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La dinamita entró directamente en la bocaza de aquel monstruo y, sin siquiera masticarla, se la tragó completamente. La bomba tardaría alrededor de seis o siete segundos en explosionar, por lo que el mercenario tenía pensado ganar tiempo. Tampoco es que le hiciera falta, puesto que al parecer la planta había perdido el interés totalmente tanto en Sif como en Yuu. Se encogió de hombros mientras sostenía sus espadas y, acto seguido, procedió a envainarlas. Unos segundos después, escuchó el grito de su compañero pidiéndole algo para cubrirle.
—¿Qué te cubra de qu…? ¡Ah! —cayó en lo que Sif estaba pidiendo. Alcanzó a este con la vista y generó una placa de metal no muy gruesa que abarcaba unos cuantos metros de largo. Los suficientes como para que el chaval no tuviera que limpiarse luego de absolutamente ningún resto de planta muerta. Visto que era coherente, Yuu hizo lo mismo delante de él. Tampoco es que le entusiasmara la idea de acabar recubierto de restos de planta, no. Pero bueno, el caso es que ambas paredes de metal lograron su propósito cuando el enemigo explotó en mil pedazos— ¡Hostia! —cambió rápidamente la forma de las dos paredes, convirtiéndolas en una semi–cúpula que cubriría tanto por arriba como por delante, debido a que Yuu se había dado cuenta de que estaban lloviendo pedazos desde arriba también. Cuando notó que dejaron de caer cosas del cielo, hizo desaparecer ambas al mismo tiempo— Qué pesadilla de isla —musitó, para luego soltar un breve bostezo. Escuchó a Sif y volteó su cabeza en su dirección— Pues como no limpiemos alguna cueva estamos jodidos —se acercó a su posición— Yo no voy a dormir con toda esta mierda de bichos a mi alrededor. Paso. —Y entonces… Escuchó la ocurrencia de su querido compañero, además de ver cómo no podía parar de reírse—. Yo no le conozco… No le conozco… —miró a otro lado y siguió su camino, apartándose un poco de él. La verdad es que ni siquiera lo había entendido, pero solo por el juego de palabras sacado de la nada le había parecido un chiste terrible. Si es que pretendía ser un chiste.
La travesía duró un buen rato, dado que aquellos kilómetros no eran precisamente rápidos de alcanzar. En la medida de tiempo que Yuu utilizaba a veces se podría decir un tiempo aproximado. Básicamente una de sus formas de contar el tiempo que tardaba en hacer cualquier cosa era con sus cigarros y su mono. Entre que se lo fuma —que suelen durarle cinco minutos a lo sumo— y lo que tarda en entrarle el mono de nuevo —que viene a ser un cuarto de hora, aunque no siempre sucumbía al deseo de fumar y se aguantaba las ganas— se podría decir que el dúo de mercenarios había tardado un cigarro y un mono en llegar a donde se hallaban. ¿Lo peor de todo? Que ni siquiera parecían haberse movido del sitio, porque todo el bosque era completamente idéntico. Aunque bueno… Realmente tampoco les quedaba tanto para salir de aquel sitio.
—Joder… Joder… —se encendió otro cigarro. Sí, ya habían pasado quince minutos desde el último. Sif pareció hablarle mientras lo encendía, preguntándole por un plan de acampada—. ¿Eh? ¿No te lo he dicho hace dos cigarros y un mono? O sea, hace… ¿Un buen rato? Una cueva, Sif. Una cueva. Busca una cueva. Si encontramos una con una sola entrada todo tiene que salir bien. Me quedo yo vigilando un rato o la bloqueo con algo, la limpiamos de lo que sea que viva ahí dentro y listo. ¡Pero claro…! ¿Cómo coño vamos a encontrar una puta cueva en este puto bos…? Eh, mira. La salida. Creo —caminó hacia donde pensaba que había visto algo. Y, bueno… No vio nada porque no se veía nada. Y encima él veía menos—. Hey… Quizás… —creó una linterna en su mano y alumbró lo que parecía ser la salida de aquel bosque, por fin.
Dejó atrás los árboles y emprendió su marcha, no sin antes avisar a Sif de que le siguiera. Entre la luz de la luna y la linterna al menos podrían ver que estaban en un sitio parecido al que habían aterrizado. Por suerte para ellos, esa clase de terrenos rocosos tenían lo que Yuu buscaba desde hace rato. Aunque realmente tardaron cinco minutos —o sea, lo que le duró el cigarro— en encontrar una cueva donde refugiarse
—¿Ves lo que te decía? —alumbró toda la cavidad, la cual no era demasiado grande ni parecía estar habitada por ningún animal. Tenía alguna veta de minerales raros y algún que otro cristal brillante que otorgaba algo de luz roja al panorama—. Pero… Loco… —se adentró en la cueva—. Menuda mina de oro… No literalmente, ojalá. Pero joder, todo esto nos puede hacer muchísimo más ricos… —se acordó de que tenían que asentarse allí— Ah, coño. Ya hemos llegado. Espera, Sif. Voy a crear algo habitable —en un abrir y cerrar de ojos, aquella cueva había pasado de estar oscura y lúgubre a la quinta parte de lo que podría ser perfectamente el salón del Ragnarok. Creó unas cuantas lámparas de pie por todo el entorno, alimentadas por unas baterías que durarían unas cuantas horas. Además, creo un par de camas de matrimonio en el centro de la cueva para cada uno, separadas entre sí unos cinco metros. Cerca de ellas aparecerían dos sillones y un sofá no muy grande de color rojo y adornados con oro, rodeando una mesa de cristal— Ve y ponte cómodo. Necesito tapar la salida con algo antes. —Cuando Lance hubiese entrado a la cueva, el mercenario se dispondría a colocar un enorme peñasco de roca que cubriría por completo la entrada. Todo aquello mermaría un poco sus fuerzas, sumado a su cansancio y al sueño que tenía. Por lo tanto… Lo primero que haría tras aquello era tirarse sobre el sofá a descansar.
—¿Qué te cubra de qu…? ¡Ah! —cayó en lo que Sif estaba pidiendo. Alcanzó a este con la vista y generó una placa de metal no muy gruesa que abarcaba unos cuantos metros de largo. Los suficientes como para que el chaval no tuviera que limpiarse luego de absolutamente ningún resto de planta muerta. Visto que era coherente, Yuu hizo lo mismo delante de él. Tampoco es que le entusiasmara la idea de acabar recubierto de restos de planta, no. Pero bueno, el caso es que ambas paredes de metal lograron su propósito cuando el enemigo explotó en mil pedazos— ¡Hostia! —cambió rápidamente la forma de las dos paredes, convirtiéndolas en una semi–cúpula que cubriría tanto por arriba como por delante, debido a que Yuu se había dado cuenta de que estaban lloviendo pedazos desde arriba también. Cuando notó que dejaron de caer cosas del cielo, hizo desaparecer ambas al mismo tiempo— Qué pesadilla de isla —musitó, para luego soltar un breve bostezo. Escuchó a Sif y volteó su cabeza en su dirección— Pues como no limpiemos alguna cueva estamos jodidos —se acercó a su posición— Yo no voy a dormir con toda esta mierda de bichos a mi alrededor. Paso. —Y entonces… Escuchó la ocurrencia de su querido compañero, además de ver cómo no podía parar de reírse—. Yo no le conozco… No le conozco… —miró a otro lado y siguió su camino, apartándose un poco de él. La verdad es que ni siquiera lo había entendido, pero solo por el juego de palabras sacado de la nada le había parecido un chiste terrible. Si es que pretendía ser un chiste.
La travesía duró un buen rato, dado que aquellos kilómetros no eran precisamente rápidos de alcanzar. En la medida de tiempo que Yuu utilizaba a veces se podría decir un tiempo aproximado. Básicamente una de sus formas de contar el tiempo que tardaba en hacer cualquier cosa era con sus cigarros y su mono. Entre que se lo fuma —que suelen durarle cinco minutos a lo sumo— y lo que tarda en entrarle el mono de nuevo —que viene a ser un cuarto de hora, aunque no siempre sucumbía al deseo de fumar y se aguantaba las ganas— se podría decir que el dúo de mercenarios había tardado un cigarro y un mono en llegar a donde se hallaban. ¿Lo peor de todo? Que ni siquiera parecían haberse movido del sitio, porque todo el bosque era completamente idéntico. Aunque bueno… Realmente tampoco les quedaba tanto para salir de aquel sitio.
—Joder… Joder… —se encendió otro cigarro. Sí, ya habían pasado quince minutos desde el último. Sif pareció hablarle mientras lo encendía, preguntándole por un plan de acampada—. ¿Eh? ¿No te lo he dicho hace dos cigarros y un mono? O sea, hace… ¿Un buen rato? Una cueva, Sif. Una cueva. Busca una cueva. Si encontramos una con una sola entrada todo tiene que salir bien. Me quedo yo vigilando un rato o la bloqueo con algo, la limpiamos de lo que sea que viva ahí dentro y listo. ¡Pero claro…! ¿Cómo coño vamos a encontrar una puta cueva en este puto bos…? Eh, mira. La salida. Creo —caminó hacia donde pensaba que había visto algo. Y, bueno… No vio nada porque no se veía nada. Y encima él veía menos—. Hey… Quizás… —creó una linterna en su mano y alumbró lo que parecía ser la salida de aquel bosque, por fin.
Dejó atrás los árboles y emprendió su marcha, no sin antes avisar a Sif de que le siguiera. Entre la luz de la luna y la linterna al menos podrían ver que estaban en un sitio parecido al que habían aterrizado. Por suerte para ellos, esa clase de terrenos rocosos tenían lo que Yuu buscaba desde hace rato. Aunque realmente tardaron cinco minutos —o sea, lo que le duró el cigarro— en encontrar una cueva donde refugiarse
—¿Ves lo que te decía? —alumbró toda la cavidad, la cual no era demasiado grande ni parecía estar habitada por ningún animal. Tenía alguna veta de minerales raros y algún que otro cristal brillante que otorgaba algo de luz roja al panorama—. Pero… Loco… —se adentró en la cueva—. Menuda mina de oro… No literalmente, ojalá. Pero joder, todo esto nos puede hacer muchísimo más ricos… —se acordó de que tenían que asentarse allí— Ah, coño. Ya hemos llegado. Espera, Sif. Voy a crear algo habitable —en un abrir y cerrar de ojos, aquella cueva había pasado de estar oscura y lúgubre a la quinta parte de lo que podría ser perfectamente el salón del Ragnarok. Creó unas cuantas lámparas de pie por todo el entorno, alimentadas por unas baterías que durarían unas cuantas horas. Además, creo un par de camas de matrimonio en el centro de la cueva para cada uno, separadas entre sí unos cinco metros. Cerca de ellas aparecerían dos sillones y un sofá no muy grande de color rojo y adornados con oro, rodeando una mesa de cristal— Ve y ponte cómodo. Necesito tapar la salida con algo antes. —Cuando Lance hubiese entrado a la cueva, el mercenario se dispondría a colocar un enorme peñasco de roca que cubriría por completo la entrada. Todo aquello mermaría un poco sus fuerzas, sumado a su cansancio y al sueño que tenía. Por lo tanto… Lo primero que haría tras aquello era tirarse sobre el sofá a descansar.
Lance Kashan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Re: [Misión legendaria-Nuevo Mundo] Explorando el pasado (Exclusiva Lance) {Jue 25 Jun 2020 - 14:55}
Yuu parecía decidido a dormir en una cueva, hecho que a mí me hacía poca gracia. Quizás ninguna. Nunca me había sentido bien durmiendo en espacios cerrados, menos aun cuando eran tan pequeños como una caverna solía ser y la idea de que oliera a guano, humedad o cerrado no me apetecían demasiado. Con cierta mueca de desagrado que tapó mi máscara, asentí, prefiriendo llevarle la razón a empezar a pelearnos por algo en el que ninguno de los dos se pondría de acuerdo. Simplemente cedería y al menos así dormiríamos juntos, además de que Yuu podía generar todo tipo de muebles con el poder de su fruta. Valoraba dormir sobre una cama, para ser sinceros.
Caminamos y caminamos sin llegar a ver el fin de nuestros pasos en ningún momento, hasta que la luz lunar nos embriagó con su presencia y, al volver a preguntar por si las moscas —ya que a lo mejor cambiaba de opinión y así conseguía cambiar la localización del que iba a ser nuestro lugar de descanso— Yuu pareció no pensárselo demasiado y contestarme lo mismo de nuevo. Bueno, habría que aguantarse. Con suerte encontraríamos una cueva donde no me diese con la cabeza al levantarme de la cama, así que tocaba buscar. Dejé al parchado, con la dirección básica hacia la que se encontraba el lago que buscábamos, tomar las riendas de la caminata y que él dirigiera la marcha, tomando su paso para no dejarle atrás ni quedarme yo retrasado. Gracias a que la llanura estaba repleta de dolinas y simas, dejando paso a un paisaje kárstico bastante característico, el hombre no tardó en plantarse frente a una cueva que no era tan vertical como el resto y que tenía una apariencia, como mínimo, tragable. Alumbró el pasillo con su linterna, olvidando que con mi fruta podía generar luz de forma cómoda y remota, y comenzó a pasearse por allí como si fuera su casa de la infancia, maravillándose con la materia prima del lugar. Se sumergió más aún en las profundidades y, para cuando pude pasar, había convertido el lugar en lo que podía ser una de las habitaciones del Ragnarok en las que solía dormir. Pasó a mi lado, cerrando la entrada, y yo me dispuse a investigar todo lo que allí había, curioso y cauto a la vez:
— No me suena el mineral, aunque tampoco es que suela trabajar con ellos muy a menudo —Fui a pasar la mano por la veta, pero me arrepentí en última instancia por miedo a que fueran inestables y causasen cualquier desgracia—. Cuando tengamos vía libre en esta isla del demonio, traeremos un perito, pero cualquier material que provenga del Nuevo Mundo suele cotizarse demasiado alto en el mercado. Ya sabes, se cobra dificultad de extracción y no es fácil asegurar a humanos comunes con un pico —Aparté finalmente los ojos de aquel trozo azul marino que decoraba el pasillo mientras suspiraba y me quitaba, de una vez por todas, la máscara de Sif, respirando tranquilamente—. Todavía quedan dos días de camino como mínimo… —Iba a hacer mención a su velocidad, pero me arrepentí en el último segundo para no hacerle sentir menos apto o, en cualquier caso, que estaba retrasando mi avance. Él tenía sus capacidades, yo las mías—… así que más nos vale poder acostumbrarnos a este tipo de vida porque el camino no es corto.
Miré hacia todas las direcciones, fijándome al final en la cama que decoraba el fondo y mirándola durante varios segundos, meditando. No me sentía realmente cómodo durmiendo dentro de una cueva, aunque la sensación se atenuaba gracias a la luz que provenía de las lámparas. Metiendo aquello que cubría mi rostro dentro del traje con un gesto suave, miré al parchado a los ojos.
— ¿Puedes quitar la cama y hacerme una hamaca en la entrada? Pegada a la roca —Prefería dormir al lado de la ruta de escape para poder estar atento a aquello que pasase en el exterior y lo que nos pudiera concernir a nosotros. No tenía conocimiento de si los depredadores del lugar eran de hábitos nocturnos o diurnos, pero presumiblemente nos despertarían de algún gruñido más de una vez a lo largo de la noche—. Haré guardia primero.
Dudaba mucho que se opusiera a la idea, por lo que en cuanto estuviera preparada me tumbaría en la hamaca y desplegaría el área electromagnética para poder fijarme en todos los movimientos que sucedieran alrededor. Podía notar pequeños insectos —del tamaño de escarabajos— volar alrededor, la hierba mecerse o algún dinosaurio correr de aquí para allá, pero nada realmente alarmante que mereciese la pena poner en conocimiento del peliazul. Conociéndole, especialmente tras comer así, fumar así y caminar así, no tardaría en dormirse y, en cuanto me pareció que se hubo dormido, suspiré y me volví etéreo para atravesar una de las rendijas que la roca ofrecía y aparecer en el exterior, sentándome en el peñasco en una pose algo cómoda a pesar de lo duro de la superficie. El cuadro era maravilloso, precioso sin dudas, además de que la brisa ofrecía una calma y un bienestar loables. Tanto que me terminé quedando dormido.
Me desperté una hora después, quizás dos. O tres, quién sabe, pero lo importante no era el tiempo que me había quedado a la intemperie, a merced de cualquier depredador por pequeño que fuese, sino de lo que sucedía: el peñasco temblaba y mis oídos colapsaban por el grave ruido. No tardé en abrir los ojos de par en par y fijarme en aquello que estaba sucediendo en la pradera: más de una decena de caballos, tan grandes como una embarcación, trotaban de aquí para allá sin demasiado destino. Con aquel tamaño, cada vez que la pezuña chocaba contra el suelo, este temblaba sobremanera y un grave y hueco sonido invadía el ambiente. No sería una sorpresa que Yuu se hubiera despertado tal y como yo, pero de no ser así entraría a hacerlo yo, por la buena o por las malas, para avisarle de la idea que había hecho que mis ojos se tiñeran de un amarillo electrizante, fruto de mi fruta:
— Yuu, tenemos transporte. Los caballos nos pueden llevar volando a nuestro destino, así que olvídate de los dos días, ponte las pilas y pillemos uno —No me parecía una mala idea para nada, solo significaría montarse en el lomo e incitarlos, ya fuera con explosiones o rayos, a que corriesen en la dirección deseada. Tenían que ser decenas, si no centenas, más rápidos que Yuu. Quizás más veloces que yo, pero eso es algo que comprobaríamos.
