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¡Por fin! ¡Tierra firme! No era la tierra que quería, y de hecho estaba más que convencida de que habían dado un rodeo un poco extraño, pero llevaba dos semanas en alta mar con el navegante que había contratado y estaba más que arrepentida de haberlo hecho. El hombre no dejaba de hablar de nubes. De sus formas, colores y… ¿la velocidad a la que iban? ¿en serio? Entendía que todos tenían sus intereses, pero los cumulonimbos le traían sin cuidado, ella solo quería llegar a su destino.
En principio le había pagado para que le llevara hasta los Blues, pues planeaba comenzar allí su búsqueda, pero ni habían llegado ni parecían estar cerca. Por suerte el dinero no era suyo, pero la parte mala de eso era que ya le había pagado y no tenía para pagar a otra persona, por lo que le tocaba aguantarle junto con sus desvaríos hasta que llegaran al puerto indicado.
De momento, sin embargo, se había librado de él por 24 horas. Reposo, estirar las piernas, comida y bebida. Provisiones para seguir el viaje, vaya, que falta les hacían. Y el descanso mental era más que bienvenido.
Además, no todo eran malas noticias. ¡Russuam! No era una isla que hubiera contemplado al principio en su itinerario, pero había logrado sonsacarle un par de cosas acerca de la misma a su navegante entre charla de nubes y charla de nubes y no parecía un mal destino. No le servía para continuar sus investigaciones, claro, pero desde luego tenía otros… atractivos.
-Sí, disculpe, ¿cuál es su botella de vodka más cara? Ajá, ¿es por la marca o es buena de verdad?
Tenía el día planeado para una maravillosa cita consigo misma antes de continuar su viaje. Se merecía un día para regalarse los sentidos y Russuam parecía tener alguna que otra cosa que ofrecerle en ese sentido. Alcoholes locales, baños de vapor, danzas extravagantes y DOS tipos de osos típicos del lugar. Definitivamente acariciaría ambos antes de largarse, lo tenía claro. Los cambios de planes no servían de nada si no se aprovechaban, al fin y al cabo.
El problema, al menos de momento, es que parecía ser la única que no se conformaba. No quería comprar la primera botella de vodka que viera, quería algo de calidad, que fuera difícil de olvidar. Era un regalo para sí misma, lógicamente iba a buscar lo mejor. Pero el dependiente de la tienda parecía tremendamente desinteresado y no estaba siendo de ayuda.
-Mire, señorita, yo solo trrabajo aquí a tiempo parrcial, no sé qué decirle.
-Vamos a ver, no es tan complicado. Solo necesito saber cuál es la de mayor calidad. ¿En serio no tienes ni idea? Mira, si necesito llevarme dos o tres y juzgarlo por mi misma lo haré.
Omitió que no pensaba pagar por ninguna si se veía forzada a hacer eso, de hecho a cada minuto que pasaba más pereza le daba seguir hablando con ese señor. Quizá lo mejor fuera pillar ambas, largarse por la puerta y seguir a lo suyo.
En principio le había pagado para que le llevara hasta los Blues, pues planeaba comenzar allí su búsqueda, pero ni habían llegado ni parecían estar cerca. Por suerte el dinero no era suyo, pero la parte mala de eso era que ya le había pagado y no tenía para pagar a otra persona, por lo que le tocaba aguantarle junto con sus desvaríos hasta que llegaran al puerto indicado.
De momento, sin embargo, se había librado de él por 24 horas. Reposo, estirar las piernas, comida y bebida. Provisiones para seguir el viaje, vaya, que falta les hacían. Y el descanso mental era más que bienvenido.
Además, no todo eran malas noticias. ¡Russuam! No era una isla que hubiera contemplado al principio en su itinerario, pero había logrado sonsacarle un par de cosas acerca de la misma a su navegante entre charla de nubes y charla de nubes y no parecía un mal destino. No le servía para continuar sus investigaciones, claro, pero desde luego tenía otros… atractivos.
-Sí, disculpe, ¿cuál es su botella de vodka más cara? Ajá, ¿es por la marca o es buena de verdad?
Tenía el día planeado para una maravillosa cita consigo misma antes de continuar su viaje. Se merecía un día para regalarse los sentidos y Russuam parecía tener alguna que otra cosa que ofrecerle en ese sentido. Alcoholes locales, baños de vapor, danzas extravagantes y DOS tipos de osos típicos del lugar. Definitivamente acariciaría ambos antes de largarse, lo tenía claro. Los cambios de planes no servían de nada si no se aprovechaban, al fin y al cabo.
El problema, al menos de momento, es que parecía ser la única que no se conformaba. No quería comprar la primera botella de vodka que viera, quería algo de calidad, que fuera difícil de olvidar. Era un regalo para sí misma, lógicamente iba a buscar lo mejor. Pero el dependiente de la tienda parecía tremendamente desinteresado y no estaba siendo de ayuda.
-Mire, señorita, yo solo trrabajo aquí a tiempo parrcial, no sé qué decirle.
-Vamos a ver, no es tan complicado. Solo necesito saber cuál es la de mayor calidad. ¿En serio no tienes ni idea? Mira, si necesito llevarme dos o tres y juzgarlo por mi misma lo haré.
Omitió que no pensaba pagar por ninguna si se veía forzada a hacer eso, de hecho a cada minuto que pasaba más pereza le daba seguir hablando con ese señor. Quizá lo mejor fuera pillar ambas, largarse por la puerta y seguir a lo suyo.
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Los encantos de russuam son innegables: El frío, el alcohol, las huestes revolucionarias que desfilan día y noche para derrocar al débil monarca Cerveza XII... Todo un paradigma del orden y el concierto en el que no sé cómo es que todavía continúo. Supongo, al fin y al cabo, que para poder llegar a alguna parte primero tengo que perderme, y eso llevo haciendo varios días. He ido de taberna en taberna, de bar en bar y dormido de mesa en mesa, a veces con más alcohol en la sangre que carne en el cuerpo. También he conocido algunos escritores, como al gran Lev Tostón, famoso por su novela post-realista "Las hermanas Karenina" y "Anna Karamazov", una epopeya moderna y, tal vez, un poco demasiado puntillosa con los detalles. Parece que ese hombre se deleita en la depravación y el sufrimiento, como si ganase algo con ello. Y es, simplemente, magistral. La verdad es que me alegro mucho de haberlo conocido, aunque me lo imaginaba con más barba.
El caso es que me encuentro en una licorería. No tengo muy claro por qué, pero de pronto he sentido unas ganas tremendas de probar alguno de los venenos a los que aquí llaman "agua" o, como se dice en lengua vernácula, "vodka". Debe fallarme algo en el cerebro hoy, porque todo el mundo sabe que esa bebida no vale ni siquiera el trozo de intestino que se pierde tras beber, pero no sé... Me siento aventurero, y si eso supone acabar en el hospital allá que iré. Aunque, la verdad, tampoco descarto la idea de arrepentirme en el último momento y coger algo que merezca la pena. De hecho, este es el último momento, y me doy cuenta de que hay un sinfín de marcas distintas y, según lo que se puede ir leyendo en las etiquetas, algunas hasta merecen la pena.
Lo que no vale, y eso sí que me parece bastante mal, es el trato al consumidor. Hay aquí una mujer a mi lado con orejas de conejo llena de dudas acerca del mejor vodka. Por una vez, en lugar de decirle que debería buscar un licor de verdad he cerrado la boca por si, efectivamente, el tipo del mostrador sabía algo. Pero resulta que no, así que obviamente decido convertirme en el héroe de la noche ayudando a la muchacha a agarrarse una buena cogorza.
- La verdad es que si quieres un lavado de estómago la mejor es esta. -Señalo con el dedo una de aspecto vidrioso, casi translúcida, con algo de poso-. El vodka, teóricamente, no debería tener partículas dado que se trata de una bebida destilada, así que probablemente en esta haya una fermentación en proceso. Esta, sin embargo... -Apunto a una segunda con el dedo a otra. Es sensiblemente más barata, pero su tono es prístino y transparente al punto de generar una pátina arcoíris en el fondo de la botella-. Esta es una maravilla. Aunque yo no pagaría por ninguna. ¡Chao!
Y, con la botella en las manos, me voy tranquilamente por la puerta. O, por lo menos, lo intento. El tendero no parece muy de acuerdo.
El caso es que me encuentro en una licorería. No tengo muy claro por qué, pero de pronto he sentido unas ganas tremendas de probar alguno de los venenos a los que aquí llaman "agua" o, como se dice en lengua vernácula, "vodka". Debe fallarme algo en el cerebro hoy, porque todo el mundo sabe que esa bebida no vale ni siquiera el trozo de intestino que se pierde tras beber, pero no sé... Me siento aventurero, y si eso supone acabar en el hospital allá que iré. Aunque, la verdad, tampoco descarto la idea de arrepentirme en el último momento y coger algo que merezca la pena. De hecho, este es el último momento, y me doy cuenta de que hay un sinfín de marcas distintas y, según lo que se puede ir leyendo en las etiquetas, algunas hasta merecen la pena.
Lo que no vale, y eso sí que me parece bastante mal, es el trato al consumidor. Hay aquí una mujer a mi lado con orejas de conejo llena de dudas acerca del mejor vodka. Por una vez, en lugar de decirle que debería buscar un licor de verdad he cerrado la boca por si, efectivamente, el tipo del mostrador sabía algo. Pero resulta que no, así que obviamente decido convertirme en el héroe de la noche ayudando a la muchacha a agarrarse una buena cogorza.
- La verdad es que si quieres un lavado de estómago la mejor es esta. -Señalo con el dedo una de aspecto vidrioso, casi translúcida, con algo de poso-. El vodka, teóricamente, no debería tener partículas dado que se trata de una bebida destilada, así que probablemente en esta haya una fermentación en proceso. Esta, sin embargo... -Apunto a una segunda con el dedo a otra. Es sensiblemente más barata, pero su tono es prístino y transparente al punto de generar una pátina arcoíris en el fondo de la botella-. Esta es una maravilla. Aunque yo no pagaría por ninguna. ¡Chao!
Y, con la botella en las manos, me voy tranquilamente por la puerta. O, por lo menos, lo intento. El tendero no parece muy de acuerdo.
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¡Ah, por fin alguien que sabía de lo que hablaba! Incluso había contemplado las dos mejores posibilidades del alcohol en su análisis: disfrutarlo y, por supuesto, abusarlo. Sopesó ambas botellas, una en cada mano, por un instante, hasta que oyó el sonido de un pequeño altercado a su espalda.
La conejita se da la vuelta a tiempo de ver cómo el pelirrojo choca contra la enorme barriga de quien, a todas luces, es el padre del tipo del mostrador y quien lleva el cotarro, digo la tienda. Ambos tienen la misma cara de desidia, pero el de la puerta además de ser dos veces más grande a lo largo y ancho, o eso parece, parece estar enfadado. No termina de entenderlo, si quiere que la gente pague a lo mejor debería buscar a alguien a quien le importara un pimiento lo que vende en lugar de ignorar lo que le dicen.
Se acerca rodando en los patines los pocos metros que le separan del conflicto y sujeta la botella de vodka mohoso en una mano, acercándola a centímetros de la cara del tendero. Esboza una pequeña sonrisa y le dice con calma:
- Hey. Vas a dejarnos ir, ¿de acuerdo? Ni tus botellas ni tu tienda valen el trato de mierda que nos has dado, así que nos vamos a cobrar el mal trago en alcohol y va a tener que servirte.
En realidad estaba preparada para estallar la botella barata en el mostrador y amenazarle de vuelta con ella, pero no fue necesario. Parecía que no era la primera vez que sucedía algo parecido, porque el hombre se limitó a soltar un gruñido, asentir y pasar entre ellos para darle un capón en la cabeza al chico del mostrador. Illje parpadea un tanto confusa, pero al final se encoge de hombros y coge otra botella al azar. Se la muestra al chico que le ha indicado la mejor para beber y esboza una sonrisa:
-¿Te apetece acompañarme? Beber sola no es tan divertido .
La conejita se da la vuelta a tiempo de ver cómo el pelirrojo choca contra la enorme barriga de quien, a todas luces, es el padre del tipo del mostrador y quien lleva el cotarro, digo la tienda. Ambos tienen la misma cara de desidia, pero el de la puerta además de ser dos veces más grande a lo largo y ancho, o eso parece, parece estar enfadado. No termina de entenderlo, si quiere que la gente pague a lo mejor debería buscar a alguien a quien le importara un pimiento lo que vende en lugar de ignorar lo que le dicen.
Se acerca rodando en los patines los pocos metros que le separan del conflicto y sujeta la botella de vodka mohoso en una mano, acercándola a centímetros de la cara del tendero. Esboza una pequeña sonrisa y le dice con calma:
- Hey. Vas a dejarnos ir, ¿de acuerdo? Ni tus botellas ni tu tienda valen el trato de mierda que nos has dado, así que nos vamos a cobrar el mal trago en alcohol y va a tener que servirte.
En realidad estaba preparada para estallar la botella barata en el mostrador y amenazarle de vuelta con ella, pero no fue necesario. Parecía que no era la primera vez que sucedía algo parecido, porque el hombre se limitó a soltar un gruñido, asentir y pasar entre ellos para darle un capón en la cabeza al chico del mostrador. Illje parpadea un tanto confusa, pero al final se encoge de hombros y coge otra botella al azar. Se la muestra al chico que le ha indicado la mejor para beber y esboza una sonrisa:
-¿Te apetece acompañarme? Beber sola no es tan divertido .
Claude von Appetit
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De verdad, me encanta Russuam. Es el único sitio del mundo en el que una niña conejo puede amenazar de forma exitosa a un hombre de más de dos metros con una botella cuyo contenido es potencialmente más peligroso que su cristal. Lo más interesante es que funcione, porque hasta ahora en un sitio normal ya nos habrían intentado abrir la cabeza, pero aquí el tipo solo dice "cyka blyat", se hace a un lado y aprieta los puños. Aunque, en honor a la verdad, creo que está insultando a los muertos de la chiquilla.
No obstante, seamos sinceros: ¿Por qué rechazar alcohol gratis? Siempre tengo que estar corriendo para conseguirlo, por una vez que pueda llevármelo gratis Y andando no voy a perder la oportunidad. Además, tengo la sensación de que en el momento en el que la muchachita se vaya a mí me van a partir la cara, por lo que tampoco es que tenga mucha elección. Bueno, corrijamos: Van a intentar partirme la cara, y he venido aquí buscando tener ni que sea un rato de relax. Si de pronto tengo que montar un altercado en una tienda todo lo que intento... Pues... Se va a la mierda, así de llanamente.
Salgo por la puerta con una sonrisa, guiñándole un ojo al dueño con cierto aire de burla. Me bufa, pero yo le bufo de vuelta creciendo hasta su altura y se amilana. Me encanta cuando pasan estas cosas, aunque también he de decir que nunca he entendido muy bien por qué crezco frente a la gente y luego me desinflo. Pero oye, tiene su gracia y tampoco voy yo a quejarme. El superpoder de otros suele ser que le crezcan las uñas muy deprisa, o pelo que sabe a piña. Aunque eso último nunca he intentado comprobarlo, es un asco.
