamente. Era como si estuviera dando una interesante e interactiva clase de cocina aplicada al cuerpo humano.
Primero pasó el cuchillo por encima de sus tobillos, y justo un dedos más arriba empezó haciendo un corte circular, poco a poco, asegurándose de separar la piel de la carne, nada más, no llegar a la grasa ni al musculo, ni dañar nada. La sangre empezó a bajar por la silla en cuanto hizo lo mismo con el otro pie.- Ahora quedan dos opciones… Una es la que muestras cuando tienes algo de piedad, la otra es más como darle la vuelta a un calcetín, aunque primero.-Comenzó a meter el cuchillo por el corte que había hecho, buscando desligar la carne de la piel superficial lo suficiente como para que empezara a tirar hacia arriba de esta, lentamente al meter sus dedos y comenzar a cortar.
Cualquier cocinero profesional cofcofBrianaUsercofcof estaría orgulloso de su trabajo.
Se relajó solamente dejándose abrazar, mimar y consentir un poco. Complacida de saber que Yarmin se daba cuenta de aquellas cosas no pudo evitar que la sonrisa felina apareciera de nuevo en sus labios. Al menos el hombre se daba cuenta de cuando tenía que hacerle saber que la quería para evitar un buen mordisco.-Yo siempre me divierto, soy el alma de las fiestas.- Se encoge de hombros, divertida, mirándole con algo de burla.
Agarró su mano para caminar por aquellos pasillos, estudió el lugar, caminó tranquilamente y se aseguró de que cada pequeño detalle perdurara en su mente de una manera u otra, hasta que finalmente volvió a estar cara a cara con aquel hombre.
Zaina simplemente lo miró mientras Yarmin hablaba y nuestra señorita comenzó a recitar lo que ponía en aquel informe, palabra por palabra. Ella había averiguado aquello poco antes de huir de Arabasta.- Adora a las mujeres jóvenes, adolescentes, incluso niñas, le gusta sentir que puede controlarlas y manipularlas a su gusto, para que se conviertan en lo que él quiere. –Empezó a mirar por las mesas, los objetos y utensilios.- Aunque niega y reniega, le gustan los hombres tanto como las damas, puede que incluso algo más en algunas temáticas, creo que es porque su madre lo despreciaba y por eso le gusta torturar a las mujeres…-Le mira, alzando una ceja- Un poco patético querido, la verdad, podrías ser más original.-Mientras se quejaba, tomó un cuchillo que había allí colocado. Era de tamaño medio, mango de acero.
Empezó a jugar con el mismo, girándolo entre sus dedos sin mucho problema, mientras miraba a su pareja, sonriéndole.- No te preocupes, tengo algo en mente.- Le dice con calma, antes de clavar sus ojos de esmeralda en el hombre.- Una de las cosas que te enseña la cocina, sobre todo si cocinas a un hombre vivo para tus gatos.- Hizo una sutil pausa dramática mientras el hombre abría los ojos con pánico.- Es como despellejarle sin desaprovechar la piel, la carne o algunas partes interesantes.- La dama se acercó tranquilamente hasta él, mientras a cada paso el hombre intentaba removerse.
-Tengo una doctora que adora algunos órganos que mis gatos no pueden comer, y con lo que bebes tus riñones van a estar a tres metros de Jade como mínimo.- Puso una notoria cara de asco, mientras se agachaba tranquilamente. Era como si estuviera dando una interesante e interactiva clase de cocina aplicada al cuerpo humano.
Primero pasó el cuchillo por encima de sus tobillos, y justo un dedos más arriba empezó haciendo un corte circular, poco a poco, asegurándose de separar la piel de la carne, nada más, no llegar a la grasa ni al musculo, ni dañar nada. La sangre empezó a bajar por la silla en cuanto hizo lo mismo con el otro pie.- Ahora quedan dos opciones… Una es la que muestras cuando tienes algo de piedad, la otra es más como darle la vuelta a un calcetín, aunque primero.-Comenzó a meter el cuchillo por el corte que había hecho, buscando desligar la carne de la piel superficial lo suficiente como para que empezara a tirar hacia arriba de esta, lentamente al meter sus dedos y comenzar a cortar.
Cualquier cocinero profesional cofcofBrianaUsercofcof estaría orgulloso de su trabajo.
Yarmin Prince
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Su gesto se curvó en una expresión de desagrado cuando Zaina seleccionó el primer instrumento que iba a utilizar para aquella demostración. Sabía que dolía, sí, pero iba demasiado deprisa, no disfrutaba de las pequeñas cosas. Un poco disgustado repuso la aguja con todas sus hermanas y se levantó, revoloteando un poco alrededor de la habitación mientras buscaba una manera de proseguir. La mayoría de la gente solía decir que una buena tortura debía tener altibajos, pero él siempre decía que una buena tortura debe ir siempre hacia arriba. El estrés del cuerpo no se iba lo suficientemente deprisa como para, en cuestión de minutos, olvidar lo que se acababa de hacer por adoptar un perfil más bajo; y desde luego si daba tiempo para que descansase y la sensibilidad volviese... ¿Por qué refrenarse?
El verdadero problema -aunque casi nunca fuese un problema- residía en Zaina: Su pasión, su enérgica actitud y gallardía frente a cualquier contratiempo... Era, en todos los aspectos, una leona. Valiente, audaz, fuerte y sobre todo decidida. Había visto el valor transformarse en temeridad, como la noche en que se enamoraron por un cara o cruz demasiado arriesgado, y la decisión tornarse imprudencia. Y, aunque en ese momento elegir empezar de una forma tan pragmática no iba a traer necesariamente consecuencias negativas, él había pasado demasiados años estudiando el fondo de la gente, el dolor y la agonía. Para Zaina era una venganza, y tal vez por eso estaba ahorrando, sin darse apenas cuenta, de que aquello debía durar cuánto más mejor.
- La verdad es que, si hubiésemos esperado un día o dos, tendría datos sobre su familia y relaciones -comentó Yarmin, abriendo el armario de cosas raras que compraba en pajarerías de cuestionable fama-. Que aunque supongo que no quieres dañar inocentes, la catarsis vicaria es una realidad. Sobre todo cuando la sangre te salpica.
En el interior de aquella despensa se encontraba un macabro vivero donde, diariamente, alimentaba a unas doce especies de sanguijuelas, diez variedades de avispa, varias medusas venenosas y en general cualquier animal susceptible de producir veneno no letal, así como cualquiera que pudiese ser instrumentalizado para los fines a los que se disponía.
- Si me permites un añadido a tu juego, tengo una cosa para el bueno de Samir. Vaya si es bueno.
Se trataba del tarro más apartado, un cristal translúcido que impedía contemplar al bastante desagradable ser que se ocultaba en su interior. Yarmin lo cogió con una sonrisa casi inocente y, como quien ofrece un regalo, se lo tendió al prometido de la leona con orgullo.
- No soy experto en animales -dijo, bastante complacido cuando olió el acre aroma que el animal dejaba cuando destapó el contenedor, dejando a la vista lo que parecía una gigantesca lombriz de aspecto pegajoso y sanguinolento, sin ojos y que parecía moverse casi involuntariamente-, sin embargo, me he tomado la molestia de estudiar a fondo esta preciosidad.
El aspecto era peor una vez estirada, pues se desparramaba en su mano como un calcetín viejo. Olía mal, su boca era poco más que un probóscide lleno de jugos digestivos y al tacto era como tocar carne sin desangrar. Podía parecer una oruga, o una macabra pieza de laboratorio a la que habían llegado tras estudios bastante cuestionables, algo que incluso Yarmin debía reconocer con modestia que ojalá. Significaría que habían creado algo tan simple como efectivo a la hora de atacar de una sola vez el cuerpo y el alma.
- La sanguijuela roja no se parece en nada a sus familiares medicinales -explicó, acercándosela a Samir a la cara-. Se podría decir que es la lista de la familia; nunca come nada muerto, solo lo más fresco: Presas vivas. Le gusta que se le resistan, pero su musculatura es tan fuerte que resulta casi imposible zafarse de su abrazo sin una intervención quirúrgica. Por lo que sabemos de sus jugos gástricos, tardan un rato en empezar a hacer efecto, pero son tan dolorosos como pasar un papel de lija por el brazo y, al cabo de unos días, cualquier masa de carne que haya en su interior ha sido digerida. Ahora, levanta el dedo en el que lo quieres.