Caminamos y caminamos sin llegar a ver el fin de nuestros pasos en ningún momento, hasta que la luz lunar nos embriagó con su presencia y, al volver a preguntar por si las moscas —ya que a lo mejor cambiaba de opinión y así conseguía cambiar la localización del que iba a ser nuestro lugar de descanso— Yuu pareció no pensárselo demasiado y contestarme lo mismo de nuevo. Bueno, habría que aguantarse. Con suerte encontraríamos una cueva donde no me diese con la cabeza al levantarme de la cama, así que tocaba buscar. Dejé al parchado, con la dirección básica hacia la que se encontraba el lago que buscábamos, tomar las riendas de la caminata y que él dirigiera la marcha, tomando su paso para no dejarle atrás ni quedarme yo retrasado. Gracias a que la llanura estaba repleta de dolinas y simas, dejando paso a un paisaje kárstico bastante característico, el hombre no tardó en plantarse frente a una cueva que no era tan vertical como el resto y que tenía una apariencia, como mínimo, tragable. Alumbró el pasillo con su linterna, olvidando que con mi fruta podía generar luz de forma cómoda y remota, y comenzó a pasearse por allí como si fuera su casa de la infancia, maravillándose con la materia prima del lugar. Se sumergió más aún en las profundidades y, para cuando pude pasar, había convertido el lugar en lo que podía ser una de las habitaciones del Ragnarok en las que solía dormir. Pasó a mi lado, cerrando la entrada, y yo me dispuse a investigar todo lo que allí había, curioso y cauto a la vez:
— No me suena el mineral, aunque tampoco es que suela trabajar con ellos muy a menudo —Fui a pasar la mano por la veta, pero me arrepentí en última instancia por miedo a que fueran inestables y causasen cualquier desgracia—. Cuando tengamos vía libre en esta isla del demonio, traeremos un perito, pero cualquier material que provenga del Nuevo Mundo suele cotizarse demasiado alto en el mercado. Ya sabes, se cobra dificultad de extracción y no es fácil asegurar a humanos comunes con un pico —Aparté finalmente los ojos de aquel trozo azul marino que decoraba el pasillo mientras suspiraba y me quitaba, de una vez por todas, la máscara de Sif, respirando tranquilamente—. Todavía quedan dos días de camino como mínimo… —Iba a hacer mención a su velocidad, pero me arrepentí en el último segundo para no hacerle sentir menos apto o, en cualquier caso, que estaba retrasando mi avance. Él tenía sus capacidades, yo las mías—… así que más nos vale poder acostumbrarnos a este tipo de vida porque el camino no es corto.
Miré hacia todas las direcciones, fijándome al final en la cama que decoraba el fondo y mirándola durante varios segundos, meditando. No me sentía realmente cómodo durmiendo dentro de una cueva, aunque la sensación se atenuaba gracias a la luz que provenía de las lámparas. Metiendo aquello que cubría mi rostro dentro del traje con un gesto suave, miré al parchado a los ojos.
— ¿Puedes quitar la cama y hacerme una hamaca en la entrada? Pegada a la roca —Prefería dormir al lado de la ruta de escape para poder estar atento a aquello que pasase en el exterior y lo que nos pudiera concernir a nosotros. No tenía conocimiento de si los depredadores del lugar eran de hábitos nocturnos o diurnos, pero presumiblemente nos despertarían de algún gruñido más de una vez a lo largo de la noche—. Haré guardia primero.
Dudaba mucho que se opusiera a la idea, por lo que en cuanto estuviera preparada me tumbaría en la hamaca y desplegaría el área electromagnética para poder fijarme en todos los movimientos que sucedieran alrededor. Podía notar pequeños insectos —del tamaño de escarabajos— volar alrededor, la hierba mecerse o algún dinosaurio correr de aquí para allá, pero nada realmente alarmante que mereciese la pena poner en conocimiento del peliazul. Conociéndole, especialmente tras comer así, fumar así y caminar así, no tardaría en dormirse y, en cuanto me pareció que se hubo dormido, suspiré y me volví etéreo para atravesar una de las rendijas que la roca ofrecía y aparecer en el exterior, sentándome en el peñasco en una pose algo cómoda a pesar de lo duro de la superficie. El cuadro era maravilloso, precioso sin dudas, además de que la brisa ofrecía una calma y un bienestar loables. Tanto que me terminé quedando dormido.
Me desperté una hora después, quizás dos. O tres, quién sabe, pero lo importante no era el tiempo que me había quedado a la intemperie, a merced de cualquier depredador por pequeño que fuese, sino de lo que sucedía: el peñasco temblaba y mis oídos colapsaban por el grave ruido. No tardé en abrir los ojos de par en par y fijarme en aquello que estaba sucediendo en la pradera: más de una decena de caballos, tan grandes como una embarcación, trotaban de aquí para allá sin demasiado destino. Con aquel tamaño, cada vez que la pezuña chocaba contra el suelo, este temblaba sobremanera y un grave y hueco sonido invadía el ambiente. No sería una sorpresa que Yuu se hubiera despertado tal y como yo, pero de no ser así entraría a hacerlo yo, por la buena o por las malas, para avisarle de la idea que había hecho que mis ojos se tiñeran de un amarillo electrizante, fruto de mi fruta:
— Yuu, tenemos transporte. Los caballos nos pueden llevar volando a nuestro destino, así que olvídate de los dos días, ponte las pilas y pillemos uno —No me parecía una mala idea para nada, solo significaría montarse en el lomo e incitarlos, ya fuera con explosiones o rayos, a que corriesen en la dirección deseada. Tenían que ser decenas, si no centenas, más rápidos que Yuu. Quizás más veloces que yo, pero eso es algo que comprobaríamos.
Sif se puso a investigar todo el recinto, sacando algunas conclusiones y pensando en qué harían respecto a los materiales que habían descubierto en aquella cueva. Para ser un niño, estaba al tanto incluso de las cotizaciones de mercado de dichos materiales, cosa que sorprendió a Yuu. Antes de siquiera dirigirse al sofá, siguió a su compañero para ver qué era lo que se le ocurría al respecto. No resultó en nada realmente de interés, más allá de que tendría que pagar más a aquellos que contratara para aquel trabajo.
—Tampoco es nada nuevo que vamos a tener que apoquinar mínimo una millonada en esta condenada isla. Intentaremos ante todo que nos rente, pero ya te digo… Siendo cosas del Nuevo Mundo esto vale una putísima pasta —observó como su compañero se quitaba la máscara y cambiaba a un tema reciente acerca del tiempo que podrían estar en aquella isla antes de finalizar la misión. Yuu se cruzó de brazos y le miró a los ojos—. Con lo fácil que hubiera sido si hubiéramos tenido el cielo libre… —chasqueó la lengua—. No te ralles, Sif. Si son dos días, al menos no son tres. Aunque preferiría que fueran horas, porque no me apetece lidiar con esos imbéciles gigantes mucho más. Pero es lo que hay macho, yo que sé. —Escuchó lo que sería la última frase saliendo de la boca de Sif aquella noche, pidiéndole una hamaca y ofreciéndose para hacer guardia—. Pensaba que te quedarías sobao’ —creó el susodicho asiento en el lugar indicado. Acto seguido, y ahora sí que sí, se dirigió al sofá—. Que no te coma un bicho gigante, Sif —le despidió levantando la mano con la palma abierta.
El pelinegro dejó sus espadas al lado del sofá y, acto seguido, se echó al cómodo asiento de color rojo con toda su envergadura, hundiendo la cabeza en uno de los cojines. Dio un giro sobre sí mismo para colocar su cara mirando hacia arriba, y colocó sus manos en la nuca, apoyando su cabeza en sus brazos. Sacó de su chaqueta un cigarrillo y se lo encendió lentamente, guardando con la otra mano el encendedor cuando el tabaco estuviese prendido. En aquellas ocasiones le hubiera gustado tener una botella de alcohol a mano, pero ni era la situación adecuada ni estaba en el Ragnarok como para disfrutar de absolutamente todos los lujos. Se tenía que aguantar con quitarse el mono y dormir en una cama, que realmente para él ya era mucho dado el día que había tenido que sufrir en aquella isla. «Ya podría haber estado desierta la hija de puta… Menuda mierda de día», se quejó internamente como siempre hacía. Minutos después, ni siquiera le dio tiempo para levantarse y cambiarse a la cama que había creado. Yuu acabó durmiéndose en aquel sofá que, pese a que era lo más cómodo del mundo, no era lo ideal para hacer una siesta.
Unas cuantas horas después… Algo perturbó el sueño que estaba teniendo. Las tres mujeres y aquella cama desaparecieron de su mente y sus ojos —bueno, su ojo realmente— se abrieron. El suelo y toda la caverna estaba temblando. ¡Incluso el sofá estaba temblando! Acababan de despertar al parcheado de su sueño, y esto provocó que el peor de los humores residiera en su interior en esos instantes. Cabreado, se levantó del sofá con el ceño fruncido y cogió sus espadas para colocarse el cinto rápidamente. Se dirigió a la salida, viendo como su compañero entraba bastante agitado y escuchando lo que tenía que decirle. Supuso que era hora de despedirse de la mini–choza que había montado, así que hizo desaparecer absolutamente todo de allí.
—¿Qué caballos? ¿Qué coño dices? ¿Eh? ¿Ese puto temblor lo están provocando putos caballos? Venga, no me jodas. Festival de la alegría, venga. Más cosas para putísimo mejorar este puto día de mierda asqueroso. ¡Me cago en sus putas vidas, coño! ¡Ni descansar me dejan, macho! ¡Menuda puta mierda! —salió de la cueva, mirando con rabia a aquellos animales gigantes que corrían todos en una misma dirección— ¿Y encima me estás diciendo que hay que subirse a esos gilipollas? Yo me voy a pegar un tiro ya… —empezó a caminar hacia ellos—. Del chispazo te encargas tú, chaval. Yo paso ya de todo. Va, venga. A subirnos a esos putos gilipollas y ojalá me dejen dormir ahí arriba —corrió ya a su máxima velocidad, arrepintiéndose de ello en el mismo instante que su cuerpo le dijo que había dormido en la peor postura posible. El dolor no era algo que pudiera parar su acelerón, pero cuando parara iba a estar pero aún.
Llegó a alcanzar a uno de ellos, y empezó a saltar encima de plataformas —creadas por él mismo en el aire— con el objetivo de ganar altura y llegar al lomo de uno de ellos. Esperaba que su compañero se encargara de todo a partir de ahora. Yuu llegó a la cima y se agarró a la crin de este mientras se sentaba, cansado. Aquello corría mucho, pero el mercenario creía que podría estabilizarse allí arriba si se aferraba bien al pelaje de aquella criatura. Solo esperaba que no intentara tirarle en ningún momento, porque ahí ya sí que sería un mal día de verdad. ¿Lo malo? Que le tirara o no, las vibraciones y el sonido del trote no le dejarían pegar ojo.
—Tampoco es nada nuevo que vamos a tener que apoquinar mínimo una millonada en esta condenada isla. Intentaremos ante todo que nos rente, pero ya te digo… Siendo cosas del Nuevo Mundo esto vale una putísima pasta —observó como su compañero se quitaba la máscara y cambiaba a un tema reciente acerca del tiempo que podrían estar en aquella isla antes de finalizar la misión. Yuu se cruzó de brazos y le miró a los ojos—. Con lo fácil que hubiera sido si hubiéramos tenido el cielo libre… —chasqueó la lengua—. No te ralles, Sif. Si son dos días, al menos no son tres. Aunque preferiría que fueran horas, porque no me apetece lidiar con esos imbéciles gigantes mucho más. Pero es lo que hay macho, yo que sé. —Escuchó lo que sería la última frase saliendo de la boca de Sif aquella noche, pidiéndole una hamaca y ofreciéndose para hacer guardia—. Pensaba que te quedarías sobao’ —creó el susodicho asiento en el lugar indicado. Acto seguido, y ahora sí que sí, se dirigió al sofá—. Que no te coma un bicho gigante, Sif —le despidió levantando la mano con la palma abierta.
El pelinegro dejó sus espadas al lado del sofá y, acto seguido, se echó al cómodo asiento de color rojo con toda su envergadura, hundiendo la cabeza en uno de los cojines. Dio un giro sobre sí mismo para colocar su cara mirando hacia arriba, y colocó sus manos en la nuca, apoyando su cabeza en sus brazos. Sacó de su chaqueta un cigarrillo y se lo encendió lentamente, guardando con la otra mano el encendedor cuando el tabaco estuviese prendido. En aquellas ocasiones le hubiera gustado tener una botella de alcohol a mano, pero ni era la situación adecuada ni estaba en el Ragnarok como para disfrutar de absolutamente todos los lujos. Se tenía que aguantar con quitarse el mono y dormir en una cama, que realmente para él ya era mucho dado el día que había tenido que sufrir en aquella isla. «Ya podría haber estado desierta la hija de puta… Menuda mierda de día», se quejó internamente como siempre hacía. Minutos después, ni siquiera le dio tiempo para levantarse y cambiarse a la cama que había creado. Yuu acabó durmiéndose en aquel sofá que, pese a que era lo más cómodo del mundo, no era lo ideal para hacer una siesta.
Unas cuantas horas después… Algo perturbó el sueño que estaba teniendo. Las tres mujeres y aquella cama desaparecieron de su mente y sus ojos —bueno, su ojo realmente— se abrieron. El suelo y toda la caverna estaba temblando. ¡Incluso el sofá estaba temblando! Acababan de despertar al parcheado de su sueño, y esto provocó que el peor de los humores residiera en su interior en esos instantes. Cabreado, se levantó del sofá con el ceño fruncido y cogió sus espadas para colocarse el cinto rápidamente. Se dirigió a la salida, viendo como su compañero entraba bastante agitado y escuchando lo que tenía que decirle. Supuso que era hora de despedirse de la mini–choza que había montado, así que hizo desaparecer absolutamente todo de allí.
—¿Qué caballos? ¿Qué coño dices? ¿Eh? ¿Ese puto temblor lo están provocando putos caballos? Venga, no me jodas. Festival de la alegría, venga. Más cosas para putísimo mejorar este puto día de mierda asqueroso. ¡Me cago en sus putas vidas, coño! ¡Ni descansar me dejan, macho! ¡Menuda puta mierda! —salió de la cueva, mirando con rabia a aquellos animales gigantes que corrían todos en una misma dirección— ¿Y encima me estás diciendo que hay que subirse a esos gilipollas? Yo me voy a pegar un tiro ya… —empezó a caminar hacia ellos—. Del chispazo te encargas tú, chaval. Yo paso ya de todo. Va, venga. A subirnos a esos putos gilipollas y ojalá me dejen dormir ahí arriba —corrió ya a su máxima velocidad, arrepintiéndose de ello en el mismo instante que su cuerpo le dijo que había dormido en la peor postura posible. El dolor no era algo que pudiera parar su acelerón, pero cuando parara iba a estar pero aún.
Llegó a alcanzar a uno de ellos, y empezó a saltar encima de plataformas —creadas por él mismo en el aire— con el objetivo de ganar altura y llegar al lomo de uno de ellos. Esperaba que su compañero se encargara de todo a partir de ahora. Yuu llegó a la cima y se agarró a la crin de este mientras se sentaba, cansado. Aquello corría mucho, pero el mercenario creía que podría estabilizarse allí arriba si se aferraba bien al pelaje de aquella criatura. Solo esperaba que no intentara tirarle en ningún momento, porque ahí ya sí que sería un mal día de verdad. ¿Lo malo? Que le tirara o no, las vibraciones y el sonido del trote no le dejarían pegar ojo.
Lance Kashan
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
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Akuma no mi
Varios
Con una velocidad sorprendentemente pasmosa para una persona que hasta hace escasos minutos visitaba el mundo onírico, Yuu pareció reincorporarse como si hubiera estado haciendo guardia a mi lado y, saliendo con mal humor pero cierto punto de tranquilidad, se fijó en los caballos. Entonces, tal y como le propuse, comenzó a acelerar al máximo, tratando de perseguir a cualquiera de los gigantescos mamíferos mientras yo observaba desde la entrada de la que había sido nuestra cada durante un par de horas. Bueno… si ahora echaba la vista atrás, volvía a ser una asquerosa y cerrada cueva. Iugh.
Después de que el pertinente escalofrío recorriera todo mi cuerpo, decidí ponerme manos a la obra y alcanzar a mi jefe. Me desmaterialicé tras asegurarme de que todo estuviera bien y que no me olvidaba nada —a pesar de que no tenía nada que llevarme conmigo— y comencé, con mi máxima velocidad, a perseguir a los caballos. Buscaba el más cercano al peliazul, para poder mirarnos a las caras y chequear mutuamente que el otro no se hubiera despeñado y estuviera tirado en la mitad del camino y, por suerte, lo logré. Parecían estar pastando tranquilamente por allí, realizando tareas más bien tranquilas y calmadas. Con el tamaño que tenían, si hubieran realizado un sprint a través de toda esta zona quizás ni los hubiera podido alcanzar en una carrera. Pude fijarme en que Yuu ya estaba donde debía: en el lomo del enorme animal, sujeto a las crines como un jinete con acondroplasia muy severa. Aunque el mejor símil era un tontatta a caballo. Me empecé a reír como loco imaginando a aquel hombre como un enano, sentado yo también en el cuerpo del animal que, seguramente debido a nuestro tamaño, nos había ignorado como si nos tratase de simples mosquitos que no podrán atravesar su piel.
— ¿Preparado, Yuu? —grité, utilizando ambas manos de cono en un afán de aumentar el volumen de mis palabras. Parecieron llegar al destino cuando me dio una afirmativa, dando paso al siguiente punto de nuestro plan: forzar a los mamíferos a tomar la ruta que necesitábamos para ir de aquí para allá. A mí me vendría bien para descansar, ya que mi forma etérea cansaba si la mantenía demasiado tiempo, mientras que el parchado no podría imaginarse ni en sus más salvajes sueños alcanzar una velocidad como la máxima de los caballos. ¿La podría soportar? Eso esperaba, aunque realmente dudaba que viese demasiado — ¡Así me gusta, coño! —exclamé, realizando un fuerte agarre en las crines y suspirando. Miré hacia arriba, tratando de centrarme y buscar el camino a donde debíamos llegar y, en cuestión de diez segundos, la flecha apuntaba hacia una dirección dentro de mi cabeza. Suspiré una segunda vez y, concentrándome, hice surgir un rayo tras el caballo que, más que potente o rápido, sería ruidoso.