- Bueno, beber conmigo suele ser fantástico. -Evito decir que no lo es si odias a los pelirrojos, crees que soy una bruja, acabamos de pelearnos y un sinfín de variables más en las que la situación no es lo más amigable posible. Sin embargo, lo cierto es que en general soy memorable en todos los sentidos. Aunque sigo sin tener muy claro qué demonios hago de pronto secuestrado por una niña conejo-. Y seguro que contigo tampoco está mal.
Como ya llevo unos días por aquí, me tomo la licencia de guiar un poco hasta una plaza completamente verde, llena de adoquines verdes, hierba y árboles, donde los edificios que nos rodean tienen pizarra verde en los tejados y argamasa verde. Dicen que la llaman "La plaza verde de San Beersburg" y es donde los niños jóvenes van a emborracharse y a fumar porros. Le voy explicando estas cosas a medida que llegamos, pero al acercarnos veo que hay un problema. O, más que un problema, hay cientos: Hay un concierto.
- Bueno, a las malas podemos colarnos y beber con música.
No obstante, seamos sinceros: ¿Por qué rechazar alcohol gratis? Siempre tengo que estar corriendo para conseguirlo, por una vez que pueda llevármelo gratis Y andando no voy a perder la oportunidad. Además, tengo la sensación de que en el momento en el que la muchachita se vaya a mí me van a partir la cara, por lo que tampoco es que tenga mucha elección. Bueno, corrijamos: Van a intentar partirme la cara, y he venido aquí buscando tener ni que sea un rato de relax. Si de pronto tengo que montar un altercado en una tienda todo lo que intento... Pues... Se va a la mierda, así de llanamente.
Salgo por la puerta con una sonrisa, guiñándole un ojo al dueño con cierto aire de burla. Me bufa, pero yo le bufo de vuelta creciendo hasta su altura y se amilana. Me encanta cuando pasan estas cosas, aunque también he de decir que nunca he entendido muy bien por qué crezco frente a la gente y luego me desinflo. Pero oye, tiene su gracia y tampoco voy yo a quejarme. El superpoder de otros suele ser que le crezcan las uñas muy deprisa, o pelo que sabe a piña. Aunque eso último nunca he intentado comprobarlo, es un asco.
- Bueno, beber conmigo suele ser fantástico. -Evito decir que no lo es si odias a los pelirrojos, crees que soy una bruja, acabamos de pelearnos y un sinfín de variables más en las que la situación no es lo más amigable posible. Sin embargo, lo cierto es que en general soy memorable en todos los sentidos. Aunque sigo sin tener muy claro qué demonios hago de pronto secuestrado por una niña conejo-. Y seguro que contigo tampoco está mal.
Como ya llevo unos días por aquí, me tomo la licencia de guiar un poco hasta una plaza completamente verde, llena de adoquines verdes, hierba y árboles, donde los edificios que nos rodean tienen pizarra verde en los tejados y argamasa verde. Dicen que la llaman "La plaza verde de San Beersburg" y es donde los niños jóvenes van a emborracharse y a fumar porros. Le voy explicando estas cosas a medida que llegamos, pero al acercarnos veo que hay un problema. O, más que un problema, hay cientos: Hay un concierto.
- Bueno, a las malas podemos colarnos y beber con música.
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Illje sonrió encantada al escuchar su respuesta. Fantástico, por fin alguien divertido en aquel sitio tan deprimente. Se ahorró el explicarle que beber con ella era, por supuesto, de los mejores planes que podía haber por el lugar. Ya lo descubriría.
Dejó que le guiara hasta lo que debía ser, por fuerza, el único rincón en todo Russuam al que el blanco no había sido capaz de llegar. La hierba y los árboles eran verdes, pero es que también lo eran los adoquines y las casas. Un cambio exagerado en comparación con el resto de la ciudad, por lo menos el cacho que le había dado tiempo a ver. Y a primera vista podría parecer exagerado e incluso demasiado recargado, pero había suficientes tonos diferentes de verde en el paisaje como para terminar componiendo una escena francamente bonita.
-Caramba, alguien debería darle la enhorabuena al que haya diseñado este lugar. Aunque no me extrañaría que lo hubiera hecho por necesidad, debe ser el más llamativo de toda la isla y, francamente, hacía falta.
La escena la completaba… bueno, toda la gente que había en el medio de la plaza. La música estaba sonando y parecía que medio Russuam se hubiera reunido allí para disfrutarlo. Era bastante pegadiza, tenía que reconocerlo. El pelirrojo sugirió colarse y beber, lo que a todas luces era una maravillosa idea. Sin cortarse un pelo, la conejita le cogió de la mano y le indicó que le siguiera.
Cambió a las ruedas gruesas de sus patines. Normalmente las reservaba para terrenos montañosos y agrestes, pero prefería tener un agarre decente en esos adoquines. Se movió un poco para posicionarse cuidadosamente y aguardó a que el hombre que examinaba las entradas le diera el visto bueno a una señora. Lanzó la botella de vodka mohoso a un lado y mientras el tipo se giraba para ver qué había sido el ruido, se agarró a la falda de la desconocida y se dejó arrastrar suavemente al concierto. Segundos después, estaban entre la gente.
-Se oye mejor, pero aquí dudo que podamos beber a gusto…
Miró a su alrededor, buscando un sitio un tanto menos poblado. Algo alejados del grupo, pero todavía en el área del concierto, había varios bancos de distintos tonos de verde. Se los señaló a su improvisado acompañante con una sonrisa y echó a rodar hacia allí con calma. Tras sentarse, levantó la botella para chocarla con la suya y poder brindar.
-¡Por una fantástica borrachera! Soy Illje, por cierto. Un placer.
Dejó que le guiara hasta lo que debía ser, por fuerza, el único rincón en todo Russuam al que el blanco no había sido capaz de llegar. La hierba y los árboles eran verdes, pero es que también lo eran los adoquines y las casas. Un cambio exagerado en comparación con el resto de la ciudad, por lo menos el cacho que le había dado tiempo a ver. Y a primera vista podría parecer exagerado e incluso demasiado recargado, pero había suficientes tonos diferentes de verde en el paisaje como para terminar componiendo una escena francamente bonita.
-Caramba, alguien debería darle la enhorabuena al que haya diseñado este lugar. Aunque no me extrañaría que lo hubiera hecho por necesidad, debe ser el más llamativo de toda la isla y, francamente, hacía falta.
La escena la completaba… bueno, toda la gente que había en el medio de la plaza. La música estaba sonando y parecía que medio Russuam se hubiera reunido allí para disfrutarlo. Era bastante pegadiza, tenía que reconocerlo. El pelirrojo sugirió colarse y beber, lo que a todas luces era una maravillosa idea. Sin cortarse un pelo, la conejita le cogió de la mano y le indicó que le siguiera.
Cambió a las ruedas gruesas de sus patines. Normalmente las reservaba para terrenos montañosos y agrestes, pero prefería tener un agarre decente en esos adoquines. Se movió un poco para posicionarse cuidadosamente y aguardó a que el hombre que examinaba las entradas le diera el visto bueno a una señora. Lanzó la botella de vodka mohoso a un lado y mientras el tipo se giraba para ver qué había sido el ruido, se agarró a la falda de la desconocida y se dejó arrastrar suavemente al concierto. Segundos después, estaban entre la gente.
-Se oye mejor, pero aquí dudo que podamos beber a gusto…
Miró a su alrededor, buscando un sitio un tanto menos poblado. Algo alejados del grupo, pero todavía en el área del concierto, había varios bancos de distintos tonos de verde. Se los señaló a su improvisado acompañante con una sonrisa y echó a rodar hacia allí con calma. Tras sentarse, levantó la botella para chocarla con la suya y poder brindar.
-¡Por una fantástica borrachera! Soy Illje, por cierto. Un placer.
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Esta chica está como una cabra... Y me encanta. No solo acepta el plan de colarnos dentro de la plaza, sino que con total tranquilidad y en cuestión de segundos elabora un plan -bastante rudimentario- en el que consigue entrar agarrada a una mujer. Tira de mí, claro, pero el vigilante se gira justo en el momento y me observa con rostro inexpresivo. Yo, por mi parte, me fijo en que ha logrado hacerlo porque lleva patines en lugar de zapatos. Si no fuera porque no se parece a nada que haya visto aquí antes, diría que actúa como una auténtica Russuana: Está loquísima.
- ¿Entrada? -pregunta, de nuevo en su posición.
- La verdad es que más que entradas, empiezas a clarear un poco -respondo, tocándole la frente de forma bastante invasiva. Si ya voy a tener que colarme, ¿qué más me da llevarme mal con el segurata?-. Pero si te lo cuidases un poco más, como hago yo... Mira, toma, te regalo este bote de champú fortificante. -Saco de mi bolsa un bote de mantequilla. Normalmente uso champús prestados, pero al tener mantequilla embotellada para fundir... Bueno, que se divierta-. Tres veces a la semana.
El hombre lagrimea un poco. Al principio parece que se va a enfadar, pero termina llorando y dándome un abrazo. La situación es un poco violenta.
- Gracias, amigo -dice-. Pasa, que va a empezar el concierto.
No termino de entender qué acaba de pasar, pero si pasa, yo paso. Así que avanzo hasta donde Ilje me espera y tomo asiento a su lado, aceptando tomar un trago nada más hacerlo. Aún no ha empezado el concierto, así que técnicamente hoy será la primera vez que empiece a beber antes de que la música llegue. Aunque en realidad, creo que es la primera vez que beba durante un concierto. Pero teniendo en cuenta que el grupo se llama "Dwarf, Mink and Giant" y que desde ahí estoy viendo a un tontatta, un mink y un gigante con trajes setenteros, gafas de pasta y altos cardados a lo afro... Lo voy a necesitar.
- ¡Por las malas decisiones y la mantequilla! -digo, chocando la botella antes de dar un largo trago-. Yo soy Claude, mej...
No, sin duda si hay alguien que no sueñe conmigo en el mundo es ella. No porque esté por encima de mi fabulosidad, sino porque ya ha demostrado estar mal de la azotea. Que me gusta, ojo, pero igualmente me perturba un poco. ¿Quién va por ahí en patines? En fin, que tiene estilo. Y yo necesito una subcapitana.
- ¿Entrada? -pregunta, de nuevo en su posición.
- La verdad es que más que entradas, empiezas a clarear un poco -respondo, tocándole la frente de forma bastante invasiva. Si ya voy a tener que colarme, ¿qué más me da llevarme mal con el segurata?-. Pero si te lo cuidases un poco más, como hago yo... Mira, toma, te regalo este bote de champú fortificante. -Saco de mi bolsa un bote de mantequilla. Normalmente uso champús prestados, pero al tener mantequilla embotellada para fundir... Bueno, que se divierta-. Tres veces a la semana.
El hombre lagrimea un poco. Al principio parece que se va a enfadar, pero termina llorando y dándome un abrazo. La situación es un poco violenta.
- Gracias, amigo -dice-. Pasa, que va a empezar el concierto.
No termino de entender qué acaba de pasar, pero si pasa, yo paso. Así que avanzo hasta donde Ilje me espera y tomo asiento a su lado, aceptando tomar un trago nada más hacerlo. Aún no ha empezado el concierto, así que técnicamente hoy será la primera vez que empiece a beber antes de que la música llegue. Aunque en realidad, creo que es la primera vez que beba durante un concierto. Pero teniendo en cuenta que el grupo se llama "Dwarf, Mink and Giant" y que desde ahí estoy viendo a un tontatta, un mink y un gigante con trajes setenteros, gafas de pasta y altos cardados a lo afro... Lo voy a necesitar.
- ¡Por las malas decisiones y la mantequilla! -digo, chocando la botella antes de dar un largo trago-. Yo soy Claude, mej...
No, sin duda si hay alguien que no sueñe conmigo en el mundo es ella. No porque esté por encima de mi fabulosidad, sino porque ya ha demostrado estar mal de la azotea. Que me gusta, ojo, pero igualmente me perturba un poco. ¿Quién va por ahí en patines? En fin, que tiene estilo. Y yo necesito una subcapitana.
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Por unos instantes se preocupa. Al pelirrojo le han parado y ella no va a salir sin un plan porque… bueno, si la idea era colarse ambos y una ya está dentro, para qué tirar por tierra la mitad que ha salido bien.
Por suerte, logra entrar tras darle un bote de algo y un abrazo al gorila. No tiene claro qué ha sucedido ahí pero por lo visto el chico tiene sus recursos. Genial, una cosa menos de la que preocuparse. De ahora en adelante, vacaciones, que se las merece. Nada de charla de nubes por un buen rato. Choca el vodka con él y le imita dándole un trago largo. Empieza a toser poco después, pero en seguida empieza a reírse con una sonrisa de oreja a oreja. Demonios, es buen alcohol, su garganta parece estar en llamas. Vuelve a echarle un vistazo a la etiqueta de la botella para no olvidarla y le da otro trago, esta vez más comedido.
-Fiuuh, por lo visto tenías razón al escoger esta. Me gusta, aunque me dan ganas de meterle algunas fresas y frambuesas dentro. Seguro que unas horas nadando ahí y quedaría deliciosa.
No era la primera vez que hacía algo así. Puede que no fuera una cocinera profesional, pero le encantaba experimentar y más de una vez lo había trasladado tanto a los fogones como a bebidas y comida para llevar. En Dark Dome, era capaz de hacer el mejor kebab de la ciudad pidiendo de tres sitios distintos y haciendo una amalgama que, aunque parecía grotesta, estaba buenísima. Era más caro, claro, pero no se le puede poner precio al buen sabor.
La música empezó a sonar y sus orejas se alzaron con curiosidad. ¿''Dwarf, Mink and Giant''? No los conocía, pero en cuanto subieron al escenario quedó más que patente que no se habían esforzado mucho con el nombre. Un tontatta, un mink y un gigante. Empezaron a bailar y no pudo negar que como mínimo la música era pegadiza. Además, seguro que nunca tenían problemas para averiguar de quién era cada prenda de ropa; todo ventajas.
-No se les da mal, la verdad. Llevaba mucho sin escuchar música bajo el sol.
Y es que aunque hacía bastante frío en el lugar, el cielo estaba despejado. Además, sabía que el vodka poco a poco daría cuenta de lo primero. Illje sonrió y empezó a seguir el ritmo con el dedo. Se debatía entre salir a bailar un rato o quedarse otro poco disfrutando de la bebida y la compañía. Tras darle una vuelta, se giró hacia Claude:
-Y dime, mi querido e improvisado cómplice de robo de vodka, ¿qué te trae por aquí? No pareces del lugar.
No era un insulto, si acaso, un cumplido. No tenía muy claro cómo había tanta gente que aguantaba toda su vida viviendo en un lugar así. Reconocía, botella en mano y música sonando, que tenía sus cosas buenas… para unas vacaciones. De tener que pasar ahí más de unos días, estaba segura de que habría acabado por volverse loca. Y no descartaba que el pelirrojo lo estuviese, no tenía bastante información como para afirmar lo contrario, pero desde luego tenía claro que de estarlo no sería el tipo de locura necesaria como para vivir en Russuam.
Por suerte, logra entrar tras darle un bote de algo y un abrazo al gorila. No tiene claro qué ha sucedido ahí pero por lo visto el chico tiene sus recursos. Genial, una cosa menos de la que preocuparse. De ahora en adelante, vacaciones, que se las merece. Nada de charla de nubes por un buen rato. Choca el vodka con él y le imita dándole un trago largo. Empieza a toser poco después, pero en seguida empieza a reírse con una sonrisa de oreja a oreja. Demonios, es buen alcohol, su garganta parece estar en llamas. Vuelve a echarle un vistazo a la etiqueta de la botella para no olvidarla y le da otro trago, esta vez más comedido.
