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Ellie
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Ellie había recuperado muy ligeramente la vista. Podía ver alguna que otra sombra y figura, pero aún así no podía diferenciar los rasgos físicos de cada persona, por ejemplo. Cuando Ruffo le preguntó que cómo estaba, ella respondió con un simple mejorando, que probablemente no sacaría de dudas a su compañero.
Tras intercambiar información entre ambos, la agente empezó a quebrarse la cabeza en todas las posibilidades que tenían. Y cuando se disponía a hablar, Ditter entró con más prisa que educación en la sala, yendo rápidamente al mapa y señalando el resto de casas de los oficiales. La mink sonrió mientras se abrazaba con Ditter y le alababa por el trabajo hecho. Por lo visto eran seis casas colindantes, que habían permanecido hasta altas horas con las luces encendidas, probablemente ultimando los detalles de la llegada del jefazo.
Ditter finalizó su buena noticia preguntando que qué harían. Ruffo la miró, e instintivamente la agente empezó a lamerse la pata, intentando cavilar la mejor opción posible. Con un ligero movimiento de muñeca y ayudándose de la uña de su dedo índice, Ellie se quitó el reloj. Lo miró alejándolo y acercándolo para después ponérselo casi a la altura del ojo. Y finalmente se lo dió a Ruffo.
- Sincroniza relojes -le dijo, obviando que era incapaz de ver con exactitud la hora-. Lo tengo todo en mi cabeza, solo necesito ojear un poco el mapa.
Hizo lo propio con el mapa, alejándolo, atrayéndolo hacia ella y bajando la cabeza hasta casi darse con el papel. Y tras unos minutos, tuvo un plan que poner a prueba.
- Está bien. Lo haremos sencillo. Son seis casas, tres tuyas y tres mías -comentó observando a Ruffo-. Lo haremos de extremo a extremo, así si algo sale mal tenemos algo de margen. Veamos… Dormiremos unas horas, y a las seis entramos en la primera casa. Estarán probablemente durmiendo, así que debería ser relativamente sencillo. Acabamos con el primero, nos comunicamos -señaló el Den Den Mushi-, y lanzamos el cuerpo fuera. He visto que hay varios contenedores cerca de las casas, moveremos uno a la parte de atrás y meteremos ahí los cuerpos. Es muy importante coordinarnos, y entrar en la casa los dos a la vez. Cuando acabemos las seis casas, llevaremos los cuerpos a Takeda, y allí los podemos quemar o lo que sea. Importante que no dejemos rastros de sangre, Ruffo. Debemos hacer ver que esta gente no está, no que han sido asesinados. Si dejamos pistas, es posible que el jefazo decida no aparecer. Ahora bien, ¿alguna objeción o algo que añadir?
Esperaría a que tanto su compañero como Ditter asimilaran el plan y aportasen algo, si es que tenían algo que añadir. Y tras ello, se echaría en la cama a dormir hasta las cinco y media, hora en la cual se levantaría y marcharía con Ruffo a la zona. Allí cogería un par de contenedores, los dejaría en la parte de atrás y esperaría a la señal del agente para entrar en la primera casa.
Tras intercambiar información entre ambos, la agente empezó a quebrarse la cabeza en todas las posibilidades que tenían. Y cuando se disponía a hablar, Ditter entró con más prisa que educación en la sala, yendo rápidamente al mapa y señalando el resto de casas de los oficiales. La mink sonrió mientras se abrazaba con Ditter y le alababa por el trabajo hecho. Por lo visto eran seis casas colindantes, que habían permanecido hasta altas horas con las luces encendidas, probablemente ultimando los detalles de la llegada del jefazo.
Ditter finalizó su buena noticia preguntando que qué harían. Ruffo la miró, e instintivamente la agente empezó a lamerse la pata, intentando cavilar la mejor opción posible. Con un ligero movimiento de muñeca y ayudándose de la uña de su dedo índice, Ellie se quitó el reloj. Lo miró alejándolo y acercándolo para después ponérselo casi a la altura del ojo. Y finalmente se lo dió a Ruffo.
- Sincroniza relojes -le dijo, obviando que era incapaz de ver con exactitud la hora-. Lo tengo todo en mi cabeza, solo necesito ojear un poco el mapa.
Hizo lo propio con el mapa, alejándolo, atrayéndolo hacia ella y bajando la cabeza hasta casi darse con el papel. Y tras unos minutos, tuvo un plan que poner a prueba.
- Está bien. Lo haremos sencillo. Son seis casas, tres tuyas y tres mías -comentó observando a Ruffo-. Lo haremos de extremo a extremo, así si algo sale mal tenemos algo de margen. Veamos… Dormiremos unas horas, y a las seis entramos en la primera casa. Estarán probablemente durmiendo, así que debería ser relativamente sencillo. Acabamos con el primero, nos comunicamos -señaló el Den Den Mushi-, y lanzamos el cuerpo fuera. He visto que hay varios contenedores cerca de las casas, moveremos uno a la parte de atrás y meteremos ahí los cuerpos. Es muy importante coordinarnos, y entrar en la casa los dos a la vez. Cuando acabemos las seis casas, llevaremos los cuerpos a Takeda, y allí los podemos quemar o lo que sea. Importante que no dejemos rastros de sangre, Ruffo. Debemos hacer ver que esta gente no está, no que han sido asesinados. Si dejamos pistas, es posible que el jefazo decida no aparecer. Ahora bien, ¿alguna objeción o algo que añadir?
Esperaría a que tanto su compañero como Ditter asimilaran el plan y aportasen algo, si es que tenían algo que añadir. Y tras ello, se echaría en la cama a dormir hasta las cinco y media, hora en la cual se levantaría y marcharía con Ruffo a la zona. Allí cogería un par de contenedores, los dejaría en la parte de atrás y esperaría a la señal del agente para entrar en la primera casa.
Sincronicé nuestros relojes tal y como había dicho mi compañera, asegurándome de que el segundero se moviese a la vez y marcase el mismo tiempo en ambos objetos. Aquello resultaba crucial, pues cualquier fallo en el planteamiento podría dar al traste con la misión en la que tanto habíamos trabajado. Una vez todo estuvo claro por parte de ambos, al no tener nada que añadir a lo ya comentado, me marché a descansar.
La mink había colocado los contenedores en el lugar indicado, de modo que todo estaba listo para que diésemos comienzo al plan. Su visión había mejorado en las últimas horas y no sabía hasta qué punto se habría repuesto durante el sueño, pero me aseguré de realizar un amplio aspaviento para que pudiese intuirme desde la distancia. Apenas quedaban quince segundos para las seis, por lo que me aproximé a una ventana alejada de los dormitorios y esperé al momento indicado.
Las seis, y repelí el cierre de la ventana con mis almohadillas. Ésta se abrió sin apenas poner resistencia, pero me esforcé por detenerla antes de que chocasen con la pared. No sabía en qué dormitorio se habría establecido el primer escolta, de modo que me desplacé por la vivienda en el más absoluto de los silencios. No fue hasta que alcancé la cuarta habitación que fui capaz de distinguir una silueta envuelta en sábanas.
Desenrosqué la cadena mi torso, cuidando que los eslabones no chocasen entre sí y ahorrándome el potencialmente problemático tintineo del metal. Apenas unos segundos después estos habían rodeado el cuello del miembro de los Rodadores del cuervo, aplastando su cuello y comprimiendo su tráquea para impedirle respirar.