Atado de manos, no respondió, y aunque lo hubiera hecho seguramente no habría cambiado nada. Estaba, en cierto modo, aterrado ante la perspectiva de aquel bicho y, por el otro, incapaz de razonar por causa del dolor. Así que, con aquel silencio como respuesta, Yarmin se lo dejó subido al muslo. Tenía una idea aproximada de qué dedo acabaría eligiendo el animal.
-Ten cuidado de no tocarla, amor. Da un poco de asco.
Mientras Zaina continuaba se acercó a un grifo para lavarse las manos. Aunque iba a manchárselas muy pronto.
El verdadero problema -aunque casi nunca fuese un problema- residía en Zaina: Su pasión, su enérgica actitud y gallardía frente a cualquier contratiempo... Era, en todos los aspectos, una leona. Valiente, audaz, fuerte y sobre todo decidida. Había visto el valor transformarse en temeridad, como la noche en que se enamoraron por un cara o cruz demasiado arriesgado, y la decisión tornarse imprudencia. Y, aunque en ese momento elegir empezar de una forma tan pragmática no iba a traer necesariamente consecuencias negativas, él había pasado demasiados años estudiando el fondo de la gente, el dolor y la agonía. Para Zaina era una venganza, y tal vez por eso estaba ahorrando, sin darse apenas cuenta, de que aquello debía durar cuánto más mejor.
- La verdad es que, si hubiésemos esperado un día o dos, tendría datos sobre su familia y relaciones -comentó Yarmin, abriendo el armario de cosas raras que compraba en pajarerías de cuestionable fama-. Que aunque supongo que no quieres dañar inocentes, la catarsis vicaria es una realidad. Sobre todo cuando la sangre te salpica.
En el interior de aquella despensa se encontraba un macabro vivero donde, diariamente, alimentaba a unas doce especies de sanguijuelas, diez variedades de avispa, varias medusas venenosas y en general cualquier animal susceptible de producir veneno no letal, así como cualquiera que pudiese ser instrumentalizado para los fines a los que se disponía.
- Si me permites un añadido a tu juego, tengo una cosa para el bueno de Samir. Vaya si es bueno.
Se trataba del tarro más apartado, un cristal translúcido que impedía contemplar al bastante desagradable ser que se ocultaba en su interior. Yarmin lo cogió con una sonrisa casi inocente y, como quien ofrece un regalo, se lo tendió al prometido de la leona con orgullo.
- No soy experto en animales -dijo, bastante complacido cuando olió el acre aroma que el animal dejaba cuando destapó el contenedor, dejando a la vista lo que parecía una gigantesca lombriz de aspecto pegajoso y sanguinolento, sin ojos y que parecía moverse casi involuntariamente-, sin embargo, me he tomado la molestia de estudiar a fondo esta preciosidad.
El aspecto era peor una vez estirada, pues se desparramaba en su mano como un calcetín viejo. Olía mal, su boca era poco más que un probóscide lleno de jugos digestivos y al tacto era como tocar carne sin desangrar. Podía parecer una oruga, o una macabra pieza de laboratorio a la que habían llegado tras estudios bastante cuestionables, algo que incluso Yarmin debía reconocer con modestia que ojalá. Significaría que habían creado algo tan simple como efectivo a la hora de atacar de una sola vez el cuerpo y el alma.
- La sanguijuela roja no se parece en nada a sus familiares medicinales -explicó, acercándosela a Samir a la cara-. Se podría decir que es la lista de la familia; nunca come nada muerto, solo lo más fresco: Presas vivas. Le gusta que se le resistan, pero su musculatura es tan fuerte que resulta casi imposible zafarse de su abrazo sin una intervención quirúrgica. Por lo que sabemos de sus jugos gástricos, tardan un rato en empezar a hacer efecto, pero son tan dolorosos como pasar un papel de lija por el brazo y, al cabo de unos días, cualquier masa de carne que haya en su interior ha sido digerida. Ahora, levanta el dedo en el que lo quieres.
Atado de manos, no respondió, y aunque lo hubiera hecho seguramente no habría cambiado nada. Estaba, en cierto modo, aterrado ante la perspectiva de aquel bicho y, por el otro, incapaz de razonar por causa del dolor. Así que, con aquel silencio como respuesta, Yarmin se lo dejó subido al muslo. Tenía una idea aproximada de qué dedo acabaría eligiendo el animal.
-Ten cuidado de no tocarla, amor. Da un poco de asco.
Mientras Zaina continuaba se acercó a un grifo para lavarse las manos. Aunque iba a manchárselas muy pronto.
Zaina Nitocris
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-Cariño, ¿me estas llamando impaciente? – Se cruza de brazos, alza el mentón, sus ojos dejan claros que sin duda no le gusta nada de lo que anda diciendo su pareja. Si, en este tema son tan opuestos como la noche y el día y sin duda llevarlos a un consenso es bastante difícil y problemático. Zaina es emocional, sentimental, visceral y muy pasional, te matara, torturara y sacara cada parte de tu cuerpo en tiempo récord ya que no mereces más tiempo de ella que ese.
Nuestro Yarmin por otro lado tenía más cosas en mente, ganas de retorcer joder y molestar hasta que el tiempo dejara de serlo y ese hombre acabara reducido a la nada. Que el planteamiento no estaba mal, pero joder ella simplemente quería dejar que sus mascotas se lo comieran vivo, luego tal vez llamar a esa médico loca para que lo resucitara. Clavó el cuchillo en el muslo de su prometido y el hombre ahoga un grito en pánico, mientras ella con las manos en la cintura no puede evitar fulminar a su propia pareja con aquellos orbes de esmeralda.- No pienso dedicarle tanto tiempo a una persona así, no merece la pena, incluso su piel es de mala calidad.- Antes de que el hombre hablara para quejarse la mujer alzó la mano.- Y de tu carne mejor no hablar.- Total, volviendo a lo importante miró a su pareja de nuevo.
-Ni siquiera ese pobre gusano se merece trabajar tanto para lo poco que va a sacar.- No vamos a negar que seguía dolida por el hecho de que tanto ella como Yarmin fueran tan dispares en ese tema y la pinchara con ello. La dama de andares y rasgos ligeramente felinos refunfuñó levemente, antes de sacar el cuchillo de su pierna. Le dio vueltas entre sus dedos sin mucho problemas y simplemente se sentó a la espera de que Yarmin hiciera sus cosas.- Eres un experto en fastidiarme la diversión, que lo sepas.- Y puedo notarlo mientras se levanta, como un gato que enfadado mueve el trasero de un lado a otro mientras va a lavarse las manos, el cuchillo y no le mira.
Bueno, el mal temperamento funcionaba en ambas direcciones con esas cosas.
Nuestro Yarmin por otro lado tenía más cosas en mente, ganas de retorcer joder y molestar hasta que el tiempo dejara de serlo y ese hombre acabara reducido a la nada. Que el planteamiento no estaba mal, pero joder ella simplemente quería dejar que sus mascotas se lo comieran vivo, luego tal vez llamar a esa médico loca para que lo resucitara. Clavó el cuchillo en el muslo de su prometido y el hombre ahoga un grito en pánico, mientras ella con las manos en la cintura no puede evitar fulminar a su propia pareja con aquellos orbes de esmeralda.- No pienso dedicarle tanto tiempo a una persona así, no merece la pena, incluso su piel es de mala calidad.- Antes de que el hombre hablara para quejarse la mujer alzó la mano.- Y de tu carne mejor no hablar.- Total, volviendo a lo importante miró a su pareja de nuevo.
-Ni siquiera ese pobre gusano se merece trabajar tanto para lo poco que va a sacar.- No vamos a negar que seguía dolida por el hecho de que tanto ella como Yarmin fueran tan dispares en ese tema y la pinchara con ello. La dama de andares y rasgos ligeramente felinos refunfuñó levemente, antes de sacar el cuchillo de su pierna. Le dio vueltas entre sus dedos sin mucho problemas y simplemente se sentó a la espera de que Yarmin hiciera sus cosas.- Eres un experto en fastidiarme la diversión, que lo sepas.- Y puedo notarlo mientras se levanta, como un gato que enfadado mueve el trasero de un lado a otro mientras va a lavarse las manos, el cuchillo y no le mira.