-Fiuuh, por lo visto tenías razón al escoger esta. Me gusta, aunque me dan ganas de meterle algunas fresas y frambuesas dentro. Seguro que unas horas nadando ahí y quedaría deliciosa.
No era la primera vez que hacía algo así. Puede que no fuera una cocinera profesional, pero le encantaba experimentar y más de una vez lo había trasladado tanto a los fogones como a bebidas y comida para llevar. En Dark Dome, era capaz de hacer el mejor kebab de la ciudad pidiendo de tres sitios distintos y haciendo una amalgama que, aunque parecía grotesta, estaba buenísima. Era más caro, claro, pero no se le puede poner precio al buen sabor.
La música empezó a sonar y sus orejas se alzaron con curiosidad. ¿''Dwarf, Mink and Giant''? No los conocía, pero en cuanto subieron al escenario quedó más que patente que no se habían esforzado mucho con el nombre. Un tontatta, un mink y un gigante. Empezaron a bailar y no pudo negar que como mínimo la música era pegadiza. Además, seguro que nunca tenían problemas para averiguar de quién era cada prenda de ropa; todo ventajas.
-No se les da mal, la verdad. Llevaba mucho sin escuchar música bajo el sol.
Y es que aunque hacía bastante frío en el lugar, el cielo estaba despejado. Además, sabía que el vodka poco a poco daría cuenta de lo primero. Illje sonrió y empezó a seguir el ritmo con el dedo. Se debatía entre salir a bailar un rato o quedarse otro poco disfrutando de la bebida y la compañía. Tras darle una vuelta, se giró hacia Claude:
-Y dime, mi querido e improvisado cómplice de robo de vodka, ¿qué te trae por aquí? No pareces del lugar.
No era un insulto, si acaso, un cumplido. No tenía muy claro cómo había tanta gente que aguantaba toda su vida viviendo en un lugar así. Reconocía, botella en mano y música sonando, que tenía sus cosas buenas… para unas vacaciones. De tener que pasar ahí más de unos días, estaba segura de que habría acabado por volverse loca. Y no descartaba que el pelirrojo lo estuviese, no tenía bastante información como para afirmar lo contrario, pero desde luego tenía claro que de estarlo no sería el tipo de locura necesaria como para vivir en Russuam.
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Cuando Ilje bebe termina tosiendo. Soy consciente de que tarde o temprano el alcohol empezará a subir, aunque seguramente a ella primero. Es alta, pero todavía no he conocido a nadie capaz de superar mi resistencia al alcohol. Salvo ESA loca, la de las dos espadas, la que bebía un litro de cerveza sin pestañear en tan solo dos tragos. Y aun así, no es la persona más bebedora que conozco, si bien estoy seguro que de desearlo podría convertirse en toda una profesional.
- No sé hasta qué punto eso saldría bien -comento, con cierta curiosidad. Es cierto que el vodka es un destilado blanco, sin apenas matices, pero no sé hasta qué punto podría absorber de la fruta, o la fruta absorber vodka... Bueno, tendré que conseguir un barco con laboratorio gastronómico y hacer estos experimentos-. Pero vaya, con aguardiente funciona. Aunque eso de horas... Hacer un buen licor de frutas requiere meses. A no ser que hables de un smoothy con altas cantidades de alcohol, que solo necesitas una batidora.
Aunque bien pensado, un smoothy de vodka con arándanos podría tener su punto. Osea, muchos arándanos y un toquecito de vodka, pero el sabor dulzón y la bajada dura parecen una combinación que no me termina de desagradar. Es decir, sé que debería, pero no me desagrada. En cualquier caso, antes de poder seguir desarrollando teorías sobre el alcohol en las que me extiendo durante veinte minutos -podría hacerlo durante horas- me interrumpe la música. Parece que hablan de septiembre, lo bien que lo pasamos... Aunque yo no lo recuerdo. Supongo que esa es la gracia de la canción, o algo, pero cualquier pensaría que en Russuam tocarían constantemente la marcha de los cosacos.
Pero la gente se anima y poco a poco va comenzando a bailar, dejándonos a Ilje y a mí aislados, en cierto modo. La miro a los ojos cuando me pregunta qué hago aquí. La verdad, no sé qué responderle. Podría decirse que vengo por tantas cosas que dudo, dado que en realidad no he venido buscando nada. Bueno, sí, que dejen de reírse de mí. Le partiré la cara a quien haga falta para eso.
- Pues, la verdad, he venido buscando un conejo blanco con un reloj. Parece muy obsesionado con llegar a tiempo a su fiesta del té... Tú no sabrás nada de él, por algún casual, ¿no?
Todo el mundo conoce el cuento de Alicia, aunque yo no llamaría a Russuam "País de las maravillas". De hecho, por cómo es, parece que la gente en general es muy desdichada. Salvo los ricos, casi todos en esta plaza haciendo... Bueno, comportándose como malditos adolescentes desbocados. Ay, cuánta indecencia.
- ¿Y tú? ¿Qué puede hacer una chica como tú en un corral como este?
- No sé hasta qué punto eso saldría bien -comento, con cierta curiosidad. Es cierto que el vodka es un destilado blanco, sin apenas matices, pero no sé hasta qué punto podría absorber de la fruta, o la fruta absorber vodka... Bueno, tendré que conseguir un barco con laboratorio gastronómico y hacer estos experimentos-. Pero vaya, con aguardiente funciona. Aunque eso de horas... Hacer un buen licor de frutas requiere meses. A no ser que hables de un smoothy con altas cantidades de alcohol, que solo necesitas una batidora.
Aunque bien pensado, un smoothy de vodka con arándanos podría tener su punto. Osea, muchos arándanos y un toquecito de vodka, pero el sabor dulzón y la bajada dura parecen una combinación que no me termina de desagradar. Es decir, sé que debería, pero no me desagrada. En cualquier caso, antes de poder seguir desarrollando teorías sobre el alcohol en las que me extiendo durante veinte minutos -podría hacerlo durante horas- me interrumpe la música. Parece que hablan de septiembre, lo bien que lo pasamos... Aunque yo no lo recuerdo. Supongo que esa es la gracia de la canción, o algo, pero cualquier pensaría que en Russuam tocarían constantemente la marcha de los cosacos.
Pero la gente se anima y poco a poco va comenzando a bailar, dejándonos a Ilje y a mí aislados, en cierto modo. La miro a los ojos cuando me pregunta qué hago aquí. La verdad, no sé qué responderle. Podría decirse que vengo por tantas cosas que dudo, dado que en realidad no he venido buscando nada. Bueno, sí, que dejen de reírse de mí. Le partiré la cara a quien haga falta para eso.
- Pues, la verdad, he venido buscando un conejo blanco con un reloj. Parece muy obsesionado con llegar a tiempo a su fiesta del té... Tú no sabrás nada de él, por algún casual, ¿no?
Todo el mundo conoce el cuento de Alicia, aunque yo no llamaría a Russuam "País de las maravillas". De hecho, por cómo es, parece que la gente en general es muy desdichada. Salvo los ricos, casi todos en esta plaza haciendo... Bueno, comportándose como malditos adolescentes desbocados. Ay, cuánta indecencia.
- ¿Y tú? ¿Qué puede hacer una chica como tú en un corral como este?
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Se dice que debería apuntar la idea que ha comentado Claude y de repente echa de menos a Edipo. Bastaría con decirle que lo recordara para que lo grabara en su memoria. Sin embargo, no estaba con ella, por lo que sacó una pequeña libretita de un bolsillo oculto entre los pliegues de su falda y anotó lo del smoothie alcohólico, junto con varios tipos de fruta para comprobarlo más adelante. Por lo menos tendría algo que hacer cuando regresara al barco.
Vuelve a guardarla y se da cuenta de que a su alrededor todo el mundo está ya bailando. Comprensible, en realidad, pero las palabras de su acompañante la distraen y en lugar de unírseles se le queda mirando con una pícara sonrisa. Se lleva una mano a una de las orejas y la acaricia con cariño.
-Que pasa, ¿por tener orejas ya conozco a todos los conejos del lugar?
Es broma, por supuesto. Sabe que habla de Alicia y reconoce que es un método bastante amable de decirle que se meta en sus asuntos. No lo juzga, cada quién tiene su historia y pese a que su curiosidad sigue ahí, no tiene motivos para insistirle. En lugar de eso, se apoya en el respaldo del banco y le coloca una mano en el hombro brevemente haciendo un ademán muy exagerado.
-Verás. El Conejo Blanco es más que conocido en el mundillo. Siempre llega tarde, pero claro, no puedes llegar a tiempo a una fiesta de No Cumpleaños. Todos menos él lo saben, no vale la pena agobiarse. Pero a estas alturas ha pasado tantas veces que el resto de conejos le dejamos corretear para que no nos moleste.
Pese a que se lo cuenta con la cara seria, con tono de estar haciéndole una gran confidencia, vuelve a sonreír al terminar su pequeña tontería. Se encoge de hombros ante su pregunta y da otro trago de vodka. Empieza a sentirse más relajada ahora que ya no nota tanto el frío y aunque sabe que es una señal de que debería ir más despacio, de momento no le preocupa.
-La historia corta es que voy camino de los Blues y mi navegante es un pazguato. Hemos venido directamente desde Dark Dome y no, no tengo ni idea de por dónde ha ido o cómo lo ha logrado. Espero que la cosa mejore, la verdad. De momento, tengo unas… 22 horas de libertad antes de regresar al barco con él. De ahí la botella.- añade, levantándola brevemente.-He de disfrutarla como es debido.
De hecho, ahora que lo piensa, lleva un rato queriendo unirse a los locos que están bailando y todavía no lo ha hecho. Ni corta ni perezosa cambia las ruedas por tacones y se incorpora, poniéndose a bailar apenas a un par de metros. No es la mejor bailarina del mundo, pero se mueve con gracia y lo que es más importante; confianza. En cuanto pasan un par de segundos su cuerpo pilla el ritmo y se mueve por voluntad propia, lo que a todas luces es algo bueno. Un par de russuanos empiezan a rondarla, pero los evita como quien no quiere la cosa con un par de giros y antes de que puedan hacer algo al respecto, la canción termina. Illje regresa con el pelirrojo algo colorada, pero bastante contenta. Se pregunta por un segundo si debería haberle dicho de ir con ella, pero no ha pasado tanto tiempo y podría haberse levantado si quisiera. Seguro que no le ha molestado. Le dedica una pequeña sonrisa y vuelve a sentarse a su lado.
-Eso ha estado bien, la verdad. Siempre es divertido moverse un poco.
Vuelve a guardarla y se da cuenta de que a su alrededor todo el mundo está ya bailando. Comprensible, en realidad, pero las palabras de su acompañante la distraen y en lugar de unírseles se le queda mirando con una pícara sonrisa. Se lleva una mano a una de las orejas y la acaricia con cariño.
-Que pasa, ¿por tener orejas ya conozco a todos los conejos del lugar?
Es broma, por supuesto. Sabe que habla de Alicia y reconoce que es un método bastante amable de decirle que se meta en sus asuntos. No lo juzga, cada quién tiene su historia y pese a que su curiosidad sigue ahí, no tiene motivos para insistirle. En lugar de eso, se apoya en el respaldo del banco y le coloca una mano en el hombro brevemente haciendo un ademán muy exagerado.
-Verás. El Conejo Blanco es más que conocido en el mundillo. Siempre llega tarde, pero claro, no puedes llegar a tiempo a una fiesta de No Cumpleaños. Todos menos él lo saben, no vale la pena agobiarse. Pero a estas alturas ha pasado tantas veces que el resto de conejos le dejamos corretear para que no nos moleste.
Pese a que se lo cuenta con la cara seria, con tono de estar haciéndole una gran confidencia, vuelve a sonreír al terminar su pequeña tontería. Se encoge de hombros ante su pregunta y da otro trago de vodka. Empieza a sentirse más relajada ahora que ya no nota tanto el frío y aunque sabe que es una señal de que debería ir más despacio, de momento no le preocupa.
-La historia corta es que voy camino de los Blues y mi navegante es un pazguato. Hemos venido directamente desde Dark Dome y no, no tengo ni idea de por dónde ha ido o cómo lo ha logrado. Espero que la cosa mejore, la verdad. De momento, tengo unas… 22 horas de libertad antes de regresar al barco con él. De ahí la botella.- añade, levantándola brevemente.-He de disfrutarla como es debido.
De hecho, ahora que lo piensa, lleva un rato queriendo unirse a los locos que están bailando y todavía no lo ha hecho. Ni corta ni perezosa cambia las ruedas por tacones y se incorpora, poniéndose a bailar apenas a un par de metros. No es la mejor bailarina del mundo, pero se mueve con gracia y lo que es más importante; confianza. En cuanto pasan un par de segundos su cuerpo pilla el ritmo y se mueve por voluntad propia, lo que a todas luces es algo bueno. Un par de russuanos empiezan a rondarla, pero los evita como quien no quiere la cosa con un par de giros y antes de que puedan hacer algo al respecto, la canción termina. Illje regresa con el pelirrojo algo colorada, pero bastante contenta. Se pregunta por un segundo si debería haberle dicho de ir con ella, pero no ha pasado tanto tiempo y podría haberse levantado si quisiera. Seguro que no le ha molestado. Le dedica una pequeña sonrisa y vuelve a sentarse a su lado.
-Eso ha estado bien, la verdad. Siempre es divertido moverse un poco.
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- Yo soy pelirrojo y me encuentro a todas las brujas -repongo, encogiéndome de hombros con una sonrisa inocente-. No me pareció tan descabellado.
Sé que solo se hace la ofendida, y su mohín es más dramático que realista, pero nunca hay que perder el sentido del humor. Más aún cuando me empieza a hablar de la fiesta de no-cumpleaños y cómo el conejo blanco está, a su manera, loco. Por un instante me hace imaginármela con un chaleco rojo corriendo de aquí para allá, aunque en el fondo eso no deja de parecer una versión bastante más indecente y poco decorosa del cuento. Además, esas orejas perfectamente podrían ser una diadema. De hecho es la explicación más coherente, no sé por qué no lo he pensado antes. De hecho, con orejas de conejo, patines y esa falda... ¡Es na camarera de café temático! Seguro. No sé a qué personaje ficticio está imitando, pero debe de disfrutarlo un montón si al salir del trabajo sigue llevando el uniforme encima.
Aunque debo descartar esa teoría cuando me explica que tiene veintidós horas de libertad antes de regresar con su navegante de camino a un Blue. Bueno, tal vez no sea una camarera sino una intérprete, y puede que esté de gira para sus fans. Además, Dark Dome es la ciudad del vicio, así que no resulta tan descabellado que ostente cierta fama... Qué suerte, juntarme con ella no solo va a ser divertido, sino hasta rentable. Solo tengo que asegurarme de que me vean mucho con ella, hasta que la gente empiece a hablar y... Bueno, darle tiempo al rumor. Sí, sin duda eso funcionará.
Se levanta a bailar, y creo percibir un ligero bulto al final de su espalda. Cuando se aleja un par de metros y comienza a moverse, termina de asomar un pequeño pompón sobre su falda que, siendo sinceros, me deja muy extrañado. Puedo entender la diadema con orejas, ¿pero esto? He oído hablar de ciertas colas muy particulares, pero esa no parece mantener ninguna función.