Mantuve la presa durante varios segundos después de que el sujeto dejase de moverse. Su rostro amoratado y la sorprendida y agonizante expresión de su rostro confirmaron su muerte, y no fue hasta entonces que agarré el cuerpo para llevarlo hasta uno de los contenedores que Ellie había puesto en el lugar acordado.
***
La mink había colocado los contenedores en el lugar indicado, de modo que todo estaba listo para que diésemos comienzo al plan. Su visión había mejorado en las últimas horas y no sabía hasta qué punto se habría repuesto durante el sueño, pero me aseguré de realizar un amplio aspaviento para que pudiese intuirme desde la distancia. Apenas quedaban quince segundos para las seis, por lo que me aproximé a una ventana alejada de los dormitorios y esperé al momento indicado.
Las seis, y repelí el cierre de la ventana con mis almohadillas. Ésta se abrió sin apenas poner resistencia, pero me esforcé por detenerla antes de que chocasen con la pared. No sabía en qué dormitorio se habría establecido el primer escolta, de modo que me desplacé por la vivienda en el más absoluto de los silencios. No fue hasta que alcancé la cuarta habitación que fui capaz de distinguir una silueta envuelta en sábanas.
Desenrosqué la cadena mi torso, cuidando que los eslabones no chocasen entre sí y ahorrándome el potencialmente problemático tintineo del metal. Apenas unos segundos después estos habían rodeado el cuello del miembro de los Rodadores del cuervo, aplastando su cuello y comprimiendo su tráquea para impedirle respirar.
Mantuve la presa durante varios segundos después de que el sujeto dejase de moverse. Su rostro amoratado y la sorprendida y agonizante expresión de su rostro confirmaron su muerte, y no fue hasta entonces que agarré el cuerpo para llevarlo hasta uno de los contenedores que Ellie había puesto en el lugar acordado.
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La mink llegó a divisar un movimiento con la mano de Ruffo, y tras ello llevó la vista al reloj, fijándose en él y despegando la mirada cuando el segundo marcó el doble cero. En ese preciso instante el plan se ponía en marcha, y cualquier error penalizaría tanto a la agente como a su compañero, por lo que el handicap de la vista tenía que ser una simple incomodidad que no pusiera en riesgo la misión.
La loba intentó abrir la puerta, pero evidentemente estaba cerrada con llave. Se desplazó lateralemente hasta una de las ventanas y la abrió un poco, lo suficiente como para meterse en la casa. Con sumo cuidado intentó no golpear en ningún objeto que hiciese ruido, y tras ello, cerró con el mismo cariño la ventana, que hizo un click casi imperceptible.
Ellie bajó sus cuatro patas al suelo, y caminó de manera lenta. Imprimió una pausa necesaria en cada movimiento, y solo daba el siguiente cuando estaba completamente segura de lo que tenía enfrente. Así atravesó la entrada, llegó al salón y en él se encontró algunas prendas de ropa por el suelo. Cogió un cojín del sofá, y atravesó un pasillo hasta llegar a una de las habitaciones donde un tipo se había quedado dormido boca arriba sobre la colcha.
Un par de pasos más y la agente se alzó sobre sus patas traseras, agarrando con firmeza el cojín que tenía en las superiores, y lo llevó hasta el rostro de aquél tipo, apretando con fuerza sobre él mientras se retorcía e intentaba liberarse. Pasaron unos segundos más hasta que dejó de hacer ningún movimiento, y aún así, la mink esperó unos segundos más de seguridad. Ahí acabó todo para el oficial.
La loba cogió el cuerpo y se lo llevó al hombro. Caminó con cuidado hasta llegar de nuevo a la puerta de entrada, que entonces pudo abrir al estar la llave metida en la cerradura. Tras abrirla, bajó a depositar el cuerpo en el cubo, donde ya había otro, lo cual quería decir que Ruffo había hecho su trabajo perfectamente.
Ellie subió por la escalera y se preparó para entrar en la segunda casa. Sin embargo un ruido en los alrededores la alertó. Hacia ellos se dirigían un par de tipos con linternas. Iban caminando lento, y por la calma con la que se lo estaban tomando, parecían simples guardias patrullando. La joven esperaba que Ruffo se hubiera dado cuento también, o al menos no saliera cuando estuvieran cerca, de lo contrario su plan se torcería.
La loba intentó abrir la puerta, pero evidentemente estaba cerrada con llave. Se desplazó lateralemente hasta una de las ventanas y la abrió un poco, lo suficiente como para meterse en la casa. Con sumo cuidado intentó no golpear en ningún objeto que hiciese ruido, y tras ello, cerró con el mismo cariño la ventana, que hizo un click casi imperceptible.
Ellie bajó sus cuatro patas al suelo, y caminó de manera lenta. Imprimió una pausa necesaria en cada movimiento, y solo daba el siguiente cuando estaba completamente segura de lo que tenía enfrente. Así atravesó la entrada, llegó al salón y en él se encontró algunas prendas de ropa por el suelo. Cogió un cojín del sofá, y atravesó un pasillo hasta llegar a una de las habitaciones donde un tipo se había quedado dormido boca arriba sobre la colcha.
Un par de pasos más y la agente se alzó sobre sus patas traseras, agarrando con firmeza el cojín que tenía en las superiores, y lo llevó hasta el rostro de aquél tipo, apretando con fuerza sobre él mientras se retorcía e intentaba liberarse. Pasaron unos segundos más hasta que dejó de hacer ningún movimiento, y aún así, la mink esperó unos segundos más de seguridad. Ahí acabó todo para el oficial.
La loba cogió el cuerpo y se lo llevó al hombro. Caminó con cuidado hasta llegar de nuevo a la puerta de entrada, que entonces pudo abrir al estar la llave metida en la cerradura. Tras abrirla, bajó a depositar el cuerpo en el cubo, donde ya había otro, lo cual quería decir que Ruffo había hecho su trabajo perfectamente.
Ellie subió por la escalera y se preparó para entrar en la segunda casa. Sin embargo un ruido en los alrededores la alertó. Hacia ellos se dirigían un par de tipos con linternas. Iban caminando lento, y por la calma con la que se lo estaban tomando, parecían simples guardias patrullando. La joven esperaba que Ruffo se hubiera dado cuento también, o al menos no saliera cuando estuvieran cerca, de lo contrario su plan se torcería.
Me encontraba cerca de la puerta de la segunda vivienda, pero un apagado murmullo me obligó a detenerme para comprobar qué estaba sucediendo. Dos pares de pisadas me informaron de que la zona no estaba libre de protección. El sigilo era la prioridad, por lo que me vi obligado a esconderme en un lateral de la casa para evitar ser detectado. La patrulla caminaba sin prisa alguna, asegurándose de que el área era registrada con minuciosidad antes de continuar con su ronda.
Tuve que usar los muros de la construcción como refugio mientras los vigilantes comprobaban los alrededores, de modo que no me decidí a continuar con la misión hasta que no me cupo dudo de que había vuelto a quedarme solo. A decir verdad, sabiendo que me movía envuelto en un invisible manto de discreción neutralizar a los dos objetivos que quedaban no fue una tarea demasiado complicada. La actividad en el reino no había variado durante las últimas semanas, por lo que los Rodadores del cuervo no esperaban un movimiento como el nuestro.
