As if it´s your last (Priv. John)

-¡Ayuda! -Y van diez…¿Doce? No has contado exactamente el número, la cantidad o en general lo que ha pasado. Solo sabes que en menos de media hora que llevas en ese lugar, varias mujeres han terminado gritando por ayuda, algunos hombres han salido con la nariz rota y otros han destrozado una ventana.

Y para bien o para mal, todo viene de la taberna de al lado. Habías conseguido una tranquila, bonita, pintoresca, abre por las mañanas y tardes y las noches las tienes para entrenar, pero no, resulta que las noches las tienes para evitar que rompan algo con daños colaterales. Te levantas, saltas al tejado, y del tejado a la primera planta, y de ahí al suelo. Te sacudes el polvo de tus pantalones cortos negros, tu camiseta de tirantes cortos negros escotada y acomodas mejor las katanas en tu cintura.- Se acabó…- Han alcanzado tu tope, si, han llegado a colmar esa última gota de paciencia que guardas para no ir matando a gente a diestro y siniestro, y la posibilidad de ver sus cabezas en una estaca te resulta tentadora.

Das una patada a la puerta lo bastante fuerte como para que a esta le salten los tornillos y crujes los nudillos visiblemente molesta.-Buenas noches, soy la vecina y venía a poner una queja formal.- Un par de risas, un hombre que se chulea como un pavo real y te limitas a mirarle, con una ceja alzada. Piratas, piratas borrachos, perfecto. No le das tiempo a abrir la boca, antes de que pueda emitir sonido alguno el canto de tu katana ha impactado en su garganta y se revuelva en el suelo, ahogándose.- Se que eso de dejar hablar a los demás os cuenta, pero no me interrumpáis...Me molesta terriblemente que lo hagan. - La advertencia les interesa, ahora si que parecen mirarte atentamente y dejarte hablar, aunque has perdido el hilo de lo que querías decir.

-En resumen, ¿Quién es el capullo que no para de hacer ruido como si estuvieran degollando a algún cochino? - El que parece el capitán se levanta molesto pero no dices demasiado, simplemente te cruzas de brazos y alzas una ceja.- Pues no eres para tanto.- ¿Alguna vez te he dicho lo mucho que te puede llegar a perder la boca? No te importa demasiado y antes de que te des cuenta estáis destrozando la pobre taberna.

Lo provocas, sonríes de esa manera zorruna y lo sacas del local, mientras suspiras, negando ligeramente.- Definitivamente no quieres verme seria.- Es una advertencia, pero es la realidad, si sigue atacándote como un perro sediento de sangre, tendrás que sacrificarlo.

El motor de Secretaria rugía con fuerza cuando se detuvo justo delante de la taberna. Bajó de la moto y apagó el motor, para luego colocarse el sombrero sobre la cabeza, un puro en la boca y encenderlo con la llama de su pulgar. Era una misión sencilla, la verdad. Asesinato, por supuesto. Desde que lo habían ascendido todo era asesinato. Pero aquel debía ocurrir en el más oscuro de los silencios, aunque el plan de John tenía muy poco de silencioso. Aunque estaba seguro de que tras los gritos podría esconder lo que había ocurrido.

Aquella era una taberna frecuentada por piratas, sí. Pero en ella debería encontrarse un hombre acusado por proporcionar información al enemigo. A los "Revolucionarios", como se hacían llamar. "Alborotadores", como los llamaba el Profesor. Era, ni más ni menos, que el mismo tabernero del lugar. Entró en la taberna de golpe, provocando una extraña pero ya típica escena cliché de las novelas de vaqueros que solía leer John en su infancia. Todas las miradas estaban en él y todas las maderas crujían bajo sus pies, en un silencio incómodo mientras se acercaba a la barra. Se sentó al lado de un hombre alto y gordo que parecía estar bebiendo de una jarra de cerveza. En cuanto su trasero se posó en el taburete, todo el mundo volvió a lo suyo.

—Whisky —pidió a su objetivo, que enseguida le trajo un vaso. Sin embargo, antes de que empezar a llenarlo, John empezó con su plan—. Que sea grande, como la ballena esta —dijo señalando al hombre de su lado.

—¿Disculpa? —dijo el tipo girándose.

—Eh, no quiero peleas en mi bar.

—Pues te vas a joder, Jones, porque este imbécil me ha llamado gordo.

—No, te he llamado ballena.