Llamado por la curiosidad me acerco lentamente. Ilje espanta a un par de moscones, y desde su espalda me agacho para ver lo más de cerca que puedo el pomponcito. Parece suave, y mullidito. Me da mucha curiosidad, y estoy acercando el dedo cuando la canción termina y ella se está dando la vuelta. Un poco sonrojado, me levanto rápidamente y vuelvo al asiento, sin mencionar nada del tema ni de que sus patines se transformen en tacones.
- Tienes un buen... -No digas pompón. No digas pompón-. Estilo de baile. Me ha llamado la atención que se meneara tanto.
Definitivamente, no es lo mejor que podía decir. Pero por lo menos no parecerá que le estaba mirando la colita.
Sé que solo se hace la ofendida, y su mohín es más dramático que realista, pero nunca hay que perder el sentido del humor. Más aún cuando me empieza a hablar de la fiesta de no-cumpleaños y cómo el conejo blanco está, a su manera, loco. Por un instante me hace imaginármela con un chaleco rojo corriendo de aquí para allá, aunque en el fondo eso no deja de parecer una versión bastante más indecente y poco decorosa del cuento. Además, esas orejas perfectamente podrían ser una diadema. De hecho es la explicación más coherente, no sé por qué no lo he pensado antes. De hecho, con orejas de conejo, patines y esa falda... ¡Es na camarera de café temático! Seguro. No sé a qué personaje ficticio está imitando, pero debe de disfrutarlo un montón si al salir del trabajo sigue llevando el uniforme encima.
Aunque debo descartar esa teoría cuando me explica que tiene veintidós horas de libertad antes de regresar con su navegante de camino a un Blue. Bueno, tal vez no sea una camarera sino una intérprete, y puede que esté de gira para sus fans. Además, Dark Dome es la ciudad del vicio, así que no resulta tan descabellado que ostente cierta fama... Qué suerte, juntarme con ella no solo va a ser divertido, sino hasta rentable. Solo tengo que asegurarme de que me vean mucho con ella, hasta que la gente empiece a hablar y... Bueno, darle tiempo al rumor. Sí, sin duda eso funcionará.
Se levanta a bailar, y creo percibir un ligero bulto al final de su espalda. Cuando se aleja un par de metros y comienza a moverse, termina de asomar un pequeño pompón sobre su falda que, siendo sinceros, me deja muy extrañado. Puedo entender la diadema con orejas, ¿pero esto? He oído hablar de ciertas colas muy particulares, pero esa no parece mantener ninguna función.
Llamado por la curiosidad me acerco lentamente. Ilje espanta a un par de moscones, y desde su espalda me agacho para ver lo más de cerca que puedo el pomponcito. Parece suave, y mullidito. Me da mucha curiosidad, y estoy acercando el dedo cuando la canción termina y ella se está dando la vuelta. Un poco sonrojado, me levanto rápidamente y vuelvo al asiento, sin mencionar nada del tema ni de que sus patines se transformen en tacones.
- Tienes un buen... -No digas pompón. No digas pompón-. Estilo de baile. Me ha llamado la atención que se meneara tanto.
Definitivamente, no es lo mejor que podía decir. Pero por lo menos no parecerá que le estaba mirando la colita.
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En uno de los últimos giros, la conejita distinguió un fugaz movimiento pelirrojo… a una altura a la que no debería estar. Pero de repente la música para y para cuando vuelve a girarse ya está sentado de vuelta en el banco, aunque su cara está tan roja como su pelo. Illje sonríe y mientras se acerca se pregunta si debería hacer algo al respecto. No es que no le apetezca, pero a juzgar por su expresión y lo que le dice, si intenta ser directa hay más probabilidades de que el pobre salga corriendo. Quizá si pasa la tarde con el pelirrojo este se relaje y pueda convencerle de que le acompañe por la noche.
Va a agradecerle sus palabras, pero algo no le cuadra. ¿Se menea? ¿Su estilo de baile? Eso no tiene sentido. Recuerda dónde le pareció verle y tras un par de segundos conecta los puntos y se echa a reír.
-¿Lo dices por esto?
Se levanta y con delicadeza, se levanta un lado de la falda para que su cola quede al descubierto.
-Mi abuela era una mink conejo. Normalmente dejo que se quede bajo la ropa porque la otra opción es ir haciéndole un agujero a medida a cada prenda y maniobrar cada vez que quiera vestirme. Es solo pelo, así que no molesta y es más sencillo así.
Vuelve a sentarse a su lado y da otro traguito a la botella. Definitivamente, lo que sobre se va con ella en el barco. Y no descarta volver a pasar por la tienda del empleado apático antes de marcharse. Espera un momento, ¿por qué le extraña? Se lleva una mano a la cabeza y efectivamente, sus orejas siguen ahí. Esboza una pequeña sonrisa burlona y se le acerca un poco.
-¿Creías que eran de mentira? Ven, puedes tocarlas si quieres. A no ser, claro está, que prefieras tocar lo otro.
Aguarda un par de segundos, intentando no reírse. No pierde nada por echar el anzuelo, pero si es sincera tiene la sensación de que su reacción le va a divertir más que intentar arrastrarlo hasta la cama. Lo bonito en esos casos siempre es un saludable ratio de mutuo arrastramiento. Decide hacerle sufrir unos segundos, antes de apartarse un poco y darle espacio para respirar. Al final, rebusca un poco y saca su libretita, pasando un par de páginas antes de entregársela.
-Ten, escoge. ¿Hay algo que te apetezca hacer? Yo iba a probarlo todo, así que cualquiera me sirve.
En la hoja hay escritas al menos catorce actividades para llevar a cabo en la isla, desde baños de vapor y danzas extravagantes hasta contemplar y posiblemente cabalgar DOS tipos de osos locales. Es una chica previsora.
Va a agradecerle sus palabras, pero algo no le cuadra. ¿Se menea? ¿Su estilo de baile? Eso no tiene sentido. Recuerda dónde le pareció verle y tras un par de segundos conecta los puntos y se echa a reír.
-¿Lo dices por esto?
Se levanta y con delicadeza, se levanta un lado de la falda para que su cola quede al descubierto.
-Mi abuela era una mink conejo. Normalmente dejo que se quede bajo la ropa porque la otra opción es ir haciéndole un agujero a medida a cada prenda y maniobrar cada vez que quiera vestirme. Es solo pelo, así que no molesta y es más sencillo así.
Vuelve a sentarse a su lado y da otro traguito a la botella. Definitivamente, lo que sobre se va con ella en el barco. Y no descarta volver a pasar por la tienda del empleado apático antes de marcharse. Espera un momento, ¿por qué le extraña? Se lleva una mano a la cabeza y efectivamente, sus orejas siguen ahí. Esboza una pequeña sonrisa burlona y se le acerca un poco.
-¿Creías que eran de mentira? Ven, puedes tocarlas si quieres. A no ser, claro está, que prefieras tocar lo otro.
Aguarda un par de segundos, intentando no reírse. No pierde nada por echar el anzuelo, pero si es sincera tiene la sensación de que su reacción le va a divertir más que intentar arrastrarlo hasta la cama. Lo bonito en esos casos siempre es un saludable ratio de mutuo arrastramiento. Decide hacerle sufrir unos segundos, antes de apartarse un poco y darle espacio para respirar. Al final, rebusca un poco y saca su libretita, pasando un par de páginas antes de entregársela.
-Ten, escoge. ¿Hay algo que te apetezca hacer? Yo iba a probarlo todo, así que cualquiera me sirve.
En la hoja hay escritas al menos catorce actividades para llevar a cabo en la isla, desde baños de vapor y danzas extravagantes hasta contemplar y posiblemente cabalgar DOS tipos de osos locales. Es una chica previsora.
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Parece que no se lo ha tomado a mal. Es más, incluso parece hacerle cierta gracia la situación. Poco a poco mis mejillas recuperan un aspecto normal y sano, y mi expresión se relaja hasta un punto anterior a esta situación que, en realidad, ahora parece un poco absurda. ¿Cómo van a ser suyas las orejas de conejo? He visto gente rara a lo largo de los años, pero sin duda esto es lo segundo más raro con lo que me he cruzado nunca. Con diferencia.
- ¿M-mink? -Nunca antes había oído esa palabra. He visto sirenas, pero no sabía que estas pudieran ser también sirenas terrestres. En cualquier caso, lo mejor es saciar mi curiosidad, así que termino haciendo la pregunta-: ¿Es como ser una sirena de tierra? -Hay más cosas que me llaman la atención-. ¿Caminas a saltitos? ¿En qué más te pareces a una coneja?
Fruto del no saber hago unas cuantas preguntas más antes de darme cuenta de que me ha ofrecido tocarlas. La verdad es que me gustaría, pero también quiero tocar el pompón... Difícil decisión. Nunca he tocado orejas de conejo, y mi vista va alternándose entre su cabeza y su... Bueno, sí, su culo. Ahí es donde está su cola, al fin y al cabo. Pero vaya, nunca había visto una sirena de tierra y la verdad es que estoy alucinando un poco. Decidido. La miro a la cara con determinación, y respondo:
- Quiero tocártelo todo.
Me acerco a su cabeza y recorro con la yema de los dedos sus orejas, desde la base hasta la punta. Es como si se mantuviesen tensas, pero al mismo tiempo es muy suave y agradable al tacto. Donde se juntan con la cabellera están sensiblemente más duras, y la parte más alejada casi parece doblarse al tocarla. ¿Tendrá cosquillas ahí? Paso los dedos con rapidez por un instante. Si las tiene, pararé. Y si me deja también pondré la mano en la cola, vaya. Es sin duda lo que más me llama la atención, porque no lo entiendo. Osea, las orejas son orejas, pero esto parece más alguna clase de fetiche... Lo miro muy de cerca, casi hasta pegar la nariz, y le doy un golpecito con el dedo. Qué mono.
Además de dejarme toquetearla, la sirena de tierra -o mink, sea lo que sea eso- me ofrece compartir con ella una lista de experiencias que tiene pensadas para cumplir a lo largo de las horas que le quedan antes de volver al barco. Lo cierto es que todas parecen ideas espectaculares, a excepción de la número ocho. Pero vaya, que no sabría ni por cuál empezar. Al final, la miro con serenidad, clavando mis ojos en los suyos y esbozando una sonrisa decidida. Ya sé qué es lo primero que quiero.
- No creo que te dé tiempo a todo en una sola visita, pero sí da tiempo a los baños de vapor y a un par de cosas más. Y si vuelves y coincidimos, podemos darnos más baños de vapor y hacer el resto. -Me encantan los baños de vapor-. Salvo la ocho. Ni siquiera tú estás tan loca como para poder gustarte eso.
Y es que probar surströmming no es algo para todo el mundo. De hecho, no es para nadie. No se lo desearía ni a mi peor enemigo.
- ¿M-mink? -Nunca antes había oído esa palabra. He visto sirenas, pero no sabía que estas pudieran ser también sirenas terrestres. En cualquier caso, lo mejor es saciar mi curiosidad, así que termino haciendo la pregunta-: ¿Es como ser una sirena de tierra? -Hay más cosas que me llaman la atención-. ¿Caminas a saltitos? ¿En qué más te pareces a una coneja?
Fruto del no saber hago unas cuantas preguntas más antes de darme cuenta de que me ha ofrecido tocarlas. La verdad es que me gustaría, pero también quiero tocar el pompón... Difícil decisión. Nunca he tocado orejas de conejo, y mi vista va alternándose entre su cabeza y su... Bueno, sí, su culo. Ahí es donde está su cola, al fin y al cabo. Pero vaya, nunca había visto una sirena de tierra y la verdad es que estoy alucinando un poco. Decidido. La miro a la cara con determinación, y respondo:
- Quiero tocártelo todo.
Me acerco a su cabeza y recorro con la yema de los dedos sus orejas, desde la base hasta la punta. Es como si se mantuviesen tensas, pero al mismo tiempo es muy suave y agradable al tacto. Donde se juntan con la cabellera están sensiblemente más duras, y la parte más alejada casi parece doblarse al tocarla. ¿Tendrá cosquillas ahí? Paso los dedos con rapidez por un instante. Si las tiene, pararé. Y si me deja también pondré la mano en la cola, vaya. Es sin duda lo que más me llama la atención, porque no lo entiendo. Osea, las orejas son orejas, pero esto parece más alguna clase de fetiche... Lo miro muy de cerca, casi hasta pegar la nariz, y le doy un golpecito con el dedo. Qué mono.
Además de dejarme toquetearla, la sirena de tierra -o mink, sea lo que sea eso- me ofrece compartir con ella una lista de experiencias que tiene pensadas para cumplir a lo largo de las horas que le quedan antes de volver al barco. Lo cierto es que todas parecen ideas espectaculares, a excepción de la número ocho. Pero vaya, que no sabría ni por cuál empezar. Al final, la miro con serenidad, clavando mis ojos en los suyos y esbozando una sonrisa decidida. Ya sé qué es lo primero que quiero.
- No creo que te dé tiempo a todo en una sola visita, pero sí da tiempo a los baños de vapor y a un par de cosas más. Y si vuelves y coincidimos, podemos darnos más baños de vapor y hacer el resto. -Me encantan los baños de vapor-. Salvo la ocho. Ni siquiera tú estás tan loca como para poder gustarte eso.
Y es que probar surströmming no es algo para todo el mundo. De hecho, no es para nadie. No se lo desearía ni a mi peor enemigo.
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¿Sirena de tierra? Le costó no reírse. Pero claro, la gente de la raza de su abuela no abundaba fuera de Zou, era normal que no hubiera oído la palabra antes.
-Más bien piensa en una conejita del tamaño y la inteligencia de una humana. Oh, y la mala baba. Por lo que me han contado, mi abuela era de armas tomar.
En realidad no sabía mucho de su abuela. Ahora que caía en ello, no estaba segura de que siguiera viva. Su padre la había mencionado cuando le contó su historia, claro, pero… ¿estaba retirada o muerta? ¿debería mandarle una carta preguntando? A lo mejor era de mala educación. En cualquier caso, podía pensarlo en el barco. Por lo visto no era la única que tenía preguntas.
-Puedo saltar, igual que tú, pero sinceramente prefiero caminar. Y en cuanto a en qué más me parezco… dejaré que lo vayas adivinando por tu cuenta.
Le guiñó un ojo, antes de seguir respondiendo sus preguntas con paciencia. Entendía la curiosidad. En realidad prefería hacerle pensar que tenía algún secreto espectacular que decepcionarle, porque la verdad era que sus rasgos de conejo acababan con las orejas y la cola. Solo era un cuarto, al fin y al cabo.
Que quería tocárselo todo, decía. Qué atrevido. Irrelevante, de todas formas, porque había empezado por las orejas y cualquier doble sentido que hubiera podido tener la frase se perdió mientras Illje cerraba los ojitos y se dejaba hacer. Si había algo que le encantaba era que le acariciasen las orejitas y llevaba muchos años sin que nadie se lo hiciese. No lo hacía igual de bien que su hermana, claro, pero le gustaba igual. No tenía cosquillas, pero hizo un ruido que solo podía calificarse como el equivalente de un conejo al ronroneo de un gato. Estaba tan a gusto que no notó que le estaba tocando la cola hasta que le dio un golpecito. La meneó un poquito por acto reflejo y en seguida se incorporó. Había un par de personas mirándoles desde lejos y parecían bastante indignados. Sin duda se habían llevado la impresión equivocada, aunque no podía culparles.