El animal, al temer por su vida, aceleró repentinamente, casi tirándome de su lomo. Me esperaba una reacción, pero no una tan brusca. Aun así, como si abrazase parte de su cuello, me sujeté como buenamente pude mientras notaba cómo el aire golpeaba mi cuerpo. Un paso, luego otro, otro más… El lapso entre que las herraduras golpeaban la primera y la segunda vez se fue reduciendo sistemáticamente hasta que, por culpa del intenso sonido del viento, fui incapaz de seguirles el ritmo. «¿Cómo es posible que lleguen a esta velocidad…?», me recalqué. Superaban mi velocidad, a juzgar por la sensación. Estaba claro que yo alcanzaba mi máximo instantáneamente y no tenía que acelerar casi, pero aun así, que un animal común y corriente en una isla del Nuevo Mundo me superase sin entrenar me avergonzaba hasta cierto punto. En cuanto notaba que se alejaban de la ruta que les había marcado, surgía otro trueno en la dirección contraria para que huyeran, convirtiendo el clima de la isla en una tormenta dispersa. Independientemente del tamaño, era grato ver que todos los seres vivos —quien más y quien menos— respetaban y hasta temían el poder de la tormenta, algo que me daba un poder inherente sobre el resto. Por otro lado, aunque mi plan fuese poder observar cómo Yuu llegaba la caminata, los caballos se habían organizado como buenamente querían y, lo que era más, me era difícil levantar el cuello para buscarle. Él seguramente ni viera lo que tenía alrededor, menos con un solo ojo, incapaz de procesar la abrumante información que se renovaba cada segundo.
Pudo ser un cuarto de hora de aquella dinámica hasta que el centro de la isla nos saludó con un lago. Un lago del que no podía ver el otro límite y que, si no fuera por mi primera vista cenital de la isla, podría tachar de inclusión del mar. Me agarré más fuerte aún de la emoción de haber recortado un camino de dos días a solo un día y una noche y, aunque cansados, seguramente pudiéramos terminar el trabajo de una vez por todas. No quería que recoger una maldita manzana se alargase demasiado. Otros quince minutos más tarde, ya con la cabeza algo dolorida por todos los factores que tenía alrededor, creé un rayo que por poco chocó contra mi montura y que le hizo frenar en seco. Me concentré una vez se pudo parar y, generé una decena más que frenaron a cada uno de los caballos en el sitio, dándole la oportunidad a Yuu de bajar y dejar atrás aquel animal. Yo desmonté como un jinete normal y corriente, con cuidado de que si me convertía en electricidad, aquellos animales tan susceptibles nos pasaran por encima del miedo. Ya abajo, me alejaría de Yuu en dirección a la gran masa de agua que, ahora desde cerca, intimidaba más. Rodeada de una costa para nada desdeñable, parecida a las más famosas por los turistas, parecía ser el lugar donde bebían la mayoría de gigantescos animales de la isla, como Diplodocus u otros caballos.
— Bueno, Yuu, estamos aquí. No creo que resulte difícil encontrar las manzanas… —dije, señalando a un árbol de un tamaño descomunal que, a pesar de esto, sujetaba unas manzanas que podían ser solamente tres o cuatro veces más grandes de lo habitual. Si la vista no me fallaba, claro está.
Después de que el pertinente escalofrío recorriera todo mi cuerpo, decidí ponerme manos a la obra y alcanzar a mi jefe. Me desmaterialicé tras asegurarme de que todo estuviera bien y que no me olvidaba nada —a pesar de que no tenía nada que llevarme conmigo— y comencé, con mi máxima velocidad, a perseguir a los caballos. Buscaba el más cercano al peliazul, para poder mirarnos a las caras y chequear mutuamente que el otro no se hubiera despeñado y estuviera tirado en la mitad del camino y, por suerte, lo logré. Parecían estar pastando tranquilamente por allí, realizando tareas más bien tranquilas y calmadas. Con el tamaño que tenían, si hubieran realizado un sprint a través de toda esta zona quizás ni los hubiera podido alcanzar en una carrera. Pude fijarme en que Yuu ya estaba donde debía: en el lomo del enorme animal, sujeto a las crines como un jinete con acondroplasia muy severa. Aunque el mejor símil era un tontatta a caballo. Me empecé a reír como loco imaginando a aquel hombre como un enano, sentado yo también en el cuerpo del animal que, seguramente debido a nuestro tamaño, nos había ignorado como si nos tratase de simples mosquitos que no podrán atravesar su piel.
— ¿Preparado, Yuu? —grité, utilizando ambas manos de cono en un afán de aumentar el volumen de mis palabras. Parecieron llegar al destino cuando me dio una afirmativa, dando paso al siguiente punto de nuestro plan: forzar a los mamíferos a tomar la ruta que necesitábamos para ir de aquí para allá. A mí me vendría bien para descansar, ya que mi forma etérea cansaba si la mantenía demasiado tiempo, mientras que el parchado no podría imaginarse ni en sus más salvajes sueños alcanzar una velocidad como la máxima de los caballos. ¿La podría soportar? Eso esperaba, aunque realmente dudaba que viese demasiado — ¡Así me gusta, coño! —exclamé, realizando un fuerte agarre en las crines y suspirando. Miré hacia arriba, tratando de centrarme y buscar el camino a donde debíamos llegar y, en cuestión de diez segundos, la flecha apuntaba hacia una dirección dentro de mi cabeza. Suspiré una segunda vez y, concentrándome, hice surgir un rayo tras el caballo que, más que potente o rápido, sería ruidoso.
El animal, al temer por su vida, aceleró repentinamente, casi tirándome de su lomo. Me esperaba una reacción, pero no una tan brusca. Aun así, como si abrazase parte de su cuello, me sujeté como buenamente pude mientras notaba cómo el aire golpeaba mi cuerpo. Un paso, luego otro, otro más… El lapso entre que las herraduras golpeaban la primera y la segunda vez se fue reduciendo sistemáticamente hasta que, por culpa del intenso sonido del viento, fui incapaz de seguirles el ritmo. «¿Cómo es posible que lleguen a esta velocidad…?», me recalqué. Superaban mi velocidad, a juzgar por la sensación. Estaba claro que yo alcanzaba mi máximo instantáneamente y no tenía que acelerar casi, pero aun así, que un animal común y corriente en una isla del Nuevo Mundo me superase sin entrenar me avergonzaba hasta cierto punto. En cuanto notaba que se alejaban de la ruta que les había marcado, surgía otro trueno en la dirección contraria para que huyeran, convirtiendo el clima de la isla en una tormenta dispersa. Independientemente del tamaño, era grato ver que todos los seres vivos —quien más y quien menos— respetaban y hasta temían el poder de la tormenta, algo que me daba un poder inherente sobre el resto. Por otro lado, aunque mi plan fuese poder observar cómo Yuu llegaba la caminata, los caballos se habían organizado como buenamente querían y, lo que era más, me era difícil levantar el cuello para buscarle. Él seguramente ni viera lo que tenía alrededor, menos con un solo ojo, incapaz de procesar la abrumante información que se renovaba cada segundo.
Pudo ser un cuarto de hora de aquella dinámica hasta que el centro de la isla nos saludó con un lago. Un lago del que no podía ver el otro límite y que, si no fuera por mi primera vista cenital de la isla, podría tachar de inclusión del mar. Me agarré más fuerte aún de la emoción de haber recortado un camino de dos días a solo un día y una noche y, aunque cansados, seguramente pudiéramos terminar el trabajo de una vez por todas. No quería que recoger una maldita manzana se alargase demasiado. Otros quince minutos más tarde, ya con la cabeza algo dolorida por todos los factores que tenía alrededor, creé un rayo que por poco chocó contra mi montura y que le hizo frenar en seco. Me concentré una vez se pudo parar y, generé una decena más que frenaron a cada uno de los caballos en el sitio, dándole la oportunidad a Yuu de bajar y dejar atrás aquel animal. Yo desmonté como un jinete normal y corriente, con cuidado de que si me convertía en electricidad, aquellos animales tan susceptibles nos pasaran por encima del miedo. Ya abajo, me alejaría de Yuu en dirección a la gran masa de agua que, ahora desde cerca, intimidaba más. Rodeada de una costa para nada desdeñable, parecida a las más famosas por los turistas, parecía ser el lugar donde bebían la mayoría de gigantescos animales de la isla, como Diplodocus u otros caballos.
— Bueno, Yuu, estamos aquí. No creo que resulte difícil encontrar las manzanas… —dije, señalando a un árbol de un tamaño descomunal que, a pesar de esto, sujetaba unas manzanas que podían ser solamente tres o cuatro veces más grandes de lo habitual. Si la vista no me fallaba, claro está.
Somnoliento, el mercenario se hallaba mirando a la nada mientras se cogía al cabello del caballo. Se había levantado de la cama con energía y con mala leche, pero aquello se había acabado pronto porque el sueño realmente pudo con él. Justo antes de que su cabeza cayese sobre la crin del animal, la voz de su compañero gritando le mantuvo en el mundo real durante unos minutos más. Levantó el brazo y luego el pulgar, dándole una señal afirmativa para lo que iba a hacer Sif a continuación. El chaval hizo descender un rayo de los cielos, que cayó detrás de uno de los caballos e hizo que absolutamente toda la manada empezase a galopar a un ritmo demasiado frenético.
—¡¿Pero qué cojones?! —gritó el mercenario cuando dejó de tocar al caballo con su trasero y lo único que oía era el aire golpear sus oído— ¡Mierda! ¡Puta! ¡Joder! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué cojones tuvimos que subirnos a estos gilipollas?! —continuó gritando, agarrándose fuertemente a la crin de la bestia para no salir volando por los aires. Lo bueno de todo aquello era que ya no tenía sueño en absoluto— ¡Coño! ¡Que me resbalo, me resbalo! ¡Mierda! ¡No! ¡No, no, no! —siguió gritando, mientras sus manos parecían estar perdiendo la fuerza en el agarre.
En una acción desesperada, se soltó solo con la mano izquierda. Su brazo fue afectado por la gravedad y la fuerza del viento, dificultándole muchísimo a Yuu el siquiera realizar acciones con él. Creó una estaca de metal con una especie de empuñadura no resbaladiza a la cual aferró su mano nada más aparecer el objeto. Avanzó el brazo con todas sus fuerzas y clavó la parte puntiaguda de la estaca en las carnes del caballo, el cual pareció no inmutarse en lo absoluto. Con su derecha hizo prácticamente lo mismo… Solo que esta vez al soltarse la inercia hizo que su cuerpo se echara aún más hacia atrás. Tuvo que sacar una fuerza que no tenía y que probablemente acabara ocasionándole alguna lesión, pero consiguió crear otra estaca y avanzar su brazo derecho para ponerla a la misma altura que la otra. Con eso hecho, ya tenía algo que podría servirle un rato si sus brazos no acababan cediendo. Podría aguantar allí arriba, pero no se fiaba de lo que pudiera pasar.
—Oh, no me jodas… —empezó a sentir náuseas—. No… Ahora no…
La travesía pareció una auténtica eternidad para el mercenario, el cual llegó a vomitar un par de veces en los quince minutos que duró la misma. La buena cuestión es que Yuu agradeció profundamente que todo hubiese acabado. El caballo en el que iba montado ahora se dedicaba a beber en la costa —luego de ser detenido por Sif— del gran lago que había venido a buscar desde el principio. Como el animal estaba parado, el ladrón aprovechó para hacer desaparecer una de las estacas y voltear su cuerpo hacia arriba, descansando con uno de sus brazos extendido hacia fuera. Quería acabar con su tortura, pero aún quedaba trabajo por hacer. Una cuerda apareció fuertemente amarrada a la estaca. Su extensión llegaba hasta el suelo, y serviría a Yuu para bajar. Mareado, el parcheado cogió la cuerda con las dos manos y se dejó caer del caballo, bajando gracias a aquella cuerda. Cuando llegó al suelo, no tardó ni cinco segundos en volver a vomitar en el suelo. Esta vez, por suerte, estaba sobre sus dos piernas y agachado mirando hacia abajo. Cuando acabó —ya con la barriga y la garganta destrozadas— se dirigió lentamente hacia la posición de Sif, que ya parecía haber encontrado el árbol.
—Por fin… —dijo, indicando con su rostro que no tenía el cuerpo para alegrarse siquiera—. Oye, Sif… Recuérdame que… Para la próxima… Traigamos pastillas para la barriga. Te juro que si ahora nos toca los cojones algo más, yo no aguanto. Menuda puta mierda de todo… —llevó su brazo a su barriga, la cual empezaba a doler—. Hay que ir ahí y coger esas manzanas, ¿no? Luego de eso nos largamos. ¿A qué coño esperamos? Venga… —caminó lentamente y creó una plataforma metálica en el suelo, con un sillón anclado en su centro. Se subió a esta y se sentó. Justo cuando iba a levantar aquella estructura con sus hilos, divisó en la lejanía una cosa oscura. Una aleta sobresalía de las aguas de aquel lago. Algo no precisamente pequeño—. Sif… Por favor, dime que no hay un monstruo gigante en ese lago. Por favor dímelo. Dime que no...
—¡¿Pero qué cojones?! —gritó el mercenario cuando dejó de tocar al caballo con su trasero y lo único que oía era el aire golpear sus oído— ¡Mierda! ¡Puta! ¡Joder! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué cojones tuvimos que subirnos a estos gilipollas?! —continuó gritando, agarrándose fuertemente a la crin de la bestia para no salir volando por los aires. Lo bueno de todo aquello era que ya no tenía sueño en absoluto— ¡Coño! ¡Que me resbalo, me resbalo! ¡Mierda! ¡No! ¡No, no, no! —siguió gritando, mientras sus manos parecían estar perdiendo la fuerza en el agarre.
En una acción desesperada, se soltó solo con la mano izquierda. Su brazo fue afectado por la gravedad y la fuerza del viento, dificultándole muchísimo a Yuu el siquiera realizar acciones con él. Creó una estaca de metal con una especie de empuñadura no resbaladiza a la cual aferró su mano nada más aparecer el objeto. Avanzó el brazo con todas sus fuerzas y clavó la parte puntiaguda de la estaca en las carnes del caballo, el cual pareció no inmutarse en lo absoluto. Con su derecha hizo prácticamente lo mismo… Solo que esta vez al soltarse la inercia hizo que su cuerpo se echara aún más hacia atrás. Tuvo que sacar una fuerza que no tenía y que probablemente acabara ocasionándole alguna lesión, pero consiguió crear otra estaca y avanzar su brazo derecho para ponerla a la misma altura que la otra. Con eso hecho, ya tenía algo que podría servirle un rato si sus brazos no acababan cediendo. Podría aguantar allí arriba, pero no se fiaba de lo que pudiera pasar.
—Oh, no me jodas… —empezó a sentir náuseas—. No… Ahora no…
La travesía pareció una auténtica eternidad para el mercenario, el cual llegó a vomitar un par de veces en los quince minutos que duró la misma. La buena cuestión es que Yuu agradeció profundamente que todo hubiese acabado. El caballo en el que iba montado ahora se dedicaba a beber en la costa —luego de ser detenido por Sif— del gran lago que había venido a buscar desde el principio. Como el animal estaba parado, el ladrón aprovechó para hacer desaparecer una de las estacas y voltear su cuerpo hacia arriba, descansando con uno de sus brazos extendido hacia fuera. Quería acabar con su tortura, pero aún quedaba trabajo por hacer. Una cuerda apareció fuertemente amarrada a la estaca. Su extensión llegaba hasta el suelo, y serviría a Yuu para bajar. Mareado, el parcheado cogió la cuerda con las dos manos y se dejó caer del caballo, bajando gracias a aquella cuerda. Cuando llegó al suelo, no tardó ni cinco segundos en volver a vomitar en el suelo. Esta vez, por suerte, estaba sobre sus dos piernas y agachado mirando hacia abajo. Cuando acabó —ya con la barriga y la garganta destrozadas— se dirigió lentamente hacia la posición de Sif, que ya parecía haber encontrado el árbol.
—Por fin… —dijo, indicando con su rostro que no tenía el cuerpo para alegrarse siquiera—. Oye, Sif… Recuérdame que… Para la próxima… Traigamos pastillas para la barriga. Te juro que si ahora nos toca los cojones algo más, yo no aguanto. Menuda puta mierda de todo… —llevó su brazo a su barriga, la cual empezaba a doler—. Hay que ir ahí y coger esas manzanas, ¿no? Luego de eso nos largamos. ¿A qué coño esperamos? Venga… —caminó lentamente y creó una plataforma metálica en el suelo, con un sillón anclado en su centro. Se subió a esta y se sentó. Justo cuando iba a levantar aquella estructura con sus hilos, divisó en la lejanía una cosa oscura. Una aleta sobresalía de las aguas de aquel lago. Algo no precisamente pequeño—. Sif… Por favor, dime que no hay un monstruo gigante en ese lago. Por favor dímelo. Dime que no...
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- No, no lo hay. O eso me gustaría decirte... -dije mientras observaba la aleta que el parchado había señalado. No parecía asomar por la superficie, casi saludando de una forma tímida a aquellos que habían osado presentarse en la costa. Bajo esta, una sombra de cerca de dos, quizás tres, decenas de metros, se iba moviendo al mismo ritmo. - No creo que pase nada por acercarse a coger la fruta y marcharse, ¿no? Es decir, con ese tamaño, dudo mucho que se pueda alimentar de manzanita -Hice la boca pequeña para añadir un matiz de burla a la última palabra, dejando claro que aquellos vegetales para el animal debían de ser minucias insignificantes. Tal como nosotros-.
Suspiré, sin tener muy claro si aquel último pensamiento me confortaba por el hecho de dudar acerca de si el submarino vivo me disvernia como presa o enemigo o me tensa por recalcar la diferencia de tamaños que se demostraba. Aunque Yuu fuera más alto que yo, seguía siendo dinimuto en la comparación, aunque era una tónica muy común a lo largo de toda nuestra estancia en la isla.
-¿Quieres ir tú mejor...? -ofrecí y pregunté, en lo que era un arrebato de cierta cobardía-. Así yo mantengo la retaguardia.