De golpe todas las miradas estaban sobre ellos una vez más. El ruido de las patas de un taburete arrastrándose llenó el lugar cuando el hombre gordo se levantó, tirándolo al suelo.

—Como me insultes, una sola vez más...

John también se levantó y alzó la mirada para observarlo desde abajo. El camarero entonces salió de detrás de la barra y se puso entre ellos.

—Fuera de mi bar. Ahora.

John lo ignoró y se dirigió directamente al hombre gordo.

—Ba...lle...na...

El hombre gordo cogió una botella de la barra y golpeó con fuerza la sien metálica de John. De golpe, todo el mundo se levantó y enseguida estaban a hostias. Como era típico de una taberna de mala muerte como aquella, el más mínimo altercado podía desembocar en una pelea de bar. Parecía que lo disfrutaban incluso. John, con su brazo metálico, le dio un fuerte golpe en la sien al hombre gordo, que cayó inconsciente rompiendo una mesa. El tabernero no dejaba de gritar, sin éxito, que todo el mundo se marchase de su bar. No dejaba de moverse de un lado a otro y a John le era imposible utilizar el caos a su favor. Hasta que...

La puerta se abrió de golpe y entró una mujer. Los piratas se pegaban y se reían, algunos incluso parecían haber intentado sobrepasarse con alguna camarera o clienta que había allí. La pelea se detuvo enseguida y la mujer habló, preguntando por el responsable. Todos centraron su atención en ella y en... Un hombre que había decidido dar un paso al frente y... ¿Tomar toda la culpa? No, ese tipo de gente no hacía eso. Lo más probable era que le hubiese gustado esa chica. John aprovechó mientras todos miraban el nuevo altercado, le tapó la boca al tabernero y le clavó la hoja oculta de su brazo metálico. Con cuidado lo dejó en el suelo. En las peleas de bar ocurrían apuñalamientos. Entonces, con paso decidido, salió detrás del pirata y la mujer.

Ya no es cosa de tu paciencia, los problemas o las mierdas que tengan aquel despejo de basura que no para de meterse en problemas. Es una sutil mezcla de todo, en la que la gente parece especialmente empeñada en tocarte las narices y ver que pasa si tiran de todos y cada uno de tus cables. Pues pasa que les cortas los dedos y sigues a lo tuyo, como siempre has hecho, pero eso no lo sabe el pobre pirata que ha decidido acabar con tu vida.- Te lo advertí, pero supongo que eso de escuchar, sigue siendo lo tuyo.- Desenvainas ambas katanas con un gesto tranquilo, tomas la postura inicial mientras crujes suavemente el cuello y el hombre se tira a por ti sacando un espada de su cinturón.

-Tienes una postura y una técnica horrible.- Y eso es todo lo que tienes que decir, antes de que la expresión de hielo pase de tus ojos a tu rostro. Has dictado sentencia con aquel hombre, tiene que morir, es demasiado molesto para todos los de la zona y el universo se lo va a agradecer tremendamente.- Y el hielo me dará nombre…- Susurras aquello, sigues quieta pese a que se acerca a ti corriendo, cierras un instante los ojos.- y el diablo me dará fuerzas.- Un paso al frente justo cuando él avanza, corto, rápido, diestro al permitirte esto girar tus brazos para marcar una diagonal. La espada izquierda corta la mano que empuña la espada, y tu mano derecha corta el cuello de un solo tajo, fino y preciso, casi quirúrgico. No te han entrenado toda tu vida para matar, robar y follar como para que ahora hagas alguna de las tres cosas mal.

Lo del canto y el piano no lo vamos a incluir, te gusta pensar que ellos simplemente te dieron los medios pero que el talento es cosa tuya.

-Tanto ruido…- Tomás su cabeza, agarrandola del cabello sin pestañear cruzas toda la taberna hasta llegar a la barra y colocarla allí.- Deme un trago de lo más fuerte que tenga caballero, en un rato tengo que irme a cantar aquí al lado y estoy sedienta.- Tras decir eso te limpias la sangre con un pañuelo, luego pasas los dedos hacia atrás para que todo tu largo cabello no se meta por medio. Te abres la camisa quitándole todos los botones, mostrando un pronunciado escote que te importa tres carajos, estás más interesada en quitar la mancha con un poco del alcohol que te acaban de traer corriendo.

Si es que siempre te lo han dicho, nada de llevar blanco antes de matar a gente, negro o rojo.