Volví a hacer uso de mi cadena para estrangular a los oficiales mientras dormían, arrojándolos a continuación a los contenedores que habíamos elegido para esconder los cuerpos. Aguardé a que Ellie completase su parte de la misión, moviendo de nuevo las improvisadas tumbas a la posición que habían ocupado en un primer momento. A la mañana siguiente no habría rastro alguno de los encargados de escoltar al líder, pero nada en las cercanías indicaría que había habido un movimiento homicida por nuestra parte.
―Una cosa menos ―comenté cuando finalmente hubimos acabado―. Tal vez podríamos intentar incorporarnos a la escolta que se forme mañana, ¿no te parece? No sé cómo se tomarán la ausencia de estos seis. Quizás piensen que han desertado o han huido con algo de valor... ¿Y si hacemos desaparecer un barco? De ese modo quedaría justificado que no estuviesen para cumplir con su labor.
Tuve que usar los muros de la construcción como refugio mientras los vigilantes comprobaban los alrededores, de modo que no me decidí a continuar con la misión hasta que no me cupo dudo de que había vuelto a quedarme solo. A decir verdad, sabiendo que me movía envuelto en un invisible manto de discreción neutralizar a los dos objetivos que quedaban no fue una tarea demasiado complicada. La actividad en el reino no había variado durante las últimas semanas, por lo que los Rodadores del cuervo no esperaban un movimiento como el nuestro.
Volví a hacer uso de mi cadena para estrangular a los oficiales mientras dormían, arrojándolos a continuación a los contenedores que habíamos elegido para esconder los cuerpos. Aguardé a que Ellie completase su parte de la misión, moviendo de nuevo las improvisadas tumbas a la posición que habían ocupado en un primer momento. A la mañana siguiente no habría rastro alguno de los encargados de escoltar al líder, pero nada en las cercanías indicaría que había habido un movimiento homicida por nuestra parte.
―Una cosa menos ―comenté cuando finalmente hubimos acabado―. Tal vez podríamos intentar incorporarnos a la escolta que se forme mañana, ¿no te parece? No sé cómo se tomarán la ausencia de estos seis. Quizás piensen que han desertado o han huido con algo de valor... ¿Y si hacemos desaparecer un barco? De ese modo quedaría justificado que no estuviesen para cumplir con su labor.
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La mink esperó desde su posición hasta que los guardias estaban lo suficientemente cerca como para verla, y entonces fue agachando su cuerpo, pasando a dejar las rodillas apoyadas en el suelo para después que todo su cuerpo estuviera en paralelo a éste. Reptó como una serpiente jugando con el ángulo de visión de los guardias hasta que éstos estuvieron ya lejos.
La agente se alegró de que no la hubieran visto, y, o habían disimulado muy bien, o tampoco habían descubierto a Ruffo. Así que ahora sólo quedaba rematar el trabajo.
Entró en ambas casas y con suma facilidad pudo volver a neutralizar a los criminales. Al primero volvió a ahogarlo con una almohada, mientras que el segundo, por alguna razón estaba durmiendo en el suelo, sin almohadas ni cojines que hiciesen más fácil el trabajo de la agente. Ésta suspiró y encontró un cinturón por el suelo, así que sin pensárselo dos veces, lo agarró, pasó la punta por la hebilla y apretó con todas sus fuerzas.
Cuando salió con ambos cuerpos, su compañero ya estaba en el lugar indicado, e incidió en una parte que podía hacer que el plan fuese perfecto. El humano comentó que quizá los oficiales pudieran extrañarse menos si veían desaparecer un barco, y la mente de la joven agente fue más allá.
-Podemos ir más allá, compañero. Tenemos los cuerpos en perfecto estado. Quizá… Una huida con cierto ruido sea la mejor manera de dar a entender su traición -comentó a la par que movía los hombros hacia arriba-. Ya sabes, colocamos los cuerpos visibles, los atamos al barco y cuando generemos ruido, alguien los verá. Dime, Ruffo, ¿qué harías tú si unos subordinados desertan de la agencia? -preguntó la joven mientras agarraba el carro de basura, que afortunadamente tenía ruedas- En efecto, lo mínimo que harás es ir a por ellos para que reciban su castigo. Pero esta gente es un poco distinta. Son criminales, buscarán algo un poco más severo, pero venganza al fin y al cabo. Y… Son muchos. No creo que el líder vaya en el barco, pero aunque vaya… Nos dejan una perfecta vía para minar sus fuerzas, y, cuando se den cuenta de la trampa, será demasiado tarde. ¿Qué me dices, compi?
En la mente de la mink su plan era un complemento perfecto a la sugerencia de su ya amigo Ruffo. Sin embargo, sus puntos de vista siempre tenían algo que aportar, así que se limitó a esperar que el humano tuviese todo su plan en la cabeza y lo asimilada, pudiendo así dar su visto bueno o matizar los puntos que no viese del todo buenos.
En cualquier caso, el lugar al cual tendrían que dirigirse sería el puerto. Aún era pronto y no debía haber demasiada gente, sin embargo los agentes sí que podrían encontrarse alguna guardia como la que habían visto minutos antes. La loba llevaría el cubo con cautela, intentando anteponerse a cualquier ruido que alguien cercano hiciese. Aunque probablemente ella estaba haciendo más ruido al mover el contenedor. Quién sabe qué podían encontrarse los agentes.
La agente se alegró de que no la hubieran visto, y, o habían disimulado muy bien, o tampoco habían descubierto a Ruffo. Así que ahora sólo quedaba rematar el trabajo.
Entró en ambas casas y con suma facilidad pudo volver a neutralizar a los criminales. Al primero volvió a ahogarlo con una almohada, mientras que el segundo, por alguna razón estaba durmiendo en el suelo, sin almohadas ni cojines que hiciesen más fácil el trabajo de la agente. Ésta suspiró y encontró un cinturón por el suelo, así que sin pensárselo dos veces, lo agarró, pasó la punta por la hebilla y apretó con todas sus fuerzas.
Cuando salió con ambos cuerpos, su compañero ya estaba en el lugar indicado, e incidió en una parte que podía hacer que el plan fuese perfecto. El humano comentó que quizá los oficiales pudieran extrañarse menos si veían desaparecer un barco, y la mente de la joven agente fue más allá.
-Podemos ir más allá, compañero. Tenemos los cuerpos en perfecto estado. Quizá… Una huida con cierto ruido sea la mejor manera de dar a entender su traición -comentó a la par que movía los hombros hacia arriba-. Ya sabes, colocamos los cuerpos visibles, los atamos al barco y cuando generemos ruido, alguien los verá. Dime, Ruffo, ¿qué harías tú si unos subordinados desertan de la agencia? -preguntó la joven mientras agarraba el carro de basura, que afortunadamente tenía ruedas- En efecto, lo mínimo que harás es ir a por ellos para que reciban su castigo. Pero esta gente es un poco distinta. Son criminales, buscarán algo un poco más severo, pero venganza al fin y al cabo. Y… Son muchos. No creo que el líder vaya en el barco, pero aunque vaya… Nos dejan una perfecta vía para minar sus fuerzas, y, cuando se den cuenta de la trampa, será demasiado tarde. ¿Qué me dices, compi?