Bueno, el mal temperamento funcionaba en ambas direcciones con esas cosas.
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- Solo sugería que podría ser interesante tomarse un tiempo para... Bueno, ya sabes. Hacerlo mágico. No por él, sino por ti. Es... Como disfrutar una buena taza de té. -Miró por un momento al tipo-. Bueno, una taza de algo mediocre que solo te beberías si no quedase más remedio, pero aun así lo mejoraría.
Zaina era tan ardiente en ese aspecto como él frío, y si bien ella se desenvolvía a través de una tortura rápida y bestial, él prefería tomarse su tiempo en crear una rapsodia de elementos cíclicos y difusos, profunda y con matices. No le gustaban los chillidos planos que producía el dolor; eso lo podía exprimir cualquier mamporrero como Kuro a través de su fruta o un simple zopenco con dos bíceps y un par de tendones en las manos. Él era un artesano, un artista... Pero también comprendía que ella podía querer disfrutar a su manera, y él no era quién de inmiscuirse.
- Pero tienes razón. -Se encogió de hombros mirando a Samir-. Lo siento, compañero. Ella manda.
Tiró con todas sus fuerzas de la sanguijuela, que se retorció intentando resbalar por entre sus manos, pero terminó cediendo sin soltar el miembro del pobre hombre, desgarrándolo por completo. Incluso había rozado la arteria principal con uno de los dientes y, mientras la metía de nuevo en su tarro, el suelo blanco se fue manchando de sangre roja. Menos mal que el equipo de limpieza pasaba los martes, o sería un problema.
Dejó al animal en el armario y fue tras la gata a lavarse las manos, poniéndose frente a ella y mirándola a los ojos a pesar de su gesto enfadado. Había dicho que le arruinaba la diversión, pero era lo último que él quería, y si debía aceptar la ardiente pulsión de Zaina no había ningún problema con ello.
Desenfundó a Primer amor y se quedó en silencio, manos aún mojadas y los dedos tomando el cuchillo por el filo. La hoja damasquina brillaba bajo los intensos focos, y a través del reflejo trató de llamar su atención.
- Tienes razón; no merece tu tiempo. Pero te ha hecho daño, y no pienso consentir que tenga una muerte menos dolorosa que el daño que ha provocado. No obstante, es tu prometido. Es tu elección.
Con aquellas palabras lanzó el cuchillo, perforando el pezón de Samir y clavándose en el espacio intercostal, a milímetros de penetrar el pulmón y en la angulación perfecta para alcanzar el corazón. Gracias a su puntería ni siquiera habría dañado, probablemente, las fibras musculares, pues el arma había entrado paralelo a estas.
- Si lo empujas, morirá en el acto. Podrás dárselo de comer a tus gatos en cuento lleguen, y no tendremos que escuchar sus gritos de cobarde mientras eso sucede. Pero también puedes ahorrarle un mal trago y nos aseguramos de que no se atraganten con esa piel que apesta a cuero y tabaco -dijo, sacando un pelador de patatas del cajón. Le encantaba usar los peladores-. Incluso podemos ir desmembrándolo, si me das un par de instrucciones para no arruinar la carne.
Zaina era tan ardiente en ese aspecto como él frío, y si bien ella se desenvolvía a través de una tortura rápida y bestial, él prefería tomarse su tiempo en crear una rapsodia de elementos cíclicos y difusos, profunda y con matices. No le gustaban los chillidos planos que producía el dolor; eso lo podía exprimir cualquier mamporrero como Kuro a través de su fruta o un simple zopenco con dos bíceps y un par de tendones en las manos. Él era un artesano, un artista... Pero también comprendía que ella podía querer disfrutar a su manera, y él no era quién de inmiscuirse.
- Pero tienes razón. -Se encogió de hombros mirando a Samir-. Lo siento, compañero. Ella manda.
Tiró con todas sus fuerzas de la sanguijuela, que se retorció intentando resbalar por entre sus manos, pero terminó cediendo sin soltar el miembro del pobre hombre, desgarrándolo por completo. Incluso había rozado la arteria principal con uno de los dientes y, mientras la metía de nuevo en su tarro, el suelo blanco se fue manchando de sangre roja. Menos mal que el equipo de limpieza pasaba los martes, o sería un problema.
Dejó al animal en el armario y fue tras la gata a lavarse las manos, poniéndose frente a ella y mirándola a los ojos a pesar de su gesto enfadado. Había dicho que le arruinaba la diversión, pero era lo último que él quería, y si debía aceptar la ardiente pulsión de Zaina no había ningún problema con ello.
Desenfundó a Primer amor y se quedó en silencio, manos aún mojadas y los dedos tomando el cuchillo por el filo. La hoja damasquina brillaba bajo los intensos focos, y a través del reflejo trató de llamar su atención.
- Tienes razón; no merece tu tiempo. Pero te ha hecho daño, y no pienso consentir que tenga una muerte menos dolorosa que el daño que ha provocado. No obstante, es tu prometido. Es tu elección.
Con aquellas palabras lanzó el cuchillo, perforando el pezón de Samir y clavándose en el espacio intercostal, a milímetros de penetrar el pulmón y en la angulación perfecta para alcanzar el corazón. Gracias a su puntería ni siquiera habría dañado, probablemente, las fibras musculares, pues el arma había entrado paralelo a estas.
- Si lo empujas, morirá en el acto. Podrás dárselo de comer a tus gatos en cuento lleguen, y no tendremos que escuchar sus gritos de cobarde mientras eso sucede. Pero también puedes ahorrarle un mal trago y nos aseguramos de que no se atraganten con esa piel que apesta a cuero y tabaco -dijo, sacando un pelador de patatas del cajón. Le encantaba usar los peladores-. Incluso podemos ir desmembrándolo, si me das un par de instrucciones para no arruinar la carne.
Zaina Nitocris
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A Yarmin le gustaba saborear el momento, deleitarse en cada instante como si aquello fuera a perdurar en la eternidad, como si cada instante fuera a quedar grabado en algún punto del infinito en el que todos fueran a observar y sonreír. Mientras tanto en lo único que pensaba ella era que cada segundo que ese hombre permanecía vivo el mundo era un poquito más triste y oscuro. Sobretodo su mundo, el de los demás vete tu a saber, pero el suyo se llenaba de pequeñas cenizas que quería machacar con los dedos hasta hacerlas polvo, destrozarlas como quería destrozarlo a él. -¿Hum? Vamos querido hasta tu sabes que un hombre así no merece la pena tu tiempo.- Le estaba refunfuñando a su pareja, dispuesta a sacar su carta fatal cuando finalmente, le dio la razón.
Era una mezcla entre no esperarlo y si, Yarmin tendía a cumplirle los caprichos algunas veces otras aprovechaba esa situación para recordarle que no podía ser una gata malcriada. Ella refunfuñaba, le daba la espalda y fin de la discusión. Ahora mismo sin duda, estaba cediendo ya que sabía era un tema importante para ella. Lo agradecia, incluso cuando lo vio acercarse hasta donde estaba ella, limpiarse las manos y armar toda la parafernalia que montó para darle el gusto de hacer aquello.- Tus intenciones son tan noble como tus palabras…-Es decir no había nobleza ninguna, pero era decirle eso o verlo de morros durante un rato por no parar de meterse con él.
Suspira, acabando por comprender en parte lo que Yarmin deseaba y mientras lo veía agarrar un pelador no pudo evitar alzar una ceja.- Con eso dudo que puedas separar la piel de la carne, al menos no con tu fuerza.- Aunque quizás podía enseñarle algun truco para que usara más la mañana, era consciente de las habilidosas manos del agente del gobierno. Se acercó con calma, cuchillo en mano de nuevo y comenzó con aquella interesante clase.- Pues veras, el ser humano al igual que el pollo tiene la piel bien unida, así que vamos a tener que cortar la parte interior para poder separarla.- Le enseñó a lo que se refería, levantando la piel del hombre para que apreciara la unión.- Para poder despellejarlo entero, debes tirar de la piel en sentido contrario y cortar con cuidado esas uniones.- Y así comenzó la clase práctica de cocina, mientras que entusiasmada escuchaba los gritos, chillidos y notaba las convulsiones del que alguna vez la había torturado a ella.