Antes de que pudiese salir, la mujer ya estaba entrando de nuevo... con la cabeza de aquel tipo. John se apartó a un lado, de forma que la mujer no tuvo que detenerse en ningún momento para evitar chocar con él. Entonces la mujer caminó hasta la barra y... simplemente se sentó. Todo el mundo la miraba, por lo que nadie se había dado cuenta todavía de que el tabernero estaba muerto en el suelo. Tal vez pensasen que se hallaba inconsciente como resultado de la repentina pelea. Hasta que se diesen cuenta de la sangre. Entonces John suspiró y decidió actuar, en el sentido más literal de la palabra. Se acercó hasta el cadáver del tal Jones, lo cogió del cuello de la camisa y le dio un par de golpecitos en la cara con la mano.

—Eh, tabernero. Despierta. Ah... Joder —se puso de pie—. Este hombre está muerto.

Todo el mundo entonces bajó la mirada hasta el cadáver. Los murmullos y susurros llegaron al lugar. Una mujer, camarera del lugar, corrió hacia el cuerpo. Tenía parte de la ropa rota, seguramente por algún pirata que se intentó sobrepasar.

—¡Jones! ¡¿Quién ha sido?!

De golpe, viéndose venir las acusaciones interminables, la gente empezó a dejar el lugar. La camarera se fue corriendo con lágrimas en la cara, muy seguramente para llamar a algún marine que se encontrase por allí perdido, patrullando. La taberna quedó vacía enseguida y John se cruzó de brazos, dirigiéndose a la cortadora de cabezas.

—Nadie te va a servir, el tabernero está muerto y la marina está a punto de llegar. Si bien en ocasiones normales se limpiarían las manos diciendo que fue un accidente durante una pelea de bar, el hecho de que haya alguien aquí con una cabeza cortada tal vez les obligue a trabajar algo más duro. Se que tú no has sido y que muy seguramente ese tipo se lo tenía merecido, así que esta es mi recomendación: Márchate. Sin la cabeza, a poder ser —dicho aquello se dio la vuelta y se dirigió a la salida, aunque se detuvo justo antes de salir—. Tengo algo que proponerte. Si te interesa, te estaré esperando dentro de media hora en el callejón que hay detrás de la frutería en el mercado.

Y se marchó. La marina ya estaba llegando.

¿Ignoras al hombre? Lo haces, saltas la barra en limpio y empiezas a cotillear entre las diferentes botellas hasta que sacas una que parece de tu gusto. Sonríes con suficiencia después de abrirla con un giro de mano que hubiera dejado a Houdini en bragas y simplemente ladeas el rostro.- Tranquilo cariño, se servirme las copas solita y lidiar con la marina de la misma marina... Y quería regalarles la cabeza, algo me dice que vale dinero.- El dinero era dinero, y no te importaba si te lo daban por resbalar tu espada sobre la garganta de algún pobre desgraciado. Además no te fías mucho del hombre, el que el camarero esté muerto te parece demasiada casualidad.

-Me lo pensaré, apenas nos conocemos para que me invites a una cita.- Le guiñas un ojo, sales por la barra con la botella en la mano y dándole un trago largo que te recuerda que tienes un pésimo humor cuando no duermes. Nunca duermes en general, simplemente acumulas sueño hasta que te desmayas en la primera cama que pillas. Esta vez no has podido y los cuatro días han pesado sobre tu cabeza y tu cuerpo, aunque no has perdido el toque con las katanas ni por un segundo.

Te piensas durante un momento si quieres lidiar con la marina y decides pasar, saltas por la ventana de la parte de atrás y das la vuelta como si nada hubiera pasado. Definitivamente lo que menos te apetece es tener una charla amistosa con nadie y no matas marines ni miembros del gobierno. Matas piratas y revolucionarios, sabes lo que han hecho, lo que significan para la sociedad y lo que te gustaría erradicar del plano.

Como te andas poniendo algo sentimental tiras para tu habitación tras haberte acabado la botella de alguna cosa cara que debería quemarte la garganta, pero te hace cosquillitas y poco más. Te cambias la ropa, llevas unos pantalones cortos negros, un topo corto bajo el pecho y una sudadera caída, comodidad ante todo. No tardas demasiado en encontrar el lugar y aunque sigues llevando las katanas en la espalda no tiene mucha intención de utilizarlas contra el hombre.- ¿Puedo saber qué quieres? -Esa frialdad en tus ojos de hielo algún día mataran y cortaran a alguien por ti y sería divertido ver como pasaba. No tendrías que mover tus katanas o preocuparte, solo levantar la mirada y disfrutar del sufrimiento de los demás.

