Guardianes de la justicia volumen II [Lilith-Claude]

Tras unas buenas vacaciones siempre sienta bien una buena cerveza. ¿De verdad estoy en el "Paso de la Justicia"? Más parece el Paso de la Fiesta, solo falta que me tope con una isla de mariachis aquí en medio para de verdad poder decir que esto es el viaje más loco de toda mi vida.

Russuam es un lugar peculiar, cuanto menos. Dicen que es enorme, tanto como el ego de algunos piratas veteranos, y su cultura variopinta. Sin embargo, hay algo que todo el mundo tiene muy claro: Si tu rey se llama cerveza, o muy bien lo haces o mucho alcohol fermentas. En esta isla la dinastía Beer ha reinado por generaciones, y yo no soy quién para juzgar, pero mientras me acerco a la taberna más cercana disfruto del ciego al que he dado un cacho de papel para que grite mis hazañas. El pobre cree que es un cheque al portador, pero solo pone "tonto el que lo lea".

- ¡Abran paso al Basilisco de Thesalia! ¡Domador de dragones, rescatador de doncellas, jinete de aves, amante bandido! ¡El hombre más espectacular y heroico de los siete mares!

Cómo me gusta oír hablar bien de mí, pero que eso no nos distraiga. Es hora de una buena cerveza. O siete.

¿Por que estaba en aquella isla dedicada al alcohol y llena de borrachos maleantes? Bueno, digamos que de vez en cuando a la mujer le interesaba bastante encontrar un buen negocio respecto a bebida. Alguien tenía que suministrar alcohol a sus locales y teniendo en cuenta la cantidad de bebidas que solían servir siempre estaba bien el comparar diferentes proveedores. Por ese motivo había ido directamente a comprobar la mercancía, no es que fuera una gran bebedora, pero para eso tenía a algunos de sus hombres que se encargaban de asegurarse de que aquello que les servían al menos tenía una calidad aceptable. Atracaron aquella misma mañana y bajaron del barco para empezar con las negociaciones.

En la primera taberna, la mujer no había salido demasiado contenta, todo lo contrario. En ocasiones se preguntaba de donde sacaba la paciencia infinita que demostraba en ciertos momentos de su vida. Si hubiera sido por ella, hubiese quemado aquel antro con todos los malditos indivudios que trabajaban en él dentro. Eran una panda de mamarrachos babosos que solo sabían chillar y despotricar de tonterías. Por suerte para ella, León era siempre más rápido y se encargaba de mantener lejos a todos aquellas moscas molestas. Aunque más que para ella, la suerte solía ser para aquellos hombres que conservaban su mano gracias a que Lilith no sacaba el látigo o le hacía una seña a Allaidh para que devorase algunas caras.

Pasaron el resto del día curioseando en diversas tabernas y bodegas hasta que llegaron a una en concreto que llamo su atención, aunque ignoro los gritos de un tipo andrajoso que gritaba no se que de un basilisco. Tonterías de un alcoholico que no sabe lo que dice. Por su parte caminaba junto al lobo al interior de la taberna. Esperaba que en esta ocasión pudieran satisfacer su curiosidad y su necesidad de encontrar una mercancía digna para sus locales. Nada más pasar por la puerte un fuerte olor a alcohol invadió sus fosas nasales, desde leugo era potente. Se notaba que había mas de un borracho en la sala pero al menos parecían mas controlados que en el ultimo lugar en el que estuvo. Sus ojos hicieron un rápido barrido buscando al dueño o a quien pudiera ayudarla con su cometido.

Espera un momento, un lobo gigante acaba de entrar a una taberna... Solo por eso ya vale la pena entrar, y mientras me acerco puedo notar cómo roza contra los quicios de la puerta. Pobre animal, apenas sí es capaz de entrar en el local, seguro que le toca quedarse en una esquina quieto... Tocando suelo y techo al mismo tiempo, ¡porque esa cosa es enorme!

