Como Luna y marea [Lilith & Lance]

Water Seven… Era la isla que había sido la niña de los ojos de Anders, donde había dedicado gran parte de sus arcas para protegerla de cualquier malhechor hasta su reciente marcha. También donde conocí a Yuu, aquel día donde casi termino con un brazo dislocado por un gorila de poco pelo y un tajo en el cuello por culpa de… bueno, de Yuu. No habíamos tenido la mejor forma de presentarnos, aquello estaba claro, especialmente teniendo en cuenta que había ido con todas sus fuerzas a arrebatarme la vida, pero tras hablarlo pude llegar a pensar que quizás era hasta cierto punto mi error. Al fin y al cabo, era yo quien se había colado en la que parecía ser su base secreta, aunque eso no explicaba la desorbitada reacción que había tenido. Aquella isla, al igual que el Archipiélago y la Isla Gyojin me traían recuerdos, indistintamente de si buenos o malos.

Ahora la razón de mi vuelta era otra; no para ser nostálgico. Había llegado hasta mis oídos y mis manos que teníamos un material bastante exótico gritando nuestro nombre en la isla, un tal ''Haft''. Obviando los altos precios que podía alcanzar en el mercado, pues era endémico de una única isla y solo se podría alcanzar en un momento concreto del año: la idea del Aqua Laguna. Había ocurrido así relativamente poco, menos de un día, y era el momento concreto en el que uno debía asomarse a los canales de la ciudad para recoger los restos que encontrase y dejarlos a buen recaudo. Yo no me encargaría de fundirlos, ya que carecía de la habilidad para manejar un horno —o un alto horno, vaya—, pero sí que tenía la capacidad adquisitiva como para darle un buen uso.

El Ragnarok frenó justo encima de la isla, desde donde podía ver la isla en toda su definición, asomándome yo por la barandilla. Levanté la mano, avisando de lo que pasaría, y todos dieron su visto bueno con un simple gesto a la hora de asentir. Me incliné al frente y, como si fuera un suicida, me dejé caer por la borda hasta quedar a ras de tierra, frenando instantáneamente y poniéndome de pie con suavidad y sin hacer ruido. Miré a mi alrededor: estaba en la zona baja de la isla, allí donde el Aqua Laguna había dejado sus mayores muestras: casas rotas, madera tirada por el suelo y una cantidad de basura marítima tirada por el suelo para nada desdeñable. Quizás era la mejor zona para encontrar lo que buscaba, así que con un traje de color oscuro y sin la máscara de Sif ocultando mi identidad —pues no hacía falta alguna en este caso— me comencé a pasear por el lugar, mirando mayormente al suelo en busca de uno de estos minerales que estaba tan interesado en encontrar, viendo un par de pequeñas piedras que dejé caer en una mochila que portaba a la espalda y que desplegué en cuanto necesité usarla.

¿Que podía llevar a Lilith Blair a Water Seven? Sencillo, necesitaba un par de nuevos carpinteros para su astillero y además de eso tenía una reunión con un grupo de empresarios locales que querían incluir en sus tiendas mercancía textil de calidad. Su función allí no era otra que mostrarle las telas y la ropa que creaba para su empresa. Después de todo nuestra chica era alguien que poseía un magnifico sentido para la moda, pero teniendo en cuenta que estaba más familiarizada con la moda en Arabasta y algunos otros lugares como el país de las flores tenía que hablar con sus socios sobre el tipo de ropa que solía verse por aquellos lugares.

Aunque teniendo en cuenta que era un punto muy comercial y visitado por gentes de todo tipo estaba segura de que habría mercado para todo cuanto quisiera incluir en aquella isla. Después de todo los trenes marítimos pasaban en su mayoría por aquella isla y hacer negocios de transporte sería incluso más sencillo. Lilith tenía muchos planes para aquella isla, pero no estaba segura de poderlos llevar todos a buen puerto. Había demasiadas cosas en juego y demasiada gente con la que hablar. Podía salir todo bien o todo mal, era la gracia de las negociaciones y aunque nuestra madame tenía una labia maravillosa, en ocasiones no era suficiente.