Quizá deberían plantearse marcharse del concierto antes de que alguien se quejase, más por ahorrarse el incordio que otra cosa. Lo bueno de haber entrado sin pagar es que no perdían mucho. En cuanto el pelirrojo mencionó los baños de vapor, las orejas de Illje se alzaron con atención.
-Me gusta esa idea. Nunca he ido a unos baños de vapor.
Se levantó y volvió a cogerle de la muñeca. Iban a tener que atravesar a bastante gente para salir del recinto y no quería perderle. Mientras salían, vio como el gorila de la entrada saludaba con ilusión a Claude. En serio, ¿qué le había dado? Ella también quería. Le soltó una vez fuera y regresó a sus patines de ciudad, girando en el sitio.
-En realidad no sé qué es el surströmming, se lo oí a un local y lo metí en la lista para averiguarlo. Oye, ¿tú sabes en qué dirección están los baños?
-Más bien piensa en una conejita del tamaño y la inteligencia de una humana. Oh, y la mala baba. Por lo que me han contado, mi abuela era de armas tomar.
En realidad no sabía mucho de su abuela. Ahora que caía en ello, no estaba segura de que siguiera viva. Su padre la había mencionado cuando le contó su historia, claro, pero… ¿estaba retirada o muerta? ¿debería mandarle una carta preguntando? A lo mejor era de mala educación. En cualquier caso, podía pensarlo en el barco. Por lo visto no era la única que tenía preguntas.
-Puedo saltar, igual que tú, pero sinceramente prefiero caminar. Y en cuanto a en qué más me parezco… dejaré que lo vayas adivinando por tu cuenta.
Le guiñó un ojo, antes de seguir respondiendo sus preguntas con paciencia. Entendía la curiosidad. En realidad prefería hacerle pensar que tenía algún secreto espectacular que decepcionarle, porque la verdad era que sus rasgos de conejo acababan con las orejas y la cola. Solo era un cuarto, al fin y al cabo.
Que quería tocárselo todo, decía. Qué atrevido. Irrelevante, de todas formas, porque había empezado por las orejas y cualquier doble sentido que hubiera podido tener la frase se perdió mientras Illje cerraba los ojitos y se dejaba hacer. Si había algo que le encantaba era que le acariciasen las orejitas y llevaba muchos años sin que nadie se lo hiciese. No lo hacía igual de bien que su hermana, claro, pero le gustaba igual. No tenía cosquillas, pero hizo un ruido que solo podía calificarse como el equivalente de un conejo al ronroneo de un gato. Estaba tan a gusto que no notó que le estaba tocando la cola hasta que le dio un golpecito. La meneó un poquito por acto reflejo y en seguida se incorporó. Había un par de personas mirándoles desde lejos y parecían bastante indignados. Sin duda se habían llevado la impresión equivocada, aunque no podía culparles.
Quizá deberían plantearse marcharse del concierto antes de que alguien se quejase, más por ahorrarse el incordio que otra cosa. Lo bueno de haber entrado sin pagar es que no perdían mucho. En cuanto el pelirrojo mencionó los baños de vapor, las orejas de Illje se alzaron con atención.
-Me gusta esa idea. Nunca he ido a unos baños de vapor.
Se levantó y volvió a cogerle de la muñeca. Iban a tener que atravesar a bastante gente para salir del recinto y no quería perderle. Mientras salían, vio como el gorila de la entrada saludaba con ilusión a Claude. En serio, ¿qué le había dado? Ella también quería. Le soltó una vez fuera y regresó a sus patines de ciudad, girando en el sitio.
-En realidad no sé qué es el surströmming, se lo oí a un local y lo metí en la lista para averiguarlo. Oye, ¿tú sabes en qué dirección están los baños?
Claude von Appetit
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Mientras le acaricio las orejas reflexiono acerca de cómo le he hablado y me doy cuenta de que tal vez no haya sido la frase más acertada para decirle a una muchachita. Sin embargo parece mucho más pícara de lo que resultaba a simple vista y no parece asustarse ante mis comentarios, llegando a guiñarme un ojo. Resulta muy curioso cómo es la gente allá donde voy encontrándomela, y cuando menea la colita me quedo hasta feliz de haberlo visto. ¡Es adorable! En todos los sentidos; la verdad es que creo que es lo más cuco que voy a ver en toda esta isla.
- Bueno, seguro que podemos descubrirlo según caiga la noche -comento despreocupadamente mientras me alejo de su pompón. ¿Tendrá pies de conejo? A lo mejor tiene bigotitos, pero se los afeita. ¡O palmas con almohadilla! Aunque si las tuviera seguramente me hubiese dado cuenta de ello; soy bastante observador en general.
En cualquier caso, ella parece reconocer que no tiene ni idea de lo que es el surströmming. No se lo voy a explicar, pero solo por mi expresión seguramente ya tenga claro que se trata de arenques fermentados o, como mínimo, algo que ni de lejos parece comestible a simple vista.
- Los baños de vapor son una maravilla -le explico, con cierta ilusión-. Se trata de una sala privada con toda clase de asientos, pero tan grandes que te puedes tumbar en ellos, con una caldera en el centro sobre la que echas agua. Lo ideal es estar desnudo, claro, porque en ese sitio se suda mucho a poco que te muevas, pero al mis tiempo es una sensación tan placentera que ni siquiera te das cuenta hasta que necesitas darte una ducha cuando terminas. -Recompongo mi cara, que poco a poco se ha ido convirtiendo en una expresión casi extasiada-. Que vaya, es una maravilla, sobre todo cuando vas con gente, porque esta clase de baño en compañía es mejor.
Cualquiera puede saber con solo pensarlo que estar solo sudando en una salita es muy aburrido. Con gente se puede hablar, jugar a algo... Dominó o ajedrez, porque las cartas tienden a estropearse. Pero no deja de ser un lugar que en compañía siempre se disfruta más, decidas lo que decidas hacer. Y, lo que decido, en esta ocasión, es contestar de una vez a su pregunta en vez de tanto divagar.
- Sí, claro. En San Beersburg hay una calle entera, ¡y está muy cerca!
Me dejo guiar por ella hasta la salida y pongo la mano en el hombro al gorila, despidiéndome. Mientras ella tira de mí, yo le voy señalando hacia dónde tiene que ir girando. Hay quien podría preguntarse cómo me deslizo sin patines, pero la respuesta es muy sencilla: He recuperado mi mantequilla.
- Por cierto -le digo, fijándome bien en ella-. Estoy seguro de que me quedaría tu conjunto, como mínimo, tan bien como a ti.
- Bueno, seguro que podemos descubrirlo según caiga la noche -comento despreocupadamente mientras me alejo de su pompón. ¿Tendrá pies de conejo? A lo mejor tiene bigotitos, pero se los afeita. ¡O palmas con almohadilla! Aunque si las tuviera seguramente me hubiese dado cuenta de ello; soy bastante observador en general.
En cualquier caso, ella parece reconocer que no tiene ni idea de lo que es el surströmming. No se lo voy a explicar, pero solo por mi expresión seguramente ya tenga claro que se trata de arenques fermentados o, como mínimo, algo que ni de lejos parece comestible a simple vista.
- Los baños de vapor son una maravilla -le explico, con cierta ilusión-. Se trata de una sala privada con toda clase de asientos, pero tan grandes que te puedes tumbar en ellos, con una caldera en el centro sobre la que echas agua. Lo ideal es estar desnudo, claro, porque en ese sitio se suda mucho a poco que te muevas, pero al mis tiempo es una sensación tan placentera que ni siquiera te das cuenta hasta que necesitas darte una ducha cuando terminas. -Recompongo mi cara, que poco a poco se ha ido convirtiendo en una expresión casi extasiada-. Que vaya, es una maravilla, sobre todo cuando vas con gente, porque esta clase de baño en compañía es mejor.
Cualquiera puede saber con solo pensarlo que estar solo sudando en una salita es muy aburrido. Con gente se puede hablar, jugar a algo... Dominó o ajedrez, porque las cartas tienden a estropearse. Pero no deja de ser un lugar que en compañía siempre se disfruta más, decidas lo que decidas hacer. Y, lo que decido, en esta ocasión, es contestar de una vez a su pregunta en vez de tanto divagar.
- Sí, claro. En San Beersburg hay una calle entera, ¡y está muy cerca!
Me dejo guiar por ella hasta la salida y pongo la mano en el hombro al gorila, despidiéndome. Mientras ella tira de mí, yo le voy señalando hacia dónde tiene que ir girando. Hay quien podría preguntarse cómo me deslizo sin patines, pero la respuesta es muy sencilla: He recuperado mi mantequilla.
- Por cierto -le digo, fijándome bien en ella-. Estoy seguro de que me quedaría tu conjunto, como mínimo, tan bien como a ti.
Illje Landvik
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-Eso explica que sean tan populares en este lugar. Es la primera vez que estoy en una isla tan fría ¿sabes? Puedo entender el encanto.
Asientos de madera y un centro al rojo listo para regar de vez en cuando. La imagen mental que se estaba haciendo era la de una canasta para hacer bollitos al vapor, pero mucho más grande y con un borde en el lado para que la gente pudiera tumbarse a placer. Solo de imaginarlo se le dibujaba una sonrisa. ¡Qué ganas!
Claude le va indicando por donde tiene que ir y antes de darse cuenta están ambos deslizándose por toda la ciudad. A medio camino se da cuenta de que en realidad no debería ser así, si antes miró bien es la única en patines y en lugar de corretear a su lado se desliza con suavidad. Mira al suelo y ve el rastro amarillo que va dejando. Frunce el ceño por un momento, hasta que ve la botella en su mano. ¿Siempre se desplaza así? Qué arcaico. ¿Debería hacerle unos patines? No tiene tiempo ni materiales, por desgracia. No quiere tampoco avergonzarle, el caso es que su método funciona y en realidad es culpa suya por no avanzar caminando, debería haber sido más considerada.
Llegamos a la calle de la que me ha hablado y, ciertamente, todos los establecimientos del lugar ofrecen baños de vapor. No solo eso, si no que algunos incluso añaden té y pastas a la ecuación, mientras que otros especifican que su vapor huele a tal y tal cosa o tiene tales y cuales propiedades. No hay que ser muy listo para darse cuenta de que es una carrera para acaparar a todos los clientes. Illje sonríe, decidida a sacar provecho de eso, pero Claude interrumpe sus pensamientos y le hace girarse y mirarle de arriba abajo. Tiene mucha razón, sin duda. Su pelo es más clarito que el de él, por lo que en su caso el contraste sería mucho más pronunciado. Además, tiene unos ojos realmente bonitos y verde, rojo y blanco es una gran combinación.
-Si quieres, podemos intercambiar una vez salgamos de los baños. Espera, se me ocurre algo todavía mejor. Espérame aquí, no tardo. ¡Puedes ir escogiendo a cuál vamos a ir!
Cambia las ruedas de sus patines y sale, esta vez sí, patinando a toda velocidad. Ya se ha hecho el mapa mental y no tarda nada en llegar hasta el barco y meter en una bolsa de tela blanca dos o tres conjuntos. No es capaz de decidirse, así que ¿para qué hacerlo? Regresa sin dejar de acelerar, atajando por algún que otro callejón. Cuando llega junto a él está un poco colorada de la carrera, pero contenta. Le pasa la bolsa para que pueda ver lo que hay dentro y levanta un dedo con fingida seriedad.
-Puedes escoger un conjunto, el que llevo incluido, claro. Si te queda bien y lo quieres te lo regalo, pero con una condición: a cambio tienes que dejar que te peine. No te preocupes, se me da bastante bien.
Para enfatizar sus palabras, saca con agilidad un par de horquillas de la parte de atrás de su cabeza. El elaborado recogido que llevaba hecho se deshace y de repente lo que parecía una melena corta cae hasta más allá de su cintura. Lleva varias horas recogido, así que está un pelín más ondulado de lo normal, pero también le gusta llevarlo así. Se muerde el labio sin darse cuenta, antes de sonreír y encogerse de hombros.
-Puedo hacértelo en los baños y ya después de la ducha escoges el que prefieras. ¿Te parece?
Asientos de madera y un centro al rojo listo para regar de vez en cuando. La imagen mental que se estaba haciendo era la de una canasta para hacer bollitos al vapor, pero mucho más grande y con un borde en el lado para que la gente pudiera tumbarse a placer. Solo de imaginarlo se le dibujaba una sonrisa. ¡Qué ganas!
Claude le va indicando por donde tiene que ir y antes de darse cuenta están ambos deslizándose por toda la ciudad. A medio camino se da cuenta de que en realidad no debería ser así, si antes miró bien es la única en patines y en lugar de corretear a su lado se desliza con suavidad. Mira al suelo y ve el rastro amarillo que va dejando. Frunce el ceño por un momento, hasta que ve la botella en su mano. ¿Siempre se desplaza así? Qué arcaico. ¿Debería hacerle unos patines? No tiene tiempo ni materiales, por desgracia. No quiere tampoco avergonzarle, el caso es que su método funciona y en realidad es culpa suya por no avanzar caminando, debería haber sido más considerada.
Llegamos a la calle de la que me ha hablado y, ciertamente, todos los establecimientos del lugar ofrecen baños de vapor. No solo eso, si no que algunos incluso añaden té y pastas a la ecuación, mientras que otros especifican que su vapor huele a tal y tal cosa o tiene tales y cuales propiedades. No hay que ser muy listo para darse cuenta de que es una carrera para acaparar a todos los clientes. Illje sonríe, decidida a sacar provecho de eso, pero Claude interrumpe sus pensamientos y le hace girarse y mirarle de arriba abajo. Tiene mucha razón, sin duda. Su pelo es más clarito que el de él, por lo que en su caso el contraste sería mucho más pronunciado. Además, tiene unos ojos realmente bonitos y verde, rojo y blanco es una gran combinación.
-Si quieres, podemos intercambiar una vez salgamos de los baños. Espera, se me ocurre algo todavía mejor. Espérame aquí, no tardo. ¡Puedes ir escogiendo a cuál vamos a ir!
Cambia las ruedas de sus patines y sale, esta vez sí, patinando a toda velocidad. Ya se ha hecho el mapa mental y no tarda nada en llegar hasta el barco y meter en una bolsa de tela blanca dos o tres conjuntos. No es capaz de decidirse, así que ¿para qué hacerlo? Regresa sin dejar de acelerar, atajando por algún que otro callejón. Cuando llega junto a él está un poco colorada de la carrera, pero contenta. Le pasa la bolsa para que pueda ver lo que hay dentro y levanta un dedo con fingida seriedad.
-Puedes escoger un conjunto, el que llevo incluido, claro. Si te queda bien y lo quieres te lo regalo, pero con una condición: a cambio tienes que dejar que te peine. No te preocupes, se me da bastante bien.
Para enfatizar sus palabras, saca con agilidad un par de horquillas de la parte de atrás de su cabeza. El elaborado recogido que llevaba hecho se deshace y de repente lo que parecía una melena corta cae hasta más allá de su cintura. Lleva varias horas recogido, así que está un pelín más ondulado de lo normal, pero también le gusta llevarlo así. Se muerde el labio sin darse cuenta, antes de sonreír y encogerse de hombros.