No había nada como la justicia aplicada por la propia mano de aquel que alguna vez la había sufrido, lo llamaría poético, pero despellejar a un ser humano tan asqueroso no se merecía que fuera relacionado con nada especialmente bonito.
Se merecía sufrir, antes de ser devorado y consumido totalmente.
Era una mezcla entre no esperarlo y si, Yarmin tendía a cumplirle los caprichos algunas veces otras aprovechaba esa situación para recordarle que no podía ser una gata malcriada. Ella refunfuñaba, le daba la espalda y fin de la discusión. Ahora mismo sin duda, estaba cediendo ya que sabía era un tema importante para ella. Lo agradecia, incluso cuando lo vio acercarse hasta donde estaba ella, limpiarse las manos y armar toda la parafernalia que montó para darle el gusto de hacer aquello.- Tus intenciones son tan noble como tus palabras…-Es decir no había nobleza ninguna, pero era decirle eso o verlo de morros durante un rato por no parar de meterse con él.
Suspira, acabando por comprender en parte lo que Yarmin deseaba y mientras lo veía agarrar un pelador no pudo evitar alzar una ceja.- Con eso dudo que puedas separar la piel de la carne, al menos no con tu fuerza.- Aunque quizás podía enseñarle algun truco para que usara más la mañana, era consciente de las habilidosas manos del agente del gobierno. Se acercó con calma, cuchillo en mano de nuevo y comenzó con aquella interesante clase.- Pues veras, el ser humano al igual que el pollo tiene la piel bien unida, así que vamos a tener que cortar la parte interior para poder separarla.- Le enseñó a lo que se refería, levantando la piel del hombre para que apreciara la unión.- Para poder despellejarlo entero, debes tirar de la piel en sentido contrario y cortar con cuidado esas uniones.- Y así comenzó la clase práctica de cocina, mientras que entusiasmada escuchaba los gritos, chillidos y notaba las convulsiones del que alguna vez la había torturado a ella.
No había nada como la justicia aplicada por la propia mano de aquel que alguna vez la había sufrido, lo llamaría poético, pero despellejar a un ser humano tan asqueroso no se merecía que fuera relacionado con nada especialmente bonito.
Se merecía sufrir, antes de ser devorado y consumido totalmente.
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Se le derretía el corazón cuando estaba delante de ella. Era así de simple. Por nadie más habría aceptado hacer aquello de otro modo, no tomarse el preceptivo tiempo que una buena e inolvidable tortura requería. Sí, era cierto que él solía tener un objetivo más allá del simple dolor, por lo que aquel proceso era tanto edificante como instructivo para el invitado a la reeducación. Pocos solían retener recuerdos del momento, y muchos llegaban a asociar a Yarmin con la destructiva imagen de un dios... Cuando lo recordaban, claro, porque la amnesia total era un efecto secundario habitual cuando pasaba hasta noventa y seis horas explorando las maravillas de la anatomía.
Había quién pensaba que el orgasmo podía llegar a ser doloroso. Era una sensación en aquella delicada franja entre el placer y el displacer, era cierto, pero no se podía considerar que dentro del sufrimiento pasase algo opuesto. ¿En qué momento el cerebro podía enloquecer tanto que rompiese la configuración de los nocirreceptores? Quería descubrirlo, en realidad, y probablmente algún que otro experimento diese comienzo cuando terminase con aquella ínfima diversión. Una diversión en la que, aparentemente, Zaina no confiaba fuese a tener demasiadas posibilidades.
- Más vale maña que fuerza, cariño -respondió, con una sonrisa cariñosa, mientras acercaba el brillante metal a la piel del bueno de Samir-. Ya verás lo bien que nos lo pasamos tú y yo, amigo...
Su mirada fija en él mientras se remangaba, los delicados toques en el cuerpo del acero, el sudor frío que se escapaba del hombre desnudo... Bueno, hombre. Yarmin lo tranquilizó acariciándole la cara con las yemas de los dedos, y mientras su rostro comenzaba a relajarse -probablemente de forma involuntaria- bajó por su brazo llevándose al menos trece centímetros de una generosa capa de piel y grasa subcutánea.
- Si lo tuestas para tus gatos quedará algo similar a un torrezno -comentó, sacando un par de láminas más-. Aunque seguro que si le sacamos el tocino tiene mucha mejor pinta... Pero de eso mejor te encargas tú; lo mío es más la moda.
Con una precisión quirúrgica cortó la piel de la muñeca, y con la palma de la mano comenzó a enrollar la piel poco a poco, con pequeños tirones, hasta formar una bonita manga a la altura del codo.
El olor a sangre y carne fresca era bastante intenso, pero no se refrenó por ello. Habría cogido el mechero, pero no iba a cocinar la carne de los gatos, así que en su lugar volvió a tomar el pelador y cortó leves lascas hasta dejar las arterias del antebrazo colgando. No tanto por el dolor que sintiese, sino por el saber que en cualquier momento que se pusiese demasiado nervioso, tal vez la presión la hiciese explotar y muriese.
- Entiendo a lo que te refieres, pero con tirones delicados también funciona -respondió-. Dejas la capilla esta untuosa, pero fíjate bien. Suena casi como un piano cuando chilla. Fíjate bien.
Apretó cerca de su pulso, y el chillido agudo que soltó podría haber despertado a todo Oasis. Era divertido, y aunque en general prefería hacer las cosas a su propia manera, no estaba mal compartir aficiones con tu pareja. ¿No?
Había quién pensaba que el orgasmo podía llegar a ser doloroso. Era una sensación en aquella delicada franja entre el placer y el displacer, era cierto, pero no se podía considerar que dentro del sufrimiento pasase algo opuesto. ¿En qué momento el cerebro podía enloquecer tanto que rompiese la configuración de los nocirreceptores? Quería descubrirlo, en realidad, y probablmente algún que otro experimento diese comienzo cuando terminase con aquella ínfima diversión. Una diversión en la que, aparentemente, Zaina no confiaba fuese a tener demasiadas posibilidades.
- Más vale maña que fuerza, cariño -respondió, con una sonrisa cariñosa, mientras acercaba el brillante metal a la piel del bueno de Samir-. Ya verás lo bien que nos lo pasamos tú y yo, amigo...
Su mirada fija en él mientras se remangaba, los delicados toques en el cuerpo del acero, el sudor frío que se escapaba del hombre desnudo... Bueno, hombre. Yarmin lo tranquilizó acariciándole la cara con las yemas de los dedos, y mientras su rostro comenzaba a relajarse -probablemente de forma involuntaria- bajó por su brazo llevándose al menos trece centímetros de una generosa capa de piel y grasa subcutánea.
- Si lo tuestas para tus gatos quedará algo similar a un torrezno -comentó, sacando un par de láminas más-. Aunque seguro que si le sacamos el tocino tiene mucha mejor pinta... Pero de eso mejor te encargas tú; lo mío es más la moda.
Con una precisión quirúrgica cortó la piel de la muñeca, y con la palma de la mano comenzó a enrollar la piel poco a poco, con pequeños tirones, hasta formar una bonita manga a la altura del codo.
El olor a sangre y carne fresca era bastante intenso, pero no se refrenó por ello. Habría cogido el mechero, pero no iba a cocinar la carne de los gatos, así que en su lugar volvió a tomar el pelador y cortó leves lascas hasta dejar las arterias del antebrazo colgando. No tanto por el dolor que sintiese, sino por el saber que en cualquier momento que se pusiese demasiado nervioso, tal vez la presión la hiciese explotar y muriese.
- Entiendo a lo que te refieres, pero con tirones delicados también funciona -respondió-. Dejas la capilla esta untuosa, pero fíjate bien. Suena casi como un piano cuando chilla. Fíjate bien.
Apretó cerca de su pulso, y el chillido agudo que soltó podría haber despertado a todo Oasis. Era divertido, y aunque en general prefería hacer las cosas a su propia manera, no estaba mal compartir aficiones con tu pareja. ¿No?