No obstante estaba más que preparada y tras desembarcar con una de sus carabelas en el muelle de Water Sevent se dispuso a encontrar el lugar donde había quedado para su primera reunión. Tenían una especie de mapa donde estaba señalado el edifico, sin embargo era la primera vez que iba en persona hasta la isla y tendría que pedir indicaciones si no quería terminar más perdida que el barco del arroz. Se acerco con una sonrisa a un trabajador portuario que se encontraba trabajando en la reconstrucción y limpieza tras la llegada del Aqua Laguna — disculpe, lamento mucho importunarle, sin embargo, ¿sería tan amable de indicarme donde se encuentra este lugar? — le mostró entonces el mapa y espero a que el hombre le pudiera indicar donde debía ir.

— Veamos, oh, el gremio de mercaderes, si claro, tienes que tomar este barco de aquí que te llevara por los canales centrales hasta esta zona y entonces podrás acercarte andando — Lilith le agradeció su ayuda y junto a León se dispuso a buscar el lugar indicado. Allaidh se había quedado unos metros por detrás para no asustar al hombre, pero en el momento en que vio que su señora retomaba el camino no dudo un momento en tomar su lugar al otro lado de la madame. Parecía que haría un buen día y si todo salía bien, habría merecido la pena el camino hasta allí.

Piedra, piedra, piedrecilla…

—Pedrusco —dije, tomando con dificultad y ambas manos un mineral que estaba tirado justo frente a la costa que servía de basurero de barco. Podía ser más grande que mi puño, aunque tampoco era mucho decir, y más pesada que mi propia cabeza con pelo incluido—. De aquí pueden salir unas buenas balas… Creo —No estaba muy seguro de cuál sería la equivalencia desde la roca hasta aquello que pesaría en mi cartera y que se podría entregar a un herrero para que le diera un buen uso. Aun así, no me iría con las manos vacías, menos tras un evento tan interesante y multitudinario como era el Aqua Laguna. Lo dejé con sumo cuidado en la mochila, escuchando un ''Kkrrr'' en la tela y esperándome lo peor. Me apresuré a quitarme las asas y dejarla en el suelo con dificultad, ya que a estas alturas pesaba lo suficiente como para agotar a alguien. Debido a ese mismo peso había cedido la tela y había terminado por crearse una leve raja por la que los trozos más diminutos se iban cayendo al suelo—. Joder…

Tocaba comprar una nueva. Había medido mal la cantidad de material que habría tirado por la costa y la resistencia de la mochila, así que lo más lógico ahora era subir hasta el barrio comercial y dar unos berries a cambio de algo que pudiese contener más que aquello. La otra pregunta sería si yo era capaz de llevar todo aquello encima de aquí para allá, pero eso dependía más de las ganas que le pusiese y eso no se podía pagar. Suspiré, recogiendo las pocas piedras que tenía a mi alrededor y guardándolas en los bolsillos mientras miraba hacia arriba; más concretamente, a los pisos superiores de la isla, donde recordaba que podía comprar aquello que me fuera necesario.

Y, tal que así, emprendí la marcha, recorriendo callejuelas y subiendo escaleras hasta llegar a aquel barrio tan concurrido de Water Seven. La gente andaba de una tienda para otra, llevando cada uno su propia bolsa bien llena de lo que pudieran haber comprado a lo largo de la mañana y de la tarde, y hablando entre amigos o parejas. Como siempre, había quien viajaba solo y le tocaba eso, aunque seguramente el más raro allí fuera el niño que llevaba una mochila llena de piedras. Di un par de vueltas por el lugar, echándolo un ojo a cuanta tienda veía por el lugar, pero encontrándome con más baratijas y souvenirs que productos reales o que me pudieran ser de utilidad. Paso a paso, fui avanzando hasta dejar atrás el comienzo de la calle e internarme por completo. Allí al menos podía ver ropa, bolsos, mochilas… Definitivamente, si necesitaba algo para llegar la carga, tenía que estar allí. Iba alargando el cuello —figuradamente— para fijarme en el contenido de cada establecimiento, esperando encontrar aquella tienda perfecta que me ofreciese… No sé, un buen saco o algo por el estilo. Tan concentrado iba que no tardé en chocar con uno de los tantos viandantes, cayendo al suelo y haciendo un estruendo al chocar lo que llevaba a la espalda con el cemento. Me intenté reincorporar, pero con tanta carga me era complicado, como una tortuga que se había dado la vuelta por alguna razón.