Suspiré, sin tener muy claro si aquel último pensamiento me confortaba por el hecho de dudar acerca de si el submarino vivo me disvernia como presa o enemigo o me tensa por recalcar la diferencia de tamaños que se demostraba. Aunque Yuu fuera más alto que yo, seguía siendo dinimuto en la comparación, aunque era una tónica muy común a lo largo de toda nuestra estancia en la isla.
-¿Quieres ir tú mejor...? -ofrecí y pregunté, en lo que era un arrebato de cierta cobardía-. Así yo mantengo la retaguardia.
Re: [Misión legendaria-Nuevo Mundo] Explorando el pasado (Exclusiva Lance) {Miér 8 Jul 2020 - 21:17}
El chico afirmó lo que Yuu esperaba de todo corazón que fuera falso. Efectivamente, aquel bicho era real. El mercenario aspiró fuertemente por la nariz mientras miraba fijamente como la aleta se movía lentamente cortando el agua por donde pasaba. Soltó el aire por la boca, resignándose a que tenía que pasar sí o sí por allí si quería obtener las manzanas. No tenía miedo de él, pero sí que le daría mucha pereza enfrentarse a aquel bicho.
—Sí pues… Como esa cosa salte me voy a cagar en todos sus putísimos muertos. Yo mismo iré… Qué puto remedio. A ver… —la plataforma se elevó en el aire cuando Yuu levantó su dedo índice levemente. Cuando estuvo a una altura decente, bajó un poco el dedo e hizo fuerza con la muñeca para hacer que la plataforma avanzara hacia delante. Por el momento, todo parecía estar en calma—. Lo estás deseando, hijo de puta… Lo estás deseando… —farfulló, mientras seguía haciendo movimientos con la mano para que la plataforma cruzara el lago hasta el trozo de tierra donde estaba el árbol en cuestión. Curiosamente… El monstruo gigante no pareció siquiera inmutarse de la presencia de ninguno de los dos—. Seguro que es un puto truco… Va, salta. Salta, hijo de puta… —empezó a bajar el dedo índice, puesto que ya se hallaba casi llegando al sitio indicado. La plataforma bajó sin ningún tipo de problema y, lo curioso, es que Yuu también. Pisó tierra y buscó la aleta con la mirada—. ¿Dónde coño está…? —empezó a caminar hacia el árbol, desviando tras un segundo su mirada hacia una de las manzanas que tenía que recoger—. Bueno… Tú mismo. A ver… Coño, qué puta barbaridad de manzanas, tú —creó una escalera apoyada en el gigantesco árbol y empezó a trepar hasta ponerse a la altura de una de las frutas.
Miró el tallo que unía a esta con la rama del árbol y, con un desenvainado rápido de una de sus espadas, cortó este de cuajo e hizo que la manzana cayera al suelo. Avistó otra al otro lado e hizo lo mismo con esta, haciendo que se posicionara a escasos metros de la anterior. Yuu envainó su espada y se deslizó por la escalera hasta abajo del todo y la hizo desaparecer. Caminó hasta una de ellas, agachándose para ver si podía levantarlas con facilidad. No eran ligeras, pero tampoco eran tan pesadas como para que el mercenario no pudiera con ellas. De todas formas, no iba a ser tan imbécil de llevarlas al lomo. Si podía moverlas con la plataforma en una cesta, iba a hacerlo.
—Pues nada, ya estaría. Ahora si ya nadie nos toca los huevos m… —una sombra oscureció gran parte del pequeño trozo de tierra donde estaba el árbol y el ladrón. Cuando este se dio cuenta, cerró los ojos durante un segundo y suspiró, chasqueando la lengua tras esto—. Estabas esperando a que las cogiera. Claro, porque cogerlas no iba a ser tan jodidamente fácil, ¿no? —empezó a alzar la voz, al mismo tiempo que se giraba para ver a qué demonios se tenía que enfrentar ahora—. Tu putísima madre.
Yuu miró hacia arriba, observando cómo aquel enorme pez del cual desconocía absolutamente su raza —hecho nada sorprendente tratándose de él— se postraba ante él enseñando los enormes dientes. El mercenario ya no podía más. Quería que todo aquel martirio acabara de una vez para poder descansar de tanto monstruo gigante. Él sabía luchar contra personas, ¡no contra cosas tan enormes!
—Sí pues… Como esa cosa salte me voy a cagar en todos sus putísimos muertos. Yo mismo iré… Qué puto remedio. A ver… —la plataforma se elevó en el aire cuando Yuu levantó su dedo índice levemente. Cuando estuvo a una altura decente, bajó un poco el dedo e hizo fuerza con la muñeca para hacer que la plataforma avanzara hacia delante. Por el momento, todo parecía estar en calma—. Lo estás deseando, hijo de puta… Lo estás deseando… —farfulló, mientras seguía haciendo movimientos con la mano para que la plataforma cruzara el lago hasta el trozo de tierra donde estaba el árbol en cuestión. Curiosamente… El monstruo gigante no pareció siquiera inmutarse de la presencia de ninguno de los dos—. Seguro que es un puto truco… Va, salta. Salta, hijo de puta… —empezó a bajar el dedo índice, puesto que ya se hallaba casi llegando al sitio indicado. La plataforma bajó sin ningún tipo de problema y, lo curioso, es que Yuu también. Pisó tierra y buscó la aleta con la mirada—. ¿Dónde coño está…? —empezó a caminar hacia el árbol, desviando tras un segundo su mirada hacia una de las manzanas que tenía que recoger—. Bueno… Tú mismo. A ver… Coño, qué puta barbaridad de manzanas, tú —creó una escalera apoyada en el gigantesco árbol y empezó a trepar hasta ponerse a la altura de una de las frutas.
Miró el tallo que unía a esta con la rama del árbol y, con un desenvainado rápido de una de sus espadas, cortó este de cuajo e hizo que la manzana cayera al suelo. Avistó otra al otro lado e hizo lo mismo con esta, haciendo que se posicionara a escasos metros de la anterior. Yuu envainó su espada y se deslizó por la escalera hasta abajo del todo y la hizo desaparecer. Caminó hasta una de ellas, agachándose para ver si podía levantarlas con facilidad. No eran ligeras, pero tampoco eran tan pesadas como para que el mercenario no pudiera con ellas. De todas formas, no iba a ser tan imbécil de llevarlas al lomo. Si podía moverlas con la plataforma en una cesta, iba a hacerlo.
—Pues nada, ya estaría. Ahora si ya nadie nos toca los huevos m… —una sombra oscureció gran parte del pequeño trozo de tierra donde estaba el árbol y el ladrón. Cuando este se dio cuenta, cerró los ojos durante un segundo y suspiró, chasqueando la lengua tras esto—. Estabas esperando a que las cogiera. Claro, porque cogerlas no iba a ser tan jodidamente fácil, ¿no? —empezó a alzar la voz, al mismo tiempo que se giraba para ver a qué demonios se tenía que enfrentar ahora—. Tu putísima madre.
Yuu miró hacia arriba, observando cómo aquel enorme pez del cual desconocía absolutamente su raza —hecho nada sorprendente tratándose de él— se postraba ante él enseñando los enormes dientes. El mercenario ya no podía más. Quería que todo aquel martirio acabara de una vez para poder descansar de tanto monstruo gigante. Él sabía luchar contra personas, ¡no contra cosas tan enormes!
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Re: [Misión legendaria-Nuevo Mundo] Explorando el pasado (Exclusiva Lance) {Sáb 11 Jul 2020 - 21:17}
Una novela clásica, dividida en tres actos: planteamiento, nudo y tragedia. Yuu había sido capaz, sin que un mono o un águila gigantes fueran a buscarle las cosquillas, de acercarse al árbol del cual brotaban las manzanas, como si fuera el elegido y el único para cometer aquella función. Esperé, con cierta tranquilidad, aunque sin apartar la mirada de la aleta del ser, a que el parchado pudiera acercarse lo suficiente al árbol y, con una calma pasmosa y casi vergonzosa en aquella situación —nada que no fuera típico en mi ya conocido jefe a estas alturas—, creó una escalera que le permitiese subir con lentitud hacia las primeras ramas que albergaban el dorado objetivo. Trepó y se acercó a estas, realizando dos tajos que facilitarían su trabajo a la gravedad, dejando escuchar un grave sonido por parte del suelo. Eran preciosas, aquello era indiscutible; aquel brillo era indescriptible, casi como si pidieran atención de todos. ¿Cómo era que, a pesar del paso de los días, seguían allí, sin ser la cena de cualquier animalillo, fuera del tamaño que fuera? Eran manzanas, no podían escapar. «Espera, me estoy centrando demasiado en las malditas ma…», pensé, dándome cuenta y respondiéndome a mí mismo en cuestión de segundos.
— ¡Yuu! —exclamé, juntado las manos en torno a la boca para vociferar. Me desmaterialicé y aceleré en línea recta, acortando la distancia entre él y yo en cuestión de segundos y sufriendo el mismo pavor que debía de sufrir mi compañero. Bueno, no, no era para nada cierto. Él no sentía nada que no fuera rabia, superioridad, hambre o sueño. Algo que, en casos como este, era una ventaja sobre mí, que me veía sobrecogido ante la presencia y visión de un mastodóntico reptil —. Bueeeeeeno… —Miré al parchado de reojo, girando poco la cara para no perder de vista aquella figura—. Decíamos que tú te encargabas, ¿cierto…?
¿Era una serpiente acuática? ¿Una anguila? ¿Una morena? Era cierto que, con aquel tamaño, era fácil distinguir sus atributos con todo detalle, pero solo era capaz de vislumbrar un pequeño porcentaje de su cuerpo, incapaz de fijarme en el todo. Suspiré, llevando mi mano a la espalda y tomando el fusil, apuntando al animal sin titubear ni un segundo.
— Cinco milímetros más cerca y disparo —murmuré para mí mismo, más para convencerme a mí mismo de que mis balas podían hacer algo contra aquella cosa que para amenazarle.
Traté de concentrar mi haki de observación para que no me pillase inadvertido y, como si hubiera sido un llamado a la guerra, noté peligro. Un leve movimiento de la boca ajena —fauces, mejor dicho— me dio noticias de que su relación con nosotros no iba a ser buena: esta se abrió de par en par, surgiendo una lluvia de balas de agua que no tardaron en recorrer el camino que restaba hasta nosotros. Elevé mi arma de fuego, apuntando a través de la mira a aquellos proyectiles que se desplazaban hacia mí, disparando con la mayor de las velocidad y la precisión a la que podía optar para evitar que convirtieran a Yuu en un colador. Una tras otra, las gotas se iban desvaneciendo, hasta dejar paso a un simple remojo que le daría una puerta al parchado para avanzar y dar la primera estocada.
— ¡Avanza, estar a la defensiva no nos va a traer nada bueno! — Apunté con el rifle al enemigo, disparando un par de balas a sus ojos y recargando, pero sin lograr nada. — ¡Es un ser acuático, mientras más tiempo pase fuera del agua más se debilitará! — Aunque podía volver al agua en cualquier segundo.
— ¡Yuu! —exclamé, juntado las manos en torno a la boca para vociferar. Me desmaterialicé y aceleré en línea recta, acortando la distancia entre él y yo en cuestión de segundos y sufriendo el mismo pavor que debía de sufrir mi compañero. Bueno, no, no era para nada cierto. Él no sentía nada que no fuera rabia, superioridad, hambre o sueño. Algo que, en casos como este, era una ventaja sobre mí, que me veía sobrecogido ante la presencia y visión de un mastodóntico reptil —. Bueeeeeeno… —Miré al parchado de reojo, girando poco la cara para no perder de vista aquella figura—. Decíamos que tú te encargabas, ¿cierto…?
¿Era una serpiente acuática? ¿Una anguila? ¿Una morena? Era cierto que, con aquel tamaño, era fácil distinguir sus atributos con todo detalle, pero solo era capaz de vislumbrar un pequeño porcentaje de su cuerpo, incapaz de fijarme en el todo. Suspiré, llevando mi mano a la espalda y tomando el fusil, apuntando al animal sin titubear ni un segundo.
— Cinco milímetros más cerca y disparo —murmuré para mí mismo, más para convencerme a mí mismo de que mis balas podían hacer algo contra aquella cosa que para amenazarle.
Traté de concentrar mi haki de observación para que no me pillase inadvertido y, como si hubiera sido un llamado a la guerra, noté peligro. Un leve movimiento de la boca ajena —fauces, mejor dicho— me dio noticias de que su relación con nosotros no iba a ser buena: esta se abrió de par en par, surgiendo una lluvia de balas de agua que no tardaron en recorrer el camino que restaba hasta nosotros. Elevé mi arma de fuego, apuntando a través de la mira a aquellos proyectiles que se desplazaban hacia mí, disparando con la mayor de las velocidad y la precisión a la que podía optar para evitar que convirtieran a Yuu en un colador. Una tras otra, las gotas se iban desvaneciendo, hasta dejar paso a un simple remojo que le daría una puerta al parchado para avanzar y dar la primera estocada.
— ¡Avanza, estar a la defensiva no nos va a traer nada bueno! — Apunté con el rifle al enemigo, disparando un par de balas a sus ojos y recargando, pero sin lograr nada. — ¡Es un ser acuático, mientras más tiempo pase fuera del agua más se debilitará! — Aunque podía volver al agua en cualquier segundo.
Re: [Misión legendaria-Nuevo Mundo] Explorando el pasado (Exclusiva Lance) {Mar 14 Jul 2020 - 12:47}
Lance se acercó rápidamente a la posición del parcheado, imaginó que para asistirle en el combate contra aquella enorme bestia que amenazaba con acabar con ellos. Yuu, mientras este hablaba, decidió desenvainar poco a poco dos de sus espadas. La presa no era él, sino el pez. El mercenario apretó los dientes con fuerza, dejando visibles sus fauces y frunciendo el ceño, dejando fluir su rabia. Aquella cosa se estaba interponiendo entre él y sus objetivos, y no permitiría tal cosa.
—Sí. Yo me encargo —retrasó su pierna. Observó como su compañero reaccionaba ante el inminente ataque de la bestia, al mismo tiempo que mantenía su guardia por si algún proyectil de los que el pez había lanzado conseguía atravesar la línea de visión de Sif para golpear al ladrón. Una vez pareció deshacerse de todas, el joven dio la señal al pelinegro para actuar—. Ya va, ya va. No voy a dejar que esta cosa inútil vuelva al agua.
El mercenario salió como un cohete en dirección al bicho gigante. De un gran salto, llegó a uno de los laterales del gigante acuático. Con gran presteza, fue creando pequeñas plataformas que le ayudarían a subir hasta lo más alto. Tardó un poco, pero al final consiguió alcanzar el lomo y subirse en este. Era bastante resbaladizo, pero eso no era absolutamente ningún problema para Yuu. Echó un vistazo a la aleta superior, la cual era de un tamaño para nada despreciable. Si quería cortársela para dificultar su descenso en el agua y su movimiento por esta, le iba a costar bastante. En cualquier caso, su plan cambió. Su mirada se dirigió a la parte delantera del monstruo, a la cual empezó a dirigirse a paso ligero con las espadas en alto. Envainó sus espadas, ya que no pensaba que siquiera iba a rentarle demasiado utilizarlas con aquella cosa. Miró hacia arriba y, en unos segundos, vio como una estaca de hierro de varios metros tanto de altura como de grosor caía a gran velocidad. Un aura eléctrica la rodeaba por completo, por lo que al parecer estaba completamente cargada de electricidad. Yuu conectó esta a todos sus hilos para darle mucha más velocidad de caída y que atravesara unas cuantas capas de piel y escamas del enorme pez. La estaca, finalmente, se quedó incrustada en el cráneo de este, haciendo que el mismo se moviese bruscamente hacia los lados, provocando temblores a su alrededor, y casi haciendo que el ladrón se precipitase al vacío. Yuu fue rápidamente a aferrarse a su aleta, la cual le ayudó a no caerse de encima del animal. El parcheado sacó un megáfono de la nada y se lo colocó en la boca para comunicarse con Lance.
—¡Sif! ¡La estaca gigante está cargada de electricidad! ¡Métele lo tuyo también y vamos a hacer que este bicharraco acabe achicharrado!
Si aquel plan salía bien… Posiblemente el animal acabaría lleno de electricidad. Al estar mojado, seguramente el efecto sería aún más intenso. Probablemente también el lago recibiera una descarga importante, pero bueno… ¿Quién iba a nadar por él? Yuu claramente no.
—Sí. Yo me encargo —retrasó su pierna. Observó como su compañero reaccionaba ante el inminente ataque de la bestia, al mismo tiempo que mantenía su guardia por si algún proyectil de los que el pez había lanzado conseguía atravesar la línea de visión de Sif para golpear al ladrón. Una vez pareció deshacerse de todas, el joven dio la señal al pelinegro para actuar—. Ya va, ya va. No voy a dejar que esta cosa inútil vuelva al agua.
El mercenario salió como un cohete en dirección al bicho gigante. De un gran salto, llegó a uno de los laterales del gigante acuático. Con gran presteza, fue creando pequeñas plataformas que le ayudarían a subir hasta lo más alto. Tardó un poco, pero al final consiguió alcanzar el lomo y subirse en este. Era bastante resbaladizo, pero eso no era absolutamente ningún problema para Yuu. Echó un vistazo a la aleta superior, la cual era de un tamaño para nada despreciable. Si quería cortársela para dificultar su descenso en el agua y su movimiento por esta, le iba a costar bastante. En cualquier caso, su plan cambió. Su mirada se dirigió a la parte delantera del monstruo, a la cual empezó a dirigirse a paso ligero con las espadas en alto. Envainó sus espadas, ya que no pensaba que siquiera iba a rentarle demasiado utilizarlas con aquella cosa. Miró hacia arriba y, en unos segundos, vio como una estaca de hierro de varios metros tanto de altura como de grosor caía a gran velocidad. Un aura eléctrica la rodeaba por completo, por lo que al parecer estaba completamente cargada de electricidad. Yuu conectó esta a todos sus hilos para darle mucha más velocidad de caída y que atravesara unas cuantas capas de piel y escamas del enorme pez. La estaca, finalmente, se quedó incrustada en el cráneo de este, haciendo que el mismo se moviese bruscamente hacia los lados, provocando temblores a su alrededor, y casi haciendo que el ladrón se precipitase al vacío. Yuu fue rápidamente a aferrarse a su aleta, la cual le ayudó a no caerse de encima del animal. El parcheado sacó un megáfono de la nada y se lo colocó en la boca para comunicarse con Lance.