-Puedo hacértelo en los baños y ya después de la ducha escoges el que prefieras. ¿Te parece?
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Llegamos a la calle de los baños. Justo a tiempo, porque me he quedado sin mantequilla. Parece que Ilje ha tomado en consideración lo que he dicho, porque me ha dejado solo eligiendo en qué baño queremos estar mientras ella va corriendo -rodando, en realidad- a su barco para coger un par de conjuntos más. Bueno, me parece bien, así voy teniendo tiempo de revisar uno a uno todos los locales. Hay uno que es más caro, lo cual para mí es irrelevante, que ofrece también servicio de bañera de masajes, ducha y hasta un pequeño camastro de bambú sobre el que recostarse. Además también parecen tener mueble-bar con bebidas tanto frías como calientes, por lo que ya solo falta preguntar si tienen aperitivos y podría hasta echar ahí la noche.
Tienen aperitivos. Me hacen firmar un papel conforme estoy dispuesto a pagar y todo eso, pero como siempre digo: Es un papel, no un policía. Consigo la llave de nuestra "sala de baño privada para tres" -que, aunque seamos solo dos poco importa- y pido que nos dejen en la sala de estar, porque sí, la sala del baño incluye también una sala de estar privada que hace las veces de cambiador, un aperitivo y plato de todos los que ofrecen. Me han advertido que es mucha comida y bastante precio pero, de nuevo...
- El dinero para mí no es ningún problema. -Cuando no pagas, nunca lo es.
Al volver la conejita le señalo el local que he seleccionado, sin decirle nada. Quiero darle una buena sorpresa, claro, y le paso la mano por la cintura para invitarla a entrar. Aunque me molesta su colita, así que bajo un poco más la mano sin percatarme de que lo que acabo tocando es su... Bueno, lo peor que puedo hacer ahora es ponerme nervioso. No es cosa de parecerle un pervertido.
- Aunque seguro que el azul me queda ideal, quiero probarme la que llevas puesta. -La miro con una sonrisa plácida-. Tampoco queremos manchar más de lo necesario, ¿no?
Con esa frase entro al local. Una mujer de aspecto bastante ligero -no la juzgo, a mí me está entrando calor de estar en los pasillos- nos guía hasta lo que denominan "la habitación ciento tres". Espera, ¿he cogido una habitación de hotel? Bueno, por lo menos tienen baño de vapor, que es a lo que hemos venido. Aunque claro, debería haberme escamado cuando dijeron "sala de estar". ¡He alquilado una suite del vicio! No importa, seguro que Ilje lo entiende y no se toma a mal este pequeño error. Por lo menos ya me he quitado de encima el dónde dormir esta noche.
- Lo suyo es hacerlo antes de la ducha, así cuando salgamos nos ponemos ropa limpia -comento también, cuando abro la puerta de un dormitorio gigantesco-. Es una guarrada ponerse ropa usada estando limpio.
Tienen aperitivos. Me hacen firmar un papel conforme estoy dispuesto a pagar y todo eso, pero como siempre digo: Es un papel, no un policía. Consigo la llave de nuestra "sala de baño privada para tres" -que, aunque seamos solo dos poco importa- y pido que nos dejen en la sala de estar, porque sí, la sala del baño incluye también una sala de estar privada que hace las veces de cambiador, un aperitivo y plato de todos los que ofrecen. Me han advertido que es mucha comida y bastante precio pero, de nuevo...
- El dinero para mí no es ningún problema. -Cuando no pagas, nunca lo es.
Al volver la conejita le señalo el local que he seleccionado, sin decirle nada. Quiero darle una buena sorpresa, claro, y le paso la mano por la cintura para invitarla a entrar. Aunque me molesta su colita, así que bajo un poco más la mano sin percatarme de que lo que acabo tocando es su... Bueno, lo peor que puedo hacer ahora es ponerme nervioso. No es cosa de parecerle un pervertido.
- Aunque seguro que el azul me queda ideal, quiero probarme la que llevas puesta. -La miro con una sonrisa plácida-. Tampoco queremos manchar más de lo necesario, ¿no?
Con esa frase entro al local. Una mujer de aspecto bastante ligero -no la juzgo, a mí me está entrando calor de estar en los pasillos- nos guía hasta lo que denominan "la habitación ciento tres". Espera, ¿he cogido una habitación de hotel? Bueno, por lo menos tienen baño de vapor, que es a lo que hemos venido. Aunque claro, debería haberme escamado cuando dijeron "sala de estar". ¡He alquilado una suite del vicio! No importa, seguro que Ilje lo entiende y no se toma a mal este pequeño error. Por lo menos ya me he quitado de encima el dónde dormir esta noche.
- Lo suyo es hacerlo antes de la ducha, así cuando salgamos nos ponemos ropa limpia -comento también, cuando abro la puerta de un dormitorio gigantesco-. Es una guarrada ponerse ropa usada estando limpio.
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Illje asiente. Si no le da reparo ponerse lo que ella claramente lleva usando un par de horas, no va a frenarle. Está de acuerdo con él en que va a quedarle bien, así que tiene ganas de verlo. Lo cierto es que la conejita suele ser bastante particular a la hora de escoger su ropa. Le gusta utilizar telas de buena calidad y prendas hechas a medida, en colores que sabe que van a quedarle bien. ¿Por qué conformarse con algo peor? Es un pasatiempo sutil y la idea de compartir su gusto con otra persona le llama enormemente. No tuvo muchos amigos mientras estaba en Dark Dome; gran parte de su vida giraba en torno a su trabajo, porque solo cuando consiguiera dinero y cierta independencia podría ir a buscar a sus hermanas. Y ahora que por fin estaba en camino, el encontrar a alguien divertido con quien pasar el rato ha sido una agradable sorpresa. Por supuesto que está feliz de compartir sus cosas con él.
Entra con Claude al interior del local. No le da tiempo a ver con calma el cartel de este, pero deduce enseguida que es un sitio caro y aprueba su elección. Nota que le pone la mano un tanto más debajo de lo que sería normal en esos casos y al principio cree que es un error, hasta que llegan a la habitación que ha reservado y se le queda mirando con una ceja levantada. Y no es para menos. El lugar tiene sala de estar, con una mesa llena de aperitivos y una mininevera llena de botellitas de alcohol, refrescos y zumos. Puede ver a lo lejos lo que presume que es la puerta del baño, porque es de madera y el bajo está sellado con un pie de goma. ¿Por qué le pondrían eso a nada, si no fuera para evitar que escapara el vapor? Pero baños a parte, todo el lugar tiene una estética inconfundible. El pelirrojo le ha llevado a un motel. Caro, elegante, lo reconoce, pero un motel. Seguro que la otra puerta lleva hasta una cama. En efecto, él se adelanta y da paso a un enorme dormitorio.
-Pero vamos a ver- le dice entre confusa y divertida- ¿pretendes probarte mi ropa o probarme a mí?
Teniendo en cuenta la situación, es una pregunta más que justa. De todas formas, no le importa. Una ración de sexo suena bien, pero su curiosidad le está llamando a la habitación del vapor. Aunque para ambas debe desvestirse, por lo que empieza a hacerlo mientras camina por el cuarto, examinándolo. Está segura de que en la cama cabrían por lo menos cuatro mujeres de su talla y siente el irrefrenable deseo de hacer algo estúpido.
Se queda en ropa interior, un sencillo conjunto blanco y tras doblar su conjunto una vez sobre su brazo, se lo tiende al pelirrojo con una sonrisa amable.
-¿Sabes? Ambas opciones suenan bien, escoge la que prefieras.
Podía escoger las dos, claro, aunque en ese caso le haría desvestirse primero. No había por qué arrugar la ropa. Le dejó para que se cambiara y entretanto, decidió rendirse a los ojitos que le ponía la cama. Cogió algo de carrerilla y dio un enorme salto para aterrizar en el centro. Rebotó un poco más de lo que había calculado y sin darse cuenta dio una voltereta perfecta, acabando de pie justo en la almohada con los brazos extendidos. Sorprendida y sin entender muy bien qué acababa de pasar, miró a Claude y se echó a reír antes de sentarse en el borde de la cama. Le dedicó una sonrisa amable y se mordió el labio de nuevo de forma distraída, mientras esperaba a que terminara de cambiarse.
-Entonces… ¿baño de vapor?
Al fin y al cabo, era compatible con ambas opciones y su curiosidad seguía tirando de ella más que ninguna otra cosa.
Entra con Claude al interior del local. No le da tiempo a ver con calma el cartel de este, pero deduce enseguida que es un sitio caro y aprueba su elección. Nota que le pone la mano un tanto más debajo de lo que sería normal en esos casos y al principio cree que es un error, hasta que llegan a la habitación que ha reservado y se le queda mirando con una ceja levantada. Y no es para menos. El lugar tiene sala de estar, con una mesa llena de aperitivos y una mininevera llena de botellitas de alcohol, refrescos y zumos. Puede ver a lo lejos lo que presume que es la puerta del baño, porque es de madera y el bajo está sellado con un pie de goma. ¿Por qué le pondrían eso a nada, si no fuera para evitar que escapara el vapor? Pero baños a parte, todo el lugar tiene una estética inconfundible. El pelirrojo le ha llevado a un motel. Caro, elegante, lo reconoce, pero un motel. Seguro que la otra puerta lleva hasta una cama. En efecto, él se adelanta y da paso a un enorme dormitorio.
-Pero vamos a ver- le dice entre confusa y divertida- ¿pretendes probarte mi ropa o probarme a mí?
Teniendo en cuenta la situación, es una pregunta más que justa. De todas formas, no le importa. Una ración de sexo suena bien, pero su curiosidad le está llamando a la habitación del vapor. Aunque para ambas debe desvestirse, por lo que empieza a hacerlo mientras camina por el cuarto, examinándolo. Está segura de que en la cama cabrían por lo menos cuatro mujeres de su talla y siente el irrefrenable deseo de hacer algo estúpido.
Se queda en ropa interior, un sencillo conjunto blanco y tras doblar su conjunto una vez sobre su brazo, se lo tiende al pelirrojo con una sonrisa amable.
-¿Sabes? Ambas opciones suenan bien, escoge la que prefieras.
Podía escoger las dos, claro, aunque en ese caso le haría desvestirse primero. No había por qué arrugar la ropa. Le dejó para que se cambiara y entretanto, decidió rendirse a los ojitos que le ponía la cama. Cogió algo de carrerilla y dio un enorme salto para aterrizar en el centro. Rebotó un poco más de lo que había calculado y sin darse cuenta dio una voltereta perfecta, acabando de pie justo en la almohada con los brazos extendidos. Sorprendida y sin entender muy bien qué acababa de pasar, miró a Claude y se echó a reír antes de sentarse en el borde de la cama. Le dedicó una sonrisa amable y se mordió el labio de nuevo de forma distraída, mientras esperaba a que terminara de cambiarse.
-Entonces… ¿baño de vapor?
Al fin y al cabo, era compatible con ambas opciones y su curiosidad seguía tirando de ella más que ninguna otra cosa.
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- Creí que esa decisión ya estaba tomada. -Me encojo de hombros. Aunque pueda parecer lo contrario, todavía me acuerdo de lo que me ha dicho antes de entrar-. La ducha está ahí, por cierto.
Trago saliva cuando empieza a desnudarse. No pensé que todo fuese a ser tan rápido, pero sonrío al ver que solo lo hace para tenderme la ropa. Empiezo a desnudarme tranquilamente en el vestíbulo, sin seguir con la mirada su cuerpo al principio, pero sonriendo como un idiota al ver el pompón botar. Supongo que si ya está todo hablado no hay motivo para no mirar, así que no me voy a sonrojar si de repente me ve mirando, por mucho que pueda malinterpretarse.
Abro un armario despacio, sin hacer ruido. Dejo el vestido por un momento en uno de los estantes, y cuelgo la chaqueta en el perchero. Me quito el colgante, las pulseras y el pendiente de rubí, que dejo en uno de los platillos -qué bien pensado lo tienen todo, los condenados- y doblo mi camiseta nada más quitarla, con precisión militar. Con los pantalones soy algo más descuidado, tan solo los doblo por la entrepierna y los cruzo en una percha bajo el abrigo. Ahora solo queda ponerme el conjunto oficial de conejita loca.
Empiezo por la falda. Sube bien. Me queda algo más corta que a ella, pero apenas un par de centímetros. El problema es que esos dos centímetros son suficientes para que se vea la ropa interior y arruine un poco el conjunto, así que me la quito y rebusco en mi bolsa. Tengo algún que otro culotte, y concretamente... No suelo usar encaje porque pocas veces me paro en el espejo a contemplar mi ropa, pero siempre llevo uno negro con transparencias. Por suerte no hay transparencias en el pubis, que haría ver el aparato como una frankfurt envasada al vacío, así que continúo cambiándome.
La verdad es que la falda me queda bien, y mis piernas se estilizan mucho con las medias. No llevan ligas, pero sí un lacito para atarlas a la mitad del muslo, así que da igual cuánto me mueva no se me van a caer. Me doy cuenta de lo mal que ha sonado eso y me río mientras me coloco la parte de arriba, que me resulta complicado con unas mangas tan largas, pero finalmente soy capaz de ajustármelas bien y me queda bastante aceptable. Aunque claro, me miro al espejo y veo que falta algo. Simplemente, no caigo en el qué.
Desfilo todo lo espectacular que soy hasta que me topo con ella, tirada en la cama, con el sujetador apenas cubriendo los pechos que casi des... ¡Claro! ¡Eso es! Mirándola me llevo la mano a la nariz, taponándola antes de soplar con la boca cerrada, y mis pectorales empiezan a llenar el escote de Ilje hasta que puedo notar la tela levemente tensa, lo justo para poder soltar una suave bocanada de aire y asentar el vestido como es debido.
- La verdad es que resulta súper cómodo. Debería comprarme ropa como la tuya, se notan las primeras calidades.
Doy un par de vueltas, ejercito un par de pasos de baile sencillos...Estoy divino. Por favor, qué digo divino: Fabuloso. Me acerco a ella con suavidad, apoyando los codos sobre la cama. Le rozo la oreja con la nariz, cuidadosamente.
- Baño de vapor -susurro-. Pero antes, querías hacerme una cosita.
Me hace hasta ilusión que vaya a peinarme. Nunca dejo que nadie me peine, pero ella... Me da buena vibra.
Trago saliva cuando empieza a desnudarse. No pensé que todo fuese a ser tan rápido, pero sonrío al ver que solo lo hace para tenderme la ropa. Empiezo a desnudarme tranquilamente en el vestíbulo, sin seguir con la mirada su cuerpo al principio, pero sonriendo como un idiota al ver el pompón botar. Supongo que si ya está todo hablado no hay motivo para no mirar, así que no me voy a sonrojar si de repente me ve mirando, por mucho que pueda malinterpretarse.
Abro un armario despacio, sin hacer ruido. Dejo el vestido por un momento en uno de los estantes, y cuelgo la chaqueta en el perchero. Me quito el colgante, las pulseras y el pendiente de rubí, que dejo en uno de los platillos -qué bien pensado lo tienen todo, los condenados- y doblo mi camiseta nada más quitarla, con precisión militar. Con los pantalones soy algo más descuidado, tan solo los doblo por la entrepierna y los cruzo en una percha bajo el abrigo. Ahora solo queda ponerme el conjunto oficial de conejita loca.