Habían llegado a las calles donde se encontraban los mercaderes textiles, Lilith solía disfrutar mucho viendo el tipo de cosas que vendían. Era una buena forma de ver que prendas o que complementos podría interesarles para poder venderles a sus clientes. Decidió entonces dar un paseo por aquellas calles mientras revisaba escaparates, aún tenía varias horas hasta su reunión así que podría aprovechar para empaparse bien de la cultura de aquel lugar y sobre lo que tenían a disposición. De vez en cuando entraba en alguna tienda, hacía algunas preguntas y al ser tan dulce en ocasiones conseguía mas información de la que pretendía en un inicio.

Caminaba junto a León cerca de otra tienda cuando el guardaespaldas sintió un golpe y tuvo que pararse un momento a ver que había ocurrido, totalmente alerta claro. Lilith se giro a ver que había ocurrido y al ver a aquel chico tirado en el suelo se preocupo por un momento — ¿estas bien? ¿por dios que llevas en esa mochila para que suene de esa manera? — León le tendió la mano y le ayudo a levantarse. Definitivamente tenía que llevar algo realmente pesado si a su guardaespaldas le había costado tanto levantar al muchacho. — Espero que no te hayas dado un golpe en la espalda con eso que llevas, podría ser un verdadero problema — desde luego el ruido que había hecho había alertado a todos los que tenían alrededor.

Lilith se acercó para sacudir un poquito su ropa y se le quedo mirando a la cara ¿aquel chico no le sonaba de algo? Juraría que había visto su cara en alguna parte pero ahora mismo no era capaz de recordar de donde le sonaba tanto. — ¿Nos hemos visto en alguna parte? tu cara me resulta muy familiar — la chica hablaba como era costumbre con una voz bastante dulce mientras daba un paso atrás para no incomodar al chico mientras que Allaidh que se había mantenido un poco al margen se acercaba para olisquear al chiquillo un poquito. La verdad es que no entendía como había podido chocar con León cuando en general la gente se alejaba totalmente de ellos al ver a semejante lobo.

Aunque bueno, si iba distraído era normal que no viese nada de nada. Lilith giro un poquito alrededor del chico para ver que estuviera bien y pudo fijarse entonces en que tenía una raja interesante en la mochila — supongo que has venido a comprar una mochila nueva... ¿necesitas ayuda? puedo coserte esa hasta que encuentres una nueva — siempre llevaba consigo aguja e hilos variados, después de todo es sastre y no se siente cómoda sin llevar sus herramientas encima. Puede que Lilith estuviera siendo demasiado amable con aquel chico, pero ¿era un niño no? No podía evitarlo y siendo sinceros tampoco le costaba tanto echarle una manita.

Traté de hacer abdominales con el objetivo de levantarme y dejar atrás el suelo, pero con tanto peso a la espalda fui incapaz de hacer que la tela —y las piedras que estaban tras esta— se separaran un solo centímetro de la acera. Lo intenté una vez más con los ojos cerrados, esta vez escuchando una femenina voz que parecía, en apariencia, preocupada por mí. Es decir, no la había visto, pero dudaba que se pudiera referir a nadie más con aquellas dos frases. Un señor a su lado se adelantó con premura y me tendió una cálida mano que no dudé en aceptar, apretándola con fuerza a la par que me reincorporaba de forma pobre. No es que él hiciera mal su parte, sino que en cuanto ambas suelas se apoyaron en el suelo, perdí un poco el equilibrio y casi me caí de nuevo al suelo, esta vez de boca. Aun así, con suerte y reflejos adelanté el pie diestro, tomando una postura que me permitió quedarme estático y volver a la normalidad.