—¡Sif! ¡La estaca gigante está cargada de electricidad! ¡Métele lo tuyo también y vamos a hacer que este bicharraco acabe achicharrado!
Si aquel plan salía bien… Posiblemente el animal acabaría lleno de electricidad. Al estar mojado, seguramente el efecto sería aún más intenso. Probablemente también el lago recibiera una descarga importante, pero bueno… ¿Quién iba a nadar por él? Yuu claramente no.
Lance Kashan
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Re: [Misión legendaria-Nuevo Mundo] Explorando el pasado (Exclusiva Lance) {Vie 17 Jul 2020 - 10:57}
Yuu pareció cumplir mi cometido a la perfección: como si el miedo fuera cosa de otra gente, se lanzó con ambas hojas en sendas manos, amenazando la integridad del animal que se presentaba como un enemigo frente a nosotros. Quizás los metales no serían el mayor problema del ser, ya que en proporción —y sí, las comparaciones eran odiosas— podían tratarse de palillos de dientes con un magistral nivel de detalle. Mi compañero pareció llegar a la misma conclusión que yo más pronto que tarde, por lo que guardó las armas y se dispuso a utilizar aquello que le brindaba una mejor oportunidad: su fruta del diablo.
Deslizándose por la espalda como si estuviera realizando algún tipo extraño de surf, comenzó a apuntar hacia lo que sería su ataque principal. Conocía a Yuu de hacía ya un tiempo destacable y, con la información que tenía de él y la costumbre, sabía qué formas gastaba en combate. Seguramente generase lo más grande posible que estuviese dentro de sus capacidades y acabara el combate por la forma bruta y, tal y como esas palabras cruzaron mi mente, sucedió: una puntiaguda estaca de para nada desdeñables dimensiones silbó mientras cruzaba el aire que le separaba respecto a lo que debía de ser la cabeza del rival, amenazante. Incapaz de hacer más que recibir lo que su enemigo le ofrecía, el objeto impactó en el cráneo del animal, haciéndose un camino directo hasta frenarse con lo que supuse que sería el hueso, ya que un infernal chillido de auxilio surgió de las fauces próximas.
A pesar de ello, el trabajo no había finalizado. No, estaba lejos de hacerlo, ya que no podía ser tan fácil, ¿no? Suspiré al escuchar la petición de Yuu, esbozando una sonrisa mientras acariciaba mi cuello. No era de cansancio, sino de orgullo; había tenido una buena idea y, a pesar de que en cuestión de táctica solía ser yo aquel que llave la voz cantante, agradecía que el tomase el relevo en esta ocasión.
—Así que electricidad, ¿eh…? —mascullé, remangándome el traje mientras me mentalizaba. Utilizar la energía eléctrica en un animal acuático, que además estaba en un lago, sonaba a bajar el telón de la batalla—. Vamos a ello... —Mis manos se tonaron garras, facilitándome el centrarme en generar las chispas que necesitaba. Aun así, mi ceja tembló, como si de un TIC se tratase, cuando vi que a pesar de la electricidad que recorría al animal, el parchado seguía allí pegado, abrazado. ¿Pensaba recibir el ataque junto al animal o…?—. ¡Yuu, yo de ti me separaría! —grité, sin llegar a saber si mi voz alcanzaría los oídos de mi compañero.
Bueno, confiaría en la capacidad de zafarse del peliazul, de la cual había hecho gala no pocas veces. Moví el brazo diestro, como el director de orquesta que agita una batuta, hacia la misma dirección, surgiendo una esfera a tres metros sobre mí. Hice exactamente lo mismo con el zurdo y, finalmente, uní ambos para crear una del doble de diámetro sobre mí. Junté las palmas y, dejando escapar un leve gruñido, mis recién invocados orbes aumentaron de tamaño progresivamente. En cuanto estuve seguro de lo que hacía y vi la apertura en el enemigo, todavía lastimándose de la herida, llevé la mano hacia el frente, creando una ''L'' con los dedos pulgar e índice y, haciendo el sonido de un disparo, la bola a mi derecha se transformó en un rayo que recorrió con velocidad el camino hasta la estaca. Otra vez la onomatopeya, y la izquierda hizo lo propio. Y, para terminar, ambas manos hicieron el mismo movimiento junto al sonido y la más grande se unió a la fiesta, provocando que la estaca se tornara de un interesante color carmesí. El animal empezó a zarandear la cabeza, sufriendo por su vida de una forma que pocas veces había podido ver antes. Su cabeza iba de este a oeste, tratando de alejar aquello que amenazaba su vida de su cráneo sin demasiado fruto. Y, entonces, como una rata arrinconada, atacó. El agua a su alrededor se comenzó a arremolinar, portando decenas de peces muertos por el voltaje que la recorría y, como si siguiese sus órdenes a pies juntillas, una tromba se dirigió hacia Yuu y otra hacia mí, seguida por un par más.
Deslizándose por la espalda como si estuviera realizando algún tipo extraño de surf, comenzó a apuntar hacia lo que sería su ataque principal. Conocía a Yuu de hacía ya un tiempo destacable y, con la información que tenía de él y la costumbre, sabía qué formas gastaba en combate. Seguramente generase lo más grande posible que estuviese dentro de sus capacidades y acabara el combate por la forma bruta y, tal y como esas palabras cruzaron mi mente, sucedió: una puntiaguda estaca de para nada desdeñables dimensiones silbó mientras cruzaba el aire que le separaba respecto a lo que debía de ser la cabeza del rival, amenazante. Incapaz de hacer más que recibir lo que su enemigo le ofrecía, el objeto impactó en el cráneo del animal, haciéndose un camino directo hasta frenarse con lo que supuse que sería el hueso, ya que un infernal chillido de auxilio surgió de las fauces próximas.
A pesar de ello, el trabajo no había finalizado. No, estaba lejos de hacerlo, ya que no podía ser tan fácil, ¿no? Suspiré al escuchar la petición de Yuu, esbozando una sonrisa mientras acariciaba mi cuello. No era de cansancio, sino de orgullo; había tenido una buena idea y, a pesar de que en cuestión de táctica solía ser yo aquel que llave la voz cantante, agradecía que el tomase el relevo en esta ocasión.
—Así que electricidad, ¿eh…? —mascullé, remangándome el traje mientras me mentalizaba. Utilizar la energía eléctrica en un animal acuático, que además estaba en un lago, sonaba a bajar el telón de la batalla—. Vamos a ello... —Mis manos se tonaron garras, facilitándome el centrarme en generar las chispas que necesitaba. Aun así, mi ceja tembló, como si de un TIC se tratase, cuando vi que a pesar de la electricidad que recorría al animal, el parchado seguía allí pegado, abrazado. ¿Pensaba recibir el ataque junto al animal o…?—. ¡Yuu, yo de ti me separaría! —grité, sin llegar a saber si mi voz alcanzaría los oídos de mi compañero.
Bueno, confiaría en la capacidad de zafarse del peliazul, de la cual había hecho gala no pocas veces. Moví el brazo diestro, como el director de orquesta que agita una batuta, hacia la misma dirección, surgiendo una esfera a tres metros sobre mí. Hice exactamente lo mismo con el zurdo y, finalmente, uní ambos para crear una del doble de diámetro sobre mí. Junté las palmas y, dejando escapar un leve gruñido, mis recién invocados orbes aumentaron de tamaño progresivamente. En cuanto estuve seguro de lo que hacía y vi la apertura en el enemigo, todavía lastimándose de la herida, llevé la mano hacia el frente, creando una ''L'' con los dedos pulgar e índice y, haciendo el sonido de un disparo, la bola a mi derecha se transformó en un rayo que recorrió con velocidad el camino hasta la estaca. Otra vez la onomatopeya, y la izquierda hizo lo propio. Y, para terminar, ambas manos hicieron el mismo movimiento junto al sonido y la más grande se unió a la fiesta, provocando que la estaca se tornara de un interesante color carmesí. El animal empezó a zarandear la cabeza, sufriendo por su vida de una forma que pocas veces había podido ver antes. Su cabeza iba de este a oeste, tratando de alejar aquello que amenazaba su vida de su cráneo sin demasiado fruto. Y, entonces, como una rata arrinconada, atacó. El agua a su alrededor se comenzó a arremolinar, portando decenas de peces muertos por el voltaje que la recorría y, como si siguiese sus órdenes a pies juntillas, una tromba se dirigió hacia Yuu y otra hacia mí, seguida por un par más.
Re: [Misión legendaria-Nuevo Mundo] Explorando el pasado (Exclusiva Lance) {Dom 19 Jul 2020 - 17:03}
Yuu hizo desaparecer el megáfono tras terminar de hablar con Lance. Sabía que debía de largarse de allí ya, si es que no quería electrocutarse junto con el monstruo y el lago. La voz de su compañero avisándole de lo mismo llegó a su entrenado oído, consiguiendo sacarle una sonrisa de seguridad. Instantes después de que Lance empezase a atacar, el ladrón se soltó de la aleta y empezó a deslizarse por el lomo del gigantesco animal, con una pierna atrasada para saltar. Cuando cogió una velocidad decente, dio un majestuoso salto. En aquellos instantes, parecía que el mercenario iba a caer en el agua y su vida vería su final precariamente. No fue así, sin embargo, y Yuu enlazó a uno de sus hilos una plataforma metálica que él mismo creó para aterrizar en el aire. Sin necesidad de volteretas ni nada, posicionó sus pies encima de esta, flexionando sus rodillas y poniendo sus manos en la plataforma. Levantó la cabeza y escuchó detrás de él el grito ensordecedor del gigantesco monstruo.
—Eso te ha dolido, ¿eh? Hijo de la gran puta… —sonrió, mientras se ponía en pie y se volteaba. Observó como el animal no paraba de mover la cabeza, intentando quitarse la estaca gigante que el mercenario había introducido en su cráneo. No obstante, no logró absolutamente nada. Pero lo que sí consiguió fue embravecer el lago, el cual empezó a arremolinarse y a crear unas columnas de agua que cada vez giraban a mayor velocidad. En su interior, y también volando por los aires, se hallaban variedad de peces muertos por la electricidad que Lance había descargado en el animal—. Conque el puto pez este podía hacer estas cosas… Joder con esta isla de mierda.
En total, habían cuatro columnas de agua acercándose a ellos. El ataque desesperado del monstruo gigante dejó en una tesitura al mercenario, puesto que no sabía cómo enfrentarse al agua en ese caso. Aquello le recordaba, en cierta manera, a los veintisiete Aqua Laguna que tuvo que soportar en su vida. En casi seis de ellos casi muere ahogado, así que el agua no era algo que le gustase demasiado. Y menos cuando aquella maldita fruta le hizo débil a ella. De alguna manera… No podía permitir acabar engullido por ninguno de esos remolinos.
—¿Y si…? —se quedó mirando fijamente al que venía a por él. No iban muy rápidos, así que tendría tiempo para pensar en alguna estrategia improvisada. Tardó unos instantes, pero se le volvió a ocurrir algo. Y eso volvía a incluir a su compañero en el asunto. Creó un megáfono para comunicárselo inmediatamente—. ¡Sif, tenemos que hacer que estas cosas vayan en su contra! ¡El agua no le hará nada, pero la puta fuerza con la que van esas cosas podrían reventarle! ¡Tienes que electrificar esos remolinos y creo que si le dan podríamos hacer que se muera de una puta vez! ¡Esta vez lo único que puedo hacer es atraer a esas cosas con esta plataforma, chaval! ¡Lo dejo en tus manos! —confiaba en la coordinación que tenía con Sif, y desde su vuelta a Yggdrasil se reafirmó en el hecho de que aquel joven era alguien en el que podía depositar toda su confianza.
Yuu desplazó su plataforma con el hilo enlazado a su dedo índice. Se posicionó a varios metros por encima del animal, intentando atraer aquellas columnas de agua. Cuanto más cerca estaban todas, el viento empezó a resultar muy molesto. La fuerza con la que giraba el agua provocaba un intenso vendaval que, de no ser por el equilibrio que tenía el mercenario, podría haberle tirado fácilmente. Esperó a que su compañero hiciera lo que le había pedido y, si todo salía bien, su regreso al Ragnarok sería bastante pronto.
—Eso te ha dolido, ¿eh? Hijo de la gran puta… —sonrió, mientras se ponía en pie y se volteaba. Observó como el animal no paraba de mover la cabeza, intentando quitarse la estaca gigante que el mercenario había introducido en su cráneo. No obstante, no logró absolutamente nada. Pero lo que sí consiguió fue embravecer el lago, el cual empezó a arremolinarse y a crear unas columnas de agua que cada vez giraban a mayor velocidad. En su interior, y también volando por los aires, se hallaban variedad de peces muertos por la electricidad que Lance había descargado en el animal—. Conque el puto pez este podía hacer estas cosas… Joder con esta isla de mierda.
En total, habían cuatro columnas de agua acercándose a ellos. El ataque desesperado del monstruo gigante dejó en una tesitura al mercenario, puesto que no sabía cómo enfrentarse al agua en ese caso. Aquello le recordaba, en cierta manera, a los veintisiete Aqua Laguna que tuvo que soportar en su vida. En casi seis de ellos casi muere ahogado, así que el agua no era algo que le gustase demasiado. Y menos cuando aquella maldita fruta le hizo débil a ella. De alguna manera… No podía permitir acabar engullido por ninguno de esos remolinos.
—¿Y si…? —se quedó mirando fijamente al que venía a por él. No iban muy rápidos, así que tendría tiempo para pensar en alguna estrategia improvisada. Tardó unos instantes, pero se le volvió a ocurrir algo. Y eso volvía a incluir a su compañero en el asunto. Creó un megáfono para comunicárselo inmediatamente—. ¡Sif, tenemos que hacer que estas cosas vayan en su contra! ¡El agua no le hará nada, pero la puta fuerza con la que van esas cosas podrían reventarle! ¡Tienes que electrificar esos remolinos y creo que si le dan podríamos hacer que se muera de una puta vez! ¡Esta vez lo único que puedo hacer es atraer a esas cosas con esta plataforma, chaval! ¡Lo dejo en tus manos! —confiaba en la coordinación que tenía con Sif, y desde su vuelta a Yggdrasil se reafirmó en el hecho de que aquel joven era alguien en el que podía depositar toda su confianza.
Yuu desplazó su plataforma con el hilo enlazado a su dedo índice. Se posicionó a varios metros por encima del animal, intentando atraer aquellas columnas de agua. Cuanto más cerca estaban todas, el viento empezó a resultar muy molesto. La fuerza con la que giraba el agua provocaba un intenso vendaval que, de no ser por el equilibrio que tenía el mercenario, podría haberle tirado fácilmente. Esperó a que su compañero hiciera lo que le había pedido y, si todo salía bien, su regreso al Ragnarok sería bastante pronto.
Lance Kashan
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Re: [Misión legendaria-Nuevo Mundo] Explorando el pasado (Exclusiva Lance) {Mar 21 Jul 2020 - 12:11}
El resultado aparente era bastante grato para ambos —Yuu y yo, ya que obviamente el animal no lo debía de estar pasando bien—, por lo que no podía hacer más sino sonreír. El ataque que el enemigo pareció tratar de perpetrar no borró la sonrisa de mi cara, aunque sí que logró que hiciera torcer las comisuras para ponerme un poco más serio. Como la rata arrinconada que era en aquellos precisos instantes, detonó su última baza: el control del agua. ¿Era algún tipo de ''Kárate Gyojin'' llevado a cabo por el animal o…? Era la primera vez que veía una habilidad tal en manos —aletas— de un ser vivo que no fuera humano en parte, pero no por ello lo subestimaría.
Yuu estuvo rápido en la reacción y decidió que, ya que nuestro contrincante estaba muy dañado, las trombas nos ofrecían la oportunidad de acabar el combate de forma temprana, algo que sonaba como una idea realmente seductora a mis oídos. Traté de estimar el daño que serían capaz de causar en su propio creador y pensé en la posibilidad de que él mismo fuera capaz de hacerlas desaparecer, pero habría que intentarlo si deseábamos no estar allí más tiempo. Tantos ataques, gritos y sonidos abría la puerta a que cualquier otro habitante de la isla se uniese y dificultase todo lo que hacíamos o, peor aún, jodieran el manzano dorado que se encontraba a unas decenas de metros. No había margen a la discreción con un ser como aquel, no tras lo que ya habíamos hecho, pero sí a la velocidad de acción. Confiaba en que, debido al daño que sufría, fuera incapaz de concentrarse lo suficiente como para evitar lo que le venía, y apostaría todo a aquel as.
«¿Necesitamos los cuatro…? Nah.» fue a la rápida conclusión que llegó mi mente al ponerme en situación. Con dos nos debía de bastar para que el enemigo se rindiese y terminase fuera de nuestro camino. Con un desmayo nos bastaba y, visto el poder de nuestras dos ofensivas, lo extraño es que no reposase ya en la superficie del lago. Me desmaterialicé, siendo perdido de vista por las trombas que, sin más rumbo que el que tenían hacia mi anterior posición, continuaron hasta chocarse contra el suelo y generar un socavón para nada despreciable. Volé hacia la posición de Yuu, en el aire justo frente al ''bicho'' y, con la mayor de las seguridades que me brindaba hacer dúo con el parchado, imbuí ambas trombas en electricidad con un simple gesto. Ahora se trataban de tornados que hacían girar chispas y descargas de aquí para allá o, como se traducía al idioma del combate, sinónimos de muerte. El agua avanzaba hacia mi jefe sin ninguna pausa por lo que, hecho el trabajo, me quedaba una única función: impedir que el animal se concentrase.