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¿Era realmente un buen momento para ponerse cariñosos? ¿Why not? Aunque estuvieran asesinando y torturando a un hombre no quería decir que no pudieran usar apodos cariñosos, mirarse con ojos de gato enamorado y una larga lista de cosas que seguía pasando a medida que ambos despellejaban al hombre.- Se de sobra que tienes mucha maña, eres muy hábil con las manos.- Una sonrisa ligeramente divertida, aunque ambos saben de sobra hacia donde tira esa afirmación exactamente. Mientras nuestra pelinegra observa el trozo que le ha dejado expresamente a su pareja, no puede evitar sentir cierto orgullo por aquello, ah señor lo que aquel hombre podía causarle.
-Estoy segura de que tenéis muchísimas cosas en común- Asiente tranquilamente mientras su pareja hace de las suyas. Nuestra traviesa gata solo tiene la mirada tranquilamente colocada en aquel hombre, mientras poco a poco la cantidad de piel en su cuerpo se está reduciendo, aunque no por ello la diversión.
Basta un par de palabras de Yarmin para sacarla de su pequeña burbuja de pensamientos, antes de que sonría de manera felina, enseñando esos colmillos que traían loco a más de un desgraciado.-¿Hum? Oh no te preocupes, empezaré a cocinarlo y bañarlo en especias una vez no le quede piel, es lo más desagradable y a Jade a veces le revuelve el estómago.- Era la razón principal de que se estuviera tomando esas molestias, su pequeña podría acabar con el estómago inquieto si comía la piel de un hombre tan desagradable.
Zaina prosiguió con aquello, logrando finalmente llegar hasta la parte superior de su muslo, mientras se queda pensando un momento.- Hum, las partes bajas de este hombre no me interesan, vete tu a saber que tenga, ni hirviendo se le irá…-Entrecerró los ojos suavemente, pensando en un par de soluciones, antes de sonreír de lado.- Lo dejaré para el final, tengo una idea sobre que hacer, aunque se admiten sugerencias.- Mirando a Yarmin de manera divertida, mientras el cuchillo acababa de cortar el trozo de debajo de la cadera para separar la pierna entera de piel del hombre. Una parte de cinco estaba fuera, pero en fin, lo importante era que lo estaba disfrutando.
Y que Jade y el resto tendría comida en cuando ella saliera de ese lugar, Jade tenía que alimentarse de buena manera, se acercaba la época de celo y de otra forma estaría aún más irritable. Si ya de costumbre era algo complicado de manejar, con hambre o sin sus chucherías era algo imposible.
Luego de eso Yarmin le demostró su nuevo pasatiempo y Zaina no pudo evitar reír tras el grito del hombre.- Señor, eso ha tenido que despertar a los muertos...Me gusta.- Nadie dijo que no pudieran compartirlo juntos.
-Estoy segura de que tenéis muchísimas cosas en común- Asiente tranquilamente mientras su pareja hace de las suyas. Nuestra traviesa gata solo tiene la mirada tranquilamente colocada en aquel hombre, mientras poco a poco la cantidad de piel en su cuerpo se está reduciendo, aunque no por ello la diversión.
Basta un par de palabras de Yarmin para sacarla de su pequeña burbuja de pensamientos, antes de que sonría de manera felina, enseñando esos colmillos que traían loco a más de un desgraciado.-¿Hum? Oh no te preocupes, empezaré a cocinarlo y bañarlo en especias una vez no le quede piel, es lo más desagradable y a Jade a veces le revuelve el estómago.- Era la razón principal de que se estuviera tomando esas molestias, su pequeña podría acabar con el estómago inquieto si comía la piel de un hombre tan desagradable.
Zaina prosiguió con aquello, logrando finalmente llegar hasta la parte superior de su muslo, mientras se queda pensando un momento.- Hum, las partes bajas de este hombre no me interesan, vete tu a saber que tenga, ni hirviendo se le irá…-Entrecerró los ojos suavemente, pensando en un par de soluciones, antes de sonreír de lado.- Lo dejaré para el final, tengo una idea sobre que hacer, aunque se admiten sugerencias.- Mirando a Yarmin de manera divertida, mientras el cuchillo acababa de cortar el trozo de debajo de la cadera para separar la pierna entera de piel del hombre. Una parte de cinco estaba fuera, pero en fin, lo importante era que lo estaba disfrutando.
Y que Jade y el resto tendría comida en cuando ella saliera de ese lugar, Jade tenía que alimentarse de buena manera, se acercaba la época de celo y de otra forma estaría aún más irritable. Si ya de costumbre era algo complicado de manejar, con hambre o sin sus chucherías era algo imposible.
Luego de eso Yarmin le demostró su nuevo pasatiempo y Zaina no pudo evitar reír tras el grito del hombre.- Señor, eso ha tenido que despertar a los muertos...Me gusta.- Nadie dijo que no pudieran compartirlo juntos.
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Yarmin guiñó un ojo a Samir cuando Zaina halagó sus manos. Se ahorró comentar que era un tipo con suerte, atendido por dos personas tan atentas y dos pares de manos tan extraordinarias. Samir no era afortunado, o por lo menos ya no, y pronto no sería nada si la morena seguía por ese camino. Con un gesto suave de cuchillo, la piel de una pierna abotargada se desprendió fácilmente entre gritos que, desgraciadamente, no tardaron en ahogarse hasta que cesaron totalmente. ¿Se había quedado inconsciente? No, sus ojos estaban abiertos de par en par pero aún tenía reflejos en ellos. Simplemente se había quedado sin energías. Estaban haciendo las cosas demasiado deprisa.
- Igual cuando no haya piel deberíamos darle un respiro -comentó, pasando el pelador por su cuello y soltando como si las vueltas de un jersey se tratasen-, o no dará buen espectáculo.
Se dio cuenta de que seguía gritando, pero había perdido ya el aliento. Simplemente no le quedaban fuerzas para chillar, y si bien lo que Yarmin habría hecho en esa situación pasaba por dejarle descansar, estando Zaina no podía permitírselo. Al fin y al cabo, no era su trauma sino el de ella, y debía respetar las limitaciones que ella le impusiese respecto al juego que estaban jugando. Básicamente, cuando él eligiese a la víctima él elegiría qué hacían, pero por el momento no tenía tampoco demasiado interés en perder el tiempo con el bueno de Samir... Aunque pudiera divertirse más, no valía la pena poner a Zaina de morros. Además, estaba con ella; eso lo mejoraba todo, al fin y al cabo.
Dio un paso hacia ella, sumergido en el mar de esmeraldas que ocultaban sus ojos. ¿Cómo podía ser tan linda? Le daban ganas de llevársela de allí, de hacerle el amor y olvidar por un rato a la masa de carne informe que era el prometido, de pensar en cosas más productivas... Y la besó. La quería, más de lo que nadie podría imaginar y sin duda mucho más de lo que nadie podría soñar. La quería tanto que se lo estaba dando todo, y cuando escuchaba su forma de hablar acerca del pobre hombre, la quería todavía más. Despiadada, implacable, regodeándose en lo que era capaz de hacer... No había nadie más como ella; no había nadie más tan como él.
- Pues yo creo que podríamos hervirlo -comentó, finalmente, mientras se separaba de ella-. Aunque primero deberíamos lavarlo un poco.
El beso había sido extraño. Retener sus manos para evitar manchar el precioso vestido que llevaba lo había convertido en una experiencia a la que algo le faltaba. El calor de su cintura, la cercanía de su pecho, esa intimidad que solo permitía a ella y que solo de ella era capaz de buscar... Por eso se lavó las manos una vez más, pero extendió el grifo-ducha y empezó a remojar con agua fría las zonas sin piel, adormeciéndolas ligeramente y dándole un suave alivio que, aunque agradecería al principio, muy pronto se daría cuenta de que solo reavivaba el dolor que sentiría a continuación.
sacó un pequeño balde metálico y se lo ubicó entre las piernas, dejando que su patético miembro resbalase por un extremo y llenándolo de agua helada. Luego sacó un poco de carbón y lo colocó debajo, con mucho cuidado, antes de encenderlo. ¿Se iba a quemar las ingles? Sí, sin duda, pero sería peor cuando el agua empezase a hervir.
- Igual cuando no haya piel deberíamos darle un respiro -comentó, pasando el pelador por su cuello y soltando como si las vueltas de un jersey se tratasen-, o no dará buen espectáculo.