No tardé en escuchar, a la vez que la señorita volvía a preocuparse por mi estado, contestando yo con una clara negación con mi cabeza y una pequeña sonrisa, murmullos de parte del resto de viandantes. Todos y cada uno se habían girado a ver y cuchicheaban, aunque tampoco sé qué me debía de preocupar.

—No, señorita, gracias por preocuparte. Estoy perfectamente —dije, sonriente a más no poder mientras sujetaba la mochila por sus respectivas asas, que bajaban por mis hombros.

Entonces acortó distancias sin mucha duda, examinándome un poco más de cerca con un aspecto curioso y dándole un par de golpes a mi ropa para que se desprendiesen del —abundante— polvo de la calle. Antes de agradecerle nuevamente su buena fe, ella intervino antes.

—Hmm… No lo creo, me acordaría de alguien como tú. Tienes un no sé qué que destaca —comenté despreocupadamente, riéndome. Ciertamente, algo en mi mantra hacía que me llamase la atención sin razón particular, pero lo acallé mientras veía como un gigantesco lobo daba unos pasos hacia mí. No sentí agresividad de su parte, así que me limité a dejarle hacer mientras me fijaba en la muchacha. Ella, ignorando por completo a la que supuse su mascota, comenzó a pasearse a mi alrededor con gran curiosidad, fijándose más en la espalda hasta que descubrió aquello por lo que había dado el paseo hasta la zona comercial—. Oh, bueno… Lo que llevo a la espalda no es precisamente ligero y la rompí hace poco, así que he venido a comprar otra mochila nueva, sí —aclaré mientras llevaba los ojos al suelo. No sabía por qué estaba algo avergonzado, pero aun así no tardé en volver a levantarlos para fijarme en ella—. ¡Oh, ¿podrías?! —exclamé, visiblemente ilusionado mientras bajaba la mochila de mis hombros y la dejaba en el suelo de un golpe, el cual se encargó de retumbar a lo largo y ancho de la calle. El lobo pareció alejarse un poco por precaución, instante en el que le ofrecí la mano para que la oliera y ganara confianza en mí, aunque también dudaba que pareciera amenazante a sus ojos—. Sería de gran ayuda, antes de que pierda todo lo que llevo… Déjamelo pagarte entonces… —Metería la mano en el interior del traje y sacaría la cartera, de la que rebosaban casi dos decenas de billetes de los grandes. Solía llevar dinero más que de sobra para imprevistos, pero en aquel caso me había pasado—. Y si no quieres dinero tal cual, al menos déjame invitarte a algo mientras coses… —Llevé mis ojos a una cafetería que estaba por allí cerca, aunque no tendría que ser obligatoriamente en aquel establecimiento.

No sabía que llevaba en aquella mochila que pudiera pesar tantísimo como para que el suelo retumbase de aquella forma al dejarla caer. Pero desde luego el sonido había logrado hacer que Allaidh tomara un poco de distancia por si resultaba ser peligroso. El chico parecía bastante agradable y la verdad es que llevaba demasiado dinero encima para ser verdad. Un suspiro leve salió de sus labios y entonces asintió a su idea de invitarla a tomar algo. Lilith no necesitaba limosnas y tampoco pensaba cobrarle por remendar un poco la mochila.

— Un helado de fresa será suficiente pago — sonriendo fueron hasta una de las cafeterías, obviamente dejo que el chico cogiera nuevamente la mochila. No sabía como de valiosa era la mercancía que llevaba y no quería que pensase que se la iban a robar o algo parecido, después de todo si la cogía el lobo o León podría parecer que en cualquier momento saldrían corriendo con ella y no quería darle esa impresión al muchacho. Se sentaron en la terraza, en una mesa un poco alejada del resto para que el lobo tuviera espacio para tumbarse y estar cómodo, después de todo media cuatro metros y no era un perrito normal y corriente.