De pronto no me siento seguro entrando ahí, pero sin riesgo no hay premio, así que me dispongo a enfrentar a la muerte con decisión e, intentando que mi corazón no se desboque, me adentro detrás de ellos y me siento a la barra, lo más cerca que puedo de la dueña de semejante bicho.

- Camarero, una pinta de tu mejor barril -digo, antes de girarme con una sonrisa mágica a la mujer-. O mejor dos, que la dama afortunada tiene compañía.

Poca gente puede lograr que me interese por ella, y una mujer capaz de llevar a un lobo gigante sin duda capta mi atención. Ya me imagino la cara de los niños cuando escuchen cómo domé a una maestra de lobos, e incluso a las madres asustadas y a los cuñados diciendo que ellos lo harían con solo media pinta... Ay, qué buena historia empezaba a fraguarse.

Es cierto que Allaidh sufría un poco a la hora de entrar en aquellos locales, pero estaba acostumbrado a entrar por la fuerza si hacía falta aunque siempre sin hacerse daño. Su seguridad siempre era prioridad y Lilith no permitía que su animal sufriera daños si podía evitarlo. Se acomodó en la barra del bar y siguió mirando alrededor mientras decidía que era lo que iba a pedir para probar. La verdad es que el sitio no pintaba demasiado prometedor pero bueno, teniendo en cuenta el tipo de locales que poblaba aquella isla este era de los mejores que había visto. Al menos estaba limpio y eso ya era un punto a su favor a la hora de negociar con su dueño.

Sin embargo, antes de que pudiera llamar la atención del barman o de quien fuera aquel hombre que servía en la barra, un sujeto, pelirrojo para ser más exactos se sentó cerca de ellos y pidió una cerveza para él y otra para ella. Lilith giro levemente en la silla para mirarlo con una ceja arqueada mientras León con su imponente figura se quedaba al lado de su señora, un paso por detrás listo para partirle la cara en cualquier momento. ¿Quién era aquel tipo? Por alguna razón esa forma de hablar socarrona no le hacía demasiada gracia a la mujer, ¿afortunada por que exactamente? Pero por el momento no buscaría armar jaleo, después de todo estaban allí para hacer negocios y un escandalo podría dar al traste con sus intenciones.

— Me temo que no acepto invitaciones de desconocidos — aún así le hizo una seña al hombre de la barra para que le sirviera la cerveza, cerveza que ella misma pagaría antes de que el hombre pudiera hacer nada para impedirlo. La miro un poco, la espuma, la consistencia, el color. Después se la paso a León para que la examinara con detenimiento y fuese él quien diera el primer sorbo. Normalmente Lilith pasaba de probar esas cosas, pero si el guardaespaldas decía que merecía la pena, haría el esfuerzo de darle un pequeño sorbo para comprobar los matices que poseía aquel líquido ambarino ligeramente tostado. El lobo a su lado miraba con cierta desconfianza al pelirrojo, con las orejas hacía atrás y el morro ligeramente arrugado. Se notaba que al animalito no le hacía demasiada gracia que un desconocido se acercase a su señora de esa manera.

Arqueo una ceja. ¿De verdad, querida, vas a rechazar una buena pinta por eso? No te lo crees ni tú, pero no importa; lo haremos a tu manera. Total, ahora mismo lo más importante es dejarse de egos.

- Pero yo no soy un desconocido, muchacha -le digo, ensanchando mi sonrisa-. Soy el Basilisco de Thesalia; he dado la vuelta al mundo con Pluma -señalo mi katana- y he enseñado esgrima al descamisetado. De hecho, es el más torpe de mis aprendices.

Técnicamente si no tengo más aprendices es al mismo tiempo el más hábil, pero no sé hasta qué punto puedo alardear de que un niño gordito sin parte de arriba sea capaz de sujetar una espada de kilo y medio. Ya bastante es que haya aprendido a sostenerla, no le puedo pedir mucho más. Y, en cualquier caso, me levanto y me acerco un poco, lo justo para que pueda admirarme un poco más.