En la mente de la mink su plan era un complemento perfecto a la sugerencia de su ya amigo Ruffo. Sin embargo, sus puntos de vista siempre tenían algo que aportar, así que se limitó a esperar que el humano tuviese todo su plan en la cabeza y lo asimilada, pudiendo así dar su visto bueno o matizar los puntos que no viese del todo buenos.
En cualquier caso, el lugar al cual tendrían que dirigirse sería el puerto. Aún era pronto y no debía haber demasiada gente, sin embargo los agentes sí que podrían encontrarse alguna guardia como la que habían visto minutos antes. La loba llevaría el cubo con cautela, intentando anteponerse a cualquier ruido que alguien cercano hiciese. Aunque probablemente ella estaba haciendo más ruido al mover el contenedor. Quién sabe qué podían encontrarse los agentes.
Mi idea había sido del agrado de la mink, por lo que, añadiendo sus sugerencias, nos dispusimos a ponerla en práctica. Aún era muy pronto, por lo que sólo los primeros efectivos de la banda de piratas rondaba el puerto. Asimismo, algunos operarios ya habían llegado y recibían las órdenes pertinentes para que el líder pudiese apreciar que todo funcionaba correctamente.
No eran pocos los barcos que, cargados en mayor o menor medida, aguardaban para partir. Llegar hasta uno de ellos no fue fácil, aunque lo fue más que si hubiésemos llegado en hora punta. Tuvimos que detenernos en numerosas ocasiones por el riesgo de ser descubiertos, permaneciendo ocultos hasta que las voces y pisadas de quienes nos podrían descubrir desaparecían en la distancia. El carro que portaba Ellie hacía ruido al desplazarse, por lo que debíamos andarnos con más ojo si cabía. Aun así, finalmente lo conseguimos.
No podía quedar mucho hasta que quien coordinaba a aquella fuerza de criminales llegase, por lo que ambos nos pusimos manos a la obra. Empleamos sogas que se encontraban a bordo para fijar los cuerpos en zonas donde deberían estar si realmente pretendiesen escapar con el contenido de la embarcación. Había que tener cuidado, porque si los atábamos sin más corríamos el riesgo de que alguien se diese cuenta de que algo no iba bien. Coloqué a uno de ellos en el timón y a otro junto al mástil principal, dejando al último en una posición en la que únicamente se podía apreciar su cabeza. Hecho aquello, sólo había que soltar amarras y prepararlo todo para izar las velas cuando llegase el momento.
Aguardé a que mi compañera hiciese lo propio con sus víctimas y ambos permanecimos a bordo, ocultos hasta que el navío del líder apareciese. Efectivamente, el sol acababa de emerger por completo del océano cuando un revuelo llegó hasta nuestros oídos. Allí estaba el encargado de que aquella isla se hubiese visto sumergida en el mayor caos y la peor tristeza.
Con todo dispuesto, bajé del barco y me dirigí hacia la popa, desplegando las velas antes. Una comitiva de cuatro hombres descendió del navío junto a la máxima autoridad de los [i]Rodadores del cuervo[/i. Aguardé hasta que se encontró lo suficientemente cerca, posicionando entonces una de mis almohadillas en la popa del barco y dándole el leve empujón que necesitaba. Repelí la madera y el barco se hizo a la mar lentamente, comenzando sus velas a ser empujadas por el viento. Era cuestión de tiempo que alguno de ellos reparase en lo que estaba sucediendo, así que me escabullí como pude hasta alcanzar una posición segura.
Debía volver a la vivienda que nos habían asignado para ponerme de nuevo mi uniforme, pero quería asegurarme de que nuestra iniciativa surtía efecto antes de hacerlo.
No eran pocos los barcos que, cargados en mayor o menor medida, aguardaban para partir. Llegar hasta uno de ellos no fue fácil, aunque lo fue más que si hubiésemos llegado en hora punta. Tuvimos que detenernos en numerosas ocasiones por el riesgo de ser descubiertos, permaneciendo ocultos hasta que las voces y pisadas de quienes nos podrían descubrir desaparecían en la distancia. El carro que portaba Ellie hacía ruido al desplazarse, por lo que debíamos andarnos con más ojo si cabía. Aun así, finalmente lo conseguimos.
No podía quedar mucho hasta que quien coordinaba a aquella fuerza de criminales llegase, por lo que ambos nos pusimos manos a la obra. Empleamos sogas que se encontraban a bordo para fijar los cuerpos en zonas donde deberían estar si realmente pretendiesen escapar con el contenido de la embarcación. Había que tener cuidado, porque si los atábamos sin más corríamos el riesgo de que alguien se diese cuenta de que algo no iba bien. Coloqué a uno de ellos en el timón y a otro junto al mástil principal, dejando al último en una posición en la que únicamente se podía apreciar su cabeza. Hecho aquello, sólo había que soltar amarras y prepararlo todo para izar las velas cuando llegase el momento.
Aguardé a que mi compañera hiciese lo propio con sus víctimas y ambos permanecimos a bordo, ocultos hasta que el navío del líder apareciese. Efectivamente, el sol acababa de emerger por completo del océano cuando un revuelo llegó hasta nuestros oídos. Allí estaba el encargado de que aquella isla se hubiese visto sumergida en el mayor caos y la peor tristeza.
Con todo dispuesto, bajé del barco y me dirigí hacia la popa, desplegando las velas antes. Una comitiva de cuatro hombres descendió del navío junto a la máxima autoridad de los [i]Rodadores del cuervo[/i. Aguardé hasta que se encontró lo suficientemente cerca, posicionando entonces una de mis almohadillas en la popa del barco y dándole el leve empujón que necesitaba. Repelí la madera y el barco se hizo a la mar lentamente, comenzando sus velas a ser empujadas por el viento. Era cuestión de tiempo que alguno de ellos reparase en lo que estaba sucediendo, así que me escabullí como pude hasta alcanzar una posición segura.
Debía volver a la vivienda que nos habían asignado para ponerme de nuevo mi uniforme, pero quería asegurarme de que nuestra iniciativa surtía efecto antes de hacerlo.
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Llegar hasta el puerto no había sido muy difícil, sin embargo, moverse por allí sí que estaba costando. La mink suspiraba cada vez que tenía que parar, y empezó a cargar más peso sobre sus brazos que el estrictamente necesario para que el carro no hiciese mucho ruido.
Afortunadamente, las horas ayudaron a que la afluencia de gente fuera mucho menor, y tras algún que otro susto, terminaron llegando hasta uno de los barcos que aguardaba un nuevo viaje.
La mink sacó a sus tres víctimas del carro y las posicionó en lugares comunes. Al primero lo subió hasta la cofa, y al atarlo observó cómo con los vaivenes del viento hacían que pareciese más real su posición. Al segundo lo colocó dentro del primer cuarto, el cual podía ojearse a través de una gran ventana. Lo puso de espaldas, así no se vería su rostro. Y, al último, lo colocó en el mástil, cerca del criminal que Ruffo había dejado allí.
Cuando tenían el trabajo hecho, el humano comentó que se encargaría de liberar el barco, así que ella iría a hablar con Takeda a explicarle todo lo sucedido. Su vista, afortunadamente se iba recuperando, así que esperaba poder esquivar un ataque si es que el viejo la recibía como a su compañero minutos antes.