El camarero no tardó en acercarse y tomar nota, Lilith pidió un helado de fresa, León pidió un café con leche y dos azucarillos y además la señorita pidió un cuenco de agua para el lobo. Después de todo seguramente Allaidh tendría sed y merecía refrescarse un poco. — Muy bien, pon la bolsa sobre la mesa con la zona descosida al descubierto — tras decir aquello y mientras el chico hacía lo que le había pedido Lilith rebusco entre sus pertenencias hasta sacar un precioso y pequeño kit de costura, si tuviera su máquina de coser lo terminaría mucho antes, pero bueno. En la calle obviamente no iba a llevar su maquina así que tendrían que conformarse con un remiendo hasta que pudiera cambiar de mochila.

Una vez que la mochila estuvo sobre la mesa, la joven abrió el kit, saco una aguja de las mas gorditas que tenía y la enhebro con una facilidad pasmosa. Después simplemente comenzó a dar puntadas de un lado a otro para unir los dos extremos que se habían separado — con la cantidad de peso que llevas no creo que dure demasiado el arreglo, te recomendaría que compraras una mochila con una tela mas resistente, tal vez con un forro doble o algo similar — los conocimientos de Lilith sobre telas siempre le habían servido para mucho y bueno, compartir un poco de ese conocimiento no le haría mal. Además el chico parecía estar de lo más emocionado con todo aquello.

Por suerte, la mujer delante de mí aceptó mi proposición, escogiendo de entre todos los ofrecimientos un simple helado de fresa. Bueno, aunque no era caro —y me gustaba pagar los favores realmente bien, recompensándolos—, al menos me daría la oportunidad de descansar en cualquiera de aquellas cafeterías y relajarme un poco hablando de unas cosas y otras con ella. Sin ir más lejos, parecía la mar de interesante: escoltada por un hombre que podría ser perfectamente el líder de una mafia por lo intimidante que era y un lobo de un tamaño absurdo que le seguía con tranquilidad. No era la primera vez que veía un lupino de aquellas dimensiones, ya que había estado en Hallstat, pero en aquella ocasión este me saltó por encima y por poco me devoró si no fuera por mi característica de logia.

Ella emprendió el paso entonces, en dirección al primer local que se encargara de aquello en específico, escogiendo una mesa cualquiera de la terraza para tomar asiento y ponerse a ello, aunque parecía ser con el cuidado de alejar al animal del grupo de humanos. Quizás no por él —que parecía estar más que acostumbrado a vivir en una ciudad—, sino por la ingente cantidad de transeúntes que corrían al otro lado de la calle para no verlo tan de cerca. El camarero se asomó a la puerta, tardando varios segundos en reunir la confianza necesaria para acercarse y tomar nota, momento en el que ellos hicieron lo propio y yo me apresuré a que añadiera a la nota un batido de calabaza.

Me pidió entonces que dispusiera la mochila sobre la mesa y, mientras ella empezaba a mirar entre sus pertenencias, yo clavé mis pupilas en la bolsa de rocas. Puse una mano a cada lado de una de las asas, respirando con fuerza y centrándome en lo que tenía que hacer. Me agaché con suavidad y traté de levantarlo con todo mi ser, poniéndome rojo mientras aquello se distanciaba del suelo. «¿Cómo demonios lo llevaba a la espalda…?» pensé, dudando seriamente de mis capacidades. Aun así, terminé llevándola encima de la mesa, chocando el contenido contra el plástico y provocando cierto estruendo. Hubiera sido mucho más fácil utilizar el poder de mi fruta para ello, pero no me podía arriesgar a montar revuelo en mitad de una calle así, menos con la cara descubierta.

Ella se limitó a blandir una aguja con hilo y comenzar a arreglar mi estropicio, dejándome saber que con lo que llevaba seguramente no aguantaría mucho más que hasta llegar a la tienda.