Que bonita podía llegar a ser la vida si te lo proponias.

Media hora podía dar para mucho. Era tiempo suficiente como para consultar la base de datos de Secretaria y ver que no figuraba ningún criminal buscado con el rostro de ella. ¿Qué hacía la marina en Jaya si era territorio pirata, además? John no lo sabía. Por mucho CP que fuese lo que el cuerpo militar hacía no era de su incumbencia, pero empezaba a preguntarse si tenía algo que ver con aquella joven tan diestra. Conforme pasaba el tiempo más curiosidad sentía por la mujer, sin embargo... debía admitirlo. Lo que más le interesaba era saber si debía capturarla o no.

No es que quisiera. Si por él fuera simplemente dejaría hecho su trabajo y se marcharía, sin embargo... Si resulta que allí se escondía un peligroso objetivo, John vio algo sospechoso y no investigó podía caerle una buena. Y le daba más pereza el hecho de tener que enfrentarse a esas broncas y burocracias que el tener que investigar. Por lo que decidió quitárselo de encima y ya está. La mujer apareció, por suerte, preguntando al vaquero que es lo que quería.

Buena pregunta. Ni siquiera se había pensado que le iba a preguntar para sacarle la información necesaria. El vaquero se llevó la mano al bolsillo, sacó un puro y se lo llevó a la boca. Lo encendió con la llama de su pulgar y, tras dar una calada, miró a su invitada.

—Incluso en el Paraíso es raro ver a alguien capaz de cortar cabezas de esa manera tan limpia y sin remordimiento alguno. Pero es más raro todavía que una persona así, en Jaya, no sea un criminal buscado. ¿Quién eres y dónde aprendiste a luchar así?

Y quien sabe... tal vez podría reclutarla, para tenerla... controlada.

Te quedas callada, mirando al hombre que comienza a hablarte como si te conociera, casi como si fueras un caso extraño y sin sentido. No te quejas, sabes que lo eres, pero hay una cosa que si te gusta puntuar.- Entonces según tú, si mato soy mala, pero te recuerdo que he matado a alguien malo.- Sabías que esa persona era un pirata peligroso y problemático y que podrías haber ido a cobrar su recompensa, pero el dinero no te preocupa y lidiar con la marina o con la cárcel es una molestia.- Soy una ciudadana amable que le gusta limpiar las calles de criminales, pero no cobra por ello como un cazarecompensas.- El tema de ser entrenada y todo eso no piensas decirlo, es complicado de explicar y molesto.

La gente suele darse cuenta de que alguien de Wano te ha enseñado demasiado, sobretodo cuando miran demasiado tus katanas o aprenden que aparte de poder cantar como los ángeles forjas armas verdaderamente peligrosas. Luego el tema de ser una ex prostituta asesina enseñada por y para matar y conseguir información y objetos es otro tema, de momento tienes cosas en las que centrarte.- Digamos que se pelear usando espadas, no es un tema que le conteste a un extraño.- No tienes escrúpulos, nunca los has tenido, pero para ti es casi divertido ver que quiere conseguir la gente de ti.

No sabes qué quiere ese vaquero, pero definitivamente es diferente de lo que estás acostumbrada y conoces.

-¿Y tú quién eres? ¿Qué haces en este lugar? -Ladear el rostro, solo tienes que observar a fondo, analizarlo con esos ojos de hielo y cielo que parecen ver y saberlo todo. La gente fría no es un problema para ti, incluso aquellos que creen que tienen un corazón de acero acaban doblándose ante el calor.

Quizás en tu caso es que nada ni nadie ha sabido apuntarte con una llama lo suficientemente grande como para derretirte. Sea como sea te sientes cómoda con el hombre, no te da la impresión de ser alguien molesto que habla por hablar o que te ha citado para molestarte, tal vez quiere negociar algo contigo. Da igual que sea exactamente, pero aparte de tener un aura peligrosa te da la sensación de que oculta tantas cosas como tú, y no sabes si eso te desagrada o te gusta pero sabes que es terriblemente peligroso.

Una versión destrozada y derretida de lo que eres, o tal vez un hombre demasiado callado y tranquilo.