La mink no se paró a observar nada de lo que tenía cerca, y se limitó a correr como buen perro callejero que parecía. Una vez llegó al dojo, llamó un par de veces a la caseta donde habían estado con anterioridad. Takeda pareció verla de alguna manera y abrió, invitándola a pasar sin intentar agredirla.
- Takeda, lo tenemos todo preparado -dijo la mink una vez se aseguró de que no había nadie más en la caseta, que por otro lado, tenía tres cuerpos más-. Déjate caer por el centro, pero no te hagas ver hasta que te hagamos una señal, ¿vale?
Extrañamente, el viejo asintió con la cabeza. Puede que tener el objetivo tan cerca le hiciera ver las cosas de otro modo. Ellie no tardó mucho en despedirse del anciano y marchar de nuevo hacia su habitación. Allí tendrían que preparar su último golpe. Porque sería el último, ¿verdad?
Afortunadamente, las horas ayudaron a que la afluencia de gente fuera mucho menor, y tras algún que otro susto, terminaron llegando hasta uno de los barcos que aguardaba un nuevo viaje.
La mink sacó a sus tres víctimas del carro y las posicionó en lugares comunes. Al primero lo subió hasta la cofa, y al atarlo observó cómo con los vaivenes del viento hacían que pareciese más real su posición. Al segundo lo colocó dentro del primer cuarto, el cual podía ojearse a través de una gran ventana. Lo puso de espaldas, así no se vería su rostro. Y, al último, lo colocó en el mástil, cerca del criminal que Ruffo había dejado allí.
Cuando tenían el trabajo hecho, el humano comentó que se encargaría de liberar el barco, así que ella iría a hablar con Takeda a explicarle todo lo sucedido. Su vista, afortunadamente se iba recuperando, así que esperaba poder esquivar un ataque si es que el viejo la recibía como a su compañero minutos antes.
La mink no se paró a observar nada de lo que tenía cerca, y se limitó a correr como buen perro callejero que parecía. Una vez llegó al dojo, llamó un par de veces a la caseta donde habían estado con anterioridad. Takeda pareció verla de alguna manera y abrió, invitándola a pasar sin intentar agredirla.
- Takeda, lo tenemos todo preparado -dijo la mink una vez se aseguró de que no había nadie más en la caseta, que por otro lado, tenía tres cuerpos más-. Déjate caer por el centro, pero no te hagas ver hasta que te hagamos una señal, ¿vale?
Extrañamente, el viejo asintió con la cabeza. Puede que tener el objetivo tan cerca le hiciera ver las cosas de otro modo. Ellie no tardó mucho en despedirse del anciano y marchar de nuevo hacia su habitación. Allí tendrían que preparar su último golpe. Porque sería el último, ¿verdad?
Efectivamente, el barco apenas se había alejado algunos metros de la costa cuando sonó la voz de alarma. Al contrario que sus hombres, el líder permaneció calmado y observó cómo sus hombres se movían de un lado para otro. Daban la orden de detenerse a voz en grito, conscientes de que eran compañeros suyos quienes se encontraban a bordo. No obstante, la embarcación ni siquiera hizo el amago de detenerse y continuó con su recorrido sobre las olas.
Las personas que caminaban junto al líder miraron a este último, que tardó unos segundos en cabecear y continuar con su recorrido sin más. Los operarios no se habían detenido, lo que se materializó en una sonrisa de agrado en su rostro. Los palés se iban acumulando mientras los Rodadores del cuervo subían a los barcos atracados. Dos fueron los encargados de zarpar, flanqueando en pocos minutos a los traidores que huían. Tras unos segundos en los que probablemente volvieron a indicarles que se detuviesen abrieron fuego, condenando al navío a hundirse en las profundidades.
Nuestra estratagema había funcionado a las mil maravillas, por lo que me dirigí a nuestra casa para prepararme para el último acto. Me coloqué la bufanda y el brazalete, así como todos los elementos que me identificarían como uno de ellos. De vuelta en la zona portuaria no tardé en descubrir que la ausencia de escolta había sido solucionada antes de tener la oportunidad de ofrecerme a incluirme en ella. Seis individuos flanqueaban al líder tal y como estaba previsto, aunque, evidentemente, no eran quienes habían sido designados en primera instancia. Como consecuencia, me dediqué a cumplir con mis tareas en espera de tener la oportunidad perfecta para reemplazar a uno de los escoltas.
Transcurrió un lapso de media hora hasta que la comitiva, que paseaba por el área, se detuvo para que uno de ellos se dirigiera a una pequeña caseta. Allí había un baño, por lo que pude intuir a qué se debía la pausa. Era de una altura y complexión similares a las mías, por lo que me aseguré de que nadie estuviese reparando en mí antes de escabullirme para dirigirme hacia ella por la zona trasera.
Una pequeña ventana me sirvió de acceso. Incómodo, sí, pero tan bueno como cualquier otro. El incesante goteo me indicó que mi víctima aún no había acabado, por lo que desenrosqué a [i]Chain of Destiny[I] de mi torso y aguardé junto a la puerta. El sujeto no esperaba ser abordado al salir, por lo que un nuevo muerto pasó a engrosar la nada desdeñable lista que ya pesaba sobre mis hombros.
Con su uniforme puesto, me vi obligado a dejar atrás mi cadena para no levantar sospechas. Me aseguré de esconderla bien para recuperarla cuando todo acabase. Una vez estuve seguro de que nadie la encontraría si no iba en su busca abandoné la pequeña construcción, incorporándome al grupo para continuar con la ronda. Ellie no estaba al tanto de mi movimiento, pero estaba convencido de que sería capaz de olerme cuando regresase.
Las personas que caminaban junto al líder miraron a este último, que tardó unos segundos en cabecear y continuar con su recorrido sin más. Los operarios no se habían detenido, lo que se materializó en una sonrisa de agrado en su rostro. Los palés se iban acumulando mientras los Rodadores del cuervo subían a los barcos atracados. Dos fueron los encargados de zarpar, flanqueando en pocos minutos a los traidores que huían. Tras unos segundos en los que probablemente volvieron a indicarles que se detuviesen abrieron fuego, condenando al navío a hundirse en las profundidades.
Nuestra estratagema había funcionado a las mil maravillas, por lo que me dirigí a nuestra casa para prepararme para el último acto. Me coloqué la bufanda y el brazalete, así como todos los elementos que me identificarían como uno de ellos. De vuelta en la zona portuaria no tardé en descubrir que la ausencia de escolta había sido solucionada antes de tener la oportunidad de ofrecerme a incluirme en ella. Seis individuos flanqueaban al líder tal y como estaba previsto, aunque, evidentemente, no eran quienes habían sido designados en primera instancia. Como consecuencia, me dediqué a cumplir con mis tareas en espera de tener la oportunidad perfecta para reemplazar a uno de los escoltas.
Transcurrió un lapso de media hora hasta que la comitiva, que paseaba por el área, se detuvo para que uno de ellos se dirigiera a una pequeña caseta. Allí había un baño, por lo que pude intuir a qué se debía la pausa. Era de una altura y complexión similares a las mías, por lo que me aseguré de que nadie estuviese reparando en mí antes de escabullirme para dirigirme hacia ella por la zona trasera.