Se dio cuenta de que seguía gritando, pero había perdido ya el aliento. Simplemente no le quedaban fuerzas para chillar, y si bien lo que Yarmin habría hecho en esa situación pasaba por dejarle descansar, estando Zaina no podía permitírselo. Al fin y al cabo, no era su trauma sino el de ella, y debía respetar las limitaciones que ella le impusiese respecto al juego que estaban jugando. Básicamente, cuando él eligiese a la víctima él elegiría qué hacían, pero por el momento no tenía tampoco demasiado interés en perder el tiempo con el bueno de Samir... Aunque pudiera divertirse más, no valía la pena poner a Zaina de morros. Además, estaba con ella; eso lo mejoraba todo, al fin y al cabo.
Dio un paso hacia ella, sumergido en el mar de esmeraldas que ocultaban sus ojos. ¿Cómo podía ser tan linda? Le daban ganas de llevársela de allí, de hacerle el amor y olvidar por un rato a la masa de carne informe que era el prometido, de pensar en cosas más productivas... Y la besó. La quería, más de lo que nadie podría imaginar y sin duda mucho más de lo que nadie podría soñar. La quería tanto que se lo estaba dando todo, y cuando escuchaba su forma de hablar acerca del pobre hombre, la quería todavía más. Despiadada, implacable, regodeándose en lo que era capaz de hacer... No había nadie más como ella; no había nadie más tan como él.
- Pues yo creo que podríamos hervirlo -comentó, finalmente, mientras se separaba de ella-. Aunque primero deberíamos lavarlo un poco.
El beso había sido extraño. Retener sus manos para evitar manchar el precioso vestido que llevaba lo había convertido en una experiencia a la que algo le faltaba. El calor de su cintura, la cercanía de su pecho, esa intimidad que solo permitía a ella y que solo de ella era capaz de buscar... Por eso se lavó las manos una vez más, pero extendió el grifo-ducha y empezó a remojar con agua fría las zonas sin piel, adormeciéndolas ligeramente y dándole un suave alivio que, aunque agradecería al principio, muy pronto se daría cuenta de que solo reavivaba el dolor que sentiría a continuación.
sacó un pequeño balde metálico y se lo ubicó entre las piernas, dejando que su patético miembro resbalase por un extremo y llenándolo de agua helada. Luego sacó un poco de carbón y lo colocó debajo, con mucho cuidado, antes de encenderlo. ¿Se iba a quemar las ingles? Sí, sin duda, pero sería peor cuando el agua empezase a hervir.
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Sabe que Yarmin tiene razón y que si no le da un respiro puede ser que se acabe todo incluso más rápido de lo que le gustaría a ambos. Chasquea la lengua, mientras mira al hombre con esa calma de gato déspota que parece estar en su cuerpo y en su mente como algo totalmente natural.- Es una pena...Pero tienes razón.- Se vio obligada a apartar la mirada del hombre cuando su pareja decidió interponerse en su ruta de visión. Dejó que con calma sus orbes esmeralda y sus ojos dorados se perdieran. Era tan sencillo leer lo que pasaba por su cabeza, que el beso ni siquiera la sorprendió.
Correspondió el gesto con calma, sin importarle mucho el que pudieran verlos, por una vez respetó el pobre traje de chaqueta de Yarmin y no tiró para acercarlo, con la cantidad de sangre que tenía en las manos no podría hacer mucho.-Vale, la carne se quedará mejor y no hay nada más doloroso que morir quemado vivo, se lo merece.- Se encoge de hombros, se lava las manos antes de que él haga de las suyas y se las seca con calma. Mientras su pareja comienza a preparar las cosas para todo lo demás.
Es una de esas vistas que nunca pensó poder contemplar y aunque a la gente de estómago sensible podría causarle algo, ella no estaba demasiado preocupada. Odiaba tanto a aquel hombre que la posibilidad de sentir pena, lástima o incluso asco eran nulas. Sus sentidos se concentraban en ver que tanto podía hacerlo sufrir, en cuanto podía devolverle todas y cada una de las cosas que le había hecho. Eso era lo importante, por eso verlo quemarse a fuego lento era algo que iba a disfrutar y gozar.
-Siento que es como el espectáculo que llevo esperando toda una vida.-Abraza a Yarmin por la espalda una vez ambos solo tienen que esperar que el agua comience a calentarse, hasta que finalmente lo destroce por completo. Suspira, casi como si le hubieran quitado un peso de encima que lleva años cargando. La sonrisa pinta sus labios y la esconde en la espalda del hombre, es una sensación que la golpea de pronto, pero no puede evitar sentir que es uno de esos grandes momentos de su vida.-Gracias de nuevo por todo, aunque se me hace raro ponerme mimosa en una situación así.- Pestañea levemente, volviendo a mirar al hombre por un lado de su pareja. El agua estaba comenzando a alcanzar un punto donde ya era algo mucho más que una molestia.
Correspondió el gesto con calma, sin importarle mucho el que pudieran verlos, por una vez respetó el pobre traje de chaqueta de Yarmin y no tiró para acercarlo, con la cantidad de sangre que tenía en las manos no podría hacer mucho.-Vale, la carne se quedará mejor y no hay nada más doloroso que morir quemado vivo, se lo merece.- Se encoge de hombros, se lava las manos antes de que él haga de las suyas y se las seca con calma. Mientras su pareja comienza a preparar las cosas para todo lo demás.
Es una de esas vistas que nunca pensó poder contemplar y aunque a la gente de estómago sensible podría causarle algo, ella no estaba demasiado preocupada. Odiaba tanto a aquel hombre que la posibilidad de sentir pena, lástima o incluso asco eran nulas. Sus sentidos se concentraban en ver que tanto podía hacerlo sufrir, en cuanto podía devolverle todas y cada una de las cosas que le había hecho. Eso era lo importante, por eso verlo quemarse a fuego lento era algo que iba a disfrutar y gozar.
-Siento que es como el espectáculo que llevo esperando toda una vida.-Abraza a Yarmin por la espalda una vez ambos solo tienen que esperar que el agua comience a calentarse, hasta que finalmente lo destroce por completo. Suspira, casi como si le hubieran quitado un peso de encima que lleva años cargando. La sonrisa pinta sus labios y la esconde en la espalda del hombre, es una sensación que la golpea de pronto, pero no puede evitar sentir que es uno de esos grandes momentos de su vida.-Gracias de nuevo por todo, aunque se me hace raro ponerme mimosa en una situación así.- Pestañea levemente, volviendo a mirar al hombre por un lado de su pareja. El agua estaba comenzando a alcanzar un punto donde ya era algo mucho más que una molestia.
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Una de las cosas más brillantes que habían ingeniado los diseñadores al armar los sótanos de la pirámide era su sistema de renovación de aire. Aunque estaban bajo tierra se respiraba perfectamente, y pese a estar frente a carne cruda esta apenas desprendía ningún aroma. Eso podía deberse en parte a la malnutrición o directamente a la escasa calidad del producto, pero ni siquiera cuando el agua comenzó a hervir pareció que la humedad se condensase en ninguna parte. A Yarmin le gustaba a veces regodearse en el lujo de su pequeño paraíso, sobre todo cuando la actividad era tan... Heterodoxa.
- Eso solo significa que estás cómoda -respondió con calma, echando un poco de agua en el recipiente, que empezaba a bajar. La temperatura bajó, pero eso no significaba que dejase de ser molesta-. Y eso pasa porque este buen amigo ya no puede hacerte daño. ¿Nos lavamos un poco?
Se aseguró de quitar la grasa y trozos de roña que se le pudieran haber colado entre las uñas antes de meter las manos bajo el grifo, lavándolas concienzudamente. No le gustaba la mugre, mucho menos tener las manos manchadas, y en cuanto secaran la sensación acartonada sobre sus dedos se iba a hacer totalmente insoportable. Incluso raspó con un cepillo, dejándose las manos ligeramente irritadas por medio minuto. Por suerte la sencilla comparativa con lo que debía estar pasando Samir era suficiente como para que se tranquilizase, así que terminó de secarse y, esa vez sí, atrapó a Zaina entre los brazos.