— Ya me hacía una idea, aunque no creo que pueda llevar mucho más que eso… Una pena, es uno de los tesoros de Water Seven —dije, visiblemente desanimado. SI fuera más grande y tuviera más fuerza, podría aumentar los kilos al doble o al triple, pero tal y como era… Cargar la mochila más aun solo significaría no poder moverme del sitio—. Simplemente compraré otra más grande, meteré esta dentro y ya está… Oh, ¡espera! —Saqué un Den Den Mushi del interior del traje y lo descolgué, escuchando la voz de uno de mis subordinados—. ¿Pueden venir a la calle comercial de Water Seven? Necesito que os llevéis una cosa —Afirmaron y lo guardé en su debido sitio tras colgar, sonriendo—. Bueno, diez minutos tardan en venir hasta aquí a llevarse eso, así que no creo que me haga falta más… Igualmente compraré una para tirar la otra —Guardar una mochila con un agujero no parecía muy útil, así que tocaría desembolsar unos billetes por otra—. Por cierto, se te da muy bien coser, ¿no ? —Lo estaba haciendo con mucha agilidad, así que me sorprendía—. ¿De qué trabajas?

La aguja iba pasando de un lado a otro de la mochila, uniendo poco a poco las dos partes de la mochila mientras que de vez en cuando paraba un momento para tomar una cucharada del helado de fresa que el camarero había traído para ella. Eran dos bolas de helado en una preciosa copa de cristal con sirope y con fresas cortaditas en forma de rosa. La verdad es que era adorable y la joven no pudo evitar sonreír al ver la bonita presentación antes de darle la primera probadita. León aún que relajado tomando su café no perdía de vista nada de lo que sucedía en la calle.

Después de todo el guardaespaldas tenía la tarea de proteger a su señora y haría cualquier cosa con tal de que ella se mantuviera a salvo. Después Allahid estaba tumbado sin mayor preocupación en el suelo mientras de vez en cuando movía la cola y sus orejas se movían de aquí para allá atento a cualquier ruidito que hubiese cerca de su señora. Dejo que el joven llamara por teléfono, al parecer alguien vendría a llevarse la mochila una vez la terminase de arreglar. La verdad es que era una sabía decisión, ese peso era perjudicial para su espalda a mas no poder.

— Bueno, tengo una empresa textil, me enseñaron a coser desde que era niña — le dedico una sonrisa mientras terminaba de coser aquel estropicio, hizo un buen nudo para que no se descosiera y después corto el hilo para guardar la aguja. — Pues con esto ya esta, aguantara lo suficiente como para que puedas llevarlo — dejaría que quitara la mochila o que la dejara sobre la mesa, le daba bastante igual la verdad. Después seguiría disfrutando de su helado hasta que lo terminara por completo, como tenía tiempo antes de la reunión con los empresarios no tenía tampoco de que preocuparse.

— ¿Un tesoro de water 7? nunca había escuchado algo así, si quieres te puedo ayudar a buscar una mochila que te dure, aún tengo algo de tiempo y pensaba seguir viendo las tiendas de la zona — después de todo es lo que estaba haciendo, comprobar los comercios que había en aquella concurrida calle para ver el tipo de moda que se vendía mejor. Hablaba con los comerciantes y utilizaba su labia y su buen hacer para granjearse amigos entre los comerciantes. De este modo, estaba segura de que conseguiría cerrar de forma apropiada el trato y los negocios que había venido a tratar a la isla.

Al parecer la señorita tenía una empresa textil. Trajes, telas, sedas y seguramente mucho coser, como bien ella afirmaba. No negaría que había tratado de empezar a tejer más de una vez y quizás de dos, ya que en el Ragnarok escaseaban los costureros y me hubiera gustado hacerme cargo de aquella necesidad por mí mismo, pero el hecho de que terminaba con los dedos llenos de puntos sangrantes daba fe de que no era lo mío. Curiosamente podía controlar dos docenas de matraces y extraer muestras con gran destreza, pero la aguja parecía darme alergia y simplemente había renegado de utilizarla. Por eso mismo valoraba tanto a aquella gente como Xandra o ella, que tenían tanta soltura para crear un traje de dos trapos.