Una pequeña ventana me sirvió de acceso. Incómodo, sí, pero tan bueno como cualquier otro. El incesante goteo me indicó que mi víctima aún no había acabado, por lo que desenrosqué a [i]Chain of Destiny[I] de mi torso y aguardé junto a la puerta. El sujeto no esperaba ser abordado al salir, por lo que un nuevo muerto pasó a engrosar la nada desdeñable lista que ya pesaba sobre mis hombros.
Con su uniforme puesto, me vi obligado a dejar atrás mi cadena para no levantar sospechas. Me aseguré de esconderla bien para recuperarla cuando todo acabase. Una vez estuve seguro de que nadie la encontraría si no iba en su busca abandoné la pequeña construcción, incorporándome al grupo para continuar con la ronda. Ellie no estaba al tanto de mi movimiento, pero estaba convencido de que sería capaz de olerme cuando regresase.
Ellie
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La mink bebió algo de agua cuando se encontraba en su habitación y se preparó mentalmente para los últimos movimientos. Ruffo ya había salido de allí, por lo que no habían podido conversar sobre qué pasos tendrían que seguir. Aquél maldito viejo le había retrasado demasiado, y su compañero, como buen profesional, había decidido seguir con la misión solo.
La vista de la agente iba a mejor, casi podía ver con total nitidez, aunque de lejos tardaba bastante en enfocar correctamente. Se miró al espejo y vió que el maquillaje seguía estando presente, así que se decidió a salir hacia la zona portuaria, en busca del jefazo. Lo cierto era que, aunque pensaba que habían ejecutado correctamente la maniobra de distracción del barco, no se había quedado allí para observarlo. Cuando llegó al puerto se sorprendió al no ver ningún barco huyendo, pero a los segundos fue capaz de divisar piezas de madera flotando. Seguramente lo habían hundido, algo que hizo que la loba esbozase una sonrisa. Al fin y al cabo, habían conseguido lo que querían.
Tras ello, Ellie empezó a olfatear la zona en busca de alguna pista que identificase o bien a Ruffo, o bien a alguno de los oficiales que había conocido antes. No tardó mucho en llegarle un olor a sangre fresco. La mink caminó con cierto desdén, metiéndose de nuevo en su papel de perro callejero, y continuó siguiendo el rastro de sangre, llegando hasta un baño donde había un cuerpo inerte escondido. Aquello solo podía ser obra de Ruffo, que por alguna razón, había acabado con su vida. ¿Acaso se vió en peligro? No, la muerte indicaba que el tipo había sido ahogado de alguna manera, ya que tenía una profunda marca en el cuello. Quizá se había infiltrado, o puede que quisiera darlos de baja a todos. Cualquiera de las opciones no sonaba demasiado mal.
La mink salió de allí y siguió un nuevo rastro. Parecía el de Ruffo, aunque no estaba demasiado segura. Conforme se fue acercando se dió cuenta de que realmente era el suyo, así que aligeró la marcha hasta estar relativamente cerca, observando con cautela lo que pasaba. Identificó a su compañero por los característicos andares, y entonces se dió cuenta de cuál era su plan. Muy inteligente, por otra parte.
Los tipos se dirigían a alguna parte, pero entonces algo se torció. Takeshi saltó desde un techo y atravesó el cuerpo de uno de los guardias con su katana. Aquél maldito viejo…
Ellie corrió hacia su dirección a gran velocidad, y cuando uno iba a atacarle por la espalda, saltó sobre él y lo lanzó varios metros hacia atrás. La loba mordió con fuerza la mano del agresor, que se vió obligado a soltar la espada.
- Tú… Malnacido. He venido a acabar contigo -esgrimió con ira el anciano-. Préparate para morir.
Sin embargo, aún quedaban oficiales que le protegían, aunque a la cabeza del dojo no parecía importarle. Uno de los oficiales le apuntó con su rifle, para desgracia de la mink, que no tenía tiempo material para frenarlo.
La vista de la agente iba a mejor, casi podía ver con total nitidez, aunque de lejos tardaba bastante en enfocar correctamente. Se miró al espejo y vió que el maquillaje seguía estando presente, así que se decidió a salir hacia la zona portuaria, en busca del jefazo. Lo cierto era que, aunque pensaba que habían ejecutado correctamente la maniobra de distracción del barco, no se había quedado allí para observarlo. Cuando llegó al puerto se sorprendió al no ver ningún barco huyendo, pero a los segundos fue capaz de divisar piezas de madera flotando. Seguramente lo habían hundido, algo que hizo que la loba esbozase una sonrisa. Al fin y al cabo, habían conseguido lo que querían.
Tras ello, Ellie empezó a olfatear la zona en busca de alguna pista que identificase o bien a Ruffo, o bien a alguno de los oficiales que había conocido antes. No tardó mucho en llegarle un olor a sangre fresco. La mink caminó con cierto desdén, metiéndose de nuevo en su papel de perro callejero, y continuó siguiendo el rastro de sangre, llegando hasta un baño donde había un cuerpo inerte escondido. Aquello solo podía ser obra de Ruffo, que por alguna razón, había acabado con su vida. ¿Acaso se vió en peligro? No, la muerte indicaba que el tipo había sido ahogado de alguna manera, ya que tenía una profunda marca en el cuello. Quizá se había infiltrado, o puede que quisiera darlos de baja a todos. Cualquiera de las opciones no sonaba demasiado mal.
La mink salió de allí y siguió un nuevo rastro. Parecía el de Ruffo, aunque no estaba demasiado segura. Conforme se fue acercando se dió cuenta de que realmente era el suyo, así que aligeró la marcha hasta estar relativamente cerca, observando con cautela lo que pasaba. Identificó a su compañero por los característicos andares, y entonces se dió cuenta de cuál era su plan. Muy inteligente, por otra parte.
Los tipos se dirigían a alguna parte, pero entonces algo se torció. Takeshi saltó desde un techo y atravesó el cuerpo de uno de los guardias con su katana. Aquél maldito viejo…
Ellie corrió hacia su dirección a gran velocidad, y cuando uno iba a atacarle por la espalda, saltó sobre él y lo lanzó varios metros hacia atrás. La loba mordió con fuerza la mano del agresor, que se vió obligado a soltar la espada.
- Tú… Malnacido. He venido a acabar contigo -esgrimió con ira el anciano-. Préparate para morir.
Sin embargo, aún quedaban oficiales que le protegían, aunque a la cabeza del dojo no parecía importarle. Uno de los oficiales le apuntó con su rifle, para desgracia de la mink, que no tenía tiempo material para frenarlo.
Lo cierto era que no tenía del todo claro qué demonios había sucedido, pero la realidad era que toda la discreción y el sigilo con el que habíamos llevado la operación se fue al garete en apenas un instante. Era inevitable que sucediese más tarde o más temprano, pero no estaba preparado para que todo sucediese de golpe.
El viejo espadachín había aparecido de la nada, abalanzándose sobre el líder de los Rodadores del cuervo tal y como nos había pedido que le dejásemos hacer. Yo había dado por hecho que habría entendido que dicho asalto tendría lugar cuando hubiésemos preparado la situación para ser lo más favorable posible, pero quedaba claro que ese detalle escapaba a lo que el hombre estaba dispuesto a hacer.