La atrajo hacia sí mismo, cerrando las manos sobre su cintura, tratando de pegarse frente a frente contra ella. No sabía por qué aquellos ojos ejercían un poder tan fuerte sobre él, pero lo llamaban a gritos. Le decían que podía estar tranquilo, y al mismo tiempo avivaban sus fuegos. Le gustaba verlos muy de cerca, reflejando los suyos, y un poco más en perspectiva, reflejando toda la luz que parecían absorber hasta soltarla en un rayo mucho más potente. Ella podía sentirse extraña, pero él estaba ya tan hecho a esa situación que apenas era un ruido de fondo para el ritmo de su vida; y en ese momento, el ritmo se acompasaba al corazón de Zaina.
No podía evitarlo. Simplemente la deseaba, la amaba. Quería besarla allí y ahora, simplemente hacerla suya y ser suyo. Dejar que Samir muriese, que no quedase ni el recuerdo de él, no perder más tiempo. Ni siquiera era alguien que mereciera su atención, solo un hombre que merecía un castigo por cómo había tratado a su mujer. Bueno, eso... Si se le podía llamar hombre.
Y entonces, su den den mushi sonó.
- Han llegado -fue lo único que dijo, recolocándose la camisa tras darle un beso en los labios-. Seguro que están deseando verte. ¿Seguimos luego?
Los animales eran para Zaina muy importantes, tal vez lo bastante como para pausar por el momento aquella banal diversión. Agarró su chaqueta y comenzó a ponérsela, aprovechando para dejar el grifo abierto dentro del bol, evitando que por mucho que se evaporase fuera vaciado, pero lo suficientemente flojo como para que nunca rebosase y apagase las brasas bajo él.
- Se apagarán en una hora, más o menos. Tenemos tiempo.
- Eso solo significa que estás cómoda -respondió con calma, echando un poco de agua en el recipiente, que empezaba a bajar. La temperatura bajó, pero eso no significaba que dejase de ser molesta-. Y eso pasa porque este buen amigo ya no puede hacerte daño. ¿Nos lavamos un poco?
Se aseguró de quitar la grasa y trozos de roña que se le pudieran haber colado entre las uñas antes de meter las manos bajo el grifo, lavándolas concienzudamente. No le gustaba la mugre, mucho menos tener las manos manchadas, y en cuanto secaran la sensación acartonada sobre sus dedos se iba a hacer totalmente insoportable. Incluso raspó con un cepillo, dejándose las manos ligeramente irritadas por medio minuto. Por suerte la sencilla comparativa con lo que debía estar pasando Samir era suficiente como para que se tranquilizase, así que terminó de secarse y, esa vez sí, atrapó a Zaina entre los brazos.
La atrajo hacia sí mismo, cerrando las manos sobre su cintura, tratando de pegarse frente a frente contra ella. No sabía por qué aquellos ojos ejercían un poder tan fuerte sobre él, pero lo llamaban a gritos. Le decían que podía estar tranquilo, y al mismo tiempo avivaban sus fuegos. Le gustaba verlos muy de cerca, reflejando los suyos, y un poco más en perspectiva, reflejando toda la luz que parecían absorber hasta soltarla en un rayo mucho más potente. Ella podía sentirse extraña, pero él estaba ya tan hecho a esa situación que apenas era un ruido de fondo para el ritmo de su vida; y en ese momento, el ritmo se acompasaba al corazón de Zaina.
No podía evitarlo. Simplemente la deseaba, la amaba. Quería besarla allí y ahora, simplemente hacerla suya y ser suyo. Dejar que Samir muriese, que no quedase ni el recuerdo de él, no perder más tiempo. Ni siquiera era alguien que mereciera su atención, solo un hombre que merecía un castigo por cómo había tratado a su mujer. Bueno, eso... Si se le podía llamar hombre.
Y entonces, su den den mushi sonó.
- Han llegado -fue lo único que dijo, recolocándose la camisa tras darle un beso en los labios-. Seguro que están deseando verte. ¿Seguimos luego?
Los animales eran para Zaina muy importantes, tal vez lo bastante como para pausar por el momento aquella banal diversión. Agarró su chaqueta y comenzó a ponérsela, aprovechando para dejar el grifo abierto dentro del bol, evitando que por mucho que se evaporase fuera vaciado, pero lo suficientemente flojo como para que nunca rebosase y apagase las brasas bajo él.
- Se apagarán en una hora, más o menos. Tenemos tiempo.
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Tal vez él tenía razón, tenía que ver con el hecho de que nadie podría volver a dañarla de la manera en que aquella escoria podía. Resurgirá de sus cenizas y vería con desprecio como su peor enemigo era simplemente reducido a ellas. Sin embargo en aquel momento no quería pensar en nada de aquello, simplemente sonreírle a su pareja y disfrutar de aquella maravilla de la naturaleza.-Me parece bien, voy a necesitar una buena ducha para quitarme toda esta mezcla de olores.- Asiente divertida, antes de darse cuenta de la capacidad de aquel hombre para jugar con su estado de ánimo. Era tan aterradora como adorable, y pensar en ello solo sería un dolor de cabeza que definitivamente no quería enfrentar en aquel momento.
Ella tiene las uñas largas, finas y cuidadas, limpiarlas es sencillo y destrozar la carne con ella es uno de esos placeres que adora y esconde a partes iguales. Aunque Yarmin es perfectamente consciente de las predilecciones de la muchacha por arañar todo lo que acabe al alcance de sus garras. Sin embargo es totalmente consciente de las manías y costumbres de su pareja, por eso simplemente lo deja eliminar cualquier rastro de que ha estado en contacto con una basura como él. Es casi hipnótico verlo deshacerse en aquel calor mientras ella solo tiene que asegurarse de disfrutar con una buena copa de vino entre los dedos… Tenía ganas de una copa de vino.
Volvió al mundo terrenal con el tacto de sus manos, dejándose abrazar con calma para mirarle a los ojos. El oro de aquellos orbes le proporcionaba una tranquilidad y una calma casi mágicas, y aunque Jack, su maestro y primer amor había tenido los ojos de ese color, nada podía comprobarse con la marea de oro de Yarmin. Tranquila, oscilante y cambiante, envolvente y casi mágica. Tenía una manera casi instantánea de calmar al peor de los demonios y bestias de Yasei y volver a Zaina una dulce y tranquila gatita esperando por sus mimos.
Es en ese momento que suena el den den mushi y tras sus palabras asiente tranquilamente, mirandole.- Sin embargo tendremos que darnos una ducha primero, el olor de este hombre altera demasiado a Jade.- El animal había crecido por y para evitar ese olor, destrozarlo, herirlo y matarlo, si después de un viaje tan largo en el que había estado encerrada era expuesta, no podía prometer nada de las instalaciones del hombre.
Y aunque adora liarla parda, no es el lugar ni el momento adecuado para ponerse a romper y destrozar cosas. Por eso simplemente le devuelve el beso a Yarmin, se aparta el cabello y se prepara para retomar las cosas importantes. El hombre puede esperar, incluso si lo dejan a medias y luego, simplemente, vuelven a empezar.
No es como si mereciera compasión alguna de su parte.
Ella tiene las uñas largas, finas y cuidadas, limpiarlas es sencillo y destrozar la carne con ella es uno de esos placeres que adora y esconde a partes iguales. Aunque Yarmin es perfectamente consciente de las predilecciones de la muchacha por arañar todo lo que acabe al alcance de sus garras. Sin embargo es totalmente consciente de las manías y costumbres de su pareja, por eso simplemente lo deja eliminar cualquier rastro de que ha estado en contacto con una basura como él. Es casi hipnótico verlo deshacerse en aquel calor mientras ella solo tiene que asegurarse de disfrutar con una buena copa de vino entre los dedos… Tenía ganas de una copa de vino.
Volvió al mundo terrenal con el tacto de sus manos, dejándose abrazar con calma para mirarle a los ojos. El oro de aquellos orbes le proporcionaba una tranquilidad y una calma casi mágicas, y aunque Jack, su maestro y primer amor había tenido los ojos de ese color, nada podía comprobarse con la marea de oro de Yarmin. Tranquila, oscilante y cambiante, envolvente y casi mágica. Tenía una manera casi instantánea de calmar al peor de los demonios y bestias de Yasei y volver a Zaina una dulce y tranquila gatita esperando por sus mimos.
Es en ese momento que suena el den den mushi y tras sus palabras asiente tranquilamente, mirandole.- Sin embargo tendremos que darnos una ducha primero, el olor de este hombre altera demasiado a Jade.- El animal había crecido por y para evitar ese olor, destrozarlo, herirlo y matarlo, si después de un viaje tan largo en el que había estado encerrada era expuesta, no podía prometer nada de las instalaciones del hombre.