- Mi nombre es Claude -digo, tendiéndole la mano-. Claude von Appetit, mejor espada del mundo y hombre de tus sueños... -Miro al guardaespaldas-. Y de los tuyos también.

Le guiño un ojo. Seguro que a estas alturas no puede soportar mi magnetismo y va a lavarse la cara, dejándome algo de intimidad con la muchacha. Que a ver, no todo van a ser asesinatos y robos, a veces conquistar a una chica también es una aventura.

Definitivamente aquel chico no tenía ni idea de quien era aquella mujer, puede que fuera incluso mejor para él. En cierta forma a la mujer le hacía hasta gracia la manera que tenía de comportarse, demasiado altanero y demasiado bocazas para creera alguna de sus palabras. Por un momento asomó una sonrisa en los labios de la mujer mientras él se echaba flores una tras otra intentando quedar por encima de todos los allí presentes y alardeando sin cesar de sus grandes hazañas. — Así que Claude Von Appetit el Basilisto de Tesalia — por un momento fingió que estaba pensando en su nombre y recordando alguna de sus aventuras o algo por el estilo.

— No recuerdo bien donde escuche ese nombre, ¿pirata puede ser? ¿criminal? ¿debería estar asustada? — miro de reojo a León que estaba más tenso que la cuerda de un hombre recíen ahorcado. Le hizo una señal para que estuviera calmado pero ni con esas consiguió evitar que el guardaespaldas diera un paso adelante y tras poner una mano en la cara de aquel pelirrojo le empujara lo suficiente para que volviese a tomar asiento. Se notaba que no le gustaba en absoluto que se acercasen a su señora y bueno, debía agradecerselo, gracías a él se había librado de muchos babosos en estos ultimos años. Mientras esperaba la respuesta del pelirrojo saco un bolígrafo y un papel del bolsito que llevaba consigo y se dispuso a escribir un par de cosas.

Después llamo al camarero y le entrego el papel para que fuera a entregarselo a su jefe o si no estaba en aquel momento cuando volviera. Era su número de denden mushi, necesitaba hablar con él de ciertas cosas sobre la cerveza, después de todo era la mejor que había probado hasta el momento en aquella isla y no le vendría mal llevarse un poco a Arabasta. Por suerte para la mujer tenía un precioso astillero lleno de barcos de diversos tamaños y para diversos viajes, entre ellos varios buques mercantes que servirían para transportar la cerveza de un lugar a otro. Para ella hacer negocios uera como respirar y desde luego era complicado que las cosas no salieran como ella quería, tenía muchos métodos para conseguir todo cuanto se le encaprichaba.

El mamarracho este me pone la mano en la cara, empujándome de pleno y tratando de hacerme retroceder, pero no sabe quién soy yo. Al principio me dejo llevar, pero tras un instante simplemente me deslizo y le doy un ligero empujón para que el que se quede sentadito, como un niño bueno, sea él.

- Se mira, pero no se toca -lo reprendo, señalándolo con dedo acusador, antes de volver a mirar a la chica.

No se escapa a mi vista que está cruzando papelitos con el tabernero, y aunque suelo estar fuera de ese coqueteo la muchacha puede aspirar a más. Quizá no a mí, pero sí a este amigo pervertido suyo o al idiota de Eiji. ¿Debería presentarlos? Ese idiota siempre aparece cuando menos necesito que venga, seguro que anda cerca. Y eso me pone un poco de mala leche. Pero respiro hondo y, finalmente, hablo a la mujer:

- No tienes nada que temer, chiquilla. Como mucho que rompa tu corazón, pero porque al mío es un poco más difícil de llegar.

Tomo una silla y me coloco junto a ella, donde hace un momento estaba el tipo de mi banqueta, pinta en mano. La miro por un momento mientras bebo, y tras unos segundos dejo la jarra en el suelo.