La escolta se dispuso a defender al pirata, pero Ellie apareció de la nada para lanzarse sobre uno de ellos y dejarle fuera de combate. Quedaban cuatro, y dos de ellos se encontraban a apenas medio metro de mí. No esperaban que hubiese sustituido a la fuerza a uno de sus compañeros, por lo que me dispuse a hacer uso del factor sorpresa y reducir al mínimo la amenaza.
Dejé que dieran dos pasos hacia delante, quedando a sus espaldas y retirando los guantes que cubrían mis manos. La derecha golpeó con suavidad la espalda de uno de ellos, el cual, en lugar de ser repelido por completo, experimentó cómo un orificio de las dimensiones de mi extremidad atravesaba su cuerpo a la altura del pulmón. La mueca de incomprensión pudo verse en sus ojos antes de que cayese al suelo, inerte.
Intenté repetir la maniobra con el otro, pero éste acertó a ver lo que había sucedido con su compañero y reaccionó golpeando mi mano con su pierna.
―¿Quiénes sois? ―preguntó.
―¿Quiénes? ―respondí, volviendo a la carga y buscando golpear su abdomen con mi puño cerrado. La pelea se desarrolló durante escasos minutos en los cuales el individuo se mostró capaz de hacerme frente en el combate cuerpo a cuerpo.
Por desgracia para él yo gozaba del poder de la repulsión y sus golpes eran rechazados con mucha más violencia que los míos. Cuando finalmente conseguí acabar con él alcé la vista para comprobar cómo marchaba el enfrentamiento del señor Takeda y cómo se las estaría ingeniando Ellie con los demás miembros de la escolta.
El viejo espadachín había aparecido de la nada, abalanzándose sobre el líder de los Rodadores del cuervo tal y como nos había pedido que le dejásemos hacer. Yo había dado por hecho que habría entendido que dicho asalto tendría lugar cuando hubiésemos preparado la situación para ser lo más favorable posible, pero quedaba claro que ese detalle escapaba a lo que el hombre estaba dispuesto a hacer.
La escolta se dispuso a defender al pirata, pero Ellie apareció de la nada para lanzarse sobre uno de ellos y dejarle fuera de combate. Quedaban cuatro, y dos de ellos se encontraban a apenas medio metro de mí. No esperaban que hubiese sustituido a la fuerza a uno de sus compañeros, por lo que me dispuse a hacer uso del factor sorpresa y reducir al mínimo la amenaza.
Dejé que dieran dos pasos hacia delante, quedando a sus espaldas y retirando los guantes que cubrían mis manos. La derecha golpeó con suavidad la espalda de uno de ellos, el cual, en lugar de ser repelido por completo, experimentó cómo un orificio de las dimensiones de mi extremidad atravesaba su cuerpo a la altura del pulmón. La mueca de incomprensión pudo verse en sus ojos antes de que cayese al suelo, inerte.
Intenté repetir la maniobra con el otro, pero éste acertó a ver lo que había sucedido con su compañero y reaccionó golpeando mi mano con su pierna.
―¿Quiénes sois? ―preguntó.
―¿Quiénes? ―respondí, volviendo a la carga y buscando golpear su abdomen con mi puño cerrado. La pelea se desarrolló durante escasos minutos en los cuales el individuo se mostró capaz de hacerme frente en el combate cuerpo a cuerpo.
Por desgracia para él yo gozaba del poder de la repulsión y sus golpes eran rechazados con mucha más violencia que los míos. Cuando finalmente conseguí acabar con él alcé la vista para comprobar cómo marchaba el enfrentamiento del señor Takeda y cómo se las estaría ingeniando Ellie con los demás miembros de la escolta.
Ellie
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Agilidad
Destreza
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Agudeza
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La mink había actuado con una gran agilidad, pero ya no había factor sorpresa. El viejo lanzaba espadazos contra el que parecía el jefe de la banda criminal.
Mientras tanto, Ruffo parecía estar apañandose bastante bien. Con un par de movimientos pudo deshacerse de uno de los rivales y encarar al segundo. Pero aquella visión de la pelea se vio interrumpida por los otros dos humanos, que fijaron su cuerpo y alma en la loba.
Mientras uno apuntaba con un rifle a la agente, el otro saltó hacia ella con una gran maza. Ellie empleó su soru para desplazarse un par de metros al lateral mientras el humano golpeaba con suma fuerza el suelo, creando un pequeño socavón y teniendo una ligera dificultad para sacar de allí su maza. Entre tanto y desde su posición, el tirador presionó un par de veces el gatillo, provocando que dos balas atravesaran el cuerpo de la mink, que por inercia dio un paso hacia atrás.
Sendas balas crearon dos agujeros en el cuerpo de Ellie, aunque pronto el magma de su organismo las tapó, dejando ver que no había recibido daño alguno. E, instintivamente, la mink se desplazó hasta la posición del tirador, al cual golpeó en el estómago y tras ello en la muñeca, llevando ágilmente sus patas al arma, que lanzó hacia atrás. Con el humano desarmado, sólo tuvo que golpear un par de veces su rostro empleando su electricidad hasta que cayó al suelo inconsciente.
El otro tipo parecía más avispado, y había conseguido sacar su maza de allí, así que se lanzó hasta ella antes de que pudiera reaccionar y la golpeó primero con la pierna, moviéndola hacia atrás, y después hizo un intento por atacarla con la maza. Sin embargo Ellie se anticipó y pudo flexionar su cuerpo lo suficiente para que lo único que recibiese fuera una corriente de aire de lo más fresquita.
Ellie apretó el puño y golpeó con firmeza el pecho de su rival en un veloz movimiento que lo despidió unos metros, chocando contra un edificio cercano y cayendo al suelo. Su mirada se fue hasta el anciano, que parecía no poder apenas resistir los embites del jefe criminal. De repente, recibió un par de cortes y tomó distancia con un salto hacia atrás, y entre pausas de palabras fruto del esfuerzo pronunció unas palabras que, sin duda, harían del combate algo mucho más interesante.
-No esperaba menos de alguien con ese poder… Pero esto solo era mi calentamiento. Ahora viene lo bueno.
El viejo se quitó la camiseta, y los músculos del anciano se tensaron hasta tal punto que parecían ser el doble de grandes. Desenfundó una segunda katana y portó una en cada mano. Hizo que ambas se acariciaran y lanzó una mirada a su rival. Quizá el anciano tuviera algo pensado. ¿Sería suficiente para acabar con su rival?
Mientras tanto, Ruffo parecía estar apañandose bastante bien. Con un par de movimientos pudo deshacerse de uno de los rivales y encarar al segundo. Pero aquella visión de la pelea se vio interrumpida por los otros dos humanos, que fijaron su cuerpo y alma en la loba.
Mientras uno apuntaba con un rifle a la agente, el otro saltó hacia ella con una gran maza. Ellie empleó su soru para desplazarse un par de metros al lateral mientras el humano golpeaba con suma fuerza el suelo, creando un pequeño socavón y teniendo una ligera dificultad para sacar de allí su maza. Entre tanto y desde su posición, el tirador presionó un par de veces el gatillo, provocando que dos balas atravesaran el cuerpo de la mink, que por inercia dio un paso hacia atrás.