Y aunque adora liarla parda, no es el lugar ni el momento adecuado para ponerse a romper y destrozar cosas. Por eso simplemente le devuelve el beso a Yarmin, se aparta el cabello y se prepara para retomar las cosas importantes. El hombre puede esperar, incluso si lo dejan a medias y luego, simplemente, vuelven a empezar.
No es como si mereciera compasión alguna de su parte.
Yarmin Prince
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
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Akuma no mi
Varios
A veces Zaina podía ser extraordinariamente pasional, pero sabía frenar cuando llegaba el momento adecuado. Tenía un instinto muy fuerte, pero una mente calculadora con la que se sincronizaba a la perfección, cayendo a veces en cosas que él tendía a ignorar. Por ejemplo el olor de ese hombre, al que Yarmin apenas había prestado atención, para la mujer era tan importante como para justificar una ducha antes, a pesar de lo ansiosa que estaba por reunirse de nuevo con sus animales. Sabía lo duro que había sido para ella la separación, y que los sentía como una verdadera familia era algo que no podía ignorar. Además, ni siquiera él iba a renunciar a la oportunidad de una ducha junto a esa mujer. No en Oasis, por lo menos.
- Nos encargaremos de borrar hasta el último resquicio -afirmó, tomándola de la cintura mientras pasaba ante él-. Tengo los mejores jabones, y seguro que algún perfume que te pueda gustar.
Zaina era... Bueno, era ella. Tenía en la mirada las joyas más valiosas que nunca había llegado a contemplar. Podía derretir sin fuego su frío corazón de piedra con apenas un parpadeo, un ademán, un movimiento de cabeza. También poseía una sonrisa felina, única, tan tranquila como la que solo alguien que lo tenía todo controlado podía atreverse a siquiera sugerir. A veces asociaba aquella sonrisa a una leve vanidad, pero cada vez que lo pensaba se daba cuenta de que estaba por completo justificada: Era perfecta y, aunque tal vez tuviese algo de suerte, era la única persona que, tal vez, estuviera a su altura si tuviese que enfrentar. Aunque se trataba de una posibilidad descabellada; ambos sabían que podían darse mucho más de lo que eran capaces de quitarse. En cierto modo era la belleza de aquello: No tenía sentido, desde ningún punto de vista, racional o emocional, renunciar a ella. Tal vez por eso se le contagiaba aquella sonrisa resabiada a su lado. Como para no.
La guio de vuelta hacia el ascensor, dando instrucciones muy precisas al guardia de la puerta acerca de no limpiar nada todavía. En esa ocasión todavía no habían terminado, por lo que más les valía no tocar. Sabía que, aunque bien podrían haberlo matado ya, a Zaina también le emocionaba la tortura. De una forma pasional y tal vez acelerada, pero nada que no pudiera soportar mientras ella sonriese. Porque, a pesar de todo lo que había avanzado ya, lo desandaría si con eso la hiciese feliz.
La puerta del elevador se abrió. Yarmin pulsó el último piso al que podía acceder y atrapó a la mujer en un abrazo, aferrándola por la cintura y quedando frente contra frente. La miraba fijamente, oro contra esmeralda, sonriente como solo cuando Zaina estaba allí. Se tomó el lujo de parpadear muy lentamente, mostrando la confianza que tenía en su felina naturaleza.
- Eres lo más especial que he tenido nunca entre mis manos. -Y eso, viniendo de un traficante acostumbrado a tasar mujeres hermosas para ser vendidas, podía significar mucho-. Da igual cómo, cuándo o qué te haya hecho pensar ese hombre, o cualquier otro. Eres increíble. -Le dio un beso en la nariz-. La mujer más inteligente que he conocido, mi mayor debilidad... Quiero que sepas, Zaina, que desde el día que te conocí soy feliz por primera vez en mucho tiempo. Por eso, a tu lado o a un mar de distancia, siempre voy a estar para ti.
Tal vez no le estaría diciendo eso si no se hubiese celado de una teleoperadora, quién sabe. Yarmin muchas veces seguía cursos de pensamiento aparentemente caóticos, enlazando puentes que para otros era imposible unir. Saltaba entre procesos lógicos, examinando razonamientos a cada cual más loco sin pensar más que en su eficacia. Salvo frente a ella. Con ella no siempre funcionaban las mieles del cariño, pero aun si no lo hacía eran cosas que deseaba decirle. Porque lo valía; porque él la amaba, y no había más que decir.
La puerta se abrió, y Yarmin guio a Zaina hasta el apartamento. La dejó elegir jabones y fragancias, y empezó a preparar un baño. Su bañera era ideal para dos, pero si la acompañaba en esa ocasión sería decisión suya.
- Nos encargaremos de borrar hasta el último resquicio -afirmó, tomándola de la cintura mientras pasaba ante él-. Tengo los mejores jabones, y seguro que algún perfume que te pueda gustar.
Zaina era... Bueno, era ella. Tenía en la mirada las joyas más valiosas que nunca había llegado a contemplar. Podía derretir sin fuego su frío corazón de piedra con apenas un parpadeo, un ademán, un movimiento de cabeza. También poseía una sonrisa felina, única, tan tranquila como la que solo alguien que lo tenía todo controlado podía atreverse a siquiera sugerir. A veces asociaba aquella sonrisa a una leve vanidad, pero cada vez que lo pensaba se daba cuenta de que estaba por completo justificada: Era perfecta y, aunque tal vez tuviese algo de suerte, era la única persona que, tal vez, estuviera a su altura si tuviese que enfrentar. Aunque se trataba de una posibilidad descabellada; ambos sabían que podían darse mucho más de lo que eran capaces de quitarse. En cierto modo era la belleza de aquello: No tenía sentido, desde ningún punto de vista, racional o emocional, renunciar a ella. Tal vez por eso se le contagiaba aquella sonrisa resabiada a su lado. Como para no.
La guio de vuelta hacia el ascensor, dando instrucciones muy precisas al guardia de la puerta acerca de no limpiar nada todavía. En esa ocasión todavía no habían terminado, por lo que más les valía no tocar. Sabía que, aunque bien podrían haberlo matado ya, a Zaina también le emocionaba la tortura. De una forma pasional y tal vez acelerada, pero nada que no pudiera soportar mientras ella sonriese. Porque, a pesar de todo lo que había avanzado ya, lo desandaría si con eso la hiciese feliz.
La puerta del elevador se abrió. Yarmin pulsó el último piso al que podía acceder y atrapó a la mujer en un abrazo, aferrándola por la cintura y quedando frente contra frente. La miraba fijamente, oro contra esmeralda, sonriente como solo cuando Zaina estaba allí. Se tomó el lujo de parpadear muy lentamente, mostrando la confianza que tenía en su felina naturaleza.
- Eres lo más especial que he tenido nunca entre mis manos. -Y eso, viniendo de un traficante acostumbrado a tasar mujeres hermosas para ser vendidas, podía significar mucho-. Da igual cómo, cuándo o qué te haya hecho pensar ese hombre, o cualquier otro. Eres increíble. -Le dio un beso en la nariz-. La mujer más inteligente que he conocido, mi mayor debilidad... Quiero que sepas, Zaina, que desde el día que te conocí soy feliz por primera vez en mucho tiempo. Por eso, a tu lado o a un mar de distancia, siempre voy a estar para ti.
Tal vez no le estaría diciendo eso si no se hubiese celado de una teleoperadora, quién sabe. Yarmin muchas veces seguía cursos de pensamiento aparentemente caóticos, enlazando puentes que para otros era imposible unir. Saltaba entre procesos lógicos, examinando razonamientos a cada cual más loco sin pensar más que en su eficacia. Salvo frente a ella. Con ella no siempre funcionaban las mieles del cariño, pero aun si no lo hacía eran cosas que deseaba decirle. Porque lo valía; porque él la amaba, y no había más que decir.
La puerta se abrió, y Yarmin guio a Zaina hasta el apartamento. La dejó elegir jabones y fragancias, y empezó a preparar un baño. Su bañera era ideal para dos, pero si la acompañaba en esa ocasión sería decisión suya.
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