Empiezo por la falda. Sube bien. Me queda algo más corta que a ella, pero apenas un par de centímetros. El problema es que esos dos centímetros son suficientes para que se vea la ropa interior y arruine un poco el conjunto, así que me la quito y rebusco en mi bolsa. Tengo algún que otro culotte, y concretamente... No suelo usar encaje porque pocas veces me paro en el espejo a contemplar mi ropa, pero siempre llevo uno negro con transparencias. Por suerte no hay transparencias en el pubis, que haría ver el aparato como una frankfurt envasada al vacío, así que continúo cambiándome.
La verdad es que la falda me queda bien, y mis piernas se estilizan mucho con las medias. No llevan ligas, pero sí un lacito para atarlas a la mitad del muslo, así que da igual cuánto me mueva no se me van a caer. Me doy cuenta de lo mal que ha sonado eso y me río mientras me coloco la parte de arriba, que me resulta complicado con unas mangas tan largas, pero finalmente soy capaz de ajustármelas bien y me queda bastante aceptable. Aunque claro, me miro al espejo y veo que falta algo. Simplemente, no caigo en el qué.
Desfilo todo lo espectacular que soy hasta que me topo con ella, tirada en la cama, con el sujetador apenas cubriendo los pechos que casi des... ¡Claro! ¡Eso es! Mirándola me llevo la mano a la nariz, taponándola antes de soplar con la boca cerrada, y mis pectorales empiezan a llenar el escote de Ilje hasta que puedo notar la tela levemente tensa, lo justo para poder soltar una suave bocanada de aire y asentar el vestido como es debido.
- La verdad es que resulta súper cómodo. Debería comprarme ropa como la tuya, se notan las primeras calidades.
Doy un par de vueltas, ejercito un par de pasos de baile sencillos...Estoy divino. Por favor, qué digo divino: Fabuloso. Me acerco a ella con suavidad, apoyando los codos sobre la cama. Le rozo la oreja con la nariz, cuidadosamente.
- Baño de vapor -susurro-. Pero antes, querías hacerme una cosita.
Me hace hasta ilusión que vaya a peinarme. Nunca dejo que nadie me peine, pero ella... Me da buena vibra.
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-Sabes, es un trato un poco injusto. Estoy segura de que si yo me probara la tuya no quedaría ni la mitad de fabulosa.
Se acerca a la cama y la conejita sonríe y vuelve a alzar una ceja, juguetona. ¿Qué será? Le roza una de las orejitas con la nariz y de repente tiene una opción favorita… que no es la elegida. Deja salir un quejido un tanto más dramático de lo necesario, pero sabe exactamente a qué se refiere con lo otro y no tarda en levantarse. Le empuja para tirarse a la cama antes, eso sí. Qué manera de ponerle los dientes largos después de semejante desfile.
Sin embargo, lógicamente, no está enfadada ni mucho menos. Se apresura a coger un par de peines y cuando regresa al dormitorio se sienta en la cama detrás de él. Es más alto que ella, pero por poco, así que lo soluciona colocándose un cojín debajo de las rodillas. Son increíblemente mullidos y rellenitos, así que ahora tiene todo el espacio que necesita para hacer su obra de arte.
Sabe exactamente lo que quiere hacerle, pero comienza peinándole desde abajo para deshacerle cualquier nudo que pueda llegar a tener. Una vez todo el pelo está perfecto, comienza la magia. De vez en cuando le mueve la cabeza con suavidad, girándole la barbilla o el cuello cuando lo necesita. Poco a poco va haciendo que los mechones le obedezcan y erigiendo su recogido sobre la cabeza de Claude.
-¿Sabes? Deberíamos ir de compras un día. No aquí en Russuam, claro, en algún sitio con ropa decente. Yo he escogido la tuya, fijo que puedes devolverme el favor.
En realidad era él quien le había dicho que quería probárselo, pero ella había elegido ese conjunto mucho antes de conocerle así que iba a quedarse el mérito de todas formas. Colocó la última horquilla, retocó un par de cosas y saltó de la cama feliz de la vida.
-¡Listo! A ver qué te parece.
No era un moño perfecto. Algunos mechones, cuidadosamente seleccionados, sobresalían aquí y allá dándole un aspecto descuidado que en realidad era casi más atractivo que si fuera inmaculado. Agarró un pequeño espejito de la mesita de noche y se lo colocó detrás para que pudiera ver todo el arreglo, incluida la delicada trenza de espiga que había tejido en la parte de atrás.
-¿Te gusta?
-Sabes, es un trato un poco injusto. Estoy segura de que si yo me probara la tuya no quedaría ni la mitad de fabulosa.
Se acerca a la cama y la conejita sonríe y vuelve a alzar una ceja, juguetona. ¿Qué será? Le roza una de las orejitas con la nariz y de repente tiene una opción favorita… que no es la elegida. Deja salir un quejido un tanto más dramático de lo necesario, pero sabe exactamente a qué se refiere con lo otro y no tarda en levantarse. Le empuja para tirarse a la cama antes, eso sí. Qué manera de ponerle los dientes largos después de semejante desfile.
Sin embargo, lógicamente, no está enfadada ni mucho menos. Se apresura a coger un par de peines y cuando regresa al dormitorio se sienta en la cama detrás de él. Es más alto que ella, pero por poco, así que lo soluciona colocándose un cojín debajo de las rodillas. Son increíblemente mullidos y rellenitos, así que ahora tiene todo el espacio que necesita para hacer su obra de arte.
Sabe exactamente lo que quiere hacerle, pero comienza peinándole desde abajo para deshacerle cualquier nudo que pueda llegar a tener. Una vez todo el pelo está perfecto, comienza la magia. De vez en cuando le mueve la cabeza con suavidad, girándole la barbilla o el cuello cuando lo necesita. Poco a poco va haciendo que los mechones le obedezcan y erigiendo su recogido sobre la cabeza de Claude.
-¿Sabes? Deberíamos ir de compras un día. No aquí en Russuam, claro, en algún sitio con ropa decente. Yo he escogido la tuya, fijo que puedes devolverme el favor.
En realidad era él quien le había dicho que quería probárselo, pero ella había elegido ese conjunto mucho antes de conocerle así que iba a quedarse el mérito de todas formas. Colocó la última horquilla, retocó un par de cosas y saltó de la cama feliz de la vida.
-¡Listo! A ver qué te parece.
No era un moño perfecto. Algunos mechones, cuidadosamente seleccionados, sobresalían aquí y allá dándole un aspecto descuidado que en realidad era casi más atractivo que si fuera inmaculado. Agarró un pequeño espejito de la mesita de noche y se lo colocó detrás para que pudiera ver todo el arreglo, incluida la delicada trenza de espiga que había tejido en la parte de atrás.
-¿Te gusta?
- Bu.:
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Hay momentos en esta vida en los que, aunque no te reporte beneficio alguno, pasar un buen rato con alguien vale la pena. Este parece ser uno de ellos. Ilje se ríe cuando me ve bailar, y me tira de la cama cuando le pido que me peine. Tal vez sea porque está como una cabra, porque he bebido demasiado de golpe o porque he "pagado" por una habitación con mil cosas que aprovechar antes de huir por la mañana, pero desde el suelo yo también acabo riéndome, casi descontroladamente, pero sin casi.
- Eres una vengativa -digo, cuando por fin puedo controlar los espasmos de mi cuerpo-. Solo te he rozado un pelín.
En cualquier caso logro levantarme, aún entre risas, y me siento al borde de la cama. Tengo el pelo muy largo y en general soy extremadamente cuidadoso con él, pero es cierto que en general opto por la comodidad de una coleta alta y no me molesto más. Es algo en lo que debería trabajar, claro, pero no termino de ver una razón coherente a perder cien veces más tiempo cuando ya soy fabuloso y, si eso, la mejora me hará un uno por ciento más genial. Que vaya, en cifras absolutas la mejora es estratosférica, pero solo porque mi encanto es universal.
- Tú tampoco estás nada mal.
Ups. Eso se me ha escapado en voz alta, aunque por lo menos es más acertado que otras expresiones que he utilizado en la última hora con ella. De hecho, apenas la conozco de hace una hora y ya está peinándome la mel... Mis ojos se abren como platos al pensar en mi nuca. Por instinto me la cubro con las manos, inquieto, tratando de cubrirlo por completo con los dedos o, por lo menos, evitar que perciba el volumen que despide el ojo. Sin embargo, antes de poder completar este movimiento ha terminado. Y no ha mencionado nada en absoluto, solo ha hecho el peinado y ahora me acerca un espejo para que pueda ver cómo me ha quedado.
Definitivamente esto no es un uno por ciento.
Estoy increíble, pero claro, para esta clase de cosas sí o sí voy a necesitar un segundo par de manos. ¿Es demasiado pronto? Nunca he tenido estas dudas con nadie, y la verdad es que empieza a apetecerme... ¿Qué debo hacer?
- Me encanta. -Me doy la vuelta-. Ilje, sé mi...
No llego a decir "subcapitana". Me he atragantado, no sé con qué, y empiezo a toser por un instante. Cuando recobro el tipo, le quito importancia.
- Nada. ¿Nos damos esa ducha??
- Eres una vengativa -digo, cuando por fin puedo controlar los espasmos de mi cuerpo-. Solo te he rozado un pelín.
En cualquier caso logro levantarme, aún entre risas, y me siento al borde de la cama. Tengo el pelo muy largo y en general soy extremadamente cuidadoso con él, pero es cierto que en general opto por la comodidad de una coleta alta y no me molesto más. Es algo en lo que debería trabajar, claro, pero no termino de ver una razón coherente a perder cien veces más tiempo cuando ya soy fabuloso y, si eso, la mejora me hará un uno por ciento más genial. Que vaya, en cifras absolutas la mejora es estratosférica, pero solo porque mi encanto es universal.
- Tú tampoco estás nada mal.
Ups. Eso se me ha escapado en voz alta, aunque por lo menos es más acertado que otras expresiones que he utilizado en la última hora con ella. De hecho, apenas la conozco de hace una hora y ya está peinándome la mel... Mis ojos se abren como platos al pensar en mi nuca. Por instinto me la cubro con las manos, inquieto, tratando de cubrirlo por completo con los dedos o, por lo menos, evitar que perciba el volumen que despide el ojo. Sin embargo, antes de poder completar este movimiento ha terminado. Y no ha mencionado nada en absoluto, solo ha hecho el peinado y ahora me acerca un espejo para que pueda ver cómo me ha quedado.
Definitivamente esto no es un uno por ciento.
Estoy increíble, pero claro, para esta clase de cosas sí o sí voy a necesitar un segundo par de manos. ¿Es demasiado pronto? Nunca he tenido estas dudas con nadie, y la verdad es que empieza a apetecerme... ¿Qué debo hacer?
- Me encanta. -Me doy la vuelta-. Ilje, sé mi...
No llego a decir "subcapitana". Me he atragantado, no sé con qué, y empiezo a toser por un instante. Cuando recobro el tipo, le quito importancia.
- Nada. ¿Nos damos esa ducha??
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-Lo sé.- Dice la conejita con una sonrisa de suficiencia. Por supuesto que no está nada mal, si se viera por la calle le faltaría tiempo para invitarla a pasar un buen rato. Pero claro, no todos tienen tan buen gusto ni tanto desparpajo.
De una forma u otra, el peinado le encanta, puede verlo en su cara e Illje se siente orgullosa. Le queda verdaderamente bien y ver la sorpresa en su expresión es todavía mejor. Se gira y juraría que iba a pedirle algo antes de ponerse a toser. Que sea su… ¿qué? Oh vaya, no será del tipo romántico, ¿no? Que solo le queda medio día en esa isla, no está para rechazar a nadie. Le molestaría, lo sabe, siempre les molesta, pero es que las relaciones no son lo suyo. No aportan nada que no pueda conseguir de otra manera, al fin y al cabo.
Sin embargo, todas esas preocupaciones se van de su cabeza cuando escucha lo siguiente que le dice Claude. ¿Una ducha?
-Claro que no.
Por favor, ¿qué se creía? ¿Qué iba a arruinar el precioso regalo que acababa de hacerle apenas unos minutos después de terminar? Nada de eso. Saltó de la cama y echó a andar hacia el otro extremo de la habitación.
-Aunque igual quieres irte desnudando, claro. Vinimos aquí por un motivo, ¿recuerdas? ¡Te espero dentro!
Desapareció tras la puerta de madera. Efectivamente, llevaba a un baño de vapor y era exactamente como Claude lo había descrito. El cambio fue instantáneo y de repente sintió como se derretía. Terminó de quitarse la ropa que llevaba y abrió la puerta una mísera rendija para empujarla fuera, medio doblada. Ya la recogería después. Tras vacilar un momento, cogió una de las toallas que había en una estantería de madera y se la enrolló alrededor del cuerpo. Curiosamente no le daba más calor, si acaso agradecía que se hiciese cargo de parte del sudor. Con una mano se recogió el pelo en un moño sencillo y fue a sentarse en uno de los bancos de madera. Veía la caldera en el centro, pero no estaba segura de cómo se suponía que debían echarle agua. Oh, bueno, seguro que Claude sabía. Ya llegaría.
Se tumbó en el banco. La madera estaba calentita y era increíblemente acogedora. Incluso con el tremendo calor, todo el lugar era de lo más cómodo y no pudo evitar cerrar los ojos. Qué modorra más tonta, así de repente. ¿Sería cosa del vodka? Quizá debería haber comido algo antes. Después de pasar por la ducha vería que tenía Russuam que ofrecerle en ese departamento. De momento, solo quería relajarse… y disfrutar.
De una forma u otra, el peinado le encanta, puede verlo en su cara e Illje se siente orgullosa. Le queda verdaderamente bien y ver la sorpresa en su expresión es todavía mejor. Se gira y juraría que iba a pedirle algo antes de ponerse a toser. Que sea su… ¿qué? Oh vaya, no será del tipo romántico, ¿no? Que solo le queda medio día en esa isla, no está para rechazar a nadie. Le molestaría, lo sabe, siempre les molesta, pero es que las relaciones no son lo suyo. No aportan nada que no pueda conseguir de otra manera, al fin y al cabo.
Sin embargo, todas esas preocupaciones se van de su cabeza cuando escucha lo siguiente que le dice Claude. ¿Una ducha?
-Claro que no.
Por favor, ¿qué se creía? ¿Qué iba a arruinar el precioso regalo que acababa de hacerle apenas unos minutos después de terminar? Nada de eso. Saltó de la cama y echó a andar hacia el otro extremo de la habitación.
-Aunque igual quieres irte desnudando, claro. Vinimos aquí por un motivo, ¿recuerdas? ¡Te espero dentro!
Desapareció tras la puerta de madera. Efectivamente, llevaba a un baño de vapor y era exactamente como Claude lo había descrito. El cambio fue instantáneo y de repente sintió como se derretía. Terminó de quitarse la ropa que llevaba y abrió la puerta una mísera rendija para empujarla fuera, medio doblada. Ya la recogería después. Tras vacilar un momento, cogió una de las toallas que había en una estantería de madera y se la enrolló alrededor del cuerpo. Curiosamente no le daba más calor, si acaso agradecía que se hiciese cargo de parte del sudor. Con una mano se recogió el pelo en un moño sencillo y fue a sentarse en uno de los bancos de madera. Veía la caldera en el centro, pero no estaba segura de cómo se suponía que debían echarle agua. Oh, bueno, seguro que Claude sabía. Ya llegaría.