Volví a desaparecer, tomando forma justo frente a los ojos del futuro muerto, afilados y amenazantes ante todo lo que no fuera su propio ser. Y, por más que tratasen de infundir el miedo, serían su perdición: tomé de mi espalda el francotirador y, generando una plataforma de electricidad sólida justo bajo mis pies, me dispuse a disparar. Centré la mira en la pupila izquierda, generando la electricidad que me sobraba de lo ya hecho e incorporándola a la maquinaria, disparé un láser de menor tamaño al habitual. Tantos esfuerzos me habían hecho perder capacidades, pero esperaba que con aquello bastase. El cilindro de energía pura avanzó con la mayor de las velocidades hasta, sin dificultad, adentrarse dentro del tejido ocular del animal y hacerle un agujero de varios centímetros de diámetro, quemando los alrededores y dejándolo tuerto. El objetivo no era esto último, sino provocar que su mente fuera incapaz de centrarse en lo más importante mientras se zarandeaba, provocando que las trombas siguieran una ruta lineal y veloz. Faltaba que Yuu se moviera con velocidad y fuera capaz de evitarlos, aunque ya contaba con que sus piernas se lo permitiesen. Había escapado de mucho peores y le tocaba a él acabarlo, puesto que los poderes de la Goro Goro estaban algo agotados tras tal despliegue. Jadeaba intensamente, con las fuerzas justas para poder sentarme sobre mi suelo de propia creación y tratas de descansar viendo el espectáculo.
Yuu estuvo rápido en la reacción y decidió que, ya que nuestro contrincante estaba muy dañado, las trombas nos ofrecían la oportunidad de acabar el combate de forma temprana, algo que sonaba como una idea realmente seductora a mis oídos. Traté de estimar el daño que serían capaz de causar en su propio creador y pensé en la posibilidad de que él mismo fuera capaz de hacerlas desaparecer, pero habría que intentarlo si deseábamos no estar allí más tiempo. Tantos ataques, gritos y sonidos abría la puerta a que cualquier otro habitante de la isla se uniese y dificultase todo lo que hacíamos o, peor aún, jodieran el manzano dorado que se encontraba a unas decenas de metros. No había margen a la discreción con un ser como aquel, no tras lo que ya habíamos hecho, pero sí a la velocidad de acción. Confiaba en que, debido al daño que sufría, fuera incapaz de concentrarse lo suficiente como para evitar lo que le venía, y apostaría todo a aquel as.
«¿Necesitamos los cuatro…? Nah.» fue a la rápida conclusión que llegó mi mente al ponerme en situación. Con dos nos debía de bastar para que el enemigo se rindiese y terminase fuera de nuestro camino. Con un desmayo nos bastaba y, visto el poder de nuestras dos ofensivas, lo extraño es que no reposase ya en la superficie del lago. Me desmaterialicé, siendo perdido de vista por las trombas que, sin más rumbo que el que tenían hacia mi anterior posición, continuaron hasta chocarse contra el suelo y generar un socavón para nada despreciable. Volé hacia la posición de Yuu, en el aire justo frente al ''bicho'' y, con la mayor de las seguridades que me brindaba hacer dúo con el parchado, imbuí ambas trombas en electricidad con un simple gesto. Ahora se trataban de tornados que hacían girar chispas y descargas de aquí para allá o, como se traducía al idioma del combate, sinónimos de muerte. El agua avanzaba hacia mi jefe sin ninguna pausa por lo que, hecho el trabajo, me quedaba una única función: impedir que el animal se concentrase.
Volví a desaparecer, tomando forma justo frente a los ojos del futuro muerto, afilados y amenazantes ante todo lo que no fuera su propio ser. Y, por más que tratasen de infundir el miedo, serían su perdición: tomé de mi espalda el francotirador y, generando una plataforma de electricidad sólida justo bajo mis pies, me dispuse a disparar. Centré la mira en la pupila izquierda, generando la electricidad que me sobraba de lo ya hecho e incorporándola a la maquinaria, disparé un láser de menor tamaño al habitual. Tantos esfuerzos me habían hecho perder capacidades, pero esperaba que con aquello bastase. El cilindro de energía pura avanzó con la mayor de las velocidades hasta, sin dificultad, adentrarse dentro del tejido ocular del animal y hacerle un agujero de varios centímetros de diámetro, quemando los alrededores y dejándolo tuerto. El objetivo no era esto último, sino provocar que su mente fuera incapaz de centrarse en lo más importante mientras se zarandeaba, provocando que las trombas siguieran una ruta lineal y veloz. Faltaba que Yuu se moviera con velocidad y fuera capaz de evitarlos, aunque ya contaba con que sus piernas se lo permitiesen. Había escapado de mucho peores y le tocaba a él acabarlo, puesto que los poderes de la Goro Goro estaban algo agotados tras tal despliegue. Jadeaba intensamente, con las fuerzas justas para poder sentarme sobre mi suelo de propia creación y tratas de descansar viendo el espectáculo.
Re: [Misión legendaria-Nuevo Mundo] Explorando el pasado (Exclusiva Lance) {Mar 21 Jul 2020 - 13:05}
El combate se hallaba ya en su clímax. Yuu se hallaba rodeado de un viento demasiado intenso, que finalmente hizo que cayese en su propia plataforma, apoyando las manos. Si quería moverse y escapar de aquellos remolinos, tendría que asegurarse de que podía mantenerse encima de la plataforma. Por lo tanto, de esta salieron un par de agarres del mismo material y con la misma separación que había entre los dos brazos del mercenario. Se agarró fuertemente a estos, desconectando el hilo que unía su dedo índice con la plataforma. De su espalda salió uno de sus brazos etéreos, el cual tomó el control de la placa de metal sobre la que Yuu se hallaba. En el tiempo en el que hizo todo aquello, su compañero se tomó la libertad de llevar a cabo el plan que Yuu le había dicho. Las trombas de agua que se dirigían hacia él ya no solo portaban agua. Ahora estaban llenas de electricidad y serían absolutamente mortales para cualquiera que entrara en su rango. Si aquello siquiera rozaba al pez, sería su fin.
—Después de esto necesito un cigarro… —sonrió, al ver a los gigantescos remolinos dirigirse hacia él.
Giró la plataforma un poco hacia su lado visible, para cerciorarse de que el pez estaba en la posición indicada. Como no se movía, aquello iba a ser pan comido. El dedo de su mano etérea realizó un movimiento que hizo que la plataforma empezara a retroceder a moderada velocidad. Las trombas seguían a Yuu, y estaban a varios metros de empezar a rozar al gigantesco monstruo. En unos instantes, y mientras la placa de metal seguía yendo hacia atrás en dirección a la cabeza del pez, las columnas de agua electrificada llegaron a la aleta trasera de este. Este empezó a emitir quejidos ensordecedores, al mismo tiempo que no paraba de agitarse de arriba a abajo como si estuviera convulsionando. A medida que los remolinos iban pasando por su cuerpo, llegó un punto en el que los quejidos cesaron, para instantes después escucharse un fuerte estruendo, consecuencia del choque de las últimas trombas entre ellas. Las nubes que parecían haberse formado encima de sus cabezas empezaron a disiparse, y el sol bañó de nuevo la zona. Hasta ese momento, Yuu no se había percatado siquiera de que estaba nublado.
—Eso te enseñará a no meterte con nosotros, bicho de mierda. A tomar por culo —se puso de pie en la plataforma de nuevo, con las manos en sus caderas mirando hacia abajo—. Bueno, esto se merece… — sacó un cigarro de su chaqueta y se lo encendió tranquilamente con su encendedor. Devolvió este a su chaqueta en cuanto el tabaco prendió, y la plataforma empezó a moverse hasta el pequeño islote donde estaba el árbol, pasando justo al lado de donde estaba Lance. Al parecer, se había encargado de incapacitar el ojo del animal antes de que las trombas llegaran, y estaba sentado sobre su propia plataforma eléctrica justo delante de él—. Buen trabajo, chico —levantó su pulgar mientras le miraba—. Cojamos las manzanas esas y nos piramos de aquí, venga. —Descendió su plataforma hasta el suelo, justo al lado de donde estaban las frutas doradas. Saltó de ella y la hizo desaparecer. Iba a necesitar otro tipo de tabla para subir al Ragnarok y llevar las manzanas al mismo tiempo. Sí, no iba a llamar al Loki. Él mismo subiría hasta su barco—. Hey, Sif. Mi idea es subir tanto a las manzanas como a nosotros dos en una de mis plataformas. Habrá que sortear o cargarse a quién tú ya sabes si queremos volver con vida, ¿vale? Si quieres creo una pila para que la chupes y te cargues o cualquier cosa, pero te quiero al cien por cien de nuevo. Es el último obstáculo que tenemos que pasar si queremos salir de esta puta isla para cobrar.
Lance parecía de acuerdo con el plan de Yuu. Cuando el mercenario empezó a crear la nueva plataforma, esta vez con barrotes de metal en los bordes y con una especie de cubo sobresaliendo de esta para dejar las manzanas dentro, el chico le pidió una última cosa al parcheado. Quería que cortara la piel del animal para utilizarla luego. No entendía muy bien por qué, pero el caso es que tampoco se opuso a hacerlo. Cuando cargó unas cinco manzanas en la plataforma, se dirigió hacia el animal, el cual yacía sobre una parte de la isla muerto, estando la parte contraria a su cabeza dentro del lago. No sabía si estaba muerto o inconsciente. Aún así, se acercó a él mientras desenvainaba una de sus espadas. No se acordaba de cuánta piel le había pedido su compañero, pero acercó su espada al animal y, con cuidado, empezó a sacarle un buen trozo de piel. Sin duda, no era el mejor ni de lejos haciendo ese tipo de cosas. De todas formas… Y pese a que parecía que había cortado además algo de carne del animal, logró un resultado satisfactorio. Enrolló el trozo de piel que había cortado y creó una cuerda para que no se soltara. Puso el rollo de piel sobre su hombro y volvió a la plataforma. Entró dentro de un salto y dejó lo que había recogido junto a las manzanas.
—Bueno, Sif. Todo listo para partir. Cuando tú digas nos vamos.
—Después de esto necesito un cigarro… —sonrió, al ver a los gigantescos remolinos dirigirse hacia él.
Giró la plataforma un poco hacia su lado visible, para cerciorarse de que el pez estaba en la posición indicada. Como no se movía, aquello iba a ser pan comido. El dedo de su mano etérea realizó un movimiento que hizo que la plataforma empezara a retroceder a moderada velocidad. Las trombas seguían a Yuu, y estaban a varios metros de empezar a rozar al gigantesco monstruo. En unos instantes, y mientras la placa de metal seguía yendo hacia atrás en dirección a la cabeza del pez, las columnas de agua electrificada llegaron a la aleta trasera de este. Este empezó a emitir quejidos ensordecedores, al mismo tiempo que no paraba de agitarse de arriba a abajo como si estuviera convulsionando. A medida que los remolinos iban pasando por su cuerpo, llegó un punto en el que los quejidos cesaron, para instantes después escucharse un fuerte estruendo, consecuencia del choque de las últimas trombas entre ellas. Las nubes que parecían haberse formado encima de sus cabezas empezaron a disiparse, y el sol bañó de nuevo la zona. Hasta ese momento, Yuu no se había percatado siquiera de que estaba nublado.
—Eso te enseñará a no meterte con nosotros, bicho de mierda. A tomar por culo —se puso de pie en la plataforma de nuevo, con las manos en sus caderas mirando hacia abajo—. Bueno, esto se merece… — sacó un cigarro de su chaqueta y se lo encendió tranquilamente con su encendedor. Devolvió este a su chaqueta en cuanto el tabaco prendió, y la plataforma empezó a moverse hasta el pequeño islote donde estaba el árbol, pasando justo al lado de donde estaba Lance. Al parecer, se había encargado de incapacitar el ojo del animal antes de que las trombas llegaran, y estaba sentado sobre su propia plataforma eléctrica justo delante de él—. Buen trabajo, chico —levantó su pulgar mientras le miraba—. Cojamos las manzanas esas y nos piramos de aquí, venga. —Descendió su plataforma hasta el suelo, justo al lado de donde estaban las frutas doradas. Saltó de ella y la hizo desaparecer. Iba a necesitar otro tipo de tabla para subir al Ragnarok y llevar las manzanas al mismo tiempo. Sí, no iba a llamar al Loki. Él mismo subiría hasta su barco—. Hey, Sif. Mi idea es subir tanto a las manzanas como a nosotros dos en una de mis plataformas. Habrá que sortear o cargarse a quién tú ya sabes si queremos volver con vida, ¿vale? Si quieres creo una pila para que la chupes y te cargues o cualquier cosa, pero te quiero al cien por cien de nuevo. Es el último obstáculo que tenemos que pasar si queremos salir de esta puta isla para cobrar.
Lance parecía de acuerdo con el plan de Yuu. Cuando el mercenario empezó a crear la nueva plataforma, esta vez con barrotes de metal en los bordes y con una especie de cubo sobresaliendo de esta para dejar las manzanas dentro, el chico le pidió una última cosa al parcheado. Quería que cortara la piel del animal para utilizarla luego. No entendía muy bien por qué, pero el caso es que tampoco se opuso a hacerlo. Cuando cargó unas cinco manzanas en la plataforma, se dirigió hacia el animal, el cual yacía sobre una parte de la isla muerto, estando la parte contraria a su cabeza dentro del lago. No sabía si estaba muerto o inconsciente. Aún así, se acercó a él mientras desenvainaba una de sus espadas. No se acordaba de cuánta piel le había pedido su compañero, pero acercó su espada al animal y, con cuidado, empezó a sacarle un buen trozo de piel. Sin duda, no era el mejor ni de lejos haciendo ese tipo de cosas. De todas formas… Y pese a que parecía que había cortado además algo de carne del animal, logró un resultado satisfactorio. Enrolló el trozo de piel que había cortado y creó una cuerda para que no se soltara. Puso el rollo de piel sobre su hombro y volvió a la plataforma. Entró dentro de un salto y dejó lo que había recogido junto a las manzanas.
—Bueno, Sif. Todo listo para partir. Cuando tú digas nos vamos.
Lance Kashan
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Re: [Misión legendaria-Nuevo Mundo] Explorando el pasado (Exclusiva Lance) {Mar 21 Jul 2020 - 14:19}
—Bueno, bueno, bueno… Bueno —dije, al son del agua que inundaba el ambiente. Las trombas no tardaron, gracias a la destreza y velocidad de Yuu, en impactar contra el objetivo, destrozando y atravesando todo cuanto tuvieron frente a sus ''dientes''. No hicieron trizas al animal, que tras el ataque seguía destacablemente entero, pero sí que le causaron el suficiente daño para que una serie de aullidos escapasen y comenzase a sonar un murmullo a nuestro alrededor. El césped se movía y, a lo lejos, podía ver como los árboles del bosque se zarandeaban con suavidad y las aves se arremolinaban sobre el ser que, con un hueco golpe contra la costa, se encontraba fuera de juego. Independientemente de si muerto o inconsciente, no sería un obstáculo en la misión, así que tocaba seguir con el procedimiento y dejarlo de lado. Mi traje se había mojado, como si un torrente me hubiera atrapado, fruto del líquido que había volado en el choque.
Encogiéndome de hombros mientras pensaba en volver ya a casa y poner a secar aquello, suspiré cuando Yuu me dedicó un halago y un gesto de enhorabuena. No era de cansancio ni agotamiento, sino más bien de relajamiento.
—Tú también, tú también… —casi exclamé, algo absorto en mis pensamientos y acariciando mi cuero cabelludo a través de la capucha, aireando la mente. No lo llegué a mirar a los ojos más que de reojo, teniendo estos fijos sobre el ser al que acabábamos de derrotar. Mi cabeza no me llegaba a decir nada coherente, pero algo como el instinto o el sexto sentido me impedía marcharme de allí. Mi jefe pareció comenzar con la recolección de las gigantescas manzanas mientras yo continuaba en aquella postura, hasta que las pupilas se dilataron y la luz se encendió. Literalmente, ya que la electricidad surgió de estos—. Puede ser el más grande que hayamos visto en la isla… —Como si de un flashback literario se tratase, las memorias de la conversación que mantuvimos en la casa abandonada comenzaron a resonar por mi cabeza hasta que llegué a una conclusión lógica justo al escuchar el movimiento de los árboles una vez más—. Se ve que os preocupáis por él…, ¿eh? Bueno, quizás ese no es el verbo, pero os importa —Estaba hablando en un tono realmente bajo, casi murmurando para mí mismo mientras todavía movía la mano de arriba abajo—. Bueno, por probar no pasa nada. Quizás damos en la campana.
Guardé el arma a mi espalda y deshice la plataforma de electricidad una vez me hube cerciorado de que caería sobre tierra y, sin desmaterializarme para poder recargar energías, aterricé como un gato. Anduve con velocidad hasta el árbol que presidía la explanada y, mientras el parchado recogía los ansiados frutos de la reina —y ahora míos, ya que me encargaría de tener de sobra en el barco—, comencé a dirigirme a él con un tono amable.
—¿Puedes recogerme una tira de la piel del animal? —Me fijé nuevamente en este, yaciendo a unos cuantos metros, y nos miré a ambos humanos con ojo analítico—. Unos… quince o veinte metros cuadrados debería bastar, creo —A juzgar por la dureza de las escamas, no sería un trabajo realmente complicado para el espadachín, por lo que me alegré al ver que aceptaba. Pensaba hacer un par de capas bastante artesanales que, si bien no irían muy a la moda, servirían de sobra para conseguir mi propósito: confundir nuestro olor con el de la bestia. Aunque, si se trataba de aquello, tenía un objeto en el barco volador que cumpliría el objetivo más que a la perfección.
No tardó en hacer lo pedido, recoger las manzanas y crear una plataforma bastante compleja sobre la que me monté. Tenía energía suficiente como para volver al barco, pero eso significaría dejar atrás a Yuu y a las manzanas.