- ¿Y tu nombre es...? -pregunto, curioso. No me suele importar el nombre de la gente, pero por una vez puedo hacer una excepción.

Antes de que León le cruzase la cara de un puñetazo al pelirrojo Lilith le indico que se estuviera quieto. No es que fuera un peligro ni una amenaza, más que nada parecía un bocazas y tratar con ese tipo de personas no era demasiado complicado. Había dos opciones, dejar que siguiera hablando e identificar la diferencia de verdad y mentira dentro de sus historias exageradas y absurdas o simplemente ignorarlos y dejar que hablasen solos o que se cansasen de buscar una atención que no le ibas a dar y simplemente se irían a buscar otra victima a la que molestar. León se notaba molesto, estaba tenso y tenía unas ganas terribles de partirle la cara al tipo aquel de un solo puñetazo y estaba segura de que si Eiji estuviera con ella en aquel momento también lo haría.

— Me temo que es difícil romperle el corazón a quien no tiene, el último que lo intento descansa seis metros bajo el suelo — hablaba de lo más tranquila de aquello, sin dar demasiadas explicaciones era suficiente para dejar claro que no era una mujer cualquiera, Lilith era alguien a quien tener en cuenta y que era mejor no cabrear. Aunque aquel pelirrojo parecía mas preocupado en demostrar que era un machito que en cualquier otra cosa y eso definitivamente podría traerle graves problemas con la mujer. — Me sorprende que siendo tan bravucón aún permanezcas entero — se encogió de hombros, en realidad no le interesaba demasiado la suerte que pudiera tener aquel hombre, por que definitivamente tendría que ser suerte.

Se lo pensó un momento, no había nada de malo en darle el nombre por el que se la conocía en el bajo mundo, por lo tanto ¿por que no? — Lilith — llego el camarero al que le había entregado el papel y rápidamente hizo una reverencia delante de la señora — mi jefe no se encuentra ahora mismo en la taberna, pero tras llamarlo me ha indicado que vendrá en media hora si es tan amable de esperar — la mujer suspiro levemente pero asintió. Los negocios le interesaban y aunque odiaba esperar entendía que no siempre todo el mundo podía estar en el lugar que ella necesitaba y que media hora era un tiempo de espera razonable mientras disfrutaba un poco de analizar a los presentes en aquel lugar.

El guardaespaldas de la chica esta es un poco gilipollas. ¿De qué va? Vale que acaba de ser ridiculizado -normal, por otro lado- por mí, pero esa inquina y las ganas que tiene de pegarme... ¿A qué vienen? Encima de que él me ha puesto la mano en la cara y solo lo he dejado sentado. Pero bueno, tiene sentido, los perros solo quieren sentarse para su dueño y ahora se siente el macho beta, si acaso. Le dedico una mirada de condescendencia y, sin mucho interés en él, me centro en la muchacha.

- Si no tuvieses corazón te habrían llegado dos -comento, dando un trago a mi cerveza-. Seis es inquina.

"Y solo los corazones que más aman pueden albergar tanto odio" es la parte que me callo, pero verla hacerse la dura casi me enternece. He visto ya a muchos criminaluchos con ínfulas; he trabajado para algunos, incluso, y aunque sea en el detalle más ínfimo, aunque sea por sus bonsáis, tienen sentimientos muy desarrollados. Ella, por mucho que lo niegue, no será menos. Y si siente, siente algo por mí. No puede ser de otra forma.

De todos modos, la chica me cae bien. Está bastante claro que da mala vibra, pero hay algo en su cara que me dice "no es tan mala chica". Tal vez yo necesite gafas, o ella no se acomode a su propio rostro, pero lo cierto es que una mujer con ese coraje tiene garra. Eso siempre mola.