Se tumbó en el banco. La madera estaba calentita y era increíblemente acogedora. Incluso con el tremendo calor, todo el lugar era de lo más cómodo y no pudo evitar cerrar los ojos. Qué modorra más tonta, así de repente. ¿Sería cosa del vodka? Quizá debería haber comido algo antes. Después de pasar por la ducha vería que tenía Russuam que ofrecerle en ese departamento. De momento, solo quería relajarse… y disfrutar.
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Por un segundo creo que me voy a poner rojo de nuevo. Que vinimos aquí con un motivo, dice. No sé cuál espera que sea el mío, pero después de desnudarse delante de mí y decirme que me sobra el vestido... Bueno, pues que uno pierde toda duda de qué hemos venido a hacer aquí. No es que me moleste la idea, osea, la sensación es agradable independientemente de lo que suceda, y a veces puede atraerte mucho una persona y no congeniar en absoluto, así como -ya lo he vivido- puede pasar también todo lo contrario. Es decir, fisiológicamente estamos hechos para disfrutar el sexo, aunque sea por el puro roce. Y ella es una sirena de tierra, desde luego si algo puede hacerme famoso es haberla seducido.
Además es pelirroja.
Y está loca.
Tal vez la idea no sea tan descabellada, o de nuevo el alcohol esté jugando conmigo, pero empiezo a desnudarme con cierta ilusión. No es como con... Bueno, da igual. Guardo la ropa con el mismo rigor que la mía y entro al baño de vapor, cerrando la puerta a mis espaldas.
Noto el aumento de temperatura de inmediato; también veo a la coneja tirada en el banco, tapada únicamente por una toalla. Eso me suscita dos preguntas: La primera, ¿por qué hay toallas rojas en este sitio? Y la segunda... ¿Estará esperando que tome yo la iniciativa? Descargo el aire de mi cuerpo, haciendo a mi pecho desinflarse hasta que vuelve a su definición habitual, pero parece que hay un efecto inesperado. Ahora sí que me sonrojo, y no solo por el calor, cuando una notable erección se interpone entre mis piernas y un andar natural. Aun así, hago todo lo que puedo para mantener un avance sereno hasta ponerme a su altura, dejando una distancia prudencial entre mi miembro y su cara. Vale, puede que también me lo esté tapando con las manos.
- ¿Tienes un hueco? -le pregunto, esperando que haya buen sitio donde sentarnos, y me acerco hasta el banco para sentarme junto a ella.
Desde aquí, el vapor es sumamente agradable, aunque muy pronto voy a tener que coger el pequeño cazo que hay junto a la caldera y encontrar la fuente para que el vapor nos termine de empapar. Paso la mano tímidamente por su cuerpo, evitando tocar nada que pueda ser malinterpretado, aunque bien pensado "todo" es "todo" y, lo que es permiso, aunque tácito, tengo. Aun así la miro a los ojos. Son bonitos, de color amatista, y espero su aprobación mientras me deslizo por su cuello hasta rozarle las mejillas. También le dibujo una sonrisa con el dedo, antes de alejarme un poco. No mucho, yo no me echo atrás, pero sí lo justo para que ella deba venir a por mí.
Que se lo gane un poquito, si es lo que quiere.
Además es pelirroja.
Y está loca.
Tal vez la idea no sea tan descabellada, o de nuevo el alcohol esté jugando conmigo, pero empiezo a desnudarme con cierta ilusión. No es como con... Bueno, da igual. Guardo la ropa con el mismo rigor que la mía y entro al baño de vapor, cerrando la puerta a mis espaldas.
Noto el aumento de temperatura de inmediato; también veo a la coneja tirada en el banco, tapada únicamente por una toalla. Eso me suscita dos preguntas: La primera, ¿por qué hay toallas rojas en este sitio? Y la segunda... ¿Estará esperando que tome yo la iniciativa? Descargo el aire de mi cuerpo, haciendo a mi pecho desinflarse hasta que vuelve a su definición habitual, pero parece que hay un efecto inesperado. Ahora sí que me sonrojo, y no solo por el calor, cuando una notable erección se interpone entre mis piernas y un andar natural. Aun así, hago todo lo que puedo para mantener un avance sereno hasta ponerme a su altura, dejando una distancia prudencial entre mi miembro y su cara. Vale, puede que también me lo esté tapando con las manos.
- ¿Tienes un hueco? -le pregunto, esperando que haya buen sitio donde sentarnos, y me acerco hasta el banco para sentarme junto a ella.
Desde aquí, el vapor es sumamente agradable, aunque muy pronto voy a tener que coger el pequeño cazo que hay junto a la caldera y encontrar la fuente para que el vapor nos termine de empapar. Paso la mano tímidamente por su cuerpo, evitando tocar nada que pueda ser malinterpretado, aunque bien pensado "todo" es "todo" y, lo que es permiso, aunque tácito, tengo. Aun así la miro a los ojos. Son bonitos, de color amatista, y espero su aprobación mientras me deslizo por su cuello hasta rozarle las mejillas. También le dibujo una sonrisa con el dedo, antes de alejarme un poco. No mucho, yo no me echo atrás, pero sí lo justo para que ella deba venir a por mí.
Que se lo gane un poquito, si es lo que quiere.
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Nota una pequeña corriente de aire cuando la puerta se abre. Normalmente no sería para tanto, pero el súbito contraste de temperatura hace que se le ponga la piel de gallina. Sin embargo, antes de que empiece a espabilarse, el frío se va por donde ha venido y regresa el calor. Abre los ojos, consciente de que no está sola. A un lado, el pelirrojo se le está acercando con las manos en la entrepierna. Intuye la razón, aunque no entiende por qué no ha cogido una toalla. Reprime una sonrisa y aparta la mirada. Vaya, al final se va a salir con la suya y todo.
-Por supuesto.
Encoge las piernas para dejarle sitio en el banco. Le mira con curiosidad, sin tener nada claro qué va a hacer a continuación. Se puso colorado, pero le tocó el culo. Le llevó a un motel, pero rechazó sus avances. Sin embargo, más que frustrada tan solo está llena de intriga. Ha sido una tarde más que agradable, incluso si acabara ahí se sentiría más que satisfecha. Por otro lado… alguien inteligente siempre deja sitio para el postre.
Puede que ya no lleve su ropa, pero el peinado se mantiene y la cálida luz del cuarto hace resaltar tanto su pelo como sus ojos. Verdes. No abundan. Sonríe y se deja acariciar, por supuesto. De pequeña era una gran bola de mimos y de mayor… digamos que no desaprovecha las oportunidades. No es más que un roce, nada atrevido y aún así, se siente provocada. Está completamente colorada, más por el calor que hace en el cuarto que por la situación. La madera le arde bajo las manos y se plantea qué hacer a continuación. Puede que ella sea una conejita, pero desde luego si uno de los dos fuera a ser la presa no sería ella. No quiere asustarle. Le cae bien y la gente no suele compartir su desapego por el sexo; para otra gente suele ser algo genuinamente importante. Illje prefiere rendirlo si hay una amistad en juego, pero no parece ser el caso. Cree estar leyendo las señales, pero no quiere abusar de su suerte.
Con delicadeza, alza las piernas y las posa sobre las de Claude, con cuidado de no aplastar nada que no debe.
-Tengo algo que confesar.- susurra. Se incorpora, con cuidado y de repente se siente un poco mareada. Pasa enseguida, sin embargo y puede sonreír y ponerle la mano en el hombro. Se le acerca todavía más y le susurra al oído.-Me está gustando mucho el baño de vapor. Gracias por traerme, Claude.
Terminando de acotar la distancia que les separa, le da un pequeño beso en la mejilla y se queda a su lado, expectante y tanto contenta como contentada.
-Por supuesto.
Encoge las piernas para dejarle sitio en el banco. Le mira con curiosidad, sin tener nada claro qué va a hacer a continuación. Se puso colorado, pero le tocó el culo. Le llevó a un motel, pero rechazó sus avances. Sin embargo, más que frustrada tan solo está llena de intriga. Ha sido una tarde más que agradable, incluso si acabara ahí se sentiría más que satisfecha. Por otro lado… alguien inteligente siempre deja sitio para el postre.
Puede que ya no lleve su ropa, pero el peinado se mantiene y la cálida luz del cuarto hace resaltar tanto su pelo como sus ojos. Verdes. No abundan. Sonríe y se deja acariciar, por supuesto. De pequeña era una gran bola de mimos y de mayor… digamos que no desaprovecha las oportunidades. No es más que un roce, nada atrevido y aún así, se siente provocada. Está completamente colorada, más por el calor que hace en el cuarto que por la situación. La madera le arde bajo las manos y se plantea qué hacer a continuación. Puede que ella sea una conejita, pero desde luego si uno de los dos fuera a ser la presa no sería ella. No quiere asustarle. Le cae bien y la gente no suele compartir su desapego por el sexo; para otra gente suele ser algo genuinamente importante. Illje prefiere rendirlo si hay una amistad en juego, pero no parece ser el caso. Cree estar leyendo las señales, pero no quiere abusar de su suerte.
Con delicadeza, alza las piernas y las posa sobre las de Claude, con cuidado de no aplastar nada que no debe.
-Tengo algo que confesar.- susurra. Se incorpora, con cuidado y de repente se siente un poco mareada. Pasa enseguida, sin embargo y puede sonreír y ponerle la mano en el hombro. Se le acerca todavía más y le susurra al oído.-Me está gustando mucho el baño de vapor. Gracias por traerme, Claude.
Terminando de acotar la distancia que les separa, le da un pequeño beso en la mejilla y se queda a su lado, expectante y tanto contenta como contentada.
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Aunque podría haberme dejado un hueco más cercano a su cabeza recoge las piernas. Pude llegar a pensar que se debía a cierto pudor, pero cuando las dispone sobre mí me doy cuenta de que todo lo contrario. Esta loca ha tenido una táctica todo el tiempo. Me ha traído hasta aquí, pero me ha dejado elegir el espacio concreto. Ha buscado ropa, sabiendo que me pondría la que ella llevaba puesta y, al final, me atrapa con sus piernas... Definitivamente, su plan desde el principio ha sido cogerme por banda y hacerme suyo. Bueno, no puedo culparla, pero tengo una mala noticia para ella: Claude es solo de Claude. Aunque no me importa alquilarlo por una noche, si eso me trae algo bueno.
- Jaque mate -admito, encogiéndome de hombros con una media sonrisa, mirando fijamente el quemador. Hay alguna que otra flor silvestre para dar aroma, pero ahora mismo es lo que menos me interesa.
Puedo sentir sus talones contra mi muslo, sus glúteos pegarse a mí, y la veo por el rabillo del ojo erguirse. Se tensa la toalla, aunque no se le cae, pero es más visible todo lo que pretende cubrir. Habría hecho bien simplemente no poniéndose nada; hasta yo sé que es una molestia cuando todo lo que deseas es estar mojado que algo vaya libándote la humedad. Bueno, no siempre.
Termina de acercarse, no logro discernir si despacio o muy deprisa. Tampoco si debería excitarme, pero la toalla roza mi hombro y noto la presión de su pecho mientras se cierne sobre mí. Atrevida pero recatada, jugando con el deseo que espera de alguien que se sienta desnudo junto a ella, me da un beso en la mejilla. Hasta a mí se me eriza el vello con ese beso, ese beso que busca provocarme. Y si bien su cuerpo no me dice más que el mío, su tacto me hipnotiza.
¿Tiene algo de malo esto? Me quedo mirándola por un momento, sin saber del todo cómo proceder, pero al mismo tiempo es como si todo estuviese muy claro. Paso mi brazo alrededor de ella e inclino mi rostro hacia el suyo, quedando nariz contra nariz. No la beso todavía, solo espero a que nuestras respiraciones se acompasen y, poco a poco, deshago sutilmente el nudo de su toalla. Esta cae sobre el asiento, dejando que vea por completo lo que antes solo vi de refilón. Efectivamente es más humana que coneja, pero sigue siendo una sirena. ¿Como un conejo muy grande? Bueno, ¿qué es una sirena más que un pez medio humano? Llamarlo "mink" no lo hace más ordinario, ni al mérito de conquistar una menos desafiante.
Además, está loca.
Cierro los ojos y la beso. No sé muy bien cómo comportarme al principio, tampoco lo que más debería excitarme. La idea de tener algo tan único entre mis brazos es estimulante, pero para ella debe ser afrodisíaco, y me centro en ello. Ya he pasado por esto más veces, y siempre se disfruta más de lo que a simple vista podría parecer. Si me ocupo de cuidarla ella me cuidará a mí.
Sin levantarla ni romper el embrujo de nuestros labios tiro de ella, haciéndola deslizarse sobre mis piernas hasta tener su pecho contra el mío. Empiezo a acariciar sus caderas y sus hombros. Están suaves. Toda ella es suave.
Pero esa es otra historia.
- Jaque mate -admito, encogiéndome de hombros con una media sonrisa, mirando fijamente el quemador. Hay alguna que otra flor silvestre para dar aroma, pero ahora mismo es lo que menos me interesa.
Puedo sentir sus talones contra mi muslo, sus glúteos pegarse a mí, y la veo por el rabillo del ojo erguirse. Se tensa la toalla, aunque no se le cae, pero es más visible todo lo que pretende cubrir. Habría hecho bien simplemente no poniéndose nada; hasta yo sé que es una molestia cuando todo lo que deseas es estar mojado que algo vaya libándote la humedad. Bueno, no siempre.
Termina de acercarse, no logro discernir si despacio o muy deprisa. Tampoco si debería excitarme, pero la toalla roza mi hombro y noto la presión de su pecho mientras se cierne sobre mí. Atrevida pero recatada, jugando con el deseo que espera de alguien que se sienta desnudo junto a ella, me da un beso en la mejilla. Hasta a mí se me eriza el vello con ese beso, ese beso que busca provocarme. Y si bien su cuerpo no me dice más que el mío, su tacto me hipnotiza.
¿Tiene algo de malo esto? Me quedo mirándola por un momento, sin saber del todo cómo proceder, pero al mismo tiempo es como si todo estuviese muy claro. Paso mi brazo alrededor de ella e inclino mi rostro hacia el suyo, quedando nariz contra nariz. No la beso todavía, solo espero a que nuestras respiraciones se acompasen y, poco a poco, deshago sutilmente el nudo de su toalla. Esta cae sobre el asiento, dejando que vea por completo lo que antes solo vi de refilón. Efectivamente es más humana que coneja, pero sigue siendo una sirena. ¿Como un conejo muy grande? Bueno, ¿qué es una sirena más que un pez medio humano? Llamarlo "mink" no lo hace más ordinario, ni al mérito de conquistar una menos desafiante.
Además, está loca.
Cierro los ojos y la beso. No sé muy bien cómo comportarme al principio, tampoco lo que más debería excitarme. La idea de tener algo tan único entre mis brazos es estimulante, pero para ella debe ser afrodisíaco, y me centro en ello. Ya he pasado por esto más veces, y siempre se disfruta más de lo que a simple vista podría parecer. Si me ocupo de cuidarla ella me cuidará a mí.
Sin levantarla ni romper el embrujo de nuestros labios tiro de ella, haciéndola deslizarse sobre mis piernas hasta tener su pecho contra el mío. Empiezo a acariciar sus caderas y sus hombros. Están suaves. Toda ella es suave.
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