—Yuu, concéntrate en navegar esta… ¿nave? Yo me encargo de que no te toquen mucho la moral —Me arrodillé a un par de metros del límite de la plataforma, tomando el francotirador de la masa que portaba a mi espalda y haciendo pasar el cañón por entre los barrotes, apuntando a la dirección en la que había visto a aquel león. Puse el ojo en la mirilla y, por unos segundos, me petrifiqué—. Eh… Eh… ¿Le puedes dar más velocidad a esto, querido jefe? —A la lejanía no había un punto, sino dos. Era lógico que fueran una pareja, ya que tenían que procrear de alguna forma, pero no representaba algo bueno para nosotros, no—. Tenemos más compañía de la que nos gustaría, me parece. Pásame un cargador del calibre catorce —Me concentré tras mirar a mis espaldas, notando que solo teníamos potenciales enemigos en una dirección. Mantuve la respiración por unos instantes mientras cambiaba ligeramente la forma del arma para poder disparar la nueva munición, centrando mi mira a un enfoque en el que viera nítidamente a todos.
No sé cómo de rápido podía ir la creación del parchado, pero tenía que mantenerlos a raya hasta entonces, y no me dieron mucho descanso en cuanto vi que sus ojos se posaron en la estructura. De dos aleteos se comenzaron a aproximar sin duda alguna, acortando las distancias a una velocidad más que decente. El cargador ya se hallaba lleno, preparado para los animales, y no tardé en realizar un disparo directo hacia el morro de uno de ellos, atravesándolo y haciendo caer gotas de sangre a la isla. Este primero se frenó, mientras que el otro pareció acelerar en señal de venganza. Con la mayor de las velocidades que me permitían los dedos, puse otra bala en el hocico intacto, dejándolo quieto. Empezaron a zarandearse en el aire, acariciando su nariz con las patas hasta que dejaron de compadecerse y volvieron al ataque, habiendo preparado yo otro disparo que, al apretar el gatillo, atravesaría la distancia hasta lo que debía ser el ojo derecho del más cercano, pero fallando por centímetros. Con el corazón en el puño, el eco metálico resonó y otro casquillo voló, cortando el aire y dejando tuerto a uno de ellos, que comenzó a caer en picado. Con el otro no hubo tanta suerte, ya que alcanzó su objetivo e impactó en la esquina, causando que se desestabilizase y una manzana volase hasta chocar contra los barrotes y permanecer dentro. Tuve que extraer el fusil de su postura, volviéndome etéreo y apareciendo nuevamente de pie, con unas pistolas en las manos. Me asomé a la esquina, donde todavía seguía encaramado y, apuntando nuevamente al morro —la parte enemiga más cercana—, me aseguré de dejárselo irreconocible con un par de cargadores, hasta que se decidió a dejarnos en paz y buscar a su pareja.
En cuanto vi que terminó la desgracia, me tiré al suelo, tratando de recuperar un aliento que faltaba a todas luces. Me ahogaba y, como viniera cualquier otro animal, solo sería peso muerto. Podía hacer conmigo lo que quiera, aunque el sudor que recorría mi frente tras la máscara no me debía hacer demasiado apetitoso.
Encogiéndome de hombros mientras pensaba en volver ya a casa y poner a secar aquello, suspiré cuando Yuu me dedicó un halago y un gesto de enhorabuena. No era de cansancio ni agotamiento, sino más bien de relajamiento.
—Tú también, tú también… —casi exclamé, algo absorto en mis pensamientos y acariciando mi cuero cabelludo a través de la capucha, aireando la mente. No lo llegué a mirar a los ojos más que de reojo, teniendo estos fijos sobre el ser al que acabábamos de derrotar. Mi cabeza no me llegaba a decir nada coherente, pero algo como el instinto o el sexto sentido me impedía marcharme de allí. Mi jefe pareció comenzar con la recolección de las gigantescas manzanas mientras yo continuaba en aquella postura, hasta que las pupilas se dilataron y la luz se encendió. Literalmente, ya que la electricidad surgió de estos—. Puede ser el más grande que hayamos visto en la isla… —Como si de un flashback literario se tratase, las memorias de la conversación que mantuvimos en la casa abandonada comenzaron a resonar por mi cabeza hasta que llegué a una conclusión lógica justo al escuchar el movimiento de los árboles una vez más—. Se ve que os preocupáis por él…, ¿eh? Bueno, quizás ese no es el verbo, pero os importa —Estaba hablando en un tono realmente bajo, casi murmurando para mí mismo mientras todavía movía la mano de arriba abajo—. Bueno, por probar no pasa nada. Quizás damos en la campana.
Guardé el arma a mi espalda y deshice la plataforma de electricidad una vez me hube cerciorado de que caería sobre tierra y, sin desmaterializarme para poder recargar energías, aterricé como un gato. Anduve con velocidad hasta el árbol que presidía la explanada y, mientras el parchado recogía los ansiados frutos de la reina —y ahora míos, ya que me encargaría de tener de sobra en el barco—, comencé a dirigirme a él con un tono amable.
—¿Puedes recogerme una tira de la piel del animal? —Me fijé nuevamente en este, yaciendo a unos cuantos metros, y nos miré a ambos humanos con ojo analítico—. Unos… quince o veinte metros cuadrados debería bastar, creo —A juzgar por la dureza de las escamas, no sería un trabajo realmente complicado para el espadachín, por lo que me alegré al ver que aceptaba. Pensaba hacer un par de capas bastante artesanales que, si bien no irían muy a la moda, servirían de sobra para conseguir mi propósito: confundir nuestro olor con el de la bestia. Aunque, si se trataba de aquello, tenía un objeto en el barco volador que cumpliría el objetivo más que a la perfección.
No tardó en hacer lo pedido, recoger las manzanas y crear una plataforma bastante compleja sobre la que me monté. Tenía energía suficiente como para volver al barco, pero eso significaría dejar atrás a Yuu y a las manzanas.
—Yuu, concéntrate en navegar esta… ¿nave? Yo me encargo de que no te toquen mucho la moral —Me arrodillé a un par de metros del límite de la plataforma, tomando el francotirador de la masa que portaba a mi espalda y haciendo pasar el cañón por entre los barrotes, apuntando a la dirección en la que había visto a aquel león. Puse el ojo en la mirilla y, por unos segundos, me petrifiqué—. Eh… Eh… ¿Le puedes dar más velocidad a esto, querido jefe? —A la lejanía no había un punto, sino dos. Era lógico que fueran una pareja, ya que tenían que procrear de alguna forma, pero no representaba algo bueno para nosotros, no—. Tenemos más compañía de la que nos gustaría, me parece. Pásame un cargador del calibre catorce —Me concentré tras mirar a mis espaldas, notando que solo teníamos potenciales enemigos en una dirección. Mantuve la respiración por unos instantes mientras cambiaba ligeramente la forma del arma para poder disparar la nueva munición, centrando mi mira a un enfoque en el que viera nítidamente a todos.
No sé cómo de rápido podía ir la creación del parchado, pero tenía que mantenerlos a raya hasta entonces, y no me dieron mucho descanso en cuanto vi que sus ojos se posaron en la estructura. De dos aleteos se comenzaron a aproximar sin duda alguna, acortando las distancias a una velocidad más que decente. El cargador ya se hallaba lleno, preparado para los animales, y no tardé en realizar un disparo directo hacia el morro de uno de ellos, atravesándolo y haciendo caer gotas de sangre a la isla. Este primero se frenó, mientras que el otro pareció acelerar en señal de venganza. Con la mayor de las velocidades que me permitían los dedos, puse otra bala en el hocico intacto, dejándolo quieto. Empezaron a zarandearse en el aire, acariciando su nariz con las patas hasta que dejaron de compadecerse y volvieron al ataque, habiendo preparado yo otro disparo que, al apretar el gatillo, atravesaría la distancia hasta lo que debía ser el ojo derecho del más cercano, pero fallando por centímetros. Con el corazón en el puño, el eco metálico resonó y otro casquillo voló, cortando el aire y dejando tuerto a uno de ellos, que comenzó a caer en picado. Con el otro no hubo tanta suerte, ya que alcanzó su objetivo e impactó en la esquina, causando que se desestabilizase y una manzana volase hasta chocar contra los barrotes y permanecer dentro. Tuve que extraer el fusil de su postura, volviéndome etéreo y apareciendo nuevamente de pie, con unas pistolas en las manos. Me asomé a la esquina, donde todavía seguía encaramado y, apuntando nuevamente al morro —la parte enemiga más cercana—, me aseguré de dejárselo irreconocible con un par de cargadores, hasta que se decidió a dejarnos en paz y buscar a su pareja.
En cuanto vi que terminó la desgracia, me tiré al suelo, tratando de recuperar un aliento que faltaba a todas luces. Me ahogaba y, como viniera cualquier otro animal, solo sería peso muerto. Podía hacer conmigo lo que quiera, aunque el sudor que recorría mi frente tras la máscara no me debía hacer demasiado apetitoso.
Re: [Misión legendaria-Nuevo Mundo] Explorando el pasado (Exclusiva Lance) {Mar 21 Jul 2020 - 15:20}
Sif estuvo listo en un santiamén, por lo que el parcheado sacó de su espalda sus dos brazos etéreos y conectó todos sus dedos a la plataforma. Esto aseguraría la estabilidad de la plataforma y le ofrecería a Yuu control absoluto de la velocidad y manejo de esta. Se colocó en el medio de esta y esperó a que su compañero subiera y se preparara. La plataforma empezó a ascender lentamente, incrementando paulatinamente su velocidad. Esta no se movía ni un pelo por las esquinas, y estaba completamente estable. Simplemente, subía en línea recta. No sabía donde estaba el Ragnarok en aquellos instantes, así que tendría que comunicarse con ellos para que estuviera a la vista y bajaran. Además, si la gran embarcación descendía, le ahorraría mucho camino al dúo de mercenarios. Como Lance parecía estar encargándose de la protección de la plataforma con su arma, se tomó la libertad de sacar su agenda para realizar una llamada a sus hombres. Justo cuando le dio al botón de llamar, su compañero le pidió varias cosas debido a que, al parecer, había avistado enemigos.
—¡Díganos, jefe! —la línea se abrió y uno de los hombres del centro de mando sonó al otro lado.
—Bajad el Ragnarok unos cuantos kilómetros, chicos. Estamos subiendo —aumentó la velocidad tras la petición del joven. Acto seguido, creó el cargador solicitado en su mano y se lo tendió con la mano que no tenía su agenda—. Aquí tienes, chaval. Acaba con ellos.
—¿Qué dice, jefe?
—Nada, nada. No hablaba ahora contigo. Eso, bajad el Ragnarok, ¿vale? Tenemos algo de prisa.
—¡Entendido! ¿Quiere que hagamos algo más o…?
—¿Me has escuchado decir algo más? No. Simplemente haced eso y si quiero algo más vuelvo a llamar. Aterrizaremos en cubierta, así que diles a unos cuantos que vayan a recibirnos para recoger el cargamento. ¿Entendido?
—¡Alto y claro, señor! ¡Chicos, haced que descienda el barco varios kilómetros! ¡Órdenes del jefe!
Justo ahí, Yuu cortó la comunicación con su barco. Guardó su agenda y, cuando se quiso dar cuenta, escuchó un disparo a su lado. Se puso a presenciar el espectáculo sin moverse demasiado. Confiaba en que su compañero pudiera deshacerse de ellos sin demasiado problema. Volvió al centro de la plataforma y del suelo salió un sofá mirando al cajón metálico que guardaba las manzanas. Al menos, revisaría la mercancía por si se caía. En el transcurso de la contienda aérea, miró a un sitio durante un tiempo, y luego volvía a fijarse en el combate. De pronto, vio como uno de los leones voladores se hallaba ya delante de ellos, impactando contra una de las esquinas.
—¡Ah! ¡Joder! ¡Hijo de puta! —hizo lo posible para mantener la plataforma estable de nuevo mientras Lance se movía a gran velocidad y se encargaba de aquel animal. Yuu se levantó rápidamente y fue a socorrer a la manzana descarriada, que se había caído tras el impacto. Con las dos manos, la cogió y la devolvió al cajón de metal que sobresalía de la estructura—. Por poco perdemos una. Maldita cosa voladora extraña… —se giró, viendo como su compañero parecía haber acabado el trabajo—. ¿Ya? ¿No quedan más? —se giró a ver todos los lados—. Increíble. Vale, pues a tomar por culo. Sigamos subiendo y a ver cuando vemos a… Coño. Si ya están ahí —se dio cuenta de que algo había tapado el sol.
Miró hacia arriba y, más cerca de lo que pensaba, encontró a su barco majestuoso en la lejanía. Unos cuantos minutos pasaron hasta que logró aterrizar la plataforma en la cubierta del barco sin demasiado problema. Una vez allí y el dúo estuvo pisando el Ragnarok, la plataforma cambió su estructura y ahora solo era la caja metálica que contenía las manzanas y el rollo de piel. Una tropa de unos cinco hombres salió de la entrada que llevaba al interior, acercándose a los dos.
—¡Bienvenidos de vuelta! ¿Dónde tenemos que llevar la caja, señor? —dijo uno de ellos.
—Dejad las manzanas y el rollo de piel en el almacén. Las manzanas aseguraos de cubrirlas con algo y que no toquen el suelo. No quiero que la mercancía se eche a perder. Lo mismo con la piel, ¿entendido?
—¡Sí, señor! —dijo otro, mientras los cinco empezaron a coger toda la mercancía en mano y a llevársela por donde habían venido. La caja metálica desapareció segundos después de quedarse vacía.
—Vale, Sif. Llama a la reina esa, dile que el trabajo está hecho y que le llevaremos el encargo lo ante posible. Ah, y asegúrate de pedirle una recompensa adecuada. Ya sabes, dinero. Asegúrate también de que no nos racanee y que no baje de cien millones. Nos hemos jugado la puta vida, nos lo merecemos. Vete a descansar luego. Dime también a dónde tenemos que ir para dejar la mercancía y les diré a los hombres que pongan rumbo hacia allí.
—¡Díganos, jefe! —la línea se abrió y uno de los hombres del centro de mando sonó al otro lado.
—Bajad el Ragnarok unos cuantos kilómetros, chicos. Estamos subiendo —aumentó la velocidad tras la petición del joven. Acto seguido, creó el cargador solicitado en su mano y se lo tendió con la mano que no tenía su agenda—. Aquí tienes, chaval. Acaba con ellos.
—¿Qué dice, jefe?
—Nada, nada. No hablaba ahora contigo. Eso, bajad el Ragnarok, ¿vale? Tenemos algo de prisa.
—¡Entendido! ¿Quiere que hagamos algo más o…?
—¿Me has escuchado decir algo más? No. Simplemente haced eso y si quiero algo más vuelvo a llamar. Aterrizaremos en cubierta, así que diles a unos cuantos que vayan a recibirnos para recoger el cargamento. ¿Entendido?
—¡Alto y claro, señor! ¡Chicos, haced que descienda el barco varios kilómetros! ¡Órdenes del jefe!
Justo ahí, Yuu cortó la comunicación con su barco. Guardó su agenda y, cuando se quiso dar cuenta, escuchó un disparo a su lado. Se puso a presenciar el espectáculo sin moverse demasiado. Confiaba en que su compañero pudiera deshacerse de ellos sin demasiado problema. Volvió al centro de la plataforma y del suelo salió un sofá mirando al cajón metálico que guardaba las manzanas. Al menos, revisaría la mercancía por si se caía. En el transcurso de la contienda aérea, miró a un sitio durante un tiempo, y luego volvía a fijarse en el combate. De pronto, vio como uno de los leones voladores se hallaba ya delante de ellos, impactando contra una de las esquinas.
—¡Ah! ¡Joder! ¡Hijo de puta! —hizo lo posible para mantener la plataforma estable de nuevo mientras Lance se movía a gran velocidad y se encargaba de aquel animal. Yuu se levantó rápidamente y fue a socorrer a la manzana descarriada, que se había caído tras el impacto. Con las dos manos, la cogió y la devolvió al cajón de metal que sobresalía de la estructura—. Por poco perdemos una. Maldita cosa voladora extraña… —se giró, viendo como su compañero parecía haber acabado el trabajo—. ¿Ya? ¿No quedan más? —se giró a ver todos los lados—. Increíble. Vale, pues a tomar por culo. Sigamos subiendo y a ver cuando vemos a… Coño. Si ya están ahí —se dio cuenta de que algo había tapado el sol.
Miró hacia arriba y, más cerca de lo que pensaba, encontró a su barco majestuoso en la lejanía. Unos cuantos minutos pasaron hasta que logró aterrizar la plataforma en la cubierta del barco sin demasiado problema. Una vez allí y el dúo estuvo pisando el Ragnarok, la plataforma cambió su estructura y ahora solo era la caja metálica que contenía las manzanas y el rollo de piel. Una tropa de unos cinco hombres salió de la entrada que llevaba al interior, acercándose a los dos.
—¡Bienvenidos de vuelta! ¿Dónde tenemos que llevar la caja, señor? —dijo uno de ellos.
—Dejad las manzanas y el rollo de piel en el almacén. Las manzanas aseguraos de cubrirlas con algo y que no toquen el suelo. No quiero que la mercancía se eche a perder. Lo mismo con la piel, ¿entendido?
—¡Sí, señor! —dijo otro, mientras los cinco empezaron a coger toda la mercancía en mano y a llevársela por donde habían venido. La caja metálica desapareció segundos después de quedarse vacía.
—Vale, Sif. Llama a la reina esa, dile que el trabajo está hecho y que le llevaremos el encargo lo ante posible. Ah, y asegúrate de pedirle una recompensa adecuada. Ya sabes, dinero. Asegúrate también de que no nos racanee y que no baje de cien millones. Nos hemos jugado la puta vida, nos lo merecemos. Vete a descansar luego. Dime también a dónde tenemos que ir para dejar la mercancía y les diré a los hombres que pongan rumbo hacia allí.