- Media hora es demasiado -comento, al final, intentando echarle un cable-. No sé qué es lo que buscas, pero o el dueño de esta taberna tiene algo muy especial o estás perdiendo el tiempo teniendo en cuenta que hay como mínimo cinco tabernas más en esta calle. Además, si tarda tanto es que no le interesas, así que no deberías gastarte nada aquí. -Miro a León-. Bueno, tú puedes.

No pudo evitar dejar salir una risilla ante sus palabras, parece ser que le gustaba tener siempre la razón aunque no la tuviera. Era cabezota e insistente, cosas que podrían ser tanto una virtud como una completa desventaja a la hora de tratar con gente. Normalmente ella tenía cierta paciencia, pero sabía de sobra que había gente que por mucho menos le hubiera clavado un tenedor en la mano. — No fui yo quien lo enterró, simplemente me lo dijeron — se notó en su mirada que no le hizo ninguna gracia que se metiera en sus negocios. Pero simplemente lo dejaría pasar, Lilith ya había probado y cotilleado las cervezas del lugar y por el momento aquella había sido la única que le había resultado ligeramente aceptable.

— Simplemente busco una buena cerveza para mis locales — no tenía mucho más que hacer en aquella isla la verdad, había ido en busca de un alcohol decente y por ahora no había encontrado nada que le gustase demasiado excepto aquella cerveza que había probado en aquella taberna. Miro al camarero y suspiro de forma larga  — hagamos una cosa, en media hora volveré si no encuentro nada mejor que esto, me temo que estar tanto tiempo en un solo lugar no me gusta demasiado — se levantó del taburete donde había estado sentada hasta ahora con ayuda de León y se aliso un poco el vestido tras pagar al cerveza que habían degustado ambos.

— Vamos Allaidh, salgamos a dar un paseo — no quería que el pobre animal siguiera allí metido bajo la atenta mirada de todos los presentes, sufriendo el fuerte olor de la taberna y de paso sin poderse mover cómodamente teniendo en cuenta que se encontraba en un lugar en el que su tamaño era una desventaja. El lobo algo más animado con la idea de poder estirarse a gusto se movió por la taberna hacía la salida junto a su señora y su guardaespaldas, tal vez un paseo y descansar un rato bajo la luz del sol le viniera bien. En este tipo de momentos echaba de menos Arabasta, su isla natal era especial, tenía un clima único y unas gentes peculiares, pero aún así por el momento, era el lugar que más le gustaba por mucho que hubiera visitado muchas otras islas a lo largo de su corta vida.

No puedo evitar sonreír complacido cuando Lilith hace caso a mi consejo, pero estaría bien que al menos me dedicase un "gracias", o al menos una sonrisa mínimamente agradecida. Pero bueno, por lo menos ya se largan y puedo acercarme a otros parroquianos a contarles las maravillas del Basilisco de Thesalia. Sin embargo, en cuanto me levanto con mi pinta alguien alza la voz contra mí:

- ¿Y tú qué? -pregunta el camarero, indignado, mientras yo cojo mi jarra.

- ¿Qué de qué? -se me ha calentado por charlar con la niña, y encima voy a tener que pagar la que ni siquiera ha probado. Lilith me ha jodido. Aunque, bien pensado, yo no tengo dinero. ¿Cómo demonios voy a pagarle nada?

- Que te pires, payaso.

Tenemos una discusión de caballeros alrededor de una disputa dialéctica. Él argumenta que mi madre es una puta, pero yo opino que sus padres son hermanos. Al final la batalla dialéctica se nos va de las manos y acabo dándole un cabezazo que lo deja tonto. Me sirvo una jarra bien fría y salgo de la taberna tranquilamente. Allí me encuentro a la penca esta y a su niño lelo, acompañados de su gigantesco y aberrante lobo.

- Que seáis muy felices -les dese de corazón-. Seguro que os salen unos niños preciosos.

Tras eso, me meto en el local de Collins, una tasca con destilería propia y colección de pelusas del ombligo. Con las tascas pasa algo hermoso, y es que a más cutre el lugar, mejor licor. Además, hay un ambiente festivo encantador.