Sendas balas crearon dos agujeros en el cuerpo de Ellie, aunque pronto el magma de su organismo las tapó, dejando ver que no había recibido daño alguno. E, instintivamente, la mink se desplazó hasta la posición del tirador, al cual golpeó en el estómago y tras ello en la muñeca, llevando ágilmente sus patas al arma, que lanzó hacia atrás. Con el humano desarmado, sólo tuvo que golpear un par de veces su rostro empleando su electricidad hasta que cayó al suelo inconsciente.
El otro tipo parecía más avispado, y había conseguido sacar su maza de allí, así que se lanzó hasta ella antes de que pudiera reaccionar y la golpeó primero con la pierna, moviéndola hacia atrás, y después hizo un intento por atacarla con la maza. Sin embargo Ellie se anticipó y pudo flexionar su cuerpo lo suficiente para que lo único que recibiese fuera una corriente de aire de lo más fresquita.
Ellie apretó el puño y golpeó con firmeza el pecho de su rival en un veloz movimiento que lo despidió unos metros, chocando contra un edificio cercano y cayendo al suelo. Su mirada se fue hasta el anciano, que parecía no poder apenas resistir los embites del jefe criminal. De repente, recibió un par de cortes y tomó distancia con un salto hacia atrás, y entre pausas de palabras fruto del esfuerzo pronunció unas palabras que, sin duda, harían del combate algo mucho más interesante.
-No esperaba menos de alguien con ese poder… Pero esto solo era mi calentamiento. Ahora viene lo bueno.
El viejo se quitó la camiseta, y los músculos del anciano se tensaron hasta tal punto que parecían ser el doble de grandes. Desenfundó una segunda katana y portó una en cada mano. Hizo que ambas se acariciaran y lanzó una mirada a su rival. Quizá el anciano tuviera algo pensado. ¿Sería suficiente para acabar con su rival?
El resto de los Rodadores del cuervo no parecía tener del todo claro qué estaba sucediendo, pues sólo alcanzaban a contemplar cómo un perro desmesuradamente grande y un miembro de la escolta acababan con el resto de la misma. Por otro lado, un anciano había salido de a saber dónde para enfrentarse nada más y nada menos que a su capitán y líder.
El señor Takeda nos había pedido tiempo atrás que le permitiésemos combatir en soledad e igualdad de condiciones a su objetivo, que le dejásemos ser quien, en un gesto tan simbólico como difícil de realizar, terminase de liberar la isla de la que había hecho su hogar. Ante esa solicitud no me quedaba otra que asegurarme de que nadie atacase al veterano espadachín por la espalda, y eso hice.
A decir verdad, aquella fue la parte más fácil del trabajo. El resto de integrantes de la banda de piratas, probablemente bloqueados por lo inesperado de la situación, no reaccionó con la celeridad que su líder hubiera esperado de ellos.
Por su parte, el señor Takeda acababa de anunciar que comenzaba a tomarse en serio el combate. Así lo reflejaban la absurda musculatura de su cuerpo y los dos sables que esgrimía. En ese momento comenzó una danza de guerra y muerte que en cierto modo resultó hasta bella. Ambos contendientes se movían en torno a su oponente, esquivando o bloqueando ofensivas al tiempo que se afanaban por encontrar el menor resquicio en la defensa del otro. El espadachín hacía gala de la precisión y destreza que sólo la práctica durante décadas otorga, mientras que el criminal demostraba el vigor de la juventud.
No fue hasta que el anciano trazó un profundo tajo oblicuo en el torso de su oponente que la batalla se decidió. Sangraba profusamente, y la capacidad de reacción del corsario comenzó a mermar hasta que, sin misericordia alguna, el señor Takeda acabó con su vida.
Habíamos pasado algunos días más en el lugar para acabar con lo que quedaba de los Rodadores del cuervo. Tras la caída de sus oficiales se habían intentado refugiar y esconder, pero con la ayuda de los lugareños habíamos sido capaces de neutralizarlos. No podíamos arriesgarnos a que volviesen a las andadas en cuanto abandonásemos la isla.
―Pensaba que no me lo dejaríais ―comentó el señor Takeda antes de que subiésemos al Umi Ressha para volver a Enies Lobby.
―¿Y por qué no? ―sonreí, omitiendo que seguramente hubiésemos intervenido si el desarrollo del enfrentamiento hubiese resultado más desfavorable para él. Nos había expresado su gratitud más allá de las palabras aunque no fuese necesario, pero nos había dejado claro que rechazar su recompensa habría sido una gran falta de respeto.
Sin nada más que decir, incliné la cabeza en una última señal de despedida y di el primer paso en el interior del tren marítimo. Había olvidado cuántos informes tenía pendientes, pero seguro que los condenados se habían vuelto a reproducir sobre mi escritorio.
El señor Takeda nos había pedido tiempo atrás que le permitiésemos combatir en soledad e igualdad de condiciones a su objetivo, que le dejásemos ser quien, en un gesto tan simbólico como difícil de realizar, terminase de liberar la isla de la que había hecho su hogar. Ante esa solicitud no me quedaba otra que asegurarme de que nadie atacase al veterano espadachín por la espalda, y eso hice.
A decir verdad, aquella fue la parte más fácil del trabajo. El resto de integrantes de la banda de piratas, probablemente bloqueados por lo inesperado de la situación, no reaccionó con la celeridad que su líder hubiera esperado de ellos.
Por su parte, el señor Takeda acababa de anunciar que comenzaba a tomarse en serio el combate. Así lo reflejaban la absurda musculatura de su cuerpo y los dos sables que esgrimía. En ese momento comenzó una danza de guerra y muerte que en cierto modo resultó hasta bella. Ambos contendientes se movían en torno a su oponente, esquivando o bloqueando ofensivas al tiempo que se afanaban por encontrar el menor resquicio en la defensa del otro. El espadachín hacía gala de la precisión y destreza que sólo la práctica durante décadas otorga, mientras que el criminal demostraba el vigor de la juventud.
No fue hasta que el anciano trazó un profundo tajo oblicuo en el torso de su oponente que la batalla se decidió. Sangraba profusamente, y la capacidad de reacción del corsario comenzó a mermar hasta que, sin misericordia alguna, el señor Takeda acabó con su vida.
***
Habíamos pasado algunos días más en el lugar para acabar con lo que quedaba de los Rodadores del cuervo. Tras la caída de sus oficiales se habían intentado refugiar y esconder, pero con la ayuda de los lugareños habíamos sido capaces de neutralizarlos. No podíamos arriesgarnos a que volviesen a las andadas en cuanto abandonásemos la isla.
―Pensaba que no me lo dejaríais ―comentó el señor Takeda antes de que subiésemos al Umi Ressha para volver a Enies Lobby.
―¿Y por qué no? ―sonreí, omitiendo que seguramente hubiésemos intervenido si el desarrollo del enfrentamiento hubiese resultado más desfavorable para él. Nos había expresado su gratitud más allá de las palabras aunque no fuese necesario, pero nos había dejado claro que rechazar su recompensa habría sido una gran falta de respeto.
Sin nada más que decir, incliné la cabeza en una última señal de despedida y di el primer paso en el interior del tren marítimo. Había olvidado cuántos informes tenía pendientes, pero seguro que los condenados se habían vuelto a reproducir sobre mi escritorio.
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