Ella terminó de coser y, antes de que hiciera ningún esfuerzo, me limité a arrastrarla por la mesa sin llevarme nada para dejarla en el suelo con más o menos amabilidad. Podía dejarla ahí mismo sin vigilancia ya que dudaba realmente de que alguien se marchase corriendo con aquello y no lo pudiera parar con una simple carrera y una amenaza armada. Tras aquello, llevé nuevamente mi mirada al frente, tomando el batido con la diestra y dándole un buen sorbo para disfrutar de la fruta, para luego despegar la pajita y separar los labios:

— Gracias por tu ayuda, de verdad —dije, parco en palabras pero con tono sincero.

La conversación se fue diluyendo poco a poco hasta el más absoluto silencio, solo cortado por el bullicio de los viandantes alrededor y el rugir de mi pajita cuando se estaba terminando el contenido del vaso. Ella también estaba a punto de hacer desaparecer el helado y, antes de que le pudiera dar las gracias nuevamente y marcharme para no distraerla, me comenzó a hablar. «¿Tesoro…? Ah, sí, le llamé así.» hablé conmigo mismo, pensando sobre sus palabras. Igualmente, no se estancó ahí sino que dio otro paso y se ofreció a comprar una mochila junto a mí para seguir haciendo mi labor, oportunidad que no rechazaría.

— ¡Claro que quiero! —Quizás había sonado más emocionado de lo normal, pero era debido a que no solía estar acompañado y no era por gusto—. Y con tesoro no me refería a… bueno, un tesoro. Uno normal. No son monedas de oro, doblones, coronas ni nada. Simplemente el Aqua Laguna sucedió hace muy poco y con él trae decenas de minerales que son todo un mundo para los herreros. Minerales como… —Metí la mano en la mochila tras abrirla y saqué un pedrusco bastante puro—… este. Es haftinalio de carbono. Tu acompañante parece fuerte, ¿le podría dar un golpe en el suelo? —Era de un color dorado sucio y casi cúbica a excepción de unas esquinas romas que tenía del degaste—. Ya veréis, es muy curioso —Si lo hacía, aquella piedra se resquebrajaría por la mitad vertical y la horizontal por todas las caras, de forma casi impoluta, dejando en su lugar ocho cubos de un octavo del tamaño—. ¡Ta-dá! Además, se puede poner a casi mil grados sin que le pase nada.

Poco después, quizás veinte segundos, llegó un subordinado de Yggdrasil que ojeaba todas las tiendas de aquel lugar. A lo mejor me estaba buscando entre todas o simplemente tenía curiosidad de lo que podían vender, pero de cualquier forma no tardó en verme —curiosamente antes que al lobo— y saludarme claramente en mitad de todo el gentío. Trajeado, con gafas de sol y un porte regio, se me acercó.

— Buenos días, señorito —Miró entonces al frente y saludó a mis acompañantes con una amplia sonrisa—. ¿Son sus amigos? Tratadle bien y muchas gracias —Hizo una media reverencia mientras yo rodaba los ojos y le señalaba la mochila recién arreglada. Él se apresuró a tomarla con bastante facilidad mientras yo le daba el haft que ya habíamos roto para meterlo también dentro—. ¡Hasta luego, señorito! —dijo mientras se alejaba. Yo suspiré, apoyando ambos codos en la mesa.

— No le deis importancia, todos dicen lo mismo. Quizás lo han hablado entre ellos o algo para dejarme en ridículo —dije, algo ruborizado pero también más cálido de la cuenta—. Me vendrá bien la otra mochila para seguir recogiendo más y más, creo, que con una no me dará suficiente y hay que aprovechar el día —comenté mientras me levantaba de mi asiento con energías—. Teniendo una empresa textil, supongo que has venido a ver cómo está la competencia por el lugar, ¿no? Te puedo llevar a las boutiques más exclusivas de por aquí, que a mí también me gustaría algo de ropa nueva —le sonreí mientras me daba la vuelta y miraba hacia la calle—. Y si no, pide, que tengo buenas nociones de dónde está todo por aquí. No es la primera vez que vengo, eso lo tengo claro —Aunque sí la segunda. En la primera Yuu me había tratado de matar y ahí se acababa la cuenta.