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Re: [Misión legendaria-Nuevo Mundo] Explorando el pasado (Exclusiva Lance) {Mar 21 Jul 2020 - 19:07}
Por un segundo, en cuanto pareció que el trabajo había acabado —al menos la parte intrínsecamente difícil—, cerré los ojos con calma, reposando sobre el frío acero. Desde aquella vista hacia el cielo, pude ver cómo la madera del Ragnarok se iba acercando progresivamente a una velocidad inusitada y, en cuestión de un minuto, estábamos por ''aparcar'' la ''nave'' en cubierta. Me quedé allí por unos segundos, escuchando de fondo a Yuu dar órdenes por aquí y por allí con su típico tono, hasta que recogí suficiente aire como para respirar hondo y relajarme. Escuché mi nombre y me levanté con lentitud para mantener aquel estado de relajamiento. Tomé la máscara y la guardé en mi chaqueta, echando para atrás la capucha y viendo el sol por mis propios ojos tras un día completo. Me froté los mismos mientras me fijaba en todo lo que me rodeaba, volviendo al plano de los vivos para acabar de una vez lo que empecé. Lo malo había terminado, pero el trabajo no finalizaba hasta que las frutas estaban en la despensa de la reina y no en la nuestra. Asentí a Yuu, habiendo escuchado sus peticiones, y comenzamos a movernos hacia la sala de comunicaciones mientras me sumergía en pensamientos.
«Dinero, ¿eh…?», medité, frotándome la barbilla. Ciertamente, cuando uno lo pensaba en frío, no había pago alguno en este encargo que la señorita Hipatia nos había dado. Y no, no íbamos a actuar como los hippies piratas aseverando que ''el tesoro era la aventura''. Volvíamos a casa con manzanas, sí, y seguramente racaneásemos un par, pero ahí se acababa nuestra recompensa. Ni dinero, ni tierras, ni objetos de valor. Bueno, quizás el descubrimiento de la isla, aunque eso ya corría en la factura de mi anterior favor, el cual lo valía con creces. Independientemente de aquello, no me parecía injusto, egoísta ni de mal trabajador el exigir un pago por aquello que habíamos hecho. Traíamos los frutos intactos, seguramente ya guardados al mejor recaudo posible, así que nuestra parte estaba hecha. Solo restaba la suya como contratante.
—Está bien, intentaré algo, tranquilo. Me parece lógico. Si se curra, se paga —Di un par de pasos, débiles por el esfuerzo pero seguros, hacia la central de telefonía del barco. Por suerte, tras el descanso y el rato pasado, había conseguido reponer mi aliento y ahora parecía una persona normal al hablar, por lo que no había que esperar para llamar a aquella mujer y anunciar nuestra victoria ante aquellos animales gigantes. Quería preguntar acerca de su supervivencia en aquella isla, notada su aura, pero podría pecar de maleducado o entrometido y dudaba que fueran memorias que quisiera recordar. Estar exiliado de tu propia isla no suele ser plato de buen gusto, excepto en mi caso. Lo dejaría en un secreto a investigar o, cruzando los dedos, a descubrir en la nueva isla. Quizás algo allí nos preparaba y ayudaba para lo que estábamos por hacer, quién sabe.
Tomé con cierta solemnidad, a pesar del relajado ambiente, el comunicador, marcando el contacto que tenía de Hipatia y siendo respondido por uno de sus sirvientes con velocidad. Con solo decir mi nombre llegué hasta el guardaespaldas que, reconociendo mi tono, cedió la palabra a la actual reina del palacio.
—Buenos días, reina —No tenía muy claro si llamarla por su propio nombre o por su cargo, así que me decidí por la más formal—. Ya he conseguido la fruta, así que nos dirigimos al Palacio a dárselas —¿Por qué hablar en singular y no incluir a Yuu? Bueno, no deseaba que preguntase acerca de mi compañía por pura curiosidad y así me aseguraba de que el nombre del susodicho no la pudiera hacer desconfiar de una forma u otra. Aun así, seguramente este se presentase finalmente en el Palacio por sorpresa y en mi compañía—. Ahora pues, si no es mucha molestia, me gustaría hablar del pago, ya que es algo que quedó en el aire tras la primera charla. No necesito mucho; con dinero ya me vale —No sabía cómo de egoísta o mimada podía llegar a ser, así que las manzanas que nos quedaríamos sería un secreto a partir de este punto—. Y siendo un reino tan fructífero el de los gyojins, dudo que tenga problema alguno con la cifra que pedimos, así que no se preocupe. Ha sido un trabajo algo complicado pero no pedimos demasiado.
Y, tras un minuto de charla acerca de números y economía —tema que no me interesaba lo más mínimo—, esperé a que colgase para no quedar mal, mirando a Yuu con una amplia sonrisa y, por primera vez en mucho tiempo, chocando los cinco. Solo quedaba atravesar la Red Line, tomar un barco con coating, bajar hasta la isla, llegar al palacio, presentarme, dar las manzanas, tomar nuestro pago y marcharnos. Bueno, quizás un ''solo'' no era lo más correcto, pero en comparación a pelear contra un ser gigante, solo se trataba de algo más cotidiano y aburrido. Y, en el trayecto, tendría tiempo de sobra para dormir, jugar y encargarme de descubrir todo lo que concernía a la fruta. Obviamente, tomaría una, dejando el resto en un estado impoluto. Y, posteriormente, tocaba volver a aquel lugar dejado de la mano de Dios, más preparados que la primera vez y decididos a imponernos sobre la fauna para hacer de aquella isla la primera base de Yggdrasil. La primera de muchas.
«Dinero, ¿eh…?», medité, frotándome la barbilla. Ciertamente, cuando uno lo pensaba en frío, no había pago alguno en este encargo que la señorita Hipatia nos había dado. Y no, no íbamos a actuar como los hippies piratas aseverando que ''el tesoro era la aventura''. Volvíamos a casa con manzanas, sí, y seguramente racaneásemos un par, pero ahí se acababa nuestra recompensa. Ni dinero, ni tierras, ni objetos de valor. Bueno, quizás el descubrimiento de la isla, aunque eso ya corría en la factura de mi anterior favor, el cual lo valía con creces. Independientemente de aquello, no me parecía injusto, egoísta ni de mal trabajador el exigir un pago por aquello que habíamos hecho. Traíamos los frutos intactos, seguramente ya guardados al mejor recaudo posible, así que nuestra parte estaba hecha. Solo restaba la suya como contratante.
—Está bien, intentaré algo, tranquilo. Me parece lógico. Si se curra, se paga —Di un par de pasos, débiles por el esfuerzo pero seguros, hacia la central de telefonía del barco. Por suerte, tras el descanso y el rato pasado, había conseguido reponer mi aliento y ahora parecía una persona normal al hablar, por lo que no había que esperar para llamar a aquella mujer y anunciar nuestra victoria ante aquellos animales gigantes. Quería preguntar acerca de su supervivencia en aquella isla, notada su aura, pero podría pecar de maleducado o entrometido y dudaba que fueran memorias que quisiera recordar. Estar exiliado de tu propia isla no suele ser plato de buen gusto, excepto en mi caso. Lo dejaría en un secreto a investigar o, cruzando los dedos, a descubrir en la nueva isla. Quizás algo allí nos preparaba y ayudaba para lo que estábamos por hacer, quién sabe.
Tomé con cierta solemnidad, a pesar del relajado ambiente, el comunicador, marcando el contacto que tenía de Hipatia y siendo respondido por uno de sus sirvientes con velocidad. Con solo decir mi nombre llegué hasta el guardaespaldas que, reconociendo mi tono, cedió la palabra a la actual reina del palacio.
—Buenos días, reina —No tenía muy claro si llamarla por su propio nombre o por su cargo, así que me decidí por la más formal—. Ya he conseguido la fruta, así que nos dirigimos al Palacio a dárselas —¿Por qué hablar en singular y no incluir a Yuu? Bueno, no deseaba que preguntase acerca de mi compañía por pura curiosidad y así me aseguraba de que el nombre del susodicho no la pudiera hacer desconfiar de una forma u otra. Aun así, seguramente este se presentase finalmente en el Palacio por sorpresa y en mi compañía—. Ahora pues, si no es mucha molestia, me gustaría hablar del pago, ya que es algo que quedó en el aire tras la primera charla. No necesito mucho; con dinero ya me vale —No sabía cómo de egoísta o mimada podía llegar a ser, así que las manzanas que nos quedaríamos sería un secreto a partir de este punto—. Y siendo un reino tan fructífero el de los gyojins, dudo que tenga problema alguno con la cifra que pedimos, así que no se preocupe. Ha sido un trabajo algo complicado pero no pedimos demasiado.
Y, tras un minuto de charla acerca de números y economía —tema que no me interesaba lo más mínimo—, esperé a que colgase para no quedar mal, mirando a Yuu con una amplia sonrisa y, por primera vez en mucho tiempo, chocando los cinco. Solo quedaba atravesar la Red Line, tomar un barco con coating, bajar hasta la isla, llegar al palacio, presentarme, dar las manzanas, tomar nuestro pago y marcharnos. Bueno, quizás un ''solo'' no era lo más correcto, pero en comparación a pelear contra un ser gigante, solo se trataba de algo más cotidiano y aburrido. Y, en el trayecto, tendría tiempo de sobra para dormir, jugar y encargarme de descubrir todo lo que concernía a la fruta. Obviamente, tomaría una, dejando el resto en un estado impoluto. Y, posteriormente, tocaba volver a aquel lugar dejado de la mano de Dios, más preparados que la primera vez y decididos a imponernos sobre la fauna para hacer de aquella isla la primera base de Yggdrasil. La primera de muchas.
Re: [Misión legendaria-Nuevo Mundo] Explorando el pasado (Exclusiva Lance) {Mar 21 Jul 2020 - 21:22}
Yuu permaneció a pocos metros de Lance, apoyado en una de las paredes de la habitación, mientras este tenía la conversación con la reina de los gyojins. Su pregunta acerca del lugar de entrega realmente acabó por responderse sola, y no es que le gustara en demasía. No quería ir a ese sitio lleno de engendros por nada del mundo. Si era por dinero… Simplemente tenía que hacerlo. Quería asegurar el pago y, si no lo recibía, montaría un escándalo en el palacio de esa reina. Aquellos dos días tan molestos iban a tener sus frutos, costase lo que costase. Según lo que escuchó al otro lado de la línea, gracias a su agudo oído, no parecía demasiado reacia a pagarles lo que pedían.
—Entonces solo falta… ¿Uh? —empezó a hablar justo cuando su compañero colgó. Cuando le vio con aquella sonrisa en la cara y acercándose a él con la mano abierta. Cerró los ojos y suspiró, con una leve sonrisa en una de sus comisuras. No solía tener esa clase de comportamientos, pero sentía que tras toda aquella aventura en la isla aquel chico era merecedor de que le siguiese el juego. Le chocó los cinco y, tras aquello, soltó una carcajada—. Habrá que ir a Sabaody, imagino. Les diré a los chavales que dirijan el Ragnarok hacia allí —empezó a dirigirse hacia la puerta. En el camino, le dio una leve palmada en la espalda—. Tú vete a descansar, chaval. Te lo has ganado, tío —le dijo, sin mirarle. Acto seguido, abrió la puerta y se fue de allí, en dirección al centro de mando. En unos cinco minutos o menos llegó a su destino por la puerta grande, saludándole todos casi al unísono—. Vale, chavales. Nos movemos.
—¿Hacia donde, capitán? —se acercó uno de sus hombres.
—Sabaody. Hay que cruzar la montaña gigante y dejaremos el barco encima del archipie… Archipiel… Del archipiélago, coño. No me salía la puta palabra. En fin, eso.
—Capitán Blade, ¿todo bien en esa isla? ¿Necesitáis asistencia médica o algo? —se acercó Morris, uno de los únicos veteranos del barco.
—Por suerte hemos salido casi intactos. Nada roto, nada cortado… Si no me pongo a vomitar luego, creo que no tendré que pasar por la enfermería. En fin… Eh… Voy a trastear con este bicho a ver si consigo guardar las coordenadas de esta isla de mierda —se acercó a uno de los paneles principales de la IA. No era el núcleo per sé, pero ese panel en concreto permitía acceder al sistema de rutas y era donde Yuu normalmente iba para añadir una isla o ruta nueva. No sabía realmente cómo funcionaba ni en qué se basaba, y ni tan siquiera lo que estaba tocando. Pero ya era costumbre y él lo hacía así. Tocó unos cuantos botones y como tal la inteligencia artificial hizo el resto. En la pantalla salió que la ubicación se había registrado correctamente con un icono en específico. Era el momento de introducir el nombre, así que el teclado de abajo se iluminó. Yuu miró a Morris, que era uno de los que le estaba ayudando a leer y escribir además de Sif, y era quien le contaba las legendarias historias de Elbaf. Los nombres que aquellos gigantes le ponían a las cosas le parecían interesantes, así que por eso mismo decidió sacar todos los nombres de las posesiones y miembros de Yggdrasil de un viejo libro que había en la biblioteca. Yuu mandó al veterano a cogerlo, el cual volvió a los pocos minutos con él en mano—. Vale, tengo que ponerle nombre a la isla. ¿Ves algo que pueda pegarle? Tiene un lago, y tal… Y hay animales cojonudamente peligrosos. Igual eso te da ideas.
—Creo… —se puso sus gafas de leer y empezó a hojear las páginas rápidamente, como si se conociera el libro de principio a fin. En un instante, pareció ver algo y puso su dedo sobre una palabra—. Creo que Hvergelmir le viene al pelo.
—¿Cómo coño se escribe eso? ¿Cómo has dicho? ¿Vergilmir? —alzó la ceja y miró al viejo, confuso. Hasta la fecha era el nombre más impronunciable que el anciano le había dicho.
—Así… Mira —se acercó al teclado y escribió la palabra.
—Ah… Ya. Bueno, supongo que tiene un toque. Total, la voy a acabar llamando nuestra isla cuando nos apoderemos de ella.
—Oh… ¿Tienes planes para…?
—De momento no voy a sacar adelante mis planes. Pero os iré informando del trabajo que haya que hacer con el tiempo, ¿vale? Dicho esto, poned rumbo a Sabaody y avisadme cuando lleguemos. Lo de siempre, cualquier problema, me llamáis al despacho.
Finalizada su intervención con el anciano, Yuu se marchó a su camarote. Aquella noche gozó como un completo bebé su cama de matrimonio. Su cansancio y falta de sueño le habían pasado factura, y seguramente se pasaría durmiendo más de doce o trece horas, o incluso más.
—Entonces solo falta… ¿Uh? —empezó a hablar justo cuando su compañero colgó. Cuando le vio con aquella sonrisa en la cara y acercándose a él con la mano abierta. Cerró los ojos y suspiró, con una leve sonrisa en una de sus comisuras. No solía tener esa clase de comportamientos, pero sentía que tras toda aquella aventura en la isla aquel chico era merecedor de que le siguiese el juego. Le chocó los cinco y, tras aquello, soltó una carcajada—. Habrá que ir a Sabaody, imagino. Les diré a los chavales que dirijan el Ragnarok hacia allí —empezó a dirigirse hacia la puerta. En el camino, le dio una leve palmada en la espalda—. Tú vete a descansar, chaval. Te lo has ganado, tío —le dijo, sin mirarle. Acto seguido, abrió la puerta y se fue de allí, en dirección al centro de mando. En unos cinco minutos o menos llegó a su destino por la puerta grande, saludándole todos casi al unísono—. Vale, chavales. Nos movemos.
—¿Hacia donde, capitán? —se acercó uno de sus hombres.
—Sabaody. Hay que cruzar la montaña gigante y dejaremos el barco encima del archipie… Archipiel… Del archipiélago, coño. No me salía la puta palabra. En fin, eso.
—Capitán Blade, ¿todo bien en esa isla? ¿Necesitáis asistencia médica o algo? —se acercó Morris, uno de los únicos veteranos del barco.
—Por suerte hemos salido casi intactos. Nada roto, nada cortado… Si no me pongo a vomitar luego, creo que no tendré que pasar por la enfermería. En fin… Eh… Voy a trastear con este bicho a ver si consigo guardar las coordenadas de esta isla de mierda —se acercó a uno de los paneles principales de la IA. No era el núcleo per sé, pero ese panel en concreto permitía acceder al sistema de rutas y era donde Yuu normalmente iba para añadir una isla o ruta nueva. No sabía realmente cómo funcionaba ni en qué se basaba, y ni tan siquiera lo que estaba tocando. Pero ya era costumbre y él lo hacía así. Tocó unos cuantos botones y como tal la inteligencia artificial hizo el resto. En la pantalla salió que la ubicación se había registrado correctamente con un icono en específico. Era el momento de introducir el nombre, así que el teclado de abajo se iluminó. Yuu miró a Morris, que era uno de los que le estaba ayudando a leer y escribir además de Sif, y era quien le contaba las legendarias historias de Elbaf. Los nombres que aquellos gigantes le ponían a las cosas le parecían interesantes, así que por eso mismo decidió sacar todos los nombres de las posesiones y miembros de Yggdrasil de un viejo libro que había en la biblioteca. Yuu mandó al veterano a cogerlo, el cual volvió a los pocos minutos con él en mano—. Vale, tengo que ponerle nombre a la isla. ¿Ves algo que pueda pegarle? Tiene un lago, y tal… Y hay animales cojonudamente peligrosos. Igual eso te da ideas.
—Creo… —se puso sus gafas de leer y empezó a hojear las páginas rápidamente, como si se conociera el libro de principio a fin. En un instante, pareció ver algo y puso su dedo sobre una palabra—. Creo que Hvergelmir le viene al pelo.
—¿Cómo coño se escribe eso? ¿Cómo has dicho? ¿Vergilmir? —alzó la ceja y miró al viejo, confuso. Hasta la fecha era el nombre más impronunciable que el anciano le había dicho.
—Así… Mira —se acercó al teclado y escribió la palabra.
—Ah… Ya. Bueno, supongo que tiene un toque. Total, la voy a acabar llamando nuestra isla cuando nos apoderemos de ella.
—Oh… ¿Tienes planes para…?
—De momento no voy a sacar adelante mis planes. Pero os iré informando del trabajo que haya que hacer con el tiempo, ¿vale? Dicho esto, poned rumbo a Sabaody y avisadme cuando lleguemos. Lo de siempre, cualquier problema, me llamáis al despacho.
Finalizada su intervención con el anciano, Yuu se marchó a su camarote. Aquella noche gozó como un completo bebé su cama de matrimonio. Su cansancio y falta de sueño le habían pasado factura, y seguramente se pasaría durmiendo más de doce o trece horas, o incluso más.
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