[Misión Definitiva-Nuevo Mundo] En defensa de la Patria

Respiró con fuerza durante unos diez segundos, tratando de recuperar el aliento. Su corazón latía tan fuerte que tenía la sensación de que el resto podía ver su cuerpo temblando a casa latido. La armadura se le antojaba pesada y horrible, oprimiendo todo su cuerpo. Comenzó a tirar de las cinchas y soltársela, empezando por los brazos y pasando luego a la coraza y a las piernas. Una vez estuvo libre de esa pesada carga, le dio una orden mental a un ghoul cercano para que la recogiera y la llevase al submarino. Se incorporó y se acercó hacia los restos de Vanator, con gesto adusto y los labios apretados. Tras un momento, se agachó y comenzó a reunirlos. Guardó el metal en uno de los bolsillos de la capa, recogiendo la punta sin tocarla con la piel. Entonces se fijó en la zarpa cortada del cadejo. Tras unos instantes, dudó y la recogió. Él había perdido su espada, pero se llevaría un trofeo. Tras eso se aproximó a Katharina. Al escuchar las órdenes que estaba dando, negó con la cabeza.

- Mis ghouls se encargarán de llevárselo y custodiarlo. Un guardián que no se cansa vigilará mejor que mortales.

Entonces se acercó a Kurookami. Pese a sus heridas, seguía teniendo un aspecto imponente. Aún podía llegar a ser una amenaza. Tras pensarlo unos segundos, sacó un guante de la capa, metió la mano en uno de los bolsillos y sacó un trozo de metal manejándolo con cuidado: la punta de Vanator. Esta tenía kairoseki en la concentración más alta posible. La clavó en el cuerpo del marine procurando no causarle una herida más grave ni tocar arterias. Era fuerte como una montaña, pero ya le habían pegado una paliza mortal. No sabía cuánto más resistiría.

- Mantenedlo vivo. Dadle atención médica y aseguraos de que sobreviva. Pero sobre todo, vigiladlo día y noche, constantemente - la siguiente parte la dijo solo mentalmente - Encerradlo en el Leviatán, totalmente encadenado, y decidle a Michael que se aleje de la costa y lo sumerja lo más profundo que pueda. Y aseguraos de que en ningún momento se le suelta ese trozo de metal que le he clavado.

Tras eso se acercó a Katharina. A pesar de que estaba bastante herida no parecía que fuese a caer inconsciente en cualquier momento. Se hizo un pequeño corte y le ofreció un poco de su sangre para que se curase más rápido.

- No hay deudas entre amigos, Kath. Nos hemos guardado las espaldas el uno al otro.